Resumen: Este texto analisa o imaginário da fé entre os jovens que vivem nas ruas da cidade do México, centrando-se em duas principais seitas: as que adoram São Judas Tadeu e aquela que adoram a Santa Morte. Os testemunhos dos jovens mostram como a sua fé serve para fazer frente à ausência de uma família e concede um sentido de segurança que os ajuda a sobreviver na rua. Vemos como as crenças e os símbolos religiosos reforçam sua identificação com outros jovens na rua e os dota de um sentido de pertencimento a este mundo de vida.
Palabras clave:Poblaciones callejerasPoblaciones callejeras,San Judas TadeoSan Judas Tadeo,Santa MuerteSanta Muerte,Exclusión socialExclusión social.
Resumen: Este texto analiza el imaginario de la fe entre los jóvenes que viven en las calles de la ciu- dad de México, centrándose en dos sectas principales: los que adoran a San Judas Tadeo y aquellos que adoran a la Santa Muerte. Los testimonios de estos jóvenes muestran cómo su fe sirve para hacer frente a la ausencia de una familia y otorga un sentido de seguridad que les ayuda a sobrevivir en la calle. Vemos cómo las creencias y los símbolos religiosos refuerzan su identificación con otros jóvenes en la calle y les dota un sentido de pertenen- cia a este mundo de vida.
Palabras clave: Poblaciones callejeras, San Judas Tadeo, Santa Muerte, Exclusión social.
Palavras chave: População de rua, São Judas Tadeu, Santa Morte, Exclusão social
La fe en la cultura callejera juvenil en México
La fe en la cultura callejera juvenil en México1
Danielle Strickland2
Resumo
Este texto analisa o imaginário da fé entre os jovens que vivem nas ruas da cidade do México, centrando-se em duas principais seitas: as que adoram São Judas Tadeu e aquela que adoram a Santa Morte. Os testemunhos dos jovens mostram como a sua fé serve para fazer frente à ausência de uma família e concede um sentido de segurança que os ajuda a sobreviver na rua. Vemos como as crenças e os símbolos religiosos reforçam sua identificação com outros jovens na rua e os dota de um sentido de pertencimento a este mundo de vida.
Palavras-chave
População de rua; São Judas Tadeu; Santa Morte; Exclusão social
Resumen
Este texto analiza el imaginario de la fe entre los jóvenes que viven en las calles de la ciu- dad de México, centrándose en dos sectas principales: los que adoran a San Judas Tadeo y aquellos que adoran a la Santa Muerte. Los testimonios de estos jóvenes muestran cómo su fe sirve para hacer frente a la ausencia de una familia y otorga un sentido de seguridad que les ayuda a sobrevivir en la calle. Vemos cómo las creencias y los símbolos religiosos refuerzan su identificación con otros jóvenes en la calle y les dota un sentido de pertenen- cia a este mundo de vida.
Palabras clave
Poblaciones callejeras; San Judas Tadeo; Santa Muerte; Exclusión social
Faith in the street culture of Mexican youth
Abstract
This text analyzes faith among youth who live on the streets of Mexico City, focusing on the two main sects: those who worship Saint Jude and those who worship the Santa Muer- te.The testimonies of these youth show how their faith serves to cope with the absence of family and gives them a sense of security that helps them to survive on the street. More significantly, however, we see how religious symbols and beliefs reinforce their identifica- tion with other youth on the streets and give them a sense of belonging to this lifeworld.
Keywords
Street youth; Saint Jude; Santa Muerte; Social exclusion
Los centros urbanos de México están creciendo a un ritmo rápido. Cada año hay más rascacielos, empresas internacionales y autopistas llenas de carros nue- vos. Sin embargo, estas señales de desarrollo económico representan beneficio para una minoría de las y los residentes de ciudades mexicanas, mientras que la pobreza sigue creciendo en el país. El porcentaje de la población que vive bajo la línea de pobreza en México creció de 45.5 a 46.2 por ciento entre 2012 y 2014. El crecimiento de la pobreza trae otros elementos al “desarrollo” urbano en Mé- xico, incluyendo la presencia de 28.7 millones de mexicanos que sobreviven de la economía informal, representando aproximadamente el 57.6% de la población ocupada en el país. La crisis económica para la mayoría de la población mexicana se ve en cruceros donde gente limpia parabrisas, vende chicles, traga fuego y pide limosna. Estas personas ya son parte del paisaje urbano y muchos de ellos han llegado a ser etiquetados “en situación de calle.”
Las largas horas que pasan en la vía pública para cubrir sus necesidades bási- cas, hace que estas personas se identifiquen con la calle por encima de cualquier otro espacio. Aguantan el clima, la contaminación, el ruido, el abuso policíaco, violaciones a sus derechos humanos, amenazas de trabajadores del gobierno que buscan sacarlos del escenario urbano, y el rechazo constante de otros miembros de la sociedad. A pesar de la miseria que viven las miles de personas que se en- cuentran en situación de calle en el país, son de los grupos que más expresan su fe, con adornos, tatuajes y ropa religiosa.
Hace más de 40 años, Oscar Lewis y Larissa Lomnitz notaron en sus estudios el gasto elevado en objetos religiosos que realizan los marginados en el Distrito Federal de México; la misma valoración de estos objetos e imágenes es evidente entre los jóvenes callejeros3 hoy en día. Casi todos lucen collares, pulseras o hasta tienen tatuajes con símbolos religiosos. Durante más de un año de trabajo de campo con las poblaciones callejeras, en la ciudad de México, noté la presencia constante de la religiosidad popular en la cultura cotidiana de los jóvenes que estudiaba. Aunque escuché discursos cristianos y conocí a algunos devotos a la Virgen de Guadalupe, hay dos figuras que predominan en el imaginario religioso en la calle: San Judas Tadeo y la Santa Muerte.
San Judas Tadeo
La iglesia católica presenta a San Judas Tadeo como “el santo de las causas difí- ciles y desesperadas”, pero algunos educadores de calle que laboran en las organi- zaciones de la sociedad civil (OSC) defeñas4 dicen que es “el santo de la mona5 y el reggaetón”. Un joven que participó en mi estudio, Caballo6, decía que creía en él “porque es el rey de los ladrones y te protege”. El día 28 de cada mes, miles de fieles se reúnen por la Plaza Zarco y el templo de San Hipólito en el centro de la ciudad de México, casi todos callejeros o de las colonias marginadas de la zona metropolitana. Hay policías presentes, pero se tolera el consumo de drogas en estos días, ya que no es posible controlar a tantos consumidores juntos. La plaza, e incluso la iglesia, se llenan del olor a marihuana y activo. Los devotos de las colonias marginadas llevan playeras con la imagen de San Judas, así como collares, rosarios y pulseras, además cargan figuras del santo, algunas de hasta dos metros de altura. Los callejeros gene- ralmente llegaban sin tantos adornos, pero cuando menos traían collares y pulseras. El 28 de marzo de 2010 tomé un taxi en la colonia Morelos, uno de los bar- rios más peligrosos de la ciudad. El chofer me dijo que una señorita como yo no debería andar por allá, pero que por ser el día 28, estaba más segura, ya que todos los ladrones y delincuentes se encontraban en el templo San Hipólito. En dos ocasiones que asistí a este encuentro, otros devotos intentaron abrir mi mochila sin que me diera cuenta en medio del desorden de las masas entrando a la iglesia. Uno de los grupos callejeros que participó en esta investigación estaba conforma-
do por aproximadamente 30 jóvenes de 13 a 23 años de edad que vivían bajo el Puente de Taxqueña, ubicado en la delegación de Coyoacán al sur de la ciudad. Al centro de su hogar, había un altar a San Judas. Allí los fieles dejaban las monedas para comprar velas, flores y otras ofrendas. Anselmo Gilberto me explicó que “Cuando se va uno a trabajar y te dan monedas de a 10 y 20 centavos, llegamos y las ponemos ahí, más que nada para las velas. Cada que se le acaba, se le pone, se le acaba, se le pone… todos los días.También se le echan de a peso, pero luego llegan y se las roban”.
Entre los devotos del Puente, este imaginario religioso se manejaba en dife- rentes niveles. Santo, el líder del grupo, tenía un tatuaje grande de San Judas en la parte superior de su brazo derecho. Menos obsesionados, pero siempre creyen- tes, había varios chavos7, como Mupet, quien me contó:
Para mí, San Juditas es algo bonito.Yo sé que si le pido algo, no a lo mejor dinero ¿verdad? Sé que dinero no me va a dar eso, ya es por mí mismo. Pero si le pido que cuide a mi familia, a mis hermanos, pues yo sé que sí
lo hace ¿no? Yo le tengo mucha fe… y me gusta ir todos los 28. Me gusta ver cómo va varia gente, cómo lo adoran. Sí hace muchos milagros, pero depende también tú cómo se lo pidas, y con qué se lo vas a pagar. Pues él no te pide nada, pero pues a veces no sé… poniéndole una veladora, manzanas, no faltar a su misa del 28.
Finalmente, había quienes se definían como creyentes simplemente para ser parte del grupo. Ternura reconoció esto entre sus compañeros, diciéndome: “De hecho, algunos creen pero no saben ni por qué creen en él. Antes, de hecho, sí cre- ía por lo mismo de que al ver a toda la banda acá con su San Judas y que es el patrón y no sé qué, entonces yo también me ponía esas madres como adorno”.Toño pare- cía ser de las personas a quien Ternura se refirió, por considerarse creyente como una manera de complementar su identidad callejera. En sus palabras:
Creo en San Judas, pero poco, no mucho…A veces le dejo las monedas a San Judas en su altar y sí siento que está bien porque toda la gente que va a la Villa [de Guadalupe] es gente así normal y los que van a ver a San Judas es gente de calle, que se drogan o que roban o con problemas más así de mentalidad. Gente que ha robado, recapacita y cree.
Imagen 1. Altar a San Judas Tadeo en el Puente
Así, vemos cómo ser creyente de San Judas fortalece la identidad con el gru- po y a su vez la identidad callejera. Al igual que sucede con la carencia de familia consanguínea, la devoción a San Judas creaba un vínculo entre el grupo, lo que se acentuaba el día 28 de cada mes cuando ellos iban en grupo al templo de San Hipólito, llevando la estatua de San Judas que tenían en el altar. Iban entre 15 y 25 chavos del Puente y la solidaridad de un grupo de jóvenes callejeros tan fuerte, unido por su fe, atraía la atención de la mayoría de la gente que pasaba en esta pe- regrinación mensual. Cuando fui con ellos, sentí que los otros pasajeros del metro, e incluso otros devotos afuera de la iglesia, percibían al grupo como una amenaza. Los del Puente tenían problemas con el grupo de callejeros de la plaza Zarco, ubicada afuera de la iglesia, así que estas excursiones a menudo terminaban en peleas. Cariño confesó que “Lo que no me gusta es que, los problemas que tene- mos con los demás chavos, de Portales, de Zarco. Cuando vamos los 28’s a San Juditas, donde están todos allá afuera, luego nos peleamos”. Las peleas no siem- pre se limitaron a otros grupos de callejeros; también tenían enfrentamientos con los policías de la zona. Mupet me contó uno de estos encuentros problemáticos:
Tenemos pleitos con los polis de allá de Hidalgo8. Íbamos saliendo del metro y ya veníamos toda la bola, toda la banda e iban pasando varios boinas9 y quien sabe quién dijo “¡Arriba las manos!”. Y en eso agarran y que los empiezan a corretear los boinas.Ya iban a agarrar a Cariño, pero se echó a correr, hasta se tropezó en las escaleras. Fue Uriel, el Correjón, que dijo “arriba las manos”, y que lo agarran y que le empiezan a pegar. Y que escupe a un poli, que le escupe en su cara. Se pone a corretearlo y que le pega otra vez. Pero ese día nos pegaron…Están bien acá los polis.
La plaza y la iglesia se encontraban llenas todo el día cada 28, pero los de Ta- xqueña preferían ir más tarde. Ir en la noche contribuía a la sensación de miedo que el grupo provocaba, ya que los asaltos en el D.F. aumentan cuando baja el sol. Pero Santo dijo que su elección de este horario tenía otra razón:
Ya como a las siete, ocho, ya nos vamos, porque éste es el momento cuan- do menos gente hay, cuando puedes pasar más libre. Aparte me gusta ir en las noches porque ya en la noche es cuando recogen los puestos y por ejemplo salimos de la iglesia y nos vamos recorriendo de Hidalgo a Bellas Artes charoleando pulseras, lo que te den. Llegamos y le decimos, “dis-
culpa, ¿no tiene una pulserita rota que le sobre por allí que le regales para mi San Juditas?”.Y ya te dicen, “agarra una de las de allí”.
Ser parte de este grupo y sentir el poder de su solidaridad el día 28 de cada mes contribuía al arraigo de los chavos al grupo y a la calle en general.
Otro grupo que participó en mi investigación pernoctaba en una casa aban- donada conocida como el Garibaldío, ubicada en la colonia Garibaldi a unas 15 cuadras de la Plaza Zarco. Estos chavos tendían a asistir a San Hipólito en grupos más pequeños a lo largo del día. Iban de uno a tres chavos, pero siempre se encontraban con conocidos allí. Muchos ni entraban a la iglesia, pero les gustaba el ambiente de la plaza Zarco estos días, donde podían drogarse libre- mente y socializar con callejeros de otros grupos. En este espacio el estigma desaparecía, ya que la moda callejera era la norma y todos consumían activo y fumaban marihuana en un espacio público.
Era posible ver a los devotos en diversos puntos de calle, así como chavos que no eran creyentes, pero que traían adornos que fueron regalos de amigos devotos. Con la siguiente declaración deYori, vemos cómo las imágenes de San Judas no necesariamente representan la devoción, sino símbolos de identidad callejera y la solidaridad del grupo.
[Traigo] éste (un collar) porque me lo dio Kika y luego se enoja cuando no me pongo sus cosas, porque ya me lo había quitado y lo traía en la bolsa y me dijo que me lo pusiera y acá… y como es un regalo… esta (una pulse- ra) me la regaló Jocelyn. Luego no traigo las cosas que me dan acá de San Judas por lo mismo que no creo, pero luego se molestan.
Los adornos de San Judas eran la moda entre estos chavos y contribuían a fomentar la identidad callejera. En varias ocasiones la pulsera y el collar de San Judas que traía durante mi estancia en el campo me ayudaron a ser aceptada por callejeros que no conocía. El imaginario ofrecía un vínculo entre gente social- mente excluida con el mismo estilo de vida, y mi solidaridad con ellos en el ám- bito de la fe contribuía a que aceptaran mi presencia en su entorno.
La Santa Muerte
Por otro lado, entre los chavos del tercer grupo de enfoque de mi estudio, quienes quedaron por la estación del metro Canal del Norte, no era tan fuerte el
imaginario de San Judas, ya que en la colonia Morelos se celebra la Santa Muerte. “Siendo [la colonia Morelos] como de los pioneros en traerla le agarra un plus o una simpatía por la Santa Muerte. Se podría decir que éste es el auténtico barrio de la Santa Muerte, aquí fue el primero”, explicó Olegario, un educador del cen- tro de día de Ednica que atendía jóvenes callejeros de la zona. Igual a San Judas, la Santa Muerte se asociaba mucho con las poblaciones callejeras. “Los que creemos en la Santa Muerte somos más los rateros, los de la calle”, me explicó Cariño. También la Santa Muerte era popular entre policías, narcotraficantes y soldados, y era de las imágenes religiosas más comunes en las cárceles. Paco, un educador de Pro Niños, me contó:
Antes de encontrarlo en la calle, yo lo veía en los judiciales. Tengo unos amigos que son guardaespaldas. Estos güeyes traen sus muertes grandes, así como de 10 cm y le colgaban mil milagros.Y decían “No, esta navajota que traigo aquí pues es por ella que no morí, por eso la traigo…”.Y pues bueno está chido ver cómo personas que están como vulnerables o tal vez en riesgo de perder la vida o algo así, que pueda pasar entre la pandilla o problemas en la calle, como se asocian con ésta.
De hecho, el arzobispo primado del Santuario Nacional del Ángel de la Santa Muerte, David Romo Guillén, fue arrestado por el delito de secuestro en enero de 2011. A diferencia de San Judas, la Santa Muerte era condenada por la iglesia católica, aunque los fieles se consideraban a sí mismos católicos. Las calles de la colonia Morelos, y en específico el barrio de Tepito, estaban llenas de altares de “la flaquita” o “la niña blanca”, como es llamada con adoración por sus seguidores. Al momento de esta investigación, el culto contaba con más de 2 millones de creyentes en el país.
Se celebraba los días primero de cada mes en una capilla en la colonia Mo- relos y el ambiente era parecido al de la plaza Zarco los días 28. Pero según Sa- rahí, “Tú ve a un chavo que va a la misa de San Judas de Tadeo y se va drogando, y ve a un chavo que va a la iglesia de una Santa Muerte y no, por respeto, como que le guardan más respeto”.
Varios de los chavos entrevistados en mi investigación dijeron que no eran devotos, pero que la respetaban, o que antes eran fieles, pero ahora no. Algunos expresaron temerle a la Santa Muerte cuando pregunté sobre ella. Flaca me contó por qué dejó de creer en ella:
Allí donde nos quedábamos en el hotel, yo tenía mi altar (de la Santa Muerte) y él (Caballo) tenía su altar. El de su San Judas al lado del colchón y lo mío al lado de la televisión.Y yo le ponía su veladora, su manzana, su rosa, sus cuadros, su dinero, sus dulces, sus rosarios, sus oraciones.Y allí tenía yo un osito… y allí con el osito tenía mi cuadro de la Santa y tenía su rosario y se veía bonito. Ya después su cara [del osito] se le empezó a cambiar, se veía como que asustado. Y cada que llegábamos o cuando yo estaba allí sola, sentía que me miraba.
Imagen 2. Tatuaje de la Santa Muerte
Así, vemos cómo ser creyente de San Judas fortalece la identidad con el gru- po y a su vez la identidad callejera. Al igual que sucede con la carencia de familia consanguínea, la devoción a San Judas creaba un vínculo entre el grupo, lo que se acentuaba el día 28 de cada mes cuando ellos iban en grupo al templo de San Hipólito, llevando la estatua de San Judas que tenían en el altar. Iban entre 15 y 25 chavos del Puente y la solidaridad de un grupo de jóvenes callejeros tan fuerte, unido por su fe, atraía la atención de la mayoría de la gente que pasaba en esta pe- regrinación mensual. Cuando fui con ellos, sentí que los otros pasajeros del metro, e incluso otros devotos afuera de la iglesia, percibían al grupo como una amenaza. Los del Puente tenían problemas con el grupo de callejeros de la plaza Zarco, ubicada afuera de la iglesia, así que estas excursiones a menudo terminaban en peleas. Cariño confesó que “Lo que no me gusta es que, los problemas que tene-
mos con los demás chavos, de Portales, de Zarco. Cuando vamos los 28’s a San Juditas, donde están todos allá afuera, luego nos peleamos”. Las peleas no siempre se limitaron a otros grupos de callejeros; también tenían enfrentamientos con los policías de la zona. Mupet me contó uno de estos encuentros problemáticos:
Tenemos pleitos con los polis de allá de Hidalgo. Íbamos saliendo del metro y ya veníamos toda la bola, toda la banda e iban pasando varios boinas y quien sabe quién dijo “¡Arriba las manos!”. Y en eso agarran y que los empiezan a corretear los boinas. Ya iban a agarrar a Cariño, pero se echó a correr, hasta se tropezó en las escaleras. Fue Uriel, el Correjón, que dijo “arriba las manos”, y que lo agarran y que le empie- zan a pegar. Y que escupe a un poli, que le escupe en su cara. Se pone a corretearlo y que le pega otra vez. Pero ese día nos pegaron…Están bien acá los polis.
La plaza y la iglesia se encontraban llenas todo el día cada 28, pero los de Ta- xqueña preferían ir más tarde. Ir en la noche contribuía a la sensación de miedo que el grupo provocaba, ya que los asaltos en el D.F. aumentan cuando baja el sol. Pero Santo dijo que su elección de este horario tenía otra razón:
Ya como a las siete, ocho, ya nos vamos, porque éste es el momento cuan- do menos gente hay, cuando puedes pasar más libre. Aparte me gusta ir en las noches porque ya en la noche es cuando recogen los puestos y por ejemplo salimos de la iglesia y nos vamos recorriendo de Hidalgo a Bellas Artes charoleando pulseras, lo que te den. Llegamos y le decimos, “dis
Algunos chavos del Puente también se asustaron con la Santa Muerte cuando creían en ella. Mupet me contó que se le apareció,
…la negra10. Y pues al menos yo digo que ella no ha de querer que yo crea en ella o quién sabe; por eso ya no creo en ella, pero pues la respe- to. No me dijo nada, nada más se me apareció así, grande, una negra y ya de ahí pues empecé a creer en San Juditas Tadeo, pero de ahí la empecé a respetar a la flaquita.
Juan tenía otra historia sobre un encuentro con la Santa:
Fíjate que yo, como mi tía ahí en Acapulco tiene un altar así grandote de la Santa Muerte, yo le robaba su dinero a mi tía y a la santita.Y un día, este, creo se enojó la santa.Y yo estaba en el baño así bañándome, y como que la vi pasar así… y ya que la primera vez. La segunda vez ya me estaba que- dando dormido y estaba el altar así enfrente de mi cama y que la veo otra vez. Ya hasta que le confesé a mi tía la verdad, “es que la neta tu flaquita como que me ha estado molestando”. Que agarra y me dice “ven”. Que me agarra la mano y dice, “Cierra los ojos, tapate los oídos”.Y no sé qué empezó a hablar con ella, a rezarle y hasta le puso unas manzanas y no sé qué tanta cosa le prometió.Y así ya me dejó de molestar.Y así como que ya me dio miedo y ya no quise creer en ella.
Sarahí también dejó de ser devota de la Santa Muerte por petición de su hermano, pero me contó cómo le ayudó a salir de un grave problema cuando creyó en ella.
Antes era muy devota, a ir a sus misas, a prender su veladora, hacer pro- mesas, a prometerle cosas y hacerlas… Tenía yo un problema, me querí- an meter a la cárcel, bueno a la Corrección, todavía era menor de edad, pero estaban esperando que cumpliera 18 años… y un chavo que no tenía mamá, ese chavo me dijo “Anoche soñé a mi mamá y mi mamá te quiere ayudar”. Y yo dije “¿Tu mamá? Pero si tú no tienes mamá”. Y me dijo “Sí tengo mamá. Es la que siempre me ha cuidado”.Y se me quedó viendo y todo y ya fue cuando me dijo que nunca le prometiera nada (a la Santa Muerte) que no le pudiera cumplir, que siempre primero estaba Dios y después estaba ella, porque Dios le mandaba a ella.Y ya, empecé así a cre- er así…Yo la soñé, y soñé que ella me decía que me fuera, que yo iba estar bien, y yo me fui a Acapulco. Pero yo me preocupaba porque sentía que me buscaban y así.Y ya después regresé y mi caso ya se había cerrado… Y desde allí le empecé a tener fe… pero como dicen que es del diablo, si pides cosas malas, sí te las cumple.Yo nada más pedía que me cuidara, que me diera el sustento, el vestido, calzado, la comida, que me alejara de mis enemigos, que me escondiera de ellos.Yo no pedía cosas así malas.
Sarahí me dijo que el chavo que la llevó a su primera misa de la Santa Muerte no tenía madre, pero, igual que varios chavos que ella conocía, se refería a la Santa Muerte como su mamá. En este sentido podemos ver cómo la devoción a la Santa
Muerte no solamente promovía solidaridad entre los chavos en situación de calle, como San Judas de Tadeo, pero también se utilizaba como sustituta de las madres que algunos chavos han perdido, como parte del imaginario familiar alternativo que intentan construir en la calle.
La fe en lugar de una familia
De la misma forma, dentro del imaginario de la fe en la calle, pero fuera de estas dos corrientes principales, en el caso de Jocelyn parecía que la Virgen de Guadalupe también le servía como madre sustituta11.
Yo creo en la Virgen de Guadalupe, pero por primero y delante está Dios, en segundo está Jesús, y en tercero está la Virgen de Guadalupe, pero creo más en la Virgen de Guadalupe. Pues, la Virgen fue madre, ¿no? La Virgen vio a su hijo morir.Y no tanto porque haiga visto a su hijo morir. O sea yo, como les he dicho a muchas personas, yo no le hago la barba a Dios, ni a Jesús, ni a la Virgen de Guadalupe, pero la Virgen fue madre y es la que me está apoyando ahorita en las malas y en las buenas. Ella es mi luz de día, luz de noche y luz en mi dormir, o sea en mis sueños es mi luz. O sea es luz, amor y fe, es la Virgen de Guadalupe.
La reconstrucción familiar con imágenes religiosas como intento de superar los traumas de las familias disfuncionales en las cuales estos chavos nacieron también contribuye a la complejidad de la identidad callejera y su sentido de pertenencia a este mundo.
Por otro lado, durante el trabajo de campo pude documentar varios grupos cristianos que hacían intervenciones con los jóvenes e influyeron, también, en su fe. La mayoría de los centros de rehabilitación gratuitos para drogadictos que conocí eran cristianos y había varios grupos que llegaban a los distintos puntos de pernocta en la calle a llevar a los jóvenes a anexarse o a retiros espirituales con nombres como “Rápido y Furioso” y “Los Transformers”.
Encontré pocos chavos cristianos. De los entrevistados solo dos se identifica- ron como tal. Aarón conoció el cristianismo en una casa hogar y se ufanaba de ser el único cristiano en el grupo de Taxqueña. “Me gusta el cristianismo. Lo conocí en Adulam (una casa hogar). Oro a diario, nomás porque he estado bien. Doy gracias”. Mario, de Canal del Norte, también decía que era cristiano, pero creía en la Virgen Guadalupe y San Judas. “Pues nomás porque mi hermana, que en paz
descanse, creía en [San Judas]. Nomás por eso voy luego a su iglesia,” me explicó. Él me dijo que dejó de creer en la Santa Muerte por ser cristiano:
Bueno sí me he metido varias veces en esta religión (de la Santa Muer- te), pero ya no. Bueno yo estaba platicando con una hermana cristiana. Estábamos platicando, comentando sobre la biblia y todo eso, y ve que dice: “no creas en imágenes ni en retratos”.Y yo le platiqué de la Santa Muerte y me dijo: “te voy a decir una cosa, Mario”. Era mi novia. La hice mi novia. Y me dijo, “No, tú no puedes creer en eso”. Y le digo, “¿por qué?”. Y me dijo, “No, eso de la Santa Muerte, Dios venció a la muerte para que viviéramos nosotros”. Y me dijo, “Eso, a lo que le llaman la Santa Muerte, eso es el diablo”.Yo le dije, “A poco…”.Y me dijo, “Sí. No debes de creer en eso. Si tú estás en la religión cristiana, o sea te puedes meter a la cristiana, a la católica, a la de la Santa Muerte o en las otras”. Y me dijo “¿en quién crees más?”. Y le dije, “yo, en el señor Jesucristo, padre de Jehovah”. Y me dijo, “pues ahí está. Tienes que creer nomás en una sola religión”.
Era común para los chavos moverse entre diferentes imaginarios religio- sos durante su proceso de callejerización, a menudo por la moda o por in- fluencia de otros chavos. La primera vez que Socio estuvo en la cárcel creía en la Virgen Guadalupe. “Creo en Dios y en mi virgencita. Tengo aquí mi tarjeta que rompieron. Ellos la rompieron, los de allá [del dormitorio seis del reclusorio norte]. Como creen en la Santa Muerte, allá hay muchas Santas Muertes”. Pero cuando Socio salió del reclusorio empezó a creer en San Ju- das, igual a la mayoría de los chavos del grupo con quien él quedaba. Cariño también mencionó cómo había cambiado de fe desde una mala experiencia con la Santa Muerte en la casa de su tía.
Aquí en el DF otra vez andaba con una chava que creía en la Santa Muer- te, y como que era muy celosa la Santa Muerte. Pero yo en ese tiempo como que creía en mi Virgencita, pero tiene que dejar la devoción a la Virgencita porque es muy celosa la Santa y te puede pasar algo y acá. Y ya como que no creo en la Virgencita y ya empecé a creer en San Juditas Tadeo y me quedé con él, y pues las cosas que le he pedido pues no me las cumple luego, luego, pero al paso el tiempo como que sí me las cumple.
El mundo callejero estaba lleno de religión. Los adornos religiosos eran parte de la imagen y la moda callejera; las misas de San Judas y la Santa Muerte fueron las reuniones más grandes de callejeros que vi durante mi experiencia de trabajo de campo y reafirmaron la identidad callejera entre los asistentes. Los altares formaban parte del escenario de los territorios de los tres grupos estudiados, manteniendo este imaginario como una presencia permanente en sus vidas. En las palabras de Olegario, educador de Ednica, “En cuanto a la fe y las creencias, son chavos en la práctica muy ortodoxos y eclécticos porque creen en todo y tampoco creen en nada”. No se podía negar la presencia de este imaginario en el mundo callejero, y afectaba a todos, aun si no eran creyentes. En las palabras de Toño, un joven que dormía bajo el Puente de Taxqueña, “No creo en nada, bueno en ningún santo, no soy católico. Creo en San Judas, pero poco, no mucho. Sí rezo a veces pero no me gusta como varios que van y le piden cosas ¿no? , me late más como ir, no sé, a darle gracias por la vida.”
La fe en el mundo callejero defeño es una mezcla de símbolos, creencias y espacios profundamente vinculados con la identidad callejera. Los chavos cambia- ban su devoción de un santo a otro, así como regalaban y recibían collares y pul- seras con imágenes de estas figuras. En algunos casos, la Santa o la Virgen llenaban el vacío dejado por una madre ausente. En otros casos, estas figuras los protegían de los peligros de la calle o de ser aprehendido por los delitos que cometían. En general, las imágenes religiosas ofrecen una sensación de acompañamiento y am- paro a los chavos en un mundo de vida dominado por la soledad.