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VIGENCIA DEL TORRIJISMO EN EL SIGLO XXI
Tareas, núm. 164, pp. 43-53, 2020
Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena"

TORRIJISMO



Resumen: La figura Omar Torrijos H., como la quieran interpretar, no deja de ser una que entró en nuestra historia a la vez que entró en el Canal. Sin embargo, el ideario que nos deja, por lo general fragmentado, ha sido manejado de tantas formas en el tiempo que dificulta hoy una definición de lo que podría llamarse “torrijismo”. Es un hueco histórico en la perspectiva de los procesos que le toca afrontar al país hacia el mañana, además de un reto a nuestra intelectualidad en el camino de construir una teoría de la revolución panameña. En Torrijos hay sin dudas raíces para esta elaboración. Es lo que pretendemos resumir con este trabajo.

Palabras clave: Omar Torrijos, torrijismo, revolución, teoría, Canal de Panamá..

Tratar la vigencia del “torrijismo” como pensamiento implica, en primer lugar, definir con claridad qué es lo que tenemos en mano con esto que llamamos con mucho sentido común, “el ideario de Omar”, uno de los aspectos de su vida menos abordado en profundidad, quizás porque nuestra intelectualidad progresista ha pecado de cierto prejuicio al juzgarlo solo por su condición de militar, con aquella etiqueta clásica del hombre sin principios, pragmático, de poca estatura moral.

Lo cierto es que olvidamos muchas veces que todo personaje, como ser social, actúa de alguna forma con un paradigma del pensar, con una construcción ideológica que da norte a sus acciones. Felicito entonces a los amigos que han tenido la iniciativa de incorporar este tema a la discusión actual, porque es una de las grandes deudas que tenemos con el país. El momento político social que vivimos nos exige indiscutiblemente a todos los sectores democráticos, progresistas y patriotas de hoy, las luces de este pasado para alumbrar nuestras opciones de futuro; y si algo nos debe preocupar, es que este ideario se pueda desnaturalizar y disipar plenamente en el tiempo.

¿Por qué el torrijismo hoy? Yo digo que, porque el modelo post-invasión que domina a nuestra sociedad, neoliberal en lo económico, excluyente en lo social, exclusivo y autoritario en lo político, con la consecuencia lógica de haber desembocado en la más decadente autocracia de nuestra vida republicana, ha llegado a su pleno agotamiento... Vivimos momentos de crisis y no cualquiera; pues lo que está caduco no son simplemente políticas de gobierno o formas de gobernar, sino el propio Estado y toda su base estructural, produciéndose el tradicional escenario de una ‘situación revolucionaria’. Es decir, una situación coyuntural en la que ‘los de arriba’ han perdido sus capacidades para el ejercicio de gobierno y ‘los de abajo’ no depositamos ninguna confianza en la institucionalidad política, desafiando cada día más a la casta gobernante. Es entonces una crisis que en su maduración exige desenlaces y por lo mismo, nuevos liderazgos, realineamientos de las fuerzas motoras de la historia, estrategias innovadoras para la acción, organización de base y mucho temple, si se quieren efectivas soluciones. En este marco lo interesante del legajo de la experiencia torrijista, es que en nuestro criterio recoge principios con plena vigencia para el proceso de cambios que se nos presenta a los panameños. Y es lo que queremos examinar.

Comencemos por dilucidar, ¿qué entendemos por ‘torrijismo’?... pues quien no entienda la fruta por dentro, no sabe qué es lo bueno a extraer de ella… Sucede que para muchos este concepto pareciera encerrar algo ecléctico, amparando por igual a cesaristas romanos y cristianos, a esclavistas y esclavos… Vale preguntarse: ¿Es el ‘torrijismo’ una filosofía?; ¿Es una ideología?; ¿Es una doctrina?; ¿Es un programa político? Y más allá aún: ¿cuál es su contenido social y cuáles sus fines, cualquiera que sea la definición que le demos?

Recurriendo un poco a la semántica de los conceptos, definimos ‘filosofía’ como la ciencia que se pregunta sobre el sentido final de las cosas, sea la existencia, el conocimiento, la moral, etc. El ‘torrijismo’, de hecho, no será entonces una filosofía porque no responde a este universo, aunque nadie debe dudar de que Torrijos haya fundamentado su racionalidad en alguna filosofía.

La ‘ideología’, por otro lado, es un conjunto sistémico de ideas sobre la realidad, capaz de dotar de significados el entorno del sujeto pensante, a la vez que direccionar sus conductas, por lo que es también un instrumento programador en la praxis social y política. Consta así de dos componentes imprescindibles: una representación del sistema en que se vive, a partir de la cual el ser humano sistematiza percepciones, analiza y enjuicia (lo cual involucra aspectos filosóficos y doctrinarios), y un factor programático que orienta y ordena toda su acción. El ‘torrijismo’, hasta donde llegó su construcción como pensamiento, nunca dio una represen-tación unitaria y coherente de la sociedad panameña; por ejemplo, no la dio de nuestra estructura social y su dinámica histórica, lo que justamente ha sido un vacío lastimoso para la interpretación convergente de la realidad panameña por parte de las diversas fuerzas torrijistas.

‘Doctrina’: es un conjunto de principios, creencias y enseñanzas coherentemente estructuradas y de validez general para el dominio que abarcan que pueden ser de tipo ideológico, filosófico, político, militar, social o religioso, las cuales rigen como marcos referenciales en la producción del conocimiento y actuación de grupos de personas, siempre en un terreno específico de su actividad. En este ámbito podremos encontrar sí, formulaciones principistas bastante bien formuladas en el pensamiento militar y político de Omar, pero sin llegar a articularse como doctrina.

Finalmente ‘programa político’: es el compendio coherente de objetivos, metas y tareas trazadas sobre la base de un diagnóstico articulado de determinada coyuntura histórica, y que se da todo movimiento u organización política con el propósito de desplegar su lucha por el poder o el ejercicio de éste. Creo que es en este campo donde abundan más elementos del ideario.

Y bien… al recorrer los discursos y escritos del General, haciendo un esfuerzo teórico por interpretar sus textos, se observa que en el lienzo de las ideas hay importantes pinceladas de todo esto; pero dispersas, sin organicidad y en todo caso, nunca con los suficientes matices y relieves como para ubicar enteramente su legado en una de las nociones descritas, y menos en la de ideología que articula de alguna manera aspectos propios de las otras.

Por ejemplo, hay doctrina cuando expresa: “Las leyes, como la inversión, como las decisiones, mientras más cerca están del hombre panameño, mientras más cercas están del hombre que depende de ellas, impactan con mayor justicia y con mayor prontitud”.1 También cuando dice: “La reforma agraria, más que tierra es hombre (…). La tierra está allí, no se va, la puedes adquirir o expropiar. Pero lo que más importa es la organización”.2 O cuando manifiesta: “Una nueva conciencia se está creando en el hombre latinoamericano y sólo podrá haber paz si se permite que esta conciencia siga su propio cauce”.3 Asimismo, respecto al complejo del Canal encontra-mos otra secuencia interesante de enunciados; escojo dos: “Nuestro mejor escudo defensivo (dice) está en el tremendo potencial de las aguas panameñas, que unen los dos océanos para promover el progreso y la paz de todos los pueblos del mundo. (…); el otro: “Que nadie se equivoque, que nadie caiga en el error grave y peligroso de pensar que las bases militares ubicadas en las riberas del Canal, son capaces de protegerloy garantizar el libre tránsito por él. Solo la paz social de la región puede hacer esto”.4

Hay a su vez claros elementos ideológicos programadores al lanzar expresiones como: “En la proporción que estamos acelerando el crecimiento económico, en esas mismas proporciones, las organizaciones de tipo social y los medios de producción social tienen que ir distribuyendo esa riqueza que se genera, a fin de que no se determine la conducta económica que el país vivía en el pasado, en la cual muchos panameños morían de hambre y otros morían de congestión”.5 Y luego en otra, con un planteamiento que toma mucha relevancia ante la crisis actual de las instituciones políticas: “No puede haber ninguna organización [política] que surja de arriba para abajo. Si queremos una organización política propia para los panameños, propia para el desarrollo, propia para romper tantos esquemas de injusticia que había, tenemos que crear una organización política que surja del corregimiento hacia los ministerios, hacia la capital”.

Se encontrarán de esta manera muchos ejemplos; y algunos con inocultables trazos ideológicos, aunque ajustados sustancialmente al componente programático. Faltó sin embargo siempre, la representación del sistema como totalidad, los referentes suficientes para la comprensión y enjuiciamiento integral de la realidad en su complejidad y movimiento. Por ejemplo, no logran como conjunto explicar la forma concreta que reviste en la nación panameña, el vínculo entre la lucha nacional y la lucha social, a pesar de que en la práctica hay cierta visión del problema que podríamos calificar de ‘empírica’ por la lógica que predomina cuando se encara y de pragmática realista, cuando opera sobre la realidad concreta. Esto se explica quizás porque el ‘positivismo’, yo diría que ‘jacobino’ latinoamericano, ha sido un factor filosófico de mucha raigambre en nuestra cultura progresista, y seguro que no escapó a la disciplina gnoseológica del General.

Vuelan entonces innumerables fragmentos de ideas que sintonizan con lo doctrinal o lo ideológico, pero que no llegan a conformar 'como plataforma de pensamiento' una ideología ni una doctrina, sea moral, política, social, económica o de otro tinte, materia que ha dificultado inobjetablemente la formulación de una teoría de la revolución democrática para la liberación nacional. Visto desde este ángulo, nuestro criterio es que el ‘torrijismo’ se aproxima mayormente a la noción de un ‘programa político’, sin completar en su alcance liberador, y esto por una dificultad: no haber resuelto nunca la contradicción de caminar desdoblado en dos concepciones enfrentadas en su momento, la liberal conservadora, que deriva a la postre en socialdemócrata neoliberal con el reflujo del proceso liberador, y la revolucionaria democrática, cuyo componente fue el nutriente que activó la lucha nacional anticolonial junto al cambio social, pero también, la derrotada con la invasión de 1989. Las dos hallaron espacio para correr en el mismo carril de la recuperación territorial, nada excepcional a la luz de otras experiencias similares internacionales.

Esta unidad de contrarios transcurrió con fecunda dinámica a través de las instituciones creadas y políticas nacidas del seno del proceso revolucionario durante la vida de Omar; y se solventó siempre bajo la sombra de un balance que él armonizó, de acuerdo a la necesidad de la lucha anticolonial. No obstante, cubierta esta etapa entramos en otra, la de consolidar la soberanía popular para cumplir con las transformaciones sociales de la post-colonia, única vía de garantizar la soberanía nacional adquirida. En ese momento llega el crimen... y el resultado todos lo conocemos: el equilibrio se rompió, la elaboración teórica que articulaba el Líder desde su repliegue se truncó, y el fiel de la balanza nunca encontró el contrapeso garante del movimiento pendular destinado al objetivo liberador. Lo que hoy tenemos en mano es entonces una ‘hoja de ruta’, hoja preciada cuya sustancia revolucionaria apunta a la causa profunda y constante de su vida: la liberación nacional, la lucha contra la opresión de los pueblos. ¿Cómo definir los ejes centrales de esta ‘hoja de ruta’?... Yo creo que Torrijos los resume con mucha exactitud en las declaraciones dadas al periodista Neiva Moreira, en 1981, sobre su proyecto. Dice: “Teníamos dos objetivos fundamentales (…). Primero la recuperación del Canal y, segundo, convertir una caricatura de país en una Nación”. El primero, buscaba por supuesto la eliminación de la presencia física e insolente de la colonia en el camino por perfeccionar nuestra independencia nacional. El segundo, bien lo aclara José (Chuchú) Martínez en su libro Los papeles del General, encerraba dos asuntos estratégicos internos: “la conquista del Poder Popular”, y la construcción de “un Estado productor, económicamente próspero y, por lo mismo, independiente”; dos temas que valen discutirse hoy si tienen o no vigencia para los problemas actuales que presenta el país.

Sin duda alguna fueron éstos, dos retos de incalculable trascendencia cuando los ubicamos en el mapa nacional de aquellos momentos. Lo primero se cumplió; y nadie puede desconocer la hazaña del General de haber logrado el hito de la liberación colonial, mediante una vía negociada, con un colono y su bota militar pisando el corazón del territorio y en un mundo complejo, bipolar, dividido por la confrontación ideológica. Realmente fue una tarea titánica, que realizó con extraordinaria habilidad de estratega político y militar.

Lo segundo fue reordenar el país para enfrentar exitosamente la guerra patria que emprendíamos, en virtud de lo cual se tomó como fundamento lo que se llamó “Yunta PuebloGobierno”. Esto significó poner la proa hacia otro norte, distinto al que había presidido nuestra historia republicana: consolidar el frente interno de lucha, con particular atención a la unidad y organización de todo el pueblo; elevar el orgullo de nación en la sociedad; fortalecer la identidad nacional y la conciencia patriótica del panameño; aplicar un modelo de desarrollo, territorial y socialmente equilibrado; y especialmente, restructurar la institucionalidad política del Estado a fin de sostener un cordón umbilical permanente entre la base social de la nación y el gobierno, para caminar con los consensos. Todo esto con el sabio propósito de articular el Poder Nacional indispensable para enfrentar el desafío planteado. Y es válido reconocer que lo hicimos con imperfecciones nadie lo niega, pero así mismo nadie puede negar que se ganó la batalla con el esquema diseñado; porque de esto goza hoy el país y, sobre todo, aquellos que nunca comieron con la soberanía nacional.

¡Cuánta energía desplegada!, cuánta experiencia acumulada y gran parte relegada por largos años a los baúles del olvido!… Empero, vive aún, al menos en la propia palabra de Omar (nada más hay que leerla); y más importante aún: correen el vuelo popular… En todo caso, de esa hazaña nacieron aquellos valores del torrijismo que no pierden vigencia. Son éstos: la defensa de la equidad, el sentido de la solidaridad; el diálogo pluralista como medio de extraer la verdad y generar consensos, la renuncia a la opulencia, el patriotismo; el reconocimiento sostenido a la beligerancia de los de abajo, como derecho, y a la participación deliberante de las bases asociativas y comunales como mecanismo funcional de la democracia; el desarrollismo con amplia distribución de la riqueza; el derecho a la independencia y la soberanía de los pueblos, y el internacionalismo antimperialista.

El ‘acto de guerra’ de diciembre de 1989 representó la restauración plena de los poderes de la alianza oligárquicaimperialista, tarea fracasada en diciembre de 1969 con el fallido ‘golpe de Estado’ dirigido por la CIA, pero reiniciada como proceso ante el vacío dejado por la desaparición física del General. Se impuso así, bajo la circunstancia, el modelo plutocrático excluyente del ‘transitismo’ neoliberal, vigente hoy, y lo que tenemos de Estado es al presente un cuerpo sonámbulo, doblegado por un cáncer terminal de 29 años que opera únicamente sobre la base de la corrupción y el chantaje, de la ilegitimidad, el nepotismo y la fuerza represiva. Toda la institucionalidad política, desde los ministerios hasta los partidos que la sostienen, está envuelta en la metástasis del modelo.

Ahora bien; la historia puede tener pausas, avances y retrocesos, pero su rumbo es ineludiblemente la más alta cota de la cima en el segmento de los tiempos. Nuestra pregunta es: ¿nos sirve el torrijismo, esa ‘hoja de ruta’ descrita, para abrirnos caminos en este laberinto del nuevo siglo que envuelve a la sociedad panameña? Soy un convencido de que el Omar antimperialista y patriota, el Omar demócrata revolucionario, el Omar estratega, el Omar alumbrado con las luces del gran Bolívar, de Martí, de Lorenzo y Sandino que fueron su inspiración, está firme aún, como guía, esperando nada más la reagrupación de la tropa para marchar juntos hacia la transformación que espera la nación.

¿Qué nos deja de herencia el largo camino de ayer, para el de hoy y que pueda servirnos para ese mañana que anhelamos como torrijistas?6

Respondemos: Lo primero es entender que el proceso de liberación nacional del país no ha culminado. El colonialismo liquidado por los Tratados Torrijos Carter ha sido reemplazado por el neocolonialismo de última generación, en toda la geografía nacional. Tiene además sustento jurídico en el Tratado de Neutralidad Permanente del Canal de Panamá y en los pactos, acuerdos y canjes de notas sucesivos posteriores, algunos desconocidos, todos los cuales conforman en su totalidad las nuevas bases de nuestra relación de dependencia. Y, por supuesto, hay que limpiar estos residuales degradantes, lo que no podremos enfrentar nunca con el Estado que tenemos y mucho menos, sin la fuerza emanada de la voluntad soberana popular.

¿Qué hacer entonces para enfrentar este complicado reto a la luz del ideario de Omar?... Yo lo resumo así7:

– Hay que diseñar nuevamente la organización política del Estado, de abajo hacia arriba y del corregimiento hacia la ciudad como dijera el General, de manera a garantizar las estructuras democráticas que permitan un real vínculo, permanente y fluido, entre el gobierno y la base social y política pluralista de la nación. La complejidad de las estructuras sociales y políticas que viven nuestros países recoge como agua fresca esta enseñanza. Se trata en el fondo de buscar la mejor fórmula para combinar de manera armónica y productiva, la democracia representativa con la directa de bases.

– Hay que regresar al modelo de un sistema económico mixto que conjugue el sector estatal que debe dominar los ejes estratégicos de la economía, con el privado y el social cooperativo. Este modelo debe transformar al Estado, de un simple regulador de fuerzas ciegas, como lo es hoy, en un ente rector de la economía, que en particular garantice el uso racional de los recursos naturales del país; y debe comprometerlo con una Reforma Agraria Integral, como mecanismo destinado a liberar plenamente el desarrollo de las fuerzas productivas del campo y ordenar un equilibrio territorial que provea armonía nacional en el desarrollo.

– Es necesaria una educación científica, popular y patriótica, basada en la obligación de elevar la capacidad del capital humano por efecto del despliegue general de las fuerzas productivas, exigidas por el potencial nacional; también como mecanismo para el fortalecimiento de la identidad nacional y como vehículo de la movilidad social. Si queremos una nación, hay que posesionar a la sociedad de su identidad, del perfil común que nos relaciona. Quejándose del ambiente de sumisión que impregnaba la atmósfera gran colombiana y ganada ya la campaña de la guerra liberadora, Bolívar manifestaba con aguda preocupación y justeza: “Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre” … La pregunta inevitable es, cómo ganar la libertad cuando las mentes se arrodillan ante el opresor.

– Hay que redefinir la tarea de la defensa nacional y la seguridad pública a partir de los intereses de la Nación y no ya, de los dictados dados por la potencia imperial norteña en el marco de lo que es su confrontación geopolítica. En particular hay que levantar una doctrina independiente que garantice la neutralidad del Canal de Panamá.

– Y finalmente… hay que crear el sujeto del cambio para este tramo que nos queda aún caminar, destinado a alcanzar la total liberación nacional; es decir, el sujeto convergente político conductor que no logramos construir después de firmados los Tratados y que como dijo el General, debe ser “torrente circulatorio que alimente al organismo nacional”. Este sujeto, debe abrazar a todos los estamentos que coinciden en el empeño del nuevo amanecer; y soy un convencido de que la máxima responsabilidad de construirlo la tenemos las fuerzas torrijistas leales al pensamiento de Omar. ¡Diré que este es nuestro mejor homenaje a su legado!...

“Tiro la línea nos dice Torrijos, camino y los espero allá. Los objetivos intermedios y la forma de realizarlos lo determinan ustedes. Ellos deben conducir al país al objetivo final” … Quien lea con honestidad a Torrijos, no puede tener dudas de ese objetivo: La liberación nacional.

Notas

1. Hay en este enunciado un principio dialéctico de suma importancia, y es que la “verdad” (que tenía un gran valor para el General) está en la realidad objetiva y no en la percepción superficial del sujeto; y hay que buscarla entonces, acercándose a ella. Mientras mejor la captemos, mejor será nuestra gestión hacia ella.
2. Un excelente principio si lo observamos a la luz de la economía política.
3. Solo con voltear a ver lo que pasa actualmente en América Latina, se puede concluir lo trascendente de este principio.
4. Este principio fue el que lanzó al General a resolver las crisis violentas de Centroamérica y Colombia, una vez firmados los Tratados Torrijos Carter; y la historia ha sido clara en demostrarnos cuánta verdad encierra.
5. Esta directriz se escondió en algún baúl, pues tirios y troyanos hicieron lo contrario con la post-invasión.
6. Como paréntesis considero oportuno recomendar la lectura pausada de “Las Partes del General a su Pueblo”, que recogen con gran agudeza sus reflexiones sobre el país que afrontaríamos con la firma de los Tratados Torrijos Carter (hay un intento de tejer un diagnóstico), así como “La Línea” del año 1979, que es un esbozo estratégico dirigido al movimiento liberador, al considerar su repliegue que no era otro que el “minuto de descanso” del soldado; y luego sus “Ideas en borrador”, que recogen con mucha agudeza las primeras críticas a la gestión de sus seguidores.
7. Lo que resumimos, por supuesto, no tiene la intención de copiar un pasado cuyas explicaciones están fundadas en las condiciones que lo rodeó. Lo que traemos son enunciados de principio, extraídos de la praxis realizada, tomando aquello que trasciende al momento y se sienta cómodamente en la hora actual como guía, para lo que aún es una deuda: la elaboración de una teoría de la revolución democrática, torrijista en este siglo XXI.


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