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Reverberaciones de un encuentro común. Domitila, Marielle, Daniela, Albertina y Lucía: sus voces en las nuestras
María Belén Alvarez; Ana Claudia Elgueta; Larissa Mehl;
María Belén Alvarez; Ana Claudia Elgueta; Larissa Mehl; Polliana Monteiro; María Alejandra Olaiz
Reverberaciones de un encuentro común. Domitila, Marielle, Daniela, Albertina y Lucía: sus voces en las nuestras
Reverberations of a common encounter. Domitila, Marielle, Daniela, Albertina and Lucía: Their voices in ours
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VII, núm. 12, pp. 153-173, 2020
Universidad Nacional de Cuyo
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Resumen: En este trabajo proponemos abordar las historias de cinco mujeres latinoamericanas, interpretando sus ausencias, sus muertes, como un intento de silenciamiento. Las mujeres latinoamericanas que nombramos aquí nos interpelan en los análisis sobre el lugar y las formas que asumen las derechas y las violencias en nuestros territorios. Las categorías de “necropolítica” y de “interseccionalidad” nos permiten conectar textualidades y visibilizar la continuidad de opresiones, pero también vislumbrar maneras posibles de resistencia.

Palabras clave:DerechasDerechas,LatinoaméricaLatinoamérica,mujeresmujeres,necropolíticanecropolítica,interseccionalidadinterseccionalidad.

Abstract: In this work we propose to approach the stories of five Latin American women, interpreting their absence, their deaths, like a silencing attempt. These women make it possible for us to think about the place and the forms that the rights manifest and the violence in our territories. At the same time, the categories of “necropolitics” and “intersectionality” help us connect textualities with the purpose of visibility into the continuum of oppressions and possible forms of resistance.

Keywords: Right wing, Latin America, women, necropolitics, intersectionality.

Carátula del artículo

DOSSIER

Reverberaciones de un encuentro común. Domitila, Marielle, Daniela, Albertina y Lucía: sus voces en las nuestras

Reverberations of a common encounter. Domitila, Marielle, Daniela, Albertina and Lucía: Their voices in ours

María Belén Alvarez
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
Ana Claudia Elgueta
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
Larissa Mehl
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
Polliana Monteiro
acultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
María Alejandra Olaiz
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VII, núm. 12, pp. 153-173, 2020
Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 25 Noviembre 2019

Aprobación: 06 Febrero 2020

Introducción



“…y cuando hablamos tememos que nuestras palabras no sean escuchadas ni bienvenidas, pero cuando callamos seguimos teniendo miedo. Por eso, es mejor hablar recordando que no se esperaba que sobreviviéramos”.

Fuente: Extracto del poema Letanía de la Supervivencia, Audre Lorde. The Black Unicorn, 1978

Proceder de Colombia, Argentina y Brasil, ser mujeres, coincidir, disentir y volver a coincidir. Estar unidas por trayectorias, habitar el Sur o los Sures, transitar entre tareas reproductivas y productivas, ser trabajadoras de la educación, encontrarnos en la Maestría de Estudios Latinoamericanos (Uncuyo) y decidir sentipensar juntas, pasar las experiencias por el cuerpo, por los dolores y placeres rompe la distancia topográfica y nos otorga otras perspectivas para transitar nuestros territorios. Esta sumatoria constitutiva implica para nosotras una toma de posición para situarnos, enlazando entre palabras lo que nos significan nuestros cuerpos, y dimensionarse desde conocimientos situados y encarnados. Porque en este transitar común las voces de las mujeres que decidimos nombrar en este momento nos resuenan en un campo de reverberaciones donde las resistencias, las formas de organización, las posibilidades de construir una vida otra, conforman ese nosotras inscripto en un feminismo latinoamericano. Esas voces que se pretenden callar pertenecen a cuerpos masacrados por los Estados legitimados.

Nuestro presente nos obliga a pensar, con aciertos y equivocaciones, el entramado de violencias, sobre todo la ejercida por el Estado, hecho fundante de Nuestra América. En este sentido, nos interpela pensar las derechas en Latinoamérica y las formas que asumen bajo el despliegue de la necropolítica y, como contracara, las formas de resistencia desde los cuerpos feminizados.

Como bien nos invita Anzaldúa (2016), nos embarcamos en estrategias que permiten habilitar otras formas de concebir las fronteras para abordar la simultaneidad de opresiones, para nadar lo ajeno desde la identidad cambiante, pensando desde la complejidad, desde la trama, entrelazando raza, etnia, clase, territorio, colonialidad y género.

Elegir las historias, las voces de Domitila Barrios de Chungara, Marielle Franco, Daniela Carrasco, Albertina Martínez Burgos y Lucía Pérez nos permite dar cuenta de estos entramados, de estas fronteras y de las posibilidades de generar otras formas de vida, otros mundos.

Nadar entre fronteras: algunas precisiones teóricas

Los feminismos han evidenciado y denunciado la constitución moderna de un sujeto pretendidamente universal, referente de la vida social y política, en relación al cual la otredad es subalternizada y excluida en función de las diferencias (Cubillos Almendra, 2015). Esta concepción del sujeto ya es, en sí misma, una decisión metodológica y un posicionamiento axiológico. Como alternativa, la teoría feminista de la interseccionalidad ha proporcionado interesantes contribuciones para desestabilizar al sujeto moderno y repensar el cómo interpretamos la realidad social y los procesos de generación de conocimiento (Cubillos Almendra, 2015: 121).

Avtar Brah, nacida en Panyab (India), sitúa geopolíticamente el surgimiento de la interseccionalidad, además la resignifica frente a la noción de primacía:

Hoy está ampliamente aceptado que la invención del hombre europeo como sujeto universal del pensamiento social y político occidental fue realizada definiéndolo frente a una plétora de Otros –mujeres, gays y lesbianas, indígenas, gente de color, clases populares y demás–. El centramiento en la figura del hombre europeo construyó, en complejas relaciones jerárquicas vis-à-vis, a estos diversos Otros (Brah, 1996/2011: 247).

Los orígenes de la interseccionalidad se remontan a la década del 70, a Estados Unidos, al activismo convocado bajo el nombre de Combahee River Collective. Sin embargo, académicamente, el concepto fue acuñado por la jurista Kimberlée Crenshaw, quien lo definió como la expresión de un sistema complejo de estructuras de opresión, múltiples y simultáneas (Cubillos Almendra, 2015: 122).

En el despliegue de este trabajo, nos valemos de estas estrategias de análisis para abordar cinco historias de mujeres para convocar y hacer reverberar sus voces.

Consideramos que los feminismos en América Latina vienen sosteniendo diversas formas de organización y una expansión de dimensiones políticas, económicas, sociales y culturales que se enhebran con la lucha antipatriarcal, anticapitalista y anticolonial. En este escenario se introduce un fenómeno caracterizado por la crisis de los llamados “gobiernos progresistas” o los “socialismos del siglo XXI” y un avance de gobiernos llamados de derecha en varios países de la región que promueven una reversión autoritaria en contraposición con los avances en materia de derechos humanos, imponiendo además símbolos y valores que penetran en la disputa por las democracias posibles y pretendiendo impugnar cualquier posibilidad de acción política emancipadora.

Las nuevas formas de control que emergen desde el período colonial siguen profundizando el silenciamiento de los cuerpos. La forma de operar de la política en la actualidad se basa en el cálculo instrumental sobre a qué población se puede dejar morir, es la necropolítica, la administración de la muerte al interior del topos político (Fuentes Díaz, 2012). Y este ejercicio de la fuerza y el giro autoritario no es exclusivo de los órganos gubernamentales, sino que se constituye en una estructura del sentir, en un sentido común que moldea las conductas e induce a determinados goces, entrelazando “los ethos coloniales de larga duración con las condiciones de superfluidad y nuda vida contemporánea” (Fuentes Díaz, 2012:49).

¿Ante qué horror nos estamos enfrentando cuando esta nueva forma de Estado que asumen las derechas neoliberales en la región demuestra las características que impregnan la necropolítica de las fuerzas de la vieja derecha colonial, racista, misógina, homofóbica, clasista, que invisten nuevos ropajes?

Como bien sabemos, la violencia ha sido el eje organizador que ha motorizado la dominación, la expropiación, la explotación y el despojo, ha sido y sigue siendo la gran garantía de la subsistencia del capital. En este contexto, el estado de excepción1 tiende a normalizarse, y la excepción se ha vuelto normal.

La existencia humana es cada vez más instrumentalizada y la destrucción material de los cuerpos son juzgados como desechables. El poder o el gobierno apelan continuamente a la emergencia y a una noción fantasmática del enemigo; como bien señala Mbembe: “Estamos más cerca de ese tipo de política en que la política se entiende como el trabajo de la muerte en la producción de un mundo en que se acaba con el límite de la muerte” (Mbembe, 2012:135). Esta categoría nos permite comprender y problematizar cómo se entrelazan el derecho y la violencia, y la excepción y la soberanía en la política contemporánea en torno a la configuración del enemigo y la justificación permanente de la excepción.

El planteo de Mbembe en torno a la necropolítica está en conexión con el concepto de necroeconomía, ya que una de las funciones del capitalismo contemporáneo es justamente la de producir a gran escala una población superflua, a la cual el capitalismo ya no tiene necesidad de explotar, pero hay que gestionarla de alguna manera. Y una manera de disponer de los excedentes de población es exponerlos a todo tipo de peligros y riesgos, a menudo mortales. Otra técnica consistiría en aislarlos y encerrarlos en zonas de control. Es la práctica de la “zonificación” (Fernández-Savater, 2016).

Estos nuevos ropajes de las derechas contemporáneas como bien lo ha nombrado Ansaldi (2017) han impactado en la construcción de subjetividades, poniendo de manifiesto no solo narrativas degradadoras de la lucha feminista, sino pretendiendo impugnar cualquier posibilidad de acción política emancipadora.

El avance de expresiones de derecha en América Latina despliega discursos, relatos y acciones que se encarnan en fuerzas sociales y políticas y van moldeando diversos espacios y sujetos. Las posibles tensiones y contradicciones ponen de relieve la circulación de prácticas que atraviesan los lenguajes en sintonía con la configuración ideológica de la derecha contemporánea. Tanto en las formas organizativas tradicionales –partidos, sindicatos, organismos estatales– y en otros ámbitos de la vida social –medios de comunicación, escuelas, universidades– el debate feminista se imbrica también para volver a delinear, quizás, otras formas posibles.

No terminamos de profundizar nuestros análisis sobre la crisis de los llamados “gobiernos progresistas” o los “socialismos del siglo XXI”, cuando el avance de la derecha neoliberal sostenida por fundamentalismos religiosos y fuerzas sociales racistas, misóginas y de tinte colonial empezaron a ocupar diversos espacios arrebatando la institución estatal en algunos países de la región o ganando democráticamente elecciones.

Bolivia: Domitila nos sigue hablando

Para oír a Domitila, necesitamos saber quién era, traerla al presente y permitir la escucha, contextualizarla en una Bolivia diferente históricamente, pero similar al analizar otros campos. Hoy, en Bolivia deambulan les asesinades en la ciudad de El Alto en ataúd donado, buscando justicia para sus muertes, mientras la ciudad entera carga eses muertes para exigir la renuncia de Janine Añez.

Enlazamos la vivencia de Domitila a un pensamiento que ha sido silenciado pero que aún resiste y persiste. Traemos el planteo de Roig para ahondar en posicionamientos axiológicos y epistémicos:

Deberemos decir, además –frente a quienes afirman la inexistencia de un pensamiento nuestro que pueda ser considerado filosófico– que sí tiene una historia y, por cierto, que esta aseveración tiene su fundamento de posibilidad en una cuestión metodológica (Roig, 2008: 131).

En este sentido, explicitamos la necesidad de inscribir la historia de Domitila como una voz que debe ser escuchada, una voz valiosa, la cual permite hablar desde un Nosotras, un “pensamiento nuestro que puede ser considerado filosófico”, operando un descentramiento de voces, desde la interseccionalidad como estrategia de análisis2.

La historia de Domitila es intensa, muy fuerte y poco reconocida, sin embargo, Álvaro García Linera le rinde homenaje3, el 28 de noviembre de 2018, en presencia de la autora brasileña Moema Viezzer, quien recogió el testimonio de Domitila Barrios de Chungara y, mediante entrevistas, ordenó el relato biográfico que da vida a la obra Si me permiten hablar. Moema afirma que la historia de Domitila es la historia de una persona, pero es también la historia de una clase que ella supo tan bien representar, historias muy tristes, pero que traen toneladas de coraje. Luego, en dicha presentación, García Linera cita un pasaje de Si me permiten hablar en el cual Domitila relata cómo un oficial le pega mientras cursa un embarazo de ocho meses y la incertidumbre de no saber si su hijo estaba vivo o muerto. En el registro audiovisual de la presentación de 2018, mientras se escucha la voz del vicepresidente boliviano, podemos observar a una mujer secándose las lágrimas de su rostro, con un casco naranja en su cabeza y una mirada de dolor, un dolor atento a su presente. En el relato, la cita continúa: “Me hinqué allí y me tapé la cara, porque ya no podía más, hice un esfuerzo y resulta que encontré el cordón de la wawa4, estirando el cordón encontré a la wawita, totalmente fría, helada…”

Creemos que sobran las palabras ante tanto dolor, ante tanta muerte.

Domitila Barrios de Chungara nació en Bolivia, el 7 de mayo de 1937 y murió en el mismo país, el 12 de marzo de 2012. Fue una niña muy pobre, crió a cinco hermanas al morir su madre, usaban entre todas un solo par de zapatos para salir de la precaria casa. No podía ir a la escuela, porque no tenía materiales y tampoco tenía tiempo, las actividades de sobrevivencia le consumían las horas, la escasez y la violencia naturalizada hacia las mujeres, signaron su vida. La muerte la rondó varias veces, se llevó de manera trágica a sus seres queridos. Perdió un embarazo muy avanzado, luchando por los mineros de Siglo XX. Su sentido de la justicia aparece desde muy pequeña, su curiosidad, sus ganas de aprender, la llevaron a formar parte del Comité de Amas de Casa. Domitila nos dice que Bolivia es muy rica, pero que la mayoría de sus habitantes viven como mendigos, son campesinos que trabajan todo el día en pésimas condiciones o son mineros en extremas condiciones de insalubridad:

Mi compañero trabaja en esta forma hace casi veinte años. Todos los mineros trabajan ocho horas completas dentro de la mina. Las puntas son iguales. Apenas 35 años es el promedio de vida de un trabajador minero. Entonces ya está totalmente enfermo, con mal de mina. Como tanto hacen reventar explosivos para sacar el mineral, entonces estas partículas de polvo se introducen a los pulmones, a través de la respiración, por la boca y la nariz. Y en los pulmones, esto llega a carcomer y llega a hacer pedazos el pulmón. Y los trabajadores comienzan a vomitar sangre. Negra, morada se les hace la boca. Y al final botan pedazos de pulmón y ya se mueren. Ésta es la enfermedad profesional de mina o silicosis (Viezzer, 2005: 18).

Las mujeres, al comenzar a organizarse, vieron la problemática desde un plano colectivo, no desde una perspectiva personal, de hecho, Domitila lo expresa al principio del testimonio. Su historia podría haber sido la de cualquier mujer boliviana organizada:

En esa labor en que están los trabajadores les colaboramos nosotras, sus compañeras. Nosotras, las mujeres, fuimos criadas desde la cuna con la idea de que la mujer ha sido hecha solamente para la cocina y para cuidar de las wawas, que es incapaz de llevar tareas importantes y que no hay que permitirle meterse en política. Pero la necesidad nos hizo cambiar de vida. Hace quince años, una época de muchos problemas para la clase trabajadora, un grupo de sesenta mujeres se organizaron para conseguir la libertad de sus compañeros, que eran dirigentes y que habían sido apresados por reclamar mejores condiciones de salario. Ellas consiguieron todo lo que pedían, después de someterse a una huelga de hambre durante diez días. Y a partir de esto decidieron organizarse en un frente que llamaron “Comité de Amas de Casa de Siglo XX” (Viezzer, 2005: 29)

Domitila entra al comité, luchando por los derechos de los trabajadores y de su comunidad, pero no le fue fácil, hay un pasaje de la entrevista de Viezzer, donde Domitila narra cómo conoció a Norberta, quien militaba en el Comité de las Amas de Casa. Norberta había escuchado una conversación entre Domitila y su esposo. Él le había dicho maricona, suponiendo que su esposa estaba feliz, durmiendo, mientras él luchaba junto a sus compañeros. Norberta intervino, diciéndole que no creyera que su esposa estaba feliz durmiendo, si no que había estado en vigilia por la preocupación (Viezzer, 2005).

Esa palabra, maricona, emitida por su esposo, hirió a Domitila, a ella, que conocía de luchas y dolores, pero aprendió lo que hoy denominamos sororidad de la mano de Norberta.

Barrios de Chungara fue invitada a la Tribuna de la Primera Conferencia Mundial sobre las Mujeres, en 1975, denominada “Mujer, paz y desarrollo”. Allí tomó la palabra, ella comenta que el micrófono estaba muy codiciado, así que le fue difícil y comenzó con la frase que titula el libro. A continuación, escucharemos, una vez más, su voz:

–Perdonen ustedes que esta tribuna yo la convierta en un mercado. Pero fui mencionada y tengo que defenderme. Miren que he sido invitada a la tribuna para hablar sobre los derechos de la mujer y en la invitación que me mandaron estaba también el documento aprobado por las Naciones Unidas y que es su carta magna, donde se reconoce a la mujer el derecho a participar, a organizarse. Y Bolivia firmó esta carta, pero en la realidad no la aplica sino a la burguesía.

Y así, seguía yo exponiendo. Y una señora, que era la presidente de una delegación mexicana, se acercó a mí. Ella quería aplicarme a su manera el lema de la Tribuna del Año Internacional de la Mujer que era “Igualdad, desarrollo y paz”.

Y me decía: –Hablaremos de nosotras, señora... Nosotras somos mujeres. Mire, señora, olvídese usted del sufrimiento de su pueblo. Por un momento, olvídese de las masacres. Ya hemos hablado bastante de esto. Ya la hemos escuchado bastante. Hablaremos de nosotras... de usted y de mí... de la mujer, pues.

Entonces le dije: –Muy bien, hablaremos de las dos. Pero, si me permite, voy a empezar. Señora, hace una semana que yo la conozco a usted. Cada mañana usted llega con un traje diferente; y, sin embargo, yo no. Cada día llega usted pintada y peinada como quien tiene tiempo de pasar en una peluquería bien elegante y puede gastar buena plata en eso; y, sin embargo, yo no. Yo veo que usted tiene cada tarde un chofer en un carro esperándola a la puerta de este local para recogerla a su casa; y, sin embargo, yo no. Y para presentarse aquí como se presenta, estoy segura de que usted vive en una vivienda bien elegante, en un barrio también elegante, ¿no? Y, sin embargo, nosotras las mujeres de los mineros tenemos solamente una pequeña vivienda prestada y cuando se muere nuestro esposo o se enferma o lo retiran de la empresa, tenemos noventa días para abandonar la vivienda y estamos en la calle. Ahora, señora, dígame: ¿tiene usted algo semejante a mi situación? ¿Tengo yo algo semejante a su situación de usted? Entonces, ¿de qué igualdad vamos a hablar entre nosotras? ¿Si usted y yo no nos parecemos, si usted y yo somos tan diferentes? Nosotras no podemos, en este momento, ser iguales, aún como mujeres, ¿no le parece? (Viezzer, 2005: 165-166).

El relato puede parecer muy extenso para una cita. Sin embargo, comenzamos este apartado hablando de las metodologías, aquí pretendemos, más que decir, escuchar, porque es la manera en la que conocimos la historia de Domitila, esta mujer que en 1975 interseccionaba la categoría de clase y etnia al análisis con perspectiva de género, quizás sin saberlo teóricamente, pero con la sabiduría de haberlo vivido y poder contarlo.

Brasil: Marielle Franco, su voz persiste

Marielle Franco fue asesinada el 14 de marzo de 2018. En su vida, ella representaba todo lo que el patriarcado y el poder intentan destruir: mujer, negra, lesbiana, favelada, socialista. Más allá de los estigmas que impone la sociedad, al pertenecer a tales categorías, ella logró volverse una personalidad política importante. Trabajaba activamente en las áreas de intervención militar en Río de Janeiro, llevando otras posibilidades de vida pensadas desde la educación, empoderamiento de jóvenes y acciones culturales y afirmativas. Menos de un mes antes de su muerte, Marielle fue elegida como relatora de una comisión que iba a fiscalizar la intervención militar en las favelas, además de haber terminado su tesis de maestría sobre el mismo tema, titulada: UPP – A redução da favela a três letras: uma análise da política de segurança pública do Estado do Rio de Janeiro (Franco, 2018). Era muy crítica del accionar de los militares, tenía muchos datos sobre tales acciones, voluntad para denunciar y construir nuevas realidades en las favelas, además de fuerza política para hacerlo.

Por tal razón, no caben dudas que su asesinato fue encomendado por razones políticas, que las balas que acribillaron –tanto a ella como a su chofer– eran originarias de los que mandan en el sistema de control implementado en las favelas. Víctima de la milicia –que controla una parte de la población– matar a Marielle significó la voluntad de mantener el status quo en la favela, donde la violencia y el control policial impiden a las mujeres y a los pueblos racializados sobresalir y luchar por sus derechos. Porque Marielle mostraba otras realidades posibles y sabía de otra versión, diferente de la oficial, sobre el impacto negativo que tenían las intervenciones militares en la favela.

Más allá de especular y comentar quienes son los responsables de esta muerte, especulación que se acerca cada vez más a la familia Bolsonaro5, la que preside actualmente la república brasileña, quisiéramos hacer hincapié en la dimensión simbólica de la muerte de la concejala.

La semana posterior al femicidio, en Brasil y en varias capitales del mundo, múltiples personas hicieron manifestaciones, haciendo el duelo y clamando justicia debido a lo ocurrido. Fue un llamado de las mujeres racializadas y de la izquierda, dimensionando el vacío que generaba su muerte y clamando justicia. Poco a poco, Marielle fue volviéndose un símbolo de resistencia a la violencia, a las ultraderechas conservadoras y símbolo del derecho a luchar por un país mejor, no solo en Río, sino en todo Brasil.

La contrapartida patriarcal y blanca fue violenta. Inventaron varias fake news, afirmando que ella tuvo una relación con un traficante en Río, que sería vinculada con el Comando Vermelho (gran organización criminal), además de realizar juicios de valor, por haber sido madre tan joven. Pero fue solo algunos meses después de su muerte cuando en todo país se hacían campañas electorales de presidencia y para la Cámara de Diputados, donde Marielle podría llegar a tener una gran cantidad de votos, que un acto dimensionó el modo en que su memoria, que se había vuelto un importante símbolo, efectivamente molestaba a muchos. El candidato a diputado, y posteriormente elegido con la mayor cantidad de votos, Rodrigo Amorim junto a Wilson Witzel y Daniel Silvera, ambos del PSL –partido de Bolsonaro–, hombres heterosexuales, blancos y un tanto corpulentos, rompieron un letrero de calle, que había sido hecho en homenaje a Marielle, acto para el cual Amorim hizo el siguiente discurso:

Marielle fue asesinada. Más de 60 mil brasileños mueren todos los años. Yo les voy a dar una noticia a ustedes. Esos ordinarios fueron a la Cinelandia, y en contra de todo el mundo, ellos sacaron un letrero de la calle de la Plaza Marechal Floriano, en Río de Janeiro, y pusieron en el lugar un letrero escrito Calle Marielle Franco. Daniel y yo esa semana fuimos allá y rompimos el letrero. Jair Bolsonaro sufrió un atentado contra la democracia y esos canallas se callaron. Por eso, vamos a barrer a esos ordinarios. Se terminó PSol [Partido Socialista], se terminó PCdoB [Partido Comunista do Brasil], se terminó esa mierda aquí. Ahora es Bolsonaro, mierda. (O Globo, 2018- traducción nuestra).

Al romper tal letrero, una vez más, frente a las personas vestidas de verde y amarillo en un encuentro político, las personas soltaron gritos de aprobación y aplausos. En el discurso, podemos ver un desprecio a Marielle, un desdeño a su persona y a su muerte, a su lucha y una amenaza directa a la gente de izquierda en Brasil. En su discurso, Amorin se refiere al acuchillamiento que sufrió Bolsonaro; pero él sobrevivió, mientras Marielle fue acribillada con nueve balas, fue asesinada, mostrando cómo el presidente, lastimado, pero aún vivo, en la percepción de Amorim, valía más indignación que Marielle muerta.

Por lo tanto, podemos ver el estigma de esta mujer, muerta por ser quien era y haberse atrevido a ocupar lugares de poder. Nuevamente aplicamos en este caso el concepto de interseccionalidad, ella fue juzgada por ser mujer, negra, lesbiana, pobre y por atreverse a luchar por una vida mejor para la gente de las favelas. Tal violencia hacia ella muestra cómo el país está dividido, y que la ola patriarcal y machista, cubre al país con juicios moralistas que legitiman las muertes de la gente pobre y favelada hecha por los policías y militares. Así lo dijo Marielle como mujer de la favela, en su cuenta de twitter, un día antes de su muerte: “¿Cuántos más tendrán que morir para que esa guerra termine?” (Gaia, 2018).

Chile: Mujeres, cuerpos que dicen

Daniela Carrasco, 36 años. Mujer, artista callejera, llamada La Mimo, vista por última vez con vida cuando fue detenida por carabineros en Santiago de Chile y encontrada el 20 de octubre de 2019 con signos de violación, tortura y asesinato. Su cuerpo fue exhibido, colgando de una reja en la comunidad Pedro Aguirre, al sur de Santiago. El movimiento feminista Ni una Menos de Chile y el Sindicato Nacional Interempresa de Actores y Actrices reclaman justicia, pero, además, Ni una Menos denuncia su ultraje, tortura y asesinato. Es muy llamativo que nada se haya vuelto a decir acerca de su asesinato en los medios tanto hegemónicos como alternativos. ¿Tendrá algo que ver las condiciones de existencia que tuvo para interesar tan superficialmente a la opinión pública? Mujer, artista callejera, joven…

Albertina Martínez Burgos, 38 años. Mujer, fotoperiodista, trabajadora de la agencia Mega fue hallada muerta en su departamento en el centro de Santiago de Chile, el 21 de noviembre de 2019. Su cuerpo presentó signos de múltiples golpes y puñaladas. Los medios difieren en la información, afirman que Albertina había cubierto marchas, represiones y abusos de carabineros y militares hacia las mujeres. Noticias que luego desmintieron compañeres y amigues, afirmando que solo asistió a la marcha del 14 de noviembre. Junto a sus familiares, el movimiento feminista Ni una Menos de Chile reclama justicia y ambos coinciden en informar la desaparición del departamento de Albertina de su cámara fotográfica, notebook y documentos. El caso de Albertina es investigado por carabineros6 de Chile.

Ante todo, pedimos permiso como gesto de abrazo y respeto a todas las personas familiares y allegades de Daniela y Albertina para ofrecer un espacio de reflexión en medio de tanta conmoción, despojo y violencia.

La violencia institucionalizada que recibieron Daniela y Albertina nos lleva a pensar la subalternidad encarnada, hecha experiencia una vez más en la vida de mujeres y expresada en su forma más extrema: la muerte de ellas, en ellas y para ellas.

Si bien con Gramsci surge la noción de subalternidad para dar cuenta de la condición subjetiva de subordinación en el contexto de la dominación capitalista (Modonesi, 2012), hoy adquiere nuevos modos de expresión a través de la resistencia de las mujeres a las brutales y descarnadas políticas represivas de gobiernos neoliberales democráticos, puestos en cuestión por distintos movimientos sociales y, entre ellos, los movimientos de mujeres, particularmente en Nuestra América del Sur.

Esta situación de subalternidad se puede analizar por la ineludible relación socio-política que hay en ambos hechos, como en otras historias de Nuestro Sur, mencionadas en este trabajo. Estas dos mujeres tuvieron relación con las manifestaciones de repudio y reclamo ante las injustas políticas del gobierno chileno actual. Cada una tenía algo para comunicar desde el arte en las calles, desde los medios... y las despojaron, primero de su vida y luego de su voz. Despojarnos de nuestro cuerpo sigue siendo una acción política para afirmar la subordinación al cuerpo de los hombres que detentan el poder y a su visión de la política. Despojo que busca impedir la acción política y social de los grupos subalternos que buscan la emancipación de prácticas opresoras, en este caso, impuestas por el mismo gobierno.

Es llamativo el recurso hacia todo tipo de violencia sobre el cuerpo de nosotras… ¿Será porque pensamos desde nuestros cuerpos, porque hablamos desde nuestros cuerpos y con ellos? “El cuidado del cuerpo y de sí en general es, quizá, el trasfondo más usual de las reivindicaciones de las mujeres en lo que concierne a la sexualidad: es una premisa básica en las campañas contra la trata, por el aborto y por la educación sexual” (Charask, Prati, 2011: 5-6). En la misma línea que plantean las autoras, consideramos urge reivindicar la importancia del cuerpo, de lo íntimo, de la experiencia porque es lo que, cruelmente e insistentemente, estos gobiernos atacan y hacen desaparecer.

Pensemos en el tratamiento que se ha hecho de sus cuerpos despreciados y, en el caso de Daniela, exhibido como trofeo de lo que puede y debe hacerse con la subalternidad… Es escandalosa la simbología que adoptan, en su mensaje violento, organismos de gobiernos democráticos para aleccionar y amedrentar a movimientos sociales, a las expresiones alternativas de vidas que buscan ser oídas como son la vida de las mujeres. Sus vidas nos hablan, sus muertes nos hablan, sus cuerpos nos hablan y nos traspasan, reverberan nuestro presente. El planteo de Butler puede ofrecer más claridad:

¿Qué oposición podría ofrecer el ámbito de los excluidos y los abyectos a la hegemonía simbólica que obligara a rearticular radicalmente aquello que determina qué cuerpos importan, qué estilos de vida se consideran vida, qué vidas vale la pena proteger, qué vida vale la pena salvar, qué vidas merecen que se llore su pérdida? (Butler, 2002: 39).

Otro emergente sobre el que necesitamos pensar es el cruce, la intersección de características, de condiciones que particularizan la vida y la muerte de Daniela y de Albertina: ¿Por qué impusieron una muerte así a Daniela? ¿Qué quisieron callar en la voz y el trabajo de Albertina? ¿Por qué sus muertes y sus vidas son tratadas con tanta diferencia? ¿A caso no ser profesional, trabajar en el arte callejero, decidir dónde y cuándo trabajar agrava las condiciones de una mujer como La Mimo, asesinada para que su historia pueda encontrar justicia?

Debemos imaginar una vida otra para continuar abriendo caminos a nuestras voces, nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestros pensares. ¡Rompamos los silencios nombrándolas, nombrándonos desde nuestros cuerpos amantes, aguerridos, suaves, fuertes, diferentes para romper con la subalternidad que nos imponen!

Hacer desde la incomodidad

Una urdimbre de preguntas nos sitúa para movemos entre palabras y gestos que siguen resonando luego de que algunes volvíamos del 34 Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, bisexuales y no binaries en la ciudad de La Plata, o mejor dicho en las Tierras Querandí. Allí nos con-movimos unas a otres abrazades sobre los humos que les hermanes de los feminismos del Abya Yala agitaban en cada llamamiento a los vientos, denunciando las opresiones, las violencias, las persecuciones y las políticas extractivistas que están desmoronando nuestros cuerpos-territorios.

Se nos hace difícil la tarea de escribir desde la urgencia de los acontecimientos que nos están sucediendo en la región. No queremos dejar atrás nuestro derecho de celebración, nos celebramos la sobre-vivencia y con eso invocamos los saberes de nuestras ancestras, de nuestras negras y de nuestras cholas de polleras y de les pibes encapuchades para torcer las fronteras que pretenden separar nuestras luchas, para expandir nuestras pieles a través del texto, tratando de narrar lo que nos acontece.

Y aunque esas fronteras forzadas no nos separan, las imágenes de las cuerpas que están en la calle resistiendo a las atrocidades del fascismo capitalista en Chile, en Bolivia, en Colombia, en Brasil, en Argentina nos llegan sin pausa y con palabras que nos siguen conmoviendo para no quedarnos inmóviles ante el horror.

Entre estas fronteras forzadas de Argentina, la derecha neoliberal logró consolidarse con partido propio. El PRO, el partido republicano que de la mano del dícese empresario Macri en el 2015 accede al control del Estado mediante voto democrático, pretende apabullarnos ante la superproducción de políticas depredadoras donde se aceita el engranaje entre la ley represiva y la ley financiera, aceites que vienen mezclándose desde hace largo tiempo.

El fallo 2x1 que intentaba garantizar la impunidad a los genocidas7 venía acompañado del relato de la reconciliación, rehabilitando una “vida de derecha” (Schwarzböck, 2016: 14) como si fuera la única posible. A la Doctrina Chocobar8, y a las secuencias del asesinato de Santiago Maldonado9, de Rafael Nahuel10 y tantas muertes lloradas por nosotras, se sumaban la escalada de femicidios que aún hoy siguen agrietando nuestros cuerpos pero que nos movilizan a armarnos de ternura y abrazarnos para seguir ocupando las calles.

El femicidio de Lucía Pérez en 2016, quien con 16 años fue torturada, violada y asesinada en la ciudad de Mar del Plata nos convocó al llamamiento del Paro, y nuestra potencia no fue disciplinada, sino al contrario, “con la huelga, nos hacemos cargo de un mapa global que no nos queda para nada lejos ni ajeno y que consiste en politizar las violencias contra las mujeres” (Gago, Gutiérrez Aguilar, Draper, Menéndez Díaz, Montanelli, Bardet, 2018:11). Es así que seguimos consolidando nuestras estrategias de lucha gestando los Paros “como horizonte organizativo” (Gago Gutiérrez Aguilar, Draper, Menéndez Díaz, Montanelli, Bardet, 2018: 12), desbordando cualquier intento de homogeneización y poniendo de relieve el entramado de violencias en las que estamos insertas.

Cuando el debate por el aborto legal tomó estado callejero en la Argentina se convirtió en “el único lugar donde convergen todas las tendencias del feminismo. Sus heterogéneas constelaciones se aúnan siempre allí y no, precisamente, en la identidad mujer” (Bellucci, 2014: 24). Pero así también, en casi un mismo escenario, pudimos mirar y pensar de frente los espantos (Schwarzböck, 2016) en la proliferación de relatos, narrativas y gestos de los pretendidos defensores de “las dos vidas” que ya en el Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata en el 2015 habían ejercido una brutal represión bajo “los principios fundamentales de la fe” y que hoy pretenden traducirlos en leyes y políticas públicas.

Para que lo político no se siga privatizando, como bien nos convoca a prestar atención María Galindo (2019) seguimos saliendo a tomar las calles como forma de vida política, porque hay cuartos cerrados donde se mapean las decisiones de la región y se diseñan los nuevos planes cóndores que vienen como La Bestia a arrasar con las vidas deseantes de otro mundo. Estar atentas ante las alternativas que se presentan, y que también pueden ser la trampa que captura todo aquello que resiste, ese sistema brujo sin brujo que es el capitalismo, logra embrujarnos. Lo brujo del sistema, como nos señalan Stengers y Pignarre (2017), es que logra captarnos las fuerzas con los conjuros, gualichos y recetas que lo sostienen a modo de promesas homogeneizantes, paralizantes y consensualistas.

Devengamos agua, devengamos marea que penetra en esos agrietamientos que nos pretenden imponer, practiquemos el montaje de los afectos para enfrentar también, desde nuestros costados, esas tecnologías de la muerte; esos métodos de producción y reproducción del terror; esas mismas botas españolas; esas mismas técnicas de asfixias y de estrangulamientos; esos mismos gestos del odio con sueldos estatales y bendecidos por dios y sus iglesias que pretenden tomar la total administración de la vida y de la muerte.

Lo que viene es un misterio pero hay movimientos en el humear, en el gritar arañando las ropas de la derecha que se disfraza con los harapos de los torturadores de todas las épocas que todavía nos quedan escribir. Los ungüentos se esparcen entre les cuerpes de la indocilidad. Nos nombramos con las voces de nuestras guerrilleras encontradas en los calabozos y aquellas que seguimos buscando junto a sus hijes venides del deseo y a quienes quisieron arrebatarle su identidad. Estamos comiendo de las ollas piqueteras y nos pintamos con la brillantina de las pibas para potenciar ese deseo de cambiarlo todo. Y esto invita a consideraciones recíprocas, a tareas comunales políticas y estéticas y también, por qué no, de organización, seguramente algunas errantes, pero que hacen al tiempo presente, al tiempo de la creatividad política.

Conclusiones

Nos propusimos ahondar en los detalles de algunos de los diversos acontecimientos que marcan el contexto latinoamericano para las mujeres y los movimientos feministas. En ese transitar atravesamos un borramiento de fronteras superficiales que nos muestran la extensión de la membrana celular de Latinoamérica marcada por esa violencia colonial, pero también por sus resistencias.

Las formas que asumen las masacres de los cuerpos indóciles que no paramos de llorar ni de nombrar, nos interpelan al pensar la topografía que asumen nuestras resistencias.

En esos nombramientos, y muchos más, encontramos los hilos que amplían y remiendan imperfectamente la genealogía feminista latinoamericana, o del Sur y Sures, o de Abya Yala.

Remendar esos hilos y arropar en nuestras luchas estos relatos comunes nos ha permitido vislumbrar algunos nudos del debate actual sobre el lugar de los feminismos en el escenario político, social y cultural. La diversidad de concepciones y significaciones que damos quienes asumimos el feminismo como posicionamiento político permite indicar la relevancia de sistematizar las experiencias situadas de las mujeres en el despliegue de relatos, de sucesos y de resistencias e iniciativas, y asumir esta tarea implica además sumergirnos en los desafíos por venir que amplíen la reflexión colectiva dentro del movimiento feminista latinoamericano.

Domitila, Marielle, Daniela, Albertina y Lucía son algunos de los nombres de las voces no silenciadas, porque decidimos que sigan hablando, porque tenemos el deber de oírlas, sabiendo que sus palabras en las nuestras “no sean bienvenidas”, porque no se esperaba que sobrevivieran. Sus voces resisten, resuenan, nos marcan rumbo y con ellas podemos construir realidades nuevas, mundos vivibles, inspirados por el lema zapatista que reconoce la multiplicidad de formas sociales que pueden propiciar la abolición de la explotación (Federici, 2018). Sus voces siguen reverberando, cuando las convocamos, cuando vislumbramos y construimos la trama común, en pie de lucha.

Material suplementario
Referencias bibliográficas
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Notas
Notas
1 Entendido como ese momento que se supone provisorio, donde el orden jurídico se suspende, ese momento del derecho en el que se suspende precisamente el derecho, a fin de garantizar esa continuidad y existencia, inclusive esa forma legal de lo que no puede tener forma legal, porque es incluido en la legalidad a través de su exclusión (Agamben, 2005). 2 “Los orígenes de la interseccionalidad se remontan a la década de los 70 en Estados Unidos, cuando el feminismo negro y chicano hace visibles los efectos simultáneos de discriminación que pueden generarse en torno a la raza, el género y la clase social (Combahee River Collective, 1977/1981; Davis, 1981; Moraga y Anzaldúa, 1981; Hooks, 1984; Crenshaw, 1989, Hill Collins, 1990/2000; entre otras)” (Cubillos, Almendra, 2015: 121) 3 Sin Filtro Bolivia (5 de diciembre, 2018) “Si me permiten hablar”. Recuperado el 24 de noviembre de 2019, de: https://youtu.be/uBUoO3fXZ_E
2 “Los orígenes de la interseccionalidad se remontan a la década de los 70 en Estados Unidos, cuando el feminismo negro y chicano hace visibles los efectos simultáneos de discriminación que pueden generarse en torno a la raza, el género y la clase social (Combahee River Collective, 1977/1981; Davis, 1981; Moraga y Anzaldúa, 1981; Hooks, 1984; Crenshaw, 1989, Hill Collins, 1990/2000; entre otras)” (Cubillos, Almendra, 2015: 121)
3 Sin Filtro Bolivia (5 de diciembre, 2018) “Si me permiten hablar”. Recuperado el 24 de noviembre de 2019, de: https://youtu.be/uBUoO3fXZ_E
4 Wawa o guagua en quechua significan niña o niño pequeño o bebé.
5 Cf. Medeiros, J. Impunidade no caso de Marielle e Anderson é uma ferida aberta. Carta Capital. Recuperado el 16 de Febrero de 2020, de https://www.cartacapital.com.br/opiniao/a-espera-da-verdade-sobre-a-morte-de-marielle-franco/; Gortázar, Maiara. El policía criminal que se llevó a la tumba los secretos del submundo de Río de Janeiro. El País. Recuperado en 16 de Febrero de 2020 de https://elpais.com/internacional/2020/02/15/actualidad/1581766837_095401.html .
6 OS- 9 Carabineros de Chile.
7 Beneficio del cálculo que pretendió aplicarse a penas por delitos de lesa humanidad. El polémico fallo de la Corte Suprema de Justicia fue impedido por Ley en el Congreso tras la fuerte movilización social en repudio el 10 de mayo de 2017 que será recordada como la marcha de los pañuelos blancos.
8 El 8 de diciembre de 2017, el policía Luis Chocobar asesinó por la espalda a Juan Pablo Kukoc, un pibe de 18 años que acababa de robar una cámara de fotos. Desde entonces, el Estado y los medios hegemónicos de comunicación avalan a Chocobar como un héroe y la política represiva de Macri pasó a llamarse Doctrina Chocobar.
9 Santiago Maldonado desaparece luego de la persecución tras la represión de la Gendarmería argentina ante una protesta. La acción violenta se llevó a cabo dentro del Pu Lof en resistencia Cushamen, territorio perteneciente a la comunidad mapuche, en una inhóspita zona del sur del país. Allí transitan comunidades indígenas, grupos de pequeños productores trashumantes y también grandes capitalistas globales como Benetton o Lewis. Santiago Maldonado acompañaba a esta comunidad mapuche en su reclamo territorial. Siete u ocho de ellos cortaban una ruta nacional la noche del 31 de julio se había levantado el corte. Al otro día, los gendarmes persiguieron dentro de su propio territorio a los manifestantes. Se llegó a insinuar que Santiago se mantenía oculto en colaboración con los mapuches, la víctima se convirtió en verdugo, falsa información, estigmatización de la comunidad mapuche, lenguaje perverso. Carátula de la Investigación: Desaparición Forzada. Desarrollaron también un fuerte ataque a la familia Maldonado. Banderas, gritos y hashtag #Aparición Con Vida Ya y Dónde Está Santiago Maldonado fue el reclamo colectivo, junto a los organismos de derechos humanos, volvimos a atravesar el miedo, el dolor, la bronca, de buscar un joven desaparecido.
10 El 23 de noviembre de 2017, las fuerzas represivas intentaron desalojar violentamente a la comunidad de Winkul Mapu. Varios jóvenes subieron la montaña intentando evadir la fuerte represión. El 25 de noviembre, el grupo Albatros los persiguió, dispararon 114 veces y alguna de esas balas alcanzó a Rafael Nahuel, quien estaba desarmado y de espaldas.
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