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Presentación
Diálogos sobre educación. Temas actuales en investigación educativa, vol. 7, núm. 13, pp. 1-4, 2016
Universidad de Guadalajara

El esfuerzo de este número intitulado “Educación, racismo e interculturalidad” está dirigido a invitar a los lectores a “pensar en conversación” sobre la relación caleidoscópica de varios fenómenos: la educación como una de las instituciones que configuró el proyecto político y racial del mestizaje, y lo educativo como un epicentro complejo en donde convergen tanto prácticas interculturales como dinámicas racistas. Es en respuesta a este proyecto racial que han surgido iniciativas cuya bandera es hacer justicia cognitiva en aras de generar una educación pertinente. En este sentido, en este dossier se entiende el racismo como una práctica de opresión diferenciada, que genera exclusión hacia unos y privilegios hacia otros. Estas prácticas de opresión pueden usar como marcadores diferenciales no sólo la apariencia o el color de piel sino también la lengua o la cultura; por ello, el racismo no se limita a la inscripción de los cuerpos, también implica exclusión epistémica y la invisibilización de conocimientos y saberes de aquellos que han sido racializados. De ahí que en este número el espacio escolar es cuestionado, tanto como campo de poder estructurado en jerarquías, como por ser el lugar desde el cual se desarrollan acciones que desafían a las visiones monoculturales de la educación.

Dichas jerarquías han sido motivo de preocupación y escrutinio en diversas geografías, pero destaca la investigación hecha por el proyecto PERLA (The Project on Ethnicity and Race in Latin America1) en 2010, en el cual se evidencia que los años de escolaridad varían de acuerdo con la identidad de los individuos, pero también según su color de piel: mientras que el promedio de escolaridad de una persona con identidad indígena es de 5.6 años, aquellos no indígenas (¿acaso mestizos?) evidencian 8.9 años. Pero si se toma en cuenta el color de piel, aquellos de piel obscura declaran un promedio de escolaridad de 7 años, en tanto que los de piel más clara manifiestan tener 9.2 años de escolaridad. Es decir, las identidades y el color de piel son determinantes en el acceso a la educación, en donde los no indígenas y de piel clara son los más privilegiados. Dicho en otras palabras, las lógicas del racismo estructuran la vida social, y por ende marcan las trayectorias socio-educativas de los estudiantes que pertenecen a grupos socialmente desiguales.

Por lo anterior, la Red de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Identidades, Racismo y Xenofobia en América Latina (Red INTEGRA) se dio a la tarea de crear un proyecto de sinergias en donde se articularan aquellos investigadores, miembros de organizaciones civiles, activistas y estudiantes interesados en abordar el tema del racismo y sus múltiples intersecciones. Este número va encaminado a contribuir a ese esfuerzo de análisis de la racialización de las relaciones interculturales en la escuela, es decir del proceso discursivo de redefinición de identidades culturales a raíz de la asignación de rasgos racializantes a un grupo social estigmatizado en la sociedad y en la educación. De esta forma, celebramos que la revista Diálogos sobre educación, de la Universidad de Guadalajara, comparta un espacio para traer a la mesa de debate estos temas y por ello le agradecemos su trabajo de convocatoria, así como su selección de textos.

Si bien el lector encontrará un mosaico de perspectivas, es importante mencionar las veces que sea necesario que, si bien las razas no existen, el racismo sí, y está más presente de lo que creemos. En este sentido, el número abre con un texto de Cristina Verónica Masferrer León titulado “Yo no me siento contigo”. Aquí se deja claro cómo se entiende el racismo, cuál es la diferencia entre discriminar y racializar y además señala que, al hablar en términos de razas, se propicia la reproducción de estereotipos y prejuicios racistas. A través del acercamiento a escuelas de educación básica con estudiantado afrodescendiente en la Costa Chica de Oaxaca, este artículo invita al lector a reflexionar sobre la importancia de generar gramáticas y vocabularios para entender las interacciones humanas en otros términos, y no mediante razas.

El trabajo de Elizabeth Castillo Guzmán y de José Antonio Caicedo nos ayuda a comprender que el racismo no está en la naturaleza de la humanidad, sino que éste es un sistema de opresión con raíces históricas claras que no sólo involucra a los indígenas, sino que tiene un componente antinegro. A través del análisis de las representaciones de la afrocolombianidad en materiales educativos, los autores nos muestran que vivimos en un mundo adultocéntrico, pero también racializado, en donde las estructuras han contribuido a lo que los autores llaman visibilidad reductiva, es decir, la construcción del estereotipo. Asimismo, Margarita Gutiérrez nos explica de forma contundente que el racismo es un sistema de dominación en provecho de unos y en detrimento de otros. Ello se refleja en la disputa por el espacio universitario entre estudiantes mestizos e indígenas. La llegada de jóvenes indígenas a las instituciones de educación superior como la Universidad Autónoma de Chiapas amenaza o cuestiona el privilegio de los estudiantes mestizos, como nos muestran las entrevistas de Gutiérrez. La problemática del fenómeno del ingreso de indígenas a espacios educativos monoculturales no se puede entender sin un marco racial; ello nos lo demuestra el texto de Cynthia Astudillo Ventura. Sin embargo, uno de los retos de la discusión del racismo en México y en el continente latinoamericano es cómo diferenciar genealogías del racismo y de la educación que no partan desde visiones eurocéntricas, sino de aquellas que nos permitan problematizar el contexto histórico de nuestro continente. Por su parte, Rodrigo Zárate Moedano aporta a la discusión de estos tres temas, dando pistas metodológicas para el análisis de esta tríada, porque si bien sabemos identificarlo y sabemos que existe, aún no contamos con estrategias metodológicas claras para abordarlo, es así que este artículo es bienvenido. De igual modo, Maike Kreisel nos muestra el esfuerzo político, de articulación y epistémico para promover una “justicia cognitiva” en las aulas de secundarias indígenas de Oaxaca. En este sentido, el texto de Kreisel es clave para conocer una de las dimensiones más importantes del racismo: la epistémica. Sin embargo, como señala Kreisel, estos procesos no están exentos de contradicciones. Por ejemplo, en el texto colectivo titulado “La ‘interculturalidad para todos’ en escuelas urbanas, una propuesta contra el eurocentrismo de las escuelas”, el lector podrá conocer cómo la educación intercultural bilingüe, desde el contexto específico de la ciudad de Morelia, Michoacán, sigue estando capturada por los currículos y contenidos eurocéntricos. Esta situación, además de impedir mirar a la diversidad más allá de aspectos folcloristas, también genera la errónea idea de pensar que la interculturalidad es algo exclusivo de los pueblos indígenas. Incluso podríamos afirmar que los pueblos indígenas siempre han sido inmersos en relaciones interculturales, ya que, como nos lo demuestra el texto de Mayorga y Vergara, los indígenas wixaritari que se propusieron ser docentes han tenido que aprender el lenguaje del mundo mestizo. Sin embargo, a pesar de que las instituciones reproducen sus propias lógicas, eso no impide, como nos muestra el artículo “Docencia y diversidad cultural” de María Luisa Matus Pineda, que los profesores ejerzan su capacidad de agencia social y logren articular nuevas propuestas educativas interculturales, entendiendo la interculturalidad como un fenómeno complejo que a menudo es conflictivo. Ello se evidencia en el texto de Alejandro Martínez Canales, el cual propone reflexionar la interculturalidad no sólo desde la experiencia étnica, sino como una práctica más amplia de experiencia de subalternización social.

A su vez en el texto “Entre dos mundos: procesos de adaptación, interculturalidad y aspiraciones en hijos de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos” de Enrique Martínez Curiel, se puede encontrar un análisis sobre los diversos factores que se conjugan para que las nuevas generaciones de migrantes en Estados Unidos puedan acceder a la educación y cómo esto contribuye a los procesos de adaptación cultural. Además, el texto de debate nos invita a reflexionar sobre lo relevante del papel de la educación en la reproducción del racismo. Aquí, Saúl Velasco Cruz y Bruno Baronnet nos abren la posibilidad de nombrar y reconocer abiertamente que México sí es un país racista. De igual manera, luego de nombrar las diferentes dimensiones del racismo en lo educativo (planes de estudio, políticas, convivencia cotidiana), éste es uno de los pocos textos que intentan voltear la mirada hacia la cara oculta del racismo, es decir, hacia aquellas zonas “confortables” o de privilegio. Con esta reflexión, el presente dossier pretende posicionar en la agenda académica una discusión acerca del racismo sobre lo educativo. Además de enfatizar que las razas no existen, se descartan aquí explicaciones reduccionistas que borran así la complejidad del problema societal. Como se señala en este último artículo de debate, es preciso que la educación oficial, popular o autónoma tenga como ejes centrales no sólo políticas de inclusión, sino una mirada antirracista que ayude a explicar las lógicas raciales del mestizaje y propicie una redistribución del conocimiento.

Finalmente, el número se complementa con cinco reseñas, ya que todas transitan sobre la discusión de construcción de alteridades y su rol en la reproducción del racismo. Tal es el caso de la reseña de la tesis doctoral “Raza, racismo y educación escolar en México”, presentada por Diego Morales Esquivel. Por su parte, Jesús Segura De la merced nos hace una invitación a acercarnos al libro Racismo e infancia: aproximaciones a un debate en el decenio de los pueblos negros afrodescendientes; Fortino Domínguez Rueda nos comparte su reseña titulada “Los mapas del multiculturalismo y la interculturalidad”; además, en la reseña de Ruth Belinda Bustos Córdova titulada “La investigación en la frontera entre la escuela y la comunidad: un cruce entre la antropología y la educación” podemos apreciar cómo el campo educativo es un espacio pertinente para el análisis de las relaciones de poder; para terminar, Gisela Carlos Fregoso nos convoca a reflexionar no sólo sobre el racismo, sino también a ahondar en el tema de la xenofobia que pervive en México a través de la reseña hecha al libro Inmigración y racismo. Contribuciones a la historia de los extranjeros en México, que coordina Pablo Yankelevich.

Agradecemos a la revista por habernos brindado un espacio estimulante para la discusión de este fenómeno que estructura las relaciones interpersonales.

Notas

1 Se puede consultar más al respecto en: https://perla.princeton.edu


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