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LA TEORIA MARXISTA DE LA DEPENDENCIA Medio siglo de ciencias sociales en América Latina
Tareas, núm. 165, pp. 41-62, 2020
Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena"

AMÉRICA LATINA



Resumen: La teoría marxista de la dependencia, siendo fiel a sus fundadores y actuales teóricos, plantea con claridad sus diferencias con las propuestas desarrollistas. Igualmente, traza una línea divisoria entre las nociones de dependencia estructuralista y la teoría marxista de la dependencia. Destacamos tres aspectos fundamentales para la teoría marxista de la dependencia: Por un lado, la noción de la ‘superexplotación’. Por el otro, la propuesta de la desconexión de la periferia del centro para hacer posible una autonomía por parte de los países subordinados. Por último, el impacto político sobre la llamada periferia del desarrollo capitalista.

Palabras clave: Ciencias sociales, América Latina, teoría marxista, depedencia, superexplotación, desconexión, desarrollo capitalista..

Introducción: Medio siglo de evolución

En un largo medio siglo (1950-2019) las ciencias sociales latinoamericanas han tenido una evolución extraordinaria. A pesar de su independencia de España a principios del siglo XIX, los países de la región no lograban establecer una identidad común. Incluso, las capas dirigentes de las nuevas repúblicas (para no decir oligarquías), en forma particular, tenían problemas para lograr una identidad propia. Seguían atrapados en la dicotomía colonial: amos europeos y subyugados americanos/africanos. Quizás la revolución mexicana y la experiencia argentina anteriores a la segunda guerra mundial marcaron el futuro y el rompimiento parcial de la dicotomía.

En la actualidad (2019), esta falta de identidad se hace presente con la creación por parte de EEUU del Grupo de Lima para agredir al gobierno de la revolución bolivariana de Venezuela. Incluso, promoviendo la imagen en televisión - a escala mundial - de una invasión norteamericana a la patria de Bolívar utilizando el territorio de Colombia.

Vasconcellos en México, Mariátegui en Perú y los marxistas de la Tercera Internacional – antes de la segunda guerra mundial - presentaban proyectos distintos a las propuestas positivistas de colonizar nuevamente a la América ibérica. Fue la Revolución cubana en 1959 que marcó la tendencia de los cambios sociales de la región. Ya en 1954 un golpe militar, orquestado por EEUU, frustró el intento de introducir cambios en Guatemala. Algo similar había ocurrido en Venezuela. Inmediatamente después de la entrada de Fidel Castro a La Habana, se produjo el golpe militar en Brasil (1964), la insurrección del 9 de enero en Panamá (1964) y el levantamiento militar en la República Dominicana (1965). Poco después se pronunciaron las oligarquías en alianza con EEUU para poner fin a los experimentos políticos en Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile, Perú. La resistencia se hizo patente en todos los países de la región, incluyendo Colombia, Venezuela, México, Centro América y el Cono Sur.

La realidad que sacudía a la región latinoamericana a partir de la década de 1960 no tenía una teoría que la explicara. Las nociones positivistas y estructural-funcionalistas fueron descartadas por inoperantes. Las nociones desarrollistas introducidas por la CEPAL – incluyendo la teoría de la dependencia estructuralista - fueron utilizadas como paliativo para promover reformas que resultaron ineficaces. En la década de 1970 una corriente de pensamiento – inspirada en la Revolución cubana y los movimientos regionales de resistencia posteriores – planteó una crítica marxista a la teoría de la dependencia. Esta se basó en tres conceptos centrales (Marini, Osorio, Sotelo, Katz). Por un lado, la noción de la existencia de un sistema capitalista mundial único que englobaba centro y periferia. Por el otro, que la fuerza de trabajo en la periferia era objeto de la superexplotación. Tercero, que el único camino abierto a la región latinoamericana para consolidar su propia identidad era ‘romper’ con el centro del sistema capitalista mundial. El debate entorno a la teoría marxista de la dependencia ha dominado los encuentros de las ciencias sociales en los últimos 50 años. El debate continúa. Lo veremos con más detalle más aelante.

Podemos dividir la evolución de la sociología en América latina en dos. Antes y después de la Revolución cubana. Pasemos revista de los aportes de la sociología a la comprensión de los procesos sociales. También se pueden examinar estos aportes desde otra perspectiva cualitativamente distinta: ¿Cómo contribuyó la sociología a los cambios sociales? Veamos esa evolución.

Después de la segunda guerra mundial, en Zurich (1950), un grupo de pensadores sociales latinoamericanos fundaron la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Las circunstancias permitieron que se diera este extraño fenómeno. Pensadores sociales de una región del mundo se congregaban en otro continente (no fue casual que fuera Europa) para establecer su razón de ser. El evento sirvió de antesala a los cambios qu e vendr ían despu és. (Lejeu n e, de Carvalho y Mattos). Se produjeron cambios en la forma de abordar el objeto de estudio (epistemología). Se dieron rompimientos fundamentales en la metodología e, incluso, en las teorías que pretendían explicar las condiciones sociales de la región.

A partir de ese acto fundacional en 1950, la sociología latinoamericana ha pasado por seis propuestas teóricas diferentes. El positivismo – noción dominante por más de un siglo – se encontraba en plena decadencia (Poviña). Eracuestionada y reemplazada por las nociones funcionalestructuralistas importadas desde EEUU (Germani, Graciarena, Rostow). Estas, a su vez, eran cuestionadas por las nociones desarrollistas - con una fuerte impronta weberiana – que encontraron un nicho en la CEPAL (José Medina E.) . Una corriente marxista criticaba el desarrollismo pero asumió sus premisas basadas en la idea de las etapas (Cueva, Pierre Charles, Sergio de la Peña). El desarrollismo cepalino fue también criticado por una corriente que insistía en introducir algunas nociones marxistas – las clases sociales – en los análisis. Este pensamiento dio lugar a una tendencia llamada ‘teoría de la dependencia’ (Cardoso y Faletto), asociada a los trabajos de Prebisch sobre el ‘intercambio desigual’ en el comercio mundial. La ‘Dialéctica de la Dependencia’ de Marini elevó el debate a un nivel mundial, entendiéndose que la comprensión de la región y sus transformaciones, tenían que ser analizadas desde una perspectiva del sistema capitalista global.

El presente trabajo está dividido en dos secciones. La primera, describirá cómo el positivismo, dominante en el pensamiento social latinoamericano, durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, fue desplazado de sus nichos institucionales y universitarios. La corriente norteamericana – estructural/funcionalista – reemplazó a los positivistas, sirviendo de plataforma el desarrollismo. La CEPAL y su trabajo pionero sirvió de punta de lanza como organismo intergubernamental bajo la égida de la ONU. En este contexto podría decirse que nacieron las ciencias sociales latinoamericanas (y la sociología en particular). Fue una gestión que duró tres décadas (1950-1980).

A partir de los congresos de sociología, organizados por ALAS, se consolidaron las ciencias sociales en la década de 1970. Desde el XII Congreso en Santiago de Chile (1972), pasando por los congresos de San José de Costa Rica (1974) y Quito (1977) hasta el de la ciudad de Panamá (1979).

A partir de la década de 1980 las ciencias sociales latinoamericanas se enfrentaron a la ofensiva neoliberal del ‘pensamiento único’. La identificación de las clases sociales y sus relaciones fue duramente cuestionadas por el neoliberalismo que fustigó las teorías sociales y reprodujo nociones asociados con el individualismo.

El enfrentamiento entre neoliberalismo y ciencias sociales continuó en las dos últimas décadas del siglo XX. El colapso del experimento soviético le dio municiones a los ideólogos neoliberales para levantar su consigna del ‘fin de la historia’ y cuestionar las ciencias sociales a escala global. A su vez, se puso fin al debate estéril entre las distintas corrientes del pensamiento marxista.

En la segunda sección se hará una revisión de los debates que han marcado el siglo XXI. En los mismos, el neoliberalismo fue arrinconado y perdió su ‘promesa’ que llevaba a los congresos desde la década de 1980. En el período se plantearon nuevos problemas antes sumergidos en los debates. Por un lado, la cuestión ambiental y el peligro que representaba la industrialización sin frenos para el futuro de la humanidad. Por el otro, la cuestión de género que cuestionó todos los preceptos teóricos tanto de las clases sociales como de las posiciones sociales.

En esta última sección analizamos las corrientes dominantes de las ciencias sociales latinoamericanas. Por un lado, la teoría marxista de la dependencia que cuestiona un desarrollo en el marco de las actuales relaciones sociales y sostiene la teoría del ‘rompimiento’ con el sistema capitalista. Destacamos el debate – en el marco de la teoría marxista de la dependencia - entre Claudio Katz y Jaime Osorio quienes descartan las nociones propuestas por el ‘desarrollismo’ (que incluye su propia versión de una teoría de la dependencia). El desarrollismo postulaba la posibilidad de alcanzar los niveles de progreso industrial de Europa y EEUU mediante la aplicación de políticas adecuadas. Una corriente nueva también ha hecho su aparición que es la noción de la ‘decolonización’. La misma será objeto de un examen en la tercera sección. Esta comparte con el marxismo su tesis del rompimiento, pero señala que la dependencia no es sólo producto de las relaciones sociales de producción sino que tiene una base cultural (o mental). En forma de conclusión enfrentamos la teoría marxista de la dependencia con los problemas políticos que marcan el medio siglo largo en la región latinoamericana.

1. a. Del positivismo, pasando por el estructuralismo, llegamos a las ciencias sociales

Saliendo de la segunda guerra mundial (1945), el pensamiento crítico entendió que el futuro de la región latinoamericana no podía continuar siendo apéndice de Europa. Veía también con preocupación, sobre el horizonte, la propuesta funcional-estructuralista de EEUU que pretendía subordinar a la región bajo su manto ‘protector’.

La búsqueda de una teoría explicativa de los procesos sociales latinoamericanos en la posguerra condujo a lo que Enzo Faletto denominó una ‘heterodoxia teórica’. Según el sociólogo chileno, “hay un hecho que conviene destacar desde el principio. Los problemas del desarrollo que se trataba de enfrentar eran a la vez un desafío para la teoría misma de las distintas disciplinas en juego, y aquí es de reconocer el valor que adquirió la llamada 'heterodoxia teórica' de la CEPAL. En sus planteamientos y análisis económicos, se trataba de “utilizar ideas producidas por diferentes escuelas de pensamiento en forma enriquecedora y novedosa, y lo mismo se hizo con los diversos enfoques sociológicos existentes”. (Faletto)

Según Gurrieri, la obra de José Medina E. “constituye en su conjunto una contribución valiosa para todos aquellos que procuran crear una teoría integrada del desarrollo o del cambio social”. Medina es el sintetizador de la sociología latinoamericana que se promovía desde la CEPAL. Contribuyó a la noción de la Sociología del Desarrollo que tenía dos componentes centrales: la planificación y la democracia. Gurrieri señala que Medina “comienza por darle a la ciencia social una base rigurosa en tanto ella constituye un instrumento imprescindible para la reconstrucción racional de la sociedad”. Medina, según Gurrieri, crea “los fundamentos de la sociología del desarrollo, tarea que culmina con la presentación de las ‘condiciones sociales del desarrollo’ y utiliza estas condiciones como herramientas para el análisis de la historia de América Latina”.

Por un lado, la fracción de la clase dirigente compuesta por los intereses agro-minero exportadores tradicionales insertos en el mercado mundial. Por el otro, la fracción de la burguesía industrial que promueve la consolidación de un mercado nacional.

Según José E. Torres Abrego, “el carácter ideológico del pensamiento de la CEPAL no invalida el carácter científico de sus posiciones... Los intereses industriales (la burguesía nacional) que defiende la CEPAL coinciden con los intereses de desarrollo de la sociedad. De allí su carácter revolucionario”.

Agrega, “inversamente, los intereses que defienden los grandes terratenientes son contrarios a los intereses del desarrollo de la sociedad y en consecuencia su carácter reaccionario. La ideología de una clase social deja de ser científica cuando sus intereses de clase ya no corresponden a los intereses del desarrollo de la sociedad. Es decir, cuando su ideología deja de ser revolucionaria para convertirse en reaccionaria”.

Torres Abrego identifica tres debilidades en la propuesta sobre el subdesarrollo de la CEPAL. La principal es la noción sobre la “lenta propagación del progreso técnico en la periferia” comparada con el centro. Torres Abrego refuta esta idea de la CEPAL. Basándose en Marx, sostiene que la revolución industrial “implanta una nueva división internacional del trabajo ajustada a los centros principales de la gran industria... (Esta) división del trabajo convierte a una parte del planeta en campo preferente de producción agrícola para las necesidades de otra parte organizada como campo de producción industrial”. (Marx, El capital, Tomo I, p. 403, La Habana, 1962).

Torres Abrego señala como segunda ‘debilidad’ “el trato deficiente del llamado período de desarrollo hacia afuera” que va de la independencia a principios del siglo XIX hasta el final de la segunda guerra mundial. Sin conocer el período de la pos-independencia hasta mediados del siglo XX no se puede entender lo ocurrido en la segunda mitad del siglo y en el presente. Según Torres Abrego, es como tratar de “construir los cimientos de la teoría del subdesarrollo comenzando por la mitad del edificio”. Esta falla le impidió a los cepalinos entender la especificidad de las (luchas de) clases sociales del subdesarrollo. A su vez, la lucha entre “oligarquía moderna y oligarquía tradicional” (liberales y conservadores). Además, la lucha entre la nueva industria y la vieja manufactura. Por último, ¿qué Estados surgieron (y por qué)? y ¿cuál fue la repercusión que tuvo la nueva división internacional del trabajo?

La tercera ‘debilidad’ identificada por Torres Abrego es la negación del carácter ideológico de su propio pensamiento. Medina así como Raúl Prebisch y la institución cepalina “nunca reconocieron que sus planteamientos estaban teñidos por los intereses de los sectores que, en su momento, eran los más avanzados desde el punto de vista del desarrollo capitalista. Sin embargo, no pudieron entender la relación de lo que llamaban desarrollo con las estructuras sociales en las cuales estaban insertas. Más aún, desconocían la dinámica de las fuerzas sociales que sacudían el mercado mundial”. A pesar de ello, como dice Torres Abrego, el pensamiento de la CEPAL hizo contribuciones fundamentales a la comprensión de la dinámica social de América latina.

1. b. El enfrentamiento de las ciencias sociales con el neoliberalismo (1980-2000)

El crecimiento de posguerra producto de la inversión de capitales en el sector industrial y agroindustrial se estancó a fines de la década de 1970 al agotarse la capacidad de los mercados internos de los países latinoamericanos. La incapacidad política para impulsar la ‘integración’ y menos aún la exportación de bienes manufacturados (con algunas excepciones), provocó una crisis económica y social de proporciones. Bajo la guía de EEUU, los países de la región comenzaron a aplicar las llamadas políticas de ‘ajuste’ que implicaba la reducción de gastos sociales por parte de los gobiernos y la reducción de la participación de los trabajadores en el producto nacional.

La receta que se dio a conocer como neoliberal consistió básicamente en la aplicación de tres políticas: La desregulación, la privatización y la flexibilización. La tesis de los neoliberales consistía en abandonar las nociones ‘keynesianos’ (de regulación) y la adopción de propuestas provenientes de la escuela de Hayek, pasando por la Universidad de Chicago y Milton Friedman. Uno tras otro país de la región experimentó el shock que planteaban los neoliberales. La transferencia de riquezas de los trabajadores (en forma de salarios) a los sectores financieros de la clase empresarial (ganancias), transformó la correlación de fuerzas entre los dos clases sociales. Además, la ‘reforma agraria’ capitalista, encabezada por los nuevos empresarios agrícolas, liquidó la resistencia campesina y transformó a los hacendados tradicionales en empresarios de las finanzas.

Según Alejandro Portes, “la nueva competencia global en bienes industriales y más tarde en servicios financieros se tornó cada vez más incompatible con las teorías que habían dominado previamente el pensamiento económico. Es decir, el keynesianismo en los centros y la sustitución de importaciones contra la dependencia en la periferia. Por la misma razón, estas condiciones ayudaron a revivir las antiguas teorías económicas. El notable retorno del enfoque neoclásico fue acelerado por su convergencia con las nuevas realidades económicas y las vigorosas acciones de sus defensores para promover dicha convergencia.

El cierre y reubicación de plantas en el extranjero pueden ser anatema para los defensores de una ‘política industrial’ nacional, pero son perfectamente compatibles con una teoría que define las fuerzas laborales protegidas como una traba al mercado. La remoción de subsidios estatales y barreras arencelarias puede haber afectado negativamente el nivel de vida de los trabajadores y las perspectivas de desarrollo de algunos sectores industriales, pero son los remedios necesarios para lograr ‘precios reales’. La competencia extranjera puede devastar el mercado laboral primario en los países desarrollados, pero benefició a sus consumidores por medio del acceso a bienes más baratos producdos en el extranjero”. (Portes)

Para algunos, las políticas neoliberales son correctivos para transformar las nociones keyenesianas introducidas después de la gran depresión (1929) y aplicadas terminada la segunda guerra mundial (1945). Otros señalan que las políticas neoliberales son parte del desarrollo del capitalismo en una nueva fase de acumulación. Una tercera variante plantea que el neoliberalismo constituye el conjunto de políticas que han servido para salvar el capitalismo de un colapso seguro.

El neoliberalismo no propuso una teoría ni un conjunto de conceptos que pudieran ser utilizados como guía para la investigación de los procesos sociales. Según Edvige Biloti, “el desarrollo neoliberal es imposible”. Los ajustes estructurales propuestos por el neolberalismo no pretenden promover el desarrollo. Más bien son mecanismos para asegurar la recolección de deudas generados por la fuerza o legislacionesamañadas. Constituyen transferencias de riquezas de los más pobres a los más ricos. Biloti concluye que la única solución al colapso del capitalismo es una “política solidaria, que alivie el sufrimiento de los pobres”. (Biloti)

2. El debate marxista del siglo XXI y la decolonialidad

La teoría marxista de la dependencia y las nociones decoloniales dominaron los congresos de ALAS en el nuevo milenio.

Después de 50 años de debate en torno a las nociones sobre la dependencia salta a la vista una conclusión. Sólo queda la teoría marxista de la dependencia como objeto de análisis y proyecciones. Una teoría sólo adquiere su status de legitimidad cuando su aplicación sigue sirviendo como guía para la investigación. Además, si presenta posibilidades para criticarla y adecuarla para responder a nuevas preguntas.

El debate en torno a la teoría marxista de la dependencia del siglo XXI recuerda los enfrentamientos entre Agustín Cueva y Ruy Mauro Marini en las décadas de 1970 y 1980. (Gandásegui) En ese entonces dos corrientes marxistas se disputaban el eje central que explicara el desarrollo del capitalismo en América latina. Cueva planteaba la tesis de los modos de producción (las etapas) y la superación del modo feudal por el capitalista. Este debate – en otros escenarios – se remonta a principios del siglo XX. (Mariátegui) En cambio, Marini introdujo una tesis, dentro de la lógica marxista, postulando que la periferia y el centro del sistema mundo-capitalista forman un solo objeto de análisis, en permanente proceso de expansión.

En la actualidad, el debate gira en torno a este último planteamiento de Marini. Las nociones sobre los modos de producción fue descartado por el mismo Cueva a principios de la década de 1990. Por un lado, el argentino Claudio Katz, cuestiona la noción de superexplotación de Marini, considerada como el pilar central de la teoría marxista de la dependencia. Por el otro, el investigador de la UAM, Jaime Osorio, sostiene que las críticas de Katz son infundadas. Ambos clarifican que las formas de superexplotación pueden variar y cambiar. Sin embargo, la noción misma es un concepto que no pierde validez para el análisis.

Me quiero detener en dos aspectos que considero centrales en el debate y en las críticas de Katz a Marini. Abordaremos por un lado, la noción sobre la sobreexplotación y, por el otro, la cuestión sobre la relación entre el centro y la periferia. Ambos aspectos son centrales en los debates del siglo XXI. Posteriormente, analizaremos los planteamientos de Jaime Osorio quien refuta las críticas de Katz en torno a la cuesión de la superexplotación.

Según Katz, Marini formula la sobreexplotación como el eje principal de su teoría marxista de la dependencia. Señala que “a diferencia de lo que pasa en los países industriales, donde una parte importante —en el caso norteamericano la casi totalidad— de la producción se realiza en el mercado interior, en un país dependiente la parte principal de lo que se produce para el mercado se desplaza hacia la esfera del mercado mundial. Esto tiene una consecuencia decisiva para la situación del productor. Es decir, el obrero. En un país dependiente, el trabajador cuenta solamente en tanto que productor, en tanto que es creador de bienes de consumo. No cuenta, sin embargo, como consumidor. Su producción no se destina a su consumo, sino al de los trabajadores y capas que viven de la plusvalía en los países centrales”. (Marini)

Marini agrega que “ese divorcio entre el productor y el consumidor crea las condiciones para que, en una economía de esa naturaleza, el trabajador pueda ser explotado prácticamente hasta el límite. Si consideramos la evolución de los salarios en los países industriales, constatamos que se observa allí una tendencia permanente de los salarios a mantenerse cercanos al valor real de la fuerza de trabajo. Pero cuando desplazamos nuestro enfoque hacia las economías dependientes vemos que no es igual. No podemos analizar una economía dependiente, afirmando que allí la fuerza de trabajo se remunera a su justo valor. Eso no es cierto. Al contrario, lo característico en una economía dependiente es precisamente que la fuerza de trabajo se remunera siempre debajo de su valor”.

Los planteamientos de Marini se remontan a la década de 1970. Se refieren al desarrollo del capitalismo de la segunda posguerra. Las reformas neoliberales introducidas en la década de 1980 amplían los sectores sometidos a la sobre-explotación. 53 Incluyen a las capas bajas de las clases medias de los países de la periferia. Igualmente, a sectores cada vez más amplios de la clase obrera de los países del centro.

En la actualidad, tanto en la periferia como en los sectores mencionados del centro, “se pueden identificar, en la acumulación dependiente, tres formas o modalidades principales de explotación del trabajo. La primera de ellas es el aumento de la intensidad del trabajo sin que se modifique el nivel tecnológico existente. Tenemos ahí una forma particular de producción de plusvalía relativa, ya que se incrementa el valor creado por el obrero, sin alterar la jornada de trabajo, aunque cambiando la relación entre los dos tiempos de trabajo que existen en el interior de la jornada laboral: el tiempo de trabajo excedente y el tiempo de trabajo necesario. En esos tiempos el obrero produce más, porque se le exige más en materia de intensidad”.

La segunda modalidad incluye a los sectores laborales del centro que deben sobrevivir desarrollando dos o más empleos simultáneamente. Este es el caso especialmente de los sectores discrimandos, migrantes y mujeres que entran a la fuerza de trabajo. Se trata del “mecanismo clásico de producción de plusvalía absoluta, es decir, la prolongación de la jornada de trabajo, lo que altera la relación entre el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo excedente”.

La tercera forma que consiste en pagarle al obrero por debajo del valor real de su fuerza de trabajo, ha sido cuestionado por muchos, entre ellos Katz. Según Marini, “la forma más importante en un país dependiente, consiste simplemente en dar al obrero una remuneración inferior al valor real de su fuerza de trabajo. En otros términos, ello significa no respetar las condiciones técnicas y el costo de los medios de subsistencia para fijar la relación entre el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo excedente. Se rebaja la paga del obrero más allá de lo que permitiría su tiempo de trabajo necesario y convertir el fondo de consumo del obrero en una parte del fondo de la acumulación del capital”. (Marini)

Según Katz, “la teoría marxista de la dependencia aportó el principal esquema analítico para develar las peculiaridades del capitalismo latinoamericano. Pero incurrió en ciertos desaciertos conceptuales”. Katz señala que “la superexplotación es una de las nociones corregidas con esa maduración del dependentismo. La modificación sustituye la idea de pago por debajo del valor de la fuerza de trabajo por una remuneración baja de ese recurso”.

Katz asegura que esta revisión permite no sólo resolver viejos interrogantes del caso latinoamericano. También introduce un criterio para interpretar la diversidad contemporánea de los salarios. Esa variedad deriva del lugar ocupado por cada economía en la cadena global de valor, en el nuevo escenario de empresas transnacionales e industrialización asiática. Este análisis ofrece respuestas a los enigmas del desenvolvimiento de Corea y China.

Marini postuló que la burguesía latinoamericana recrea el subdesarrollo al compensar su adversidad internacional con la superexplotación. No identificó el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor con la plusvalía absoluta, ni con la miseria creciente. La superexplotación o sub-remuneración contradice la lógica del mercado laboral, que determina los bajos salarios de la periferia industrializada. Las empresas lucran con la existencia de brechas de esos ingresos mayores que las diferencias de productividad. Los desniveles de desarrollo están altamente condicionados por las transferencias de plusvalía a favor de las economías avanzadas.

Katz señala, en primer lugar, que la noción de superexplotación – el pago salarial por debajo del valor del trabajo - tal como lo utilizan los teóricos marxistas de la dependencia, terminaría con la clase obrera, pilar del sistema capitalista con las obvias consecuencias. También sostiene que “si la superexplotación se verifica en todo el planeta, ya no constituye un mecanismo propio de las economías industrializadas de la periferia. Pierde especificidad y retrata las nuevas formas de explotación del siglo XXI. Por el contrario, si se preserva el sentido original del concepto -negando su aplicación a las economías desarrolladas- queda en suspenso la interpretación de la creciente precarización laboral en los países centrales”. (Katz)

Jaime Osorio refuta a Katz en lo referente a la noción de superexplotación, tesis central de la teoría marxista de la dependencia de Marini. Los planteamientos de Osorio losresumiremos basados en tres puntos aparecidos en su artículo de 2018 en Vientos del Sur. (Osorio)

1. El punto inicial de los desacuerdos, según Osorio, arranca de la idea de Katz de conformar una teoría marxista de la dependencia sin superexplotación”. Una teoría en donde no se incorpore la violación del valor de la fuerza de trabajo o el pago de salario por debajo de dicho valor. Según Katz, en El capital, Marx “no dejó duda alguna sobre la remuneración de la fuerza de trabajo por su valor”. Que si la “violación (del valor de la fuerza de trabajo) es vista como una norma ¿qué sentido tiene la teoría del valor como fundamento ordenador de la lógica del capitalismo? Una transgresión- sigue Katzdebería ser observada a lo sumo como una excepción. No es sensato suponer que el edificio teórico del El capital opera en los hechos al revés”.

El planteamiento de Katz es recogido por Osorio en una larga explicación – citando a Marx – sobre la remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Para el “análisis general del capital”, Marx señala que “aquí partimos del supuesto de las mercancías, incluyendo entre ellas la fuerza de trabajo, se compran y venden siempre por todo su valor.

Según Osorio, este “supuesto” es clave para rebatir a las diversas escuelas que señalaban a la tierra, el comercio o la industria, como las fuentes generadoras de la riqueza en el capitalismo. Marx necesita poner de manifiesto que el plusvalor en esta organización societal proviene sólo de la diferencia entre el valor producido en una jornada laboral por la fuerza de trabajo y el valor de dicha fuerza de trabajo. Allí reposa la base de la explotación en el capitalismo y el piso desde el cual se libra la lucha de clases en este modo de producción.

Según Osorio, “probado lo anterior en los primeros capítulos del libro primero de El capital, el ‘supuesto’ comienza a manifestar matices, porque a mayor concreción se va haciendo patente que el hambre de trabajo excedente por el capital tiende a ser violentado. Así ocurre cuando situado en el análisis de la plusvalía relativa, Marx indica que el capital puede prolongar el tiempo de trabajo excedente reduciendo el pago que corresponde al tiempo de trabajo necesario, lo que implicaría “hacer descender el salario del obrero por debajo del valor de la fuerza de trabajo”. Marx agrega que “por el momento, este método (hacer descender el salario del obrero por debajo del valor de la fuerza de trabajo), que desempeña un papel muy importante en el movimiento real de los salarios, queda excluido de nuestras consideraciones, por una razón: porque partimos del supuesto de que las mercancías, incluyendo entre ellas la fuerza de trabajo, se compran y venden siempre por todo su valor”. (Osorio)

Osorio reitera su posición citando otro párrafo de Marx: “En el 'movimiento real de los salarios', el pago de salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo es 'muy importante'. Pero acatando el supuesto, “por el momento” no se considerará. En pocas palabras, todo el sentido del párrafo es para hacer notar que en condiciones más concretas y reales, el supuesto no se sostiene.

Idea que Marx reitera más adelante: “Al estudiar la producción de plusvalía, partimos siempre del supuesto de que el salario representa, por lo menos, el valor de la fuerza de trabajo. Sin embargo, en la práctica la reducción forzada del salario por debajo de este valor tiene una importancia demasiado grande para que no nos detengamos un momento a examinarla”. Marx concluye que “gracias a esto, el fondo necesario de consumo del obrero se convierte, de hecho, dentro de ciertos límites, en un fondo de acumulación de capital”. (Marx)

En el contexto de formulaciones como las anteriores, Osorio se pregunta si “¿se podría decir que es el propio Marx el que está destruyendo su ‘edificio teórico’, como lo da a entender Katz? En contra de lo señalado por Katz, no es una excepción en su formulación teórica el que Marx indique el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor entre los mecanismos fundamentales para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia.

2. Para Katz, como para su referente teórico en la materia, el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva, superexplotación es sinónimo de pobreza absoluta. (Cueva).

Cueva, nos recuerda Katz, señaló “la incompatibilidad del capitalismo con la generalizada remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor”; que “la sub-remuneración de los asalariados transgredía los principios de la acumulación”; que esto implica “la reproducción de la fuerza de trabajo mediante precios acordes al valor de esa mercancía”; que “la violación de (estos) criterios amenazarían la propia supervivencia de los trabajadores”, lo que si no reciben “los bienes requeridos para subsistir tenderían a padecer un deterioro que socavaría el nutriente humano del sistema”.

Al confundir superexplotación con pobreza absoluta, Katz formula que “la burguesía debe remunerar al grueso del proletariado por el valor de su fuerza de trabajo”, ya que “sólo de esa forma asegura la continuidad de su sistema”, en tanto “una sub-remuneración continuada de los asalariados impediría ese funcionamiento”.

La misma idea se repite, según Katz, cuando Osorio señala: “al postular la preeminencia de salarios inferiores a lo requerido para la reproducción de los trabajadores, Osorio repite los viejos errores que emergieron en los debates sobre la pauperización absoluta”. Y añade: “En esas polémicas se demostró que un proletariado desprovisto de los bienes necesarios para su subsistencia tendería a padecer un deterioro terminal”. Más bien “el sistema (…) no obstruye la reproducción normal (sic) de los operarios”, porque “el capitalismo se recrea con formas brutales (pero) sin devastar su principal cimiento”. (Katz)

En otras palabras, para Katz sostener que opera la superexplotación es señalar que el capital destruye físicamente a la población trabajadora. Un capitalismo sin trabajadores es impensable, lo que denota que como Cueva, Katz entiende superexplotación como pobreza absoluta.

Según Osorio, los trabajadores pueden consumir refrigeradores, televisores y celulares en el siglo XXI. Pero en condiciones de superexplotación, esto se logra por lo general dejando de cubrir otras necesidades básicas, como consultas médicas, dentistas, pagos de educación, alimentación adecuada, vestimenta o alojamiento apropiado para ellos y su familia.

Osorio agrega que superexplotación tampoco significa que los trabajadores deban morir a los 40 o 50 años, como deja ver Katz en su crítica (el agotamiento prematuro de las capacidades laborales no se condice con “el aumento del promedio de vida de los trabajadores”. (Katz, 2017) La apropiación de años futuros de vida y de venta anormal de fuerza de trabajo que propicia la superexplotación se refleja en que dicha venta se hará en peores condiciones. Para el capital, un trabajador superexplotado desde joven, es a los 45 o 50 años de vida un trabajador al que se le puede dar un empleo, pero con salarios inferiores, ya que es fuerza de trabajo agotada prematuramente.

3. Según Osorio, en este planteamiento “llegamos a uno de los ejes de la propuesta de Katz para renovar la teoría de la dependencia”. ¿Existe algún enunciado de Marini que compatibilice las objeciones de Cueva, con las características de la fuerza laboral en las economías dependientes?” Katz responde: “La solución más sencilla es postular que en esas regiones predomina un valor bajo de la fuerza de trabajo” .

Osorio plantea que el marxismo debe explicar la diversidad de economías presentes en el sistema mundial, pero la solución no puede caminar por señalar la existencia de estratos. Osorio se pregunta si hablar de economías avanzadas, economías retrasadas, con el clásico relleno de “economías medias”, ¿se está haciendo un aporte a los problemas de renovación de la teoría marxista de la dependencia? ¿En qué se diferencia de manera sustantiva esta nomenclatura de las que formulan organismos internacionales que hablan de economías desarrolladas, economías emergentes y economías en desarrollo?

Osorio concluye que el problema de las teorías de estratificación es que ordenan y clasifican, pero sin poder dar cuenta de las relaciones ente los agrupamientos que señalan. Así, el estrato alto no tiene relaciones sustantivas que marquen su condición y defina a su vez la situación de otros estratos, en este caso, el estrato bajo. Cada uno se explica a sí mismo y por sí mismo, en función de las capacidades diferenciadas, talentos y esfuerzo o no, de los individuos (o en este caso economías) que se ubican en cada estrato. En lo sustancial no hay relaciones que expliquen a unos y otros agrupamientos, como sí lo realiza la teoría de clases. Para que se reproduzcan agrupamientos humanos que viven de salario necesariamente debe haber otro que vive de comprar fuerza de trabajo, por la que paga salarios y, además, se apodera del plusvalor. De esta forma es la relación la que explica la existencia relacional de cada agrupamiento social o clase.

Pero tan simple y ecléctica es esta situación como reemplazar la noción de superexplotación por economías con bajo valor de la fuerza de trabajo, que se suman a economías con valor medio y otras con valor alto de la fuerza de trabajo.

Decolonización

En el siglo XXI la producción sociológica se vio desbordada por los trabajos que abarcaban la cuestión de género (Segati) y los problemas ambientales (Alimonda). Sin duda, las contradicciones propias de una sociedad autodestructiva y, por el otro, patriarcal, generaron fuertes demandas para su tratamiento. Al mismo tiempo surgió la propuesta de la decolonización.

Según César Germaná, “el punto de partida para la reestructuración de la sociología y de las ciencias sociales está dado por la superación de lo que Aníbal Quijano ha denominado la colonialidad del poder, del cual hace parte la colonialidad del saber, como “un espacio y una malla de relaciones sociales de explotación/dominación/conflicto” que se articulan en cuatro ámbitos sociales: trabajo, género/sexua-lidad, autoridad e intersubjetividad. Cuando el patrón de poder es atravesado por la idea de 'raza' – esto es, las diferencias fenotípicas entre conquistadores y conquistados que dio lugar a nuevas formas de identificación como 'indio', 'negro', 'mestizo', 'blanco' – podemos hablar de la colonialidad. “La ‘racialización’ de las relaciones de poder entre las nuevas identidades sociales y geo-culturales, fue el sustento y la referencia legitimatoria fundamental del carácter eurocentrado del patrón de poder, material e intersubjetivo”.

Con la colonialidad del poder se estableció, en consecuencia, ‘una nueva intersubjetividad mundial’ donde Europa hegemonizó el imaginario, la cultura y el conocimiento y su manera de producirlo. La forma que adquirió esa perspectiva cognoscitiva ha sido el eurocentrismo que colonizó el mundo de las relaciones intersubjetivas del sistema-mundo moderno. Tres mitos han sido los principales constituyentes del eurocentrismo: Una concepción de la evolución de la humanidad que tiene a Europa como punto de llegada. Otra concepción limitada del universalismo, donde los conocimientos producidos en Europa son verdades válidas para todo tiempo y lugar. Finalmente, una concepción del progreso como un futuro necesario, determinado e ineludible.

Según Germaná, “la descolonización del saber de la hegemonía eurocéntrica se convierte en el mayor desafío para lograr una profunda reestructuración de la ciencia social que contribuya de manera efectiva a la lucha por alcanzar una sociedad más democrática y más igualitaria”. (Germaná)

Conclusión

La teoría marxista de la dependencia, siendo fiel a sus fundadores y actuales teóricos, plantea con claridad sus diferencias con las propuestas desarrollistas. Igualmente, traza una línea divisoria entre las nociones de dependencia estructuralista y la teoría marxista de la dependencia.

Destacamos tres aspectos fundamentales para la teoría marxista de la dependencia: Por un lado, la noción de la ‘superexplotación’. Por el otro, la propuesta de la desconexión de la periferia del centro para hacer posible una autonomía por parte de los países subordinados. Por último, el impacto político sobre la llamada periferia del desarrollo capitalista.

1. Según Ruy Mauro Marini, las naciones del centro controlan los mercados mundiales y esto produce que se transfiera el excedente generado en los países dependientes hacia los países dominantes, ya sea en la forma de ganancias o de intereses, ocasionando la pérdida de control de los primeros sobre sus recursos. La característica central de este proceso es que la generación del excedente en los países periféricos no se da por medio de los avances tecnológicos sino a través de la superexplotación de la fuerza de trabajo.

2. Además, a mayor crecimiento de los factores productivos (fuerza de trabajo, capital y tecnología) en las economías dependientes, mayor la transferencia de los excedentes a las economías del centro. La única solución a este dilema es la desconexión por parte de la periferia del centro. Metodológicamente, para la teoría marxista de la dependencia la periferia no puede ser comprendida desde la perspectiva del desarrollo de los países centrales sino que forma parte de un proceso global integrado:

El capitalismo, decía Marini, no podía ser comprendido solamente a partir de los centros desarrollados; se tenía queencontrar sus explicaciones en la reconstrucción de la totalidad (…) Entre otras cosas, es la economía dependiente que explica en gran medida el desarrollo general del sistema. Este factor es insuficiente para explicar el capitalismo, tal como la gran industria sin el trabajo en domicilio. Las economías desarrolladas no existirían si no mantuviesen una relación simbiótica con las llamadas economías subdesarrolladas.

En el centro, el proceso de acumulación capitalista se desenvuelve de manera tal que a la vez que aumenta la producción, se incorpora a los trabajadores al consumo y se consolida paulatinamente un mercado interno. Los países centrales tienen un modo de acumulación autocentrado por lo que las esferas de la producción y de la circulación se hallan orgánicamente relacionadas, siendo el consumo de los trabajadores un bastión fundamental en el proceso de acumulación.

Marini formula la relación centro periferia como el mecanismo que da luz al sistema capitalista. En otras palabras el capitalismo nace con una relación centro periferia incrustada en su seno. Desde su ‘nacimiento’ el capitalismo ha tenido un centro y una periferia. La primera sirve para acumular y la segunda para alimentar al centro con materias primas, fuerza de trabajo barata y excedentes producto de la sobreexplotación que se da en la periferia.

¿Cuál es la orientación metodológica fundamental, que en mi entender, deben seguir los estudios de la dependencia? En tanto que intelectuales marxistas, tenemos la tendencia a ir a aquello que es lo esencial en una estructura económica, es decir, la estructura de producción. Sin embargo, cuando se trata de una formación dependiente, yo pienso que sería necesario invertir esa orientación. Habría que partir, inicialmente, de la circulación del capital tal como ella se hace en el conjunto del sistema capitalista; en un segundo momento, plantearse el problema de cómo ella determina las condiciones en que se desarrolla la estructura productiva dependiente; en fin, replantearse el problema de cómo esa estructura dependiente crea su propia fase de circulación. (Marini)

Partiendo de estos dos supuestos de la teoría marxista de la dependencia queremos postular una tesis sobre el sistema político y la democracia para su abordaje posterior:

3. El crecimiento de la economía en la periferia, como sugerimos más arriba, no resuelve las contradicciones en la las relaciones sociales de producción. La instancia política no logra alcanzar la legitimidad que requiere la clase dominante. En el centro ocurre algo muy distinto: Los niveles de consumo le dan estabilidad a la clase obrera, sus organizaciones y partidos, que son absorbidos por el sistema. En cambio, en la periferia la inestabilidad genera una contradicción que no se resuelve en el plano político. La llamada democracia – o como se denomine el sistema político - no logra legitimarse como consecuencia de los factores internos (golpes) o, en su defecto, externos (invasiones) o una combinación de ambos.

Hay que entender la democracia como la forma en que el régimen político capitalista logra legitimidad. Entendiendo el sistema mundo-capitalista como un complejo de Estados naciones que compiten por sus espacios, podemos entender la diversidad de los regímenes políticos que pueden surgir. Todos con un sustrato común: el sistema mundo-capitalista.

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