Dossiê
Recepción: 03 Agosto 2021
Aprobación: 15 Agosto 2021
Publicación: 01 Septiembre 2021
DOI: https://doi.org/10.5335/hdtv.21n.3.12808
Resumen: El presente artículo tiene como objetivo analizar las actividades de la Fundación Rockefeller (FR) en la Argentina, entre los años treinta y cuarenta. Como planteamos, a partir de la bibliografía disponible, el rol de esta fundación fue clave para la promoción de proyectos que intentaron mejorar la formación de médicos, personal de enfermería e investigadores científicos. El accionar de la FR es indagado en este trabajo en su relación con las estrategias de otra agencia, la Oficina Sanitaria Panamericana, junto a la cual la fundación construyó un espacio internacional de promoción de la salud, la medicina, la enfermería profesional y la investigación bio-médica. Este proceso de internacionalización, como se verá, reconocía antecedentes muy tempranos en los itinerarios trasnacionales de los médicos argentinos.
Palabras clave: Argentina, Fundación Rockefeller, Salud pública..
Abstract: The aim of this article is to analyze the activities of the Rockefeller Foundation (RF) in Argentina, between the 1930s and 1940s. As we propose, based on the available bibliography, the role of this foundation was key in the attempt to improve the training of doctors, nursing staff, and scientific researchers. The actions of the RF are analyzed in this work in its relationship with the strategies of another agency, the Pan American Sanitary Bureau, together with which the foundation built an international space for the promotion of health, medicine, professional nursing and bio-medical research. This process of internationalization, as will be seen, recognized very early antecedents in the transnational itineraries of argentine doctors.
Keywords: Argentina, Rockefeller Foundation, Public health..
Resumo: O presente artigo tem como objetivo analisar as atividades da Fundação Rockefeller (FR) na Argentina, entre as décadas de 1930 e 1940. Tal como propomos, com base na bibliografia disponível, o papel desta fundação foi fundamental na promoção de projetos que procurassem melhorar a formação de médicos, pessoal de enfermagem e investigadores científicos. As ações do FR são investigadas neste trabalho em sua relação com as estratégias de outro órgão, a Repartição Sanitária Pan-Americana, junto com a qual a fundação construiu um espaço internacional de promoção da saúde, medicina, enfermagem profissional e pesquisa. médico. Esse processo de internacionalização, como se verá, reconheceu antecedentes muito antigos nos itinerários transnacionais dos médicos argentinos.
Palavras-chave: Argentina, Fundação Rockefeller, Saúde Pública..
Introducción
El objetivo de este artículo es analizar una serie de experiencias y emprendimientos de apoyo a la ciencia y la medicina llevados a cabo por la Fundación Rockefeller en la Argentina, entre 1930-1950. Como veremos, la División Internacional de Salud desplegó una estrategia de apoyo al desarrollo de la investigación médica y científica, a la mejora de la educación médica de pre y pos grado y al entrenamiento de personal de enfermería. Este conjunto de iniciativas se verificaron alrededor del mundo, en los países de América, Europa y Asia donde la Fundación hizo pie de diferentes maneras (BIRN, 2006; FARLEY, 2004; FOSDICK, 1957). Los viajes de estudios médico-científicos, los programas de becas y grants, las misiones médicas, la instalación de postas sanitarias, la construcción de escuelas de medicina, el apoyo a campañas de vacunación fueron ejes importantes de la política global de este organismo. Aunque es posible afirmar que muchas de estas acciones constituyeron un modelo que luego sería imitado por agencias multilaterales como la Organización Panamericana de la Salud, la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y UNESCO, durante las primeras décadas del siglo XX, la Fundación compartió un mismo terreno de operaciones con otras agencias e instituciones trasnacionales, como la Oficina Sanitaria Panamericana y la Cruz Roja Internacional, entre otras. El subsidio a científicos e investigadores médicos, las ofertas de entrenamiento profesional a enfermeras, los viajes de formación para especializarse en salud pública e higiene, las invitaciones a participar en congresos internacionales, fueron parte de un repertorio de prácticas sociales compartidas por diferentes oficinas continentales o globales.
Este trabajo dialoga, en primer lugar, con una corriente de estudios que ha hecho hincapié en la construcción de un ámbito de salud internacional, durante la primera mitad del siglo XX (WEINDLING, 1995; BIRN, 2006; CUETO, 2004, 2013; MAGALHãES, 2006; RAMACCIOTTI, 2017). Estos trabajos poseen objetivos, conceptos y escalas de observación diferentes pero coincidieron en analizar las acciones de actores colectivos e individuales, como campañas anti-epidémicas y misiones de investigación, más allá de las fronteras nacionales y en pensar las políticas de salud de los Estados en conexión con esas acciones.
En segundo lugar, este artículo retoma los aportes que desde historia social y cultural de la salud y la enfermedad, vienen explorando el desarrollo de políticas sanitarias en Argentina y las transformaciones de la atención a la salud (BELMARTINO, 2005; RAMACCIOTTI, 2009; FIDALGO, 2008), la historia del tratamiento de las enfermedades (ZABALA, 2007; AGNESE, 2011), las trayectorias de figuras clave de la medicina, la enfermería, la higiene pública (ÁLVAREZ, CARBONETTI, 2008; RAMACCIOTTI, RAYEZ, 2019; RAYEZ, 2021; RAMACCIOTTI, 2018), la creación de dependencias públicas en torno al cuidado de la salud (BIERNAT, 2015; BACOLLA, 2016; ALLEVI, 2019) así como la emergencia, modernización e institucionalización de las profesiones implicadas en dichos procesos (RUBINZAL, 2016; BUSCHINI, 2016; REYNA, 2016; BACOLLA, ALLEVI, 2019; RAMACCIOTTI, RAYEZ, 2018). Esta agenda colectiva también se ha enriquecido mediante varias investigaciones que indagaron las conexiones internacionales de la salud pública local y los organismos internacionales (VERONELLI, TESTA, 2002; RAMACCIOTTI, 2017; BIERNAT, 2016).
La primera parte de este trabajo explora, a partir del caso argentino, el entrelazamiento de actores y organizaciones trasnacionales en torno a la mejora de la salud pública en las primeras décadas del siglo XX. La segunda parte analiza el accionar específico de la Fundación Rockefeller en nuestro país a partir de algunos emprendimientos llevados a cabo en la Argentina entre los años 1920-1950 y el apoyo a becarios argentinos interesados en formarse como investigadores científicos y médicos de salud pública.
Organizaciones internacionales y formación en salud pública
Desde fines del siglo XIX, varios médicos y médicas interesados en higiene, bacteriología y salud pública viajaron fuera de Argentina a formarse en universidades europeas, asistieron con regularidad a congresos regionales, continentales (panamericanos) o europeos, recibieron becas y subsidios para hacer tales incursiones mientras continuaron desarrollando sus carreras en el país. Los ejemplos son más que abundantes.
Emilio Coni (1855-1928) por ejemplo, fue un pionero experto en demografía e higiene en la Argentina. Tempranamente en 1878 fue nombrado miembro de la Sociedad de Medicina de Lima y Río de Janeiro, miembro asociado extranjero de la Sociedad Francesa de Higiene, en París; al año siguiente asistió al Congreso Internacional de Ciencias Médicas en Ámsterdam; en años posteriores concurrió a los Congresos Internacionales de Higiene y Demografía (1884, La Haya; 1891, Londres; 1894, Budapest), al Congreso Médico Latinoamericano (1901), al V Congreso Médico Panamericano (1908, Guatemala), etc. (ÁLVAREZ, 2008, p. 84-93). Muchos de estos viajes fueron sostenidos por dependencias estatales y organizaciones semi-privadas: el Departamento Nacional de Higiene, la Asistencia Pública de la Capital, la Comisión de Obras de Salubridad, el Círculo Médico Argentino, la Liga Argentina contra la Tuberculosis, la Cruz Roja Argentina, etc. Si miramos otras biografías encontramos patrones similares.
Carlos Malbrán (1862-1940), interesado en bacteriología e impulsor de la producción de sueros, concurrió al Congreso médico Latinoamericano en 1904 y al Congreso Científico Internacional de Medicina e Higiene de 1910. Hacia 1892, con apoyo del Ministerio del Interior, Malbrán viajó a Europa para continuar su especialización en la producción de sueros antituberculosos y diftéricos. En Alemania visitó la ciudad de Múnich, donde estudió con Max von Pettenkofer, uno de los pilares de la medicina social y preventiva; en Berlín conoció a Robert Koch, y en París, a Émile Roux (SáNCHEZ, 2007, p. 503-504; RAMACCIOTTI, RAYEZ, 2020).
Salvador Mazza (1886-1946), uno de los principales investigadores de la enfermedad de Chagas-Mazza, también siguió pasos similares. En 1918, por ejemplo, apoyado por un designación oficial del presidente Hipólito Yrigoyen, concurrió a la Segunda Conferencia de la Sociedad Sudamericana de Higiene, Microbiología y Patología en Río de Janeiro, Brasil (CASTAGNINO, 1986, p. 20). Hacia los años veinte visitó centro científicos en París, Berlín, Hamburgo y Londres; conoció el Instituto Pasteur de Argelia; en Túnez se vinculó con Charles Nicolle, entomólogo y bacteriólogo (CASTAGNINO, 1986, p. 14). En años posteriores entró en contacto con especialistas de Brasil, como Carlos Chagas; visitó países de América Latina y concluyó su vida en México en 1946.
Unas décadas después todavía encontramos pautas e itinerarios similares. Carlos Alvarado (1904-1986), un destacado médico estudioso del paludismo en las provincias del norte argentino, luego de graduarse en 1929, viajó a Roma, a la Scuola Superiore di Malariologia y luego a la London School of Hygiene and Tropical Medicine (SáNCHEZ, 2007, p. 577). Estas experiencias serían fundamentales para su carrera como luchador contra la malaria, cuyo punto álgido transcurrió durante los años del peronismo (1946-1955). En esos años se logra merced a su impulso erradicar la enfermedad (KOHN LONCARICA, AGüERO, SáNCHEZ, 1997; RAMACCIOTTI, 2009). En años posteriores Alvarado fue una figura importante en la Sección Erradicación de la Malaria de la Organización Mundial de la Salud (SáNCHEZ, 2007, p. 578).
La internacionalización de la medicina, la medicina social, la higiene y la salud pública así como todas sus ramificaciones era un hecho palpable hacia las primeras décadas del siglo XX, tanto a través de la participación de médicos y médicas en congresos internacionales, como en los viajes de estudio. Según el relevamiento de Sánchez (2007), a partir de una muestra de ciento cuatro médicos, químicos y otros profesionales identificados con las corrientes higienistas entre c.1880-c.1940, unos veintinueve viajaron al exterior para formarse en diferentes disciplinas médicas, y veintiuno asistieron con cierta regularidad a congresos internacionales, en Europa y América (SáNCHEZ, 2007, p. 466-582).
La formación de organismos internacionales estables, como la División Internacional de Salud de la Fundación Rockefeller y la Oficina Sanitaria Panamericana, que promovieron la ampliación de la vigilancia estatal sobre la salud de la población, la realización de campañas anti-epidémicas y la modernización de la educación médica, vino a integrarse a un incipiente escenario poblado de agencias con pretensiones internacionales, Estados nacionales, asociaciones de la sociedad civil y médicos viajeros, que ya habían empezado a tender sus redes desde fines del siglo XIX.
En este panorama, desde las primeras décadas del siglo XX, los caminos de la Fundación Rockefeller y la Oficina Sanitaria Panamericana se cruzaron sobre América Latina para estimular el desarrollo de una “salud internacional”. Como han mostrado otros autores, las redes de asistencia técnica de estos organismos, se expandieron mediante programas de becas, subsidios, apoyo a la creación de nuevas instituciones y organización de jornadas y congresos sanitários (BIRN, 2006; CUETO, 2004; KORNDöRFER, 2013). La estrategia de la Fundación Rockefeller (FR) se convertiría en un modelo a seguir para fundaciones y organizaciones similares que comenzaron su trayectoria institucional un tiempo después. Hacia 1915 varios consejeros de la Fundación, como Wickliffe Rose y el médico Richard Pearce pensaban que para controlar las epidemias y enfermedades endémicas que azotaban a los estados del sur en EE.UU. y a los países latinoamericanos en su inmediata zona de influencia era necesario que estos mejoraran sus servicios de salud y contaran con instancias de gobierno sanitario, como ministerios o direcciones de salubridad (FOSDICK, 1957, pp. 131-132). Esto se lograría interviniendo en la educación de los médicos. Según el reporte de 1915, elaborado por los consejeros William H. Welch y Rose,
beneficios sociales, políticos y económicos podrían derivarse de una nueva salud pública científica. Profesionales entrenados en salud pública podrían resolver los peores problemas sociales y de salud de las ciudades industriales, elevar la salud de los trabajadores rurales, mitigar la brecha entre pobreza y riqueza, elevar los niveles de productividad y eficiencia y preservar los recursos humanos, fuentes de la riqueza nacional (FEE, 2016, p. 28).
Esta política de promoción de la medicina con la mira puesta en la mejora de la salud de las poblaciones se desplegó mediante dos iniciativas paralelas. Una se expresó en el programa global de becas de formación para científicos y médicos. Entre 1914 y 1949 la Fundación entregó 10 mil becas, por sí misma o a través de instituciones del gobierno federal norteamericano. Las becas sumaron un monto de veintiocho millones de dólares, destinados a becarios de setenta y cinco países (FOSDICK, 1957, p. 310). En América Latina la fundación otorgó hasta 1942 unas 316 becas, mayormente a médicos y otros especialistas. Como señalan Cueto (2013) y Korndörfer (2013) estas becas se otorgaban con la condición de que a su regreso el becado tuviera asegurado un puesto en la alta administración sanitaria nacional, pues el objetivo final del programa era fortalecer las capacidades estatales de sus países de origen.
Por otro lado, la fundación instrumentó un “Programa de Educación Médica” durante los años de entreguerras, destinado a mejorar, ampliar o en algunos casos crear desde sus cimientos escuelas de medicina equipadas y modernas en puntos tan diversos como Estrasburgo, Lyon, Bruselas, Sao Paulo, varias ciudades canadienses, Beirut e islas del Pacífico Sur. La Fundación intervino en la creación de la primera Escuela de Salud Pública en EE.UU., en la Universidad Johns Hopkins (FEE, 2016) y también en la fundación de la London School of Hygiene and Tropical Medicine (WILKINSON, 2000). Escuelas de medicina como la de Beijing fueron creadas desde cero. Esta última se fundó en 1921 con un costo de 8.283.000 dólares y
comprendía laboratorios de anatomía, fisiología y química, un pabellón de patología, un hospital con doscientas veinticinco camas para enseñanza de los alumnos y servicio para treinta habitaciones privadas, una escuela de formación de enfermeras, un gran departamento de pacientes externos, una unidad administrativa del hospital, con habitaciones para médicos e internos residentes, un auditorio, un departamento de animales de laboratorio, dormitorios para estudiantes y residencias de profesores agrupadas en dos pabellones independientes (FOSDICK, 1957, p. 110).
En América Latina, la presencia de la fundación se manifestó de diversas maneras. En Brasil, por ejemplo, el establecimiento de lazos con figuras locales a través de becas fue un factor clave (STEPAN, 2011; BATISTA, 2019; KORNDöRFER, 2021). Durante los años veinte la fundación promovió una mejora sustancial de una escuela médica de Sao Paulo, mediante “la introducción de personal docente de carrera en todas las ramas de laboratorio, la limitación del número de estudiantes de acuerdo con la capacidad de los servicios clínicos y de laboratorio” (FOSDICK, 1957, p. 142). El éxito de esta iniciativa y otras en Brasil fue dispar. Según John Farley, el proyecto de un Departamento de Higiene en la Faculdade de Medicina e Cirugia de São Paulo comenzó en 1917, con un aporte de la Fundación de un millón trescientos mil dólares. La idea del Board of Health de la Fundación era crear un departamento universitario, vinculado a la Escuela de medicina, una idea que el organismo hacía extensiva también a la formación en enfermería. Este proyecto, sin embargo, encontró resistencias entre quienes querían que ese futuro Departamento de Higiene dependiera del Ministerio del Interior y entre muchos aquellos médicos que recelaban la injerencia norteamericana en el país (FARLEY, 2004, p. 210-214). Contra los planes de la FR, el gobierno lanzó un Instituto de Higiene en Sao Paulo, en 1925 bajo su propio control; a pesar de esto, la Fundación otorgó una ayuda de un millón de dólares para construir y equipar el edificio del futuro Instituto. Hacia 1933 el Instituto seguía sin terminarse y su proyecto se perdía en luchas internas de la élite médica local, por lo que la Fundación decidió abandonar sus planes en torno a esta institución y concentrar sus esfuerzos en la lucha contra la fiebre amarilla (FARLEY, 2004, p. 214). Algo más exitoso fue el proyecto de crear una escuela para enfermeras, con apoyo conjunto del gobierno y la Fundación (KORNDöRFER; RAMACCIOTTI, 2021). En 1926 se creó la Escuela de Enfermeras Anna Nery en Río de Janeiro. El gobierno donó para ese fin el edificio del Hotel Sete de Setembro y la FR los fondos para remodelarlo, así como el asesoramiento de la enfermera Ethel Parsons, quien ya había dirigido los primeros cursos de enfermería en el país en 1921.
Unos años más tarde también la International Health Division (IDH) de la FR, financió la creación de una Escuela de Salubridad en Santiago de Chile (HEVIA, 2006) y de varias iniciativas para formar enfermeras universitarias tanto en Argentina como en Chile en la década de 1940 (RAMACCIOTTI, 2017). La actividad de la Fundación en Chile fue profusa en los años cuarenta y se prolongó en los años cincuenta más allá de la promoción a la salud pública, con proyectos de apoyo a la investigación agrícola y el impulso de lo que a partir de los años sesenta se denominaría “Revolución Verde” (QUESADA, 2020).
El apoyo y la creación de instituciones de alto nivel alcanzaron su punto máximo en los años cuarenta. La Segunda Guerra Mundial bloqueó muchas de los proyectos de la fundación en Europa. La inestabilidad política y la revolución en China también cancelaron muchas iniciativas o las interrumpieron. En América Latina las actividades de la organización comenzaron a chocar con iniciativas gubernamentales locales, por superposición de intereses sobre los mismos temas o por diferencias político-ideológicos, como en el caso argentino, donde el golpe de estado de junio de 1943 prácticamente marcó el fin de lo que sería juzgado como "intromisiones norteamericanas" en territorio nacional (CUETO, 2013).
Otro núcleo importante que, actuando a nivel internacional desde las primeras décadas del siglo XX, llevó adelante una política de promoción de la salud pública en aras de mejorar la atención a la salud en América Latina fue la Organización Panamericana de la Salud. El primer antecedente de esta agencia se remonta a 1902 al celebrarse la Convención Sanitaria Internacional de las Repúblicas Americanas en Washington, EE.UU. El organismo adoptó el nombre de Oficina Sanitaria Panamericana en 1923, con la presencia de representantes de veintisiete países entre los que se encontraban los delegados del gobierno argentino, los Dres. Gregorio Aráoz Alfaro, del Departamento Nacional de Higiene y Joaquín Llambías, presidente de la Cruz Roja Argentina (VERONELLI, TESTA, 2002; CUETO, 2004). Un año antes, la organización había empezado la publicación de su Boletín, impreso en inglés, español, portugués y francés desde 1922 hasta fines de los años 1970. Desde principios de siglo se celebraron varias “Conferencias Sanitarias Internacionales” o “Panamericanas”, en Washington D. C. (1905), México (1907), San José de Costa Rica (1910), Santiago de Chile (1911), La Habana (1923), Lima (1927), Buenos Aires (1934), Bogotá (1938) y Caracas (1947).
Estos encuentros internacionales, aunque esporádicos, conectaron tempranamente a los médicos argentinos con un circuito de discusión, formación y establecimiento de lazos profesionales e inter-personales. A partir de la XIIª Conferencia, celebrada en Caracas en 1947, la Oficina pasó a llamarse Organización Panamericana de la Salud (integrando a la Oficina Sanitaria Panamericana, la Conferencia Sanitaria y el Comité Directivo) y designó como presidente al epidemiólogo norteamericano Fred L. Soper (1893-1977). Bajo su dirección, entre 1947-1959, la Oficina, con sede en Washington D.C., amplió su presupuesto, sus funciones, su personal e infraestructura, incrementó la escala de sus operaciones a nivel continental (abriendo oficinas zonales en varios países) (CUETO, 2004).
A estas reuniones internacionales concurrieron médicos argentinos enviados por el gobierno nacional durante toda la primera mitad del siglo XX. Además de los mencionados Aráoz Alfaro y Llambías, el químico Alfredo Sordelli y Nicolás Lozano fueron delegados argentinos en la VIIIª Conferencia Sanitaria Panamericana de 1927 celebrada en Lima. En esa reunión se aprobó la integración de la Oficina Sanitaria Panamericana a la Office International d'Hygiène Publique, de París. En 1934, la IXª Conferencia se celebró en Buenos Aires y los representantes argentinos fueron el fisiólogo Bernardo Houssay, los higienistas Alberto Zwanck, Raúl Vaccarezza y Miguel Susini (presidente del Departamento Nacional de Higiene) y otra vez G. Aráoz Alfaro (presidente de la Conferencia).
Estas reuniones cumplieron varios objetivos. Por un lado, constituyeron espacios de intercambio entre expertos médicos en torno a temas, técnicas, conceptos y nuevas perspectivas sanitarias, de higiene pública, epidemiología, etc. Por otro lado, permitían crear ámbitos de deliberación y elaboración de normativas sanitarias de alcance continental (como el Código Sanitario Panamericano de 1926) que eran puestos a consideración por la Oficina a los gobiernos miembros a fin de lograr homogeneizar métodos y estrategias de control sanitario de puertos y fronteras y agilizar los mecanismos de vigilancia y alerta epidemiológica. Por último, también constituyeron un espacio en el que se discutían y confeccionaban informes técnicos y recomendaciones para todos los países y se incentivaba a los gobiernos nacionales a que crearan Direcciones Nacionales o Ministerios de Salud así como a mejorar la capacitación sanitaria de sus médicos.
Las acciones de la Fundación Rockefeller se expandieron hacia Europa y por América Latina, apoyando el desarrollo de la salud pública como enfoque, como disciplina y como fundamento institucional de una mejor atención a la salud de las poblaciones. Pero la FR no se desenvolvió en soledad ni estimuló procesos que no hubieran comenzado a desarrollarse tiempo atrás. La internacionalización de la medicina, la bacteriología, la enfermería y la salud pública era uno de esos desarrollos, lo que podemos constatar a nivel de las trayectorias individuales de muchos médicos y expertos en higiene pero también mediante el accionar paralelo de organizaciones como la Oficina Sanitaria Panamericana, en claro crecimiento en la primera mitad del siglo XX.
La Fundación Rockefeller en Argentina: investigación científica, salud pública y enfermería
¿Cómo caracterizar la presencia de la Fundación Rockefeller en la Argentina, considerando este contexto más amplio que acabamos de analizar? Los contactos de la FR con el ámbito de la investigación científica, de la medicina y la enfermería en Argentina fueron numerosos entre 1917-1950. Según Marcos Cueto y Steven Palmer, entre 1917-1951 la FR otorgó 473 becas destinadas a capacitación en ciencias médicas a 473 latinoamericanos (CUETO; PALMER, citados en RAMACCIOTTI, 2017, p. 19). Una estimación de Bernardo Houssay en 1949, calculaba que la Fundación había otorgado 77 becas a argentinos: 50 en ciencias médicas, 11 en salud pública, 9 en ciencias exactas y naturales y 7 en humanidades (RAMACCIOTTI, 2017, p. 19). La figura de Houssay no sólo es importante para comprender el desarrollo de la investigación fisiológica en la Argentina, sino también para una historia de la intervención de la FR en Argentina. Se trató de una figura clave, junto a otros, en la medida que actuó en más de una ocasión como intermediario entre la élite médica local y los representantes de la FR en el país. Uno de estos enviados fue Lewis Wendell Hackett (1884-1962), quien representó a su organización en la Argentina entre 1941-1949 (RAMACCIOTTI, 2017). Hackett, como otros enviados, se involucró en diferentes proyectos, tanto en Argentina, como en Brasil, Chile, Bolivia y otros países controlados desde la “Oficina Andina” de la FR. La promoción de la profesionalización de la salud pública, de la enfermería universitaria, de la investigación de laboratorio fueron los principales ejes de su accionar (RAMACCIOTTI, 2017, p. 101). Una idea que obsesionaba a la International Health Division era lograr que los estados latinoamericanos crearan dependencias administrativas específicas para gestionar las políticas sanitarias y que dichas oficinas fueran comandadas por personal profesional, especializado en universidades y no por personas improvisadas o incompetentes. El criterio de la FR fue profesionalista y elitista y el desempeño de Hackett estuvo teñido por esos principios en la medida que sólo entabló vínculos con personalidades de cierta importancia política y científica, como Bernardo Houssay o los diferentes presidentes del Departamento Nacional de Higiene (DNH) (RAMACCIOTTI, 2017, p. 102). Según Elizabeth Fee (2016), las fundaciones norteamericanas como la FR, basaban su accionar filantrópico en una filosofía elitista de la reforma, resumida en la expresión "make the peaks higher". Esto implicaba no auxiliar a las instituciones más débiles o que tuvieran problemas de presupuesto sino crear nuevas instituciones con un alto nivel de excelencia destinadas a perfeccionar personal ya capacitado.
Si en Chile el accionar de la FR logró concretar la creación en 1943 de la Unidad Sanitaria Quinta Normal, para el estudio y tratamiento de enfermedades prevenibles en una de las zonas más pobres de Santiago; y si luego en 1944 también fue fundamental para crear la Escuela de Salubridad de Santiago de Chile, en Argentina se llevaron a cabo varios proyectos relacionados a la investigación científica y a la mejora del entrenamiento profesional de las enfermeras. Uno de ellos fue la creación de la Sección Virus, dentro del DNH. Este proyecto tenía como antecedente un convenio entre la FR y el DNH que se remontaba a 1925 para combatir el paludismo en las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy. A fines de los años treinta la International Health Division de la FR brindó un importante apoyo económico y técnico para la creación de aquella Sección Virus; para erigir esta dependencia se tomó como modelo el estilo de laboratorio colaborativo practicado por Bernardo Houssay y de una clara tendencia imitativa del ejemplo norteamericano.
Es interesante que este proyecto fue respaldado por la Fundación, por funcionarios del DHN como Alfredo Sordelli y Miguel Susini, ex becarios de la FR, y también recibió el impulso que las recomendaciones de la X Conferencia Sanitaria Panamericana (1938, Bogotá) en cuanto a la responsabilidad estatal en la promoción de la ciencia (RAMACCIOTTI, 2017, p. 113). La actividad de la OSP “actuó como legitimadora de la reorganización de los sistemas sanitarios de la región y, principalmente, de sus procesos de centralización administrativa, considerados indispensables para hacer frente a los nuevos programas de salud pública” (RAMACCIOTTI, 2017, p. 113).
Con el apoyo de la FR, consistente en una donación de treinta mil dólares, equipos específicos y el asesoramiento del Dr. Taylor, el laboratorio de la Sección Virus se abocó a la investigación de enfermedades que afectaban a vastos sectores de la población, como la encefalitis humana, la poliomielitis y la psitacosis. Entre 1940-1943 se realizaron varios proyectos de investigación que quedaron plasmados en informes como Investigation of Respiration Diseases: Argentina 1941; por otro lado se publicaron seis artículos científicos firmados por los integrantes del Instituto Bacteriológico: Vilches, Parodi, Etcheverry, Lajmanovich, Chialvo, Averbach, Mittelman (RAMACCIOTTI, 2017, p. 114).
En 1941 la FR comenzó a brindar apoyo al proyecto de mejora del entrenamiento profesional de las enfermeras, con especial atención a la Escuela de Enfermería de la Universidad Nacional del Litoral (provincia de Santa Fe). La FR fue clave en ese proyecto, en la medida que otorgó el presupuesto para salarios y equipamiento para la creación de la Escuela que, además, contó con la dirección de la enfermera estadounidense Jean Martin White (RAMACCIOTTI, 2017, p. 105). Con este impulso, la Escuela pasó de tener diez alumnas a treinta y dos, de las cuales veintidós culminaron la capacitación. De acuerdo con el gobierno de Santa Fé y se estipuló, con las autoridades locales, que las enfermeras, al concluir su preparación, pudieran asistir a los hospitales y a los centros de salud. El incremento de cerca del 120% de las egresadas fue analizado por la FR como un logro muy auspicioso para la región, lo cual se relacionaba también con la excelente relación que la Fundación tenía con el gobierno de Santa Fe, con su ministro de salud y trabajo, Abelardo Irigoyen Freire y con algunos de sus funcionarios.
La cuestión de los lazos interpersonales no fue un asunto menor para el desempeño de la Fundación en los países donde actuó, y el establecimiento de vínculos profesionales y de confianza era un objetivo de agentes como el ya nombrado Hackett. El haber sido becario de la Fundación suponía una credencial de confianza, académica y personal. Los científicos Armando Parodi y Simón Lejmanovich, involucrados por la FR en la creación de la Sección Virus del DNH, habían sido becarios de la fundación; Hernán Urzúa, director de la Unidad Sanitaria Quinta Normal, en Chile, también había sido becario; figuras importantes de la Escuela de Salubridad chilena, como Benjamín Viel y Hernán Romero, también habían obtenido una beca (RAMACCIOTTI, 2017); Geraldo de Paula Souza, un intermediario importante para la actuación de la Fundación en Sao Paulo, Brasil, también había visitado EE.UU. con una beca de la FR (FARLEY, 2004, p. 203-209).
Esta modalidad de apoyo fue uno de los puntos de contacto más importantes de la Fundación con Argentina también y varios expertos que desarrollaron sus carreras desde los años 1930 y 1940, recibieron un impulso clave por parte de la FR. David Sevlever, por ejemplo, fue un médico de Santa Fe, egresado en Buenos Aires, ligado desde los años treinta a la cátedra de Higiene y Medicina social de la Facultad de Medicina de Rosario y al gobierno provincial a través de Abelardo Irigoyen Freire. En los años cuarenta visitó los EEUU con una beca de la Fundación Rockefeller para conocer distintas escuelas de salud pública (RAYEZ, 2017).
Esto le permitió ocupar un puesto importante en el gabinete de Freire y años más tarde sería un antecedente importante al ser nombrado director organizador de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires. Sevlever desarrolló una carrera en su provincia y luego en Buenos Aires y también como consultor internacional en varias oportunidades (RAYEZ, 2017). Su vínculo con la FR no concluyó al terminar su beca sino que fue de vital importancia como “contacto local” de Lewis Hackett, por la confianza que éste le tenía y por sus habilidades como políglota: Sevlever hablaba español, francés, alemán, italiano, ruso e inglés (RAMACCIOTTI, 2017, p. 106). Tanto David Sevlever, como Bernardo Houssay y otros ex-becarios ya mencionados eran figuras de confianza de la élite médico-científica local.
Otra figura importante fue Telma Reca (1904-1979), una médica que ya en 1930 había viajado a EE.UU. con una beca del Instituto Cultural Argentino Norteamericano, para estudiar en la prestigiosa Johns Hopkins University (RAMACCIOTTI, 2018, p. 3). Entre 1942-1948 Reca fue becada por la Fundación en tres oportunidades para especializarse en psiquiatría infantil y en la organización de las Child Guidance Clinics. Como en el caso de Sevlever, el apoyo de la Fundación fue utilizado por esta médica para proseguir una carrera como asesora estatal y como especialista universitaria en temas de niñez y salud materno-infantil.
Las huellas de la FR en Argentina fueron diversas y significativas, incluso a pesar de que luego del Golpe de Estado de 1943 su peso en el ámbito local se hizo menos perceptible y paso a desenvolverse a través de actividades informales y conversaciones de Hackett con sus contactos de confianza (RAMACCIOTTI, 2017). A pesar de esto, la influencia de la FR sobre instituciones, agentes de la salud pública y la investigación científica y figuras de la gestión pública fue importante y dejaría marcas que con las décadas seguirían siendo relevantes.
Conclusiones
La Fundación Rockefeller cumplió un rol relevante en la realización de varios proyectos de escala nacional y local que intentaron mejorar la formación de médicos, investigadores científicos y personal de enfermería, tanto en los Estados Unidos, América Latina y otras regiones del mundo. El accionar de esta agencia filantrópica contribuyó a la formación y despliegue de redes de expertos, universidades y dependencias estatales en torno a problemas sanitarios acuciantes, como la prevención de enfermedades contagiosas, pero también alrededor de otros temas como la mejora de la educación médica. Como vimos, este objetivo fue compartido por otros organismos e incluso en el caso argentino formaba parte del quehacer de médicos y científicos desde fines del siglo XIX. En cuanto a lo primero, organizaciones como la Oficina Sanitaria Panamericana (luego Organización Panamericana de la Salud), venían desde principios del siglo XX construyendo ámbitos de debate internacional sobre medicina y salud pública. La OSP, fundada en 1902, había promovido la celebración de conferencias y congresos internacionales, había publicado un Boletín de distribución continental, y había promocionado la firma de convenios sanitarios entre estados nacionales. Este andamiaje sirvió para tender innumerables puentes entre los diferentes encargados de las políticas de salud en América Latina y entre los líderes de las comunidades médicas panamericanas.
De todos modos, y esto nos lleva al segundo punto, las estrategias de este organismo panamericano convivieron con los itinerarios internacionales de destacados médicos argentinos, quienes desde fines del siglo XIX buscaron mejorar su formación en los centros de investigación más avanzados de Europa y de otros países latinoamericanos. Los lazos trasnacionales que higienistas como Emilio Coni o investigadores como Salvador Mazza establecieron desde las primeras décadas del siglo XX, funcionaron como una antesala de las experiencias internacionalistas planteadas tanto por la OSP como por la Fundación Rockefeller. En sus viajes al continente europeo y en sus vínculos con otros médicos y científicos latinoamericanos ya podemos ver los gérmenes de una salud internacional mucho más desarrollado en décadas posteriores.
El rol de la FR en la Argentina, entre los años treinta y cuarenta, puede ser leído como un episodio de este proceso más amplio de internacionalización de la medicina y la salud pública y es lo que hemos analizado en este artículo.
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