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La maternidad en una unidad educativa intercultural bilingüe de Quito
Motherhood in a bilingual intercultural educational unit of Quito
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VII, núm. 12, pp. 99-128, 2020
Universidad Nacional de Cuyo

DOSSIER


Recepción: 29 Noviembre 2019

Aprobación: 07 Febrero 2020

Resumen: El objetivo de esta investigación es analizar las distintas maneras de experimentar la maternidad adolescente indígena. Para esto, las teorías y las experiencias en la maternidad han encontrado que los cuerpos de las mujeres son, principalmente, maternizados, independientemente, de la edad, etnia y procedencia. Además, se encuentra que los cuerpos de las adolescentes se maternizan aún más, cuando son indígenas y pobres; en ese contexto, cuando la maternidad llega antes del matrimonio o los lazos de pareja, los cuerpos de las adolescentes son controlados y vigilados por la cultura y sociedad en general.

Palabras clave: Maternidad, adolescentes indígenas, educación intercultural bilingüe.

Abstract: The aim of this research is to analyze the different ways of experimenting indigenous teenage motherhood. The motherhood theories and experiences have found that women bodies are, mainly, “maternalized”, regardless of age, ethnicity and origin. Furthermore, they demonstrate that teenage bodies are even more “maternized” when they are indigenous and poor, in this context, when maternity occurs before marriage or an established couple, teenage bodies are controlled and watched by society and culture in general.

Keywords: Motherhood, indigenous teenagers, bilingual intercultural education.

Introducción

Entre 2009 y 2016 parieron 17.448 adolescentes menores de 14 años (INEC,2016). Este número, según el Informe del Medio Digital Comunitario, Wambra, son consecuencias de la violencia sexual (Wambra, Medio Digital Comunitario, 2019).

El informe emitido por la Unicef señala que en 2015 hubo 5 mil; en 2016, 3.468; en 2017, 3 mil y en 2018 3 mil partos en mujeres de 11 y 19 años. Solo en un hospital de Guayaquil se puede haber 8 partos cada día (El Universo, 8 de febrero 2019).

En los datos anteriores no se puede ver concretamente cuántos partos en adolescentes corresponden a mujeres indígenas debido a que no hay registros clasificados por etnias. Sin embargo, desde mi experiencia como docente en colegios interculturales bilingües de Quito puedo señalar que el número total de madres adolescentes está conformado por mujeres de distintas etnias.

En el primer apartado de este artículo se desarrolla un análisis alrededor de las adolescentes madres que estudian en la institución educativa intercultural bilingüe Kushi Pakari1. Este análisis recoge nociones y percepciones sobre el hecho de tener a sus hijos en el contexto en el que se encuentran. Además, se analiza cómo ese hecho de ser madres o haber dado a luz se relaciona con su condición de ser estudiante adolescente, identidad étnica, situación económica, procedencia y su sexo/género: esto con el motivo de reflexionar, el cómo se construye la maternidad en una institución intercultural bilingüe2.

En el segundo apartado se aborda la situación de los hijos e hijas de las madres adolescentes. En esta parte se analiza las contradicciones entre la idea de lo maravilloso y adverso que puede ser la maternidad adolescente; idea en la que no solamente al adolescente es quien debe enfrentar una situación adversa y compleja, sino también, el niño o niña. En ese sentido, en este artículo se analiza una construcción de maternidad alrededor de la mujer-madre y también del niño o niña que nació.

Para finalizar, se estudia la relación entre maternidad y etnia. Para ello, se indaga cómo la maternidad en la institución analizada mantiene ideas generalizadas que limitan, subordinan y discriminan a las mujeres por sus condiciones fisiológicas de procrear. Además, se hace un análisis de cómo esa idea traspasa lo étnico y la edad.

Metodología

Esta investigación forma parte de mi experiencia como madre adolescente, docente, investigadora, feminista e indígena. Desde estas experiencias tomé la decisión de problematizar la situación de las estudiantes que tienen hijos/as mientras estudian la secundaria. Se seleccionó un centro educativo, cuya característica es intercultural bilingüe3. Esta elección debe a mi acercamiento y conocimiento de ese sistema de educación y también a la asistencia de estudiantes indígenas en dicho centro.

Para indagar sobre la maternidad adolescente en la institución, en primer lugar, informé sobre la investigación y busqué el consentimiento consensuado. Al ser docente en la Kushi Pakari, pude aplicar dos importantes técnicas de recolección: observación participante y entrevistas con las personas que forman parte del colegio intercultural bilingüe.

La institución educativa intercultural bilingüe Kushi Pakari se encuentra al sur de la ciudad de Quito; esta se compone de estudiantes de padres y madres indígenas y migrantes de distintas provincias de Ecuador. Para recoger y sistematizar información, la autora estuvo cinco meses como docente en la institución; desde ahí se pudo observar y sentir distintas percepciones y experiencias acerca de la maternidad adolescente. Además, mediante entrevistas a estudiantes madres, no madres, padres, no padres, padres y madres de familia, docentes y autoridades del sistema educativo se complementó la información.

En la institución hay dos madres adolescentes y dos niños en tercero de bachillerato: uno de los niños tiene 2 años y medio y el otro tiene 1 año y medio. Hay un padre adolescente. Según información recogida, en tres años de existencia del bachillerato hubo cinco estudiantes que se convirtieron en madres. Una desertó, dos se graduaron el año anterior y dos aún estudian.

Concepción y ejercicio de la maternidad en la Cosmovisión Andina

A partir de los 90, la maternidad empieza a ser cuestionada y pensada no solamente desde el campo biológico, psicológico y natural, sino además, como un acontecimiento social y cultural (Fernández, Itari 2014) que no siempre es positivo para la vida de las mujeres, más bien algo negativo que afectaría a las mujeres en su desempeño profesional y personal.

El abordaje de la maternidad como tema de análisis en la Kushi Pakari es nuevo. Por lo tanto, la posibilidad de reflexión y cuestionamiento alrededor de este es casi nulo. Hay otros temas y preocupaciones en los que se pone énfasis y tiempo. La importancia real y consciente sobre las necesidades e intereses de la niñez y adolescencia está subordinado por intereses administrativos e institucionales. Con esto quiero decir que no tiene importancia lo que sientan y deseen los y las estudiantes: lo que les interesa es que la institución educativa y el distrito como un nivel de gestión y administración de educación, tenga buena imagen ante el Ministerio de Educación y ante el país en general.

La responsabilidad de un embarazo adolescente es vinculada totalmente a las estudiantes (mujeres). Ni siquiera se piensa qué parte de la responsabilidad tiene la pareja, la familia y, peor aún, el Estado. Se piensa que, por no cuidarse, no elegir bien la pareja, no estar atenta a lo que le pueda pasar, la maternidad es su obligación. Incluso, como el concepto de las relaciones heterosexuales y las obligaciones de esta normatividad están fomentándose a diario, mediante las clases de biología y ciencias naturales, principalmente; imaginar la posibilidad de una maternidad por decisión y elección propia no tiene cabida.

La posibilidad de decidir ser madres o no está muy lejos. En consecuencia, la opción del aborto no es admitida, al menos en discurso. Ante todo, cumplir con la función de la procreación, por la cual existirían las mujeres, es muy necesario. Para esto, durante las clases de biología y Cosmovisión Andina4, se trata el tema de las etapas de vida de las personas. Etapas en las enseñan que las mujeres cumplen el proceso de nacer, crecer, reproducirse y morir. Si faltaría el cumplimiento de la fase de procreación, la mujer no estaría cumpliendo con su misión de vida, y, en consecuencia, sería una mujer vacía, triste y sin motivos para construir su vida, según el profesor Luis Santillán.

Una mujer infértil quiere decir prácticamente que no cumplió con las funciones de un ser vivo como cualquier ser; en los animales, humanos, vegetales debe cumplir las funciones que son: nacemos, desarrollamos y luego reproducir y morir. Si una mujer infértil no está cumpliendo con las funciones, no está cumpliendo su misión (Luis Santillán, docente, entrevista con la autora, febrero, 2018).

Desde la mirada de los docentes, estudiantes, padres y madres de familia, la maternidad no es un problema para la sociedad y la familia, pero sí consideran que lo es cuando las adolescentes aún no se han casado y se han convertido en madres solteras. Ser madres solteras, o separadas, es otra carga más con las que viven las adolescentes madres en el colegio. Silvia Federici menciona que en la época de la transición del feudalismo al capitalismo, las mujeres eran castigadas y expulsadas del pueblo si la maternidad llegaba antes del matrimonio (Federici, 2010). En ese sentido, el matrimonio y la concepción dentro de una relación heterosexual era muy importante y sigue siendo en el contexto de la Kushi Pakari.

Marcela Lagarde (2001) señala que algunos aspectos han evolucionado en el transcurso de los siglos, pero la concepción del amor y conceptos sobre las mujeres siguen manteniéndose hasta la actualidad. Una de las madres adolescentes, Luisa Cuesaca, menciona que se siente discriminada, rechazada y excluida; mientras que Irene Grefa, la otra madre adolescente no siente lo mismo que Luisa. Las razones para que a las dos se las trate de distinta manera, según Luisa, tiene que ver con la etnia, el color de piel, los alcances de los recursos económicos y el estado civil.

Luisa siente que, estar casada, o por lo menos tener pareja, da más posibilidad para que las personas la respeten y la miren como una mujer que ha pasado a formar parte de una sociedad que cumple con el modelo tradicional de familia. De lo contrario, al ser madre soltera y sin pareja hace que las compañeras/os y docentes la deslegitimen. Asimismo, tener el color de piel trigueño ha sido un motivo más para que Luisa no encaje en los parámetros de belleza y mestizaje que en la institución educativa se construye. A más de esto, ser pobre y proceder de familia indígena agudiza, aún más, la situación de discriminación hacia Luisa.

Irena Grefa, la otra adolescente madre, de color de piel blanca no mencionan sentir discriminación en razón de etnia, situación económica ni de estado civil, pero sí por ser madre. Para ella ser madre ha significado una condición difícil, pero siente apoyo por parte de la familia y de su pareja, además, de los docentes.

La maternidad de Irene y Luisa se concibe desde las experiencias que cada una vive. En este pequeño espacio educativo se puede encontrar dos tipos de maternidad: la una que está atravesada por las condiciones de etnia, clase, color de piel, estado civil y procedencia y, la otra que está marcada, principalmente, por la edad. En ese sentido, la maternidad se concibe y se ejerce de distintas maneras, aún estando en un pequeño lugar.

La concepción y ejercicio de la maternidad es muy distinto en cada lugar, en cada contexto y cada espacio. Es así que puede haber distinciones en cuanto a la concepción de la maternidad entre hombres y mujeres, adultos y jóvenes. Este es el caso de la Kushi Pakari. En esta institución, la maternidad para algunos hombres adultos, únicamente tiene aspectos positivos, pero para las mujeres jóvenes y adultas tienen sentimientos de carga, dolor, tristeza, sacrificio, restricción, y a la vez, según ellas, “algo bonito y un regalo de Dios” (Rocío Quindi, madre de familia, entrevista con la autora, febrero, 2018).

A pesar de que conocen, tanto docentes y estudiantes, que la maternidad las ha limitado a tener tranquilidad, se considera a la resignación como respuesta a la maternidad obligatoria. Optar por la maternidad obligatoria, sea cual sea las condiciones en las que se encuentren las mujeres, es valorado y se la relaciona con valentía. Se piensa que las mujeres deben optar por la maternidad por valientes. De lo contrario, serán mujeres débiles y sin instinto maternal.

Se concibe a la maternidad como un acontecimiento histórico y permanente en el tiempo. Este concepto perpetúa la maternidad como un acto natural y biológico, en el que a las mujeres solo les queda la resignación y aceptación del mandato naturalizado de la maternidad. La idea de la existencia del instinto maternal y del amor maternal sostienen aún más, la naturalización de lo materno.

La maternidad para las adolescentes claramente es una gran limitante; sienten dolor, arrepentimiento y es una carga que es muy difícil sobrellevar para ellas. La condición de ser adolescente, estudiante, sin trabajo, pobre, soltera y consideradas indígenas, ocasiona que la maternidad sea más dura y difícil.

Las frases más recurrentes en cuanto a la maternidad, tanto desde las madres, padres, docentes y estudiantes son “regalo más hermoso de una mujer, un acontecimiento sublime e irrepetible en la vida de las mujeres y un acto innegable” (Celia Andrade y Carlos Chimbolema, en conversación con la autora, febrero, 2018). En esta parte quiero rescatar y evidenciar que cuando se emiten dichas frases, la mirada y la actitud, especialmente de las mujeres, no son consecuentes con lo que dicen.

Por esa razón, me atrevo a decir que detrás de los discursos que defienden a la maternidad como un acto hermoso en la vida de todas las mujeres, hay una réplica de frases e ideas aprendidas, interiorizadas y naturalizadas. De esta manera, para las mujeres resulta más conveniente decir lo que espera la sociedad y la cultura, que sentir lo que realmente provoca ser madre.

Lo que he escrito en esta parte no es simplemente una opinión, es una experiencia. Yo estoy hablando y entendiendo a las mujeres adolescentes indígenas madres. Me siento muy identificada y me recuerda a lo que yo tenía que decir cuando fui madre adolescente que vivía en un entorno social y cultural que exige patrones de comportamientos que están relacionados con la maternidad y el matrimonio, y desde éstas el ser abnegada madre y esposa. En mis pensamientos no cabía decir que ese hijo no fue deseado ni planificado. Aunque me resultaba muy difícil y doloroso seguir embarazada y después criar un hijo, siempre tenía que decir que es bonito ser madre.

Los discursos aprendidos y naturalizados acerca de la biologización de la maternidad se agudizan mucho más debido a la gran separación entre la educación y los análisis alrededor del sexo/género. Además, se profundiza la naturalización de la maternidad como un acto intrínseco de las mujeres porque la educación se practica desde conceptos y pensamientos moralistas, racistas, clasistas y prejuiciosas. Desde el análisis de Pierre Bourdieu, las formas como se educan podrían entenderse a partir del disciplinamiento e institucionalización de los roles inmovibles asignados a las mujeres, así como la dominación masculina y la maternidad a través de las instituciones de la familia, Estado, Iglesia y escuela (Bourdieu, Pierre 2000, p. 50).

Por lo tanto, son discursos repetidos y no experiencias vividas en el ejercicio de la maternidad. Cuando se pregunta: ¿volverías a ser madre en las mismas condiciones que tuviste a este hijo? ellas respondieron que no lo harían, que lo pensarían mejor y sugieren a los demás adolescentes que no lo hagan y que se cuiden. A pesar de que hay una ambigüedad entre los discursos normativos y las experiencias de la maternidad, la figura del hijo de alguna manera se ha convertido en un motivo para seguir estudiando y luchando por la vida. Siempre hay personas que las aconsejan que deben ser buenas madres y que al niño no debe faltarle nada.

Siguiendo esta concepción, las adolescentes pasan a un segundo plano, porque todo lo que hacen y harán será por sus hijos, mientras que ellas quedarán siempre después de los intereses del hijo. Así, las mujeres, su desarrollo, su vida propia, no es más significativa que la de sus hijos e hijas.

…Volvería a ser madre en las mismas condiciones que este. Lo que no haría es casarme, o sea unirme, eso no haría, creo que igual no tenerle a mi hijo porque hay veces que ya no puedo sola y siento que sufre más mi hijo y que en vano le traje aquí a sufrir.

Para ti la maternidad en ese sentido, ¿qué es?

Yo creo que criar a un hijo, darle todo, no hacerle faltar nunca nada, que te falte a ti, pero no a él, porque de eso se trata una madre, que no le falte nada a un hijo (Luisa Cuesaca, entrevista con la autora, febrero, 2018).

Aparte de que la maternidad significa que la madre asuma toda la responsabilidad del cuidado y crianza, en la entrevista anterior aparece la culpa. La culpa de haberse embarazado o no haberse cuidado y, después la culpa por no poder atender y ofrecer un mejor cuidado a su hijo. De esta manera, las adolescentes cargan con la culpa de no contar con recursos económicos, de ser muy jóvenes, de que su hijo no tenga un padre y de su maternidad misma. En efecto, pensar que es responsabilidad del Estado y que detrás de la maternidad obligatoria está el patriarcado, la clase y la etnia, no pasa por la mente de las adolescentes madres ni de los y las docentes; todo el peso de la culpa y responsabilidad de la maternidad y crianza del hijo o hija recae sobre las adolescentes.

La maternidad, en ese sentido, se concibe y se ejerce desde el sufrimiento, tanto de los hijos e hijas como de las adolescentes. La resignación y la aceptación de la maternidad es la única salida. Incluso, frente a la resignación y la aceptación innegable, la maternidad se convierte, a la vez, en un motivo de vida para las mujeres. El motivo, entonces, para seguir viviendo, sobreviviendo frente a las adversidades, es el hijo o la hija. Los sueños, las metas y los deseos de las adolescentes madres no forman parte de las necesidades y prioridades a cumplir, pues ya lo que importa es encajar en el modelo de buena madre.

En este caso específico, la maternidad adolescente se configura desde las categorías de clase, etnia y género. Y se puede dar cuenta cómo las articulaciones de categorías profundizan, aún más, una maternidad obligatoria. Obligatoria desde la imposibilidad económica, cultural y social, porque estas mujeres no tienen condiciones para interrumpir el embarazo, para criar al hijo o hija en condiciones dignas y, además, para seguir estudiando o trabajar. Desde esta perspectiva, la maternidad es sufrimiento y tortura, que finalmente termina en la culpa y autoculpa de las mujeres.

Es generalizada la idea de que las mujeres adolescentes se embarazan por descuidadas5, incluso, ellas mismas piensan que se embarazaron por no esperar la edad propicia6para tener relaciones sexuales. Muchas veces los embarazos en adolescentes son atribuidos a la culpa que se piensa que ellas tienen, por lo que, los embarazos se explican como respuestas a los comportamientos inmorales y anormales7 de las adolescentes.

Sin embargo, la culpa y la autoculpa no mira las condiciones de las adolescentes; muchas de las adolescentes no conocen sobre métodos anticonceptivos porque no existe ninguna fuente humana de información libre de prejuicios. La abstinencia sigue siendo el único consejo que se tiene como información para evitar embarazos en adolescentes. Desde esta perspectiva, se sigue pensando que el cuerpo no desea y no siente; mientras que lo normal y lo necesario es saber que el cuerpo no solamente es para reproducir, sino también para el placer.

En el caso del padre adolescente, la historia no es la misma. Él no pasa por la misma discriminación, incomodidad y burlas por su condición de ser padre. Él sabe que será padre, pero no le preocupa mucho, pues su familia lo apoya. En cambio, las adolescentes sintieron discriminación y burlas desde su estado de gestación. Entre los compañeros/as de aula, la pregunta a la que tenían que responder, con frecuencia, era ¿y por qué no te cuidaste?

Ante la pregunta incómoda, una de las adolescentes madres, respondía en silencio: “él me pegaba y yo no tenía a dónde irme” (Luisa Cuesaca, entrevista con la autora, febrero, 2018). A partir de la interrogante por qué no te cuidaste, se está ya marcando la responsabilidad única de la mujer adolescente sin conocer cuál es el mundo en el que ella vive, los alcances y las limitaciones de ella.

Sin lugar a dudas, la estructura física de la institución educativa no está pensada en las particularidades de las y los estudiantes; es así que desde una silla donde deben sentarse las adolescentes embarazadas representa una brecha entre lo que es la educación y lo que sucede con las estudiantes en la vida real. Desde una silla, donde no cabe una persona con un embarazo, hasta el uniforme que deben usar las estudiantes son representaciones que muestran la incompatibilidad y la indiferencia hacia lo que viven las adolescentes en embarazo.

Las adolescentes madres, al no encontrar avenencia entre sus cuerpos en estado de gestación, la silla y el uniforme que no se adecuan a sus cuerpos, ellas son víctimas, además, de discriminación y burlas desde sus pares: actitudes de indiferencia o rechazo que tenían que cargar todos los días. En este sentido, el embarazo y la maternidad se convierten en razón de discriminación por condiciones de género y edad.

La gestación, en medio de circunstancias hostiles, concluye en el nacimiento del hijo. A partir de esta etapa, las mujeres madres pasan a otra realidad que quizá es igual o más cruel que la etapa de gestación, y me refiero ya al cuidado y crianza del hijo.

Bebés en las aulas de la institución educativa intercultural bilingüe Kushi Pakari

Cuando dieron a luz y tuvieron que llevar casi todos los días de las semanas y meses a sus bebés a las clases, algunos estudiantes estaban de acuerdo y muchos en desacuerdo por la presencia de los niños en sus aulas. A unos les molestaban y se quejaban con las docentes y autoridades, y, otros eran más comprensivos.

Cuando asistían a las clases con sus hijos, las adolescentes madres sostenían con una mano sus bolígrafos y cuadernos para escribir y con la otra mano sostenían a los bebés. Algunos compañeros ayudaban mientras ellas terminaban los exámenes; pero otros se molestaban. Lo mismo sucedía con los y las docentes, algunos no pedían de forma despectiva que sacara a los niños afuera, pero otros sí.

Para las adolescentes madres de la institución educativa intercultural bilingüe Kushi Pakari, el embarazo y la maternidad no es una experiencia sencilla, sino un proceso en el que tienen que enfrentar diariamente los discursos y patrones que normalizan, de forma violenta, el ser y deber ser de las mujeres. Es así que durante, después del embarazo y durante la maternidad, las adolescentes tienen que cargar con una responsabilidad integral de su hijo. De lo contrario, ellas serán marcadas por ser malas madres.

A diferencia de las adolescentes madres con posibilidades y alcances de recursos económicos que podrían costear el cuidado y la crianza de su hijo/a, mientras ellas continúan en la vida, las adolescentes de la Kushi Pakari no tienen otra opción que intentar perseguir el sueño de graduarse de bachiller con la carga de su hijo sobre su espalda. Sin embargo, su intento no resulta fácil porque el ser madre adolescente significa discriminación social, cultural y de género.

Además, el trabajo de ser madre adolescente no termina solamente en la discriminación directa hacia ellas, sino, además, hacia sus hijos/as. Los hijos de las adolescentes madres de la Kushi Pakari se convierten también en actores que marcan el curso de vida de las adolescentes. En este sentido, las experiencias de la maternidad adolescente se configuran también por la presencia de sus hijos/AS en sus aulas de clase.

El Estado, a través de la institución educativa, en tanto, está muy lejos de reconocer las necesidades y de visibilizar la realidad de las adolescentes madres. Por eso los y las docentes, en la mayoría, no miran más allá de la cuantificación numérica de las calificaciones y de las normativas legales que estipula el Ministerio de Educación. Desde esta perspectiva, la educación se convierte en un sistema mecánico, autoritario e inhumano.

La licenciada Lucía Potosí me decía: usted señorita no puede traerle (a la institución) a su hijo, y, le dije, solamente es ahora y me hizo pasar. En cambio, a ella (a la madre adolescente mestiza) no le dicen nada, y bueno siento que es así. A ella no le dicen nada porque su hijo es blanquito y mi hijo es trigueñito (Luisa Cuesaca, entrevista con la autora, febrero, 2018).

La decisión de llevar a los/as hijos/as a la institución, nuevamente, es una obligación frente a la nula existencia de otra alternativa. Ellas son mujeres hijas de madres migrantes, son estudiantes y no tienen trabajo. Sus madres se dedican a trabajos domésticos e informales: quienes no ganan más del sueldo básico y otras ni eso, y, además tiene más hijos (Anotaciones de campo, 2018).

Debido a la precaria situación económica de las adolescentes, por lo tanto, la opción si desean seguir con sus estudios es cargando a sus hijos con ellas. Llevar consigo a sus hijos, además, no ha sido fácil ni cómodo para ellas, pero sí la única forma de ser madre y estudiante adolescente. La difícil tarea de ser madre no ha quedado limitada al ámbito doméstico, trasciende el espacio público (colegio) y aparece una maternidad compartida por decirlo de una manera. Compartida porque día a día, los compañeros y sus docentes vivieron de cerca el embarazo y luego la maternidad.

El cuidado y el control médico del cuerpo de las mujeres y del niño, sin embargo, estuvo al margen de las opiniones y decisiones del colegio, específicamente, de algunos docentes. Cuando ellas tenían sus controles médicos, la decisión podía ser tomada por los docentes que otorgaban o no permiso para que falten o salgan en horas de clases.

Desde los permisos en el colegio por motivo del estado de gestación, el niño ya empezaba a palpar la condición en la que llegaría, ya que, según las madres, los permisos a veces no eran concedidos. Así empieza la vida de los niños hijos de las adolescentes en la unidad educativa.

Como los hijos de las estudiantes están presentes en la institución, hay dos sensaciones en lo que corresponde a ellos: por un lado, están las personas que las apoyan, empaten y las comprenden, y por el otro, las personas que no comprenden la presencia de las madres y sus hijos en la institución.

Desde la mirada de algunos docentes, las estudiantes pasan casi desapercibidas, las ven con sus hijos y solamente se centran en el cumplimiento de las exigencias académicas. Incluso, se ha manifestado que los únicos inconvenientes con las madres adolescentes son las bajas notas y las consecuentes faltas a clases. Además, aparentemente, las relaciones entre ellas, docentes y sus compañeros son de solidaridad y apoyo. Pero, las madres adolescentes no declaran lo mismo.

En un aula de veinte estudiantes hay divisiones, y no por motivos comunes, sino debido a la presencia de los hijos de las estudiantes. Sin duda alguna, un aula pensada para adolescentes no es apta para un bebé recién nacido ni un niño de dos años. Sin embargo, en la Kushi Papari existen esos casos. El rechazo, la indiferencia, los maltratos que tienen que pasar las adolescentes en el colegio, tanto hacia ellas como a sus hijos, resultan incoherentes con los discursos subliminales acerca de la maternidad.

Los niños de las madres adolescentes pobres, desde ya, no son sujetos de derechos mínimos que el Estado debería garantizar. El Estado aún no ha pensado en dar respuesta a estas madres e hijos. Los niños en el aula de clases son motivo de divergencias, contradicciones y hasta enemistades entre compañeros del aula. Unos no están de acuerdo y no toleran la presencia de los niños junto a ellos, pues el niño llora, molesta y ensucia, pero otros prefieren y buscan la manera de ayudar y entretener al niño: salen del aula para pasearlo, mientras la madre atiende a clases.

Aquí como institución sabemos, que aquí en la comunidad no hay la apertura de wawa8 centros, para que ellas les dejen allá, pero un cierto tiempo les permitimos que vengan con sus niños acá hasta que un familiar sepa dónde poner a cuidar al bebé porque obviamente los pequeños interrumpen a los compañeros (de las adolescentes madres) en sus clases. Hubo quejas, en sí, más de los compañeros que de los docentes. El pequeño llora, ensucia, huele mal el aula, entonces no podemos permitir ese tipo de comportamientos en el aula por el pequeño (Rosa Cuaguano, docente, entrevista con la autora, febrero, 2018).

La presencia de los hijos de las adolescentes, entonces, está causando otras formas de relacionamientos entre jóvenes dentro del aula y la institución. Los hijos son motivo para destapar el racismo, el sexismo y la discriminación en razón de clase y edad. Algunos estudiantes han mencionado que los hijos de las adolescentes han provocado enfrentamientos entre compañeros de aula. Los niños gatean, comen, intentan jugar y se movilizan por todo el espacio y es en ese momento en que la tolerancia, la comprensión y la paciencia no lo tienen los estudiantes, pues las reacciones son agresivas y groseras hacia el niño directamente.

No es justo tener un hijo a temprana edad, pues ni con ellas mismas pueden, peor con un niño. Con el cuidado ellas no pueden y se metieron a hacer cosas y no supieron cuidarse y no van a poder tampoco ser responsables con esos niños y son muchachas aún. Yo sé que tienen como una meta trazada y quieren ser algo y, un bebé tampoco es un impedimento porque si una persona en verdad quiere superarse va a buscar los medios, pero tampoco va venir a intentar truncar a otros por culpa de su error, ya si ella cometió su error ya bacán, cometió su error, busque como solucionarlos y no venga a meterlo a clases porque el niño: una no entiende, y otra, llama la atención (Eduardo Mejía, estudiante. entrevista con la autora, febrero 2018).

La presencia de los/as niños/as en las aulas es una de las causas para perpetuar la culpa sobre el no cuidado, el embarazo y la maternidad que recae solamente sobre las mujeres. De esta manera, la discriminación por la que pasa la madre, también pasa el/la niño/a. A decir de una de las madres, su niño era discriminado por su color de piel, por ser pobre y no vestir ropa buena.

Porque es mi hijo será, o sea es que mi hijo es morenito, es trigueño, o sea, yo he visto que por eso algunas personas que no se acercan, no le topan, pero en cambio al bebé de mi compañera, no está blanco, pero es más clarito, en cambio a él le abrazan, le dan todo, y siento que es por eso, porque él es así (trigueño). Mi hijo es morenito, y se le hacía la paspita así, arriba era todito eso de tierra y por eso le decían, quítate, quítate, qué asco (cuando el hijo de Luisa, al gatear en el aula topaba a los estudiantes) (Luisa Cuesaca, entrevista con la autora, febrero, 2018).

En el contexto de estas madres adolescentes, la maternidad es muy conflictiva y compleja. En este escenario no solo aparecen las adolescentes y sus hijos, sino también sus pares involucrados en ejercicio de la maternidad. En consecuencia, la ausencia casi total del Estado y la sociedad para con las adolescentes afecta, además, a sus hijos, la educación de las adolescentes y al resto de estudiantes.

Debido a la condición económica, de estudiante, de género, de etnia y edad, tanto los hijos y las madres se enfrentan ante situaciones de discriminación y negación de derechos mínimos como adolescentes y como niños. Sin embargo, la maternidad no es vista como un problema que afecta directamente a la vida de las adolescentes, sino más bien, la atención se pone en que el niño estorba e interrumpe las clases.

Por otro lado, a pesar de que la maternidad resulte una carga muy fuerte que trae estigmas, dolor y sufrimiento, el aborto no es una opción para ellas ni para nadie. Por lo tanto, la maternidad deseada o no es la única opción. Como conclusión de esta sección del texto, la maternidad a) limita el buen desempeño académico, más si tienen que trabajar en casa o fuera; b) conlleva a la discriminación y estigmas sociales, culturales y religiosos, y c) finalmente es una obligación porque los cuerpos de las mujeres son maternizados a través de la naturalización. Por lo tanto, lo que sugiere Lagarde tiene mucho sentido cuando señala que es necesario maternizar a la sociedad y desmaternizar a las mujeres (Marcela Lagarde, 2013).

La maternidad es pensada como valentía, fortaleza y con esquemas relacionados con valores positivos para la sociedad, sin embargo, no necesariamente las mujeres experimentan subjetivamente aquello. Entre el discurso cotidiano y lo que viven las madres adolescentes, se instaura y reproduce el discurso normalizador y normativo de la maternidad. La opción del aborto sería considerada como un acto débil, no digno, ni la mejor opción ante un embarazo (sea deseado no).

…cuántas de ellas fueron valientes, a la que yo me quito el sombrero como padre y como hombre de que ellas asumieron su error y llegaron a tener un hijo/a. Y más de cómo ellas salieron con toda esa carga también hay que hablar, son gente fuerte, valiente, perseverante que ha logrado salir de un sepulcro (Anastasio Lima, entrevista con la autora, febrero, 2018).

Educación sexual, sexualidad, maternidad y mujeres indígenas

En la investigación de campo se encontraron percepciones acerca de la salud sexual y reproductiva, por lo que, en esta parte del texto, se analizan las diferentes sensaciones sobre educación sexual que se relaciona directamente con los embarazos y maternidad adolescente. En efecto, se analiza, cómo las adolescentes llegaron al embarazo y luego a la maternidad; además, cómo abordan y conciben la sexualidad en una institución intercultural bilingüe.

Existe un panorama muy claro de las contradicciones en cuanto a la educación sexual en la institución. Por un lado, se dice que se enseña mucho sobre la sexualidad, y que, por lo tanto, no debería haber adolescentes madres y padres. Pero, por otro lado, señalan que es urgente y necesario la instrucción amplia y clara sobre todo lo que implica la sexualidad.

En cuanto a la percepción sobre la sexualidad, existe temor a la libertad, a la libertad de conocer y decidir sobre la vida sexual de las y los estudiantes. Se sugiere que educar ampliamente sobre la anticoncepción, las enfermedades de transmisión sexual y las relaciones sexuales a “temprana edad” pueden ser perjudiciales para las chicas. Aunque por un lado se señala que hay suficiente educación sexual, por el otro lado se manifiestan prejuicios, confusión y desconocimiento sobre el tema.

Ellos están empapados de temas de sexualidad desde octavo año. Conocen sobre el cuidado y métodos anticonceptivos. Pero, no es adecuado usar estos métodos a temprana edad desde los 13, 14, 15,16, 17 y 18 años, es prohibido, porque el útero de la mujer puede hasta quedar estéril. Por eso (por usar y conocer los anticonceptivos) creo que se tienen los embarazos adolescentes (Luis Santillán, docente, entrevista con la autora, febrero, 2018).

Desde una perspectiva de docentes indígenas, se imagina que la sexualidad nunca es hablada en la familia y en el entorno. Se mantiene la idea de que las poblaciones indígenas no deben hablar abiertamente sobre las relaciones sexuales, el cuerpo y sus partes íntimas. Para unos docentes indígenas, las causas de los embarazos de las estudiantes tienen que ver con una supuesta enseñanza abierta y libre sobre salud sexual y reproductiva. Desde esta mirada, enseñar sobre los métodos de anticoncepción en adolescentes provocaría libertad para las relaciones sexuales y embarazos.

Se sostiene que mientras menos se habla de la sexualidad con los y las adolescentes, menos embarazos tempranos habría. Este argumento se defiende desde una comparación de tiempos: años atrás no habría embarazos a temprana edad, pero hoy sí. A mí parecer, este argumento no reconoce que las mujeres indígenas siempre fueron madres en edades que hoy se reconocen como adolescencia. Más bien, lo que ha pasado es que la categoría adolescente no se reconocía. En kichwa, kuytza es el término para decir mujer joven o adolescente, pero este término no se corelacionaba con el concepto de adolescente en castellano; kuytza, se entendía, básicamente, como mujer soltera y sin hijos.

Cuando una mujer indígena ya se casaba y por tanto procreaba, independientemente de su edad, ya era parte de la población adulta. En este sentido, no había madre adolescente pues el matrimonio debía ser antes de procrear. Por lo tanto, si la mujer tenía hijos sin padre, era una mujer estigmatizada por la comunidad y por la familia, ya que el cumplimiento del matrimonio es muy importante para la colectividad. Por supuesto, detrás de las exigencias del contrato del matrimonio están las religiones y las creencias que sobrevive desde la colonia.

En épocas pasadas, hablemos de nuestros mayores, el tema de la sexualidad era menos conocido, menos permitido, poco practicado y la respuesta es saber cómo estaban: ¿Había embarazos prematuros? ¿Había abortos? Quisiera saber índices exactos de estos. ¿A qué edad se casaban? (Pedro Alausí, docente, entrevista con la autora, febrero 2018).

El imaginario sobre la ausencia de madres solteras y madres adolescentes en años anteriores provoca pensar como algo nuevo a la maternidad adolescente indígena y, por tanto, no se lo ve como un problema. Alberto Tuaza (2018), en su análisis acerca de la construcción de las comunidades indígenas en la provincia de Chimborazo, menciona que el matrimonio y la familia eran dos concepciones que no debían ser omitidas en la vida de toda mujer. Incluso él en su texto narra cuentos y leyendas que los/as mayores usaban para dejar mensajes claros sobre el castigo que tendría una mujer que intentara negarse a los mandatos del matrimonio y maternidad. Por ejemplo, la leyenda El Cóndor es una de los relatos que promueve el matrimonio y la maternidad obligatoria de las mujeres indígenas (Tuaza, 2018: 56).

Como las comunidades se construían alrededor del parentesco entre familiares consanguíneas y de otros lazos como los compadrazgos, no podía haber mujeres solas; todas tenían que tener familias ampliadas y su propia familia. Como las normas eran claras e inevitables, no había madres solteras; se casaban sin importar la edad y por este motivo no se constituyó la categoría de madres adolescentes en la cultura indígena.

Siguiendo con la entrevista anterior, se presupone que en las poblaciones indígenas no se practicaba el aborto; sin embargo, las abuelas han contado algunas recetas para ello. Una de estas es lo que Miguel Guamán conoce por sus conversaciones con personas adultas mayores. Miguel sabe que, por ejemplo, el uso de pepa de aguacate9 puede contribuir a conducirse el aborto.

La concepción sobre el aborto, de forma general, es negativa. Esta concepción está más refutada desde los docentes, madres y padres de familia; los y las estudiantes sienten confusión al abordar el tema, pero finalmente no aceptarían la legalización del aborto. La moral, la familia, la institución educativa y la religión forman parte de esta percepción, que a mi parecer es negativa.

En ese sentido, la vida de las mujeres no tiene mucha relevancia puesto que, a pesar de ser violadas, el hijo o la hija se ubica como lo más importante. La violación es considerada parte de la vida, y retomando ideas de Segato (2003), podría hablarse de una cultura de la violación. De esta manera, la violación y como fruto de ésta, hijos no deseados, no es vista como un acto que denigra y marca negativamente el cuerpo de las mujeres, niños y niñas.

Desde el enfoque de la cosmovisión andina y kichwa se habla de la dualidad, de la existencia de hombre y mujer. Dualidad en la que se relaciona a la mujer con la luna y al hombre con el sol. Se dice que todo el universo se compone de dos elementos que se complementan. Así, desde la cosmovisión andina que se implementa en la institución educativa se habla de una parte de la sexualidad desde la prevención más que del embarazo o la maternidad. La prevención se centra en la menstruación, en la consideración del ciclo fértil e infértil de las mujeres. Para esto se relaciona la época de la tierra fértil o tiempo de sembrío con las mujeres que estarían listas para procrear.

Las relaciones con las mujeres serían las raymikuna10, lo que es la luna y el sol. Hay una dualidad entre hembra y macho, antes se decía que la luna siempre es una direccionalidad para nosotros poder cultivar. Para hacer todas las actividades. En septiembre, por ejemplo, he relacionado a las mujeres, porque en esa fecha, la tierra es fértil. Y las mujeres son fértiles de acuerdo al día y su fecha del período menstrual (Miguel Guamán, entrevista con la autora, enero, 2018).

De ese punto de vista, la fertilidad de las mujeres se entiende como una etapa intrínseca a las mujeres y a la tierra. Por lo que la procreación está relacionada con la naturaleza misma y específicamente con las mujeres. Además, Mercedes Prieto ya ha mencionado y sostiene que a las mujeres indígenas se las ha maternizado justamente por la relación que se hace con la madre tierra, la Virgen María y la realeza indígena (2015: 100).

Siguiendo con las ideas que se tiene sobre la cosmovisión andina en las aulas de la Kushi Pakari, se concibe que la prevención del embarazo con anticonceptivos es inadecuada, pues éstas serían las que provocarían tener más relaciones sexuales porque lo considerarían un juego. Por eso, aseguran que desde la cosmovisión se trata el tema de la sexualidad mediante el concepto de la conexión y la espiritualidad andina.

Aunque no queda claro cómo es la conexión y espiritualidad de la que hablan los docentes indígenas, los conceptos como el matrimonio y las parejas heterosexuales como patrones establecidos son bases de las que se sostienen para defender los conceptos de complementariedad y dualidad. Haciendo una comparación entre las mujeres de hace tiempos atrás y las de hoy, sugiere que hoy en día concebir un hijo/a es facilismo. Desde esa perspectiva, nuevamente, se señala que las mujeres son las que se embarazan y las que no, serían las que “pensaron bien”. De esta forma, de la situación de las adolescentes embarazadas y madres se las responsabiliza totalmente a ellas.

Cuando se da anticonceptivos es como que se diera una facilidad para que ellos (adolescentes) lo traten como un juego. Pero desde la cosmovisión y la complementariedad se hace ver lo que es la conexión, la espiritualidad. He hablado de los matrimonios antiguos, y como están ahora, les he hecho ver que antiguamente no tenían hijos antes del matrimonio. Hoy en día en cambio es como un facilismo tener un hijo (Manuel Antamba, entrevista con la autora, enero, 2018).

En realidad, desde los testimonios recogidos, el término de complementariedad y dualidad no queda claro como concepto ni como práctica. Manuel Antamba hace énfasis en que la enseñanza de la sexualidad se imparte desde la cosmovisión andina, pero tampoco deja claro cómo desde ese pensamiento se reflejan relaciones no jerárquicas de género. Desde este análisis, me atrevo a decir que los conceptos de complementariedad, dualidad y cosmovisión andina son conceptos que se quedan en el aire, puesto que en la vida cotidiana de los hombres y mujeres las relaciones se sostienen en patrones patriarcales.

En ese sentido, los conceptos ante mencionados terminan siendo reproducciones de palabras que no tienen funcionamiento, sino más bien se usan como escudos para tapar la realidad de las vidas de las mujeres y hombres indígenas. Las feministas comunitarias como Julieta Paredes y Lorena Cabnal ya han hecho eco de la crítica hacia los conceptos de la complementariedad y el chacha-warmi. Para estas mujeres, estos conceptos son usados, principalmente, por indígenas varones para ocultar el machismo y los privilegios de los varones indígenas en las comunidades (Cabnal, 2010 y Paredes, 2008).

Además, afirman que el patriarcado en las comunidades indígenas se ha constituido y fortalecido desde tres etapas: el patriarcado precolonial, colonial y neoliberal. Por eso, se propone que los conceptos de complementariedad y el chacha-warmi se deben reconceptualizar de tal manera que el orden jerárquico cambie. Es decir, no sería la complementariedad donde el hombre está encima de la mujer, sino, la que debería estar a lado del hombre y no debajo de él (Cabnal, 2010; Paredes, 2008: 83).

Las enseñanzas (desde la cosmovisión andina) a las cuales se refiere Manuel Antamba, entonces, son las mismas que se fundamentan en pensamientos patriarcales que están en cualquier otra sociedad. Que son, además, prejuicios que se han instalado desde la colonia con todo lo que significó la colonización. Por estas razones, la sexualidad, las mujeres, los hombres, el embarazo, la maternidad y paternidad se sustentan desde prejuicios sociales, culturales y religiosos.

Sin embargo, es importante identificar algunas diferencias en cuanto a la concepción sobre la sexualidad entre personas de la población indígena y mestiza, tanto desde los docentes como los estudiantes. Según algunos docentes y estudiantes indígenas y no indígenas, consideran que no se debe hablar abiertamente con los adolescentes sobre las relaciones sexuales y los métodos anticonceptivos ya que se consideran temas delicados, vergonzosos, complejos y difíciles de hablar tanto en el centro educativo como en los hogares.

Porque es como un tabú hablar del sexo, se asustan, tiene miedo y del cuidado también. Hay personas que no saben que es un preservativo(…)

¿En tu curso?

Ajá, no sabe para qué le sirven las pastillas. Si ellas tienen sexo es porque ya se vino, se dio la oportunidad y lo hizo a lo más que pudo y no se cuidan y no saben con quienes estuvieron. Para tener sexo hay que ser un poco precauteloso [sic], porque si usted va y no sabe si tiene enfermedad y ha tenido abortos o está enferma o le puede hacer daño, porque un hombre si se mete a tener sexo puede hacerse daño sin saber (Eduardo Mejía, entrevista con la autora, febrero, 2018).

En la entrevista anterior, el conflicto de fondo es que hay desconocimiento casi total de los preservativos y de los cuidados para evitar el embarazo, pero también se refleja la responsabilidad que se le atribuye a la mujer por no saber con quiénes tiene relaciones y por “no controlarse”. Mientras que el hombre no aparece como corresponsable de las relaciones sexuales. En sí, las relaciones sexuales tienen un calificativo negativo. No hay posibilidad de pensar sobre las relaciones sexuales como parte importante del cuerpo y de la persona, sea adulta, joven o adolescente.

Asimismo, el aborto es percibido como una experiencia que manchó el cuerpo y la vida de la mujer, por eso, que para el hombre que quiere tener relaciones sexuales es importante saber si la mujer ha tenido un aborto o no, o si tiene una enfermedad o no. El aborto, por lo tanto, está lejos de considerarse un derecho humano y concluyen satanizándolo.

En otra entrevista se imagina a la educación sexual como algo exagerado, que posibilita las relaciones sexuales y la poligamia. Desde ese pensamiento, la prevención con educación sexual no reduciría los embarazos y maternidades en el colegio.

Hace unos diez, veinte años atrás venía esto de la enseñanza de la educación sexual en las escuelas y, me parecía bien porque con ello se prevenía las enfermedades, la transmisión a través del acto sexual y se veía con mucha interesa (sic); pero últimamente, cuando hubo un programa, inclusive de dotar preservativos a la juventud y llegó a los colegios y escuelas para que nosotros facilitemos esa información en talleres, y adjunto al taller estaba un paquete de preservativos en su mayoría condones para los varones. Entonces, la maestra tenía que dar su clase y entregar los condones y con eso evitaba las enfermedades a través del coito. Eso yo veo académicamente hablando muy bien, todo interesante hasta ahí, pero vamos a la práctica o una reflexión un poco contraria. Yo tengo un preservativo y comienzo a dar un uso hasta de pronto equivocado. Mal uso de estos recursos. Y alguien decía, viva el sexo, y ya tengo el preservativo y me voy a proteger de las enfermedades. Yo puedo estar con dos mujeres, no hay ningún problema o con dos hombres, que no hay problema porque será el condón el que evita esa transmisión (Anastasio Lima, entrevista con la autora, enero, 2018).

En general, la sexualidad es un tema que se siente y se vive de forma muy distinta en la adolescencia y en la vida adulta. Según los y las docentes, el alumnado no lo considera un tema serio del cual se podría hablar en clases. Es un tema que genera chiste o burla, indican las y los docentes. Sin embargo, y por su parte, los y las adolescentes también opinan lo mismo de los y las docentes. Aseguran que no hay una suficiente enseñanza sobre educación sexual; les parece que hay profesoras/es que les da vergüenza hablar de ello. Perciben, además, que el tema se ha limitado a hablar de las enfermedades de trasmisión sexual y falta hablar de la prevención y anticoncepción.

La idea que se tiene en cuanto a la educación sexual y reproductiva se relaciona con la poligamia y una libertad desborda para tener relaciones sexuales. Esta noción muy simplista perpetúa la normativa de la heterosexualidad y la noción de un amor patriarcal que mira a la mujer, principalmente, como perteneciente al hombre. Mientras tanto, se niega que las relaciones sexuales son parte de la vida de las y los adolescentes y por tanto se sigue pensando que no ocurre nada.

Existe una idea generalizada sobre la culpa en el ejercicio de la sexualidad. La culpa de que las adolescentes estén embarazadas y sean madres son ellas mismas y nadie más; ni siquiera la pareja o el padre del niño/niña tendrían culpa, directamente, del embarazo adolescente. Esta culpa también se dan las mismas adolescentes embarazadas y madres. Según los y las docentes, ha habido suficiente y hasta demasiada educación sexual en la institución, y además existirían muchas formas de auto-educarse, como por ejemplo en la internet y otros medios de comunicación. Por lo tanto, la única responsable de concebir un hijo/a es la mujer, sea esta adulta o adolescente.

Las chicas adolescentes que se quedan embarazadas es por descuido y no desconocimiento, creo que todas sabemos qué consecuencia puede haber con lo que hagas. Desde los niños más pequeños saben que mal puede haber si hacemos mal. Es más por aventurarse, el rato de la calentura les provocó un acto impulsivo más que todo; sin necesidad se habla aquí, en las redes sociales, amigos, papá, televisión, vecinos, calles centros, encuentra formación, no es que no saben, tienden a tener relaciones y no cuidarse. Si se deben dar clases de sexualidad como un complemento sí, para no pasar por negligentes y por irresponsabilidad porque no somos ente de información. Es falso eso de que, qué pobrecito, es que no sabía, no tenía, eso es falso, ellos si sabían (Mercedes Quinchuquí, entrevista con la autora, febrero, 2018).

En el pensamiento generalizado de los y las docentes no existe la posibilidad de que haya embarazos por violaciones, incesto o que la maternidad haya sido obligada. De hecho, toda la carga y responsabilidad por su condición de gestación y maternal las dejan a las chicas. Incluso, la sexualidad, el embarazo y la maternidad se relacionan con una calentura que no pudo controlar la adolescente. Además, se asume que los y las adolescentes tienen suficiente conocimiento de cómo manejar su sexualidad y anticonceptivos. Por lo que la institución, es decir, el Estado, no tendría responsabilidad sobre la sexualidad y lo que se haga con ella. Por lo tanto, no se deberían sentir sensibles o empáticos con la difícil situación de las madres adolescentes que acuden ahí todos los días, al menos, cuando no tienen que ir a trabajar para mantener a sus hijos/as.

Sin embargo, ante la afirmación de que haya una suficiente educación sexual en la institución, es una negación generalizada por parte de los y las estudiantes. Pues ellos mencionan que necesitan de una clara y amplia educación sexual en su proceso de aprendizaje, porque consideran que para la adolescencia no es fácil acudir a un centro de salud para solicitar anticonceptivos, pues “siente mucha vergüenza y si tiene dinero puede ir a la farmacia” (Doménica Iza y Ramiro Tibán, entrevista con la autora, febrero, 2018).

Las adolescentes madres, por ejemplo, no conocían dónde y cómo pedir gratuitamente preservativos, ahora que ellas mismas se identifican como adultas por tener un hijo, pueden ir con un poco de facilidad al subcentro o al hospital para solicitar atención en planificación familiar. Como el hecho de ser madres les otorga el título de señora, les resulta más fácil acudir al subcentro y solicitar una atención ginecológica.

Para finalizar este apartado: la sexualidad es un tema ambiguo, casi restringido e indiferente para el estado. Por estas razones, sin conocer cómo las adolescentes se convirtieron en madres, ellas son estigmatizadas y culpadas por el embarazo y maternidad en la adolescencia. Las estudiantes han coincidido en que su hijo no era esperado, resultaron embrazadas y la maternidad tuvo que ser asumida. La división entre las actividades institucionales-académicas y las actividades llamadas del ámbito privado como la maternidad y su naturalización, ha creado una barrera entre los sentires y necesidades de los adolescentes y los docentes.

La maternidad ¿indígena?

En este apartado es necesario analizar críticamente la maternidad indígena, si es que se puede decir maternidad indígena. Como menciona (Rojas, Marta, 2009; Stern, Claudio, 2012), la maternidad se concibe y se ejerce en cada contexto social de manera muy distinta. En este caso, se ha podido evidenciar que puede haber otras variables atravesando el concepto y ejercicio de la maternidad.

En un contexto educativo, intercultural bilingüe y migrante, existen maternidades atravesadas por historias de discriminación y violencia por razones de género, raza/etnia, clase, edad y color de piel. Estos tipos de violencias han provocado obligatoriamente continuar con procesos de mestizaje que permita sobrellevar y sobrevivir en contextos de desigualdad interseccional. Siendo así, me pregunto: ¿se puede concluir diciendo que hay maternidad indígena en la institución educativa Kushi Pakari?

En Ecuador, la autoidentificación y reconocimiento étnico es individual y propio de cada persona. Por eso, tenemos la posibilidad de nombrarnos y ser inscritos con la etnia a la cual nos sintamos más cercanos por afinidad, historia o por conveniencia. Según el auto-reconocimiento de las madres adolescentes, ellas son mestizas. Sin embargo, algunas prácticas con relación a su maternidad, el matrimonio y la sexualidad tienen connotaciones de sus primarios orígenes indígenas.

La maternidad y la sexualidad en algunas poblaciones indígenas, según los estudios de Rojas, Martha 2009; Ortiz, Jose et al., 2016; Aguilera, 2010 y Cabnal, 2010 son controladas y vigiladas por la comunidad en donde las mujeres habitan. El matrimonio, la heterosexualidad y la maternidad son formas por las que las mujeres forman parte de la comunidad, de la vida adulta, ganan el respeto de la comunidad y de su familia.

En las narraciones de cuentos y leyendas escritas e interpretadas por Tuaza (2017), se menciona que, en comunidades pertenecientes a la provincia de Chimborazo, el matrimonio entre hombre y mujer, seguido de la maternidad es un principio para sostener las comunidades. Y para dar cuenta de estos principios, los cuentos y leyendas contadas de generación en generación hacen una comparación entre personas y seres de la naturaleza. Es decir, si la mujer no pasa por todos los mandatos comunitarios y familiares, la naturaleza se adueñaría de ella por desobedecer las normativas socioculturales. Por ejemplo, cuenta una leyenda que había una mujer soltera y sin hijos, razón por la cual vino un cóndor y se la llevó a las montañas a comérsela a ella así como a su hermana menor (Tuaza, 2017: 51).

Partiendo de las narraciones e interpretaciones de Tuaza (2017) y mi experiencia como mujer indígena, madre soltera y proveniente de una parroquia rural, la maternidad aún se relaciona estrechamente con el matrimonio, los compromisos comunitarios y el honor familiar. Es muy importante que las mujeres se casen, y no solo por reconocimiento estatal, sino preferentemente por reconocimiento religioso. Sólo ahí tanto la mujer, el hijo/a y la familia merecen el honor y el respeto de la comunidad. Además, la mujer merecerá el respeto e integración a la vida adulta y familiar como miembro que cumple con los patrones establecidos socioculturalmente.

Desde las normativas socioculturales, entonces, las mujeres indígenas tienen muy poca posibilidad de elegir o no por la maternidad y por el matrimonio, que, por supuesto, deben ser heterosexuales, porque no cabe la idea de reconocer la existencia de otras formas de relaciones amorosas. En consecuencia, la vida para las mujeres, independientemente de la edad, que viven solas con o sin hijos en las comunidades están expuestas a peligros constantes como violaciones, violencias de todo tipo o robos.

En ese sentido, en la vida en comunidad las comunidades no representan siempre una vida armónica, solidaria, recíproca y complementaria; lo que viven las mujeres en sus comunidades no tiene nada que ver con dichos conceptos. Es así que estos conceptos no pasan de ser, en la práctica, muy abstractos. Sin embargo, se sigue defendiendo y usando estos términos para seguir estableciendo normas y patrones culturales que perpetúan el control sobre los cuerpos y vida de las mujeres.

Los discursos normativos, entonces, no necesariamente vienen desde afuera o desde una posición dominante, sino desde el interior de las mismas comunidades. La colonización y toda su herencia ha sido tan cruel que han dejado muy internalizadas las prácticas patriarcales en las poblaciones indígenas. Sin embargo, es necesario reconocer que las poblaciones indígenas han resistido a las prácticas descendientes de la colonia y por eso existe la sincretización cultural.

En esa mezcla de culturas en la que viven las comunidades indígenas, no obstante, se refuerzan con gran ímpetu los patrones patriarcales y capitalistas que significan el matrimonio, la estructura de familia y las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Desde esta perspectiva, la realidad es que existen conceptos desde una posición no colonial, pero las prácticas son netamente coloniales, patriarcales, racistas y clasistas. Por esto, las feministas comunitarias ya han provocado debate y crítica hacia conceptos como la complementaridad y el chacha-warmi, como formas de ocultar las injusticias hacia las mujeres y también hacia los hombres, porque la idea de proveedor también oculta un mandato patriarcal.

Con todo lo que significa ser mujer indígena, soltera y madre, en tanto, las adolescentes han buscado una opción para salir de ese marco que las obliga a ser objeto de discriminación. En otros casos, como el mío, decidí salir del entorno familiar y de lo más cercano a la comunidad para no ser obligada a casarme y tener más hijos. Pero cuando se debe salir del entorno donde se nace y crece para llegar a otro, surgen otros conflictos como la discriminación por etnia y clase, además del dolor de la separación de la familia.

A decir de las madres adolescentes de la unidad educativa, una de las razones por las que son discriminadas en la institución es por no estar casadas antes de tener a sus hijos. Por esa razón, tener un hijo no es el mayor problema, pues será madre ahora o después. En ese sentido, el matrimonio o la alianza conyugal es más relevante e indispensable que tener un hijo, en el sentido que la mujer es limitada a seguir con su vida normal. Como en las comunidades indígenas la organización y las actividades son colectivas, el matrimonio es una de las formas para asegurar esa colectividad, mientras que lo individual, como dice Gloria Anzaldúa, lo que piensa, siente y necesita la mujer no se consideran; lo colectivo es más sustancial que lo individual (2004).

En el estudio realizado por Ortiz et al. en comunidades indígenas y shuaras muestra que, incluso, las mujeres deben llegar vírgenes al matrimonio y que siempre deben demostrar sumisión ante su pareja/esposo. Además, se dice que actos como la violación a mujeres pasan casi desapercibidos, pues es un acto que se naturaliza, se normaliza y no es reflexionado como una grave violencia sexual por el hecho de ser mujeres. En efecto, lo que sí les preocuparía de la violación es que quede embarazada y el matrimonio no se efectué (Ortiz et al., 2016).

Muy parecido a este resultado, una investigación realizada por la autora en una población indígena en el cantón Cotacachi, parroquia Imantag, encontró que las violaciones a mujeres adolescentes indígenas no generaban preocupación ni acciones para sanar lo que ocurría en las comunidades indígenas. Esta vez, las violaciones no venían solamente de terratenientes, capataces o personas externas, sino de jóvenes indígenas de las mismas comunidades (Tambaco, Kuymi, 2015). Pero, además, las violaciones no eran solamente a adolescentes y mujeres jóvenes, sino también a mujeres adultas mayores. Desde estas prácticas la violación es, como dice Rita Segato, una experiencia universal y que no hay una sociedad en el que no exista el fenómeno de la violación (2003, pp. 24-25).

Retomando el matrimonio y la maternidad como conceptos cruciales en la vida de las mujeres indígenas, Tuaza interpreta las narraciones contadas y señala que la sexualidad en parejas de comunidades de Chimborazo “es muy libre, alegre, positiva y necesaria; por lo que la ausencia de relaciones sexuales puede ser considerada un fallo moral, una falta de cuidado que pueden destruir el matrimonio y la vida comunitaria” (Tuaza, 2017, pp. 14). La destrucción del matrimonio entonces, está relacionada con el fraccionamiento comunitario y las relaciones sociales.

Siguiendo los patrones de comportamiento de las madres adolescentes y de su entorno, lo que menciona Tuaza, Cabnal y Paredes se mantiene en la institución educativa intercultural bilingüe. Aunque las madres no están en una comunidad netamente indígena, las normas de comportamiento relativas a la sexualidad y la maternidad contienen rasgos de las normas desde el matrimonio como principio importante para la reproducción de las comunidades. En cortas palabras, se ha transterritorializado algunos patrones de comportamientos, pero no de cualquiera, sino de los patriarcales que vigilan y norman la vida de las mujeres. Por eso, en la Kushi Pakari se considera muy relevante poner atención en el matrimonio antes que en la maternidad adolescente y sus condiciones de vida.

Existe una trasterritorialización porque se trasladaron algunos comportamientos de ciertos lugares específicos a otro lugar geográfico. En ese sentido, las adolescentes, madres, padres y docentes se consideran mestizos/as pues, por un lado, la ciudad representa para ellos motivo de cambio de identidad y por otro, sienten que ser mestizos representa más oportunidades y una vida digna en la ciudad. Pero, por otro lado, los patrones de comportamientos vinculados a la vigilancia y control de las mujeres y de su sexualidad no cambian, pues no se consideran cambiantes ni convenientes. Finalmente, todo eso se reduce a la conclusión de que son madres adolescentes mestizas, pero con prácticas patriarcales indígenas.

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Notas

1 Kushi Pakari es el nombre ficticio de la institución educativa. KushiPakari en lengua kichwa, significa Alegre Amanecer.
2 Este artículo es parte de una tesis de maestría en Género y Desarrollo. Todos los datos recogidos corresponden al trabajo de campo realizado durante el período de elaboración de la tesis. Por seguridad y respeto a las personas que compartieron informaciones personales e institucionales, en este artículo se usan nombres ficticios.
3 El Sistema de Educación Intercultural Bilingüe en Ecuador tiene alrededor de treinta años de existencia. Aunque en los 40, con la lucha de Dolores Cacuango ya se alfabetizaba a indígenas, recién en los 70 se oficializa como un sistema propio de educación dirigido, principalmente, para niños y niñas indígenas.
4 Cosmovisión Andina es el nombre de una asignatura que se aplica en la institución intercultural bilingüe.
5 Descuidadas es la palabra común con la que describen los y las docentes a las adolescentes madres en el colegio. . Las y los estudiantes, madres y padres familia, los y las docentes concuerdan que debe haber una edad propicia para tener relaciones sexuales. Y la edad propicia al que hacen referencia es cuando cumplan los 18 años, hayan terminado el bachillerato o en otros casos, se hayan casado (Anotaciones en observación de campo y conversaciones, 2018).
6 Las y los estudiantes, madres y padres familia, los y las docentes concuerdan que debe haber una edad propicia para tener relaciones sexuales. Y la edad propicia al que hacen referencia es cuando cumplan los 18 años, hayan terminado el bachillerato o en otros casos, se hayan casado (Anotaciones en observación de campo y conversaciones, 2018).
7 Los comportamientos normales, según los y las estudiantes se refieren a la abstinencia (Anotaciones en observación de campo y conversaciones, 2018).
8 Wawa es un término en lengua kichwa que significa niño o niña.
9 “He tenido una conversación con los adultos y ellos han sabido sobre las medicinas naturales. Las personas antiguas usan la medicina ancestral. Dicen que la pepa de aguacate se tritura e infusión y se debe tomar, pero que corre riesgos de quedar estéril (Entrevista con docente, enero 2018).
10 Raymikuna es un término kichwa que significa fiestas.


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