Resumen: El objetivo de este trabajo fue describir la situación epidemiológica de toxocariosis en un hábitat ribereno. Se determinaron anticuerpos anti-toxocara por ELISA en sueros de 34 ninos y 64 adultos, y se hallaron seroprevalencias de 32,3% y 45,3%, respectivamente. Esta fue alta en adultos y en ninos de 2 a 3 anos. Se realizaron 217 análisis coproparasitológicos de caninos y 23,04% fueron positivos para huevos de Toxocara canis. La distribución de caninos positivos por rango etario fue de 66% entre 1 y 6 meses; de 20,7% entre 6 y 12 meses; y de 10,3% en mayores de 12 meses. El porcentaje de animales parasitados por T. canis fue significativamente menor en relación a otros parásitos y disminuyó marcadamente con el aumento de la edad. Se analizaron 104 muestras de suelo y 1,92% de las mismas fueron positivas para huevos de T. canis. La escasa cantidad de huevos en suelos podría deberse a que los cachorros no se encontraban libres en los espacios públicos. En este barrio podría inferirse que el suelo no actuó como diseminador de esta parasitosis, sino que fueron de mayor relevancia factores como la tenencia de caninos menores de 1 ano, el contacto estrecho con los mismos en ámbitos domiciliarios y las condiciones higiénico-sanitarias poco saludables.
Palabras clave:Toxocara canisToxocara canis,humanoshumanos,perrosperros,suelossuelos.
Abstract: The aim of this study was to describe the epidemiological situation of toxocariasis in a coastal habitat. Blood samples of 34 children and 64 adults were analyzed in order to determinate antibodies anti-toxocara by ELISA method. Prevalences of 32.3% and 45.3% were obtained respectively. A total of 217 coproparasitological canine analyses were performed, and 104 soil samples were analyzed. In humans, the seroprevalence of 32.4% in children and 45.3% in adults was found. In dogs, 50 samples were positive for T. canis eggs (23.04%). The distribution of canine positive for each age range yielded the following results: from 1 to 6 months, 66%; from 6 to 12 months, 20.7% and over 12 months, 10.3%. In soils, only 2 samples (1.92%) were positive for T. canis eggs. Seroloprevalence in humans was high, especially in adults and children aged 2 to 3 years. The percentage of parasitized animals by Toxocara was significantly lower in relation to other canine parasites and the percentage of dogs parasitized diminished significantly by increasing the age range. The low number of eggs found in soils could be due to the absence of puppies in public spaces. In this neighborhood, it can be inferred that the ground of public spaces did not act as a disseminator of this parasitosis, but that there were more relevant factors such as the possession of canines under 1 year of age, the close contact with them in residential areas, and unhealthy sanitary conditions.
Keywords: Toxocara canis, humans, dogs, soil.
Resumo: O objetivo deste trabalho foi descrever a situação epidemiológica da toxocaríase em um habitat ripícola. Os anticorpos anti-toxocara foram determinados por ELISA em soros de 34 crianças e 64 adultos, com soroprevalência de 32,3% e 45,3%, respectivamente. Ela foi alta em adultos e em crianças de 2 a 3 anos de idade. Foram realizadas 217 análises coproparasitológicas caninas e 23,04% foram positivas para os ovos de Toxocara canis. A distribuição de caninos positivos por faixa etária foi de 66%, entre 1 e 6 meses, de 20,7%, entre 6 e 12 meses, e de 10,3% em maiores de 12 meses. A porcentagem de animais parasitados por T. canis foi significativamente menor em relação a outras parasitas e diminuiu marcadamente com o aumento da idade. Foram analisadas 104 amostras de solo e 1,92% delas foram positivas para ovos de T. canis. A escassa quantidade de ovos nos solos pode ser o resultado do fato de que os filhotes não estivessem livres nos espaços públicos. Poderia ser inferido que, nesse bairro, o solo não atuou como disseminador dessa parasitose, mas fatores como a posse de caninos menores de 1 ano de idade, um contato próximo com eles em ambientes domésticos e condições higiênico-sanitárias insalubres foram fatores de maior relevância.
Palavras-chave: Toxocara canis, humanos, cães, solos.
PARASITOLOGÍA
Toxocara canis en humanos, perros y suelos en ribera del Río de la Plata, provincia de Buenos Aires
Toxocara canis in humans, dogs and soil on the river side of Rio de la Plata, province of Buenos Aires
Toxocara canis em humanos, cães e solos nas margens do Rio da Prata, província de Buenos Aires
Recepción: 06 Septiembre 2017
Aprobación: 28 Septiembre 2018
Toxocara canis es un nematodo frecuentemente hallado en caninos. La hembra adulta posee un alto potencial biótico (250.000 huevos/día), ovipone en el intestino delgado y los huevos son eliminados con las heces caninas (1)(2). Estos contaminan el ambiente y representan la mayor fuente de infección. Si bien los más afectados son los cachorros de hasta seis meses de edad, especialmente si tienen malnutrición y/o enfermedades concomitantes, los perros mayores no están exentos de albergar vermes adultos y ser eliminadores de huevos (3). Los animales de corta edad y las hembras en preñez y/o lactancia tienen importancia epidemiológica, ya que los nematodos amplían en ellos su potencial capacidad en la diseminación de huevos.
El síndrome de larvas migrantes (SLM) es frecuentemente ocasionado por nematodos del Orden Ascaroidea (4). La enfermedad causada por Toxocara canis ha sido, según los reportes, la más estudiada. Su epidemiología incluye salud humana, animal y ambiental. Toxocara cati, T. malaysiensis (5)(6), Ascaris suum (2), Toxocara vitulorum, Baylisascaris procyonis(7) y Toxocara pteropodis (8,9,10), también ocasionan SLM en el hombre. La Toxocariosis es una enfermedad determinada por la migración de la larva 3 (L3) (11). Las L3 de T. canis pueden permanecer viables en el hombre hasta 10 años (12).
La infección en humanos se produce por ingestión de huevos infectantes en forma accidental por contacto con mascotas (13), por hábitos de pica, ingesta de carnes insuficientemente cocidas, de potenciales hospedadores paraténicos (7), u otros factores de riesgo, como la ingesta de huevos dispersados en los suelos, aguas, verduras y otros (15). El contagio es siempre por vía oral (5)(16).
Según la localización larvaria se denomina: Síndrome de larva migrante visceral (LMV), ocular (LMO), neurológica (LMN) y encubierta o común (17)(18). Sus manifestaciones clínicas dependen del tejido u órgano afectado, ocasionando síntomas compatibles con otras patologías, lo cual obliga a realizar diagnósticos diferenciales (19). Algunos autores han mencionado que existen cepas de T. canis con tropismos específicos hacía ciertos órganos, lo que determinaría las variables clínicas y patológicas (1)(5). Dependiendo de la intensidad de la infección, la sensibilidad del paciente y las reinfecciones, el periodo de incubación dura semanas o meses (1)(20).
El síndrome de LMV reportado primeramente por Beaver en 1952 se presenta más frecuentemente en niños de 1 a 5 años de edad, asociado a factores de riesgo (21)(22) y tendiendo a la cronicidad (9). De todos modos, cada vez con mayor asiduidad, se han reportado casos en adultos (23)(24).
Puede manifestarse en forma asintomática o con fiebre, hepato-esplenomegalia, síntomas respiratorios (tos, sibilancias, broncoespasmo), anorexia, pérdida de peso y valores elevados de eosinófilos circulantes, pudiendo evolucionar hacia la cronicidad. Se ha reportado también la asociación entre esta infección y el asma infantil, y con procesos alérgicos en adultos. Es importante la infección del sistema nervioso central (SNC) por las L3 de estos parásitos o neurotoxocariosis, habiéndose reportado casos vinculados a epilepsia, trastornos convulsivos, cognitivos y de conducta, encefalopatías e hipoestesias, entre otros (5)(16)(17)(22)(25).
El síndrome de LMO es provocado por el arribo de L3 al globo ocular, quedando atrapadas en granulomas eosinofílicos y causando según su localización, iritis, iridociclitis, papilitis, hemorragias, retinitis, coroiditis, queratitis, hipopión y edemas (26)(27). Se presenta en niños mayores de 10 años, unilateralmente, sin la eosinofilia periférica característica de las otras formas clínicas. La toxocariosis encubierta puede cursar en forma asintomática, o presentar fiebre, anorexia, cefalea, trastornos de conducta, asma, bronquitis, neumonitis, hepatomegalia y otros síntomas en sus formas leves e inespecíficas (28)(29).
No se conoce la seroprevalencia de la toxocariosis a nivel mundial, debido a que no es una entidad clínica de denuncia obligatoria, tiene diversas presentaciones y carece de signos patognomónicos (4)(30).
Estudios aislados realizados en diferentes poblaciones humanas señalan porcentajes diversos. En Argentina, ciudad de La Plata, se halló un 39% en población general, de los cuales el 46,9% correspondía a menores de 16 años (23); en Perú 32,1% (31), en México 22,2% (15); en Brasil 17,8% (32) y 47% (33); en Filipinas, 49% (34); en Turquía, 12,95% (35); en EE.UU. en población general 5,1% y en menores de 7 años, 3,53% (36); en Polonia 3,0% en prescolares y 7,7% en escolares (37) y en Sri Lanka en niños menores de 5 años, 47,7% (38).
Las prevalencias halladas en perros de diferentes regiones del mundo varían ampliamente: Colombia 32,8% (39); Alemania 4% (40), México 6,2% (41), en Irán se hallaron en espacios públicos entre 6 y 37% en diferentes regiones (19). En Argentina, en Bahía Blanca 2,3% (42), en La Plata se encontró un valor del 42% (43).
El suelo es el reservorio natural donde los huevos evolucionan a formas infectivas, es decir a larva L3 y no a L2 como se creyó durante mucho tiempo (44). Esta evolución ocurre después de dos mudas dentro del huevo, permaneciendo viables por tiempo prolongado. A temperaturas entre 1 y -2 ºC pueden mantener la viabilidad durante 6 semanas. La maduración a estado infectivo varía con la temperatura desde 6 días a 30 ºC hasta 41 días a 15 °C (45). La humedad relativa ambiental también influye directamente en la velocidad de maduración de los huevos (46). En la dispersión de los huevos de helmintos y otros patógenos presentes en las heces, coadyuvan factores mecánicos como el pisoteo, las lluvias, el viento, y biológicos como los insectos, pequeños mamíferos y lombrices de tierra (5)(16).
Los huevos de T. canis pueden contaminar aguas y alimentos destinados al consumo humano (5)(16)(45,46,47).
El objetivo de la presente investigación fue describir la situación epidemiológica de la toxocariosis en un hábitat ribereño del Río de la Plata en la localidad de Punta Lara, Municipio de Ensenada, Provincia de Buenos Aires.
El área motivo de estudio se ubica a pocos kilómetros al nordeste de la ciudad de La Plata, sobre la margen sedimentaria del río homónimo, donde se encontraba la Selva Marginal de Punta Lara, Localidad de Ensenada. Este sitio conforma un gran bañado y fue considerado como el último reducto de la selva en galería más austral del mundo (48). Si bien ha sido desmontada en su gran mayoría para dar lugar a asentamientos poblacionales, mantiene ciertas características originales. El lugar posee un clima templado-húmedo, debido a una acción atenuante de bajas temperaturas del estuario del Río de la Plata. Las temperaturas extremas se sitúan entre 42 ºC y -4 ºC, siendo la media de 16 ºC. Las heladas son escasas y se producen en los meses de junio y julio. Las precipitaciones superan levemente los 1.000 mm anuales. Sobre el área se han construido tres barrios: “El Molino”, “Piria” y “Villa Ruben Sito”. El Río de La Plata y sus ramificaciones que invaden las zonas urbanizadas, las convierten en inundables durante las sudestadas. A escala barrial se generan zonas de riesgo ambiental, como basurales, cunetas de desagüe de aguas servidas y ausencia de infraestructura urbana.
El tamaño de las muestras para la población infantil y adulta se calculó mediante la fórmula para muestreo aleatorio en relevamientos poblacionales del programa Epi Info 3.5.1. Para una población de 1.145 niños, la frecuencia esperada de parasitosis fue de 15%, el nivel de confianza de 99%, el tamaño muestral fue de 34. En el caso de los adultos, para una población de 1950 individuos, la frecuencia esperada de parasitosis de 18%, el nivel de confianza de 99%, el tamaño muestral fue igual a 64.
Se tomaron muestras sanguíneas, por punción venosa a 34 niños de 1 a 9 años, que concurrieron al Centro de Atención Primaria de la Salud para su control periódico de niño sano, con desarrollo pondo-estatural y madurativo dentro de parámetros normales para la edad, según la Sociedad Argentina de Pediatría. Estos niños en sus historias médicas registraron antecedentes de enfermedades infecciosas, respiratorias y gastrointestinales propias del grupo etario.
La población adulta consistió en 64 individuos (48 mujeres y 16 varones) entre 18 y 64 años de edad, con y sin síntomas compatibles con la infección, seleccionados aleatoriamente entre los que concurrían habitualmente a la unidad sanitaria y/o a la consulta veterinaria con sus mascotas (perros o gatos), afirmando poseer más de una de éstas. Se completó una encuesta ambiental semiestructurada por cada individuo estudiado, que incluyó datos demográficos, socioculturales y de servicios sanitarios. Las muestras se extrajeron bajo consentimiento informado. La sangre se recolectó en tubos con y sin anticoagulante.
Se determinaron anticuerpos antitoxocara mediante la técnica de ELISA con un equipo comercial (Bordier Affinity Products, Crissier 1013, Lausanne, Switzerland), siguiendo las instrucciones del mismo. La presencia de anticuerpos específicos antitoxocara fue detectada con un conjugado IgG antihumana-fosfatasa alcalina sobre placas sensibilizadas con antígeno excretor/secretor de T. canis, con una sensibilidad mayor del 90%. Resultados anteriores para el equipo diagnóstico utilizado han demostrado que no existen diferencias significativas en la discriminación entre positivos y negativos con el Western blot (49).
Todas las personas evaluadas consintieron en participar del estudio verbalmente o por escrito y esta investigación se ajustó a lo establecido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, las normas éticas instituidas por el Código de Nüremberg de 1947 y la Declaración de Helsinki de 1964 y sucesivas enmiendas, atendiéndose especialmente a lo normado por la Ley Nacional N.º 25.326 de protección de datos personales.
Se tomaron 217 muestras de heces de caninos hembras y machos de diferentes edades, cuyos dueños se presentaron espontáneamente a la consulta veterinaria mensual realizada en el barrio El Molino. Para la obtención de las mismas se efectuaron enemas jabonosas, previa autorización escrita de los dueños para incluir a sus mascotas en el estudio. Las heces se mantuvieron en recipientes descartables con tapa a rosca. En el laboratorio se realizaron observaciones directas en fresco, posteriormente las muestras se fijaron en formol al 10% y se procesaron por una técnica de sedimentación (Telemann modificada) y una de flotación (Sheather).
El análisis microscópico se realizó por triplicado para cada método y por operadores diferentes, usando aumentos de 100X y 400X. La identificación de los huevos de los parásitos se basó en sus características morfológicas y en las mediciones biométricas con ocular micrométrico calibrado.
El área de muestreo correspondió a una superficie de 63 manzanas, que abarcaba a los tres barrios. Se tomaron 104 muestras de suelo. Cada una, definida como Unidad Elemental de Muestreo (UEM) fue de 300 cm3 (10x10x3) (40). Cada UEM se tomó de la zona más baja del borde de la acera, de la calle y de las zanjas, a razón de 8 muestras por manzana. Las mismas se colocaron dentro de bolsas plásticas y se mantuvieron refrigeradas hasta el momento de su procesamiento.
Las muestras fueron procesadas por la técnica de Shurtleff y Averre, y se observaron 4 preparados a 100X y 400X (50).
De las 104 muestras de suelo analizadas, solo 2 (1,92%) fueron positivas para huevos de T. canis.
De las 64 muestras de adultos, 29 fueron positivas para anticuerpos antitoxocara, arrojando una seroprevalencia del 45,3%. De los 34 sueros de niños analizados, 11 (32,3%) fueron positivos para anticuerpos antitoxocara y todos ellos refirieron tenencia de canes. En tres de los siete positivos se halló poliparasitación intestinal. Todos los niños seropositivos presentaron manifestaciones clínicas, respiratorias y/o nerviosas.
Del total de niños estudiados (34), 24 poseían mascotas. En 30 de las viviendas había pisos de material (baldosas o cemento) en el interior y en la restante, piso de tierra. Solo tres viviendas tenían cloacas, 30 contaban con pozos ciegos y una tenía una letrina. Las madres eran todas amas de casa y ninguno realizó viajes fuera de la zona de residencia (Tabla I).
De las 217 muestras fecales de caninos analizadas, 50 fueron positivas para huevos de T. canis (23,04%). La distribución de positivos por rango etario se puede observar en la Tabla II, la cual muestra que la prevalencia de caninos infectados por T. canis se redujo progresivamente con la edad de los hospedadores (χ2= 44,56; p<0,01).
Respecto del sexo, las hembras estuvieron más parasitadas (27%) que los machos (19,8%), aunque sin diferencias estadísticamente significativas.
En la población adulta, el porcentaje de seropositivos hallados para toxocariosis fue sumamente alto (45,3%) y esto coincide con la facilidad de contagio que presenta esta parasitosis, dado el alto potencial biótico de T. canis con huevos que contaminan agua, suelo, pasto, pelaje de mascotas y todo tipo de ambientes de convivencia humana. La población adulta estudiada refiere la tenencia de mascotas, lo que condice con estos resultados. En Argentina un estudio llevado a cabo en una zona rural de la provincia de Buenos Aires, sobre 28 adultos resultaron serológicamente positivos 6, lo que representa el 46,7% (51), mientras que en Gualeguaychú hubo 10,6% de positivos entre dadores de sangre (52), y en Resistencia, Chaco 38,9% en una población de igual rango etario (53).
Otros estudios llevados a cabo en diferentes países mostraron los siguientes resultados: Brasil en dadores de sangre 8,7% (54), en San Pablo 11,1% (55), en México 13% en recolectores de residuos (56), en una población rural 26,2% (57), 30,4% en Nigeria (58), Rumania 51,7% en población rural y urbana (59).
Los niños, con 32,3% de positividad y con edades entre 1 y 9 años probablemente hayan adquirido esta parasitosis a partir del contacto con sus mascotas.
Estudios aislados realizados en diversas poblaciones pediátricas señalan porcentajes diversos. En un barrio periférico de La Plata (Pcia. de Buenos Aires), Argentina, se ha encontrado 55% (60). En una población hospitalaria pediátrica de la misma ciudad, se halló una frecuencia de 46% (61). En una comunidad rural de la misma provincia se observó una prevalencia de 23% (62), mientras que en Resistencia (provincia de Chaco) se detectó 67% (53). En Lambayeque, Perú 32,4% (31,63) y en poblaciones andinas 20,4% (64). En México, en menores de 2-11 años, 4,6% (15). En Brasil, en hospitales públicos: se encontró en Maringá 28,8% (65), Vitória 51,6% (66), Pelotas 50,6% (67), Paraná 51,6% (68), San Pablo 9,5% en clase media y 12,7% en carecientes (55). En escolares de Cuba, 38,8% (69), en Nigeria en menores de 15 años se halló una prevalencia de 9,6% (58), en Polonia en niños de 0 a 3 años se observó una prevalencia del 21% (70), en concordancia con los resultados de estos autores para el mismo rango etario.
Respecto de los caninos, los cachorros tienen un elevado riesgo de infectarse y presentar una mayor carga parasitaria que los adultos, pues además de la ingesta de huevos larvados infectantes, poseen otras vías alternativas de infección, como la transplacentaria y la lactogénica. En las hembras, las larvas tisulares se activan durante la preñez por la movilización hormonal, se introducen en el torrente sanguíneo y llegan al feto a través de la placenta. Lo mismo sucede con las larvas que proceden de eventuales nuevas infecciones, naciendo las camadas ya parasitadas. En concordancia con Trillo et al. (71), los perros menores de 1 año tienen 10 veces mayor riesgo de adquirir la infección por T. canis que los mayores. En el presente trabajo, los cachorros estuvieron significativamente más parasitados que los adultos, en concordancia con otros estudios realizados (43).
Los canes adultos también pueden infectarse accidentalmente al ingerir hospedadores paraténicos o de transporte como cucarachas, lombrices, roedores, etc. (2).
Frecuencias similares a la observada fueron encontradas por diferentes autores, con valores de prevalencia del 32,8% en perros callejeros de Bogotá (39)(72); San Pablo, Brasil 5,5% (73) y 8,7% (74), Irán 36,2% en pelo de mascotas y perros pastores (75), España 17,7% (76), en Gran Buenos Aires 11% (77), en Dinamarca 12,4% (78), en Grecia 11% (79), en La Plata 32,8% en caninos con dueño y 51% en callejeros (31), perros con dueño en barrios de ingresos medios del Gran Buenos Aires 9% y de bajos ingresos 19% (80).
En el presente trabajo, el porcentaje de animales parasitados por Toxocara fue 23,04%, significativamente menor en relación a otros parásitos propios de los caninos, hallados en un estudio paralelo llevado a cabo por nuestro grupo, como los Ancylostomideos (50,2%) (81,82,83,84). En concordancia con estos hallazgos, en las muestras de tierra se observaron 1, 9% y 14,4% de huevos de ambos tipos de parásitos, respectivamente.
Sin embargo, es de destacar que el porcentaje de caninos parasitados por T. canis fue disminuyendo significativamente según aumento del rango etario, a saber 66%, 20,7% y 10,3% para menores de 6 meses, de 6 a 12 meses y mayores de 12 meses respectivamente. Los cachorros más pequeños son los más afectados y los que generalmente están en estrecho contacto con niños y adultos.
En el muestreo de suelos realizado en la presente área de estudio, llamó la atención la escasa cantidad de huevos de T. canis hallados, lo que podría deberse a que los cachorros (mayores diseminadores de formas infectivas), no se encuentran sueltos en la vía pública. En este estudio la mayoría de los caninos que deambulaban en la calle eran adultos, con poca significancia en la eliminación y diseminación de huevos.
Entre las variables a tener en cuenta en esta diseminación de helmintos en el suelo, se debe considerar el rol de los pequeños mamíferos, aves geófagas y las lombrices de tierra, pudiendo estas últimas remover porciones de suelo hasta una profundidad de más de 60 cm (5). La lluvia y el viento pueden a su vez arrastrar aleatoriamente elementos parasitarios a las zanjas aledañas. Otro factor a considerar es el efecto ovicida de hongos saprótrofos sobre huevos de T. canis (85)(86).
Finalmente se puede inferir que en este barrio el suelo de los espacios públicos no actuó como diseminador de esta parasitosis, sino que fueron de mayor relevancia factores como la tenencia de mascotas caninas menores de 1 año, el contacto estrecho con las mismas en ámbitos domiciliarios y las condiciones higiénico-sanitarias poco saludables.
No se puede descartar el rol que juega el pelaje de los perros, especialmente de los cachorros como vehículo de huevos de Toxocara canis (75).
En diferentes regiones del mundo la prevalencia de huevos de T. canis en heces de perros varía ampliamente, como antes se indicó: desde 5,5% en Brasil (73) hasta 32,8% en perros con dueño y 51,2% en perros sin dueño en la ciudad de La Plata, Argentina (43). En este caso se han encontrado 23,04%, un valor intermedio entre los extremos mencionados, con mayor prevalencia en los cachorros menores de 6 meses (66%).
Con estos resultados se pretende alertar sobre la presencia de esta parasitosis en este como en otros barrios con características socioeconómicas similares, así como los potenciales riesgos de adquirir esta zoonosis que presentan los niños de corta edad, con diferentes cuadros clínicos asociados. En este estudio se pone de manifiesto la alta prevalencia en la población infantil (32,3%), adulta (45,3%), así como en canes de compañía (23,04%), evidenciando la necesidad de educación sanitaria, controles zoonóticos en las poblaciones de riesgo y se considera esta infección como una parasitosis desatendida.
Si bien la toxocariosis no es de notificación obligatoria, constituye una zoonosis de gran importancia como problema de salud pública y ambiental, demostrando la necesidad de contar con programas oficiales de control y prevención que involucren a profesionales de distintas disciplinas.