Entrenamiento deportivo

Beneficios de la práctica mental en la práctica deportiva

Benefits of Mental Practice in Sport Practice

Bryan Montero Herrera
Universidad de Costa Rica, Costa Rica
Pedro Carazo Vargas
Universidad de Costa Rica, Costa Rica

Beneficios de la práctica mental en la práctica deportiva

Apunts Educación Física y Deportes, vol. 35, núm. 135, pp. 82-99, 2019

Institut Nacional d'Educació Física de Catalunya

Recepción: 07 Julio 2017

Aprobación: 18 Mayo 2019

Resumen: La práctica mental (PM) es un medio que, si bien se inició a desarrollar en 1890, no es hasta hace aproximadamente 22 años que se ha usado más en práctica deportiva. Para llevar a cabo esta revisión se siguieron las cuatro etapas identificadas en la declaración PRISMA (identificación, selección, elegibilidad, inclusión). Se realizó una búsqueda en las bases de datos ERIC, SPORTDiscus, Academic Search Complete y PubMed, utilizando las palabras clave “mental practice and sport”, “kinesthetic practice and sport”, “mental training and sport”, “mental preparation and sport”, “motor imagery and sport”, “visual practice and sport”, y estas mismas palabras clave en español. Con estas búsquedas se obtuvo un total de 11 390 artículos, de los cuales se incluyeron 59 estudios. Los criterios de exclusión fueron: poblaciones con diagnóstico de esquizofrenia, demencia o algún tipo de cáncer, no incluir la PM como variable independiente y combinar la PM con algún tipo de incentivo. La evidencia sitúa a la PM como una buena herramienta para la mejora de la ansiedad precompetitiva, autoconfianza, concentración y motivación, sirve también para la rehabilitación deportiva, el desarrollo de la fuerza y una combinación de la PM con el movimiento real alcanza resultados más positivos.

Palabras clave: práctica visual, práctica kinestésica, motivación, fuerza, rehabilitación deportiva.

Abstract: Mental practice (MP) is a form of exercise which has been in existence since 1890, but has only become widespread in sport in the last 22 years. To carry out this review, the four stages identified in the PRISMA statement (identification, selection, eligibility, inclusion) were followed. A search was performed on the databases ERIC, SPORTDiscus, Academic Search Complete and PubMed using the keywords “mental practice and sport”, “kinaesthetic practice and sport”, “mental training and sport”, “mental preparation and sport”, “motor imagery and sport” and “visual practice and sport”, and same keywords in Spanish language. With these searches, a total of 11 390 articles were obtained, which included 59 studies. The exclusion criteria were populations with a diagnosis of schizophrenia, dementia or some type of cancer; not including MP as an independent variable; and combining MP with some kind of incentive. The results found that MP is a good tool for improving pre-competitive anxiety, self-confidence, concentration and motivation. It can also be used for sports rehabilitation and strength development, and a combination of MP and real movements to attain more positive results.

Keywords: visual practice, kinaesthetic practice, motivation, strength, sports rehabilitation.

Introducción

Las personas que realizan ejercicio, sea de forma recreativa o competitiva, se encuentran inmersas en un ambiente donde los cambios se pueden ver día a día. Existen diferentes sistemas o tipos de entre­namiento que ayudan a aumentar cada una de sus capacidades físicas, uno de estos es la práctica mental (PM).

La primera mención que se hace sobre la PM se remite al año 1890, cuando William James afirmó que “cada representación del movimiento despierta en cierta medida el movimiento actual” (p. 562), pero no es hasta 1994 que se habla de la PM como de una metodología beneficiosa en el ejercicio (Driskell, Copper, & Moran, 1994). Trabajos como el de Vodičar, Kovač y Tušak (2012) demuestran que usar la PM conlleva desde mejorar una técnica de ejecución hasta calmar la ansiedad precompetitiva.

Antes de continuar avanzando es importante recalcar los términos que diferentes autorías utilizan para la PM, entre los que se encuentran: entrenamiento de habilidades mentales (Larsen, 2014;Olusoga, Maynard, Butt, & Hays, 2014), imaginería motora (Liu, Song, & Zhang, 2014;MacIntyre, Moran, Collet, & Guillot, 2013) y preparación mental (Vodičar et al., 2012). Liu et al. (2014) hacen una distinción entre el término imaginería motora, propuesto por Bock, Schott y Papaxanthis (2015), y la PM, porque la primera hace alusión a un proceso mental general para perfeccionar una función motora en un momento determinado, mientras la segunda es un método de entrenamiento que implica el uso de la imaginería motora de una forma sistemática y en una extensión de tiempo mayor para mejorar alguna habilidad en ausencia de movimientos corporales.

Pero ¿qué es la PM? Este concepto es definido por Baeck et al. (2012) como la “ejecución mental de una acción sin movimiento corporal manifiesto” (p. 27). Por su parte Moran, Guillot, MacIntyre y Collet (2012) la definen como “la capacidad cognitiva que permite a un individuo realizar y experimentar acciones motoras en la mente, sin ejecutar realmente tales acciones a través de la activación de los músculos” (p. 54), en sí estos autores concluyen que lo que se realiza es una representación en la mente de un determinado movimiento y la persona estará inmóvil mientras se ejecuta, es decir no lleva a cabo ninguna práctica de movimiento de manera real (PMR).

Dos son las PM más utilizadas. La primera es la práctica visual, definida por Rozand, Lebon, Papaxanthis y Lepers (2014) como “la autovisualización del movimiento desde la perspectiva de una primera-tercera persona” (p. 1981). Un ejemplo en el ámbito deportivo podría ser el de imaginarse los movimientos que se pueden efectuar a la hora de hacer un gesto técnico dentro de la cancha. Se sabe que esto activa la región occipital y el lóbulo parietal superior (Rozand et al., 2014).

Por su parte la segunda práctica hace alusión a la práctica kinestésica, la cual “requiere la habilidad de sentir, además de las experiencias somato-sensoriales relacionadas al movimiento (percibir la contracción del músculo mentalmente). Esta modalidad es percibida desde primera persona e implica movimientos dinámicos” (Frenkel et al., 2014, pp. 225-226); un claro ejemplo sería cuando se simula la ejecución de un lanzamiento, un saque, una patada o alguna destreza básica deportiva que implique sentir la contracción o la fuerza generada a nivel muscular, porque presen­ta mayor activación en estructuras asociadas al movimiento y en el lóbulo parietal inferior (Rozand et al., 2014).

Se han elaborado revisiones de literatura que analizan la PM y su implicación en diversas variables que se trabajan en el deporte como: motivación, autoconfianza, ansiedad precompetitiva, rehabilitación, mejora de fuerza, entrenamiento, entre otras (Bales & Bales, 2012; Cárdenas, Conde, & Perales, 2015; Cumming & Williams, 2013; Eaves, Riach, Holmes, & Wright, 2016; Kahrović, Radenković, Mavrić & Murić, 2014; MacIntyre et al., 2013; Martin, 2012;Ohuruogu, Jonathan, & Ikechukwu, 2016; Ridderinkhof & Brass, 2015;Schack, Essig, Frank, & Koester, 2014;Slimani, Tod, Chaabene, Miarka, & Chamari, 2016; Slimani, Bragazzi et al., 2016;Visek, Harris, & Blom, 2013). Recientemente han aparecido nuevos artículos que amplían cada una de las variables mencionadas previamente y además se incluyen otras como la actividad transcraneal cuando se hace PM, o realizan una comparación entre si es mejor efectuar un movimiento, imaginarlo o realizar una combinación entre ambas para facilitar su aprendizaje o mejora.

El objetivo de esta revisión fue brindar un panorama general y actualizado sobre las implicaciones alcanzadas por la PM en el deporte, analizando variables que se comentaron anteriormente. Las secciones dentro de esta revisión incluyen temas como la actividad transcraneal, desarrollo de la fuerza, ansiedad precompetitiva, autoconfianza, concentración, motivación, procesos de rehabilitación deportiva y un último apartado titulado PM, PMR o la combinación de ambas ¿qué es mejor?

Metodología

Procedimiento para la selecciónde artículos

La búsqueda de literatura se efectuó en las bases de datos: ERIC (E), SPORTDiscus (S), Academic Search Complete (A) y PubMed (P), las cuales se consultaron desde marzo hasta noviembre del año 2017.

Para llevar a cabo la recopilación de los artículos, la búsqueda se efectuó incluyendo las palabras clave en inglés y en español, respectivamente, en un único descriptor, y estas fueron: “mental practice and sport”, “kinesthetic practice and sport”, “mental training and sport”, “mental preparation and sport”, “motor imagery and sport”, “visual practice and sport”, “práctica mental y deporte”, “práctica kinestésica y deporte”, “entrenamiento mental y deporte”, “preparación mental y deporte”, “imaginería motora y deporte” y “práctica visual y deporte”. La búsqueda efectuada pretendió identificar la presencia de estas palabras ya fuera en el título, resumen o palabras clave de cada uno de los estudios.

El proceso de búsqueda permitió identificar un total de 11 390 estudios, los cuales pasaron por un proceso de selección donde se leía el título y el resumen, en caso de que tuviera información relacionada con el presente trabajo entonces se leía el texto completo, lo que permitió identificar cada una de las investigaciones que cumplían con los criterios de inclusión.

Para realizar el proceso de búsqueda, se emplearon las cuatro etapas (identificación, selección, elegibilidad, inclusión) identificadas en la declaración PRISMA (Liberati et al., 2009) por cada uno de los autores.

Se incluyeron estudios que cumplieran con las siguientes características: investigaciones publicadas con un rango de seis años (2012-2017), además de que estuvieran en lengua castellana o inglesa, que existiera una relación o efecto entre la PM y algún ejercicio o práctica deportiva ya sea en artículos experimentales, cuasi-experimentales o revisiones de literatura sobre artículos científicos. Por su parte entre los criterios de exclusión estaban: poblaciones con diagnóstico de esquizofrenia, demencia o algún tipo de cáncer, no incluir la PM como variable independiente y combinar la PM con algún incentivo.

Todos los estudios que cumplieron con los criterios de inclusión fueron descargados; la identificación de la duplicación de los artículos se efectuó manualmente. Antes de iniciar el proceso de selección, ambos revisores analizaron y definieron conjuntamente los criterios de inclusión, y posteriormente realizaron una búsqueda preliminar para comprobar la fiabilidad del procedimiento.

Ambas búsquedas fueron comparadas y analizadas para garantizar el cumplimiento de los criterios de inclusión, la concordancia inicial al comparar las búsquedas fue de un 76.3%. De existir discrepancias entre los revisores, estas fueron discutidas entre ellos al final del proceso de selección. En caso de que no se hubiera llegado a un consenso, se solicitó la ayuda de un tercer revisor hasta llegar a un acuerdo. En total se obtuvieron 59 estudios. La figura 1 muestra todo el proceso para escoger e incluir los artículos.

Diagrama de flujo del proceso de selección de las investigaciones.
Figura 1
Diagrama de flujo del proceso de selección de las investigaciones.

Desarrollo

Actividad transcraneal

Antes de la invención de ciertos instrumentos como el electroencefalograma, (EEG); la resonancia magnética (RM); la estimulación magnética transcraneal (EMT); la resonancia magnética funcional (fMRI); la tomografía por emisión de positrones (PET), que permitieran crear imágenes de los procesos psicofisiológicos que sucedían dentro del cerebro, este órgano era considerado como una caja negra, puesto que no se tenía noción de los procesos que en él se elaboraban; no obstante, conforme fueron apareciendo el EEG, la RM y los demás dispositivos, el análisis de los procesos psicofisiológicos se ha convertido en uno de los campos más estudiados (Calmels, Pichon, & Grèzes, 2014;Eaves, Behmer, & Vogt, 2016;Henz & Schöllhorn, 2017;Kato, Watanabe, Muraoka, & Kanosue, 2015;Mizuguchi, Nakata, & Kanosue, 2016;Mochizuki, Sudo, Kirino, & Itoh, 2014;Wilson et al., 2016).

Liu et al. (2014) comentan el trabajo de varios investigadores que a partir de sus resultados han hallado que las regiones cerebrales activadas a la hora de hacer la PM son las mismas que se ponen en marcha cuando se hace la PMR, estas serían la corteza premotora y el área motora suplementaria.

Wriessnegger, Steyrl, Koschutnig y Müller (2014), elaboraron un proyecto con 23 personas, donde comparaban el uso de la PM respecto a un movimiento específico de fútbol (lanzamiento de penal) y de tenis (devolución de pelota) llevado a cabo en un “Kinect” (dispositivo de detección de movimiento desarrollado por la compañía Microsoft para usarlo en la consola de videojuego Xbox 360, que permite la PMR y a su vez graba los movimientos efectuados para dar una retroalimentación), además de hacer uso de un fMRI para medir las áreas activadas a nivel cerebral.

El procedimiento aplicado consistía en efectuar tres mediciones un mismo día: una primera de PM en el fMRI con los movimientos de tiro de penal y devolución de pelota, luego pasaban a jugar 20 minutos en el “Kinect” (10 minutos de fútbol y 10 minutos de tenis) e inmediatamente asistían a la segunda medición de PM en el fMRI. Los autores comentaron que la elección de estos deportes se debió a su popularidad y presentan movimientos complejos.

Los resultados obtenidos tanto en el fútbol como en el tenis muestran cambios significativos por haber hecho la práctica en el “Kinect” (es decir condición post); en el caso de fútbol se halló una mayor activación después de haber ejecutado el ejercicio en zonas como el área motora suplementaria, corteza motora primaria, corteza prefrontal dorsolateral y el lóbulo parietal superior e inferior. Por su parte, para el tenis se observaron activaciones a nivel de la corteza cingulada posterior y corteza motora primaria.

Este estudio demostró que para lograr una mayor activación de diferentes áreas cerebrales es importante llevar a cabo entrenamientos de PM; no obstante, dicha mejora se presentó una vez que el movimiento fuera practicado, es decir, en la segunda medición, de ahí que se señale otro elemento fundamental y es que solo hay perfeccionamiento de un determinado movimiento cuando se logra imaginar con la vivacidad y todas las características que lo componen, por lo tanto Wriessnegger et al. (2014), proponen que la combinación de PM y movimientos le permitiría al atleta mejorar su rendimiento deportivo.

No obstante, cabe resaltar también de este artículo de Wriessnegger et al. (2014) que en las imágenes mostradas de los resultados corticales durante los experimentos aplicados, se puede apreciar la activación de muchas áreas cerebrales cuando las personas están aprendiendo un determinado movimiento, ya que necesitan de una mayor concentración y aporte de diferentes zonas para poder llevarlo a cabo. Cuando se ha practicado varias veces un movimiento, este se automotiza, lo que significa que ha sido aprendido por el cuerpo, permitiendo que a nivel cerebral sean menos las áreas implicadas para realizar dicha tarea y mayor el ahorro energético durante esta.

Los estudios de Wriessnegger et al. (2014), Mochizuki et al. (2014), Calmels et al. (2014), Kato et al. (2015), Eaves, Behmer et al. (2016), Mizuguchi et al. (2016), Wilson et al. (2016) y Henz y Schöllhorn (2017) apoyan el principio fundamental de la PM, que establece que hay una activación del cerebro cuando se imagina el movimiento similar como si la persona estuviera ejecutando la acción de manera real.

Desarrollo de la fuerza

Rozand et al. (2014) efectúan su investigación con 10 sujetos. Estos recibieron una familiarización tanto con la contracción isométrica máxima como con las contracciones isométricas imaginarias de flexión de codo que iban a realizar durante el experimento; se hizo uso de un dinamómetro para medir la fuerza que se generaba en el músculo del bíceps y una escala de esfuerzo percibido para controlar la fatiga.

Se aplicaron tres tratamientos en días diferentes. Uno de ellos fue de PM, otro de PMR y el último fue una combinación de PM-PMR (combinación de práctica mental y práctica de movimiento real). Lo primero que hacían en cualquiera de las condiciones era una prueba de contracción isométrica máxima (funcionó como pretest), luego aplicaron alguna de las tres condiciones.

En el protocolo de la PM realizaron 20 contracciones isométricas de flexión de codo imaginarias en 4 bloques, se efectuaban 5 segundos de contracción por 10 segundos de descanso. Finalizadas las primeras 20 contracciones imaginarias hacían de nuevo la prueba de contracción isométrica máxima del pretest (para ir midiendo como iba cambiando la fuerza durante el experimento), y volvían a comenzar de nuevo con la siguiente serie. Finalizado el bloque 4, con su respectiva medición de contracción, hacían una pausa de 10 minutos y volvían aplicar la prueba de contracción isométrica máxima.

En el caso de la condición PMR fue exactamente igual a la que se explicó anteriormente. Por su parte en PM-PMR el protocolo cambió: se iniciaba con la contracción isométrica máxima (usada como pretest), luego realizaban 5 segundos de PMR, descansaban 2 segundos y hacían 5 segundos de PM con 3 segundos de descanso, luego repetían de nuevo la PMR, y así consecutivamente hasta alcanzar 20 repeticiones tanto para la PMR como con la PM. Una vez terminado el bloque 1 de repeticiones, volvían a aplicar la prueba y después comenzaban de nuevo con el bloque 2. Igual que en el primer experimento detallado más arriba, después de los 10 minutos de descanso realizaban la última prueba de fuerza máxima.

Los resultados que se obtienen son los siguientes: aunque al inicio la contracción isométrica máxima es exactamente igual para las 3 condiciones, cuando se hace la PM esta no generó un cambio en la fuerza, en cambio con la PMR y la PM-PMR la misma fue disminuyendo significativamente en cada una de las mediciones comparadas con la PM, aun incluso después de los 10 minutos de recuperación previo a la última medición. Aunque la fuerza de la contracción no cambió con la PM, los sujetos si reportaron presencia de fatiga una vez terminado el experimento, caso similar al de la PMR y PM-PMR. La explicación que las autorías brindan a la no mejora de la fuerza con la PM, es porque una única sesión no basta para poder obtener ganancias en esta variable. Estudios que sí han comprobado de manera significativa el uso de la PM para la mejora de la fuerza son el de De Ruiter et al. (2012), Ishii et al. (2013), Di Rienzo et al. (2015), Ferreira et al. (2016) y Scott, Taylor, Chesterton, Vogt y Eaves (2017).

Ansiedad precompetitiva, autoconfianza, concentracióny motivación

Cuando se hace referencia a la ansiedad precompetitiva, autores como Vodičar et al. (2012), distinguen entre la ansiedad somática y la cognitiva; este estudio se enfoca a la cognitiva, a la primera, la cual hace referencia a aspectos relacionados con “aceleración del pulso cardiaco, sudoración de manos, boca seca, respiración rápida y poco profunda, sobresalto de músculos, entre otras” (p. 23). Por su parte, la ansiedad cognitiva se enfoca más a cuestiones de nerviosismo, agitación o hasta la dificultad para concentrarse (Vodičar et al., 2012).

Investigadores como Cocks, Moulton, Luu y Cil (2014) o De Sousa Fortes et al. (2016), han estudiado a fondo estos dos tipos de ansiedad y concuerdan en que la cognitiva beneficia más el desempeño deportivo, ya que les permite alcanzar niveles de atención y optimismo más elevados, influyendo de manera positiva en el rendimiento en la competencia y la autoconfianza. Vodičar et al. (2012) utilizaron una muestra de 11 basquetbolistas, quienes recibieron 12 sesiones (una vez por semana) de PM para trabajar aspectos como ansiedad precompetitiva, concentración y AU. Finalizadas sus mediciones no lograron encontrar diferencias significativas en ansiedad, concentración y AU, pero sí recalcan la presencia de cambios positivos en cada una de estas variables, y recomiendan en el futuro trabajar con poblaciones más grandes y además intensificar la cantidad de sesiones por semana que se trabaja la PM, con el fin de observar posibles mejoras significativas en los resultados.

Shweta y Deepak (2015) aplicaron una investigación donde deseaban medir como un aumento de la concentración y una disminución de la ansiedad beneficiaban la autoconfianza de un grupo de 90 jugadoras de cricket. Para probar esta hipótesis formaron tres grupos de 30 sujetos cada uno, las cuales durante seis semanas tuvieron 20 minutos de PM (grupo experimental 1), 20 minutos de concentración con ejercicios de yoga (grupo experimental 2), y el grupo control continuó con su estilo de vida normal. Los resultados obtenidos permitieron demostrar que tanto la concentración como la ansiedad mejoran significativamente con la aplicación de cada uno de los tratamientos, por consiguiente, ayudaron a disminuir los niveles de ansiedad y lo que repercutió en mejorar la autoconfianza de dichas jugadoras pertenecientes a esos grupos. Otros estudios que también alcanzan diferencias significativas son los de Ebben y Gagnon (2012), Hagag y Ali (2014), Olusoga et al. (2014), Petracovschi y Rogoveanu (2015) y Lim y O’Sullivan (2016).

Dentro del campo de la motivación, Edwards y Edwards, (2012), evaluaron las habilidades mentales de un grupo de 152 hombres jugadores de rugby, utilizando los instrumentos BMSQ y SPSQ, y, entre otras variables, midieron la motivación, la autoconfianza, el manejo de la preocupación y la ansiedad. Al analizar los datos hallaron asociaciones significativas al establecer las correlaciones en motivación e imaginería mental, motivación y práctica mental, motivación y autoconfianza, además de motivación y ansiedad, y motivación y relajación. Esta investigación demostró que a nivel deportivo no solo las prácticas físicas permiten mejorar la motivación o la autoconfianza de los jugadores por medio de los ejercicios, si no que la PM también debe ser considerada como un elemento importante a la hora de planear cada una de las sesiones con el fin de lograr un entrenamiento más integral (trabajar cuerpo y mente al mismo tiempo).

Rehabilitación deportiva

Arvinen et al. (2015) desarrollaron un estudio con 1283 participantes, cuyo objetivo principal era conocer los beneficios generados por las habilidades mentales en un proceso de recuperación tras una lesión. Del total de sujetos solo 346 habían usado la PM. Las formas para su aplicación variaban entre fijación de metas (162 personas), imaginería (110 personas), hablar consigo mismo (self-talk positivo) (115 personas) y relajación (84 personas). Ahora bien, aunque 346 individuos afirmaron haber recibido PM, 249 fueron los que percibieron una recuperación más rápida con esta intervención, mientras 48 no sintieron ese cambio y 49 no reportaron nada. Una de las observaciones efectuadas por los autores para no alcanzar mejoras fue porque en ocasiones los sujetos encargados de llevar a cabo esta tarea no tienen los conocimientos necesarios para desarrollarla de la mejor forma posible o tampoco saben cómo recuperarse de la lesión.

Arvinen et al. (2015) manejaban la hipótesis de que, aunque la recuperación física juega un papel importante a nivel de los procesos de rehabilitación, la parte psicológica también presenta sus beneficios, un aporte de la recuperación física y psicológica permite que sea más integral y lograr al mismo tiempo aumentar su efectividad.

Otros estudios que mantienen esta misma línea de investigación son Lebon, Guillot y Collet (2012) y Oostra, Oomen, Vanderstraeten y Vingerhoets (2015). En el artículo de Oostra et al. (2015), se trabajó con una población de sujetos con accidente cerebrovascular; lograron demostrar que la PM puede ayudarles a mejorar su calidad de vida, pero, hacen la observación de que se necesitan más investigaciones en temas de rehabilitación deportiva para fortalecer este campo, que no solo es aplicable a la vida deportiva sino también a la vida diaria de muchas personas.

PM, PMR o la combinación de ambas (PM-PMR) ¿qué es mejor?

En el año 2013 un grupo de investigadores (Azimkhani, Abbasian, Ashkani, & Gürsoy, 2013) reclutaron a 64 sujetos de la Universidad Técnica de Mashhad, los cuales no eran expertos con la habilidad que iban aprender (lanzamiento en suspensión de balonmano) y fueron divididos en cuatro grupos: PM, PMR, PM-PMR y un grupo control. Los asignados a la condición de PM hacían uso de la técnica Ensayo del Comportamiento Visuo-Motor (VMBR por sus siglas en inglés) durante siete minutos; por su parte, los de PMR ejecutaban 20 intentos de la destreza; el tercer grupo realizaba tanto Ensayo del Comportamiento Visuo-Motor como los 20 intentos, y el último grupo (control) no efectuaba nada, una vez finalizado su respectivo tratamiento ejecutaba el lanzamiento para evaluarse. Los autores decidieron dividirlo en dos etapas: a la primera la llamaron fase de adquisición de las destrezas, y a la segunda, fase de adquisición (transcurridas 72 horas de haber finalizado con la práctica correspondiente, los participantes fueron medidos nuevamente).

Azimkhani et al. (2013) reportaron diferencias significativas entre todos los grupos para las mediciones de tiempo gastado (tiempo empleado para el aprendizaje de la técnica) y puntuaciones ganadas (lanzamientos efectuados con la técnica correcta); durante la fase de retención se alcanzaron diferencias solo en el tiempo gastado entre el grupo de PM y el control, entre PM-PMR y el grupo control se hallaron diferencias para las mediciones de tiempo empleado y puntuaciones ganadas. Haciendo una comparación entre mediciones pre (fase de adquisición) y post (fase de retención) para el tiempo gastado, se observaron diferencias tanto en la PM como en la PM-PMR. En el caso de tiempo empleado solo en la condición PM se notaron cambios de pre a postest. Este estudio demostró que no solo la PMR sirve para llevar a cabo el aprendizaje de una técnica, sino que la PM por sí sola también puede ser un buen recurso para el desempeño de una tarea específica.

Analizando la eficacia de un proceso de rehabilitación, Hua, Lu-ping y Tong (2014), compararon la eficacia entre la PM-PMR y la PMR para aumentar la movilidad de la mano en pacientes que han presentado un accidente cerebrovascular. Los autores escogieron a 20 pacientes los cuales fueron asignados equitativamente a una condición de PM-PMR y una condición considerada control (PMR); aplicaron una prueba de acción de brazo (ARAT por sus siglas en inglés), un cuestionario de imaginería visual y cinestésica (KVIQ por sus siglas en inglés) y un fMRI, tanto al inicio como al final de toda la investigación

El tratamiento correspondiente de Hua et al. (2014) fue de 45 minutos por día, se extendía de lunes a viernes y tuvo una duración total de 20 días. El grupo control realizaba ejercicios que les permitieran aumentar la movilidad de su mano; por su parte, el grupo experimental aplicaba un tratamiento combinado. Para este último punto, en el artículo no se menciona cuánto tiempo fue el asignado para la PM y la PMR para completar la sesión de 45 minutos, solo se explicaba que la PM se trabajó con tres sets y que entre cada set había un descanso de cinco minutos.

Al final de las mediciones se logró encontrar que para el ARAT ambos grupos mejoraron significativamente de la medición pre al post, sin embargo, el mayor cambio se alcanzó en la condición de PM-PMR. En cuanto a la activación de zonas corticales medidas con el fMRI, se pudieron notar cambios significativos de la primera a la última medición tanto en la mano afectada como en la no afectada en los grupos PM-PMR y PMR. Por último, haciendo una comparación entre ambas condiciones, el fMRI y el ARAT se encontró que el aumento en la funcionalidad de la mano estaba asociado con la cantidad de regiones medidas con el fMRI, siendo más elevados en el PM-PMR. Junto con los estudios anteriores también se pueden citar el de Kan­thack, Bigliassi, Vieira y Altimari (2014) quienes obtienen efectos significativos de la PM y el PM-PMR con la realización de una determina técnica; no obstante, los resultados son más positivos con PM-PMR.

Otra línea de investigación que se ha desarrollado en los últimos años es la relacionada con el uso de la PM para mejorar alguna condición o fundamento en un determinado deporte. Autorías que han trabajado sobre este tema son Aleksander y Aleksandra (2012) y Slimani, ­Bragazzi et al. (2016), en fútbol; ASP (2013) en maratón; Ay, Halaweh y Al-Taieb (2013), en voleibol; Battaglia et al. (2014), Lawrence, Callow y Roberts (2013) y Raiola, Scassillo, Parisi y Di Tore (2013), en gimnasia rítmica; Bouhika et al. (2016) y Nagar y Noohu (2014), en baloncesto; Callow, Roberts, Hardy, Jiang y Edwards (2013), en slalom; Fazeli, Taheri y Kakhki (2017) y Williams, Cooley y Cumming (2013), en golf; Guillot, Desliens, Rouyer y Rogowski (2013) yGuillot et al. (2015), en tenis; Scott y Scott III (2013), en tenis de mesa; Kingsley, Zakrajsek, Nesser y Gage (2013), en ciclismo; Louis, Collet, Champely y Guillot (2012), en esquí alpino y ecuestre, y Joksimovic y Joksimovic (2012), en esquí alpino; Mostafa (2015), en natación; Ragab (2015), en balonmano; Slimani, Taylor et al. (2016), en kickboxing; Wang et al. (2014), en bádminton, y Weber y Doppelmayr (2016), en tiro con dardo.

También se han elaborado estudios para determinar si la PM es mejor emplearla con deportistas que apenas están empezando a practicar una actividad (novatos) o si con personas experimentadas (expertos), campo en el que constan investigaciones de Frank, Land, Popp y Schack (2014); Rzepko et al. (2014); Coker, McIsaac y Nilsen (2015); Zapala et al. (2015) y Giske, Haugen y Johansen (2016).

Conclusiones

El papel alcanzado por la PM obtiene un papel protagonista no solo en áreas implicadas con el movimiento sino también en temas psicológicos. Tanto el apartado de “Actividad transcraneal” como el de “PM, PMR o la combinación de ambas ¿cuál es mejor?” son de los temas más recientes en este ámbito de la PM. En el caso del primero permitió confirmar que las áreas corticales activadas cuando se hace la PMR son las mismas que cuando se imagina el mismo, por lo tanto, el aprendizaje o el perfeccionamiento de gestos deportivos no solo pueden ser incrementados ejecutando la acción sino también imaginándose haciéndola. Es importante recalcar que hacer un entrenamiento combinado (PMR y PM en la misma sesión) presenta más ventajas a nivel del rendimiento deportivo.

Generalmente, se maneja la noción de que para tener un aumento en la fuerza es necesario realizar PMR; sin embargo, en esta revisión se logró comprobar que, si las personas llevan a cabo una PM simulando el levantamiento de algún objeto o efectuando alguna contracción, se genera la activación de los músculos implicados en dicha acción, y, adicionalmente, las zonas corticales activadas son exactamente las mismas. Esta puede ser una de las razones que explican por qué se aumenta la fuerza con la PM aunque haya ausencia total del movimiento.

En ocasiones el entrenamiento solo se basa en trabajar cualidades físicas, pero la parte psicológica ha venido teniendo más importancia en los últimos años, puesto que se comprobó que si la parte anímica o de concentración estaban bajas no solo perjudica el rendimiento físico mostrado en los entrenamientos o la competición, sino que de igual forma afecta a la continuidad dentro de una determinada disciplina deportiva. Con la PM variables psicológicas como hablar consigo mismo (self talk), self-­concept, ansiedad precompetitiva, autoconfianza, concentración y motivación se ven mejoradas, lo que conlleva también un aumento del bienestar personal de los deportistas.

La exigencia de la competición deportiva ha provocado que los entrenamientos sean cada vez más intensos, con lo que aumenta el riesgo de aparición de lesiones que limitan la capacidad de movimiento, momento a partir del cual, generalmente, se guarda reposo absoluto pero con el desarrollo de este trabajo se demostró que la PM ayuda a trabajar el área lesionada, facilitando el proceso de recuperación y permitiendo al atleta retornar al entrenamiento con un nivel de ejecución técnica o física superior al que hubiera tenido si se hubiera mantenido en reposo absoluto.

Conflicto de intereses

Las autorías no han comunicado ningún conflicto de intereses.

Referencias

*Aleksander, V., & Aleksandra, G. (2012). Imagery implementation among young soccer players. Journal of Educational Sciences & Psychology, 2(1), 138-146.

*Arvinen, M., Clement, D., Hamson, J., Zakrajsek, R., Sae, L., Kamphoff, C., & Martin, S. (2015). Athletes’ use of mental skills during sport injury rehabilitation. Journal of Sport Rehabilitation, 24(2), 189-197. doi:10.1123/jsr.2013-0148

*ASP, D. R. (2013). Applying mental preparation to the marathon. Marathon & Beyond, 17(3), 76-88.

*Ay, K., Halaweh, R., & Al-Taieb, M. (2013). The effect of movement imagery training on learning forearm pass in volleyball. Education, 134(2), 227-239.

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