DOSSIER
Descolonizar las herramientas metodológicas. Una experiencia de investigación feminista
Descolonizar las herramientas metodológicas. Una experiencia de investigación feminista
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VI, núm. 11, pp. 13-30, 2019
Universidad Nacional de Cuyo

El presente dossier, titulado Reflexiones epistemológicas y metodológicas feministas, es el resultado del trabajo colectivo y de colaboración entre docentes investigadoras/es que participamos del VI Encuentro Latinoamericano de Metodología de las Ciencias Sociales (ELMeCS), convocadas por la mesa “Reflexiones epistemológicas y metodológicas en torno de los estudios feministas, de género y de mujeres” que coordinamos con María Falconi Abad de la Universidad de Cuenca, en la encantadora ciudad del mismo nombre, en Ecuador, del 7 al 9 de noviembre de 2018.
Del caluroso diálogo e intercambio construido a lo largo de las sesiones de trabajo surge, por un lado, una declaración contra los procesos de derechización política y religiosa en América Latina y el Caribe, que trae aparejados la agudización de políticas neoliberales represivas y un retroceso de los derechos conquistados por las mujeres y otros sujetos subalternizados. Por otra parte, germina la Red de metodologías Feministas del Sur, un espacio de articulación y debate permanente sobre el desafío que implica la investigación feminista situada, conformadas por representantes de las Universidad de Brasilia, Brasil; Universidad Nacional de Educación, Ecuador; Universidad de Cuenca, Ecuador; Universidad Arturo Pratt, Chile; Universidad Nacional de Colombia, Colombia, y Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. A partir de los intercambios en la Red proponemos el dossier en la Revista Millcayac, que busca contemplar la complejidad epistémica y metodológica de la producción de conocimiento desde una perspectiva feminista comprometida con los procesos de lucha y resistencia de las mujeres e identidades disidentes en la región. Desde la red nos propusimos, por lado, generar un espacio de reflexión respecto de la práctica y la investigación feminista, del laborioso trabajo de producción de conceptos, de métodos, instrumentos y técnicas para la transformación de las condiciones patriarcales de las ciencias sociales. Por otra parte, indagar en torno del proceso de la investigación, las dificultades y procedimientos, retomando la discusión sobre si es posible sostener una estrategia metodológica feminista, y en tal caso en qué consiste tal especificidad, pensada desde el Sur global.
Existe un orden social desigual que funciona como matriz de exclusión y/u omisión respecto de toda una gama de diversidades, en especial respecto de las mujeres, que posee y reproduce un tipo de racionalidad del que estos/as sujetos también han sido excluidos/as en nombre de la neutralidad, la objetividad y la universalidad. Nuestro interés es propiciar el debate sobre el giro epistémico descolonial en sus múltiples aristas: investigación desde una perspectiva feminista del Sur, producción de conocimiento situado, relación entre investigación y acción política, selección sensible de los métodos y las técnicas y el compromiso ético en investigación.
En consonancia con ese interés, el presente dossier tiene como objetivo reunir trabajos que problematicen la relación sujeto cognoscente y sujeto a conocer, que reconozcan la producción conceptual y teórica crítica que surge de las experiencias de saberes subalternizados, que aplican estrategias metodológicas creativas no extractivistas, que cuestionan las relaciones de poder en el proceso de producción y circulación de conocimiento y que practican una reflexividad feminista en sentido amplio. Convocamos a participar a integrantes de la Red y abrimos la convocatoria a otras/es/os investigadoras/es feministas cuya producción ponga en cuestión los paradigmas nor-euro-androcéntricos y su pretendida universalidad, sus marcaciones racistas, clasistas, sexogénericas, etarias, que reproducen relaciones de poder no solo al interior de las ciencias sociales, sino entre diversas disciplinas que aún desconocen la enorme producción epistemológica/teórica/metodológica de los feminismos, a pesar de su larga y fecunda trayectoria, reduciéndola a los márgenes de las instituciones académicas.
Nuestras experiencias corporales en tanto experiencias epistémicas
Nuestras reflexiones resultan de la propia experiencia corporizada1 de investigación. A partir de los límites y tensiones se produce la elaboración vivencial del diseño de investigación cualitativo, del trabajo de campo y la realización de las entrevistas en profundidad a “sujetos a conocer” involucradas en nuestro trabajo2.
A partir de la reflexividad feminista, situada, encarnada, la experiencia de sanación de las/os integrante del equipo de investigación se manifestó significativa. El esfuerzo fue afianzar una estrategia metodológica que permita registrar (dar forma textual) y hacer consciente el cuerpo, que sacuda los cimientos tradicionales discursivos de la ciencia y presente medidas de protección frente al saqueo metodológico y el extractivismo epistémico/cognitivo3. Desde el inicio nos propusimos la elaboración de biografías corporales, o corpo-bio-grafía4, como preferimos denominar a los procedimientos metodológicos (métodos y técnicas) para acceder a la experiencia corporal de sanación y ensayar un registro vivencial que permita subjetivarla y trabajar sobre aquello que el recuerdo instaura en la memoria y hace resurgir a través de la narración.
Para comprender lo que los cuerpos dicen, a través de sus síntomas, de sus manifestaciones, de sus habitus, de sus técnicas y trabajos, dificultades, como también de sus representaciones, discursos y sus relatos. Estas corpobiografías nacen del análisis de los múltiples nudos y redes que se tejen de los fragmentos de la memoria recuperada de ser un cuerpo, de los diferentes registros de la experiencia vivida sentida, de las prácticas de vida que el recuerdo activa y las olvidadas u omitidas, de las confesiones inconfesables, de la autorreflexión, de los miedos, de las dificultades, de las tramas de interacciones sociales, de los marcos sociopolíticos, culturales e históricos, de las ideologías y las significaciones sociales (Rodríguez, Rosana, 2013-2015: 2).
La elaboración de corpobiografías fue un intento de “pasar por el propio cuerpo” y subjetividad de las/os integrantes del equipo los interrogantes que guiaron la investigación. Experimentar en nosotras/os mismas/os las categorías puestas en juego en el trabajo, que orientarían luego las entrevistas en profundidad, la observación participante, la fotografía y el registro audiovisual de experiencias y rituales de mujeres sanadoras. De este modo la propuesta metodológica fue definida en términos de investigación-acción-creación, que consiste en indagar a partir de la experimentación y reflexión desde los cuerpos para dar lugar a la acción creativa-expresiva que permite ahondar en el mundo simbólico. La actividad creativa es una acción generadora de algo que deviene de la experiencia social, cultural y subjetiva y permite conocer aspectos de la realidad vivida y percibida, a través de las sensaciones, las emociones, los sentires. Conocer al conocerse. Esta propuesta también es coincidente con la investigación acción participante (IAP) y en especial con la investigación activista feminista (IAF), que
…comparte(n) base epistémica [...] a partir de considerar una posición situada, parcial y (con) sentido a la responsabilidad de lo que generamos y producimos. Así, nos encontramos en relación con otras, donde podemos crear a partir también de compartir nuestra historia y vivencia, politizando nuestra vida con las activistas en un espacio que nos reúne con un objetivo común (Fulladosa-Leal, Karina, 2015: 122, citado por Araiza y Díaz, 2017: 70).
Es a partir de la reconstrucción discursiva o narrativa que se actualiza un proceso histórico contextual de situaciones, percepciones, comportamientos, acciones, sensaciones, movimientos, gestos, aprendizajes y emociones contadas/narradas por sus protagonistas. Desde una perspectiva epistemológica feminista situada, es el posicionamiento explicitado lo que proporciona objetividad, es la parcialidad, la mirada situada, el conocimiento encarnado el que produce el conocimiento racional (Haraway, Donna, 1991).
Las corpobiografías iluminan otras dimensiones de la realidad, la realidad histórica-empírica, que incluye las situaciones objetivas vividas y la manera en que ha vivido, percibido, sentido, actuado. La realidad física y semántica, aquello que las mujeres saben y piensan de su experiencia y la propiocepción (conciencia de la propia posición y movimiento corporal) y del valor de su relato, que es la totalización subjetiva de esa experiencia, y por último la realidad discursiva es decir, el relato como una construcción dialógica: aquello que las mujeres quieren decir sobre sus experiencias corporales, la voz-conciencia de las mujeres. Como estrategia metodológica, las corpobiografías permiten destacar los aportes teóricos en las formas de comprender lo social, los juegos de la intersubjetividad a partir de la vivencia singular de la corporalidad, los flujos de la conciencia, y las estructuras sociales, culturales precedentes y actuales que constriñen la experiencias subjetivas de las mujeres y el modo en que éstas construyen su realidad social y cultural, otorgando nuevos sentidos, nuevas interpretaciones y produciendo nuevas prácticas de oposición y resistencia. A nivel epistemológico, permiten poner en tensión la centralidad y jerarquía del sujeto cognoscente y presentar una reflexividad feminista (Rodríguez, Rosana 2013-2015).
Otro aspecto importante que guía nuestra reflexión es que las propuestas epistemológicas feministas resultan más simple de incluir y adaptar en el nivel teórico que en el nivel metodológico, en particular respecto de métodos y técnicas feministas. Es por ello que, tal como sostienen Alejandra Araiza y Robert Gonzalez, se trata de “construir un diálogo sobre los métodos que utilizamos y las formas en que podemos reinventarlos” (2017:65).
Investigación acción-creación feminista
Las mujeres también deseamos, como Antígona, que se salven las distancias de los territorios fronterizos que excluyen la ética de las leyes no escritas.
Fuente: Laura Borrás Castanyer
La consideración de la diversidad epistémica y sus aportes descoloniales habilita el reconocimiento de la especificidad en la producción de saber y sentidos provenientes de las disciplinas y campos, como las artes visuales. Sin embargo, en ocasiones las estructuras de poder legitiman unos saberes en detrimento de otros, reforzando lógicas que operan mediante el ocultamiento, el saqueo, la desvalorización, reproduciendo la desigualdad estructural entre las diversas formas de producción de conocimiento.
Diversas tradiciones de pensamiento, como las cosmovisiones ancestrales y aquellas provenientes de las experiencias espirituales, creación artística, mitológicas, que exceden la lógica racional, explicativa y objetivante, como la percepción, la emoción, la intuición y la imaginación no son contempladas como legítimas generadoras de conocimiento. La potencialidad cognoscitiva de la experiencia creadora aún no ha sido profundamente discutida en el ámbito de las ciencias sociales.
Sin embargo, no podemos idealizar la creación artística porque esta también se encuentra marcada por sus propios regímenes de percepción y pensamiento, definiendo qué es arte y qué no lo es, como lo ha señalado Walter Benjamin respecto de una serie de categorías que lo configuran (autenticidad, irrepetibilidad y originalidad). Estas clasificaciones canónicas fueron analizadas y revisadas por el autor a partir de sus categorías de valor de culto y valor de exposición, la pérdida del aura, la crítica a la estetización de la política y la politización del arte, como su transformación a partir de la fotografía y el cine ([1936], 2008).
Retomando la cuestión de la validación del conocimiento sensible hay dos dimensiones a considerar: una de ellas, en el interior de las disciplinas artísticas, al producir un tipo de apropiación sensible diferente; y la otra, en el campo de los saberes académicos en la que prevalece el modelo racional propio del conocimiento científico. De este modo, las preguntas que plantea Marta Bustos Gómez en torno de la importancia que tiene la creación como productora de conocimiento y el lugar que tienen las artes en las cartografías del conocimiento y sus posibilidades descoloniales resultan fundamentales en nuestra propuesta epistemológica /metodológica (2016:11).
La investigación acción-creación es una estrategia metodológica que se nutre de los deseos de las/os/es sujetos, incluye criterios sensibles que implican la experiencia del cuerpo conjugando la inteligencia racional con la percepción, emoción, intuición e imaginación. Cuando hablamos de intuición no referimos a ese mirar hacia adentro, un proceso introspectivo que excede a la lógica racional. Una acción que compromete el interior, la subjetividad, que se instala en la capacidad mítica de las/os/es sujetos, que se teje con la memoria, activando todas las capas del cuerpo.
El activismo feminista en el arte interrogó las representaciones del cuerpo de las mujeres que pusieron en evidencia las claves de sus disciplinamiento y control y destacaron aquellas visualidades que irrumpieron con la naturalización social e institucional de las mujeres, desarticularon los estereotipos femeninos, desactivaron las normas, presupuestos y mandatos. Nada ha sido más controlado que la misma historia del arte de las representaciones del cuerpo femenino, regulación que tiene el poder de la Iglesia, del Estado y sus instituciones marcando los límites de la sexualidad, los roles asignados diferencialmente según los géneros.
En procura de ahondar en la búsqueda de herramientas cognoscitiva críticas nos acercarnos a los debates propuestos por las feministas en el campo del arte y sus cuestionamientos a la musealización5 del arte feminista y la despolitización de sus perspectivas (Rivera Martorell, Sara. 2013). Estas propuestas tienen como punto nodal el cuestionamiento del régimen de visualidad dominante, la exploración de nuevos registros, materialidades, encuadres, una nueva propuesta estética. Es la experimentación con el propio cuerpo lo que hace aflorar una forma insurgente de conocer y crear, donde el componente biográfico resulta constitutivo de los procesos creativos que dan lugar a sus obras.
Desde nuestra propuesta metodológica se incluye la acción-creación de las/os/es sujetos cognoscentes, donde la práctica creativa se interpreta como proceso, en términos relacionales y situada para alcanzar una dimensión cognoscitiva nacida de la experiencia vivida. La experiencia artística constituye una propuesta epistemológica relacional de producción heurística de conocimiento (Sánchez, Daniel Jorge, 2016) que resulta del oficio de investigar y que obliga a una autoindagación reflexiva.
Auto-corpo-bio-grafías
La escritura auto-bio-gráfica es por excelencia un método y una práctica privilegiada del pensamiento feminista, es una estrategia de resistencia y de reconocimiento. En sus inicios la consigna sesentista “lo personal es político” orientó el camino. Fue la herramienta para concederle autoridad a la experiencia de las mujeres a través del autoconocimiento y la concienciación sobre sí mismas, mediante la narración de las múltiples violencias padecidas por el sistema patriarcal. Para luego, producir re-elaboraciones discursivas o nuevas narrativas contrahegemónicas, denunciando aquellas que las subalternizan, desvalorizan, silencian, ocultan y distorsionan sus experiencias, saberes, prácticas. Autoescribirse ha sido, en ocasiones, no solo una manera de expresarse, sino una necesidad vital para las mujeres de pronunciar su visión respecto del mundo.
...transformar una experiencia vivida en primera persona, en un saber de sí y del mundo y que operan esta transformación de la manera más simple a través de la libre reunión física de las personas y del intercambio de palabras, intercambio regulado por la voluntad de entender y de hacerse entender (Muraro, Luisa, 1994:74).
La experiencia autobiográfica en la investigación científica ha sido problematizada por los estudios feministas, que se atrevieron a rescatar del contexto de producción de conocimiento, los lazos entre quienes investigan y las/os/es sujetos a conocer, la experiencia del cuerpo que asuma en la escritura, en ocasiones, nos recuerda su existencia, como una rareza, un malestar, un disgusto. Dice Meri Torras: “...a veces nuestro cuerpo se hace poderosamente (y extrañamente) presente. El, que siempre ha estado condenado al silencio y a la invisibilidad, inesperadamente dice, se muestra, pronuncia. Lo más probable es que desate polifonías” (Torras, Meri, 2007: 27).
La autobiografía, desde una perspectiva feminista, produce un desplazamiento de la referencialidad y cuestiona la semejanza entre lo narrado y vivido, propuesta defendida por una visión positivista patriarcal que enfatiza lo bio (la vida del autor/a) en detrimento de lo auto (el yo de la autobiógrafa/o) o la grafía (la escritura misma). Se reconoce el ideal occidental que coliga la autobiografía masculina con la universalidad y la representatividad. El reconocimiento de la presencia del otro/a y la experiencia relacional que caracterizan a las autobiografías de mujeres resultan irrelevantes.
La crítica feminista al modelo androcéntrico universal autobiográfico del varón/blanco/occidental/europeo/burgués se focaliza en la vida representativas del great man por su significación histórica. Este criterio invisibiliza y excluye a las autoras mujeres, a las/los autoras/es racializadas, trabajadoras, campesinas, indígenas y considera sus narraciones inferiores e intrascendentes. La autobiografía6 es una herramienta de conocimiento personal cuya ventaja consiste en profundizar en el mundo de lo íntimo, en descubrir el significado que las/os sujetos atribuyen a sus vidas, a sus experiencias, a otras personas, a las relaciones sociales. El método favorece el proceso hermenéutico, es una historia reconstruida por una persona sobre sí misma, y muestra aquellos acontecimientos que considera relevantes. La identidad del o la narrador/a coincide con la identidad del o la protagonista del relato. Esta coincidencia llamada pacto autobiográfico, trata de un compromiso tácito entre quién narra y quién lee, construido sobre la base de una relación de confianza y credibilidad, respecto de la validez del relato (Lejeune, Philippe, [1971]1994). De este modo el papel del lector/a es destacado en un compromiso de confianza y credibilidad con la historia narrada por el/la autor/a. Pero para Lejeune la autonarración es un texto verificable, que se sostiene en este pacto, y aún cuando el lector/a dude de la veracidad, sostiene la referencialidad.
El registro autobiográfico puede incluir lo estrictamente discursivo como otras expresiones tales como, cartas, cuadernos personales o diarios, fotografía, poemas/poesía, memorias, audiovisuales, productos artísticos y la trastienda de todas las producciones y soportes textuales, que exceden el relato discursivo. Por su carácter polivalente se enriquece de los aportes de variadas disciplinas entre ellas la literatura, la filosofía, el psicoanálisis y el pensamiento feminista.
Las mujeres fuera de toda representación autobiográfica ingresan en la narrativa, en primer lugar, dominando el discurso patriarcal, para luego recuperar su propia lengua, y crear así una écriture féminine (escritura femenina) en palabras de Hélène Cixous.
El lenguaje no es neutro, no solo porque quién habla deja en su discurso huellas de su propia enunciación, revelando así su presencia subjetiva, sino también porque la lengua inscribe y simboliza en el interior de su misma estructura la diferencia sexual, de forma ya jerarquizada y orientada (Violi, Patrizia, 1991: 36).
Compleja y extensa es la intersección entre experiencia subjetiva y estructura social en el campo feminista que recurren a la autobiografía, desde Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Adrianne Rich, Audre Lorde, Gloria Anzaldúa para nombrar solo algunas que aportaron con su narrativa escrita y autorreflexiva. La propuesta consiste en nominar el mundo desde nuestras experiencias y con nuestras palabras, sin renunciar a las metáforas, a la poesía, a la experiencia creativa, como proyecto que cuestiona la rígida separación entre lo individual y lo colectivo.
Julia Watson (1993) afirma que lo que caracteriza la escritura autobiográfica de las mujeres es su carácter relacional, más allá de si es fragmentario y rupturista. Porque la construcción del texto se ordena según hábitos estéticos y decisiones epistémicas que influyen en los modos en que varones y mujeres estructuran sus relatos y refieren a sus experiencias (Araújo, Nara, 1997:77-78).
Luce Irigaray propone una reapropiación del espejo en la reflexión autobiográfica y el recurso de la metáfora para recuperar los significados del pasado, del presente y del futuro para deslizarnos de la vida a la escritura de la vida, de los silencios a las palabras. Para las mujeres, autonarrarse se enlaza con la reconstrucción de la memoria individual y colectiva, conocernos y reconocernos ha sido una ardua lucha frente a la mirada cíclope de la hegemonía masculina. Como sostiene Mercedes Arriaga, para las mujeres la autobiografía implica siempre, al menos, una doble enunciación, la propia voz y la que la historia construye para ella en tanto objeto biográfico, además de poner el acento en la realidad cotidiana del mundo doméstico, a diferencia de las autobiografías masculinas que idealizan la heroicidad de las vidas de sus protagonistas (2001:76). Sin embargo, no se puede reducir las autobiografías de mujeres a las concepciones estereotipadas y reducidas del mundo privado y doméstico, por el contrario se trata de una explicitación de las tensiones entre el mundo público y privado imbuida de la experiencia corporal y de los deseos, de aquello del ámbito de lo indecible o no dicho.
En nuestra investigación insistimos en el cuerpo biografiado, esto implica poder acentuar por medios de los registros polisémicos lo experiencial de la corporalidad y rescatar su aspecto singular. Es por ello, que este método tuvo su expresión en el pensamiento feminista y en la teorización de la experiencia de las mujeres, en base a conceptualizar la diferencia sexual en la producción de una escritura feminista que hace emerger el cuerpo (Luce Irigaray, Julia Kristeva y Hélène Cixous).
El “cerco de la carne”: narrar la experiencia en primera persona
Los padres blancos nos dijeron: “Pienso, luego existo”. La madre Negra que todas llevamos dentro, la poeta, nos susurra en nuestros sueños: “Siento, luego puedo ser libre”. La poesía acuña el lenguaje con el que expresar e impulsar esta exigencia revolucionaria, la puesta en práctica de la libertad
Fuente: Audre Lorde, 1984 2003:16
Esta escritura feminista de y desde los cuerpos requiere de analizar la sujeción/sometimiento de los mismos, atravesados por el hecho colonial, atender las múltiples dominaciones: clase, raza, etnias, sexualidad, edad, nacionalidad, entre otras opresiones como violencias co-constituyentes en lo privado y en lo público desde generaciones (Lugones, María: 2005).
Fueron las feministas de color, negras, mexicanas, lesbianas, poscoloniales, descoloniales, latinoamericanas, indígenas, comunitarias, autónomas, las que pusieron en evidencia la multidimensionalidad de la opresión y las estructuras múltiples/simultáneas de dominación colonial/patriarcal/capitalista. Desde esta perspectiva, el cuerpo es definido en términos de territorio (lugar) de vivencias, emociones, sensaciones y resistencia.
El feminismo comunitario7 y sus categorías interpretativas propias como: territorio-cuerpo que implica el primer territorio cuerpo de las mujeres indígenas en recuperación y defensa, frente a la refuncionalización del patriarcado colonial e indígena. Este territorio-cuerpo tiene una memoria histórica y también corporal, por ello mismo se constituye en el primer lugar de enunciación, para ser sanado, liberado y recuperado. En el territorio-tierra habita la memoria de los pueblos, es un territorio de recuperación de la expropiación colonial y extractivista de saberes, recursos y tierras. Es el cuerpo “vibrátil”, del que nos habla Suely Rolnik, el que nos acerca a esa dimensión paradójica que impulsa el pensamiento-creación, a medida que nuevas experiencias emocionales y sensibles resultan intransferibles a las representaciones disponibles (2005: 478).
Las autobiografías no están exentas de cargar con la impronta colonial del feminismo blanco hegemónico, pero al mismo tiempo se reconoce su dimensión política como “consciencias de oposición” en la reconstrucción de historias de marginalizadas/os, como contranarrativas nacidas desde las periferias y/o fronteras cuestionando las miradas occidentalizadas (Mohanty, Chandra: [1984-2003] 2008). Chela Sandoval (1984) prefiere la noción de “conciencia opositiva”, que consiste en esa identidad política que tienen quienes pueden reusar una pertenencia estable en las categorías sociales de raza, clase y género, con capacidad para detectar las estrategias del poder y sus mecanismos y constituir una consciencia histórica de la otredad, de la diferencia, de la especificidad de las mujeres de color, y que se afirma en esos “lugares contradictorios y de calendarios heterocrónicos” (Chela Sandoval citada por Haraway, Donna, 2018: 24-25).
Muchas obras autobiográficas de feministas negras, de color y latinoamericanas, no fueron escritas por las mismas mujeres sino narradas a otras, de este modo mantienen cierta oralidad, como en el caso de Narrative of Sojourner Truth (1878). También encontramos en la historia de Nuestra América, testimonios orales reconstruidos junto a las protagonistas, como en el caso de Domitila Barrios. Si me permiten hablar... Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia, se publica en 1977, y la iniciativa surge de la participación de Domitila en la tribuna del Año Internacional de la Mujer en México, en 1975, organizada por las Naciones Unidas. Fue la única mujer indígena de clase trabajadora en participar y la sugerente frase que da título a su relato refiere a las palabras iniciales de su discurso en el escenario. Como señala la socióloga y educadora brasileña Moema Viezzer, quien escribió junto a Domitila su historia y la de su pueblo.
…es bastante escasa la documentación escrita a partir de experiencias vividas por gente del pueblo. En este sentido, este relato puede llenar un vacío y constituir un instrumento de reflexión y orientación (…) el testimonio de Domitila contiene elementos para un análisis histórico profundamente innovador, porque expresa una interpretación de los hechos a partir de una visión popular. Por eso es primordial, para no desvirtuar este relato, permitir hablar a una mujer del pueblo, escucharla y procurar entender cómo vive, siente e interpreta los acontecimientos (2005/1977:3).
La escritura autobiográfica de mujeres propone formas de decir novedosas, que cuestionan las reglas narrativas, permiten quebrar las estructuras al tiempo que introducen la pluralidad de experiencias y las dominaciones sexo-genéricas, de raza, de clase, sexualidad, como también una concienciación producto de la organización del discurso mediante el ejercicio de narrarse.
… muchas veces las mujeres construyen su propia vida en condiciones que ellas no escogen y las narrativas iluminan tanto la lógica de los cursos individuales de acción como los efectos de las restricciones sistémicas en las cuales se desarrollan y evolucionan. En las narrativas existe un vínculo entre acción individual y estructura social, ya que permiten contemplar la vida personal como creación individual y al mismo tiempo social, y a cada sujeto que cuenta su historia, sus cambios y las transformaciones que ocurren en ellos y en otros (Mc Phail, Elsie, 2006: 104).
Una autobiografía sui generis es: Zami. Una biomitografía, de Audre Lorde, quien desarrolla una forma nueva de autobiografía, combinando fuentes diversas, en esa necesidad de nombrar-se-nos, escribe Zami su nuevo nombre, que en Corriacou refiere a los lazos de amistad entre mujeres. “¿A quién le debo el poder que hay detrás de mi voz? ¿En qué fuerza me he convertido?” y buscando responder estas preguntas, encuentra el linaje de su madre: “Soy el reflejo de la poesía secreta de mi madre, así como de sus iras secretas” (2009: 54). Este es el legado de su madre, un lenguaje no verbal, una comunicación sentimental e intuitiva para descifrar. En esta obra, Lorde incluye el mito para extender los límites del género autobiográfico, intercalando su mundo interno y externo en el relato, las diversas voces narrativas conjugan un escrito multifacético de su vida, donde tiene lugar las voces míticas y poéticas que la constituyen, aun cuando esta narración no pretenda ser un escrito ordenado y cronológico de los hechos históricos y de sus experiencias personales; que por cierto, también puede leerse como una política de resistencia a la uniformidad reduccionista.
Las narrativas ancestrales se activan y perviven por la tradición oral que mantienen viva las manifestaciones espirituales y culturales de las mujeres. Estas narrativas orales tienen la potencia del pensamiento viviente, de los afectos, las memorias corporales de nuestras ancestras, las mujeres que nos precedieron y emergen en las narrativas de contra-poder de voces heterogéneas, existencias plurales y diacrónicas.
Patricia Violi afirma que es en la literatura donde el tipo de relato admite cierta libertad, en ella cabe la experiencia de las mujeres y las diferencias no quedan desdibujadas o reducidas. El trabajo de introspección, de comunicación intimista y personal, nace de la espontaneidad de inscribir la memoria de la experiencia vivida, las emociones, las percepciones, los sentidos, las confesiones. Es en la poesía que el cuerpo asoma significativamente. Si el cuerpo, como afirma Meri Torras, es un proceso, un devenir, éste precisa un texto para ser interpretado y no existe lenguaje más cercano y pertinente que la poesía, “no es solo reproducir o describir los cuerpos existentes y sus actuaciones sino sobre todo crear esos cuerpos en la acción poética” (Torras, Meri, 2009: 268).
La sintaxis femenina, dada la imposibilidad de pensar una palabra distinta, es definida por la racionalidad patriarcal como desorden, disfuncionalidad, pluralidad de formas y de palabras fuera de todo orden discursivo, como una escritura carente de la distancia necesaria del objeto, marcada por una suerte de inmediatez al cuerpo. En este sentido, las ciencias sociales a menudo consideran lo poético como algo distinto de los hechos sociales que debe contener el relato biográfico, éste pertenece al mundo de la imaginación, de lo ficcional, del orden de lo onírico, fantasmal, que al igual que la realidad modela la experiencia vivida.
En el caso de las narrativas testimoniales, la poesía salva en dos sentidos. Por un lado, permite acortar la distancia entre la experiencia y la palabra, dar cuenta de ese resquicio que permanece inabordable: lo vivido, sentido, dolido, las huellas de la diferencia. Por otro lado, las nociones comunes de verdad son puestas en duda con la ficcionalidad que otorga el lenguaje poético. Lo verídico es puesto en duda, no por pereza intelectual como podría sugerir la academia, sino por la necesidad de resguardarse, atesorar un secreto, salvarlo. Cuando se refiere a corporalidades subalternizadas, perseguidas y juzgadas históricamente, la recurrencia a la ficción no significa censurar una verdad, sino protegerse de la asimilación y la apropiación. El autocuidado es una praxis política, frente a las acciones de despojo.
En Audre Lorde, en Adrienne Rich, en Gloria Anzaldúa hay una poética de la subalternidad, una capacidad para representar lo irrepresentable, describir desestabilizando lo dado, las representaciones existentes, perturbar en términos políticos la estética, las imágenes y el canon dominante y heteropatriarcal, construir una poética disconforme, una reelaboración biográfica, una nueva enunciación que desmorona las representaciones tradicionales y hegemónicas. La poesía es una herramienta de superviviencia, una necesidad vital y no un lujo, dirá Lorde, es el medio para expresar la experiencia, el entendimiento y los sentimientos, es mediante esta escritura que se accede al poder interior de las mujeres que según sus palabras “no es blanco, ni superficial; es oscuro, vetusto y profundo” (Lorde; Audre, 2003: 14-15). La introspección poética es un lenguaje que arrima a la acción, ilumina el cambio y fortalece a las mujeres al nombrar lo que no tiene nombre, quiebra el silencio que hiere, explora nuestro mundo interior, nos salva, nos reconcilia en un diálogo creativo con una misma.
El poder sanador de escribir-se
En Los diarios del cáncer, de Lorde, la escritura se transforma en terapia, una autobiografía donde narra su vivencia como mujer negra y lesbiana con el cáncer de mama, luego de una mastectomía en 1978. Su convicción feminista y antirracista le permite enfrentar la enfermedad manifestando su deseo de decir y romper con los tabúes sociales respecto de la enfermedad y sus secuelas, en especial dejar un mensaje para otras mujeres que necesiten de su experiencia.
Mis silencios no me habían protegido. Tu silencio no te protegerá. Pero con cada palabra real dicha, con cada intento hecho alguna vez por decir esas verdades que todavía estoy buscando, había hecho contacto con otras mujeres mientras examinábamos las palabras que encajaran en un mundo en el que todas creyéramos, salvando nuestras diferencias (Lorde, Audre, 2007 [1980]:13).
La enfermedad, el malestar físico no es un tema muy frecuente en las autobiografías, sin embargo, Audre Lorde construye a partir de ella un manifiesto terapéutico, la escritura adquiere un carácter sanador, de restitución de la integridad de su cuerpo, de calma emocional, que se activa por su profundo compromiso con las mujeres. Reconoce que la enfermedad en su cuerpo produce efectos en su identidad, en la acción política. Su recurrencia a la escritura como estrategia evidencia aquello silenciado, negado, oculto. Hacer visible lo que permanece invisible, que para las mujeres necesariamente compromete una escritura en contra de las normas de género, una ruptura con la autobiografía masculina. La escritura es una terapia para el cuerpo, es el tratamiento para la curación y un instrumento de sanación que ofrece a otras.
El arte se hace terapia, como en el caso de Susan Sotang en La enfermedad y sus metáforas, en alusión a las enfermedades como la tuberculosis en el siglo XIX y el cáncer en la actualidad, presentan características similares cargadas de tabúes, que deben ser desmitificadas.
Pese a los progresos en el tratamiento del cáncer, mucha gente sigue creyendo en la ecuación de Groddeck: cáncer = muerte. Pero las metáforas que rodean la tuberculosis y el cáncer son muy reveladoras de la idea de lo mórbido, y de cómo esta idea ha ido evolucionando desde el siglo XIX (cuando la tuberculosis era la forma de muerte más corriente) hasta nuestros tiempos (en que la enfermedad más temida es el cáncer). Los románticos moralizaron la muerte de un nuevo modo: la tuberculosis disolvía el cuerpo, grosero, volvía etérea la personalidad, ensanchaba la conciencia. Fantaseando acerca de la tuberculosis también era posible estetizar la muerte. Thoreau, que tenía tuberculosis, escribía en 1852: “La muerte y la enfermedad suelen ser hermosas, como la fiebre tísica de la consunción”. Nadie piensa del cáncer lo que se pensaba de la tuberculosis –que era una muerte decorativa, a menudo lírica–. El cáncer sigue siendo un tema raro y escandaloso en la poesía, y es inimaginable estetizar esta enfermedad (Sotang, Susan; [1978]: 8).
La enfermedad puede ser superada cuando el arte se convierte en sanación. Pero también cuando se torna político, es claro en Lorde cuando expone y denuncia las opresiones de índoles diversa –sociales, psicológicas, políticas y económicas– que imprimen su tránsito por la enfermedad y deja en claro su resistencia singular. A medida que avanza la escritura se percibe la necesidad de aceptar ese nuevo cuerpo, la enfermedad, con un solo pecho, explorar en el dolor, su mutilación física y psíquica, hacerla política, exponer su ambigüedad, su confusión, las voces de su interior. Escribir-se es terapéutico, colabora en el proceso catártico de sostener el relato de lo vivido, le permite salvaguardar en la memoria el tránsito traumático de la enfermedad y re-crearse. Para Lorde, su cuerpo sin prótesis se rebela a la farsa, a la mentira, a la apariencia normalizadora, reivindica su derecho a definir su cuerpo, defendiendo la necesidad de aprenderlo y de aceptarlo. El autocuidado y la autosanación es un acto político para sí y para otras, a través de su experiencia por la enfermedad, produce su alegato contra la prótesis como gesto corporal pero fundamentalmente político contra la intervención médica sobre su cuerpo. Sus pechos se rebelan a ser tratados como fetiches culturales.
Escribir-se le permite enfrentar el miedo, la rabia, el dolor, y para evitar la victimización propone una escritura de la resistencia, una auto-corpo-biografía, donde cuerpo y escritura persisten.
Descolonizar las herramientas metodológicas
Pasar a las autocorpobiografías permite extender los límites del género autobiográfico, para intercalar diversas voces narrativas, conjugar un escrito multifacético de la vida, que tenga lugar las voces míticas y poéticas que permiten nombrar lo que no tiene nombre, exteriorizar los sentimientos, evocar al cuerpo de un modo más cercano a partir de la potencia metafórica y la capacidad metonímica. Las nociones comunes de verdad de las narrativas testimoniales son puestas en duda con la ficcionalidad que otorga el lenguaje poético, con el propósito de resguardar, proteger un secreto8, al mismo tiempo que habilita lo indecible. La metáfora es una herramienta contra el saqueo que producen las prácticas tradicionales del conocer, una metodología no extractivista como lo denomina Boaventura de Sousa Santos, de protección y autocuidado frente a los saberes despiadados y los mecanismos necropolíticos de desposesión.
La propuesta de autocorpobiografía, en tanto trabajo de profunda reflexividad feminista, tiene implicancias emocionales al escarbar en las propias historias, es un camino difícil, acceder al lenguaje y a la palabra no es un proceso sin dolor, implica “una separación del mundo de lo inmediato, un distanciamiento de una misma, una pérdida de alguna forma” (Violi, 1991:162). La posibilidad de pensarse y narrarse constituye una búsqueda y reconstrucción íntima y personal, pero también colectiva. El poder del cuerpo reside en el poder de narrarnos y re-narrarnos.
Recuperar la práctica feminista, la conciencia experiencial y colectiva de nuestros cuerpos, la memoria que habita en nosotras, para nutrirnos de una teoría hecha en casa. Remover la propia historia conduce a revisar hechos olvidados, a veces intencionalmente, otras de manera inconsciente, muchas por la erosión del paso del tiempo. Revisar-se, desacralizar la academia y sus herramientas para desafiar con creatividad nuevos acercamientos que evoquen una puerta al interior de nuestros cuerpos. Las autocorpobiografías tiene a la propia experiencia como objeto de estudio, es por ello que nos sitúan en las incomodidades, en los vaivenes de las emociones, sentires, pensares, dolores y alegrías, es nuestra propia existencia interrogada.
Los conocimientos, saberes y aprendizajes de las mujeres, como también de las poblaciones afrodescendientes y de las comunidades indígenas han sufrido diversas manifestaciones de violencias epistémicas (Spivak, Gayatri, 1998) mediante la apropiación, asimilación y colonialidad ejercidas por el pensamiento occidental/moderno. Sus saberes pierden todo potencial político, las estrategias de resistencia que le son propias, como también se diluye la radicalidad de sus cosmovisiones. Estos procesos de explotación/acumulación por desposesión, de dominio y control de las experiencias prácticas, de saberes, ideas, tecnologías, por discursos académicos científicos extractivistas y patriarcales, tienen el propósito de mercantilizar el conocimiento que aparentan producir y que no es más que una apropiación ilegítima.
El extractivismo intelectual, cognitivo o epistémico trata de una mentalidad que no busca el diálogo que conlleva la conversación horizontal de igual a igual entre los pueblos, ni el entender los conocimientos indígenas en sus propios términos, sino que busca extraer ideas para colonizarlas por medio de subsumirlas al interior de los parámetros de la cultura y episteme occidental. (…) El objetivo del extraccionismo epistémico es el saqueo de ideas para mercadearlas y transformarlas en capital económico o para apropiárselas dentro de la maquinaria académica occidental con el fin de ganar capital simbólico (Grosfoguel, Ramón, 2015:38).
Estas prácticas académicas son propias también del feminismo occidental (respecto de cuestiones teóricas y metodológicas) y fueron denunciadas por Chandra Mohanty en su reconocido texto Bajo los ojos de Occidente… ([1984] 2008), posteriormente en su trabajo De vuelta Bajo los ojos de Occidente… ([2003] 2008) como “colonización discursiva” de la vida y la luchas de las mujeres del Tercer mundo por las mujeres académicas del Primer mundo, con sus herramientas conceptuales y metodológicas eurocéntricas, universalizantes. Construyen a las mujeres del Tercer mundo como otro, no occidental monolítico. Retoma las críticas de Vandana Shiva a la piratería en los tratados de propiedad intelectual y patentes que las corporaciones de medicina y agricultura, aprobadas por la OMC, ejercen sobre los pueblos indígenas.
Las mujeres del Sur global producen/producimos materias primas/ insumos y las mujeres académicas feministas del Norte global producen conocimiento/teorías elaboradas. Pero en el Sur la práctica se repite en las feministas académicas hegemónicas que definen a otras mujeres como marginales, pobres, analfabetas, víctimas, sin reconocer sus valiosos aportes a las producciones científicas. Estas lógicas de apropiación se sostienen en estrategias de despolitización y descontextualización, de matriz profundamente racista, cuyo propósito consiste en fortalecer la jerarquización de los saberes y de los cuerpos que los producen. Así se constituye una geopolítica de control y dominio del conocimiento, mediante las reglas desiguales de citación, que borra el derecho a la autoría de sus verdaderas/os productoras/es. Invisibilizadas/os, negadas/os sus identidades, bajo el paraguas del resguardo ético9 se reduce a las/os participantes, principales protagonistas en el proceso de conocimiento en anónimas, sin voz, transformadas en meros instrumentos en beneficio de la ciencia.
La extracción es tomar. En realidad, la extracción es un robo. Es tomar sin consentimiento, sin pensamiento, cuidado o incluso el conocimiento del impacto sobre los otros seres vivos en ese ambiente. Ese ha sido siempre una parte del colonialismo y la conquista. El colonialismo siempre ha extraído del indígena –extracción de los conocimientos indígenas, las mujeres indígenas, las poblaciones indígenas ....(Lianne Betasamosake Simpson citado por Grosfoguel, Ramón, 2015: 42 [Trad.: Elba de la Barrera]).
En ciencias sociales, las cuestiones de ética en la investigación aún se sostienen en fundamentos bioéticos y no hay claridad respecto de la distinción entre privacidad10 de las personas involucradas en la investigación y el resguardo de la confidencialidad11 que se refiere a la información proporcionada por las/os participantes de la investigación. Ahora bien, se trata de que las personas puedan acordar y decidir qué privacidad les gustaría tener y no mediante el ejercicio de poder experto y la imposición jerárquica de modos de hacer académicos.
Cabe destacar que fueron las comunidades indígenas12 las primeras en cuestionar el anonimato, y señalaron la importancia de que las investigaciones den a conocer los nombres de las personas que aportaron sus saberes y la procedencia comunitaria a fin de evitar prácticas extractivistas. No citar las fuentes y no dar a conocer la comunidad que participó puede ser dañino y perjudicial para las/os involucradas/os. De modo que debe proceder a una deliberación cuidadosa con las/os participantes en la comunidad implicada y promover una relación participativa, horizontal y dialógica en todo el proceso de co-producción de conocimientos.
Desde el punto de vista ético, la cuestión respecto de sostener el anonimato de las/os sujetos a conocer, para evitar por cualquier medio el reconocimiento de la participación en la producción de conocimiento, constituye al menos una trampa, pues favorece la extracción de sus aportes, sin permiso, ni consentimientos. Los derechos morales de autor/a no quedan en manos de sus verdaderas creadoras/productoras. El despojo y destrucción epistemicida reduce a condición de objeto a sus productoras reales, práctica que tiene su origen en la historia misma de la ciencia moderna occidental13.
Apuntes de una experiencia creativa
El diseño polifónico de las corpobiografías alcanza un carácter sintético al compartir una experiencia creativa que consistió en la investigación/experiencial con arcilla14, material seleccionado por los significados que tiene en los inicios de las expresiones estéticas de la humanidad, en la historia del arte desde una genealogía feminista y por su vinculación estrecha entre tierra/cuerpo, en especial para las mujeres. Este proceso teórico-metodológico reconfigura las relaciones entre sujeto cognoscente y sujeto a conocer. Las/os integrantes del equipo de investigación se implicaron en el proceso de conocer(se) desde el cuerpo, con sus emociones, sentires, y se dispusieron a narrarse de otro modo, a tejer otro lenguaje, a partir de la expresión creativa.
La propuesta consistió en vivenciar nuestra relación corporal con la sanación como una experiencia cognoscitiva. Este proceso de subvertir lo pensado y lo decible para ingresar en el terreno de lo vivido-viviente narrado, de aquello que no tiene acceso directo al lenguaje, la memoria sellada en el cuerpo irrumpe en la autoescritura no sin heridas, la inscripción en el lenguaje es siempre dolorosa, envuelve una pérdida, pero al mismo tiempo trastoca lo sólido, pulveriza lo dicho y al fin deviene liberadora.
Hilvanar los hilos de nuestra historia, primero a partir de la palabra escrita y de los relatos personales de cada integrante; luego, desde la lectura mutua y debate colectivo para encontrar las categorías que nos permitieron profundizar en investigación experiencial; finalmente, el trabajo corporal colectivo de las manos en la arcilla hizo que el pensamiento fluyera a un registro más subterráneo, donde decantaron las ideas de otra manera, bajo otras formas, no exentas de contradicciones y tironeos, y así deviene el proceso de interpretación.
El trabajo contempla una triple hermenéutica (Vasilachis, Irene, 2013) en referencia a las conceptualizaciones elaboradas por el equipo de investigación para reinterpretar su propia experiencia ya significada en su singularidad y en términos colectivos, y la interpretación de esa experiencia valiéndose de los modelos interpretativos vigentes (discursos de poder).
A partir de la acción creativa, el cuerpo ordena la experiencia, modela el mundo, subjetiviza el lenguaje. La corporalidad como anclaje de la experiencia guía la experimentación con la arcilla, buceando por lo íntimo, lo privado y lo biográfico. La disposición a registrar los sentires a partir del tacto. Las propiedades táctiles invitan a la interacción sensorial y al encuentro con una/o misma/o. Las propiedades de la arcilla y su carga simbólica como material escultórico, flexible, produce una sensación al tacto, en las manos, en todo el cuerpo. El proceso como el producto final está cargado de una riqueza visual que proyecta historias, sentimientos, emociones, sentidos. Esta actividad fue registrada mediante recursos fotográficos y audiovisual. Nos interesa destacar la experiencia de las/os sujetos cognoscentes, testimoniando desde el propio cuerpo.
El objetivo de la actividad fue la integración de elementos tales como la materia, acción e imagen en la producción de autoconocimiento. Este ejercicio experiencial en el marco del proyecto de sanación popular permite vincular la experiencia sanadora a partir de prácticas creativas mediante la producción de imágenes plásticas-visuales. Para ello se establecieron previamente premisas respecto de las cualidades expresivas de la materia y el proceso como medio de vinculación, donde el acto creador queda absorbido en la actividad en sí misma, conformándose un diálogo intuitivo y sensitivo con los materiales que van dando forma a la autoexpresión y autorrepresentación en el encuentro colectivo. La arcilla, como medio para la representación visual, no precisa de conocimientos técnicos complejos (físico-químico o procesuales) para generar imágenes, expresar sentimientos contenidos. Por otra parte, como sostiene María Dolores López:
La experimentación matérica: colores, trazos, texturas, otros, y el valor simbólico de las imágenes creadas permiten a su autor(autora) la autoexploración semántica de sus emociones y pensamientos, desde la multiplicidad de perspectivas que los medios plástico-visuales pueden llegar a ofrecer. Las cualidades específicas de la pintura, el modelado, el dibujo, etc., reflejan, sostienen y transforman las experiencias psicológicas hacia un cambio (López Martínez, María Dolores, 2011:184)
Las apuestas y las manifestaciones artísticas facilitan a partir de la expresión creativa/catártica, la elaboración de relatos auto-reflexivos con alcances transformadores, que constituye una acción política. Como sostiene Margarita Pisano, la recuperación del control de nuestras vidas y de nuestros cuerpos es un desafío feminista para
…conectarnos con nuestra energía no condicionada, con la que se retira del orden simbólico/valórico patriarcal y empieza a crear sus propios símbolos y valores, a diseñar la propia vida, a ser responsable de ello y a respetarse a sí misma. Nos conectamos con nuestra energía no condicionada cuando recuperamos nuestro cuerpo. El cuerpo tiene la capacidad del sentir, el emocionar y el pensar, contiene todas nuestras energías, es el instrumento con el que tocamos la vida (1996: 20, 21).
El proceso creativo como herramienta cognoscitiva permitió la exploración de experiencias relacionadas con la sanación, el cuidado, la cura, cuya vivencia sensorial percibida no puede necesariamente articularse en palabras. Metáforas, poesía y ficción constituyen estrategias de protección contra el saqueo metodológico y el extractivismo cognitivo.
Compartir nuestra experiencia de investigación grupal permite re-andar el camino que nos llevó hasta el ELMeCS en Cuenca y nos posibilitó formar parte de la Red de Metodologías Feministas del Sur, gracias a la cual existe este dossier.
Hacer investigación feminista es no solo un hacer, es un andar y estar presentes en todas las instancias de generación del conocimiento, desde las discusiones teóricas con compañeras de diversas procedencias, hasta los ensayos de metodologías que tensen el recetario de la ciencia hegemónica occidental y patriarcal. Nuestra propuesta es un tránsito. No hay certezas cerradas, ni fórmulas exitosas, hay apertura a la reflexión crítica, sensible, feminista, antirracista y del Sur. Les invitamos a acompañarnos.
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Notas