Ensayo Académico

Puro Veneno: artivismo y acción colectiva

Puro Veneno: artivism and collective action

José Antonio Motilla Chávez
Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México

Puro Veneno: artivismo y acción colectiva

El Ornitorrinco Tachado. Revista de Artes Visuales, núm. 10, pp. 73-81, 2019

Universidad Autónoma del Estado de México

Recepción: 15 Febrero 2019

Aprobación: 05 Agosto 2019

Resumen: El presente texto ofrece una reflexión sobre los vínculos y posibilidades conjuntas del artivismo y la acción colectiva en la actual coyuntura latinoamericana. Hace énfasis en la pertinencia que el discurso artístico puede tener en el contexto de una época de marcada crisis social, como un elemento detonador y articulador de una serie de reivindicaciones sociales. En primer lugar, reflexiono sobre las posibilidades del arte político en el contexto latinoamericano. En un segundo momento, analizo el trabajo del colectivo colombiano Puro Veneno, para entender los diferentes caminos, estrategias y alcances que tiene el arte actual para incidir en la búsqueda de mejores condiciones para nuestras sociedades contemporáneas.

Palabras clave: artivismo, acción colectiva, Puro Veneno, arte urbano.

Abstract: This text offers a reflection on the links and joint possibilities of artivism and collective action in the current Latin American situation. It emphasizes the relevance that artistic discourse can have in the context of a period of marked social crisis, as a trigger element and articulator of a series of social demands. First, I reflect on the possibilities of political art in the Latin American context. In a second moment, I analyze the artistic approach of the colombian collective “Puro Veneno”, to understand the different ways, strategies and scope that current art has to influence the search for better conditions for our contemporary societies.

Keywords: artivism, colective action, Puro Veneno, urban art.

introducción

Georges Didi-Huberman en el texto introductorio de la exposición “Sublevaciones” (2018), se pregunta, “[…] ¿qué hacemos cuando reina la obscuridad? Podemos esperar, simplemente: replegarnos, aguantar. Decirnos que ya pasará. Intentar acostumbrarnos a ella”, es decir, no hacernos ilusiones, apartarnos y esperar a que los tiempos corran y las cosas —dentro de lo posible— mejoren, pero, sostiene el mismo autor, “[…] una cosa es no hacerse ilusiones en la oscuridad o ante los títeres del espectáculo impuesto, y otra muy distinta doblegarse a este en la inercia mortífera de la sumisión, tanto si es melancólica como cínica o nihilista” (Didi-Huberman, 2018: 9).

En este sentido, ¿qué posibilidades tiene lo artístico ante lo apabullante del contexto, ante la tremenda violencia que asecha a nuestra sociedad y que nos ha trastocado en todos los sentidos posibles?, ¿cuál es la respuesta desde el arte ante una realidad latinoamericana tan complicada y violenta?

Así, y partiendo de lo propuesto por Cristina Rivera Garza, ¿cuáles son los diálogos estéticos y éticos a los que nos confronta el hecho de producir arte, literalmente rodeados de muertos? (Rivera, 2013: 19).

Por las características de la coyuntura actual, estas maneras de abordar el fenómeno artístico tienen un contenido de carácter político, al buscar reivindicar las necesidades y causas sociales desde un nuevo ámbito de lucha, que, desde un componente estético, artístico y con las estrategias y recursos propios del activismo, busca poner sobre la mesa problemáticas que afectan a la sociedad de la que el artista forma parte.

El activismo artístico busca involucrarse y ser agente de cambio para su sociedad. Es decir, desde esta perspectiva, el artista se asume como un elemento activo que no sólo tiene la capacidad de cuestionar la realidad, sino también de transformarla. Este arte útil, como lo sostiene Tania Bruguera, con el que “[…] propone que el espectador cuestione el sistema en el que se sumerge y encuentre la solución indirecta” (Falconi, 2018: 67), y así vislumbre nuevas posibilidades

Este es un arte próximo a la sociedad, que está en constante diálogo con el público, que a través de recursos estéticos y diversos elementos, provoca que este se descoloque de su realidad, o bien, lea la situación política desde otra perspectiva, y tal vez, le permita involucrarse.

Es una práctica artística que trasciende el interés de “estetizar” la realidad, que busca señalar, proponer e incidir, en la coyuntura que afecta el mundo contemporáneo, y contribuir al cambio social (Groys, 2016). Así, el artista no recurre a los temas actuales o de mayor interés público como un mero problema o tema a abordar artísticamente, sino que su compromiso, sensibilidad y militancia lo llevan a confrontar el fenómeno desde el activismo, cuyo abordaje e involucramiento es por medio de determinadas estrategias de producción artística.

Tal vez como lo sostiene Hal Foster, no es que nos encontremos ante una nueva ruptura epistémica, pero sí ante una nueva circunstancia, ante “[…] un nuevo orden social formado por elementos heterogéneos que requiere un nuevo posicionamiento en el arte político” (Foster, 2001: 92).

La realidad política por la que ha atravesado América Latina, por lo menos desde 1950, ha favorecido la emergencia de manifestaciones de este carácter. De acuerdo con Alberto López Cuenca y Renato David Bermúdez, la “Red de Conceptualismos del Sur” ha definido al activismo artístico como “[…] aquellos modos de producción de formas estéticas y de relacionalidad que anteponen la acción social a la tradicional exigencia de autonomía del arte” (López, 2018: 21).

Así, “[…] el activismo artístico desublima, desidealiza de manera tan evidente la práctica del arte, evidencia de una forma tan obvia su mecánica, que su mensaje es siempre que cualquier persona tiene la capacidad de hacerlo” (López, 2018: 23).

En este tenor, en América Latina contamos con artistas cuya práctica se puede inscribir en esta corriente. Colectivos como “La Pocha Nostra” de Guillermo Gómez-Peña y colaboradores, el “artivismo” de Julia Antivilo, la obra de Lorena Wolffer y Lukas Avendaño, los “artentados” de Cesar Martínez Silva, entre otros, son una muestra del interés que desde el campo del arte se tiene por abordar la problemática que constituye el mundo contemporáneo.

En este sentido, en su manifiesto artístico, Guillermo Gómez Peña sostiene que los artistas que integran “La Pocha Nostra”, se conciben a sí mismos como críticos sociales, quienes entienden al artista como “[…] un ciudadano activo inmerso en los grandes debates de nuestro tiempo. Nuestro lugar es el mundo en su totalidad, no solo el mundo del arte” (Gómez-Peña, 2009: 34).

Esta relación entre arte y acción colectiva, también se ha manifestado por medio del videoactivismo digital, el cual, gracias a la presencia que tienen los medios digitales como Facebook, Twitter, Youtube e Instagram, se ha convertido en una vía contundente dentro de la agenda del artivismo, el cual “se basan en un vocabulario estético alternativo a la cultura dominante” (Treré, 2015: 169).

Así, y para entender los diferentes caminos, estrategias y alcances que tiene el arte actual para incidir en la búsqueda de mejores condiciones para nuestras sociedades contemporáneas, o por lo menos evidenciar y señalar los mecanismos que la constituyen, revisaré el trabajo del colectivo colombiano Puro Veneno, a manera de indicio que nos permita vislumbrar algunas de las prácticas artísticas que tienen lugar hoy en día en el continente americano.

puro veneno: artivismo desapropiado

Un caso emblemático de la actualidad latinoamericana es la irrupción del colectivo colombiano Puro Veneno,1 quienes, desde la acción directa, y siempre como colectividad, se manifiestan, protestan y buscan incidir por medio de la gráfica, en la defensa de derechos fundamentales que a la sociedad colombiana le han sido paulatinamente retirados por el Estado desde una lógica neoliberal, y como un grito de urgencia para visibilizar la crisis política que atraviesa Colombia.

Este colectivo emergió “como un rumor” en el contexto del proceso electoral colombiano de 2018, en el que se enfrentaron Iván Duque, candidato del Partido Centro Democrático, y Gustavo Petro, político de izquierda quien fue alcalde de Bogotá en el periodo de 2012 a 2015. Surgió como “[…] una campaña gráfica de sello anti uribista y un propósito claro, ser parte del antídoto contra la mentira uribista y su sed por sembrar la muerte y la impunidad” (Puro Veneno, 2019: s.p.).

El colectivo reivindica a los más de 300 líderes sociales asesinados, a las más de 1300 víctimas del gobierno paramilitar de Álvaro Uribe, y a los más de diez mil falsos positivos2 (Cartel Urbano, 2018). La voz de Puro Veneno, es decir, la voz colectiva, se presenta como “el antídoto de ese veneno”, como la respuesta ante las prácticas voraces del neoliberalismo de lo que denominan “la dictadura Uribe-Santos-Duque”. En este tenor, convocan a quienes “[…] vean en el pasado de este país una historia de crímenes y saqueos, se levanten y señalen a quienes nos han convertido en el segundo país más desigual de América Latina” (Puro Veneno, 2019: s.p.).

Puro Veneno es un fenómeno representativo de la actual coyuntura, en el cual productores artísticos con diferentes trayectorias, activistas, y la sociedad, se funden en una amplia colectividad, de carácter anónimo, que busca expresar por medio de la gráfica una serie de problemas y tensiones que han configurado a la sociedad colombiana contemporánea.

Ante una realidad en la que los medios de comunicación masiva están controlados por el Estado y las grandes corporaciones, la colectividad se apropia de las calles, en un ejercicio de ciudadanía que supone uno de los últimos reductos en los que es posible lo colectivo, lo comunitario, por encima del individualismo exacerbado característico del mundo contemporáneo. Así, “[…] en los momentos de mayor represión han salido manifestaciones artísticas y se han tomado las calles de manera mucho más creativa, porque claro, cuando hay unos medios que están absolutamente tomados por esos poderes, hay que hablar de otras maneras y desde otros lugares” (Cartel Urbano, 2018: s.p.).

Como lo señala Nina Felshin, la participación de amplios sectores de la sociedad se convierte en un fenómeno de autorepresentación de la comunidad en su conjunto, al lograr por medio de estas expresiones creativas, adquirir “[…] paulatinamente voz, visibilidad y la conciencia de formar parte de una totalidad aún mayor”, así, lo personal se torna político “[…] y el cambio se hace posible, incluso si inicialmente sólo se produce en el interior de la comunidad o en la conciencia pública” (Felshin, 2001: 60).

Desde lo estrictamente artístico, es un ejercicio de reivindicación del arte crítico, de las expresiones anteriormente clandestinas que buscaban visibilizar prácticas opacadas o condenadas por el Estado, mismas que poco a poco fueron cooptadas por el poder por medio de becas, premios y estímulos, que “legalizan” las expresiones del arte urbano, desprendiéndolas de su dimensión crítica y de propuesta social.3

Es este sentido, el colectivo retoma estrategias históricas de resistencia, con las cuales vincula la práctica artística con la apropiación y manifestación desde las calles (Cartel Urbano, 2018), y se desmarca del mundo del arte, “[…] aquel que olvidó su propósito fundamental de proveer verdad más que concepto” (Puro Veneno, 2019: s.p.). Con esta visión el colectivo apela a una definición de arte como útil, como un elemento transformador que puede detonar el cambio social.

Por lo anterior, podemos enmarcar la acción de Puro Veneno en una lucha de los “abajocomunes”, quienes de acuerdo con Stefano Harney y Fred Moten,

[…] nosotros mantenemos la rebelión en marcha. Enviados para consumar a través de la abolición, para renovar a través de la turbulencia, para abrir el campo sitiado cuya inmensa venalidad es inversamente proporcional al tamaño de su tarea, hemos sitiado la política. No nos podemos representar a nosotros mismos. No podemos ser representados (Harney y Moten, 2017: 4).

El involucramiento de la sociedad colombiana en el proyecto ha quedado manifiesto en redes sociales y en la intervención directa en las calles. Desde estas plataformas, los adherentes emprenden acciones y las comparten en un ejercicio de “netactivismo”,4 que desde Colombia y otros países, diferentes personas se apropian del espacio público y lo firman como Puro Veneno, convirtiéndolo en una rúbrica colectiva. Es decir, por medio de las acciones que la ciudadanía emprende y firma con esta voz, se reivindican las demandas sociales, de los marginados, de los que de manera abierta y cotidiana no son escuchados.

En este sentido, el colectivo ha puesto a disposición de la sociedad un sitio en el que pueden descargar imágenes, carteles, papelones, entre otros recursos, para imprimirlos y utilizarlos para intervenir el espacio público.5 Así, proponen que “[…] para involucrarse solo hace falta que decida salir a la calle […] descargue material y úselo. Usted mejor que nadie conoce su territorio y sus problemáticas” (Puro Veneno, 2019: s.p.).

Como lo propone Tomasso Gravante (2017: 22), los procesos de comunicación que se dan en medios alternativos, deben de entenderse como “[…] componentes del cambio cultural consecuente al conflicto vivido por los participantes”. Es decir, ante una realidad complicada, ante la inseguridad e incertidumbre prevaleciente, ante la persecución y criminalización de la protesta social, la colectividad busca estrategias de resistencia que le permita cumplir con su agenda, en este caso la oposición al “veneno del uribismo”.

En este tenor, podemos enmarcar el activismo de Puro Veneno como una estrategia de tecnopolítica disidente con la cual “[…] la acción activista responde a un principio claramente emancipador, que se centra en la utilización de recursos digitales de cara a facilitar la libre expresión de subjetividades políticas” (Sierra, 2017: 12).

Así, Puro Veneno se convierte en un elemento aglutinador del descontento social, en una figura amplia que acompaña, da identidad y sentido de pertenencia, a “[…] quienes decidan tomarse las calles y las redes para hacer memoria y desenmascarar la mentira” (Puro Veneno, 2019: s.p.).

A la voz de “nos están matando” y “el antídoto es el arte”, el colectivo hace frente al poder, al Estado, a una “historia de crímenes y saqueos”, a todo un cúmulo de injusticias, cotidianas y normalizadas en América Latina, que son confrontadas por medio de una estrategia de guerrilla simbólica, en la que, ante el discurso oficial y la imposición, la colectividad interviene con stickers, con “papelones” y con pintas. En este sentido, Puro Veneno se asume como, “[…] la generación del antídoto contra el veneno. Contra ellos hacemos nuestra catarsis, estallamos nuestro grito con aerosoles, pinturas, carteles, calcas, fotografías y piezas audiovisuales” (Puro Veneno, 2019: s.p.).

Así, el discurso de los medios de comunicación, que en general responde a la línea marcada por el Estado, es confrontado; el espacio público se convierte en el derecho de réplica de los “abajocomunes”. De esta manera, la acción de Puro Veneno se puede situar como parte de las poéticas de la desapropiación, propuesta por Cristina Rivera Garza, la cual busca,

[…] desposeerse del dominio de lo propio, configurando comunidades de escritura que, al develar el trabajo colectivo de los muchos […] atienden a lógicas del cuidado mutuo y a las prácticas del bien común que retan la naturalidad y la aparente inmanencia de los lenguajes del capitalismo globalizado (Rivera-Garza, 2013: 23).

Ante una realidad latinoamericana que como lo señalan Francisco Sierra y Tommaso Gravante, es el resultado de décadas de neoliberalismo que se ha “[…] caracterizado por el desmantelamiento de las infraestructuras públicas y de extractivismo de bienes comunes” (Sierra y Gravante, 2017: s.p.), la paulatina desintegración del tejido social, el agotamiento del diálogo, la falta de interés y respuesta por parte de las autoridades, provoca que las colectividades conscientes busquen otros caminos, otros medios para organizarse y hacer frente a los constantes ataques orquestados desde el sistema.

Ahora, si bien el movimiento surgió en el contexto electoral colombiano de 2018, el triunfo de Iván Duque, y por lo tanto la imposición de una agenda de carácter neoliberal, la impunidad a los crímenes adjudicados a Álvaro Uribe, y por lo tanto la continuidad de su proyecto, han tornado las estrategias del colectivo en un ejercicio de resistencia que paulatinamente ha reivindicado la búsqueda de una transformación profunda.

En este tenor, Puro Veneno por medio de un manifiesto pronunciado en el marco de la exposición “No más seguridad democrática” convocada por el colectivo y celebrada el 16 de junio de 2019 en la ciudad de Bruselas, Bélgica, sostiene, “[…] hemos decidido brincar el anonimato, ¿para qué?, para proteger y motivar a cualquiera que pueda compartir este manifiesto sin el riesgo que implica oponerse al uribismo” (Puro Veneno, 2019: s.p.).

Con esto el colectivo sostiene que la lucha no sólo responde a una coyuntura determinada, sino que se asume como un programa que busca transformar la realidad colombiana, por medio de la resistencia, como una “generación que quiere la paz, la justicia social, la democracia plena y el buen vivir”, desde un movimiento amplio que trasciende lo electoral y a los mismos partidos políticos.

Esta práctica de resistencia tiene un carácter de urgencia, de emergencia, a partir del intento abrumador del Estado de controlar “la mente de los colombianos” por medio de una clara estrategia de normalización ideológica. Esto ha tenido como consecuencia, una “plaga de indiferencia”, con la cual el Estado intenta hacer creer a la sociedad,

[…] que somos iguales a ellos, que somos lo mismo, y por ello debemos de olvidarnos de todo y dejar que el destino del país siga, pero no nos olvidamos, y por ello nos movemos y actuamos como la medicina que obra sobre esta plaga de indiferencia que nos invade; tenemos el antídoto, somos resistencia y dignidad (Puro Veneno, 2019: s.p.).

Si el neoliberalismo exacerbado impulsa posturas, abordajes y respuestas individuales, si el sistema recurre al perfeccionamiento técnico de sus estrategias de control, tal como el empleo de un panóptico digital mucho más eficaz y penetrante que el imaginado por Bentham (Han, 2014), la comunidad disidente, que desde otros frentes, en este caso la virtualidad y la intervención en las calles, se apropia de los medios y los redirige para buscar dignidad y solidaridad.

Es desde abajo, desde la cooperación absoluta, donde irrumpen nuevas prácticas activistas que permiten integrar y formar a las comunidades en otros frentes de resistencia tal como el mundo virtual.

La emergencia del artivismo y acción colectiva de Puro Veneno, entre muchas otras manifestaciones de la cultura latinoamericana contemporánea, han logrado la convergencia de sectores que sistemáticamente han sido marginados por el poder. Así, encontramos a lo colectivo como un elemento central. Es decir, las manifestaciones en cuestión toman como centro no al individuo, sino a la colectividad, a la cual no sólo buscan representar o problematizar artísticamente, sino trabajar en conjunto y transformarla.

Como lo sostiene el colectivo, “[…] somos el antídoto, duélale a quién le duela, somos uno y miles al mismo tiempo, estamos en todos lados” (Puro Veneno, 2019: s.p.).

a manera de cierre

Ante una realidad de muerte plagada por los asesinatos sistemáticos de defensores de derechos humanos, de ambientalistas y de periodistas, los múltiples feminicidios que a diario suceden a lo largo del continente, los desplazamientos y desapariciones forzadas, la migración obligada, la trata de personas, el narcotráfico y la multiplicidad de efectos implícitos en un fenómeno que es resultado del perfeccionamiento del neoliberalismo, que se impone en detrimento de los derechos y garantías sociales, ¿será posible reconstruir las instituciones y el tejido social?, ¿podremos superar esta etapa de muerte y abandono?, ¿qué papel tiene el arte en este contexto?, ¿desde dónde es pertinente que el artista como ser sensible, creativo, reflexivo y sobre todo comprometido, proponga una respuesta desde su ejercicio?

En el actual contexto mundial en el que hemos presenciado el resurgimiento de prácticas totalitarias y antidemocráticas que buscan impulsar agendas de derecha, que persiguen la privatización de los sectores estratégicos, que sin importar el impacto al medio ambiente explotan sin medida los recursos naturales, la colectividad encuentra maneras para demostrar su rechazo y resistir a la imposición de condiciones injustas.

Es a partir de la acumulación de agravios, de la sistemática escalada de abusos y de represión por parte del Estado, lo que lleva a las mismas colectividades a trascender la resistencia a baja escala, denominada por James Scott como “las armas de los débiles”, y manifestarse abiertamente.

Es por la difícil realidad latinoamericana que se construye una nueva manera de abordar lo político y lo social, es decir, nuevas formas, nuevas prácticas que son manifiestas en los diferentes ámbitos, tanto de producción artística como de incidencia política.

En este sentido, abordajes como el de Puro Veneno fomentan el diálogo entre la dimensión artística y el contexto social, un intercambio que lleva al espectador a navegar por medio de una experiencia estética que toca fibras sensibles. Es en este contexto en el que surgen otras posibilidades, otros intentos que permiten superar categorías ya agotadas, y buscan deconstruir la realidad desde un ejercicio de reflexión dialéctica entre la colectividad y el yo, para proponer alternativas.

Considero que a través de la obra de artistas que abordan su producción desde una perspectiva crítica, comprometida con su contexto, y consciente de que de una u otra manera su práctica puede incidir en la coyuntura, se ha ampliado la lectura que de esta se tiene, al invitar a la reflexión y haciendo de estos proyectos no sólo un ejercicio de carácter estético, sino que ofrece al público la posibilidad de reinterpretar su realidad, de asumir una postura e involucrarse.

Tal vez, como lo sostiene Tomasso Gravante, la experiencia latinoamericana desde el activismo y la disidencia que ha tenido lugar en las últimas décadas, ha “[…] desbordado las definiciones académicas y que en este inicio de siglo necesitamos ya otro paradigma para acercarnos a estas prácticas de emancipación y autonomía” (Gravante, 2017: 26). Es posible que el vínculo que hemos señalado entre arte, activismo y colectividad, desde el marco de la disidencia, es indiciario de un mundo que se está transformando.

Documentation of La Pocha Nostra: Five Psycho-Magic Actions Against Violence
Imagen 1
Documentation of La Pocha Nostra: Five Psycho-Magic Actions Against Violence

Annie Martens (2016).

 Mala memoria
Imagen 2
Mala memoria

Puro veneno

Yo soy falsos positivos
Imagen 3
Yo soy falsos positivos

Puro veneno

7_foto
Imagen 4
7_foto

Puro Veneno

Referencias

Bruguera, T. (2018). Tania Bruguera: hablándole al poder. México: MUAC-RM.

Cartel Urbano. (2018). Cartelismo: un grito en la pared [Video online]. En Cartel Urbano. Disponible en https://www.facebook.com/revistacartelurbano/videos/cartelismo-un-grito-en-la-pared/10156444421263006/ [Consultado el 2 de enero de 2018].

Didi-Huberman, G. (2018). Sublevaciones. México: MUAC-RM.

Falconi, J. (2018). “Léxicon interpretado”. En Bruguera, T. Tania Bruguera: hablándole al poder. México: MUAC-RM.

Felshin, N. (2001). “¿Pero esto es arte? El espíritu del arte como activismo”. En Blanco, P. (coord.). Modos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Foster, H. (2001). “Recodificaciones: hacia una noción de lo político en el arte contemporáneo”. En Blanco, P. (coord.). Modos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Gama-Castro, M. y León-Reyes, F. (2016). “Bogotá arte urbano o graffiti. Entre la ilegalidad y la forma artística de expresión”. En Arte, Individuo y Sociedad, vol. 28, núm. 2. https://doi.org/10.5209/rev_ARIS.2016.v28.n2.49933

Gómez-Peña, G. (2006). “La Pocha Nostra: un manifiesto en constante proceso de reinvención”. En Revista Conjunto, núm. 151-152.

Gravante, T. (2016). Cuando la gente toma la palabra: medios digitales y cambio social en la insurgencia de Oaxaca. Quito, Ecuador: Ediciones CIESPAL.

Groys, B. (2016). Arte en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del presente. Argentina: Caja Negra Editora.

Han, B. (2014). En el enjambre. Barcelona: Herder.

Harney, S. y Moten, F. (2017). Los abajo comunes. Planear fugitivo y estudio negro. México: Campechana Mental-El Cráter Invertido.

Hernández-Navarro, L. (2014). “Arte por Ayotzinapa”. En A contra corriente. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=jt7m3kfNHAY

López-Cuenca, A. y Bermúdez, R. (2018). “¿Pero esto qué es? Del arte activista al activismo artístico en América Latina, 1968-2018”. En El Ornitorrinco Tachado, núm. 8. México: UAEMEX.

Puro Veneno. (2019). Manifiesto. Disponible en: https://www.facebook.com/Puro.Veneno.Fire/videos/2049674525327741/ [Consultado el 18 de junio de 2019].

Rivera-Garza, C. (2013). Los muertos indóciles. México, Tusquets Editores.

Sierra, F y Gravante, T. (2017). Tecnopolítica en América Latina y el Caribe. Quito: Ediciones CRESPIAL.

Sierra, F. (2016). “Prólogo”. En Gravante, T. Cuando la gente toma la palabra: medios digitales y cambio social en la insurgencia de Oaxaca. Quito, Ecuador: Ediciones CIESPAL.

Treré, E. (2015). “Ecología del videoactivismo contemporáneo en México: alcances y limitaciones de las prácticas de resistencia en las redes digitales”. En Sierra, F. y Montero, D. Videoactivismo y movimientos sociales. Teoría y práxis de las multitudes conectadas. Barcelona: Gedisa.

Notas

1 Ver https://www.facebook.com/Puro.Veneno.Fire/
2 Se conoce de esta forma a las víctimas civiles inocentes que fueron ejecutados extrajudicialmente por el ejército colombiano, a los cuales hicieron pasar como miembros de la guerrilla.
3 Cabe señalar que hasta 2011, el arte urbano era considerado como ilegal, pero la muerte del artista urbano Felipe Becerra provocada por el disparo de un policía, suscitó una serie de acuerdos que llevaron en 2013 a la proclamación del decreto 75, “[…] por el cual se promueve la práctica artística y responsable del grafiti en la ciudad y se dictan otras disposiciones” (Gama-Castro y León-Reyes, 2016).
4 Gravante define el netactivismo como “[…] la apropiación y uso de las nuevas tecnologías por parte de todo sujeto en un contexto de movilización social […] es una práctica que es el reflejo de la acción colectiva llevada a cabo en un contexto de conflicto o protesta y que se manifiesta generalmente en la realización de un medio alternativo de comunicación digital” (Gravante, 2017: 46).
5 Ver http://bit.ly/materialpuroveneno
HTML generado a partir de XML-JATS4R por