Dossier
Recepción: 23 Diciembre 2022
Aprobación: 21 Diciembre 2023
Resumen: Este artículo tiene por objetivo el análisis del impacto de la crisis por COVID-19 en la situación laboral de las mujeres jóvenes, así como su participación en acciones colectivas en torno a las problemáticas desatadas y/o profundizadas por la pandemia en Argentina. Para ello, se adopta un enfoque de género que se vincula con los estudios de juventudes, y se emplea información de encuestas y de la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales. Los principales hallazgos giran en torno a las transformaciones y deterioros en la inserción laboral de las jóvenes y a los motivos y modalidades de sus acciones colectivas.
Palabras clave: Género, Juventudes, Desigualdades, Pandemia..
Abstract: This paper aims to analyze the impact of the COVID-19 crisis on the employment situation of young women, as well as their participation in collective actions around the problems unleashed and/or deepened by the pandemic in Argentina. For this, a gender approach is adopted, which intersects with youth studies, and information from surveys and the National Accounts Directorate is employed. The main findings revolve around the transformations and deteriorations in their labor force participation, as well as the key motives and modalities of their collective actions.
Keywords: Gender, Youths, Inequalities, Pandemic..
Introducción
La pandemia del COVID-19 generó en el mundo y en América Latina una crisis multidimensional que tuvo implicancias en todos los ámbitos de la vida social. Con fuertes impactos combinados y asimétricos, la situación sanitaria, económica y social se vio trastocada a nivel global. En la región, las persistentes debilidades estructurales generaron fuertes dificultades para abordar la contención epidemiológica, la recuperación económica y la asistencia social (Filgueira, Fernando, Galindo, Luis, Giambruno, Cecilia y Blofield, Merike, 2020).
En este contexto, las mujeres registraron un retroceso mayor a una década en los niveles de participación laboral y se vivenció una profundización de la crisis de los cuidados (CEPAL, 2020; CEPAL, 2021). El caso argentino no fue una excepción en esta cuestión (PNUD, 2021), en donde las mujeres fueron especialmente vulnerables a los efectos de esta crisis que se asentó sobre un contexto de recesión y estancamiento económico previo a la pandemia.
Dentro de esta problemática, nos preguntamos por los impactos diferenciales de la crisis, desatada por la pandemia, en el empleo de las mujeres jóvenes y las respuestas de éstas en términos de participación en acciones colectivas. Para ello, la investigación toma parte del corpus teórico desarrollado por los estudios de género y se alimenta del cruce con los estudios de juventudes.
En particular, se busca detectar el modo en que se vio afectada la inserción laboral de las jóvenes y las diferencias con otros grupos de la población ocupada. Pues, a pesar de las medidas aplicadas por el Estado para contención de la dimensión económica y social de la crisis, se entiende que ésta repercutió en mayor medida en la participación de las jóvenes en el mercado laboral. En este punto, se pretende hacer un aporte a los antecedentes sobre esta temática mediante el empleo de la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social de Argentina y Políticas Públicas en tiempos del COVID-19 y su lectura en conjunto con indicadores construidos desde la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales (DNCN).
Dentro de este escenario, las acciones colectivas como la protesta social y la participación en organizaciones sociales son canales relevantes que vehiculizar demandas y traccionar soluciones. En este punto, interesa indagar sobre los niveles y las modalidades de participación de las jóvenes, así como en las razones que las llevaron a ser parte en esas acciones colectivas.
En cuanto a la organización de este trabajo, luego de esta introducción, la segunda y tercera sección presenta el enfoque teórico-metodológico. Allí se desarrollan las principales categorías de análisis junto al modo de empleo de las fuentes de información. En la tercera sección, se analiza la inserción laboral de las jóvenes, el desigual impacto de la crisis en los indicadores laborales y la continuidad de los impactos negativos detectados. La cuarta sección, se aboca a la participación en las acciones colectivas y las diferencias con las respuestas desde otros grupos según edad y género. La última sección, está destinada a la discusión y reflexión sobre los principales hallazgos.
Enfoque analítico
De la mano de los estudios de juventudes, este artículo entiende que la construcción sociocultural y política de las juventudes en América Latina se da en un marco de crecientes desigualdades multidimensionales (Rivera-González, José Guadalupe, 2013; Alvarado, Sara, Vommaro, Pablo, Patiño, Jhoana y Borelli, Silvia, 2021). Desigualdades sujetas a diversas formas de subordinación que giran en torno al género, la etnia, la clase, entre otras categorías que interseccionan en nuestras sociedades contemporáneas.
En este trabajo, el abordaje de las experiencias y las participaciones de jóvenes en el particular escenario pandémico se interesa en la desigual situación de las mujeres y, por ello, adopta un enfoque de género. Este enfoque ha desarrollado un esquema categorial para el análisis de las relaciones de poder que existen entre varones y mujeres, entendiéndolas como social e históricamente construidas (Scott, Joan, 2008; Lamas, Marta, 2000), así como también ha problematizado la relación entre sexos, géneros e identidades de género. Desde esta mirada, las diversas esferas de la vida social y los distintos trabajos (ya sean productivos o reproductivos), se encuentran atravesados por estas relaciones, siendo tanto la subordinación de las mujeres como las desigualdades de género una forma de cristalización de esas relaciones.
Desde esta perspectiva, las nociones de discriminación, división sexual del trabajo (DST) y organización social del cuidado (OSC) sirven para pensar la distribución del trabajo productivo y reproductivo o de cuidado entre los hogares, el mercado, la comunidad y el Estado, y entre las mujeres y los varones. La forma en que se realiza esta distribución implica una subordinación económica de las mujeres y una desigualdad económica de género que se expresa en la mayor participación femenina en el trabajo reproductivo no remunerado y la desigualdad de género en el mercado de trabajo (menor y peor participación de las mujeres).
En cuanto a la primera dimensión de la desigualdad, se entiende que el trabajo reproductivo o de cuidado incluye a las actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas de la existencia y reproducción de las personas. Estas actividades brindan los elementos físicos y simbólicos que permiten a los individuos vivir en sociedad (Rodríguez Enríquez, Corina y Pautassi, Laura, 2014; Carrasco, Cristina, Borderías, Cristina y Torns, Teresa, 2019). Los estudios de género han señalado que el desigual reparto de estas actividades condiciona la inserción laboral y es explicativa de las desigualdades en los mercados laborales. En Argentina, los antecedentes plantean que este trabajo recae fundamentalmente sobre los hogares y que en su interior lo realizan fundamentalmente mujeres de todas las edades (Rodríguez Enríquez, Corina y Pautassi, Laura, 2014; Rodríguez Enríquez, Corina, 2014; Pérez, Pablo Ernesto, 2018). Asimismo, el trabajo comunitario de las mujeres supone una extensión de las tareas de cuidado desarrolladas en los hogares hacia la comunidad a través de diversas modalidades de acción colectiva (Rodríguez Enríquez, Corina y Pautassi, Laura, 2014; Paura, Vilma y Zibecchi, Carla, 2019).
Por su parte, la noción de la desigualdad de género en el mercado de trabajo, la segunda dimensión señalada, hace referencia a la posición asimétrica que ocupan las mujeres respecto a los varones y comprende distintos fenómenos que afectan la inserción laboral femenina en el país. Entre ellos se encuentra la menor participación de las mujeres en el trabajo productivo remunerado, su segregación horizontal y vertical, las brechas de género en los ingresos laborales y las desiguales condiciones laborales (incluyendo tiempo de trabajo y acceso a protección social). En este punto, los estudios sobre género y juventud en Argentina han destacado la menor participación de las jóvenes en el mercado laboral junto a fenómenos de discriminación, violencia y precariedad laboral (Muñiz Terra, Leticia, Roberti, María Eugenia, Deleo, Camila y Hasicic, Cintia, 2013; Pérez, Pablo Ernesto, 2018).
Ahora bien, tal como han señalado numerosas investigaciones sobre juventudes, desde las situaciones de desigualdad emergen diversas formas de participación social y política juvenil. Por ello, en esta investigación nos preguntamos, en particular por las acciones colectivas de las mujeres jóvenes ya sean referidas a la protesta social (mediante reclamos colectivos) o a la participación en organizaciones sociales. Dada la crisis prepandémica y el recrudecimiento de las desigualdades preexistentes (PNUD, 2021), interesa analizar estas acciones vinculadas a la situación de malestar laboral, pero también a los efectos de la pandemia sobre la vida social en general.
Los reclamos colectivos se entienden como episodios de acción colectiva contenciosa de demanda pública a las autoridades (Rebón, Julián y Troncoso, Fabio, 2022). Por su parte, la participación en organizaciones sociales mediante la realización de tareas de cuidados se entiende a través de la definición amplia de cuidados (expuesta anteriormente).
Abordaje metodológico
La investigación ha desarrollado una estrategia metodológica combinando el análisis estadístico de diversas fuentes: Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales (DNCN) y una encuesta realizada para estudiar la sociedad argentina durante la pandemia que se denominó Encuesta Nacional sobre la Estructura Social de Argentina y Políticas Públicas en tiempos del COVID-19 (ESAyPP/PISAC-COVID-19).
El estudio combinó las tres fuentes para potenciar el logro del objetivo de investigación gracias a la diversidad de indicadores y abordajes temporales. La EPH sirvió para la construcción y análisis de los principales indicadores laborales según género y edad, permitiendo aplicar una definición operativa amplia de población joven. La misma incluyó a las personas entre 14 y 29 años de edad. Además, brindó un marco temporal más amplio -especialmente útil para comprender el impacto laboral gracias al relevamiento de información anterior y posterior a la pandemia- y detallado por trimestres.
La información de la DNCN se empleó para establecer las variaciones interanuales del nivel de actividad de las distintas ramas. Esta información se cruzó con las variaciones interanuales del nivel de ocupación por rama y con la composición por género y edad del personal ocupado. De esta manera, se construyeron evidencias para analizar el impacto de la crisis, provocada por la pandemia, en los distintos sectores y en el nivel de participación laboral de las jóvenes.
Por su parte, la ESAyPP/PISAC-COVID-19, a diferencia de las otras fuentes, fue creada para recoger información sobre la estructura social y los impactos la pandemia en dimensiones sociales, tales como: trabajo, salud, educación, condiciones de vida, participación en acciones colectivas, entre otras. El instrumento fue aplicado a aglomerados urbanos e incluyó a aquellas localidades argentinas mayores a 50.000 habitantes en el último trimestre de 2021. El tamaño de la muestra fue de 5239 casos[2].
La investigación trabajó con la totalidad de los casos para analizar las diferencias entre las experiencias y situaciones de las jóvenes y el resto de los grupos estudiados. Pero, tuvo que emplear una definición más acotada para la población juvenil que incluyó a personas de 18 a 29 años -1400 casos: 714 mujeres y 686 varones-. Ello se debió a que el límite inferior de las edades de las personas encuestadas fue 18 años.
El instrumento permitió contar con información específica para el objetivo de la investigación. Relevó indicadores laborales construidos especialmente para conocer el impacto de la crisis por pandemia, así como diversas variables para estudiar las acciones colectivas. Sin embargo, es importante destacar que las variables utilizadas en la investigación, en especial las referidas a las acciones colectivas, relevan información para ese momento puntual y su lectura sido complementada con la información relevada periódicamente por las otras fuentes.
Por último, la contribución buscada por esta estrategia metodológica ha sido la lectura de los aspectos laborales y de participación colectiva desde una mirada macro y con información novedosa. Al mismo tiempo, el abordaje ha presentado una limitación, típica de este tipo de estudios cuantitativos, ya que no ha permitido (ni pretendido) capturar en profundidad los aspectos de la realidad social que se deseó estudiar. En ese sentido, se entiende que el aporte del presente trabajo a los estudios sobre género y juventudes puede ser complementado con otras investigaciones cualitativas que ahonden, en mayor medida, en los sentidos de los fenómenos estudiados.
El desigual deterioro de la inserción laboral en pandemia
La declaración de pandemia por COVID-19, en marzo de 2020, junto a las medidas aplicadas para administrar la situación epidemiológica implicaron una caída sin precedentes en los niveles de producción y ocupación en Argentina. El aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) supuso la suspensión de las actividades económicas, a excepción de aquellas que fueron declaradas como esenciales. Al mismo tiempo que estas últimas fueron reducidas a un mínimo funcionamiento.
Como consecuencia, los efectos sobre el mercado de trabajo se manifestaron marcadamente durante el segundo trimestre en la caída de las tasas de participación laboral y ocupación, por un lado, y en el incremento de la desocupación, por otro. Estos indicadores comenzaron a recuperarse lentamente a partir del tercer trimestre de 2020. Pero, los impactos y la recuperación fueron desiguales según género y edad.
Tras la instauración del ASPO, las y los jóvenes experimentaron la caída más abrupta de la tasa de empleo en comparación a los grupos de mayor edad (véase gráfico 1). Las jóvenes -como grupo de menor participación- registraron una tasa del 21,3% durante el trimestre de mayor deterioro.
Los altos niveles de desempleo de las jóvenes -que en 2019 oscilaron entre 19% y 23%-, llegaron al 28,5% en el segundo trimestre de 2020, exhibiendo una variación interanual cercana al 22%. Por su parte, los jóvenes registraron una variación interanual mayor y para ese trimestre su tasa escaló hasta el 22,7%. Además, en este contexto la medición del desempleo habría sido limitada ya que las restricciones de movilidad de las personas habrían obstaculizado la búsqueda de empleos y la suspensión de actividades habrían alimentado el desaliento.
El levantamiento gradual y diferencial de las restricciones en los territorios del país permitió la lenta recuperación de los indicadores laborales. Fueron los varones quienes recuperaron más rápidamente sus niveles de empleo. Para el primer trimestre de 2021, ambos grupos de edad habían escalado a niveles de ocupación superiores a los de la prepandemia. Sin embargo, la evolución para las mujeres no fue la misma. A ese mismo punto, mientras las mujeres de mayor edad casi habían recuperado sus valores, las jóvenes se encontraban más lejos de alcanzarlo. Con una tasa de empleo casi dos puntos porcentuales debajo de la registrada en el primer trimestre de 2020.
Los motivos de la recuperación más lenta de las jóvenes en relación con el resto de las mujeres y a los varones de ambos grupos de edad remitirían al lado de la demanda y al lado de la oferta de trabajo. En primer lugar, se puede mencionar la mayor reducción de los niveles de producción y ocupación en las ramas que contaban con una alta concentración de jóvenes y mujeres. Entre estas ramas se encontraron: hoteles y restaurantes; otras actividades de servicios comunitarios y sociales; construcción; y servicio doméstico. Excluyendo la construcción, se detecta que las tres ramas más afectadas (con una composición mayoritariamente joven y feminizada) concentraban más del 40% de las ocupadas jóvenes en los años previos a la pandemia. Además, se destaca la pérdida de empleo en el comercio -a pesar de colocarse por debajo del promedio de la caída del PBI- que concentraba por esos años cerca del 25% de las ocupadas jóvenes.
A estas razones pueden sumarse las tensiones que supuso la pandemia para la conciliación de la vida familiar y el trabajo remunerado. Algunas de ellas estuvieron asociadas: a la suspensión de las clases presenciales que requirió la garantía de la continuidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje por parte de las familias; al aumento de las horas destinadas al cuidado de niñas/os y de adultos mayores (que se convirtieron en la población más vulnerable frente al virus); al incremento de tiempo destinado a la limpieza del hogar por la intensificación de la higiene requerida en contexto de la crisis sanitaria. Todo ello podría haber reforzado los factores de desaliento e imposibilitado la reincorporación de las mujeres jóvenes al trabajo productivo.
Los desiguales efectos de la crisis sobre el empleo de las jóvenes con relación a los grupos de mayor edad se ven validados mediante otros indicadores relevados por la encuesta ESAyPP/PISAC-COVID-19. En especial, cuando se consideran las brechas con los varones no jóvenes. Además, al interior del grupo de jóvenes ocupadas, los impactos fueron distintos según la categoría ocupacional (posición asalariada o independiente).
Para el caso de las jóvenes asalariadas, el impacto negativo -en todos los aspectos contenidos en la tabla 1- fue: mayor al experimentado por el resto de las personas asalariadas mayores; y similar al de sus pares varones. La brecha de mayor magnitud se dio en la pérdida del empleo por despidos o por verse en la situación de tener que renunciar. Pues, durante la pandemia alrededor del 18% de éstas padecieron esa situación, a diferencia de los niveles registrados por las asalariadas no jóvenes (8,5%) y los asalariados no jóvenes (6,8%). Esta brecha podría deberse no sólo al modo en que la crisis golpeó las actividades en donde se concentraban mayoritariamente las jóvenes, sino también a los mayores niveles de informalidad y precariedad laboral que, en general, las hace más vulnerables a las crisis económicas.
Además, ante la suspensión de personal, sufrieron más la falta en el pago de los salarios que las y los ocupados del otro grupo etario. Cerca del 9% fue suspendida sin pago y un 16,6% vio reducidos sus salarios.
Todas estas respuestas a la crisis, por la parte empleadora, afectaron los ingresos laborales por diversos canales: despidos, suspensión y reducción de horas. Ya sea que se tradujeran en la ausencia de ingresos por despidos/renuencia forzosa o reducción de la remuneración laboral, la información relevada guardó relación entre el deterioro en los ingresos y la edad.
A su vez, se identificaron otras respuestas que posibilitaron el mantenimiento de los empleos mediante modificaciones en los procesos de trabajo, como la adopción del teletrabajo o una modalidad mixta, así como la preservación de la ocupación mediante la realización de otras actividades. Para el último trimestre de 2021, las asalariadas jóvenes seguían empleadas: con modalidad de teletrabajo o mixta (34% de las jóvenes que asumieron este formato en 2020); en actividades distintas (37%); y con reducción salarial (25%). Estos datos reflejan contrastes con los varones no jóvenes, quienes habrían abandonado estas situaciones más rápidamente.
El impacto de la crisis fue mayor para el caso de las y los trabajadores independientes. Entre el 35% y el 40% perdieron su trabajo porque tuvieron que cerrar o dejar su oficio (véase tabla 3). Cerca de la mitad disminuyó su margen de ganancia. Y si bien las diferencias no fueron tan marcadas entre los grupos, las jóvenes registraron los mayores porcentajes para ambos impactos (40,5% y 56,8% respectivamente). Como resultado, estos valores indican una mayor vulnerabilidad de las jóvenes independientes en comparación con aquellas que se encontraban en posiciones asalariadas.
Además, ante el malestar económico y social generalizado por la crisis, el cambio de rubro o sector económico no fue una opción. Entre las estrategias de inserción laboral, alrededor de un 20% de las jóvenes independientes se mantuvieron en el mismo rubro mediante trasformaciones o reinversiones en sus negocios u oficios. La modalidad de teletrabajo o mixta también figuró entre los cambios adoptados.
La participación en acciones colectivas durante la crisis
Ante el deterioro económico y laboral, la protesta social y la participación en otro tipo de acciones colectivas han sido, históricamente, caminos habituales para expresar descontentos y demandas, así como para movilizar acciones superadoras de esas situaciones. Como se vio en el apartado anterior, las jóvenes resultaron ser uno de los grupos más afectados por la crisis. En este contexto interesa analizar su participación con relación a otros grupos, sus motivaciones y las diferentes modalidades que emplearon.
Ahora bien, la disruptiva situación de pandemia trastocó no sólo la dimensión económica y laboral sino todas las dimensiones a la vida social, con implicancias significativas para la participación en organizaciones y acciones colectivas. El ASPO, con sus prohibiciones referidas a la presencialidad y sus restricciones para la circulación, impuso marcadas limitaciones a dicha participación, fundamentalmente en los primeros meses. Luego, las sucesivas formas de administración del ASPO en los territorios y el pasaje al distanciamiento social, preventivo y obligatorio (DISPO) llevó al levantamiento de las medidas y restricciones. Pero, los cuidados y el temor a los contagios estuvieron presentes y, se entiende que, habrían operado en las formas de participación.
Dicho esto, la observación de los niveles de participación en reclamos colectivos muestra una marcada correlación negativa con la edad. Las y los jóvenes superaron las cifras de todos los grupos etarios, cuya participación disminuía conforme avanzaba la edad (véase tabla 4).
Además, se encuentra que la participación de las mujeres jóvenes (13,9%) prácticamente duplicó la participación de las mayores (7,2%), mientras las diferencias entre ambos grupos masculinos son marcadamente inferiores (14,9% y 9,9%, respectivamente). Lo que sería un indicio del trastocamiento, por parte de las jóvenes, de los roles y espacios adjudicados a las mujeres por la división sexual del trabajo.
Entre las diversas modalidades de reclamo registradas, las movilizaciones y concentraciones fueron las utilizadas en mayor medida por las jóvenes -ya que 71% reclamó bajo este formato. En segundo lugar, siguieron los reclamos en internet -a través de petitorios, foros, tuitazo y otras formas- (59,9%). Luego, se ubicaron los cortes de calle o vías de tránsito (39,8%), los cacerolazos y ruidazos (30%) y los paros (28,1%).
Las jóvenes utilizaron en mayor medida que las personas del otro grupo etario todos los modos de reclamo, independientemente de si su modalidad era presencial o virtual. Pero, las diferencias fueron mayores para los reclamos bajo la modalidad presencial como movilizaciones/concentraciones y los cortes de vías de tránsito.
El principal motivo de participación de las jóvenes en reclamos colectivos fueron los derechos de las mujeres (54,6%) en continuidad con las luchas feministas. En segundo lugar, aparecieron los problemas laborales (44,3%) en consonancia con el malestar generalizado y los efectos de la crisis que sufrieron fuertemente las más jóvenes. Siguieron los motivos asociados a la asistencia social del Estado (23,1%) y el acceso a vivienda y servicios públicos (16,5%).
En relación con las principales razones señaladas por personas mayores, se observó la coincidencia en torno a la cuestión laboral y la lucha por los derechos. Pero, perdieron peso las otras razones asociadas con la protección social, para dar lugar a cuestiones relativas a la seguridad, corrupción y justicia. Esta razón tuvo un componente marcadamente masculino que coincide con temas asociados a la defensa del orden estatuido y que van de la mano con las posiciones privilegiadas que, en general, los varones ocupan dentro del orden patriarcal. El otro motivo que se ubicó entre los cuatro principales fue el pedido en favor de las clases presenciales. Este último tuvo un componente mayoritariamente femenino y se entiende por la presión en la sobrecarga de tiempo destinado al cuidado que tuvieron las mujeres.
La participación en acciones comunitarias efectuando tareas de cuidado (relativas a la alimentación, la salud, cuidado de adultos mayores) así como la asistencia en trámites informáticos manifestó otros rasgos generacionales y de género. A diferencia de lo observado para los reclamos, no se registró una correlación generacional. Y si bien hubo una marcada diferencia en el nivel de participación entre las personas según pertenecieran o no a las edades activas, estos tipos de acciones colectivas se mostraron asociadas al género.
Pues, tal como lo indica la literatura y las encuestas de uso del tiempo, las mujeres históricamente se han ocupado, en mayor medida que los varones, del trabajo de cuidado tanto en los hogares como en los espacios comunitarios[3]. Esta información nos brindaría evidencia sobre la ventana referida al momento de la pandemia y el nivel de participación de las mujeres en acciones comunitarias relevadas. Dentro de este grupo, el 9,7% de las jóvenes participó en dichas acciones comunitarias, presentando niveles relativamente inferiores al resto de las mujeres en edad activa (30-59 años), pero superiores a la participación de los jóvenes.
Discusión y reflexiones finales
Este artículo ha analizado el impacto de la crisis en la situación laboral de las mujeres jóvenes, así como su participación en acciones colectivas en torno a las problemáticas desatadas y/o profundizadas por la pandemia en Argentina. Al respecto, se encuentra que la pandemia se instauró sobre una economía en recesión y sus efectos no sólo incrementaron el deterioro de los indicadores laborales, sino que agravaron desigualdades sufridas por razones de género y edad.
En consonancia con lo evidenciado por estudios para la región y el caso argentino (CEPAL, 2020; CEPAL, 2021; PNUD, 2021), la magnitud de los efectos de la crisis por pandemia implicó un retroceso para los grupos que históricamente han sufrido dificultades para insertarse y participar en igualdad de condiciones en los mercados laborales. En el caso de las mujeres jóvenes, para quienes el cruce entre género y edad se ha traducido en bajos niveles de participación laboral y elevados niveles de precariedad (Muñiz Terra, Leticia, Roberti, María Eugenia, Deleo, Camila y Hasicic y Cintia, 2013; Pérez, Pablo Ernesto, 2018), la pandemia implicó no sólo el deterioro de sus tasas laborales sino también el mayor aletargamiento en la recuperación de los niveles previos.
Entre los fenómenos que intervinieron en la lenta recuperación se encontró el impacto generado por las ramas que contaban con una alta concentración de jóvenes y mujeres (servicio doméstico, hotelería y restaurantes, actividades de servicios comunitarios y sociales, y comercio). Otro fenómeno relevante fue el incremento de las tensiones en la conciliación de la vida familiar y el trabajo remunerado que conllevaron las medidas implementadas durante el ASPO y DISPO.
Dentro del conjunto de ocupadas jóvenes los efectos de la crisis por pandemia fueron diferentes en función de su inserción en posiciones asalariadas o independientes. En general, el impacto negativo para las independientes (cuentapropistas o patronas) fue mayor tanto en la reducción y ausencia de ingresos como en la pérdida de empleo.
Además, mientras dichos efectos no presentaron diferencias significativas con el resto de los grupos de la población independiente, las asalariadas jóvenes padecieron en mayor intensidad las consecuencias negativas en comparación con las personas no jóvenes asalariadas. En especial, con los asalariados no jóvenes que presentaron los valores más bajos para las variables analizadas. Esta evidencia guardaría relación con los desiguales niveles de informalidad y precariedad laboral que dejaron a las jóvenes en situaciones de vulnerabilidad ante las diversas estrategias de la parte empleadora para recomponer las ganancias.
El deterioro económico y laboral producido por la pandemia tuvo su correlato en términos de participación en acciones colectivas. Pues, los problemas laborales aparecieron como uno de los principales motivos de protesta de las jóvenes.
Sin embargo, este motivo se ubicó en segundo lugar, después de los reclamos a favor de los derechos de las mujeres. Estas demandas dieron continuidad a luchas colectivas más amplias relacionadas con la violencia de género y los derechos reproductivos, además de visibilizar la compleja situación de las víctimas de violencia durante el contexto del ASPO y DISPO.
La asistencia social del Estado también figuró entre los principales motivos de los reclamos de las jóvenes. Esto se comprende no solo por los problemas de inserción laboral ya mencionados, sino también por los rasgos de la política asistencial señalados por Corina Rodríguez Enríquez y María Fernanda Reyes (2006) y Virginia Alonso (2020). Dichas características refieren a la feminización de la política asistencial como una respuesta creciente que se fue consolidando en el presente siglo ante la falta de inclusión laboral por parte del capitalismo periférico.
Por último, la mayor participación de las jóvenes en la protesta social (en comparación con el resto de las mujeres) y los motivos de sus acciones colectivas son indicios de una progresiva presencia de las mujeres de las generaciones más jóvenes en el espacio público y en la lucha por sociedades más justas e igualitarias. Dentro de estas tendencias, la pandemia parece haber sido un escenario disruptivo en el que se desplegaron viejas y nuevas formas de protesta.
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Notas