Estado y Movimientos Sociales en Nuestra América
Derechos humanos, literatura y religión: la voz de Humberto Lagos Schuffeneger
Human rights, literature and religion: The voice of Humberto Lagos Schuffeneger
Derechos humanos, literatura y religión: la voz de Humberto Lagos Schuffeneger
Millcayac, vol. IX, núm. 17, p. 281, 2022
Universidad Nacional de Cuyo
Recepción: 08 Marzo 2022
Aprobación: 08 Julio 2022
Resumen: Humberto Lagos Schuffeneger, escritor, sociólogo y abogado de derechos humanos. Trabajó en la Vicaría de la Solidaridad, organismo de la Iglesia católica en Chile que prestaba asistencia a víctimas de la dictadura. Se ha desempeñado como funcionario público y profesor universitario. Conversamos de literatura, religión y derechos humanos, tres elementos que transcienden a lo largo de su vida.
Abstract: Humberto Lagos Schuffeneger, writer, sociologist and human rights lawyer. He worked at the Vicaría de la Solidaridad, an organization of the Catholic Church in Chile that provided assistance to victims of the dictatorship. He has worked as a civil servant and university professor. We talked about literature, religion and human rights, three elements that transcend throughout his life.
Derechos humanos, literatura y religión: la voz de Humberto Lagos Schuffeneger
Entrevistador: Tu trayectoria avanza por distintas aristas o frentes: la literatura, los estudios de la religión y la defensa de los derechos humanos. ¿Con cuál de los tres comenzaste y cómo compatibilizas estos ejes de acción?
Humberto Lagos Schuffeneger: Bueno, mira, cuando uno hace memoria de esto, para mí la primera preocupación desde niño fue el tema de la literatura, siempre me atrajo muchísimo. Allá, recuerdo cuando niño, teníamos en mi tierra, en Nueva Imperial, una comuna en la zona de la Araucanía, en la zona mapuche. Ya habían destacados poetas que habían salido de allá, de Nueva Imperial, y para nosotros era un agrado leer, a mí me gustaba mucho leer.
Pero también para mí fue importante, fíjate, el tema de la lectura de la Biblia, de la que llaman la versión Reina Valera, especialmente la de los años sesenta, porque yo veía que en algunos libros había aquello que a mí me gustaba y que tenía ritmo poético. Yo era niño, pero ya sabía más o menos de los ritmos poéticos, jugábamos mucho esos juegos infantiles que tenían rondas, esas rondas marcaban ciertos ritmos y las aprendíamos siempre, así que eso me fue marcando desde el punto de vista desde la niñez, para poder hacer algo que fuera importante.
Tengo en la memoria, algo que me pasó, uno se sonríe con ello. Estaba en cuarto año de enseñanza básica cuando un profesor nuestro, teníamos solo un profesor en ese tiempo en cada curso, nos enseñó una canción. Recuerdo a don Merardo Jaque, me enseñó una canción que decía algo así como: “hay un bosque, hay un bosque en esta calle. Que se llama, que se llama Soledad. Allí dentro, allí dentro vive un ángel” y después no me acuerdo que seguía.
Después que nos enseñó la canción, nos dice el profesor: “hagan una segunda estrofa y la traen mañana”. A mí me encantó, me aprendí la canción, como sabía algo de esto porque mi madre era música, sabía de música. Ella no me ayudó en nada, pero yo tenía el sentido musical también.
Entonces escribí un asunto que a mí me parecía que era una buena segunda estrofa y cuando llegamos al día siguiente, lo primero que le digo es: “señor Jaque, señor Jaque, yo ya escribí una segunda estrofa”. Se quedó sorprendido, me miró y me dijo: “a ver, cántala”, yo le canté: “Si esta calle, si esta calle fuera mía. Yo la haría, yo la haría ladrillar. Con piedrillas, con piedrillas de diamante. Que mi amor por allí pueda pasar” y me quedé esperando el aplauso y el profesor me miró y me dijo: “no Humberto, eso no lo hiciste tú, eso lo copiaste. Alguien te ayudó a hacerlo” y yo le dije: “¡no, profesor!”, me puse a llorar.
Pasó el tiempo y la historia terminó muchos años después, yo era abogado de derechos humanos en el Ministerio del Interior y me llama el señor Jaque para hablarme, le pide a la secretaria que quería hablar con “su ex alumno, Humberto Lagos”, quería saludarme y plantearme un problema. Lo atendí de inmediato y le dije: “señor Jaque, venga a verme y acá resolvemos su tema”. Vino el señor Jaque, conversamos, le arreglé su situación que era una situación de orden previsional y cuando ya se iba le dije: “pero señor Jaque, yo todavía tengo una espinita que resolver con usted”, me queda mirando sorprendido. Le conté la historia y me dijo: “mira, yo he seguido toda tu vida Humberto y no tengo hoy día duda de que ese poema, era un poema original tuyo”.
Era un poco para cerrar la historia, entonces es para decirte que con las rondas, con este tema de la música, del leer mucho, del cantar, nos gustaba el folklore, iba aprendiendo unos ritmos.
Yo empecé a escribir poesía, recuerdo que cuando estábamos en primer año de Humanidades, teníamos 11 o 12 años en el Liceo de Imperial, nos íbamos después de las seis de la tarde ya cuando terminaban las clases a jugar a la plaza.En ese juego andábamos con Omar Lara, gran escritor de allá de la zona, nuestro. Era “imperialino” como yo. Jugábamos en la plaza, a las seis veinte llegaba el tren, escuchábamos el pitazo del tren, de la estación que estaba como a tres cuadras de la plaza y seguíamos jugando. Y como a las seis treinta, veinte para las siete, de repente asoma en la plaza Pablo Neruda con Matilde del brazo. Nosotros no lo habíamos visto nunca a Pablo Neruda, pero sabíamos los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada. Entonces cuando cruzó hacia la plaza Pablo Neruda, nos fuimos encima los seis o siete que estábamos ahí: “¡don Pablo, don Pablo!”, a tocarlo, a hablar con él. “Por favor, recítenos una poesía, recítenos los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada”, y se sorprendía que niños supieran de los Veinte Poemas de Amor.
Le pidió a Matilde ahí un libro, Matilde se lo pasó y él comenzó a leer con su voz ahí, Los Hombres... el poema 15, el poema 20. Después nos paseamos por la plaza de Imperial, que es un verdadero túnel de pilos. Yo me atreví y le dije: “don Pablo, le quiero hacer una pregunta” y me dice que sí, que de qué se trata: “¿qué es lo que hay que hacer para escribir un libro? ¿Qué hay que hacer, don Pablo?”, me quedó mirando, se sonrió.
Me dijo: “para escribir un libro hay que atreverse”, eso fue lo primero. Después me dijo: “escribir un libro –cuando escribes bien un libro– es como plantar un mojón”, nosotros nos pusimos a reír porque teníamos otra acepción de la palabra mojón. Nos miró, sonrió y nos dijo: “es como plantar un hito”, como plantar una señal, el primer libro. Cuando plantes el segundo libro, cuando hagas el segundo libro, va a ser tu segundo hito y ahí vas a poder observar si creciste, si creciste como escritor. Yo le agradecí, saqué de mi cuaderno seis hojitas, así delgaditas, que había escrito en un máquina Underwood en aquellos años, tenía seis poemas yo, para mí eran poemas, quizás qué barbaridad decían, ya ni me acuerdo de eso. Y le dije: “don Pablo, quiero regalarle estos poemas míos”, se los entregué y como digo siempre, cuando cuento esta historia, Pablo Neruda me plagió.
Además, estaba Don Juvencio Valle, que era Premio Nacional de Literatura (1966), cuando viajaba a Imperial, nosotros estábamos siempre cerca, viéndolo, escuchándolo, leyendo sus versos.Leer de la literatura española también nos inspiró, el Quijote de la Mancha, todas estas cosas que nos leían en el liceo, entonces íbamos aprendiendo.
Para mí lo primero fue el tema de escribir, de la poesía, fue mi primer encuentro con la poesía, con el relato, con la novela. En esos tiempos leíamos revistas como El Peneca, Don Fausto, recuerdo que yo me leía todas las aventuras de Don Fausto, lo hacíamos así. Entonces también el tema del respeto, el tema de la dignidad humana nació en ese tiempo. Teníamos muchos compañeros y compañeras mapuche en el liceo, particularmente. Teníamos primero, una relación muy cordial, muy respetuosa, entonces fuimos aprendiendo en la práctica aquello que debía pasar con el tema de la convivencia.
Para mí, en esos tiempos todavía no se hablaba de derechos humanos, se hablaba de respeto al prójimo y el mensaje era más un mensaje de carácter religioso, que provenía, yo era miembro de la Iglesia Bautista y allá nos enseñaban mucho el respeto. A los mayores, respeto a los compañeros, respeto a las personas y esa cosa uno la fue internalizando y la fue practicando, con el tiempo.
Entonces para mí hubo una especie de reforzamiento entre el tema de llegar, inicialmente, a la literatura, después aprender el tema de la dignidad humana, el tema de leer mucho, todo eso me abrió las puertas, literalmente me abrió las puertas del cielo. Allá en Imperial, que era una localidad extremadamente pobre. Nosotros mismos éramos de familia muy pobre.
E: ¿Cómo ves esta relación, en perspectiva en la actualidad, entre derechos humanos, literatura y religión a lo largo de tu vida?
HLS: Mira, después vino el tiempo ya de crecer, el tiempo de estudios en la Universidad. Uno fue adquiriendo mayor información. A mí me gustaba el derecho, yo lo primero que estudié en la Universidad de Chile en Temuco, el Colegio Regional Universitario, que se creó allá por los años sesenta, estudié primero Educación, Ciencias Sociales, comencé estudiando eso. Eran las carreras que se crearon ahí en Temuco, eso nos abrió las puertas porque era para nosotros, por nuestra pobreza familiar, imposible llegar a Concepción o Santiago para estudiar aquello que nos atraía de jóvenes, pero ahí ya comencé a trabajar más en serio los temas de literatura. A escribir más en serio.
La literatura no solo en términos de la poesía, sino del relato. El sur de Chile, bueno en general Chile, pero el sur de Chile, en la zona que vivía, está llena de mitos. Mitos mapuche, que a mí me fueron despertando las ansias de poder conocerlos más y poder escribirlos.
Fui aprendiendo más del tema de la dignidad de las personas, entonces no había contradicciones entre el hecho religioso, el hecho de la literatura y el tema del respeto a la dignidad de las personas, el tema de los derechos humanos. Todo fue creciendo como al unísono, lo fui integrando, no tenía dificultades con ello.
Además, cuando estábamos allá laboramos en temas que tenían que ver, por ejemplo, con política. Desde jóvenes estábamos metidos en partidos políticos, buscando mejorar las condiciones de la sociedad, éramos soñadores como todos los jóvenes de hoy día. Entonces lo fui integrando. Yo terminé la Universidad y mi primera carrera fue de Técnico en Administración de Empresas, me cambié a eso porque me parecía que con eso tenía mayores posibilidades laborales y cumplir aquellos otros sueños que yo aspiraba. Me atraía el tema del derecho, me atraía el tema de la sociología, de las ciencias sociales, entonces cuando terminé ahí en la Universidad gané un concurso, me fui como Jefe de Personal a una filial de la Corporación del Fomento a la Producción, de la CORFO, al servicio de equipos agrícolas mecanizados, de allá de Osorno y, en ese tiempo, estaban en práctica ya todos los temas de reforma agraria y este servicio prestaba mucha atención, desde el punto de vista tecnológico, con maquinarias a los procesos de reforma agraria.
Entonces, empecé ya a trabajar más las situaciones que tenían que ver con la relación laboral, aprendí mucho de las relaciones laborales, particularmente ejerciendo esas funciones y siempre tuve el contacto, en Osorno también, con los temas que tenían que ver con literatura, la poesía, yo seguía escribiendo. Tenía cuadernitos que iban expresando las emociones, lo que me pasaba, lo que sucedía y después yo fui electo dirigente nacional de los trabajadores de esa filial de la CORFO, del SEAM CORFO, Servicio y Equipo Agrícolas Mecanizados.
Me vine a Santiago y en Santiago lo primero que hice fue rendir la Prueba de Aptitud Académica, así se llamaba en esos tiempos. Saqué buenas calificaciones, así que se me admitió como alumno de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y allí empecé a endilgar ya aquellas aspiraciones que estaban latiendo en mí, pero acá también tuve la oportunidad, acá en Santiago, la oportunidad de tener relación con escritores. Con aquellos a los que uno había leído, pero ya conocerlos personalmente, por ejemplo, en las sociedades que existían en ese tiempo estaba Víctor Franzani. Víctor Franzani, curiosamente, era secretario general de SEAM CORFO y cuando yo llegué a Santiago, lo primero que hice fue conocerlo, ir a saludarlo y hablar de poesía. Él era un poeta bastante conocido, sus sonetos eran los reyes del soneto, así lo conocían en ese momento a Víctor Franzani.
Le interesó mucho que un joven sureño que llegaba allá, dirigente nacional de trabajadores, le interesara la poesía y él empezó a animarme, y yo le comencé a pasar, comencé a entregarle parte de mis poemas para que reaccionara críticamente.
Me dijo: “Humberto, hay poemas que tú deberías publicar ya” y él me ayudó al primer libro, en 1970, que se llamó Lamento, y lo mejor del libro, siempre digo, es el prólogo. El prólogo lo hizo Víctor Franzani, que era un poeta famoso, pero me animó mucho. Siempre digo que lamento haberlo escrito, pero por lo menos habían cuatro o cinco poemas que salvaban el libro y que se hicieron bastante populares. Entonces desde ahí comencé formalmente la escrituración, aparte de moverme en otros ámbitos como la teología. En la que, por ejemplo en Argentina, en el año setenta y tres se publicó un libro especializado de teología con un teólogo muy famoso que, además, era psiquiatra. Era el rector del Seminario Teológico Bautista de Argentina y me invitaron a mí para que yo fuera el coautor, para mí era un honor, pero uno ya manejaba términos, tecnología, manejaba estilos, así que ese libro se hizo tremendamente famoso. Tenía un nombre teológico, Comprometidos con Cristo.
En el año setenta y cinco, bueno, vino el golpe de Estado, yo ya de inmediato entré en toda la situación de defensa de derechos humanos, particularmente con las iglesias protestantes, que fueron las primeras que reaccionaron frente al tema.
Después con la Iglesia católica, el primer sistema que funcionó fue el Comité Pro Paz o Comité de Cooperación para la Paz, estaba integrado por diversas congregaciones: evangélica, la comunidad judía y la Iglesia católica, encabezada por el Cardenal Silva Henríquez.
Entonces ellos comenzaron, yo asesoraba también desde el punto de vista de lo protestante, asesoraba a ese comité y ese comité duró hasta el año setenta y cinco, que las presiones del régimen de Pinochet fueron terribles para que se cerrara el tema, porque al hablar de derechos humanos se transmitía toda la información a organismos internacionales también y eso complicaba muchísimo al régimen militar, al régimen dictatorial, que no quería que, entre comillas, “se hablará mal” de lo que realmente estaba pasando acá en Chile con todos los temas represivos. Y el año setenta y seis se crea la Vicaría de la Solidaridad.
E: Gran parte de tu carrera como abogado estuvo ligada al trabajo en la Vicaría de la Solidaridad. Muchas de las causas que defendieron fueron complejas en materias de derechos humanos. ¿Cómo lograste sobrellevar toda esa carga durante esos años?, ¿La literatura tuvo algún papel en ello?
HLS: Bueno, sin dudas los temas fueron complejos, los temas represivos, a nosotros nos alcanzaron como familia también. Hubo un hermano mío que lo detuvieron allá en Temuco, solo lo detuvieron, pero lo llevaron a Temuco para juzgarlo, procesarlo. Enrique, él falleció hace tres o cuatro años, y a Enrique, como a otros muchachos allá detenidos y en todos los lugares de detención, les aplicaban torturas terribles y yo tuve que hacer mis primeros trabajos de derecho para defender a Enrique, allá en Temuco.
A mí me perseguían, también me buscaban, si fue toda una tremenda aventura tratar de llegar al Regimiento Tucapel en Temuco cuando se hizo el Consejo de Guerra, lograr que un abogado amigo de la familia, viejo abogado, leyera la defensa que yo había preparado. La leyó, fue toda una cuestión tremendamente traumática, igual los condenaron, pero en los tiempos esos del golpe Militar, yo estaba colaborando con el Comité Pro Paz, después con la Vicaría de la Solidaridad y allá me dediqué, en la Vicaría, en los primeros tiempos –hablamos de los años setenta y seis a setenta y ocho– a trabajar recopilando antecedentes acerca de lo que estaba sucediendo, de lo que pasaba, entonces hay textos míos que están publicados que han sido valiosísimos desde el punto de vista de guardar los antecedentes fidedignos que en esa época se producían y que de otra manera, de no haberlos capturado, no habríamos tenido memoria de lo que sucedió en muchos casos. Cuando se presentaban recursos de amparo en la Vicaría de la Solidaridad, todos los recursos de amparo eran rechazados, pero nosotros sabíamos que ese recurso de amparo era parte de la historia y que algún día iba a ser útil.
Entonces, para mí ese tiempo fue durísimo, mi vida corrió serios riesgos por lo menos en dos o tres oportunidades, ese tiempo durísimo también lo traduje en escrituraciones, hay cuentos míos, hay relatos, hay poesía que habla de lo que pasaba en esos años. Además, libros míos que se publicaron y que naturalmente decían las cosas como había que decirlas, “un poeta no puede faltar a la verdad”. Por ejemplo, había un poema dedicado a Pinochet. Estamos hablando de dictadura militar, “ni setenta veces siete perdonado, tendrás perdón bestial engendro. De siete cabezas coronados por seiscientas sesenta y seis medallas de hijo ilustre” y el poema tenía códigos. Seis–seis–seis, el número del demonio, entonces puedes entender que [la persecución] no era solo por mi trabajo en la defensa de derechos humanos, si no que por mi expresión pública, cuando nadie podía decir nada, yo lo decía, lo decía acá y se difundía, teníamos formas de hacer difusión de todo este arte. Además, nos juntábamos los poetas, nos juntábamos los escritores, porque además muchos escritores y escritoras fueron reprimidos por el régimen, llegaban a la Vicaría de la Solidaridad, normalmente buscándome porque yo era el contacto que podía actuar para ofrecer el máximo de garantías que era posible en esa época frente a la persecución de la que eran objeto.
Entonces la escritura fue tremenda, los testimonios de escritores que comenzaron ya a aparecer tímidamente, pero después que terminó el régimen militar, se hicieron públicos, expresan la realidad de lo que estaba sucediendo en ese tiempo. Entonces, además, estábamos en una institución de iglesia, la Iglesia católica, pero era una institución ecuménica en el sentido que había muchas tradiciones eclesiásticas que actuaban allí, no hay que olvidar que la Vicaría de la Solidaridad cumplió una función tremenda, histórica.
En estos días falleció, el lunes (27 de diciembre de 2021) falleció Roberto Garretón, que fue el Jefe Jurídico de la Vicaría de la Solidaridad, una gran persona, un gran amigo, lamentamos su muerte, pero en la historia escribió con su compromiso la significación del respeto a la vida de las personas.
Entonces todo se conjugaba, no había forma de separarse, una cantata de derechos humanos que se escribió en esa época y que tiene toda las significaciones religiosas, es decir, no hay discrepancia en escribir, entre tener prácticas de fe, porque esas prácticas de fe se ponían a disposición de todos y de todas quienes sufrían de la represión, creyentes y no creyentes.
Y sobre todo, como te digo, el tema de los derechos humanos estaba allí, gran parte de la historia está registrada en novelas, en relatos, en poemas. Hay novelas mías, hay relatos y hay poemas también que hablan de todo lo que sucedió en esa época con la salvedad de que como yo era abogado de la Vicaría de la Solidaridad, me sentía más libre de dar a conocer de inmediato lo que estaba escribiendo, aunque me perseguían, hubo procesos en mi contra por algunos textos especializados que escribí.
E: Sabemos que algunos de tus trabajos te llevaron a tener problemas con los militares durante la dictadura, porque eran tiempos de oscuridad, persecución y censura ¿cómo fueron esas situaciones?
HLS: Mira, había textos, digo yo, además hacíamos clases en algunas universidades o estábamos haciendo clases, dictando charlas en distintas partes de Chile sobre temas de derechos humanos. Entonces, yo aprovechaba esas oportunidades para dar a conocer los textos que yo iba escribiendo, uno de ellos, acá tengo uno por ejemplo, se escribió después, pero todavía provoca efecto El General Pinochet y el Mesianismo Político, el otro La Religión en las Fuerzas Armadas y de Orden, por eso me procesaron.
Me procesaron y me llevaron a los Tribunales Militares, porque lo que hacía uno era poner la verdad en estos textos, que es lo que sucedía, todo el uso que hacía la dictadura militar y particularmente el general Pinochet para definir su golpe de Estado como un golpe que fue inspirado por Dios mismo. El general Pinochet usaba frases como: “ustedes saben que el pueblo oraba por su salvación y que hoy se siente libre y apartado del mal”.
O sea: “yo, el general, soy enviado por Dios para realizar las actividades que tengo que realizar”, entonces yo juntaba todos esos dichos y después los escribía, los ponía en estos libros que hoy siguen siendo bastante utilizados en universidades y gente que tiene interés. Ahora recién está publicándose este libro que se llama Libertad de Religión y Derechos Humanos que también recuerda parte de lo que pasó en esa época o el Discurso Religioso, en el que detallo cómo también en esa época el general Pinochet y otros generales y almirantes asumían su calidad de creyentes para tratar de decir o de vender el golpe de Estado como algo definido por la voluntad de Dios, entonces todas esas cosas... yo les salía al camino, otros también lo hacían, pero yo con mayor presencia por la condición en que yo laboraba en las cosas que hacía.
En el año setenta y ocho yo debí salir de Chile porque ya me tenían absolutamente cercado y se definió con varios, conversando con sacerdotes, amigos, abogados, que era conveniente que yo saliera. Así que el Consejo Mundial de Iglesias me invitó desde Suiza a ir a hacer los postgrados en Teología para salir de manera entrecomillas “normal”, y sucedió que cuando... las cosas a veces como son, suenan graciosas con el tiempo. Cuando yo salí de Chile, en el aeropuerto la policía me puso el timbre y yo vi que me pusieron una letra “L”, yo decía (por) “Lagos”, me fui. Estaba en Europa, no podía regresar porque la situación era muy compleja, de acá de la Vicaría de la Solidaridad me decían: “no te vengas todavía, no trates de venirte”, aproveché de estudiar, estudié en la Universidad Complutense de Madrid, saqué mi título en licenciatura en derecho también allá y soy abogado español y eso pensando en que si no podía regresar a Chile, me iba a instalar en España.
Hacía mi doctorado en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, allí hacía mis estudios doctorales y todos los estudios doctorales fueron concisos trabajos sobre este tema de religión y política, reproduciendo o reviviendo, retomando la experiencia que nos había tocado vivir en Chile y en América Latina con gobiernos dictatoriales. Entonces, el año ochenta y tres, después de defender mi tesis de licenciatura en derecho, mi tesis doctoral, volví a Chile y de inmediato volví a la Vicaría de la Solidaridad a tomar casos.
El caso más impactante que me ha tocado, siendo abogado, es el Caso Degollados. Parada, Nattino y Guerrero fueron secuestrados un día viernes, del año ochenta y cinco, y degollados. José Manual Parada era compañero mío en la Vicaría de la Solidaridad y conversábamos siempre. Yo fui uno de los abogados que pidió la familia, con Nelson Caucoto, con Héctor Salazar, con Eduardo Sepúlveda, que asumimos el caso de los tres... de las tres víctimas.
Pasaron diez años, en el año noventa y cinco logramos que finalmente la Corte Suprema ratificara las condenas por lo menos a los autores delictuales. Los secuestros, como te digo, año 1985, nosotros alcanzamos a encargar de “reo”, así se usaba la palabra antes, al general Mendoza de Carabineros por estos asesinatos, él se murió poco tiempo después.
Entonces, nos tocaba eso, cientos de casos en los que nosotros actuábamos, actuábamos con propiedad, actuábamos lo más honestos posibles, pero convencidos de lo que estábamos haciendo, teníamos que hacerlo porque no eran muchos los que podían actuar como nosotros, lo hacíamos.
Entonces hoy día me pasa que viajo por Chile, cuando ando sin mascarilla, en cualquier parte que ande, se allega gente a verme, algunos a saludarme porque me vieron en la televisión en algún programa, pero gran parte a abrazarme para decirme: “don Humberto, muchas gracias por lo que hizo por nosotros, lo que hizo por mí, me salvó la vida”, yo no me acuerdo [de todos los casos], de lo único que tengo clara conciencia es que hice lo que debía hacer en el momento oportuno. Eso es parte de lo que queda grabado en la memoria.
E: Tu libro El general Pinochet y el Mesianismo Político habla sobre la figura del dictador como un salvador que acude a un supuesto llamado del pueblo ¿consideras a Pinochet como una figura mesiánica que usó la religión para beneficio propio? ¿Y si su uso del discurso se han mantenido en el tiempo?
HLS: Bueno, eso pasa. En ese tiempo, como yo te comentaba, por ejemplo, cuando hubo en el año setenta y cuatro, un apoyo de algunas iglesias evangélicas pentecostales, particularmente en el edificio Diego Portales. Ahí, Pinochet les dijo, le respondió, cuando ellos leyeron el acta de apoyo que los había salvado del marxismo ateo, todas estas cosas del marxismo diabólico, Pinochet les decía e informaba a ese pueblo expectante: “ustedes saben que el pueblo oraba por su salvación y que hoy se siente libre y apartado del mal”, después agregaba, entre otras cosas, “Chile respeta y respetará siempre las creencias de todos y cada uno de sus hijos” y después terminaba diciendo: “la fe y la esperanza son los mejores caminos para llegar a Dios y hoy los chilenos recorren con alegría y confianza su destino”.
Agrega frases como estas: “ustedes saben que el movimiento del 11 de septiembre fue especialmente dirigido a salvar la parte espiritual del país, porque estábamos cayendo en el marxismo materialista ateo, donde se pierde lo más grande que tiene el hombre, que es la parte espiritual”. Es decir, siempre el recurso de la dictadura fue a tratar de limpiar las barbaridades que hacían, los miles de asesinatos, las desapariciones, las exoneraciones, los exilios, de disfrazarlos como algo que estaba permitido por Dios, que habían sido llamados por la divinidad y eso era lo más alejado de lo que era el contexto, pero es generalmente la tentación que tienen algunos candidatos hoy en día a disfrazarse y atribuirse representaciones divinas, precisamente jugando con este tema del mesianismo y pensando que Chile en su absoluta mayoría es un país creyente.
Pasó también con la postulación de Kast (candidato presidencial de extrema derecha en las elecciones de 2021), él asumía el hecho de ser poco menos el enviado de Dios, el representante de Dios, pero le fue mal, parece que Dios no andaba ni cerca, así que ahí tuvo algunos problemas, pero eso pasa. Intensas luchas, intensas confrontaciones, de carácter ideológico se producen precisamente por la manipulación del hecho religioso y el hecho religioso, si uno lo piensa desde el punto de vista de la fe cristiana, es bastante claro en el sentido de que la preocupación de todos los creyentes debe ser por los pobres. Que el tema de las decisiones que se adopten desde el punto de vista ideológico–político es responsabilidad de cada uno, pero no se puede pretender respaldar el posicionamiento que uno tenga, la elección que uno tenga de una candidata o un candidato, no se puede respaldar con el hecho que “soy creyente así que Dios está con usted”. Entonces ese tema no corresponde.
Además, en un país laico como Chile, donde siempre se ha garantizado la existencia plural, de todas las manifestaciones religiosas. El tema de jugar de mala manera con el hecho de la fe es un problema y acá el hecho de la fe que utilizó Kast, realmente fue un fracaso absoluto. Ya está establecido que más del 60%, por ejemplo, de los evangélicos votaron por Boric y no por Kast, aunque Kast se hacía asesorar y llamó Movimiento Cristiano a lo que estaba haciendo, ese es un mal uso del hecho religioso y particularmente debe respetar todas las tradiciones, todas las creencias.
E: Uno de tus últimos trabajos ha sido Murmullo de hojas junto a la escritora Lidia Mansilla Valenzuela. ¿Qué aristas literarias estás explorando en la actualidad? ¿En qué estás trabajando actualmente?
HLS: Estoy explorando todos los campos en lo que tengo cierto grado de especialización. Por ejemplo, estos libros que acaban de publicarse El Discurso religioso y Estado, religión y Derechos Humanos están siendo enormemente requeridos. Además, que estamos en un contexto en que nosotros tenemos constituyentes que están preparando una Nueva Constitución, entonces los derechos humanos son fundamentales y dentro de los derechos humanos fundamentales está naturalmente el derecho a la libertad de religión, así que es un tema que tiene actualidad, temas delicados en los que a mí me preguntan constantemente, precisamente por razones de especialidad, pero estoy trabajando con mucho entusiasmo en la poesía, en el relato, en novelas. Por ejemplo, hay algunas novelas mías, estoy escribiendo otras y además trabajando temas que tienen que ver con cuestiones especializadas que son muy útiles y que la gente los está pidiendo.
A mí me piden trabajar algunos temas, lo hago, además de trabajarlo desde el punto de vista de la especialización, siempre procuro usar un lenguaje que comunique, que no complique las situaciones para que todos puedan tener acceso a lo que uno está reflexionando.
Entonces, los espacios que estoy explorando, desde el punto de vista escritural y del punto de vista de investigación, son más o menos los mismos que me han llevado adelante en toda mi historia de vida personal, de compromiso.
E: ¿Cuáles han sido tus grandes referentes en la narrativa y poesía?
HLS: Referentes en sentido general de la literatura española que era la que nos enseñaban cuando estábamos en el liceo. Después el tema de, naturalmente, Pablo Neruda, siempre lo fue particularmente determinada poesía de Pablo Neruda, los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, todo lo que tenía que ver con esta historia que escribió de América Latina con versos maravillosos, después se musicalizaron, eso para nosotros era inspirador.
Don Juvencio Valle, premio nacional de literatura, que era de nuestra tierra, allá en Imperial, en Almagro, al ladito, ahí nació Juvencio. Entonces para nosotros era un referente porque la poesía de Juvencio Valle estaba muy relacionada con la naturaleza, con aquello que nosotros estábamos viviendo cotidianamente, entonces eso para mí fue un fuerte discurso.
Otros colegas con los que compartíamos e intercambiábamos opiniones, colegas de mi época. Omar Lara por ejemplo, Eulogio Suárez. De Eulogio Suárez no se ha hablado muchísimo, pero Eulogio era un gran escritor, ha escrito libros importantes sobre Neruda. Diría que alguno de los libros más importantes que se han escrito sobre Neruda los hizo Eulogio Suárez, imperialino como yo, Omar Lara, imperialino como yo, hijos ilustres de la comuna de Imperial, compartíamos esos honores. Entonces, con ellos conversábamos mucho sobre lo que escribíamos, aquello que nos tenía preocupados, entonces las grandes referencias vienen por allá.
Gabriela Mistral también, desde niñitos aprendíamos Piecitos de Niño, el poema de Gabriela, entonces nos metíamos en todos esos temas, íbamos descubriendo que aquello que nos pasaba en la vida cotidiana tenía y podía volcarse en relatos o volcarse en poemas. Además, en mi tierra, fíjate bien en un libro de cuentos que se llama Cuentos imperialinos y el título es Usted no me va a creer, pero es la purita verdad. Entonces lo que yo recupero son estas tradiciones, estos mitos que si no se escriben, no se contextualizan, se van a perder.
Allá en Imperial, se cuenta, de manera maravillosa, que Treng–Treng y Kai–Kai, estas deidades de la tierra y el mar, deidades mapuches, Kai–Kai era la del mar, causante de los maremotos, y Treng–Treng, el que vivía y defendía la tierra, ahí defendía a los seres humanos. Se contaba en Imperial que algunas noches, en el mes de julio, en pleno invierno no había que llegar a la plaza porque Kai–Kai salía, se venía desde Puerto Saavedra, nadando por el río Imperial, llegaba al río Cholchol, salía hacía las calles y se iba a bañar a una pileta que había en el centro de la plaza. Entonces cuentos maravillosos, que nadie se iba a meter allá, el terror era vivo.
Nosotros estudiantes decidimos entre cuatro o cinco, darnos el dejo de valientes y fuimos a ver si era cierto, estuvimos dos o tres días y no llegó Treng–Treng, menos llegó Kai–Kai. Después nos dijo una machi (mujer chamán mapuche) que no todos los días aparecía siempre, así que pudimos decir que no se apareció en los días que estuvimos con el terror que vivimos, pero esto estaba ahí.
O las historias del Tué–Tué, este pájaro que pasa por las noches, por el campo, tú lo escuchas, yo lo escuché varias veces “tué–tué” y si te le gritas para arriba “mañana ven a buscar un kilo de azúcar”, al otro día, contaban las abuelas, que tocaban la puerta y aparecía un mapuche o una mapuche diciendo: “vengo a buscar el kilo de harina o el kilo de azúcar que tú me ofreciste anoche”. Entonces esas historias vivas yo las vuelco aquí en estos cuentos imperialinos y en otros cuentos que estoy terminando, pero es como para dejar testimonio de aquellas cosas que pasaron. Todo eso nació allá, en mi pueblo, en Imperial, por esos mis raíces son tremendamente profundas.