Estudios

Entre el humor y la política. La prensa satírica durante la Restauración: el caso de Mallorca

From Humour to Politics. The Satirical Press during the Restauration: The Case of Mallorca

Antoni Marimon Riutort
Universitat de les Illes Balears, España

Entre el humor y la política. La prensa satírica durante la Restauración: el caso de Mallorca

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, núm. 16, pp. 149-175, 2017

Universidad de Alicante

Recepción: 22 Abril 2016

Aprobación: 26 Enero 2017

Resumen: En este trabajo se analiza el desarrollo de un tipo de prensa poco conocido, las publicaciones satíricas en un período concreto, la Restauración (1874-1923). Con el análisis de este tipo de publicaciones, en un ámbito geográfico limitado, se pretende explicar el proceso de modernización y la creciente pluralidad ideológica de la sociedad de la Restauración. Bajo la relativa libertad de prensa que permitía el régimen, los semanarios satíricos vivieron un considerable auge. En las grandes ciudades, pero también en las urbes medianas, proliferaron las publicaciones que conjugaban crítica social y política con fuertes dosis de humor.

Palabras clave: Prensa satírica, Restauración, Libertad de imprenta, Semanario, Crítica social, España, Siglos XIX y XX.

Abstract: This work analyses the development of the rather unknown satirical press, in the particular period of the Restoration (1874-1923). With the analysis of this type of media, restricted to a specific geographical area, we aim to explain the modernization process and the growing ideological plurality of the Restoration society. The satirical periodicals saw a considerable rise under the relative freedom of the press allowed by the regime. Both in the big cities and in the medium-sized towns, the publications which combined political and social criticism with high doses of humour proliferated.

Keywords: Satirical Press, Restoration, Freedom of the Press, Weekly Publication, Social Criticism, Spain, 19th and 20th Centuries.

Introducción: objetivo del trabajo, método y fuentes

No resulta fácil definir de una manera precisa el alcance y los límites de la prensa satírica. Sin duda, es necesario recordar que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (1992: 1.310) define la sátira como una «Composición poética u otro escrito cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo».

Con todo, esta definición resulta insuficiente para acotar nuestro objeto de estudio, ya que la crítica de un tiempo y de una sociedad en un tono frecuentemente mordaz y festivo también puede ser el ámbito propio de la prensa costumbrista (Cassany, 1992: 8-16; García, 2013; Juan, 2007: 9-10). Pero mientras este tipo de publicaciones rechaza el presente y clama por un pasado irrecuperable, la prensa satírica vive plenamente en el presente, se adapta a los nuevos tiempos, y en ocasiones incluso hace ostentación de su modernidad. Además, una revista satírica explicita frecuentemente de una manera más agresiva su ideología y tiene una u otra orientación política de una manera muy marcada. La exageración, el lenguaje incisivo y procaz, así como el recurso a la caricatura definen también a una prensa satírica que constituía un importante portavoz ideológico así como un reflejo del grado de libertad de expresión de la época en que se publicaba. De hecho, la prensa satírica solo puede existir en períodos de libertad total o tutelada, si exceptuamos algunos casos de publicaciones satíricas clandestinas. En épocas de gran permisividad, paradójicamente, la misma libertad de imprenta puede reducir el alcance de la prensa satírica ya que las críticas al poder pueden manifestarse de diferentes formas y las alternativas políticas disponen de sus propios portavoces abiertamente, sin necesidad de disimular sus contenidos con elementos más o menos satíricos o humorísticos. En cambio los períodos de tolerancia y libertad vigilada son los más favorables a la prensa satírica ya que el riesgo a superar los límites establecidos fuerza a superar el ingenio con todo tipo de recursos estilísticos que permitan burlar la censura.

Este es precisamente el caso de la época que deseamos estudiar, la Restauración borbónica de 1874 a 1923, un largo período de relativa estabilidad y de vigencia, al menos teórica, de las libertades formales propias del liberalismo parlamentario.

Para poder analizar con más detalle y aportar nuevos datos a los estudios sobre la prensa de la Restauración, nos centraremos en un área espacial concreta, la isla de Mallorca. Se trata de un auténtico microcosmos en el cual, con sus 269.763 habitantes de hecho (1920), podemos encontrar casi todas las tendencias culturales e ideológicas y buena parte de los debates que tenían su centro en las grandes ciudades de la España de la Restauración. Por cierto que en Mallorca era importante la dicotomía entre la única auténtica ciudad, Palma, y el resto de municipios, casi todos con características muy rurales, aunque algunos fueron consiguiendo el título de ciudad gracias a un relativo pero persistente crecimiento económico, precisamente durante la Restauración (Peñarrubia, 1997). Además conviene recordar que si bien Mallorca formaba parte, desde 1833, con Menorca, Ibiza y Formentera, de la provincia de Baleares, cada isla mantenía sus propias dinámicas económicas, sociales, políticas y culturales.

La prensa satírica en Mallorca tiene una larga tradición, que si bien no puede compararse a la de Madrid, en donde se publicó ya en 1735 El Duende Critico de Madrid, dispone de publicaciones que se remontan a la guerra contra los ejércitos napoleónicos, como el Diari de Buja (1812-1813) y el Nou Diari de Buja (1813) (Ferrer, 1985: 137-177; Valenciano, 2009). Sin embargo, son escasos los estudios sobre la prensa satírica mallorquina. En consecuencia, era necesario, en primer lugar, establecer una nómina de las publicaciones satíricas, y a continuación verificar si la prensa satírica era siempre patrimonio de los sectores anticlericales y republicanos. Evidentemente, es muy importante conocer a los redactores y directores de estas publicaciones, aunque es una tarea muy difícil a causa del uso generalizado de pseudónimos. También resulta interesante determinar sus principales características formales y, sobre todo, si servían o no de plataformas de expresión de partidos políticos o grupos de presión. Desde la historia política cultural, no podemos dejar de valorar su actitud ante el poder constituido, frente a la iglesia y en relación a los nuevos poderes económicos, así como el diferente uso que hacen de diversos recursos literarios y de las lenguas castellana y catalana. Además, intentaremos aproximarnos, aunque no resulte fácil, a la composición social de sus lectores y a la influencia social y política de este tipo de publicaciones. Por otra parte, si bien las imágenes acostumbran a ser importantes en la prensa satírica, a causa de la falta de espacio, solo nos ocuparemos de ellas tangencialmente (Arcas,1996: 25-39; Laguna, 2003: 111-132).

La principal fuente de este trabajo es la propia prensa satírica, que hemos localizado físicamente en las bibliotecas del Estado en Palma de Mallorca-can Salas, Lluís Alemany (del Consell Insular de Mallorca), Fundación Bartolomé Ayuntamiento de Palma y el del Ayuntamiento de Ibiza. También hemos revisado los fondos de las hemerotecas municipales de Madrid y Barcelona y, por supuesto, la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura.

Estado de la cuestión

No existe ningún estudio global de la prensa satírica en las islas Baleares, y son muy escasas las monografías. Para la época de la Restauración, la única excepción son los diversos estudios del profesor Sebastià Serra Busquets (Font & Serra, 1988; Serra, 1986; Serra, 1994) sobre el semanario anticaciquil de izquierdas Foch y Fum, que se publicó en la fase final de la Restauración, para cambiar de nombre durante la dictadura de Primo de Rivera (Pitos y Flautas, Cultura, Copeo) y recuperar su cabecera original en 1931, hasta su brusca desaparición en 1936.

Esta misma publicación, así como alguna otra, ha sido utilizada como fuente para algunos importantes trabajos de investigación, como los de Isabel Peñarrubia (Peñarrubia, 1991) o los de Pere Ferrer (Ferrer, 2000), pero sin dedicar una atención específica a la prensa satírica. Por último, debemos añadir que hace poco se ha publicado un breve pero interesante estudio sobre una publicación satírica, En Xerrim (1917-1919), obra de Jaume Deyà Miró (Deyà 2015).

La prensa satírica en la España de la Restauración

La prensa satírica consiguió proliferar en un contexto de relativa tolerancia bajo el Régimen de la Restauración. Fue precisamente bajo este sistema político cuando se publicaron las publicaciones satíricas de más éxito y con una mayor continuidad (Anguera, 1992: 12). Inicialmente, se había perseguido toda crítica contra la monarquía y el nuevo régimen. Sin embargo, la Constitución de 1876 estableció una teórica libertad de imprenta y en 1879 se promulgó una Ley que regulaba este derecho. Pese a ello, el marco legal continuaba siendo bastante restrictivo. Se consideraban delitos de imprenta cualquier ataque a la monarquía, la religión, la forma de gobierno o las instituciones consideradas fundamentales (Suárez, 2000: 68). Además, se mantenían la censura previa y los tribunales específicos creados en 1875 con el objetivo de vigilar con atención a toda la prensa. Pero el nuevo régimen fue capaz de cierta flexibilidad, aunque frecuentemente de manera arbitraria.

Tras la llegada al poder de los liberales, se promulgó (1883) una nueva ley de imprenta que supuso un considerable avance. La prensa retornó a la jurisdicción ordinaria y ya no se exigió licencia previa para la edición. Esto no supuso, de todas maneras, el final de los problemas legales para las publicaciones de la oposición al régimen, ya que las multas, los secuestros de las ediciones y las condenas a prisión fueron relativamente frecuentes. Pero, de hecho, la prensa opositora proliferó por toda la geografía urbana de la España de la Restauración. Esta ley de 1883 perduró durante toda la Restauración, si bien algunas coyunturas (1886, 1893, 1895-98) motivaron una aplicación más restrictiva. A partir de 1906, la nueva Ley de Jurisdicciones implicó un retroceso en la libertad de imprenta pero no pudo impedir la existencia de una extraordinaria pluralidad de publicaciones.

Entre las publicaciones satíricas más importantes editadas durante la Restauración en la capital de España, destacan El Motín, que apareció en 1881 y se publicó hasta 1926, con una marcada tendencia anticlerical y republicana (Llera, 2003: 211-212), La Broma (1881-1885), Don Quijote (1892-1902) y Gedeón (1895-1912), de carácter antiliberal y antisocialista, que ha sido considerado el primer proyecto español de periodismo humorístico moderno (Llera, 2003: 213). También se publicaron en Madrid, pero con un carácter menos agresivo y una orientación más amable hacia el humor costumbrista, Madrid Cómico, que tuvo diversas épocas entre 1885 y 1923 (Botrel, 1989: 85-92; Seoane, 1983: 311-312) y Madrid Político (1885), una publicación más bien intrascendente.

Paralelamente, también se producía en Barcelona un auge de la prensa satírica, con cabeceras tan importantes como La Campana de Gràcia (1870-1934) (Culla; Duarte 1990: 66) y L’Esquella de la Torratxa (1879-1939) (Capdevila, 2013), ambas de tendencia populista y republicana, o el semanario Cu-Cut (1902-1912), una revista satírica catalanista (Capdevila, 2012). En Málaga, tenemos que destacar El País de la Olla (1881-1883 y 1895-1896) un semanario de orientación republicana muy bien ilustrado que llegó a difundirse por casi toda España (Arcas, 1990). A partir de 1877, también proliferaron las publicaciones satíricas en la ciudad de Valencia, con títulos como El Pare Mulet (1877), El Bou Solt (1877), El Húsar (1880), El Dotor Cudol (1880), El Palleter (1882), de ideología carlista, El Látigo (1882-1883) y sobre todo La Traca (1884-1938), de carácter radical, antimonárquico y anticlerical (Laguna, 1990: 157, 161, 197-198; Laguna, 2010: 71-88; Laguna, 2015: 25-46; Laguna; Martínez Gallego, 2016). En Alicante, cabe destacar el éxito de El Cullerot (1884-1907) (Borja, 1999: 189-203). En esa época, incluso las pequeñas ciudades tenían sus propias cabeceras de prensa satírica. Entre otros, podemos citar los casos de Reus, con Lo Campanar de Reus (1879) y La Bomba (1891-1892) (Ferran, 1992: 36-39, 47-48), y de Alcoy, con El Arriero (1880), El Burro (1880-1881) y El Chispón (1881) (Santacreu, 1986: 14-15).

También conviene tener en cuenta algunos datos cuantitativos. Así, en 1913, se publicaban en toda España una cuarentena de publicaciones satíricas, humorísticas y festivas, que pasaron a ser una veintena en 1927, ya bajo la dictadura de Primo de Rivera (Desvois, 1977: 123, 157).

Las primeras publicaciones

La prensa satírica reapareció en Mallorca en 1879, el mismo año en que se aprobó la primera ley de imprenta de la Restauración. Este nuevo contexto legal fue aprovechado por la prensa política opositora y así, por ejemplo, reaparecieron en Barcelona los diarios republicanos El Diluvio (1879-1939) y Diari Català (1879-1881) (Culla; Duarte, 1990: 75-76) mientras que en Valencia salieron a la calle, ese mismo año 1879, El Mensajero, subtitulado «Diario Democrático-Posibilista» y La Alianza, que tuvo una vida breve (Laguna, 1990: 157). En Palma de Mallorca, empezó a publicarse el diario La Opinión¸ que poco después se vinculó abiertamente al republicanismo posibilista (Gabriel, 1975: 116; Marimon, 2014: 245-281).

El primer semanario satírico que vio la luz en la capital balear durante la Restauración fue una publicación republicana de breve existencia, El Mosquito (septiembre-diciembre de 1879), que se subtitulaba «Semanario humorístico ilustrado». No apoyó de manera explícita a ningún partido político en concreto, pero en diversas ocasiones El Mosquito (3, 4-10-1879; 7, 1-11-1879) se identificó con el diario El Demócrata, que dirigía Gabriel Castellà y que inicialmente aglutinó a republicanos radicales y federales, para después identificarse con el partido que dirigía Ruiz Zorrilla (Mayol, 2012: 28-32). El Mosquito pronto se caracterizó por sus continuas polémicas con L’Ignorància, el semanario costumbrista fundado algunos meses antes, en junio de 1879, que satirizaba a los republicanos y hacía apología tanto del conservadurismo como del clericalismo (Juan, 2007: 60). Para El Mosquito (11, 29-11-1879), de la misma manera que ellos hacían política anticarlista, los redactores de L’Ignorància se dedicaban «más o menos embozadamente» a hacer propaganda «neocatólica o carlista», de manera que era «el periódico de las sacristías». En cambio, El Mosquito era una publicación anticlerical que aprovechaba cualquier ocasión para criticar al clero. Un caso especialmente corrosivo fue el supuesto rapto de una joven de Sencelles, un pueblo del interior de Mallorca, por el vicario de esta parroquia, hecho que dio pie a un mordaz chiste gráfico que mostraba a una pareja a punto para embarcar con el siguiente texto: «Creciste et multiplicamini. ¿Qué será… viaje de recreo o romería?» (El Mosquito, 11, 29-11-1879).

Pero no fueron las polémicas con L’Ignorància las que acabaron con El Mosquito, sino una aplicación estricta de la legislación. En el número 10 (22-11- 1879), este semanario satírico informó que en Cuba había estallado una nueva guerra, que posteriormente será conocida como la Guerra Chiquita. Este artículo terminaba así: «pobre, pobre España, como te han puesto… los españoles».


Un ejemplo de anticlericalismo. El Mosquito, 11 (29-11-1879)

Con la excusa que era delito la inserción de artículos políticos en una publicación que no tenía esta consideración, el gobernador civil mandó secuestrar todo el tiraje de este número e impuso una multa de 250 pesetas. Estas medidas provocaron el final de la publicación que, en su último número, el 11 (29- 11-1879), se quejaba amargamente que diarios no políticos como El Isleño o El Anunciador ofreciesen noticias políticas sin problemas. Además, el semanario rival, L’Ignorància, también podía hacer su propaganda política sin chocar con el fiscal o el gobernador.

De hecho, L’Ignorància, que disfrutaba de un considerable éxito popular, pudo publicarse hasta julio de 1885, con su visión satírica del progreso y su persistente crítica a la supuesta corrupción de las costumbres tradicionales.

Casi simultáneamente, también en septiembre de 1879, empezó a publicarse en Palma el semanario El Violón, una publicación bilingüe (castellano- catalán dialectal, o sea mallorquín). Su director era Miquel Bibiloni Corró, un notable escritor y periodista, que de joven residió en Madrid y frecuentó al escritor y político republicano radical Roque Barcia. Sin embargo, con el tiempo evolucionó hacia posiciones más moderadas. Así, El Violón (12, 13-12-1879) no se pronunciaba abiertamente por ninguna opción política, aunque se manifestó claramente a favor de la libertad religiosa: «La vertadera llibertat es que cada cual fassa lo que vulga, mentres no perjudichi al pròxim».

El Violón (6, 31-10-1879) chocó con buena parte de la prensa ideológicamente avanzada a causa de su campaña contra un supuesto abuso del crédito en el que habrían incurrido algunas sociedades anónimas mallorquinas. Esta larga campaña provocó la airada reacción de numerosos empresarios y de los periódicos La Opinión, republicano posibilista, y El Isleño, liberal. La indignación contra Miquel Bibiloni impulsó la aparición de una muy breve publicación satírica destinada exclusivamente a desacreditarlo. Se trata de la segunda época de La Bocina, que teóricamente también era una publicación semanal, y vio la luz en Palma en marzo de 1880. Su primer, y único número, era un virulento panfleto contra Miquel Bibiloni y El Violón. En La Bocina (segunda época, 1, 13-3-1880) se acusaba a este escritor de ser, además, el autor de unas octavas reales manuscritas que difamaban «a los principales hombres políticos que han figurado en los partidos avanzados».

La embestida de la nueva, y efímera, La Bocina, fue tan contundente que El Violón dejó de salir ese mismo marzo de 1880 (Llabres, 1971: 615).

El auge de la prensa satírica republicana

Tras los precedentes de El Mosquito y La Bocina (segunda época), la prensa satírica republicana o afín tuvo en Palma un notable desarrollo en los años ochenta del siglo XIX.

En abril de 1881 apareció El Tío Manolo, dirigido por Bartomeu Parets, con un conjunto de redactores de los que sólo conocemos los pseudónimos (El Tío Manolo, el Tío Alegría, Eduardo Correau y Correa). Esta publicación, de carácter liberal exaltado, y no muy amiga del clero, desapareció en junio de ese mismo año (Alemany; Muntaner, 1955) para dejar paso a El Huracán, un semanario inequívocamente republicano dirigido por Joan Oliver Femenia y con Maties Bosch, Bartomeu Danús, Jeroni Pou, Josep Tortell y Josep Cardell como redactores. En la editorial de su primer número, redactado «hablando en serio», se proclamaba a favor de los obreros y de la «libertad en las materias religiosas del libre pensamiento humano». Aunque no se alineaba con ningún partido en concreto, se proponía combatir «las sombras animadas de la intransigencia y el absolutismo» (El Huracán, 1, 23-7-1881).

Así, El Huracán será un semanario eminentemente político que criticará duramente al clero y a los caciques carlistas. En consecuencia polemizó frecuentemente con El Áncora, un diario católico radical publicado en Palma entre 1880 y 1890 y de nuevo entre 1897 y 1900 (Díaz; Moll, 1992: 58-80). Por otra parte, El Huracán (3, 6-8-1881) propugnó la unión de todas las tendencias democráticas ya que «desde el federal más exaltado hasta el platónico y templado posibilista tienen muchos puntos de contacto».

En septiembre de 1882, fue suspendido y su director fue procesado por injurias al rey. Pese a ello, pudo reemprender su publicación, que finalizó en diciembre de 1882 (Alemany; Muntaner, 1955). En octubre de 1883 tuvo un efímera segunda época bajo la dirección del periodista, abogado e historiador republicano Benet Pons i Fàbregues (Serra, 1999).


Prospecto de La Escoba (4-12-1883)

Poco después, la vertiente más anticlerical del republicanismo intentó disponer de una publicación con la aparición de La Escoba, subtitulada «Periódico jocoserio y agridulce». Se editaba en una efímera y poco conocida Imprenta Anticlerical, que regentaba Andreu Martí Puig. De esta publicación sólo conocemos un número prospecto dirigido por Miquel Mas Obrador, con fecha del 4 de diciembre de 1883. La totalidad de los redactores utilizaban pseudónimos y se dedicaban a denostar el clericalismo y el conservadurismo. Como todas las publicaciones satíricas, conjugaba prosa y poesía con caricaturas y chistes gráficos. Sin embargo, La Escoba, tal vez por su radicalismo, no prosperó (Alemany; Muntaner, 1955).

A continuación, recogió la antorcha del anticlericalismo el semanario satírico El Látigo, que consiguió publicarse entre mayo y agosto de 1884. Su director era Joan Vich Quetglas y sólo hemos podido identificar como redactor a Josep Cardell (El Bombo, 22, 16-8-1884). Se imprimía en los talleres de La Publicidad Baleárica, una sociedad anónima dedicada a la difusión del «pensamiento humano» creada en diciembre de 1883 por un grupo de dirigentes republicanos, entre los que podemos destacar a los federales Antoni Villalonga Pérez, Benet Pons Fàbregues y Lluís Martí Ximenis (Pou, 1985: 206, 208). Este combativo semanario criticaba tanto el pasado como el presente de la Iglesia católica. De hecho, a partir del número 10 utilizó el subtítulo irónico de «Guía de clérigos y beatas». Como es lógico, polemizó con casi toda la prensa mallorquina católica del momento. Para la publicación que dirigía Joan Vich, el diario El Áncora era una «publicación altamente inmoral, disfrazada de carlista (…). Va derecho a su negocio y no se para en pelillos. Se la destina a usos muy comunes» (El Látigo, 1, 1-5-1884).


Portada del último número de El Látigo (23-8-1884)

Además, El Látigo se proclamaba republicano, sin adscripción concreta a ningún partido, defensor de la libertad religiosa, contrario a todo tipo de intolerancia, librepensador y enemigo de la pena capital. Con 17 números publicados, a finales de agosto de 1884, El Látigo (4, 28-5-1884) dejó de publicarse. Pocos días antes había sido denunciado por unos escritos sobre una peregrinación al santuario de Lluc (Pou, 1985: 259).

Si bien en un tono más moderado, la herencia anticlerical fue recogida algunos años más tarde por otra publicación satírica de breve duración, El Escándalo (julio-noviembre de 1892). Dirigida por Miquel Martí Rosselló, fue una publicación extremadamente combativa que denunció el caciquismo y la manipulación de los comicios así como la falta de higiene en los pueblos y en la capital. Como muestra de su carácter radical basta decir que ante la posible dimisión de un concejal del Ayuntamiento de Palma publicó un poema en el que exigía la dimisión en masa de todo el consistorio (El Escándalo, 3, 31-7-1892).

Los ataques a personas concretas llevaron a la cárcel al director de El Escándalo, de donde puedo salir gracias al perdón del ofendido. Posteriormente, centró sus críticas en el Partido Liberal Fusionista, entonces predominante en Mallorca (Fullana, 1998: 41-143), y su director recibió una brutal paliza por parte de unos desconocidos (Alemany; Muntaner, 1955), hecho que sin duda provocó la desaparición de dicho semanario.

La prensa satírica antirrepublicana

La contrapartida directa a los semanarios satíricos republicanos más o menos anticlericales fueron dos semanarios católicos radicales, El Bombo (marzo a agosto de 1884) y El Tambor (octubre 1884 a abril de 1887), ambos bilingües y próximos al carlismo.

El semanario El Bombo se subtitulaba inicialmente «Instrument impolitich tocat a dues veus per una colla de literatas y literats». Su apoliticismo era pura farsa, si bien en su editorial de presentación se proclamaba contrario a todos los políticos «passats, presents y veniders» (El Bombo, 1, 16-3-1884). Defensor a ultranza del catolicismo más conservador, tenía en El Látigo su particular bestia negra, ya que este semanario «lleva el señal de la bestia y respira espíritu anticristiano» (El Bombo, 9, 10-5-1884). El carácter antirrepublicano de El Bombo se fue acentuando progresivamente. Sus críticas, cada vez más inequívocamente políticas, se dirigían sobre todo contra los federales (El Bombo, 21, 9-8-1884; 22, 16-8-1884), ya que consideraban a El Látigo como «el organillo del partido federal de esta ciudad» (El Bombo, 17, 5-7-1884). Su odio visceral contra esta publicación les llevó a publicar, a raíz de su desaparición, una esquela a toda página para celebrar la muerte del «setmanari republicà. Inimich de deu y deshonra de Mallorca» (El Bombo, 25, 6-9-1884).

Desaparecido El Látigo, algunas personalidades consideraban que El Bombo también tenía que cerrar y, si acaso, reaparecer cuando surgiese otro semanario republicano de parecidas características. De hecho, El Bombo sobrevivió sólo tres semanas a El Látigo y sus últimos números evolucionaron hacia una religiosidad extrema. Su director fue Jaume Pou y entre sus colaboradores podemos citar a Joan Gamundí, Joan Vidal y Bartomeu Amengual (Alemany; Muntaner, 1955). Un caso aparte es el de Francisca Llabrés autora de diversos artículos en prosa, en el catalán dialectal de Mallorca, de notable interés y carácter nada satírico (El Bombo, 3, 30-3-1884).


Parodia de esquela mortuoria publicada en El Bombo (6-9-1884)

En octubre de 1884 apareció otro semanario ultraconservador, El Tambor. De carácter inicialmente satírico como El Bombo, evolucionó hasta convertirse en un semanario político serio. Así, su primer subtítulo fue «Instrument tocat a dues veus per una colla de voluntaris valents y poch dormidós», que cambió pronto por «Setmanari d’es nostros» y finalmente «Semanario Católico Tradicionalista de las Baleares».

La diversificación de la prensa satírica

A medida que la sociedad se va urbanizando y aumentan lentamente los niveles de alfabetización (Núñez, 1992; Sureda, 1998; Sureda, 2000; Viñao, 2004), nos encontramos ante nuevas y plurales iniciativas que intentan consolidar, siempre desde el centro urbano insular más importante, Palma, diversas cabeceras de tipo satírico.

Publicada todavía en los años ochenta, Bemoles y Sostenidos era una publicación muy diferente tanto desde el punto de vista formal como de contenido. Se subtitulaba «Revista lírica, festiva e ilustrada», y, sobre todo en su segunda época, tuvo unas pretensiones literarias y artísticas muy superiores a las de la mayoría de las publicaciones satíricas. Se anunciaba como un semanario que contenía artículos, poesías, viñetas y caricaturas. Bajo la dirección de Ricard Salvà, tuvo una primera época entre diciembre de 1886 y febrero de 1887, con sólo 11 números publicados. En ella colaboraron algunos destacados intelectuales mallorquines como Joan Lluís Estelrich o un joven Miquel dels Sants Oliver (Alemany; Muntaner, 1955). En su segunda época, entre marzo de 1887 y marzo de 1889, Bemoles y Sostenidos ofreció ocho páginas, el doble de lo normal en las publicaciones satíricas, con un gran despliegue de caricaturas y chistes gráficos que, en ocasiones, denotaban cierto erotismo.

En junio de 1894 aparece El Tonto, una publicación satírica mucho menos ambiciosa, sin ilustraciones, dirigida por Joan Miralles Marimon, un joven periodista que intentará triunfar con diversas iniciativas en el mundo de la prensa antes de emigrar a Cuba poco después de la derrota española (Miralles, 2009: 11-14). El Tonto se subtitulaba «Semanario bilingüe que dirá todos los días catorce mil tonterías». Aunque no manifestaba explícitamente su ideología y se declaraba «impolitic, catòlic, apostolic i romà», su director era próximo al republicanismo. Esta publicación, en general bastante anodina, debió ofender gravemente al coronel del regimiento regional de Baleares ya que llegó a encerrar a su director en el cuartel del Carmen de Palma (Alemany; Muntaner, 1955). La vida de El Tonto fue breve, puesto que desapareció en noviembre de 1894, con 16 números publicados.

Algún tiempo después, Joan Miralles dirigió un segundo semanario satírico, La Pulga (junio de 189-enero de 1898), con Martí Pou como jefe de redacción. Con las típicas cuatro páginas y sin ilustraciones, se subtitulaba «Semanario satírico. Picotazos á destajo, para el alto y para el bajo». Aunque afirmaba ser un periódico sólo de humor y sátira desde la moral, la decencia y la educación, su crítica a la política local era de tendencia izquierdista. Así, censuraba al carlismo y al obispo de Mallorca Jacint Maria Cervera (La Pulga, 10, 24-9-1897).

El tercer y último intento de Joan Miralles para consolidarse como empresario y periodista en Mallorca fue el semanario El Convencional (septiembre de 1898-abril de 1899). Esta publicación sólo en parte era satírica ya que, en el contexto de la crisis de 1898, publicaba numerosos editoriales y artículos contra el régimen de la Restauración. En su artículo editorial de presentación afirmaba pretender «deslindar los campos y dar a conocer a los culpables de nuestras desdichas, ayudando de esta manera a la gran obra de la regeneración española» (El Convencional, 1, 3-9-1898).

En las páginas de El Convencional, se censuraba a la monarquía como causante de la derrota en Cuba y se rechazaba, por insuficientes, los manifiestos regeneracionistas de Silvela, Polavieja, Weyler y otros personajes de la Restauración (El Convencional, 5, 1-10-1898). También se criticaban duramente las condiciones en las que fueron repatriados los soldados de los ejércitos españoles de Cuba, Puerto Rico y Filipinas (El Convencional, 3, 17-9-1898). Por otra parte, si bien sólo publicaba algún breve texto en catalán, en octubre de 1898 se manifestó claramente a favor del regionalismo y en contra del centralismo (El Convencional, 6, 7-10-1898).

En cambio, Las Campanas, subtitulado «Semanario Joco-serio», propugnaba un patriotismo español hostil a todo regionalismo, tanto al catalán como al mallorquín. Este semanario había sido fundado por Ricard Fuster en septiembre de 1899 y se publicó hasta marzo de 1900, siendo su director Saturio Ruiz. Como en el caso de El Convencional, predominaba la vertiente seria de la publicación. Regeneracionista y republicana, criticó duramente el caciquismo, la prensa católica y carlista (El Áncora, La Tradición, El Siglo Futuro) e incluso al «plantel de generales que nuestra empobrecida patria sostiene» (Las Campanas, 18, 13-1-1900). También dedicó cierta atención a la literatura, el teatro y las variedades. Aunque predominaba la parte escrita, incluyó unas pocas ilustraciones y fotografías.

Bien pudiera ser que Las Campanas fuera la continuación de La Realidad, otra publicación satírica publicada en Palma que también se subtitulaba «Semanario Joco-Serio». Se redactó casi íntegramente en castellano y se editó, con una tirada de 1.500 ejemplares, entre enero y junio de 1896. De carácter marcadamente anticlerical, criticó duramente al obispo de Mallorca, Jacint Maria Cervera de manera que fueron denunciados los números 21 y 22 que salieron a la luz el 23-05-1896 y el 30-05-1896, respectivamente. Poco después La Realidad desaparece. Con un contenido en parte lúdico y en parte regeneracionista, si bien casi todo su material era de producción propia, cabe destacar la publicación en La Realidad (21, 23-5-1896) de un artículo de la revista humorística madrileña Gedeón.

En esa misma época, La Verdad fue un semanario claramente conservador y antirrepublicano, que se publicó entre agosto y diciembre de 1901. Se subtituló «Periódico joco-serio» y ofreció algunas ilustraciones y, en una sola ocasión, tres fotografías (La Verdad, 21, 21-12-1901). Dedicó especial atención a los temas políticos, principalmente a los locales, aunque también se ocupó del teatro y de la cultura en general y no dudó en satirizar a toda la prensa de su tiempo (La Verdad, 22, 28-12-1901). También tuvo un carácter marcadamente político El Capitán Araña, otro semanario publicado en Palma entre marzo y agosto de 1902. Se redactaba en castellano con algún artículo en mallorquín y se subtitulaba «Aspirante a concejal perpetuo». Su irónico lema era «este semanario es el de menos subscripción en ambos mundos». Desde el punto de vista ideológico, era crítico con la política institucional mallorquina en un momento en el que los republicanos detentaban la mayoría en el Ayuntamiento de Palma (Marimon, 1997: 135-180). Además, polemizó agriamente con el diario La Unión Republicana (El Capitán Araña, 5, 26-4-1902).

En febrero de 1896, vio la luz un semanario que recuperaba la cabecera de La Bocina. Dirigido por Miquel Martí, tuvo una vida breve ya que desapareció en agosto de ese mismo año. Fue moderadamente crítico con el caciquismo y la iglesia. Cabe destacar la sección «Mallorquines ilustres», por la que pasaron, en tono irónico, algunos de los personajes más importantes del momento. Algún tiempo después, en marzo de 1898 apareció una «tercera época» de La Bocina, ahora subtitulada «Semanario festivo, crítico y jocosatírico». Su director era el mismo Miquel Martí y se trataba de una continuación de la publicación homónima de 1896. Criticó con dureza a buena parte de la prensa de la época, sobre todo al diario La Última Hora, y también destacó por denunciar una irregularidad del banco Cambio Mallorquín (La Bocina, 3, 2- 4-1898). Su trayectoria también fue breve, ya que desapareció a finales de marzo de 1898, con sólo nueve números publicados.

En septiembre de 1906, en la pequeña ciudad de Manacor, en el levante de Mallorca, empezó a publicarse un semanario, La Aurora (Company, 1997: 185- 189; Sansó; Tugores, 2009: 157-178) que evolucionaría de una manera un tanto sorprendente. Desde su primer número hizo ostentación de su fe católica pero, en las antípodas de la prensa satírica, afirmaba querer evitar toda expresión «que pueda zaherir los delicados sentimientos de la más pudorosa doncella» (La Aurora, 1, 8-9-1906). Se subtitulaba «Semanario bilingüe», aunque predominaba la lengua castellana, y se caracterizaba por ser un periódico insustancial y extremadamente aburrido. Sin embargo, la aparición, también en Manacor, de Justicia, un semanario republicano radical afín al lerrouxismo (Company, 1997: 189), provocó el desembarco en La Aurora de un escritor y lingüista de renombre, el religioso Antoni Maria Alcover i Sureda (Moll, 1962). Vicario capitular de la diócesis de Mallorca y catedrático del Seminario diocesano, tenía ya una larga experiencia como articulista y polemista, incluso en publicaciones satíricas como El Tambor (Perea, 2001). A partir de la primavera de 1910 comenzó a colaborar regularmente en La Aurora con un estilo extremadamente polemista que lo acercaba enormemente a la prensa satírica. Se hizo cargo de la dirección ese mismo año y frecuentemente redactó buena parte del contenido del semanario, que pasó a utilizar exclusivamente la lengua catalana si bien en su registro dialectal mallorquín. Desde sus páginas, con diversos pseudónimos, atacó ferozmente a toda la prensa izquierdista de la isla, incluido el semanario satírico Pu-put (La Aurora, 289, 17-1-1914). El estilo de Alcover combinaba los sarcasmos, los insultos y las ridiculizaciones con una erudición prodigiosa, así como su clericalismo con una notoria germanofilia en los años de la Gran Guerra (La Aurora, 536, 30-12-1916).

El éxito de la prensa satírica bilingüe

A partir de 1907, se publicaron en Palma diversas cabeceras satíricas que no estaban vinculadas a una opción política concreta aunque eran populistas y, en mayor o menor medida, críticas con el poder. También tenían en común su carácter bilingüe castellano-mallorquín, sin ninguna pretensión literaria, su proximidad a la prensa costumbrista, su periodicidad semanal y su formato con cuatro páginas.

La mayoría fueron efímeras. Tres de ellas, N’Eloy (noviembre de 1907, sólo aparecieron cuatro números), Es Mussol (octubre-diciembre de 1908) i Sa Cotorra (noviembre-diciembre de 1908) tuvieron el mismo subtítulo: «Setmanari bilingüe, satirich y humorístic». Este hecho tiene fácil explicación ya que, como mínimo, los dos últimos semanarios fueron dirigidos por una misma persona, Gervasi Ferrer. En mayo-junio de 1913 se publicó otro semanario satírico de características muy parecidas, En Tomeu. En la editorial de su primer número (3-5-1913) hacia ostentación de su escepticismo político y afirmaba no querer ser otra cosa que ser el semanario más popular de Mallorca. Por otra parte, reconocía que el uso que hacía del mallorquín era «bastant macarrònic» pero, de manera más bien irónica, afirmaba que estaban estudiando a los clásicos.

Curiosamente, aunque tenía unas características muy similares a las de estos efímeros semanarios satíricos, Pu-put tuvo una larga vida que se prolongó entre diciembre de 1907 y enero de 1914. Esta publicación se presentaba como «Semanario independiente, bilingüe, satírico y humorístico», y si bien en su presentación hacía alarde de su carácter poco radical y de su indefinición política, «somos mallorquines, inficionados de maurismo última novedad» (Pu-put, 1, 7-12-1907), muy pronto demostró ser bastante crítica con el poder establecido. Así, en su primer número publicó un poema significativamente titulado «Abajo el caciquismo». Poco después, además de satirizar a todos los partidos políticos, denunció los supuestos abusos de un clérigo (Pu-put, 16, 21-3-1908) y pidió la aplicación de la «Ley de Trabajo de mujeres y niñas en los talleres de modistas y sastresas» (Pu-put, 28, 8-6-1908). Su carácter moderadamente anticlerical le valió tres denuncias de la Iglesia católica (Es Gallet, 149, 3-2- 1917). Su éxito fue considerable, ya que en diciembre de 1908 tiraba unos 5.000 ejemplares. Sin duda consiguió conectar con importantes sectores populares, tanto en Palma como en el resto de la isla, en un contexto de paulatina modernización, urbanización y crecimiento económico (Santana, 2004).


La continuación de Pu-put fue Es Gallet, que se publicó en una primera época en Palma entre abril de 1914 y junio de 1917. Su subtitulo no tenía nada de original, «Setmanari mallorquí, populós, satírich y humoristich», como tampoco sus secciones o su contenido. En su primer número destacaba su carácter populista, «somos pueblo y hacemos un periódico para el pueblo» y la importancia del humor para el buen desarrollo de cualquier comunidad (Es Gallet, 1, 4-4-1914). Aunque era una publicación poco estridente, su malestar por la cuestión de las subsistencias hizo que criticara a las autoridades y a los comerciantes contrabandistas que se lucraban exportando los productos de primera necesidad que escaseaban en los mercados de Mallorca (Es Gallet, 152, 24-2-1917). Por cierto, que esta publicación (148, 27-1-1917) no tuvo reparos en incluir a Joan March, conocido popularmente en Mallorca como En Verga, como uno de los principales protagonistas de este comercio ilegal.

Paralelamente, fueron apareciendo algunos semanarios satíricos en diversas villas y pequeñas ciudades de Mallorca, un hecho innovador que, sin embargo, ni de lejos rompía la hegemonía de Palma como principal centro de edición de este tipo de prensa. De hecho la primera de estas publicaciones, la efímera Es Moscart (febrero-junio de 1909), aunque era de temática local centrada en la villa de Santanyí, se imprimía en una tipografía de Palma. Su periodicidad osciló entre mensual y quincenal y su fundador y principal promotor fue un maestro nacional de ideología republicana, Sebastià Tomás Ferrando.

En julio de 1912, en la pequeña e industrial ciudad de Llucmajor, aparece el semanario satírico e humorístico La Escoba. Como en el caso de Es Moscart, su vida fue breve ya que desaparece en octubre de ese mismo año. Se redactaba en castellano y en mallorquín. Muy crítico con el clero y con el carlismo, polemizó con otro semanario local, Lluchmajor, que editaba el Círculo de Obreros Católicos (Company, 1997).

En cambio, tuvo una vida más larga el semanario En Xerrim, editado en Sóller, una dinámica aunque pequeña ciudad del norte de la isla. Empezó a publicarse en enero de 1917 y suspendió su salida en enero de 1918 para reaparecer en julio de 1918. Se imprimía en la Tipografía de Josep Calatayud Jofre, en el mismo Sóller, y se redactaba mayoritariamente en mallorquín. Aunque en su primer número se declaraba una publicación apolítica, las críticas al Ayuntamiento de Sóller, dominado entonces por los mauristas, y a las publicaciones locales Heraldo de Sóller, también maurista, y Sóller, la sitúan claramente en el ámbito de las izquierdas. En 1919, el obispo de Mallorca, Rigobert Domènech, no dudaba en denunciar explícitamente a En Xerrim, así como al semanario Foch y Fum, como fomentadores de escándalos y ruina de las buenas costumbres (Fullana, 1987: 94-95).

Un semanario satírico de gran éxito: Foch y Fum

Uno de los colaboradores de Es Gallet fue Jordi Martí i Rosselló, que firmaba con un pseudónimo que se haría muy popular, Es Mascle Ros. Este inquieto periodista y escritor, casi autodidacta, inicialmente trabajó como zapatero y fundidor, hasta que se consolidó como editor e impresor, fundando en Palma la imprenta Independencia (1923). Entre 1915 y 1917, como tantos otros mallorquines de su época, emigró sucesivamente a Argel, Barcelona y Buenos Aires. De vuelta a Mallorca, en febrero de 1917, dio vida al que sería el más popular y longevo semanario satírico mallorquín, al que tituló Foch y Fum. Esta publicación se redactaba en castellano y en un catalán muy dialectal. El tono popular, fácil, antiintelectual y antiesteticista, contribuyó sin duda a su éxito popular (Miralles, 1972: 10). De ideología izquierdista y populista, parece ser que en los primeros años veinte se alineó con la disidencia liberal que en Mallorca seguía al general Valeriano Weyler (Marimon; Serra, 2012: 205).

Foch y Fum, casi siempre desde una óptica satírica o humorística, se ocupó tanto de reflejar la vida cotidiana de los sectores populares mallorquines como de reflexionar a su particular manera sobre los grandes problemas políticos, económicos y sociales de su época (Font; Serra, 1988). Además, Jordi Martí Rosselló contó en numerosos pueblos y ciudades de Mallorca con una importante red de colaboradores anónimos que le facilitaban crónicas locales. Siempre se alineó con los sectores populares y denunció con vehemencia al clericalismo y al caciquismo.

Así, por ejemplo, criticaba la pretensión de la Congregación Mariana de monopolizar el teatro en el pueblo de Bunyola (Foch y Fum, 70, 14-6-1918) o las descalificaciones contra el cooperativismo socialista realizada desde el catolicismo social (Foch y Fum, 102, 24-1-1919). En marzo de 1919, una serie de artículos especialmente duros, que según Es Mascle Ros (Jordi Martí), «desenmascaraban» a los clericales, llegó a provocar su excomunión por el obispo de Mallorca, Rigobert Domenech Valls (Foch y Fum, 185, 14-7-1922). Por otra parte, Foch y Fum denunció con gran dureza el acaparamiento de subsistencias por parte de los grandes exportadores que se aprovechaban de la coyuntura de la Gran Guerra, de manera que justificó los disturbios y saqueos de almacenes de febrero de 1918 y febrero de 1919.

Muy pronto (Foch y Fum, 51, 2-2-1918), Martí Rosselló se enfrentó con virulencia al más rico y poderoso comerciante-contrabandista de Mallorca, Joan March Ordinas (Ferrer, 2000; Cabrera, 2011). Con el tiempo, el enfrentamiento se agudizó y se llegó a publicar en el semanario Foch y Fum una falsa esquela mortuoria del millonario mallorquín (Foch y Fum, 101, 17-1-1919).

Pero la publicación de un pequeño folleto de ocho páginas, Es Miramar embarrancat, publicado en Palma en 1919, fue el hecho concreto que motivó por parte de Joan March una demanda por injurias graves contra Jordi Martí Rosselló. Tras un largo proceso, el director de Foch y Fum fue condenado a pagar una multa de 1.000 pesetas y a tres años y medio de destierro a un mínimo de 100 kilómetros de Palma. Así, tuvo que abandonar la isla y, tras 178 números, en julio de 1920, finalizó la primera época de Foch y Fum.

No hay duda que este semanario satírico y populista consiguió una gran popularidad. Con una tirada de entre 3.500 y 4.000 ejemplares, llegó a su apogeo precisamente a causa del pleito con Joan March, que provocaba el rápido agotamiento de la edición (Miralles, 1972: 11). Por otra parte, en junio de 1917, Es Gallet se fusionó con Foch y Fum, aunque esta unió fue fugaz ya que muy pronto el director de Es Gallet se separó de la publicación de Jordi Martí Rosselló para fundar un nuevo semanario satírico, En Tofol, sin duda en competencia directa con Foch y Fum. El nuevo semanario se subtitulaba «Setmanari populá, satírich y humoristich» y sólo salió durante tres meses, de octubre a diciembre de 1917 con un total de 13 números.

Foch y Fum reapareció tras el destierro de Jordi Martí Rosselló, en junio de 1922, y con más ímpetu que nunca. En el primer número de esta segunda época reivindicaba la importancia de su público lector, que había hecho del semanario la publicación más popular y de más tirada de Mallorca. Además, expresaba su continuismo en la lucha contra el caciquismo y contra la oligarquía, a la que consideraba la mayor calamidad que asolaba la isla, «nuestra Patria Chica». Populista y demagogo, el director y propietario de Foch y Fum también criticaba a la «literatura cursi», es decir a la alta cultura ya que reconocía que sus artículos estaban faltos de «adorno literario» (279, 2-6-1922). Sin embargo, en esta nueva andadura renunciaba a un enfrentamiento directo contra la jerarquía eclesiástica, aunque quería continuar haciéndose eco de los escándalos que implicasen a los «mercaderes de Cristo» (Foch y Fum, 185, 14-7-1922). Con todo, exigió a los gobiernos liberales que derogasen el artículo 11 de la Constitución de 1876 que hacía de la religió católica la religión del Estado (Foch y Fum, 224, 13-4-1923).

En esta segunda etapa, de nuevo el éxito popular acompaño al Foch y Fum, que llegó a tirar unos 5.000 ejemplares (Font; Serra, 1988). Además, incrementó su tamaño, hizo un uso más abundante de la caricatura, por cierto que con Joan March como personaje recurrente, y dispuso de corresponsales en numerosos lugares de Mallorca, así como en Ibiza y Barcelona. Jordi Martí Rosselló también consiguió, en abril de 1923, disponer de su propia imprenta (Foch y Fum, 223, 6-4-1923).


Portada de Foch y Fum en la que aparece una caricatura del comerciante e industrial Joan March (16-2-1923)

Como tantos otros medios de comunicación Foch y Fum no condenó el pronunciamiento de Primo de Rivera, ya que lo consideraba una alternativa regeneracionista a un régimen corrupto y desprestigiado. Con todo, confiaba en que el nuevo régimen prescindiría del personal político que había ocupado el poder hasta entonces y se interrogaba sobre el futuro de «la semilla sembrada por el nuevo régimen» (Foch y Fum, 248, 28-9-1923). Si bien el semanario continuó publicándose, los efectos de la censura fueron devastadores. El primer número tras el golpe se publicó con amplios espacios en blanco a causa de la censura y con una nota a los corresponsales para que no enviaran artículos que hicieran referencias personales, ya que serían sistemáticamente censurados (Foch y Fum, 247, 21-9-1923). El tono general del semanario se moderó considerablemente y, a demanda del gobernador civil, tuvo que cambiar su cabecera, sucesivamente, por la de Pitos y Flautas (1928), Cultura (1929) y Copeo (1930). Sólo en enero de 1931 pudo recuperar triunfalmente la antigua cabecera Foch y Fum, ahora inequívocamente republicana.

Al reaparecer en junio de 1922, Foch y Fum tuvo que competir con un semanario satírico de casi idénticas características, Es Gallet, que había iniciado su segunda época en enero de ese mismo año. En esta ocasión, en un clima de clara competencia, Es Gallet amplió el uso de la caricatura y de la poesía popular mallorquina. En junio de 1923, Es Gallet se despidió de sus lectores, subscriptores y benefactores y dejó de publicarse. Aunque había anunciado su reaparición para octubre de ese mismo año y con un formato mejorado, su desaparición, para satisfacción de su encarnizado rival Foch y Fum (6-7-1923), fue definitiva.

Tampoco había tenido éxito Es Vigilant, otro semanario bilingüe del que se publicaron solo 13 números entre octubre y diciembre de 1919. Peor suerte todavía le correspondió a El Látigo, un semanario independiente que únicamente pudo sacar dos números en septiembre de 1918. Su director era Valentín Rodríguez González, un antiguo redactor del semanario republicano El Abuelo.

Conclusiones

En la España de la Restauración, la prensa satírica, normalmente de periodicidad semanal, adquirió una considerable importancia como vehículo de entretenimiento e instrumento de crítica no sólo costumbrista sino también política. Las grandes ciudades alumbraron cabeceras de larga duración y amplia difusión, pero las urbes medianas y pequeñas también tuvieron sus propias publicaciones que se ocupaban sobre todo los temas de ámbito local. En el caso de la isla de Mallorca, casi toda la prensa satírica se concentró en su capital, Palma.

Pese a este predominio de Palma, un corto número de semanarios se publicaron fuera de la capital, casi todos en algunas de las pequeñas ciudades más dinámicas e industrializadas de las islas, como Manacor, Llucmajor y Sóller.

Buena parte de estos semanarios fueron en mayor o menor medida anti- caciquiles, anticlericales y republicanos o liberales avanzados. Sin embargo, también hemos podido constatar la existencia de potentes semanarios satíricos muy combativos y próximos al carlismo o al integrismo. Su cabecera más importante fue sin duda, La Aurora (1906-1916), cuando fue dirigida por el canónigo Antoni Maria Alcover. En cambio, se constata que las opciones políticas moderadas no cuentan con la prensa satírica como una de sus plataformas de difusión

A partir de 1907, se consolidó en Palma un modelo de prensa satírica anti-caciquil, populista y bilingüe castellano-catalán dialectal. Estas cabeceras tenían cierto paralelismo principalmente con las que se publicaban en Valencia y Alicante con un carácter satírico y un uso dialectal del idioma propio. Se trataba de pequeñas empresas que buscaban el lucro económico aunque también tuvieran un fuerte contenido político. En Palma, en 1917, un personaje singular, Jordi Martí Rosselló, alias Es Mascle Ros, consigue un éxito extraordinario de difusión y longevidad con su Foch y Fum. Este semanario acentuó su orientación anticlerical y anticaciquil, ya que buena parte de su éxito derivó de su furibunda oposición al omnipresente comerciante, financiero y político mallorquín Joan March Ordinas. Foch y Fum fue popular no sólo en Palma sino también en las principales villas y pequeñas ciudades del resto de Mallorca. Aunque sabemos que algunos ejemplares se enviaban a la Península, nunca llegó a tener una dimensión española, como la que consiguió, ya durante la Segunda República, el semanario valenciano La Traca.

Los semanarios satíricos utilizaron todos los medios a su alcance (prosa, poesía, caricaturas, viñetas, uso selectivo del castellano y del catalán en su vertiente más coloquial) y sin duda difundieron los escándalos políticos y de costumbres para conectar con un público popular que, lentamente, iba accediendo a mayores cuotas de cultura y también de ocio. Aunque era frecuente el uso de imágenes nunca se llegó a la calidad y cantidad de algunos de los semanarios de Madrid y Barcelona o de algunas ciudades medianas como Málaga con El País de la Olla.

Se constata también las múltiples dificultades que debían superar las cabeceras satíricas, ya que muchos semanarios perecieron víctimas de denuncias de las autoridades, ya fuesen civiles o eclesiásticas, o de personalidades influyentes como el mismo Joan March. En consecuencia conviene tener en cuenta las limitaciones de la ley de imprenta de 1883. De hecho, los semanarios satíricos más explícitamente vinculados a una fuerza política concreta acostumbraban a tener una vida breve mientras que los que consiguieron una mayor longevidad no solían ser tan partidistas.

Aunque a veces podían caer en la difamación y el insulto gratuito, las publicaciones satíricas constituyeron una muestra muy interesante de los límites hasta los que el sistema de la Restauración podía llegar. Algunas cabeceras consiguieron un gran éxito de público, y se difundieron entre sectores de la población que apenas tenían estudios. Sin duda, y pese a sus excesos, este tipo de publicaciones contribuyeron al pluralismo político y al desarrollo del sentido de la crítica. Además, fomentaron hasta cierto punto el gusto por la lectura y la necesidad de estar informado.

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