Resumen: La inteligencia artificial, la virtualización de las actividades humanas y las biotecnologías emergen como técnicas e instrumentos que ya están modificando las organizaciones sociales y al hombre mismo como especie. De la manera en que se usen y modifiquen al ser humano y a sus formas de organización, dependerá el futuro de la especie humana y todo el sistema de la vida. El hombre como especie y como sujeto histórico y cultural, tendrá un papel protagónico y decisivo para afrontar los cambios civilizatorios que ya han tocado nuestro presente y anuncian un incierto porvenir.
Palabras clave: crisis ecológica, sociogénesis y antropogénesis, homonización, humanización, inteligencia artificial, virtualización, cambio civilizatorio, humanismo y poshumanismo.
Abstract: Artificial intelligence, the virtualization of human activities and biotechnologies emerge as techniques and instruments that are already modifying social organizations and man himself as a species. The future of the human species and the entire system of life will depend on the way in which humans and their form of organization are used and modified. Man as a species and as a historical and cultural subject will have a leading and decisive role in facing the civilizational changes that have already touched our present and announce an uncertain future.
Keywords: ecological crisis, socio-genesis and anthropo-genesis, hominization, humanization, artificial intelligence.
No arbitrada
La antropodicea del futuro: Inteligencia artificisl, deriva biotecnológica y posthumanismo
The anthropodicy of the future: Artificial intelligence, biotechnological drift and posthumanism

Recepción: 05 Junio 2023
Aprobación: 21 Septiembre 2023
El mundo o lo que conocemos como la tierra vive momentos cruciales y tal vez definitivos: los procesos civilizatorios que ha emprendido el hombre desde la modernidad (del siglo XVI a la fecha) han creado una crisis ecológica y ambiental de magnitudes planetarias, cuya deriva catastrófica culminaría con la extinción de la vida; algunos expertos le llaman la sexta extinción que ya se manifiesta en los efectos del cambio climático: la desertificación, la acidificación de los océanos, la contaminación de la atmósfera y las pandemias provocados por un modo de producción extractivista y depredador; diseñado para una sociedad de mercado con consumidores insaciables, egoístas y desposeídos de su ser natural.
Pero ante esta evidente crisis ecológica y sociocultural, la humanidad ha logrado avances tecnológicos que permitirían detener y modificar esta tendencia anti-ecológica y reconvertir el desastre ambiental en el que ya vivimos. Paradójicamente, nunca en la historia de la humanidad el hombre ha tenido la posibilidad de diseñar y recrear la vida (incluso la humana); no solo intervenirla o conservarla sino crearla y recrearla a voluntad, incluso utilizar servomecanismos, como réplicas de la memoria humana, para sustituir el trabajo humano (energía) y afrontar los retos que requieren volver a regenerar la vida en la tierra, gracias al uso de esa pequeña energía que conduce o gobierna a la gran energía y que se llama información.
En esta circunstancia, se menciona que el hombre, como especie y como sujeto histórico y cultural tendrá un papel protagónico y decisivo para afrontar los cambios.
La inteligencia artificial, la virtualización de las actividades humanas y las biotecnologías emergen como técnicas e instrumentos que ya están modificando las organizaciones sociales y al hombre mismo como especie. De la manera en que en que se usen y modifiquen al hombre, y a sus formas de organización dependerá el futuro de la especie humana y de todas las especies, es decir de todo el sistema de la vida. Hagamos un repaso de lo que dicen los expertos sobre los cambios en las estructuras sociales/culturales y antropo-genéticas y su impacto:
Martín Serrano (2019) indica que los cambios que transportan los procesos de globalización deben observarse y analizarse desde la perspectiva de las mediaciones sociales y su capacidad de transformación. Desde esta mirada identifica dos tipos de cambios socio-históricos: unos, socio-genéticos, cuando afectan las relaciones sociales, al orden social y al sistema cultural; y otros, antropo-genéticos, cuando afectan las pautas que regulan las interacciones de los seres humanos como especie. Dos dimensiones que refieren a los efectos en los procesos de humanización (socio-genéticos), el recorrido evolutivo de la especie humana, y hominización (antropo-genéticos), adaptación de los primates a las condiciones ecológicas. Esta diferenciación, entre procesos socio-genéticos y antropo-genéticos, permite identificar el tipo de cambios que están operando, por ejemplo, con la llegada de las tecnologías de información (TI), la inteligencia artificial (IA) y las biotecnologías; y la manera en que están afectando el comportamiento humano no sólo como ser social sino como especie.
La distinción entre hominización y humanización: Los antropólogos nos han mostrado que el ser humano es producto de un proceso evolutivo complejo, doble: por una parte, un largo proceso biológico donde el hombre, como especie, se constituyó como tal, se diferenció, gracias a cambios morfológicos y etológicos operados durante miles de años y que permitieron, a este primate, convertirse en homo sapiens y que los expertos le llaman hominización, de carácter antropo-genético; y otro proceso, montado o soportado en la hominización y que refiere a la humanización, de carácter socio-genético: la adquisición de una conciencia que le permitió sobrepasar la selección natural, crear sociedades y culturas.
Una diferenciación crucial porque implicaría sistematizar la observación de dos procesos que tienden a confundirse o soslayarse: uno social/cultural y otro evolutivo/ecológico. Desde esta perspectiva surgen dos preguntas cruciales: una, respecto a los cambios socio-genéticos: ¿las prestaciones de las TI, los avances de la IA y de las biotecnologías están modificando sustancialmente las relaciones sociales y reconvirtiendo el orden/estructura social/cultural?; y otra, respecto a los cambios antropo-genéticos: ¿las innovaciones que transportan las TI, la IA y las biotecnologías han afectado o modificado las estructuras morfo-genéticas o ecológicas del hombre como especie?
Desde esta perspectiva, Martín Serrano (2019) reconoce tres modificaciones o cambios que produce la virtualización:
1) Una modificación en el uso de tiempo existencial de los sujetos que cada día ocupan más tiempo en actividades virtuales reduciendo las interacciones presenciales/reales. Los expertos nos indican que se está pasando de vivir la vida a contar la vida: las organizaciones públicas y privadas se apoderan del tiempo de los sujetos limitando su libertad para actuar y ejecutar. Hasta el grado tal que se vive una pandemia informativa globalizada: la Virtualosis, que se prevé llegará a su límite al cerrarse la brecha digital y no traerá cambios significativos ya que cuando todos podamos usar las redes digitales habrá un equilibrio entre hacer cosas o contar las cosas que se hacen.
2) Refiere a la acumulación de información que ya gestionan/usan tanto organizaciones públicas como privadas (Big Data) y que implican procesos de control e intervención más que procesos libertarios o democratizadores; la apropiación o intervención de los datos de los individuos y de colectivos de ciudadanía por los gobiernos o empresas monopólicas generan preguntas sobre las consecuencias sociales que pueda tener está acumulación de información sobre los ciudadanos.
3) La capacidad para almacenar y codificar en memoria todo lo que hace el hombre. Integrando subsistemas sociales y potenciando la humanización de las sociedades, pero también facilita el dominio de las instituciones sobre individuos y colectivos. Esta nueva capacidad es uno de los cambios más significativos, socio-históricos, ya que aumenta y potencia la autonomía de los grupos y de las personas pero también pone a disposición de las instituciones tecnologías para controlar y limitar la expresión libre de los individuos.
En este sentido, Castells (2019) señala que la tecnología, ahora en su versión 5G, no sólo aumenta la capacidad de memoria, sino que constituye la infraestructura de una nueva sociedad (en red), dado el aumento exponencial de la velocidad del internet 5G y la multiplicidad de conexiones ultrarrápidas. Potenciando la nueva economía, la conexión de grandes bases de datos, los derivados de la inteligencia artificial y la robótica avanzada (máquinas capaces de aprender).
Advierte que la nueva red trae beneficios indudables, pero también y riesgos que refieren a una ubicuidad plena; sin duda un logro civilizatorio, pero también a la posibilidad de un mayor control de los individuos a través de sus datos y de la vigilancia/observación de las personas en tiempo real por agentes privados y públicos. Deben considerarse incluso los impactos de estas redes en la salud.
Los presagios según Castells (2019):
“Como indicación de lo que ocurre, en el 2014 había unos 1.600 millones de objetos/máquinas conectados. En el 2020 se estima que serán 20.000 millones. Sin embargo, el funcionamiento real de estas múltiples redes sobre una única infraestructura de comunicación requiere una red con las características del 5G. Con sus consiguientes riesgos. Por un lado, el de la ciberseguridad (interferencias y vigilancias de todo tipo, sobre todo de gobiernos, incluidos todos). Por otro lado, los peligros potenciales para la salud aún son poco evaluados. Resulta que una característica clave de esta nueva red es una altísima densidad de mini-antenas que están sembrando en todas las ciudades para, mediante su cobertura coordinada del espectro, obtener una comunicación ubicua de cualquier punto de la red a cualquier otro. Antes de que le entre pavor piense que esta red, como todo lo que hemos ido inventando, se va a desplegar y usted (o sus hijos o sus nietas) la van a utilizar, sí o sí. Con lo cual lo urgente es analizar seriamente los impactos de estos múltiples campos electromagnéticos sobre la salud (sobre lo que hay muchos mitos, parecidos al movimiento anti-vacunas) y encontrar soluciones técnicas para prevenir el daño potencial”.
Los efectos más notables refieren a un cambio en el modelo productivo, a la cuarta ola de transformaciones, revoluciones industriales, y que recibe el nombre de industria 4.0 como señala Joyanes (2017): habrá una reconversión del empleo; la oferta disminuirá, se volverá altamente especializada y referida al diseño y operación de las nuevas tecnologías. La brecha ocupación/desocupación se incrementará. En suma, habrá una transformación en el modelo productivo asociado a estas tecnologías. Sus efectos positivos, beneficios, hablan de la posibilidad de trabajar menos y disponer de más tiempo para actividades lúdicas y estéticas. Pero sus efectos negativos, maleficios, nos hablan de una destrucción masiva de empleos y un periodo de crisis laboral mientras se forman los nuevos profesionales que requerirá la industria 4.0.; donde muchos trabajadores serán desplazados por empleados de confianza y deslocalizados (tele-trabajo) y seguramente perderán sus prestaciones salariales, tal y como las conocemos hoy.
En lo que se refiere a los cambios antropogenéticos, las hipótesis que refieren a que la virtualización está alterando el sistema de distancias sociales entre las interacciones íntimas, cooperativas e instrumentales no se pueden comprobar por el momento, se sostiene que el sistema que regula las interacciones presenciales opera en el virtual. Sin embargo, esto puede cambiar en poco tiempo.
Manuel Martín Serrano (2019) muestra que los códigos culturales construidos en los procesos de hominización seguirán regulando los comportamientos virtuales, porque los cambios que podrían ocurrir requieren de transformaciones adaptativas que se logran en el largo tiempo, son procesos evolutivos. Por lo que un cambio de tal envergadura supone transformaciones adaptativas de varias generaciones. Lo que señalan las investigaciones recientes es que el sistema de comunicaciones presenciales seguirá regulando las comunicaciones virtuales. La vida íntima, privada y pública seguirán separadas, aunque en las comunidades virtuales trasgredan constantemente estas distancias, al menos en un horizonte temporal de corto y mediano plazo no se romperá esta ley proxémica; como si se ha roto la ley de la preeminencia de lo próximo sobre lo distante, ahora lo distante se ha vuelto próximo. En el largo plazo, todo es posible.
Sin embargo, las biotecnologías y la IA nos anuncian cambios profundos. Se presentan como señales dramáticas, afectando ya la socio-génesis y apuntando a cambios radicales en la antropo-génesis. La discusión se centra, por ahora, en los usos de estas nuevas tecnologías y de sus derivas autoritarias o represivas; por ejemplo, sobre el principio y fin de la vida, la edición genética de las especies y sobre todo a la posible transformación morfo-genética de hombre producto de la sinergia de la inteligencia artificial con los avances de las neurociencias. La manipulación genética es un hecho, las interfaces hombre-máquina, la integración al cuerpo humano de sistemas informáticos y bio-mecanismos. Sus implicaciones y consecuencias éticas aún están en la mesa de discusión.
Hasta la fecha la relación para establecer la identidad humana se concebía desde la relación entre el Hombre y la Naturaleza (H-N) lo que permitía observar los procesos de humanización como empeños civilizatorios que orientaban la antropo-génesis: unos dedicados a la intervención/dominación del Hombre sobre la Naturaleza (conciencia instrumental) y otros sobre una relación sustentable entre H-N (conciencia ecológica).
La emergencia de las TI y la IA han intervenido esta relación creando un supra sistema que no solo condiciona sino determina los procesos socio-genéticos sino que ahora puede intervenir en los antropo-genéticos. Se ha creado un nuevo espacio, virtual/comunicativo, que empieza a desplazar a la relación fundante entre el Hombre y la Naturaleza. El posthumanismo postula un nuevo sistema que abarca, domina y contiene el sistema ecológico, social y cognitivo; crea un meta sistema basado en la virtualidad y el dominio de las máquinas que imponen su racionalidad. Este nuevo sistema estará regido por la racionalidad tecnológica que se internalizará en los servomecanismos. De lo cual deriva una discusión crucial sobre el sentido mismo de nuestro papel como seres vivos, como especie: la ruptura con la naturaleza.
Los avances de las neurociencias y los postulados de la IA convergen: Desde la mitad del siglo XX, la IA trabaja sobre la capacidad simbólica de las computadoras y en los procesos de aprendizaje de las máquinas que permiten a los servomecanismos aprender por experiencia, siguiendo los patrones de la memoria asociativa; ahora la inteligencia artificial ha creado robots que interactúan en situaciones de relativa incertidumbre y pueden contextualizar situaciones más o menos complejas. Las bases conceptuales de la IA replican las funciones del cerebro y señalan que el pensamiento puede ocurrir fuera del cerebro, ser una exo-memoria soportada en una máquina. Lo cual implica un cambio radical en la antropogénesis.
La posible transformación de la morfogénesis humana implica una ruptura civilizatoria con respecto a la relación entre Hombre- Naturaleza. Las tecnologías crean una nueva relación donde lo humano y lo natural son secundarios o incluso prescindibles, se crea un meta-sistema virtual donde las máquinas sustituyen o desplazan tanto al hombre como a la naturaleza. Esta es la visión de los Posthumanismos. Es decir, sustituir al ser humano por otro posthumano, diseñado y producido de acuerdo a lo que establezca la IA y las intervenciones sobre el código genético de las biociencias.
Respecto a estas transformaciones o derivas biotecnológicas surge una visión crítica del futuro posthumano Martín Serrano (2019):
“Las modificaciones de los organismos y de las mentes humanas para dotarles de las capacidades de RoboCops suprahumanos, serán el complemento de las transformaciones genéticas. La genética seleccionará y fabricará los especímenes que se tengan por más aptos. Los posthumanismos consideran que ha llegado el momento de reabrir la evolución humana para mejorar las capacidades físicas e intelectuales de la especie. Los “estudios transhumanistas” propugnan una revisión radical de las distinciones entre lo biológico y lo tecnológico, lo natural y lo artificial, incluida la concepción de lo que es la naturaleza humana. En todo caso, el escenario de un futuro posthumano es posible. Y a juicio de sus críticos, entre los que me incluyo, indeseable. Acabará con la distinción entre el libre albedrío y la programación. Se producirán desigualdades entre humanos y posthumanos, que serán la ocasión para que se lleven a la práctica programas que proceden del darwinismo social como la eutanasia y la selección de “los más capacitados” (p. 21).
Pero también, existen otras miradas, como las de Sloterdijk (2003), que reivindica al posthumanismo, critica la cultura humanista y su miedo a las máquinas y discute si la distinción entre lo natural y lo artificial tiene sentido en una sociedad que se articula en torno a un nuevo sistema de mediaciones, regidas por un nuevo ecosistema informativo-comunicativo.
Desde esta perspectiva lo subversivo sería desmantelar el “parque temático” que ha construido autoritariamente la sociedad moderna y desatar las energías dinámicas de masas o grupos que se articulan genuinamente en los diversos y plurales colectivos que se visibilizan en los espacios conversacionales del internet. La cuestión de la humanización debe ahora plantearse en términos mediáticos y tele-comunicativos: ¿cómo subvertir los escenarios políticos o colectivos impuestos con emergentes, líquidos o emancipadores? La respuesta está en la nueva sociedad de masas interesada en los fármacos y la biotecnología que permitirá nuevas formas de coexistencia. Definir al ser humano de cara a su franqueza biológica, y a su ambivalencia moral. La propuesta de Sloterdijk (2003) es sugerente:
Los posthumanismos consideran que ha llegado el momento de reabrir la evolución humana para mejorar las capacidades físicas e intelectuales de la especie.
Los “estudios transhumanistas” propugnan una revisión radical de las distinciones entre lo biológico y lo tecnológico, lo natural y lo artificial, incluida la concepción de lo que es la naturaleza humana. En todo caso, el escenario de un futuro posthumano es posible. Y a juicio de sus críticos, entre los que me incluyo, indeseable. Acabará con la distinción entre el libre albedrío y la programación. Se producirán desigualdades entre humanos y posthumanos, que serán la ocasión para que se lleven a la práctica programas que proceden del darwinismo social como la eutanasia y la selección de “los más capacitados”.
Pero esta nueva onto-antropología implicará cambios significativos: algunos, como los descritos líneas arriba, afectan, para bien o para mal, a la sociogénesis pero ahora estas innovaciones están en posibilidad de modificar los procesos de la antropogénesis, la filogenia del hombre como especie. La novedad es que estamos ante un momento crucial en donde se dirime no solo lo que serán las organizaciones sociales sino lo que significa el ser humano como especie, su conciencia y su papel en el sistema de la vida. La virtualización del espacio y tiempo humano sumados a las revoluciones biotecnológicas y la IA ponen a la deriva la relación fundante entre el hombre y la naturaleza. Hay quienes piensan que el hombre no podrá saltar sobre sí mismo (solipsismo fatal) para “sustituirse” por un ciberantropos.
Sloterdijk (2003), en cambio, vislumbra una sociedad donde la filosofía conduzca (sea un driver) a las biotecnologías y a la IA bajo códigos éticos que permitan usar la ciencia como una antropotecnia [técnica que trata de encontrar la mejor implementación de los sistemas hombre-máquina]; que planifique explícitamente las características del género humano y que pueda transformar el fatalismo de la natalidad por un “nacimiento opcional y una selección prenatal”; que eduque, domestique al hombre, desde nuevas instancias socializadoras que potencien las habilidades y allanen la diferencia entre ser creado y criatura para llevar al hombre más allá de los límites de su propio cuerpo. Lo que implica modificar/intervenir en la antropogénesis y arribar a una nueva concepción de la especie humana; lo cual significaría el abandono de los actuales fundamentos normativos de la sociedad y reiniciar una nueva sociogénesis: ¿reescribir una nueva historia “humana” desde un ecosistema instrumentalizado por la IA y las biotecnologías? Una propuesta polémica que sacraliza las tecnologías y cuyos propósitos son, al menos, inquietantes. MMS nos advierte: “La sustitución de humanos por posthumanos se podría utilizar para el dominio y en anteriores ocasiones ya se han utilizado tecnologías que servían para la dominación, aunque tuviesen catastróficas consecuencias”.
Por lo pronto, los cambios en la sociogénesis ya generan crisis existenciales e ideologías del control social. Por ejemplo, ahora exigen a los individuos y a las sociedades un constante y vertiginoso reordenamiento social de la vida cotidiana, ahora globalizado, creando un ambiente esquizoparanoide bajo el signo de la aceleración de los tiempos. La vida líquida de Baumann aparece y ahora se agrega como un “precio que hay que pagar” a cambio de los beneficios que traen las revoluciones tecnológicas. En esta narrativa, no hay salida: los avances tecnológicos no sólo son irreversibles, sino que éstos siguen una sola ruta: la construcción de una sociedad automatizada, instrumentalizada e intervenida por servomecanismos que son controlados por un Big Brother mediático que tiene la doble cara de ser gobierno y empresa pública.
La apuesta humanista, hoy considerada por muchos idealista e ingenua, debe ser reinterpretada y relanzada; de tal manera que la razón instrumental que subyace en la IA, la virtualización del mundo y los usos de las biotecnologías se subordine a un proyecto ético, solidario y libertario. Implica impedir que la edición genética, la sustitución de los humanos por las máquinas y la expropiación del tiempo existencial de las personas se conviertan en sistemas de control social autoritario y evitar que se establezca un paradigma darwiniano basado en una selección natural instrumentalizada; y cuestionar los paradigmas de la robótica y la genética que borran la distinción entre lo natural y lo artificial, lo presencial y lo virtual, lo verdadero y lo verosímil. Precisamente la humanización y la comunicación han sido los procesos para mediar entre el Hombre y la naturaleza bajo principios solidarios y cooperativos, comprensivos y fraternos. Se sabe que la comunicación humana, por ejemplo, es un proceso contrario a la selección natural y que gracias a ello el hombre construyó una sociedad pacífica bajo un contrato social que partía de la buena voluntad de los hombres que protegían a los más débiles de la violencia y de las contingencias de la naturaleza. Será necesario rescatar la utopía humanista donde la libertad individual y la solidaridad colectiva sean conciliables: “ese ha sido el principio que ha hecho de nuestra especie la única especie humana que ha permanecido y el principio que tendrá que seguir manteniéndose para que los cambios sociohistóricos que están en curso progresen en el sentido de la humanización” (Martín Serrano, 2019, p.26).
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