Dossier

Movilidades estructuradas juveniles en contextos rurales. Un trabajo situado en Patagonia

Structured youth mobility in rural contexts. A work located in Patagonia

Aymará Barés
UNRN/Conicet, Argentina

Movilidades estructuradas juveniles en contextos rurales. Un trabajo situado en Patagonia

Millcayac, vol. X, núm. 18, 2023

Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 28 Noviembre 2022

Aprobación: 02 Diciembre 2022

Resumen: Este artículo sistematiza los principales hallazgos del trabajo de investigación sobre jóvenes en dos pueblos rurales de la norpatagonia argentina; puntualmente, Ñorquin-co y Cushamen.

A partir de una metodología de corte cualitativo y un enfoque que contempla la intersección de clivajes, se analiza el modo en que las formaciones de alteridad construyen, en presente, trayectorias disponibles --comprendidas como movilidades estructuradas--.

Este trabajo aporta a pensar la diversidad en los modos de ser jóvenes en contextos no urbanos reivindicando los aportes de los estudios culturales para pensar las estructuraciones materiales vinculadas a prácticas de representación y producción de sentido.

Palabras clave: Juventudes, ruralidades, pueblos originarios, movilidades estructuradas.

Abstract: This article systematizes, in order to make public, the essentials sussessful of the research work, which has lasted more than ten years, on youth trajectories in rural communities of the Argentinean northern Patagonia; specifically, Ñorquin-co and Cushamen.

Based on a qualitative methodology and an approach that contemplates the intersection of cleavages, the way in which the formations of alterity construct, in the present, available trajectories --understood as structured mobilities-- is analyzed.

This work contributes to think about the diversity in the ways of being young in non-urban contexts, recognizing the contributions of cultural studies to think about the material structurings linked to practices of representation and production of meaning.

Introducción

Este artículo presenta los aportes del trabajo de investigación realizado entre 2014 y 2019, en dos localidades de norpatagonia, en Argentina. El interés en la temática y su abordaje a través de distintas herramientas comenzó a partir de la sucesión de emergentes que visibilizaban malestares en les jóvenes. El trabajo se extiende a la actualidad haciendo foco en rasgos que evidencian nuevas agencias juveniles en estos contextos. Ni la historia ni las historias tienen puntos claros de inicio o fin. Podría decirse que más bien hay líneas que, a partir de las tensiones que las atraviesan, generan eventos manifiestos con su propia genealogía. Siguiendo este principio, para entender el panorama complejo en relación con les jóvenes en los territorios mencionados, la inspiración fue remontarnos a la historia para comprender el presente y las formas de estructurar los futuros.

En el límite entre las provincias argentinas de Chubut y Río Negro, las localidades Ñorquin-co y Cushamen están emplazadas en las ‘reservas indígenas o colonias pastoriles’ creadas a fines de siglo XIX, luego de sucesivas campañas militares del estado argentino que concluyeron en poblaciones originarias diezmadas, campos de concentración, y dispersión de las familias (Delrío, 2005; Ramos, 2010; Mases, 2010; Lenton, 2019).

Ambas localidades se encuentran cercadas por estancias de la multinacional Benetton, de 999 mil hectáreas. Asentadas en sierras y mesetas, con pastizales de estepa, predomina la cría de ovinos y caprinos. La densidad poblacional es muy baja en las áreas rurales –0,1 habitantes por Km2– concentrada en ambos núcleos poblacionales. La estructura predial, originada en la expropiación estatal de tierras a los pueblos originarios durante las campañas militares entre 1878 y 1885 --denominadas por la historia oficial como ‘Conquista del desierto’ y por los pueblos originarios desplazados como ‘Winka futa malon’-- resulta en la convivencia -no necesariamente armónica- de latifundios de capitales extranjeros y pequeños productores de origen mapuche tehuelche en su gran mayoría.

La falta de infraestructura en los predios afecta la calidad de vida y dificulta el asentamiento rural. Se suma a esto, un proceso de desertificación y problemas productivos originados por el cercado y manejo discrecional de los cursos de agua por parte de los terratenientes y la sobrecarga animal de tiempos pasados que dejó suelos degradados. Estos factores causan importantes desplazamientos migratorios y abandono de establecimientos. Los jóvenes varones de zonas rurales son absorbidos como mano de obra por las grandes estancias --la mayor parte en manos de extranjeros como Benetton o ‘Hidden Lake’, propiedad del magnate inglés Lewis-- o de provincias donde la estructura latifundista se acentúa, como Santa Cruz (Minieri, 2006). A partir de la preocupación por la migración de les jóvenes, las comunidades se organizaron en pos de la creación de escuelas secundarias. La creación de las mismas –en 2004, Ñorquin-co y 2010, Cushamen– hizo que les jóvenes empezaran a quedarse. Y que, en vez de integrarse a la vida adulta o migrar por estudio o trabajo, permanecieran más tiempo en los pueblos.

Inscribimos esta investigación en los estudios sobre juventudes a través de modos históricos, contextuales y plurales de pensar la juventud (Bourdieu, 1992; Margulis y Urresti, 1996; Reguillo, 2000; Chaves, 2010). Asimismo, la literatura sobre el tema nos fue inclinando, a partir de las tensiones teórico-metodológicas y del mismo campo, hacia los estudios sobre juventudes rurales, pues compartíamos dilemas acerca del modo en que éstas eran identificadas y en las propias adscripciones. Estos estudios (Kropff, 2008, González Cangas, 2003, Urteaga, 2010; Pacheco, 2010) alimentan nuestro trabajo en función de dos tesis centrales: en su cuestionamiento a la perspectiva urbano céntrica (Feixa Pampols y González Cangas, 2006) de la tradición académica sobre las juventudes; y en el señalamiento de que, cuando logran ser visibilizadas en el mundo rural como sujeto promotor de desarrollo, se continúan invisibilizando aspectos y prácticas que las diversifican (Bevilaqua Marin, 2009; Pezo Orellana, 2014).

Era necesario indagar en la literatura que nos permitiera ampliar la forma de entender la ruralidad. En provincias donde la densidad poblacional es tan baja, los habitantes se sienten urbanizados, son del ‘pueblo’ y perciben como pertenecientes a ‘lo rural’ a quienes viven en 'parajes'. Gustos y actividades pueden ser compartidos en distintas locaciones, pero son vividos y sentidos de modo diferente. Las configuraciones juveniles son diversas, y así también lo son las configuraciones espaciales en las que ellas se despliegan.

Consideramos que no es posible entender la ruralidad desde una noción homogénea, que se respalda en el continuum que opuso campo y ciudad. Esta dicotomía campo ˗ ciudad --construida pero también cuestionada en el mundo académico-- fue repensándose a partir de las interrelaciones de lo rural con lo urbano que se han ido acelerando y/ o profundizando, en lo que puede pensarse como un proceso de expansión del capitalismo a escala global y que atraviesa todos los espacios (Brenner, 2013). Formando parte de ello, la emergencia de las tecnologías de la información y la comunicación, los consumos y accesos que conllevan.

Así, diversos conceptos como ‘rururbanidad’ (Cimadevilla, 2005, Ávila Sánchez, 2005), ‘rural-urbano’ (Gareis, 2018), ‘nueva ruralidad’ (Torres-Mazuera, 2012), o el de ‘ruralidad urbanizada’ (Torres-Mazuera, 2012), intentan dar cuenta de estas vinculaciones y configuraciones espaciales y de los procesos que en ellas se despliegan.

Juventudes y ruralidades son términos que no se contraponen; al pensarlos en sus cruces junto con otras intersecciones, amplifican los modos de comprender las realidades en su diversidad, las tensiones que se presentan y mejorar herramientas para transformarlas (Hirsch, Barés, Roa, en prensa).

Esta investigación procura comprender las disputas de sentido en las trayectorias practicadas de les jóvenes de estos territorios, dilucidando, por un lado, qué hacemos les adultes para que les jóvenes interpreten qué es lo que hay para elles; y, por otro lado, trata de visibilizar cuáles son las posibilidades practicadas; es decir, las trayectorias juveniles en estos contextos comprendidas como movilidades estructuradas.

Las preocupaciones propias de mi campo disciplinar me llevaban a reconocer un conjunto de regularidades discursivas hegemónicas que dialogaban en las prácticas de les jóvenes. De este modo, las consideré parte del horizonte hegemónico de sentidos, observando cómo les jóvenes discutían --o aceptaban, en apariencia no siempre consciente-- esas premisas.

Indagué, para pulir mis herramientas de trabajo, la categoría conceptual “discursos hegemónicos” (Angenot, 2012) que me habilitó a entrever y analizar las estructuras condicionantes y las prácticas discursivas que construyen representaciones sociales y, con base en estas, espacios disponibles para vivir. En esas prácticas discursivas se (re)producen, de formas particulares, las condiciones materiales actuales en pliegue con las históricas. Inscribiéndose, de este modo, este trabajo en el marco de los estudios culturales, comprendiendo las prácticas culturales en relación a los complejos procesos que involucran la transmisión, la producción de sentido, la construcción identitaria y subjetiva y los modos de vinculación entre pares, entre generaciones e incluso con el territorio (Hall, (1987) 2010).

Este trabajo de investigación tiene en cuenta los estudios de trayectorias juveniles desarrollados desde el encuadre sociológico, pero focaliza la noción de trayectoria en relación a la categoría de movilidades estructuradas (Grossberg, 1992).

Los estudios sociológicos sobre trayectorias remiten a la consideración de los procesos vitales de los actores sociales y aportan luz sobre las relaciones entre la agencia humana y las estructuras sociales (Macri y Uhart, 2013). De acuerdo con Kossoy (2014), el término trayectoria utilizado en la obra de Bourdieu grafica el posicionamiento de una persona o un grupo en el espacio social, en relación con su entorno y a través del tiempo; así como también tiene en cuenta el desplazamiento por el espacio social, condicionado por mecanismos que lo estructuran y configuran la trayectoria individual. De este modo, el interés por el recurso biográfico se centra en la potencialidad de poner en relación los niveles micro del tiempo biográfico con los niveles macro del tiempo histórico, develando las tensiones entre estructura y agencia (Kossoy, 2014).

Según Bourdieu (2002), a un volumen determinado de capital heredado corresponde un haz de trayectorias relativamente equiprobables, que conduce a posiciones más o menos equivalentes. Sin embargo, también plantea que la posición y la trayectoria individual no son estadísticamente independientes, no siendo igualmente probables todas las posiciones de llegada para todos los puntos de partida. Esto implica que existe una correlación muy fuerte entre las posiciones sociales y las disposiciones de los agentes que las ocupan, de lo que depende tanto la posibilidad/capacidad de agencia, como el modo en que se estructuran/construyen estas posiciones.

Lawrence Grossberg (1992, 1996, 2009, 2010) señala que mientras en el concepto de trayectoria tradicionalmente se subraya la dimensión temporal –que permite trabajar diferentes eventos de una persona a lo largo de su vida, cuestionando la lógica moderna que escinde tiempo y espacio–, es posible que la noción de trayectoria también nos permita contar las movilidades estructuradas que están atravesadas y configuradas espacialmente, ya sea porque las personas son confinadas a determinadas geografías, o porque esas geografías forman parte de cómo se piensan y cómo piensan sus posibilidades.

Para pensar las movilidades estructuradas, Grossberg (1992, 1996, 2009, 2010) describe tres tipos diferentes de maquinarias con efectos estructuradores, estas son las diferenciadoras, estratificadoras y territorializadoras. Las maquinarias diferenciadoras afectan cómo se constituyen identidades, sistemas de percepción y autopercepción del sí mismos y de otres. Las maquinarias de territorialización condicionan la capacidad de agencia, pues van trazando tipos de recorridos que nos colocan en ciertos lugares dentro de las estructuras sociales, permitiendo o imposibilitando ciertas trayectorias y desplazamientos. Las maquinarias estratificadoras nos permiten acceder o no a ciertas experiencias y construcciones subjetivas, lo que incide en nuestras subjetivaciones como personas (Grossberg, 1992).

Así, la noción de trayectoria con la que trabajamos en esta investigación habla de desplazamientos en tiempo/espacio; habla de sistemas de circulación específicos relacionados con las representaciones sociales imbricadas en estas espacialidades. Lo cual habilita los aportes que el campo de la comunicación y los estudios culturales hacen a los estudios sobre trayectorias, ya que ellas van tomando forma en la medida que las personas construyen sentido, reproducen, tensionan o disputan las estructuras condicionantes --y parte de esas estructuras se vinculan a prácticas discursivas y representaciones sociales que tienen efectos materiales.

Esto ayuda a pensar cómo ciertas trayectorias específicas se relacionan con trayectorias históricas, no sólo como ‘mandatos’, sino también en tanto huellas que, aunque no verbalizadas están presentes y se relacionan con la propia senda. Las formaciones de alteridad (Briones, 2005) refieren al modo en que el Estado y la idea de nación argentina, con un poder denotado, va generando otros/alteres para constituirse y consolidarse; estos otros ocupan un lugar subordinado en una relación de dominación, que es posible gracias a la consolidación de la ‘imagen’ o ‘representación’ de esos otros como inferiores respecto de los centros materiales y simbólicos de poder.

Para Hall, el lenguaje opera como un sistema representacional siendo el medio privilegiado con el que producimos sentido acerca de las cosas, del mundo y de nosotros mismos. Los significados sólo pueden ser compartidos a través de nuestro acceso común a la cultura; el lenguaje es considerado clave para la comprensión de los valores y significados culturales. El lenguaje, dice Hall, es uno de los medios con los que pensamientos, ideas y sentimientos son representados en una cultura. Esa representación es central al proceso por el cual el significado es producido (Hall, 1997).

Que “el significado no es transparente y no sobrevive intacto al pasaje de la representación” es algo que retoman numerosas teorías del campo de la comunicación, pero Hall agrega que aquél “nunca está finalmente fijado. Siempre está siendo negociado y en resonancia con nuevas situaciones” (Hall, 1997: 9, 10). No tenemos una forma lineal o racional de relacionar significados, sino que, por el contrario, ellos movilizan poderosos sentimientos y emociones, se inscriben en relaciones de poder, circunscriben lo normal/lo anormal, lo que está incluido y lo que está excluido (Hall, 1997:11). Entonces, ¿cómo se produce?, ¿cómo producimos sentido? De acuerdo con Hall, “la relación entre la ‘cosa’, conceptos y signos está en el corazón de la producción de sentido dentro de un lenguaje. El proceso que vincula estos tres elementos y los convierte en un conjunto es lo que denominamos representaciones” (Hall, 1997:11). Es el sistema de representaciones lo que construye el sentido, y somos nosotros quienes lo fijamos de manera reiterativa, tan firme, que luego parece natural e inevitable (Hall, 1997:11). Cuando pensamos la producción de sentido, nos referimos al proceso de significar en el que el acto de recepción se vuelve también un acto de producción (Martín Barbero, 1987:232). ‘Dar sentido’ es localizarse a uno mismo y a la experiencia y condiciones propias, en los ‘discursos’ ideológicos ya objetivados (Hall, (1985) 2010: 228).

A diferencia del análisis semiótico, la aproximación discursiva “es más concerniente con los efectos y consecuencias de la representación. Examina no sólo cómo el lenguaje y la representación producen significado, sino cómo el conocimiento producido por una práctica discursiva particular conecta con el poder, regula conductas, construye identidades y subjetividades y define el modo cierto en que las cosas son representadas, practicadas y estudiadas” (Hall, 1997:6). El discurso conecta con las relaciones históricas que lo posibilitan, y que, a su vez, deviene contexto habilitado por los mismos discursos.

Las decisiones metodológicas -ligadas a la construcción del marco teórico- permitieron entender los discursos hegemónicos como parte fundamental del contexto en el que se construye el mundo disponible para les jóvenes. Para analizarlos, la perspectiva de Angenot (2012), del enfoque sociosemiótico, se articula con los estudios culturales, permitiendo abordar los discursos del mundo adulto en cierto detalle, contextualizando de qué forma se ha ido construyendo discursivamente ese mundo disponible.

Se seleccionó un corpus de discursos públicos que permitiera contextualizar los marcos enunciativos del mundo adulto, que visibiliza las representaciones de lugar, las identidades adscritas y las relacionadas a jóvenes de la región. Se enmarcaron perspectivas construidas históricamente, formaciones de alteridad, cristalizadas en representaciones gráficas que aún producen efectos.

Para contextualizar las representaciones sobre las juventudes, incorporamos noticias en las que se retrata a los pueblos y su población joven. Accedimos, de ese modo, a la construcción de alteridad georreferenciada. En términos de Hall (1997) una aproximación discursiva que explicita el encuadre con el que estas localidades y sus actores son representados por un sentido común (Bourdieu, 1992) sedimentado en la historia, reactualizado por los medios de comunicación.

Realizamos una triangulación, articulando el enfoque de los estudios culturales con el enfoque semiótico. Hay realidades no discursivas cuyos efectos son fácticos y mensurables; las prácticas culturales son cruciales para la construcción de contextos específicos en que estas realidades son posibles (Grossberg, 2009: 25). Es la máxima articulación entre estudios culturales y corrientes teórico-metodológicas de la sociosemiótica del Análisis del Discurso. Para Angenot (2012) y Verón (2004) los discursos son hechos sociales, ‘el lugar’ de producción de sentido. Angenot considera que es posible identificar las dominancias interdiscursivas, las maneras de conocer y de significar lo conocido que son lo “propio” de una sociedad. La hegemonía discursiva es parte de una hegemonía cultural abarcadora, establece legitimidad y el sentido de los diversos ‘estilos de vida’, de costumbres, actitudes y ‘mentalidades’ que parecen manifestar. La hegemonía define un enunciador legítimo, que se arroga el derecho de hablar sobre ‘alteridades’ determinadas en relación con él. Se presenta como discurso universal; engendra ese ‘yo’ y ese ‘nosotros’ con atributos de ciudadanía, desarrollando una empresa ‘xenófoba’ alrededor de la confirmación de un sujeto-norma: juzga, clasifica y asume sus derechos. El poder de los discursos (Althusser, 1988) permite economizar recursos de los poderes coercitivos; en el discurso social se identifican formas suaves de la dominación (Angenot, 2012).

Otra decisión metodológica fue registrar la gama de trayectorias sin focalizar en quienes se reconocen como mapuche-tehuelche; la intención era entender el modo en que las formaciones de alteridad entramaron diferentes modos de ser y estar y, en particular, describir las formas racializadas y racializantes que se despliegan en relación a estas juventudes y sus efectos, en una tensión constante por graficar las trayectorias reconocidas sin estereotipar, o construir tipos ideales cerrados. De esta forma y teniendo el enmarque cualitativo, se realizaron observaciones y observaciones participantes en eventos culturales, escuelas, charlas de distinto tipo. Se realizaron entrevistas en profundidad a adultos referentes de las instituciones locales de los ámbitos de salud, educación, producción, ejecutivos municipales, jóvenes egresades, jóvenes que habían dejado a la escuela, jóvenes de las comunidades mapuche tehuelche. Con estas herramientas y desde el enfoque etnográfico, se realizaron historias de vida que dieran cuenta de esas trayectorias juveniles, entendidas como movilidades estructuradas.

Se realizaron talleres en los quintos años de las escuelas secundarias construyendo cuestionarios que fueron aplicados en otros cursos por parte de les jóvenes. Allí se registraron condiciones sociales, consumos, opiniones en relación a les estudiantes. Se buscó y analizó documentación sobre población en informes de organismos nacionales y provinciales, también censos hospitalarios que evidenciaran las características demográficas[1][2].

La perspectiva estuvo atravesada también por el enfoque de género y la intersectorialidad, entendiendo que resulta necesario analizar cómo opera en las trayectorias juveniles la imbricación contextual de diferentes opresiones, como las de clase, etnia y género, entre otras (Viveros Vigoya, 2016; Segato, 2013).

Resultados

Contextos discursivos

En relación al análisis sobre discursos hegemónicos y, en particular en lo concerniente a los construidos y circulantes a través de las noticias seleccionadas para analizar los contextos enunciativos que brindan los mass media podemos afirmar que en torno a las representaciones sobre las espacialidades se reafirma la clasificación binaria campo-ciudad identificada y trabajada por otros estudios sobre ruralidades, en la que se atribuye, al campo, atributos como estancamiento, atraso, aislamiento, aburrimiento, carente de, subdesarrollado y más bucólicamente, tranquilidad, pureza, mientras que al de ciudad se lo asocia con progreso, conexión, multiplicidad de oportunidades, a su vez que caos, inseguridad, etc. (Cuervo, S/D; González Cangas, 2003). Los territorios representados aparecen como desiertos, desplegando significantes que dibujan un escenario ruinoso… “el marrón triste de las montañas”, “pueblos por desaparecer”, o pueblos que “cobran vida”.

A través de la articulación de significantes como “Pabellón Nacional”, “Himno Nacional Argentino”, “Casa de Gobierno”, “Residencia Oficial”, “chocolate caliente”, “desfile cívico-militar”, “escuelas”, “comunidad aborigen”, “comunas rurales”, “Policía de Chubut”, “Escuela de Cadetes”, “Ejército Argentino”, “Gendarmería Nacional” se construye la idea de ‘patria’ como fetiche (Angenot, 2012), una noción con efectos performativos y homogeneizadores que se refuerzan a través de la repetición en otros medios y prácticas culturales. Otro fetiche es el progreso encadenado al extractivismo y en articulación con nociones como “esperanza” y “la ilusión permanente”.

Lo tabuado (Angenot, 2012) es el genocidio sobre estas poblaciones, creando la ilusión de un todo homogéneo: la patria y sus ciudadanos, con las diferencias asimiladas. Emergieron operaciones discursivas que reactualizan la construcción de alteridad a través de la identificación de un ‘nosotros’ legítimo desde el que se habla observando a otro desde un lugar de subalternidad, de minoría y vulnerabilidad.

Otras operaciones discursivas reactualizan representaciones de antaño: ‘indio amigo-sometido’, ‘indio enemigo’, a través de la convocatoria a los jóvenes varones a que sean policías o el análisis político sobre jóvenes que se reivindican dentro de la lucha por la recuperación territorial, como reclutados o reclutadores.

Estos contextos discursivos forman parte de los discursos hegemónicos y brindan posibilidades asociativas para la interpretación de las prácticas; en este caso, de quienes son percibidos y se perciben como jóvenes en estos territorios.

Representaciones hegemónicas en las voces adultas

Compartimos parte del análisis sobre los discursos hegemónicos que atraviesan las voces de les referentes institucionales acerca de les jóvenes y que, de distintas formas, ‘muestran’/‘cuentan’ y colaboran construyendo ese mundo disponible. Nos centramos aquí en regularidades discursivas que operan como referencia del mundo adulto sobre los condicionantes que se les presentan a les jóvenes y que elles consienten, discuten, trazan en sus propias trayectorias. Las representaciones operan transversalmente en diversos discursos, no son homogéneas y polisémicas (Angenot, 2012). Los discursos fueron analizados según presupuestos colectivos; las voces adultas traen al ruedo miradas legitimantes, la voz autorizada, esa que al nombrar instaura (Bourdieu, 2012 [1995]).

Los ‘topos’ más recurrentes en el discurso adulto en relación a les jóvenes son ‘el embarazo adolescente’, ‘el alcoholismo’ y ‘la falta de’… futuro, expectativas, voluntad, según cómo se entrelacen los argumentos.

La pregunta por el ‘embarazo adolescente’ se expone como problemática en la que no es suficiente ‘bajar información’ y posponer los embarazos es más que charlas sobre anticoncepción e imposición. Entre los y las trabajadoras de escuelas y residencias, el tema es subrayado, no como un problema en sí, sino como situaciones que requieren acompañamiento y seguimiento. Develamos modelizaciones que valoran insuficientes las posibilidades ofrecidas por ley a quienes cursan un embarazo durante su escolaridad.

El embarazo adolescente aparece como algo de las jóvenes --dejando de lado o invisibilizando el rol de los varones jóvenes. Las jóvenes de Ñorquin-co y Cushamen emergen, en los discursos, diferenciadas de un resto desmarcado de otras jóvenes, haciendo visible un decir egocéntrico/etnocéntrico (Angenot, 2012). Más allá de cierta variabilidad discursiva, las responsabilidades siguen siendo atribuidas a las jóvenes, objetivándolas en el lugar de comodidad, despreocupación. El embarazo, desde la mirada adulta, puede ser entendido como proyecto de vida, tal vez el único --de acuerdo a estas voces-- que pueden sostener estas jóvenes, que las ayuda a subsistir, incluso evadir otros proyectos que no pueden sostener.

En relación a la problemática con el alcohol, las voces adultas la explican desde diferentes ángulos como práctica identitaria relacionada con la rebeldía y ésta con la ausencia de prácticas en las que les jóvenes se puedan identificar como tales. Esta falta de propuestas es en tiempo presente y también en tiempo futuro.

También visualizan el alcoholismo como algo individual, por problemas familiares, una escapada. Prácticas discursivas adultocéntricas instalan relaciones jerárquicas que desdibujan cómo se inserta esta problemática en una realidad compleja.

Los relatos refieren a otros grupos de edad involucrados en prácticas abusivas del alcohol. Su consumo excesivo se relaciona con el cobro anual de la lana, momento en que la población rural iba al pueblo a cobrar y se reunía. Un evento social en que el alcohol no está ausente y que se relaciona con la pérdida de tierras a manos de los dueños de almacenes (Gutiérrez, 2001). A lo largo de la historia y a través de discursos hegemónicos se consolidaron dos representaciones articuladas, una la de los pobladores originarios como personas que, alcoholizados, pierden todo, hasta sus tierras; otra, la de los dueños de los almacenes, empresarios, que progresaron con sus esfuerzos. Se invisibiliza en estas construcciones las relaciones de poder que llevaron al despojo y que comprenden diferentes prácticas de engaños, compras a precios irrisorios, modificación de cuadernos de fiados, maniobras en el kilaje de la lana. La pervivencia de estas representaciones hace que el alcohol pueda a veces interpretarse como un destino ineludible.

Las representaciones en torno a jóvenes y violencia también surgen en los discursos del mundo adulto. Para los adultos la violencia entre jóvenes se articula con el alcohol. Y en menor medida también se menciona, a veces, la violencia autoinfligida. También se visibilizan otras violencias.

La violencia familiar es un problema de difícil acceso. En muchas situaciones les referentes institucionales se convierten en denunciantes aunque tampoco encuentran red de sostén. Por esto hay miedo de involucrarse y perder la confianza de quienes se animan a decir. La inoperancia o inexistencia ‘in situ’ de instituciones para resolver casos de abuso, violencia, autolesión, se complejiza por los escasos recursos existentes.

Las pocas instituciones intervinientes están condicionadas muchas veces por la presencia de conductas abusadoras aunque en los relatos se lee el abuso desde una mirada de externalidad, que condice con ser profesionales que vienen casi siempre de centros urbanos. Se refuerza la idea; el problema es de la comunidad, es ‘cultural’, ‘no se denuncia’[3], sin embargo, las violencias atraviesan diferentes capas de la sociedad ya que sus estructuras son universales (Rubin, 1986).

Por otro lado, en general, representación sobre estas juventudes está asociada a la docilidad.

“Acá los ven como muy educados, muy buenos, hasta inocentes” (Registro de campo, escuela secundaria, Ñorquin-co, 2015).

Operan el ego/etno/urbanocentrismo que ocultan ciertas características para poner de relieve otras.

“Los otros son retraídos, pero es algo cultural” (Registro de campo, hospital Cushamen, 2015).

Surge un ellos y un nosotros normativizado que construye la representación social: ‘los de la ciudad’ y ‘los del campo’. Ligada a esta idea de sujetos pasivos, aparece una juventud desmovilizada, articulada con la idea de desinterés en superarse.

“Los chicos de acá no tienen un proyecto de vida. Hay chicos que terminan sexto grado y dicen ´no quiero estudiar más´, se van al campo, no tienen mucho proyecto” (Registro de campo, Hospital Cushamen, 2015)

Subyace una comparación con quienes sí desean superarse. Se refuerza la idea de que los planes estatales garantizarían un bienestar que les conforma. Esos planes son vistos -en los testimonios adultos— como garantes de derechos, pero generadores de jóvenes desmotivados procedentes de generaciones desmotivadas.

Sin embargo, en los enunciados del mundo adulto surge la idea de que si hubiera quien les motivara se avendrían a hacer cosas para sí mismos. Les referentes institucionales denuncian, aunque adjudican la desmotivación a les jóvenes.

“No hay voluntad política de trabajar con los jóvenes” (Registro de Campo, Hospital Cushamen, 2015).

Las imposibilidades aparecen como ausencia de políticas o efecto de políticas ligadas a intereses macro: la geopolítica y el rol de sus localidades empuja a la expulsión y al desamparo.

“El objetivo es sacar a los chicos de acá, decirle ‘andá afuera, que allá tenés más posibilidades” (Registro de campo, Hospital Ñorquinco, 2015).

Territorios donde los derechos quedan en suspenso, sistema que los expulsa de sus lugares de origen y también, a veces, los obliga a volver. Se les responsabiliza de condicionantes que son estructurales y se espera que puedan resolverlos en sus propias trayectorias. La promesa liberal del Estado alimenta la creencia de que es posible cambiar el destino individualmente (Urteaga, 2010).

A la cuestión mapuche tehuelche, a la identificación y organización colectiva a partir de raíces étnicas comunes, se agregan diferentes formas de posicionarse desde el exterior de esa identidad. Se abren dos caminos para las juventudes e instituciones de Ñorquin-co y Cushamen, con puntos en común e importantes diferencias.

“cuando vos lo planteas aparecen voces contradictorias, ‘no, eso ya lo vimos en primaria’, se podría hacer en la secundaria, pero no sé cómo”. (Registro de campo, Escuela Secundaria, Ñorquin-co)

La frase, en tono dubitativo, se desliga de la responsabilidad de construir otros modos de transitar el reconocimiento de la historia y cultura de los pueblos originarios con los que se relacionan estas juventudes y de cuyo silenciamiento son responsables, entre otras agencias, las escuelas[4]. La escuela secundaria de Cushamen hace otro recorrido.

“La idea del encuentro es revalorizar las raíces y la cultura mapuche, que está en cada uno de los alumnos que tenemos en la escuela. …Nos mostramos como escuela y, a la vez, revalorizamos lo de la zona”. (Registro de campo, Escuela Secundaria, Cushamen).

Ambas experiencias confluyen en ver positivamente el modo en que la pertenencia étnica abre el juego, en la escuela, a lo intergeneracional, jóvenes y abuelos. La escuela revisa sus ‘mandatos’ de homogeneización e imposición de una identidad nacional, y avanza en pos de garantizar el derecho reconocido por convenios internacionales, leyes nacionales y provinciales relativos a los pueblos originarios. No hay una sola forma de vehiculizar estos derechos. Las diferencias entre legislaciones provinciales y las voluntades personales de quienes conforman las instituciones matizan diversas concepciones que impregnan de afectividad las prácticas. Las trayectorias de organización de las comunidades afectan diferencialmente el modo en que las prácticas son desplegadas.

Lo que compartimos forma parte del entramado de las prácticas discursivas y no discursivas juveniles en estos territorios, parte de las maquinarias diferenciadoras que se articulan con el hacer de otras maquinarias de estratificación y territorialización. La noción de maquinarias es utilizada por Grossberg (1992) para pensar el modo en que se van conformando las estructuraciones, evita la idea de ‘voluntad’ en ciertas agencias y resalta la idea de que son estructuraciones construidas témporo-espacialmente (Barés, 2021a). Como parte de las maquinarias, estos discursos van trazando lugares disponibles y, en este sentido, parte del trabajo de investigación fue analizar cómo les jóvenes producen sentido en relación a ellos mismos en sus propias prácticas discursivas y no discursivas.

Construcción de sentido y juventud practicada[5]

Características de ambas localidades modifican las visiones tradicionales respecto de las juventudes. La reciente instalación de estas escuelas secundarias generó mayor circulación y permanencia de estos jóvenes. Vinculadas a las maquinarias estratificadoras que dan acceso diferencial a las experiencias e influyen en las construcciones subjetivas, hicieron su aparición las TIC, aunque más tardíamente y con más complicaciones de conexión que en las ciudades. Es posible rastrear en estas modificaciones, qué es ser joven en estos contextos, tanto para las otras generaciones como para ellos mismos.

La escuela secundaria es significativa porque delimita claramente mediante rangos etarios quiénes son considerados jóvenes, aquellos que transiten por ella estableciendo la convivencia entre pares y entre generaciones con distintas posibilidades históricas.

“En Ñorquin-co el tema del prejuicio no te dejaba ser”. (Registro de campo, egresada, Ñorquinco, 24 años, 2015).

La mirada adultocéntrica –que juzga a les jóvenes por su forma de vestir, sus gustos, sus prácticas y, fundamentalmente, por su necesidad de diferenciarse– apareció en espacios colectivos con jóvenes.

Ante la falta de actividades, juntarse a tomar algo y el alcohol es lo posible,

Al no haber muchas cosas que podías hacer (…), entonces, uno como adolescente, prefería juntarse a tomar o a visitarse los fines de semana”. (Registro de campo, egresada, Ñorquinco, 21 años, 2015)

Aparece esta relación entre consumos abusivos y problemáticas en las que no encuentran apoyo. La mirada adulta que prejuzga aparece fuertemente condicionante

“Nos sentimos asfixiados por las personas que nos rodean, todo el tiempo nos recriminan lo que hacemos”. (Registro de campo, estudiante anónimo, Ñorquin-co, 2016).

El peso de los discursos y miradas del mundo adulto sobre la experiencia de ser joven aparece en el relato generando ‘asfixia’ y hasta el deseo de la propia muerte. Asimismo la muerte de un par deja una huella perenne en los coetáneos, sentidos que se le dan a esa acción que van modificándose en el tiempo, de acuerdo al transcurrir de la propia trayectoria y a la reflexividad sobre lo que pasó, lo que les pasó

“…después de eso nos pusimos a pensar que hacían falta un montón de cosas, que capaz nunca nos entenderían los adultos”. (Registro de campo, egresada, Ñorquin-co, 24 años, 2015).

Esta falta de comprensión se asocia a la interpretación que, en su diversidad, hacen del mundo adulto.

“La falta de trabajo, a veces te deja una desesperanza, como que no vas a encontrar una salida, como que no hay ayuda para los jóvenes”. (Registro de campo, egresada, Ñorquin-co, 24 años, 2015).

Cuestionamientos, decisiones y afirmaciones desplegadas en sus trayectorias no permanecen inmutables ni necesariamente coherentes en el tiempo.

Los estereotipos de género condicionan las trayectorias, así lo perciben elles.

“Hay patrones de género muy marcados, …no existe el hombre que se vaya a estudiar, existe el hombre que se va a laburar y labura en el campo si es posible”. (Registro de campo, egresada Cushamen, 23 años, 2017).

En el testimonio de las chicas el embarazo adolescente se articula con el mandato de ser madre’ y abre otra perspectiva

‘…te das cuenta que muchas de las chicas no saben qué hacer de su vida …pero también es parte de la sociedad de Ñorquin-co. Me pasó una vez …cruzarme con una vecina y que me preguntó si yo no me iba a casar, tener hijos, que cuando quiera tener hijos ya seré vieja, yo tenía 19 años. Le dije, ´los adolescentes tenemos otra salida que quedarnos a tener hijos´, que esa época la vivieron ellos. (Registro de campo, egresada Ñorquin-co, 24 años, 2015)

Van respondiéndose ciertos dilemas que plantean los discursos adultos. En sus pensamientos, aparece ‘el embarazo´ articulado con ‘proyecto de vida’, y la presión social mucho más tempranamente que en sociedades patriarcales urbanas. Se asocia a la mujer con el ‘ineludible’, ‘incuestionable’ rol materno que las nuevas generaciones, acompañadas por el avance de los feminismos, cuestionan.

Sobre la cuestión mapuche-tehuelche, las marcaciones de alteridad se vuelven fuertes en la secundaria, y conducen a trayectorias de demarcación

“…primero cuando vine aquí sentía vergüenza en la secundaria. Vergüenza porque los chicos me cargaban. Me decían 'estos son los que hacen camarucos', me hacían gestos 'wuawuawua'. Se reían de nuestras costumbres. Por eso uno no quería ser”. (Registro de campo, egresado El Maitén, actualmente maestro rural, 30 años, 2017).

Las trayectorias educativas en el nivel superior, cuando son posibles, permiten entender lo que cada cual vive, encontrarse con otros discursos habilitan otras trayectorias de reconocimiento, puede ser en relación a la cuestión étnica identitaria o al género.

“El magisterio, me ha abierto la cabeza en muchas cosas. Por lo menos entender …tenemos una lucha legítima nosotros”. (Registro de campo, egresado El Maitén, actualmente maestro rural, 30 años, 2017)

Persiste la percepción de que hay una identidad mapuche aceptada por el gobierno y la sociedad, y otra negada.

“Yo he encontrado en estos meses, con el tema del conflicto, desde el lado de los medios, desde el lado del poder, desde el lado de los representantes del Estado, decir que había distintos tipos de mapuche, que los que hacían reclamos, aunque fueran legítimos, fueron tratados de terroristas …Y Los otros, los que no reclaman nunca, los que vivimos siempre como nos trató el Estado, somos los verdaderos mapuche, pero nunca levantamos la voz, siempre estamos viviendo como antes”. (Registro de campo, egresado El Maitén, actualmente maestro rural, 30 años, 2017)

Esta percepción de cómo los medios retratan a las personas mapuche es observada también en el trabajo de investigación a partir del encuadre contextual realizado a través del análisis de recortes de prensa, entre los que se trabaja el discurso de quien fuera gobernador de Río Negro.

En el entrecruzamiento de los haceres y efectos de las tres maquinarias, se van entramando caminos comunes que convergen en diferentes trayectorias e implican desplazamientos témporo-espaciales de las juventudes.

Un dispositivo clave de las maquinarias territorializadoras es la escuela, marcando un desplazamiento de los parajes a las localidades, para hacer cumplir la ley de educación obligatoria. En algunos parajes, existen escuelas primarias rurales por lo que el estudiantado debe desplazarse y albergarse en las hoy llamadas residencias y, antes, internados. Para estudiar el secundario, quienes viven en Ñorquin-co deben trasladarse hasta la localidad homónima, desde la creación de la escuela secundaria en 2004. Antes, sólo algunos iban a otras localidades, según la disponibilidad y los recursos familiares. Les jóvenes de Cushamen pueden permanecer en sus comunidades – hasta 9no grado -, luego completarán sus estudios en otras escuelas. Muchos van al secundario de Cushamen, otros recorren antiguas sendas, de otras trayectorias, con justificaciones de calidad educativa se van a escuelas agrarias de Cholila o Trevelin. Estos desplazamientos tienen múltiples consecuencias en las comunidades, las familias y las personas, en algunos casos se han ido a los cuatro, cinco, seis años, alejados de sus familias por temporadas largas.

“Si vos te quedás no lográs nada. Tenés que buscar por otro lado”. (Egresada Ñorquin-co, 21 años, 2017)

Los desplazamientos continúan al pensar posibilidades para seguir estudiando o trabajando, acceder a servicios básicos como agua y luz

“Por ahí la comunidad dice: “¿qué hacemos con los jóvenes que empiezan a emigrar?, ¿cómo los paramos? o ¿qué hace el Estado?". …la gente tiene que irse obligadamente de sus tierras para acceder a otras cosas”. (Registro de campo, joven pequeño productor ganadero, militante mapuche, 31 años, 2014)

Las posibilidades son las históricamente propuestas por el Estado, maestro o policía, más si la intención es vivir en el lugar en que naciste

“Bueno, muchos chicos se fueron a la policía …buscar algo así y después volver de última a trabajar acá”. (Egresada, Ñorquin-co, 21 años, 2017).

Las posibilidades, carteleras que te indican por dónde ir, a veces son literales, como en este caso, cuando quien fuera gobernador en el día del pueblo alentó a les jóvenes de Ñorquinco a que sean policías para poder volver a su pueblo[7].

Las similitudes/regularidades no sólo aparecen en las elecciones de carreras u oficios, también se evidencian en las localidades de destino, en lugares con los que esas trayectorias se entrelazan. Esas estructuraciones se viven y se objetivan como determinantes

“No me quedaba otra, en el sentido de que no tenía otra opción. Porque era venir acá (el pueblo) o me quedaba en el campo”. (Registro de campo, joven Cushamen, 26 años, 2015)

Los territorios no son simples, coherentes como se suele interpretar; movimiento y fijación, espacio y tiempo, no son contrarios sino partes de fenómenos complejos (Massey, 2007).

Las maquinarias territorializadoras estimulan desplazamientos y no sólo radicaciones, y producen anclajes por las construcciones de poder

Mi familia siempre dependió, trabajó, en el municipio. Este año recién tuvimos la posibilidad de que ni un familiar mío esté en el municipio”, (Registro de campo, joven estudiante de magisterio, 22 años, 2015)

El ingreso laboral en los municipios es mediante ‘becas municipales’, que proviene del presupuesto provincial para cada municipio, Se destina un porcentaje para empleo informal en calidad de formación laboral; aunque la gente puede estar gran parte de su vida bajo esta figura en la que “se trabaja mucho y se cobra poco”.

“Ahora estoy en la municipalidad como ayudante de albañil. Pagan por día, no tenemos seguro, nada”. (Registro de campo, joven Ñorquin-co, actualmente becado municipal, 26 años, 2015)

Quienes se quedan y no estudian ni se van, se suman a la vida laboral. Para quienes intentan una opción por fuera del municipio, la lógica de ‘quedar debiendo’ es muy fuerte,

“Tenemos que llevar una nota cada uno pidiéndole ayuda. Yo estaba trabajando y no quise hacer la nota, no quise rogarle al intendente …Pero ahora me quedé sin trabajo”. (Registro de campo, joven estudiante de magisterio, 24 años, 2016)

Cuando los fondos destinados a becas y ayudas no son del gobierno municipal, sino provinciales o nacionales, el modo de ejecución de los mismos construye lugares de desigualdad, desde donde luego ejercer presión por parte del poder local (Barés, 2016).

Quedarse o volver a trabajar en el campo familiar se percibe como un trabajo más libre, sin patrón. Pero hay limitaciones, estructuraciones prediales impuestas por el Estado, en consonancia con los privados, la escasa infraestructura de la zona rural, y el margen de maniobra que las generaciones adultas les habilitan a les jóvenes para que inicien en los campos una producción propia o participen de la ya existente, pero con posibilidad de autonomizarse.

Hallamos que en diferentes prácticas discursivas y no discursivas las formaciones de alteridad que legitimaron el genocidio y el confinamiento de habitantes originarios de la región en estos territorios continúan produciendo efectos en las trayectorias actuales, en particular, de les jóvenes, en la constitución de sus identidades, en la producción subjetiva, así como en el modo de desplegarse. Articulándose estos efectos con estructuraciones de clase y género. Estos pueden verse como el “no les da”, la docilidad con las que se les representa, la ausencia de actividades y opciones, la necesidad temprana de trabajar, el “mandato” de la maternidad temprana paralelo al prejuicio por quienes son madres y lo que deberían o no hacer, las restricciones de género, la carencia de servicios esenciales en el campo, las estructuras prediales mínimas establecidas por el Estado y luego cercenadas por los privados -habilitados por el mismo Estado-, el sostén de ciertas profesiones y oficios ligadas a la reproducción o mantenimiento del Estado, como la escuela o la policía, las construcciones de poder político local ligadas a las relaciones y estructuras económicas de la región construidas a lo largo de la historia.

Según sean las condiciones de reflexividad sobre sus vidas, los condicionantes se resignifican siendo punto de partida para trayectorias divergentes. Cuando estas estructuraciones pueden ser objetivadas aparece la agencia en relación al género, a la clase; como, por ejemplo, en quienes a pesar de la urgencia en sostener económicamente a sus familias despliegan trayectorias con base en el deseo, o a su reivindicación identitaria, generando alianzas y haceres diferentes. Cuando no son percibidas, se actúan las expectativas adultas, reproduciendo relaciones y trabajos que mantienen el statu quo. Cuando son percibidas, pero tampoco pueden ser actuadas, la frustración deviene en adicción, violencia, suicidio.

El Estado tiene una presencia heterogénea y aun contradictoria. Existen continuidades como la relación fuerzas de seguridad - pueblo mapuche, o la lucha por el territorio y contra el despojo. Los territorios, sus habitantes, están signados por las agencias estatales y del capital transnacional. El Estado continúa subalternizando a sus otros internos. Las formas y los pactos para construir formas del ‘gobierno de los otros’, formas de dominación, se renuevan, aunque también existen disrupciones en esas continuidades, trayectorias que se abren a otras posibilidades.

Contribución

Los aportes de este trabajo de investigación remiten principalmente a dos cuestiones importantes que apuntan a colaborar en la reflexividad que permita otros presentes, la primera relacionada a visibilizar la diversidad de formas de ser jóvenes en Argentina y, así mismo la diversidad de formas de ruralidad --que deconstruyen la idea hegemónica de ruralidad argentina en la que prima la pampa húmeda y el modelo sojero como el campo imperante.

En segundo lugar, el trabajo aporta desde el propio campo disciplinar de la comunicación social a los estudios de corte sociológico sobre trayectorias, incorporando las estructuraciones provenientes del campo discursivo y los efectos materiales que éste conlleva; se construyen movilidades estructuradas que performan las trayectorias de estes jóvenes, así como los sentidos que atraviesan las articulaciones que se realizan en pos de cómo les jóvenes dan significado a lo que hay para elles.

De modo que visibilizamos movilidades y fijaciones, ligadas a múltiples relaciones de poder, que enlazan lo histórico y actual configurando espacios complejos que se van definiendo en y a través de la investigación. Hay quienes se van y no regresan, otres se quedan, y quienes viven en trayectorias de movilidad. Hay mandatos familiares: quedarse o volver para sostener ‘el campo’, práctica común para no perder el territorio --por su valor simbólico. Como el campo no da para todes, la migración, buscando ampliar fuentes de ingreso, es el camino más recorrido. Las movilidades físicas son atravesadas por las movilidades virtuales que, aunque de modo desigual y precario, llegan y provocan modificaciones en las trayectorias subjetivas y territoriales. Las TIC operan en diferentes planos: pluralizando la circulación de discursos, ampliando posibilidades formativas, acercando vínculos afectivos distantes geográficamente (Barés, en prensa (b)).

Entendemos que las trayectorias de vida son resultado de articulaciones afectivas, modos de identificación o pertenencia, posibilidades impuestas y posibilidades/imposibilidades asumidas. En estas trayectorias surge el modo en que la agencia se posibilita a través del afecto, como posibilidad de ser afectado y de afectar, operando en la vida cotidiana como ese plus que en parte escapa a la producción discursiva, como noción-puerta entre lo conocido o significado y lo vivido, lo experimentado. El afecto abre así distintas –aunque acotadas– posibilidades de organizar los modos en que vivimos nuestras vidas, desde nociones de voluntad, orientación, atención, y la construcción de mapas de interés, mapas de lo importante (Grossberg 2009; 2010).

De esta forma, la agencia es atravesada por la estructura; lo subjetivo es construido y distribuido desigualmente; la identidad –las identificaciones– son atravesadas por marcadores y marcaciones de alteridad. Las trayectorias de vida signadas por posibilidades e imposibilidades, los contextos tienen que ver con quiénes y con qué podemos hacer. Las tensiones con respecto a los ‘dictados’ o al campo de posibilidad estructurado por efecto de las maquinarias, parecen darse en este plano de cómo cada une interpreta sus circunstancias y la intención de torsión que cada cual pueda imprimir a su propia trayectoria en función de alguna ‘ventana’ que descubra en ellas.

Esperamos que este trabajo colabore en la reflexión sobre las representaciones que nuestros discursos, como adultes, recrean y que aporte a la reflexión de les jóvenes para ayudarles a andar caminos más justos.

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Notas

[1] Organismos y censos consultados: Censo, Hospital Área Programa Ñorquinco, año 2014; Censo, Hospital Subzonal El Maitén y Hospital Rural Cushamen, 2013; Censo Nacional, 2001, Censo Nacional, 2010; Matrícula 2014, Centro de Enseñanza Media nº 110; Matrícula 2014, Escuela Secundaria nº 7709; Censo Social Las Familias Cuentan, 2005, Cushamen Centro; Evaluación diagnóstica sobre jóvenes, Centro de Referencia (CDR) Bariloche, 2007/2008, Ministerio de Desarrollo Social; entrevista con secretaría de Acción Social Comuna de Cushamen; entrevista con intendente Municipio de Ñorquinco; entrevista con Técnico del Programa Ganadero Ñorquinco, Ente de Desarrollo Región Sur; entrevista con jefe de agencia, Agencia de Extensión INTA, EL Maitén; observaciones etnográficas Mesa de Desarrollo Rural, Cushamen.
[2] Según el censo del 2010, el Departamento Ñorquin Co (que coincide con nuestro recorte poblacional) tiene 1.736 habitantes. De ellos, 241 son jóvenes de entre 14 a 24 años y serían 369 si extendemos la categoría de jóvenes hasta 29 años (en el 2001 los datos eran de 341 jóvenes entre 14 a 24 años y 483 si lo extendemos a 29 años). En el caso de Cushamen, los datos censales nacionales son por departamento --y por la característica de éste no coincide con nuestro recorte poblacional, pues están incluidas localidades con otras características demográficas. Por eso, revisamos el censo del Hospital (2013) que expresa la cifra de 800 habitantes para el pueblo de Cushamen Centro, que sumaría un total de 1551 con la zona rural. La subdivisión por edad, al ser de 10 a 49 años, no nos es de utilidad. Por esto revisamos la matrícula del Colegio de la localidad, que al 2014 es de 193 jóvenes (12 a 17 años aprox).
[3] Actualmente en desarrollo, nuestra investigación versa sobre acceso a derechos sexo-genéricos por parte de jóvenes de estos territorios en particular.
[4] Las escuelas cumplieron un mandato homogeneizador a principios de siglo XIX, y como parte de las maquinarias estratificadoras construyeron un "nosotros" para disolver en los otros, sus cosmovisiones, sus lenguas, sus identidades [Nahuelquir, 2010]. Se han diversificado caminos para resignificar estas trayectorias desde el reconocimiento de los saberes, fortalezas y lucha de los pueblos originarios, que permitan consolidar otras trayectorias subjetivas.
[5] Los datos que referencian a les jóvenes, de quienes se transcriben entrevistas, son los mínimos para contextualizar sin perder el anonimato que resguarda la identidad de quienes prestaron su testimonio.
[6] En determinadas ceremonias del pueblo mapuche, como los ‘camarucos’, o momentos comunitarios, situaciones de conflicto, se expresa un grito que es de aliento, para dar ‘newen’, fuerza, aliento a quien está hablando o atravesando una situación, o para darse apoyo mutuamente. Esta expresión es ridiculizada, de acuerdo a este relato, para ser utilizada como ofensa.
[7] Recorte discursivo analizado en detalle en la tesis doctoral.
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