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FEMINISMOS EN MOVIMIENTOS EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE INTERSECCIONES ENTRE PENSAMIENTO Y ACCIÓN POLÍTICA
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VII, núm. 12, pp. 11-23, 2020
Universidad Nacional de Cuyo

Proliferaciones feministas en movimiento

Irrumpen, agitan, abruman, avasallan, las feministas se mueven de manera irregular, sus estrategias son proliferaciones, marchas multitudinarias, performances, producciones audiovisuales difundidas por redes sociales y la blogosfera pero también son gestos cotidianos casi imperceptibles de mujeres que luchan por la vida en un mundo de capitalismo brutal (Sassen 2015). Reconocer las relaciones entre economía-política global, sus violencias y las contrageografías de cuidado es un ejercicio de conciencia política, el intento de derrotar la ubicuidad de la dominación y de vincular las resistencias, es la acción política (Benería 1999; Sassen 2003, 2006).

La persistencia de gobiernos coloniales y patriarcales, el neoliberalismo financiero-extractivista, las derechas y las izquierdas conservadoras son los marcos de referencia donde se tejen alianzas heterogéneas, translocalizadas, en ocasiones contradictorias y tensas, de personas desposeídas. ¿Qué son estos feminismos en movimiento? La historia conforma el movimiento y el movimiento tensiona la política, la remoldea y ofrece maneras inesperadas de acción colectiva (Álvarez 2019, Daich y Tarducci 2018, Vega 2019).

Las proliferaciones se reproducen en todas las direcciones, pero nos interesan aquellas que crecen desde abajo intentando agrietar el muro, aquellas que, nacidas en el sustrato de la violencia, aprendieron a construir refugios desde donde sostener la supervivencia, la lucha. Las feministas diversas poseen pequeños tentáculos, herramientas de resistencia que construyen vínculos entre desprestigiadas (Ahmed, 2018) devenidas madres, nietas, hijas, brujas, jóvenes, ancianas, indígenas, disidencias sexuales, empobrecidas, precarizadas, racializadas, históricas, novatas, pioneras. Las fuerzas insurrectas rejuvenecidas nacen en el ojo del huracán, se apropian de las redes sociales despertando los deseos de autodeterminación latentes.

Reconocer la distopía de la ocupación social de los cuerpos feminizados, el control del placer, la sexualidad, la gestación, los abortos, los parires y las crianzas como ejercicio de descolonización y despatriarcalización implica identificar los múltiples ensamblajes y las prioridades diversas (Sassen, 2006). Los cuerpos en contacto con otros cuerpos engendran la política de la plaza, la militancia callejera; el activismo académico reorganiza los equilibrios ante las amenazas de destruir las fuerzas insurrectas que piden legalizar el aborto. La genealogía de la micropolítica feminista consiste en la acumulación histórica de luchas ocultadas como estrategia de sobrevivencia, retomadas por las más jóvenes (Rolnik en Bardet, 2019), urdidas por las sobrevivientes al genocidio colonial de Abya Yala, quienes saben que los cuerpos son parte de la biosfera.

Sin duda, las estrategias feministas desplazan a las formas tradicionales de organización política, redefiniendo las nociones de acción colectiva, de movimientos que buscan romper el status quo y cuestionan hacia adentro al sujeto revolucionario masculino y sus heroísmos. La potencia del discurso feminista es trama que anuda lo íntimo-privado-político, habitando el espacio público como territorio común de (des)encuentros, de reclamos, denuncias y malestares.

Los escenarios del feminismo son ensambles entre economía, historia, lugar, sexo, frontera, cuerpo, que delinean el espectro de la subjetividad. Intentamos una sismografía que dibuja recorridos microsubversivos, que sigue la estrategia equilibrista de cuerpos feminizados, desfeminizados, feministas, en la plaza, en la casa, en la cama. Trazamos un primer esbozo de una topología de la protesta feminista, en Nuestras Américas, agenciada por actoras que politizan sus vidas y subvierten las formas de organización tradicional, dando a luz estrategias antes no contempladas.

En una Argentina endeudada y precarizada, las feministas sostienen la huelga y los pañuelos verdes ondean por la despenalización del aborto, irradiando su convicción hacia las mujeres de distintos países que comparten sus experiencias de violencia y reivindican la autodeterminación de sus cuerpos, al mismo tiempo que luchan en contra violencia obstétrica, los feminicidios y transfeminicidios (Cfr. Alvarado, Fernández Hasan, 2018).

En primera línea, las mujeres indígenas ecuatorianas sostienen el paro plurinacional, se vuelven actoras beligerantes que bloquean calles, marchan rechazando la colonialidad del imperio, el machismo del Estado, convocan cacerolas de defensa civil. Las chilenas reciben el sonsonete, sostienen una protesta interminable, reviviendo y prueban el fracaso del neoliberalismo económico, exponen los males heredados de la dictadura y la posdictadura; las feministas toman las calles, las redes sociales, la agenda mediática y contagian al planeta con su tesis: “El estado opresor como macho violador”. En Haití, la bomba racista explota y es sostenida por mujeres que cuidan las emergencias sanitarias y la subsistencia.

La tensión geopolítica aplasta a una Venezuela dependiente del petróleo como recurso fundamental, donde las mujeres sostienen la supervivencia y el éxodo. En un Brasil gobernado por la derecha fascista y misógina que estimula la emergencia conservadora en los países de la región, en Bolivia donde las feministas deben luchar en contra del racismo y la misoginia de Estado, en Colombia donde la paz constituye un peligro feminista que busca desestabilizar la familia patriarcal tradicional, que proponen la creación de nuevas comunidades de paz, desde lo rural.

La intensificación de las transacciones financieras, la obsolescencia programada de la tecnología, el extractivismo, la expulsión, los despojos y desplazamientos. El eco de los despojos ocurre en un contexto de extractivismo radical y crisis ecológica de la biósfera que promueve la devastación de miles de hectáreas de bosques nativos habitados por pueblos indígenas que reclaman otros modos de existencia en el mundo que no devasten los otros seres que permiten el reciclaje de los ciclos vitales. Ecofeministas, feministas indígenas son amenazadas, criminalizadas y asesinadas. Buscan tejer la plurinacionalidad como práctica teórica-política. El feminismo es horizonte ético posible que se alía a otras propuestas éticas.

La necropolítica en Nicaragua castiga a perpetuidad a mujeres que abortan, persigue feministas antiorteguistas. En una Honduras de posguerra, vaciada por la migración, expulsa a las migrantes en movimiento que intentan recomponerse, mujeres negras que intentan posicionar su palabra ante la violencia territorial. En Guatemala, los feminicidios, la violencia contra las niñas son parte del sentido común que gobierna a los pueblos indígenas y sin embargo, las feministas indígenas practican la sanación ancestral del cuerpo-territorio; la recomposición del tejido social en medio de la brutalidad de la justicia para las muertas. Esta diversidad de prácticas-políticas ha construido registros alternativos que buscan ensamblar: experiencia, acción y pensamiento, “cuerpo-territorio”

El tren de la muerte que va de Centro América a México es interceptado por Las Patronas, mujeres de sectores populares que alimentan a viajeros expulsados del capitalismo mundial, en un país en que la cifra de feminicidios aumenta y las políticas extractivistas y las prácticas machistas persisten, las zapatistas de Chiapas ofrecen refugio a las mujeres para contar las historias de violencia. La construcción de muros policializados constituye el emblema de las relaciones de exclusión Norte y Sur, expulsando cuerpos-migrantes-indeseables e invitando al trabajo explotado, desechable en las guerras ajenas del imperio. Las mujeres migrantes de Nuestra América enfrentan la xenofobia, el racismo, la deportación. En Cuba, la ola conservadora respecto de los derechos sexuales y reproductivos, la deserción del socialismo, presiona la feminización de la supervivencia.

Las premoniciones feministas no son nada más que la advertencia de la violencia, la capacidad lógica de predecir desde la evidencia, los hechos antes de que ocurran. Un feminismo que nace de las entrañas para pronunciar la violencia y advertir que bajo la brutalidad del neoliberalismo patriarcal no podemos continuar, que nos proponen sujetos en revolución permanente, que involucran las emociones, la inteligencia con determinadas metodologías hacia una subversión e insurrección epistemológica.

El sujeto político de los feminismos está en revolución permanente

Nos propagamos. Cuerpo a cuerpo salimos a las plazas, calles, universidades. Tomadas de la mano paramos el camión y a los militares que intentan penetrar en nuestras comunidades a extraer bienes de nuestros territorios. Somos la primera línea en el paro, armamos el campamento, coordinamos el cacerolazo, convocamos asambleas para pensar en el golpe racista, organizamos encuentros entre mujeres para contarnos nuestras violencias. Irradiamos rabia, furia, dolor, alegría, valentía. Prendemos fuego, gritamos los nombres de las ausentes, nos buscamos ansiosas entre tantas diferencias.

Tejemos juntas comunidad por venir frente a dos, tres generaciones y más. Hermanas somos de las que no están, de las que asesinaron, de las que encarcelaron, de las que desplazaron, hermanas somos de las que vendrán. Diversas en condición y en situación. Sujetas en deconstrucción y en permanente contradicción. Colegas que hablamos desde los márgenes de lo legal y lo legítimo. Compañeras somos porque creamos y reinventamos el mundo desde la desolación y el duelo que nos está tocando vivir, deseamos con ansias encontrar el poder de la sanación.

Somos las que abortan y las que acompañan los abortos, las mujeres trans que ponen en jaque los binomios del sistema sexo-genérico opresor, las lesbianas que encarcelan por besarse en público, las parteras indígenas que apoyamos a otras mujeres a parir y parirse. Somos sanadoras indígenas y urbanas que sentipensamos la espiritualidad para recuperar los saberes y los poderes que, desde la fundación del capitalismo, nos han querido arrebatar (Federici, 2004).

Somos las empobrecidas del sistema capitalista y racista. Obreras que trabajan en maquilas más de doce horas diarias, trabajadoras del hogar que limpian las casas de otras mujeres, las trabajadoras sexuales que son señaladas por otras y perseguidas por la policía, somos presas del sistema y estamos reclusas en cárceles.

Somos memoria viva, nos espejamos con las rastreadoras que buscan en fosas con picos, palas y uñas los cuerpos de sus hijas, hermanas, tías. Las Abuelas de Plaza de Mayo que no se cansan de buscar a sus nietas, las abuelas de Sepur Zarco que exigieron justicia para que sus generaciones venideras no fueran esclavizadas ni sexual ni domesticamente por nadie.

Somos las desplazadas. Mujeres con nuestras hijas, hijos, corridas de nuestros territorios por causa del neoextractivismo. Indígenas urbanas que salieron de sus comunidades huyendo de la violencia e intentan recrear sus existencias comunitarias en la selva de cemento. Somos las defensoras de la naturaleza, mujeres indígenas organizadas en tramas comunitarias que defienden sus cuerpos-territorios. Las que abogamos por la biosfera y nos declaramos ecofeministas y animalistas.

Somos defensa. Ponemos nuestros cuerpos en primera línea para luchar por nuestros territorios, nos convertimos en guardias indígenas, milicianas e insurgentas zapatistas y creamos grupos de autodefensa.

Somos solidaridad. Alimentamos a las y los cuerpos migrantes mientras viajan en los trenes. Somos migrantas recorriendo caminos y evadiendo peligros. Somos madres que estudian, trabajan, militan, que ponen en el centro de la vida los cuidados. También somos madres que no pudieron estudiar.

Somos las universitarias que demandan la gratuidad de la educación y gritan alto a la violencia y acoso sexual por parte de prestigiosos investigadores. Nos identificamos con las denunciantes del Me too y rompemos el silencio.

Somos artivistas. Pintamos los muros de las fronteras, componemos canciones, invadimos las calles con nuestros cuerpos haciendo performance, cantamos rap, hip hop y rock, recitamos poesía en nuestras múltiples lenguas. Nos cuidamos hasta en la red y somos artivistas, hacktivistas, hacemos uso y apropiación de las redes sociales, herramientas del amo, para protegernos y también para convocarnos.

Somos denunciantes de un feminismo que no nos quiere ver y por tanto lo queremos decolonizar. Somos las afro, negras, chicanas, feministas en la intersección, okupas en la academia e intelectuales indígenas que no queremos estar en el cajón feminista.

Somos tejido. Nos hacemos colectivas y creamos sujeto político colectivo que se desconecta y reconecta en estas sociedades en red.

Somos muertas y estamos vivas, rebeldes, locas, libres, hartas y muchas veces juntas.

Sin duda un fantasma recorre Abya Yala. El fantasma de los feminismos y las feministas. Así como una vez en el siglo XIX, en la vieja Europa se unieron fuerzas para combatir el comunismo. En la actualidad, confluyen poderes e ideologías conservadoras para acosar a los feminismos y a las feministas e impedir que crezca el movimiento y sus fines se manifiesten. Los señalamientos más fuertes son contra todas aquellas mujeres feministas que vienen de espacios populares y diversos y no creen más en el Estado, ni en la política dictada por hombres, ni en la justicia emanada por jueces varones, blancos, clase media. Los castigos se han vuelto ejemplares y violentos contra los cuerpos de las mujeres y feminizados, en ellos se traza la crueldad patriarcal. Los escarmientos son una muestra de lo que nos harán a todas si seguimos con el deseo insistente de agrietar el status quo, romper el muro de estas sociedades desiguales y racistas.

Y sin embargo, irrumpimos a fuerza de militancia y masividad. Los feminismos del Sur en la calle tejen la agenda plurinacional como práctica teórica-política. Feministas chilenas en fila miran al frente y levantan la voz contra la violencia de género en Santiago. Sibila Sotomayor y Daffne Valdés, venidas de las artes escénicas; Paula Cometa Stange, del diseño y de la historia ,y Lea Cáceres desde el diseño de vestuario, dieron vida al colectivo interdisciplinario de mujeres Las Tesis. A través de una performance1 pusieron en escena pensares aparecidos en Las estructuras elementales de la violencia de la antropóloga argentinobrasileña Rita Segato como antes lo habían hecho con El Calibán y la bruja de la feminista italoestadounidense Silvia Federicci. Las Tesis traducen lenguajes: ponen en formato perfomativo tesis académicas. Esta práctica que pone en diálogo saberes y hace puente para que circulen se viene germinando desde hace tiempo entre feministas.

Poner en formato escénico la teoría feminista ha sido la provocación que mantiene unidas a Mujeres Públicas desde el 2003. Magdalena Pagano, Lorena Bossi y Fernanda Carrizo crean recursos para comunicar la potencia del discurso feminista haciendo uso de la calle desde la trama que anuda lo íntimo-privado-político, habitando el espacio público como territorio común de (des)encuentros de reclamos, denuncias y malestares. Hacia el 2013 aparece En la Plaza. En la Casa. En la Cama con la que despliegan una cartografía feminista que invita a caminar, recorrer, itinerar nuestras genealogías en espacios que nadie recuerda.

En el marco del inicio del plenario de exposiciones por el proyecto de legalización del aborto en Argentina, hacia el 2018, aparecieron Las Criadas en el Senado2. Vestidas con capas rojas y gorros blancos recrearon los personajes de la novela del cuento de la criada escrito por la canadiense Margaret Atwood en la distopía de la ocupación social de los cuerpos feminizados: ¿quién tiene el control sobre el placer, la sexualidad, la gestación, los abortos, los parires, las crianzas?

Les temen, nos temen, porque saben que las feministas, las antipatriarcales, las que luchamos por las mujeres, no pedimos permisos para ser libres, enfrentamos al enemigo y lo señalamos con el dedo, le hemos puesto rostro, manos y cuerpo al sistema capitalista, racista, heteronormativo, patriarcal.

Y estamos en cada rincón de Abya Yala a veces organizadas y en otras ocasiones disueltas. Somos una trama compleja de subjetividades particulares y colectivas en el que se entremezclan elementos históricos, políticos, culturales, económicos e identitarios. A partir de nuestras insurgencias que vienen interrumpiendo los diversos escenarios construimos territorialidad en lo global y local, somos ensamblajes (Sassen, 2008) que promueven estratégicamente la disolución de las fronteras para rearmar nuestra insubordinación.

El sujeto político del feminismo es sin duda un proceso abierto que emana de subjetividades sociales plurales que pretende devenir comunidad heterogénea de mujeres que intentan romper la barrera ontológica trazada por la colonialidad del ser (Maldonado-Torres, 2007, del saber y del género (Lugones, 2008) entre nosotras. Esa colonialidad del ser que nos ha hecho construir a la otra a partir de nuestro referente e historia. Retomamos la urgencia capital de Mohanty (2008), cuando nos avisa del peligro de ir dibujando sujetos mujeres, sin analizar el contexto particular en el que las mujeres luchan contra toda forma de dominación. Sin duda, la colonialidad del ser debe dar cuenta de la experiencia vivida por los/las sujetas colonizadas, subalternizadas. Pero también no caemos en la trampa y asumimos que si bien ocupamos diferentes estaños en la cadena de jerarquías que marcan la opresión, no perdemos de vista nuestro histórico continuum de subordinación.

El feminismo es por mucho, el movimiento, pensamiento y práctica política que más se ha cuestionado sobre el sujeto de su praxis, gracias a ello tal como sugiere Márgara Millán:

...ha contribuido a la desestabilización del sujeto universal abstracto masculino que propone el paradigma moderno mostrando su parcialidad en términos sexo/género: pero por otra parte, ha reproducido la ceguera colonial en relación con las diferencias que sostiene el propio feminismo (Millán, 2011:11).

La larga tradición de lucha anticolonial y anticapitalista de las mujeres colocan diques al proyecto de muerte de la modernidad/colonialidad. La presencia de las mujeres es una constante afrenta a los proyectos de muerte, devastación y despojo que trae el capital. Imposible borrar de la memoria colectiva e histórica el paso de las mujeres y sus luchas en décadas anteriores e inevitable no pensar en ellas en la actualidad. Mujeres y feministas del Sur han sido las protagonistas para encabezar la renovada lucha contra los proyectos extractivistas en todo el territorio de Abya Yala. En el Sur global, no se puede pensar en el género, la clase, la raza, la generación, la sexualidad, sin pensar en la Tierra, la biosfera en palabras de Suely Rolnik (2018).

Defender la biosfera será apelar por toda la vida, una indispensable misión para nuestra sobrevivencia, pero para ello será urgente potenciar la vida misma, a través de la descolonización del deseo colonial capitalístico3 para desplazarlo por el deseo de actuar que nos ayuda a recobrar un equilibrio y con éste repoblar la construcción de la micropolítica (Rolnik, 2018: 100-103). La micropolítica es la esfera más íntima donde podemos romper la promesa de paraíso que nos vende el capitalismo. Las mujeres diversas en el cotidiano intentamos agrietar esa fantasía capitalista que nos está aniquilando y, a los cuerpos de las mujeres y a los cuerpos feminizados, asesinando con crueldad. Pero es un trabajo arduo puesto que implica ganar la batalla cultura y política en el todo social, desestabilizar el orden simbólico de género, revolucionar las relaciones y cuestionar el poder sexista y misógino, que está profundamente anclado en una cultura milenaria y en estructuras y relaciones construidas en una larga duración del tiempo social. Tarea que indiscutiblemente no se logrará si no intentamos vivir juntas entre tantas diferencias.

Apenas con este escorzo breve de sentires, deseos, acciones e intervenciones feministas ponemos a operar algunas conjeturas vinculadas: al diálogo, la traducción y la circulación de saberes atentas a que el activismo no es puro pragmatismo ni la producción teórica mera formulación académica; advertidas sobre la exclusión que colocaría a algunas en las universidades y a otras en la calle, a algunas como patronas y a otras como trabajadoras, algunas como académicas y a otras como militantes como si no hubiera un espacio en el que las reuniera o como si esas posiciones no fueran intercambiables a sabiendas de que estas condiciones están atravesadas y son co-implicadas en/por el sexo, la clase, la etnia, la edad, las creencias, la lengua, las localizaciones diversas, etc.; asumiendo que nuestra posición de sujetas habilita la vigilancia epistemológica, una-junta-a-la-otra, en la articulación academia-activismo.

Epistemologías feministas latinoamericanas: de memorias y genealogías

La teoría feminista identifica las formas implícitas y explícitas de la misoginia aparecida como productividad discursiva; acusa recibo de los silenciamientos, las marginalidades, las ausencias, los huecos, las lagunas como estrategias de institucionalización de saberes académicos; identifica lo que hace que ciertos discursos y pronunciamientos sean patriarcales; visibiliza cómo los valores atribuidos sexo-genéricamente dividen el mundo de acuerdo a privilegios que naturaliza y heteronormativiza; afirma la posibilidad de formas otras de construcción del conocimiento a las percibidas como hegemónicas; facilita métodos viables para reemplazar el logofalocentrismo y argumentar que los discursos de la filosofía y la ciencia occidental no son los únicos modelos –universales, abstractos, neutrales– sino que son el efecto de posiciones de sujeto inscriptas en intereses coloniales, capitalistas, racistas y patriarcales.

La filosofía feminista interviene, interrumpe y subvierte; pone en tela de juicio la validez de la autoridad patriarcal y la de quienes la legitiman frente a una epistemología de la ignorancia (Flores, 2008) que desautoriza la palabra de las mujeres subalternizadas. En la incapacidad de formular respuestas operan los mecanismos del patriarcado como una política de conocimiento y una epistemología de la ignorancia para limitar las expresiones críticas que atentan contra su preservación y continuidad. Descolonizar el canon dictado por el patriarcado, apropiarnos de nuestros pasados, deshabitar las prácticas, interrumpir la ausencia, la negación, el olvido y los silencios que la academia ha naturalizado como norma, aparecen como opciones para transitar una junta a la otra pero no junta a todas (Cfr. Alvarado, 2016a).

Sin embargo, hablar de teoría feminista, de filosofía feminista o de ideas feministas latinoamericanas presenta múltiples dificultades epistemológicas y políticas. Apenas nombrar a la filosofía como latinoamericana implica introducirse en la historia del concepto acerca de su origen, sus usos y motivaciones políticas. Al mismo tiempo no hay crítica teórica feminista si no cabe la propuesta de abrir un espacio para revelar cómo ciertas prácticas académicas y del ejercicio docente han guardado ciertos textos y no otros como memoria de un pasado, como legados y herencias que confieren cierta identidad histórica a un nosotras que se quiere situado. Pero ¿quiénes somos nosotras? (Cfr. Alvarado, 2017).

Del mismo modo en que el pensamiento euronortecentrado ha permeado la academia y las maneras en las que nos pensamos, nos decimos, nos vinculamos, las teorías feministas hegemónicas han imitado el gesto colonizador del saber, propio de la epistemología del varón blanco, europeo, propietario. En este sentido, indagar acerca del pensamiento feminista latinoamericano tiene como propósito contribuir a la búsqueda de una forma propia de nombrarse y de saber quiénes. Esta tarea de recuperación y construcción requerirá de herramientas metodológicas y claves epistemológicas que nos acerquen a los procesos que explican la situación de algunas mujeres, no de todas. Sucede que las realidades de las mujeres argentinas –diferentes, desiguales– se alejan de lo que les aqueja en Chile, en Venezuela, en México o en Bolivia. Quizás por ello sea preciso conceder que hablar de una filosofía feminista en América Latina o de pensamiento feminista latinoamericano no sea más que una ficción, puro cuento (Cfr. Roig, 1995) y, tal vez en ello sostenga su potencialidad política aunque al mismo tiempo encubra aquello en lo que se diferencia.

Preguntar por la presencia de las mujeres en la filosofía occidental, rescatar lo dicho sobre las mujeres desde la filosofía euronortecentrada o bien indagar en usos que varias filósofas hacen de otros para hacer su propio feminismo, son algunos de los caminos que podemos andar para vérnosla con la cuestión de las mujeres aquí, en la periferia latinoamericana. En las dos primeras formas, reforzaríamos el centro desde donde nosotras somos las otras, siguiendo la huella de las ausentes, olvidadas, evitadas, silenciadas, o bien gestando una re-lectura del canon filosófico, en lo que hemos apuntado siguiendo a María Luisa Femenías como la “misoginia del romanticismo”, desde donde sería posible intervenir, interrumpir y reconfigurar una historia de la filosofía (occidental, moderna, contemporánea eurocéntrica y disciplinadora de la palabra y los cuerpos) desde las voces de las mujeres, y parirnos un archivo otro (Cfr. Alvarado 2017); tal vez una cuarta ruta desfonde lo que habitualmente entendemos por filosofía, para referir a la sujeto que piensa y hace filosofía situada y en contexto como feminismos del Sur (Alvarado, 2019) o pensamientos latinoamericanos descoloniales feministas como producciones que asumen el Otro de la hegemonía del saber occidental euronortecentrados en la urgencia de asumir una genealogía producto de la colonialidad y revelarnos contra ella.

En esta trama, el feminismo latinoamericano ha de reconocerse en relación con los feminismos europeos y norteamericanos e incluso hacia el interior del propio pensamiento latinoamericano que desconoció, ignoró, olvidó y/o invisibilizó las epistemologías de los feminismos y sus aportes a la teoría crítica.

Si el feminismo latinoamericano ha podido disociarse del feminismo globalizado, hegemónico, euronortecentrado desde una epistemología desobediente e insurrecta que (se) teje (en) su propia génesis e intenta tramitar la construcción del relato de Nuestra América en/desde Abya Yala frente a la occidentalización de su historia (Cfr. Gargallo, 2007; Paredes, 2008); las feministas críticas contrahegemónicas en Abya Yala, venidas de la tradición teórica del feminismo negro, de color o tercermundista, desde sus aportes para pensar la imbricación de la opresión desde la interseccionalidad o co-implicancia de raza-clase-género-sexualidad, operan un desfondamiento ya no solo respecto de la occidentalización de un comienzo sino un viraje epistemológico en el análisis de la colonialidad, el racismo y el género como episteme intrínseca de la modernidad dislocando la jerarquía de las opresiones relevantes para los estudios feministas (Cfr. Espinosa Miñoso, 2013).

El feminismo latinoamericano y el feminismo descolonial se encuentran en el propósito de desmarcarse del feminismo blanco euronortecentrado que pretende establecer conocimientos generales para todas las mujeres y se justifica así mismo en nombre de un nosotras al tiempo de hacer audibles las voces de mujeres en testimonios, narrativas, relatos, entrevistas desde las que modulan sus experiencias concretas habilitando saberes, sentires, quehaceres situados y en contexto; un entrar en relación; habilitar vínculos, sostener la trama; habitar junturas en los márgenes haciendo frontera como los nuevos sujetos del feminismo.

Este dossier pretende ser parte de la tarea genealógica que algunas feministas asumimos cuando nos proponemos la de(re)construcción de los archivos o, en otros términos, el almacenamiento de memorias colectivas y trayectorias políticas en la intersección academia/activismos y las articulaciones militancia/investigación. Compartimos a continuación algunas notas sobre cada escrito en/con los que hacemos cordada:

“As mulheres e o Estado: Desafios para o enfrentamento das violências” presenta la experiencia en el proceso de recolección y tratamiento de datos destinados a mapear la red para enfrentar la violencia contra las mujeres en Santa María, Brasil. Propone desarrollar herramientas que faciliten el acceso a la información, como aplicaciones de teléfonos celulares que faciliten el pedido de ayuda y el contacto de emergencia, que pongan a disposición estrategias y servicios disponibles en la región, entre otras tecnologías ya exploradas y traducidas en políticas públicas pero sobre todo propone habilitar espacios de diálogo sobre violencia y sacarla del entorno académico, proporcionando entornos para el intercambio, la unidad y el empoderamiento entre las mujeres.

“Comprar la libertad” nos acerca al testimonio de una mujer de Bahía Blanca que ingresa a la Argentina a través de una red de trata; el escrito tensiona los modos en los que el sistema universitario habilita la palabra de una mujer afrodescendiente, extranjera, desempleada, racializada y prostituida.

“De puentes afrotransfeministas” teje desde San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, una genealogía multisituada de las articulaciones afrodiaspóricas feministas, queers, trans, no binarios, disidentes, mediante el análisis histórico y la cartografía situada y en contexto, frente a las narrativas de desterritorialización antinegras, las técnicas de blanqueamiento realizadas por el Estado-nación mexicano, prácticas de segregacionismo biológico y las intervenciones feministas hegemónicas. Un intento por escribir la historia de las mujeres negras afirmando el interés por visibilizar identidades antiheteronormativas de las ancestralidades africanas indagando en los archivos de la Regla de Ocha, el Candombe y el Vudú para atravesar creativamente el archivo opacado por los colonizadores.

“Por un feminismo del respeto” es la apelación que surge del análisis de los discursos de mujeres indígenas presentes en las movilizaciones que paralizaron Ecuador en el 2019 y que aperturan posibilidades de construcción de marcos de análisis y herramientas para la acción entre mujeres indígenas y organizaciones de mujeres no-indígenas desde la promoción de la variable cultural o racial en el feminismo blanco-mestizo urbano a la vez que incentive la reactualización de la dimensión colectiva ancestral en la práctica del feminismo runa contra el colonialismo mental.

“La maternidad en una unidad intercultural bilingüe de Quito” nos aproxima a una investigación realizada en el marco de una maestría en género y desarrollo que se propuso analizar las distintas maneras de experimentar la maternidad adolescente indígena. Atentas a que los cuerpos de las mujeres son maternizados independientemente de la edad, la etnia y la procedencia y de que los cuerpos de las adolescentes maternizan cuando son indígenas y pobres insiste, a partir de la visión de las mujeres indígenas y comunitarias sobre complementariedad y el chacha-warmen, que es urgente necesario maternizar a la sociedad y desmaternizar a las mujeres.

“Desobedientes: en torno a las narrativas de posdictadura, la memoria y el feminismo en Argentina” revisa especialmente en los discursos de Marta Dillon (con Aparecida, en 2015), Raquel Robles (con Pequeños combatientes, en 2013), Ángela Urondo Raboy (con ¿Quién te creés que sos?, en 2012), Liliana Furió y Analía Kalinec (con Escritos desobedientes, en 2018) las experiencias del pasado dictatorial reciente en Argentina para marcar conjeturas de trabajo en las que la memoria y los feminismos se entrecruzan y detectar los modos en los que es narrado, (res)significa y comunicado el pasado desde la fuerza de la marea. Justo allí donde se configura un territorio que visibiliza los entrecruzamientos entre el Nunca más genocidios y Ni una Menos por femicidios.

“El vuelo de las colibríes” es una narración de experiencia del despertar y el devenir de un proyecto político colectivo en defensa del cuerpo-territorio de las mujeres del Sur que habitan la frontera sur del norte como praxis feministas para vivir y no morir. Espacios de conversación para hablar desde el dolor, la herida, el duelo pero también como sobrevivientes, guerreras y hechiceras. Un ensayo en las voces de las colibríes que hacen comando en el bosque-cuerpo apoyadas en la prevención, la acción directa y la sanación.

Proceder de Colombia, Argentina y Brasil, ser mujeres, coincidir, disentir y volver a coincidir; estar unidas por trayectorias académicas, habitar el Sur o los Sures, transitar entre tareas reproductivas y productivas, ser trabajadoras de la educación devienen “Reverberaciones de un encuentro en común” para decidir sentipensar juntas: el asesinato de Marielle Franco en Brasil en 2018, de Berta Cáceres en Honduras en 2016, de Domitila Barrios de Chungara en Bolivia en 2012, de la chilena Daniela Carrasco en 2019 y de los femicidios y feminicidios vinculados de tantes otres que quedaron en la invisibilidad.

El pañuelo blanco de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, pasando por el verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, hasta el pañuelo celeste de los grupos antiderechos ponen a la vista “El pañuelo como artefacto político”. Este escrito escenifica sus desplazamientos y disputas por/en el espacio público entre la performatividad lingüística y la performatividad corporal. Derivas (contra)citacionales e intertextuales de un símbolo que condensa y hospeda un discurso en torno a la lucha por los derechos humanos en Argentina y su defensa en contienda con la visibilidad y audibilidad de cuerpos subalternados. Así tensiona las posibilidades de discernir la politicidad que impregna e impide equiparar a los pañuelos blancos y verdes con los celestes.

Referencias bibliográficas

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Alvarado, Mariana (2018). Junturas teóricas para los feminismos del sur. En Hermenéutica Intercultural. Chile: Universidad Católica Silva Hernández. N° 30. pp. 87-110. DOI: https://doi.org/10.29344/07196504.30.1817

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Notas

1 La performance llamada “un violador en tu camino” que, congregó a miles de mujeres vestidas con ropa negra, pañuelo rojo y una venda en los ojos en Plaza de Armas, comenzó a difundirse el lunes 25 de noviembre, día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y, fue replicado en cantidad de países latinoamericanos y del norte global, se canta en español, inglés y francés. Online: https://www.youtube.com/watch?v=aB7r6hdo3W4
2 La intervención coloca en la puerta del Senado a las criadas que no tienen voz ni voto; las que sirven a una nación estéril gestando hijos que no criarán sosteniendo la función que les asignó: concebir y parir en la pérdida de sus nombres, de sus territorios, de sus cuerpos gestantes bajo el arbitrio del patriarcado. Online: https://www.youtube.com/watch?v=iyPTxQmzw20
3 Buscar las obras de Suely Rolnik y Félix Guattari.


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