DOSSIER

Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos y reproducción de desigualdades generacionales de asalariados rurales

Productive transformations for the Global Food Market and reproduction of generational inequalities of rural workers

Juan Ignacio Romero Cabrera
Universidad de La República, Uruguay

Transformaciones productivas para el mercado global de alimentos y reproducción de desigualdades generacionales de asalariados rurales

Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VII, núm. 13, 2020

Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 24 Abril 2020

Aprobación: 11 Agosto 2020

Resumen: En los últimos 10 años en el Cono Sur Latinoamericano, se han realizado importantes inversiones en el rubro agropecuario por parte de corporaciones agroalimentarias globales. Inversiones en la producción de soja, forestal, minerales, caña de azúcar, complejo cárnico, etc, tales corporaciones han reconfigurado el espacio social rural en diferentes dimensiones de análisis, una de ellas es el mercado de trabajo. El artículo se plantea analizar las condiciones sociales de los asalariados rurales por medio de las categorías de Rubén Kaztman y dos dimensiones del empleo decente: equidad y trabajo productivo, dicho análisis se realiza de forma transversal desde el enfoque de generaciones. El análisis se desarrolla en un marco conceptual de debate acerca de las transformaciones productivas-tecnológicas de la producción agraria, y sus impactos en el espacio social rural. Los datos indicarían condiciones sociales de inequidad y desigualdades en el trabajo productivo, según el grupo generacional del asalariado. La metodología aplicada por medio de técnicas de análisis estadístico analizó las Encuestas Continua de Hogares 2006 - 2016, por contar con información del mercado de trabajo y condiciones de vida de los asalariados rurales.

Palabras clave: Asalariados rurales, Territorio rural, Producción de alimentos, Desarrollo social.

Abstract: In the last 10 years in the Latin American Southern Cone, important investments have been made in the agricultural sector by global agri-food corporations. Investments in the production of soy, forestry, minerals, sugar cane, meat complex, etc., made by such corporations have reconfigured the rural social space in different dimensions of analysis, one of these being the labor market. The article sets out to analyze the social conditions of rural wage earners through Rubén Kaztman’s categories and two dimensions of decent employment: equity and productive work. Such analysis is carried out in a transversal way from the perspective of generations. The study is developed in a conceptual framework of debate about the productive-technological transformations of agricultural production, and their impacts on the rural social space. The data would indicate social conditions of inequity and inequalities in the productive work, according to the generational group of the wage earner. The methodology applied through statistical analysis techniques was used to analyze the Continuous Household Surveys 2006 - 2016, as they had information on the labor market and living conditions of rural wage earners.

Keywords: Rural wage earners, Rural territory, Food production, Social development.

Introducción

Uruguay forma parte de las transformaciones que se observan en la reconfiguración del espacio social rural latinoamericano en las últimas tres décadas: consolidación del proceso de transición demográfica lo que impacta en la estructura y configuración de la familia rural; proceso de urbanización de medianos y pequeños centros urbanos; desarrollo de modelo tecnológico intensivo (revolución verde, biotecnología, bioinformática); transformación de la estructura del mercado laboral; procesos de emigración campo-ciudad.

Transformaciones que en el continente latinoamericano mayoritariamente han respondido a la emergencia de un nuevo modelo de desarrollo, el cual se ha caracterizado por la liberalización de los mercados (la menor intervención del Estado y su respectiva reestructuración) y políticas de ajuste estructural aplicadas al medio rural por un lado, por otro, el desarrollo de corporaciones agroalimentarias globales, factores estos que han incidido en la reconfiguración de la sociedad rural latinoamericana, expresada en las tendencias señaladas.

El presente trabajo plantea analizar de forma comparativa en los últimos 10 años desde el enfoque de generaciones, características del mercado de empleo rural, condiciones sociales de los asalariados rurales por medio de las categorías de Rubén Kaztman (1989) y se seleccionaron cuatro dimensiones del empleo decente de acuerdo a la disponibilidad de la fuente de información secundaria, la Encuesta Continua de Hogares y no considerando las trece dimensiones trabajadas por el INE de Chile, tales dimensiones son: contexto socioeconómico, oportunidad de empleo, seguridad social e ingresos monetarios1.

En relación a la definición de joven se consideró pertinente trabajar con el concepto planteado por Naciones Unidas, el tramo etario entre los 14 y 25 años, a lo que se agregó la posibilidad de comparar con el criterio operacional del trabajo de Araya, Federico. y Lado, Leticia (2016). Posteriormente en el análisis de las condiciones sociales se adoptó el criterio conceptual establecido por la normativa uruguaya.

Estas condiciones se generan en un marco de debate acerca de las transformaciones productivas-tecnológicas del proceso capitalista agraria y su impacto en los territorios rurales de los cuales el mercado de trabajo es uno de sus indicadores.

Transformaciones productivas y sociales en el territorio rural uruguayo

En los últimos 25 años, aproximadamente, se intensificaron los cambios socioespaciales y político-institucionales del capitalismo en su fase post-fordista, o sea, los efectos más generales de la reestructuración de los procesos productivos que no solamente se globalizan, sino que recomponen e impactan determinados espacios sociales.

En este sentido, el concepto de territorio emerge como un proceso vinculado a la globalización por medio del cual es definido como una unidad espacial integrada por un tejido social con identidad particular, que tiene como sustento material una determinada base productiva de recursos naturales, articulada con otras formas de producción y coordinada por instituciones y formas de organización que operan en el mismo (Romero, Juan: 2008).

El territorio rural de Uruguay no escapa de las tendencias globales en materia de transformaciones productivas y sociales. El crecimiento a nivel internacional de los precios de las materias primas, a raíz de la demanda de energía y alimentos (Rubio, B. 2008), produce un ciclo de expansión productiva y alza de los precios que transforma al sector agropecuario nacional. Un indicador claro de estos cambios es la evolución del precio de la tierra, que en esos años aumenta casi ocho veces su valor, con precios record, alcanzando en los casos de las tierras más fértiles precios similares a los de la región fronteriza.

Este nuevo contexto como se ha mencionado en (Riella, Alberto y Romero, Juan: 2014) está signado por cuatro factores que conjugados entre sí componen el escenario socio económico actual sobre el cual debe analizarse la estructura agraria contemporánea nacional. Ellos son las alteraciones en el uso del suelo, los cambios legales para la tenencia de la tierra, la extranjerización y el dinamismo del mercado de tierras.

El primer factor está vinculado a los cambios producidos en el uso del suelo en el país en los últimos 10 años. Se desarrollan en este período dos tipos fundamentales de producciones caracterizadas por la dinámica que representan tanto en lo productivo, tecnológico como su impacto en la estructura agraria; la producción de granos y la forestación.

En materia de agricultura la producción de la soja estuvo al frente de la expansión del área productiva, pasando de 10.000 has en la zafra 2000 a 859.000 has. en la zafra 2010. Otro indicador a tener en cuenta, refiere al incremento en las exportaciones de dicho grano ya que en el 2001 era de 1,6 millones de USD y en el 2010 pasa a 705 millones de U$S transformándose en el principal rubro agrícola de exportación del país (Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca, División de Estadísticas Agropecuarias; 2012).

Esto fue acompañado también por un cambio en el paquete tecnológico, introduciendo la siembra directa y la utilización variedades transgénicas. Esta expansión está muy focalizada especialmente en el litoral del río Uruguay, donde aparece una fuerte presencia de inversión extranjera, principalmente de origen argentino. Dicho proceso se dio mediante un fuerte aumento de los rendimientos por hectárea y con una fuerte concentración de la producción que llevó a que las chacras mayores a 1000 hectáreas pasaran de representar un 20% a mediados de la década a un 50% en el 2010 (Gonsalves, Guillermo, 2010). Se advierte la misma tendencia en el acopio y distribución del grano donde se concentra en 5 firmas exportadoras el 77 % del volumen comercializado.

También otros sectores agrícolas han mostrado un gran dinamismo en la última década, como el trigo, el arroz, la cebada y el girasol, lo que ha llevado conjuntamente con la soja a que el área agrícola total del país de 400.000 has. en el año 2000 a 1.200.000 en el año 2011 (Anuario MGAP; 2012).

El otro sector que presento expansión fue la producción forestal, que a partir de una legislación que fomentó su desarrollo en el país en los años 1990 y la instalación de una planta procesadora de pasta de celulosa en el 2005 impulsó un aumento de la superficie dedicada a este rubro de casi un millón y medio de hectáreas en el 2012. Esta expansión se dio en base a empresas transnacionales que se transforman en grandes propietarios de tierra, llevando la concentración de la propiedad de la tierra a niveles impensados para la escala uruguaya. Las tres principales empresas forestales tienen en conjunto más de medio millón de hectáreas de posesión directa (Uruguay XXI, 2013).

La dinámica que imprimen estos dos rubros y la presión que ejercen sobre la tierra por las sobre ganancias de este período llevan a la reestructuración del resto de los sectores productivos agropecuarios del país. La forestación comienza a competir por la tierra con la ganadería extensiva y la agricultura con la lechería, produciendo un fuerte crecimiento de los precios de los campos.

Pero como la suba de precios internacionales de los alimentos también impulsó una fuerte inversión tecnológica y de gestión de la ganadería y la lechería estos aumentaron su eficiencia elevando la productividad, generando aún más presiones en el mercado de tierras y un fuerte proceso de concentración de la producción en todos los rubros dinámicos. Esto quedó evidenciado con los resultados del último censo agropecuario, donde se produce un nuevo descenso en el número de pequeños productores llegando a su mínimo histórico aún por debajo de lo que representaban en 1908.

En este sentido la lechería redujo su área en 15,0% pasando de 1 millón en 2000 a 850 mil hás en el 2011 al tiempo que el número de productores se reduce un 23,0%, pero su producción aumenta aproximadamente un 55,0%. En la ganadería también se produce una fuerte intensificación de la producción por hectárea, el nivel de extracción del ganado2 sobre el rodeo pasa de un promedio de 10,0% del período 1974 – 1990, posteriormente a un promedio de 15,0% durante 1990 a 2000 para un 19,6% al inicio de la década del 2000 a un 20,3% en 2011/12, década esta última que se caracteriza por sostener este coeficiente de extracción en forma constante y no coyuntural como se observaba anteriormente, muchas veces por situaciones de liquidación de stock (Murguía, Juan. 2006). Esto es producto de nuevas tecnologías de cría y engorde del ganado y la aparición de la alimentación a corral y una fuerte articulación vertical con los frigoríficos que pasan a ser propiedad de capitales brasileños y que tienden a tener producción propia comprando establecimientos ganaderos de gran porte.

Un segundo factor son las modificaciones legales que se introdujeron a finales de 1990 que permitieron la compra de tierras por parte de las Sociedades Anónimas. Esta medida que buscaba fomentar la inversión en un sector deprimido resultó un incentivo muy importante en el ciclo económico de crecimiento cambiando radicalmente las características de la tenencia, ya que las personas físicas, propietarios tradicionales de los establecimientos perdieron importancia relativa frente a los inversores nacionales pero fundamentalmente extranjeras que mediante esta nueva forma jurídica de tenencia ingresaron masivamente al mercado de tierras del país. El último censo, indica que 43% de la superficie productiva del país está en manos de estas sociedades anónimas, lo que señala la profundidad de las transformaciones en el sistema de tenencia de la tierra y la complejidad para el análisis de la estructura agraria contemporánea del país.

El tercer factor asociado a estos cambios es la extranjerización de la propiedad de la tierra por diferentes vías. La presencia de empresas trasnacionales europeas y chilenas comprando grandes superficies de tierra para la forestación, la inversión brasileña en el arroz, la industria cárnica y en los campos ganaderos así como la presencia directa de empresas e inversionistas argentinos en la soja marcan los principales rasgos de extranjerización. También es de destacar la aparición de inversiones directas en grande establecimientos en el sector en otros rubros como la lechería y la fruticultura entre otros, donde existe una presencia importante de capitales europeos.

El cuarto factor que combina los anteriores es el comportamiento del mercado de tierras en el país, que movido por las dinámicas que ya hemos comentado, ha tenido un ascenso vertiginoso en el número de transacciones y cantidad de hectáreas involucradas en estos últimos años. Entre el 2000 y el 2011 comercializó casi el 41% del total de la superficie agraria del país. En ese periodo el número de operaciones de compra-venta llegaron a 25.000, significando la comercialización de 6.780.000 (División Estadísticas Agropecuarios; 2012). Si se analiza las ventas por escala de superficie, se aprecia que las hectáreas correspondientes al estrato de productores familiares fueron los que mayor niveles tienen de transacciones, lo que indicaría que este dinamismo en la compra de tierras tiende a afectar a los predios menores y fomentando el aumento promedio del tamaño de los predios. También una característica de estas compra-ventas es que la mayoría absoluta (54%) del total de las hectáreas vendidas en este período, han sido adquiridas por Sociedades Anónimas.

Esta presión sobre la tierra se observa también en el mercado de arrendamientos. En el período analizado, la superficie arrendada va creciendo año a año. En el censo del 2011 se registraron bajo esta forma de tenencia 2.500.000 de hectáreas (sobre un total de 16:357 mil hectáreas productivas), de las cuales 900.000 se habían arrendado ese mismo año. Esto muestra además de la profundidad de las transformaciones productivas y el dinamismo de los sectores agroexportadores, la fuerte presión que ejercen estos agentes económicos sobre la estructura agraria actual (Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca, División de Estadísticas Agropecuarias; 2012).

El corolario de todos estos factores ha sido el aumento del precio de la tierra que al inicio del año 2000 tenía un valor de precio promedio por hectárea vendida de U$S448, pasando en el 2011 a un valor promedio de U$S3196. En las regiones con mayor aptitud agrícola el precio promedio superó los U$S5000 a fines del período. Los precios de los arriendos también mostraron un aumento importante en el período, pasando de U$S28 promedio en el año base a U$S152 la hectárea en el 2011, y en los predios agrícolas el precio de arriendo promedio se ubicó por encima de los U$S300 para ese año. El acceso a la tierra, la democratización de la estructura agraria y los intentos por reducir su grado de concentración se han visto detenidos por las dificultades y por el papel de los actores que actúan en ella.

Los impactos territoriales han sido muy heterogéneos dando lugar a una nueva regionalización de las áreas rurales. Lo que plantea la necesidad de pensar lo rural como un espacio articulado e integrado de forma diferencial, en el cual se intercalan actividades económicas primarias, secundarias y terciarias, y coordinadas por instituciones y formas de organización que operan en el mismo. Por otro lado, se observan cambios generados por las dinámicas laborales en los grupos etarios que integran el mercado laboral en especial a los jóvenes, quienes pasan a integrar los mismos de manera precaria e informal, aunque en porcentajes menores que en el resto del continente.

En las últimas dos décadas se ha consolidado el proceso de modernización agraria en el cual las relaciones sociales capitalistas y de contratación salarial pasan a ser predominantes, en la última década en particular debido a factores de la demanda mundial hay un crecimiento de trabajadores asalariados para luego estabilizarse, en tal proceso se configura simultáneamente una forma de explotación de segundo orden en la cual la racionalidad del “intercambio de equivalencia” deja de aplicarse o se aplica de forma limitada (Dörre 2013a in: Cerda. Claudia: 2016), utilizándose formas simbólicas y la fuerza política para devaluar o excluir el trabajo de ciertos grupos sociales con la consiguiente pérdida de protección social y disminución de costos en el proceso productivo.

De este forma, se generan condiciones precarias de empleo en el sector agroexportador lo que implica la instalación de diferencias y jerarquizaciones en base a la segmentación y categorización de los/as trabajadores, en este caso por la edad. Diferenciaciones y jerarquizaciones que implican una lógica de devaluación del otro que, a su vez, legitima la distribución diferenciada de protecciones así como el acceso diferenciado a derechos (Cerda. Claudia: 2016).

En definitiva, esta última década ha marcado un quiebre en el proceso de estancamiento dinámico que caracterizaba a la estructura agraria nacional desde mediados de los ’70, dicho quiebre ha significado profundizar las relaciones sociales de producción capitalista en la sociedad rural uruguaya de inicios del siglo XXI. Proceso que se fundamenta en la articulación contradictoria entre una realidad técnica agropecuaria precapitalista y formas nuevas de sociedad y tecnología, que se han intensificado, consolidado y generado una base social ampliada de propietarios de los medios de producción.

La Ruralidad en América Latina: enfoque según generaciones

La construcción social de la juventud como concepto de análisis de los fenómenos sociales en las sociedades rurales en Latinoamérica, se asocia al proceso de internacionalización del proceso de modernización agrario en el continente, promovida y llevada adelante luego de la Segunda Guerra Mundial en el cual los/as jóvenes rurales son percibidos como agentes de desarrollo.

Ahora, la juventud es una construcción socio-cultural relativa al tiempo y al espacio que se presenta como una fase de la vida comprendida entre la infancia y la vida adulta (Feixa, Carles 2004). La noción de juventud corresponde a la toma de consciencia social de la existencia de ciertas características particulares que diferencian a los/as jóvenes en relación a los/as niños y adultos. De esta manera entonces, la existencia de la juventud está relacionada al reconocimiento social de una edad especifica del ciclo de vida de las personas y a la proposición de una serie de instituciones y prácticas normativas de los comportamientos juveniles, como también una serie de imágenes culturales que imponen determinadas expectativas acerca de los comportamientos juveniles (Bevilaqua Marín, Joel 2010).

En el caso del estudio de la juventud rural implica considerar las especificidades de las relaciones de dependencia con la vida y el trabajo (dimensión fundamental en dichas relaciones) en los espacios agrarios, como también las redes económicas, políticas y culturales en las que los/as jóvenes y sus familias se encuentran integrados. Hay condiciones estructurales para que esto ocurra, como la distribución asimétrica del gasto público al interior de las sociedades, que hace que las oportunidades de educación, empleo y salud sean desiguales entre jóvenes de distintos territorios. Pero en la naturaleza heterogénea de la juventud entran en juego otros factores como la subjetividad, el origen étnico-cultural, el género, la pertenencia a un estrato socioeconómico dado y el contexto histórico generacional e intergeneracional de cada joven. Así, por ejemplo, ser joven, y ser un joven del medio rural, es una condición particular, que no viven igual jóvenes rurales inclusive de un mismo país (extraído el dato a los fines de evaluación) (2004).

Por otra parte, al tener en cuenta la dimensión ocupacional, se considera que la juventud rural es una construcción conceptual de la sociedad industrial, no relacionada a una cuestión biológica o vital sino a un constructo socio-cultural, el que se comenzó a configurar a finales del siglo XIX y se terminó de consolidar a inicios del XX en las sociedades industrializadas. De esta manera, la juventud se plantea como un problema social para dichas sociedades en las cuales la industrialización generó nuevas realidades sociales y actores entre los cuales los/as jóvenes se presentan como estratégicos para la reproducción social de dicha configuración societal.

En definitiva, la juventud de un territorio, un país o una región, se compone de sectores y grupos heterogéneos, con condiciones de vida desiguales y con diversas formas de apropiación del medio natural, cultural y social entre los jóvenes y con otras generaciones. Es decir, se presentan inequidades intergeneracionales en el desarrollo humano y social inclusive en países más igualitarios como Uruguay, por lo cual se hace necesario no solo hacer evidente las mismas sino conocer al respecto de su dinámica.

Metodología aplicada

La metodología aplicada fue de diseño cuantitativo, la fuente de datos las Encuestas Continuas de Hogares (en adelante ECH) entre 2006 y 2016 del Instituto Nacional de Estadística (en adelante INE), dado que incorporan los territorios rurales y es el período de mayor crecimiento de la producción agroalimentaria. Por otra parte, la desagregación por sectores y subsectores de actividad se realiza de acuerdo a la Clasificación Internacional Industrial Uniforme - Revisión 4 (CIIU Rev. 4) empleada en la ECH, lo que permitió la construcción de la población económicamente activa (PEA) en la producción agropecuaria, y posteriormente analizar las características de sus trabajadores de acuerdo a los datos que se presentan.

El análisis empleado con técnicas de análisis exploratorio (estadística descriptiva univariable) y de análisis bivariable con fines descriptivos (descripción del conjunto de la población observada). Cabe advertir que la ECH se realiza a partir de una muestra de la población, las cifras presentadas son una referencia válida pero no son exactas y la confianza se reduce a medida que aumenta el nivel de desagregación y las respuestas abarcan un conjunto de personas cada vez menor.

Por otra parte, al mencionar territorio se lo define como una construcción que considera la dimensión espacio, en el cual se articula un tejido social con identidad propia, que tiene como sustento material una determinada base productiva de recursos naturales, articulada con otras formas de producción y coordinada por instituciones y formas de organización que operan en el mismo (Romero, Juan: 2008).

El empleo decente se lo considera como aquel empleo digno realizado con respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de cualquier tipo; se lleva a cabo con protección social e incluye el diálogo social. En este caso se trabajó con el marco conceptual del INE de Chile pero se consideraron cuatro de las trece dimensiones, de acuerdo a la disponibilidad de la fuente de información secundaria por lo tanto se consideró: contexto socioeconómico, oportunidad de empleo, seguridad social e ingresos monetarios.

Al trabajar con el concepto de pobreza es necesario señalar que dicho concepto no forma parte de la categoría conceptual trabajo decente citado (INE, Chile: 2017), sino que la pobreza es analizada desde la categoría línea de pobreza, lo que implica considerar para su medición el método del ingreso para lo cual como señala el INE: “es necesario definir una Canasta Básica de Alimentos per cápita (CBA) y una Canasta Básica Total per cápita (CBT) con las cuales se definan los umbrales, Línea de Indigencia (LI) y Línea de Pobreza (LP). Si el ingreso per cápita del hogar se encuentra por debajo de la LI o la LP el hogar se define como indigente o pobre respectivamente” (Instituto Nacional de Estadística, 2006:11).

Ante lo cual, el análisis a continuación considera ambos métodos de medición de la pobreza (directo: NBI e indirecto: línea de la pobreza) en forma conjunta también conocido como análisis integrado de la pobreza (Katzman, Rubén 1989), y así obtener una nueva medición con mayor nivel de exhaustividad. Esta genera cuatro categorías, a saber: pobreza crónica: comprende aquellos hogares que tienen ingresos (o consumo) bajo la línea de pobreza y una o más necesidades básicas insatisfechas. Este grupo conforma el núcleo más crítico de pobreza; se trata de hogares que viven en condiciones prolongadas de privación y que, además de no poder adquirir rutinariamente los mínimos bienes y servicios, no han logrado obtener una vivienda adecuada ni asegurar a todos sus miembros el acceso a la educación, a los servicios de salud y a oportunidades de empleo; pobreza reciente: incluye a los hogares pobres por ingresos (o consumo) pero con necesidades básicas satisfechas.

Se trata de una situación que sugiere que el déficit de ingreso no ha sido permanente o lo suficientemente prolongado como para afectar la satisfacción de las necesidades de un hogar -que cambia más lentamente que el ingreso- tales como la desnutrición crónica o las carencias habitacionales; es decir, indica un descenso reciente del nivel de vida de los hogares. Son hogares que están en riesgo de caer en la pobreza crónica si las oportunidades de trabajo no les permiten recuperar su capacidad adquisitiva; pobreza inercial: se refiere a hogares con necesidades básicas insatisfechas e ingresos (o consumo) sobre la línea de pobreza. Es una situación que sugiere un proceso de ascenso económico de los hogares, porque la insatisfacción de necesidades revelaría que fueron pobres en el pasado pero que no han logrado todavía eliminar sus carencias acumuladas en las necesidades básicas y por último, integración social: se trata de la población que no es pobre por ninguno de los dos criterios; es decir, tiene ingresos por encima de la línea de pobreza y sus necesidades básicas están satisfechas (Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador, 2013).

Finalmente, el concepto joven remite al tramo etario en ambos criterios aplicados tanto para el mercado de trabajo (Verdera, Francisco:s/d) como para las condiciones sociales. En el primer caso el criterio internacional posibilitó comparar con el criterio operacional del trabajo de Araya, Federico. y Lado, Leticia (2016). Mientras que en el segundo caso, se trabajó con lo definido por INE para jóvenes, más allá de no ser estrictamente iguales los intervalos de edad analizados es posible observar las tendencias intergeneracionales en las condiciones de trabajo como sociales de los asalariados rurales del Uruguay.

Indicadores de contexto en los últimos 10 años

Escasos son los estudios acerca de cómo los cambios señalados han o no generado dinámicas laborales diferenciales en los grupos etarios y sociales que integran el mercado laboral como un todo. Ante ello, en el próximo ítem se plantean las que se consideran tendencias principales del trabajo rural uruguayo, procurando situar sus características e impactos en las condiciones de los asalariados rurales.

Al observar la trayectoria en los últimos 10 años (2006 – 2016) en la Tabla 1, se presenta la evolución de los ocupados asalariados en el sector agropecuario3 y la importancia del sector en relación al total de ocupados en el país. En términos generales se aprecia que el volumen más alto de ocupados en el país se registra en el año 2010 y el más bajo en el año 2016 (179.833 y 138.338, respectivamente), aumentando en el período 2006 – 2010, aproximadamente en 30.000 los ocupados en el sector (Ion, Lilián. 2015).

Tabla 1
Evolución del número de ocupados en el sector agropecuario y % en relación al total de ocupados en el país Años 2006 2010 y 2016
AñoOcupados en el sector agropecuario% Ocupados en el sector agropecuario/ total del paísVariación de ocupados en milesVariación de ocupados en %
2006 (Base 100)151.04410,800
2010179.83311,628.78919,0
2016138.3388,4-12.706-8,5
OMT – MTSS 2011, 2012, 2013, en base a ECH 2006, 2010, 2011, 2012, 2013 INE. Ion, L. “Los trabajadores rurales asalariados del sector agropecuario en Uruguay”, ponencia presenta en jornadas Asalariados Rurales y Agricultura Familiar, organizadas por la Unidad para el Cambio Rural – UCAR – del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina y el Programa FIDAMERCOSUR – CLAEH, 13 y 14 de octubre de 2015, Buenos Aires Argentina, 2015.

Cuando se considera los datos aportados por la Encuesta Continua de Hogares (ECH) en el período analizado, el porcentaje de ocupados en el sector agropecuario mantuvo una tendencia creciente entre 2006 y 2010, se registra un aumento acumulado de aproximadamente 29.000 en estos cuatro años, y una retracción significativa en el año 2016, cuando dejaron de estar vinculadas con el sector 13.000 personas aproximadamente.

Durante el período 2006 – 2016 los ocupados en el sector agropecuario con respecto al total de los ocupados en el país, oscilaron entre el 10,8, 11,6% y 8,4%. Se observa una disminución en el año 2016 con relación al año base de 2010, en referencia al total de los ocupados del país, en términos absolutos dicha disminución de los ocupados en el sector agropecuario en el año 2016 registra 13.000 ocupados menos con respecto al año 2010. Cabe señalar que entre los ocupados los asalariados representaron durante el período de estudio, entre 50% (2006) y 55% (2016) aproximadamente.

Tabla 2
Tasa de empleo País y Ruralidad por Edad – 2006 – 2010 – 2016
País
Año14 a 24 años (%)25 años y más (%)Tasa General (%)
200634,959,354,1
201038,663,958,4
201633,862,656,9
AñoRuralidadTasa General (%)
200647,858,056,5
201041,163,158,6
201635,161,055,7
Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE

En la tabla 2 se aprecia la evolución de la tasa de empleo en el período analizado en dos espacios sociales, a nivel nacional y en la ruralidad entendiendo a la misma (no es objetivo del trabajo su tratamiento) aquellas poblaciones que desarrollan sus actividades sociales, económicas, culturales y de esparcimiento en localidades menores a los 5.000 habitantes (Riella Alberto y Mascheroni, Paola 2010 y Piñeiro, Diego y Cardeillac, Joaquín: 2014).

Durante el período a nivel nacional para los jóvenes (para los datos de mercado de trabajo se considera la definición operacional de joven del trabajo de Araya, Federico y Lado, Leticia (2016): el promedio geométrico4 de la tasa de empleo fue de 35,7% y para los mayores de 25 años de 61,9%. Es constante que para estos últimos las tasas de empleo han estado por encima del parámetro nacional y para los jóvenes la situación inversa.

Al considerar la misma evolución en la ruralidad, se aprecia que entre los jóvenes el promedio geométrico es de 41,0% de la tasa de empleo es mayor con relación a sus pares a nivel nacional pero continua siendo menor con la tasa general de empleo rural y con los mayores de 25 años, quienes presentan un promedio geométrico de 60,6%, mayor a la tasa general de empleo rural y un poco menor a sus pares a nivel nacional.

En definitiva, los jóvenes presentan a nivel nacional tasas de empleo menores con relación a los mayores de 25 años y a nivel nacional en el período 2006 – 2016, pero los jóvenes rurales presentan tasas mayores de empleo en relación a los jóvenes a nivel nacional pero menores con respecto a los mayores de 25 años y a la tasa general de empleo rural. Es decir, aunque en la ruralidad los jóvenes estén más ocupados, en líneas generales los mayores de 25 años prácticamente duplican a los jóvenes los puestos de trabajo ocupados.

Tabla 3
Tasa de Desempleo País y Ruralidad por Edad – 2006 – 2010 – 2016
País
Año14 a 24 años (%)25 años y más (%)Tasa General (%)
200627,97,310,8
201020,64,57,2
201611,02,87,8
AñoRuralidadTasa General (%)
20067,83,24,2
20106,72,13,0
20167,52,33,5
Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE

En esta tabla se analiza la situación del desempleo en el período ya mencionado. Los jóvenes prácticamente duplican la tasa de desempleo con relación a la tasa general y cuadriplican con respecto a los mayores de 25 años desempleados. Presentan un promedio geométrico de 17,9% de desempleo, mientras que los mayores de 25 años 4,5%.

Al analizar la ruralidad, la situación es diferente pero la tendencia la misma, es decir, mayor desempleo juvenil tanto con relación a la tasa general y con los mayores de 25 años. Diferente porque los jóvenes presentan una tasa de desempleo promedio geométrico de 7,3% y los mayores de 25 años de 2,5%, es decir, menores al comparar con el panorama nacional y las diferencias de mayor desempleo de los jóvenes con relación a la tasa general rural y adultos es del doble, menor a la observada a nivel nacional.

En resumen, durante el período analizado la tasa de desempleo se comportó generacionalmente desigual más allá del espacio social, dado que los jóvenes presentaron mayores tasas de desempleo tanto a nivel nacional como rural con relación a los adultos.

No obstante, hay disminución del desempleo, lo cual puede tenerse en cuenta como indicador de mayor uso de fuerza de trabajo joven adulta y menor de edad (14-24 años) tanto en el país en general, como en el campo en particular. Lo que plantea la siguiente interrogante, ¿tendrá alguna relación con los cambios mencionados en la primera parte en el campo uruguayo?

La Tabla 4 presenta información sobre algunas dimensiones del trabajo decente, en este caso se hace énfasis sobre la formalidad del trabajo considerando si por la ocupación desarrollada el trabajador aporta a la caja de jubilaciones (cualquiera sea ella) y/o recibe el pago de aguinaldo por dicha actividad.

Lo primero que se observa es un continuo aumento de trabajadores asalariados aportando a caja de jubilaciones entre 2006 y 2016, mientras que ocurre el movimiento inverso con el cobro de aguinaldos. Esta situación podría estar indicando una característica del tipo de empleo que se ha venido desarrollando en el país, empleos formales pero de mayor flexibilidad en tiempo, tipo de vínculo laboral con quien demanda el mismo e intensidad de la tarea.

En segundo lugar, al analizar por generaciones en términos de tendencia general los asalariados más jóvenes durante el período analizado han presentado tasas menores a la general y en relación a los adultos tanto en el aporte a caja de jubilaciones como en el cobro de aguinaldo. Ahora, es de señalar el constante aumento en el aporte a caja de jubilaciones en ambos grupos generacionales pero con mejoras diferenciales, en el caso de los jóvenes un aumento del 55% y de los adultos del 15%, pero a pesar de ello los adultos continúan con mejor cobertura que los jóvenes. Se aprecia que el punto de llegada en la cobertura jubilatoria de los asalariados jóvenes en el período de estudio (2016), es el punto de partida para los adultos (2006). Es decir, las desigualdades generacionales se mantienen aunque es de subrayar su disminución.

Condiciones de trabajo País y Ruralidad por Edad – 2006 – 2010 – 2016
Tabla 4
Condiciones de trabajo País y Ruralidad por Edad – 2006 – 2010 – 2016
Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE

Al analizar el pago de aguinaldo, se presentan movimientos inversamente proporcionales en términos generacionales, mientras que aumenta la tasa de pago de aguinaldo para los trabajadores jóvenes, desciende para los adultos. Lo que plantearía la interrogante acerca de la flexibilidad de los empleos en esta década analizada, ¿es para todos por igual?

En tercer lugar, al continuar el análisis pero incorporando la ruralidad al mismo se aprecia en términos generales que tanto las tasas de aporte a caja de jubilaciones como de pago de aguinaldo son menores que las tasas generales o del país.

Ahora, aunque se mantiene la tendencia general del país no lo es en relación a la intensidad observada, es decir, en el caso de la ruralidad la mejora en el aporte a caja de jubilaciones fue de 0,07% mientras que la tasa general fue de aproximadamente 18%. En tanto, en lo que refiere al pago de aguinaldo nuevamente la tendencia de disminución se mantiene pero en la ruralidad el descenso es del 29% y en el país del 7%, lo que abre la interrogante acerca de la flexibilidad laboral y su ocurrencia en el espacio social del mercado laboral.

Siguiendo con el análisis de la ruralidad pero incorporando el enfoque generacional, se observa que el punto de inicio (2006) las tasas tanto de aporte a caja de jubilaciones como pago de aguinaldo son similares para ambas generaciones pero diferentes puntos de llegada (2016). En el caso de los jóvenes el aumento en el aporte a caja de jubilaciones fue de aproximadamente 21%, mientras que para los adultos hubo un descenso de 3% esto último es diferente a lo observado en el país. En el pago de aguinaldo dicha tendencia se mantiene, la disminución en los jóvenes es de 5,5% y en los adultos de 34% situación diferente al comparar con la del país, en el caso de los adultos la disminución es de 14% y en los jóvenes aumenta el pago de aguinaldo un 20%.

En resumen, a nivel país se aprecia un aumento en el aporte a caja de jubilaciones y disminución en el pago de aguinaldo de los asalariados en general, al analizar por generaciones el aumento de aporte a caja de jubilaciones es mayor en términos proporcionales a favor de los jóvenes pero dado que tienen tasas de aporte de inicio diferentes, las desigualdades generacionales en dicho aspecto de la formalidad se mantienen. En el pago de aguinaldo, los jóvenes aumentan su tasa mientras que disminuye entre los adultos. Al analizar la ruralidad, la tendencia en pago de aguinaldo y aporte a caja de jubilaciones se presentan en sintonía con la nacional pero con características diferentes, el crecimiento en el aporte a caja de jubilaciones es muy menor y la disminución en el pago de aguinaldo es bastante mayor.

En definitiva, las mejoras y precariedades de las condiciones de trabajo no serían para todos por igual ni en el mismo espacio social del trabajo.

La información que se presenta a continuación da cuenta de la evolución del salario por hora de los ocupados, según edades en el país y la ruralidad como parte del análisis de las condiciones de trabajo de los asalariados rurales.

Tabla 5
Evolución Salario por Hora de los Ocupados5 según Edades y Ruralidad – 2006 – 2010 – 2016
AñoEvolución Salario por Hora de los Ocupados 5Mediana Ingreso/Hora en el País
14 a 24 años (%)25 años y más (%)
2006USD 12,3USD 20,3USD 20
2010USD 8,7USD 14,4USD 13,3
2016USD 13,1USD 19,5USD 18,4
AñoRuralidadTasa General (%)
2006USD 12,0USD 14,6USD 14,5
2010USD 7,6USD 11,1USD 10,6
2016USD 12,1USD 16,1USD 15,3
Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE y BCU por cotización del cambio

Se observa en primer lugar la evolución del salario por hora de los ocupados en el país en el período analizado, el cual ha disminuido un 8% según la mediana de ingreso/hora. Al analizar por generaciones, los mayores de 25 durante todo el período han estado por encima de la mediana de ingreso/hora nacional, mientras que lo contrario ha sido para la generación menor a 25 años, quienes han tenido un ingreso/hora promedio geométrico del 34% por debajo de la mediana nacional durante el período 2006 – 2016.

En segundo lugar, al analizar la ruralidad se aprecia que presenta en promedio (geométrico) un 21% menos de ingreso/hora con respecto al ingreso/hora nacional entre 2006 y 2016, aunque es de señalar que la brecha se ha ido reduciendo de un 27,5% en 2006 a un 17% en 2016. Al incorporar el enfoque generacional se mantiene la tendencia nacional de los mayores de 25 años ganar más que los menores de 25 años, pero la brecha promedio (geométrico) es mayor con relación a la nacional, es de 24%.

En definitiva, en la ruralidad los asalariados tienden a ganar menos por ingreso/hora pero aparte los jóvenes asalariados ganan menos que los adultos de la ruralidad e inclusive menos que los jóvenes a nivel nacional.

Resumiendo, se observa una disminución de la mediana del ingreso/hora en el período 2006 – 2016, este comportamiento es diferencial por generaciones dado que los mayores de 25 tienden a ganar por encima del comportamiento nacional y de los jóvenes asalariados. Mientras que en la ruralidad esta tendencia se específica, es decir, los mayores de 25 ganan durante el período más que la mediana ingreso/hora de la ruralidad y que los menores de 25 años, pero en un contexto en dónde en la ruralidad se tiende a ganar menos con respecto a la mediana ingreso/hora nacional, especialmente los asalariados jóvenes, son los que menos ganan entre los que ganan menos.

Siguiendo en la misma línea de análisis de ingreso/hora, pero en la tabla siguiente se considera su evolución en la misma ocupación del asalariado, en este caso lo que la ECH define como trabajadores no calificados. Es decir, que comportamiento ha presentado la mediana ingreso/hora para trabajadores desarrollando la misma ocupación pero en generaciones diferentes.

Tabla 6
Evolución Salario por Hora de los Ocupados como Trabajadores no calificados6 según Edades y Ruralidad – 2006 – 2010 – 2016
AñoEvolución Salario por Hora de los Ocupados como Trabajadores no calificados6.Mediana Ingreso/Hora En El País
14 a 24 años (%)25 años y más (%)
2006USD 10,1USD 15,5USD 15,3
2010USD 7,9USD 10,0USD 9,7
2016USD 11,7USD 14,5USD 13,8
AñoRuralidadTasa General (%)
2006USD 9,9USD 15,4USD 15,2
2010USD 7,5USD 9,7USD 9,2
2016USD 11,7USD 13,6USD 13,2
Elaboración propia, en base a ECH 2006, 2010, y 2016, INE y BCU por cotización del cambio.

Para este caso se consideró a los asalariados en la misma ocupación, trabajador no calificado. Se aprecia que durante el período analizado hubo una disminución del 9% (2006 – 2016), ahora, los mayores de 25 años presentaron una mediana de ingreso/hora de trabajo mayor a la nacional, mientras que los menores de 25 años la situación fue la contraria. Al analizar la evolución por cada generación de asalariados, los mayores de 25 años han tenido una depreciación del 9% del ingreso/hora entre 2006 y 2016, en tanto que los jóvenes han aumentado un 16%. A pesar de ello la desigualdad entre generaciones ha sido de un promedio geométrico del 24% en el período en la misma ocupación, cabe señalar que ha disminuido dado que en 2006 era de un 35% y en 2016 fue de un 19%.

Al analizar la ruralidad, se aprecia en primer lugar que la evolución de la mediana ingreso/hora tiende a comportarse como la del país aunque levemente a la baja. Al observar por generaciones, se aprecian también tendencias similares, es decir, los asalariados mayores de 25 años el salario hora se redujo en un 9% y entre los menores de 25 años un aumento del 18%, estos últimos un poco más que sus pares urbanos. Con relación a la desigualdad intergeneracional, ha sido durante el período analizado de un promedio geométrico del 29% en este caso mayor en la ruralidad. Es de subrayar que de igual manera que en el país ha tendido a disminuir la desigualdad intergeneracional en el ingreso por hora de trabajo, ya que en el 2006 era del 55% y en el 2016 fue del 16%, aunque se mantiene sería en menor proporción dicha desigualdad en la ruralidad.

En resumen, se observa que el comportamiento del ingreso por hora de trabajo entre los ocupados como trabajadores no calificados en el período analizado ha tendido a la baja en un 9%, el comportamiento en tal sentido en la ruralidad es muy similar al del país. Nuevamente se aprecian diferencias intergeneracionales, dado que los asalariados mayores de 25 años tienden a ganar más que sus pares menores de 25 años, ahora, dichas desigualdades tienden a ser mayores en la ruralidad aunque las mismas se han reducido en mayor grado en la ruralidad con respecto al país.

Indicadores Sociales

También se pretende analizar las condiciones sociales desarrolladas durante el período de tiempo planteado y aproximarnos al impacto de las condiciones de trabajo, que se han generado por las transformaciones productivas señaladas en estas generaciones de asalariados rurales.

El análisis en las condiciones sociales de los asalariados para conocer el peso de la pobreza, desde la mirada generacional permitirá distinguir las diferentes condiciones estructurales de dichos trabajadores rurales. Para ello se consideró el enfoque de las necesidades básicas insatisfechas, la cual evalúa los bienes y servicios que disponen los hogares, en este caso de los asalariados rurales. Para lo cual se selecciona un conjunto de necesidades consideradas básicas y se determina un umbral mínimo de satisfacción para cada dimensión, en este caso las NBI consideradas fueron: acceso a los servicios de educación, calidad de la vivienda, hacinamiento, acceso a agua, disponibilidad y tipo de servicio sanitario y tenencia de refrigerador (Riella, Alberto y Mascheroni, Paola: 2011)

Considerar este enfoque metodológico para conocer la incidencia de la pobreza en las condiciones sociales de los asalariados rurales, implica descubrir la tendencia estructural de las carencias lo que no sería posible de ser detectado por la mejora circunstancial de los ingresos y que en ciertos casos dependen más de políticas públicas como por ejemplo la educación, vivienda o acceso a la educación (Vigorito, Andrea: 2005 apud Riella,Alberto y Mascheroni, Paola: 2011).

Se comenzará el análisis con los asalariados rurales, en la tabla 7 se observa un descenso tanto en los indicadores de línea de pobreza como de Necesidades Básicas Insatisfechas en el período analizado, por otro lado, en este proceso los asalariados rurales integrados socialmente aumentan un 15%, en situación de pobreza inercial aumenta un 12% (no pobres por Línea de Pobreza pero con alguna NBI), en pobreza reciente disminución del 5,0% y una disminución de 21,0% en la situación de pobreza estructural.

Se aprecia un impacto mayor en el aumento de los ingresos de los asalariados rurales transformando con mayor celeridad la situación de pobreza reciente, en menor grado transformaciones estructurales de asalariados que cambian su condición de pobres inerciales pero que mejoran sus niveles de ingreso o consumo. Se consolida un grupo que no disminuye que serían aquellos asalariados en condición de pobreza crónica o estructural.

En resumen, el proceso de transformaciones productivas y sociales acontecidas en los últimos años en la sociedad rural uruguaya ha significado cambios en las condiciones de pobreza reciente e inercial de los asalariados, especialmente la primera condición con un descenso significativo. Por un lado, se entiende que las nuevas condiciones institucionales de negociación tripartita de los salarios han posibilitado generar un ámbito específico para lo rural, mejorando las condiciones de ingreso sumado a la coyuntura favorable de precios internacionales de los rubros agroexportadores y a la mayor sindicalización de los trabajadores. Por otro lado, se plantea el desafío a las políticas públicas del núcleo duro de la pobreza rural integrado también por aquellos asalariados en condiciones de pobreza crónica o estructural.

Tabla 7
Asalariados rurales situación de NBI * Línea de Pobreza 2006 – 2010 - 2016
NBI Índice y NBS2006Total
PobreNo Pobre
NBS5,9%18,3%24,2%
Pobreza RecienteIntegrado
NBI24,2%51,6%75,8%
Pobreza EstructuralPobreza Inercial
Total30,0% (6087)70,0% (14131)100,0%(n= 20218)
NBI Índice y NBS2010Total
PobreNo Pobre
NBS0,4%18,2%18,7%
Pobreza RecienteIntegrado
NBI8,0%73,3%81,3%
Pobreza EstructuralPobreza Inercial
Total8,0% (431)92,0% (4673)100,0% (n= 5104)
NBI Índice y NBS2016Total
PobreNo Pobre
NBS1,5%24,0%25,5,0%
Pobreza RecienteIntegrado
NBI5,1%69,4%74,5,0%
Pobreza EstructuralPobreza Inercial
Total6,6% (128)93,4% (1830)100,0%(n= 1932)
Elaboración propia en base a Encuesta Continua de Hogares - INE (ECH) 2006, 2010 y 2016.

La información a continuación presenta a los asalariados rurales de acuerdo a su situación de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y línea de pobreza de acuerdo a los grupos de edades entre 2006 y 2015. Es decir, se considerará como variable de control a la generación teniendo en cuenta como jóvenes aquellos entre 14 y 30 años como indica la normativa uruguaya y adultos a los mayores de 30 años para observar si existe algún cambio o no ante la presencia de tal variable. Por lo tanto, el criterio conceptual no es el mismo que utilizado para los datos del mercado de trabajo, por lo tanto los datos a continuación refieren a la definición nacional de joven y aunque no son comparables en un 100% indican tendencias sociales acerca de la desigualdad social de los asalariados rurales según generaciones.

Para el año 2006 se aprecia en la tabla 8 la situación de los asalariados, se parte de situaciones de desigualdad diferentes entre adultos y jóvenes, estos en peores condiciones en el 2006 tanto por Línea de Pobreza (LP) como por NBI.

Tabla 8
Asalariados rurales con NBI * Línea de Pobreza según Grupos de Edad 2006
NBI Índice y NBSJóvenes (14 – 30 años)Total
PobreNo Pobre
NBS2,3%6,1%8,4%
Pobreza RecienteIntegrado
NBI38,4%53,3%91,7%
Pobreza EstructuralPobreza Inercial
Total40,7% (3469)59,3% (2499)100,0% (n= 5968)
NBI Índice y NBSAdultos(>30 años)Total
PobreNo Pobre
NBS7,6%24,1%31,8%
Pobreza RecienteIntegrado
NBI17,4%50,8%68,2%
Pobreza EstructuralPobreza Inercial
Total25,1% (3438)74,9% (10266)100,0% (n= 13704)
Elaboración propia en base a Encuesta Nacional Ampliada de Hogares - INE (ECH) 2006.

Para el año 2016 la situación mejora para ambos grupos pero en mayor medida para los jóvenes en ambos indicadores. Estos reducen 37 puntos porcentuales la pobreza según LP y aumentan 24 puntos porcentuales los jóvenes con NBS, los adultos también mejoran en ambos indicadores pero en menores proporciones, en definitiva, el énfasis en las mejoras de las condiciones sociales estaría entre los jóvenes asalariados.

Tabla 9
Asalariados rurales con NBI * Línea de Pobreza según Grupos de Edad 2016
NBI ÍNDICE Y NBSJÓVENES (14 – 30 AÑOS)TOTAL
PobreNo Pobre
NBS2,0%27,2%29,7%
Pobreza RecienteIntegrado
NBI5,7%64,6%70,3%
Pobreza EstructuralPobreza Inercial
Total7,7% (50)92,3% (596)100,0% (n= 646)
NBI ÍNDICE Y NBSADULTOS(>30 AÑOS)TOTAL
PobreNo Pobre
NBS1,2%22,2%23,4%
Pobreza RecienteIntegrado
NBI4,8%71,8%76,6%
Pobreza EstructuralPobreza Inercial
Total6,1% (78)93,9% (1208)100,0% (n= 1286)
Elaboración propia en base a Encuesta Continua de Hogares - INE (ECH) 2016.

En resumen, las condiciones sociales de origen en el estudio presentan mejores porcentajes entre los adultos tanto por Línea de Pobreza y NBI, con relación a los jóvenes asalariados. Al finalizar el período de análisis, se presentan mejoras en dichas condiciones para ambos grupos sociales y especialmente para los jóvenes asalariados.

Estas mejoras en los indicadores sociales convergen con las mejoras observadas en las condiciones laborales entre las generaciones de asalariados a nivel país, pero no ocurre lo mismo en la ruralidad. Por otra parte, las diferencias de desigualdad social y laboral entre adultos y jóvenes tienden a reducirse en el período analizado, pero se mantienen y siguen siendo los jóvenes quienes participan en mayor grado de la pobreza y condiciones laborales no decentes, y nuevamente en la ruralidad se profundizan.

Conclusiones

Las transformaciones productivas ocurridas en la última década como parte de la reestructuración de la organización capitalista para la producción agropecuaria, sumado a la coyuntura de altos precios por la demanda de alimentos en el mercado global significaron cambios en la organización socioproductiva, en las relaciones sociales de sus actores y en la reconfiguración espacial. En definitiva se consolidaron las relaciones sociales capitalistas y de asalarización de la mano de obra.

Durante la primera mitad de la década el crecimiento de asalariados rurales llegó a ser constante, demanda de fuerza de trabajo dado las transformaciones en curso, en donde se caracteriza la misma por baja calidad de empleo y diversificación de la estructura de ocupaciones. Dicha diversificación se relaciona a la transformación productiva de los territorios, colocando de esta manera a los mismos en condiciones de relacionarse con el mercado global.

Al analizar indicadores sociales estructurales de los asalariados rurales se advierten mejoras globales, pero no homogéneas, en primer lugar porque los asalariados según sean jóvenes o adultos parten de situaciones de desigualdad social diferentes, siendo los jóvenes los más desiguales. Lo anteriormente señalado estaría indicando una apropiación generacional diferencial en la construcción del bienestar al interior de los asalariados. Esta situación estaría indicando formas diferentes de la precarización laboral, característico del nuevo modelo productivo global al cual se encuentra integrado la agroexportación uruguaya, en el cual las desigualdades de generación permanece (en conjunto con otras variables) como ejes estructurantes de la matriz de desigualdad social de la ruralidad uruguaya.

Como señalan los autores Lima, Jacob Carlos. y Carneiro. Angela María (2016): “Asalariamiento formal no significa trabajo no precario, puesto que se desconsideran las condiciones efectivas de trabajo, las jornadas, la intensificación y las formas de pago. Así, la vinculación a derechos sociales no caracteriza la inexistencia de la precarización”, y en el caso uruguayo (uno de los países más igualitarios del continente) la misma se vuelve difusa transversalmente por la edad.

Finalmente, dicha apropiación estaría relacionada a la calidad del empleo que desarrolla el asalariado en lo cual para los jóvenes el ingreso al mercado laboral sería por empleos de baja calidad, lo que genera bajos ingresos en relación con sus pares adultos, a lo que se suma el hecho de ser varón o mujer siendo los primeros quienes perciben mayores ingresos, los años de educación en lo cual para algunos jóvenes implica disminuir la brecha salarial pero si ingresa a temprana edad a trabajar no podrá continuar con los estudios y profundizara dicha asimetría en los ingresos y finalmente, estos empleos estarían siendo demandados para períodos cortos e intensos de trabajo.

Tener presente en el análisis del desarrollo rural la dimensión generacional, posibilitaría apreciar la dinámica de quienes llevan adelante los procesos socioproductivos y el resultado de sus beneficios en los territorios rurales, enriqueciendo el mismo al considerar la condición generacional como parte del proceso generador de desigualdades sociales. Tal enfoque es transversal a la situación en la estructura productiva como se analizó, pero sensible a tales condiciones dado que a pesar de estar en situaciones de desigualdad social desfavorables los asalariados, al “abrir” el foco de análisis acerca de las mismas se observa que no se desarrollan para todos de igual forma.

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Notas

1 Instituto Nacional de Estadísticas – Chile. La medición del empleo decente en Chile. Mayo de 2017.
2 Tasa de extracción de ganado, se la define como las ventas realizadas durante el ejercicio (en número o en kilos) dividido el stock al inicio del ejercicio (en número o en kilos). Ver: https://www.planagropecuario.org.uy/publicaciones/revista/R96/R96_20.htm
3 En los datos presentados se considera a la totalidad de los ocupados asalariados de la Rama 1 “Agricultura, silvicultura y pesca” (INE).
4 El promedio geométrico se lo define como la la raíz n-ésima del producto de todos los números; es recomendada para datos de progresión geométrica, para promediar razones, porcentajes, interés compuesto y números índice.
5 Se tomó como referencia la mediana de la cotización del dólar estadounidense con relación al peso uruguayo en los años analizados, según Banco Central del Uruguay (BCU). Para el año 2016 el promedio mensual del dólar estadounidense fue de $U 30,28, para el año 2010 fue de $U 20,06 y para el año 2006 de $U 24,04.
6 Se tomó como referencia la mediana de la cotización del dólar estadounidense con relación al peso uruguayo en los años analizados, según Banco Central del Uruguay (BCU).
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