Estado y Movimientos Sociales en Nuestra América
En busca de la utopía. La huelga de 1985 en la Universidad Autónoma de Chihuahua, México
In search of utopia. The 1985 strike at the Autonomous University of Chihuahua, Mexico
En busca de la utopía. La huelga de 1985 en la Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VI, núm. 11, pp. 219-242, 2019
Universidad Nacional de Cuyo
Recepción: 21 Marzo 2018
Aprobación: 08 Mayo 2019
Resumen: En este artículo se esclarecen las problemáticas del evento surgido de la huelga en 1985 que se originó en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh). Esto provocó involucraciones sociales y consecuencias originadas en la unificación de la protesta por parte de otras instituciones educativas e integrantes de la sociedad, donde se observan implicaciones de grupos de poder de índole político, administrativo y docente. Para realizar dicho estudio se utilizó la metodología de consulta y análisis de documentos; el uso de historia oral con entrevistas a profundidad permitió la obtención y el análisis de los actores involucrados en el suceso. Esto posibilitó cristalizar el posterior favorecimiento a las unidades académicas y otros grupos o personas de la Universidad.
Palabras clave: Historia oral, instituciones educativas, grupos de poder, movimientos universitarios.
Abstract: This article clarifies the problems of an event arising from the strike in 1985 that originated at the Autonomous University of Chihuahua (UACh). This event provoked social involvements and consequences arising from the unification of the protest by other educational institutions and members of society, including the implications of political, administrative and teacher power groups. To carry out this study, the methodology of consultation and analysis of documents was used. Additionally, the use of oral history along with in-depth interviews allowed us to obtain information from the actors involved in the event, which was further analyzed. This enabled to strengthen the subsequent enhancement of the academic units and other groups or people inside the university.
Keywords: Oral history, educational institution, power groups, university movements.
A manera de antecedentes
La década de 1980 fue un período de profundas transformaciones políticas, económicas y sociales a nivel internacional que impactaron directamente en el desarrollo de los países latinoamericanos; México no fue la excepción y el sexenio presidencial del licenciado Miguel de la Madrid Hurtado se inauguró con una crisis económica causada por el incremento en el interés de la deuda externa –que se volvió impagable– y por la baja en los precios del petróleo. En un país que depende de las exportaciones para nivelar su balanza comercial, se intentó sobrellevar la crisis financiera estableciendo medidas que afectaron a la sociedad mexicana: ajustes en las tasas de cambio y disminución de aranceles de importación. La consecuencia inmediata fue el aumento del desempleo y reducción del presupuesto en salud y educación (Alcántara, 2008).
Al cierre de la administración del presidente De la Madrid la situación se agravó debido a que en el centro del país ocurrió el temblor de 1985, ocasionando un desajuste financiero y emocional para los mexicanos. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) nombró a este período como “la década perdida”, debido a que no se encontró el rumbo para el crecimiento económico (Ocampo, Stallings, Bustillos, Belloso, y Frenkel, 2014).
Además de los problemas económicos y desastres naturales, se realizaron movimientos estudiantiles en el país, menciona Díaz Escoto (2007) que en 1985 Jorge Carpizo es nombrado rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en ese mismo año, propone hacer reformas en la Universidad, atendiendo la política de austeridad de la década, así pretendió modificar las aportaciones económicas por concepto de inscripción y orientarse al cumplimiento de un autofinanciamiento. El 12 de septiembre de 1986 fueron aprobadas por Consejo Universitario 26 reformas, lo que generó que los estudiantes manifestaran su descontento y conformaron el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), lo cual desembocó en una huelga iniciada el 29 de enero de 1987 y finalizada en febrero. Lo anterior se presenta como un esbozo del movimiento estudiantil ocurrido en los 80 en el centro del país, con el objetivo de brindar un breve contexto que coadyuve en la comprensión de las acciones que tomaron los grupos conformados en el movimiento de 1985 en la ciudad de Chihuahua, tema primordial de este artículo.
A pesar del panorama adverso que se presentó al país, la educación superior logró consolidar avances como la inclusión de la autonomía universitaria en la normatividad educativa, mediante la reforma al Artículo 3° Constitucional de 1980. Se aprobó el Plan Nacional de Educación Superior 1981-1991 y el Programa Nacional de Educación superior 1984-1988; así como la creación del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en 1984. Este último tendría la misión de proveer al país de un grupo de investigadores encargado de comunicar los resultados de las actividades científicas y tecnológicas generadas en el país, ya fuera en el ámbito nacional o internacional (De Ibarrola, 1986).
La autonomía universitaria, como eje primordial de la educación superior, tiene correspondencia con el concepto de autogobierno, definido como la capacidad de las instituciones educativas de llevar la organización y gestión de recursos de manera independiente al Estado, reflejando el sentido de libertad y autodeterminación por parte de la comunidad universitaria (Martínez, 2011).
La nueva normatividad establecida en el Artículo 3º Constitucional tuvo como intención sentar las bases para el desarrollo científico y tecnológico del país, pues las instituciones de educación superior serían independientes de cualquier grupo político instalado en el poder; aunque es preciso aclarar que solamente se trató de su reconocimiento explícito en la máxima ley del país, pues en teoría ya existían universidades autónomas desde tiempo atrás. En el caso de la Universidad de Chihuahua, la autonomía se alcanzó en 1968, sin conflicto de por medio. En un ambiente sereno se realizaron los cambios a la Ley Orgánica para que dejara de aparecer el gobernador constitucional del Estado como autoridad universitaria.
A pesar de los cambios normativos, en la práctica, el ideal de la autonomía universitaria permaneció como una aspiración democrática en las instituciones educativas de nivel superior del país. El sistema de gobierno unipartidista y autoritario característico de esa época, ocasionó que el poder público mantuviera el control de prácticamente todas las instituciones sociales. Precisamente el movimiento universitario de 1968, que desencadenó la masacre de Tlatelolco, fue una lucha para lograr que las universidades fueran independientes de cualquier grupo ajeno a los intereses de los propios universitarios. En otros lugares como Chihuahua ocurrieron movimientos guerrilleros en los que participaron estudiantes de educación media superior y superior, los cuales fortalecieron las bases sobre las que se desarrolló la lucha por la democratización en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh).
El tema de la autonomía se convirtió en parte del discurso político de quienes aspiraban al poder. Sin embargo, resultaba evidente la afiliación de algunos actores universitarios a los partidos políticos, lo que generó la formación de grupos que actuaban al margen de los intereses legítimos de la UACh. Para 1985 la comunidad universitaria hizo evidente su inconformidad ante el actuar de los llamados gestócratas1 que llevaban el rumbo de la máxima casa de estudios, lo que concluyó en una huelga que abarcó los meses de junio a septiembre del mismo año. El principal motivo de lucha fue la oposición a la reelección –por tercera vez consecutiva– de Reyes Humberto de las Casas Duarte como rector. El movimiento de huelga coincidió con la visita del presidente Miguel de la Madrid a Chihuahua, pero su asistencia no fue para intervenir en el asunto. Por el contrario, el gobernador Oscar Ornelas intentó ocultar el conflicto universitario mediante una tregua con los dirigentes, para que la imagen del Estado fuera de tranquilidad, pero su estrategia no dio resultados. Ni el gobernador Ornelas pudo controlar la huelga, ni el rector De las Casas desistió de sus intenciones por continuar en el poder durante el trienio 1985-1988.
El movimiento concluye después de que el gobernador y el rector de la UACh fueron llamados al centro del país. El primero regresó con una licencia para separarse del cargo y el segundo con su renuncia, lo que colocó al movimiento estudiantil con una victoria a favor de sus demandas. Ello no evitó que luego hubiera consecuencias para los participantes del conflicto, como fue la extradición del maestro argentino Carlos Alberto Valsagna, quien se encontraba albergado en la entidad; así como otros casos de cese de maestros y sometimiento de los universitarios mediante el uso de grupos de choque.
Los acontecimientos que llevaron a la huelga de la UNAM y la UACh tienen similitudes, las acciones colectivas que realizaron los grupos de poder, liderados por el rector en turno de cada Universidad, dirigieron las decisiones universitarias. Por un lado el rector de la UACh orientó su designación como rector para un tercer trienio consecutivo y fue aprobado por el Consejo Universitario, y el rector de la UNAM dirigió las reformas y su correspondiente aprobación por el Consejo Universitario, ambos casos sin aceptación de la mayoría de la base estudiantil y docente, lo que provocó la consolidación de grupos de estudiantes que pugnaron por deshacer los acuerdos aprobados por los correspondientes Consejos Universitarios.
La autonomía y democracia se vislumbran como una utopía por alcanzar para quienes están inmersos en los movimientos universitarios, ya que estando constitucionalmente aprobada desde 1980 sigue siendo una meta por alcanzar.
Metodología
El análisis del movimiento universitario de 1985 involucra una dimensión institucional, centrada en un acontecimiento concreto que ocurrió al interior de la UACh, por lo que podemos decir que se trata de una historia local. En este caso las herramientas que ofrece el método histórico son las más adecuadas para concatenar las fuentes –documentales y orales–, establecer categorías de análisis del fenómeno estudiado y arribar finalmente al establecimiento de juicios por parte del investigador (Blanco, 2003). Igualmente, debido a la cercanía temporal del movimiento, aún es posible establecer contacto directo con los informantes, por lo que se incorporan recursos del método de la historia oral, dado que “esta forma de hacer historia es un modo de superar las amnesias de la memoria social, sus vacíos y deficiencias…” (Aguirre, 1998: 14).
El procedimiento que se siguió con los protagonistas fue la aplicación de una entrevista del recuerdo, concepto utilizado por Niethammer (1993), con el que se consolida un enlace entre la memoria del entrevistado y las huellas del pasado, como fotografías, artículos periodísticos y fragmentos de libros que abordan el tema.
Para la selección de los informantes se consideró que estuvieran como docentes en activo o alumnos durante el período del conflicto universitario; principalmente aquellos que resultaron afectados por el cese en sus funciones, que fueron atacados por la prensa o perseguidos. En un segundo plano se incluyó el testimonio de otros actores que observaron de manera externa el conflicto, pero que establecieron algún tipo de relación con los afectados.
En una segunda fase del proceso de investigación, se realizó trabajo de campo en el Archivo Histórico Universitario (AHU), donde hay fuentes hemerográficas que narran las diferentes etapas por las que atravesó el conflicto universitario, destacando principalmente el periódico Novedades y el Periódico Oficial del Gobierno del Estado. La posibilidad de triangular la información de las fuentes documentales con la oralidad de los sujetos y la iconografía ayudan en la resignificación del hecho. Ofrecen diferentes aristas que dan un sentido más vivo de la historia y colocan rostro a los personajes principales del conflicto.
A pesar de que los paradigmas historiográficos contemporáneos han superado la herencia positivista por la cual la supuesta objetividad de la historia estaba dada por la disposición de datos extraídos textualmente de las fuentes (Santana, 2005); para este trabajo se exalta el aporte del AHU porque contiene documentos con los cuales se puede rastrear el desarrollo histórico de la UACh desde su antecedente más remoto –el Instituto Literario de 1835–, hasta su transformación en Universidad de Chihuahua en 1954 (Hernández, Pérez, y Evangelista, 2010).
En una tercera fase, la integración de la información estuvo apoyada con la búsqueda, selección y análisis de documentos secundarios, aunque es preciso mencionar que la disponibilidad fue escasa dado que únicamente se encontró un libro que aborda específicamente la problemática de la huelga universitaria y en otros documentos solamente se hace mención indirecta sobre el tema.
En síntesis, el proceso metodológico puede explicarse con el algoritmo (H+D+T) I = DH, es decir (Historiador + Documentos + Testimonios) Interpretación = Descripción histórica. La variable Documentos incluye las fuentes secundarias y las fuentes del AHU; en tanto que la correspondiente a Testimonios involucra las narrativas de los protagonistas conforme a su marco referencial y contexto de producción y recepción. Finalmente, la interpretación del investigador se deriva de los documentos y testimonios en su contexto de recepción, para dar como resultado el documento que aquí se presenta o –propiamente– la Descripción histórica.
La lucha por la democracia y la autonomía universitaria en la UACh
La huelga universitaria de 1985 fue resultado de la reacción estudiantil en contra del grupo del entonces rector, Reyes Humberto de las Casas Duarte, quien ocupaba el cargo desde octubre de 1979. El conflicto inicia en junio y se prolonga hasta septiembre del mismo año, aunque la coincidencia con el período vacacional dio tiempo a los involucrados para repensar las estrategias de lucha. Las unidades académicas que aún no estaban involucradas totalmente en el movimiento –o que sus líderes pertenecían al grupo del rector– continuaron con sus actividades habituales, como fue el caso de la Escuela de Filosofía y Letras. Sus autoridades publicaron desplegados en el periódico local para convocar a la ciudadanía a que apoyaran a los universitarios, lo que provocó una imagen positiva de la institución ante la comunidad chihuahuense.
Aunque la UACh permaneció estable durante el primer mes de conflicto, el contexto local se vio agitado con otros movimientos sociales como la huelga de la empresa Aceros de Chihuahua que inició una demanda de aumento salarial. El 16 de junio 1985 –justo cuando iniciaba el período vacacional de verano– aparece una nota en el periódico Novedades, donde el rector De las Casas Duarte se declaró precandidato a la rectoría para un tercer período consecutivo que abarcaría el trienio 1985-1988. Alfonso Martínez (1985) escribió que De las Casas era una persona afable y abierta al diálogo. Reconocía su trayectoria en la Universidad desde que era estudiante en la Escuela Preparatoria del antiguo Instituto Científico y Literario y posteriormente durante su paso por la licenciatura en la Escuela de Derecho de 1958 a 1963. Resaltaba sus cualidades por ser originario de Chihuahua, por desarrollarse profesionalmente como catedrático en la Universidad y sus escuelas anexas; además de haber sido el primer director de la Escuela de Derecho y el primer rector de la UACh egresado de la propia institución.
El rector Reyes Humberto de las Casas Duarte, a quien apodaban como El Pato, inició su primer mandato en 1979 y se reeligió en 1982. La terna para la elección del siguiente período estuvo constituida por Luis Alberto Martínez Pérez, Daniel Contreras y el propio rector De las Casas (véase figura 1).
La reseña periodística publicada por Alfonso Martínez no se ocupó de exponer las problemáticas universitarias de la década de los 70, donde se reprimió a las estudiantes de la Escuela de Enfermería mediante agresiones físicas. En aquellos hechos se utilizó un grupo de choque al servicio de la rectoría, integrado por personas de la Escuela de Educación Física. No obstante, como todo gestócrata, De las Casas había tenido problemas y aciertos, pero se engrandecían más estos últimos aspectos cada vez que se exponían ante la sociedad. En esa administración se adquiere el espacio donde posteriormente se construye el nuevo campus universitario y también se logró constituir el primer programa doctoral de la Universidad; aunque hoy se sabe que su consolidación se debió al compromiso y trabajo del grupo de catedráticos que estaban al frente y no propiamente a las acciones del entonces rector.
Es cierto que en esta época la Universidad logró avances importantes en lo estrictamente académico y se consolidó en lo económico. Pero esto no refleja –al contrario, encubre– el deterioro de los valores fundamentales que deben regir en la comunidad universitaria. El orden y el progreso material enmarcaron la represión, la ausencia de libertad de cátedra y la agonía de la democracia (Torres y Villalobos, 1986:3).
Es bien sabido que los cargos universitarios, aunque no tenían carácter político, lo llegaban a ser. Como en toda campaña política, el rector comenzó un proceso de proyección ante la comunidad para consolidarse como líder de la máxima casa de estudios de Chihuahua durante el trienio 1985-1988. Lo alarmante para los universitarios fue que su rectorado terminaba en septiembre y la precandidatura la anunció en junio. Esta anticipación evidenciaba que el proceso de elección no sería transparente.
Torres y Villalobos (1986) fueron partícipes del movimiento que se gestó contra De las Casas, ya que eran docentes de la Universidad y participaban activamente en las actividades encaminadas a lograr la destitución del rector. Los autores citan una plática que hubo días antes de la aparición de la primera nota periodística que tocaba el tema de la reelección del rector. La conversación ocurrió durante una reunión convocada en Teseachic –rancho perteneciente a la UACh–, a la que asistieron los directores de las unidades académicas. Se menciona que De las Casas preguntó a los asistentes si alguno de ellos tenía aspiraciones de sucederlo en el cargo y ninguno de los presentes contestó afirmativamente, lo cual se interpretó como muestra de apoyo para su reelección.
Aunado a la permanencia en la rectoría, De las Casas tenía considerado implementar el Estatuto del Personal Académico de la UACh, con el cual él tendría la autoridad para cesar o elegir maestros. Este hecho será el detonante para que el personal académico reaccionara en su contra. El 17 de junio de 1985 aparece la primera nota que critica la reelección (véase figura 2), en la cual se aprecia la influencia del movimiento de huelga iniciado en Aceros de Chihuahua, que también había permeado en las exigencias de los universitarios.
En una segunda publicación aparece otra nota firmada por integrantes de las unidades académicas que participarían en la destitución de De las Casas, entre las que se encontraban Filosofía y Letras, Ciencias Químicas, Contabilidad, Ingeniería y Zootecnia. Las exigencias eran en lo siguiente:
Queremos además de llamar la atención sobre el apresuramiento con que se ha presentado la convocatoria para la elección a rector, ya que es obvio que esto se debe al movimiento que los maestros de la UACH hemos iniciado en defensa de mejores salarios. La Administración que el licenciado Reyes Humberto de las Casas Duarte ha dirigido durante los últimos seis años es la responsable del deterioro que los salarios de los maestros universitarios han venido sufriendo en los últimos años; cansados de esperar, rechazamos enérgicamente los intentos de reelección al actual rector, exigimos un cambio de rumbo de los destinos de nuestra máxima casa de estudios, por las mismas razone, consideramos indispensable una renovación en el Comité Ejecutivo del Spauach ya que los actuales directivos solo responden a los intereses y órdenes de la Rectoría y nunca han defendido los derechos de los maestros universitarios (Facultades de Ciencias Químicas, Ingeniería y Zootecnia, 1985).
La problemática salarial fue un factor que aglutinó a los afectados para que se lanzaran a la huelga en junio de 1985, aunque la participación sería escasa en los primeros dos meses, debido a que estaban en período vacacional. La prolongación del conflicto ocasionó que a las exigencias de aumento salarial se anexaran otras más. De las Casas respondió a las notas periodísticas argumentando que su deseo de reelección estaba fundamentado en la Ley Orgánica de la Universidad, pues el artículo 24 asienta: “El rector será el representante legal de la Universidad y el presidente del Consejo Universitario. Durará en su encargo tres años y podrá ser reelecto” (Universidad Autónoma de Chihuahua, 1968:7). El rector no actuaba fuera del reglamento, pero la comunidad universitaria no lo quería en el cargo. Aunque la UACh había adquirido su autonomía desde 1968, era claro que mientras el rector tuviera el apoyo de los directores y del gobernador, podía mantenerse en el poder indefinidamente.
La Universidad, desde sus inicios, fue un ente politizado en el que ejercieron el control personas afiliadas al Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero había quienes declaraban al rector De las Casas como simpatizante del Partido Acción Nacional (PAN) e incluso él mismo había acusado al PRI de interferir en asuntos universitarios. El presidente del Comité Directivo Estatal de dicho partido, Francisco Rodríguez Pérez, mencionó:
Las afirmaciones del rector de la UACh son producto de una dualidad perversa que sufre su personalidad, ya que por un lado es miembro distinguido del PRI y, por otro, el comentario general del pueblo lo señala como pariente político del candidato del PAN a diputado federal, doctor Eduardo Turati, a cuya campaña al parecer ayuda activamente. Es un problema de personalidad y de conciencia, pues De las Casas y Turati son concuños y, por lo tanto, su convivencia es muy estrecha (Torres, 1985: 1).
El argumento de Rodríguez era acertado ya que la afiliación del rector con el PAN se debía a que este partido estaba ganando adeptos y se vislumbraba con una ventaja sobre el PRI para el siguiente proceso electoral a nivel local. Se puede inferir que De las Casas deseaba mantenerse en el poder y por ello previó que el PRI quizás no sería una buena alternativa. Su enfoque no radicó en defender su afiliación política, sino en cuidar las acciones de los universitarios; sin embargo, para el 18 de junio se realizó el primer mitin en su contra (véase figura 3). En esta manifestación participaron más de mil quinientos alumnos y maestros que se dirigieron desde las instalaciones del campus universitario hasta las oficinas de la rectoría.
Las unidades académicas que se mantuvieron del lado del rector fueron Medicina, Derecho, Ciencias Agrícolas, Educación Física y Ciencias Políticas. El 20 de junio hubo reunión de Consejo Universitario, donde se eligió la terna para rector y en la contienda participó Reyes Humberto de las Casas.
La elección fue mediante votación abierta –situación que reprobaron algunos consejeros– y ello derivó en que, a la salida de las instalaciones de rectoría, los estudiantes y maestros mostraran su descontento a través de pancartas y altavoces con frases como: “¡Muera el Pato!”, “¡No queremos reelección!”. En las acciones opositoras no se utilizó la violencia física.
Los estudiantes, al bloquear la rectoría, cortaron dos líneas telefónicas y taparon la puerta principal y algunas ventanas con periódicos y una comisión atravesó la plaza de Hidalgo para intentar entrevistarse con el gobernador que no se encontró en su oficina. En un improvisado sonido en el que consejeros, como maestros y estudiantes se juntaban y hablaban de lo sucedido, los gritos y las pancartas se arremolinaban en torno a éste, se escucharon las inconformes voces de los que tomaron la palabra, mientras entre la gente corrió el rumor de que “incondicionales” del rector de la Escuela de Medicina armaban un frente de choque (Gutiérrez, 1985:2).
Al observar que el rector tenía en contra un número considerable de maestros y estudiantes, comenzó a tomar decisiones sobre el cese de labores a quienes se ostentaban como líderes en las unidades académicas. En las escuelas donde el rector mantenía la simpatía del director, se ejerció el control sobre esa comunidad, así que el primer docente despedido –en junio– fue de Ciencias Agrícolas.
Hubo una segunda llamada a sesión de Consejo Universitario para elegir al rector en la terna propuesta, donde resultó favorecido De las Casas. La elección ocasionó que los estudiantes tomaran otras medidas además de pancartas y altavoces. Paralizaron el transporte público y tomaron las instalaciones de rectoría (figura 4). Desde la cornisa del edificio hicieron saber a los chihuahuenses el período antidemocrático y de atentado contra la autonomía universitaria que se gestaba en la máxima casa de estudios. Las acciones llevaron el movimiento universitario a escala social, ya que la ciudadanía se involucró en sus demandas.
Posterior a la toma de las instalaciones de rectoría, los manifestantes lograron una entrevista con el gobernador de Chihuahua, Oscar Ornelas, quien también había sido rector de la UACh. El resultado de la reunión fue que se acordó una tregua para entregar las instalaciones y el transporte, pero la flexibilidad del gobierno fue debido a que se avecinaba la visita del presidente de la república, Miguel de la Madrid, a Ciudad Juárez. Se pretendía que el Estado proyectara un clima de tranquilidad.
Julio comenzó con la tregua universitaria, mientras que por otro lado los cierres de campaña de las elecciones locales captaron la atención de los principales diarios y las huelgas de trabajadores continuaron. Los empleados de Aceros de Chihuahua se manifestaron de nuevo, sumándose los de la empresa Artículos de Limpieza Nacional, en demanda de incremento salarial. Al igual que en el conflicto universitario, las autoridades gubernamentales no tomaron alguna acción para ayudar en la resolución de los problemas, lo que se convierte en motivo para que el pueblo chihuahuense se identifique con la lucha universitaria y las demandas de la base trabajadora.
El 26 de julio apareció una nota con relación al reinicio del conflicto universitario, haciendo un llamado a la comunidad universitaria para buscar una solución a las peticiones de salario y al conflicto con la reelección del rector.
A propósito, el catedrático de la Facultad de Zootecnia explicó que el problema de la reelección está latente y si no ha aflorado es por la razón de que la Universidad atraviesa por el período de vacaciones de verano y no es posible agrupar al cuerpo docente, como tampoco se da el movimiento estudiantil por estar fuera de la ciudad la población universitaria.
Asimismo, comentó que el hecho es que iniciándose el período de inscripciones y más el de las clases, el asunto brotará y deberá ser bien orientado para que sirva a la comunidad universitaria (De los Santos, 1985a: 10).
En agosto se inició el verdadero conflicto universitario con la suspensión de inscripciones y el cambio de directores de las unidades académicas que no apoyaban al rector. Se hizo una solicitud ante el Consejo Universitario para que fuera dado de baja todo aquel que atentara en contra de la Universidad. Para el 9 del mismo mes apareció formalmente el primer desplegado del recién iniciado período escolar, en el que se condenaban las acciones de De las Casas. Fue criticada la destitución de los directores y solicitaron el derecho a réplica; además de pedir que no hubiera represalias en contra de quienes participaron en el conflicto.
El rector no cedió ante las peticiones de los universitarios y ello ocasionó que entraran otros actores en el conflicto. “Un grupo de madres de universitarios visitó al gobernador y le pidió su intervención en el conflicto y éste les prometió, como era habitual, que tomaría medidas” (Torres y Villalobos, 1986:28). El gobernador nuevamente permaneció pasivo y solo dijo que intervendría, situación que ayudó a que la posición del rector fuera firme en sus acciones de sometimiento de los universitarios.
La escalada del conflicto en la Universidad pronto tuvo repercusiones en la administración estatal. Torres y Villalobos (1986) mencionan que el oficial mayor del Congreso, Rogelio Villalobos Olvera, renunció a causa del movimiento. Sectores sociales comenzaron a exigir rendición de cuentas sobre el impuesto universitario y demandaron una auditoría general en la UACh. La huelga universitaria pasó de ser un conflicto interno para convertirse en movimiento social.
Cuando el rector vio que no lograba someter a los estudiantes y maestros –además de que eran apoyados por la sociedad chihuahuense– continuó con el cese de personal. Enrique Macín Rascón, profesor de la Escuela de Filosofía y Letras, así como otros maestros de Ciencias Agrícolas, fueron despedidos. El Frente Democrático Universitario (FDU) solicitó la intervención del gobernador del Estado, pero de nuevo fue aplazada la resolución. La Escuela de Filosofía y Letras denunció que uno de sus maestros, Carlos Valsagna Boretini, había sido detenido por agentes de migración con la intención de extraditarlo a Argentina. El único motivo que existía era que este personaje había sido partícipe del movimiento antirreeleccionista de la Universidad.
La expulsión de un exiliado radicado en México se fundamentó en el artículo 33 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, donde se establecen limitaciones para que los extranjeros se inmiscuyan en asuntos políticos. En entrevista con Francisco Alberto Pérez Piñón (2018) y con Guillermo Hernández Orozco (2018), se expresa que Valsagna estaba en el grupo antirreeleccionista de la Universidad y su extradición ocurrió cuando llegó un avión argentino con víveres para los damnificados del terremoto de 1985, en la Ciudad de México. En el vuelo de regreso se envió a Carlos Valsagna.
Otro maestro cesado de sus labores fue Francisco Flores Aguirre, también perteneciente a la Escuela de Filosofía y Letras. En una nota periodística de Novedades se detalla: “En el caso del maestro de Filosofía y Letras, explicó el funcionario, la UACh solicitó de la junta el que se haga llegar al trabajador el documento de rescisión, ya que el trabajador se negó a recibirla” (Silva, 1985:2). El propio protagonista de este hecho recuerda:
Mucha gente me quería desaparecer, ahora ya no creo que lo logren, a mí me tocó ver las amenazas fuertes a la escuela de diferentes ideologías, natural en nuestra Facultad; más en el período del 85, los que empezamos la guerra fuimos nosotros aquí en la Facultad, un desplegado que hicimos donde arrancó la revolución del 85 por la autonomía universitaria (F. Flores, comunicación personal, 7 de febrero, 2018).
Conforme los datos periodísticos, la Escuela de Filosofía fue la primera que inició el paro de labores y la última que lo levanta. Los protagonistas narran que era el lugar a donde recurrían cuando se trataba de hacer grilla, pues en la institución estudiaban aquellas personas dispuestas a levantarse ante las injusticias sociales y universitarias; situación evidente en la destitución de tres de sus maestros: Macín, Valsagna y Flores. Otros catedráticos que recibieron amenazas fueron Enrique Pallares Ronquillo y Arturo Rico Bovio (véase figura 6). Este último personaje es quien firma todos los desplegados del grupo antirreeleccionista a lo largo del movimiento de huelga.
En las narrativas de Pallares es evidente que las amenazas, por parte del grupo de poder en rectoría, obedecieron a que no simpatizaba con ellos. Por el contrario, defendió la autonomía universitaria y el sentido de democracia que era propia de los ideales filosóficos con los que se formaba a los estudiantes universitarios: “La verdad yo no estaba de acuerdo con la reelección, no me parecía justa y se vino el movimiento en contra del licenciado De las Casas” (E. Pallares, comunicación personal, 7 de septiembre, 2017). Asimismo, Pallares Ronquillo recuerda que hubo un acercamiento por parte del rector para que lo ayudara a controlar Filosofía y Letras, ya que el entonces director, Nava, apoyaba a De las Casas, pero no era bien recibido por su propia base estudiantil y personal docente:
Antes de su salida, el Lic. De las Casas me dijo: “Tú me has solicitado que se haga la carrera de matemáticas” … Fue entonces cuando se presentó el problema con él. Vino un enviado del rector para decirme que convenciera al licenciado Nava y que lo apoyara, para hacer la carrera de matemáticas. Pero yo ya estaba fuera del asunto, y no tenía ninguna posibilidad de tener influencia con el licenciado Nava, como director que era le respetaba sus decisiones (E. Pallares, comunicación personal, 7 de septiembre, 2017).
El movimiento universitario pasó de conflicto interno a problema social. El sacerdote Dizán Vázquez, perteneciente a la Iglesia católica en Chihuahua, estaba a favor del FDU. En las notas periodísticas hizo declaraciones sobre el descontrol de la Universidad, dado que en su interior luchaban los grupos de poder, trasladando sus problemáticas a los espacios educativos.
Hoy en día ya no es posible sostener el que se traslade al alma mater las mismas prácticas viciadas de la política mexicana donde las decisiones las toman las cúpulas de los grupos políticos o por “mandato expreso” de una sola persona, indicó el presbítero. Asimismo, se mencionó que otro aspecto que enturbia la situación de la UACh es el poderío económico al que ha llegado en los últimos años, gracias al gran presupuesto que se le asigna y que la hace verdadera “presa codiciada” (De los Santos, 1985b:2).
Los grupos de poder internos y externos a la UACh intentaron intervenir en todas las decisiones, pero hubo quienes no estaban dispuestos a unirse a sus causas. Los actores vinculados con la política partidista eran percibidos por la comunidad universitaria como gestócratas y el deseo generalizado se inclinaba hacia su destitución. El licenciado Rafael Soto Baylón, otro afectado de la Escuela de Filosofía y Letra, laboraba en el área de prensa de la Universidad y recuerda que durante este período estaba a la expectativa de que en cualquier momento le quitaran el puesto, pues no coincidía con la ideología reeleccionista:
Lo del 85 fue un tema que dividió mucho a la escuela, porque casi quedamos 50 y 50, 50% de maestros que apoyaban a Reyes Humberto de las Casas, el Pato, y 50% que no y yo trabajaba en rectoría, estaba en prensa, en un momento dado sí me pidieron la definición, yo era anti Pato, claro que en prensa me tenían relegado, ya me iban a despedir. Yo escribía en el periódico, en El Heraldo en aquel entonces y me dijo Sergio Valles, director de Comunicación Social, que escribiera a favor del Pato, le dije “no” “es que es parte de tu chamba”, “no, mi actividad como editorialista es muy diferente” además yo no quería que el Pato se reeligiera, “lo que puedo hacer es hacerte artículos y que alguien los firme, porque yo no los voy a firmar ni aunque me pagues –ya me había ofrecido dinero–”. Ya me iban a correr, nada más que el profesor Hildeberto Villegas fue y le dijo: “Él sabe muchas cosas de aquí, no las ha publicado porque tiene conflicto de intereses, pero si lo corres lo vas a dejar completamente libre, mejor aquí déjalo”. Claro, me tenían en la banca. Cuando Sergio Valles renunció, llegó Edmundo Fernández a la dirección de prensa, era además director de Bellas Artes. Yo no estaba y al día siguiente que llego y me dicen “ya hay jefe y preguntó por ti”. Yo había hecho un reportaje sobre Bellas Artes, cuando vio el artículo dijo “está muy bueno” al rato llegó Edmundo y yo ya estaba ahí “pues ya me van a correr, ni hablar”. “Mira, Rafael, tengo órdenes de despedirte porque no estás con nosotros, pero nomás haz tu trabajo y ya” y la verdad es que Edmundo fue muy buen jefe (R. Soto, comunicación personal, 22 de febrero, 2018).
En agosto fue la cumbre de la huelga universitaria y el período en que se evidenciaron los estudiantes que estaban del lado del rector, quienes eran llamados incondicionales del rector . porros y pertenecían a la Escuela de Educación Física. Se encargaban de realizar los ataques a las unidades académicas y a universitarios en específico, pero pronto fueron identificados por los afectados, como fue el caso de la Escuela de Filosofía y Letras, donde se responsabilizó al rector y al gobernador del Estado de futuras agresiones. Las acciones se volvieron cada día más agresivas, pues De las Casas evidentemente estaba perdiendo el juego político y pronto quedaría fuera de la Universidad. Algunas notas que describen este momento álgido asentaban lo siguiente:
Francisco Flores señaló que los autores de dicha agresión fueron el ingeniero José María Aguirre, quien funge como funcionario de Proveeduría de la Universidad; Valentín Ramírez de actividades deportivas y distinguido porro; así como Armando Irigoyen, secretario de la Escuela de Educación Física (Primera agresión a Filosofía y Letras, 1985:2)
…un grupo de porros vestidos como para hacer deporte, pasó corriendo por enfrente de la escuela y, casi de pasabola procedió a destruir la manta que tenían (Denuncian más agresiones contra FyL, 1985:5)
Por otra parte, Francisco Flores Aguirre afirmó que poseen pruebas de que los dirigentes de la Escuela Superior de Educación Física preparan bajo presión a los estudiantes para enfrentarlos contra sus hermanos estudiantes. Asimismo acusó a los maestros de Educación Física, quienes han externado amenazas públicas dirigidas contra maestros y alumnos de Filosofía y Letras y lamentó que en algunos universitarios se idolatre a la fuerza bruta bajo el lema de “Viva el músculo y muera la inteligencia” (De los Santos, 1985c:4).
El uso de la fuerza fue el recurso que se concibió como más efectivo para enfrentar a los opositores. Isela De Pablo menciona que quienes resultaron más afectadas durante el conflicto, debido a la acción de los porros de rectoría, fueron las estudiantes de la Escuela de Enfermería:
Había mucha represión, cuando fue el movimiento del 85 las que salieron con muchos problemas fueron las de Enfermería, las mujeres, los rectores normalmente tenían lo que se llama sus porros y los porros generalmente eran de Educación Física, entonces a las muchachas de Enfermería en esa ocasión las golpearon, esto además de violento y represivo es inaceptable, costaba mucho trabajo estar en contra de quien tenía el poder y lo ejercía (I. De Pablo, comunicación personal, 6 de septiembre, 2017).
El rector De las Casas buscó a toda costa partidarios para su causa y con ese objetivo hizo declaraciones que alimentaron la desinformación sobre lo que realmente sucedía con la base estudiantil en cada una de las unidades académicas. Por su parte, los directores que apoyaron la causa del rector realizaron acciones proselitistas a favor de la reelección y fungieron como firmantes en desplegados periodísticos y documentos oficiales que se presentaron ante la opinión pública.
La escalada del conflicto a nivel regional se hizo patente, por lo que instituciones educativas de otros estados se identificaron con la lucha universitaria a favor de la democracia y la autonomía. Hubo incluso algunas universidades que manifestaron su disposición para unirse al paro de labores, como fue el caso de las correspondientes a los estados de San Luis Potosí, Aguascalientes, Nuevo León y Baja California. En el estado de Chihuahua las instituciones políticas que brindaron muestras de apoyo fueron el Comité de Defensa Popular (CDP) y el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Entre las declaraciones que expresaron se mencionaba que “era la expresión natural en contra de una actitud odiosa e insultante por parte de Reyes Humberto de las Casas” (Torres y Villalobos, 1986: 32).
Durante septiembre el movimiento universitario aún seguía con fuerza y de nuevo se hizo un llamado para que el gobernador Oscar Ornelas interviniera e hiciera valer las peticiones de la comunidad universitaria; sin embargo, el mandatario se encontraba en la Ciudad de México atendiendo asuntos propios de su cargo. La falta de una intervención política oficial y la convicción del rector de mantenerse en el poder ocasionaron que los universitarios continuaran con la toma de unidades del transporte público y con el desarrollo de acciones extremas como asaltos a camiones repartidores, para presionar por la resolución del conflicto.
A las doce horas del día dos camiones de la Coca-Cola y otros tantos de Bimbo y Tía Rosa fueron secuestrados por estudiantes, quienes conduciéndolos hasta la plaza Hidalgo, empezaron a repartir refrescos y pan dulce a sus compañeros y a los transeúntes que recibían azorados el obsequio (Camiones secuestrados, 1985: 8).
Como era de esperarse, las acciones de las autoridades en contra del grupo antirreeleccionistas se hicieron presentes. Policía municipal, bomberos, servicios especiales de vigilancia, grupo antimotines y agentes de tránsito conformaron un grupo de alrededor de 350 elementos que acudieron a desalojar las calles bloqueadas por los huelguistas, haciendo uso de la fuerza. Torres y Villalobos (1986) señalan que el gobernador antes de realizar las acciones de represión sobre los universitarios dio un discurso en el que condenaba la manera de proceder por parte de De las Casas y mostraba su aprecio hacia su alma mater.
En los puntos uno y dos de su declaración, condenó la reelección, la forma en que se había dado, así como la represión que se vivía en la Universidad; en los puntos tres y cuatro señaló el licenciado Ornelas que la intransigencia del rector había hecho fracasar y de hecho cancelaba la única forma en la que el gobierno podía intervenir o sea la vía de la negociación. Por lo tanto, y éste era el punto cuatro, el Ejecutivo del Estado “remite a la responsabilidad de los universitarios la solución del problema en los términos de su estatuto orgánico y conforme a las exigencias del interés universitario; pero los exhorta a que su conducta se apoye en los más altos principios de ética social que su propia condición les impone (Torres y Villalobos, 1986:64-65).
El gobernador de Chihuahua conocía, en su calidad de exrector, las disposiciones asentadas en la Ley Orgánica de la UACh, así que estaba consciente de que su intervención atentaba contra la autonomía universitaria. A pesar de ello, intentó hablar con el rector, pero no logró que cambiara su decisión y la única salida que tuvo fue exhortar a la comunidad universitaria para que solucionaran el conflicto de manera interna. La intervención del mandatario estatal no satisfizo a los sectores sociales y enardeció a los huelguistas, por lo que las manifestaciones se extendieron del edificio de rectoría hasta la casa del rector.
De acuerdo con los diarios oficiales, el 7 de septiembre se unieron a los universitarios el Instituto Tecnológico de Chihuahua (ITCh) y al día siguiente ocurrió la quema de tres ataúdes al frente de la rectoría, simbolizando la muerte de De las Casas y sus incondicionales (véase figura 7).
El 9 de septiembre el rector Reyes Humberto de las Casas fue llamado a la Ciudad de México y a su regreso se notificó que entregaría la rectoría; sin embargo, el anuncio no logró tranquilizar a los universitarios hasta que se formalizó su destitución. El 11 de septiembre se eligió rector a Rodolfo Acosta, amigo de De las Casas, por lo que la decisión no fue del agrado de los huelguistas. Para el 15 de septiembre fueron aprobadas las demandas universitarias y se entregaron las instalaciones de rectoría. El 20 de septiembre el gobernador Oscar Ornelas solicitó licencia para separarse del cargo, lo cual era equivalente a una renuncia, y en su lugar quedó Saúl González Herrera.
La dimensión del conflicto universitario de 1985 alcanzó dimensiones políticas y –sumado a la pérdida de las elecciones municipales en el municipio de Chihuahua por parte del partido oficial– ocasionó la intervención desde el centro del país. El movimiento universitario resultó en cierta forma victorioso, al concluir con la renuncia de los dos funcionarios más importantes en el Estado.
Discusión y conclusiones
Agosto de 1985 fue la cúspide del conflicto universitario y gracias al uso de las fuentes hemerográficas, documentales y de los testimonios orales, se logró apreciar el fenómeno desde diferentes ángulos, a fin de que la investigación tuviese un enfoque más humano. Los protagonistas se encargaron de explicar el sentido de los documentos, contando así con interpretaciones directas que no se limitan únicamente a las percepciones del historiador. La combinación de la historia oral con el trabajo documental proporcionó una visión más completa del movimiento universitario y con ello la reinterpretación de los sucesos.
Las acciones colectivas llevadas a cabo por los estudiantes dela UAChseconsolidaronconlaunióndelasociedad, aquellos identificados con las problemáticas de la Universidad, como madres y padres de familia, egresados, alumnos y maestros de otras instituciones, también expresaron su descontento con el proceso antidemocrático que se había seguido para la designación de rector, uniéndose a las manifestaciones realizadas al frente de las instalaciones de la rectoría.
Además, las acciones que llevaron a cabo el grupo de gestócratas ubicados en rectoría para hacer frente a los huelguistas no se robustecía, sino lo contrario. El trabajo de los directores adeptos al grupo de De las Casas no rindió los frutos esperados, en el caso de la Facultad de Filosofía y Letras, su director estaba con el grupo del rectorado y su base estudiantil y docente eran parte del grupo antirreeleccionista.
Los maestros que habían sido cesados de sus labores eran respaldados por estudiantes y compañeros; asimismo la identificación como universitarios instó a otras instituciones a solidarizarse con las demandas del movimiento estudiantil, logrando consolidar la presión necesaria para que se llevara a cabo una intervención por agentes externos a la universidad, como lo fue el gobierno para solucionar el conflicto.
La huelga de 1985 reflejó los valores universitarios prevalecientes en ese momento. Se evidenció unión y compromiso de estudiantes y maestros para hacer valer los ideales de justicia, autonomía y democracia al interior de la Universidad. Alcanzaron lo que llamamos utopía universitaria, dado que, aunque lograron que se cumplieran las peticiones del frente antirreeleccionista, la institución no se democratizó en aspectos como asignación de plazas docentes y administrativas con base en méritos personales. La elección de rectores y directores sigue realizándose mediante procedimientos en apariencia transparentes y democráticos, pero criticados por los grupos de presión.
El movimiento universitario dejó de manifiesto el uso del poder y la violencia por parte de los gestócratas de la UACh, quienes utilizaron cualquier vía que les permitiera perpetuarse en el poder, incluso pasando por encima de los intereses de la Universidad. Esta actitud fue un factor determinante para generar la condena social y el apoyo irrestricto hacia los grupos que lucharon por la apertura democrática y la autonomía.
Ayer como hoy, los grupos de poder luchan por inmiscuirse en el destino y rumbo de la Universidad Autónoma de Chihuahua, dado que representa una fuente de control económico y social, al tener incidencia directa en la formación de la juventud de la entidad. Aunque en los años posteriores hubo nuevos conflictos, lo que quedó demostrado es un mayor control de los líderes sobre los universitarios, aunque sus acciones no fueran las ideales.
Finalmente, se concluye que el movimiento universitario llegó más allá de las fronteras del Estado de Chihuahua. Las acciones y demandas de sus líderes no pueden catalogarse como síntomas de irresponsabilidad, sino de compromiso con la comunidad universitaria. La generación de 1985 se levantó contra un sistema de poder autoritario y opresivo que exhibió a los gestócratas que deseaban mantenerlo. A partir de ello, comenzó a edificarse un rumbo nuevo para la Universidad, uno que se convirtió en utopía.
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Notas