Dossier monográfico

Por un País Valenciano libre, autónomo y socialista. El PSOE y la identidad valenciana (1974-1978)

For a free, autonomous and socialist Valencian Country. The PSOE and the Valencian identity (19741978)

Vega RodríguezFlores Parra
Universitat de València, España

Por un País Valenciano libre, autónomo y socialista. El PSOE y la identidad valenciana (1974-1978)

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, núm. 17, pp. 103-125, 2018

Universidad de Alicante

Recepción: 27 Febrero 2018

Aprobación: 23 Mayo 2018

Resumen: El presente trabajo aborda la actitud del PSOE respecto a la cuestión nacional en el País Valenciano desde una perspectiva que intenta abarcar el comportamiento mostra do en relación con este asunto, tanto por estructura federal, como por las Federaciones valencianas. El periodo que engloba esta investigación se inicia con la renovación socialista de 1974, año en el que el PSOE se declaró favorable al derecho de autode terminación y abogó por un modelo federal, y finaliza con el primer tercio de 1978, cuando el PSOEPV presidió el Consell Preautonómic del País Valencià.

El País Valenciano ofrece una complejidad singular, ya que se trata de un lugar con peculiaridades históricas y culturales reseñables en el que el nacionalismo valencia nista cobró una acusada importancia durante el periodo señalado, pero en el que la voluntad nacional e incluso la autonómica de la población fueron cuestionadas hasta que, a finales de 1977, la manifestación organizada para el Dia Nacional del País Valencià, convenció a la mayor parte del espectro político de lo contrario. En este sentido, se intenta observar cómo se encaró la cuestión identitaria desde el partido mencionado; cómo se articuló lo regional y lo nacional en su discurso; y cómo formuló su idea de nación, de España y del País Valenciano.

Palabras clave: PSOE, País Valenciano, Autonomía, Transición, Nacionalism.

Abstract: This paper addresses the attitude of the Spanish Socialist Party (PSOE) in relation to the national issue in the Valencian Country, from a perspective that tries to consider the response both of the federal structure and the Valencian Federation to the pro blems involved. The period covered goes from the Socialist Party renewal in 1974, when the PSOE declared itself in favor of the right to selfdetermination and advocated a federal model, until April 1978, when the PSOEPV presided over the Consell Preautonomic of the Valencian Country.

The Valencian Country offers a singular complexity due to its remarkable historical and cultural peculiarities. Valencian nationalism became especially important during the abovementioned period when the national and even autonomic will of the popu lation was questioned. This lasted until the end of 1977, when the demonstration organized for the National Day of the Valencian Country, convinced most of the politi cal spectrum otherwise. In this sense, the chapter analyses how the identity issue was addressed from the Party, how it articulated the regional and the national elements in its discourse, and how it formulated its idea of nation, of Spain and of the Valencian Country.

Keywords: PSOE, Valencian Country, Autonomy, Transition, Nationalism.

La cuestión nacional adquirió en la Transición española un lugar privilegiado en los debates sociales y políticos. Articular el Estado español de una manera más democrática y descentralizada se convirtió en una obsesión casi para todos los actores políticos, pero no en todos los territorios se vivió con la misma intensidad. En el País Valenciano esta cuestión levantó grandes pasiones tem pranamente, pero pese a ser general el reconocimiento de su personalidad dife renciada, no todos coincidieron al señalar las implicaciones que de ello se deri vaban, ni para todos resultó igual de prioritario.

Partiendo de estas premisas, en este trabajo intentaremos analizar cómo se comportó el Partido Socialista Obrero Español en el País Valenciano desde mediados de 1970 hasta la concesión de la preautonomía en el primer tercio de 1978. Cómo se enfrentó a este problema en un territorio en el que los con flictos identitarios acabarían siendo extremadamente complejos, condicionan do el curso de los acontecimientos y los posicionamientos de los propios par tidos. Un territorio al que difícilmente le podían ser negadas sus particularidades históricas o culturales, pero en el que fue discutida la conciencia nacio nal de su pueblo, uno de los motivos que de hecho explican la actitud dubita tiva de gran parte de la izquierda estatal. Unas dudas que parecieron despe jarse poco antes de la concesión de la preautonomía, gracias a la multitudina ria manifestación del “Dia nacional del País”.

1. La autonomía valenciana y el “programa máximo”

Son conocidas las posiciones más maximalistas del Partido Socialista respecto al problema nacional en la España de la transición democrática. Resoluciones aparentemente rompedoras como las del XIII Congreso de Suresnes en octu bre de 1974, o su sanción en el XXVII Congreso de diciembre de 1976, cele brado ya en Madrid, han suscitado animados debates sobre la veracidad y sin ceridad de aquellas propuestas1.

Los socialistas enlazaron en 1974 con la defensa de un modelo federal para España, enunciada ya en 1918; y apostaron por primera vez en su histo ria por el derecho de autodeterminación2. Lo hacía una generación joven de socialistas que renovaban aquella organización, no sólo en la dirección sino en gran parte de las federaciones. La militancia socialista había visto inte rrumpida su continuidad hasta los años setenta, cuando comenzó a nutrirse de nuevos miembros que heredaban la tradición histórica de aquellas siglas pero que iban a dotar a aquella organización de un aire nuevo3.

Esta actitud favorable a las demandas nacionalistas tenía, necesariamen te, su traslación a las federaciones socialistas de las respectivas nacionalidades. Y así sucedió en el País Valenciano, donde desde la década de los años sesen ta, y con más firmeza en los setenta, empezaron a plantearse reivindicaciones identitarias que tuvieron su correspondiente eco en las formaciones políticas, sobre todo de izquierdas, muy influidas por el fusterianismo y las corrientes intelectuales de aquella época, que partían de la premisa de que la recupera ción nacional y la liberación de clase se darían de la mano, o no se darían (Archilés 2012; Rico, 2018). Así, los grupos antifranquistas fueron introdu ciendo progresivamente en sus programas estas demandas, haciendo que duran te la Transición, conceptos como democracia y autonomía aparecieran como inseparables.

No fue ajeno a esta tendencia el Partido Socialista Obrero Español, que se encontraba a nivel de País desestructurado y con escasa militancia, hasta que la renovación tuvo lugar también en este territorio. Aunque la Federación de Alicante, la más numerosa en estos años, mantuvo una mayor continuidad, no sucedió lo mismo en Valencia y Castellón. Mientras en la última provincia el PSOE permanecería desarticulado hasta 1976, cuando comenzó a reconstruir se; en Valencia, crecería lentamente a partir de la renovación de su dirección en 1975. Entre 1975 y 1976 la Federación valenciana se fue desarrollando de manera paulatina, como resultado de un panorama socialista dividido, en el que la hegemonía no correspondía ni mucho menos al PSOE, que debía com petir con el Partido Socialista Popular y el Partit Socialista del País Valencià. En cualquier caso, como en el resto de territorios, el Partido Socialista sufriría en el conjunto del País Valenciano un crecimiento acelerado en los meses pre vios a las elecciones, y espectacular tras estas (Sanz, 1988).

Precisamente, la competencia con otros grupos socialistas, como el PSPV, nacionalista valenciano , o en general con el conjunto de una izquierda espe cialmente dividida, influiría de manera decisiva en la adopción de posturas sensibles con las reivindicaciones nacionales. En este ambiente debe enten derse la carrera por integrar estas cuestiones entre los programas de los parti dos antifranquistas. Sería común, por tanto, en aquellos para los que este era un problema fundamental y estaba en el origen de su razón de ser; en aque llos que podían demostrar una trayectoria de reconocimiento de estos proble mas, a pesar de que no formaran parte de su médula ideológica; o incluso en los que llegaban casi por imitación a su asunción, sin que en el seno de sus partidos se hubiera debatido e interiorizado de forma seria la necesidad de hacer suyas estas reivindicaciones4.

Estas actitudes se trasladaron también a las plataformas que comenzaron a surgir en el primer lustro de la década de 1970, en las que fue común la asunción de la problemática nacional en sus declaraciones programáticas. Pero aunque el conjunto de la izquierda estatal tratara de integrar estas demandas, la falta de tradición y de sensibilidad por estas cuestiones en parte de la clase política –como también entre la población–, dificultó algunos acuerdos unita rios y demostró que era en muchos casos uno de los motivos más importan tes de desencuentro político. Y es que, aunque coincidieran en la voluntad unánime de demandar la autonomía valenciana, incluso dentro de este terri torio, no todos otorgaban la misma prioridad a esta cuestión, y mientras para algunos era una aspecto esencial, otros creían que el proceso democrático no podía ser frenado por la manera en que se reconocía al País Valenciano este derecho, algo que como muchas otras cosas, se fue poniendo de relieve con el tiempo.

En este marco, la Junta Democrática de España presentó un programa nada maximalista ante la opinión pública el 30 de julio de 1974, basado en doce puntos que condensaban su estrategia de “ruptura democrática”. En él reco nocía la “personalidad política de los pueblos catalán, vasco, gallego, y de las comunidades regionales que lo decidan democráticamente”, siempre “bajo la unidad del Estado español”5. Este organismo, en el que el Partido Comunista de España ejercía un claro liderazgo, tuvo su correspondencia en el País Valenciano a través, primero de la creación de diferentes Juntas, como la de Alcoy o la de Valencia, y finalmente por medio de la Junta Democràtica del País Valencià6. En la Junta de Valencia, por ejemplo, la cuestión territorial fue tratada de manera tímida y dubitativa, y aunque en la declaración de la Junta del País Valenciano el 5 de agosto de 1975, se utilizó una retórica más próxi ma a los planteamientos valencianistas –manteniendo en todo caso la defensa de la necesaria unidad de todos los pueblos del Estado español y obviando cual quier referencia al derecho de autodeterminación–, se mantuvo implícita la idea de que debía ser la sociedad valenciana la que tenía que demandar una auto nomía que las instituciones o los partidos políticos no podían imponer por la fuerza7. No estaban por tanto seguros de la existencia de una voluntad social mayoritaria a este respecto, como sí sucedía en territorios como Cataluña, Euskadi o Galicia. Afirmaban, pues, que el Estatuto tendría que ser resultado de la expresión de la voluntad soberana del pueblo valenciano, y que la autono mía no podía imponerse sin una consulta popular8.

Huelga decir que aquella indefinición de la Junta era un síntoma de la indefinición de gran parte de los partidos valencianos de “obediencia” esta tal, que aunque incorporaban las reivindicaciones nacionales a sus programas, carecían de una posición meditada y firme sobre estos problemas.

Paralelamente a la organización de las Juntas, se estaba creando otro orga nismo unitario en competencia con las mismas, que nacía en gran medida con el objetivo de limitar la hegemonía del PCE en la política de alianzas entre la oposición. Se trataba de la Plataforma de Convergencia Democrática, impulsa da precisamente por el Partido Socialista Obrero Español, Izquierda Demo crática y la Unión Social Demócrata Española. En el manifiesto de la Plataforma, firmado el 11 de julio, se reconocía el derecho a la constitución de autogo biernos desde el momento de la ruptura democrática: “La Plataforma de Con vergencia Democrática consciente de la existencia de nacionalidades y regio nes con personalidad étnica, histórico o cultural propia en el seno del Estado español, reconoce el derecho de autodeterminación de las y la formación de órganos de autogobierno en las nacionalidades del Estado desde el momento de la ruptura democrática y propugna una estructura federal en la Constitución del Estado español”9.

A pesar de que los partidos que habían impulsado inicialmente esta Plata forma tenían una menor tradición en su preocupación por la cuestión nacional en España, los términos de su Manifiesto asumían mejor el hecho diferencial que los de la Junta Democrática, aunque en definitiva, el reconocimiento de las libertades nacionales tuviera como fin preservar la unidad. En palabras de Santiago Míguez, la Junta se mostraba más cauta, entre otras cosas porque debía convertirse en una alternativa de poder frente al régimen, mientras que la Plataforma, al no ser una alternativa de poder, “se configuraba como un lugar de encuentro de la oposición. Su significado hay que buscarlo analizando la estrategia de sus partidos miembros y, en especial, la de socialistas y democris tianos” (Míguez, 1990: 445). Una estrategia que fue considerada en algunos sectores como oportunista y ajena a las posiciones que en realidad defendían sus impulsores, entre los que destacaba el PSOE. Partido que precisamente moderaría o abandonaría sus planteamientos más radicales, no sólo respecto a esta cuestión, conforme se fue consolidando como una alternativa de poder (Gillespie, 1991; JULIÁ, 1997; Mateos, 2009; Andrade, 2012; Sabio, 2015).

Durante este tiempo, se había creado también la versión valenciana de la Plataforma entre los grupos que no querían integrarse en la Junta. Se trataba del Consell Democràtic del País Valencià, que databa del 24 de junio10, y que defendía al menos teóricamente la constitución de la Generalitat Provisional desde el momento de la ruptura, como paso previo al proceso de autodeter minación del pueblo valenciano (Sanz y Felip, 2006; Noguera, 1977).

Fruto de este contexto, los socialistas se esforzaron por mostrar una ima gen amable con las reivindicaciones nacionalistas. Así sucedió en el que pare ce fue el primer número de Avant, el órgano de prensa de la Federación valen ciana del PSOE. En coherencia con el punto quinto del Manifiesto de la Pla taforma de Convergencia que habían suscrito, publicaron un editorial titula do “Federación Socialista del País Valenciano”. Tanto el nombre de la publi cación como el título del editorial hacían referencia a una Federación inexis tente entonces11, remitiendo a un deseo de reeditar la desaparecida Federación Socialista de Levante, sustituida en 1931 por las tres Federaciones provincia les, hechos que decían estaban siendo sometidos a una “revisión crítica de los socialistas del País Valenciano (PSOE)”. Y es que una Federación para el con junto del País Valenciano se adaptaba mejor a la defensa de la “reconquista de las libertades de las regiones y nacionalidades ibéricas” por la que abogaban. En un número que además publicaba íntegra la “Resolución sobre nacionali dades y regiones” del Congreso de Suresnes, se decantaban de manera cohe rente con las nuevas directrices por una “República Federal de las Nacionali dades, de modo que se quebrante la estructura de un Estado que ha sido modelado en forma adecuada para convertirlo en instrumento de opresión y explotación por las clases dominantes”. Así pues, se trataba de una postura que buscaba ante todo contribuir a la lucha de clases, sin olvidar a los “trabajado res inmigrados” ni por supuesto al resto de los territorios españoles, con los que aquella ficticia, todavía, Federación Socialista del País Valenciano, debía coordinarse para combatir al enemigo de la clase trabajadora, que por supues to no conocía de fronteras12. Nada nuevo por tanto, ya que se trataba de legi timar la lucha nacional, como había hecho a nivel estatal el PSOE, a partir de los derechos de los pueblos oprimidos, pero sobre todo, a partir de su utili dad como una parte más de la lucha de clases. Por ello, el derecho de auto determinación que propugnaban los socialistas no podía entenderse sin com prender que para ellos era enunciado a partir de la convicción de que otor garlo fortalecería la unidad nacional española, ya que de otra manera, la clase trabajadora estaría supeditando los intereses nacionales a los de clase, algo que el Partido no podía consentir.

2. Adaptar el proceso autonómico a la “conciencia nacional”

Es evidente que a principios de los años setenta el PSOE –sin cuestionar el marco nacional español ni la unidad del Estado– hacía esfuerzos por comprender la complejidad nacional española, integrándola en su discurso. Esto conllevaba una serie de dificultades que se hicieron más patentes en unos territorios que en otros. Y a la hora de definirse, no fue sencillo para los socialistas hacerlo en relación al País Valenciano, un lugar donde las reivindicaciones nacionales desde el ámbito político pero también desde el social , aunque existían, no eran unánimes ni contaban con una trayectoria consolidada.

A pesar de ello, el País Valenciano aparecía como la unidad de referencia que construir, y la reivindicación de sus derechos nacionales se convertía en un objetivo cada vez más prioritario para la oposición democrática. Así suce dería por tanto en la Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià, cons tituida el 19 de mayo de 1976. Nacía de la confluencia del Consell Democràtic del País Valencià y la Junta Democràtica del País Valencià, tal y como había suce dido a nivel estatal el 26 de marzo con la fusión entre la Junta y la Plataforma, dando lugar a Coordinación Democrática. El programa de la Taula reclamaba la autonomía política para este territorio, lo que suponía una aspiración común de las fuerzas democráticas valencianas. Pero, además, en su punto quinto, enunciaba que con el proceso constituyente se crearía de forma inmediata la “Generalitat provisional del País Valencià”13. Esta cuestión estaba envuelta en la recurrente polémica sobre si se debía imponer la autonomía, o no, desde el mismo momento de la ruptura. El problema radicaba en el término “Generalitat Provisional”, porque, como ya indicó José Antonio Noguera Puchol –quien también formó parte de este organismo hasta octubre de 1976–, la Taula no explicó jamás que entendía por esta fórmula, quizá porque no hubo nunca consenso para ello (Noguera, 1977: 71). Jesús Sanz ha apuntado, por otra parte, que “Generalitat provisional” sería una fórmula intermedia entre la elegida por el Consell “Gobierno provisional autónomo” y la que prefería la Junta, “órga nos de poder provisional suficientes”, y que quedaba abierta a diversas inter pretaciones: la del Gobierno provisional de la Generalitat, que equiparaba al País Valenciano con las tres nacionalidades históricas; o la de la “Generalitat como forma de autogobierno”, que “entendía ese «Gobierno provisional», como un resultado al que el País Valenciano llegaría durante el proceso cons tituyente para toda España” (Sanz, 1982: 2829).

Esta ambigüedad sería visible en las reuniones internas de la Taula, en las que no existiría unanimidad a la hora de establecer qué significaba el punto quinto de su declaración. Aunque era general la preocupación de los repre sentantes valencianos por que se reconociera la personalidad de este País y la autonomía de la Taula en una posible integración en una plataforma superes tructural, no todos tenían clara la estrategia, ni desde luego en todos los casos este tema ocupaba un lugar prioritario14. En este sentido, los socialistas igual que los comunistas, llamaban la atención sobre la conveniencia de no ir más allá del acuerdo tomado por la Taula a este respecto, en el que en todo caso, como recordaban, todavía no había una posición definida y unánime sobre la autonomía15.

Estas discusiones se situaban en un contexto en el que se estaban llevan do a cabo reuniones entre Coordinación Democrática y el resto de instancias de la oposición en las regiones (l’Assemblea de Catalunya, la Taula, la Táboa Democrática de Galicia, etc.), para llegar a una integración en la Plataforma de Organismos Democráticos (Míguez, 1990). Pero el reconocimiento de las deman das valencianas encontró importantes obstáculos, como indica el testimonio de Noguera Puchol:

El reconocimiento de nuestra voluntad de constitución de una “Generalitat Autónoma desde el momento de la ruptura” originó múltiples conflictos a la hora de engarzarlo con las aspiraciones de otras organizaciones unitarias del Estado. Al parecer, el País Valenciano debía resignarse a ser comprendido como una nacionalidad de segundo orden, que, a falta de antecedentes histó ricos, no podía plantear su autonomía más que después y a lo largo del pro pio proceso constituyente del Estado. La estrategia de la Taula desde su ini ciación estuvo dirigida, con algún éxito inicial y posiblemente un cierto fra caso final, a conseguir romper tal planteamiento (Noguera, 1977:7172).

En cualquier caso, los partidos de “obediencia estatal” integraron las deman das autonómicas en sus programas. En aquellos momentos parecía que no se podía ser de izquierdas sin defender los derechos de las nacionalidades opri midas, y en el País Valenciano este era un tema que comenzaba a demostrar un importante respaldo popular, como indicó por ejemplo, la manifestación del 12 de julio de 1976, en la que, según los datos ofrecidos por los organiza dores, entre 120.000 y 150.000 personas salieron a la calle al grito de Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia!16. Los partidos estatales comenzaron cada vez más a organizarse en torno a esta estructura territorial, añadiendo al final de sus siglas las del PV, tanto por motivos estratégicos como ideológicos. De este modo, el PSOE, iría conformando progresivamente una nueva estructura orga nizativa, aunque de manera lenta en comparación con otros partidos. Pese a que no se convirtió en una Federación única en el País Valenciano hasta 1978, desde mediados de 1976 se creó un Comité de enlace para facilitar la coordina ción entre las tres federaciones de Valencia, Alicante y Castellón.

Pero pese a que los socialistas se vieran embarcados en una política que contaba entre uno de sus objetivos el de “fer País”, ya en aquellos momentos existían en la práctica límites que no tenían intención de sobrepasar. Así, con tradicciones que se harían muy evidentes conforme la coyuntura política obli gaba a jerarquizar intereses y prioridades, sobre todo a partir de 1979, existían ya en aquella época. Por ejemplo, mientras defendían por un lado un teórico derecho a la autodeterminación como nacionalidad oprimida, por otro ponían en duda el grado de conciencia nacional del pueblo valenciano. Así se pro nunciaba a finales de 1976 uno de los miembros de la Comisión Ejecutiva de la Federación valenciana del PSOE y futuro Presidente del Consell Preautonò mic del País Valencià, José Luis Albiñana:

És una dada sociològica el fet que el poble valencià no té un grau elevat de cons ciència nacional com el tenen Euskadi, Catalunya i Galícia. La major sensi bilització correspon, d’altra banda, als sectors més conscienciats política ment, que assumiran o no, als seus programes, la necessitat de l’alliberament nacional sota les fórmules de simple descentralització o d’autonomia. Nosaltres defensem l’Autonomia del País Valencià, ja que creiem que, en qualsevol dels casos, el País Valencià té dret a l’autodeterminació (Fabregat, 1977:159160).

No se puede desvincular este planteamiento de las reservas que tanto socialis tas como comunistas mantenían en el organismo unitario valenciano acerca de la igualación en derechos con las tres nacionalidades históricas. Como hemos referido, ambos partidos estatales mantendrían evidentes reticencias en los momentos decisivos sobre otorgar un Gobierno provisional desde el momen to de la ruptura. La ambigüedad en el discurso se observaba en múltiples oca siones, como sucedía en la anterior entrevista concedida por Albiñana, que se ralizó en medio de la polémica que vivió la Taula por la negativa de la oposi ción democrática estatal a reconocer explícitamente su punto quinto del pro grama. La Plataforma de Organismos Democráticos sólo mencionó el restable cimiento provisional de las instituciones autonómicas de los “casos más espe cíficos de Catalunya, Euskadi y Galicia”17. Y Albiñana, pese a reconocer al País Valenciano como una nacionalidad oprimida a la que le correspondía el dere cho de autodeterminación y a la Taula como la institución a través de la cual reclamarlo, abogaba también por un referéndum que después, y no antes, de la conquista de la democracia, permitiera al pueblo demandar, que no votar, un Estatuto de Autonomía (Fabregat, 1977:152153 y 161).

Lo cierto es que el Partido Socialista, a nivel estatal, pero también en el País Valenciano, no priorizaba en la práctica, al menos con urgencia, la defensa de unos derechos que en todo caso querrían aplazar para que no interfirieran negativamente en el curso de la negociación democrática entre las fuerzas de la oposición y el Gobierno, por considerarlos –en el mejor de los casos– secunda rios. La Taula –en la que estaban integrados partidos nacionalistas que sí pre sionaban por la consecución de los derechos nacionales valencianos– en la medida en la que se empeñaba en seguir posicionándose públicamente por una estrategia menos conciliadora con una deriva que estaba marginando al País Valenciano, comenzó a suponer un estorbo para el PSOE. Algo que se eviden ció en una de las crisis que esta institución sufrió durante aquellos meses, y que acabó con la salida de la misma del grupo socialista. El conflicto estalló cuando fracasaron definitivamente los esfuerzos de la Taula por conseguir un representante en la Comisión que debía negociar con el Gobierno18. La POD decidió el 1 de diciembre que esta se compondría de diez miembros, entre los que tres de ellos fueron nombrados por las tres nacionalidades históricas, en teórica representación del conjunto de los territorios que conformaban el Estado español.

Ante esta situación, la Taula emitió un comunicado de rechazo a las deci siones adoptadas por la POD, que se iniciaba de la siguiente manera: “La Taula, en les actuals circumstàncies, no ratifica l’acord subscrit. La Taula entén que el P.V ha estat marginat d’una participació directa en les negociacions, la qual cosa no se correspon amb el nivell de lluita i de consciència popular expressats pels valencians reiteradament”19.

El texto no pretendía, sin embargo, distanciar esta instancia unitaria de la POD, pero sí apelar a una reconsideración de las circunstancias por parte de la misma. Y a pesar de esto, el Partido socialista, el Partido comunista y CCOO votaron en contra (mientras que UGT y el PSP se abstuvieron)20. Este fue el detonante para la salida de los socialistas del País Valenciano de la Taula –aun que asistiría a partir de entonces en calidad de invitado a las reuniones–. Los socialistas emitieron un comunicado en el que, ellos sí, ratificaban el documen to suscrito el 1 de diciembre en Madrid; y en el que, aunque decían lamentar la no inclusión del País Valenciano en la Comisión Negociadora, quitaban hierro al asunto, explicando que se trataba sólo de una cuestión formal, ya que en la práctica este estaría representado por los partidos políticos de ámbito estatal, como el PSOE, que asumían en sus programas la defensa de todos los pueblos del Estado español, y en concreto, en este territorio, abogaban por el Estatuto de Autonomía. Por todo ello, concluían reprobando la actividad de la Taula y cuestionando sus motivaciones: “La Federación Socialista del PV (PSOE), aunque considera válidos los compromisos asumidos en la declara ción constitutiva de la Taula, entiende que esta no representa hoy, las aspira ciones reales de libertad y democracia del País Valenciano, suspendiendo tem poralmente la asistencia a sus plenarios”21.

Con el tiempo, con la Comisión de los nueve (pasó de diez a nueve al renun ciar la Coordinadora de Organizaciones Sindicales a nombrar su representan te)22, las plataformas unitarias perdieron gran parte de su vigencia, pero pese a todo, en el País Valenciano siguió viva cierta polémica al respecto, que inco modaba de manera notoria a los socialistas, partido al que se acusaba de “sucur salista” y que había dado argumentos a sus detractores con este tipo de actua ciones. Por ello, como se desprende de las declaraciones de Joan Lerma meses después (cuando formaba parte de la dirección colegiada de la Federación valen ciana del PSOE), intentaban desprestigiar la función de la Taula, pero sobre todo, la de los movimientos políticos que en su seno –y en feroz competencia con el PSOE por el potencial electorado, como sucedía con el PSPV– mantenían posiciones más maximalistas en relación a la cuestión autonómica, que en su opinión ponían en peligro objetivos más elevados y necesarios, como el de la consecución de la democracia:

Se nos ha acusado a nosotros de que abandonábamos los Organismos unita rios, pero nadie ha dicho que hay partidos que siguen la farsa de hacer creer que están negociando con el Gobierno, cuando permaneciendo allí, en reali dad están defendiendo intereses de partido que en nada benefician a la clase trabajadora porque conducen a la confusión (…). Desde esta perspectiva creo que se entiende mejor nuestra posición en la Taula. Nosotros no estamos allí para imponer nuestro proyecto político, sino para ayudar a que venga la democracia. Si la Taula hace ya algún tiempo que atraviesa una crisis, habrá que buscar los responsables entre estas actitudes y las de aquellos que pretenden que la Taula asuma posiciones muy respetables, pero alejadas de la concien cia actual del pueblo del País Valenciano23.

3. Construir el Partido Socialista del País Valenciano

Tras el nombramiento de la Comisión Negociadora, otros sucesos decisivos marcaron el rumbo de la nueva etapa, en la que el peso de la política unitaria se rebajó considerablemente. Entre la abrumadora victoria del sí en el Refe réndum sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política del 15 de diciem bre; y la inminencia de la convocatoria de las elecciones de 1977, los partidos políticos se centraron preferentemente en sus propias dinámicas, y comenza ron a mirar hacia el futuro en clave electoral.

En este contexto, las tres Federaciones socialistas en el País Valenciano, se dispondrían a celebrar, tras el XXVII Congreso del PSOE en diciembre de 1976, sus respectivos congresos –denominados como Asambleas Provinciales–, entre enero y febrero de 197724. En la Asamblea Provincial de Valencia, cele brada entre el 12 y el 13 de febrero, se decidió organizar, de acuerdo con las Federaciones de Castellón y Alicante, el I Congreso del Partido en el País Va lenciano, que oficialmente uniría en una, las tres Federaciones valencianas. Así se relataba en el órgano de prensa del Partido en Valencia, que adaptaba la estructura en el País a la situación política del momento y a las directrices que, planteadas desde el Congreso de 1974, se habían visto confirmadas en 1976: “En lo que respecta a la estructura federal, no es extraño que pretenda mos, en estos momentos, consolidar una organización (…) respondiendo a las premisas fundamentales de estos tiempos: la Federación de nacionalidad o región”. Pero tal declaración iba acompañada por una doble justificación, habitual en sus discursos. Por un lado trataba de conectar tal medida con una larga trayectoria histórica, que había comenzado con su defensa del Estado Federal en 1918, desmintiendo por tanto que se debiera a una actitud oportu nista. Por otro , seguramente pensando en aquellos que no veían la necesidad de plegarse a los intereses nacionales y que entendían el internacionalismo de una manera estrecha, como incompatible con la defensa de los derechos de las nacionalidades, argumentaban que la lucha de la clase trabajadora necesitaba adquirir la conciencia nacional, pero no a partir “concepciones burguesas” que implicaran la necesidad de obtener un Estado, sino para reforzar la lucha de clases, por lo que entendían, que esta nueva organización debía estar coor dinada necesariamente de forma federal, “por cuanto entendemos que la lucha por el socialismo no se limita, única y exclusivamente a responder mi méticamente en los lugares más concienciados nacionalmente, sino en todo el Estado Español. Por eso estamos, entre otras cosas, por un Estado Socialista de estructura Federal, y no por una Federación de Partidos”25.

Las nuevas ejecutivas salientes de las Asambleas fueron las que se encar garon de organizar las primeras elecciones democráticas tras la Dictadura, en junio de 1977. Todos los partidos que se presentaron a las elecciones en el País Valenciano hicieron de la autonomía un punto importante de su campa ña, también el PSOE. Pero como en toda España, las diferencias entre el “pro grama máximo” y “mínimo” de los socialistas se hicieron aún más visibles, y las declaraciones más radicales no estuvieron presentes en su campaña. No hubo, por tanto, promesas electorales que fueran más allá del autogobierno, algo que en todo caso se planteaba como irrenunciable.

Por ejemplo, ante un cuestionario que el diario Las Provincias realizó a las diversas fuerzas políticas, el Partido Socialista Obrero Español en el País Valen ciano, se proclamaba como defensor de la “unidad del Estado Español”, uni dad que sin embargo no podía “basarse, como hasta ahora en la fuerza, sino que ha de articularse mediante una fórmula constitucional libremente acepta da y abierta entre las distintas nacionalidades y regiones, como a la flexibili dad necesaria para su progresivo desarrollo y concreción. (…) Los Diputados socialistas del pueblo valenciano junto con los demás del partido defenderán el Estatuto de Autonomía para el País Valenciano y lo conseguirán”26.

En este momento, además, se agravó la competencia con otros grupos socialistas, y en concreto, con el PSPV. Este, plenamente identificado con las sensibilidades nacionalistas en el País Valenciano, era el partido que había conseguido aglutinar y representar la tradición del socialismo valencianista du rante el postfranquismo y la Transición, lo que suponía una clara alternativa al Partido Socialista en el País Valenciano, que aparecía desde este prisma como un partido de “obediencia estatal”. Ya hemos visto cómo los socialistas valen cianos trataban de justificar sus posiciones, intentando ligar los nuevos plan teamientos a una tradición anterior que habría sido cortada de manera abrup ta por el Franquismo, pero evidenciando que la lucha nacional debía quedar supeditada a la consecución de la democracia y de los derechos e intereses de la clase trabajadora de todo el Estado. Así, frente a las acusaciones de “sucur salismo”, el PSOE se defendía en ocasiones afirmando su implicación como socialistas en la defensa de los derechos de las nacionalidades oprimidas y como garantes de los derechos de la clase obrera de cada nacionalidad; y otras, a partir de la descalificación de su adversario, afirmando que el nacionalismo era una cuestión burguesa que colisionaba con los intereses del socialismo, como haría el propio Albiñana pocos meses después de aquellos comicios: “Las tensiones nacionalistas las ha traído siempre la burguesía. Históricamente así es, y el socialismo y el nacionalismo son dos objetivos que han aparecido separados”27.

Pero de cualquier modo, el mensaje cuajó en el País Valenciano, donde la victoria del PSOE fue inesperada pero rotunda28, obteniendo 13 escaños frente a los 11 de UCD y los 2 del PCPV29. Por otra parte, su triunfo frente al resto del socialismo valenciano les situó en una posición privilegiada para liderar una integración en condiciones de desigualdad para el resto. Posiblemente, a esta victoria contribuyó la división que sufrió el PSPV poco tiempo antes de los comicios y en la que, para muchos protagonistas, tuvo una influencia directa el PSOE (Arnal, 2005). Además, gran parte de los autores que han trabajado esta cuestión han planteado que el PSOE estaba llevando a cabo una estrategia de neutralización y absorción del resto del socialismo a partir de la división de la Federación de Partidos Socialistas, y para ello, minar las fuerzas del PSPV se desvelaba como fundamental en el País Valenciano. Parece que de haber sido así tuvieron éxito, ya que la división previa y la confusión que se generó en torno a las siglas permitió que la coalición electoral formada por el Partido Socialista Popular y la escisión del PSPV, Unitat Socialista del País Valencià, no obtuviera más que un escaño, mientras que el otro sector del PSPV, ahora en la coalición PSPVBloc, se quedó sin representación parlamentaria.

De esta manera, los resultados electorales demostraron que la sociedad del País, en la práctica, había penalizado a los partidos de obediencia exclusiva mente valenciana y se había premiado a los estatales, que habían desplazado a este territorio a una segunda línea en la reivindicación autonómica, a pesar de que todos ellos habían apoyado el autogobierno en su campaña. Pero un autogobierno que no pretendía igualarse, al menos de entrada, al que obten drían las tres nacionalidades históricas. Y la clave en este sentido se encon traba en la convicción de los socialistas de que el apoyo popular no era tan amplio y por tanto, aunque las instituciones y los partidos políticos tuvieran la obligación moral de extender la conciencia identitaria entre la sociedad y “fer País”, la autonomía no se podía imponer desde arriba, ya que, como Lerma señalaba: “debe ser una decisión a tomar por todo el pueblo valenciano, sin protagonismos falsos ni dirigismos de ningún tipo si queremos llamarnos demócratas”. Como ya habían hecho anteriormente, se defendían de las acu saciones de centralismo o sucursalismo apelando a una concepción del País Valenciano basada en la voluntariedad, y afirmando de manera implícita en este caso la inexistencia de pruebas sobre la presencia de una mayoría social en favor de una autonomía que permitiera a la clase política asumirla sin más30. Más explícita sería otra afirmación de Lerma realizada poco después, cuando explicaba que en España existían tres nacionalidades históricas que habían demostrado su deseo a autogobernarse durante la II República, pero que en el País Valenciano faltaba “ese elemento de voluntariedad que el pue blo (…) habrá de demostrar”31.

La oportunidad de demostrarlo llegó poco después, el 9 de octubre de aquel año, que supuso la confirmación de que la sociedad valenciana clama ba con fuerza por la autonomía. La manifestación del que se había converti do en el día nacional del País Valenciano fue la más multitudinaria de la his toria en este territorio –en la época se habló de la asistencia de unas 500.000 personas–. Se trataba del plebiscito que necesitaba aquella izquierda de “obe diencia estatal”, de la legitimación que requerían para enfrentarse a una nego ciación con los poderes del Estado32. En la rueda de prensa que ofrecieron los parlamentarios valencianos al término de la manifestación, se aseguró que aquel día se había demostrado que la conciencia del País había sufrido un “salto cualitativo” desde las elecciones del 15 de junio y que se había producido una transformación de la realidad que les situaba en una nueva posición desde la que exigir unos derechos que ya nadie podría negarles. En palabras del repre sentante socialista: “Si en las Cortes todavía no se comprende, si muchos creen que el País Valenciano es una nacionalidad de segundo orden, tendrán que reconocer su equivocación”33.

Este análisis sería confirmado por postreros exámenes del propio Partido socialista sobre aquella etapa. En el editorial de su congreso de febrero de 1978, relataban:

Hemos tenido que soportar críticas malintencionadas. Hemos visto, día tras día, como se acumulaban sobre nosotros acusaciones de centralismo. Pero la posible preocupación que estos ataques pudieran causarnos desapareció cuan do el pueblo valenciano tuvo la oportunidad de hablar. Los miles de Caste llonenses, Alicantinos y Valencianos, la mayoría de los ciudadanos del País valenciano, dijeron un SI rotundo a la alternativa socialista que representaba nuestro partido destrozando, con la fuerza de la realidad, los débiles argumen tos de aquellos que habían hecho del PSOE el blanco de sus ataques. (…) Así, el partido “centralista” se ha convertido en la pieza clave para la conse cución de ésa preautonomía que, con todas sus limitaciones, (…), va a per mitir que el pueblo valenciano recupere parte de su soberanía, sentando las bases para la consecución, una vez aprobada la constitución, de la Autonomía con mayúsculas que ese pueblo pedía cuando votaba al PSOE y cuando el 9 de octubre salía a la calle afirmando su personalidad en forma sorprendente para propios y extraños34.

Pero lo cierto era que, como ellos mismos ratificarían en otros informes inter nos, no habría sido hasta aquel día en el que el pueblo valenciano expresó con rotundidad su voluntad de autonomía cuando los socialistas apostaron por reconocer aquel derecho autonómico de manera inmediata, sin esperar a que se preguntara oficialmente a través de un referéndum si aquella sociedad que ría o no el autogobierno, asumiendo que el País Valenciano ya había hablado: “La táctica del Partido en esta materia, tanto antes del 15 de junio de 1977, como entre esta fecha y el 9 de octubre, estaba bien alejada de defender el régimen preautonómico. En este terreno había una gran coincidencia con UCD”. Y añadían páginas después: “Fue la impresionante multitud de manifestantes que recorrieron las calles de Valencia la tarde del día 9 de octubre último, (…), la que definitivamente orientó la táctica del PSOE hacia la obtención de la preautonomía”35.

En este contexto tuvo lugar el I Congreso del Partido Socialista Obrero Español en el País Valenciano (PSOEPV). Celebrado entre el 25 y el 26 de febrero de 1978. Este congreso sería el encargado de unir en una sola Fede ración, las tres Federaciones provinciales que hasta ahora existían en el País Valenciano. En él se sancionó una política más favorable a los derechos auto nómicos, acorde a los cambios que se estaban produciendo tras el punto de inflexión que había supuesto el 9 d’octubre y animados también por las pers pectivas de unidad con el resto del socialismo valenciano, especialmente con el nacionalista PSPV36. Y así podía observarse en el slogan que habían elegi do para su primer congreso: “Per l’autonomia al socialisme”.

En su Resolución Política, se definían como un partido identificado –como consecuencia de su carácter democrático– con la “personalidad nacional del País Valencià, lo que le impulsa a avanzar en la lucha por el socialismo y la libertad de nuestro pueblo”, pero siempre en solidaridad “con todos los pueblos en lucha por sus libertades nacionales y de clase”. No se observaban novedades reseñables a este respecto: apoyaban la lucha nacional como una parte más de la lucha de clases y del avance de la democracia, y siempre, por tanto, en acuer do con el conjunto del Estado y con el PSOE, ya que entendían que “la inser ción de nuestra organización en el seno del PSOE es la mejor forma de expre sar nuestra solidaridad con todos los trabajadores de los pueblos que forman España”37. El aspecto que contenía mayor novedad era quizá el que atendía a la preautonomía, a la que se consideraba como positiva, pese a sus “limitaciones y deficiencias”, ya que ofrecía la posibilidad de conseguir la autonomía inme diatamente después de que la Constitución fuera aprobada, y porque permitía afianzar la personalidad y la confianza del pueblo valenciano38.

Una preautonomía que fue concedida por el Gobierno de Suárez a través de un decretoley el 17 de marzo de 1978 y que dio lugar a la creación del Con sell Preautonòmic del País Valencià, presentado formalmente el día 16 de abril de 1978, bajo la presidencia de los socialistas –representados por José Luis Albiñana–. Se comprometía a dotar al País Valenciano de la plena autonomía, y para ello contaba con el apoyo de todas las fuerzas parlamentarias valencia nas, como se demostró con el Compromís autonòmic, firmado el 8 de octubre de 1978.

4. El espejismo del consenso autonómico

La ilusión de consenso que la manifestación de la Diada había generado a fina les de 1977, supuso un chispazo que despejó muchas dudas y convenció a casi todos de la conveniencia de que sus partidos asumieran y lideraran aquel mo vimiento en pro de una autonomía que igualara al País Valenciano con las lla madas nacionalidades históricas y que devolviera a este territorio unos dere chos como comunidad que históricamente les habían sido negados. Los socia listas, que nunca habían discutido la existencia de una personalidad propia en el País Valenciano, ni los beneficios que la descentralización y un posible futu ro autogobierno supondrían para esta sociedad, dieron un paso más a finales de 1977, considerando que la conciencia identitaria del pueblo valenciano había sido probada y asumieron estas demandas con una fuerza renovada.

No puede decirse que los socialistas se “apuntaran” de manera oportunis ta a defender unos planteamientos que nunca les habían representado. Es cier to, como ellos mismos se encargaban de repetir, a modo de justificación, que existía una tradición de reconocimiento de estas cuestiones –aunque vaga e interrumpida–, y que a principios de la década de 1970, la renovación en el Partido había tenido muy en cuenta estos problemas. Y aunque existiera una motivación electoralista común a cualquier otra formación , este no era ni mucho menos el único factor que les movía. Pero estos problemas estuvieron planteados desde posiciones que en el fondo siempre habían jerarquizado otros principios, entre ellos el de la unidad del Estado y de la nación. El 9 d’octubre había supuesto un punto de inflexión, que si bien no alteraría en exceso las prioridades socialistas, sí reforzaría la voluntad autonomista del partido.

El PSOEPV decidiría entre finales de 1977 y principios de 1978 avanzar de manera decidida hacia el autogobierno, intentando situarse a la cabeza de aquellas demandas. No hay que olvidar que en junio de 1978 culminaría el proceso de integración del socialismo valencianista, que no haría sino refor zar este carácter. Pero poco duraría este impulso. El consenso pronto comen zó a desaparecer en la sociedad valenciana, y los problemas identitarios alcan zaron una virulencia extraordinaria y poco común en otros territorios, dando lugar a la llamada Batalla de Valencia, en la que la cuestión de los símbolos fue instrumentalizada por el anticatalanismo (Flor, 2011; Ribera, 2017). La situación comenzó a tornarse poco a poco en excepcional, y la coyuntura polí tica pondría a los socialistas en el brete de tener que jerarquizar y priorizar planteamientos que el consenso, cuyo mayor exponente se había vivido en octubre de 1977, había permitido compatibilizar (RodríguezFlores, 2014). Un conflicto que erosionaría su convicción autonomista –o al menos los medios a través de los cuales se llegaba al autogobierno– conforme abría grietas en la convicción autonómica del pueblo valenciano; y cuya magnitud y alcance seguramente no se había previsto desde el socialismo, cuando a finales de 1977 la voluntad popular había sido expresada de forma unívoca. Entonces, el PSOEPV lo tuvo claro, cualquier reticencia o duda había quedado despejada, la defensa de la máxima autonomía posible parecía la única opción. Los hechos posteriores desmintieron aquella previsión.

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Notas

* La autora participa en el Proyecto de Investigación: “Derechas y nación en la España Contemporánea. Culturas e identidades en conflicto” (HAR2014-53042-P), financiado por la Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Ministerio de Economía y Com- petitividad.
1 Durante mucho tiempo, ha sido común analizar la postura de la izquierda mayoritaria –PSOE y PCE–, desde dos perspectivas, la que incidía en que la defensa preconstitucional de los derechos de las nacionalidades oprimidas se basaba en motivaciones oportunistas y elec toralistas (De Blas, 1978; Mateos, 2007; Sánchez, 2008; Quiroga, 2008; 2009); y por otro lado, la que, considerando igualmente el período del debate constitucional como el punto de inflexión en el que se modificaron los planteamientos previos, achacaba los cambios a la necesidad de establecer un consenso (Molinero, 2011). Sin embargo, una interpretación más reciente ha comenzado a inclinarse por la explicación de la evolución –marcada por las dis tintas coyunturas que se atravesaron durante este período– que por la de la ruptura. Así, se entiende que aunque los partidos se vieron forzados a readaptar muchas de sus estrategias y planteamientos, ello no implicaría necesariamente la transformación de sus principios (Archilés, 2009, 2015; Núñez Seixas, 2010; RodríguezFlores, 2017a).
2 PSOE: “Resolución sobre nacionalidades y regiones”, en Resoluciones. XIII Congreso. Archivo Biblioteca Fundación Pablo Iglesias (ABFPI), Fbb 431. El federalismo había sido defendido también en 1964, aunque con escasa trascendencia, durante su IX Congreso, en el que en una declaración anexa se recuperaba la fórmula de 1918 “Confederación republicana de nacionalidades ibéricas”, (Gómez Llorente, 1976).
3 Fue también entonces cuando sin embargo el PSOE renovado apostó decididamente por hegemonizar el camino hacia la unidad socialista e iniciar una política de alianzas anti franquistas que sirvieran a este fin. Como consecuencia de ello, abandonó la Confederación Socialista Ibérica y reafirmó su modelo de partido federal y no de partidos federados, pese a su reciente postura favorable al Estado federal para España, (Martín Ramos, 1989). Sobre la renovación del PSOE desde el interior véase también, (De Esteban y López, 1982; Andrade, 2012).
4 Sobre las reivindicaciones identitarias en el País Valenciano desde el análisis de los diferentes Partidos políticos en el País Valenciano véase (Martí, 2017; Prats, 2010; Gascó, 2010; Escandell, 2014).
5 Junta Democrática de España: “Declaración de la Junta Democrática de España al pueblo español”. Madrid, 29VII1974, Archivo Histórico del Partido Comunista de España (AHPCE), Fondo nacionalidades y regiones, País Valenciano, caja 78, carpeta 9.
6 Estaba formado por el Partido Socialista Popular, el Partido Comunista de España, el Partido del Trabajo de España, OCE (Bandera Roja), miembros del Partido Demócrata y Liberal del País Valenciano (PDLPV), independientes, CCOO, Justicia Democrática y Movimiento Democrático de Mujeres.
7 Junta Democràtica del País Valencià: Declaración de la Junta Democràtica del País Valencià. País Valencià, 5VIII1975, Archivo Histórico Sindical José Luis Borbolla (AHSJLB), Fondo Antonio Palomares, 13/02. Véase también Junta Democrática de Valencia: Declaración de la Junta Democrática de Valencia. AHPCE, Fondo nacionalidades y regio nes, País Valenciano, Caja 77, Carpeta 2/4, p. 5.
8 Según José Antonio Noguera Puchol, quien formó parte de la Junta Democràtica del País Valencià como independiente, este organismo “partía de la base de que ningún Estatuto podía ser impuesto, ni siquiera de forma provisional, ya que el País Valenciano nunca había contado con un texto jurídico estatutario en vigor que pudiera servir de refe rencia”, (Noguera, 1977:69). José Antonio NOGUERA: Un País Valenciano autónomo en una España democrática, València, Fernando Torres Editor, 1977, p. 69. Véase también Junta Democrática de Valencia: Declaración de la Junta Democrática de Valencia. AHPCE, Fondo nacionalidades y regiones, País Valenciano, Caja 77, Carpeta 2/4, p. 5.
9 Firmaron el Manifiesto, el Consejo Consultivo Vasco, Izquierda Democrática, el Movimiento Comunista de España, la Organización Revolucionaria de Trabajadores, el Partido Carlista, el Partido Gallego SocialDemócrata, Reagrupament Socialista i Democràtic de Catalunya, Unió Democràtica del País Valencià, Unión General de Trabajadores y Unión SocialDemócrata Española. Plataforma de Convergencia Democrática: “Manifiesto de la Plataforma de Convergencia Democrática”, El Socialista, 44 (segunda quincena de julio de 1975).
10 Formado por el PSOE, PSPV, UDPV, PCV, PSAN, MCPV, UCE, UGT y USO.
11 De hecho, este órgano de prensa se definía como el “Órgano de la Federación Socialista del País Valenciano (PSOE). Comité de Valencia”. Parece que se editaban al menos dos versiones, una desde la Federación de la provincia de Valencia y otra desde la alicantina.
12 Avant, julioagosto de 1975.
13 Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià: “Acord Constitui de la Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià”. 19V1979, Archivo Personal de Víctor Fuentes Prosper (APVFP).
14 Conocemos el contenido de estas reuniones gracias las notas personales de uno de sus participantes, Víctor Fuentes Prosper, como representante de la Federación del País Valenciano del PSP, las cuáles son auténticas actas de aquellos encuentros.
15 Véase, por ejemplo, FUENTES, Víctor: Notas reunión Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià, 10VI1976, APVFP.
16 Avui, 18 de julio de 1976; Las Provincias, 5 de agosto de 1976.
17 Plataforma de Organismo Democráticos: “Programa político de la Plataforma de Organismos Democráticos”. Madrid, 23X1976, APVFP.
18 Las explicaciones que se dieron ante la Taula, como expondría Manuel Broseta en la prensa, fueron que debía cortarse en el País Valenciano “el aluvión” de territorios que reclamarían un puesto en la Comisión, empezando por Canarias, Andalucía, Aragón o Baleares. Broseta, además, dejaba que claro que ninguno “de los llamados grandes parti dos, desde la derecha hasta la izquierda, del Estado Español”, aludiendo sin duda al PSOE y al PCE, había apoyado la petición de la Taula, Manuel BROSETA: “La marginación del País Valenciano”, Las Provincias, 19 de diciembre de 1976. Sobre el socialismo y la auto nomía en Andalucía y Aragón, véanse respectivamente (RUIZ, 2005; SABIO, 2017).
19 FUENTES, Víctor: Notas de la reunión de la Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià. València, IIXII1976, APVFP.
20 Las Provincias, 23XII1976.
21 Las Provincias, 4XII1976.
22 Estaba formada por Felipe González (PSOE); Enrique Tierno Galván (PSP); Simón Sánchez Montero (PCE); Francisco Fernández Ordóñez (socialdemócratas); Joaquín Sa trústegui (liberales); Antón Canyellas (democristianos); Jordi Pujol (Cataluña); Julio Jáure gui (País Vasco); y Valentín Paz Andrade (Galicia).
23 Avant, 3, 10IV1977. En realidad, los socialistas sí estaban negociando directamen te con el Gobierno, mientras que la Taula tenía poca influencia en este sentido, debido a la mencionada pérdida de relevancia de aquellos organismos y a la no representación de esta en la Comisión de los nueve.
24 La Asamblea de la Federación de Castellón tuvo lugar el 9 d enero y la de Alicante el 16 de enero.
25 Avant, III Época, 1, 29II1977.
26 Las Provincias, 9II1977.
27 Las Provincias, 31VIII1977.
28 Poco antes, el recién elegido miembro de la Secretaría general de la Federación valenciana Manuel del Hierro junto a Joan Lerma y Joan Pastor , afirmaba que esperaban obtener 5 diputados, aunque quitando importancia al resultado, ya que veían tan impro bable una victoria que aseguraban que en realidad su objetivo al presentarse a aquellas elecciones era “tener ocasión de empezar a difundir al máximo nuestro programa”, Avant, III Época, 1, 29II1977.
30 LERMA, Joan: “¿Qué supone la Autonomía para la Federación Socialista del País Valenciano?, Avant, III Época, 1, 29II1977
31 Avant, 3, 10IV1977.
32 Un impacto muy similar produjo aquella conmemoración en el PCPV (RODRÍGUEZ FLORES, 2017b).
33 Cal Dir, 29, 16101977.
34 PSOEPV: I Congreso del PSOE al País Valencià. Alacant, 25/26II1978, AFPI, fc 74.
35 “Partido, autonomía y Consell”. Arxiu Històric de la Universitat de València (AHUV), Fons Alfons Cucó, 20/01, pp. 13.
36 La coalición electoral Unitat Socialista del País Valencià, y el Partido Socialista die ron a conocer su acuerdo de unidad a principios de año. Los militantes de esta coalición participaron incluso en la redacción de las ponencias sobre organización y línea política. Y aunque el proceso no fue tan sencillo con el PSPV, las negociaciones ya estaban abiertas en aquellos momentos, de modo que las influencias en las resoluciones del congreso en relación a la posición del PSOEPV sobre el problema nacional fueron notables. En todo caso, estas fueron mayores a partir de su integración efectiva el 25 de junio de 1978, cuan do tuvo lugar el Acto Protocolario de Unidad, en el que el Partido pasó a denominarse PSPVPSOE (aunque no se produciría este cambio oficial hasta el siguiente congreso en febre ro de 1980).
37 PSOEPV: “Resolución política”, en I Congreso del PSOE al País Valencià…, p. 1.
38 Ibid., pp. 78.
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