Género y Derechos Humanos

Resistir a la desesperación y la impotencia con la esperanza

Resist despair and helplessness with hope. A reading of the diaries of Janusz Korczak

Manfred Liebel
Universidad de Ciencias Aplicadas Potsdam, Alemania
Urszula Markowska-Manista
Universidad de Varsovia. Polonia.Universidad de Ciencias Aplicadas Potsdam, Alemania

Resistir a la desesperación y la impotencia con la esperanza

Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VI, núm. 11, pp. 415-441, 2019

Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 07 Enero 2019

Aprobación: 20 Agosto 2019

Resumen: El ensayo está dedicado a la vida y obra de Janusz Korczak (1878–1942), pediatra, pedagogo y escritor judío-polaco. A partir de los diarios escritos por Korczak en su juventud y en los meses anteriores a su asesinato en el campo de exterminio de Treblinka, la autora y el autor discuten cómo Korczak pudo resistir las tensiones extremas de su vida y producir una obra educativa y literaria sin precedentes. El ensayo biográfico se centra en la cuestión de hasta qué punto el concepto de resiliencia es adecuado para comprender la vida de Korczak y cómo este concepto en sí mismo necesita ser reconsiderado.

Palabras clave: Korczak, niñez, educación social, biografía, resiliencia.

Abstract: The essay is dedicated to the life and work of Janusz Korczak (1878–1942), a Jewish-Polish pediatrician, pedagogue and novelist. On the basis of the diaries written by Korczak in his youth and in the months before his murder in the Treblinka extermination camp, the authors discuss how Korczak could withstand the extreme stresses of his life and produce an unprecedented educational and literary work. The biographical essay focuses on the question of the extent to which the concept of resilience is suitable for understanding Korczak’s life and how this concept itself needs to be reconsidered.

Keywords: Korczak, childhood, social education, biography, resilience.

Introducción



No le deseo mal a nadie. No me veo capaz. No sé cómo se hace

Fuente: .Janusz Korczak en Diario del gueto el 4 de agosto de 1942 (2018: 150)

Janusz Korczak, el pediatra, escritor y pedagogo judío-polaco, vivió y trabajó en circunstancias que hoy son casi inimaginables. Se enfrentó en su vida a innumerables cargas y dificultades y, sin embargo, produjo una obra que hoy en día se considera ejemplar (ver, por ejemplo, Naranjo, 2001). Nos proponemos en las siguientes páginas tratar de entender y hacer comprensible cómo es que esto fue posible. Korczak era un hombre con muchas facetas aparentemente irreconciliables, con fortalezas y debilidades. Sufrió períodos de desesperación y depresión, mientras que al mismo tiempo podía hacer reír a los niños que vivían en terribles circunstancias, desesperados por sus vidas, y darles valor para vivir de nuevo. Él mismo sacó fuerzas y ganó nuevo valor de sus encuentros con los niños. A medida que exploramos las diversas facetas de la personalidad de Korczak esperamos proporcionar algunas pistas sobre cómo este hombre pudo convertirse en la fuerte personalidad que era. Al reflexionar sobre las diferentes etapas de la vida de Korczak, nos referimos al concepto de resiliencia. Nuestra intención, sin embargo, no es discutir los polémicos enfoques teóricos de la resiliencia, sino utilizar el término para hacer comprensible la vida de Korczak. Por lo tanto, no entramos en la extensa literatura sobre la resiliencia, sino que solo explicamos brevemente en la primera sección cómo usamos este concepto.

Como fuentes nos referimos principalmente al diario que Korczak escribió en 1942 en el gueto de Varsovia durante los meses anteriores a su asesinato, en el que recuerda su vida, como también el diario que escribió en su juventud y algunas de sus cartas. Asimismo, nos basamos en biografías y otros escritos sobre Korczak, principalmente aquellos textos producidos en polaco. Son pocos los escritos de Korczak que han sido traducidos al castellano, pero en la medida en que fueron siendo accesibles para nosotros, los hemos tenido en cuenta1.

Cómo entendemos la resiliencia

Por resiliencia se entiende en general cómo y bajo qué condiciones las personas logran sobrevivir a situaciones de vida extremadamente estresantes y salir relativamente ileso, incluso, en determinadas circunstancias, contrarrestar sus efectos activamente. En general, se asume que las personas tienen ciertas características que se han desarrollado en el curso de sus vidas y que luego se hacen efectivas en las correspondientes situaciones de la vida. Sin embargo, consideramos problemático percibirla como una característica original de los individuos y, en este sentido, evitamos hablar de personalidades resilientes. En cambio, entendemos la resiliencia como una forma de acción específica de la situación, que puede estar relacionada con las características personales, pero que siempre está influenciada por una situación particular de la vida actual y puede cambiar con ella. En nuestra opinión, solo tiene sentido hablar de resiliencia si se entiende como un proceso específico del contexto y si se considera que siempre hay otras personas involucradas. En consecuencia, la resiliencia puede manifestarse como acción individual y colectiva con otros.

La resiliencia, como cualquier concepto de acción orientado al sujeto, es una construcción social, tanto necesaria como ambivalente. Puede ayudar a reconocer, respetar y confiar en la capacidad de actuación de las personas. Esto es especialmente importante con respecto a los niños, ya que a menudo se les acusa de “aún no” (Casas, 1998) ser capaces de pensar y actuar de forma independiente o de no tomarse en serio sus expresiones de vida. Pero también se puede abusar de los conceptos de acción orientados al sujeto. Esto es, a menudo, lo que sucede hoy en día, cuando, por ejemplo, bajo el lema “Don’t worry, be happy!” (No te preocupes, sé feliz), se crea la impresión de que las personas podrían hacer frente fácilmente a situaciones difíciles de la vida si encuentran una actitud optimista ante la vida. Los cursos de formación y el counseling al respecto se han convertido en un modelo comercial floreciente en la actualidad.

Este tipo de promoción de la resiliencia nos distrae de las causas estructurales de las situaciones difíciles de la vida y lleva la responsabilidad de hacerles frente a las personas afectadas. Estas prácticas son particularmente fatales si van de la mano de intenciones políticas que solo tienen en mente la gestión reactiva de las crisis y, por lo tanto, justifican y estabilizan precisamente las condiciones que son la primera causa de esas crisis. Sin embargo, nos gustaría señalar que si se tienen en cuenta los riesgos mencionados, el énfasis en la resiliencia también puede proporcionar información importante sobre cómo apoyar y animar a las personas extremadamente afectadas para que no se rindan. De esta manera, también abordar las causas más profundas de la miseria experimentada e identificar la necesidad de soluciones políticas de mayor alcance (ver, por ejemplo, Forés y Grané, 2008; Melillo y Suárez Ojeda, 2001).

Si ahora pasamos a Janusz Korczak, lo hacemos de dos maneras. Por un lado, tratamos de entender cómo Korczak fue capaz de resistir las situaciones de extrema violencia que estuvieron presentes a lo largo de toda su vida. Por otro lado, queremos mostrar que su actitud hacia los niños y su práctica pedagógica pueden ser entendidas como una lucha por la dignidad de los niños y niñas y su capacidad de resistir. Ambos aspectos de su vida están relacionados entre sí. En el concepto y en la práctica pedagógica de Korczak, sus experiencias de vida se manifiestan de la misma manera que su elección de tratar con los niños le permitió o al menos le ayudó a resistir el estrés de su vida. Creemos que podemos hacer más visibles estas influencias mutuas reconstruyendo situaciones de diferentes fases de la vida de Korczak, escena por escena.

Primera aproximación a Janusz Korczak

Janusz Korczak es el seudónimo que Henryk Goldszmit eligió cuando empezó a escribir en su juventud. Henryk nació en Varsovia en 1878 o 1879, en un momento en que parte de Polonia estaba de nuevo bajo el dominio zarista ruso. Se desconoce la fecha exacta de nacimiento, ya que su padre no lo inscribió en el registro de nacimiento hasta unos años más tarde. Después de una vida llena de altibajos en condiciones difíciles, Korczak fue deportado al gueto de Varsovia el 5 de agosto de 1942, junto con unos doscientos niños y los colaboradores del orfanato Dom Sierot (Casa de Huérfanos) en la calle Sienna N°16 al llamado Umschlagplatz (punto de transbordo) y luego al campo de exterminio de Treblinka, donde fue asesinado.

No es una tarea fácil reconstruir las diferentes facetas de la personalidad de Korczak y combinarlas en una sola imagen. No es menos difícil escribir sobre su trágica vida, que se expresa en su Diario del gueto (en castellano: Korczak, 2018), así como en sus biografías2 escritas después de la Segunda Guerra Mundial. Además, los intérpretes de Korczak han leído sus obras de maneras muy diferentes3. Para entrar en diálogo con Korczak, nos referimos a los márgenes de las interpretaciones (Rudnicki, 2013: 8) realizadas en varias partes del mundo por seguidores y críticos del Viejo Doctor, como a menudo se le llamaba a Korczak. Solo en el caso del Diario del gueto –como señaló Jacek Leociak en su epílogo (2018: 321)–

[...] estamos ante una obra abierta, ante una forma inacabada, caótica y mutilada, llena de discontinuidades, de avisos nunca realizados y de ramificaciones truncadas. […] El carácter fragmentario del diario se manifiesta en la composición libre de las escenas y de las imágenes, en la fusión de observaciones triviales con reflexiones del más alto nivel, en la confusión de lenguajes, de tiempos y de planos narrativos.

Como hombre de la práctica educativa, Korczak no parece ser percibido controversialmente por la mayoría de los lectores de sus obras. Pero a medida que profundizamos en las historias que él ha tejido, las historias que se relacionan con la realidad cotidiana de niños y adultos, debemos sopesar cuidadosamente cada palabra y frase. Casi todos los textos de Korczak –tanto los escritos antes de la Segunda Guerra Mundial como los escritos durante la guerra– muestran huellas de resiliencia. Korczak no ofrece a los lectores soluciones directas y no simplifica los procesos que pueden conducir al cambio. Más bien, desafía a los lectores a sopesar, analizar y actuar. Entendía los derechos de los niños, por ejemplo, en un sentido que aún hoy es inusual, como derechos de agencia relacionados con el etorno de vida, es decir, como derechos en manos de los propios niños (ver Liebel, 2006; Liebel y Martínez Muñoz, 2009; Gaitán y Liebel, 2011; Liebel, 2013).

Profundizando en nuestros recuerdos sobre Korczak y analizando sus experiencias –las tensiones, los obstáculos, las dificultades, las adversidades en su infancia, juventud y vida adulta– intentamos descubrir cómo su vida resistiva y su pedagogía, que respeta y anima a los niños, se hicieron posibles.

Infancia y relación con los padres

Korczak creció en la tradición de fiestas y celebraciones tanto judías como polacas y por su doble pertenencia se pasó la vida buscando su identidad. Unos meses antes de su asesinato él escribió en su Diario del gueto (2018: 18 y 20):

La abuela me daba uvas pasas y decía: “Un filósofo”. Al parecer, entonces ya le había confiado en el curso de una conversación íntima mi atrevido plan de reconstruir el mundo. Ni más ni menos que abolir todo el dinero. ¿Cómo hacerlo y qué hacer después? Probablemente no lo sabía. Pero no hay que juzgarme con excesiva severidad. Tenía por aquel entonces cinco años y el problema era extremadamente peliagudo: qué hacer para que no haya niños sucios, andrajosos y hambrientos con los que tengo prohibido jugar en el patio donde, enterrado debajo del castaño, yace en una lata de caramelos forrada de algodón mi primer muerto querido y entrañable. En ese momento, solo un canario. Su muerte sacó a colación el misterioso asunto de la fe religiosa. Yo quería poner una cruz sobre su tumba. La criada dijo que ni hablar, porque solo era un pájaro, un ser infinitamente inferior al hombre. Incluso llorarlo era un pecado. Hasta aquí, la criada. Pero lo que dijo el hijo del portero fue mucho peor: que el canario era judío. Y yo también lo era. Yo, judío; él, polaco y católico. Él, después de muerto, vivirá en el paraíso, pero yo –siempre que no diga palabrotas y lo abastezca sin rechistar del azúcar birlado de mi casa– iré a parar a un lugar que, si bien no es exactamente el infierno, está siempre a oscuras. Y a mí la oscuridad me daba miedo. Muerte. Judío. Infierno. El negro paraíso judío. Daba mucho que pensar.

Cuando era niño observó a los otros niños jugando y corriendo por el patio con interés. Estas observaciones, caracterizadas por la curiosidad, se convirtieron en una fascinación médica y pedagógica sobre las personas y sus pasiones. Así como él mismo disfrutaba descubriendo cosas cuando era niño, también veía en otras personas, especialmente en los niños, el deseo de descubrir el mundo. Concedió especial importancia al juego infantil, al que más tarde dio un lugar primordial en su pedagogía.

Cuando Henryk Goldszmit era un niño, su padre fue admitido en una institución con los primeros signos de enfermedad mental, que en ese momento, tanto en Polonia como en Alemania, se llamaba Irrenanstalt (manicomio). La enfermedad de su padre4 y su estilo de vida derrochador llevaron a problemas financieros en la familia. Para ayudar a su madre, el joven Henryk dio clases particulares Y, por lo tanto, conocía por experiencia propia los problemas, dificultades y preocupaciones de un niño que enseña a los más pequeños a sobrevivir en el mundo de los adultos y, más aún, cómo pueden ayudar a los adultos (apoyó a su madre y a su abuela).

Korczak se vio profundamente afectado por la enfermedad y la muerte de su padre. El temor de que la enfermedad también lo golpeara a él fue probablemente una de las razones por las que no quería conformar su propia familia y tener sus propios hijos. En el Diario del gueto (2018: 123) recuerda:

A los diecisiete años, incluso empecé a escribir una novela titulada El suicidio. Su protagonista llega a odiar la vida por miedo a la locura. Me daba pánico el hospital para enfermos mentales donde mi padre fue ingresado en varias ocasiones. Yo, el hijo de un orate. Con un lastre hereditario. Han pasado varios decenios y, todavía hoy, esta idea me atormenta a ratos. Amo demasiado mis locuras para que no me horrorice que alguien intente curarme en contra de mi voluntad.

Como resultado, Korczak decidió convertirse en un “padre adoptivo” de niños huérfanos que necesitaban ayuda y cuidados.

Korczak tenía una relación aún más fuerte con su madre Cäcilie (de soltera Gębicka). Ella murió en 1920, después de que su propio hijo la infectara con fiebre tifoidea, que había contraído en el ejército polaco durante la guerra soviético-polaca. En ese mismo momento Korczak trabajaba en un hospital para enfermedades infecciosas y se sintió culpable por su muerte. La pérdida de la persona más importante de su vida le hizo querer suicidarse. Según algunas fuentes, él y su hermana Anna Lui estaban considerando quitarse la vida. Diecisiete años después de la muerte de su madre, Korczak señala en una carta: “De mi familia solo tengo a la hermana...” (Dzieła, t. XIV, vol. 2: 210). En su Diario del gueto (2018: 119-120) recuerda: “Cuando, a su regreso de París, le propuse a mi hermana un suicidio compartido, la idea no estaba motivada por un fracaso pasado o futuro. Al contrario. Echaba en falta un lugar en la vida y en el mundo”. Se desconocen las circunstancias en las que murió su hermana en 1942. Se sabe que ambos permanecieron en contacto hasta el final de sus vidas.

A pesar de todas sus experiencias problemáticas, Korczak experimentó mucho afecto y autoafirmación en su infancia. En su Diario del gueto, hace una retrospectiva positiva de sus primeros siete años de vida (2018: 96): “Si repaso mi vida, veo que el último año del septenio se ha hecho notar. Existo. Tengo peso específico. Valgo. Me ven. Puedo. Seré”. El reconocimiento que recibió a una edad temprana fue probablemente una base importante para su resistencia a cargas posteriores. Y probablemente también dio forma a su actitud empática y respetuosa, que consideraba indispensable cuando se trataba de niños.

Juventud y primeras experiencias como pedagogo

Cuando Korczak tenía 14 años, comenzó a escribir un diario, en el que se basó para publicar luego Confesión de una mariposa. En este diario ya estaba pensando en cuestiones educativas y en la necesaria mejora del mundo. A los dieciséis años puso por escrito su primera visión pedagógica: “Reformar el mundo significa reformar la educación...” (Dzieła, t. VI: 166). Y ya confiesa: “El orden social capitalista debe ser abolido, solamente no sé cómo” (Dzieła, t. VI: 157).

De adolescente el autor emprendió expediciones a los barrios pobres de Varsovia. Participar en el mundo de los pobres le pareció la mejor manera de “sumergirse en el lado oscuro de la sociedad” (citado por Wiśniewski, 2012). Lo que experimentó en las zonas más pobres de Varsovia lo describió en 1906 en su novela El niño del salón (Dziecko Salonu), que contiene muchos elementos autobiográficos. Korczak se dio cuenta de que

[...] solo puede entender a los pobres si tiene ciertas condiciones previas de antemano, mientras que su decadente predilección por la depresión y la compasión positivista por los necesitados le habrían dado un papel estrictamente definido. Pronto empezó a comprender que ayudar no puede ser una actividad social artificial, que la decisión de trabajar con los excluidos conlleva una enorme responsabilidad. De esta observación se pueden entender las razones de su decisión posterior de concentrar toda su energía en un grupo concreto: los niños (Wiśniewski, 2012: 26).

Alrededor del cambio de siglo, Korczak pertenecía a un círculo de intelectuales y activistas sociales de izquierda en Varsovia. En 1905 se doctoró en la Facultad de Medicina de la Universidad Zarista de Varsovia. Entre 1907 y 1908, y de nuevo en 1910, continuó sus estudios a través de prácticas médicas en clínicas, bibliotecas y universidades de Berlín, París y Londres. Escribió sobre sus experiencias en el extranjero en su primera gran obra educativa Cómo amar a un niño (Dzieła, t. VII: 210-211):

El hospital de Berlín y la literatura médica alemana me enseñaron a pensar en lo que sabemos y a proceder lenta y sistemáticamente. París me enseñó a pensar en lo que no sabemos, pero queremos, debemos y sabremos. La fuerza de voluntad, el dolor de la ignorancia, la lujuria de la investigación me dio París. La técnica de la simplificación, el ingenio en el más mínimo detalle, el orden de los detalles –traje conmigo desde Berlín. La gran síntesis del niño– esto es lo que soñé cuando leí las peculiares obras de los clásicos clínicos franceses en la biblioteca de París, mi cara enrojeció de emoción.

En 1912 Korczak asumió la dirección de un orfanato para niños judíos en Varsovia, que mantuvo hasta 1942. A partir de 1919, junto con Maria Rogowska-Falska (conocida como Maryna Falska) y Maria Podwysocka, también dirigió un hogar para niños proletarios, conocido como Nasz Dom (Nuestra Casa). Un aspecto importante de su vida profesional fue también su trabajo en instituciones académicas. Korczak fue profesor en el Instituto Estatal de Educación Especial y en la Universidad Libre de Polonia [Wolnej Wszechnicy Polskiej], entre otros5. Como investigador y hombre de práctica, Korczak contribuyó a la renovación de la pedagogía de su tiempo y esto se aplica en particular al trabajo con los niños y a la educación comunitaria en las instituciones para huérfanos y otros niños necesitados.

Experiencias de guerra

Las experiencias de la Primera Guerra Mundial también dejaron una impresión duradera en Korczak. Como médico del ejército ruso, fue nombrado pronto subdirector del hospital militar Wolyn y allí responsable de muchos soldados enfermos y heridos. En esta ocasión, también visitó los sanatorios infantiles locales y el hogar de niños polacos en Kiev, dirigido por Maryna Falska. Además, trabajó como médico en orfanatos de la zona. En una carta del 25 de marzo de 1942 a una joven, recuerda (Korczak, 2018: 225-226):

La Guerra, la revolución, la epidemia. El cruel invierno ruso (...) Me encomendaron cuatro internados para niños perdidos en el frente o exiliados. Distribuidos entre las cabañas y las villas de las afueras de Kiev (...) Mi jornada duraba dieciseis horas. Dos veces al día recorría el terreno a oscuras, hundiéndome en la nieve hasta las rodillas. Ponía colirio en los ojos llenos de pus, aplicaba tintura de yodo sobre la piel tiñosa, curaba los abscesos. Pasaba hambre.

El sufrimiento de sus allegados y la dura suerte de muchos adultos y niños en Varsovia antes de la guerra y durante la guerra le eran familiares, y se ocupó de ellos una y otra vez. Es obvio ver aquí otras razones por las que Korczak no dimitió en los años siguientes, sino que resistió las grandes cargas.

Korczak como escritor

Ya de niño, Korczak mostró una gran pasión por los libros. En el Diario del gueto (2018: 129) recuerda: “A los quince años me dio por leer alocadamente, con furia. Perdí el mundo de vista, solo existían los libros...” La fascinación de Korczak por la literatura lo acompañó a lo largo de su vida. Leía, escribía, narraba y hablaba de ello. Sin embargo –como escribe Barbara Smolińska-Theiss (2010: 7-8)– “no asoció esto con la ciencia académica tradicional [...]. Korczak soñaba con escribir una gran obra maestra sobre el niño, en la que se revelara el secreto del desarrollo del niño”. Según el testimonio de su amigo de la escuela, el escritor y profesor Leon Rygier, Korczak dijo una vez (Rygier 1946/1999: 404): “En mi opinión, el escritor debe tener la ambición no solo de conocer el alma humana, sino también de sanarla. Debería estar ansioso por convertirse en un educador. […] Repito, para ser educador, hay que ser diagnosticador. La medicina tiene mucho que decir aquí”.

En sus textos literarios y educativos, Korczak reflexiona repetidamente sobre sus propias experiencias infantiles y las de los niños que había conocido durante sus incursiones y su trabajo profesional. Su principal preocupación era presentar la vida de los niños desde su propio punto de vista. Sus novelas e historias estaban destinadas principalmente a los lectores jóvenes. En su igualmente extenso trabajo educativo, explicó de manera práctica cómo se debe tratar a los niños con respeto y qué se debe aprender de ellos.

Korczak también trabajó regularmente en varias revistas científicas, donde se expresó principalmente sobre temas pedagógicos, pero también sobre temas médicos. En 1926, como suplemento del diario Nasz Przegląd (Nuestra Revista), fundó un periódico de y para niños, al que llamó Mały Przegląd (Pequeña Revista), un proyecto extraordinario en aquel entonces (ver Żebrowski, 2012: 22-36). Era un verdadero portavoz para los más pequeños, tanto para las niñas como para los niños, especialmente para aquellos de familias judías cuyas voces eran particularmente reprimidas y desatendidas en aquellos tiempos. Con esta revista, que se publicó de 1926 a 1939 (desde 1930 bajo un equipo editorial diferente), quiso defender los intereses y derechos de los jóvenes lectores. En el editorial del primer número, escribió “a mis futuros lectores” (Korczak, 1926: 7-8;): “La revista considerará todos los problemas de los estudiantes y las escuelas. Y será editado para representar los intereses de los niños. La revista se encargará de que todas las cosas se hagan Justicia”.

En 1935 y 1936, Korczak fue también autor de un popular programa de radio que se emitió bajo el nombre de Gadaninki o Charlas del Viejo Doctor. Esta misión era algo completamente nueva en ese momento. “Para Janusz Korczak, la radio era un instrumento educativo importante. Aquí contó historias y aforismos que escribió como escritor y sobre los que trabajó con los jóvenes” (Singer, s.f.: 6).

Escribir también tenía una función terapéutica para Korczak. Al escribir, el autor reflejaba las dificultades que había encontrado de niño, las peligrosas vidas de los niños a los que dedicaba su trabajo, el trato inadecuado e insoportable que los niños tenían que experimentar en su vida cotidiana y la distancia que existía entre niños y adultos.

Korczak y la muerte de los niños

Las experiencias de Korczak como médico y educador contribuyeron al desarrollo de su sensibilidad y actitud de respeto, que fueron a su vez cruciales para las actividades con los niños huérfanos. Esto se expresa de manera especial en su actitud hacia los niños marcados por la muerte. En el gueto se pronunció a favor de crear un lugar institucional para los “que se ahogan”, para los niños que no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir en las calles. En sus reflexiones sobre el trato con los niños moribundos en la calle, escribió el 5 de marzo de 1942 (Korczak, 2018: 212):

1. Una morgue de niños en un solo hospital (una cámara espaciosa y con mucha luz). Al lado, las autopsias y las investigaciones en caso de duda o de sospecha.

2. Una sala central de clasificación de los ahogados. Y, sobre la marcha, la decisión de si intentar salvarles la vida o limitarse a paliar los sufrimientos del último camino (eutanasia).

3. Un departamento para niños más graves.

4. Una sala de cuarentena.

5. Un punto de evacuación que tenga una lista actualizada de las plazas disponibles en todos los centros de acogida y de enseñanza.

En su respeto por los más pequeños, los más desfavorecidos y los más humillados, Korczak quería asegurarse de que no volverían a ser humillados en el momento de su muerte. La preocupación por un final digno de la vida del niño no es solo un postulado. Fue una acción que, en el infierno del gueto de Varsovia y en vista de la crueldad de la guerra, tenía por objeto restaurar la fe en la humanidad.

La importancia de que Korczak hiciera posible una muerte digna para los niños que no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir también se demuestra por el hecho de que estaba dispuesto a presentarse a las elecciones como “candidato a la junta de niños moribundos”. Sugirió que se instalarán un cuarto para los niños que estaban muriendo. Mieczysław Kowalski recuerda que Korczak le había expresado el siguiente deseo (Kowalski, 1981: 330):

Saben que hay al menos diez cuerpos de niños en la calle cada mañana. Se trata de niños sin hogar que murieron en las calles a causa del frío, hambre y enfermedades, o de niños que fueron puestos en la calle por sus padres antes o después de la muerte porque no pueden pagar el funeral. O niños inocentes que fueron disparados por los alemanes cuando cruzaron el muro en busca de pan. Los hospitales están tan abarrotados que no aceptan a estos niños moribundos, aunque alguien los lleve allí. Hay que crear un lugar donde se pueda acoger a los niños moribundos. Si no podemos salvar sus vidas, entonces les garantizamos al menos una muerte humana y decente. No necesitamos mucho espacio para eso, no cuesta mucho. Esta puede ser una habitación grande con estantes como en una tienda textil. Hay tiendas vacías. Allí se puede poner al niño moribundo en un estante, no se necesita un gran personal –un ser humano– una mezcla entre paramédico y sepulturero.

Las situaciones opresivas que Korczak experimentaba cada día, la enorme cantidad de sufrimientos y agresiones que prevalecían en el gueto –las redadas, el hambre y el tifus, los tiroteos arbitrarios– reforzaron su convicción de que se debe luchar de todas las maneras posibles por la dignidad y la humanidad de los más débiles, los más pequeños y los moribundos. Además de cuidar de la vida de sus alumnos, también utilizó todas sus fuerzas para luchar por la muerte digna de aquellos para los que no había esperanza. El Diario del gueto es una prueba de esta lucha inquebrantable (Korczak, 2018: 36): “Hay dos mil millones de humanos en el mundo, pero yo soy una comunidad varios millones de veces más numerosa y, por lo tanto, tengo el derecho y el deber de cuidar de mis miles de millones, con los que estoy en deuda”.

Korczak vio un ser humano en cada uno y buscó el bien en cada uno. Esto también se puede ver en el diario, cuando se pone en la piel de un soldado alemán con un rifle plantado, a quien observaba desde la ventana del orfanato (Korczak, 2018: 151): “¿Qué haría si le hiciera una señal con la cabeza? ¿Me saludaría amistosamente con la mano? ¿ Y si ni siguiera sabe que las cosas son como son? Puede haber llegado de muy lejos apenas ayer...”.

La autoduda y la lucha por la supervivencia de los niños y niñas

El trabajo de Korczak en el orfanato a finales de la década de 1930 se hizo cada vez más difícil: “Unos años mezquinos, oprobiosos, viles, destructivos. El período de entreguerras, mendaz y mentido. Maldito. Uno no tenía ganas de vivir. Lodazal. Un lodazal apestoso”, anotó en el Diario del gueto (Korczak, 2018: 112). Estaba plagado de depresión, deprimido por la propaganda antisemita que condujo a manifestaciones hostiles de los polacos contra judíos que no eran considerados “verdaderos polacos”. Los estudios de los antecedentes históricos de la vida de Korczak muestran que la obra ya no le satisfacía como antes. En el otoño de 1933 expresó sus sentimientos con las palabras (Korczak 1933a, Dzieła, t. XIV, vol 1: 157): “Qué tragedia es vivir en estos tiempos, y qué vergüenza es para esta generación dejar a los niños un mundo perturbado”.

Para escapar de la presión de la tristeza, la depresión y el pesimismo, Korczak decidió finalmente en 1934 pasar unas semanas en un kibutz en Palestina, al que regresaría dos años más tarde una vez más. En una carta a su antigua colega Estera Budko, él escribió el 9 de diciembre de 1936: “Nunca me he sentido estrechamente conectado a la vida. (...) De alguna manera estaba lloviendo a mi lado. Desde mi temprana juventud me sentí gris e inútil; ¿qué maravilla que este sentimiento se esté intensificando ahora? [...] Creo en el futuro de la humanidad; si hubiera preservado una ingenua comprensión de Dios, ciertamente rezaría para que Él acelerara el momento de la liberación, porque el mundo sufre, y especialmente los niños”6.

La correspondencia que Korczak mantuvo con amigos y conocidos en Palestina nos permite sentir cómo el coraje para vivir del Viejo Doctor fue cuesta abajo. En una carta a su amigo Józef Arnon, escribió el 7 de febrero de 1936: “Hay días embotados en los que te sientes completamente superfluo y –peor aún– todo el esfuerzo de la vida parece haber sido inútil”7. Sin embargo, a pesar de sus dudas, mantuvo la fe en sus objetivos de ser un confidente y educador de los niños y, sobre todo, de cumplir con sus deberes hacia ellos.

En los años anteriores al estallido de la Segunda Guerra Mundial, Korczak tuvo muchos momentos de duda y luchó con la idea de emigrar a Palestina. Ya el 27 de enero de 1928 había escrito a Estera Budko (citado por Skibiński, 2012: 15):

Me ha quedado muy poco tiempo de vida durante diez años para adaptarme física y espiritualmente a las nuevas condiciones de respiración, digestión y vista. […] Por cierto, el problema del humano, su pasado y su futuro en la tierra, me oscurece un poco el problema obvio del judío. (...) He elegido al niño como tema de mi trabajo.

Fue la responsabilidad por el destino de los “niños sin nombre”, el trabajo para ellos, el cuidado de sus necesidades mentales y físicas lo que le dio fuerza.

Preocupada por el estado de Korczak, Stefania Wilczyńska, asistente de Korczak (“educadora principal”) desde 1912, escribió en una de sus cartas a Fejga Lifszyc (Carta del 4 de abril de 1937, citada por Olczak-Ronikier, 2011: 326): “El doctor [está] en una depresión tan profunda, tan melancólico que no le importa nada”.

Korczak fue invitado repetidamente a Palestina. Sin embargo, por varias razones decidió no emigrar. Sus pensamientos sobre abandonar el país se esfumaron cuando comenzó la guerra. “En los primeros días de setiembre de 1939 cayeron siete bombas sobre el orfanato” (citado por Olczak-Ronikier, 2011: 332).

Korczak, que no fue aceptado en el ejército polaco debido a su edad, igual solía llevar puesto su uniforme, y deseaba ser herido en combate. Cuando se le ofreció volver a la radio, dio noticias o información conmovedora, pidió ayuda y animó a sus oyentes a no perder la esperanza en el humano8. En la Varsovia ocupada utilizó todas sus fuerzas para conseguir los alimentos, el apoyo financiero y la ayuda más urgente para los niños del orfanato. También trató de convencer a otras personas para que ayudaran a los niños. Escribió llamamientos a judíos y cristianos ricos en los que se refería al derecho moral de los niños, que la Declaración de Ginebra de los Derechos del Niño de 1924 les había otorgado: “En tiempos de necesidad, el niño debe recibir ayuda en primer lugar”.

Sobrevivir en el gueto

En las publicaciones de Korczak, y especialmente en su Diario del gueto, la lucha con la realidad apenas soportable es claramente visible. En las páginas del diario, Korczak vuelve a los momentos de su vida anteriores a la ocupación. Estos recuerdos hacen que la imagen de la muerte sea aún más vívida, que miró por las ventanas del orfanato en el gueto. Los escritos también revelan, sin adornos, la impotencia y la desesperanza que lo rodean y lo amenazan, contra las que trató de luchar, siempre con los niños en mente9.

Con un esfuerzo sobrehumano, Korczak intentó mantener una apariencia de normalidad en el orfanato detrás de los muros del gueto. Prestó atención a la salud de los niños y trató de aliviar su tristeza y familiarizarlos con la muerte. Todo esto sugiere la suposición de que Korczak eligió deliberadamente un camino difícil y doloroso de la vida, en la medida en que había alguna posibilidad de elección, dadas las circunstancias. En un sentido de responsabilidad humana, educativa y médica, asumió el papel de un adulto que da a sus semejantes la esperanza de que el mundo no pueda seguir siendo como es. Con sus actividades y llamamientos –principalmente a través de textos escritos– advirtió que no debía rendirse ante el curso de los acontecimientos.

El diario que Korczak escribió en el gueto es una cámara de papel con la que grabó sus pensamientos y observaciones más secretas sobre las vidas de los niños en los orfanatos y en las calles del gueto. El Viejo Doctor escribió amargas reflexiones, notas del día, dibujó sus recuerdos, una imagen del infierno del gueto transferida al papel. En los pocos momentos libres que le quedaban ante la lucha por la supervivencia y su preocupación por los niños, cogió un lápiz y escribió un importante documento sobre el Holocausto.

El diario nos da una idea de la lucha personal que Korczak libró durante la guerra. Su lucha por un techo sobre su cabeza, por ropa y comida para los niños, por papas, aceite de pescado, raciones de comida, donaciones de benefactores, todo esto lo entendió Korczak también como un medio para dar a los niños el valor de volver a vivir. Para él, estar constantemente activo era un escudo que lo salvó de la depresión y de la pérdida de la esperanza de un mundo mejor, especialmente para los niños. Korczak no solo dirigió una lucha elemental por la existencia de los niños en la era del gueto, sino que también continuó su trabajo científico y trató de mejorar la educación de esos niños. Además de su diario, también escribió textos para niños y fragmentos en prosa. La extrema situación externa no ha impedido que Korczak continúe tratando intensamente temas científicos y pedagógicos.

Fue el ingenio de Korczak, su audacia, su desprecio por el peligro y su desprecio por las prohibiciones impuestas por los ocupantes alemanes lo que le salvó la vida repetidamente. No estaba solo en esta lucha, el personal y los amigos del Viejo Doctor jugaron un papel que no debe ser subestimado. También fue de gran importancia que hubiera un amplio movimiento de resistencia en el gueto, sobre el cual las declaraciones de fundación y acción recogidas en el llamado Archivo Ringelblum proporcionan información elocuente (ver Kassow, 2018).

Korczak tenía gente de confianza a su alrededor

Había personas en su entorno sin las cuales sus acciones no habrían sido posibles y comprensibles. En particular, están Stefania Wilczyńska, Maryna Falska, el personal de los orfanatos administrados temporalmente por Korczak, y sus alumnos-niños de los orfanatos, así como niños de los distritos pobres de Varsovia antes y durante la guerra, por no hablar de los niños del gueto. El efecto que estas personas sin nombre tuvieron en la vida del pedagogo, sus puntos de vista y su formación educativa fue durante mucho tiempo ignorado y raramente mencionado en la literatura sobre Korczak. En el libro Pani Stefa (Señora Stefa), recientemente publicado, la autora (Kicińska, 2015) llama la atención sobre Stefania Wilczyńska y subraya que ha tenido una fuerte y directa influencia en Korczak. En otro escrito (Pyrzyk, 2006/2007: 113) el autor dice:

Su inseparable compañera Stefa estaba dedicada a él con toda su alma. Ella lo admiraba y cuidaba, incluso su ropa. Ella no perdonó su vida por él. Por esta razón, su influencia sobre Korczak fue inmensa. Sin Stefa no habría sido nada, como una vez le dijo a un amigo. Ella era la administradora del orfanato y lo acompañó hasta el final. Estaba muy convencida de que día tras día pondría en práctica sus conceptos pedagógicos y estaba decepcionada de que nunca recibiera el Premio Nobel.

Janusz Korczak y Stefania Wilczyńska, así como el equipo de sus colaboradores –normalmente sin nombre– dieron un ejemplo de preocupación y camaradería atemporal en su devoción a los polacos “Józkis, Jaśkis y Frankis” y a los judíos “Mośki, Joski y Srule” (Korczak, 2013). Para Korczak era de enorme importancia tener gente a su alrededor en la que pudiera confiar y que confiara en él.

Varias imágenes de Korczak

Durante décadas, la imagen de Korczak fue ambigua y contradictoria. Se le ha tratado como a un héroe, un “santo laico”, un mártir, un ícono de los derechos del niño, el Viejo Doctor amable y benévolo que siempre estuvo seguro de su causa y persiguió sus objetivos. Se le ha descrito, sobre todo, como una persona que dedicó su vida a los niños huérfanos y que no dejó solos a sus alumnos en el camino hacia el campo de exterminio nazi, aunque podría haber optado por salvar su propia vida10. El hecho de que Korczak rechazara realmente esta posibilidad es mencionado, por ejemplo, por la doctora Anna Margolisowa en sus memorias registradas en 1972, poco antes de su muerte (Margolisowa, 1999: 533):

Un día, cuando vine a trabajar al hospital, la señora de la limpieza me dijo que se habían llevado a Korczak con los niños. Entonces corrí al orfanato. La puerta estaba abierta: el café se estaba haciendo, las camas no estaban hechas. Un desastre en todas partes. Pero en la gran sala, donde había una pared acristalada, estaba sentado un niño. Había vuelto del turno de noche. Puso los papeles de Korczak en una maleta para ponerlos en el lado ario11. Corrí directamente al hospital para ver al director administrativo Kroszczor. Le dije que fuera al Judenrat [Consejo Judío] e interviniera para salvar a Korczak. El Judenrat negoció con los alemanes. Estaban dispuestos a liberar a Korczak, pero se negaron a liberar a los niños. Conocemos el epílogo. Korczak no quería dejar a los niños12.

Durante muchos años, el retrato de Korczak como mártir dejó muchos otros aspectos de su vida y trabajo fuera de foco. Poco después de la guerra, Hanna Mortkowicz-Olczakowa (1949), ex colaboradora de Korczak, se quejó de que la retórica sobre el motivo de Korczak de acompañar a los niños a la muerte había consolidado un cuadro en el que solo se repetía el sufrimiento de Korczak y de los niños13. Eliza Szybowicz (2011, fuente de internet sin referencia de página) señala que durante mucho tiempo “ningún niño en la escuela primaria de Polonia ha oído palabras como judío, gueto o holocausto y solo conoció el nombre de Janusz Korczak sin poder entender quién era esa persona”. Añade que “este símbolo [de Korczak que dio su vida a los niños; ML/UMM], blando como un sentimiento y duro como el bronce, oscureció la vida [real de Korczak] al reducir su diversidad y ambigüedad a un solo gesto de heroísmo”.

Por el contrario, el “intento de una biografía” de Joanna Olczak-Ronikier (2011)14 pinta un cuadro diferente de Korczak. Se le representa aquí como un ser humano con sus dudas y debilidades. La autora muestra a Korczak como un hombre con personalidad neurótica, con imperfecciones y contradicciones, como alguien con dificultades para tratar con seres humanos, especialmente mujeres, como alguien a quien no le gustaba la atención pública y no quería hacer discursos masivos, como una persona con fases de depresión, y con momentos de confusión. En lugar de un ícono, dibuja a una persona real que es “la forma en que nació”. Describe a Korczak como una persona complicada, un “ermitaño introvertido” que “nunca molestó a nadie con sus asuntos”, que “no podía hablar de sentimientos”, que eligió una vida solitaria, que renunció a su propia familia y a la forma habitual de hogar para cambiar la realidad15.

Ida Merżan, quien tuvo a Korczak de estudiante y luego trabajó con él en el orfanato Dom Sierot, recuerda que en sus conferencias advirtió en contra de sacrificarse por los demás, incluso por los niños (Merżan, 1975: 46):

El que dice que se está sacrificando por algo o alguien está mintiendo. Uno ama las cartas, otro ama a las mujeres, uno no se pierde una carrera de caballos, y yo amo a los niños. No me estoy sacrificando. No lo hago por ellos. Lo hago por mí. Esto es necesario para mí. No deberías creer las palabras sobre el sacrificio. Son falsas e hipócritas.

Entonces, ¿quién era Janusz Korczak, del que sabemos tanto y tan poco? Natalia Wiślicka (1989: 225) trata de imágenes muy difundidas de Korczak:

Llaman a Korczak santo, humilde, misterioso. ¿Rendición, renuncia, virtud... modestia? Así es como lo llaman. Pero no, eso no es modestia. No quiere el lujo de cosas innecesarias. ¿Renunciar? No le gusta lo que otras personas agarran en sus vidas. ¿Virtud? Ninguna virtud es rechazar lo que no puedes soportar. ¿Misterioso? No, solo diferente. Diferentes ritmos de vida. Diferentes horas de trabajo, diferentes períodos de descanso, diferentes libertades. Otros lo llaman indeciso. No. Siempre había sido él mismo, un hombre íntegro. No he visto ninguna indecisión. Sí, estaba mirando, preguntó. Pero eso no es consternación. Sí, sintió dolor. Pero el dolor tampoco es consternación.

La lista de identidades, roles y tareas que le fueron atribuidas es larga y desafía nuestra imaginación: pedagogo, cuidador, escritor, pediatra, maestro, soldado, estudioso, diagnosticador, humanista, activista. En su personalidad versátil, como escribe Jan Żebrowski (2012: 22-23), “las diferentes profesiones se unieron en armonía, todas apuntando a una persona con signos de misión”. Para el mundo, tres de ellos eran los más importantes: Korczak como escritor, educador y médico16. Y sin embargo, como señala Igor Newerly (1982: 27), no debe limitarse a ninguna de las tres profesiones que ejerció:

Con toda su personalidad, su camino de vida y muerte, se convirtió en un fenómeno universal que movilizó buenos sentimientos y deseos, que vinculó a personas de diferentes nacionalidades, credos y sistemas políticos junto con un mensaje claramente definido de humanidad.

Atrajo a otras personas como un imán.

Si dejamos que las publicaciones de Korczak tengan un impacto en nosotros hoy, encontramos que los problemas de adultos y niños que giran en torno a cuestiones de identidad, soledad, pobreza, desigualdad y exclusión le han acompañado a lo largo de su vida. Korczak era un observador exacto de la realidad cercana y lejana, y la pluma y el papel se convirtieron en herramientas terapéuticas para él, primero en las manos del niño, luego en las del adolescente y el estudiante, y finalmente en el hombre adulto. Esto se puede ver claramente en las fases individuales de su vida.

Un balance de vida

“He tenido una vida difícil, pero interesante”. Esta frase del Diario del gueto (Korczak, 2018: 122) sintetiza el proceso de resiliencia de Janusz Korczak. Comenzó a adquirir los fundamentos de su resiliencia en su temprana juventud, cuando se vio plagado de dilemas existenciales y morales, y con el tiempo los ha convertido en la base de sus decisiones más importantes en la vida. Aleksander Lewin, quien trabajó con Korczak cuando eran jóvenes, comparte las siguientes palabras de Korczak (Lewin, 1999: 54): “No estoy ahí para ser amado y admirado, sino para actuar y amar. No es el deber de mi entorno ayudarme, es mi deber cuidar del mundo, de la gente”. Estas frases revelan claramente la actitud que Korczak tomó hacia la gente que lo rodeaba y hacia el mundo.

Korczak fue muy sensible al sufrimiento y la tristeza de los demás desde muy temprana edad. Desarrolló un afecto por los niños, especialmente por aquellos que le parecían indefensos y vulnerables. La conexión con su sufrimiento le hizo creer que no podía dejar la realidad como estaba. Tampoco podía aceptar para sí mismo permanecer como era, si alguien quiere cambiar el mundo, no puede permanecer sin cambios.

Como estudiante y médico entrenado, fue crítico con la realidad que experimentó. Sus ideas de crecimiento y su actitud pedagógica sensible hacia los niños cuestionaron los patrones de comportamiento que prevalecían en ese momento, así como las reglas generalmente aceptadas. Contradecían los puntos de vista ampliamente aceptados sobre cómo educar y tratar a los niños. Korczak se enfrentó a muchas dificultades porque otras personas a menudo no podían aceptar sus ideas para cambiar el mundo. Según el testimonio de Jarosław Górski (2013, fuente de internet sin referencia de página), el propio Korczak subrayó que su proyecto educativo “no fue creado por una estatua de piedra, ni como una fotografía estática” y “no está dirigido a las estatuas”. En una carta a Fejga Lifszyc, que había asistido a los cursos de maestra de jardín de infantes en el Dom Sierot en 1923, Korczak señala el 14 de setiembre de 1925 que el orfanato estaba “libre del pecado de dar recetas. Siempre estamos probando algo nosotros mismos, investigando, insatisfechos con lo que es, mirando con entusiasmo hacia el futuro” (Dzieła, t. XIV, vol. 2: 166).

En un esfuerzo conjunto con otras personas, Korczak puso en práctica sus ideas y conceptos educativos. Trató de superar la costumbre que había prevalecido hasta entonces, de exigir disciplina férrea a los niños y de tratarlos desde arriba. En cambio, respetó su derecho a la privacidad y a su propia opinión. En el orfanato introdujo un conjunto de reglas democráticas que permitían a los niños participar en todas las decisiones sobre la convivencia. Maria Falska (1983: 302, y Dzieła, t. XIV, vol. 1: 196) cita a Korczak con las siguientes palabras:

Queremos construir una sociedad de niños basada en los principios de justicia, fraternidad, igualdad de derechos y deberes. […] Queremos reemplazar la coerción por la adaptación voluntaria del individuo a las formas de vida comunes, queremos transformar la moralidad sin alma en una alegre búsqueda de la perfección y el autocontrol.

Esta sociedad de niños era el mundo de Korczak. Aquí, en diálogo e intercambio con los niños, obtuvo una fuerza enorme para resistir las muchas tensiones y adversidades de su vida. No lo hizo como alguien que solo quería ayudar a los niños, sino como un maestro que veía a los niños como compañeros iguales de los que podía aprender una y otra vez17.

Conclusiones

La vida de Janusz Korczak muestra cómo una persona puede soportar un estrés extremo y al mismo tiempo animar a otras personas, en este caso niños, a enfrentarse a grandes dificultades. No tenemos una explicación perfecta para esto, pero sospechamos que una cierta combinación de experiencias que Korczak adquirió en su infancia y juventud es de crucial importancia. Korczak hizo la experiencia de ser necesitado y tomado en serio al mismo tiempo. Procedía de una familia bastante acomodada económica y socialmente, pero no tuvo una infancia cuidada y protegida según el modelo burgués y por ello ya de niño fue desafiado a hacerse valer y asumir la responsabilidad de su familia. Sus experiencias como miembro de la minoría judía discriminada y su observación de la pobreza degradante de la población proletaria probablemente lo ayudaron a sensibilizarse sobre las necesidades de los excluidos y los débiles, y a identificarse con ellos. Sus habilidades intelectuales y literarias, independientemente de cómo se produjeran, le facilitaron articular sus impresiones y su insatisfacción con las circunstancias de manera convincente para los demás y obtener a cambio su reconocimiento.

Incluso antes de que Korczak comenzara a ejercer como joven médico, había adquirido experiencias de vida que le permitían pensar en las limitaciones de su profesión. Se tomaba muy en serio sus deberes como médico, pero no quería contentarse con ellos. Los encuentros con personas que no aceptaban las condiciones políticas en Polonia en ese momento habían agudizado su espíritu crítico. El prestigio adquirido por su obra literaria temprana también lo ayudó a fortalecer su confianza en sí mismo y a buscar formas de influir y cambiar las condiciones sociales.

Para que su habilidad y su voluntad no se desanimaran por las crueldades y cargas de toda la vida, fue de gran importancia que encontrara una razón de vida con los niños, en la que enfocó su energía. Los encuentros y diálogos con los niños y los descubrimientos que hizo se convirtieron en su elixir de vida. Igualmente importante fue el hecho de que Korczak solía estar rodeado de adultos que lo apreciaban, confiaban en él y lo apoyaban incluso en momentos particularmente difíciles. Esto era indispensable, sobre todo porque siempre dudaba de sí mismo y las cargas eran tan inmensas que no podría haberlas soportado por sí solo.

Posar de manera heroica era algo ajeno a Korczak. Su sensibilidad por las necesidades de los niños estaba unida a un sentimiento de su propia insuficiencia. Quizás fue precisamente este sentimiento el que lo salvó no solo de sobreestimarse a sí mismo, sino que también le permitió mantener la calma y ser capaz de actuar ante la inminente muerte. Sin embargo, su compasión por los niños y sus intentos de ayudarlos hasta el final no deben ser malinterpretados como heroísmo o martirio autoimpuesto. Korczak se sentía responsable de los niños, así como de los colaboradores del orfanato que dirigía y que fueron deportados con ellos. Obviamente, por razones morales, habría sido insoportable para él dejar abandonada a la gente que se le había confiado. Si se hubiera salvado a sí mismo, para él, su vida restante ya no habría valido la pena. Habría sido equivalente a una muerte social. La decisión de Korczak nos recuerda que la resiliencia no puede estar dirigida a la supervivencia a toda costa, sino que también debe ser considerada en sus dimensiones éticas.

Incluso la resiliencia más fuerte de una persona encuentra su límite en circunstancias abrumadoras. Tal vez sea precisamente la conciencia de este límite lo que debe entenderse como un componente de la resiliencia. Esa resiliencia por sí sola no es capaz de hacerlo todo, nos desafía como seres humanos a permanecer unidos, y juntos proporcionar un mundo en el que una barbarie, como la que Korczak tuvo que experimentar y sufrir, no pueda volver a ocurrir.

Referencias bibliográficas

Banet-Fornalowa, Zofia (2004). Dzieje rodziny Goldszmitów Przodkowie „starego doktora”. Online: www.pskorczak.org.pl/strony/janusz_korczak_nojk04.htm (acceso 02.01.2019).

Bińczycka, Jadwiga (ed.) (1999). Korczakowskie dialogi. Warszawa: Żak.

Casas, Ferran (1998) Infancia: perspectivas psicosociales. Barcelona: Paidós.

Domańska, Regina (1988). Pawiak: kaźń i heroizm. Warszawa: Książka i Wiedza.

Falkowska, Maria (1989). Kalendarz życia, działalności i twórczości Janusza Korczaka. Warszawa: Nasza Księgarnia.

Falska, Maria (1983). Zarys organizacji pracy wychowawczej w “Naszym Domu”. En Myśl pedagogiczna Janusza Korczaka. Nowe źródła, Wybór M. Falkowska. Warszawa: Nasza Księgarnia.

Forés, Anna, y Grané, Jordi (2008). La resiliencia. Crecer desde la adversidad. Barcelona: Plataforma Editorial.

Gaitán, Lourdes, y Liebel, Manfred (2011). Ciudadanía y Derechos de Participación de los Niños. Madrid: Editorial Síntesis.

Górski, Jarosław (2013). Korczak jakiego znać nie chcemy, Nowy Obywatel. Pismo na rzecz sprawiedliwości społecznej. Online: www.nowyobywatel.pl/2012/10/12/korczak-jakiego-znac-nie-chcemy (acceso: 02.01.2019).

Gutman, Israel (2009). Księga Sprawiedliwych wśród Narodów Świata. Ratujący Żydów podczas Holokaustu. Polska (p. I). Kraków: Fundacja Instytut Studiów Strategicznych.

Kassow, Samuel D. (2010). Kto napisze naszą historię? Ukryte Archiwum Emanuela Ringelbluma. Traducido por Grażyna Waluga y Olga Zienkiewicz. Warszawa: Wydawnictwo Amber.

Kassow, Samuel D. (2018). Who Will Write Our History? Emanuel Ringelblum, the Warsaw Ghetto, and the Oyneg Shabes Archive. Bloomington: Indiana University Press.

Catálogo de la Exposición (2012/13). Winienem być dobrym lekarzem – Janusz Korczak – Henryk Goldszmit“ [Tengo que ser un buen médico – Janusz Korczak – Henryk Goldszmit]. Publikacja towarzysząca inauguracyjnej wystawie w Muzeum Historii Medycyny Warszawskiego Uniwersytetu Medycznego [Catálogo para la inauguración de la exposición en el Museo de Historia de la Medicina de la Universidad Médica de Varsovia], diciembre de 2012 a junio de 2013.

Kicińska, Magdalena (2015). Pani Stefa. Warszawa: Wydawnictwo Czarne.

Korczak, Janusz. Dzieła [Obras]. Tomos VI [1996]; VII [1993]; Warszawa: Oficyna Wydawnicza Latona; XI [2003, 2007]; XIV 1 [2008]; XIV, 2 [2008]; Warszawa: Wydawnictwo IBL PAN.

Korczak, Janusz (1926). Prospekt “Do moich przyszłych czytelników”, Mały Przegląd, nr. 271, en Dzieła, t. XI, vol. 3.

Korczak, Janusz (1933a). Trzy kwadranse z Dr. Korczakiem, Mały Przegląd, 10.02.1933, en Dzieła, t. XIV, vol. 1.

Korczak, Janusz (1933b). Jubileuszowe Walne Zebranie Towarzystwa “Pomoc dla Sierot” Stenogram, en Dzieła, t. XIV, vol 1.

Korczak, Janusz (2013). Józki, Jaśki i Franki. Warszawa: Virtualo.

Korczak, Janusz (2018). Diario del gueto y otros escritos. Traducción del polaco por Jerzy Sławomirski y Anna Rubió Rodon. Barcelona: Seix Barral.

Kosowska-Ślusarczyk, Marta (2014). A Portrait of the Contemporary Child: The discussion in the context of children’s rights in the light of the findings of Janusz Korczak. Horyzonty Wychowania, Vol. 13, Nº25.

Kowalski, Mieczysław (1981). Niepokorny. In: Wspomnienia o Januszu Korczaku (pp. 329–332). Warszawa: Nasza Księgarnia.

Leociak, Jacek (2018). Epílogo. En Korczak, Janusz. Diario del gueto. Barcelona: Seix Barral, pp. 299-323.

Lewin, Aleksander (1998). So war es wirklich. Die letzten Lebensjahre und das Vermächtnis Janusz Korczaks. Gütersloh: Gütersloher Verlagshaus.

Lewin, Aleksander (1999). Korczak znany i nieznany. Warszawa: Wydawnictwo Ezop.

Liebel, Manfred (2006). Entre Protección y Participación. Derechos de la Infancia y Políticas Sociales. Madrid: Universidad Complutense- Experto en Políticas Sociales de Infancia.

Liebel, Manfred (2013). Niñez y Justicia Social. Repensando sus derechos. Santiago de Chile: Pehuén Editores.

Liebel, Manfred (2019). Janusz Korczak, los derechos y el protagonimo de la infancia. RES – Revista de Educación Social (Barcelona), Núm. 28, Enero-Junio (online).

Liebel, Manfred, y Martínez Muñoz, Marta (coord.) (2009). Infancia y Derechos Humanos. Hacia una ciudadanía participante y protagónica. Lima: Editorial Ifejant.

Margolisowa, Anna (1999). Im letzten Jahr. En Beiner, Friedhelm, y Ungermann, Silvia (eds.). Janusz Korczak in der Erinnerung von Zeitzeugen. Mitarbeiter, Kinder und Freunde berichten, Sämtliche Werke. Ergänzungsband. Gütersloh: Gütersloher Verlagshaus, pp. 531-533.

Melillo, Aldo, y Suárez Ojeda, Elbio Néstor (comp.) (2001). Resiliencia. Descubriendo las propias fortalezas. Buenos Aires: Paidós.

Merżan, Ida (1975). Korczak – Erzieher der Erzieher. En Dauzenroth, Erich, y Hampel, Adolf (eds.). Wer war Janusz Korczak. 8 Vorträge und ein Feature. Gießen, pp. 44-52. Online: www.geb.uni-giessen.de/geb/volltexte/2006/3701/pdf/DauzenrothKorczak-1975.pdf (acceso 02.01.2019).

Mortkowicz-Olczakowa, Hanna (1949). Janusz Korczak. Kraków: Wydawnictwa J. Mortkowicz (nueva edición: Warszawa: Czytelnik, 1978).

Naranjo, Rubén (2001). Janusz Korczak – Maestro de la Humanidad. Buenos Aires & México: Ediciones Novedades Educativas.

Newerly, Igor (1966). Żywe wiązanie. Warszawa: Czytelnik.

Newerly, Igor (1982). O Januszu Korczaku. En Janusz Korczak – życie i dzieło. Materiały z Międzynarodowej Sesji Naukowej, Warszawa, 12–15 October 1978. Warszawa: WSiP, pp. 16-27.

Olczak-Ronikier, Joanna (2011). Korczak. Próba biografii. Warszawa: Wydawnictwo WAB.

Puszkin, Barbara, y Ciesielska, Marta (2004). Słowo do dzieci i wychowawców, Warszawa: Korczakianum. Ośrodek Dokumentacji i Badań – oddział Muzeum Historycznego m.st. Warszawy.

Pyrzyk, Ireneusz (2006/2007). Rozwój teorii i metod polskiej pedagogiki opiekuńczej. Toruń: Wydawnictwo Uniwersytetu Mikołaja Kopernika.

Rudnicki, Zbigniew (2013). Pochwała Marginesów. Prolog. En RUDNICKI, Z. (ed.). Korczak na marginesach. Czytając „Pamiętnik” Starego Doktora. Poznań, Adam Mickiewicz University Press. Seria Psychologia, pp. 7-11 [También en Pedagogika, No. 190 – zob. niżej, nadtytył cyklu Korczakowskiego – Odsłony myśli].

Rudnicki, Zbigniew (ed.) (2013). Korczak na marginesach. Czytając „Pamiętnik” Starego Doktora. Poznań: Adam Mickiewicz University Press. Seria Psychologia i Pedagogika, No. 190.

Rygier, Leon (1946/1999). Janusz Korczak in jungen Jahren. En BEINER, F., y UNGERMANN, S. (eds.). Janusz Korczak in der Erinnerung von Zeitzeugen. Mitarbeiter, Kinder und Freunde berichten. Gütersloh: Gütersloher Verlagshaus, p. 404.

Sadowski, Maciej (2012). Janusz Korczak. Fotobiografia/Photobiography. Warszawa: ISKRY.

Singer, Sebastian (s. f.). Hendrik Goldszmit aka Janusz Korczak – Arzt, Pädagoge, Schriftsteller. Online: forge.fh-potsdam.de/~BiB/gruender/korczak.pdf (acceso 02.01.2019).

Skibiński, Cyryl (2012). Dr Korczak i Pan Goldszmit. En UKŁADANKA. Janusz Korczak a współczesność: pasujące elementy, Stocznia, pp. 14-15.

Smolińska-Theiss, Barbara (2010). Korczakowska idea praw dziecka. Pedagogika Społeczna, No. 3-4, pp. 7-19. Online: www.pskorczak.org.pl/strony/janusz_korczak_nojk02.htm (acceso 02.01.2019).

Smolińska-Theiss, Barbara (2013a). Korczakowskie narracje pedagogiczne. Kraków: Oficyna Wydawnicza Impuls.

Smolińska-Theiss, Barbara (2013b): Universalität und Aktualität der pädagogischen Ideen Korczaks. En LIEBEL, Manfred (ed.). Janusz Korczak – Pionier der Kinderrechte. Ein internationales Symposium. Berlin & Münster: LIT, pp. 95-100.

STENOGRAM Walnego Zgromadzeniu Towarzystwa „Pomoc dla Sierot”, 23.11.1933. En Korczak, Janusz (2008). Dzieła. Pisma rozproszone. Listy (1913–1939), Bd. 14, Vol. 1, Warszawa: IBL PAN, pp. 145-174.

Szybowicz, Eliza (2011). Zapomnij o świętym Korczaku. Online: www.dwutygodnik.com/artykul/2321-zapomnij-o-swietym-korczaku.html?print=1 (acceso 02.01.2019).

Trzy kwadranse z Dr. Korczakiem, „Mały Przegląd”, 10 February 1933. En Korczak, Janusz (2008): Dzieła. Pisma rozproszone. Listy (1913–1939), Bd. 14, Vol. 1, Warszawa, p. 86.

Wanat, Leon (1976). Apel więźniów Pawiaka. Warszawa: Książka i Wiedza.

Wanat, Leon (1978). Kartki z Pawiaka. S. Podlewski. Warszawa: Novum.

Wiślicka, Natalia (1989). Lekarz moich dzieci. In: Barszczewska, Ludwika/Milewicz, Bolesław (eds.). Wspomnienia, o Januszu Korczaku. Warszawa: Nasza Księgarnia, pp. 222-226.

Wiśniewski, Jan (2012). Z salonu na ulicę. Magazyn Kontakt. Online: www.magazynkontakt.pl/z-salonu-na-ulic.html (acceso 02.01.2019).

Wojnowska, Bożena (1999). Listy i rozmyślania palestyńskie. Warszawa: Ezop.

Żebrowski, Jan (2012). Poznawcze i wychowawcze aspekty czasopisma „Mały Przegląd” Janusza Korczaka. Studia Gdańskie. Wizje i rzeczywistość, No. 9, pp. 22-36

Notas

1 Queremos agradecer a Marta Ciesielska, directora del Archivo Korczak (Korczakianum - Oficina Científica del Museo de Varsovia/Pracownia Naukowa Muzeum Warszawy) en Varsovia, por su apoyo en la investigación bibliográfica, y damos las gracias a Paula Shabel, Catalina Ramírez y Siu Lay-Lisboa por la revisión lingüística del texto. Hemos traducido citas de escritos en polaco y alemán que no están disponibles en castellano.
2 Mortkowicz-Olczakowa (1949/1978); Falkowska (1989); Lewin (1998); Olczak-Ronikier (2011).
4 Desde cuándo Józef Goldszmit estuvo enfermo, desgraciadamente no lo sabemos hoy. Marta Ciesielska sospecha: en los últimos años de su vida, desde alrededor de 1890.
5 Ver el Catálogo de la Exposición (2012/2013).
6 Carta a Estera Budko, 9.12.1936, en J. Korczak, Dzieła, t. XIV, vol. 2: 208.
7 Carta a Józef Arnon, 7.2.1936., en B. Wojnowska, Listy i rozmyślania palestyńskie. Warszawa 1999, p. 34.
8 Ver el informe de Adrian Czermiński [“Noticias sobre aquellos que necesitaban ayuda y aquellos que estaban dispuestos a ayudar a otros”], citado en Falkowska (1989), p. 341. Los ocupantes alemanes dejaron la atención provisional en el gueto a las organizaciones judías de autoayuda, que también ayudaban al orfanato.
9 Korczak también tuvo que pasar un mes en la prisión Pawiak a finales de 1940 como castigo. Debido a la brutalidad contra los prisioneros, fue una de las cárceles más notorias de Varsovia durante la ocupación alemana. Era un lugar de tortura inimaginable donde se produjo la muerte de unos cien mil polacos. El lugar estaba destinado a personas sospechosas de pertenecer o cooperar con las organizaciones clandestinas, que escondían y ayudaban a judíos, o que simplemente habían sido detenidos en redadas callejeras para tratarlos y castigarlos como rehenes en ataques contra las fuerzas de ocupación. También hay que recordar que Irena Sendler, que junto con otras personas había rescatado a más de 2.500 niños judíos del gueto, fue encarcelada en el Pawiak y golpeada brutalmente durante los interrogatorios (para más información sobre la prisión de Pawiak, ver Domańska, 1988; Wanat, 1976; 1978).
10 En Polonia, esta imagen ambigua pero unilateral y esquemática de Korczak puede encontrarse no solo en los textos científicos y en los de los profesores, sino también en la práctica escolar cotidiana, por ejemplo, en las celebraciones y eventos escolares relacionados temáticamente con los derechos del niño y la figura de Korczak. Esta imagen de Korczak también se cultiva en Israel, Alemania y otros países.
11 La actuación del niño merecía su propia consideración bajo aspectos de resiliencia (ML/UMM).
12 Cabe señalar aquí que, al mismo tiempo, los niños y empleados de otros hogares del gueto de Varsovia fueron deportados a Treblinka. Desde un informe de la BBC del 2 de junio de 1942 a más tardar, también se sabía en el gueto de Varsovia que se habían producido tiroteos masivos de judíos en otras partes del territorio ocupado alemán y que se habían establecido campos de exterminio. Sin embargo, muchas personas en el gueto no quisieron admitir durante algún tiempo que el Gran Reasentamiento iniciado el 22 de julio de 1942 en Varsovia conducía a la muerte (Kassow, 2010: 476; en inglés: Kassow, 2018). Sin embargo, se puede asumir que Korczak y sus compañeros de trabajo eran conscientes del objetivo mortal de su deportación.
13 Del mismo modo, más tarde Igor Newerly (1961), otro colaborador de Korczak, Newerly (1966) también centra su atención en todas las “conexiones vivas” relacionadas con la biografía, las actividades y los conceptos pedagógicos de Korczak.
14 El libro tiene el subtítulo Intento de biografía, ya que los documentos disponibles para una biografía completa eran demasiado escasos. Se han perdido muchos documentos. Joanna Olczak-Ronikier, nacida en 1934, que conoció a Janusz Korczak de niña, es hija de la primera autora de la biografía de Korczak: Hanna Mortkowicz-Olczakowa.
15 Korczak (1933b: 86) escribe: “Soy educador porque siempre me he sentido más cómodo con los niños”.
16 Jadwiga Bińczycka (1999) llama la atención sobre las múltiples funciones del “Viejo Doctor”.
17 Para la comprensión de Korczak de la “sociedad de niños” y la importancia que le daba, ver Liebel (2019).
HTML generado a partir de XML-JATS4R por