Estado y Politica

La relación entre medicina y nación: la búsqueda de lo moderno, a principios del siglo XX en Colombia

Jeferson Orlando García Mazo
Universidad Andina Simón Bolívar, Colombia

La relación entre medicina y nación: la búsqueda de lo moderno, a principios del siglo XX en Colombia

En-Contexto Revista de Investigación en Administración, Contabilidad, Economía y Sociedad, vol. 9, núm. 14, pp. 253-266, 2021

Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia

Recepción: 31 Agosto 2020

Aprobación: 10 Diciembre 2020

Resumen: el artículo reflexiona sobre la medicina como uno de los elementos encargados de imaginar la nación, a principios del siglo XX en Colombia. Para llevar a cabo este proyecto, se utilizaron saberes diferentes a los tradicionales y hegemónicos (filosofía, filología y gramática). Así, la aparición de la medicina en el mundo social y político del país anunció una ruptura epistemológica que propició una nueva mirada a los problemas de la nación.

Palabras clave: nación, medicina, moderno, Colombia, médicos.

Abstract: The article presents medicine as one of the elements in charge of imagining the nation, at the beginning of the 20th century in Colombia. To carry out this project, knowledge different from the traditional and hegemonic ones (philosophy, philology and grammar) were used. Thus, the appearance of medicine in the social and political world of the country announced an epistemological rupture that led to a new look at the nation’s problems.

Keywords: Nation, medicine, modern, Colombia, doctors.

Resumo: o artigo reflete sobre a medicina como um dos responsáveis por imaginar a nação, no início do século XX na Colômbia. Para a realização deste projeto, foram utilizados conhecimentos diversos dos tradicionais e hegemônicos (filosofia, filologia e gramática). Assim, o surgimento da medicina no mundo social e político do país anunciava uma ruptura epistemológica que conduziu a um novo olhar sobre os problemas da nação.

Palavras-chave: nación, medicina, moderno, Colombia, médicos.

Introducción

El presente artículo hace un rastreo archivístico en la prensa, revistas y otros escritos que transmitieron ideas, opiniones o imaginarios sobre la nación,1 a principios del siglo XX en Colombia. En estos textos se encontró que la forma como se imaginó la nación, la cual resultó ser un anhelo insistente por parte de políticos y académicos de la época, estuvo en un momento relacionada con los planteamientos del saber médico, porque esta área del conocimiento empezó a simbolizar lo moderno en el país. Esto implicó:

1. Un cambio de paradigma, el cual se caracterizó por ir dejando de lado las áreas hegemónicas del siglo XIX (filosofía, la filología y la gramática), ya que no representaban lo moderno.

2. La necesidad de que el médico, con su saber, diera un dictamen sobre los problemas de la nación colombiana; esto permitió que la medicina se convirtiera en un área de consulta para los políticos de turno o simplemente que los mismos médicos empezaran a ejercer cargos públicos.2

De esta forma, este artículo formula la siguiente hipótesis: los nuevos términos (médicos) en que se envolvió la nación, a principios del siglo XX, respondieron a que la medicina y con ella los médicos consideraron como algo del pasado los saberes que hasta entonces habían prevalecido, mostrando que estos eran una de las razones por la cuales no se había encontrado lo moderno. Para demostrar esta hipótesis, el trabajo se divide en dos partes, a saber, consolidación del saber médico y la imaginación de la nación.

Consolidación del saber médico

Iniciando el siglo XX, Colombia estaba marcada por los siguientes hechos:

1. La preocupación por la modernidad y lo moderno, lo cual fue visto como carente y, en muchas ocasiones, ausente.

2. El interés sobre lo nacional, el cual se despertó gracias a las consecuencias de la Guerra de los Mil Días, la pérdida de Panamá y la búsqueda de la modernidad (Villegas, 2008, p. 82). Hay que adicionar a este argumento, el interés de vincularse con el orden global, debido a las revoluciones mexicana y rusa; así como al papel que empezó a ocupar Estados Unidos en el mundo (Villegas, 2008).

3. Colombia inició su incorporación a la economía mundial, gracias al crecimiento de las exportaciones, por un producto como el café (Cataño, 2012).

4. La hegemonía conservadora y la llamada “República Liberal”; ambos proyectos

políticos marcaron los rumbos del Estado y de la población en Colombia.

5. Se empieza a valorar el saber médico como un área indispensable para el desarrollo del país (Castro-Gómez, 2007, p. 45), creando, así, un grupo de académicos vinculados a este saber.

Es precisamente en este contexto que se crea el espacio propicio para entablar la relación entre medicina y nación; no es de extrañar, entonces, que ambas, en este período de la historia de Colombia, estuvieran entrelazadas y mantuvieran una evidente correlación, ya que la primera sirvió para explicar los problemas de la segunda.

Esta relación promovió que emergiera un campo académico que buscara cierta unidad para consolidar su saber: “[l]a unificación como gremio, la defensa de sus derechos y la lucha por el reconocimiento social se convertían, para los médicos, en tareas urgentes” (Obregón, 1992, p. 63); urgencia que pasó a ser una preocupación de Estado (Obregón 1992, 2002; Márquez, 2005). Así, por lo menos, queda registrado al ubicar el proceso de profesionalización de la medicina con la creación de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá, en 1873, y la Academia de Medicina de Medellín, en 1887.3 Estas “sociedades científicas” se constituyeron como “un órgano consultivo del gobierno”; a su vez, este “[…] comenzó a solicitar consejo de las sociedades médicas […], como un reconocimiento de la experticia médica” (Obregón, 2002, pp. 161-162).

La consolidación de la medicina llevó a que fuera vista como agente consultor de los gobiernos, acudiendo a esta en temas de salud pública; sin embargo, el reto se presentaba en asumir decisiones frente a un país diverso, fragmentado en pueblos y caseríos lejanos de la capital y de las ciudades importantes:

[…] los estudios médicos y biológicos no solamente nos enseñan medicina o biología, sino que […] ellos nos conducen […] del estudio del individuo al de la agrupación de individuos, del estudio del hombre al del conjunto de los hombres; ellos nos sacan […] del museo al anfiteatro anatómico, de éste a la sala del hospital, de aquí a la choza infecta y de ésta a los palacios, y de todas esas partes al conjunto de las agrupaciones sociales que forman la nación, al estudio de las necesidades y padecimientos de unas clases, de los grandes deberes de otras (Como se citó en Obregón, 1992, p. 85).

Esto nos lleva a pensar en el lugar que ocupaba la medicina a principios del siglo XX en la sociedad colombiana, pero no solo era ella, también el médico, como el encargado de dar dictámenes. Un breve estudio sobre el lugar que ocupaba el médico, elaborado por un miembro de este gremio, Emilio Robledo, describió la función que estos debían realizar:

[e]l médico será el Director de la higiene urbana; dará su concepto autorizado sobre los casos mórbidos de la ciudad; se ocupará en desinfecciones rigurosas y científicas, y no ilusorias como las que vemos practicar actualmente en las ciudades; vigilará la potabilidad de las aguas, la depuración de las materias usadas, y reglamentará la higiene de los transportes en comunidad.

No olvidéis el papel del médico en las compañías de seguros, en los hospitales, en las instituciones de previsión, en las ligas, en las sociedades […], el médico será el encargado de dirigir la higiene (Robledo 1907, pp. 63-64).

El médico tomó a su cargo la tarea de proteger la salubridad y trajo algunos cambios importantes; así lo hace notar el galeno Alfonso Castro:

[e]l médico moderno ha perdido mucho, por fortuna, del esoterismo sacerdotal de los tiempos antiguos. Hoy es un trabajador paciente, un investigador de conciencia, un escogedor de pequeñas verdades científicas basadas en hechos, que lentamente contribuye, con su esfuerzo diario, al acrecentamiento de eso ilimitado y vago, ideal grandioso de los altos espíritus, que se llama la ciencia. Para cumplir misión semejante necesita volver los ojos a la tierra, vinculándose íntimamente con la multitud (Castro, 1920, pp. 3-4).

De ahora en adelante, el médico tiene la obligación de ocuparse de los hombres que viven en sociedad. Tanto Alfonso Castro como Emilio Robledo comparten la idea de que los dueños de los saberes de la medicina tienen funciones que pueden cambiar paradigmas sociales. Además, el saber médico empieza a interesarse por lo social. Es muy probable que esta sea la idea de Castro al decir que

[d]ebe abarcar lo que en una u otra forma dice relación con los hombres: el hogar, la escuela, el taller, la fábrica, el campo, la cárcel, el manicomio, todos aquellos sitios, en una palabra, donde se ejercen las actividades humanas, donde una célula alienta. […] El papel del médico no puede circunscribirse, por lo tanto, como quieren los espíritus estancados, a recetar purgantes, sellos e inyecciones, ni tampoco a asumir actitudes herméticas ante el humano sufrimiento (Castro, 1920, p. 4).

Esta nueva postura no solo significó un quiebre con el papel tradicional del médico, que se dedicaba a “recetar purgantes, sellos e inyecciones”; también fue una ruptura con los saberes filosóficos, filológicos y gramaticales.4 Un ejemplo de esta ruptura se encuentra en algunos postulados de la Revista Cultura5 de Bogotá, la cual fue uno de los órganos de difusión de las “ideas modernas” y de las reflexiones sobre la medicina, a principios del siglo XX en el país:

[a]lejados los escritores de CULTURA, a juzgar por la edición que tengo a la vista, del campo meramente literario, donde la imaginación se desarrolla frondosa, se observa en ellos el propósito de espigar en dominios científicos o a lo menos aledaños de las ciencias modernas. Las generaciones anteriores a la que ustedes tan hermosamente representan han dado preferencia a las bellas letras, descuidando los conocimientos propios de una cultura más completa (Grillo, 1915, p. 277).

El esfuerzo por ubicarse en el lugar de las “ciencias modernas” facilitó una nueva tarea: imaginar la nación con elementos “modernos” para la época, verbi gracia, la medicina. Así, en el estudio de Sáenz, Saldarriaga y Ospina, sobre los años que van de 1903 a 1946, se plantea que lo moderno tiene un método propio: el práctico (1997, pp. 8-9). Ese método “práctico” llevó a concebir como moderno toda aquella ciencia que tuviera un método experimental, que cumpliera con la función de romper con los saberes interpretados como puramente especulativos y teóricos; por esencia, la medicina cumplía con estos requisitos.

Esta disputa entre el saber especulativo y experimental propuso darle un nuevo enfoque a las ciencias, donde el pensamiento social va siendo observado con escepticismo, como lo señala la siguiente cita: “Tan grande es Hugo como Pasteur;

pero será siempre más benéfico para un pueblo poseer a Pasteur que a Hugo” (Grillo, 1915, p. 280). Si los saberes que sustentaron a Colombia en el siglo XIX fueron considerados viejos por ser especulativos; entonces, la idea era adoptar una nueva serie de saberes que permitieran la irrupción de lo moderno:

se hace indispensable orientar la inteligencia de nuestra juventud hacia el estudio de las ciencias experimentales […], fuente de los descubrimientos más útiles al hombre. No será aumentando el número de los colegios donde se enseñen literatura y derecho, como se serviría bien a Colombia. Necesitamos institutos de bacteriología […]; es indispensable multiplicar los laboratorios como los alemanes; abrir amplio campo al estudio de las ciencias experimentales, y probar en su aprendizaje las facultades de los jóvenes colombianos (Grillo, 1915, p. 280).

La imaginación de la nación

Si las ciencias que utilizaban un método experimental traerían lo moderno, la pregunta que cabe formular es: ¿qué permitió que la medicina se impusiera sobre las otras ciencias “prácticas” y el conocimiento considerado especulativo? Una posible respuesta sería que la medicina, a diferencia de los demás saberes, empezó a concebir la nación como un “organismo vivo”, que estaba incluso “[…] sometida a leyes que no eran jurídicas, sino naturales” (Blanco, 1918, p. 311), y estas mismas hacían que se tendiera a lo moderno.

En efecto, desde finales del siglo XIX en Colombia, la medicina y con ella los médicos empezaron a ser relevantes a la hora de hacer apreciaciones y reflexiones sobre la cuestión social y política del país, esto es, los problemas de la nación. De allí que, a principios del siglo XX, en el país, la medicina pudiera solucionar los problemas considerados incurables para la nación. Siguiendo esta última parte, se puede realizar un símil: la nación es como el cuerpo humano, es decir, a esta le acaecen enfermedades e infecciones.

La asociación entre organismo humano y social se multiplicó con fuerza entre la élite colombiana, generando una influencia considerable en la reflexión sobre los problemas de la nación:

[l]a observación del luminoso mecanismo de la vida celular -esbozo y prototipo de toda otra vida- no hace sino comprobar esta ley: la célula vive o perece según la potencialidad interna con que se adapta al medio y se lo asimila.

Ahora bien: esta ley […] inmanente de la vida celular y del individuo -gigantesca comunidad de células- se traslada a lo social -gigantesca comunidad de individuos- como una disposición a afirmarse, buscando […] la integridad del territorio, el sagrado de sus derechos, el triunfo de su cultura, el éxito nacional (Coradine, 1915, p. 76).

La medicina fue no solo la encargada de curar y hacer paliativos para el cuerpo humano, también los hizo para el “cuerpo” de la nación. “Cuerpo” que fue considerado a principios del siglo XX como enfermo, carente del desarrollo de uno plenamente adulto, a pesar de que se cumplían cien años de la independencia, porque en la nación prevalecía la ausencia de lo moderno.

La nación fue imaginada como un organismo con vida, y tenía que someterse a un debido examen (Abellán, 2005, p. 16), el cual constaba de un diagnóstico. El diagnóstico era el siguiente:

[e]sta es una verdad reconocida por cuantos en América Latina se han ocupado de estudios sociológicos. No pensemos que con solo higienizar nuestra vida, con expedir leyes que protejan al proletariado, con abrir caminos y tender rieles por dondequiera y con establecer sabios sistemas educativos podemos desandar la pendiente pavorosa que nuestros países siguen desde tiempo inmemorial. El mal es más hondo: no es solamente económico, psicológico y educacional; es biológico (Jiménez, 1920b, p. 37).

El diagnóstico dictaminó que los problemas de la nación eran biológicos. Este discurso fue apropiado por los médicos colombianos con entusiasmo; la explicación de esta recepción estriba en la conexión que estos vieron allí con lo moderno. Pues bien, la medicina investigaba con el método experimental y concluyó que la sociedad era un órgano con vida; por esto, en la medicina se compartía una visión del mundo social asociada a la metáfora biológica; de allí que una de las preocupaciones fuera el medio en donde se desarrollaban los problemas de la nación: “[l]o primero que ha de tenerse en cuenta es el medio, o medio ambiente en que uno vive, cuyo medio lo constituye la atmósfera que nos rodea” (Sección pedagogía, 1905, p. 157).

Así, la preocupación por lo moderno se extendió hasta la geografía de la nación, imaginada como uno de los elementos que configuraban el problema nacional. Se volvió una idea aceptada que la nación colombiana tenía otro gran obstáculo que ya no tenía que ver con elementos propiamente biológicos, sino con la dificultad de manejar política, económica y socialmente el vasto territorio. Habría que sumar a esta dificultad, la variedad de pobladores de cada región:

[e]n tan vasto territorio y tan variados climas vegetan no menos variados grupos de población: blancos, indios y mestizos en esta Cordillera oriental; mulatos, blancos y negros en la Central y en la Occidental, con pequeños grupos aborígenes, así como en los litorales y hoyas hidrográficas de nuestros grandes ríos, aunque más cargados de color ciertamente (López de Mesa, 1920, p. 85).

Desde estas perspectivas, entonces, el territorio y la población fueron el óbice que impedía la consolidación de la nación. Pero si el territorio, el medio ambiente, etc. dejaban sus huellas en la nación; entonces ¿no es probable que lo hicieran también en la población? Esta fue precisamente la pregunta que se planteó Miguel Jiménez: “¿En qué forma se ha hecho sentir la influencia de esta zona sobre las razas que hoy la pueblan?” (1920c, p. 336). Este autor concluyó que:

[u]na influencia nociva que obre permanentemente sobre un ser organizado hiere, de consiguiente, a un tiempo mismo, al individuo y a la especie; compromete la integridad y la perfección de la vida en quien la sufre y en toda su descendencia. Y, si esas condiciones adversas ejercen su acción sin cambio ni reposo sobre muchas generaciones sucesivas y por muchos años y siglos sin cesar, se tendrá una intensificación creciente, una especie de progresión geométrica en sentido negativo, que irá acabando con el vigor y con la existencia de los más robustos organismos (Jiménez, 1920a, p. 46).

Esa influencia nociva del medio fue imaginada como un elemento causante de enfermedades; la influencia del medio en la población era una de las responsables de la mala salud. Al respecto, Luis López de Mesa dirá:

[l]a mala calidad de las aguas […] la sujetan [a la población] a todas las variedades del tifo conocidas, que la diezman con tenacidad desoladora. La mugre, la aglomeración y la miseria […] la sujetan también a la tuberculosis, a la disentería, a la viruela y no pocas más endemias letales (1920, p. 89).

No obstante, Álvaro Villegas (2006) resalta que en lugar de un “obstáculo” fue precisamente la variedad regional y poblacional la que posibilitó la creación de la nación. La imaginación del obstáculo geográfico fue el medio por el cual la sociedad, ese “organismo biológico”, encontraba sus limitaciones, pero también sus principales explicaciones.

La forma como se imaginó la nación estuvo claramente atravesada por la descripción del espacio geográfico, en especial bajo la forma de obstáculos naturales. La importancia de la geografía estuvo presente desde la época colonial

y se plasmó, por ejemplo, en las investigaciones que los científicos de Europa hicieron sobre America.

[e]l fenómeno ha sido enunciado por todos los que nos han estudiado a fondo. Boussingault reconoció un estado degenerativo en las diversas razas nativas de la América y atribuyó el hecho a las influencias climatéricas diversas y en especial a intoxicaciones alimenticias; Humboldt escribe en la introducción a su “Viaje a las regiones equinocciales”: “Durante mi expedición preparé varias memorias sobre las castas de hombres de la América Meridional, sobre los obstáculos que el clima y la fuerza de la vegetación oponen a los progresos de la civilización en la zona tórrida, etc.”; y más adelante en el tomo III de su gran obra, agrega: “A la sombra de los bananeros y del árbol del pan, las facultades intelectuales se desarrollan menos rápidamente” (Jiménez, 1920c, 346).

Los médicos de principios del siglo XX, se propusieron continuar con esta labor, lo que los situó en el plano de entender “las condiciones materiales concretas” (Noguera, 2003, p. 117) que sustentaban a la nación. De allí que su base, la medicina, no solo cumpliera con la función de desplazar lo que fue considerado como viejo en el campo del conocimiento, sino que también cumpliera con la función de fomentar la investigación del espacio geográfico, ya que “[l]a mayor parte de nuestro territorio permanece inexplorado, y siglos pasarán antes de que tal suceda” (Castro, 1915, p. 99).

La consigna era simple: hay que apropiarse del territorio colombiano, no solo para llevar lo moderno y descubrirlo, sino para conocer las riquezas que tiene:

[a] las dificultades originadas por los hombres justo es agregar las que surgen del suelo. Colombia es inmensamente rica -se nos enseña desde los bancos de la escuela- pero nada se nos dice de los titánicos trabajos que es menester cumplir para adueñarse siquiera en ínfima parte de las riquezas que tan avaramente guardan las selvas y la tierra. El clima, la malaria, la anemia tropical, la fauna agresiva, son como reductos invencibles que impiden al hombre la conquista del terreno (Castro, 1915, p. 99).

En la descripción de los médicos Alfonso Castro y Luis López de Mesa había un obstáculo que hacía difícil consolidar lo moderno y conocer el medio: el carácter tropical y enfermo del territorio que era necesario afrontar y dominar.7 De igual parecer, fue Miguel Jiménez:

[l]a zona de nuestro planeta situada entre los Trópicos es, de consiguiente, impropicia al producto humano: lo deforma y lo aminora en todas sus manifestaciones vitales, así sean las de orden orgánico o las mentales. ¿Hemos de ser nosotros una afortunada excepción? No se hallará, para asegurarle así, fundamento alguno en la Biología ni en la Historia; y el estudio que me he atrevido a proponer a la meditación de mis compatriotas intenta demostrar que la observación común y corriente confirma ampliamente el hecho de que nosotros no hemos escapado a tan implacable ley de regresión (1920b, p. 47).

Para Jiménez es indudable el vestigio indeleble que deja el medio ambiente en la nación, así como el medio natural ejerce influencia en el organismo biológico: “[l] os climas adversos; los ardores del Trópico y las inclemencias del Polo […] hé aquí algunas de las principales condiciones adversas que, obrando sobre los pueblos en edades sucesivas, los debilitan, los degeneran y los extinguen” (Jiménez, 1920b, p. 46). No cabe duda entonces que este tipo de argumentos muestran preocupación por otras cuestiones diferentes al idioma o la religión, que fueron, en su momento, la base con que se imaginó la nación en el siglo XIX.

La ubicación de Colombia fue imaginada como uno de los elementos que hacen nación, solo que aquí la concibieron de forma pesimista. Es importante aclarar que no todos los poseedores de conocimientos médicos imaginaron a la nación como si frente al territorio y al clima poco se pudiera hacer. Un ejemplo claro fue López de Mesa, quien imaginó el territorio nacional como algo que por su variedad podía despertar curiosidad: “[e]l clima en que vegetamos es variado hasta la máxima oposición, y así vemos cómo cada kilómetro de la superficie de nuestro suelo nos ofrece peculiaridades cuya suma desconcierta al investigador que busque leyes generales” (1920, p. 81).

Los planteamientos de la medicina no es una rendición ante las fuerzas de lo inevitable, también pueden servir como herramienta para impulsar algunos cambios en el mundo social. Por eso, el desconcierto no hacía que el investigador se convirtiera en un ser pesimista; por el contrario, lo motivaba a que siguiera sus investigaciones, a que reconociera nuevos saberes para apropiarse del territorio, y contribuir así al progreso de la nación, lo cual permitía que esta se concientizara de su labor:

[e]n el esfuerzo de orientación industrial por que atraviesa (la nación) ya he visto no pocas tentativas para esclarecer estos conocimientos fundamentales: estudios geológicos, estudios mineralógicos, floras y faunas regionales, geografía médica de apartadas soledades, incógnitas enantes. Tal como si la nación despertase a la consciencia de sus propios destinos (López de Mesa, 1920, p. 83).

Conclusiones

La medicina fue el sustituto de los saberes considerados especulativos (filosofía, filología y gramática); también creó un campo marcado por cierta unidad en la visión: la de las asociaciones entre organismo biológico y organismo social, ambos comandados por lo moderno. No obstante, en este marco de unidad de un campo relativamente común, se desataron controversias sobre factores específicos en relación al medio.

El método práctico se convirtió en el modo privilegiado con el que se podía entender lo moderno y tratar de acomodarlo a la sociedad colombiana, pero también este método permitió que la medicina viera la nación como un cuerpo, el cual se enferma, se desarrolla y crece. Empero, para que este símil se diera, era obligatorio un espacio (geográfico), en donde pudiera desarrollarse.

La medicina tuvo visiones diferentes sobre este espacio o medio geográfico de la nación colombiana; sin embargo, estas percepciones contribuyeron a incrementar el anhelo por lo moderno, el cual la medicina vio lejano, porque aún los saberes especulativos tenían influencia, pero especialmente, porque la geografía fue imaginada como un obstáculo para que lo moderno llegara a la nación.

Referencias

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