Bienes comunes y sociedad
Recepción: 11 Enero 2018
Aprobación: 19 Febrero 2018
Resumen: El desconocimiento y desconexión de los jóvenes rurales con las prácticas campesinas de alimentación, agricultura y protección ambiental es un fenómeno cada vez más presente en las regiones colombianas. Desde esa perspectiva, se realizó una investigación que buscó el involucramiento de los/as jóvenes con adultos/as mayores en espacios dialógicos intergeneracionales con el objetivo de intercambiar y reflexionar esas prácticas entre ambos actores. Esto se concretó junto con investigadores de la Universidad de Algoma Canadá y líderes campesinos de Cundinamarca.
Palabras clave: prácticas campesinas, diálogo intergeneracional, jóvenes rurales.
Abstract: Rural youth’s ignorance and disconnection, together with the farming practices of food, agriculture and environmental protection, is an increasingly widespread phenomenon in Colombian regions. From this perspective, we carried out an investigation that sought the involvement of young people with older adults in spaces of intergenerational dialogue, aiming to share and reflect on such practices. This investigation was conducted in conjunction with researchers from the Algoma University of Canada, as well as peasant leaders from Cundinamarca.
Keywords: rural practices, intergenerational dialogue, rural youth.
Introducción
Los resultados de investigación que se presentan en este documento resumen cómo se llevaron a cabo los diálogos intergeneracionales realizados con jóvenes y adultos/as mayores de algunas zonas rurales del centro de Colombia, específicamente en las regiones cundinamarquesas del Alto Magdalena y el Tequendama. Estos espacios dialógicos se dieron en clave con el proyecto denominado Diálogo intergeneracional: conocimientos tradicionales y nuevos para la seguridad y la soberanía alimentaria de los campesinos, desarrollado en los años 2016 y 2017.
Este proyecto se planteó teniendo en cuenta algunas problemáticas (ausencia de relevo generacional entre jóvenes y adultos/as en las prácticas agrarias; falta de oportunidades económicas, laborales y académicas; afectaciones por el conflicto armado colombiano, entre otras) que aquejan los territorios mencionados.
Estas problemáticas fueron identificadas por líderes campesinos, quienes se acercaron a diferentes universidades del país para buscar soluciones y apoyo, y para hacerle frente a dicha situación. Así, en 2011 los líderes de la Asociación para la Promoción Integral de Comunidades Rurales (Asopricor) recurrieron a diferentes entidades e instituciones tales como la Corporación Universitaria Minuto de Dios-Uniminuto, la cual optó por apoyar las iniciativas de aquella. Como antecedente, en 2006 esta organización estableció contacto directo con la Universidad Algoma de Canadá, debido a que uno de sus líderes migró en la década de los noventa hacia este país, desde donde empezó a trabajar mancomunadamente para que los/as campesinos/as colombianos/as dieran a conocer todos sus saberes, prácticas ancestrales y tradicionales.
De esta forma, Asopricor, Uniminuto y Algoma aunaron conocimientos con el objetivo de generar conciencia y esperanza en jóvenes campesinos hacia su territorio en todas sus dimensiones mediante procesos dialógicos intergeneracionales.
Por otro lado, la investigación se fundamentó teóricamente en la Pedagogía Social de Pérez (2010) y en la Pedagogía de los Saberes Campesinos inscrita en la Pedagogía Popular de Freire (1998), la cual está relacionada con el inicio de “un proceso de reanimación y vigorización cultural de las sociedades campesinas”; asimismo, por una parte, Sylvia Schmelkes ha insistido en que “el conocimiento (campesino) no se guarda ni se protege, sino que más bien se comparte” (2006:334); por su lado, Boaventura de Sousa Santos (2011) corrobora lo afirmado frente a la construcción de saberes locales como prácticas que sustentan las epistemologías del Sur. De esta forma, la ruta metodológica implementada fue la Investigación Acción Participación (IAP), por lo que cada participantes fue gestor y transmisor de su propio conocimiento.
De esta manera, se dieron resultados significativos en las primeras fases del proyecto que permitieron consolidar una construcción de conocimientos desde las familias y jóvenes campesinos; tales saberes se transmitirán en espacios de educación formal y no formal. Asimismo, estos resultados generan discusiones en relación con la construcción de conocimientos y el diálogo de saberes, donde todos los actores del proyecto participaron activamente.
Finalmente, se presentarán las conclusiones que nos dejan estos procesos con relación al proyecto desarrollado entre Asopricor, Uniminuto y Algoma. Igualmente, sobre los retos que tiene hoy en día el agro colombiano con relación al relevo generacional, la participación de los/as campesinos/as y la mejora de sus condiciones de vida.
Contexto del problema
El contexto en donde se llevó a cabo la investigación se ubicó en las regiones cundinamarquesas del Alto Magdalena y el Tequendama. El departamento de Cundinamarca se encuentra en el centro de Colombia, se divide políticamente en 15 provincias o regiones las cuales albergan 117 municipios, además en su territorio se encuentra Bogotá, distrito capital del país.
La provincia del Alto Magdalena está al oriente del departamento de Cundinamarca, es una región densamente poblada, cuenta con 242.441 habitantes. En ella hay 8 municipios: Girardot, Agua de Dios, Jerusalén, Nariño, Tocaima, Guataquí, Nilo y Ricaurte; de estos, Girardot es el municipio más importante. Esta provincia es bañada por el Río Grande de la Magdalena, lo que permitió que muchos de sus municipios se desarrollaran como puertos en los años 30 y 40
Por otro lado, la provincia del Tequendama la integran 10 municipios: La Mesa, Cachipay, Viotá, Anolaima, Anapoima, Mesitas del Colegio, Tena, San Antonio del Tequendama, Apulo y Quipile, La Mesa es su municipio más representativo. En esta provincia viven cerca de 160.000 habitantes (Dane, 2005).
El desarrollo económico de estas regiones se fundamenta en tres grandes sectores: producción agropecuaria, turismo y comercio, y servicios. En cuanto al sector agropecuario, se indica que los cultivos giran alrededor de la siembra de café, maíz, sorgo, plátano, caña de azúcar y frutales de todo tipo, cultivados debido a la diversidad de pisos térmicos en estas regiones. Por otra parte, el sector pecuario se dedica a la cría de ganado, aves, cerdos, ovejas y cabras. Asimismo, se encuentran pequeños espacios dedicados a la piscicultura, mientras que el sector comercial y de servicios desarrolla su oferta a través de pequeños y grandes supermercados, droguerías, almacenes de granos, agrícolas y pecuarios. Finalmente, y dada la vocación turística de algunos municipios, se encuentran numerosos restaurantes, hoteles, sitios de recreación y bancos.
En el documento Recuperación de la memoria colectiva y proyección hacia el futuro (Asopricor-Algoma, 2010: 11-12), se menciona que
…estas regiones en las décadas de los 90 y 2000 no estuvieron exentas, como el resto del país, de la presencia de actores armados como la guerrilla, paramilitares y fuerza pública y de las implicaciones poco gratas de estas presencias, tales como masacres, señalamientos, desplazamiento forzado, muertes, hostigamientos, entre otros. En la actualidad, una importante parte de la propiedad sobre estas tierras está en manos de algunos “notables” de la “alta” sociedad capitalina, pero también de nuevos “ricos” aliados a negocios no siempre legales, que han destinado estas tierras para el recreo y el esparcimiento, más no con el fin de desarrollar la agricultura. Muchos de los campesinos sin tierra de la región laboran como peones cuidando estas propiedades.
Por otro lado, el estudio Planes de Competitividad en cuatro provincias de Cundinamarca (Cepec, 2011) hecho por la Universidad del Rosario, refiere que la provincia del Alto Magdalena es la segunda del departamento con una tasa pequeña de población, solo 20% del total habita en la zona rural. Relacionando que su ordenamiento económico se fundamente en actividades afines con la industria, comercio y servicios. Asimismo, el informe indica que en municipios como Nariño, Jerusalén, Ricaurte y Guataquí, con un índice bajo de población, cerca de 50% de ésta se concentra en el área rural, mientras que en los municipios con mayor concentración, como Girardot, Tocaima, Agua de Dios, los habitantes se encuentran, principalmente, en la cabecera municipal.
En este orden de ideas, como se pudo evidenciar, estos territorios cuentan con una vocación agrícola significativa; no obstante, hoy en día la actividad agrícola es desempeñada por adultos/as y adultos/as mayores. Debe resaltarse que la población de la región que se dedica a estas labores del campo no representa una mayoría. Lo anterior denota retos a nivel local y regional para incentivar el relevo generacional y conservar las prácticas realizadas por las comunidades campesinas.
Problemáticas evidenciadas en el territorio
En la actualidad, la mayoría de los/as jóvenes campesinos/as de Colombia no tienen como proyecto de vida la conservación y salvaguarda de las prácticas tradicionales de cuidado del medio ambiente y la seguridad alimentaria desarrolladas por sus abuelos/as y padres. Esto se debe a que estos jóvenes encuentran desvalorada su participación en el agro colombiano, por lo que han decidido buscar su futuro en las grandes ciudades.
Al respecto, el Informe Nacional de Desarrollo Humano Colombia Rural, Razones para la Esperanza (PNUD, 2011), describe algunas causas de la dinámica poblacional campesina para su traslado y/o desplazamiento a la ciudad, contexto que a la fecha no presenta cambios significativos:
a) La falta de oportunidades en el campo, relacionada con la poca diversidad de actividades en el sector rural y los bajos ingresos.
b) Los escasos logros de la política pública y la falta de institucionalidad.
c) La violencia.
d) Las pésimas condiciones de vida en el campo.
En efecto, esas razones generaron varias consecuencias. Una de ellas es que las tierras quedaron parcialmente cultivadas o abandonadas, con el tiempo se perdieron o fueron aprovechadas por personas ajenas que terminaron apropiándose de ellas, perdiendo el emigrante algún soporte económico para el sostenimiento de la familia (Primer Congreso Internacional de Educación Construyendo inéditos viables, 2012). A esto se agrega que el campo colombiano se ha visto afectado considerablemente por el conflicto armado:
Las zonas rurales del país han sido las más afectadas por esta lucha sin cuartel, especialmente las más apartadas del centro del poder o de las grandes urbes. Las comunidades campesinas en Colombia son ese grupo poblacional que han enfrentado los avatares del conflicto, desarrollando en muchas [de tales comunidades] la capacidad de la resiliencia (Rivera y Ariza, 2016:9).
En el plano sociocultural, la pérdida de identidad en los/as jóvenes de las comunidades campesinas y de las prácticas ancestrales heredadas de generación en generación agudizaron cada vez más la falta de relevo generacional en el campo; y aunque actualmente se observa que tanto adultos/as como ancianos/as cuentan con un amplio conocimiento sobre el trabajo en estos territorios y que están prestos a practicarlo hasta su muerte, dicho saber debe delegarse dado que se corre con el riesgo de que reduzca al recuerdo y se elimine por completo (Cely, 2017).
En relación con lo anterior, cada día son más los y las jóvenes que migran de sus territorios a las medianas y grandes ciudades de Colombia, como por ejemplo a Bogotá, ya que por ser la capital de la nación y estar cerca a sus territorios, es de gran atractivo por las oportunidades laborales y académicas que ofrece. Asimismo, debido al conflicto interno armado que el país lleva viviendo durante más de 50 años, miles de familias migraron a estas ciudades buscando oportunidades y esperanza, por lo que hoy están asentadas en ellas, siendo lugar de acogimiento para estos jóvenes que van con el mismo objetivo. Actualmente el grupo insurgente conocido como Ejército de Liberación Nacional (ELN) hostiga a la población civil y fuerza pública de algunas regiones del noroccidente del país, específicamente en el Catatumbo, departamento del norte de Santander.
Objetivos del proyecto
Teniendo en cuenta lo mencionado en los anteriores apartados, el proyecto desarrollado por Asopricor, Uniminuto y Algoma se planteó como objetivo generar procesos dialógicos intergeneracionales sobre conocimientos tradicionales y nuevos relativos a la producción, seguridad y sostenibilidad alimentaria campesina, que pudiera conducir al diseño de material curricular y pedagógico dirigido a niños/as y jóvenes habitantes del campo y la ciudad. También, promover el desarrollo regional de las comunidades campesinas propiciando la participación ciudadana, la cultura local, el rescate de la memoria histórica rural, la tradición oral y la educación intergeneracional en las provincias mencionadas.
Metodología
La IAP surge en los años 70, sus antecedentes se basan en el concepto de “Investigación-Acción” acuñado por Kurt Lewin (1946), entendido como un proceso participativo y democrático llevado a cabo con la propia población local, que busca recoger información para luego analizarla y conceptualizarla con miras a planificar acciones y ejecutarlas.
Fundadas en estos aspectos, a finales de los años 60 surgieron diferentes iniciativas en América Latina, caracterizadas por su compromiso en la lucha contra la pobreza y la desigualdad social. Autores como el brasileño Paulo Freire reforzaron la idea de que los/as pobres estaban capacitados para analizar su propia realidad (Freire, 1968); de allí se desprendió una nueva conceptualización de la pedagogía y de su enfoque en la educación popular.
Una década más tarde, en el Simposio Mundial sobre Investigación-Acción y Análisis Científico (1977), se presentan varios enfoques basados en la combinación de la reflexión con la acción transformadora; es en ese escenario donde empieza a desarrollarse la idea de IAP como una metodología de investigación participativa, transformadora y comprometida con la praxis popular que vendría a consolidarse en los 80.
A partir de allí y hasta la actualidad son innumerables las experiencias basadas en esta metodología. Los enfoques y corrientes que se sustentan en ella, y a su vez la enriquecen, se caracterizan por iniciativas donde la investigación ayuda a mejorar las condiciones de vida de los seres humanos y su realidad circundante.
De esta forma, la IAP se funda en la acción colectiva dada su capacidad para dar unidad dialéctica a la teoría y la praxis:
...una de las características propias de este método, que lo diferencia de todos los demás, es la forma colectiva en que se produce el conocimiento, y la colectivización de ese conocimiento (Fals Borda y Rodríguez Brandao, 1987:18).
¿Cómo se involucró la comunidad con el proyecto?
La comunidad campesina del proyecto fue representada a través de la organización de Asopricor. Los sujetos activos y aportantes establecieron sus propias preguntas y rutas metodológicas, de manera que la comunidad fue convocada para intervenir en las distintas fases de la investigación: diseño, gestión, desarrollo e implementación.
Asopricor es una asociación de origen laico que emergió a través de la evangelización católica y que ha hecho presencia en las regiones de estudio desde hace más de cuarenta años. Es una comunidad religiosa de padres misioneros de La Consolata, quienes dirigieron grupos de líderes sociales de diferentes regiones del país, entre ellas las del Tequendama y el Alto Magdalena, para encauzar diferentes procesos sociales que afectaban a sus congéneres. Cabe precisar que, aun en su rol de campesinos dentro del conflicto armado interno en el que se vieron involucrados, como líderes nunca se han considerado víctimas de este fenómeno.
Más allá de lo religioso, estos líderes empezaron a trabajar temas de empoderamiento y desarrollo comunitario y ambiental con los habitantes de las zonas rurales que fueron evangelizados. A la fecha, estos dirigentes campesinos continúan trabajando por la protección y mejoría de sus territorios, estableciendo contacto con universidades del orden nacional e internacional, con el propósito de visibilizar las potencialidades con las que cuentan los campesinos del país. Por lo anterior, esta asociación se convirtió en un referente social para otras organizaciones sociales y campesinas de Colombia.
Desarrollo de la metodología
La ruta metodológica de la IAP permitió el desarrollo de la investigación a través de unos pasos propuestos por Joel Martí (2012). Se destaca que algunos de estos fueron ajustados de acuerdo al fenómeno social intervenido.
1) Recibir la aprobación para llevar a cabo la investigación.
2) Constituir el equipo de IAP (comunidad, universidades) y celebrar reuniones regulares para determinar la orientación general y la visión de la investigación.
Estos pasos estuvieron marcados por los antecedentes de la investigación. Las universidades Uniminuto y Algoma junto con Asopricor firmaron un convenio tripartito de colaboración, el cual ha permitido la ejecución de dos proyectos más entre 2012 y 2016. A la fecha se han realizado diferentes intercambios culturales y académicos entre las universidades y la comunidad: profesores y estudiantes canadienses viajaron a Colombia y se insertaron en las comunidades campesinas; por otro lado, profesores de Uniminuto y algunos miembros de Asopricor visitaron las comunidades indígenas del norte de Canadá.
Los proyectos de investigación anteriores se denominaron Sistematización de experiencias pedagógicas, metodologías y saberes ancestrales de las comunidades pertenecientes a Asopricor (2006-2012); e Integración curricular para validar los saberes campesinos de las comunidades Asopricor, desde los programas de integración social y académica ofrecidos por las universidades de Uniminuto, Colombia, y Algoma, Canadá (2014-2015).
3) Determinar los principios generales para la realización de la investigación en el marco de proyectos dialógicos intergeneracionales.
En este punto se establecieron los acuerdos entre la universidad y los líderes campesinos, definiendo con exactitud en dónde y con quiénes se realizarían los encuentros, teniendo en cuenta las lógicas naturales y productivas propias de cada contexto. Por ejemplo, no se programaron actividades en época de la cosecha ni en tiempo de invierno. “En época de cosecha nadie va por allá a reuniones y si llueve peor porque los caminos se dañan” (Taller orientado en Bajo Palmar, Viotá. Setiembre 2016).
4) Iniciar una evaluación continua del desarrollo y progreso de la integración para la investigación.
La evaluación se llevaba a cabo cada vez que se ejecutaba un taller. Una vez finalizaba la jornada, investigadores y participantes hacían la retroalimentación con el objetivo de identificar falencias y mejorar en el desarrollo de los diálogos.
5) Llevar a cabo una exploración del entorno de la agricultura formal e informal, lo mismo que de las prácticas de cultivo y recolección de alimentos por parte de los/as jóvenes, que ya se vienen desarrollando en las regiones del Alto Magdalena y el Tequendama.
6) Facilitar los encuentros y diálogos intergeneracionales compuestos por líderes de las comunidades campesinas de Asopricor y jóvenes escolarizados y no escolarizados de zonas rurales y urbanas, en tres temas:
a) Las conexiones entre generaciones (jóvenes y adultos mayores).
b) El intercambio cultural (campo-ciudad).
c) La agricultura, los alimentos y las prácticas forestales formales e informales.
7) Clarificar la metodología inicial profundizando en las prácticas ancestrales sobre producción de alimentos, la conexión con la tierra y los entornos físicos relacionados con la alimentación y la agricultura.
8) Identificar conjuntamente en ejercicio de co-investigación, propio de la IAP (entre adolescentes, adultos jóvenes, adultos mayores de organizaciones campesinas, integrantes de Asopricor e investigadores de Uniminuto), las situaciones que han llevado a que la cultura y tradición basada en alimentos se estén perdiendo entre las nuevas generaciones que integran las comunidades. Este ejercicio dialógico permitió también la reconstrucción parcial de la historia cultural de las prácticas alimentarias y agrícolas propias de la zona objeto de estudio.
9) Evaluar las prácticas de investigación y las características de los entornos físicos que promueven bienestar de los/as jóvenes.
10) Evaluar los beneficios emocionales, mentales, físicos y espirituales de la participación de los/as jóvenes en las dinámicas de seguridad y soberanía alimentaria; y en el cuidado del agua y el ambiente (a través de encuestas, entrevistas, observaciones de comportamiento, entre otras técnicas).
11) Establecer nuevas reuniones entre los investigadores para evaluar y recoger recomendaciones sobre el proceso desarrollado y las variables a considerar dentro de los resultados obtenidos.
12) Efectuar actividades de devolución creativa del proceso de investigación con todas las personas involucradas. Nada es más importante dentro de la investigación que retornar los resultados a la comunidad siendo esta quien los evalúa y redirecciona en cada una de las fases.
Resultados
Este proyecto cuenta con una trayectoria significativa por lo que han surgido resultados importantes. En sus primeras fases, estos se obtuvieron inicialmente con la sistematización de la experiencia en diversos aspectos, el primero de ellos es el libro publicado Saberes campesinos: las comunidades Asopricor y su vida en el Alto Magdalena y el Tequendama (2015), donde se hace un recorrido histórico, metodológico, teórico y sistemático del proyecto con el apoyo de estudiantes, docentes y con los saberes construidos por los/as jóvenes y adultos/as rurales.
En segundo lugar, se consolidó el programa Técnico Profesional en Desarrollo Económico, Social y Comunitario, que hoy está en proceso de reconocimiento por parte del Ministerio de Educación de Colombia y será ofertado por Uniminuto, con el objetivo de que los/as jóvenes de estas regiones puedan aprender prácticas agrarias, de seguridad y soberanía alimentaria, de cuidado del agua y el ambiente, entre otras, en un espacio formal oficializado todos los actores del territorio.
En tercer lugar, por medio de los talleres desarrollados las comunidades de Asopricor y los participantes del proyecto han construido saberes relacionados con la administración financiera, planeación estratégica, desarrollo de cooperativas y antropología cultural; metodologías de investigación comunitarias, metodologías para el análisis de la realidad desde perspectivas y políticas integrales. Estos saberes son fruto de prácticas y experiencias comunitarias que hoy constituyen el presente y el pasado de quienes integran la asociación.
Finalmente, de este proceso también nacieron semilleros estudiantiles en los que se realizan investigaciones desde diversos campos de conocimiento, como el Periodismo, la Comunicación y el Trabajo Social. De este ejercicio de investigación formativa han surgido trabajos de grado y documentales que recogen la riqueza ancestral que guardan las comunidades en su memoria histórica.
A continuación se abordarán los resultados que tuvo el proyecto en su cuarta fase denominado Diálogo intergeneracional: conocimientos tradicionales y nuevos para la seguridad y la soberanía alimentarias de los campesinos (2016 y 2017).
Resultados de la última fase del proyecto
De acuerdo a las lógicas de este trabajo, se propiciaron varios encuentros intergeneracionales entre adolescentes y adultos/as jóvenes con edades que oscilaban entre los 14 y 20 años, en su mayoría escolarizados; y adultos/as mayores de Asopricor y otras comunidades campesinas con edades entre los 50 y cerca de 70. De estos encuentros se resumen tres consideraciones de importante alcance metodológico:
La conexión entre jóvenes y adultos/as mayores: este fue el primer punto que se colocó en la mesa de diálogo. Se observó que las conversaciones y en algunos casos discusiones y disertaciones, se dieron en el marco del respeto y la tolerancia, evidenciando que aún en las familias campesinas el respeto hacia la persona mayor tiene mucha relevancia. La mayoría de los/as jóvenes que participaron en los espacios dialógicos expresaban que sus padres le transmitían el amor a la familia y el aprecio por sus abuelos/as y tíos/as, así la conformación de las familias en el campo actualmente no sean extensas como lo eran hasta hace algunos años. De acuerdo al censo agropecuario del Dane (2015) la familia campesina está compuesta por un promedio de tres a cuatro integrantes, cifra corroborada en la regiones objeto de estudio a través de otro proyecto investigativo de un semillero de Uniminuto Sede Cundinamarca Centro Regional Girardot.
Asimismo, se evidenció que este respeto se extiende a adultos/as mayores visitantes; cuando se llegaba a los espacios educativos para el desarrollo de las actividades (canchas, quioscos, enramadas, otros), los/as jóvenes saludan de manera reverencial a los abuelos visitantes, prácticas que ya no se observan en los jóvenes de la ciudad.
De igual forma, estos jóvenes comentaban que cuando necesitaban un consejo se dirigían a los adultos mayores, especialmente con temas relacionados a la agricultura y a la cría de animales. No obstante, los jóvenes reconocen que debido a la facilidad en el acceso a la web, buscan allí cualquier tipo de información y en ocasiones optan por enseñarles a sus mayores los videos y la información que encuentran, aunque no desconocen que prefieren conversar con ellos para contrastar los datos obtenidos.
Adicional a esto, se desmintió que los jóvenes que residen en esta región no saben de agricultura u oficios propios del campo. Algunos de ellos daban cátedras sobre cómo sembrar agua con ayuda de árboles nativos y prácticas de cultivo propias de la zona, actividades con la que muchos pobladores han mantenido abastecidas sus parcelas en los territorios donde se llevó a cabo la investigación, mitigando así la falta del líquido por fenómenos naturales como el calentamiento global.
Jóvenes y adultos mayores también adjudican el detrimento del agua y hasta su extensión a mitos rurales como el egoísmo de algunos aldeanos al no compartir con sus comunidades las bondades que nacen de sus tierras; de esta afirmación, ellos manifiestan que la misma naturaleza se encarga de secar sus cultivos cuando sus propietarios prefieren perderlos a compartirlos. Lo llaman la ley de la naturaleza.
El intercambio cultural (campo-ciudad). Como investigadores cada vez que se subía a una vereda, durante el recorrido de la línea (ruta), se observaba cómo las modas o formas de vestir entre jóvenes del campo y de la ciudad no se diferenciaban sustancialmente. Era notorio verles andar por la carretera con su celular en mano y audífonos. En sus casas se avistaba la preferencia por equipos de fútbol internacionales, escuchaban música con alto volumen y tarareaban las canciones del momento, entre vallenatos modernos y reggaetón.
Por otro lado, varios de ellos se desplazan a estudiar su bachillerato en las instituciones educativas de las cabeceras municipales y allí poco a poco adquirían modos de vida diferentes a sus raíces, así, los deseos de emigrar de sus territorios se acentuaban cada vez con más ímpetu en sus proyectos de vida. Por esto, se busca implementar prontamente el programa Técnico Profesional en Desarrollo Económico, Social y Comunitario, para que estos jóvenes encuentren en su territorio lugares donde adquirir conocimientos en la educación superior, y con ello aprender de prácticas tradicionales agrarias en dinámicas similares a las de la ciudad, pero con un enfoque territorial de desarrollo rural.
La agricultura, los alimentos y las prácticas forestales formales e informales. En este aspecto las conversaciones giraron en torno a la seguridad y soberanía alimentaria. La seguridad alimentaria para los jóvenes es ir a trabajar en la ciudad y suplir sus necesidades básicas, mientras que para los/as adultos/as mayores es mantener las prácticas de cultivo, preparando sus propios abonos y sus insecticidas. Al respecto, ellos reconocen que estos insumos algunas veces los tienen que comprar ya que la maleza1 afecta mucho los cultivos y está situación les genera frustración porque cada día se ven abocados a usar productos químicos que no son buenos para la tierra. En cuanto a la soberanía alimentaria, jóvenes y adultos hablan al unísono sobre las semillas transgénicas. Jairo Lancheros, miembro de Asopricor, recordaba en los talleres algunas memorias de su época: “Vayan a las reuniones de esos pingos y reciban todo los que les dan, tan solo que al volver a la casa reflexionen sobre la maldición que esas semillas traen”. Los adultos mayores vieron la entrada de las semillas transgénicas al país como una maldición (Taller orientado en Alto Palmar, Viotá. Mayo, 2016).
De acuerdo a los relatos de los/as campesinos/as, aproximadamente hace 15 años las multinacionales llegaron a las regiones para brindar muestras de semillas transgénicas y para realizar estos lanzamientos invitaban a los aldeanos a unas reuniones, según ellos, muy fastuosas: “Detrás de esto no hay nada bueno”, decían muchos campesinos. Aun así, algunos cambiaron las semillas nativas por las de dichas organizaciones, como resultado las primeras fueron buenas, las siguientes no tanto, razón por la cual las pérdidas llegaron y los aldeanos volvieron a usar las semillas nativas propias de la región como el maíz, el café, y de frutas cítricas como la naranja y la mandarina.
Geológicamente ambas regiones son montañosas y sus comunidades se ubican en zonas bajas y altas, de ahí el nombre de sus veredas: Alto Palmar, Bajo Palmar, Alto del Trigo, entre otras. Por esta situación la altura cambia a medida que se asciende montaña arriba, razón por la cual el clima de estas regiones lo identifican sus habitantes entre cálido y templado.
Actualmente como comunidad campesina conservan semillas nativas y en cada encuentro realizado durante el proceso de investigación se hizo intercambio de estas entre integrantes de las diferentes comunidades, llamando la atención de los/as jóvenes. Esta práctica actualmente sigue siendo una forma de resistencia de muchos campesinos en Colombia.
Los/as jóvenes campesinos/as reconocen que ya muchos de ellos no tuvieron la oportunidad de tomar leche recién ordeñada, dado que la ganadería en estas regiones no hace parte de las principales actividades económicas. Indican que es más fácil ir a comprar a la tienda de la vereda productos empaquetados como papas, plátanos o chitos que a la largo no son más que frituras envueltas. Es común ver en las veredas algunas tiendas organizadas que comercializan todo tipo de productos. Por sus carreteras transitan diferentes empresas abasteciendo los negocios de abarrotes. Los mismos jóvenes comentaban que ya no toman jugo de naranja, sino que compran una bebida azucarada. En este punto es importante recalcar que estos territorios dejaron de ser escenarios directos del conflicto armado interno hace 8 años y que ahora, con más tranquilidad, se recorren estos caminos dada la firma del acuerdo de paz entre el gobierno nacional y las FARC el 26 de setiembre de 2016. Hoy en día el tránsito por sus caminos es confiable.
En estos diálogos los participantes también reflexionaban sobre los alimentos tradicionales y cómo se cocinaban, prácticas desconocidas por los/as jóvenes; en este punto era interesante escucharles preguntar sobre preparaciones tradicionales, por ejemplo, cómo se hace un envuelto de mazorca (producto comestible hecho a base de maíz y queso). En estas regiones el maíz es uno de los productos que más se cultiva en veredas como Alto del Trigo, municipio de Jerusalén, y por lo tanto, es uno de los que más se utiliza en la preparación de alimentos tradicionales como la chicha (bebida hecha con maíz que después es fermentada para convertirse en licor) y las arepas en sus diferentes formas y tamaños; este alimento es autóctono de Colombia conocido a nivel mundial.
Por otro lado, los/as jóvenes reconocían que algunos productos están desapareciendo como la panela, ya que la producción artesanal de ella sale muy costosa y no es rentable:
Preferí cerrar el trapiche. Producir una carga de panela implica tener hasta 10 trabajadores con jornales y alimentación y cuando se lleva al mercado del pueblo no nos pagan como debe ser, por eso muchas familias han abandonado sus trapiches, ahora me dedico a sembrar mango, la primera cosecha trajo ganancias, a otros vecinos les ha ido bien (Taller orientado en la vereda Alto del Trigo, Jerusalén. Julio, 2017).
Los/as jóvenes y adultos/as mayores concluían en estos espacios que siguen siendo presos de los intermediarios para comercializar sus productos. Es común ver en época de cosecha frutas tiradas en el piso como la naranja, mandarina, guayaba, entre otras. Es tanta la producción que sus precios bajan y todo el esfuerzo y trabajo no compensa lo que los intermediarios (dueños del transporte) pagan por sus productos, motivo por el cual la cosecha muchas veces se reduce a abono para la tierra y no se logra comercializar. En la cadena productiva de los pequeños productores, el intermediario se queda con la mayor ganancia. Sin embargo, poco a poco han fomentado la cultura organizacional que les permite hacerle frente a este mal de manera colectiva, creando asociaciones solidarias: “Pues el individualismo no nos lleva ningún lado, eso sí, hay que saber con quién asociarse” (Taller orientado en la vereda Copó, Tocaima, noviembre de 2016).
Al día de hoy las regiones donde se desarrolló el proyecto cuentan con múltiples alternativas en el sector agropecuario, en la medida en que han entrado en discusión un conjunto de consideraciones sobre las prácticas alimentarias pasadas y presentes, y sus impactos a futuro.
De esta manera, el proyecto logró develar un conjunto de prácticas y usos de los/as campesinos/as que se han validado social e históricamente, y que se busca mantener para generar cuidado del ambiente, la naturaleza y contribuir a la seguridad y soberanía alimentarias.
Por último, cabe señalar que este proyecto se convirtió en un escenario de investigación social que hoy en día goza de respaldo académico y comunitario, y está en busca del reconocimiento político tras varias producciones académicas y alianzas internacionales estratégicas.
Discusión
Este trabajo partió de varias apuestas teóricas. La primera de ellas relacionada con la Pedagogía Social entendida como una práctica investigativa, al respecto Serrano (2010) comenta que esta permite la producción de nuevos conocimientos como ciencia práctica, social y educativa (desde el campo no formal), dirigida a aquellas personas que han tenido dificultades para acceder a ciertos procesos de formación.
Igualmente, se reconoció la necesidad de transmitir y sistematizar el saber campesino. Al respecto Fals Borda (1985:303) comenta que este es un
...conocimiento empírico, práctico, que ha sido posesión cultural e ideológica ancestral de las gentes de las bases sociales; aquel que ha permitido crear, trabajar e interpretar el mundo con los recursos de la naturaleza.
Lo anterior lleva a recordar los aportes de Boaventura de Sousa Santos (2009) sobre el paradigma objetivo, el eurocentrismo y las formas hegemónicas de producir, transmitir y legitimar el conocimiento (2011). Para comenzar, comenta que existe una hegemonía del paradigma objetivo, donde lo que no se puede medir no interesa:
Las cualidades intrínsecas del objeto son, por así decir, descalificadas y en su lugar pasan a imperar las cantidades en que eventualmente se pueden traducir. Lo que no es cuantificable es científicamente irrelevante (de Sousa Santos, 2009:24).
De igual manera, este paradigma cuenta con una relación distante entre el sujeto que observa y el objeto observado, donde ninguno se transforma en el contexto de esta relación y en donde el primero es activo, poseedor de la verdad, de la razón y el productor del conocimiento, y el segundo es simplemente el ente pasivo que se somete a la observación del sujeto.
En ese orden de ideas, el paradigma objetivo inicialmente se consolidó en las Ciencias Naturales, sin embargo, con el afán de legitimarse, las Ciencias Sociales entraron en esta misma lógica, lo que implicó que estas implementaran el conocido método científico, a lo que se agrega:
...por lo tanto, por mayores que sean las diferencias entre fenómenos naturales y los fenómenos sociales es siempre posible estudiar a estos últimos como si se tratase de los primeros (de Sousa Santos, 2009:28).
De esta manera, los conocimientos producidos en países desarrollados se consolidaron como verdades únicas y hegemónicas, que no se rigen en un único modelo económico imperante, pues como lo señala Quijano (2000:5):
Europa también centró bajo su hegemonía en el control de todas las formas de control de la subjetividad, de la cultura, y en especial del conocimiento, de la producción de conocimiento.
Así, este conocimiento hegemónico se posiciona como la lente para ver la realidad, generando la gran dicotomía entre lo moderno y lo atrasado, lo racional y lo irracional, lo civilizado y lo primitivo/salvaje, y lo mítico versus lo científico. Desde entonces ha existido un gran interés de los países pobres por alcanzar esa “sociedad ideal” basada en el progreso, el avance científico, la estabilidad económica y la modernidad, desconociendo sus culturas, tradiciones y prácticas ancestrales (Quijano, 2000: 11).
Colombia, por supuesto, ha optado por seguir las lógicas del paradigma objetivo, del eurocentrismo y de las formas hegemónicas de producir el conocimiento, de transmitirlo y de alcanzar ese desarrollo. Esta posición se puede ejemplificar en los planes de desarrollo de los últimos gobiernos, donde el desarrollo económico reglamentado desde entes internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se ha consolidado como el camino para lograr el desarrollo social del país:
Si bien el crecimiento económico no es garantía para alcanzar los objetivos de progreso social o de reducción de pobreza e iniquidad, sí es un requisito fundamental de los mismos (PND, 2010-2014:6).
Lo anterior tiene implicaciones directas en cómo se concibe el campo, el trabajo agrario y en cómo se diseñan las políticas agrarias del país. Así, el campo colombiano no ha sido solo víctima de la guerra en el país, sino también de la falta de políticas efectivas en el sector, que propicien una seguridad y soberanía alimentaria, una producción agrícola de acuerdo a la vocación de suelos, a la protección de zonas ambientales, a la generación de ingresos sostenibles en las familias campesinas y al desarrollo social de las zonas más apartadas del país.
Así, este proceso ha estado orientado a construir y visibilizar otros conocimientos, aquellos que han sido relegados, no reconocidos e invalidados por corrientes hegemónicas de conocimiento eurocentrista. En este sentido, los resultados esperados estaban orientados a contribuir a aquello que se conoce como “Epistemologías del Sur”, entendidas como:
…El reclamo de nuevos procesos de producción y de valoración de conocimientos válidos, científicos y no científicos, y de nuevas relaciones entre diferentes tipos de conocimiento, a partir de las prácticas de las clases y grupos sociales que han sufrido de manera sistemática las injustas desigualdades y las discriminaciones causadas por el capitalismo y por el colonialismo (de Sousa Santos, 2011:35).
Dichos aportes se enmarcan en la construcción de conocimientos por familias campesinas desde sus prácticas agrarias, ambientales, de seguridad y soberanía alimentarias, para ser transmitidas a jóvenes y adultos en diversos espacios, como zonas rurales, centros de educación no formal y universidades.
Por otro lado, es necesario propiciar escenarios alternativos donde se potencie la construcción de conocimientos en escenarios locales y regionales, apoyados por actores de diversos campos, que permitan gestionar los procesos de desarrollo social en el campo, los diálogos intergeneracionales entre jóvenes y adultos, el relevo generacional en el campo y la gestión de políticas y proyectos que permitan fortalecer las condiciones de vida para aquellas personas que dedican su vida al trabajo agrario.
Conclusiones
En primer lugar, se debe reconocer que por medio de las luchas que estas organizaciones han adelantado en toda su historia y con el desarrollo de este proyecto, estas organizaciones han logrado un reconocimiento del valor de sus saberes y prácticas, que hoy se encuentran sistematizadas en los resultados del proyecto que esperan transmitir por vía académica a aquellas personas que quieren tecnificar sus conocimientos, estudiando directamente en el campo, con los campesinos y contribuyendo al desarrollo social y agrario de su región. Cabe señalar que la formulación de la malla curricular del técnico profesional mencionado implicó que los tres actores involucrados reconocieran los saberes de cada uno. La Universidad de Algoma compartió su modelo de educación dirigido a la población indígena del norte de Canadá.
De igual manera, es claro que hoy las universidades tienen el reto de reconocer a estas comunidades como actores de su propio reconocimiento y desarrollo, esto implica que el concepto de universidad como tal se descentralice y deje de representar el poder hegemónico de las urbes, que al final redunda en formas de poder y saber heredadas del colonialismo y el eurocentrismo. De esta forma, es claro que la universidad no es dueña del conocimiento absoluto y es ahí donde el reconcomiendo de estas comunidades comienza a tomar una resignificación con la que se puede reconocer al otro como igual y valorar sus saberes ancestrales epistemológicamente.
Son en sí los líderes comunitarios quienes verdaderamente hacen academia y emanan discursos de reconocimiento cultural, histórico, social, político, económico y, naturalmente, de medio ambiente, con una estructura argumentativa y retórica realmente majestuosa, digna de admirar y validar. Son los conocimientos experienciales de una vida entera los que hacen un llamado a gritos a las comunidades científicas para que vean que el campo está muriendo y que sin campo no hay vida.
Para el caso de Colombia, la elaboración del proyecto nacional siempre ha estado muy orientado a la generación de un crecimiento económico como única salida a múltiples problemáticas que aquejan al país. Hoy en día, a pesar de los cambios mundiales liderados por movimientos sociales, de reivindicaciones de diferentes grupos humanos como ambientalistas, estudiantes, mujeres o campesinos, se sigue evidenciando un economicismo muy fuerte en la elaboración de los programas de gobierno en Colombia y en el ideal de sociedad que se persigue.
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Notas