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Mejoramiento del hábitat en las villas de Buenos Aires entre 1970 y 1974, aprendizajes del trabajo entre pobladores y arquitectos
Maria Eugenia Durante
Maria Eugenia Durante
Mejoramiento del hábitat en las villas de Buenos Aires entre 1970 y 1974, aprendizajes del trabajo entre pobladores y arquitectos
Housing improvement in Buenos Aires slums between 1970 and 1974, learning from the work between residents and architects
Melhoria habitacional; Participação popular; Autoconstrução; Arquitetos profissionais; movimento das favelas
O Social em Questão, vol. 1, núm. 53, pp. 113-150, 2022
Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro
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Resumen: Las intervenciones de mejora del hábitat realizadas en las villas de la ciudad de Buenos Aires entre 1970 y 1974 vincularon al movimiento villero con un sector de profesionales de arquitectura y urbanismo en prácticas territoriales concretas que discutieron con los debates de la época entorno a la participación popular, el abordaje integral, la radicación en el sitio y los mecanismos de autoconstrucción. Este artículo vuelve sobre aquellas experiencias para identificar sus contextos políticos e institucionales y comprender sus propuestas técnico-políticas, esto, a su vez, en relación con las discusiones y trayectorias de los profesionales involucrados.

Palabras clave:Mejoramiento habitacionalMejoramiento habitacional,Participación popularParticipación popular,AutoconstrucciónAutoconstrucción,Profesionales arquitectosProfesionales arquitectos,Movimiento villeroMovimiento villero.

Abstract: Interventions to improve the habitat carried out in the city of Buenos Aires slums between 1970 and 1974 linked the slum movement with a sector of architecture and urban planning professionals in specific territorial practices that argued with the debates of the time around popular participation, comprehensive approach, settlement on site and self-construction mechanisms. This article returns to those experiences to identify their political and institutional contexts and understand their technical-political proposals, this, in turn, in relation to the discussions and trajectories of the professionals involved.

Keywords: Housing improvement, Popular participation, Self-build, Professional architects, Slum movement.

Resumo: Intervenções para melhorar o habitat realizadas nas favelas da cidade de Buenos Aires entre 1970 e 1974 vinculavam o movimento das favelas a um setor de profissionais de arquitetura e urbanismo em práticas territoriais específicas que discutiam com os debates da época em torno da participação popular, abordagem integral, assentamento no local e autoconstrução. Este artigo retoma essas experiências para identificar seus contextos políticos e institucionais e compreender suas propostas técnico-políticas, esta, por sua vez, em relação às discussões e trajetórias dos profissionais envolvidos.

Palavras-chave: Melhoria habitacional, Participação popular, Autoconstrução, Arquitetos profissionais, movimento das favelas.

Carátula del artículo

Mejoramiento del hábitat en las villas de Buenos Aires entre 1970 y 1974, aprendizajes del trabajo entre pobladores y arquitectos

Housing improvement in Buenos Aires slums between 1970 and 1974, learning from the work between residents and architects

Melhoria habitacional; Participação popular; Autoconstrução; Arquitetos profissionais; movimento das favelas

Maria Eugenia Durante2
Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina
O Social em Questão, vol. 1, núm. 53, pp. 113-150, 2022
Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro

Recepción: 01 Enero 2022

Aprobación: 01 Febrero 2022

Introducción

Los estudios de la historia reciente y la memoria en Argentina brindan herramientas interesantes para volver sobre las intervenciones en villas, las políticas urbanas y movimientos de pobladores de mitad de siglo veinte en adelante, y encontrar aprendizajes útiles para repensar el abordaje actual de las problemáticas del hábitat popular. Particularmente, interesa volver sobre intervenciones en villas de la ciudad de Buenos Aires que se realizaron entre 1970 y 1974 desde la Comisión Municipal de la Vivienda y algunos grupos profesionales que se vincularon al Movimiento Villero Peronista, contextualizándolas en el proceso de auge de la participación política de base, y profundizando en el papel que cumplen los equipos técnico-políticos, sus trayectorias previas y circulación de ideas propias de su campo. Esto último, aporta en las discusiones que han centrado su mirada en las intervenciones estatales de aquellos años en materia de vivienda y hábitat. Trabajos actuales han profundizando en torno al papel del financiamiento de los organismos internacionales, y su influencia en las ideas sobre los mecanismos de participación popular y autoconstrucción (GORELIK, 2008; FERNANDEZ WAGNER, 2009; KOZAK, 2016). En este sentido, este artículo se pregunta cuáles fueron las salidas prácticas que construyeron las miradas críticas de aquellas políticas internacionales, qué alternativas se desplegaron a nivel local y qué papel cumplieron las discusiones disciplinares y profesionales. Interesa el diálogo entre arquitectos y villeros, donde radica la posibilidad de identificar diversas dimensiones de trabajo que hacen a las intervenciones de mejora del hábitat en las villas.

Es necesario señalar diversos aportes que vienen de los estudios de la historia reciente local y han profundizado en aristas particulares con las que esta investigación3 dialoga. Por un lado, dentro de la historia intelectual, aquellos esfuerzos que indagan en las trayectorias de los sectores profesionales y universitarios, problematizando sobre la politización de sus prácticas e ideas y su participación en la lucha política. Aportes recientes discuten con la tesis clásica de “pérdida de autonomía” de las profesiones (SIGAL, 2002). Contrario a ello, hay un grupo de trabajos que reconoce diversos posicionamientos y construyen la figura del “experto”, abocado a las políticas públicas, el cual diferencian del “intelectual” o “vanguardista”, vinculado a la lucha política, y del “profesional liberal” (NEIBURG Y PLOTKIN, 2004; RIGOTTI, 2018; MENAZZI Y JAJAMOVICH, 2019). Por otro lado, una serie de aportes que estudian otros campos disciplinares, los cuales se proponen, más allá de los procesos de “politización”, indagar en la “politicidad” de las prácticas y campos de conocimiento (RUBINICH, 2007; VERZERO, 2013; BUGNONE, 2014). Estos trabajos desarman la dimensión de “lo político”, entendida como las articulaciones internas del campo de conocimientos en cuestión, su capacidad no reproductiva, su fuerza propia para desestabilizar lo normalizado, sus aportes internos que estarán imbricados con “la política”. Esta perspectiva permite trascender aquella relación lineal que supone que un profesional que militó en una organización progresista, construye prácticas progresistas.

Por otro lado, resultan valiosos los aportes de otro grupo de trabajos que profundizaron en la historia reciente del campo de la arquitectura, reconociendo actores, instituciones, circulación de ideas, medios especializados y otras aristas que complejizan la idea de la arquitectura como mero hecho construido, como objeto. Especialmente, hablamos de trabajos que incrustan estas prácticas de arquitectos de los sesenta y setenta en la historia de la arquitectura del siglo XX (LIERNUR, 2001), en la historia de las intervenciones en materia de vivienda social (BALLENT Y LIERNUR, 2014), y quienes las vinculan con lo que sucedía en el mundo universitario y el movimiento estudiantil (CARRANZA, 2010; SILVESTRI, 2014; MALECKI, 2016; CRAVINO, 2018). Por último, señalar los aportes de una extensa producción que profundizó en el problema de las villas en la ciudad de Buenos Aires (ZICCARDI, 1977; CUENYA, PASTRANA Y YUJNOVSKY, 1984; BELLARDI Y DE PAULA, 1986; BLAUSTEIN, 2001; SNITCOFSKY, 2007; CAMELLI, 2014), en este grupo podemos incorporar a quienes profundizaron en la experiencia de villa 7 (BARRIOS, 2015; MASSIDA, 2017), que es una de las que aquí se retoma.

El artículo se organiza en tres apartados principales, el primero busca reconstruir los contextos donde se inscriben las prácticas analizadas, centrando la atención en el movimiento villero y sus relaciones con los gobiernos y políticas públicas. El segundo, apunta a desarmar las diversas prácticas e identificar sus aprendizajes organizando la discusión en tres ejes temáticos que retoman discusiones de la época. Por último, una vuelta sobre las trayectorias de los profesionales involucrados en dichas prácticas, para identificar las experiencias aprendidas, sus vínculos y circulación de ideas que dieron pie a sus propuestas.

Contexto y cronología

Para fines de los años sesenta y principios de los setenta, la población villera de la ciudad de Buenos Aires profundizó sus formas organizativas de la mano de diversas organizaciones sociales y políticas, y unió sus reclamos particulares a la lucha por la transformación social y económica. Estrategias que inician años antes, debido a que, como explica Camelli (2017, p.186), luego del golpe de 1955, el sector villero identificado históricamente con el gobierno peronista y la ilusión de ascenso social, cedieron a sus expectativas y pasaron a entender la villa como un lugar de residencia permanente, no como una situación transitoria. Esto cambió su manera de autodefinirse y pensarse, reforzando los reclamos orientados hacia las mejoras de las condiciones habitacionales en las propias villas. Según Snitcofsky, las prácticas de negociación y resistencia inicial fueron heredadas de las formas de organización sindical del peronismo, conformando comisiones vecinales y cuerpo de delegados (SNITCOFSKY, 2018, p.31). Formas que resultaron urgentes para la subsistencia, más aún cuando las políticas públicas de la Revolución Libertadora en adelante4 impulsaron políticas de erradicación para la eliminación de las villas de la ciudad (YUJNOVSKY, 1984, p.98). Estas primeras políticas tuvieron una fuerte influencia de las propuestas orientadas por los organismos internacionales, quienes, además de financiar las intervenciones, dedicaron muchos años al adiestramiento de los técnicos. Para esta perspectiva la villa era considerada un problema y los villeros debían ser “re-educados” en un proceso de “readaptación social” (CAMELLI, 2017, p.195).

El primer plan destinado al problema en las villas fue el Plan de Emergencia que se formuló en 1956, un plan ineficiente que mostró al sector villero lo que el Estado pretendía hacer. Estas medidas buscaron atenuar los conflictos sociales, sin embargo, decantaron en la generación de nuevas formas organizativas. La primera organización de villeros fue la Federación de Villas y Barrios de Emergencia de la Ciudad de Buenos Aires, creada en 1958, influenciada por el Partido Comunista Argentino (SNITCOFSKY, 2018). La Federación se apoyó en las comisiones vecinales y cuerpos de delegados por pasillo o manzana que se habían conformado previamente. Su auge duró hasta 1965, cuando comienza a debilitarse la representatividad entre los villeros y la efectividad de las demandas. Con la asunción de Juan Carlos Onganía (1966-1970) a la presidencia de la Nación argentina, se cortaron todos los canales de diálogo entre el Estado y la organización villera.

El gobierno de Juan Carlos Onganía implementó una política represiva hacia las formas de participación y movilización política que afectó a las organizaciones de base. Las fuertes inundaciones de 1967 en el área metropolitana, obligaron al Estado a tomar medidas por lo que, en diciembre del mismo año se lanzó el Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE). Estas políticas tuvieron un carácter violento, se trasladó a las familias a viviendas temporarias en los Núcleos Habitacionales Transitorios (NHT), hasta la construcción de la vivienda definitiva, pero en varios casos algunas se convirtieron en permanentes. Los NHT dispusieron “13,3 metros cuadrados por familia, se suponía que los villeros debían, otra vez, ‘readaptarse’, antes de ser trasladados como gente civilizada a sus nuevas viviendas” (BLAUSTEIN, 2001, p.21). Según Yujnovsky (1984), estas políticas de erradicación fueron gestando una fuerte oposición a las mismas, conformándose alianzas del sector villero con otros sectores como la Confederación General del Trabajo de los Argentinos (CGTA) y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, lo cual “llevó a que la lucha por la vivienda se enmarcara en el conjunto de las luchas populares que comenzaba a librar el peronismo radicalizado” (ZICARDI, 1977, p.147). La resistencia frente a la erradicación fue sumando la proyección de las demandas villeras como parte de un horizonte de cambios estructurales, gracias a la vinculación con el peronismo y la izquierda. Estos cambios implicaron la transformación de su identidad de resistencia hacia la construcción de “una identidad proyecto, orientada a transformar la estructura social” (CAMELLI, 2010, p.63).

Para 1970, se constituyó la organización política Montoneros, una organización considerada dentro del peronismo radicalizado, con compañeros provenientes de la militancia católica. Para mediados de 1972, comenzó a conformar la política de “frentes de masas”, que organizaron a amplios sectores de la sociedad, entre ellos al sector villero, conformando el Movimiento Villero Peronista (MVP). Este movimiento tuvo gran protagonismo y acogida entre los pobladores de las villas. Para el año 1973, el MVP villero creció y adquirió un mayor impacto en la opinión pública. Los congresos villeros serán expresión de la magnitud que adquieren, el Primer Congreso Nacional Villero se realizó en octubre de 1973, en Santa Fe, con 2.500 delegados (imagen 1), y el segundo fue en enero de 1974, en Córdoba.


Imagen 1
Primer Congreso Nacional Villero

Imagen 1. Primer Congreso Nacional Villero

Fuente: El Descamisado (1973a)

Cuando Héctor José Cámpora (1973) asumió su presidencia en mayo -la cual finalizó en julio del mismo año-, colocó al frente del Ministerio de Bienestar Social5 a José López Rega, una figura ligada al peronismo de derecha. Este Ministerio fue el encargado de atender las problemáticas habitacionales en las villas, y a mediados de 1973, anunció el Plan Alborada que apuntaba a continuar con la erradicación, “reubicando a los villeros en conjuntos habitacionales definitivos, contrariamente a las demandas de los villeros que exigían la expropiación de las tierras y el mejoramiento de sus viviendas” (SATTA, 2015, p.50). Esto decantó en sendos conflictos con el sector villero.

El MVP no fue el único movimiento que aglutinó a los villeros. Otro ejemplo fue la Coordinadora de Centros Vecinales que se conformó en Córdoba a mediados de 1972 y aglutinó a las Comisiones de Base Vecinales y Centros Vecinales. En la misma provincia, en agosto de 1974, se desarrolló el Encuentro de Barrios y Villas organizado por el Frente Antiimperialista y por el Socialismo6. En este encuentro confluyó un sector de izquierda que expresó fuertes cuestionamientos al tercer gobierno peronista. Para mediados de 1974, luego de la muerte de Perón y la asunción de Isabel en la presidencia, se generalizó la violencia, amedrentamiento y persecución hacia los líderes del movimiento villero, junto con las políticas de erradicación de las villas.

En este contexto se desarrollaron las prácticas que se analizan a continuación, haciendo foco en la Ciudad de Buenos Aires donde el movimiento villero mantuvo una participación activa y diálogo con la Comisión Municipal de la Vivienda (CMV), que se encargó de impulsar sendas acciones para la mejora de las villas. La CMV se había creado en 1967, y se encargó de ejecutar conjuntos habitacionales y acciones del PEVE7. Previo a la llegada del tercer peronismo, generó mesas de trabajo en diferentes villas de la ciudad donde motorizó la participación de base y se configuraron las diversas intervenciones. Sus acciones de mejoras en las condiciones de las villas y los mecanismos de trabajo participativos entraron en tensión con las propuestas de los diversos gobiernos nacionales. A pesar de ello, la CMV logró una acción de un gran despliegue territorial que se apoyó en un gran equipo de trabajo el cual, a diferencia de otras dependencias, se conformó mayormente con técnicos, jóvenes y muchos de ellos afines a la Juventud Peronista y Montoneros, estos factores contribuyeron “a la movilización y politización de sus miembros” (GIMÉNEZ, 2014, p.34). A la vez, sus trayectorias personales y grupales dan cuenta de su inscripción dentro de un sector crítico de la arquitectura local, sobre lo que se vuelve en el último apartado.

Prácticas y aprendizajes

Las prácticas que desplegó la CMV estaban en conexión y correlato con otras que se impulsaron desde equipos técnicos de las organizaciones políticas y experiencias de la facultad de arquitectura de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Esta multiplicación de intervenciones comprometió a un sector profesional movilizado que buscó vincular sus prácticas con un horizonte político de transformación social, lo cual era parte de un contexto generalizado de radicalización política de la formación universitaria, de las instituciones profesionales y el mercado laboral (DURANTE, 2020). La mancomunión entre villeros y técnicos se expresó con fuerza en el primer Congreso Nacional de Vivienda Popular (CNVP), realizado en diciembre de 1973 en la Facultad de Ingeniería de la UBA, que reunió a diversas organizaciones e instituciones8, las cuales traían un camino recorrido y repensaron sus estrategias en conjunto. Las ponencias fueron publicadas por la revista Nuestra Arquitectura (NA), uno de los medios especializados más destacados de la época9, lo cual permite visibilizar la politización del campo profesional.

A continuación, se recorren algunas de dichas intervenciones técnico-políticas que suceden en los primeros años de la década de 1970, en las villas de la Ciudad de Buenos Aires, organizando sus aportes en torno a tres ejes sobre los que interesa profundizar el debate: (a) abordaje integral del hábitat y participación; (b) repensar las relaciones de producción en la autoconstrucción; y (c) repensar la arquitectura, el proyecto y la tecnología.

(a) Abordaje integral del hábitat y participación

Entre las conclusiones del primer CNVP, se expresó la definición de lo que se consideraba como “vivienda digna”, afirmando que la misma trascendía la unidad locativa y preferían hablar de “hábitat” como aquello que abarcaba el “medio físico (equipamiento comunitario, servicios de infraestructura, transporte, accesibilidad) y social (salud, educación, alimentación, participación popular, etc.) (...) atendiendo a condiciones de habitabilidad de la comunidad, teniendo en cuenta la ubicación geográfica y ecológica” (COMISIÓN ORGANIZADORA, 1973, s.p.). Se sostenía que el abordaje de la problemática debía atender a las demandas populares, apoyándose en la participación y en los hechos colectivos, uniendo “lo tecnológico” y “lo popular”, respetando las diversas costumbres culturales y trayectorias habitacionales.


Imagen 2
Distribución territorial y de actividades de las mesas de trabajo de la CMV

Imagen 2. Distribución territorial y de actividades de las mesas de trabajo de la CMV

Fuente: Instituto de Investigaciones y Proyecto - IIP (1974a)

Las mesas de trabajo de la CMV resultaron una estrategia clave para desplegar un anclaje territorial en las villas de la ciudad. A mediados de 1973, sumó la implementación de la Mesa de Trabajo General y la Mesa de Trabajo Técnico, donde participaron representantes de la comisión, miembros del MVP y el cuerpo de delegados del personal de la CMV. Esto implicó la participación de una figura gremial que además de garantizar las condiciones laborales, apoyó cierta autonomía de los propios trabajadores de la comisión. A lo interno se generaron áreas de trabajo, con diversas tareas: “luz y agua (...); salud (plan de acción antirrábica, edificación de centros de salud, guarderías, campañas de vacunación); educación (material informativo de campaña de alfabetización); vivienda; trabajos generales; juventud y deportes; arte y cultura; problemas sociales; economía y comercio; y documentación laboral” (IIP, 1974a, p.21). Además, para abordar la totalidad del territorio se dividió la ciudad en seis áreas (imagen 2). En cada área, se recibía el apoyo de un equipo interdisciplinario, integrado por: técnicos arquitectos, asistentes sociales y médicos. Las principales tareas se abocaron al mejoramiento de las viviendas afectadas por incendios o inundaciones, el mejoramiento barrial de la infraestructura de servicios, salud y educación, los espacios y circulaciones comunes, acciones educativas, recreativas y deportivas, saneamiento de terrenos, entre otras.

En el primer CNVP la experiencia de las mesas de trabajo fue reconocida y valorada. Los técnicos comentaron allí que las mesas permitieron analizar “los problemas de las villas en general y la forma más económica para resolverlos; la mano de obra la ponen los vecinos y los materiales y recursos (además del aporte técnico) vienen de la Municipalidad y de las demás instituciones específicas” (COMISIÓN ORGANIZADORA, 1973, s.p.). Según las actas del congreso, las mesas de trabajo eran replicadas en diversos puntos del país, como el ejemplo del barrio Chaco Chico en Córdoba10.

Una de las ponencias del CNVP relató la experiencia de la mesa de trabajo en la villa 3, -actualmente barrio Fátima, ubicada en Villa Soldati-, donde se realizaron tareas de: relevamiento parcelario e infraestructura, mejora de la red de agua, pluviales y luz, mejora del pavimento, construcciones de uso comunitario (centro de salud, guardería, gimnasio), reparación de viviendas incendiadas y construcción de viviendas nuevas y la confección de un plan regulador de la villa. Algunos extractos de las propuestas realizadas permiten divisar las formas de trabajo entre villeros y técnicos. Por ejemplo, en la realización del Centro de Salud “El proyecto, dirección y aporte de materiales son por cuenta de la CMV. Siendo la mano de obra de la Villa pagada por la Junta Vecinal y aportes de mano de obra voluntaria” (IIP, 1974a, p.23). Por su parte, la reparación de las viviendas incendiadas se realizó con asesoramiento técnico de la CMV y con materiales de los damnificados, comentando que “En el caso del sector G, el incendio destruyó 10 viviendas hacinadas en una insuficiente superficie de terreno. En este caso la Junta Vecinal de común acuerdo con los vecinos afectados, resolvió que las viviendas fueran reconstruidas en el Sector L” (IIP, 1974a, p.23). Esta relocalización a la vez implicó definir el destino del terreno liberado, el cual fue para ampliar los patios de las viviendas linderas y para la construcción de un sector de juegos. Estas acciones particulares buscaron articularse desde un “Plan Regulador” consensuado con la Junta Vecinal, el cual apuntó a la construcción de obras comunitarias y la descongestión de los sectores más hacinados, con la premisa de “respetar las características sociales de los habitantes de la villa fundamentalmente en lo referente a las regiones de procedencia manteniendo los grupos integrados existentes” (IIP, 1974a, p.23). La participación y trabajo conjunto facilitó estos trabajos de realojamiento en la propia villa y la construcción de un plan general que permitió proyectar la totalidad del territorio habitado.

Otro plan general que se realizó en aquellos años, fue el Proyecto de Radicación de la villa 31 -actualmente barrio Carlos Mugica, ubicada en la zona de Retiro-, donde los villeros organizados a través del MVP, con el apoyo del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo11, armaron una propuesta con la ayuda de profesionales vinculados a la militancia montonera, algunos integrantes de la CMV y otros de la facultad de arquitectura de la UBA. La idea del proyecto comenzó a surgir, a mediados de 1972, cuando se anunció la licitación para la construcción de una autopista que pasaría por las tierras de la villa, para lo cual el Ministerio de Bienestar Social planificaba erradicar a los vecinos. En la villa funcionaba la Junta de Delegados, creada en 1968, apoyada por diversas organizaciones. Desde sus primeros documentos, la Junta reclamó “la participación efectiva de los pobladores en el diseño de sus futuras viviendas y el planeamiento del barrio” (CAMELLI Y SNITCOFSKY, 2016, p.33).

Con la conformación del MVP en la villa 31 se acrecentaron las expresiones de repudio a la erradicación y se avanzó con la idea de construir una propuesta propia. Primero, se realizó un censo extraoficial en la villa a cargo del sociólogo Ernesto Pastrana y un grupo de arquitectos, y se implementó con un grupo de pobladores de la villa. Esta información sirvió de base para la realización del Proyecto de Radicación, el cual se terminó de discutir en un congreso de delegados. Los criterios planteados fueron: el rechazo a la erradicación; la aceptación de la autopista, pero la construcción de las nuevas viviendas en la misma zona; evitar la participación de empresas privadas para la construcción, conformación de un organismo mixto compuesto por el Estado y los villeros; garantizar que el 100% de la mano de obra empleada sea de la villa; y que la obra sea administrada por la CMV.


Imagen 3
Presentación de la propuesta en el Ministerio de Bienestar Social

Imagen 3. Presentación de la propuesta en el Ministerio de Bienestar Social

Fuente: El Descamisado (1973b)

La propuesta se llevó al Ministerio de Bienestar Social, donde insistieron con la idea de que debía ser la CMV la que motorizara la intervención, debido a que tenía en cuenta la opinión de los villeros y habían construído formas de participación activa (imagen 3). Para el movimiento, la participación y el trabajo con técnicos que conocían el territorio era fundamental, como expresaba el “Negro” Vidal: “hay compañeros técnicos que desconocen el problema del trabajo, desconocen las pautas culturales. Porque no sea cosa que nos quieran hacer los ranchos que hacía Lanusse y después nos quieran meter adentro. La experiencia ya nos ha enseñado” (EL DESCAMISADO, 1973b, p.15). El armado del Proyecto lo encabezaron Carlos Levinton, arquitecto y militante montonero, Osvaldo Cedrón, quien trabajaba en la CMV, y Juan Molina y Vedia, quien era parte del re-armado de la propuesta de formación de arquitectura en la UBA, en la efímera experiencia de los Talleres Nacionales y Populares (TANAPO). Gracias a la visibilización del conflicto, lograron que el propio Juan Domingo Perón (1973-1974) los atendiera, sin embargo, también afirmó que la villa sería de las primeras en ser erradicadas de la ciudad, lo cual frustró las expectativas puestas en el proyecto.

La radicación en el lugar era indiscutible para el sector villero y constituía la premisa fundamental de su resistencia, para lo cual fue importante construir planes generales que habiliten a pensar su factibilidad, que sea construido junto a un equipo técnico confiable, que contemple las pequeñas y grandes intervenciones en el tiempo, pero, sobre todo, se apoye en la participación de base. Intervenciones que consideraron aspectos inmediatos y a largo plazo, necesidades urgentes y estructurales, las mesas de trabajo, los planes y su articulación de actores fomentó un trabajo consensuado e integral de abordaje de las problemáticas del hábitat de los villeros. Más aún, las intervenciones pensaron en la integración socio-cultural y económica de los sectores como se analiza a continuación.

(b) Repensar las relaciones de producción en la autoconstrucción

En este punto, interesa volver sobre una de las intervenciones más reconocidas de la CMV, que ha sido largamente estudiada, el realojamiento de la villa 7 -actualmente Barrio Justo Suárez, ubicado en la zona de Mataderos. Ubicado en la zona de Mataderos, este nuevo barrio se construyó en un terreno lindero a la villa, su obra se inició en octubre de 1971 y finalizó con diversas complicaciones en 197412. La obra se llevó adelante en la corta gestión como intendente de la ciudad de Saturnino Montero Ruiz, impuesto por Alejandro Lanusse en la última etapa de la dictadura iniciada por Ongania. El equipo que lo motorizó estaba encabezado por Osvaldo Cedrón, Alberto Compagnucci, Ana Azarri, Eva Binder, Delia Navarro, Horacio Santela, Enrique Ibañez y otros integrantes entre los que había psicólogos sociales, ingenieros y sociólogos. Una de las condiciones que facilitó el trabajo del equipo con cierta autonomía de decisión dentro de la CMV, fue el apoyo recibido por Marta Montero, hija del intendente y cuñada de Osvaldo Cedrón. Además, según la revista Summa, durante el gobierno de Lanusse “coexistían en el régimen una política fundamentalmente represora con otra de captación del pueblo peronista. Dentro de ese marco se circunscribe el proyecto de Villa N°7, posibilitado por la política del GAN13, pero limitado por la primera” (SUMMA, 1974, p.57).

Desde el inicio, se planteó la necesidad de que el plan se construya con la participación de los habitantes en todo el proceso y que la reubicación de la villa sea lo más próximo a su ubicación. Otro de los factores que influyó en el éxito de esta experiencia, fue la organización de base existente, con juntas vecinales y cuerpos de delegados, las cuales exigieron protagonismo en la toma de decisiones. La experiencia profundizó sobre los mecanismos para motivar la democratización y la participación en las políticas públicas urbanas, donde el protagonismo popular era un elemento fundamental (BARRIOS, 2015). Un proceso que desde el inicio fue pensado como “experiencia piloto” debido a que tenía una escala adecuada para abordar y luego ser replicado en otras villas.

En los años de su desarrollo, diversos sectores reconocieron el proceso, una muestra fue la nota publicada tanto por la revista Nuestra Arquitectura (NA) como por la revista Summa14 en 1974, realizada por equipo técnico de la CMV. Este artículo permite profundizar sobre cómo la experiencia pensó el trabajo y las relaciones de producción. Según la nota, las obras “fueron realizadas con el trabajo de los villeros del lugar y de trabajadores provenientes de otras villas de Buenos Aires” (IIP, 1974b, p.26), y los obreros fueron elegidos en base a ciertas prioridades: desocupación, capacidad técnica, número de familiares, entre otros. La mano de obra fue capacitada en las diversas tareas, como el armado de placas, los trabajos de plomería, carpintería y otras especialidades. La denominaban como una experiencia “técnico-laboral” que consolidó un grupo de trabajo que podía intervenir en otros barrios debido a que “la práctica de más de dos años ha permitido formar obreros especializados en dos o más oficios. Asimismo, se desea continuar con el sistema utilizado en esta oportunidad o sea forma una organización empresaria estatal de construcciones con participación villera” (IIP, 1974b, p.26).

Esta forma de “empresa estatal” buscó emplear a los villeros y generar un trabajo estable más allá de la culminación de la obra en su propio barrio. A la vez, apuntó a la “reducción de costos a través de la eliminación de intermediarios y no por la disminución de la calidad y grado de terminación” (IIP, 1974b, p.28). Con una participación activa, se discutieron colectivamente los criterios para organizar el trabajo y “los modos más eficaces de producción”, a partir de lo cual se organizaron equipos de trabajo que se especializaron en ciertos rubros: la fabricación de placas premoldeadas, albañilería, instalaciones sanitarias y carpintería. También se mejoraron las condiciones laborales, desde el equipo técnico de villa 7, afirmaban que a los obreros “se les garantiza una retribución de acuerdo a convenio el goce de los beneficios sociales establecidos por las leyes de trabajo, su capacitación técnica y el derecho a desarrollar sus propias organizaciones con o sin la participación de los técnicos del equipo” (IIP, 1974b, p.28). Esto último, buscó fortalecer la autonomía de los trabajadores y sus formas colectivas.

La materialización del conjunto fue pensada para que pudiera ser construida por cuadrillas de vecinos, cuya falta de calificación laboral obligó a generar un método constructivo sencillo y sistematizado, que requiriera herramientas simples (imagen 4). La estructura de hormigón armado fue la única parte de la obra que se realizó por licitación con una empresa privada, todos los demás rubros se resolvieron por grupos de vecinos, con una fuerte inclusión de los adolescentes. Las cuadrillas eran dirigidas por especialistas en cada rubro, que se reunieron semanalmente con el equipo técnico para organizarse, y, a la vez, se elaboraron estatutos internos de los grupos para garantizar un espíritu participativo y democrático.


Imagen 4
Trabajo en la fábrica de placas de villa 7

Imagen 4. Trabajo en la fábrica de placas de villa 7

Fuente: Archivo Ana Azzarri

La integración socio-económica del sector villero no solo contemplaba a los hombres, sino también se buscaron formas de integrar a mujeres y niños. Una de las premisas fundamentales era el “Derecho de las familias a que todos sus miembros responsables puedan ingresar en el aparato productivo, y a que la población infantil esté asistida sanitaria y pedagógicamente a la vez que se le brinde una adecuada alimentación” (IIP, 1974b, p.28). Para esto, lo primero que se construyó en la villa fue una guardería donde las madres puedan dejar a sus niños para asistir a las reuniones o el trabajo. En el espacio de la guardería se dieron clases de ayuda escolar y grupos para trabajar temas de salud y adicciones. A la vez, debido al gran tamaño del espacio, se separó un lugar para la oficina de los técnicos de la CMV, quien mudó su mobiliario y equipos de trabajo a la villa. A la vez, se buscó que el pago de la vivienda nueva considere “la capacidad de ahorro de cada familia. Pago del costo real (sin intereses). Reajuste de cuota de acuerdo al salario real. Respecto del núcleo familiar en su real estructura (no encasillamiento en irreales ‘familias tipo’)” (IIP, 1974b, p.28).

Por último, es interesante volver a la figura de los técnicos, para quienes también fue un proceso de aprendizaje y transformación de sus capacidades. Para el equipo de villa 7, la experiencia permitió “conocer las condiciones económicas y las necesidades tanto físicas como intelectuales de los obreros y desterrar sus propios vicios de formación a través de la captación real del problema a resolver y de la elaboración conjunta de la respuesta adecuada” (IIP, 1974b, p.28). El diálogo con los actores del territorio y el debate constante en el equipo forjaron un proceso de reflexión y capacitación de los propios profesionales para abordar una tarea que estaba lejos de ser la cotidiana y aprendida en la universidad. Además, sostenían el “Derecho del profesional a capitalizar ideas y/o proyectos ya desarrollados en el país y en América Latina, para lo cual se hizo una etapa de análisis de experiencias anteriores” (IIP, 1974b, p.28). El estudio de antecedentes fortaleció las capacidades del equipo y su autonomía en la toma de decisiones.


Imagen 5
Fotos de conjunto y planta baja general Barrio Justo Suarez

Imagen 5. Fotos de conjunto y planta baja general Barrio Justo Suarez

Fuente: Archivo Ana Azzarri y IIP (1974b)

Los criterios de la intervención en villa 7 parecen materializar en experiencias concretas diversos debates que se venían construyendo. Como afirma Massida, la experiencia cristalizó ideas que el equipo técnico venía construyendo previamente sobre las formas de abordar la cuestión villera, la participación y la autoconstrucción (2017, p.124). Estos tópicos se debatían con fuerza por aquellos años en los espacios de encuentro profesionales, donde los integrantes del equipo circularon.

(c) Repensar la arquitectura, el proyecto y la tecnología

La construcción de Barrio Justo Suarez, y las demás experiencias donde se vincularon colegas de la CMV y otros grupos afines, generaron propuestas concretas desde donde repensar la propia arquitectura, el proceso de proyecto y el desarrollo de la tecnología. El nuevo barrio debió ser pensado en un terreno que tenía la mitad de la superficie de la villa 7, la cual tenía una población de 122 familias. Esta limitación obligó al barrio a proyectarse en altura, resultando finalmente cinco edificios en tiras de tres y cuatro niveles y una torre de diez niveles, distribuyendo siete tipos de viviendas que iban de monoambientes hasta la de siete ambientes (imagen 5). Todas las decisiones de proyecto se discutieron con los vecinos en asambleas y reuniones diversas, con los aportes técnicos del equipo de la CMV. Se establecieron criterios tales como: a) proponer una diversidad de edificios que permitan identificar las viviendas, evitando un conjunto monótono y homogéneo; b) generar espacios de encuentro y reunión, en las calles internas y patios comunes, recreando las situaciones que se daban en la villa; c) disponer viviendas iluminadas, bien asoleadas, que se pudieran adecuar internamente, con espacios más reservados y silenciosos para los dormitorios, con buenos espacios de guardado. Estos aspectos formaban parte de discusiones disciplinares de la época, donde se cuestionó a los grandes conjuntos habitacionales homogéneos, así como la falta de flexibilidad de las viviendas y la identidad de los espacios comunes.


Imagen 6
Reuniones de trabajo para la discusión del proyecto en villa 7

Imagen 6. Reuniones de trabajo para la discusión del proyecto en villa 7

Fuente: Archivo Ana Azzarri

Entre el equipo y los villeros se estableció un vínculo cotidiano, de consulta permanente, que permitió fortalecer los espacios democráticos y resolutivos, que garantizaron la participación de todos los sectores y ordenaron el trabajo. Se realizaron asambleas de todos los vecinos, reuniones por sectores, talleres con niños, jóvenes y mujeres, se eligieron delegados por manzana, así como las cuadrillas de construcción y la fábrica de placas votaron a sus responsables y construyeron reglamentos internos de trabajo (imagen 6). En este proceso, el papel del equipo técnico fue fundamental, debido a ser el responsable de encauzar las discusiones en propuestas concretas y posibles de materializar. El proyecto trabajó fibras sensibles como lo eran el realojamiento y el cambio de vida de viviendas unifamiliares hacia modelos multifamiliares. La posibilidad de concretar el proyecto, sumado a acciones previas de mejoramiento de la villa (como las circulaciones internas, servicios y espacios comunes), considerando que los tiempos de la obra iban a ser extendidos, fortaleció la confianza y permitió legitimar los mecanismos de trabajo propuestos.

La escala del proyecto facilitó la comprensión y discusión de la totalidad. El proyecto se convirtió en un instrumento para el abordaje integral de los problemas, siguiendo el objetivo del equipo, el cual apuntó a una “Redefinición del hecho arquitectónico superando la idea de diseño como respuesta individual que se materializa en el objeto terminado en el cual el uso social es una práctica posterior, por un nuevo concepto en el hábitat como fenómeno totalizador e integrador” (NA, 1974, p.28). El proyecto se constituyó en horizonte de sentido, en herramienta política e instrumento de negociación, democratización y participación. Estas experiencias cambiaron radicalmente la concepción de la arquitectura como objeto, hacia formas que piensan la arquitectura como proceso y la entraman con sus contextos y actores.


Imagen 7
Propuesta de reacondicionamiento de viviendas ante siniestros

Imagen 7. Propuesta de reacondicionamiento de viviendas ante siniestros

Fuente: Nuestra Arquitectura (1974)

El proyecto de villa 7 debió considerar desde el inicio cómo se iba a materializar, planificar quiénes y cómo lo construirían. La elección de la estructura de hormigón y placas premoldeadas obligó al uso de una modulación y sistemas regulares, que facilitaban el proceso constructivo y las modificaciones futuras de las viviendas. Estos criterios en la determinación del sistema fueron luego desarrollados y profundizados por profesionales de la CMV en otras experiencias y en la construcción de sistemas de actuación replicables. Un ejemplo de ello, es la propuesta que formuló para la actuación de emergencia en caso de viviendas incendiadas y afectadas por algún otro tipo de siniestro. La primera prueba había sido desarrollada por el arquitecto Fermín Estrella, en vínculo con la CMV, para viviendas de la villa 31, luego del gran incendio que sucedió en abril de 1971, donde se propusieron unas viviendas de rápido armado para reemplazar las afectadas. A esta intervención, siguieron una serie de trabajos similares en Villa Bajo Belgrano, Villa Jardín y Villa 21 (ESTRELLA, 1984, p.185). Estas experiencias fueron sistematizadas y teorizadas por el Instituto de Investigaciones y Proyectos (IIP) de la facultad de arquitectura de la UBA, quien publicó un artículo en la revista NA. Allí sintetizó la propuesta de intervención en vivienda ante siniestros, en la cual se reemplazó las carpas utilizadas anteriormente, por viviendas construidas con sistemas modulares de montaje en seco, de rápida y fácil ejecución, sin requerir mano de obra especializada, con materiales reutilizables (imagen 7).


Imagen 8
Propuesta de sistema de viviendas flexibles definitivas

Imagen 8. Propuesta de sistema de viviendas flexibles definitivas

Fuente: Nuestra Arquitectura (1974)

Hacia 1973, Fermín Estrella, quien era muy cercano a los integrantes del equipo de villa 7, se acercó a la CMV e impulsó un programa para conjuntos de viviendas definitivas. La propuesta se basó en una estructura flexible que podía crecer, disponer viviendas diferentes y modificaciones posteriores. Sobre la estructura se montaba un sistema de placas y elementos de equipamiento sencillos que podían manipularse por mano de obra no especializada (imagen 8). En estos prototipos aplicó sus ideas en torno a la arquitectura de sistemas que venía desarrollando previamente, preocupado por la masividad del problema de la vivienda. El sistema propuesto “posibilita con el solo dato previo del número de habitantes y de familias iniciar la estructura de hormigón armado mientras se decida con la participación de los futuros habitantes, la definición acabada de la tipología” (IIP, 1974, p.25). En este aspecto, la propuesta se hacía eco de las críticas en torno a los tiempos, debido a que “este hecho de la participación del usuario en la elaboración del programa no significaría un atraso en la iniciación de las obras” (IIP, 1974, p.25).

El IIP fue creado a la par de la experiencia de los TANAPO, encabezado por Fermín Estrella y Mario Tempone, y apuntó a la articulación de la universidad con las instituciones públicas y el sector privado de la construcción para la formulación de propuestas de intervención en las problemáticas del hábitat popular y la ciudad. Sus ponencias y artículos fueron un insumo para las intervenciones de la época, así como los materiales confeccionados por ambos arquitectos un año antes, cuando condensaron sus experiencias e ideas en la cartilla “Bases para un proyecto político-técnico de construcciones masivas con participación popular”15. En este texto desarrollaron la propuesta para una arquitectura de sistemas abocada a la problemática de la vivienda popular. Allí señalaban que tanto el sistema de proyecto como el constructivo debían pensarse “con y para el pueblo”, estableciendo un diálogo de saberes que permita “nutrir nuestra técnica con los conocimientos del pueblo y de transferir al pueblo conocimientos, es decir: si nos preocupamos de ir destruyendo el monopolio del saber y de ir construyendo con el pueblo nuevas herramientas de producción intelectual” (EQUIPOS POLÍTICO-TÉCNICOS JUP, 1973, p.5). Estas ideas iban en sintonía con sus expectativas de transformación social, donde entendían que no sólo se resolvía un problema, sino que había que repensar las relaciones estructurales, tanto las de producción material, como las de producción del conocimiento.

Trayectorias y circulación de ideas

Estas experiencias de mejoramiento habitacional en las villas de la Ciudad de Buenos Aires, articularon al movimiento villero con un sector profesional que desde varios años antes se preguntó por la injerencia de la disciplina en las problemáticas sociales. Este último apartado apunta a volver brevemente sobre las trayectorias de algunos de los profesionales que desarrollan las prácticas analizadas, para comprender de dónde vienen las ideas y propuestas formuladas, que otras experiencias previas conocieron y reformularon, y con quienes se formaron y discutieron en el propio ámbito disciplinar.

Los profesionales involucrados estudiaron en las facultades de arquitectura de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Fermín Estrella y Mario Tempone se recibieron en la UBA, mientras que Osvaldo Cedrón, Alberto Compagnucci y Ana Azzarri en la UNLP. Su formación se insertó en el período desencadenado post caída del peronismo de 1955, donde el movimiento estudiantil comenzó a forjar su protagonismo al calor de la modernización de la institución y sus planes de estudio. La problemática habitacional en las grandes ciudades se hacía visible e interpelaba al Estado y la formación de los profesionales de la Universidad Pública. En 1956 se desarrollaron en la UBA las primeras experiencias de trabajo territorial que integraron la extensión, investigación y formación, y convocaron a diversas facultades para intervenir de manera interdisciplinaria. Esta experiencia en Isla Maciel, impulsada por Departamento de Extensión Universitaria (DEU) de la UBA (BRUSILOVSKY, 1998), configuró las primeras experiencias vivenciales y participativas de estudiantes y docentes con los pobladores y sus problemáticas habitacionales. Es conocido el proyecto del Taller a cargo de Wladimiro Acosta, sin embargo, también hubo intervenciones desde otros talleres de la facultad de arquitectura donde Estrella y Tempone se formaron.

A comienzos de los años sesenta, se fue consolidando un sector profesional que buscó vincular sus conocimientos al horizonte de transformación social que habilitaba el triunfo cubano de 1959. Esto se visualizó en los congresos de arquitectura de la época, siendo un punto destacado el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) que se desarrolló en Cuba en 1963 (CARRANZA, 2014), donde por ejemplo asistieron Azzarri y Compagnucci. En 1969, se desarrolló otro congreso de la UIA en Buenos Aires, donde Estrella fue uno de los profesionales que acompañó al sector estudiantil que interrumpió el acto de inauguración en protesta contra la represión del gobierno de Onganía, señalando las contradicciones de realizar un congreso que se proponía abordar la “vivienda social” en dicho contexto.

El golpe de Onganía de 1966 interrumpió los esfuerzos que se venían construyendo en las facultades de arquitectura, como los encabezados por Mario Soto que propuso talleres para abordar la cuestión de la vivienda popular en la UBA y la UNLP. Sin embargo, luego de la intervención de las universidades, Soto junto a Marcos Winograd16, Francisco García Vázquez17, Juan Molina y Vedia, Rodolfo Livingston18, Osvaldo Bidinost19, el propio Tempone, Estrella, Azzarri, Cedrón, entre muchos otros, volvieron a aglutinarse en diversos espacios, tales como: el “Centro de Estudios del Hábitat” (1967), de desarrollo de investigaciones por fuera de la Universidad, o el “Frente de Arquitectos” (1969), de intervención en ámbitos profesionales. Un sector conformado por diversas generaciones que se formaron mutuamente, a los cuales es posible encontrar en diversos lugares desde donde emergieron voces disidentes con el discurso tradicional de la práctica arquitectónica durante los años sesenta y setenta (cuadro 1).

Cuadro 1. Conexiones locales y regionales de los arquitectos argentinos

Cuadro 1
Conexiones locales y regionales de los arquitectos argentinos

Fuente: elaboración propia

Por otro lado, resulta interesante divisar las prácticas previas relacionadas a la problemática del hábitat popular sobre las que reflexionaron los profesionales en cuestión. Por ejemplo, es posible mencionar el caso del equipo de villa 7 formado en la UNLP durante el decanato de Hilario Zalba, con quien tuvieron una estrecha relación. Zalba fue quien estuvo al frente del sistema ATEPAM (Asistencia Técnica, Esfuerzo Propio y Ayuda Mutua)20, desarrollado desde el Instituto de la Vivienda de la Provincia de Buenos Aires, a principios de los años sesenta. Una experiencia que retoman y de la que reelaboran ciertos elementos en base a los debates de la época que cuestionaban los sistemas de autoconstrucción financiados por los organismos internacionales21.


Imagen 9
Manuales del Sistema ER66 y Sistema IRA para escuelas rurales

Imagen 9. Manuales del Sistema ER66 y Sistema IRA para escuelas rurales

Fuente: Archivo personal Fermín Estrella

Antes de vincularse a la CMV, este grupo de arquitectos realizó diversas experiencias en ciudades del interior del país. Azzarri y Compagnucci realizaron en Bahía Blanca sus primeras experiencias vinculadas a la vivienda popular y la autoconstrucción, como el caso del proyecto de viviendas El Saladero. Por su parte, Fermín Estrella e Enrique Ibañez conformaron el Grupo IRA (Industrialización y Racionalización de la Arquitectura), junto a Miguel Cangiano y Pedro Padawer. El Grupo IRA es reconocido por la historiografía de arquitectura local22 porque su trabajo se diferenció de las propuestas de arquitectura de sistemas importados del extranjero, pensando de manera integral el problema del desarrollo tecnológico y apropiación social, vinculando al desarrollo nacional de la industria de la construcción y las capacidades disponibles.

El Grupo IRA profundizó las ideas que Estrella había desarrollado previamente para la construcción de escuelas rurales desde el Plan de Construcciones Escolares y el Grupo Nacional de Desarrollo de la Arquitectura Escolar, durante el gobierno de Arturo Illia (1963-1966). Este trabajo comenzó con la llegada de los arquitectos Ignacio Zuvizarreta y Ramón Vargas Mera, que provenían de la experiencia venezolana y mexicana de escuelas rurales, respectivamente, organizados a partir de la UNESCO y el CONESCAL (Centro Regional de Construcciones Escolares para América Latina). Se desarrollaron sistemas de construcción en seco, prefabricados, que podían ser desarmados y montados a caballo para llegar a lugares alejados donde construir nuevas escuelas. Los sistemas se comunicaron en manuales de armado con dibujos sencillos de comprender que facilitaban la autoconstrucción sin necesidad de la dirección técnica del equipo (imagen 9). Dentro de esta etapa de infraestructura escolar, Estrella también realizó el proyecto de la escuela “Bandera Argentina” en la villa 31 (ESTRELLA, 1984, p.99), la cual fue una conquista de la Federación de Villas y Barrios de Emergencia (SNITCOFSKY, 2018, p.37).


Imagen 10
Sistema de viviendas flexibles unifamiliares por Estrella Tempone y Trinchieri

Imagen 10. Sistema de viviendas flexibles unifamiliares por Estrella, Tempone y Trinchieri

Fuente: Archivo personal Fermín Estrella

Mario Tempone, por su parte, durante los años sesenta, formuló un plan de viviendas para ser construido por Ayuda Mutua y Esfuerzo Propio en la Provincia de San Luis, y proyectó otro conjunto de viviendas para la erradicación de una villa en la Municipalidad de Campana (1965). Junto a Estrella y Francisco Trincheri, realizaron un proyecto de vivienda y un estudio para su sistematización en 1972, para el Instituto de Promoción y Planificación de la Vivienda de la provincia de Rio Negro (imagen 10). Diversas prácticas donde fueron desarrollando las ideas de sistematización, prefabricación y generación de empleo que luego se aplicarían en las experiencias de las villas de Buenos Aires.

Aún es necesario seguir profundizando sobre estas conexiones y circulación de experiencias por todo el continente, que encuentran a generaciones de profesionales formándose e intercambiando ideas, pero también reflexionando sobre sus propias prácticas y reactualizándolas en los diversos contextos y oportunidades institucionales. En las experiencias estudiadas se visualiza a un sector que se formó en un importante proceso de participación y movilización política de universitarios y profesionales, que fue duramente reprimido por la violencia estatal o paraestatal desatada desde 1974, que obligó a muchos de ellos a exiliarse del país.

Reflexiones finales

Recuperar las intervenciones de mejora del hábitat en las villas de Buenos Aires en los primeros años setenta, permite identificar prácticas concretas que apuntaron a trabajar sobre las discusiones de la época. Construyeron diversas estrategias prácticas para verificar si era posible: incorporar la participación popular en todas las instancias de proyecto y construcción; emplear a los pobladores en un trabajo estable, con condiciones dignas y autogestivas; realizar propuestas de vivienda que aceleren los tiempos de materialización sin perder la flexibilidad y determinación de las familias en el tiempo; desarrollar tecnologías aprehensibles, apropiables y replicables que dialoguen con las capacidades existentes; facilitar la participación de la mujer e incorporar las nuevas formas de familia, lejos de los estereotipos tradicionales; repensar la propia disciplina y sus mecanismos de producción de conocimiento entorno al proyecto; generar microintervenciones de relocalización y reutilización de predios vacíos con fines comunitarios, a la par de grandes determinaciones como relocalizar la villa, consensuar nuevas formas de vivir en viviendas en altura o construir planes generales que abarquen la totalidad del territorio; repensar la figura del equipo técnico, transformando sus conocimientos y aptitudes de partida, y avanzando sobre su autonomía política para la toma de decisiones. Todas estas aristas resultan aprendizajes valiosos de los que seguir aprendiendo para construir prácticas actuales, debido a que trabajan sobre discusiones aún vigentes.

Profundizar en el diálogo entre actores, en este caso entre arquitectos y villeros, permite avanzar sobre la politicidad de las propias prácticas territoriales, profundizando en el análisis complejo de las intervenciones que habilite una reflexión crítica. Una investigación que indaga en el campo profesional de la arquitectura como una forma de desentramar nuevas dimensiones que hacen a las políticas públicas y las intervenciones urbanas. Una mirada que hace aportes a la propia historia disciplinar, al volver sobre las intervenciones arquitectónicas alejándose de la mera objetualización (donde muchas veces se las reduce a fotos y planos, imposible de recuperar aquellas que no se construyeron), y de la cancelación de las prácticas por su condición de “politizadas” (donde supuestamente se perdió el aporte específico, y todo fue “política”). Lejos de estas miradas, se recuperan las prácticas y procesos que hacen a la arquitectura, así como las trayectorias individuales y colectivas, la circulación de ideas e intercambio de experiencias, sus entrelazamientos multiactorales e interinstitucionales, que aportaron a la configuración de prácticas alternativas posibles.

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Notas
Notas
1 Se agradece al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) por financiar la beca de investigación marco, y al Centro Interdisciplinario de Estudios Complejos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) por disponer el espacio de trabajo.
2 Arquitecta de la FAU-UNLP; Doctora en Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de General Sarmiento; Docente, extensionista e investigadora del Centro Interdisciplinario de Estudios Complejos FAU-UNLP; orcid.org/0000-0001-5827-8812; durantemariaeugenia@gmail.com.
3 Este artículo es parte de un trabajo de tesis doctoral donde estos temas se desarrollan con mayor extensión y profundidad. En esta perspectiva se busca problematizar las prácticas y discursos arquitectónicos a partir de la categoría de trabajo “profesional militante”, desde la cual aportar y profundizar el debate sobre las adaptaciones y transformaciones que operó la modernización cultural y la politización de los sectores medios sobre el ejercicio profesional de la arquitectura, en las décadas de 1960 y 1970 en Argentina.
4 A pesar de que el problema de las villas se hace notorio mucho antes de 1955, se considera a las políticas impulsadas por la Revolución Libertadora como las primeras en Argentina. Como afirman Ballent y Liernur, “el peronismo no desarrolló una política específica para esta nueva realidad urbana, ya que sus planes de vivienda tuvieron como principales destinatarios a los trabajadores sindicalizados, y los casos de extrema precariedad fueron atendidos de manera no sistemática por la labor asistencial de la Fundación Eva Perón” (BALLENT Y LIERNUR, 2014, p.327).
5 El Ministerio de Bienestar Social había sido creado durante el gobierno de Juan Carlos Onganía.
6 El Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) se formó en Argentina en 1973 y aglutinó a diversas organizaciones, sindicatos, personalidades y sectores sociales no organizados; una de las organizaciones que lo impulsa es el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y una de sus figuras destacadas fue Agustín Tosco.
7 Sus primeras obras fueron grandes conjuntos habitacionales en el marco del Plan de Desarrollo Urbano del Parque Almirante Brown (PAB), como el Conjunto Lugano I y II (Barrio General Salvio), con préstamos del BID (Banco Interamericano de Desarrollo). A su vez, a fines de los sesenta, se encargó de poner en marcha el Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE), construyendo los NHT y conjuntos habitacionales definitivos.
8 Participaron instituciones públicas: facultades de arquitectura de todas las universidades del país; diversos institutos de investigación; el Ministerio de Bienestar Social, el de Obras Públicas y el de Justicia; la Comisión Municipal de la Vivienda y los Institutos Provinciales de la Vivienda, entre muchas otras. Agrupaciones profesionales: SCA, Federación Argentina de Sociedades de Arquitectos, Asociación de Trabajadores Docentes e Investigadores de la FAU, Consejo Tecnológico Peronista Capital, Acción Social Movimiento Nacional Peronista, Agrupación Arquitectos Peronistas, entre otras. Organizaciones sociales y políticas del sector villero: el Movimiento Villero Peronista (MVP, con sus diferentes regionales), el Movimiento Inquilinos Peronistas, la Cooperativa Berisso y la Federación Villas-Capital. Como se puede divisar, gran parte de los sectores organizados de la sociedad que participaron venían del peronismo.
9 Fue una de las revistas con mayor continuidad, trayectoria e influencia dentro del campo profesional, se publicaron 523 números entre 1929 y 1986. En su larga trayectoria, sufrió cambios en sus contenidos, enfoques y escritores, que le permitieron actualizarse ante el contexto cambiante.
10 Se registra en este barrio se desarrolló un proceso de mejora de vivienda y participación con la asistencia técnica de la organización Servicio Habitacional y de Acción Social (SEHAS) entre 1975 y 1976.
11 El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo se crea para 1967 en Argentina (MANGIONE, 2004, p.5), motivado por la renovación de la iglesia ante el llamamiento del papa Pablo VI de solidarizarse con las problemáticas de los pueblos y los problemas de los países en vías de desarrollo.
12 La finalización de la obra no fue sencilla debido a un clima político cada vez más conflictivo. Varios de los integrantes del equipo de trabajo tuvieron que exiliarse en provincias del interior y otros países cuando la triple A comenzó a operar en 19
13 El GAN es el Gran Acuerdo Nacional, implementado por el gobierno de Lanusse como pacto político para acordar la transición hacia la vuelta de las elecciones.
14 Esta revista apareció en 1963 y se mantiene hasta la actualidad con algunos cambios, denominada Summa +, constituyéndose en una de las más reconocidas en el campo profesional local.
15 El texto realizado por Tempone y Estrella fue firmado como Área Vivienda de los Equipos político-técnicos de la Juventud Peronista donde ambos participaron. Además, fue reimpreso por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Arquitectura de Córdoba y de Mar del Plata, en 1974, y circuló por todas las facultades de arquitectura del país con una tirada de más de tres mil ejemplares.
16 Vinculado al Partido Comunista, recorrió los congresos de la época y desarrolló materiales importantes para pensar una perspectiva crítica de la arquitectura desde mediados de los años cincuenta, y participó de varios de los armados tanto en la facultad de la UBA como de la UNL
17 Luego preside la Sociedad Central de Arquitectos cuando la misma se involucra en las discusiones de los primeros años setenta, como el Congreso Nacional de Vivienda Popular de 1973.
18 Estos dos últimos arquitectos argentinos volvían de participar de la experiencia cubana. El primero, encabezó una de las áreas de conocimiento que organizaban los TANAPO en la UBA, y participó del Proyecto de Radicación de la villa 31. El segundo, desarrolló un método de arquitectura participativa que es utilizado en toda Latinoamérica hasta el día de hoy.
19 Procedente de experiencias como el “Cuerpo de Graduados” que se forma en la UBA luego de 1955, y que buscó conectar la formación con las demandas de un profesional crítico atento a las problemáticas de la realidad social. Participó en talleres de la UNLP, la UBA y fue parte de la reconocida experiencia del Taller Total de Córdoba.
20 El programa ATEPAM de construcción de viviendas por Ayuda Mutua que Zalba desarrolla, se da en el marco de programas de financiación de la Alianza para el Progreso, impulsado por organismos internacionales y los Estados Unidos.
21 Ejemplo de ello es que, mientras en el sistema ATEPAM los habitantes participaban de la construcción de las viviendas como condición para obtención de dicha vivienda, en la villa 7, esta participación es entendida como posibilidad de formación de oficios y salida laboral a los habitantes de la villa. A su vez, en el programa del Instituto de la Vivienda las tipologías y ubicación eran designadas previamente por los técnicos, sin posibilidad de participación de los futuros usuarios. Mientras que la construcción del Barrio Justo Suárez contempló instancias de participación en todo el proceso de diseño.
22 En el diccionario de arquitectura argentina, Aliata sostiene que: “A inicios de los setenta, un ensayo de Arquitectura Sistemática, con una perspectiva de inserción en un proceso de socialización, como la que lleva a cabo el grupo IRA, pone al desnudo las contradicciones de una tendencia cuya aspiración fundamental parece vincularse con la necesidad de crear una retórica tecnológica. (…) Sus manifestaciones, construidas con un perfil técnico acorde con el estado real del avance de los materiales de construcción en el medio local, son diametralmente opuestos a las expresiones que hemos descripto” (LIERNUR Y ALIATA, 2004, p.59).
Notas de autor
2 Arquitecta de la FAU-UNLP; Doctora en Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de General Sarmiento; Docente, extensionista e investigadora del Centro Interdisciplinario de Estudios Complejos FAU-UNLP; orcid.org/0000-0001-5827-8812; durantemariaeugenia@gmail.com.

Imagen 1
Primer Congreso Nacional Villero

Imagen 2
Distribución territorial y de actividades de las mesas de trabajo de la CMV

Imagen 3
Presentación de la propuesta en el Ministerio de Bienestar Social

Imagen 4
Trabajo en la fábrica de placas de villa 7

Imagen 5
Fotos de conjunto y planta baja general Barrio Justo Suarez

Imagen 6
Reuniones de trabajo para la discusión del proyecto en villa 7

Imagen 7
Propuesta de reacondicionamiento de viviendas ante siniestros

Imagen 8
Propuesta de sistema de viviendas flexibles definitivas
Cuadro 1
Conexiones locales y regionales de los arquitectos argentinos


Imagen 9
Manuales del Sistema ER66 y Sistema IRA para escuelas rurales

Imagen 10
Sistema de viviendas flexibles unifamiliares por Estrella Tempone y Trinchieri
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