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Memorias, historias y usos de Belgrano. A propósito de los centenarios de su fallecimiento
Stories and uses of Belgrano. About the centenarians of his death
Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, vol. VIII, núm. 14, pp. 107-113, 2021
Universidad Nacional de Cuyo

Estado y Movimientos Sociales en Nuestra América


Recepción: 23 Junio 2020

Aprobación: 21 Diciembre 2020

Resumen: El ensayo reflexiona sobre los usos de la historia y las políticas de la memoria, a través de significados atribuidos a la trayectoria de Manuel Belgrano. La tardía pero exitosa valoración de su actuación estuvo ligada a la operación historiográfica que realizó Bartolomé Mitre en el contexto de organización y consolidación del Estado Nacional. En su obra dio relevancia a acciones políticas del líder revolucionario consideradas decisivas y las vinculó con la proyección de un destino emancipatorio para la nación. A su vez las conmemoraciones Centenarias y Bicentenarias de su fallecimiento, constituyeron coyunturas propicias para vincular diversas aristas del prócer con interpretaciones presentistas sobre los destinos del país.

Palabras clave: Belgrano, historiografía, conmemoraciones.

Abstract: This essay reflects on the uses of history and the politics of memory, through meanings attributed to the trajectory of Manuel Belgrano. The late but successful assessment of his performance was linked to the historiographic operation carried out by Bartolomé Mitre in the context of the organization and consolidation of the National State. In his work, he gave relevance to the revolutionary leader’s political actions which were considered decisive, and Mitre linked them to the projection of an emancipatory destiny for the nation. In turn, the Centennial and Bicentennial commemorations of Belgarno’s death, constituted favorable junctures to link various aspects of the independence hero with current interpretations of the country’s destinies.

Keywords: Belgrano, historiography, commemorations.

Manuel Belgrano murió olvidado por sus coetáneos el 20 de junio de 1820, en una Buenos Aires convulsionada por las guerras civiles que se desataron entre los pueblos, dispuestos a hacer valer el principio de soberanía popular por sobre los designios centralistas porteños. Acababa de cumplir 50 años, y había sido uno de los más comprometidos luchadores por la causa revolucionaria. A pesar de haber sido uno de los grandes publicistas de la época, pues desde su cargo consular impulsó periódicos ilustrados como el Telégrafo Mercantil (1801), el Semanario de Agricultura Industria y Comercio (1802), y fundó el Correo de Comercio (1810); sólo un periódico menor de la época, El Despertador Teofilantrópico dirigido por el Padre Castaneda, destacó el deshonor y la ingratitud que reflejó el triste pobre y sombrío funeral, que se le hizo al ciudadano ilustre general Manuel Belgrano.

El día de su muerte coincidió con la culminación de la primera década revolucionaria, debido a la caída del poder central directorial ante el embate de los caudillos del litoral. Recién al año siguiente, una vez pacificada la provincia, el gobierno de Martín Rodríguez le rendiría el homenaje fúnebre postergado.

El olvido y maltrato que recibiera Belgrano en vida, contra el cual él mismo se propuso combatir, como lo expresa en los fragmentos de sus Memorias, será una sombra que amenace su reputación aún después de su muerte: “Yo emprendo escribir mi vida pública (…) con el objeto de que sea útil a mis paisanos, y también con el de ponerme a cubierto de la maledicencia; porque el único premio a que aspiro por todos mis trabajos (…) es conservar el buen nombre” (Mitre, Bartolomé, 2014, p. 19).

El culto a la memoria de Belgrano se iniciaría a mediados de siglo, y se afianzaría en forma paralela al proceso de construcción y consolidación del Estado nacional. Una serie de hitos, como la construcción de la Estatua Ecuestre en la Plaza de Mayo (1873), y la inauguración del Mausoleo que guarda sus restos, en el atrio del Convento de Santo Domingo (1903) fortalecieron la reivindicación de su figura, reconstruida en la obra de Bartolomé Mitre: La Historia de Belgrano y de la independencia argentina, en sus distintas ediciones 1857, 1858, 1876 y 1886. En ella el padre fundador de la historiografía nacional había colocado a Belgrano en el centro de la historiografía nacional, ligando su nombre con la causa revolucionaria que diera origen al país, aunque su imagen apareciera un poco debilitada, frente a la fortaleza que representaba San Martín y su epopeya americana.

En las últimas ediciones de la obra, Mitre postuló la preexistencia de la nación argentina, anterior incluso a la Revolución de Mayo, y puso en evidencia su intención de reconstruir un legado que restituyera los rasgos unificadores de la identidad nacional, subordinando antagonismos y diferencias, en pos de justificar la necesidad de consolidar un poder estatal central. Esta imagen mítica de la nación no figuraba en las primeras ediciones de los años cincuenta, sino que se construyó incluso luego de la propia derrota electoral y militar en 1874, en virtud de la prioridad que el expresidente le asignaba a la legitimación del orden político vigente.

En las primeras versiones de los años cincuenta, en cambio, Mitre había focalizado la trayectoria del prócer, poniendo en relieve las desobediencias de Belgrano, al concebirlas como hechos políticos relevantes que encarnaron el proyecto revolucionario. La más importante de esas desobediencias, sería su decisión de enfrentar al enemigo en la célebre batalla de Tucumán (24 y 25.IX, 1812), en vez de retrotraerse a Córdoba como mandaba el Triunvirato, lo cual derivó en que las provincias del norte, no se perdieran para la nación. Esto hecho según su biógrafo, hacía de Belgrano el hombre que decidió el modo y alcance de la nacionalidad argentina, al ponderar no sólo sus aciertos militares, sino los que consideraba sus aciertos políticos (Palti, Elías, 2000).

Esta lectura de Mitre permitiría concebir a la revolución no sólo como un hecho jurídico, derivado de la crisis de la dinastía borbónica y de la acefalía de poder legítimo en la metrópoli española y sus dominios imperiales; sino como un hecho político, donde las decisiones de los protagonistas cobraban relieve en la explicación del proceso revolucionario y dotaban a la idea de soberanía del pueblo, de un contenido emancipacionista e igualitario.

He aquí el interés por Belgrano, porque como diría el Gral. José María Paz en sus Memorias. Mientras “San Martín dio a la patria excelentes militares, (…) Belgrano le suministró además buenos ciudadanos” (Paz, José María, 1892, p. 185). En esa clave, Mitre destacaría cómo el Ejército del Norte en su paso por el interior, sembró la idea de libertad e independencia, y sostuvo la defensa de la patria como comunidad de sentimientos compartidos frente a la opresión y el yugo esclavizante impuestos por el enemigo. Su campaña militar, en definitiva, se constituyó en una propaganda de la revolución. Así lo acredita su correspondencia, donde siempre estuvo presente el interés por difundir las ideas, sentimientos y deberes de patriotismo entre los pueblos.

El otro hecho de desobediencia política con impulso revolucionario que se le asigna a Belgrano fue la creación de la bandera en Villa del Rosario (27.II.1812), y su posterior bendición por el presbítero revolucionario, Juan Ignacio Gorriti en la catedral de Jujuy (25.V.1812) al celebrase el segundo aniversario de la revolución. A pesar de la prohibición de su uso por parte del Triunvirato, la bandera sirvió como símbolo de la patria, no sólo para identificar la tropa, sino para crear una voluntad política unificada, y configurar a los sujetos individuales como pueblo, con una identidad colectiva distintiva.

Mitre reconocería en sus debates con Vélez Sarsfield (1864) que, si bien la independencia argentina era un hecho inevitable, pues concebía la idea de un destino manifiesto inscripto en la preexistencia de la nación1; sería la acción de sus hacedores, paradojalmente, la que le daría forma definitiva. He allí el lugar que adquiere Belgrano en su obra, ya que encarna esa doble pulsión, la del destino colectivo y la de las acciones individuales en las que teje la trama de la historia nacional.

Tiempo después la obra de Mitre y sus interpretaciones cobró centralidad en las las políticas de “pedagogía patriótica” que unificaron el sentimiento de identidad y pertenencia nacional. Políticas que compartieron las elites gubernamentales de distinto signo político, y que se pusieron de manifiesto en los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. Diez años después se continuaron, tanto en la forma como en los contenidos, en el Centenario de la muerte del creador de la bandera.

Conservadores y radicales, civiles y militares, liberales y nacionalistas, compartían el proyecto de intensificar la veneración de la figura belgraniana. El “decreto de exaltación del sentimiento nacional” (4.V.1919) dictado por Hipólito Yrigoyen, propuso exaltar sus virtudes cívicas, ponerlo como ejemplo de la lucha por la libertad y la independencia y convertirlo en emblema de la nacionalidad. Así lo expresaría la “Oración a la bandera” escrita Joaquín V. Gonzáles y leída en 1920 durante la inauguración del Arco de Triunfo destinado a la Apoteosis de la bandera en Plaza de Mayo; el cual convirtió al centro de la escena política en un espacio fuertemente belgraniano.

La Comisión de Homenaje al Gral. Manuel Belgrano, precursora del Instituto Belgraniano creado con posterioridad (1944), se encargó de llevar a cabo la icónica celebración en su memoria. Actos públicos y escolares, ceremonias religiosas, desfiles militares y civiles, publicaciones, impresos y discursos conmemorativos, hasta el tedeum y la apoteosis de la bandera que culminó con el concierto de cierre en el Teatro Colón, fueron los dispositivos que activaron una masiva participación popular.

El homenaje realizado por la Universidad de Buenos Aires en el Colegio Nacional contó con la presencia presidencial y tuvo a Ricardo Rojas como principal orador. Allí asumió el arrepentimiento de los argentinos, al recordar la injusticia con que fue tratado y asumió la voz del patriarca homenajeado para definirlo en la clave mitrista con que el nacionalismo cultural emergente en los años veinte, continuaría tejiendo la relación entre el presente y el pasado.

Yo amé a los extranjeros que a mi patria llegaban en la naves del mar, porque uno de ellos fue mi padre; yo inventé la bandera, para que los hijos de los inmigrantes, como yo, pudieran también amarla; yo amé a los indios, porque ellos eran el primer boceto de la humanidad en nuestro suelo, y ellos me pagaron aquel amor, secundándome en las hazañas; yo amé al artesano y al labriego, y por su liberación trabajé desde los días del Consulado; yo respeté a los maestros y fundé escuelas, porque supe que la ignorancia es el antro de toda fatalidad en la historia; yo amé a mis adversarios y abracé a Tristán vencido, frente a mi tropa vencedora; yo recogí los muertos de mis batallas en una tumba común, y sobre sus restos puse una cruz de amor en Castañares, confundiendo en un solo manto de la santa tierra a los combatientes de la víspera; yo no odié a España, donde me eduqué, sino a sus instituciones injustas, y quise superarlas por un ideal de justicia; yo perdoné a los gobiernos que me degradaron y a las muchedumbres que me desconocieron; yo entré en la lucha sin rencores y cumplí mi deber con resignación, y mi agonía fue serena porque nunca ambicioné poderes, ni premios, ni honores; yo comprendí desde temprano, que los hombres somos juguetes de una voluntad invisible y que servimos mejor al destino supremo de la vida, poniendo nuestra carne a quemar, no en el tizón del incendio de mezquinas pasiones, sino en la antorcha de fiesta de más permanentes ideales. La Patria fue para mí una forma perfecta de esa religión de amor en los suaves colores de mi bandera (…) Si hay allí abajo, todavía, gentes que siembran odios, diles, aunque me aclamen, que ellos me han olvidado (Rojas, Ricardo, 1920).

En los fastos del Bicentenario de Mayo de 1810, su figura fue nuevamente elegida y emblematizada a través del filme Belgrano, La Película (Campanella, Juan José y Pivotto, Sebastián, 2010), donde se retomó la imagen del héroe atribulado en su lecho de muerte, por la confrontación de sus decisiones frente a uno de sus peores momentos que atravesaba el proceso revolucionario.

El paralelismo entre el pasado rememorado y el presente que vivía la Argentina en el 2010, parecía querer dar cuenta acerca de cómo, ante la evidente caída de los sueños revolucionarios que ponía en cuestionamiento la acción de la dirigencia política, la reivindicación de valores patrióticos asociados a la retórica emancipatoria e igualitaria parecía ser capaz de remontar cualquier coyuntura crítica.

Ese mismo contexto inspiró, pero en sentido inverso, a uno de los historiadores más renombrado por la academia. El último libro de Tulio Halperín Donghi (2014) intentó desplazar a Belgrano del panteón de los grandes hombres de la patria donde lo había colocado Mitre. En dicha obra presentaba una imagen descarnada del malogrado héroe, al que le atribuía una total incompetencia para llevar a cabo el papel que se le había asignado, remarcando la distancia existente entre su grandilocuencia y la realidad que tuvo que enfrentar. El fracaso de Belgrano reflejaba en cierta forma la pérdida de posibilidades que Halperín advertía en los albores del segundo milenio para el país (Halperín Donghi, Tulio, 2009). El héroe en que pretendía mirarse la Argentina del Bicentenario solo representaba en términos subjetivos, la decepción que procuró a su encumbrada familia, al constatar la falta de reconocimiento que le había deparado “el nuevo orden que había contribuido a instaurar”.

La expectativa de reconocimiento en contextos de incertidumbre, tanto de los actores del pasado como de sus escritores, puede ser una vara de observación que tiña la mirada hacia el pasado de una amarga espesura. Tal vez sea ella la que impide advertir que la política, esa de la cual hablaba Mitre, es la que, si bien encarna en la acción concreta de los sujetos, se convierte en trascendente cuando representa un sentido colectivo comunitario, más allá de los éxitos o fracasos personales coyunturales.

Referencias bibliográficas

Belgrano, Manuel (1945). Autobiografía. Buenos Aires: Emecé Editores.

Campanella, Juan José (Productor) & Pivotto, Sebastián (director). (2010). Belgrano, La Película. Argentina: Producida por INCAA, Canal 7- La Television Pública, canal Encuentro. Disponible en https://play.cine.ar/INCAA/produccion/1487

Chiaramonte, José Carlos (1991). El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana. En Cuadernos del Instituto Ravignani, Buenos Aires: UBA, Nº 2, pp. 264-273.

Halperín Donghi, Tulio (2009). Tenemos un talento especial para rifar posibilidades. En Revista Criterio, Buenos Aires, Nº 2353, p.3. Recuperado el 7 de junio del 2020 de https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2009/10/01/tulio-halperin-donghi-tenemos-un-talento-especial-para-rifar-posibilidades/

Halperín Donghi, Tulio (2014). El enigma Belgrano, Un héroe para nuestro tiempo. Buenos Aires: Siglo XXI.

Mitre, Bartolomé, (2014). Historia de Belgrano y de la Independencia argentina. Buenos Aires: El Ateneo.

Palti, Elías (2000). La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional. En Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Buenos Aires, tercera serie, Nº 21, 1º semestre, pp. 75-98.

Paz, José María (1892). Memorias póstumas. Tomo I. la Plata: La discusión.

Rojas, Ricardo (1920). Belgrano. En Instituto Nacional Belgraniano (2000), Anales N°8 (pp. 129-151). Conferencia leída el 18 de junio de 1920 en la celebración del centenario de la muerte del héroe efectuada por la Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires: Coni.

Notas

1 La historiografía ha deconstruido el tema del mito de los orígenes, en pos de reconocer a las naciones como producto de la consolidación de los estados en la segunda mitad del siglo XIX (Chiaramonte, José Carlos, 1991, pp. 264-273). Fecha de recepción: 23 de junio de 2020 Fecha de aceptación: 21 de diciembre de 2020 Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Compartir Igual 4.0 Internacional


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