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Experiencias de paternidad en barrios pobres y vulnerables de Buenos Aires
María Victoria Castilla
María Victoria Castilla
Experiencias de paternidad en barrios pobres y vulnerables de Buenos Aires
Paternity experiences in poor and vulnerable neighborhoods of Buenos Aires
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. V, núm. 8, pp. 195-216, 2018
Universidad Nacional de Cuyo
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Resumen: A partir de una investigación que combinó el método etnográfico con observaciones y entrevistas informales y semiestructuradas a 37 padres, todos residentes de un barrio pobre y vulnerable del Área Metropolitana de Buenos Aires y la realización de una encuesta coincidental a 107 padres del mismo barrio, describo y analizo en este texto las variaciones intrapaternales con distintos hijos/as. Sostengo que las experiencias y el ejercicio de las paternidades en contextos marginales y vulnerables muchas veces conforma un mosaico diverso y ecléctico en el cual la relación con cada hijo/a es distinta y cambiante. Se trata de una heterogeneidad intrapersonal de las formas de paternar bajo un mismo horizonte normativo de la paternidad, el cual, a su vez, se encuentra cuestionado por los discursos sociales e institucionales.

Palabras clave:paternidadespaternidades,vulnerabilidadvulnerabilidad,cuidadoscuidados,masculinidadesmasculinidades.

Abstract: In this text I describe and analyze the intra-paternal variations with different children, drawn from an investigation that combined the ethnographic method together with observations and informal and semi-structured interviews to 37 parents, all residents of the same poor and vulnerable neighborhood of the Metropolitan Area of Buenos Aires, and the realization of a coincidental survey to 107 parents of the same neighborhood. I argue that the forms of exercising paternity are found in marginal and vulnerable contexts, often forming a diverse and eclectic mosaic in the same father with different children. It is an intrapersonal heterogeneity of the paternal forms under the same normative horizon of paternity which, in turn, is questioned by social and institutional discourses.

Keywords: paternities, vulnerability, care, masculinities.

Carátula del artículo

Género y derechos humanos

Experiencias de paternidad en barrios pobres y vulnerables de Buenos Aires

Paternity experiences in poor and vulnerable neighborhoods of Buenos Aires

María Victoria Castilla
Universidad Nacional de San Martín. Conicet., Argentina
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. V, núm. 8, pp. 195-216, 2018
Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 07 Noviembre 2017

Aprobación: 01 Enero 2018

Introducción1

En el transcurso de las últimas décadas, se han observado tendencias significativas de cambio en los modelos, experiencias y discursos sociales que se tejen en torno a la familia, la masculinidad y la paternidad, tanto a nivel de la sociedad en su conjunto como de los distintos sectores sociales que la componen. Esta situación flexibilizó la noción de los roles parentales estereotipados del modelo de paternidad hegemónico (de Keijzer 2003; Olavarría 2001b), dando lugar a sujetos preocupados por una mayor participación en las actividades de cuidado, atención y contención de los hijos/as o menores a cargo y centrados en establecer y fortalecer lazos afectivos con ellos.

Estos cambios se acompañan por otros en las relaciones intergenéricas y en las concepciones y prácticas de la maternidad. Se trata de un proceso que lentamente socava el patriarcado generando –en palabras de Therborn (2007)– un pospatriarcado caracterizado por una mayor participación de la mujer en el mercado y en la educación, una postergación en el inicio de la maternidad, una disminución del número de hijos/as (y por ende, del tiempo destinado a la crianza de niños/as) y una búsqueda de eliminación de todas las formas de discriminación. Este pospatriarcado conduce al cuestionamiento de la centralidad del poder del padre, de su exclusividad en la manutención y en la representación legal y social. Asimismo, contiene una crítica a la división del trabajo que naturaliza los roles instrumentales y de racionalización económica a los hombres y padres y de los roles afectivos, de cuidado y crianza a las madres.

Ahora bien, no todo indica cambio. También se presentan elementos del modelo patriarcal que permiten trazar un hilo conductor entre las distintas generaciones de hombres y padres argentinos. Entre ellos, las distancias con los hijos/as, la preponderancia de la mujer en las actividades de cuidado, atención y contención, la poca expresividad de las emociones como el cariño y la presión social por ser protector, proveedor y la autoridad del hogar y la familia (Valdés y Olavarría, 1998; Esquivel, Faur, y Jelin, 2012; Bonino, 2003b; Olavarría, 2000; Camarotti y Kornblit, 2015). Ni un modelo tradicional ni uno moderno se presentan puros, sino que por lo general los padres viven las experiencias de sus paternidades en un entramado de continuidades y cambios. Así, se asiste en la actualidad a un momento de mayor diversidad de estructuras familiares, dentro de las cuales conviven diversos modos de concebir y ejercer la paternidad. Estas variaciones pueden ser entre generaciones, sectores sociales y económicos, o entre estilos y modelos de paternidad. Diversos autores describen y analizan la diversidad de normativas y formas de vivir la paternidad como experiencia (Bonino, 2003a; de Keijzer, 2003; Olavarría, 2001b; Connell, 1995) y establecen tipos de paternidad como, por ejemplo, ausente, presente, autoritario, democrático, entre otros.

A partir de una investigación etnográfica que tuvo como eje de indagación las nociones y experiencias de cuidado-autocuidado-dependencia en condiciones de vulnerabilidad, fragilidad y pobreza, la investigación que dio origen a este texto identifica, analiza y describe los modelos y experiencias de paternidades en hombres residentes en barrios marginales, pobres y vulnerables del Área Metropolitana de Buenos Aires (en adelante, AMBA). En particular, en este texto describo y analizo las variaciones intrapaternales con distintos/as hijos/as. Sostengo que las experiencias y el ejercicio de las paternidades en contextos marginales y vulnerables muchas veces conforma un mosaico diverso y ecléctico con múltiples modelos diversos y antagónicos conviviendo en un mismo padre. Por ello, no son simplemente identificables como, por ejemplo, autoritarias o democráticas, ausentes o presentes. Se trata de una heterogeneidad intrapersonal de las formas de paternar, bajo un mismo horizonte normativo de la paternidad el cual, a su vez, se encuentra en entredicho desde hace un par de décadas.

En el texto presentaré los resultados de una investigación etnográfica realizada durante los años 2009-2016 con padres residentes en un barrio marginal, pobre y vulnerable del AMBA que carece de un trazado urbano específico y presenta las características típicas de los asentamientos denominados localmente barrios o villas. Para su realización se utilizó el método etnográfico y se realizó y analizó una encuesta de tipo coincidental a 107 padres entre 18 y 49 años residentes en el mismo barrio2 y realizada en cuatro de sus principales accesos.

Junto con las entrevistas informales y las observaciones, se realizaron entrevistas semiestructuradas confeccionadas ad hoc a los fines de la investigación a 37 padres entre 18 y 49 años. En todas las entrevistas se contó con el consentimiento informado en el cual se explicitaban los objetivos de la investigación y la metodología utilizada aclarando el carácter anónimo, voluntario y confidencial de las mismas. Por tal motivo, a lo largo del texto los nombres de los entrevistados se han cambiado y borrado todo rasgo que pueda identificarlos directa o indirectamente, entre ellos, el nombre del barrio3. Las entrevistas fueron grabadas y en aquellos casos en los que no fue posible el registro por grabador los datos fueron registrados en notas de campo, como también los resultantes de las observaciones. Los textos obtenidos de las entrevistas y las notas de campo fueron analizados de acuerdo a las técnicas de análisis de contenidos por categorías e indicadores.

Masculinidad, paternidad y ejercicio de las paternidades

Las investigaciones sobre padres en América Latina señalan elementos de continuidad y de cambio en los patrones de dominación masculina, las acciones y responsabilidad de las esposas y madres y en la valoración y participación de los padres en las actividades de cuidado, atención, contención y expresión de cariño hacia los hijos/as (Jiménez, 2004; Clatterbaugh, 1997; Kornblit y Méndez Diz, 1994; Viveros Vigoya, 2008). Se entiende la masculinidad como una construcción cultural que se reproduce socialmente y está definida dentro de un particular contexto socioeconómico, cultural o histórico (Kimmel, 1994; Gutmann, 1998; Connell, 1995; Badinter, 1993; Fuller, 2000; Viveros Vigoya, 2000; Valdés y Olavarría, 1998; Kaufman, 1995). No obstante, tanto en Argentina como en la región latinoamericana, es posible trazar un horizonte normativo que conforma las masculinidades y paternidades hegemónicas. Así, para hacerse hombre los varones deben conocer el esfuerzo, la frustración, el dolor y ser aceptados por los otros varones que ya son hombres y por las mujeres que son sus opuestos emocionales, de la casa, pasivas, penetradas sexualmente, madres (Olavarría, 2001a).

Los modelos de masculinidad hegemónica moldean y son moldeados por los propios de la paternidad. Las características tradicionales asignadas al hombre se correlacionan con el modelo de un padre serio, distante con los hijos, poco expresivo de sus emociones, cariño y afectividad, protector y proveedor, preñador, fuerte, que ostenta autoridad y la ejerce (Badinter, 1993). Asimismo, con la paternidad se transita de una relación amorosa a una familia (Fuller, 2005) en la cual el hombre-padre debe proveer, proteger y disciplinar. Independientemente de la presencia de estos modelos, De Keijzer (2003) afirma que, en lugar de hablar de paternidad como un tipo de relación universal y predeterminada de los hombres con sus hijos e hijas, habría que hablar de paternidades, en plural, porque hay formas bastante diversas de ejercerla.

Asimismo, comprender la maternidad o la paternidad implica partir de una mirada relacional entre ambas tendiente a identificar, describir y analizar las construcciones sociales y culturales que se erigen sobre las diferencias sexuales que permiten a la mujer el embarazo, el parto y el amamantamiento (Lamas, 2013; Coltrane, 1996), conformando lo que se ha denominado un sistema de sexo/género (Rubin, 1986)4. Así, la paternidad consiste en la relación que los hombres establecen con sus hijas e hijos en el marco de una práctica compleja en la que intervienen factores sociales y culturales, que además se transforman a lo largo del ciclo de vida tanto del padre como de los hijos o hijas. Se trata de un fenómeno cultural, social y subjetivo que relaciona a los varones con sus hijos o hijas y su papel como padres en distintos contextos, más allá de cualquier tipo de arreglo conyugal (Ugalde, 2002).

A esta definición de paternidad habría que incorporarle las variaciones que un mismo padre puede presentar con distintos hijos, en un contexto como el actual caracterizado por la presencia de modelos de paternidad y masculinidad patriarcales y, a la vez, por cambios y revisiones de estos mismos. Por su parte, el cuidado de los padres hacia los hijos, si bien trata de una categoría analítica también es una construcción social, siendo preciso no confundir hechos empíricos con teoría (Comas d’Argemir, 2014; Colen, 1995; Strathern, 1985). Retomando a Comas d’Argemir (2014) entiendo los cuidados paternos como el conjunto de actividades dirigidas a proporcionar bienestar físico, psíquico y emocional a los hijos o menores a cargo, en el marco de determinadas relaciones sociales y económicas, que es donde se enmarca la división sexual del trabajo y la reproducción de desigualdades.

El ejercicio de las paternidades varía a lo largo del tiempo, de las culturas, las etapas de la vida del hombre, la clase social, los tipos e intensidad de los vínculos afectivos y de las parejas reproductivas. En regiones como América Latina, las desigualdades económicas y sociales moldean las biografías de los hombres y los modelos de masculinidades y paternidades hegemónicas resultan poco accesibles a los sectores subordinados, marginales, excluidos y/o pobres (Bourgois, 2010; Alatorre y Luna, 2000; Jiménez, 2004; Gutmann, 1998). Lo mismo sucede en distintos ámbitos de la vida cotidiana, como por ejemplo el trabajo, la familia, la maternidad o la domesticidad, originarios en los sectores medios y altos y extendidos hacia el resto de la sociedad como un horizonte normativo (Cosse, 2006).

Las experiencias y el ejercicio de las paternidades no pueden pensarse por fuera de estas condiciones económicas y sociales, ni tampoco exentas de influencias morales y normativas propias del patriarcado –incluso, cuando este último se encuentra cuestionado–. En cada padre se conjugan relaciones con los hijos marcadas por el amor, por la violencia, o ambas a la vez; así también, experiencias de paternidad autoritarias y democráticas, abandonos y paternidades exclusivas (sin madres), paternidades judicalizadas y deseadas, centradas en las tradiciones del modelo patriarcal y también permeables a los cambios en la distribución de poderes entre los géneros. Es decir, se trata de una heterogeneidad de formas de ejercer la paternidad que no solo es intercultural o interpersonal sino que, a partir de los resultados de la investigación que dio origen a este texto, se conciben también como intrapaternal al poder variar en un mismo padre con distintos hijos.

Se han generado tipologías de paternidades que procuran dar cuenta y organizar la multiplicidad de experiencias. De Keijzer (2003) propone cuatro tipos de paternidades: a) el padre ausente: relacionado con los hogares de jefatura femenina; b) el padre o patriarca tradicional: que es proveedor económico, que ejerce de manera completa la autoridad en la familia, sin participación en el cuidado de los hijos y las tareas domésticas; c) el padre neomachista: el que se presenta en familias donde se negocian las decisiones, permite que la mujer salga a trabajar, aunque prefiere que no gane más que él, presenta cierta flexibilización en relación con la tradicional o hegemónica pero aún se caracteriza por preservar características machistas; y d) el padre igualitario (que a veces lo logra), que tiene un acercamiento afectivo y emocional con sus hijos.

Por su parte, Bonino (2003) a estos últimos los nombra como padres participativos ayudantes y los define por establecer relaciones de participación con la pareja en las actividades del hogar, educativas, de crianza y cercanía afectiva con sus hijos e hijas. Para el autor, estos padres han comenzado a ocuparse de sus hijos e hijas, regularmente participan sobre todo en las actividades placenteras o muy específicas como asistir al parto, cambiar pañales, bañar, dar la mamadera y acompañar a dormir. Se ubican en un nivel de ayuda más que de corresponsabilidad o igualdad, aunque presentan mayor cercanía a la paternidad democrática o igualitaria.

Otros modelos de paternidades presentes en la bibliografía son el padre democrático (Olavarría, 2003) y el padre igualitario-participativo (Bonino, 2003). Ambos caracterizados por establecer relaciones familiares basadas en la afectividad, la autonomía y la responsabilidad del desempeño igualitario de las clásicamente llamadas funciones paternales y maternales. Tanto Bonino como De Keijzer comparten la idea de que los nuevos padres igualitarios o democráticos casi no existen y que estos se configuran más en un nivel discursivo fantasioso que en la práctica real.

Ahora bien, desde la perspectiva de los padres entrevistados, las variaciones en las formas de ejercer la paternidad también se presentan entre los distintos hijos, incluso cuando éstos son de edades parecidas. Así, se disuelve la idea de un modelo único y abarcador de paternidad para cada padre y toda su experiencia, se centra la mirada en la especificidad de cada díada padre-hijo y se vuelve preciso considerar las variaciones intrapaternales que conforman un mosaico de paternidad. Esta noción de intrapaternidad refiere a que la relación específica de un padre con un hijo presenta una conjunción de elementos de distintos modelos y, a la vez puede ser distinta –e incluso contrapuesta– a la relación que ese padre tiene con otros hijos.

Bonino plantea el concepto de Paternidad Multiforme (Bonino, 2003), el cual hace referencia a los diferentes tipos de paternidad que se estructuran desde la filiación: a) varones transmisores de la sangre por vía matrimonial o no; b) varones transmisores a través de relaciones sexuales o por técnicas de reproducción asistida; c) varones transmisores del apellido a hijos e hijas propios, adoptados o nacidos del óvulo de la propia pareja con semen de otro varón; d) padres que conviven o no con la madre de sus hijos e hijas o con éstas y éstos. Siguiendo estos argumentos, se puede ser un padre ausente, próximo o protagónico en la crianza de los hijos/as y vinculado a los sentimientos. Y también, se puede ser padre por azar, sin haberlo elegido ni deseado (fundamentalmente los adolescentes), o incluso se puede ser padre sin la presencia de la madre (Valdés y Olavarría, 1998).

La paternidad incorpora, a la par de la función proveedora material, la creación de lazos afectivos firmes y permanentes que requieren mayor cercanía de los hombres con los niños/as, además de la procura de cuidados (Esquivel, Faur, y Jelin, 2012)5. De Keijzer (2003), Bonino (2003), Olavarría (2003) y Rojas (2000) coinciden en resaltar que, en la pluralidad de paternidades, algunos hombres asumen representaciones vinculadas a la hegemónica o tradicional que se asocia a prácticas como padre proveedor económico, violento, autoritario, con nula participación en las actividades domésticas, en la crianza y cuidado de los hijos e hijas, así como alto grado de incomunicación con su pareja, hijas e hijos.

Las continuidades y los cambios en los modelos y experiencias de la paternidad, así como en las formas de conceptualizarlas, se correlacionan con otros en la dinámica sociodemográfica de la población, entre ellos: la esperanza de vida, el tamaño y la composición de las familias, la escolaridad y participación en el mercado de trabajo o en cargos de toma de decisión públicos y privados de las mujeres. En Argentina, la esperanza de vida se incrementó en casi dos años en una década pasando de 73,7 años en 2001 (hombres: 70,0 y mujeres 77,5) a 75,3 en 2010 (mujeres: 78,8 y hombres 72,0). La tasa global de fecundidad (TGF6) descendió de 2,9 en 1991 a 2,4 en 2010 impactando en la dinámica familiar, específicamente en las decisiones y negociaciones referidas a la salud reproductiva y sexual. Asimismo, junto con el incremento de los hogares unipersonales de personas mayores, se redujeron las tasas de dependencia7 cambiando de 62% en 2001 a 56% en 2010 con un mayor incremento en la población comprendida entre los 14 y los 65 años en relación con la población menor de 14 y mayor de 65.

El aumento en el nivel educativo de las mujeres tuvo un mayor impacto en los sectores económicos medios y altos, sobre todo en los que respecta a los estudios universitarios, en los cuales las mujeres incrementaron su matrícula 64,2% entre 2001 y 2010 y los hombres 30,6% durante el mismo período. Estrechamente vinculado con las transformaciones en los roles que juegan las mujeres dentro y fuera de las familias, la participación de éstas en el mercado de trabajo medido a través de la tasa de actividad varió de 44,9% en 2001 a 54,7% en 2010.

La inserción de las mujeres en los espacios públicos son elementos que trastocan los límites tradicionales de la división de trabajo y las lógicas patriarcales y de paternidad y masculinidad hegemónica. En Argentina, las representaciones en la Cámara de Diputados de la Nación variaron de 4,3% en 1985 a 29,2% en 2001 hasta llegar a representar el 39% en el 2016. Los mismo sucede en la Cámara de Senadores, en la cual las variaciones fueron de 6,3% en 1985, a 37,1% en 2001 y a 42% en 2016. Cabe recordar que en 1991 se sanciona la Ley de Cupo Femenino (Ley 24.012) la cual establece que las listas que se presenten deberán tener mujeres en un mínimo del 30% de los candidatos a los cargos a elegir y en proporciones con posibilidades de resultar electas. Esta ley primero fue aplicada para las bancas en la Cámara de Diputados de la Nación y luego extendida a la Cámara de Senadores en 1995.

Otros elementos a considerar son las tendencias hacia la individualización de los derechos que permiten nuevas demandas públicas y la constitución y reconocimiento de nuevos sujetos sociales. En Argentina, podemos citar: a) la Ley 26485 de Protección Integral a las Mujeres sancionada en 2009; b) la Ley 26061 de Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes sancionada y promulgada en 2005; c) los derechos a los adultos mayores con la adhesión a la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores; d) la Ley 22431/81 Sistema de Protección Integral de los Discapacitados, la Ley 24901/97 Sistema de Prestaciones Básicas en Habilitación y Rehabilitación Integral a Favor de las Persona con Discapacidad y la Ley 26.378/08 Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Los nuevos marcos legales y sus desprendimientos normativos, los cambios en las dinámicas demográficas vinculadas a la reproducción, las familias y los hogares y la flexibilización de los modelos patriarcales de masculinidad y paternidad conviven en nuestra sociedad con prácticas y discursos sociales tradicionales sobre la organización social del cuidado y una desigual distribución de la renta, los bienes, los servicios y del acceso al bienestar. Todo ello, conforma el contexto en el cual los hombres que residen en barrios pobres y marginales ejercen sus paternidades.

Mosaico de paternidades: la encuesta

Con el objetivo de obtener información para conocer las características de los padres residentes en el barrio La Colina –ubicado en el AMBA– donde se realizó el trabajo de campo, en 2016 se llevó a cabo una encuesta por muestreo coincidental en los dos principales accesos al barrio a 107 padres residentes y que tuvieran entre 18 y 49 años. A partir de la misma, se pudieron identificar y analizar algunas características que luego fueron indagadas en profundidad con el método etnográfico.

La edad promedio al momento de nacer el primer hijo fue de 20,9 años. Los tipos de hogares de la muestra fueron: 19% de hogares unipersonales8; 9% pareja sin hijos; 11% monoparentales (el varón) con alguno o todos los hijos; b) 43% conformados por la pareja y alguno o todos los hijos de cada uno o de ambos; c) 18% de familias extensas. El número promedio de hijos fue de 1,91, con una amplitud de 1 y 5 hijos.

Se preguntó si vivían con todos los hijos y el 49% respondió “no”. Se quiso considerar las variaciones según la edad y por ello, los padres fueron distribuidos en tres grupos etarios: a) Grupo 1: compuesto por 33 hombres de 18 a 25 años; b) Grupo 2: compuesto por 44 hombres de 26 a 35 años; c) Grupo 3: compuesto por 30 hombres entre 36 y 49 años. Al desagregar la misma pregunta según estos grupos, se observó que son los más jóvenes quienes viven menos con todos sus hijos. Esto es, el 59% del Grupo 1 respondió que no vive con todos los hijos; mientras que este porcentaje baja al 49% y al 38% en los grupos 2 y 3 respectivamente.

También se preguntó si tenían encuentros con los hijos no convivientes, según las frecuencias de los mismos distribuidas en: a) al menos 1 vez cada quince días; b) 1 vez al mes o menos; c) nunca en los últimos 5 años. Las respuestas fueron: a) el 31% tiene encuentros con los hijos no convivientes al menos 1 vez cada 15 días; b) el 37% tiene encuentros 1 vez al mes o menos; y c) el 33% respondió que no los ve. El 95% de los hijos que no ven a los padres son primogénitos. En general, se trató de hijos nacidos de relaciones casuales menores a un año de duración e iniciadas antes de los 20 años. Los hijos subsiguientes, de otras parejas, tienen una relación más fluida con los padres, incluso luego de haberse sucedido una separación. Al desagregar por los grupos etarios, los jóvenes del Grupo 1 son los que menos tienen encuentros con sus hijos no convivientes con el 41%, mientras que en el Grupo 3 este porcentaje cae a 14%.

Cuando se les preguntó si había algún motivo por el cual no tenían encuentros con los hijos no convivientes, la respuesta más frecuente fue que las madres de sus hijos no quieren que lo hagan. Para todos los padres, la distribución fue de la siguiente manera: a) 52,6% respondió que la madre del hijo no quiere, con expresiones tales como “nunca me dejaron verlo”, “no quiere que la vea”, “la madre nunca quiso que me acercara”; b) 26,3% respondió que luego que se separó ya no lo vio; c) 15,8% mencionó que nunca conoció a su hijo ni intentó un contacto; d) 5,2% respondió que los hijos son grandes y viven solos o con sus respectivas esposas e hijos.

Del 33% general que mencionó que no ve a los hijos no convivientes, el 77% refirió que tiene otros hijos con los cuales tienen un trato frecuente (al menos 1 vez cada 15 días) el cual incluye actividades de cuidado, atención y contención. Centrándome en estos casos, se amplió la indagación con observaciones y la realización de entrevistas semiestructuradas realizadas a dichos padres.

Experiencias de paternidad

Con el fin de profundizar las variaciones en el ejercicio de la paternidad que un padre presenta con distintos hijos, en este apartado me centro en el análisis de las entrevistas semiestructuradas y las observaciones realizadas donde habitaban los padres que mencionaron que no ven a algún hijo y que también son padres que cuidan, atienden y/o proveen a otros hijos. En las entrevistas se indagó sobre el tipo de relación que los entrevistados tenían con sus propios padres y/o progenitores, sobre los modelos de paternidad y la “buena paternidad”, sobre el tipo de vínculo con las madres de los hijos y con sus hijos.

En concordancia con los actuales discursos sociales e institucionales que definen la paternidad caracterizada por la interacción, la accesibilidad y la responsabilidad (Oiberman, 1998) y por una mayor participación en las actividades de cuidado, atención y contención (Olavarría, Benavente, y Mellado, 1998; Bonino, 2003a), los entrevistados señalaron que ejercen sus paternidades con algunos de sus hijos a partir de una activa participación en las actividades de cuidado, protección, traslados, cuidados de la salud, abastecimientos, preparación de los alimentos y limpieza y orden del hogar, entre otras. Asimismo, en consonancia con investigaciones previas (Coltrane, 1996; Gupta, 2007; Bourgois, 2010), esta intervención puede estar vinculada con las demandas de las madres que trabajan y por la importancia que sus ingresos tienen en las finanzas familiares y domésticas. Ahora bien, estas experiencias de paternidad se presentan en padres que, a la vez, pueden ser todo lo contrario con otros hijos.

Un ejemplo de ello es José, quien tiene 30 años, 3 hijos de 13, 8 y 7 años, 1 con una primera mujer y 2 con una segunda, está separado de ambas madres, trabaja de albañil haciendo changas y vive solo en una habitación con baño y cocina en el mismo barrio que sus hijos.

J: Mi suegra no me permitió que me acercara nunca al chico, decía que no quería nada de mí. Tiene 13 y lo veo porque vivimos en el mismo barrio, en el mismo pasillo. Nunca me hice cargo, nunca la ayudé a la mamá con nada. No porque no quería sino porque nunca me dejaron. Cada vez que me veían me echaban y me decían que no se me ocurra acercarme al nene. Hasta el día de hoy lo veo en el pasillo o cuando ando comprando y es como si nada. Él sabe que soy su papá, pero ni me mira, no me saluda.

E: ¿Y a los otros dos?

J: A los más chicos los veo todos los días y los llevo al colegio y los traigo. Los cuido todas las tardes porque la mamá se va a trabajar.

E: ¿Vos estás trabajando ahora?

J: No… bueno, sí. Hago changas acá en el barrio, pero con el tema de mi pierna [reuma] no puedo cargar peso y si me ven rengueando ya no me llaman porque saben que no puedo hacer mucho parado.

E: Y sí. Estás mucho con los chicos.

J: Los llevo a fútbol, cocino, se bañan, comen en casa y después a la noche se van. Si se enferman y la mamá no está, los llevo al hospital y si tienen control médico también los llevo. Cuando tengo plata, se la doy a la madre para que le compre lo que necesitan y también cuando salgo con ellos les compro si necesitan algo. A veces zapatillas o campera, mochilas, lo del colegio. Disfruto mucho estar con ellos.

Otro ejemplo, es Toto quien tiene 31 años, es padre de una hija de 6 años que tuvo con una mujer y de un hijo de 4 años con otra mujer, trabaja de panadero en una panadería dentro del barrio y vive solo en una casa de madera. La primera hija no sabe que Toto es su padre mientras que con el más chico la relación es fluida y de cuidado cotidiano. La relación con la madre del hijo más chico, desde la perspectiva de Toto, es conflictiva y violenta, con discusiones constantes debido al consumo de drogas de la madre del hijo y por la actual pareja de ésta que se encuentra en la cárcel de Ezeiza privado de su libertad.

A la de 6 años la madre no me deja acercarme a ella y ella no sabe que soy el papá. A ella no le paso dinero porque no sabe que soy su papá y ella tiene su pareja y otros hijos y no quiero causarle problemas.

Con el de 4 es diferente. Cuando llego del trabajo muchas veces lo paso a buscar por la casa de la abuela y lo llevo conmigo. Se queda a dormir muchos días, le preparo la comida, lo baño. Hasta que viene la madre y se lo lleva… Trato de pasar todo el tiempo que puedo con él, lo llevo a entrenamiento de fútbol. A la madre no le paso dinero porque ella se lo gasta en droga o le compra las cosas a su novio, entonces no le doy. Si necesita algo para mi hijo, me dice lo que necesita y yo le compro… mercadería, por ejemplo. Pero no mucho porque se lo lleva a la cárcel al novio. Le compro zapatillas, ropa, pago la cooperadora del jardín.

Siguiendo las narrativas de los padres entrevistados, los cuidados que realizan con sus hijos puede ser tanto acciones pasivas (estar, pasar tiempo, acompañar) como activas (bañarlos, prepararles la comida, alimentarlos, trasladarlos, comprarles lo necesario), tendientes a satisfacer necesidades de posesión o acceso a bienes y servicios (dinero, vivienda, alimentos, salud, educación, recreación, seguridad). Estos relatos coinciden con los resultados obtenidos en investigaciones realizadas en Buenos Aires9 sobre las representaciones sociales de la paternidad, que señalan que para los hombres la paternidad implica ser responsable y afectuoso (Camarotti y Kornblit, 2015; Kornblit, Mendez Diz y Petracci, 2002).

Las posibles combinaciones de relaciones con los hijos de los padres entrevistados pueden incluir no tener contacto con algunos, solo pasar dinero a otros y ser el principal responsable de las actividades de cuidado de otro hijo, conformando en cada padre una paternidad mosaico en la que conviven múltiples modelos, diversos e incluso antagónicos. Por ello, no son simplemente identificables como, por ejemplo, autoritarios o democráticos (Olavarría, 2000; de Keijzer, 2000), ausentes o participativos (Bonino, 2003a). Se trata de una heterogeneidad intrapersonal de las formas de paternar, bajo un mismo horizonte normativo de la paternidad el cual, a su vez, se encuentra en entredicho. Asimismo, estas acciones tienen bases materiales –como el tener o no tener trabajo o dinero– que moldean el acceso a los bienes y recursos y moldean ejercicio de las paternidades. Este es el caso de Julio, quien tienen 32 años, es padre de 3 hijos de 14, 10 y 9, cada uno con una mujer distinta, que vive solo y actualmente no trabaja.

J: Al de 14 años nunca lo veo, lo cruzo en el pasillo, pero él no sabe de mí, no sabe que soy el padre. La madre nunca quiso que me acercara y nunca le dijo que soy el padre.

E: ¿Sabés que le dijo sobre su padre?

J: Una vez me dijeron, mi primo me dijo, que la conoce a ella y a su hermana. Me dijo que [el nene] le había dicho que yo estaba muerto en el cementerio como su abuelo.

E: ¿Nunca fuiste a decirle nada?

J: No. Al tiempo conocí a mi señora y ella [la madre del hijo] tiene un marido que no quiere que me acerque a ella o al nene.

E: ¿Y con los otros cómo es?

J: Al de 9, cuando tengo dinero le doy a la madre. Antes le daba seguido, siempre que tenía algo lo separaba y le llevaba a la madre. Ahora que no tengo trabajo no le doy.

E: ¿Ella te reclama?

J: No. Sabe que no tengo. Con la de 10 hago el papel de madre ya que la madre trabaja todo el día y yo actualmente no tengo trabajo. Hago todo mientras la madre trabaja. La preparo para salir, la llevo al colegio, voy a las reuniones de padres. La llevo a gimnasia artística. Le cocino todos los días menos los fines de semana que ahí cocina mi señora y también ayudo con la tarea.

Un motivo frecuente por el cual los padres mencionan no ver a sus hijos, son las separaciones. Por ejemplo, Alberto, de 34 años, padre de 2 hijos: un nene de 8 años y una nena 6 años, que vive con los padres desde que se separó de la madre de su primer hijo y trabaja de operario en una fábrica de automotores.

A: A mi hijo de 8 no lo veo porque me separé de la madre y me fui a vivir con mis viejos y nunca más lo vi.

E: ¿Vive acá?

A: Sí, del otro lado, por la calle X. Casi no lo veo. Al tiempo conocí a la mamá de mi nena de 6 y al tiempo nació ella. De ella me ocupo más yo que la madre… de todas las cosas que necesita, estoy con ella, la llevo a la escuela y la busco cuando no puede ir mi mamá. Paso por ella. También la llevo al médico, pediatra o dentista. Le compro las cosas del colegio y pago el colegio. Cuando me toca estar todo el finde con ella la llevo a pasear. Disfruto cada momento. A la mamá le paso plata todos los meses y mi mamá también me ayuda con ella cuidándola o con algo de dinero.

Tanto en Julio como en Alberto, se combinan en las experiencias de paternidades: ser un proveedor intermitente según si tiene o no trabajo con un ejercicio de la paternidad intensiva. Esta paternidad intensiva, retomando la propuesta de Hays (1998) para las maternidades, refiere a un modelo de crianza y educación que requiere mucho esfuerzo, dedicación y trabajo cotidiano, con el fin de atender a los hijos con afecto, sus necesidades y deseos, luchar por dar respuesta a sus necesidades y por anteponer el bienestar del niño a la propia conveniencia. Estos requerimientos constitutivos que pueden ser extensivo a las nociones que los entrevistados señalan de la paternidad, se traducen en acciones que realizan los padres con los hijos, como por ejemplo: entrega de tiempo y recursos, postergación de los proyectos personales en pos del bienestar de los hijo/as, protección y seguimiento del desarrollo y crecimiento biológico, social e individual de los hijos. En particular, en las narrativas de los padres estas acciones se expresan en llevar a los hijos al colegio, al médico, a las actividades extraescolares, a pasear; comprarles alimentos, vestimenta, calzado, útiles, regalos; cocinarles y darles de comer; vestirlos; bañarlos; atenderlos; jugar con ellos; proveerles una vivienda y seguridad.

La yuxtaposición de modelos parece generar conflictos en los padres en general, ya que –como señaló Bourgois (2010)– es la madre la principal responsable de decidir y organizar el tipo de vínculo con el hijo. Las expresiones “mi suegra no me permitió que me acercara nunca al chico”, de José; “la madre no me deja acercarme a ella”, de Toto, o “la madre nunca quiso que me acercara”, de Julio, dan cuenta de esta autoridad de la madre y, a la vez, de una aceptación sin mucha resistencia por parte de los padres. Esta centralidad de la madre en la crianza de los hijos se combina con la práctica frecuente de desvincularse económica y afectivamente de los hijos, sobre todo cuando la madre o él forman una nueva pareja. La base de este argumento recae en la diferencial importancia de los roles maternos y paternos (Valdés y Olavarría, 1998; Esquivel, Faur y Jelin, 2012; Faur, 2012; Bourgois, 2010; Bonino, 1995).

Por ejemplo, cuando le preguntamos a Julio si había intentado ver a su hijo, nos respondió que lo intentó una vez pero que no logró modificar la voluntad de la suegra y la madre de su hijo y no volvió a intentarlo. Asimismo, Juan (padre de un hijo de 7 y otro de 5 con dos madres distintas, vive con el hijo más chico y trabaja haciendo changas en el barrio) comentaba que había intentado ver a su hijo una vez, que la suegra lo echó y luego de eso nunca más había vuelto a intentar acercarse al hijo.

E: ¿Quisiste verlo en algún momento?

J: Sí, una vez fui y me agarró mi suegra y me echó y nada, me fui.

E: ¿Volviste?

J: No

E: ¿Por?

J: No sé… ella es la madre y la madre con los hijos… es la madre.

El relato de Juan coincide con una distribución tradicional genérica de roles en la cual las madres son las principales encargadas de la crianza y la provisión de bienestar de los hijos, la cual convive en Juan con experiencias de paternidad acordes a un modelo de padre más flexibilizado que el tradicional, al estar a cargo de forma exclusiva de su segundo hijo ya que la madre del mismo se encuentra en una cárcel federal. Desde la perspectiva de los propios entrevistados, todo arreglo se encuentra supeditado a las constantes fluctuaciones vinculares, laborales y económicas, siendo difícil sostener los arreglos a lo largo del tiempo.

A las dificultades de responder a las demandas de los modelos de masculinidad hegemónica de proveer, ostentar el poder y el saber, se agregan las dificultades de responder a las nuevas exigencias de ser padres cuidadores, participativos, receptivos de las necesidades los hijos y que no emplean la violencia para ejercer la autoridad con sus hijos –paradójicamente, violencia a la cual están expuestos diariamente por ser pobres, marginales, vulnerables y segregados10–. Las masculinidades y las paternidades tradicionales se encuentran en entredicho y aún no se han estandarizado socialmente nuevas lógicas hegemónicas, quedando los arreglos supeditados a individualizaciones que tienden a responsabilizar a los propios padres tanto de los aciertos como de los errores.

Conclusiones

El texto es el resultado de una investigación etnográfica realizada durante 2009-2016 con padres residentes en un barrio marginal, pobre y vulnerables del AMBA –localmente denominados villas–, la cual también incluyó la realización y análisis de una encuesta de tipo coincidental a 107 padres entre 18 y 49 años residentes en el mismo barrio y realizada en sus cuatro principales accesos. En el texto se analizaron las diversas formas de ejercer la paternidad en un barrio marginal y vulnerable, las cuales se señalan que son coyunturales, cambiantes e inestables, propias de cada díada padre-hijo y que dependen del tipo y características de la relación entablada con la madre, la cual sigue siendo la principal encargada de los cuidados de los hijos. De esta manera un mismo hombre puede ser un padre que ve muy poco a un hijo y a la vez cuidar diariamente de otro hijo, estar atento a sus necesidades, bienestar y cuidados, dando por resultado un mosaico de paternidad en un mismo padre. Es decir, se conjugan estereotipos de paternidad hegemónica con otros más flexibilizados asociados a padres que ejercen una paternidad intensiva. A ello lo describo como una heterogeneidad intrapersonal de paternar bajo un mismo horizonte normativo de la paternidad el cual, a su vez –según señala la bibliografía– se encuentra cuestionados por los discursos sociales e institucionales.

Del análisis de las encuestas realizadas, destaca que el 49% (valor que asciende a 59% entre los más jóvenes) de los encuestados no vivía con todos los hijos de los cuales el 33% no los ve y el 37% lo hace una vez al mes o menos. Al analizar los motivos que referían los padres acerca de no tener encuentros con los hijos no convivientes, la respuesta más frecuente fue que las madres de sus hijos no quieren que lo hagan. Del 33% general que mencionó que no tener contacto con el/los hijo/s no convivientes, el 77% refirió que tiene otros hijos con los cuales ejerce otras formas de paternidad más activa, incluso intensiva. Esta ausencia de contacto con alguno de sus hijos, se combina con otras experiencias de paternidad intensiva y/o con modelos tradicionales en los que su principal actividad es la de proveedor.

En dichos casos, se amplió la indagación con métodos de análisis cualitativos que contemplaron la realización de observaciones y entrevistas semiestructuradas. Los padres entrevistados que no ven a algún hijo y que tienen más de uno refieren relaciones variables con los otros hijos a los que sí ven. Estas relaciones variables pueden incluir en un mismo padre: no tener contacto con un hijo, solo pasar dinero a otro y ser el principal responsable del cuidado, atención y contención de otro hijo. Asimismo, algunos mencionaron que solo se encargan de trabajar (formal y/o informalmente) y llevar dinero a la casa y a la madre del hijo, otros que ambos trabajaban y en conjunto se encargan del cuidado de los hijos, otros se encuentran sin trabajo y cuidan a los hijos mientras las madres trabajan o se encuentran detenidas en penales.

Siguiendo los hallazgos y análisis presentados en este texto, considero sería interesante analizar los modelos de la buena paternidad entendidos como horizontes normativos que moldean las experiencias de paternidad y las subjetividades de los padres, sus relaciones con las políticas públicas y el Estado como también con las diversas violencias que moldean las vidas cotidianas de todos los hombres, mujeres, niños, niñas y adolescentes que habitan en los barrios pobres, marginales y vulnerables del AMBA.

Material suplementario
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Notas
Notas
1 Para la realización de la investigación se contó con financiamiento de la Untref (Untref-112) y de la Unlam (C2DER-021).
2 Según datos del censo de 2010, el barrio cuenta con 9.532 habitantes, de los cuales 1.805 son hombres entre 18 y 49 años.
3 A lo largo del texto se hace mención a “barrios del AMBA” sin aclarar específicamente cuáles debido a que de esta manera se resguardan las identidades de las personas entrevistadas.
4 En adelante, agréguese “o/a” cuando corresponda.
4 El sistema de sexo/género define atributos, formas de relación entre hombres y mujeres, entre los propios hombres y entre las mujeres definiendo espacios en los que se organizan normatividades, jerarquías, privilegios y sanciones según su asignación de género. Se basa en un sistema de poder erigido sobre la noción de la supremacía de lo masculino sobre las mujeres y lo femenino (para ejemplos de análisis en América Latina, véase Fuller, 2000; Lamas, 1996; De Barbieri, 1992, Olavarría, 2001).
5 En los estudios sobre adolescencia/juventud debe distinguirse entre edad demográfica y etapa del ciclo de vida de los jóvenes. Para algunos esto es especialmente válido para los varones jóvenes de sectores populares y la población más pobre de los respectivos países, puesto que inician en edades más tempranas la etapa de juventud y adultez. Un joven de 17 años, que es padre, vive con su pareja y trabaja para lograr su sustento es un joven, pero no es un adolescente. Algunos estudios consideran como adolescentes a los jóvenes entre 12 y 19 años, aunque este criterio difiere en otros que inician la adolescencia a los 10 años y la terminan con adultos jóvenes de 21 años. Se distinguen entre adolescentes menores (10 a 13 años), adolescentes de edad mediana (14 a 16 años) y adolescentes mayores (17 a 19 años).
6 La Tasa Global de Fecundidad representa el número de hijos que en promedio tendría una mujer de una cohorte hipotética de mujeres que durante su vida fértil tuvieran sus hijos de acuerdo a las tasas de fecundidad por edad del período en estudio y no estuvieran expuestas a riesgos de mortalidad desde el nacimiento hasta el término del período fértil.
7 La tasa de dependencia poblacional expresa, en forma de porcentaje, la relación existente entre la población dependiente y la población económicamente activa. Se calcula sumando el número de personas entre 0 y 14 con los mayores de 65 años y luego dividiéndolos sobre el número de personas entre 15 y 64 años.
6 Diferencia de conceptos que implica comprender las complejas interrelaciones y las fluencias, confluencias o conflictos que se deben ir solucionando, día a día (con todos los peligros que ello implica, en lo micro y/o en lo macro) la relación entre ciudadanía y agencia.
8 En general estos hogares se emplazaban en viviendas conformadas por habitaciones construidas en la vivienda familiar que, en raras ocasiones, poseían baño y en las cuales se improvisaban cocinas con garrafas o con electrodomésticos.
9 Los autores tomaron una muestra de 100 jóvenes varones sin hijos entre 18 y 30 años de edad, en la ciudad de Buenos Aires.
10 Me refiero a lo que se ha denominado en la bibliografía como violencia simbólica, estructural, laboral, criminal, policial, institucional, crueldad, violencia barrial, entre otras.
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