Misceláneos
Recepción: 23 Enero 2020
Aprobación: 01 Marzo 2021
Resumen: La palabra Teotihuacan ha sido pronunciada en incontables ocasiones desde que fue consignada en papel europeo en el primer tercio del siglo XVI. Es el nombre con que se conoce a los vestigios materiales de la cultura arqueológica más influyente del Centro de México del periodo Clásico, sin embargo, su etimología no es clara, pues a lo largo de la historia presenta diversas acepciones, que han derivado en un entendimiento confuso de su contenido simbólico. En este trabajo nos damos a la tarea de identificar las fuentes históricas confiables y los registros gráficos que permiten desarrollar una propuesta de equivalencia más aproximada a la realidad física, conformada por los monumentos y la traza urbana, con el objetivo de sustentar que Teotihuacan pudo ser referenciada a partir de su relación directa con el movimiento solar.
Palabras clave: Teotihuacan, historia, nombre, hierofanía solar.
Abstract: The word Teotihuacan has been spoken countless times since it was recorded on European paper, in the first third of the 16th Century. It is the name by which the material remains of the most influential archaeological culture of Central Mexico (from the Classic period) are known; however, its etymology is unclear since, throughout history, it has presented several connotations that have resulted in a confusing understanding of its symbolic content. In this paper, we have undertaken the task of identifying reliable historical sources and graphic records, which have allowed us to develop a proposal for a more approximate equivalence to the physical reality, including the monuments and the urban layout of the site, with the aim of bolstering the idea that Teotihuacan could be referenced by way of its direct relationship with solar movement.
Keywords: Teotihuacan, history, name, solar hierophany.
Introducción
Un instante en el tiempo, hace cinco siglos, aquellas antiguas ruinas fueron nombradas, se dijo “Teotihuacan”.1 Inició así una nueva historia de develaciones míticas, reproducidas por personajes que retomaban los últimos referentes de una historia milenaria, diluida paulatinamente conforme avanzaba el proceso de colonización. Siempre como lugar, Teotihuacan ha sido ante todo el mito, el sitio de la creación del Quinto Sol.2 De la palabra en sí son escasas las reflexiones y su asociación con una realidad histórica, urbana, material y geográfica, como habremos de demostrar en este escrito. Teotihuacan, el principal referente de la cultura mesoamericana, es un nombre de lugar que se ha repetido con la voz y con la pluma en innumerables ocasiones, pasando a formar parte del lenguaje común para referirse tanto a un espacio geográfico (el valle), a un municipio, a un poblado (San Juan), a una cultura prehispánica, a una zona arqueológica, así como a diversas marcas de productos y servicios comerciales. Teotihuacan: “el lugar donde los hombres se convierten en dioses” [Boletín INAH 2018], el “lugar del endiosamiento” [López 2015], “el lugar donde nacen los dioses” [Matos 2009], es un nombre en lengua náhuatl interpretado desde sus primeras apariciones en las crónicas del siglo XVI que se refiere al escenario monumental en que surgiera el Quinto Sol, de acuerdo con los mitos de origen que los informantes de Fray Bernardino de Sahagún dieron a conocer.3
En el mundo académico contemporáneo, Teotihuacan es el nombre con que se conoce a la metrópoli por excelencia del Clásico mesoamericano (del 1 al 650 d. C.), ubicada en el centro del Altiplano Central de México, detonadora de un estilo muy propio de arquitectura, cerámica, organización social y algunas características que son el inicio de una cultura original. Sin embargo, son muchas las incógnitas que prevalecen al día de hoy y, a casi cinco siglos de estar en el radar de escritores, investigadores y académicos, quedan por esclarecer puntos nodales, como: ¿cuál fue el nombre original de esa ciudad?, ¿cuáles fueron las identidades étnicas de sus habitantes?, ¿qué idioma fue el aglutinante, dominante o principal?, ¿cómo se desarrolló su organización social hasta desembocar en un sistema de gobierno estable? Ante estas cuestiones nos parece necesario reordenar las prioridades y partir de una base más sólida para la búsqueda científica, una que nos guíe con mayor precisión hacia el entendimiento de la gran metrópoli del Clásico; pues durante casi dos siglos la nación mexicana ha erogado importantes recursos para su investigación y aún no contamos con respuestas satisfactorias.
Para ello, tuvimos que planificar la investigación y crear un equipo de trabajo multinodal, que iniciara un extraordinario avance en uno de los campos que han permanecido infranqueables dentro de los estudios teotihuacanos. De tal forma hemos establecido una serie de temas para abordar, desde los cuales iremos desdoblando las incógnitas acerca de la civilización que ideó y construyó la gran ciudad, iniciando con aquel que parece haber suscitado menor interés para el mundo académico: ¿qué significa el nombre de Teotihuacan y cuál es el vínculo entre éste y la realidad que los arqueólogos han construido en torno a sus restos materiales?
Este trabajo presenta los resultados de una búsqueda persistente sobre el origen y el significado de la denominación verbal que los indígenas transmitieron a los europeos en el siglo XVI acerca de un lugar presente en sus memorias como espacio de creación mítica. Porque el nombrar a un lugar es darle significado, ubicar la “cosa” en el espacio, el tiempo y la cultura [Christin 2001: 13-21], consideramos que ya no es posible seguir soslayando4 el asunto del significado de la palabra Teotihuacan y su posible relación con una realidad indígena, que podría indicarnos el nombre con que se conoció a la gran ciudad en su momento de apogeo.
Ante la dialéctica interna que priva en el mundo académico, en razón de las dudas referentes a la equivalencia correcta del vocablo con el que se nombró a las ruinas de la ciudad al momento de la llegada de los europeos, resulta fundamental presentar las fuentes documentales históricas que pueden llevar la carga de la prueba, en cuanto a lo que se refiere al origen, fundación de Teotihuacan y todas sus implicaciones culturales. Nos preguntamos entonces ¿será que el nombre de Teotihuacan es un topónimo mal citado o mal caracterizado?5
Punto de partida
Hemos analizado las fuentes documentales históricas de los primeros 100 años desde la rendición de Cuauhtémoc (1521 a 1615 d. C., ya que necesitamos una información muy puntual) para determinar quiénes y cuáles son las fuentes confiables para rastrear el origen y etimología del nombre de Teotihuacan, para tener detectadas las variantes en cuanto al cómo se escribió y la traducción al idioma castellano que se tiene de él.
Sahagún lo transmitió de esta manera: “Y se llamó Teotihuacan el Pueblo de Teotl, que es dios…”;6 Fernando de Alva Ixtlixóchitl lo traduce como: “Teotihuacan, ciudad y lugar del dios” [1975-1977: 272]. A continuación, se harán notar las implicaciones y posibles motivos de cada traducción o interpretación del nombre, pues entre las causas concretas de las variantes identificamos dos: la lectura de un glifo en un documento de origen indígena y la percepción auditiva de una palabra en lengua náhuatl que fue interpretada de acuerdo con el grado del conocimiento de dicho idioma.7
En esta primera centuria analizada, el nombre de la ciudad de Teotihuacan aparece principalmente en singular en lo que se refiere al personaje, deidad o numen que allí se veneraba8 (no encontramos “dioses” o evidencias del plural de esa palabra; de hecho, ningún topónimo que se conozca, tiene plural en sus componentes).
Las traducciones posteriores a esa primera centuria [Torquemada 19751983] trajeron mucha confusión e implicaciones inesperadas que han llegado hasta nuestros días, permitiendo que muchos autores del tema tengan “casi” cada uno su interpretación, que resultan diversas y en su mayoría carecen de referencia de origen y bases lingüísticas. Si estamos haciendo bien nuestro trabajo deberemos resolver la cuestión en los próximos cinco años.
El nombre en las fuentes históricas
Teotihuacan, la ciudad prehispánica que paulatinamente se ha ido develando a través de las investigaciones arqueológicas,9 constituye un hito en los procesos de urbanización y control político para todos aquellos que se adentran en el conocimiento de los fenómenos sociales de Mesoamérica en tiempos anteriores a la llegada de los europeos.
Como fieles testigos de múltiples historias y relatos,10sus vestigios nunca han pasado desapercibidos para propios y extraños, quedando registrados en documentos coloniales, crónicas orales —que luego formaron parte de textos indispensables para conocer el mundo prehispánico—, así como en relatos de viajeros que dieron pie a los primeros estudios sistemáticos y científicos de unas ruinas cuyo esplendor original se había perdido en el tiempo.
Pero hemos planteado una serie de cuestiones al no contar con referencias concretas en la literatura existente: ¿quién fue el primer cronista que lo dio a conocer?, ¿cuál es la primera fuente documental de los pueblos originarios que manifestó ese nombre? Sin duda su presencia física tuvo que ser identificada con una denominación o nombre que debe haber dejado huella.
La Leyenda de los Soles, los Códices Matritenses de la Real Biblioteca, el Códice Florentino,11la Historia de la cosas de la Nueva España y la Historia de Tlaxcala, son las fuentes primigenias desde donde surge el nombre y se difunde en gran cantidad de obras durante los siglos subsecuentes; sin embargo dichas fuentes se basan en un vocablo que fue transcrito sin la mediación de una imagen,12como marcaba la tradición prehispánica, razón por la cual hemos considerado la necesidad de utilizar un documento en el que se consigna el glifo de Teotihuacan, para referirse a un lugar, a un punto geográfico, más que a un espacio mítico.
El Códice Xólotl es un manuscrito pictográfico que abarca casi cuatro siglos de la historia de la ciudad de Texcoco (1068 a 1429 d. C.) y de sus vecinas Huexotla, Cohuatepec, Cohuatlichan y Tenochtitlan; las láminas 1, 3 y 6 muestran el glifo de Teotihuaca, y lo sabemos debido a que en 1524 un tlacuilolo glosó Teo uacan,13que nos permite ubicar a la ruinas de esta gran ciudad como un punto de importancia geopolítica entre los años 1409 y 1427 d. C., una de las referencias más tempranas para el sitio, indicado además por la imagen con la que se le denominaba entonces.
A lo largo de las láminas es posible observar la conformación de los elementos que componen el glifo, particularmente la hierofanía solar,14con los que podremos sustentar una traducción alterna del nombre. Este trabajo se respalda también en información recabada por más de ocho años de observaciones sobre la salida del sol y su relación con los monumentos más prominentes de la ciudad prehispánica, particularmente la Pirámide del Sol, cuya finalidad principal ha sido encontrar la relación objetiva entre el glifo y el edificio.15
Lo que dicen las fuentes y desde cuándo lo dicen
Durante el segundo tercio del siglo XVI se registró por primera vez en caracteres latinos el vocablo “Teotihuacan”, escrito en hoja de papel europeo, como parte de los relatos que los informantes indígenas de Sahagún reproducían ante un escribano, en respuesta a los cuestionamientos preparados por el fraile, dando testimonio de uno de los mitos de creación más conocidos hasta nuestros días: La leyenda de los soles.
Del principio de los dioses no hay clara ni verdadera relación, ni aun se sabe nada; más lo que dicen es que hay un lugar que se dice Teotihuacan, y allí, de tiempo inmemorial, todos los dioses se juntaron y se hablaron diciendo: ¿Quién ha de gobernar y regir el mundo? ¿Quién ha de ser sol? —y esto ya es platicado en otra parte—. Y al tiempo que nació y salió el sol, todos los dioses murieron y ninguno quedó de ellos, como adelante se dirá en el libro VII, en el capítulo II.16
Para tener una idea general de los documentos consultados y su contexto histórico hemos desarrollado una línea del tiempo en la que se vierte la información de manera secuencial (figura 1).
En los primeros años del siglo XVII (entre 1600 y 1608), el historiador texcocano Fernando de Alva Ixtlixóchitl terminó de redactar las relaciones de la historia tolteca-chichimeca, consideradas las partes iniciales de la obra mayor conocida como la Sumaria Relación de todas las cosas que han sucedido en la Nueva España, misma que terminó alrededor del año de 1625 [de Alva 1985: 229-233]. Es en la primera relación donde escribió sobre los pueblos, ciudades, villas y otros lugares que las naciones tultecas poblaron y edificaron antiguamente en casi mil leguas en el extenso territorio de la Nueva España. El historiador menciona que entre todas esas poblaciones y lugares Teotihuacan era la más señalada porque era:
[…] ciudad y lugar del dios. Era esta ciudad mayor y más poderosa que la de Tula por ser el santuario de los tultecas. Tenía grandísimos templos muy altos y edificios los más terribles del mundo, que hasta hoy día parecen en sus ruinas, y otras grandes curiosidades [de Alva 1985: I, 272-273].
No será hasta el año de 1615 con la publicación en Sevilla, España, de la Monarquía Indiana de Juan de Torquemada, cuando sale a luz pública otra descripción de las ruinas de la antigua ciudad. Se debe señalar que el autor inició la escritura de esta obra en 1593 y la finalizó a mediados o fines de 1613, de ahí que su reporte sobre lo que encontró allá es el resultado de una visita que hizo a finales del siglo anterior o en los primeros años del siglo XVII. En su libro VIII, capítulo VII, el fraile escribió sobre los lugares donde los indios erigieron sus templos en la época de su gentilidad, así como de sus formas y orientaciones hacia el recorrido del sol, refirió lo que él directamente observó en las ancestrales edificaciones indígenas en las cercanías del poblado colonial de San Juan:
Lo que sabré afirmar en esto es que estos indios de la Nueva España tenían dos templos de grandísima altura y grandeza, edificados a seis leguas de esta ciudad, junto a San Juan Teotihuacan, que le cae a esta dicha ciudad a la parte del norte y dedicados al sol y a la luna, los cuales estaban apartados del poblado y lo están ahora, aunque no en mucha distancia, y alderredor [sic] de ellos hay otros asientos de otros que pasan de más de dos mil; por lo cual se llama aquel lugar Teotihuacan, que quiere decir lugar de los dioses. [Torquemada 19751983: III, 208-209].
Hemos seleccionado sólo estos tres autores porque son la base en la que se han sustentado todos los escritos y textos que existen a la fecha acerca del significado del nombre que los indígenas del Posclásico e inicios del Virreinato asignaron al lugar. Realizamos una extensa revisión de las referencias conocidas desde el siglo XVI hasta el XXI, conjuntando la evidencia necesaria para iniciar este estudio, 54 autores, 22 referencias geográficas y mapas, cuatro diccionarios, tres fuentes contemporáneas y 14 diversas traducciones del vocablo presentes en textos, títulos de libros y páginas electrónicas tanto académicas como institucionales y comerciales, (tablas 1, 2, 3, 4).
Método de Análisis
Partimos de los siguientes datos:
Nótese que los dos primeros autores definen el nombre en singular; no podemos olvidar que tanto Sahagún como de Alva Ixtlixóchitl sí hablaban el idioma náhuatl con mucha fluidez y vivieron muy cerca del momento del contacto de los dos mundos, mientras que en el caso del tercero la palabra aparece por primera vez interpretada (no traducida) y en plural. No se sabe qué nivel de dominio del idioma náhuatl tenía Torquemada, pero es un hecho que para escribir su libro utilizó fuentes principalmente de origen europeo, mientras que los acervos de documentos prehispánicos le sirvieron como marco de referencia, aproximadamente un siglo después del momento del contacto.
Basados en estas tres primeras fuentes escritas, coincidimos en que —a diferencia de muchos nombres indígenas de poblaciones y ciudades—, el nombre de Teotihuacan fue dado a conocer primeramente por quienes recopilaron historias orales, sin el complemento de un sustento gráfico del que se tenga evidencia, como muchos topónimos de la época consignados en mapas, relaciones y lienzos.
De tal forma hemos decidido partir de lo general a lo particular; del universo de topónimos conocidos a la muestra de los nombres que tienen como raíz principal las palabras náhuatl de Teotl . Tonatiuh, interpretados como dios y sol respectivamente.17Como ejemplos tenemos: Tehuacan, Teotenango, Teotitlan, Teozacoalco, Teocalhueyacan y Teoloyucan, entre otros muchos por estudiar su origen y temporalidad.
La inquietud que inicialmente dirigió nuestro estudio fue indagar si la palabra Teotihuacan correspondería a un topónimo, estructurado con base en accidentes geográficos o a la labor de los habitantes (todo topónimo consta como regla de dos palabras y otra más que funge como locativo) entre otros rasgos, o es una geonimia,18para lo cual habría que revisar las referencias gráficas contemporáneas a los textos aludidos que nos permitiesen acercarnos al sistema de registro que utilizaban las comunidades indígenas, antes de la llegada de los europeos, partiendo así de una perspectiva diferente, sin el prejuicio de la traducción directa de las fuentes con caracteres latinos y carentes de imágenes.
De las 22 fuentes geográficas halladas (tabla 2) seleccionamos el Mapa de Upsala (1555), Códice de San Francisco Mazapa (1560), Códice Xólotl (XVI al XVII), Mapa de Tecciztlán (1580), Códice Cuauhtinchan II y el Códice Huamantla (1592), por contar con referencias específicas del sitio, de acuerdo con las glosas que presentan y el entorno geográfico en el que se desarrollan los eventos narrados. Varios de ellos muestran imágenes solares, relacionadas con basamentos piramidales escalonados, aludiendo a los edificios más sobresalientes y característicos del asentamiento prehispánico. En el caso particular del Códice Huamantla incluso se presentan dos basamentos escalonados, entre los que asciende una imagen solar, representando a las pirámides del Sol y la Luna; imágenes semejantes hay en el Códice Xólotl y la Relación de Tecciztlán.
A pesar que la muestra seleccionada no es abundante, sí resulta muy concreta pues, particularmente en la lámina 6, cuadrante 1c del Códice Xólotl,contamos con un glifo glosado con la palabra en caracteres latinos Teo huacan; este glifo o geonomía denota dos elementos, uno determinado por un monumento arquitectónico (basamento piramidal escalonado) y el segundo, un resplandor solar al amanecer, debido a la ubicación u orientación del monumento más prominente de la ciudad en ruinas,19(figura 2).
Este glifo y el nombre actual de Teotihuacan no han variado a lo largo de los últimos cinco siglos, pues los elementos fundamentales de su composición permanecen: el (los) basamento (s) y la figura solar, como puede observarse en los códices Xólotl, Huamantla, Mazapa y en el estudio de Antonio Peñafiel [1900), este último, por cierto, es el glifo que identifica al municipio de Teotihuacan [Bando Municipal 2013; INAFED 1987].
Considerando que las fuentes de tradición indígena integran elementos de su cosmovisión y sintetizan en imágenes conceptos de gran profundidad, nos propusimos relacionar el monumento más grande de la ciudad, la Pirámide del Sol, su ubicación geográfica y sus dimensiones, con un evento solar20 que justificara la imagen de la mencionada lámina del Códice Xólotl. Si dicha relación tuviese lugar podríamos demostrar que el glifo consignado en el documento de tradición chichimeca tendría una base conceptual rastreable hasta el propio período Clásico y nos acercaría a una posible designación nominativa de la ciudad más certera y genuina.
Esto último requirió de un registro sistemático de las salidas y puestas solares, desde diversos puntos de la zona arqueológica, a lo largo de ocho años, aplicando una metodología de la observación solar y las cualidades arqueostronómicas de la traza urbana,21tomando en consideración el punto donde se concentra el mayor número de variantes en la orientación norte/ sur, como La Ciudadela: 47°, 18°, 15° y 15.25°, así hemos conformado un banco de datos fotográfico y de video, capaz de sustentar que el glifo del Códice Xólotl corresponde con un evento real, que aún puede observarse en el horizonte teotihuacano y que explica, de cierta manera, la orientación de los edificios más prominentes de la ciudad, en un discurso urbano y monumental enfocado al culto solar.22
El símbolo del sol en el glifo de Teotihuacan
Nos propusimos relacionar el monumento más grande de la ciudad, la Pirámide del Sol, su ubicación geográfica y sus dimensiones, con un evento solar que justificara el glifo de Teotihuacan que aparece en la lámina 6, cuadrante 1c del Códice Xólotl, con una grafía en la parte inferior en la que se puede leer: Teo huacan. Tanto el basamento piramidal como el resplandor solar que lo corona (que corresponde a un amanecer, de acuerdo con la ubicación del edificio) y el nombre actual de Teotihuacan se encuentran ligados por más de quinientos años y han sido reconocidos universalmente [Bando Municipal 2013; INAFED 1987].
Identificamos un área de oportunidad para analizar, desde otra perspectiva, la correspondencia entre la imagen y la realidad ya que, de hallarse esa relación, podríamos construir mejores propuestas acerca de la importancia simbólica de la ciudad, la cual debió sustentar su dominio geopolítico y cultural en una mitología materializada en la propia traza e imagen de la urbe,23que le permitió posicionarse indiscutiblemente como axis mundi.
Partiendo del análisis de los documentos específicos ya anteriormente mencionados (entre los que destacan el Códice Xólotl y el Códice Huamantla) [Boletín INAH 2018; El Universal 2018], hemos determinado dos posibilidades respecto de la forma en que debe leerse la imagen aludida: 1) se trata de la representación de una hierofanía, o 2) es el registro gráfico de un evento verdadero, visible en determinados momentos. En el primer caso estaríamos ante una interpretación del valor de la ciudad y de sus monumentos en un ámbito sagrado; en el segundo, ante una geonimia que nos indica el posicionamiento de la ciudad como centro rector de una extensa región, en la que eran evidentes el inicio y término de ciclos anuales a partir del gran calendario materializado en el edificio más prominente del asentamiento, que la convertía en un gran catalizador de actividades productivas, religiosas y políticas.
Así es que entre el 21 de febrero y el 21 octubre de cada año el Sol despunta exactamente detrás y al centro de la Pirámide, materializando una sincronía: cuando el tiempo se transforma en geometría, para que se puedan visualizar y se conozcan las fechas-marcador del inicio y fin de los patrones de lluvia en el altiplano Central de México, tan esperadas en pueblos agrícolas como el teotihuacano y sus sucesores.24
De suma importancia resulta enfatizar que la alineación entre el monumental edificio y el amanecer en las fechas propuestas cambiará dentro de 70 años, así que aún tenemos la oportunidad de coincidir con la visual que tuvieron los constructores del edificio y entender sus asociaciones.25
La pirámide del Sol y el Orto solar
De acuerdo con nuestro registro, podemos deducir que los teotihuacanos observaron que 61 días después y 61 días antes del solsticio de invierno comienza y termina la temporada de lluvias, que fue determinante para orientar y significar fechas exactas de la Cuenta de los Soles, esas fechas son: el 21 de febrero y el 21 de octubre de cada año, cuando se puede visitar el sitio arqueológico de Teotihuacan y, al colocarse frente a la Pirámide del Sol, observar cómo el resplandor del sol emerge por detrás y en el eje central del edificio, coronándolo.
Cabe mencionar que existen antecedentes acerca de la alineación de esta gran pirámide con los ocasos, como los estudios de Morante [1996], Ŝprajc [2000] y Galindo [2009] en los que se establece que los días 29 de abril y 13 de agosto el sol se mete justo frente al gran basamento, mientras que el 12 de febrero y el 29 de octubre, la pirámide se alinea con el sol naciente, estableciéndose así una secuencia de amaneceres y ocasos que se ajustan a periodos equivalentes de 52 días y que conforman ciclos calendáricos específicamente ajustados a una medición del tiempo de cobertura panmesoamericana.
De esta forma, la Pirámide del Sol cumple la función de gran calendario y reloj pétreo a partir del cual se garantiza una exacta medición del tiempo, muy semejante por cierto a la que registra Galindo [2009] en Oaxaca y que supone exclusiva de dicha región, ya que en el edificio Enjoyado de Monte Albán (de posible influencia teotihuacana) la alineación solar sucede el 25 de febrero y el 17 de octubre, prácticamente de manera simultánea con Teotihuacan, lo que sigue marcando la estrecha relación entre ambas ciudades. Por lo tanto, la imagen que identifica a Teotihuacan en los códices que hemos referido, corresponde con mayor amplitud a una geonimia26 antes a un topónimo, es decir, se vincula más al valor simbólico asignado al asentamiento desde su propia construcción que a la descripción de un lugar. La presencia de una imagen solar sobre una obra humana (el edificio) sintetiza el carácter hegemónico del asentamiento a partir de una conexión directa con lo divino, misma que sustentó la planeación de cada gran edificio y comunicó al resto de Mesoamérica que la ciudad en sí era la máxima expresión de lo urbano y lo social.
A la fecha no existe otro registro de un asentamiento que ostente los mismos elementos, no hay otro Teotihuacan en la región, incluso el asentamiento de Tehuacán en el Estado de Puebla no contaba con un glifo de identificación hasta ya entrado el siglo XX. Únicamente Teotihuacan ha sido designado a través de la imagen con los elementos que referimos.
Consideraciones
En este trabajo hemos analizado una serie de datos agrupados en tres líneas discursivas:
Los tres autores en quienes nos hemos basado (Sahagún, de Alva Ixtlixóchitl y Torquemada), al escribir sobre el sitio hacen alusión a la leyenda de los soles, relato en el que, después de una sucesión de cuatro eras marcadas por un sol distinto, surge el astro que nos alumbra, junto con su compañera la luna. De esta forma nos presentan un espacio mítico, dedicado muy especialmente al origen del astro, que además es símbolo de una era y de un proceso histórico que legitima el presente. Por otro lado, también describen un espacio físico real, señalando la arquitectura monumental y algunas de las características del asentamiento, siempre vinculadas al movimiento aparente del sol.
Lo anterior nos muestra que, al referirse a Teotihuacan en los documentos, resultaba inevitable abordar tanto el aspecto mítico como el físico, pues era la sede del origen del mundo nahua del siglo XVI y sus vestigios físicos constituían un punto de referencia geográfica y política notable que atrajo incluso a los misioneros para verificar sus características y cerciorarse de que no representaban un peligro para la difusión de la fe cristiana.
La identificación de Teotihuacan como “ciudad, pueblo o lugar del Dios” que Bernardino de Sahagún y de Alva Ixtlixóchitl nos aportan, debe ser reconsiderada y recuperada, enfatizando el contacto y cercanía histórica que estos personajes tuvieron con las propias ruinas y su comprensión tanto de la lengua como de los conceptos nahuas. Ambos podrían estar dando una clave de lo que aquellas viejas ruinas representaban para el mundo indígena: la materialización de lo divino, el lugar en que historia y mito se fusionaban, en el instante en que el sol emergía detrás y al centro del edificio más prominente27 (figura 3).
Para nosotros es un hecho que el culto solar estuvo presente en su máxima expresión en el centro de México, durante la época Clásica, en Teotihuacan. La ciudad misma se encuentra alineada para que, en diversos momentos del año, sus principales edificios funcionen como marcadores, ofreciendo un espectáculo visual cuando los rayos solares emergen, enmarcando a la gran pirámide y los principales templos.28
Son el sol y la luna los protagonistas de un discurso descriptivo en torno a las ruinas de la ciudad, pues es constante el argumento de la dedicación de los montículos más prominentes a dichos astros, así como de la presencia de un culto en el que la imagen solar tiene atributos divinos.
En lo que se refiere a la denominación gráfica del sitio, los glifos de los códices Xólotl, Huamantla y el mapa de Tecciztlán ostentan basamentos piramidales y figuras solares, conformando un primer patrón (a pesar de lo reducido de la muestra) que nuevamente enfatiza la importancia del astro en la identificación del sitio. Pero el elemento de mayor relevancia en este trabajo, es la corroboración de dicho glifo en una realidad visible de manera cíclica, que nos da la pauta para argumentar que la orientación de la traza urbana del asentamiento clásico, pudo obedecer a la necesidad de diseñar una ciudad en la que se estableciera un vínculo directo entre el movimiento solar (en principio) y la ubicación de los edificios más prominentes, conformando un discurso visual asequible a todos aquellos que habitaban o llegaban a la gran urbe.
El poder visual de un paisaje urbano tan integrado a los ritmos cíclicos de la trayectoria solar (y muy posiblemente de otros astros)29debió ser impactante para propios y extraños. La traza espacial y el diseño de los edificios hacía referencia a una bóveda celeste dinámica, con un gran juego de alineaciones entre la arquitectura y los astros que indica diversos sucesos anuales, lo que debió ser un importante referente cultural, cuyos vestigios se reflejaron aún varios siglos después en la denominación oral y pictográfica del sitio.
Insistimos, las representaciones gráficas de Teotihuacan son entonces una geonimia y no un topónimo; indican la estrecha relación entre la naturaleza y la obra humana en la creación de un espacio único, simbólicamente portentoso. Por lo tanto, podemos concluir que el glifo o geonimia de Teotihuacan presente en los códices Xólotl . Huamantla, en los que se representa un evento arqueoastronómico, requiere de una lectura que intersecte —por primera vez— las referencias escritas con los datos “duros” de la evidencia material. Ciudad y sol, obra humana y divinidad constituyen un todo en la representación indígena, ahora toca a los lingüistas revisar de nueva cuenta la traducción de la palabra Teotihuacan, bajo un enfoque más integrador, entreverado con el análisis histórico y el dato arqueológico, para superar el axioma que ha predominado por casi cinco siglos sin problematización aparente.
Agradecimientos
Gracias al Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) por la autorización para realizar las observaciones y mediciones en la Zona Arqueológica de Teotihuacan.
REFERENCIAS
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Notas
Notas de autor