Reseña

Por un populismo de izquierda.

Yamil Celasco

Por un populismo de izquierda.

Postdata, vol. 24, núm. 1, pp. 172-174, 2019

Grupo Interuniversitario Postdata

Mouffe Chantal. 2018. Buenos Aires. Siglo XXI. 128pp.

Quien acuda al nuevo libro de Chantal Mouffe buscando herramientas teóricas para el estudio de los populismos necesariamente se verá decepcionado. Por un populismo de izquierda no se trata de eso; es, por el contrario, una intervención política de “naturaleza partisana”. La tesis central -que la autora desarrolla a lo largo de cuatro capítulos- es que Europa asiste a una crisis de la hegemonía neoliberal tal como se configuró desde los años 80, y que frente a este panorama, la política a desplegar consiste en un populismo de izquierda que permita recuperar y radicalizar la democracia. Al igual que Laclau, Mouffe entenderá por populismo “una estrategia discursiva de construcción de una frontera política que divide a la sociedad en dos campos y convoca a la movilización de ‘los de abajo’ contra ‘aquellos en el poder’” (24).

El primer capítulo parte de la premisa de que Europa occidental se encuentra atravesando un “momento populista”, producto de la proliferación de demandas insatisfechas que desestabilizan la hegemonía imperante, que habilita la posibilidad para la emergencia de un sujeto colectivo capaz de transformar el orden social. Esta situación es expresión de las múltiples transformaciones económicas y políticas implementadas por el neoliberalismo, que han conducido, según la autora, a una situación de “posdemocracia”, entendiendo por ello la erosión de los dos pilares del ideal democrático: la soberanía popular y la igualdad. Dos fenómenos explican esta situación. Por un lado, la pospolítica, esto es, la transformación de la política en administración del statu quo y la eliminación de los espacios agonistas para el disenso, que ha convertido el poder del pueblo en una entelequia. Por otro lado, una creciente “oligarquización” de las sociedades occidentales, vinculada a la centralidad que adquiere el capital financiero, ha producido un incremento exponencial de las desigualdades, socavando el segundo pilar del ideal democrático. En este contexto posdemocrático debe entenderse el momento populista. A él se llega luego del año 2011, cuando al discurso antiestablishment que cierta derecha venía pregonando desde los noventa, se suma una ofensiva también desde la izquierda, que expresaron los llamados “movimientos de las plazas”. Así, un populismo de derecha y otro de izquierda se disputan la articulación de las demandas insatisfechas. Ambos procuran establecer una frontera política entre un “nosotros” y un “ellos”, aunque lo hacen de formas distintas: la derecha construye un pueblo que excluye a muchos sectores; la izquierda populista busca recuperar la democracia y profundizarla.

El segundo capítulo lleva el provocativo título de “Para aprender del thatcherismo”. Mouffe considera que revisar las condiciones que posibilitaron el triunfo del neoliberalismo en Europa puede brindar algunas claves para pensar los desafíos del presente. Al igual que en Hegemonía y estrategia socialista (1987) (escrito junto a Laclau), la politóloga belga asocia el surgimiento del thatcherismo a la crisis del consenso keynesiano y a la incapacidad del laborismo de articular una política hegemónica; sin embargo, lo que más le interesa mostrar es que Thatcher desplegó una estrategia populista al trazar una frontera política entre el establishment (la burocracia estatal, los sindicatos y los beneficiarios de la asistencia estatal) y los “contribuyentes”, víctimas de esas burocracias. En la medida en que pudo capitalizar la oposición al modelo del Estado de bienestar, la premier británica fue capaz de implementar sus políticas neoliberales y, tras una década en el cargo, logró consumar una verdadera revolución. Ahora bien, ¿qué implica “aprender del thatcherismo” para Mouffe? Sencillamente, significa seguir su ejemplo y aplicar una estrategia populista, aunque con un objetivo progresista. Se trata de construir un pueblo, de romper el consenso pospolítico, definiendo un adversario: sólo de esta manera es posible recuperar la democracia, para luego radicalizarla. Históricamente, los partidos socialdemócratas europeos han sido reacios a este tipo de estrategia y por ello que son blanco habitual de las críticas de Mouffe que, no obstante, rescata positivamente algunas experiencias recientes como la del laborismo de Jeremy Corbyn.

En el tercer capítulo se restituye el significado de la fórmula “radicalizar la democracia”, acuñada por primera vez en Hegemonía… Según la autora, se trata de “una radicalización de los principios ético-políticos del régimen democrático liberal: ‘Libertad e igualdad para todos’” (61). Es decir que la izquierda no debe rechazar esos valores sino buscar su realización efectiva. En otras palabras: no se trata de crear un orden nuevo, sino de establecer un nuevo orden hegemónico dentro del marco democrático liberal. Al interior del espectro de la izquierda, Mouffe denomina a su propuesta como “reformismo radical”, diferenciándola tanto del “reformismo puro”, que acepta la democracia liberal en su actual versión neoliberal, como de la “política revolucionaria”, que busca un ruptura total con el orden existente. Este reformismo radical considera al Estado como un campo de batalla y no se priva de cuestionar las relaciones capitalistas de producción; de ahí la importancia de distinguir entre liberalismo político y liberalismo económico. Además, a diferencia de otras versiones de la democracia radical, como la de Hardt y Negri, tiene una valoración positiva de la representación: según la autora belga, el problema con esta es que, actualmente, no hay lugar para la confrontación agonista. Nuevamente, no se trata de rechazar de plano la representación, sino de volver más representativas a las instituciones.

El desafío que el populismo de izquierda tiene por delante consiste -no puede ser de otra manera- en construir un pueblo. De los avatares de esta tarea trata el último capítulo del libro. Cada día, el número de afectados por el neoliberalismo aumenta, generando un terreno fértil para la articulación de las más diversas demandas políticas en un proyecto hegemónico emancipatorio. Este debe ir asociado a una concepción democrática-radical de la ciudadanía, de inspiración cívica-republicana, imprescindible para enfrentar la posdemocracia, y es preciso que incluya la cuestión ecológica. Dicho esto, Mouffe se ocupa de tres temas caros al populismo: el líder, la nación y los afectos. Sobre el primero, siguiendo en buena medida a Laclau, señala que el líder no es per se autoritario, sino que todo depende de la relación que éste entable con su pueblo y que es posible concebir relaciones menos verticales, en las que el líder sea un primus inter pares. A propósito del rol que el populismo suele atribuir a la dimensión nacional, enfatiza en que es allí donde debe comenzar la lucha hegemónica, pues hay un fuerte componente libidinal en las formas de identificación nacionales, y sería un error dejar ese terreno a expresiones de derecha. Finalmente, destaca el rol fundamental que juegan los afectos en la constitución de las identidades políticas. A partir del recurso a la tríada Spinoza-Freud-Wittgenstein, la politóloga belga afirma que “es necesario movilizar la energía afectiva en prácticas discursivas que generen identificación con una visión democrática igualitaria” (98) y debiliten los afectos que sostienen la hegemonía neoliberal, ya que, siguiendo a Spinoza, “un afecto sólo puede ser desplazado por un efecto opuesto, más fuerte que el que se busca reprimir” (103).

El libro finaliza con un repaso del argumento y una justificación de la decisión de denominar a la propuesta como “populismo de izquierda”: “populismo” porque resalta la importancia del demos en tanto dimensión esencial de la democracia en el contexto pospolítico; “de izquierda”, en referencia a los valores de libertad e igualdad, por la fuerza que la expresión posee en términos de “efecto de frontera”. Además de la conclusión, encontramos un breve anexo teórico, donde la autora explica su enfoque antiesencialista de lo político y su concepción agonística de la democracia.

Por un populismo de izquierda es, como diría Laclau, una propuesta de “un modo de construir lo político” acorde a la situación actual de Europa occidental. A pesar de ello, su lectura en otras latitudes no deja de ser interesante y es probable que, salvando las distancias, el lector pueda extraer una o dos claves para leer su propia coyuntura política

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