Reseña
En defensa de "lo que no se ve" en ciencias sociales
Dos conspicuos pensadores, cuyos aportes sir ven de insumo para diversas ciencias sociales, publicaron recientemente nuevas contribucio nes para sus ya largas y productivas carreras. Steven Pinker, con el optimismo al que nos tiene acostumbrados, no solo volvió a insistir, como lo hizo en obras como The Better Angels of our Nature (2011), en demostrar que el mundo en el que vivimos en la actualidad es el mejor en la historia, sino que complementa esta idea con la que, para él, es la explicación de esa mejora sostenida en el tiempo: las ideas y valores de la Ilustración, representados en la razón y el humanismo.
Por su parte, Taleb, con su acento crítico e irreverente, puso a disposición de los lecto res la quinta entrega de su saga Incerto, a la que pertenecen obras como The Black Swan (2007) y Antifragile (2012). En esta serie de libros, el financiero y matemático nos ofrece su visión de cómo la incertidumbre permea todas las dimensiones de la vida personal y en sociedad. Para esta ocasión, bajo ese marco, profundiza en cómo la experiencia directa (el arriesgar el pellejo, una adecuada traducción a la expresión skin in the game, importada de las finanzas) es la mejor forma de encontrar no solo prácticas que permiten al individuo y a la sociedad mantener sus cimientos, sino que son la base para hablar de racionalidad y, por lo tanto, explican muchos de los comporta mientos que una visión racionalista considera ya sean desviadas o abiertamente irracionales.
Más interesante es que ambos libros man tienen un diálogo constante entre los autores. Si bien ambos parecen partir de la misma no ción (la defensa de la racionalidad), en realidad lo hacen de definiciones diferentes y, por lo tanto, llegan a conclusiones diametralmente opuestas. Mientras que Pinker, psicólogo y lingüista (profesión que critica severamente Taleb), parte de una definición que podríamos caracterizar como clásica, Taleb afirma que la racionalidad no es sino lo que permite al ser humano sobrevivir.
De esta aparente simple diferencia resul tan conclusiones abiertamente opuestas. Para Pinker, por ejemplo, una amenaza a la persis tencia de resultados crecientemente positivos en la sociedad actual, es el retorno de creencias y supersticiones relacionadas con la religión, el populismo y el nacionalismo. De otro lado, Taleb considera que estos fenómenos, según sea el caso, pueden ser expresiones de la racio nalidad de los individuos, así no les parezcan convenientes a los pensadores racionalistas.
De manera general, estas dos contribu ciones son pertinentes para los cercanos a las ciencias sociales (investigadores, analistas, opinadores, tomadores de decisiones) por, al menos, dos razones. Directamente, en ambos autores se recopila un importante acervo de información que sirve para nutrir los debates. En la segunda parte del libro de Pinker, el autor nos llena de datos, estadísticas y gráficas que muestran las mejoras en todos los ámbitos (desde salud e ingresos hasta aspectos tan controversiales como felicidad y medio ambiente). Taleb, a partir de su exposición argumentada y consistente desde el punto de vista de la lógica, nos permite acercarnos a temas tan diversos como la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, el islamismo, el cambio climático y las tendencias proteccionistas y en contra de los migrantes en diversas sociedades.
Indirectamente, y tal vez lo más impor tante, en ambos autores se plantea una fuerte crítica, que debemos aceptar y examinar, a las disciplinas sociales. Ambos exploran los sesgos mentales, también estudiados por autores co mo Daniel Kahneman o Richard Thaler (este último criticado muy fuertemente por Taleb), que nos hacen violar los principios más básicos de la estadística y de la lógica matemática para sacar conclusiones a todas luces equivocadas. También nos cuestionan sobre ese énfasis que, a diferencia de las ciencias exactas, se prefirió en las sociales: en lugar de comprender nuestro objeto de estudio, nos convertimos en inge nieros sociales; en lugar de entender las teorías como explicaciones creativas de regularidades sociales, así definidas por, entre otros, Kenneth Waltz en su famosa Teoría de la política interna cional (1979), las confundimos con prescrip ciones de la realidad; en lugar de la humildad frente a los sistemas complejos a los que nos enfrentamos, nos decidimos por la supuesta superioridad del expertise y la especialización.
En el fondo, el libro de Pinker tiene como fortaleza el desafiar la visión general de pesimis mo sobre el estado actual del mundo (lo que él denomina progresofobia) y el papel que en ello tienen los intelectuales y académicos, princi palmente de algunas disciplinas. No obstante, su obsesión por los datos, por una definición tradicional de la racionalidad y por caer en una suerte de sesgo de disponibilidad (como las cosas han mejorado, seguirán mejorando porque así parecen mostrarlo las tendencias), lo llevan a caer en varios errores. Primero, incurre en una selección de evidencia (cherry-picking cuando encuentra datos que no le convienen. Esto sucede cuando, a pesar de que los datos de cambio climático como su "todo está me jorando", los desvirtúa con argumentos que parecen forzados y desesperados. Segundo, parece caer en esa visión de superioridad in telectual (a la que lo lleva su creencia en una racionalidad "clásica") puesto que pareciera considerar que un mundo mejor depende del desprecio a la religión, a las supersticiones o a fenómenos como el nacionalismo. Tercero, y esta es una paradoja de vieja data en el trabajo de este autor, nunca nos explica por qué si todo tiende a mejorar por alguna ley (metafísica, al parecer), producto de la Ilustración, en ese mismo período aparecen las que para él son las amenazas a ese sistema de ideas.
El aporte de Taleb, por su parte, nos lleva a cuestionar -y criticar- muchas de las creen cias sobre lo que es ciencia y la racionalidad; sobre el papel de las burocracias, de la historia, del tiempo, del riesgo y de las, aparentemente acciones no racionales de los individuos. No obstante, su argumento llevado al extremo nos deja sin respuestas ante los impulsos pro teccionistas en la actualidad, la xenofobia y, paradójicamente, la intervención del Estado -puntualmente, de Estados Unidos- en di versas dimensiones como la guerra contra el terrorismo.
En el balance general, el libro de Taleb es una obra que no se puede desaprovechar. No obstante, es más interesante contrastar los dos puntos de vista, cuestionarlos, permitir el diálogo que sostienen (con más intención en el caso de Taleb) y rescatar lo positivo, así co mo profundizar en sus debilidades. En ambos casos, el lector encontrará valiosos aportes para comprender -no para cambiar, no para alterar, no para jugar el papel de ingeniero- los diver sos fenómenos sociales de nuestra actualidad.