Bienes Comunes y Sociedad
Construcción de conocimientos en América Latina Ontologías del espacio regional
Knowledge Production in Latin America Ontologies of regional space
Construcción de conocimientos en América Latina Ontologías del espacio regional
Millcayac, vol. X, núm. 18, 2023
Universidad Nacional de Cuyo
Recepción: 09 Abril 2022
Aprobación: 17 Enero 2023
Resumen: El propósito de este trabajo es problematizar la noción de región en tanto espacialidad en la que tienen lugar los procesos de construcción y circulación de conocimientos en Ciencia y Técnica en América Latina. Para ello se analizan las ontologías del espacio subyacentes a dos campos que abordan la temática: los estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad (que consideran al espacio como contexto) y los estudios Socioespaciales (que lo consideran como condición de posibilidad). Como resultado del análisis se visibilizan las relaciones de solidaridad entre los supuestos ontológicos y epistemológicos que subyacen a reflexiones críticas de carácter geopolítico.
Palabras clave: estudios socio-espaciales, geopolítica crítica del conocimiento, modernidad/colonialidad, pensamiento decolonial, conocimientos situados.
Abstract: The purpose of this work is to problematize the notion of region as a spatiality in which the processes of construction and circulation of knowledge in Science and Technology take place in Latin America. For this, the ontologies of space underlying two fields that address the subject are analyzed: Science, Technology and Society studies (which consider space as a context) and Sociospatial studies (which consider it as a condition of possibility). As a result of the analysis, the relations of solidarity between the ontological and epistemological assumptions that underlie critical reflections of a geopolitical nature are made visible.
Keywords: socio-spatial studies, critical geopolitics of knowledge, modernity/coloniality, decolonial thinking, situated knowledge.
Introducción
Aproximarse a la noción de región desde las Ciencias Sociales ha supuesto, en ocasiones, la tarea de reconocer o atribuir algún tipo de homogeneidad a los territorios, fueran éstos de carácter geográfico, histórico, cultural, político, u otros. A la pregunta ¿qué es una región?, Frèmont (como se citó en Ronny Viales Hurtado (2010:160)) responde que
… es una construcción social, en cuyos límites y fronteras, siempre porosas y fluidas, se escenifican relaciones de cooperación y solidaridad, así como también conflictos vinculados con lo identitario, tanto por parte de los actores institucionales y colectivos de la sociedad, la cultura y la política como en la esfera de los actores individuales.
Viales Hurtado enfatiza el carácter dinámico de las regiones, tanto en lo que hace a su extensión, que ubica entre el espacio de la globalización y el de la localidad, como en lo que atañe a las representaciones que de ellas se construyen y que contribuyen a asignarle identidad ante propios y extraños. Tales identidades, sean éstas nacionales, regionales o de otra escala, se expresan en narrativas y suelen circular al servicio de proyectos políticos (Paikin, Damián; Perrotta, Daniela y Porcelli, Emanuel, 2016).
Cuando se busca articular la noción de región con los procesos de construcción y circulación de conocimientos que en ella suceden, se impone una reflexión crítica sobre las ideas de espacio que funcionan como supuestos y soportes de dichos procesos. Diversos campos han realizado contribuciones a esta reflexión crítica: la geografía en el cruce con la teoría social, tal como propone Edward Soja (1989); la geografía política, tal como la entiende John Agnew (1994) y su propuesta de trampa territorial; y los estudios socioespaciales latinoamericanos, que ponen a las espacialidades bajo la lupa del pensamiento decolonial, tal como los conceptualiza Carlo Piazzini Suárez (2020), entre otros.
El objetivo de este trabajo es problematizar la noción de región en tanto espacialidad en la que tienen lugar los procesos de construcción de conocimiento en Ciencia y Técnica (en adelante, CyT) en América Latina. Para ello, se pondrán en juego dos ideas acerca de la noción de región. En primer lugar, aquella en la que el espacio regional se considera como contexto, como el escenario donde los conocimientos se producen y circulan. A continuación, aquella otra, en la que el espacio adquiere densidad epistemológica, al entendérselo como condición de posibilidad para los procesos cognoscitivos.
En el fondo, se trata de dos maneras distintas de incluir una reflexión ontológica sobre el espacio y las espacialidades en el análisis de los procesos de construcción de conocimientos en CyT que acontecen en una localización geográfica en particular, en nuestro caso, América Latina.
El espacio regional como contexto para la construcción de conocimientos
En América Latina, quienes conforman el campo de estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) han procurado, desde sus inicios en la década de 1950, impulsar las reflexiones e investigaciones que tienen por objetivo entender los contextos sociales en los que acontecen los procesos de construcción y circulación de conocimientos científicos. En sintonía con las coordenadas socio-históricas y culturales más amplias, las y los referentes del campo han hecho foco en distintas problemáticas. En primer lugar, su preocupación se centró en la posibilidad de que los conocimientos científicos en Ciencia y Tecnología (CyT) pudieran hacer contribuciones efectivas al desarrollo de las sociedades latinoamericanas. En los años 60, Sábato y Varsavsky, (Argentina), Leite Lopez y Schvartzman (Brasil), Roche (Venezuela), Sagasti (Perú), Fajnzylber (Chile), Wionczek y Nadal Egea (México), congregados en lo que se llamó el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo, contribuyeron a institucionalizar la actividad científica mediante el reconocimiento de la dimensión política de las ciencias y las tecnologías, exigiendo al Estado que jugara un rol activo en la defensa de iniciativas nacionales para la producción de conocimientos con utilidad social (Alonso y Naidorf, 2019; Kreimer, Vessuri, Velho y Arellano, 2014). Al compás de los vaivenes sociales y políticos del continente las y los científicas/os e investigadoras/es insistieron, e insisten en la actualidad, en colocar en las agendas de los organismos estatales de CyT la preocupación por la implementación de políticas públicas con fuerte compromiso con la búsqueda de soluciones para las problemáticas locales, se interesan en la gestión de los sistemas científicos y tecnológicos nacionales, y ejercen una posición crítica a las acciones gubernamentales que admiten, sin evaluación previa, a conceptualizaciones y metodologías provenientes de los países centrales.
En segundo lugar, las reflexiones se enfocaron en las relaciones de dependencia entre países centrales y periféricos. Tal como ocurre en la política y en la economía, en el área de CyT la dependencia es el tipo de relación que se plantea entre quienes conforman ambos grupos de países, y que se observa a través de las agendas de investigación, en el financiamiento y en la imposición de modelos para las prácticas científicas y tecnológicas con que los primeros coaccionan a los segundos (Beigel, Fernanda, 2016). El sociólogo Syed Farid Alatas (2014) caracteriza a la dependencia académica en el plano de la dependencia de ideas y de los medios empleados para su difusión, en la educación tecnológica; en la ayuda económica para la investigación, la docencia y la inversión en educación; en las demandas provenientes de los países centrales y, finalmente, en la dependencia del reconocimiento (Sabea, Hanah y Beigel, Fernanda, 2014). Como la otra cara de la moneda, la reivindicación de la necesidad de pensar con independencia se ha analizado frente a, y a pesar de, el predominio de modelos producidos en otros contextos socioculturales. Es por esa razón que los estudios de CTS han debido afrontar preguntas en relación con la autonomía de los países periféricos o, más bien, con la falta de ella: ¿qué posibilidades de autonomía hay si la disparidad de contextos institucionales, capacidades de traducción y recursos materiales son factores determinantes en la vida académica? (Beigel, 2013).
En el plano subjetivo, la dependencia intelectual es abordada por Alatas (1974) bajo la noción de mentes cautivas, en un intento de describir el modo en que algunas/os científicos/as conciben a los procesos de construcción de conocimientos; esto es, colocándose ellas/os mismas/os por fuera de las sociedades que los rodean, ocupando lugares subsidiarios en líneas de investigación promovidas por los países del norte global, y lejos de la creatividad y la originalidad. Desafortunadamente, como plantea el autor, el cautiverio mental no es sólo una característica de las/os científicas/os, sino que también puede leerse en las sugerencias de soluciones y de políticas en CyT de los países dependientes.
Por último, el campo observó con detenimiento el fenómeno de internacionalización de la ciencia. En los años 80 los sistemas de CyT de América Latina acusaron el impacto del neoliberalismo en la región. Términos como sociedad del conocimiento, capitalismo cognitivo y economía del conocimiento fueron parte del vocabulario con el que la globalización entendió (y entiende) los procesos de construcción de conocimientos científicos. Como plantea Mariano Zukerfeld (2008), en el capitalismo cognitivo la cadena de producción se dirige a los bienes informacionales, en tanto ellos son mercancías cuya regulación (en términos de acceso y circulación) y dominio están dados por la propiedad intelectual. Al igual que ocurre en otras áreas, en el campo de la CyT existe una división internacional del trabajo, en la que los países centrales y periféricos tienen lugares asignados. Asumiendo este presupuesto, los estudios en CTS analizan fenómenos tales como la homogeneización teórica y metodológica de los procesos regionales de construcción de conocimientos científicos; las relaciones de cooperación y colaboración entre autores de diferentes países, en lo que hace a los recursos financieros y tecnológicos necesarios para llevar adelante los proyectos de investigación; la primacía de la bibliometría como criterio para la evaluación de la calidad de los conocimientos y el impacto de los rankings sobre las instituciones de educación superior; el rol de los monopolios editoriales en la circulación de los conocimientos; los sistemas de subsidios e incentivos a los investigadores, a cargo de actores/as del sector público, privado y/o mixto, sean nacionales o internacionales; la movilidad internacional de las y los científicas/os, la distribución desigual del trabajo investigativo y la fuga de cerebros; y, por último, los sesgos que se derivan de la utilización del inglés como lengua franca.
En paralelo con lo que ocurre con otros campos disciplinares, desde el interior de los estudios sobre CTS surgieron cuestionamientos a la división internacional del trabajo científico y a la pretensión hegemonizadora de la globalización académica. Es así que Fernanda Beigel (2016) advierte sobre la imposición de un conjunto de categorías y teorías que, a nivel mundial, ocultan el hecho de que sus enunciados reflejan las condiciones y contextos de los países centrales mediante la omisión expresa del lugar desde el cual dichas categorías fueron formuladas. Además de denunciar estas maniobras tendientes a fijar localizaciones para las autoridades epistémicas, las/os científicas/os e investigadoras/es de la región se encuentran trabajando fuertemente en propuestas superadoras de la situación actual. Sin dudas, la que ha adquirido mayor notoriedad es la iniciativa de acceso abierto y gratuito, promovido con la finalidad de aumentar la visibilidad y la circulación de la producción académica regional (DOAJ, SCIELO, CLACSO, REDALYC, AJOL) y como desafío a las grandes corporaciones internacionales académicas y editoriales.
En lo que respecta a las políticas públicas en CyT, en América Latina se encuentran actualmente en curso una serie de iniciativas que tienen por objetivo la disminución de las desigualdades en la estructura internacional de la producción y circulación de conocimientos. Así, poner foco en la formación de cuadros científicos e intelectuales, mejorar la conexión entre instituciones y académicos de la periferia, obtener más y mejores financiamientos para los centros de investigación y crear agendas y políticas de financiamiento desde y para el sur global se han vuelto propósitos de las iniciativas de integración regional (Sabea, Hanah y Beigel, Fernanda, 2014). A modo de ejemplo podemos mencionar el proyecto solidario de internacionalización del campo científico y académico que se impulsa desde el Mercosur, a partir del año 2008. El acceso a la educación universitaria considerado como un derecho, la universidad fuertemente vinculada con modelos de desarrollo posibles y deseables para la región, el propósito de mitigar las asimetrías, el reconocimiento de fuentes de conocimientos interculturales y el desafío a la hegemonía del inglés a través del plurilingüismo son algunos de los objetivos de esta iniciativa, de carácter instrumental, y que se desprende de metas y proyectos políticos acordados entre los gobiernos de los países involucrados (Asociación de Administradores Gubernamentales, 2018).
En lo dicho hasta aquí, la región se presenta como un espacio en el que las cosas suceden, un escenario para que se corporicen relaciones y procesos, el contexto para que actores/as individuales (las/os científicas/os y sus prácticas) e institucionales, así como las políticas públicas sobre CyT tengan lugar.
Siguiendo a Carlo Piazzini Suárez (2004:153),
Es así como la conceptualización del espacio que ha predominado en las ciencias naturales y sociales, se refiere a: un espacio neutro, isomorfo, isótropo, infinito, uniforme. Se trata de un espacio material, de naturaleza geométrica, entendido como extensión. El espacio como una superficie objetiva, en la que se sitúan y ubican tanto los fenómenos físicos como los sociales o políticos. El espacio escenario es, en lo conceptual, un espacio vacío, un espacio continente o contenedor, que tanto puede representarse lleno de objetos y actores como desprovisto de ellos.
Los estudios sobre CTS han generado una nutrida cartografía de los procesos de construcción y circulación de los conocimientos científicos. Visitar los sitios web en los que se pueden visualizar los mapas de la ciencia (http://www.eigenfactor.org/map/maps.php, https://www.scitech-strategies.com/, entre muchos otros) posibilita ubicar espacialmente las redes, los circuitos y las localizaciones en las que acontece la ciencia actual. Pero, ¿qué es lo que los mapas quieren decirnos?, ¿cuál es el lugar de enunciación de quien los construye?, ¿quién los encarga?, ¿cómo se construyen datos a partir de los mapas? Más allá de su innegable valor instrumental, los mapas son herramientas que, al asociarse con determinadas metáforas y narrativas, cooperan en la consecución de proyectos políticos y contribuyen a naturalizar perspectivas y a fijar categorías para el análisis de los procesos sociales e históricos.
Al respecto, podríamos señalar dos cuestiones: por un lado, que los mapas efectivamente facilitan la comprensión de los componentes espaciales de los fenómenos estudiados, en este caso, la producción de conocimientos en CyT; y por el otro, que ejercen un impacto difícilmente cuantificable en la percepción que las/os científicas/os y funcionarias/os tienen acerca de la posición que ocupan en la geopolítica mundial del conocimiento.
El análisis del espacio así pensado se organiza a partir de la división en unidades de distinta extensión relacionadas jerárquicamente: desde los niveles locales, pasando por las regiones, los estados nacionales, los niveles internacionales, hasta llegar al espacio globalizado. Recorriendo el continuum en uno u otro sentido, la partición del espacio en unidades fijas, discretas, de distinto tamaño, y que se vinculan a partir de redes y circuitos, pone en juego a la identidad de cada una de las unidades y obliga a pensar en límites y fronteras como espacios de relacionamiento entre partes, sea éste de carácter conflictivo o cooperativo. John Agnew (citado por Carlo Piazzini Suárez, 2004) al proponer la noción de trampa territorial nos advierte sobre la ilusión de considerar a cada una de las unidades espaciales como entidades unitarias, que sí se relacionan con otras, pero que no admiten en sí mismas la implicación de las demás.
Desde esta perspectiva, la construcción de conocimientos se sobreimprime en el espacio, que se da por sentado, pero que no es en sí mismo considerado en su potencialidad para ser parte de los procesos de construcción cognoscitiva.
El espacio regional como condición de posibilidad para la construcción de conocimientos
El Grupo Modernidad/Colonialidad y la perspectiva decolonial
La situación de dependencia intelectual y/o académica de América Latina en los procesos de construcción y circulación internacional de conocimientos (Sabea y Beigel, 2014 y Beigel, 2016), los escasos incentivos para que las/os científicas/os lleven adelante las tareas de investigación (Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología –Iberoamericana e Interamericana, 2019) y la noción de mentes cautivas para describir un aspecto de las subjetividades de quienes llevan adelante las prácticas científicas (Alatas, 1974) podrían entenderse como componentes, entre tantos otros, del paisaje de la CyT en la región. Pero es entonces cuando se hace necesario advertir que concebir a los espacios como paisajes o como escenarios suele ser consecuencia de un posicionamiento epistemológico cartesiano que postula que, para conocer a dichos espacios es necesario recorrerlos en toda su extensión, identificar actores y describir sus particularidades, instituir divisiones y subdivisiones y trazar límites, crear mapas, señalar hitos y fijar ubicaciones, analizar fenómenos y establecer causalidades preferentemente lineales. Pero no es ésta la única manera de entender a los espacios y a lo que en ellos sucede.
A partir de la segunda mitad del siglo XX diversas corrientes de pensamiento (poscolonialistas, orientalistas, de estudios culturales), procedentes de distintos campos disciplinares, han puesto atención en las potencialidades epistémicas de las espacialidades. En Latinoamérica una iniciativa en particular se destaca por sobre otras: se trata del Grupo Modernidad/Colonialidad, punto de encuentro de intelectuales latinoamericanos provenientes de las ciencias sociales y humanas, quienes producen análisis y reflexiones sobre América Latina que buscan encarnadura en el trabajo con las comunidades y los movimientos sociales, en ocasiones tornándose intervenciones políticas.
La teoría de la colonialidad del poder planteada por Aníbal Quijano (sociólogo peruano) encontró un soporte de ampliación en este Grupo que, en sus orígenes estuvo conformado por Enrique Dussel (filósofo argentino), Walter Mignolo (semiólogo argentino) y el propio Quijano, a quienes se sumaron muy pronto Santiago Castro-Gómez (filósofo colombiano), Arturo Escobar (antropólogo colombiano), Edgardo Lander (sociólogo venezolano), Fernando Coronil (antropólogo venezolano), Nelson Maldonado Torres (filósofo puertorriqueño), Ramón Grosfoguel (sociólogo puertorriqueño) y Catherine Walsh (lingüista norteamericana), quien trabaja desde la perspectiva de los estudios culturales en Ecuador (Borsani, 2012; Caggiano; Díaz Abrahan y Tosto, 2020; Cuaspa Ropaín, 2018 y Pachón Soto, 2008).
Aníbal Quijano introdujo la noción de colonialidad del poder para dar cuenta de cómo la modernidad europea, considerada como el período que se inició en el siglo XVI y que se extiende hasta nuestros días, gestada al calor de la conquista y colonización de América, produjo un reordenamiento del mundo en su totalidad y se impuso a los pueblos colonizados, aún después de que el periodo colonial finalizara. Como punto de partida, el Grupo introdujo una diferencia entre dos términos, claves para alcanzar el entendimiento de su propuesta:
Colonialidad no significa lo mismo que colonialismo. Colonialismo denota una relación política y económica, en la cual la soberanía de un pueblo reside en el poder de otro pueblo o nación, lo que constituye a tal nación en un imperio. Distinto de esta idea, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en vez de estar limitado a una relación formal de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí, a través del mercado capitalista mundial y de la idea de raza. Así, pues, aunque el colonialismo precede a la colonialidad, la colonialidad sobrevive al colonialismo (Castro-Gómez, y Grosfoguel, 2007:13; Maldonado-Torres, 2007:131).
La Modernidad fue (y continúa siendo) posible, según lo explica Quijano, en primer lugar porque impuso (e impone) un sistema de dominación asentado en un entramado de relaciones sociales intersubjetivas, basadas en la clasificación social jerárquica de la población mundial, y sostenido en la configuración y naturalización de la idea de “raza”, como primera categoría social. La racialización delimitó de modo decisivo la ubicación de cada persona y de cada pueblo en las relaciones de poder globales, y también delimitó la ubicación de cada persona dentro de su comunidad de pertenencia. En segundo lugar, el mismo movimiento histórico racializador produjo identidades (indios, negros, blancos) que se vincularon a través de nuevas relaciones sociales materiales de producción, articulados todos ellos en una única estructura de producción de mercaderías para el mercado mundial: el capitalismo (de Assis Clímaco, 2014). Es en ese sentido que Modernidad y Colonialidad son dos caras de un mismo proceso, y se definen mutuamente entre sí.
Las y los integrantes del Grupo Modernidad/Colonialidad ensancharon la propuesta de Quijano hacia el plano epistemológico. La colonialidad también es colonialidad del saber, y ya en el año 2000 Edgardo Lander coordinó la publicación de La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas (Lander, Edgardo, 2000), una obra colectiva en la que se propusieron elaborar alternativas teóricas y políticas culturales que desafiaran al neoliberalismo y al posmodernismo presentes en la región. En el capítulo de su autoría, Aníbal Quijano (2000) describió sintéticamente la racionalidad eurocéntrica, caracterizada por una visión dualista (cartesiana) acerca de la relación entre objeto y sujeto de conocimiento, indiferente a las coordenadas sociohistóricas para situar a ambos; por su pretensión de universalidad que se deriva del presupuesto de la objetividad; por la no implicación del investigador y la reificación de los fenómenos sociales; y, por último, por la adhesión a la idea con que la Modernidad piensa a los cambios en las sociedades, esto es, la idea de un proceso evolutivo dirigido ineludiblemente hacia el progreso. Se trata de una racionalidad “…con eficacia naturalizadora, que pensaba y organizaba la totalidad del tiempo y del espacio, y a toda la humanidad, a partir de su propia experiencia, al colocar su especificidad histórico-cultural como patrón de referencia superior y universal” (Beigel, 2016:6)
Las reflexiones de las/os integrantes del grupo no se agotan en el análisis de las condiciones impuestas por la colonialidad a los procesos de construcción y circulación de los conocimientos, sean estos científicos o no. Decolonización es el término con el que invitan a una revuelta epistémica, para cuestionar en forma constante a la hegemonía de la episteme eurocéntrica y con el objetivo de crear nuevas formas de construir conocimientos a nivel local y de rescatar aquellos saberes propios de los pueblos dominados del continente. En el pensamiento de Quijano la posibilidad de procesos sociales alternativos en América Latina encuentra su fundamento en las epistemologías, no en una en particular sino en su diversidad, y en la fertilidad que poseen para articular en sí mismas los procesos de construcción de memoria, imaginación, percepción, comunicación y conocimiento, vividos por los pueblos del continente, sobre todo por los pueblos originarios (Quijano, 2015)
La decolonización del patrón de poder es la idea que le permite a quienes conforman el Grupo Colonialidad/Modernidad promover y acompañar las respuestas de las poblaciones indígenas al neoliberalismo y su resistencia a la globalización en una propuesta a la que denominan “Bien vivir”, cuyo fundamento se encuentra en el reconocimiento de la heterogeneidad social e histórica de las sociedades latinoamericanas. Por otra parte, con la invitación a decolonizar el patrón de saber, sus propósitos podrían sintetizarse alrededor de alcanzar la visibilización y la valoración de los modos en que los pueblos colonizados conocen y se vinculan con la naturaleza y entre sí, modos que han sido, y son en la actualidad, objeto de acciones de violencia epistémica; impulsan con ello el desarrollo de una racionalidad diferente, en el sentido propuesto por Walter Mignolo (2003), es decir, en la formulación de una epistemología construida geopolíticamente desde la diferencia colonial.
En los planteos críticos a la colonización del saber realizados por el Grupo Modernidad/Colonialidad, la cuestión del espacio, con sus muchas acepciones (metafóricas, representacionalistas, esencialistas), es una clave para la construcción de entendimientos nuevos y/o alternativos acerca de América Latina. Sus reflexiones son de carácter transdiciplinario y cuestionan, hacia adentro, la eficacia de la producción de conocimientos a partir de divisiones disciplinares y, hacia afuera, reclaman hacer explícitos los lugares de enunciación de las ideas, y virar desde un locus de enunciación euro-centrado hacia espacios propios de los conocimientos elaborados por los grupos subalternizados del continente. Epistemologías fronterizas, epistemologías del sur, epistemologías otras, todas ellas tienen en común el que abogan por una simetría epistémica que sea el fundamento para establecer relaciones dialógicas entre colonizadores y colonizados, procuran romper las relaciones de dependencia intelectual y/o académica, impugnan el valor de universalidad que pretenden los conocimientos producidos en el norte global y rechazan sus criterios y metodologías para establecer la validez y la confiabilidad de los mismos. En el caso de las epistemologías fronterizas, Mignolo (2005:12) observa que “La reflexión sobre espacios geográficos y localizaciones epistemológicas es posible y es promovida por las nuevas formas de conocimiento que se están produciendo en las zonas de legados coloniales, en el conflicto fronterizo entre historias locales y diseños globales”.
En tanto, para Boaventura de Sousa Santos (2011) en las epistemologías del sur, el término sur remite a un espacio que merece ser tratado en relaciones de igualdad con respecto al norte, un espacio que ha sido y es habitado por quienes han sido objeto de violencias y de injusticias políticas, sociales, económicas y también epistémicas, y que buscan ser reconocidos en sus genuinas y diversas maneras de conocer. “La epistemología del sur implica el reconocimiento de la heterogeneidad de estos saberes y de las dinámicas de interconexión entre regiones guardando la autonomía” (Asprella y Schulz, 2020:189).
Las epistemologías otras, tal como las propone Catherine Walsh (2007) nutren análisis intelectuales que para alcanzar su cometido se valen de autores e ideas no tenidos en cuenta por las tradiciones euro-centradas. Es así que Felipe Guamán Poma de Ayala, Quobna Ottobah Cugoano, Gandhi, Fanon, Cesaire) se vuelven referentes para la tarea de esbozar los alcances y los límites de la pluriversalidad del mundo, los procesos emancipatorios de los países periféricos y las vinculaciones posibles entre los habitantes humanos y no humanos del planeta.
Diálogos y reciprocidades. Intercambios genuinos. Singularidades y reconocimientos. La decolonización del patrón de saber supone “Una incompletud recíproca, ya no un diálogo que se sustenta en el intento de una completud homogeneizante (pretensión de universalidad), la idea de una imposibilidad de completitud cultural” (de Sousa Santos, 2011).
La perspectiva decolonial ha posibilitado que una mirada geopolítica ingrese al campo de los debates sobre los procesos de construcción y circulación de los conocimientos en la región latinoamericana. Dicha perspectiva geopolítica torna visible a la jerarquización de epistemologías (positivistas por sobre otras) y de lenguas (inglés, francés, alemán, italiano, por sobre otras) y muestra que el norte global, o el sur global, no designan espacios geográficos, sino geopolíticos. Espacios con valor epistémico, en los que se implementan políticas que impactan “sobre los modos de conocer, de producir conocimientos, de producir perspectivas, imágenes y sistemas de imágenes, símbolos, modos de significación; sobre los recursos, patrones e instrumentos de expresión formalizada y objetivada, intelectual o visual” (Quijano, 1992) Es por estas mismas razones que Walter Mignolo (2005) llama la atención sobre la relación entre espacios geográficos y localizaciones epistemológicas porque, para él, los espacios geográficos son espacios configurados por historias coloniales, no son sólo historias locales, sino que adquieren la particularidad de ser historias localizadas.
Desde una perspectiva geopolítica es posible problematizar la asignación de lugares centrales o periféricos en la división del trabajo científico (Restrepo y Rojas, 2010), operación mediante la cual el conocimiento producido por las periferias tiene valor local pero no es exportable hacia las regiones centrales, las que son las encargadas de producir el saber de carácter universal. El Grupo Modernidad/Colonialidad se pregunta, así, el porqué y el cómo es que las teorías del tercer mundo son sólo locales mientras que las teorías producidas en Europa o en Estados Unidos son exportables y de valor global (Mignolo, 2005).
Por otra parte, la reflexión geopolítica sobre los procesos de construcción de conocimientos permite asumir una postura crítica a la Modernidad/Colonialidad y a la caracterización del conocimiento, sobre todo del conocimiento científico, como neutral, objetivo e imparcial. Esconder el lugar de enunciación y ocultar los significados que están implicados en las espacialidades desde las cuales se producen los saberes posibilita a quien los enuncia adoptar una perspectiva universal que se deshace del significado de la localización geopolítica. Por el contrario, si se hiciera visible el lugar de enunciación, los conocimientos se tornarían situados en un contexto de relación de fuerzas (Maldonado Torres, Nelson, 2006) en el que, quien enuncia, no podría reservarse para sí mismo un promontorio, una plataforma neutra de observación (Castro Gómez y Grosfoguel, 2007).
Desde una posición de conquistadora y colonizadora, la episteme de la Modernidad/Colonialidad barrió con las formas de conocimiento “irracionales” del continente, desconociendo su riqueza, su diversidad y también su eficacia.
Los estudios socioespaciales
En diálogo con las propuestas del Grupo Modernidad/Colonialidad, y también con reflexiones provenientes de otras áreas (geografía, cartografía, estudios feministas, sociología de la ciencia), a partir de los años 90 viene desarrollándose en América Latina un campo de estudios sobre Geopolítica Crítica del Conocimiento. Tal aproximación analítica resulta de interés epistemológico dada la capacidad del enfoque para plantear, con otras claves, las problemáticas analizadas por los estudios sobre CTS, y también otras nuevas. Se trata de una Geopolítica Crítica porque, advertidos sobre que las relaciones entre espacio y conocimiento operan en distintas escalas (Piazzini Suárez, 2004), quienes participan del campo se refieren a una geografía de la ciencia, en la que se pueden identificar sitios y materialidades (las prácticas científicas, los laboratorios, los experimentos, los resultados obtenidos, las políticas públicas, los sistemas de evaluación y circulación de los conocimientos científicos, entre otros/as actores/as) que se vinculan entre sí a partir de reglas de juego impuestas y/o consensuadas con las distintas instancias de los poderes políticos.
La propuesta es particularmente sensible a visibilizar los lugares de enunciación del conocimiento y a desenmascarar el propósito de su omisión como condición para producir enunciados generales,
En dónde -en términos geográficos y arquitectónicos- se produce conocimiento, cómo operan los distanciamientos espaciales entre quien conoce y lo que busca conocer y cuál es la jerarquía geopolítica que rige los lugares de producción o consumo de conocimiento, son asuntos que contribuyen de manera relevante a otorgar o cancelar autoridad epistémica a los saberes (Hernández Ciro; Piazzini Suárez; Posada Restrepo y Urrea Jiménez, 2012:92).
Las y los investigadoras/es del campo entienden que el espacio y las espacialidades han sido desigualmente tratados en las ciencias sociales con respecto al privilegio del que han gozado en sus análisis el tiempo, la historia y la dimensión social de los fenómenos estudiados, y que la potencia epistémica de la noción de espacio y de las espacialidades puede vislumbrarse si son considerados como un factor dinámico en la conformación de la realidad social y una condición de posibilidad para la vida de las materialidades que los habitan, sean éstas humanas o no.
Lo dicho hasta aquí conlleva la necesidad de reconocer que la comprensión del espacio ha sido habitualmente planteada en términos estáticos y esencialistas. Es por ello que las nociones de lugar, territorio, región y frontera, entre otras, requieren ser revisadas a fin de que puedan albergar en sí mismas el carácter relacional y de dinamismo propio de las realidades espaciales. Una definición no esencialista del espacio no participa de la clásica polaridad objetividad/subjetividad,
No hay lugar para un subjetivismo o idealismo en la medida en que se reconoce que el espacio, como exterioridad, como extrañamiento, afecta la existencia, incluyendo el pensamiento, y no hay lugar para un objetivismo en la medida en que el espacio no es de ninguna manera un receptáculo que puede ser vaciado de sus contenidos sin que pierda su condición de existencia: el espacio es en la medida en que se habita, usa y significa (Piazzini Suárez, 2004:154).
Siendo coherentes con esta idea de espacio, las cartografías también son analizadas desde una perspectiva crítica. Los mapas pierden el poder de naturalizar las relaciones entre los/as actores/as y las espacialidades en favor de generar una visión comprensiva de las relaciones entre ellos. A modo de ejemplo, los mapas de la ciencia mencionados más arriba son interpelados para que puedan tener en cuenta también a las formas no hegemónicas de construcción y comunicación de los conocimientos científicos, localizando los orígenes de los productos científicos pero también “las territorialidades a diferentes escalas que rigen o resultan afectadas por dichas prácticas [científicas], así como las redes mediante las cuales diferentes prácticas y trayectorias locales o nacionales de la ciencia interactúan” (Piazzini Suárez, 2017:75).
Ni contextos, ni escenarios, ni reflejos, los espacios se constituyen gracias a las prácticas situadas, que ponen en acción a las nociones de territorio, paisaje, frontera, región, y otras, en las que las materialidades habitan y en las que establecen redes a distintas escalas. Con una ontología del espacio tal como la hemos planteado en este apartado, con el convencimiento de que las espacialidades condicionan los modos con los que podemos conocer, ¿cómo pensar la construcción de conocimientos científicos?, ¿cómo podrían caracterizarse las epistemologías basadas en el lugar? Para Duncan y Ley (citados por Piazzini Suárez, 2004:161),
… el problema que surge es que los discursos empleados para expresar el conocimiento del espacio están sujetos no sólo a la carga teórica con la cual los marcos de referencia disciplinar o filosófica ordenan los procedimientos de investigación, sino además por actores ideológicos imperantes en el contexto sociocultural y político de los investigadores.
La propuesta de espacialización crítica que llevan adelante los Estudios Socioespaciales (Hernández Ciro; Piazzini Suárez, Carlo; Posada Restrepo, y Urrea, 2012) es una estrategia para comenzar a responder estos interrogantes. De carácter fuertemente inter y transdisciplinario reúne a investigadoras/es y científicas/os dispuestos a formular problemas de conocimiento y a cruzar los límites de los saberes tradicionales, en el entendimiento de que “pensar y conocer son ya cuestiones espaciales, que una “geografía del pensamiento” implica “pensar el espacio en y desde el cual pensamos”, empezando por el cuerpo del sujeto cognoscente” (Piazzini Suárez, 2017:77). Como ejemplo de ello, sobre la cuestión de la internacionalización de la ciencia han mostrado que existe una posición geográficamente selectiva de los países centrales a la hora de considerar si un producto científico local califica (o no) para ser considerado un producto internacional.
Solidarias/os con las propuestas del pensamiento decolonial, advierten que algunas de las nociones centrales para los debates contemporáneos en el campo de CyT (autonomía, dependencia, objetividad, entre otras), y las dinámicas de interacción entre las/os distintas/os actores/as intervinientes (universidades, estados, individuos) cargan con sentidos que naturalizan un modo particular de llevar adelante las prácticas científicas, un modo que se impone con valor hegemónico y que obtura la posibilidad de la diversidad epistémica para el tratamiento de los problemas de investigación.
Para los Estudios Socioespaciales los conocimientos, todos ellos, son situados, lo que se traduce en el reconocimiento de su carácter espacial y procesual, y en el entendimiento de que han sido generados en determinadas situaciones sociales e históricas que implican relaciones directas con factores políticos y culturales. Es importante resaltar en este punto que situado no es sinónimo de local.
Para que un conocimiento local logre “situarse” requiere todavía de avanzar en ejercicios críticos, reflexivos, colaborativos y sensibles a epistemologías incorporadas, además de tener la capacidad de dialogar en redes más amplias con el propósito de producir nuevas objetividades y cosmopolitismos[2]” (Piazzini Suárez, 2014:26).
Dicho con otras palabras, los procesos de construcción de conocimiento se comprenden desde el marco de una Geopolítica Crítica, admitiendo la participación de diversos/as actores/as y materialidades que se vinculan en distintos niveles escalares. El carácter parcial de los conocimientos que se deriva de la consideración de la situacionalidad, lejos de entenderse como sesgo local de un conocimiento universal, recoge para sí el valor de privilegio epistémico, al servicio de lograr el conocimiento de realidades particulares. Así, el desafío de pensar la objetividad científica por fuera del pensamiento hegemónico ha llevado a valorizar la contingencia de los procesos de construcción de conocimiento como un argumento a favor de la propuesta de autoridad epistémica local y alternativa, sin por ello renunciar a la pretensión de objetividad científica.
Conclusiones
El propósito de este escrito fue el de problematizar la noción de región en tanto espacialidad en la que tienen lugar los procesos de construcción de conocimientos en CyT. La tarea llevó a considerar cuál era la ontología del espacio subyacente a dos campos de estudios que abordan la temática. Por un lado, el de los estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad, vinculados con la sociología y la sociología de la ciencia; por el otro, el de los Estudios Socioespaciales, que mantiene diálogos fecundos con la Geopolítica Crítica del Conocimiento y el pensamiento decolonial.
Es claro que esta primera aproximación a la temática no ha podido superar el obstáculo de una presentación polarizada de las propuestas consideradas. Sumar autores, perspectivas teóricas, abordajes empíricos y colaboraciones inter y transdisciplinarias necesariamente contribuirá a morigerar la polarización, en la búsqueda de una construcción dialéctica de las reflexiones y los análisis sobre las espacialidades en relación con el campo de los conocimientos en CyT en América Latina.
No obstante, para finalizar, y aun cuando los objetivos se han cumplido de manera parcial, hay algunos enunciados en el texto que se destacan por su potencial para ser objeto de futuras investigaciones y que podrían revestir especial interés para la región. En primer lugar, la admisión de la necesidad de examinar formas nuevas o alternativas para conectar los lugares de enunciación con los conocimientos producidos y de, insoslayablemente, hacer explícitos los lugares de enunciación a los interesados en dichos conocimientos. En segundo lugar, la cuestión de los conocimientos situados: la tarea que supone construir conocimientos situados a partir de conocimientos locales y el privilegio de los conocimientos situados para construir objetividad, en términos aceptados por la comunidad científica. Tercero, el análisis crítico de cartografías y otras formas de representación de las dinámicas contemporáneas de los desarrollos científicos y tecnológicos, puestas en relación con la naturalización de los procesos y sus explicaciones. Por último, el reconocimiento del hecho de que las nociones de espacio y espacialidades se asocien a las de territorios y fronteras puede, además, impulsar la reflexión sobre la conformación de las identidades de las comunidades científicas y desafiarlas en la institucionalización de redes transdisciplinarias.
Agradecimientos
Agradezco los aportes realizados al manuscrito original por uno de los revisores, los que me permitieron plantear con mayor claridad la vinculación entre los estudios socioespaciales y las perspectivas decoloniales.
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Notas
Cosmopolitismo hace referencia al carácter de los conocimientos construidos interculturalmente. El término va en un sentido opuesto a la noción de universalidad pretendida por las epistemologías positivistas.