Servicios
Servicios
Buscar
Idiomas
P. Completa
Visiones y experiencias de paz de mujeres y hombres excombatientes en Colombia: ¿entre lo individual y lo colectivo?12
Andrea Marcela Barrera-Téllez
Andrea Marcela Barrera-Téllez
Visiones y experiencias de paz de mujeres y hombres excombatientes en Colombia: ¿entre lo individual y lo colectivo?12
Peace views and experiences of women and men veterans in Colombia: between individual and collective?
Visões e experiências da paz de mulheres e homens ex-combatentes na Colômbia: entre o individual e o coletivo?
Visions et expériences de la paix des femmes et des hommes vétérans en Colombie: entre l’individuel et le collectif ?
Boletín de Antropología, vol. 31, núm. 52, pp. 197-220, 2016
Universidad de Antioquia
resúmenes
secciones
referencias
imágenes

Resumen: El presente artículo explora las visiones y experiencias de paz de catorce excombatientes (ocho mujeres y seis hombres) en dos momentos diferentes de sus vidas: cuando eran parte de un grupo armado y tras su salida del mismo, es decir, como combatientes y como excombatientes. Para ello, el texto presenta tres grandes interpretaciones hechas por excombatientes a propósito de la paz: 1) como un elemento central en sus militancias dentro de los grupos armado, 2) como una “construcción personal cotidiana”, y 3) como un “estado social deseable” pero que aún no existe y que es difícil de imaginar.

Palabras clave: pazpaz,transformación de conflictostransformación de conflictos,excombatientesexcombatientes,militanciamilitancia.

Abstract: This article explores views and experiences of peace of fourteen former combatants (eight women and six men) in two different moments of their lives: when they belonged to an armed group and when they quit those groups, in other words, as combatants and as former combatants. With this purpose, this text presents three different interpretations of former combatants about the peace: 1) as a central element of their affiliations in the armed groups; 2) as a “personal quotidian building” and 3) as a “desirable social state” that does not exist yet and that is hard to imagine.

Keywords: peace, conflicts transformation, former combatants, affiliation.

Resumo: O presente artigo explora as visões e experiências de paz de catorze ex-combatentes (oito mulheres e seis homens) em dois diferentes momentos de suas vidas: quando eram parte de um grupo armado e após sua saída do mesmo, que dizer, como combatentes e como ex-combatentes. Para isto, o texto apresenta três grandes interpretações feitas por ex-combatentes precisamente sobre a paz: 1) como um elemento central em suas militâncias dentro dos grupos armados, 2) como uma “construção pessoal cotidiana”, e 3) como um “estado social desejável”, mas que ainda não existe e que é difícil imaginar.

Palavras-chave: paz, transformação de conflitos, ex-combatentes, militância.

Résumé: Cet article explore les vues et les expériences de paix de quatorze anciens combattants (huit femmes et six hommes) à deux moments différents de leur vie: quand ils faisaient partie d’un groupe armé et après avoir quitté le même, c’est à dire, en tant que combattants et comme anciens combattants. Pour ce faire, le texte présente trois grandes interprétations faites par les anciens combattants sur la paix: 1) comme un élément central de leur militantisme au sein des groupes armés, 2) comme une « construction personnelle quotidienne », et 3) comme un « état sociale souhaitable », mais ne pas encore existant et qu›il est difficile d›imaginer.

Mots-clés: paix, transformation des conflits, anciens combattants, militantisme.

Carátula del artículo

Investigación

Visiones y experiencias de paz de mujeres y hombres excombatientes en Colombia: ¿entre lo individual y lo colectivo?12

Peace views and experiences of women and men veterans in Colombia: between individual and collective?

Visões e experiências da paz de mulheres e homens ex-combatentes na Colômbia: entre o individual e o coletivo?

Visions et expériences de la paix des femmes et des hommes vétérans en Colombie: entre l’individuel et le collectif ?

Andrea Marcela Barrera-Téllez
Universidad de París 7 Denis Diderot, Francia
Boletín de Antropología, vol. 31, núm. 52, pp. 197-220, 2016
Universidad de Antioquia

Recepción: 15 Marzo 2016

Aprobación: 27 Mayo 2016

Introducción

“Yo creo que todo momento (…); aun haciendo la guerra y aun en búsqueda de cosas, siempre pensando en la paz; o sea eso no… eso no es que un momento empezamos a buscar la paz, no, siempre, desde siempre…” (Entrevista personal, 21 de octubre de 2013). Esta afirmación hecha por Cristina, exmilitante del Movimiento 19 de Abril (M-19), constituye una fuente de cuestionamientos importantes en términos de las relaciones entre la paz y la guerra: ¿qué lugar tiene la paz en la guerra? O, de manera más concreta, ¿qué lugar tiene la paz en la militancia de las y los excombatientes? ¿Cómo explicar la afirmación de Cristina según la cual las y los excombatientes han buscado la paz “desde siempre”?

A primera vista, la aseveración de Cristina parece paradójica: al hacer la guerra, se piensa en la paz. La guerra y la paz constituyen, sin embargo, dos situaciones que suelen ser consideradas como diametralmente opuestas. De hecho, la paz es definida frecuentemente de manera negativa frente a la guerra: la paz es, en ese caso, entendida como la ausencia de la guerra. Empero, la realidad de los conflictos humanos, incluida la del conflicto armado, es mucho más compleja (Linhardt y Moreau de Bellin, 2014: 7-23): la paz no es, simplemente, la ausencia de la guerra. Por ello, este artículo en particular, y la investigación en la que se inscribe, en general, tiene como objetivo indagar en los posibles contenidos de la paz (quizás de “las paces”, como veremos más adelante) a partir de las experiencias, las visiones y los relatos de mujeres y hombres que han participado del conflicto armado colombiano como combatientes.

En Colombia se suele decir que nunca hemos vivido en paz, que desde que somos una República el país no ha conocido ni un día de paz ya sea por causa de las guerras civiles del siglo xix; por las confrontaciones y masacres ocurridas en el marco de La Violencia3 (1946-1968) (CNMH, 2013: 112); o por los continuos enfrentamientos entre los grupos insurgentes (cuya emergencia inicia a mediados de la década de 1960), las Fuerzas Armadas del Estado colombiano y los grupos paramilitares (cuya aparición y consolidación se da en la década de 1980 y que no han desaparecido del panorama político, económico y social del país, a pesar de la desmovilización formal de las Autodefensas Unidas de Colombia -AUC- en el año 2005). Aunque puede ser cierto que nunca hemos vivido en paz, esta constatación no puede ser reducida a la existencia de un conflicto armado que ha sufrido mutaciones sistemáticamente. Se trata, en cambio, de una multiplicidad de conflictos que han adquirido expresiones violentas. Al respecto, la posición de Wieviorka es interesante, al sostener que la violencia es opuesta a los conflictos, en la medida en que no deja lugar para la negociación entre las partes antagónicas; de modo que la violencia constituye un modelo privilegiado, en ciertas situaciones, para tratar de ponerle fin a ciertos conflictos: si no se está dispuesto a negociar, se busca la imposición para impedir el conflicto (2005: 23-46).

En ese sentido, es posible pensar que en Colombia “no conocemos la paz” no solo por causa de la existencia del conflicto armado en constante evolución,4 sino sobre todo por la persistencia de una diversidad de conflictos que, de un lado, han derivado en el ejercicio de la violencia, y, de otro, tienen efectos sobre la paz. En ese sentido, es posible hablar de diversas paces que se pueden oponer, al menos parcialmente, a las expresiones violentas de los conflictos. Ahora bien, ¿qué nos puede decir esto sobre las trayectorias de las personas que han hecho parte de los grupos armados en el país? Como dijimos, el presente texto busca responder parcialmente esta pregunta por medio de las visiones y experiencias de paz de catorce excombatientes (ocho mujeres y seis hombres) en dos momentos diferentes de sus vidas: cuando eran parte de un grupo armado y tras su salida del mismo, es decir, como combatientes y como excombatientes.

En función de este objetivo, el presente escrito está dividido en cuatro partes y una conclusión. La primera sección está dedicada a una breve descripción de la metodología utilizada para obtener los datos cualitativos que fueron recolectados y analizados en la investigación de la que se desprende el presente artículo, y propone una breve presentación de las catorce personas entrevistadas. Enseguida, el artículo presenta las visiones de paz avanzadas por algunos excombatientes al narrar sus experiencias al interior de los grupos armados y a la exploración de la construcción de las “identidades revolucionarias” de algunas y algunos de ellos, en las que la paz constituye justamente un elemento fundamental. A continuación, se realiza un tránsito en términos de los períodos de vida de las y los excombatientes hacia el momento actual (o, para ser más precisos, el momento en que fueron realizadas las entrevistas que constituyen la base de este trabajo). El tercer apartado trata de una noción de paz compartida por varias de las personas entrevistadas y según la cual la paz es una “construcción personal cotidiana”. Esta concepción de la paz viene a ser completada en la cuarta parte, dedicada a la idea expuesta por todas las personas entrevistadas según la cual la paz es un “estado social deseable” pero difícil de imaginar en sus posibilidades reales.

Breves apuntes sobre la metodología de la investigación

Este artículo resulta de la investigación “Eso no es que en un momento empezamos a buscar la paz, no, siempre, desde siempre: las excombatientes colombianas y la paz”, llevada a cabo por la autora entre 2012 y 2014, cuya fuente principal fueron catorce entrevistas de relatos de vida con excombatientes colombianas y colombianos.

Para obtener y recolectar estos relatos, tras recibir algunos contactos por parte de una mujer excombatiente del Movimiento 19 de Abril (M-19) y de un profesor que han trabajado a propósito de los procesos de DDR en Colombia, decidí entrar en contacto con la Agencia Colombiana para la Reintegración -ACR-, institución encargada de los programas de reintegración de las personas que se han desmovilizado por vías institucionales de los grupos armados. Para obtener las entrevistas por medio de la ACR, envié el proyecto de investigación a un funcionario de la agencia y solicité diez entrevistas: cinco con mujeres desmovilizadas y cinco con hombres desmovilizados. Esta solicitud referente a un número paritario de hombres y mujeres obedeció al hecho de que la investigación propuso un análisis de las visiones de paz de las mujeres excombatientes colombianas desde un enfoque de género.

El trabajo de campo fue llevado a cabo entre septiembre y noviembre de 2013, durante seis semanas. La primera entrevista que realicé fue hecha con una mujer excombatiente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -Ejército del Pueblo (FARC-EP), con quien entré en contacto gracias al profesor con quien hablé desde el inicio del trabajo de campo. Con ella tuve la oportunidad de hacer la entrevista en cuatro encuentros diferentes y fue la única entrevista que realicé de esta manera. Todas las demás entrevistas fueron hechas en un solo encuentro. Posteriormente, realicé tres entrevistas con mujeres excombatientes del M-19.

En el transcurso de la segunda semana del trabajo de campo, recibí una respuesta positiva de la ACR, en la que me propusieron realizar las entrevistas en alguna ciudad de Colombia, diferente a Bogotá, dada la alta cantidad de actividades que tenía programada la agencia en la capital del país. En consecuencia, las entrevistas realizadas por intermedio de la ACR fueron llevadas a cabo en el centro de servicios de la ciudad de Ibagué. Estas entrevistas fueron realizadas en la última semana del trabajo de campo, durante un día y medio.

Según mis previsiones iniciales, cada una de las entrevistas tendría una duración de aproximadamente una hora y media. Sin embargo, la ACR organizó un cronograma con doce personas (solamente diez de las doce personas se presentaron a las entrevistas), con las que podría estar durante una hora. Solo una de las entrevistas duró más del tiempo presupuestado y otra duró 18 minutos, siendo esta la entrevista más corta realizada en esta investigación. Es importante resaltar que las entrevistas que pude realizar con personas que contacté personalmente sin inter- mediación de la ACR tuvieron una mayor duración promedio (entre 1 hora y 20 minutos y 2 horas).

Al margen de los objetivos propuestos en la investigación, la decisión de ir a hacer las entrevistas en el centro de servicios de la ARC en Ibagué tuvo impactos en los datos recolectados, especialmente en términos de los lugares de origen de las personas entrevistadas por esta intermediación (la mayoría de ellas y ellos nacieron en ciudades o municipios tolimenses), así como del grupo armado del que habían hecho parte (la mayor parte de las personas entrevistadas en la ACR pertenecieron a las FARC-EP, pues el Tolima ha sido históricamente un lugar de acción estratégica para este grupo insurgente).

Todas las entrevistas (con las personas que contacté por la ACR y personalmente) comenzaron con una presentación general del proyecto de investigación y con la siguiente frase: “Yo quisiera conocer su vida, claro, lo que usted me quiera contar; podríamos empezar por la historia de sus abuelos, después con la historia de sus papás, de sus hermanos y hermanas y así llegamos a su historia propia, a su historia personal”. Todas las preguntas fueron formuladas mientras las entrevistas se iban desarrollando y ninguna fue pensada de antemano. Sin embargo, es importante anotar que con antelación había preparado un formulario, con temas clave que quería abordar, especialmente datos socioeconómicos personales. Este formulario fue presentado a tres personas entrevistadas, que expresaron su deseo por conocerlo antes de darme la entrevista.

A lo largo del trabajo de campo, realicé catorce entrevistas: seis con hombres y ocho con mujeres excombatientes. Cuatro de los hombres hicieron parte de las FARC-EP, uno más hizo parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el sexto hombre hizo parte de un grupo de guerrilla que no quiso identificar. En cuanto a las mujeres entrevistadas, tres de ellas hicieron parte del M-19 y las otras cinco mujeres excombatientes hicieron parte de las FARC-EP. No fue posible entrevistar a ninguna mujer que hubiera hecho parte de las AUC.

A continuación se presenta la Tabla 1, en la cual se detalla información de las catorce personas entrevistadas (nombres -todos anonimizados-, sexo, lugar de nacimiento, edad, edad de entrada y de salida del grupo armado, grupo armado al que pertenecieron, y cantidad de años que pasaron entre la salida del grupo armado y el momento de realización de la entrevista).

Tabla 1
Personas entrevistadas


El compromiso con la lucha armada, la “identidad revolucionaria” y la paz

Cinco de las personas entrevistadas para este trabajo de investigación (tres mujeres, Amanda, Cristina y Rita, y dos hombres, Juan y Mauricio) evocaron motivos ideológicos como elemento central en su decisión de integrar un grupo insurgente y los explicaron en términos de las “injusticias sociales” que deben ser transformadas. Ellas y ellos decidieron participar en la lucha armada al considerarla un camino posible de contribución a estas transformaciones y un camino para alcanzar la paz, dada la imposibilidad de participar de ellas a través de vías “legales” y “no violentas”. En otras palabras, estas personas decidieron participar de la lucha armada para lograr la transformación de los conflictos que han adquirido expresiones violentas en el país. Si bien es cierto que estas personas entraron a los grupos insurgentes en búsqueda de un medio que condujera a la paz, es posible preguntar por los motivos que las llevaron a continuar en esta búsqueda a lo largo de su militancia. Cabe decir que ninguna de estas tres mujeres ni de estos dos hombres hablaron explícitamente de paz al contar sus experiencias como combatientes. Sin embargo, es posible encontrar indicios de la búsqueda de la paz en esta parte de sus relatos, que son especialmente recurrentes en las entrevistas de las excombatientes del M-19. Esto, por supuesto, no quiere decir que se trate de una búsqueda ausente en la militancia de las personas que hicieron parte de otros grupos armados, pero es importante recalcar que los momentos en los cuales las personas que pertenecieron al M-19 hicieron mención a la búsqueda de la paz siendo combatientes, pueden ser muy dicientes frente a los silencios de otras personas entrevistadas al respecto.

Por ejemplo, Cristina, el Flaco5 y Rita hicieron referencia explícita a la búsqueda de la paz en medio de la guerra, al hablar de los episodios de negociación política con el Gobierno colombiano. En el caso de las y los excombatientes de las FARC-EP, la ausencia de menciones a la búsqueda de la paz en este período de sus vidas podría explicarse por el fracaso de todas las negociaciones de estas insurgencias con el Gobierno.

Hernando, un exintegrante de las Autodefensas Unidas de Colombia, afirmó que muchos combatientes como él no participaron de las negociaciones que sostuvo este grupo armado con el Gobierno de Uribe Vélez (2002-2010) y solo fueron informados de lo que estaba sucediendo por medio de varias reuniones:

Nos mandaban políticos y hablaban con nosotros, pues que… que íbamos a tener un sueldo que nos iban a pagar tanto y esto (…). El comandante hablaba con nosotros (…). Entonces pues ya, ya hicieron varias reuniones, y en esas reuniones cuando ya nos dijeron “No, ya nos toca salir a entregarnos”, entonces ya llegaron los carros, nos recogieron, nos trajeron hasta acá, a la central y ya, fue la desmovilización. (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013)

Por el contrario, durante las negociaciones entre el M-19 y el Gobierno colombiano en los años ochenta, las y los combatientes se comprometieron en los procesos de creación de espacios de discusión comunitarios, inspirados en uno de los principales puntos de la negociación promovidos por este movimiento armado: una Asamblea Nacional Constituyente. El comandante y fundador del grupo, Jaime Bateman Cayón, afirmaba que debía tratarse de un “sancocho nacional”, es decir, de espacios de discusión en los que diferentes sectores sociales tuvieran un lugar con el propósito de construir posibilidades reales de apertura del sistema político y de la democracia en el país. Vera Grabe, por ejemplo, relata el proceso de creación de estos espacios de discusión y los define como “instrumentos de poder popular, con miras a generar condiciones para una insurrección” (Grabe, 2000: 272).

Asimismo, Cristina y el Flaco explicaron la creación y el desarrollo de estos espacios y recalcaron el rol de las mujeres combatientes como “mediadoras” de los diálogos a nivel local:

-Flaco: En 1984 se desarrolló un proceso con el M-19, después del rompimiento de una tregua que se había pactado con las FARC y se llama a un diálogo nacional y la dinámica de desarrollo de ese diálogo nacional se daba a partir de campamentos ubicados en diferentes territorios de la ciudad, en diferentes barrio donde la mujer incluso, creo que fue el papel, desarrolló el papel más importante en, primero, la conformación de ese campamento, y segundo, en el desarrollo del mismo en la dinámica de un proceso de diálogo nacional para la paz ¿no? Que fue la propuesta… ¿no?

-Cristina: Que fue la propuesta, sí…

-Flaco: Pues, todo el mundo allá a pintar, entones sacaba uno a todas las chicas, los chicos, de todos los niveles, lo que dice Cristina, desde el más chiquito y el más gamín, el más lumpen del escenario como el tipo chévere que quizás después terminó militando o no militando ¿sí? La mujer igual, tratando de hacer coordinaciones al interior de dinámicas culturales, de dinámicas de educación popular al interior de esos campamentos (…).

-Cristina: Campamentos, sí, nos pasamos eso, en el 81, que también eso era fundamental porque… pues eso, todo el mundo pasó por esos campamentos, así fuera de chismoso, miraban o estaban muy cerca porque estaban en los barrios…

-Flaco: Se llamaba “sancocho” porque la idea era que un sancocho nacional donde llegaba todo el mundo y todo el mundo, aparte de que llegaban los de diferentes visiones de vida y diferentes niveles, digamos; uno llevaba el plátano, otro la yuca, otro la papa… (Entrevista personal, 21 de octubre de 2013)

Hay dos elementos de este extracto de entrevista que resultan particularmente interesantes: en primer lugar, el rol de las mujeres en los “campamentos de paz”, y, en segundo lugar, la importancia de la construcción comunitaria de las propuestas de paz. Respecto al rol de las mujeres en los campamentos de paz organizados por el M-19 en diferentes ciudades, es significativo que ellas hayan coordinado este tipo de espacios, pues los campamentos fueron una de las principales actividades políticas de este movimiento armado y, por ello, no es menor el hecho de que las mujeres hayan jugado papeles importantes en su organización. Es decir, la participación en la coordinación política de los campamentos de paz permite poner en cuestión, al menos parcialmente, la idea generalizada según la cual las mujeres combatientes tienen muy poca incidencia o absolutamente ninguna en los espacios de discusión y decisión política de los grupos armados.

Sin embargo, es importante anotar que este hecho no implica la anulación o la desaparición de la “división sexual del trabajo revolucionario” (Falquet, 2002), que puede ser identificada al analizar la distribución de las actividades especiales de las guerrillas en el país y en América Latina. En el caso específico de los “campamentos de paz”, el Flaco sostuvo que las mujeres eran un “referente conciliador” y de organización de trabajo con las comunidades. En el caso salvadoreño, Garáizabal y Vásquez también han subrayado la importancia del trabajo de las guerrilleras en las tareas de expansión del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en las cuales las relaciones de proximidad con las comunidades eran esenciales. Según estas autoras, este grupo guerrillero aprovechó la capacidad de las mujeres de entablar relaciones afectivas con objetivos estratégicos:

Para la población civil, la llegada de mujeres que se acercaban a sus casas, dejaban su fusil a un lado y se ponían a preparar tortillas al lado de la dueña de la casa llegó a ser una escena familiar; esas muchachas eran las brigadistas, encargadas de la tarea de expansión. Tenían que hacer el contacto con la población, detectar las casas donde la guerrilla pudiera recibir algún tipo de cobertura o ayuda, convencer a otras personas de que se sumaran a la causa (…). La capacidad de las mujeres para entrar en un rápido contacto afectivo fue lo que determinó la existencia de un amplio contingente de brigadistas. Mujeres acercán- dose a otras mujeres, mujeres que saben cómo pedir, cómo ganar confianza. (Garáizabal y Vásquez, 1996: 115, 116)

En el caso descrito por el Flaco y Cristina, el rol que desempeñaron las mujeres del M-19 estuvo más concentrado en la búsqueda de contactos con la comunidad con el propósito de convencer a las personas de “unirse a la causa” de la paz. Se trata de una tarea de suma importancia en la medida en que las combatientes jugaron un papel central en la construcción de las propuestas de paz impulsadas por esta insurgencia. Sin embargo, es posible identificar una división sexual del trabajo que refuerza los roles tradicionalmente asignados a las mujeres como “mediadoras”, “conciliadoras”, “educadoras” o como los “puentes con las comunidades”.

Con respecto a la creación de propuestas de paz con las comunidades, Cristina y el Flaco muestran la importancia de los “campamentos de paz” y de los grupos urbanos en ese trabajo colectivo en el que se buscaba crear espacios para que las comunidades pudieran expresarse y formular sus demandas específicas en términos de “justicia social” o, más aún, de una “paz con justicia social”. Adicionalmente, el Flaco afirma que “todas las propuestas de paz han venido de las insurgencias” (Entrevista personal, 21 de octubre de 2013). Si bien es necesario matizar esta aseveración -pues es innegable el rol que han tenido diversos sectores sociales en la construcción de numerosas iniciativas de paz-, es interesante anotar que las guerrillas han hecho propuestas de paz, especialmente en el marco de las negociaciones políticas con los Gobiernos colombianos, se haya llegado o no a acuerdos de paz.

Así, por ejemplo, siguiendo a Rettberg (2006), más allá de las propuestas hechas por los grupos guerrilleros, uno de los hechos que ha contribuido con la creación de una atmósfera favorable a las “iniciativas de paz” han sido las negociaciones entre guerrillas y Gobierno. Para esta autora, durante los años noventa las negociaciones del Gobierno colombiano con el M-19, el Partido Revoluciona- rio de los Trabajadores -PRT-, el Ejército Popular de Liberación -EPL- y el Movimiento Armado Quintín Lame -MAQL-, no solo condujeron a procesos de desarme y desmovilización de estos grupos insurgentes, sino que además fueron escenarios de participación de representantes de la “sociedad civil” en medio de las discusiones sobre los contenidos de los acuerdos de paz.

En todo caso, es importante resaltar el hecho de que las “iniciativas de paz” no han sido pensadas y propuestas solamente por la denominada “sociedad civil”. Como lo indica uno de los hombres que participó en una de las entrevistas, el Flaco, los grupos insurgentes han hecho propuestas de paz como, por ejemplo, aquellas que se pueden encontrar en las declaraciones de uno de los comandantes del EPL, pronunciadas el día de la firma de los “Acuerdos de cese al fuego y del diálogo nacional” (1984) entre esta guerrilla y el Gobierno de Belisario Betancur. Fabiola Calvo sostiene que, en el marco de estas negociaciones, la creación de una Asam- blea Nacional Constituyente era la principal propuesta del EPL:

Por eso nuestra propuesta radica principalmente en que se dé una reforma política, una reforma a la Constitución colombiana, que se decida a través de la participación popular directa, es decir, a través de una Asamblea Nacional Constituyente, que sea elegida por el pueblo con poder decisorio y que aborde la discusión y definición sobre los temas de reforma política, de reforma laboral, de reforma agraria, que aborde el estudio del problema fiscal y la deuda externa del país. Cuando planteamos estos puntos para la discusión en el gran diálogo nacional, estamos diciendo que el pueblo colombiano quiere la paz, que el Partido Marxista Leninista de Colombia lucha por la paz, pero que esa paz necesita una base democrática que le permita al pueblo continuar la lucha por sus reivindicaciones, por sus aspiraciones económicas y sociales en unas nuevas condiciones (…). Estamos por la paz, deseamos la paz, pero hay que luchar por los cambios que permitan la paz. (Calvo, 2013: 46-51)

En este contexto, es posible pensar que la paz fue uno de los elementos constitutivos de un “modelo vocacional”, característicos de las militancias de algunos y algunas excombatientes como Rita, Cristina y Fabiola. Según Felices-Luna, este modelo es propio de las y los combatientes que han construido una “identidad revolucionaria” fundada sobre motivos ideológicos de entrada y pertenencia a los grupos armados, los cuales permiten soportar el compromiso de estas personas cuando eran combatientes. Según esta autora, el apego a los grupos armados es un sentimiento que

se desarrolla y se alimenta por la formación política y militar. El aprendizaje de las técnicas, la ideología, los valores y las normas del grupo, les permite no solo participar de las actividades de la organización, sino sobre todo adquirir la fuerza moral e ideológica para continuar la lucha armada, a pesar de los inconvenientes y dificultades de este tipo de vida. (Felices-Luna, 2008: 173) (traducción propia)

Dada la importancia de la paz en las plataformas ideológicas de las insurgencias colombianas, parece que esta constituye uno de los componentes de las “identidades revolucionarias” de algunas y algunos excombatientes, constituyendo, en consecuencia, uno de los vectores de las militancias de estas personas, al menos en los casos de excombatientes como Rita, Fabiola, Cristina y el Flaco. Ahora bien, es necesario distinguir entre la paz como motivo y como vector de la militancia, pues esta no solo fue un elemento determinante en la decisión de hacer parte de un grupo armado o uno de los componentes ideológicos que permitían el compromiso con la lucha armada. Para decirlo con otras palabras, la paz no fue simplemente un elemento presente en momentos específicos de pertenencia de estas personas a un grupo insurgente, sino que fue transversal en sus “identidades revolucionarias” y en sus militancias.

Sin embargo, el interés de las entrevistas realizadas con mujeres y hombres excombatientes en el marco de este proyecto no se reducía a buscar las visiones de la paz en el marco de sus militancias armadas, sino que se extendía a los períodos de sus vidas tras haber salido de los grupos armados, es decir, que había un interés por responder a la pregunta ¿qué lugar tiene la paz en las experiencias de estas personas siendo excombatientes? Por esta razón, todas las entrevistas terminaron con las siguientes preguntas: “En este momento, ahora mismo, ¿cómo concibe la paz? Es decir, según usted, ¿qué es la paz? ¿Cómo se la imagina? ¿Cómo la vive?”. Y en seguida: “¿Y entonces usted cree que usted hace algo en su vida cotidiana por la paz?”.

“Yo empecé a construir paz desde mi desmovilización”: la paz como una “construcción personal”

La frase con la que empieza este apartado fue pronunciada por Juan y es emblemática de los relatos de vida de otros y otras excombatientes. De hecho, diez de las catorce personas entrevistadas respondieron de manera muy parecida a Juan a las preguntas enunciadas anteriormente. De alguna manera, es posible resumir sus respuestas de la siguiente manera: “Construimos paz porque nos desmovilizamos”, es decir, para estas diez personas la paz aparece como un producto necesario de su desmovilización.6

Es posible, además, identificar dos características compartidas por las personas que hablaron de la paz como una “construcción personal” que empieza a tener lugar al momento de desmovilizarse. La primera está relacionada con las condiciones en las que se desarrolló el trabajo de campo y, específicamente, con el lugar en que las entrevistas tuvieron lugar, pues estas personas fueron contactadas gracias a la intermediación del centro de servicios de la ACR de Ibagué y todas estas entrevistas fueron llevadas a cabo en las instalaciones de esta agencia. La segunda característica es que ninguno de estos diez excombatientes (hombres y mujeres) tuvo una militancia basada en un “modelo vocacional” en el cual la paz habría estado presente permanentemente. Dicho de otro modo, retomando la conceptualización de Felices-Luna enunciada antes, ninguna de estas personas construyó una “identidad revolucionaria” fundada sobre motivos ideológicos de entrada y permanencia, en los cuales la paz hubiera jugado un rol esencial en términos de la capacidad de soportar su compromiso frente al grupo armado y su sentimiento de permanencia al mismo.

Aunque es imposible llegar a afirmar que todas las personas que se desmovilizan a través de programas estatales y que luego han hecho parte de los programas de reintegración ofrecidos por la ACR consideran que “construyen la paz desde su desmovilización”, parece posible pensar que esta idea puede tener un lugar central en estos programas. La explicación de Juan al momento de hablar de sus “contribu- ciones a la paz” en la actualidad, da algunos indicios al respecto:

¿Cómo empecé yo a hacer la paz? Empecé a construir en el momento en que yo me desmovilicé; yo renuncié totalmente a las armas ¿ve? Y hasta el momento he cumplido con lo que a mí se me exigió, con todo lo que el Gobierno me dijo, “Bueno, yo lo voy a mandar a tal parte pero usted tiene que hacer esto, esto y esto”, y desde que renuncié yo lo estoy haciendo. A mí me quedó muy claro, a mí me quedó muy claro lo que yo tengo que hacer y lo que no puedo hacer y hasta el momento yo digo que yo empecé a construir la paz desde ahí para acá. (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013)

Al leer este extracto de la entrevista de Juan, es posible detallar dos ideas a propósito de la paz: la primera es que la desmovilización, entendida en gran medida como la “renuncia a las armas”, abre la puerta hacia el camino que conduce a la paz; la segunda es que este camino solo puede ser recorrido por medio del cumplimiento de las exigencias hechas por el Estado y, específicamente, por el programa de reintegración de la ACR. Según Juan, esta paz es sobre todo un proceso que inicia en el momento de su desmovilización, pero que, evidentemente, debe continuar siendo construido, haciendo todo “lo que se debe hacer”; este hecho es remarcado sistemáticamente por los funcionarios de la Agencia, al recordarles a los y las excombatientes las exigencias establecidas para seguir haciendo parte de este programa.

Las personas entrevistadas en la ACR sostuvieron que las principales exigencias hechas por esta institución son la asistencia a las actividades psicosociales, sobre todo a los talleres, así como a las actividades de formación para el empleo, incluyendo la educación primaria y secundaria. Además, según estas personas, estas exigencias se ven retribuidas por medio de un pago mensual y constituyen, a la vez, un medio de control.

En opinión de Hernando, estos controles son un obstáculo para la independencia de las y los excombatientes en la medida en que las actividades son “obligatorias”, es decir, que la ACR las y los obliga a asistir a diferentes actividades como talleres y formaciones para el empleo, y controla la asistencia. En palabras de Hernando, lo que pasa es “que tiene uno que hacer las cosas casi obligadamente, por lo menos a mí me pasa que hace tiempos que no vengo a reuniones, no vengo nada de ellos, y ellos piensan que yo estuve por allá” (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013).

El control de asistencia se debería, entonces, a los riegos de que “vuelvan allá”, es decir, a la posibilidad de que algunas o algunos excombatientes vuelvan a “retomar las armas”. Hernando lo explica cuando dice que el riesgo es que ellos (las y los funcionarios de la ACR) piensen que él “estuvo por allá”, es decir, que hubiera encontrado o hubiera sido contactado por personas que lo invitaran a formar parte nuevamente de un grupo armado. La lógica del control es, pues, simple: si la o el excombatiente asiste a las reuniones, a los talleres psicosociales y va a la escuela todos los domingos, eso significa que esa persona no ha “regresado a allá”.

El riesgo de “regresar a allá” fue evocado por cinco de los seis hombres entrevistados. Esta referencia recurrente permite pensar que el regreso a los grupos armados no es un fenómeno excepcional y mucho menos inexistente. Al respecto, Juan afirma que hay excombatientes “que no saben trabajar” y que, en consecuencia, deciden volver a hacer parte de un grupo armado o incluso formar uno nuevo:

-Juan: pero si nosotros vemos en lo poquito, miremos cuántos desmovilizados hay, cuántos desmovilizados aparecemos en la lista. (Mira a la funcionaria que está en la sala con nosotros y le habla) Doctora creo que hay… un promedio de cuántos más o menos…

-Funcionaria: Desmovilizados, como 26.000 algo…

-Juan: Bueno, eso aparecemos, supuestamente en una lista de que, bueno, un control me imagino. Pero si a este momento el Gobierno empezara a buscar esos desmovilizados, esos 26.000 y pico de desmovilizados, déjeme decirle si estamos todos… ¿ve? Porque como yo le digo a usted, hay mucho desmovilizado que no sabe trabajar (…). No sabe trabajar porque imagínese usted el trabajo de un guerrillero, ¿cuál es el trabajo de un guerrillero? Toda la vida, todo el día, la noche, las 24 horas del día, es con un fusil al hombro, a toda hora con fusil ¿entonces? ¿Qué puede saber de trabajo? Nada, absolutamente nada. Y el trabajo es duro y la vida en la ciudad es dura y hay muchos que se entregaron, entregaron las armas, renunciaron a los grupos armados y llegaron a la ciudad (…) y no saben trabajar, no quieren estudiar, entonces ¿qué hicieron? (…). Hicieron ¿cómo le digo yo? Hicieron como otro grupo, le puedo decir, y están por allá en otros lados, ¿ve? (…). Entonces dónde están los que renunciaron, que renunciaron a las armas, que renunciaron a los grupos armados ¿ve? Entonces dónde está todo eso. Entonces pues como le digo, yo le doy gracias a Dios de que llegué acá y encontré un apoyo muy duro, yo digo que un apoyo sin ninguna condición y lo he aprovechado y pienso seguir, pienso seguir trabajando, pienso seguir recuperándome, superándome. (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013)

Según Juan, el riesgo de regresar “allá” tiene efectos concretos relacionados especialmente con la posibilidad de que “muchos desmovilizados” integren nuevamente un grupo armado. Las razones principales para que esto ocurra serían la falta de conocimientos para el trabajo y la falta de ganas de estudiar. Para él, entonces, es claro que la puerta que abre hacia la paz es la desmovilización, pero la “construcción” de esta paz constituye un camino aún más importante que necesita una reafirmación constante de la decisión de no volver a entrar a un grupo armado. Así, uno de los componentes de la paz en tanto que “construcción personal” de los excombatientes está dado por el hecho de no volver a integrar un grupo armado, es decir, esta “construcción” pasa por una idea “negativa” de la paz, que podría ser resumida en una de las aseveraciones hechas por Bruno, un joven ex-combatiente de las FARC-EP: “Yo aporto a la paz no aportándole a la guerrilla, o sea siendo una persona pacífica” (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013).

Esta concepción “negativa” de la paz, como una suerte de no-contribución al conflicto armado, se traduce, para Mauricio, en la ausencia de la guerra en su propia vida. Para él, la guerra representa ante todo un estado personal que experimentó siendo guerrillero y que ya ha dejado de vivir. Asimismo, la paz es vivida por él actualmente como un cierto “estado del alma”, desprovisto de “malos pensamientos” y que le permite “estar en paz” con la comunidad en la que vive:

Pues la paz es para mí, pues tener uno paz en la vida, con toda la comunidad, no estar por lo menos con la violencia allá, violencia afuera. Para uno, el deporte, todo lo bueno ¿sí me entiende? Vivir como esa paz en el corazón ¿sí? No vivir con vainas de por allá, que no sé qué y que vienen pensando lo malo. Entonces ya la paz, pa’ nosotros ya existió porque para mí ya no hay guerra, yo no sé… porque la guerra la hubo un tiempo, nosotros “Que la guerra, que no sé qué y que vamos a pelear”. Ya hoy día no, ¿con quién voy a pelear yo? Con nadie porque mi problema… ya no. (Entrevista personal, 9 de noviembre de 2013)

Igualmente, Juan considera que la paz es una construcción constante e individual que implica la “recuperación” y la “superación de sí”. En su opinión, cuando él decidió entrar a la guerrilla, tomó el “mal camino”. Tras una militancia de varios años y, sobre todo, después de la decisión de salir del grupo armado, él ha “aprendido lo que él debe hacer” para abandonar definitivamente ese camino. No se trata solo de la desmovilización, sino de no volver a hacer “lo que no debe hacer” y de la “superación” de sí. Pero cabe hacerse la pregunta: ¿cómo se “logra” que un o una excombatiente “haga lo que debe hacer”? ¿Cómo es posible alcanzar esa “superación” de sí mismo? En opinión de Juan, hay dos actividades principales que le han permitido concretizar esos dos objetivos personales: el trabajo y la educación. Tanto la una como la otra coinciden con aquellas que son promovidas insistentemente por la ACR, según las y los excombatientes entrevistados: la Agencia vigila a los y las excombatientes para asegurarse de que ellos y ellas vayan a la escuela, normalmente los domingos, que asistan a los talleres psicosociales y que ellos, más que ellas, obtengan un empleo en el mercado de trabajo.

Al respecto, las lecturas de los programas de reintegración propuestas por Aristizábal y Aranguren pueden ser pertinentes para entender la formación de sujetos, tal y como son concebidos por estos programas. Según Aristizábal, el programa de reintegración de la ACR tiene como objetivo la “creación” de sujetos concebidos sobre el eje de la productividad (Aristizábal, 2013: 193). En ese mismo sentido, Aranguren afirma que la reintegración no busca contribuir a la formación de sujetos políticos, sino de sujetos que puedan entrar en las instituciones emblemáticas de la modernidad liberal: la escuela, la prisión, la clínica psiquiátrica o la fábrica (Aranguren, 2011: 57). Parece entonces que el objetivo de “creación” de sujetos productivos, descrito por estos dos autores, coincide perfectamente con la descripción hecha por Juan cuando hablaba de “hacer lo que debe hacer” y de su “superación”. Es necesario subrayar, adicionalmente, que este comportamiento, que pasa por la entrada o el regreso a la escuela y a la fábrica, constituye también el camino cotidiano hacia la paz.

En el caso de las excombatientes, este objetivo de “productividad” del programa de reintegración tiene otro espacio-objetivo privilegiado: el “trabajo reproductivo”. Las cuatro mujeres entrevistadas gracias a la ACR son madres y solo una de ellas, Lina, tenía hijos antes de entrar al grupo armado, de modo que Fernanda, Esperanza y Consuelo tuvieron hijos tras haber salido de las FARC-EP. Todas ellas se hacen cargo del cuidado de sus hijos, tal y como lo hace la pareja de Bruno, que también fue guerrillera. Además, las cuatro afirmaron que se ocupan del trabajo doméstico, mientras que sus esposos “salen a trabajar”. Esperanza fue la única de estas mujeres que no afirmó que su compañero “trabajaba” mientras que ella “se quedaba en la casa” haciéndose cargo de los niños y de las actividades domésticas.

Esperanza y Consuelo, dos excombatientes de las FARC-EP que no tienen más de treinta años de edad, son las únicas de las mujeres entrevistadas en la ACR que tienen un trabajo asalariado. Esperanza consiguió uno en una empresa de archivos, en el marco de los estudios que adelanta por intermediación de la Agencia. Ella fue la única que afirmó que tiene un trabajo asalariado y que se ocupa del trabajo doméstico en su casa. Consuelo, en cambio, tiene un trabajo asalariado en la confección de ropa, pero, al contrario de Esperanza, su ocupación se ajusta el modelo del “teletrabajo” (Taskin, 2006), en la medida en que ella hace la confección en su casa y la ropa es distribuida por un tercero. En su caso, ella se hace cargo del trabajo productivo y del trabajo reproductivo en el mismo espacio, su casa, y es posible que lo haga simultáneamente.

Estas cuatro mujeres sostuvieron que “están en paz” porque tienen un hogar. Más allá de que tengan un trabajo asalariado o se dediquen al trabajo reproductivo sin obtener una remuneración por él, el hecho de que se “ocupen” de sus familias es central, en su opinión, para “estar en paz”. El rol de la familia y su propio papel como madres ocuparon un lugar muy importante en los relatos relacionados con la paz. Lina lo resume así: “Pues sí porque ya estoy, o sea yo tengo un hogar y estoy construyendo una paz, o sea no, no tengo problemas con nadie, evito al máximo y entre más yo pueda apoyar a la gente, yo le colaboro, a mis hijos, entonces siento como que sí” (Entrevista personal, 9 de noviembre de 2013).

Pero nombrar a la familia como uno de los elementos centrales para “estar en paz” no fue exclusivo de los relatos de las mujeres. Hernando y Bruno también hablaron de sus familias para explicar por qué “están en paz”. Hernando, por ejemplo, comparte con Juan la idea de la “superación de sí” como un camino que asegura la paz tras la desmovilización, aunque para él la “superación” no es tanto un fin como un medio con un objetivo preciso: cuidar a su hijo y su esposa. Para él, sin ninguna duda, el hecho de trabajar para su familia constituye el camino cotidiano hacia la paz. Bruno, por su parte, cree que su ejemplo como padre es esencial en términos de lo que él “aporta a la paz”. En ese sentido, Bruno tiene una concepción más “positiva” de la paz, en la medida en que considera que está haciendo una contribución activa siendo un padre ejemplar y no solo dejando las armas:

O sea por lo menos, yo digo bueno listo, yo aporto para la paz no aportándole a la guerrilla, o sea siendo una persona pacífica, o sea ¿sí entiende? Pero usted sabe que hay unos, o sea puede haber diez que aporten a la paz pero el resto no, entonces hay gente que, o sea ahí es donde yo digo, o sea yo sí aporto porque o sea por lo menos yo digo que yo a nadie le hago mal, antes estoy haciendo el bien con mi trabajo, con mi familia, o sea dándole un ejemplo a mi hijo y todo. (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013)

La distinción entre una idea “negativa” y otra más “positiva” de la paz aparece en todas las entrevistas realizadas a mujeres y hombres excombatientes por medio de la ACR. En cuanto a la idea “negativa”, uno de los puntos en común es considerar la desmovilización como la puerta que conduce hacia la paz. Esto, por supuesto, no quiere decir que la salida de los grupos armados sea negativa, pero dado que se trata de una noción fuertemente ligada al desarme, esta manera de entender la paz está basada en una idea de ausencia o, más aún, de inacción: se trata de un “dejar de hacer la guerra”, más que de una construcción, de un “hacer la paz”. Sería entonces, retomando los términos de Alliez y Negri, de una paz concebida como un valor que “designa negativamente el estado social caracterizado por la ausencia de guerra” (Alliez y Negri, 2003: 26). Para estos dos autores, retomando el pensamiento de Aron, esta manera de pensar la paz no excluye la existencia de conflictos ni de luchas, pero las desmilitariza (26). Sin embargo, en el caso de las y los excombatientes entrevistados, sería posible afirmar que no se trata tanto de un estado social, como de un estado personal o, más aún, de una construcción personal cotidiana. Adicionalmente, la paz no es solo un estado personal desmilitarizado, sino una situación que exige acciones constantes. Por ello, para estas personas “estar en paz” no se reduce a la ausencia de guerra en sus vidas, sino que debe llegar a ser un estado de creación y aportes a la paz. Para ellas y ellos, la paz significa también trabajar, con o sin remuneración; tener el propósito de cuidar a sus familias; renunciar a la idea de volver a hacer parte de un grupo armado; y estudiar o apoyar a las personas con las que comparten sus vidas diarias.

“La paz es algo muy bueno, pues si hay, pero no, yo no creo que paz haya”: la paz como “estado social” difícil de imaginar

Aunque las diez personas entrevistadas por medio de la ACR hayan afirmado que “están en paz”, esos hombres y esas mujeres pusieron de presente una importante distinción. Al presentar aparte la paz como construcción personal cotidiana, también dejaron entrever que esta es algo más: un “estado social” deseable pero que no existe todavía y, de hecho, dejaron entrever su escepticismo frente a las posibilidades reales de que algún día exista. A diferencia de lo que sucede con la paz como una “construcción personal”, esta concepción de la paz como “estado social” deseable, aunque inexistente y cuyas posibilidades de concreción son dudosas, es compartida por las catorce personas entrevistadas y no solo por las diez personas contactadas por medio de la ACR.

Las razones esgrimidas para justificar este escepticismo son diversas y abarcan una serie de ideas que van desde la falta de voluntad de las guerrillas para dejar las armas hasta obstáculos que impiden la transformación de los “conflictos estructurales” de la sociedad colombiana. La frase de Hernando con la que inicia el subtítulo de esta parte del texto expresa la creencia compartida por las personas entrevistadas respecto a la inexistencia de la paz en el país. Asimismo, una de las aseveraciones de Francisco pone de presente las dificultades que estas y estos ex-combatientes tienen para concebir una paz futura. Al final de la entrevista, él dijo: “y a nivel nacional, o a nivel general, pues, a nivel general, eh… no me la imagino (risas)” (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013).

Mauricio, al igual que Francisco, no imagina la paz en el país. Para él, la paz está definitivamente relacionada con la terminación del conflicto armado y esta si- gue siendo muy lejana. En su opinión, las negociaciones actuales entre el Gobierno del presidente Santos y las FARC-EP no son más que un engaño por parte de este grupo guerrillero y se han constituido como una oportunidad para su fortalecimiento militar. Adicionalmente, él cree que las FARC-EP no tienen ninguna intención real de acabar con las confrontaciones y dejar las armas, dadas las posibilidades de que sus miembros sean juzgados por los crímenes y delitos que han cometido siendo parte de la insurgencia:

Yo digo que es el fortalecimiento porque cuando hacen procesos de paz así, es porque se están fortaleciendo, yo no miro a ninguno ahí de la paz, no. Con toda esa gente que se va a venir y… ¿por qué no se han entregado ya? Si ellos son los que están haciendo los delitos. Póngase usted a pensar eso, yo no creo… (Entrevista personal, 9 de noviembre de 2013)

Mauricio no fue el único que habló de estas negociaciones de paz y de poner en duda sus posibles resultados. Juan y Bruno también son escépticos frente a la terminación de la confrontación armada entre los grupos guerrilleros y el Estado colombiano. Pero esta suerte de imposibilidad de pensar un posible fin está ligada a otra probabilidad: la emergencia de nuevos grupos armados o la incorporación de las y los excombatientes a otros grupos no desmovilizados. Bruno lo explica claramente:

Pues, la verdad de todo, la paz sería algo muy bonito pero eso tanto como, o sea no solamente para que exista la paz en Colombia pues sería muy bonito que existiera pero la verdad no solamente digamos que el conflicto es entre el Gobierno y la guerrilla, sino que de pronto, o sea, yo digo “Listo, se acaba la guerra con la guerrilla”, pero de pronto puede salir otro grupo, o pueden salir diversas cosas como en otros países, uno mira. Entonces uno mira que supuestamente un grupo o el otro, o sea son los causantes del conflicto y se acaba un grupo, pero por cualquier motivo sale otro. (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013)

Esta aseveración permite introducir lo que parece ser uno de los puntos clave para entender el escepticismo frente a las posibilidades de paz en el país, entendida como un “estado social”. Más allá de los resultados de las negociaciones entre las FARC-EP y el actual Gobierno colombiano, el principal obstáculo que impide alcanzar este “estado social” reside en la permanencia de las “causas del conflicto”. Para Bruno, la paz sería el fin “absoluto” de los enfrentamientos entre el Estado y todos los grupos armados no estatales. Pero, explica, si las “causas del conflicto” siguen estando irresueltas, es muy probable que nuevos grupos armados puedan surgir por esta razón. Así, la “imposibilidad de imaginar la paz”, para retomar a Francisco, se puede explicar sobre todo por la permanencia de estas “causas” y de los “orígenes” del conflicto armado. Esta posición es compartida por varias y varios excombatientes.

Hernando, por ejemplo, considera que no es posible hablar de paz en Colombia en la medida en que el problema del desempleo sigue estando intacto. Para él, la guerra se ha producido justamente por los altos niveles de desempleo en todo el país: “Porque es una mentira muy grande porque, porque eso, por lo menos, qué va a haber paz si hay tanto desempleo que hay hoy en día; si la paz viene… la guerra viene es del desempleo. Entonces, paz no hay” (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013). Es necesario poner de presente que uno de los principales motivos para su ingreso a las AUC fue, precisamente, que no tenía un empleo estable cuando un amigo le dijo que era posible entrar al grupo armado y recibir un salario por ello. En este caso, su explicación de la “imposibilidad de la paz” puede estar muy relacionada con su propia experiencia como combatiente, especialmente por los motivos de su vinculación al grupo armado.

Por su parte, Esperanza comparte con Bruno y Hernando el escepticismo respecto de la paz, más allá de los resultados de las actuales negociaciones. De hecho, ella cree que incluso si se llega a un acuerdo de paz, habrá conflictos que seguirán estando intactos, tal y como lo explicó Bruno. Para ella, la agenda de las negociaciones es una muestra de los intereses que tienen estos dos actores del conflicto armado, pero no incluye otros conflictos que no pasan necesariamente por las reivindicaciones de las FARC-EP o del Gobierno colombiano, como “la delincuencia común”. Adicionalmente, Esperanza cree que la situación de conflicto armado es aún más compleja en la medida en que ha sido el mismo Gobierno quien la ha creado, porque “el mismo Gobierno hace que la gente cometa día a día errores, como que la gente delinca” (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013).

Al cuestionar los efectos reales que pueden tener las negociaciones actuales en términos de la paz, Lina fue la única que habló del castigo de los comandantes de los grupos armados como una condición sine qua non de la paz como “estado social”. Es necesario anotar que ella fue la única que, reconociéndose como excom- batiente, se reivindicó también como víctima de la guerrilla:

Entonces sería muy lindo que hubiera una paz, pero sí me gustaría a mí que al haber la paz que también hubiera como ley con los mandos, que pagaran cárcel porque ellos cometen muchos crímenes, o sea ellos se creen un dios y no debería ser así, entonces que sí hubiera, a pesar de que yo estuve allá, o sea uno adentro fue víctima de ellos también. (Entrevista personal, 9 de noviembre de 2013)

Es importante poner de presente que Lina no entró a las FARC-EP a través de un inicio “por la fuerza” (Felices-Luna, 2008: 169); es decir, Lina no fue reclutada forzadamente, como fue el caso de otras personas entrevistadas, pues ella decidió ingresar a este grupo armado por motivos ideológicos y por la situación de desempleo que vivía en ese momento, pero se reivindica como víctima de la guerrilla por lo que ha vivido tras su salida de este grupo insurgente. Ella afirma que tras un bombardeo del ejército en medio del cual resultó gravemente herida, igual que su compañero, los dos decidieron buscar refugio donde algunos familiares para recuperarse de las graves heridas. Algunos días después, miembros de esa guerrilla fueron a buscarlos y los convencieron de ir a uno de los campamentos para asignarles nuevas tareas. Sin embargo, como ella lo explica, “apenas nosotros llegamos allá, nos amenazaron que nos iban a hacer un consejo de guerra porque nosotros nos habíamos volado, mejor dicho, todo lo contrario de lo que nos habían dicho” (Entrevista personal, 9 de noviembre de 2013). Enseguida, tras un nuevo enfrentamiento con el ejército, Lina y su compañero decidieron huir y salir definitivamente del grupo.

En este contexto, Lina afirma que para ella los comandantes de esta guerrilla tienen actitudes abusivas que en su caso se presentaron con mucha fuerza en el episodio citado anteriormente. Más allá de las preguntas que pueden surgir de la reivindicación que hace Lina al considerarse como una víctima del grupo armado en el que militó, es posible pensar que sus ideas a propósito de la paz están fuertemente influenciadas por sus experiencias como combatiente, al igual que en el caso de Hernando.

Rita y Cristina también consideran que es imposible hablar de paz en la situación actual de país. Para Rita, por ejemplo, los sectores sociales de oposición al Gobierno, especialmente los sectores de izquierda, no tienen condiciones de seguridad que les permitan actuar desde la legalidad. No obstante, ella cree que es “posible hacer la paz sin fusiles” sin que esto niegue la necesidad de “seguir luchando” por la apertura del sistema político colombiano (Diario de campo personal, 2013). En su opinión, incluso después de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, la democracia colombiana siguió siendo muy limitada, especialmente porque las izquierdas no tienen posibilidades reales de participación.

Igualmente, Cristina encuentra que es necesario seguir buscando la transformación de los conflictos políticos, económicos y sociales del país. Para ella, la paz no se construye solo por medio de la desmovilización de los grupos armados y, en consecuencia, no es posible hablar de paz en el país, incluso si las actuales negociaciones conducen a la firma de un acuerdo. Cristina cree que es necesario seguir buscando una “paz real”, que no se reduzca a la resolución del conflicto armado entre las insurgencias y el Estado colombiano:

Pero también es eso, no es la paz de que “¡Ay no! Ya no hay armas aquí”, ahí sí, como que acallemos los fusiles y ya eso es paz. No, es buscar la real paz, lo que, pues que haya de verdad una paz, que haya condiciones favorables para todo el mundo; si no hay igualdad por lo menos que haya equidad. Pero entonces eso, o que por lo menos la democracia esa tan famosa que se habla que sea real. Entonces es más buscando como eso. (Entrevista personal, 21 de octubre de 2013)

Siguiendo a Rita y Cristina, es posible afirmar que sus concepciones de la paz como un “estado social deseable” están, igualmente, influenciadas por sus experiencias como integrantes del M-19. En sus casos, se trata de una forma de entender la paz que emerge, al menos parcialmente, del “modelo vocacional” de su militancia en este movimiento armado y en el que la paz y la justicia social eran reivindicaciones centrales. Adicionalmente, no es una coincidencia que las dos mencionen la democracia cuando hablan de paz pues, como es bien sabido, uno de los principales elementos ideológicos del M-19 era precisamente la exigencia por la apertura del sistema político colombiano a través de la construcción de una democracia radical. Entonces, parece que las experiencias militantes de las y los excombatientes tienen fuertes impactos en sus visiones actuales sobre la paz como un “estado social”. A veces, esos impactos provienen de los motivos por los que las personas decidieron hacer parte de un grupo armado, como en el caso de Hernando, mientras que en otras ocasiones pueden estar dados por las causas de su salida del grupo, como en el caso de Lina. Adicionalmente, estos impactos pueden ser el resultado de un “modelo vocacional” en el cual la paz fue un vector de las militancias, como en los casos de Rita y de Cristina. Como se ha visto, para ellas la paz no puede ser construida sin la existencia de una democracia real y por tanto una de las condiciones para poder hablar de paz es la apertura del sistema político.

A modo de conclusión

Todas las personas entrevistadas consideran que la paz es un “estado social deseable” pero que no existe aún, ya sea por la persistencia del conflicto armado o de una diversidad de conflictos que han adquirido expresiones violentas. Resumiendo, todas estas personas son escépticas frente a este tipo de paz, pero muchas de ellas (diez de catorce) consideran simultáneamente que la paz es también una construcción personal que empieza con la desmovilización.

Ahora bien, puede pasar que la convergencia de estas dos concepciones de paz en las y los excombatientes produzca una situación subjetiva precisa: el “individualismo de la gregariedad”. Según Poché, este tipo de individualismo revela la masificación del individualismo descrito por Tocqueville como una situación en la cual los ciudadanos “han dejado de sentirse ligados por un interés común a su suerte: cada uno se retira aparte, se cree entonces reducido a ocuparse solamente de sí mismo” (Poché, 2009: 107). Según este autor, el “individualismo de la gregariedad” crea en los ciudadanos un sentimiento de impotencia política, es decir, que esta parece no poder estar conectada con la existencia social.

Así, es posible que una concepción de la paz como una “construcción personal cotidiana” sea el producto de un “individualismo de la gregariedad” que atraviesa las experiencias de algunas y algunos excombatientes. Esto no implica, en lo absoluto, que ellas y ellos sean necesariamente individuos “egoístas” y que el sentimiento de impotencia les lleve a ocuparse nada más de sus propias vidas y las de sus familias. Muy al contrario, ellas y ellos son individuos que han tejido relaciones solidarias en sus comunidades, que fueron evocadas en las entrevistas por medio de una “fórmula” que se resume en la siguiente afirmación de Juan:

De que ya ahorita, yo puedo colaborarle a la gente le puedo colaborar en lo que yo pueda, no me da miedo decirle, de pronto, o comprometerme con algo de que yo sé que yo lo puedo hacer, ¿ve? Si yo me comprometo con una comunidad, por ejemplo, de mi barrio a que hay que hacer de pronto un trabajo para la misma comunidad y yo “Bueno ¿qué es lo que hay que hacer?”. (Entrevista personal, 8 de noviembre de 2013)

Sin embargo, el escepticismo frente a la paz como “estado social” se completa con una concepción de la paz como “construcción personal cotidiana” y esta coexistencia de dos concepciones diferentes permite que las y los excombatientes se sientan impotentes como ciudadanas y ciudadanos, y tengan la impresión de que realmente no pueden hacer “aportes a la paz”. Además, como lo sostiene Aranguren (2011), el programa de reintegración del Estado colombiano buscar “crear” sujetos bajo el modelo liberal moderno, más que ciudadanas y ciudadanos.

En ese sentido, se configura una contradicción en la medida en que las y los excombatientes, en tanto que personas desmovilizadas, son “reintegradas” a modelos y modos de producción que de un lado están en la base de muchos de los conflictos que han tomado expresiones violentas, y que de otro lado requieren sujetos productivos que se adapten a estos modelos y modos de producción sin tomar ninguna postura, y mucho menos una postura crítica frente a los conflictos que los atraviesan y los constituyen, esto es, que no participen de la construcción de la paz en términos de la resolución y la transformación de conflictos estructurales. De cierta manera, esto implica que la “reintegración”, como ha sido pensada y puesta en marcha por el Estado colombiano, propone una suerte de pacificación de las vidas de las personas desmovilizadas, que requiere de la inacción política (armada o no armada) para que sea “exitosa”, y que en ese sentido es contradictoria con la búsqueda y la construcción de la paz como un estado social.

El único camino posible para “estar en paz” sería, entonces, retomando la interpretación de Poché, retirarse aparte y ocuparse de su “propia” paz y de la de su familia, pues parece que no es posible actuar como ciudadano o ciudadana para llegar a un “estado social” de paz. En consecuencia, como lo explica Mauricio, “estar en paz” significaría “no estar por lo menos con la violencia allá, violencia afuera (…). Vivir como esa paz en el corazón, ¿sí?” (Entrevista personal, 9 de noviembre de 2013).

Pero ¿acaso el “individualismo de la gregariedad” es una experiencia compartida por todas y todos los excombatientes? Asimismo, ¿el sentimiento de impotencia descrito por Poché es una experiencia común a todas y todos ellos? ¿La creencia en la imposibilidad de la construcción de la paz como “estado social” se traduce necesariamente en una búsqueda individual de la paz en las y los ex-combaientes? Este tipo de preguntas tienen una importancia capital para el país, pues es necesario que nos demos a la tarea de pensar qué es la paz y qué estamos dispuestos a hacer por ella como sociedad y eso incluye, por supuesto, a aquellas mujeres y aquellos hombres que han participado del conflicto armado como combatientes

Material suplementario
Referencias bibliográficas
Aranguren, Juan Pablo (2011). Las inscripciones de la guerra en el cuerpo de los jóvenes combatientes. Historias de cuerpos en tránsito hacia la vida civil. Universidad de los Andes, Bogotá.
Aristizábal, Lorena (2013). “Devenir Civil / Devenir Mujer: Una mirada a las subjetividades de mujeres excombatientes en proceso de reinserción”. En: Desafíos para la reintegración. Enfoques de género, edad y etnia. Centro Nacional de Memoria Histórica, Bogotá, pp. 178-215.
Bataillon, Gilles (2005). “De Sandino aux contras”. En: Annales. Histoire, Sciences Sociales, vol. 60, N.° 3, pp. 653-688.
Calvo, Fabiola (2013). Hablarán de Mí. Acracia Proyecto de Investigación Editorial, Bogotá.
Falquet, Jules (2002). “Division sexuelle du travail révolutionnaire: réflexions à partir de l’expérience salvadorienne (1970-1994)”. En: Cahiers de l’Amérique Latine, N.° 40, pp. 109-128.
Felices-Luna, Maritza (2008). “Déviance et Politique: La carrière des femmes au sein de groupes armés contestataires”. En: Déviance et Société, vol. 32, N.° 2, pp. 163-185.
Garaizábal, Cristina y Vásquez, Norma (1996). El dolor invisible de la guerra. Una experiencia de grupos de auto-apoyo con mujeres salvadoreñas. Horas y Horas, Madrid.
Grabe, Vera (2000). Del silencio de mi cello (razones de vida). Observatorio para la paz, Bogotá.
Rettberg, Angelika (2006). Buscar la paz en medio del conflicto, un propósito que no da tregua: un estudio de las iniciativas de paz en Colombia (desde los años 90 hasta hoy). Universidad de los Andes, Bogotá .
Wieviorka, Michel (2005). La violence. Hachette, París.
Alliez, Éric y Negri, Antonio (2003). “Paix et guerre”. En: Multitudes, vol. 11, N.° 1, p. 26. (En línea:) doi: 10.3917/mult.011.0025. (Consultado el 25 de agosto de 2014).
Comisión Nacional de Memoria Histórica (2013). ¡BASTA YA! Colombia: memorias de guerra y dignidad. Imprenta Nacional, Bogotá. (En línea:) (En línea:) http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2013/bastaYa/basta-ya-colombia-memorias-de-guerra-y-dignidad-2016.pdf, (Consultado el 25 de agosto de 2014).
Linhardt, Dominique y Moreau De Bellin, Cédric (2014). “Ni guerre, ni paix”. En: Politix, vol. 104, N.° 4, pp. 7-23. (En línea:) doi: 10.3917/pox.104.0009. (Consultado el 20 de agosto de 2014).
Poché, Fred (2009). “Les défis d’une paix sociale durable face au processus de désymbolisation?”. En: Revue d’éthique et de théologie morale, vol. 255, N.° 3, p. 107. (En línea:) doi: 10.3917/retm.255.0101. (Consultado el 25 de agosto de 2014).
Taskin, Laurent (2006). “Télétravail : Les enjeux de la déspatialisation pour le management humain”. En: Revue Interventions économiques. Papers in Political Economy, N.° 34 (En línea:) ° 34 (En línea:) http://interventionseconomiques.revues.org/680. (Consultado el 2 de agosto de 2014)
Notas
Notas
1 Este texto surge de una investigación enmarcada en el desarrollo de la maestría en Sociología, con especialidad en género, política y sexualidades, llevado a cabo por la autora, a propósito de las visiones de paz de las mujeres excombatientes colombianas. Este estudio fue realizado entre octubre de 2012 y noviembre de 2014 y el trabajo de campo tuvo lugar en Bogotá e Ibagué entre septiembre y noviembre de 2013, y fue financiado parcialmente por el EHESS —Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales—. En ese período de tiempo, se realizaron catorce entrevistas con ocho mujeres y seis hombres, excombatientes de las FARC-EP, del M-19 y de las AUC.
2 Barrera Téllez, Andrea Marcela (2016). “Visiones y experiencias de paz de mujeres y hombres excombatientes en Colombia: ¿entre lo individual y lo colectivo?”. En: Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia, Medellín, vol. 31, N.o 52, pp. 197-220.
3 Nombre con el que ha sido designado el período de confrontación armada entre los dos principales partidos políticos colombianos del siglo xx, a saber, el Partido Conservador y el Partido Liberal. Se trata de una confrontación promovida y auspiciada por las dirigencias de estos dos partidos, aunque es importante resaltar el hecho de que Laureano Gómez fue presidente de la República por el Partido Conservador entre 1950 y 1953 y su sectarismo, aunado con el rol activo jugado por la Iglesia católica, abiertamente a favor de ese partido político y con un discurso antiliberal y anticomunista, contribuyó de manera decisiva en esta cruenta confrontación armada. A propósito de este período de la historia colombiana, el informe Basta Ya, afirma: “La Violencia se expresó, entre otras formas, en la ola represiva contra los movimientos agrarios, obreros y populares urbanos aglutinados en torno a los ideales del gaitanismo, y alcanzó su máximo nivel y radicalización política tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, suceso que desató protestas populares y fue conocido como El Bogotazo. Como sello distintivo de la década de 1950, la violencia se libró entre los ciudadanos adscritos a ambas colectividades políticas mediante el ataque a los militantes del partido contrario o a sus territorios de influencia. Dentro de los partidos políticos se constituyeron agrupaciones armadas con diferentes niveles de organización: de un lado, la policía chulavita y Los pájaros (asesinos a sueldo), al servicio del Gobierno conservador; del otro, las guerrillas liberales y las autodefensas comunistas” (CNMH, 2013: 112).
4 La categoría de “continuum guerrero” [“continuum guerrier”] utilizada por Bataillon a propósito del conflicto armado nicaragüense puede llegar a ser pertinente para describir esta suerte de mutación permanente del conflicto armado colombiano. Por supuesto, sería necesario entender los elementos y las dinámicas propias de este “continuum” colombiano. Ver: Bataillon (2005: 655).
5 Tuve la oportunidad de escuchar al Flaco en el marco de la entrevista con Cristina y conté con su autorización para usar sus intervenciones en esta entrevista para la investigación.
6 En este caso específico uso la palabra “desmovilización” porque fue usada por las personas entrevistadas.
Tabla 1
Personas entrevistadas


Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por Redalyc