MARCO A. GANDÁSEGUI, h. Y LAS CIENCIAS SOCIALES PANAMEÑAS
PANAMÁ: SISTEMA-MUNDO Y PROYECTO NACIONAL Una Aproximación a la Sociología Política de Marco A. Gandásegui h.
PANAMÁ: SISTEMA-MUNDO Y PROYECTO NACIONAL Una Aproximación a la Sociología Política de Marco A. Gandásegui h.
Tareas, núm. 166, pp. 47-66, 2020
Centro de Estudios Latinoamericanos "Justo Arosemena"
Resumen: Esto es una aproximación a la sociología política de Marco A. Gandásegui h., su visión de Panamá como parte del engranaje de la economía mundo y de cómo esa inserción internacional originó históricamente la formación social del país. Crítico a una débil articulación económica política y su derivada institucionalidad democrática, esta inserción internacional no se tradujo en un proyecto nacional para el país, factor que fue motivo y origen de la fragilidad democrática panameña. Si bien el análisis de Gandásegui ayuda a explicar parcialmente las realidades de la economía y la política nacional, su conceptualización de la democracia hace hincapié en la voluntad mayoritaria, y no en la indispensable necesidad de contrapesos para su mejor funcionamiento. A pesar de esa limitación, se hace meritorio debatir y rescatar su visión crítica de cómo entender el país y la democracia.
Palabras clave: Democracia en Panamá, Proyecto Nacional, Panamá en el Sistema Mundo..
Introducción
Esto es una aproximación a la sociología política de Marco Gandásegui h., su visión de Panamá como parte del engranaje de la economía mundo y de cómo esa inserción internacional originó históricamente la formación social del país (ie. el tablero de relaciones de clases sociales). Crítico a una débil articulación económica política y su derivada institucionalidad democrática, esta realidad no logró satisfacer sus expectativas del potencial de Panamá, incluso tras el retorno de la democracia en 1990.
La primera parte explica algunas de las herramientas teóricas que Gandásegui utilizó a partir de la obra de Immanuel Wallerstein y el desarrollo de su teoría del Sistema-Mundo. En efecto, la integración de Panamá en el largo siglo XVI como punto de trasiego de personas, servicios y mercancías dio origen al modelo “Pro Mundi Beneficio”. A pesar de los aciertos de este modelo de desarrollo con respecto al nivel de riqueza nacional, Gandásegui fue crítico de una visión que no antepuso los intereses nacionales por encima de las necesidades de grupos insertos en la economía internacional, y la desigualdad que puntualizó una economía de enclave como la nuestra.
La segunda parte aborda la conceptualización de cómo esa inserción internacional no se tradujo en un proyecto nacional para el país. Esto fue motivo y origen de la fragilidad democrática panameña. Si bien hubo emprendedores políticos ambiciosos a lo largo de nuestra historia como Belisario Porras, Arnulfo Arias y Omar Torrijos, este último quien logró tener éxito en esa primera fase de la reconquista soberana, la falta de alineación entre intereses políticos y económicos ocasionó fracasos y discontinuidades en tales planes que no lograron un respaldo sólido entre el grueso de la ciudadanía.
La tercera parte es una aproximación crítica a esta tesis. Sin duda, el análisis de Gandásegui ayuda a explicar las realidades de la economía y la política nacional, especialmente la alta volatilidad política que pone de manifiesto la preocupante debilidad de todo el andamiaje institucional de esa misma democracia. Por eso, se hace meritorio debatir y rescatar su visión crítica de cómo entender el país y la democracia. La última parte concluye con algunas apreciaciones personales del autor sobre la persona y la obra del Maestro Gandásegui.
Sistema-mundo y mercado nacional: Panamá en la historia de la globalización
La obra teórica de Gandásegui le debe mucho a la influencia de Immanuel Wallerstein en su pensamiento político y económico. Wallerstein, quien también falleció recientemente, era un teórico profundo y una pluma implacable, similar a Gandásegui. En su monumental obra, Wallerstein reseñó el decurso del capitalismo mundial a través de la óptica de la teoría del sistema-mundo, una zona temporal que abarca numerosas unidades políticas y culturales, que obedecen a un tipo y a una lógica de actividad e instituciones propias.
Para Wallerstein, un sistema-mundo integra la política, la economía, la estructura social y la cultura de un sistema de relaciones (Wallerstein 2004). Estas cuatro dimensiones demarcan una lógica dentro de un horizonte de tiempo bastante largo, el longe dureé de Fernand Braudel, una de las máximas influencias en su visión. Wallerstein también quería apartarse de la historia como dato y fecha, ese polvo como diría Braudel, y las leyes inmutables a las cuales obedecían el libreto del marxismo ortodoxo. Así, la teoría del sistema mundo es un punto medio que buscó balance entre las estructuras immanentes a los sistemas y las tendencias de cambio a largo plazo.
Tres eventos y dos influencias prefiguraban la obra de Wallerstein: El largo siglo XVI, que dio origen a la globalización del sistema mundo capitalista durante el período de los descubrimientos y la colonización a cargo de los imperios navegantes. También figurarán la Revolución Francesa de 1789 y la revolución de 1848, cuando surge el orden liberal moderno y se contrapone la aparición del socialismo como alternativa política, y las reyertas de 1968, que cambiarían la cultura y las prioridades de la contestación política.
Para entender estos eventos, Wallerstein se valió de dos valiosas herramientas: la teoría de la dependencia que nace al calor del trabajo de la CEPAL, y que delineó claramente las relaciones estructurales entre el centro y la periferia. También usó la obra de Sweezy y Baran sobre el marxismo monopolista, que arguye que la centralización del capital era la meta natural del desarrollo capitalista, al restringir los mercados en espacios regulados a cargo de poderosos intereses económicos. Ambos instrumentales enfatizaban el carácter desigual del desarrollo en la economía-mundo. Con esto, Wallerstein se encargó de crear un sistema de análisis donde el mercado mundial era un conjunto de relaciones de poder en constante fricción afincadas desde el poder estatal.
En efecto, la teoría del sistema-mundo también se nutre a partir de los debates respecto al origen del capitalismo en América Latina. La perspectiva de Wallerstein conecta con la visión de Sergio Bagú quien propuso la tesis del capitalismo colonial en América Latina. “No hubo servidumbre en vasta escala, sino esclavitud con múltiples matices, oculta a menudo bajo complejas y engañosas formulaciones jurídicas (Bagú, 1949)”. Sin embargo, Gandásegui fue más afín a la obra de Ruy Mauro Marini, quien, en su Dialéctica de la Dependencia, argumentó que el carácter desigual del desarrollo capitalista no sólo era motivada por la materia prima que ofrecía la región en las relaciones económicas internacionales, sino por la misma división internacional del trabajo. Así, se sobreexplotaba al trabajador de la periferia para aliviar la presión política en los países industriales:
Lo que importa considerar aquí es que las funciones que cumple América Latina en la economía capitalista mundial trascienden la mera respuesta a los requerimientos físicos inducidos por la acumulación en los países industriales. Más allá de facilitar el crecimiento cuantitativo de estos, la participación de América Latina en el mercado mundial contribuirá a que el eje de la acumulación en la economía industrial se desplace de la producción de plusvalía absoluta a la de plusvalía relativa, es decir, que la acumulación pase a depender más del aumento de la capacidad productiva del trabajo que simplemente de la explotación del trabajador (Mauro Marini 1973/2015).
A partir de estos debates, Gandásegui entenderá la relación de Panamá con la economía-mundo, y los orígenes de su formación social, desde un marxismo pragmático y heterodoxo. A partir de la obra de Castillero Calvo, Gandásegui entiende el rol de Panamá en ese largo siglo XVI:
Desde ese momento la corona española convirtió a Panamá en el principal objetivo de su campaña de expansión conquistadora en el Nuevo Mundo, para lo cual encomendó a Pedrarias Dávila la fundación de ciudades terminales en el istmo a fin de comunicar el Atlántico y el Pacífico y preparar el camino para continuar la ofensiva hacia Oriente. Pedrarias funda Nombre de Dios y Panamá y la función transístmica queda establecida con carácter permanente, manteniendo vigencia hasta nuestros días. De esa manera, el potencial geográfico de Panamá pudo ser anticipado desde temprano y de allí sus estrechos vínculos con el trepidante proceso globalizador que se inicia pocos años después, cuando se descubren los grandes yacimientos argentíferos en el Alto Perú y en México, y el istmo queda envuelto de inmediato en esa vorágine (Castillero Calvo 2018).
El interés de la corona española, y posteriormente el gobierno colombiano, por la posición privilegiada del Istmo sería una ventaja estratégica pero un ingrato solipsismo histórico. Panamá desde entonces sería “puente del mundo y corazón del universo”. Tal egocentrismo deformaría la formación social del país.
No existiría mayor interés en la creación de un mercado interno para generar las clases sociales necesarias y definir un proyecto nacional e instituciones democráticas autónomas. A juicio de Gandásegui, Panamá quedaría sentenciada al dictado optimista de Mariano Arosemena (1868) de “¡comercio libre i vía de comunicación hacia los mares, fue nuestro voto cotidiano, anheloso!” Ese anhelo de Arosemena serían sueños intranquilos para Gandásegui, y para su visión de la construcción nacional.
Proyecto nacional y democracia: Estado, nación e idea
Ricaurte Soler (1972) define el concepto de proyecto nacional como un proyecto de organización del Estado y de la nación fundamentada en una visión de país que surge al calor de los conflictos congénitos a las clases sociales que existen en un momento histórico. En Panamá, históricamente hubo distintos amagues de proyectos nacionales a cargo de distintas clases sociales que mantuvieron hegemonía dentro de nuestras fronteras. No obstante, es difícil considerarlos “nacionales”, ya que tenían una fuerte impronta extranjerista, volcados a la vocación transitista del país.
A mi juicio, el “Pro Mundi Beneficio…” que enarboló Mariano Arosemena, ese primer esbozo de lo que significa Panamá para el mundo, fue un lema efectivo; ciertamente nos guió a satisfacciones materiales que aún nuestros hermanos latinoamericanos se esfuerzan por conseguir. Pero a pesar de ese dictado triunfal, Isaías García (1999) aún increparía que nuestra inmadurez nacional se debe a un escaso poder de concentración que impide ver las conexiones de nuestro rol entre nuestra parroquia y la diócesis mundial al servicio del conectar lo que antes era impasable. Nuestro solipsismo tuvo sus costos, fuimos víctimas de nuestro éxito. Diógenes De la Rosa (1999) se quejaría de riquezas sin esfuerzo. Para Gandásegui, la pasión por lo mercantil y el dinero dibujó una estructura material que dividió la república entre los de adentro y el arrabal de los de afuera, punto de partida para su crítica de la desigualdad panameña.
Carlos Wynter Melo (2017) las llamó respectivamente las repúblicas del dique y del agua: El dique, con orden y prelación, afanoso a las soluciones técnicas y prácticas divide, distribuye y cataloga ideológicamente los réditos de ese “Pro Mundi Beneficio”. La otra, caótica y sin jerarquías, resiste y filtra cada esquina de vida y sentir nacional, jalando hacia el conflicto. Ambos constituyen el andamiaje del movimiento pintado por Aristides Ureña Ramos en su célebre mural multidimensional, donde un crisol de razas abre un dique y entre una multitud, construye una nación, una “obra del dique… avalado por la desestructura del agua.”
Sin embargo, en la república del dique, para Gandásegui, el “Pro Mundi Beneficio” fue excluyente. Esta disyuntiva entre los de adentro y los de afuera, implícita en el dictado de Mariano Arosemana, hizo que Panamá funcionara como un Canal: “Un país no puede verse a sí mismo si siempre está mirando hacia afuera… El tránsito disminuye la capacidad de mirar a un mismo lugar por mucho tiempo, es decir, debilita el poder de concentración (Wynter Melo 2017).” Octavio Méndez Pereira escribiría en 1946 que “esta posición de puente del mundo nos va creando, sin darnos cuenta, una psicología de pueblo de tránsito, si así puede decirse. Psicología ligera, despreocupada, sin sentido de tradiciones, de constancia…”
Tampoco contribuía a su hegemonía del dique, a la élite de los de adentro, la supervivencia de estructuras sociales pre-capitalistas. Estas estuvieron ancladas en modos de producción cuasi-esclavistas en el interior de la República y la influencia del clero y sus vastos sistemas de propiedades. No ayudó la timidez de un empresariado que protegía sus intereses sobre los servicios que ofrecía al comercio internacional en la franja transístmica. Todo fue un velo opaco sobre la influencia y la capacidad del empresariado liberal que se apropia del Istmo tras la Independencia de España en 1821 y la une a la joven república de Bolívar.
Poco fue el ensueño con la visión nacional de Bolívar y la cofradía Gran Colombiana. Los próceres de esa independencia tenían visiones hanseáticas del país que lo pondrían de epicentro al comercio americano, como fue el anhelo librecambista de Mariano Arosemena antes esbozado. Le correspondería a su hijo Justo Arosemena desarrollar a profundidad la visión política del primero, diseñando las primeras estructuras de un andamiaje institucional para el país con el Estado Federal en 1855, que incluso sería experiencia para el experimento federalista nacional colombiano tras la Convención de Río Negro de 1863.
Las ambiciones de Arosemena iban más allá: Más que una estructura administrativa del Estado, él quiso en varias ocasiones recalcar la existencia de una cultura panameña distinta a la colombiana. En efecto, esto fue motivo de sus estudios constitucionales, el examen pormenorizado de la aplicabilidad de los distintos ordenamientos legales cónsonos a las características culturales en cada uno de los Estados a los cuales pasó revista. Para la creación de ese Panamá no sólo bastaba con un pícaro e incipiente sentido de procedencia, al que aludieron Lope de Vega (1613) y Leopoldo Arosemena (1890)1 en sendos poemas sobre el Istmo, sino que tales estructuras administrativas federales y sentidos poemas debían venir acompañados de proyectos políticos concretos y viables. Eso faltó en Panamá, y a juicio de Gandásegui, falla incluso hoy en día.
Esta disyuntiva entre cultura y política la abordó el mismo Marx en su polémica contra Bauer en primera parte de La cuestión judía (1843). Para Marx:
[La] emancipación política de la religión no es una emancipación religiosa que se ha llevado a término, porque la emancipación política no es una forma de emancipación humana que se ha llevado a término y es libre de contradicción… Los límites de la emancipación política son evidentes del hecho que el Estado se puede liberar de una restricción sin que una persona esté libre de esta restricción, en la que un Estado puede ser un Estado libre sin que haya una persona libre.
Marx describe que un proceso emancipatorio es por definición contradictorio por la multiplicidad de las dimensiones de la libertad humana. No basta una cultura, tampoco basta un proceso político, si no existe un proceso más profundo de agencia hacia la emancipación. Ese proceso más profundo es el que alude Gandásegui, encuadrado en un proceso democrático que nunca alcanzó una emancipación plena para la nación panameña. Así como Marx criticó a Bauer en plantear que el interés de los judíos no debía subordinarse estrictamente a los de la nación alemana, Gandásegui igualmente criticó que el proyecto democrático en Panamá no podía subordinarse permanentemente al interés económico de la burguesía transitista.
Para Gandásegui, esta deformación del proyecto nacional, en manos de una clase social supuestamente hegemónica pero débilmente anclada en la estructura de la economía-mundo, empeoró con la separación del Istmo en 1903. Gandásegui fue enfático al aseverar que no era posible expresar democracia bajo ocupación y directa tutela extranjera. Numerosas intervenciones estadounidenses en las elecciones, incluso a solicitud de ese mismo empresariado liberal, ponían en duda la soberanía del país y la capacidad de poder tomar decisiones propias como sociedad.
Contradictoriamente, Belisario Porras calzará el concepto democrático con el de nación panameña en la etapa temprana de la República, a pesar de su apostasía de los eventos de 1903. En esto coinciden la obra de Soler y Diógenes de la Rosa, pero no necesariamente Gandásegui: En los momentos más grises de la separación, para Soler y de la Rosa existió algún interés en lograr algún tipo de meta nacional, aunque tímida y parcial, para darle contenido a esa incipiente idea de nación panameña. Pero los tres estuvieron que acuerdo que Porras dejó un país algo menos inmaduro, con pequeños empresarios y agricultores que se sumarían a un proyecto genuinamente democrático, en aras de extender la franquicia ciudadana más allá del reducido grupo de electores en la República temprana y conservadora.
Destapar esta lucha de reivindicación, que iniciaría con las luchas inquilinarias, abriría un canal político para proyectos ambiciosos posteriores, como serían Acción Comunal, el Panameñismo de Arnulfo Arias y eventualmente, el golpe de 1968 y el Torrijismo. Sin embargo, la debilidad del mercado nacional panameño, y sus derivadas consecuencias en la fluidez de las clases sociales asociadas, causaría una problemática de marca mayor. La democracia sufriría:
La democracia como práctica e, incluso, como parte del discurso político desapareció de la escena nacional. Las elecciones se sucedían sin motivar mayor interés a nivel popular y generando todo tipo de manipulaciones entre los muchos partidos que se desgajaban del Liberalismo (Gandásegui 2018).
El caso de Arnulfo Arias puso los límites de la formación social panameña en evidencia con su ascenso al poder en 1940. Hermano de Harmodio Arias quien había asumido una posición de poder privilegiada con Acción Comunal y logró poco después la Presidencia, Arnulfo desbordó la ambición personal y la visión de un país como una entidad cultural, limitada y estrecha para quienes él consideraba como panameños.
Sin embargo, la segunda guerra mundial había aumentado la demanda del enclave canalero, y con ello el acomodamiento del empresariado local para suplir tales necesidades. Este discurso excluyente, precisamente cuando existiría demanda para tales trabajadores extranjeros, puso en evidencia los límites del panameñismo arnulfista. Arias chocaría con estos empresarios al recoger los remanentes de aquella otrora coalición que mantendría a Porras como el caudillo nacional, pero sin el éxito del primero. En efecto, Arías sería derrocado tras un año en el poder, y a pesar de que existiría un ministro encargado de la Presidencia, algo a todas luces no muy democrático, Ernesto de la Guardia, exclamaría que este período sería “de vitalidad democrática y de espíritu republicano.” Extrañamente al anhelo de De la Guardia, tras esta primera caída, el régimen político reforzaría los estamentos de seguridad y el rol de la Guardia Nacional en los destinos políticos del país. En esas dos décadas posteriores, las crisis políticas fueron rutina. Arias alcanzaría la Presidencia en dos ocasiones adicionales, hasta su salida definitiva del poder en 1968 con el golpe militar.
Este período puso en evidencia la debilidad del proyecto nacional del empresariado transitista, no por las ideas de aprovechar la bonanza de nuestra riqueza geográfica, sino porque ese proyecto no generaba apoyo firme ni ancla social para llevarlo a buen término. Tal como escribe Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852) con respecto a la situación que dio origen al bonapartismo francés:
Así se forma la gran masa de la nación francesa, por la simple suma de unidades del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de patatas. En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil, aquéllos forman una clase. Por cuanto existe entre [ellos] una articulación puramente local y la identidad de sus intereses, ésta no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización política, y no forman una clase. Son, por tanto, incapaces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un parlamento o por medio de una Convención. No pueden representarse, sino que tienen que ser representados. Su representante tiene que aparecer al mismo tiempo como su señor, como una autoridad por encima de ellos, como un poder ilimitado de gobierno que los proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la influencia política ... encuentra su última expresión en el hecho de que el poder ejecutivo somete bajo su mando a la sociedad.
El proceso Torrijista de 1968 aprendería de estos errores, pero seguiría la misma suerte con la muerte de Omar Torrijos en 1981. Sin embargo, tal como reconocen Gandásegui et. al (2018), a Torrijos le corresponderá resolver el nudo gordiano de la maraña política, temporalmente, a causa de la debilidad política congénita a la formación social panameña:
Torrijos, comandante de la Guardia Nacional, logró deshacer el nudo gordiano. Convocó al gobierno, subordinado a la burguesía “nacional”, a los sectores más radicales y a los reformistas que habían encabezado los movimientos por la soberanía desde la década de 1940. Mientras que reformaba las estructuras económicas y sociales, Torrijos negociaba con Estados Unidos los nuevos términos que definirían las relaciones entre ambos países. Torrijos reformó las relaciones laborales, las condiciones de tenencia agraria, el sistema educativo, los servicios de salud y otros sectores importantes.
Torrijos redondea el proyecto nacional panameño con los Tratados de 1977. Gandásegui nunca lo reconoce explícitamente, pero coincide con Marx respecto a estas discontinuidades. En oposición constante, la nacionalidad panameña se crea, reafirma y cimenta en las luchas en contra de los Estados Unidos, para enmendar los exabruptos diplomáticos que trajo consigo el Tratado Hay Bunau Varilla, convenio bastardo de la gesta de 1903.
No obstante, persistirá el problema de la democracia. Tras los amagues que dio el mismo Torrijos con el repliegue estratégico a los cuarteles después de 1977, tras su muerte existirá un retroceso con el thermidor de Noriega y la intervención bélica de 1989. La invasión derroca el régimen militar y liquida las fuerzas armadas de la vida política del país. La debilidad política de la sociedad civil no podía admitir un cuerpo disciplinado y con vocación de liderazgo en momentos de estancamiento político. Tras la ocupación del país por los Estados Unidos y su indiscutible hegemonía, Gandásegui pondera si es posible llamarnos una democracia, si esa misma democracia de por sí es limitada y sesgada.
De acuerdo a Wallerstein, la economía-mundo neoliberal del siglo XXI no necesariamente buscaba desregular, sino regular selectivamente para privatizar las ganancias y socializar los costos de un esquema económico cada vez más concentrado y desigual. Para ambos, nunca existió tal cosa como un mercado: El capitalismo no era libre, sino monopólico y de enclave, como argüía Wallerstein, un esquema tramposo de incentivos planificados y subsidios regresivos que obstaculizaban la democracia. Ambos describieron un campo de juego hecho a la medida para las grandes empresas.
Tras una dolorosa crisis, Panamá entra en los 1990 como un país debilitado al nuevo orden mundial. Con un penoso ajuste estructural a principios de los noventas, se reinicia la agenda productiva del país, y se retrotrae al Panamá comercial de Mariano Arosemena. Como escribiría Alejo Carpentier, viajamos de nuevo a la semilla.
La reversión del Canal en 1999 profundiza estos riesgos. Para Gandásegui, se mantiene la economía de enclave, pero con enclaves cada vez menos dinámicos. El Canal progresivamente reduce su tamaño en la economía del país y su diversificación, todavía afincada en el comercio, genera actividad en sectores coyunturales al mercado local, como la construcción. Por otra parte, el escándalo de los “Papeles de Panamá” atacaron fuertemente al sector legal y marginalmente al sector financiero. Los sectores eminentemente nacionales a su juicio, la industria y la agricultura, se encogían. Ante esta rápida fluidez, y la creciente inestabilidad de la economía mundial tras la crisis del 2008, Gandásegui se preguntaba ¿qué nos queda?
Un análisis crítico del concepto de democracia en Gandásegui
Gandásegui acierta en el diagnóstico de la fluidez de la política panameña, y de la debilidad institucional a la que estuvo sujeto el país desde sus inicios. A pesar de mi incomodidad con el análisis crítico de tendencia marxista, la explicación es lógica y sensata. Haciendo siempre gala de su ingenio ácido, Marx correctamente identifica que las clases sociales no son papas en un saco: En sociología, una mezcla política sólo tiene éxito si existe alineación profunda entre quienes son sus miembros.
No obstante, tal alineación no necesariamente se coordina voluntariamente, puede lograrse a través del conflicto. Sin reparo a cómo surja, si no existe articulación en intereses y conflictos concretos, será endeble la capacidad de llevar a cabo un proyecto nacional. Esto no quiere decir que todo proyecto nacional debe ser exitoso en tanto afincado desde una base material sólida, pero los eventos demuestran que lograr una gestión continúa, eficaz y permanente del Estado desde 1990 parte de intereses demasiado fluidos. Esta discontinuidad impide una verdadera agenda compartida, como han hecho otros países.
Si bien la economía de enclave de nuestro país operó en contra de un sólido desarrollo institucional, Panamá se insertó de lleno en la gran ola de la globalización que acabó en el 2008. Así, Gandásegui le dedicará sus últimos estudios al rol de Estados Unidos, todo cuando surge China como potencia. Sin embargo, la dinámica interna de China, tras el ascenso de Xi Jinping, paulatinamente movió las bases del desarrollo capitalista de apertura a un modelo más cerrado.
Interesantemente, este nuevo modelo autoritario se respira en la geocultura política del momento, en las narrativas que ofrecen testimonio a las actuaciones de los líderes alrededor del mundo. Los historiadores de China, Merle Goldman y John King Fairbank (2006) reseñan que los nuevos cuadros de alto nivel que hoy inician su carrera burocrática en ese país vienen de un legado no necesariamente comunista pero sí de tendencia autoritaria.
Paralelamente, en otros países de la economía-mundo, incluido Estados Unidos, los líderes están adoptando una retórica cerrada, cuyo alcance depende de los contrapesos institucionales que existen en cada uno de esos países. Por eso, a pesar de la retórica similar que pueda existir entre Trump, Orban, Putin y Xi, lo que los diferencia es la capacidad de maniobra entre ellos con sus sistemas de justicia. Los jueces pueden decirle no a Trump, y lo han hecho en casos célebres, algo que no pasa necesariamente en otros países, incluso en los nuestros. A mi juicio, estos contrapesos también son democracia, pero estoy seguro de que Gandásegui consideraría lo anterior como algo de menor importancia.
He ahí quizás mi desacuerdo medular con el análisis crítico de Gandásegui. No hizo mayor hincapié en los contrapesos institucionales y en las mediaciones sociales, incluso con aquella resistencia que proviene de la existencia misma de ideas incómodas, como el de esa terca panameñeidad anterior a la lucha canalera. A pesar de su simpatía con la obra de Justo Arosemena, Gandásegui lo consideró un teórico más del liberalismo clásico cuando en realidad, él fue uno de los máximos pensadores continentales sobre este tema, con sensibilidades que rebasan el promedio de muchos pensadores panameños contemporáneos. Existe mucho que aprender de Justo Arosemena para democratizar las estructuras sociales y económicas, y convertir esos monopolios en verdaderos mercados que funcionen para una ciudadanía entre iguales. En efecto, pueden existir mercados justos y esa fue la tarea del liberalismo más sincero.
Estas ideas incómodas también fueron esbozadas por Diógenes de la Rosa, un interlocutor afín al marxismo clásico. Su genial y lúcido análisis de lo que pasó el 3 de noviembre de 1903 es texto que aún hoy goza de admiración por lo profundo del ejercicio. Sin hacer gala de mucha teoría, De la Rosa examina tres razones de esta separación: la geografía (que rompía nuestros vínculos filiales y nacionales con Colombia), los tropiezos políticos y ciertamente, la expansión del imperialismo estadounidense. Tras un repaso de la obra de Justo Arosemena, quien siempre reconoció que nuestro “Istmo formó una unidad aparte aún desde las borrosas épocas precolombinas”, más que ahondar en estas tres razones, lo que distingue Tamiz de Noviembre fue un método cercano a las humanidades y no al cálculo frío.
Como texto clásico de lo que se llamó la leyenda gris de nuestra separación, De la Rosa se armó de sentido común. Más que episodios de mala fe, avaricia o altruismo, lo que tejió ese episodio fue entender a nuestros antecesores como piezas de carbón que entre esas tres grandes presiones y muy pesar de sus planes, gestaron un diamante en bruto que fue nuestro país. Un ejemplo célebre fue Porras que de ser un ácido crítico a la separación, pasó a reinventarse como uno de sus políticos más exitosos. Los tiempos y las circunstancias cambian a la gente. Sin duda, De la Rosa es áspero con los próceres, pero “todo ese confuso y patético temor dominaba a aquellos hombres que entregaron a Bunau-Varilla el destino de un pueblo. Sentían la proximidad del derrumbe y quisieron evitarlo. (De la Rosa, 1999)”. Misma opinión le merece a Don Justo cuando dice en el Estado Federal (y esta vez refiriéndose al cabildo de 1821):
Si en vez de unirnos a Colombia, hubiéramos tenido por conveniente constituirnos aparte, ¿nos habría hecho la guerra aquella República? Puede ser que los mismos a quienes parecía insoportable el derecho de la fuerza cuando lo ejercía España, lo hubiese encontrado muy racional cuando lo hacía valer Colombia; pero no es la cuestión si había en América un pueblo bastante poderoso e injusto para vencernos y anexarnos con la elocuente demostración del pirata: es la cuestión si el derecho independiente de la violencia, la facultad incuestionable de disponer de nuestra suerte, la soberanía conquistada el 28 de Noviembre de 1821, estaban o no de nuestra parte. Pero tal es la inconsecuencia de los hombres, que una simple alteración de fechas, de personas, o de lugares, cambia sus juicios, trastorna sus sentimientos, y desfigura en su alma los principios constitutivos de la moral y de la justicia” (Arosemena, 1999).
Isaías García reconoce algún grado de excepcionalismo cuando notó que Panamá se resistió sucumbir ante las dictaduras de ese entonces y diría, con algo de polémica, que aquellas surgidas tras su muerte no siguieron el molde del resto del continente. Existe una resistencia en el panameño que es congénita, y en eso se fundamenta esa visión gris de nuestro país que, al borde de la crisis, logra metas… incluso sorpresivas.
Esos matices a veces se necesitan más en las obras críticas, ya que no sólo subyacen al origen de la nacionalidad panameña, sino a la multipolaridad que surge al calor de lo que podría ser una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China. En efecto, Samuel Huntington en su ya clásica obra El conflicto entre civilizaciones abordó que las fracturas culturales serían las trincheras de batalla del siglo XXI. Pasó con el islam inicialmente entre el 2001 y el 2016. La otra trinchera, a pesar de compartir una misma geocultura y articulación económica, ocurre entre los centros del poder de Occidente y China. En efecto, China es el máximo exponente de lo que Marx denominó como modo asiático de producción con malograda estenografía teórica, un sistema centralizado en la producción y distribución que no dio pie al desarrollo de la descentralización del poder real durante el feudalismo. Wallerstein reconoce el rol de ese esquema, como fundacional al análisis al sistema-mundo, porque depende de factores distintos a los que ocasionaron el tránsito del esquema feudal al esquema industrial en Europa. Esta diferencia, crucial a mi juicio, elimina un espacio de entendimiento entre estos dos bloques. Tampoco ayuda que la tesis de Ruy Mauro Marini todavía aplica para un gran contingente de trabajadores en China. Estas chispan podrían estallar en un conflicto, tarde o temprano.
Un abierto conflicto por el poder a partir de quiebres culturales y legados productivos distintos ponen en evidencia las limitaciones en los análisis de este tipo. Tanto Marx como Lenin describirían respectivamente el desencadenamiento de fuerzas productivas con la profundización del capitalismo, y la conducción de un país en controlar y esquinar mercados extranjeros para beneficio de la metrópoli. Si bien el marxismo clásico pensó estos procesos dentro de la lógica de acumulación y extracción de capital, tal imperialismo político tiene orígenes más remotos, y no necesariamente económicos, como abordó Tucídides en la Historia de guerra del Peloponeso. En su artículo sobre la materia, el politólogo estadounidense Graham Allison describió esta fricción como la Trampa de Tucídides, cuando en la Grecia clásica el surgimiento de Atenas hizo la guerra con Esparta inevitable. “En los últimos 500 años ha habido 16 casos donde un poder que surge amenazó en desplazar a un poder hegemónico. Doce de esos casos terminaron en guerra (2017).” Por eso, más que esperar un bienaventurado declive del poder estadounidense, la debilidad en un mundo multipolar constituye un riesgo no sólo para el capitalismo sino para la democracia a nivel mundial. Eso debe inquietarnos.
He ahí quizás el último punto a debatir con la obra de Gandásegui, su concepción sobre la democracia panameña. Al realizar un análisis de los resultados de las elecciones de Panamá desde 1999 hasta la más reciente, en el 2019 somos testigos de que el sistema político panameño recae en gran parte en la estabilidad que ofrece el piso del Partido Revolucionario Democrático (PRD), vista la pliabilidad electoral del Partido Arnulfista.
También es evidente el aumento de la volatilidad de las preferencias del electorado en los últimos años, especialmente con la aparición formal de candidaturas independientes en el ruedo, que en gran parte sustraen apoyo al Partido Panameñista y en menor escala, al PRD.
La tesis de Gandásegui ayuda a explicar lo que subyace a este comportamiento electoral. La articulación de las clases sociales en el país es débil y fluida, y se fundamenta en gran parte en la debilidad de un mercado nacional que a pesar de una economía diversificada, sólo tiene un ancla en un partido mayoritario bonapartista, a la usanza de Marx en El 18 Brumario. Transaccional a las clases, el PRD no tiene un perfil de votante definido en las ciudades, y en menor escala, tampoco el panameñismo, tal como aparece en un documento publicado por la firma consultora AIH Capital AguaClara (y de la cual formé parte en su momento)2, donde se recoge un interesante cotejo de relaciones en corregimientos selectos metropolitanos en el 2011 y datos del Censo Nacional del 2010. Lo propio no pasa con los partidos más pequeños, que representan a grupos sociales funcionalmente definidos por ingreso y participación laboral. El sistema electoral permite este tipo de comportamientos para darle representación a esos grupos débilmente insertados en la formación social panameña, salvo por el Partido Cambio Democrático, que tiene un perfil de votante definido en personas de bajos ingresos y poca inserción laboral.
Este mecanismo de administración electoral tiene fallas. Gandásegui llega a esta misma conclusión, si bien sus premisas son distintas: El sistema democrático en Panamá está dando muestras de desgajamiento, tal como él mismo analizó en el período entre Porras y Torrijos. Otra gráfica en ese mismo informe, que sólo muestra datos públicos hasta el 2016, indica el origen partidista de la volatilidad política del país. Es fácil definir estrechamente volatilidad política como la presión que ejerce el cambio de membresía de un votante de un partido hacia otra tolda. Así, es posible identificar que poco menos de la mitad de la volatilidad política panameña viene asociada a los destinos del Partido Cambio Democrático. En efecto, esa volatilidad es posible que haya incrementado recién visto el desempeño que tuvo ese partido en las elecciones del 2019.
Sin embargo, a pesar de sus fallas, esta volatilidad tiene sus aspectos positivos. Indica que al borde la crisis, la democracia panameña alterna grupos y bloques de interés, y eso constituye contrapeso importante para grupos políticos con vocación de permanencia, como ocurre en otros países. No obstante, tiene sus problemas: Si la volatilidad depende de un partido con un perfil de votante marginal a la integración en una estructura económica nacional, es obvio que, si la economía transistista sigue un desarrollo desigual, también la política podría tener un caótico desenlace.
Es posible rescatar la definición de democracia que hace Gandásegui, cuando plantea que una democracia debe tener igualdad y justicia, pero también debemos amarrar esa igualdad y justicia con una defensa de los contrapesos que permiten quiebres vitales e impiden la concentración del poder político. Esa fue la tesis de liberales como Don Justo, y debe ser la tesis para defender la democracia actualmente.
No obstante, no podemos dejar de reconocer que sin un ancla que logre zanjar las graves brechas que empujan a personas de escasos ingresos a dirigirse a proyectos políticos temerarios, sin un proyecto nacional que gestione eficazmente la cosa pública con una continuidad transversal a los grupos políticos existentes, la democracia formal socava las bases de su propio éxito. En ese sentido, Gandásegui continúa y continuará siendo relevante.
Conclusiones: el pensador crítico más importante que ha tenido Panamá
Muchos de los temas aquí abordados los discutí con el Maestro Gandásegui con sinceridad y franqueza mientras asesoró mi tesis de licenciatura en la Universidad de Panamá. Al escribir estas últimas líneas, siento algo de melancolía: a través de su obra, esta será la última vez que hablaré con él de estos temas. Siempre disfruté el nivel de sofisticación teórica e histórica que tuvieron sus argumentos. A pesar de estar teñidos de un marxismo sincero, hasta terco, siempre estuvo calibrado de acuerdo a las circunstancias del momento.
Gandásegui fue siempre un sociólogo, y su profesionalismo nunca quedó en entredicho en los análisis certeros que realizaba de la realidad panameña, si bien fue duro con las limitaciones del país y sus dirigentes. No obstante, creo que para Gandásegui también aplica algo que escribió José de Jesús Martínez en su biografía de Omar Torrijos:
Quizás en Europa, donde las aristas de la realidad han sido culturalmente limadas, todavía sea posible conservar la decencia y la moral individual sin militar decididamente en el bando de los pobres. Es decir, ser individualmente bueno sin serlo socialmente. Eso no es posible en América Latina. Eso no es posible en Panamá… (1987)
Eso no fue posible para él, una mejor persona que quien suscribe este artículo. Seguir ese dictado fue su obligación moral de profesional comprometido. Quienes estudiamos con él, y tuvimos la oportunidad de compartir breves momentos en vida, sólo esperamos pedir prestado un poco de ese compromiso, y hacerlo nuestro en una visión crítica de lo que fue, es y será Panamá.
Bibliografía
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- Bagú, Sergio (1949) Economía de la Sociedad Colonial. Colección Socialismo y Libertad.
- Mauro Marini, Ruy (1973/2015) Dialéctica de la Dependencia en Martins, Carlos Eduardo (2015) América Latina: Dependencia y Globalización. CLACSO.
- Fairbank, John King y Merle Goldman (2006) China: A New History. Harvard University Press.
- Arosemena, Mariano (1868) Apuntamientos Históricos.
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Marx, Karl, (1843) La Cuestión Judía. Marxists Internet Archive.
Gandásegui h., Marco, Castillo Fernández, Dídimo y Azael Carrera (2018) “Presentación” Antología del Pensamiento Crítico Panameño, CLACSO, Buenos Aires. Castillero Calvo, Alfredo “Panamá y los Orígenes de la Globalización” p. 147 - 171. Soler, Ricaurte “Panamá: Nación y Oligarquía” 1925-1975 p. 25 – 53. Gandásegui h., Marco “Un Proyecto de Democracia Restringida” p. 293 – 309.
Notas