Los libros son portadores de las buenas nuevas. Abren caminos que permiten ver más allá del horizonte. Promueven la reflexión, el cuestionamiento y hacen volar la imaginación, y nos ponen en contacto con realidades pasadas. De diversas formas el libro nos enriquece y renueva. Y la obra puede producir en el lector todos y cada uno de esos efectos. Es muy grato para los sentidos, cuando un libro reconstruye el pasado y lo pone frente a nuestros ojos, como lo hace esta rica investigación que comento.
Creo que la designación de presentar esta obra me ha correspondido por la pasión que siento por el siglo XIX, un período donde se asientan las bases para la construcción del siglo XX. Siempre he dicho que no se puede entender a nuestro Panamá sin escudriñar al detalle la época de unión a Colombia. Por negar lo que los panameños tenemos de colombianos, se miró por muchos años con desdén este tiempo y no se estudió a profundidad lo que vivimos como sociedad en la época colombiana.
Para reafirmar nuestra condición de panameños se ha renegado a todo lo colombiano. Con el pasar de los años el panorama se ha ido aclarando y creo que la investigación de Vargas Velarde arroja luces para comprender en parte ese periodo, y de manera especial lo que vivió Panamá en los tiempos del Estado Federal. Soy un convencido que la experiencia autonómica federalista es uno de los factores que más tarde ayuda a consolidar el futuro del Estado Nación panameño.
El siglo XIX panameño, desde el punto de vista histórico, es una etapa de nuestra vida como nación que ha estado hundida en la más espesa bruma. Es cierto que existen diversas publicaciones sobre este siglo, constituidas por investigaciones históricas y sociológicas de gran valor, pero ninguna agota su estudio debido a la riqueza de los acontecimientos que tuvieron escenario en el Istmo de Panamá de aquella época. El autor Vargas Velarde asume el reto de escribir sobre la recia personalidad de Juan Mendoza, un hombre comprometido con su época. Toma la figura de Mendoza como centro para realizar cortes precisos y análisis sesudos sobre el siglo XlX. Todo esto, con mucha destreza y elegancia en el lenguaje. El magistrado Oscar Vargas Velarde reconstruye la composición político-institucional del decimonono panameño, y recoge al detalle los nombres de sus miembros. Entre otros, el autor entrega la organización de la Corte de Superior del Estado, los senadores y representantes, las autoridades del Poder Ejecutivo, de la Asamblea Constituyente, Procurador del Estado, Tribunal de Cuentas, y los miembros de los Ayuntamientos Electorales. Vale decir, esta obra permite conocer como estaba estructurada la institucionalidad política en el Istmo de Panamá. Desde luego, esto permite tener un panorama completo de la vida institucional que da cuerpo y expresión al Estado como aparato político.
A mi leal entender, el autor de la obra que comento lleva a cabo un brillante estudio de historia política en donde desentraña el papel del Arrabal Santanero como motor primordial de la historia de Panamá, fundamentalmente durante el periodo del Estado Federal. Las figuras de Buenaventura Correoso y de Juan Mendoza son las que tienen el liderazgo indiscutible de este bastión popular que disputó en el Istmo los espacios políticos a la burguesía comercial de la ciudad, al imperio estadounidense y a los señores de la tierra del Panamá profundo.
Las masas del Arrabal dieron la pelea política, para defender sus intereses y cuando fue necesario tomaron las armas para hacerlo. En el estudio de Oscar Vargas Velarde se deja explícito que en el Panamá decimonónico se practicaba un estilo de lucha política que consistía en la combinación de la vía electoral con el uso de las armas. Existía un sistema político-electoral que desencadenaba el enfrentamiento entre la oligarquía terrateniente y la burguesía comercial. Una de las fallas del sistema consistía en que los periodos de gobierno eran muy cortos, estos duraban solamente dos años.
El Arrabal santanero normalmente era aliado de la incipiente burguesía comercial junto con los pequeños propietarios del interior del Istmo. Debo decir que la inestabilidad institucional era un signo de los tiempos, ya que en muchas otras partes de América Latina sucedía exactamente lo mismo.
El escenario en que se desarrolló la vida de Juan Mendoza es un momento que Carlos Fuentes, en su obra El espejo enterrado describe con mucha precisión diciendo “Las reformas liberales, la intervención extranjera, el conflicto civil, las tradiciones conservadoras y el comercio exterior chocaron entre sí, agitando las sociedades coloniales de Hispanoamérica, liberando fuerzas nuevas y aun permitiendo, junto con la consolidación de una clase alta de terratenientes, comerciantes y políticos, la lenta emergencia de una clase media moderna. Abogados y hombres de negocios, sus servicios eran requeridos por la creciente relación económica de América Latina con el mundo...” Esta cita de Fuentes nos permite entender el papel que jugó una personalidad como Juan Mendoza, que en su condición, de abogado, político y de dirigente popular. Sobre todo, por esto último, le tocó vivir en una sociedad istmeña permanentemente agitada por un mar tormentoso. Su procedencia del arrabal santanero marco de manera definitiva su vida y selló su compromiso con las masas populares.
Deseo resaltar que en la obra que comento, el autor utiliza una rica bibliografía que incluye autores colombianos y panameños de diversas épocas, así como estudiosos estadounidenses. Con mucha acuciosidad se incluyen fuentes de primera mano, como archivos parroquiales e igualmente documentos valiosos como boletines y diarios oficiales de Colombia y Panamá. Cita entre sus fuentes constituciones y documentos legales de supremo valor. Todo esto resalta la rigurosidad y el esfuerzo por aportar un panorama lo más completo posible desde el punto de vista documental. La reconstrucción del pasado es como armar un rompecabezas. Con gran tino el autor hace un gran esfuerzo investigativo buscando fuentes primarias, que me atrevo a destacar como uno de los grandes méritos de esta obra.
La población del Istmo en los tiempos del accionar de Juan Mendoza era de aproximadamente trescientos mil habitantes. Figueroa Navarro nos dice que en el Panamá de esa época la densidad de población era de un habitante por kilómetro cuadrado, esto refleja el escuálido desarrollo demográfico que poseía. La población que tenía educación universitaria era menos del 1% y entre ellos estaba Mendoza quien era un abogado de prestigio. Por aquellos tiempos en nuestro medio debía haber una veintena de abogados en el territorio istmeño. Entre otras cosas Vargas Velarde comunica que el personaje que nos ocupa fue un distinguido abogado litigante, y en una de sus tareas como jurista, asistió al abogado Buenaventura Correoso en la investigación de los hechos vinculados al Incidente de la Tajada de Sandía. Juan Mendoza fue Magistrado de la Corte Superior del Estado de Panamá además de ocupar otros importantes cargos públicos. Oscar Vargas Velarde deja claro, con la obra que presentamos en la tarde de hoy que estamos ante un personaje privilegiado, desde el punto de vista de su educación, pero que nunca abandonó a los suyos. Dirigió diversos levantamientos populares: era un líder de masas, un conspirador político nato, hombre de ideas y de acción.
El territorio del Arrabal se encontraba ubicado extramuros, cuando la ciudad estaba dividida entre los de afuera y los de adentro. Por aquella época el imaginario popular panameño inventó una tonada que decía: adentro y afuera, adentro es que tiran balas. Aquí se refleja la permanente contradicción entre los ricos y los pobres. En el libro, que nos ocupa, el autor reproduce un texto de Uribe - viajero de la época - que ayudará a entender claramente como era el Arrabal, cito: « El arrabal es el sitio más populoso de la ciudad, en donde la mayoría de las casas son de madera, pero no faltan las viviendas improvisadas, y los ranchos de paja con pisos de tierra, en donde abunda la pobreza más impresionante». No obstante Uribe se refiere más adelante a la existencia de los intelectuales del arrabal, todos miembros del Partido Liberal, que curiosamente éste denomina aristocracia negra. Por supuesto, en ese grupo se encuentra el personaje central del libro de Vargas Velarde. En septiembre de 1860, indica en su trabajo el magistrado Vargas Velarde, que el Intendente del Panamá Marcelino Hurtado, preparaba tropas para auxiliar al Gobierno Conservador de Santa Marta, un sector de los liberales entre los que se encuentra: Buenaventura Correoso, Mateo Iturralde, José Isabel Maitín, Juan Mendoza, Quintín Miranda, organizaron un levantamiento popular que se inició en Farfán. Mendoza, a la sazón, Personero del Cabildo de Panamá utilizó 900 pesos de fondos de aquella institución para sostener la revolución. En medio de la tenaz lucha el Intendente Hurtado pidió ayuda a naves de guerra británicas y estadounidense, las cuales desembarcaron para tomar parte del combate en la Plaza de Santa Ana. En ese escenario fueron derrotados los sublevados y reducidos a prisión. El pueblo liberal del Arrabal santanero se vio enfrentado a las tropas foráneas y escribió una heroica página en la historia del siglo del siglo XlX.
Más adelante en su obra nos indica Vargas Velarde que hacia el año 1865 el presidente provisional Gil Colunje instaló en Panamá una Asamblea Constituyente, el Senador Buenaventura Correoso y el Representante Mendoza, figura central de esta obra, armaron un ejército de voluntarios que partió de Cartagena para derrocar a Colunje. La Estrella de Panamá da cuenta de manifestaciones en el arrabal y del levantamiento del General Gabriel Neira en Coclé. Los alzados fueron derrotados y Correoso y Mendoza se refugiaron en Jamaica. Regresaron bajo la promesa de un indulto y una vez en Panamá los detuvieron, prontamente soltaron a Mendoza, pero a Correoso lo mantuvieron preso por nueve meses.
En el capítulo III de la obra, el autor desarrolla un tema relativo a El Poder del Arrabal y en ese punto califica de criterio racista la denominación de Partido Liberal Negro que utiliza el historiador estadounidense Bancroft. Nos permitimos reforzar lo señalado por Oscar Vargas Velarde indicando que en la correspondencia diplomática de la época los europeos y estadounidenses utilizaban semejante criterio que ha sido aceptado por muchos estudiosos panameños. No obstante Vargas Velarde toma distancia de ese calificativo ya que no se toma en cuenta que en Arrabal santanero se activaban políticamente, blancos, mestizos e indígenas. Esa fue siempre la característica del arrabal como espacio popular. Pero el prejuicio racista y el calificativo peyorativo, puede más que la objetividad histórica. Valoro esa visión crítica del autor Vargas Velarde que se sale del redil y expresa con claridad su desacuerdo con el concepto utilizado por el historiador estadounidense.
Buenaventura Correoso se convirtió en el primer miembro del arrabal en presidir el Poder Ejecutivo en 1868. En ese momento al tener que ausentarse de la capital, Correoso dejo a Juan Mendoza como Gobernador del departamento de Panamá encargado del Poder Ejecutivo en lo local. Investido de tan alto cargo le correspondió enfrentarse a los vientos de fronda que se sentían en el Istmo. Sobre este momento particular Oscar Vargas Velarde señala: "Durante el largo gobierno que regentó el presidente Buenaventura Correoso y su secretario de Estado Juan Mendoza, además de la insurrección conservadora de octubre-noviembre de 1868, vencida por el mandatario en persona, en los combates de Los Santos y El Hatillo, mientras Mendoza administraba los asuntos públicos en la ciudad de Panamá, se develaron varias conspiraciones y se lidió son un movimiento armado, articulado por enemigos políticos, con el objetivo desalojar del poder a los dirigentes del arrabal."
Finalmente, Mendoza ejerció la Presidencia Provisional entre el 17 de agosto al 30 de agosto de 1871 y entre el 16 de julio al 20 de agosto de 1872.
En mayo de 1876, siendo senador del Congreso, fallece Juan Mendoza en Bogotá.
Juan Mendoza fue una figura prominente del siglo XlX que dirigió las masas liberales ubicadas en el populoso arrabal. Hacia el siglo XX se construye una alianza entre el arrabal y los pequeños propietarios de Los Santos, que llevaron a Belisario Porras a la presidencia de la República. El primordial aliado de Belisario en el arrabal santanero será Carlos A. Mendoza, cuyo liderazgo en ese sector popular se explica, entre otras cosas, por ser hijo de Juan Mendoza. La base social del populismo porrista tiene como cabeza de playa el arrabal y los pequeños propietarios de las provincias centrales.
Culmino la presentación de esta importante obra con una reflexión de William Ospina, quien dice: "La historia de los grandes individuos de Occidente es una historia de grandes rebeldes, de críticos agudos de la tradición, seres que por su invencible singularidad afectiva o mental lograron sustraerse al influjo abrumador de las convenciones. Esos terminan siendo grandes maestros, porque la libertad que conquistan es un viento fresco en las encrucijadas de la civilización. Todo gran espíritu es libertador y transformador, porque justamente trasciende las normas y los modelos, ya sugiere una medida nueva y un nuevo orden".
La vida de lucha de Juan Mendoza y del arrabal fue un viento fresco para la sociedad panameña. Invitamos a todo el público presente al estudio minucioso y detenido de este tremendo esfuerzo intelectual de Oscar Vargas Velarde, cuya lectura no dudo que será un viento fresco para el espíritu de quienes se aproximen a su lectura.
Notas de autor