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Agroecología y cuidados: reflexiones desde los feminismos de Abya Yala
Agroecology and care: reflections from the feminisms of Abya Yala
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VII, núm. 13, 2020
Universidad Nacional de Cuyo

Bienes Comunes y Sociedad


Recepción: 11 Diciembre 2019

Aprobación: 07 Abril 2020

Resumen: La reproducción social y los cuidados son temáticas que se han revitalizado para problematizar quiénes, cómo y en qué condiciones se sostiene actualmente la vida, ante un panorama generalizado de desprotección, violencia y degradación socio-ambiental. Encontramos en los feminismos de Abya Yala y en las prácticas agroecológicas de las mujeres campesinas, afrodescendientes, indígenas y de los barrios populares, claves para sentipensar el cuidado más allá del núcleo doméstico y colectivizarlo. La agroecología mejora los sistemas alimentarios y favorece la soberanía alimentaria, pero también puede ser una estrategia que les permita cuidar, cuidarse y cuidar de sus territorios.

Palabras clave: Agroecología, Feminismos, Economía del cuidado, Soberanía alimentaria, Sostenibilidad de la vida.

Abstract: Social reproduction and care are subjects that have been revitalized to problematize who, how and in which conditions, life is currently sustained, in a context of lack of social protection, violence and socio-environmental damage. We find in the feminisms from Abya Yala and in the agro-ecological practices of women who are farmers, afro-descendants, indigenous and from working-class neighborhoods, keys to sensing-thinking the care beyond the domestic nucleus and to achieve its collectivization. Agroecology improves food systems and promotes food sovereignty, but it can also be a strategy that allows them to take care of themselves and their territories.

Keywords: Agroecology, Feminisms, Care economy, Food sovereignty, Sustainability of life.

Introducción

En Abya Yala -devenida históricamente en América Latina-, los feminismos coexisten no solo desde la complejidad y diversidad, sino también, con similitudes en los planteamientos teóricos y, por supuesto con contradicciones. No obstante, un punto de encuentro -con sus matices-, es que, como parte de su proceso histórico-político, puede decirse que son disidentes del feminismo hegemónico occidental, pues no buscan universalizar el sujeto político “mujer” (Curiel, Ochy, et al., 2005). El proceso de autoafirmación como sujetas activas y en resistencia (Gallargo, Francesca, 2007), ha implicado que construyan sus propias epistemologías para dar cuenta de cómo los sistemas de opresión están articulados y son la base del mundo moderno capitalista, patriarcal y colonial: género, sexualidad, raza y clase (Manrique, Patricia en Martínez, Luis, 2019). Además, coinciden en que la acción teórico-política está entrelazada, de ahí la importancia de la experiencia, del contexto, de los distintos lugares políticos, geográficos y epistémicos desde donde hablan/mos las mujeres; destacando los márgenes, las fronteras, la hibridación y las intersecciones, lo cual complejiza el propio sujeto político (Suárez-Navaz, Liliana y Hernández-Castillo, Rosalva, 2008).

La reflexión y práctica política de los feminismos en estos territorios, ponen sobre la mesa nuevas interrogantes y propuestas sobre qué tipo de arreglos sobre el cuidado de la vida se tienen; cómo se valora a quien se encarga de realizarlos en el día a día; cómo construir alternativas justas, equitativas, comunitarias orientadas al mantenimiento, regeneración, reparación socioambiental y, cómo generar procesos amplios en que la sostenibilidad de la vida sea una responsabilidad colectiva (Vega, Cristina, et al., 2018). Tomando en cuenta que, quienes escribimos, también somos parte de estas luchas y acompañamos distintos procesos con mujeres organizadas en el campo y la ciudad, el presente texto tiene el objetivo de crear puentes de diálogo, análisis y reflexión sobre los cuidados y, particularmente en su relación con la práctica agroecológica desde una perspectiva crítica, feminista, comunitaria y popular.

El artículo comienza abordando los diálogos y debates entre los feminismos del Norte y Sur global en torno a cómo se venido configurando un análisis estructural de la organización social del cuidado, así como problematizando cómo estas situaciones tienen implicaciones en los espacios de lo público y comunitario. Enseguida se contextualizan los principales aportes desde los feminismos de Abya Yala, que vinculan el cuidado con la sostenibilidad de la vida y la práctica agroecológica. Posteriormente, se analiza cómo la práctica agroecológica que llevan a cabo las mujeres, implica un complejo entramado de actividades y relaciones que posibilita la regeneración de las personas, del tejido social y de los bienes comunes. En el apartado final, apuntamos algunas provocaciones para continuar construyendo la agroecología como propuesta de acción política vinculada a los feminismos y a las mujeres que luchan en Abya Yala, quienes ponen el cuerpo en su dimensión integral, para garantizar el cuidado de la vida en un sentido colectivo, socioambiental y territorial.

Sociedades que cuiden la vida

En los últimos años, con la apropiación de la tecnología y las comunicaciones por parte de las mujeres, tanto sus luchas, como los diferentes relatos, sentidos y significados se hacen más visibles. Estas herramientas de comunicación, han favorecido -hasta cierto punto-, que se generen puentes para el diálogo y debate de diversas temáticas que les atañen, capaces de resonar en distintos territorios geográficos (Abad, Cristina, 2016; Gago, Verónica, et al., 2018). Al respecto, la temática de la reproducción social y el cuidado como un asunto central de la organización en todas las sociedades y momentos históricos, no solo se revitaliza, sino que se complejiza.

Desde finales del siglo XX, el mundo atraviesa por intensas modificaciones vinculadas a las políticas de ajuste estructural, la instauración del neoliberalismo y el creciente sistema financiero especulativo; que, entre otras, han reconfigurado la organización del trabajo y la vida en general, hacia nuevas formas de relaciones de poder y de explotación para continuar con el modelo de acumulación capitalista (Gil, Silvia, 2012). Esta dinámica ha propiciado el incremento drástico del endeudamiento de los estados y con ello, el impulso de reformas económicas que derivan en aumento de los precios, privatización, recorte al gasto público, desempleos, desregulación jurídica -que incide en marcos laxos de protección al ambiente-. En conjunto, resultan en serias crisis económicas, ecológicas, políticas y sociales (Navarro, Mina y Hernández, Oliver, 2010).

En los países del Norte y Sur Global, se manifiestan las consecuencias con sus respectivas diferencias, incluso internas. Sin embargo, en ambos sitios, se hacen evidentes al menos tres aspectos fundamentales que interesa considerar para este análisis: 1) las mujeres entran de manera generalizada al mercado laboral, aunque algunas en condiciones más precarias y con alto índice de informalidad; 2) es cada vez mayor la mercantilización de tareas y servicios de cuidado que anteriormente se resolvían en los hogares, lo que se llama “externalización de los hogares”; 3) queda expuesta la incapacidad política y social de los estados, para garantizar la cobertura del cuidado que no sea privada, monetizada y/o basada en los roles tradicionales de género, es decir, nuevamente, las mujeres quedan a cargo (Carrasco, Cristina, et al., 2011; Gil, Silvia, 2012) . Ante ese panorama, que se anuncia como crisis sistémica, la economía feminista reactiva el cuestionamiento al modelo económico global, señalando que también existe una crisis de reproducción social y de cuidados (Ezquerra, Sandra, 2012).

Para comenzar a reflexionar sobre sociedades que cuiden, la economía feminista muestra aportes desde sus diversos desarrollos teóricos y empíricos. Un punto en común es, en primer lugar, reconocer el valor social y económico del cuidado, nombrarlo trabajo dado que, desde la visión masculina y neoclásica, solo considera como tal a aquellos procesos que pasan por el mercado. En segundo lugar, visibilizar la dependencia del sistema mercantil al trabajo de cuidados y señalar que su ocultamiento ha tenido el propósito de facilitar el desplazamiento de costes desde la producción capitalista hacia la esfera doméstica y, en particular, a través de la apropiación de este trabajo realizado principalmente por las mujeres. En tercer lugar, nombrar a las mujeres como sujeto económico, a través de la valoración de su experiencia, los saberes y los tiempos que destinan al trabajo de cuidado (Carrasco, Cristina, et al., 2011; Carrasco, Cristina, 2012; Federici, Silvia, 2013).

La economía feminista tiene dos enfoques claros, el de la conciliación, que busca precisamente conciliar la vida laboral con la familiar; y el de la ruptura, que hace una crítica estructural a la economía, resaltando no solo su sesgo androcéntrico, sino cómo a través del neoliberalismo y el patriarcado, se ha extendido sobre toda la vida el poder y el dominio, precarizando la existencia (Gil, Silvia, 2012; Pérez-Orozco, Amaia, 2005; 2014).

El enfoque de la conciliación retoma la economía del cuidado y, entre otras cosas, ha logrado que se incorporen indicadores en las encuestas nacionales como: la contabilización del uso del tiempo en los hogares; la diferenciación entre el trabajo remunerado y no remunerado que se realiza; la caracterización de actividades que se ejecutan para la transformación de bienes, servicios y capacidades afectivas para la reproducción de las personas; y el análisis sobre los servicios de cuidado que proveen o no los gobiernos. A través de los resultados de estos instrumentos es posible analizar algunas desigualdades por género, clase, etnia, edad en la atención a los cuidados. Desde este enfoque, más recientemente, se ha venido proponiendo la creación de sistemas integrales de cuidado para mejorar los sistemas públicos de salud, vivienda, educación; los permisos de paternidad y maternidad; la reducción de la jornada laboral y, en general, de políticas públicas orientadas a una organización social del cuidado en corresponsabilidad entre las familias, el Estado, el mercado y las organizaciones comunitarias, conocido también como el “diamante del cuidado” (Rodríguez, Corina, 2015; Fraga, Cecilia, 2019).

Una de las principales críticas al enfoque de conciliación es que centra la crisis de reproducción social y su resolución en aspectos de regulación laboral, por lo tanto, es una dimensión limitada de la economía, sin el énfasis en lo estructural. A su vez, se cuestiona que responde a un feminismo liberal e institucional, que, no problematiza suficientemente que este tipo de medidas sigue favoreciendo a un tipo de mujeres, que pueden ser, no solo blancas, sino urbanas, de clase media y alta, a costa de la reproducción de opresiones sobre otras mujeres quienes continuaran cuidando de sus hijas/os y de sus casas (Izquierdo, María Jesús, 2018; Fraser, Nancy, 2019).

Por su parte, la economía feminista de la ruptura invita a romper con la visión patriarcal-capitalista de la economía, reconociendo que es la causa del “conflicto capital-vida”, y que se necesitan alternativas que “pongan al centro la vida” (Pérez-Orozco, Amaia, 2014). Cuestiona también el ideal del homo economicus, que entiende al individuo como un ser autónomo y desapegado de las relaciones humanas y de las relaciones con la naturaleza y que, regularmente asocia al sujeto hombre con la esfera económica productiva, remunerada, mientras coloca a la mujer en un lugar secundario y subordinado, delegando en ella los procesos de reproducción con una desigual valoración social (Checa, Marina, 2015). Esta propuesta conocida mejor como el enfoque de sostenibilidad de la vida, se ha nutrido con los aportes ecofeministas, resaltando que, para favorecer la acumulación del capital, se ha dejado al margen a propósito el aspecto ecológico y el género, sobrepasando los límites biofísicos del planeta; a su vez, devaluando y apropiándose del trabajo gratuito realizado por las mujeres en los hogares (Bosch, Anna et al., 2005; Herrero, Yayo, 2012).

En suma, estos debates han contribuido a analizar la organización social del cuidado desde una perspectiva económica, ecológica, histórica y geopolítica, que da cuenta de las desigualdades actuales, y de cómo impactan en las formas de reproducir la vida desde el ámbito doméstico, hasta el terreno de lo público.

En este texto, con base en distintas definiciones (Piccio, Antonella, 2001; Herrero, Yayo, 2012; Pérez-Orozco, Amaia, 2014; Carrasco, et al., 2011), abordamos el cuidado como un trabajo fundamental (Diagrama 1) que, regenera y sosteniente la compleja trama de la vida –humana y no humana-, en el que intervienen: relaciones, procesos, tiempo (interdependencia); condiciones materiales, condiciones simbólicas y ética del cuidado (ecodependencia). Ahora bien, estas propuestas de análisis sobre el cuidado continúan debatiéndose y nutriéndose desde distintos territorios geográficos y epistémicos como veremos a continuación.


Diagrama 1
Elementos que conforman el trabajo de cuidados
Elaboración propia

La sostenibilidad de la vida desde los territorios de Abya Yala

En Abya Yala, no solo podemos hablar de feminismos diversos, sino de mujeres que luchan1 -como explican los activismos de abajo y a la izquierda -, que no necesariamente se adscriben al término feminismo, sino que construyen demandas y prácticas emancipatorias desde sus propias coordenadas epistémicas, sus vivencias en la vida cotidiana, en las comunidades y su participación en los movimientos (Leyva, Xóchitl e Icaza, Rosalba, 2019; Marcos, Sylvia, 2014; Gallargo, Francesca, 2014; Millán, Márgara, 2014).

En términos de la organización social del cuidado y de propuestas hacia sociedades que pongan al centro la vida, los feminismos de Abya Yala han venido aportando significativamente. Un punto que consideramos central es que, en el análisis de las relaciones de poder, se resalta además del capitalismo neoliberal y el patriarcado, el proceso de colonización, dado que históricamente han sido territorios despojados no solo de aquello que para el sistema económico representa un recurso natural, sino también ha sido impuesta la visión occidental para entender y vivir en el mundo desde una lógica etnocéntrica, racista, misógina y heterocentrada, reprimiendo todo aquello considerado como lo otro (Muñoz, María José, 2016) y a las otras.

En los análisis feministas hegemónicos- particularmente del Norte Global y apegados a posturas liberales e institucionales-, el género es la dimensión a considerar en lo que respecta a cualquier situación de desigualdad. Por ejemplo, en términos del cuidado, esta visión se limitaría a explicar que son las mujeres a quienes se les confiere la responsabilidad de la reproducción social. Sin embargo, el feminismo descolonial de Abya Yala analiza la colonialidad del poder, que implicó en estos territorios la introducción de dicotomías jerárquicas como hombre-mujer, razón-emoción, cultura-naturaleza, y, más aún, creó la diferencia racial, en la cual, los colonizadores se colocaron como modelo único de lo humano y racional; de ahí que tienen a su servicio a la naturaleza, pero también a los colonizados, quienes fueron deshumanizados y despojados de sus territorios y formas de vida (Lugones, María, 2012; Espinosa-Miñoso, Yuderkis et al., 2013).

La colonialidad del poder organizó a la población, al trabajo, los saberes y el género. En el orden social colonial, “mujer” opera dentro de la dicotomía de género, en un papel subordinado al “hombre”, pero, además, este término solo corresponde a las blancas, europeas y burguesas quienes tienen la tarea de la reproducción del mismo, de ahí que se les destine el espacio doméstico “privado” (Lugones, María, 2012). En términos del cuidado, este análisis nos permite mirar más allá del género, dado que, las hembras de los pueblos colonizados no solo no entran dentro de la categoría “mujer”, sino que fueron racializadas y utilizadas como fuerza de trabajo ya sea en los campos agrícolas, en los prostíbulos, o en las casas como sirvientas y nodrizas (Cumes, Aura, 2019).

En la actualidad, continúa la dinámica económica capitalista y la expansión colonial. Los organismos financieros trasnacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial presionan a los gobiernos nacionales, especialmente de los países del Sur Global, para el pago de la deuda a costa de los sistemas de provisión y protección social. Sus efectos recaen en países como los de América Latina, a través del desmantelamiento de la salud, la educación, la desinversión en el campo -para las pequeñas y pequeños productores- (Ortiz, Isabel y Cummins, Matthew, 2013). Por su parte, en el Norte Global, el creciente envejecimiento de la población junto con el desmantelamiento de las medidas de protección social, ha implicado una demanda de cuidados en los hogares, pero también en el servicio público, de manera que son principalmente las mujeres racializadas del Sur quienes lo cubren.

Si bien es cierto que actualmente hay una mayor incorporación de las mujeres en el mercado laboral, retomando los aportes del feminismo negro y de color, es preciso considerar la raza y la clase (Hooks, Bell, 2017; Anzaldúa, Gloria, 2016; Davis, Angela, 2007). Para las racializadas la desvaloración de su trabajo persiste, considerándolo siempre como complementario e improductivo, lo cual se traduce en empleos precarios y en situaciones de empobrecimiento, configurando así las llamadas “cadenas globales de cuidados” (Carrasco, Cristina, 2012). Su situación no mejora con la mercantilización del cuidado, sino que siguen estando en empleos de explotación capitalista y colonial, así como excluidas de distintos espacios de decisión, de los derechos y de los servicios estatales (Espinosa-Miñoso, Yuderkis, 2019).

El análisis de la interseccionalidad de opresiones (Crenshaw Kimberlé, 1989) y de la matriz de dominación (Hill Collins, Patricia,1990), también es útil para pensar el cuidado, ya que, en términos generales - y no sin debates-, habla de que el género, la raza, la clase y otros ejes de dominación operan de manera conjunta. En ese sentido, las mujeres racializadas y subalternizadas de Abya Yala se ven forzadas a migrar y encuentran en los empleos de trabajo doméstico y de cuidados, opciones –limitadas- para subsistir, delegando a otras mujeres el cuidado de sus propios hogares, mientras se reproduce la dinámica del mundo moderno capitalista, patriarcal y colonial (Curiel, Ochy, et al., 2005).

Los feminismos disidentes de Abya Yala coinciden en que no hay despatriarcalización sin descolonización (Lugones, María, 2012; Cabnal, Lorena, 2010; Galindo, María, 2018). La introducción colonial no solo creó imaginarios dicotómicos y jerarquizados, sino que, éstos interpelan los cuerpos-territorios, pues estamos ligadas siempre a un territorio físico, histórico, social, cultural y epistémico (Cruz, Tania, 2016). En ese sentido, sigue siendo necesaria una revisión auto-crítica sobre los efectos del colonialismo y el imperialismo en la teoría y práctica de los propios feminismos. Una estrategia epistemológica y política ha sido considerar como aspectos claves: la experiencia; el contexto; el sentipensar; las voces desde lo cotidiano, los márgenes, las fronteras, la hibridación y la intersección (Suárez-Navaz, Liliana y Hernández-Castillo, Rosalva, 2008).

Es por ello que consideramos que, habría que sentipensar el cuidado desde las experiencias subalternas y racializadas de Abya Yala (Trevilla, Diana, 2019b). Configurando una apuesta antirracista, anticolonialista y anticapitalista, y, para ello, también son clave las resistencias colectivas desde las comunidades donde se gestan, en sus propios términos y posicionamientos que no necesariamente responden a los de la lógica hegemónica y del leguaje institucional (Espinosa-Miñoso, Yuderkis, 2019).

Un elemento clave, para sentipensar el cuidado es ir más allá del cuidado como un asunto individual y familiar, sino colectivizarlo y, como menciona el feminismo comunitario, considerar el territorio-cuerpo-tierra (Cabnal, Lorena, 2010). Al seguir profundizando en el pensamiento de los pueblos originarios y de las mujeres que forman parte, se encuentran pistas para construir epistemologías descolonizadoras y despatriarcalizadoras del cuidado, que trascienden la jerarquización hombre-mujer, sociedad-naturaleza, y que remiten a la pluralidad, la complementariedad y la relación sagrada con la existencia material y energética, así como a la defensa del territorio (Marcos, Sylvia, 2014; Cumes, Aura, 2019).

Las zapatistas, por ejemplo, han compartido que la lucha por tierra, no está jerarquizada por sobre la lucha de las mujeres en contra del patriarcado capitalista2, sino que están interconectadas y son interdependientes. En Brasil3, los movimientos de mujeres rurales han sido un referente para reclamar la tenencia de la tierra para poder garantizar otros derechos sociales; así como para denunciar el hambre, la pobreza, la militarización y la violencia estructural con afectaciones particulares para ellas (Nobre, Miriam, 2008). Dentro de sus logros, han conformado espacios de discusión y formación política desde, entre y para mujeres como estrategia de lucha, debido a que en los movimientos y agrupaciones mixtas no se consideraban sus necesidades y propuestas (Siliprandi, Emma, 2011).

En toda América Latina las mujeres indígenas, afrodescendientes, agricultoras y de barrios populares, se han movilizado y articulado en otras organizaciones para construir sus propios planteamientos, agendas y resistencias, en los cuales también está siendo sentipensado el cuidado.

Agroecología y cuidado

Para continuar hilvanando el cuidado desde una perspectiva colectiva, socioambiental y territorial, encontramos claves en la agroecología. Es preciso decir que la agroecología emerge como una alternativa para rediseñar sistemas sostenibles y hacerle frente a la agricultura industrial (Gliessman, Steve, 2002)4. Como término conceptual, a principios del siglo XX empieza a utilizarse, retomando los aportes de disciplinas como la agronomía, la ecología y la etnobotánica, ubicándose como una disciplina científica. Sin embargo, también reconoce y revalora los saberes campesinos e indígenas para transitar hacia una menor dependencia de agroquímicos y de energía fósil (Altieri, Miguel, 2009). Se trata de una propuesta polisémica que se construye y complejiza de acuerdo con los contextos temporales y geográficos en los que se desarrolla y se pone en práctica. Como movimiento social, la agroecología está ligada a los pueblos que luchan por recuperar la soberanía alimentaria, tecnológica y energética (Altieri, Miguel, et al., 2011).

En las últimas décadas no solo se reconoce como una transdisciplina, que implica aspectos, ecológicos, sociales, económicos y políticos (Ruiz-Rosado, Octavio, 2006), sino también tiene aún el reto de articularse como algunos autores/as la conciben: ciencia, práctica y movimiento (Ferguson, Bruce y Morales, Helda, 2010; Altieri, Miguel y Toledo, Víctor, 2011; Rosset, Peter y Altieri, Miguel 2018).

Los feminismos y las mujeres que luchan en Abya Yala, van nutriendo los debates y prácticas en torno a la agroecología, señalando que, es preciso cuestionar las relaciones de poder y la estructura de desigualdad que subyacen en el sistema agroalimentario capitalista global, que no solo degrada las bases materiales de la vida, sino que atenta contra las diversas culturas y formas de vida de las y los campesinos, así como precariza la agricultura a pequeña escala (León, Irene, 2010). Asimismo, que la producción agraria y del manejo sostenible de los agroecosistemas, tienen que pasar por un cuestionamiento sobre las relaciones de poder y opresión que afectan en términos de género, clase, etnia y raza, con el propósito de no obviar ni repetir las raíces de desigualdad y opresión estructural, que se reflejan en los actuales problemas del hambre, la pobreza y la degradación socioambiental (Siliprandi, Emma y Zuluaga, Gloria, 2014). En ese sentido, es fundamental que la agroecología siga ampliando el debate sobre el legado histórico de colonialidad, capitalismo y patriarcado (Trevilla, Diana y Peña, Ivett, 2019), que en la actualidad se ve reforzado -entre otros factores- a través del uso de la violencia por los hombres, el estado y la sociedad (Pinheiro, Lia, 2019).

La Vía Campesina (LVC) y la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) es ejemplo de un movimiento internacional con un posicionamiento feminista campesino, indígena y popular, que ha retomado la agroecología como una herramienta para lograr la soberanía alimentaria y defender el territorio (La Vía Campesina, 2009). Se trata de una epistemología de mujeres de Abya Yala, que se nombran a sí mismas como agricultoras, trabajadoras rurales, indígenas, afrodescendientes, campesinas, pescadoras y recolectoras, en lucha no solo para el beneficio de ellas, sino de sus organizaciones y comunidades (Pinheiro, Lia, 2019). Su lucha declara el rechazo a los organismos y las empresas trasnacionales y a los tratados de libre comercio, que mercantilizan y privatizan los alimentos, el agua, la tierra, los saberes de los pueblos, e, incluso los cuerpos de las mujeres. Se articulan por la defensa de la alimentación, la salud, la biodiversidad y la agricultura campesina (La Vía Campesina, 2007), pero también por poner fin a la violencia estructural contra sus cuerpos y territorios. Sumado a ello, encontramos que han incorporado en sus análisis dentro de las organizaciones el trabajo reproductivo y de cuidados, señalando que debe involucrar procesos personales y colectivos y ser cubiertos tanto por mujeres, como por hombres a favor de la agricultura y la economía familiar (La Vía Campesina, 2013).

Son distintos los caminos por los cuales, las mujeres han venido reflexionando sobre el vínculo entre la agroecología y el cuidado. Sin embargo, las aristas que regularmente son tocadas tienen que ver con la responsabilidad y participación que se tiene en la siembra en las grandes y pequeñas fincas, en la alimentación, la salud, el aprovisionamiento, la formación y la reproducción social tanto en los hogares, como en el ámbito comunitario, e incluso en las organizaciones y movimientos (Nobre, Miriam, 2015; Trevilla, Diana y Peña, Ivett, 2020).

Prácticas agroecológicas que contribuyen al cuidado

Además de su contribución en los movimientos sociales, en los territorios de Abya Yala, existen diversas experiencias de prácticas agroecológicas encabezadas por mujeres –aunque también participan en grupos mixtos-, en las cuales encuentran varios propósitos y sentidos, personales, espirituales, colectivos y políticos.

La agroecología que llevan a cabo les permite cierta autonomía económica y soberanía alimentaria en sus hogares al sembrar alimentos sanos y limpios. Sumado a ello, los distintos procesos y actividades que realizan, cuidan la biodiversidad y diversidad cultural a través del resguardo de las semillas nativas, de la preparación de alimentos, de la siembra, recolección y uso de plantas medicinales y del aprovisionamiento de insumos (González-Santiago, María, 2008; Trevilla, Diana, 2015; Domené-Painenao, Olga et al., 2020), así como con su participación en las ceremonias agrícolas (Trevilla, Diana, et al. 2019). A su vez, regeneran los sistemas ecológicos (Zuluaga, Gloria, et al., 2018), a través del manejo de sistemas agroforestales de los cuales obtienen cultivos tanto para la comercialización como para el autoabasto (Bello, Eduardo, et al. 2019). También, les permite la creación de espacios de formación, por ejemplo, a través de los huertos comunitarios (Ambrosio, Mirna, et al., 2020; Papuccio, Silvia, 2020), escolares (Ferguson, Bruce, et al., 2019; Morales, Helda, et al., 2020) y familiares tanto en el campo, como en la ciudad.

Cabe decir, que una de las estrategias para lograr una mayor participación de las mujeres en la agroecología, ha sido que propician espacios y tiempos para el cuidado de las hijas/os y para el autocuidado de sí mismas. Además, la formación educativa, política y feminista en sus organizaciones y movimientos, ha sido clave para que se coloque la discusión del cuidado en las agendas como un asunto central (León, Irene, 2009; Coletivo de Saúde MST, 2014; La Vía Campesina, 2015; Trevilla, Diana y Peña, Ivett, 2020).

Desde nuestra perspectiva, en dichos procesos, se generan estrategias de resistencia ante la violencia y precariedad, a través del cuidado en un sentido colectivo y socioambiental que incide en la articulación del tejido social de sus territorios. Es por eso, que consideramos que sus prácticas agroecológicas muestran claves para sentipensar el cuidado más allá del espacio doméstico. El conjunto de actividades mencionadas permite identificar la interacción constante de relaciones, procesos y tiempo, que se llevan a cabo entre las personas, las comunidades (interdependencia) y los sistemas ecológicos (ecodependencia), los cuales son fundamentales para regenerar y sostener la compleja trama de la vida (Diagrama 2). Estas prácticas contribuyen a la formación política, al fortalecimiento de vínculos de cooperación y comunalidad (Navarro, Mina 2015). De manera que, se van creando dinámicas que fortalecen experiencias y procesos en los cuales es posible cuidar(se) y desde donde cuidan de sus territorios.


Diagrama 2
El cuidado en las prácticas agroecológicas
Elaboración propia

Sin embargo, este trabajo de cuidados que trasciende el espacio doméstico y muestra claves del cuidado colectivo, sigue siendo poco visible y valorado al interior de las organizaciones y movimientos mixtos, además, de que sigue recayendo de manera desproporcionada sobre las mujeres (Trevilla, Diana, 2019a). Continua presente el reto de construir alternativas agroecológicas con arreglos del cuidado más justos que, permitan reproducir la vida desde lo colectivo y lo común (Nobre, Miriam, 2015), lo cual implica sin duda, lidiar dentro de las organizaciones y movimientos agroecológicos con la resistencia de los hombres, dado que trastoca sus privilegios.

A su vez, es preciso ir más allá de la visión productivista de la agroecología, para incorporar la importancia que tiene para la reproducción social. Por ello, es preciso seguir cuestionando la estructura de dominación patriarcado, capitalismo y colonización, que genera desigualdades por género, clase y raza. A su vez, consideramos que, la defensa de la tierra y el territorio, junto con la garantía de una vida digna para las mujeres que los habitan, cuidan y defienden, son criterios mínimos a considerar en la apuesta por construir sistemas alimentarios socioambientalmente justos.

Conclusiones y provocaciones

A lo largo del texto se ha discutido sobre la relevancia de los arreglos actuales del cuidado, para desentramar quiénes, cómo y en qué condiciones se sostiene la vida ante un panorama de crisis socioambiental. En todo el mundo este es un tema latente, no obstante, quienes han puesto sobre la mesa la discusión han sido principalmente las distintas corrientes del feminismo con sus propias propuestas epistemológicas y políticas.

En el Norte y en el Sur global, las políticas económicas para solventar las crisis y continuar con la dinámica de acumulación del capital, promueven el recorte al gasto social, la privatización de los servicios y la sobreexplotación de los bienes comunes. En conjunto, se generan cada vez más daños al sistema socioecológico en todo el planeta, sus consecuencias son variadas en los distintos territorios, e influyen en las formas de organizar la vida y el trabajo.

Desde los análisis críticos feministas, se ha insistido en que dicha dinámica de crisis del capital, contribuye a una mayor explotación de las mujeres, quienes deben resolver la reproducción social en condiciones de mayor precariedad y con una carga desproporcionada del trabajo de cuidados. A su vez, han contribuido a visibilizar el aporte económico y social del cuidado y de todo el trabajo no remunerado que realizan las mujeres. Asimismo, a entender la crisis en su dimensión estructural, como resultado de una economía que atenta contra la compleja trama de la vida humana y no humana y, en su lugar, proponen alternativas para construir sociedades que cuiden y sostengan la vida.

Las luchas y feminismos de Abya Yala, contribuyen a esta discusión al analizar la colonización como proceso histórico inacabado, el cual influye en las condiciones actuales de desigualdad y explotación, afectando particularmente a las mujeres racializadas y a sus territorios. Sus aportes nos permiten emprender la tarea de sentipensar el cuidado, a través del cuestionamiento de la colonialidad del poder, que no solo contribuyó al despojo de las tierras, sino de los saberes y formas de vida de los pueblos, imponiendo un orden social al servicio de los colonizadores. Este orden colonial tiene consecuencias actualmente y, en términos del cuidado, da cuenta de que, si bien son las mujeres quienes continúan realizando principalmente este trabajo en los hogares, en la dinámica global, son las mujeres racializadas quienes cubren el trabajo doméstico y de cuidados en condiciones de explotación y desprotección.

Las epistemologías de las mujeres de Abya Yala son parte de procesos de resistencia colectiva. En ese sentido, vinculamos el cuidado con las prácticas agroecológicas de mujeres indígenas, afrodescendientes, campesinas y de barrios populares. Consideramos que estas propuestas trascienden el cuidado en los hogares y en la resolución individual, sino que están ligadas con la defensa de y desde el territorio-cuerpo-tierra. Analizamos que además de impulsar sistemas alimentarios sanos, permiten crear espacios de encuentro, reflexión, formación política, contribuyen a fortalecer el tejido social y mejoran sus vidas tanto al interior de los hogares, como en el ámbito colectivo.

Las mujeres en la agroecología ponen en jaque las relaciones de poder y dominación que persisten tanto en el sistema económico y agroindustrial, como al interior de las organizaciones. Una de las estrategias ha sido precisamente colocar el cuidado como tema central, ya sea como tema de discusión o bien, de manera práctica intentando repartir tiempos y actividades de cuidado en sus organizaciones, comunidades y territorios. No obstante, continúa encontrando resistencias desde los hombres, especialmente, que no lo ven como un tema que les competa, que sea parte de la propuesta agroecológica, o simplemente en la práctica aún no se logra la redistribución y democratización de los tiempos de cuidado entre géneros y generaciones.

Reflexionamos que la sostenibilidad de las iniciativas agroecológicas implica también la problematización, discusión y las alternativas que durante mucho tiempo los feminismos han venido impulsando, en relación con la valoración social y económica del trabajo de cuidados ya que las mujeres campesinas, indígenas y de sectores populares, son la principal fuente de abastecimiento de alimentos para las familias; poseen conocimientos milenarios de las semillas, los cultivos y la cocina; son las principales transformadoras, abastecedoras y comercializadoras en lo local. Además de que es importante su participación y representación política en las organizaciones y movimientos.

En suma, los aportes de los feminismos de Abya Yala nos exhortan a no obviar que actualmente las mujeres racializadas, indígenas, campesinas y de clase trabajadora, siguen siendo quienes tienen que asumir, por un lado, el cuidado en términos informales y precarios; por el otro, resolver la alimentación y la defensa de sus territorios, pues se enfrentan a las políticas internacionales de la agroindustria y agronegocio que las empobrecen. Mientras que las agendas de género de los organismos internacionales y del feminismo hegemónico no buscan transformar sus condiciones de opresión, sino utilizarlas a favor de los planes macroeconómicos y políticos.

Reconocemos el carácter político y transformador de los diálogos y debates feministas para potenciar las propuestas a favor de la vida digna para las mujeres, del cuidado y de la sostenibilidad de la vida en común, así como para nutrir la agroecología. Sin embargo, sabemos que es necesario concretar acciones en lo local, por ello, se requieren compromisos éticos y prácticos tanto personales como colectivos y organizacionales en la lucha contra la violencia estructural y hacia la creación de alternativas de transformación y emancipación.

Este panorama analizado nos hace seguir preguntándonos ¿Cómo continuar construyendo agroecologías desde Abya Yala que permitan arreglos de cuidado más justos y colectivos? ¿Qué procesos se requieren para trascender la visión y la práctica agroecológica androcéntrica, antropocéntrica y colonial, hacia propuestas anticapitalistas, antipatriarcales y antiimperialistas?

Aunque no tenemos respuestas, reiteramos que es clave sentipensar el cuidado en clave descolonial al menos en cuatro ejes: 1) para superar las dicotomías jerárquicas y el discurso arraigado de los roles de género; 2) para desfamiliarizarlo de los modelos hegemónicos y heterosexuales; 3) para desracializarlo, pues actualmente las mujeres indígenas, afrodescendientes y de color cuidan en condiciones más precarias; 4) para retejer el sentido de comunidad y la interconexión con todo lo vivo.

Despatriarcalizar y descolonizar el cuidado sin duda nos invita a continuar indagando en la memoria de nuestras ancestras y ancestros, en las prácticas y relaciones que actualmente persisten y llevan a cabo con la tierra y el territorio, para re-constituir la comunalidad que fue afectada por el orden colonial, así como las relaciones e interacciones con todo aquello que conecta la compleja trama de la vida.

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Notas

1 Como en el 2018 convocaron las zapatistas al Primer encuentro internacional, político, artístico, deportivo y cultural “Mujeres que luchan”, http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2017/12/29/convocatoria-al-primer-encuentro-internacional-politico-artistico-deportivo-y-cultural-de-mujeres-que-luchan/.
2 Carta de las zapatistas a las mujeres que luchan en el mundo, febrero de 2019 http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2019/02/11/carta-de-las-zapatistas-a-las-mujeres-que-luchan-en-el-mundo/
3 A través de su participación en la Marcha de las Margaritas y la Marcha de las Mujeres
4 Gliessman analiza la degradación de los recursos naturales de los que depende la agricultura: agua, suelo, diversidad genética y la dependencia de insumos derivados del petróleo. Asimismo, señala que hay seis prácticas básicas que implica la agricultura moderna e industrial: labranza intensiva, monocultivo, irrigación, aplicación de fertilizantes inorgánicos, control químico de plagas y manipulación genética de los cultivos (Gliessman, 2002).


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