Resumen: Se analiza el pensamiento del sociólogo panameño Marco Gandásegui entorno al papel de la juventud en Panamá y los retos posinvasión. La juventud, no vista como un concepto singular sino plural que encierra una infinitud de variantes, y que en el contexto preinvasión marcó un hito histórico en el desarrollo de la nación. Con la posinvasión surgen movimientos políticos informales que llenaron el vacío dejado por las organizaciones sociales preinvasión. Se desarrolla un análisis basado en datos sobre la realidad que enfrenta la juventud en el siglo XXI, teniendo como contexto la situación laboral, educativa y de salud en el marco de una pandemia global.
Palabras clave: políticas neoliberales, juventud, desempleo, liderazgo, Covid19.
MARCO A. GANDÁSEGUI, h. Y LAS CIENCIAS SOCIALES PANAMEÑAS
GANDÁSEGUI Y LA JUVENTUD PANAMEÑA Retos de la juventud panameña en el siglo XXI
Hablar de juventud no es tarea fácil, más, cuando el concepto de juventud ha sido utilizado de forma tan generalizada “como si los jóvenes fuesen un grupo homogéneo con pensamientos, ideas y comportamientos comunes” (Franco, 2000: 109). Sin embargo, la discusión sobre juventud sigue siendo una de las más urgentes y que continúa estando relegada a la posteridad de los diferentes gobiernos.
Marco A. Gandásegui, en sus diversos escritos sobre democracia, nacionalidad y construcción de la identidad panameña se refirió al sector de la juventud como el “que camina por tierras minadas por el ocupante extranjero” (Gandásegui, 2016: 80), esto en relación a la juventud del 9 de enero de 1964, dando a entender, esa admiración que sentía por los jóvenes, hombres y mujeres armados con los ideales de soberanía, que se enfrentarían a la potencia que usurpaba la frontera más allá del Instituto Nacional. No era para menos el aprecio y admiración que sentía por la juventud “beligerante y combativa” (Fernández, 1966), ya que él, fue un activo militante de muchos de los movimientos sociales que posteriormente se desarrollarían en Panamá.
En una de las marchas sobre las reformas constitucionales, Gandásegui manifestó a un medio de la localidad, sobre “la madurez y la consistencia del movimiento de la juventud” (Gandásegui,2019), movimiento que se estaba gestando al calor de los cambios exigidos a las reformas y por la necesidad de una constituyente que integrara a todos los sectores de la población.
En Panamá, a lo largo de los diferentes gobiernos que han sucedido desde el período de 1980, y enfáticamente desde 1989, han dejado de lado la tarea y por ende la responsabilidad de realizar políticas públicas orientadas a la población de jóvenes en nuestro país, es así como la necesidad de crear programas que estuvieran cónsonos con la realidad nacional en el tema de juventud, adolescencia y niñez panameña ha ido en contravía con el crecimiento y desarrollo de la nación. Mal se ha entendido por políticas públicas de juventud proyectos de asistencialismo quinquenales, bonos, beca universal y programas que no satisfacen las necesidades de una población pluriversa, programas que no son pensados a largo plazo como proyectos de nación y que en la medida del transcurso puedan ser evaluados, monitoreados y corregidos dada la necesidad y los cambios de la sociedad.
Las políticas neoliberales del período posinvasión han desmejorado a la población joven, que vio incrementada la desigualdad, el desempleo, la precarización y flexibilización laboral. Medidas neoliberales impuestas desde 1989, y que fueron reforzadas bajo el mandado del expresidente Ernesto Pérez Balladares del Partido Revolucionario Democrático, PRD, partido que actualmente ostenta el poder. Es en este período, en donde se implementaron planes y políticas para privatizar empresas como el IRHE y el INTEL, así como la implementación de un paquete de reformas como el consenso de Washington dando por descontado el despido masivo de trabajadores, la reestructuración del Estado con las consecuencias que esto trajo a la economía nacional y las economías familiares.
Las luchas de hoy no son las mismas luchas de hace 60 años las cuales buscaban la eliminación de la quinta frontera, la recuperación de la soberanía nacional, así como el Canal de Panamá. Una vez recuperado el Canal y la soberanía en el territorio nacional los problemas no desaparecieron, sino que mutaron; la “desigual distribución de las riquezas” (Gandásegui, 1966), continuó siendo uno de los mayores problemas y que venían agravándose, lo que antes se presentaba como amenazas a la soberanía nacional, tomó rostros de: pobreza, desigualdad, desempleo, precarización laboral y flexibilización, carencia de viviendas dignas, acceso a agua potable, seguridad alimentaria, entre otras amenazas sistémicas y estructurales.
Atrás habían quedado las grandes utopías y el ideario dominante que priorizaba el tema de juventud a través de reivindicaciones puntuales según el sector al que se representara, hoy por hoy, las luchas por derechos civiles, matrimonio igualitario, reformas constitucionales, medioambiente son las que dominan las exigencias y las transformaciones en la juventud.
Para analizar la situación de la juventud en Panamá, es necesario preguntarnos que aconteció con la juventud beligerante de la década de los años 1930 a 1970, de igual forma la de 1980 para entender así, lo que ha sucedido con la juventud posinvasión y postransferencia del Canal de Panamá.
Los primeros movimientos políticos como fuerza política, nacionalistas y beligerantes conocidos hasta la fecha, se dieron a inicios de los años 1920 y 1930 con el movimiento Acción Comunal, la juventud hizo su primera incursión en la vida nacional durante la época de 1920, jóvenes profesionales que se organizaron políticamente para hacer valer sus intereses. Para 1940 la juventud de entonces hizo estremecer los cimientos de la sociedad panameña al reclamar como suyas las luchas nacionalistas y las reivindicaciones sociales del pueblo panameño, surge el movimiento Frente Patriótico de la Juventud, integrado por obreros y profesionales y, por otro lado, la Federación de Estudiantes de Panamá, (FEP), integrada por estudiantes de escuelas secundarias a nivel nacional.
Para la década de 1950 varios miembros de la FEP participan en los comicios sufriendo graves derrotas, para 1960 y 1970 el movimiento estudiantil y las luchas sociales por la reivindicación nacional se mantenía fortalecidas, sin embargo, para el período en que gobernó la Guardia Nacional al mando del general Omar Torrijos la política hacia la juventud tuvo un giro un tanto inesperado. Gandásegui, (1995:9) nos dice respecto a esto que;
en vez de un enfrentamiento frontal con los estudiantes, Torrijos se propuso cooptar a las organizaciones más militantes especialmente estudiantes […], Ya para 1973 la FEP se declaró partidaria de la Revolución torrijista, fue tanta la simpatía de la FEP y los militares que una vez desaparecido físicamente Omar Torrijos, la FEP quedo plegada a la institución militar […]
La juventud de la década del 1970 veía en Torrijos y en el proyecto de nación los principios a seguir, siendo que con “Torrijos se logró maniobrar de tal manera que quedó como el dirigente incuestionable de las reivindicaciones en torno a la cuestión social y las luchas nacionalistas” (Gandásegui, 1995; 9). Con la desaparición física de Torrijos en 1981 provocaría un trauma en los movimientos estudiantiles y sectores juveniles comprometidos con las luchas sociales, lo que serían un lastre para levantar la luchas en los años posteriores a la preinvasión y posinvasión.
Entrada la década de la posinvasión, la juventud panameña se encontraba desmovilizada y desmoralizada frente a los ideales nacionalistas que definieron gran parte del imaginario de luchas y reivindicación nacional en nuestro país, “con una dirección juvenil confundida, las bases se dividieron y dispersaron […] siendo que con la invasión de 1989, se cerraba el capítulo de la juventud rebelde nacionalista abierta en la década de 1940” (Gandásegui, 1995: 9). Gandásegui define que el motivo de estas desmovilizaciones de los sectores juveniles para la década de 1990 se debía a dos factores; “el incremento de la población económicamente activa sin empleo, y una política de globalización que desmovilizaba a la clase trabajadora” (Gandásegui, 1995: 9).
Los medios de comunicación han tratado a la juventud como algo del pasado, es común los reportajes que recogen las pasadas glorias de la FEP, del Frente Patriótico de la Juventud y establecimientos escolares como el Instituto Nacional y la Escuela Normal de Santiago. Por otro lado, debemos tener en cuenta el intento de los diferentes sectores del poder económico de “borrar aspectos de la lucha nacionalista y reivindicativa de la memoria colectiva” (Gandásegui, 2016: 91). Entrada la década de 1990 la juventud panameña comenzó a organizarse primordialmente a través de plataformas o redes juveniles temáticas.
Algunas de esas plataformas temáticas son: La Fundación del Movimiento de Liderazgo juvenil panameño (FUMOLIJUP), El Consejo Nacional de Jóvenes Indígenas (CONAJID), el Consejo Nacional de la Juventud de Panamá (CONAJUPA, La Red Nacional de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos (REDSER). Los jóvenes se organizaron en razón a propuestas e intereses que impulsaban los gobiernos de turno, así como los movimientos de la sociedad civil.
En la década de 1990 se dieron diferentes jornadas como el primer encuentro de asociaciones juveniles RED “llenando un vacío”, Encuentro Juventud Panamá XXI, Pacto Nacional por la Juventud, Cabildos Interprovinciales, Asambleas Juveniles, Encuentro Juvenil una cita por la vida entre muchos otros, los cuales estarían más orientados a lograr captar esa atención de un sector que había quedado a la deriva posterior a la invasión. “La falta de confianza y la frustración hacia los crecientes niveles de pobreza y desempleo, y la sensación de profunda injusticia política y social y de desigualdad, ha llevado en otra dirección que parece indicar una tendencia hacia la participación en procesos políticos informales” (PNUD, 2014: 19). Estos movimientos informales se han traducido en nuevas formas de movilización y lucha que entrado el siglo XXI tomarían más fuerza entre las poblaciones juveniles, debido al descredito de las organizaciones políticas.
Según cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “el 87 por ciento de los jóvenes que viven en países en desarrollo se enfrentan a desafíos que emanan del acceso limitado y desigual a los recursos, servicios de salud, educación, formación y empleo, así como a oportunidades económicas, sociales y políticas”. (PNUD, 2014)
Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), joven es todo aquel que se encuentre en el rango de los 15 a los 24 años, este grupo etario es contrario a muchas de las nociones de juventud en diferentes latitudes, o como define (Taguenca,2009:160) “la imagen que definimos normalmente de juventud es poliédrica, ya que el concepto es amplio sin considerar el rango especifico”. Por otro lado, (Franco, 2000) define que la concepción juventud tiene una connotación social y cultural que podría variar de latitud y connotación”. Para usos y consensos se establece la juventud en base a la edad entre los 15 a los 29 años, aunque esto no deja de ser ampliamente criticado por basarse únicamente en una concepción demográfica.
La cuestión de juventud debe verse desde una visión amplia, y no solamente desde lo etario o demográfico. Para la Organización Iberoamericana de juventud (OIJ), se hace incorrecto “hablar únicamente de juventud en singular cuando se debería hablar de juventudes”. (OIJ/CEPAL, 2014:19) Dado que esta variación semántica eventualmente implica una lucha por instaurar en el lenguaje, un lugar en disputa y de constitución de realidades.
La complejidad a la que se remite el término juventud es parte de la necesidad por deconstruir el concepto clásico a lo cual estamos acostumbrados a percibir; “como sujetos en crisis” (OIJ, CEPAL, 2014: 22).
Se reclama hacer hincapié en distintas aristas de su problemática, tales como:
1) hablar en sentido plural, es decir, de juventudes, en lugar de juventud, en tanto este último concepto limita y restringe la diversidad que ello significa; 2) asumir que las juventudes son una construcción social, y por tanto, sus definiciones etarias, características y roles que se le otorguen dentro de la sociedad, varían de acuerdo a factores culturales, y 3) las transiciones y trayectorias vitales de las y los jóvenes son heterogéneas y, a pesar de imponerse un modelo de trayectoria lineal, se desarrollan de distinta manera y en distintos tiempos. (OIJ/CEPAL, 2014: 25)
En cuanto a la situación nacional la estimación que se tiene es diversa y sigue siendo vista o consensuada respecto al grupo etario de 15 a 29 años, manteniéndose el preconcepto respecto a lo que comprende ser joven en una sociedad altamente desigual como lo es Panamá. Como mencionamos anteriormente, es incorrecto hablar de juventud, siendo adecuado hablar de juventudes, en el contexto que existen juventudes indígenas, juventudes de mujeres, juventudes afrodescendientes, juventudes agrarias, juventudes emocionales, reducir la juventud y su categoría a lo demográfico y cuantificable por grupo etario soslaya otras visiones y otras perspectivas que podrían generar invisibilidades especialmente al impartir políticas públicas.
Según el Censo de Población y Vivienda del año 2000 en el país había una población estimada de jóvenes de 15 a 29 años de 781,661 (27,5%) del total de la población (MIDES, 2004).
Para el año 2010, la población que va de 15 a los 29 años era de 849,902 jóvenes (24,9 por ciento) de la población total, de los cuales el 50,3 por ciento eran hombres y el 49,6 por ciento mujeres, una distribución bastante pareja en cuanto al sexo, 28 por ciento de estos jóvenes residen en áreas indígenas. Para el año 2015 la estimación de la población de jóvenes en el país era alrededor de 979,529 (24,6 por ciento).
Actualmente, se está desarrollando una “transición poblacional” (MIDES, 2016). En donde la tasa de crecimiento natural se ha ido ralentizando y la mortalidad ha disminuido al igual que la natalidad con un lento crecimiento, la tasa de fecundidad presenta un descenso sostenido, siendo que para el año 2020 la población joven es de 1,034,658 (24,2 por ciento) y para el 2025 la población de jóvenes será de 1,080,461 (23,7 por ciento), (Censo 2010, MIDES, 2016).
Según el Censo del 2010, la población joven a nivel nacional está distribuida de la siguiente manera: 65 por ciento se encuentra establecidas en áreas urbanas y se concentra mayoritariamente entre Panamá Oeste, Panamá Metro y Panamá Este, mientras que 34,8 por ciento en las zonas rurales y un 10,1 por ciento en áreas indígenas. Del total de jóvenes en el país 77,936 (24,8 por ciento) indican ser jóvenes afrodescendientes, por otro lado, la población joven migrante de 15 a 29 años que recibió permiso de residencia entre el periodo del 2010 al 2014 fue alrededor de 19,231 (33,4 por ciento) del total de personas. Podemos ver por un lado que la población joven migrante estaría engrosando esa transición demográfica que actualmente está viviendo el país.
Los retos que afrontar para la población joven son diversos, en donde las condiciones estructurales se convierten en una limitante, dependerá muchas veces de la zona geográfica, así como el acceso a los servicios más elementales para su desenvolvimiento. Por ejemplo, en el 2008 en cuanto al acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS), la tenencia de un equipo de computadora solo era disponible para un 41.9 por ciento de la población en primaria y un 63,2 por ciento de premedia y media, a nivel nacional solo el 9 por ciento tenía acceso a internet. Para el 2020 en el país había alrededor de 161 infoplazas según datos de la Secretaria Nacional de Ciencia y Tecnología, (SENACYT), de los cuales el 86 por ciento de los usuarios eran jóvenes estudiantes, 9 por ciento público general y 5 por ciento docentes.
En cuanto a los umbrales de la pobreza y pobreza extrema, la población de 15 a 19 años representa un 34,1 por ciento, siendo la pobreza extrema un 13,8 por ciento y la pobreza no extrema un 20,3 por ciento. Para las edades de 20 a 24 años tenemos que la pobreza extrema es de 9,7 por ciento y la pobreza no extrema de 16,9 por ciento. Cuando hablamos de pobreza multidimensional las áreas comarcales presentan un elevado 63,1 por ciento (MIDES, 2016).
Una de las principales preocupaciones de los jóvenes es relacionado al empleo, muchos al terminar sus estudios secundarios quedan desocupados por la falta de experiencia que el mercado les solicita y al igual que ellos, otros cientos abandonan la escolaridad, por la necesidad de suplir las necesidades del hogar, entrando a laborar en un mercado en donde las situaciones precarizadas repercuten en su calidad de vida.
Según la Encuestas de Propósitos Múltiples (EPM) del 2015, en el país había una población de 511,929 (55,7 por ciento) de Población Económicamente Activa (PEA), de las cuales la población desocupada representaba un 11,8 por ciento, y 88,2 por ciento de la población ocupada. En cuanto a la población no económicamente activa, esta era de 406,862 (44,8 por ciento). La población joven Económicamente Activa (PEA) de 15 a 19 años representa 19,8 por ciento, de 20 a 24 años representa 39,8 por ciento, y de 25 a 29 años 40,4 por ciento. (EPM, 2015)
Para el año 2019, los valores de la Población Económicamente Activa en jóvenes de 15 a 19 años eran de 28,3 por ciento, de 20 a 24 años 69,7 por ciento, de 25 a 29 años 82,8 por ciento (EPM, 2019). Para la población joven que no está empleada pero que busca empleo para el año 2019 el total era de: 121,710, de los cuales de 15 a 19 años representaba 19,263 (23,4 por ciento), de 20 a 24 años 36,558 un (44,5 por ciento), de 25 a 29 años 20,002 (24,3 por ciento).
A nivel educativo, hasta el 2019 había alrededor de 333,417 jóvenes en el nivel de premedia y media debidamente matriculados, el 81,8 por ciento se encontraban registrados en centros educativos públicos a nivel nacional, mientras que el 18,1 por ciento se encontraban en centros educativos privados (MEDUCA, 2019).
Por otro lado, el índice de deserción escolar interanual (TDA) a nivel nacional de estudiantes de media es de (3,4 por ciento) para colegios públicos y, (0,5 por ciento) para colegios privados. De los estudiantes que aprobaron el año lectivo para el año 2019 a nivel medio tenemos que: 74,9 por ciento aprobaron el año y un 25,2 por ciento de estudiantes se encontraban entre: reprobados, aplazados y desertores del sistema escolar (Juventud en Cifras 2016, MEDUCA 2019).
Al respecto de la deserción escolar, Gandásegui que esto se debía al bajo incentivo que se estaba desarrollando en la juventud, aspectos como el desempleo hacían un agujero en la confianza del joven y su futuro laboral, “se trata de que las leyes no están creando las bases ni el estímulo necesario para que tengan un incentivo y logren terminar su preparación”. (Spadafora, 2007, citando a Gandásegui)
En cuanto a la situación de las adolescentes embarazadas en período escolar la Encuesta Nacional de Salud Sexual y Reproductiva (ENASSER) del 2014-2015, indicaba que los embarazos en adolescentes muestran un claro aumento para los años siguientes al 2015, en donde la fecundidad adolescente se incrementa en las zonas indígenas un 32,2 por ciento, que en la urbana 16,0 por ciento. Al analizar esta situación por provincias, tenemos que la Comarca Emberá es la que expone el mayor porcentaje de casos de embarazo adolescente con 43,6 por ciento, seguida de la provincia de Bocas del Toro, en donde se concentra una alta población indígena, con 41,3 por ciento. Si lo desagregamos por área indígena encontramos que las comarcas Emberá Wounaan representan un 33,9 por ciento, la comarca Ngäbe Búgle con un 32,3 por ciento y la comarca Guna Yala con un 30,9 por ciento, respectivamente. Las provincias de Veraguas y Herrera son las que muestran el menor porcentaje de embarazos con 10,0 por ciento y 12,8 por ciento, respectivamente.
Al existir un mayor nivel educativo, la exposición a un embarazo es reducido. De las encuestadas, el 43,6 por ciento han estado alguna vez embarazada, en contra del 11,1 por ciento de las que poseen algún tipo de educación universitaria.
Los nacimientos entre las adolescentes disminuyen a la vez con el incremento del ingreso mensual del hogar. Sólo 1,0 por ciento de aquellas que reciben ingresos de B/1, 201.00 en adelante se enfrentan a un embarazo precoz, en comparación con 26,5 por ciento de las que obtienen menos de B/ 100.00.
Podemos ver que los jóvenes, sin distinción del sexo estarían iniciando de manera temprana la vida sexual. Jóvenes de entre 15 a 19 años estarían iniciando tempranamente representando un 69,0 por ciento, en comparación con las demás edades de 20 a 24 y 25 a 29, respectivamente. Este inicio temprano y el “desconocimiento de las enfermedades de transmisión sexual VIH/SIDA son unas de las principales causas de morbimortalidad en los jóvenes panameños de entre 15 a 34”. (ENASSER, 2014)
En cuanto a la participación política de los jóvenes en Panamá, para las elecciones del 2019 había medio millón de jóvenes de 18 a 25 años (20 por ciento), en capacidad de emitir voto. Un elevado número de electores teniendo en cuenta la fluctuación que ha habido desde los años 1994 al 2019. Desde 1994 al 2004 los porcentajes de jóvenes participando en elecciones políticas ha ido disminuyendo paulatinamente, en el 2009 bajó un 9,6 por ciento y en el 2014 aumentó un 3 por ciento, para el 2019 el porcentaje se mantenía a la baja, a pesar de haber más participación de jóvenes en un 20 por ciento, para las elecciones del 2019 no se llegó a la cantidad de votantes promediada por el tribunal electoral. Los partidos políticos que más jóvenes captan hasta la fecha son: el Partido Revolucionario Democrático (PRD) con 71,988 y el partido Cambio Democrático con 79,955.
De forma general “la participación electoral de la juventud a nivel global es una de las más bajas que cualquiera de los otros grupos etarios” (PNUD, 2014:19). Esto nos hace pensar el desinterés que hay y que necesita ser reforzado hacia el grupo de empoderamiento de la juventud. “La apatía propia de los jóvenes hacia la política quizás deba ser enfocada más como el rechazo a políticas tradicionales que como la falta de motivación e interés”. (Franco, 2000: 117)
Por otro lado, si hablamos de gasto e inversión social hacia la juventud, al 2019 se habían “destinado alrededor de 11,200 millones de dólares” (Informe Interinstitucional, 2014-2019). Gran parte de la inversión que se destina a juventud va a solventar gastos de programas asistenciales que ya están establecidos, sin embargo, el objetivo de tener una política de juventud cónsona con las problemáticas del país se hace en el sentido de ir evaluando los planes y programas cada período, cosa que no ha sucedido hasta la fecha con los programas de juventud implementados desde la agenda de juventud 2004. Cada quinquenio se presentan agendas políticas diferentes que atacan problemas puntuales, emergentes y otros de arrastre, sin embargo, muchas de estas agendas carecen de un trabajo interinstitucional en donde la información sea compartida por las diferentes instancias ministeriales quedando inconclusas, lo cual ralentiza el trabajo que deberían superar los quinquenios electorales.
Llegado a este punto, toca reflexionar los escenarios presentes y como esto se articula con las luchas que deberán enfrentar las juventudes a nivel global, pero en especial a nivel latinoamericano y en el caso de Panamá en el contexto de una pandemia como el SARS-CoV-2 o mejor conocido como covid19. En Panamá, la pandemia llego en un contexto de transición de gobierno que al cabo de declarada la pandemia, el PRD llevaba alrededor de 8 meses en el poder.
Podría decirse que ningún gobierno del mundo estaba preparado para recibir una pandemia de tales magnitudes, ni mucho menos los países que se encontraban recuperándose de los embates de la recesión económica y los ya de por si golpeados por las sanciones impuestas por otros gobiernos. De esta crisis sistémica y civilizatoria podemos rescatar algunos aspectos que nos ayuden a visualizar el futuro, a ver lo que podrida darse medianamente y que, en otros casos, a ver lo que ya venía ocurriendo y que con la pandemia se agravarían mucho más, especialmente para el sector de la juventud en nuestro país.
Cuando Sartori, menciona en su obra Homo Videns, o “sociedad teledirigida” la premisa de que tendríamos un futuro no tan lejano una sociedad dirigida por el bussines de la media, el teleentretenimiento y la digitalidad del placer a la brevedad de un clik, no creo que haya considerado en general las desigualdades que habitan los polos globales, dado que la digitalidad va a ser una de las mayores victoriosas en estos contextos y el que la maneje tendrá acceso a su dominio.
Actualmente el recurso más inmediato para la comunicación y la interacción es la digitalidad, la cual estaría incrementados con los años; “la cantidad de usuarios de cable modem en Panamá se incrementó de (59,2 por ciento) en 2015 a (76,7 por ciento) en 2019”. (ASEP, 2019) Este acceso a la digitalidad prácticamente se resume a las áreas urbanas mayoritariamente.
La digitalidad tiene matices de desigualdad y su accesibilidad estaría marcada por la geografía, el poder adquisitivo, así como el conocimiento del lenguaje de la 2.0, como otros elementos que limitan el acceso a la herramienta digital. Pero, ¿En dónde figura la juventud frente a esto? “El sector joven es el de mayor transformación del sector tecnológico e impulsa el cambio digital” (Guevara, 2019, citando el estudio perspectivas digitales de google, 2018). En dicho estudio, se presenta a Panamá como el segundo país en la región centroamericana con el mayor consumo de internet 70 por cient por ciento (2.9 millones de habitantes), por detrás de Costa Rica que alcanza el 78 por ciento (4.3 millones de habitantes), este acceso digital estaría dominado por una población de usuarios jóvenes, alrededor de 59 por ciento (2.4 millones de habitantes) que tienen acceso a internet, ya sea desde un smartphone, iPhone, una tablet, una laptop, o un smartv. El uso de las plataformas tecnológicas no parece tener vuelta atrás, se incrementarán a medida que la crisis sanitaria continúe, así como los cambios e interacción en la transición del “homo videns al homo Twitter” (César, Santillana, et al, 2016).
La juventud depende de una enseñanza de calidad para acceder a todo esto, así como los últimos avances en materia de tecnología, innovación e ingeniería. Sin embargo, recientemente en el presupuesto del 2020, la Universidad de Panamá sufrió un recorte presupuestario de $25.5 millones de dólares a su funcionamiento, en el 2018 sufrió un recorte similar, pero de $64 millones que estaba destinado para el 2019. Escuchamos en los medios masivos críticas a la juventud por determinadas acciones, conductas y costumbres, pero ¿qué hacemos con la educación?, ¿qué clase de educación tendrá la juventud del futuro, la juventud de la pospandemia? En donde la virtualidad tomo por sorpresa a todos, sistema, docentes y estudiantes.
La sensación de incertidumbre, de desasosiego y de que las cosas podrían empeorar es propiamente un sentimiento recurrente (¿sobrevivencia?) desde hace ya décadas para la juventud panameña la incertidumbre de lo que podrá venir, y quizás con la sabiduría que les corresponde, lo que está por venir no pueda ser mejor de lo actualmente existe. Son escenarios para sociedades distópicas, “las distopias poseen una naturaleza real” (Escudero, 2019: 102), en donde la confianza desaparece, y el problema parece volcarse a mantener los dos metros de distanciamiento físico, y obedecer.
La juventud de la pospandemia tendrá que lidiar con el “regreso a la (a)normalidad, la cual no es la solución”. (Escudero, 2020) Sin embargo, se plantea que las juventudes y los movimientos por las luchas sociales y derechos civiles sean los que empujen a la sociedad del carril del caos, hacia derroteros y objetivos mejores que los actuales, por la igualdad de los derechos como sociedad. Sabemos que es un enorme peso que le ponemos encima a la juventud de la pospandemia.
La juventud actualmente está abocada a asumir el reto de continuar el proyecto de nación, de la construcción de un mejor país, sin embargo, se plantean demasiados retos que hacen difícil la labor y el trabajo de empujar una sociedad hacia objetivos más nobles.
El desempleo, la falta de oportunidades, la desigualdad, la corrupción, así como la violencia que azota los barrios, está demostrando ser mucho más fuerte. Cada día están desertando jóvenes del sistema educativo, jóvenes que necesitan ingresar al sector laboral, porque en sus hogares no les llega el sustento necesario, tampoco la bolsa de comida ni el bono solidario, son hijos de padres que fueron cesados o despedidos en condiciones precarias de flexibilización, con insalubridad y sin una seguridad colectiva.
El primer país de Latinoamérica en el crecimiento del PIB para el 2021 sigue siendo uno de los 10 países más desiguales del mundo. La pandemia ha venido a traernos el recuerdo de eso, de que no hay acceso a agua potable 24 horas 7 días de la semana, que el transporte público es insuficiente, que el dinero no alcanza para suplir las necesidades del hogar, y que en algunos sectores viven con 1 balboa al día, mientras que hay otros que ganan 26 mil dólares al mes siendo funcionarios públicos.
La pandemia nos recuerda lo desigual que somos, lo abrupto e insuficiente que son las políticas públicas de juventud en nuestro país, lo dejado de nuestros gobernantes, así como el hecho que no hemos sabido aprovechar el bono demográfico que actualmente el país lleva. La transición demográfica es real, y no está siendo aprovechada, se habla mucho que a inversión en política pública es de 11,200 millones, pero esto es simplemente cifras.
Una vez pasada la pandemia, (esperemos) comenzaremos a reorganizar el país, pero en razón de ¿qué y para quienes? La juventud deberá redoblar esfuerzos para pensar con luces largas como país, y no inmediatistas como se ha hecho hasta el día de hoy.
Marco Gandásegui, pensó un país en donde los movimientos sociales fueran pluriversos sin distinción de temática, estas luchas comenzaron a cuajar a lo largo de los años con las nuevas transformaciones y los nuevos objetivos. La juventud panameña se abre camino frente a los embates de una sociedad que continúa mirándola como en crisis, que adolece y que es irracional. Pero, que a la larga también comienza a despertar después de tantos años, porque no se puede contener un río con una piedra ni con una represa, el agua siempre buscará su cauce hasta el mar.