Resumen: Pese a la marginalidad de la región fronteriza del Alto río Negro, Vaupés, entre Colombia y Brasil, la fotografía de la zona es numerosa. En este texto se ofrece un inventario preliminar y un contexto de quienes hicieron fotografías entre 1865 y 1965; se ilustran las temáticas que aquellas muestran y se señalan los desafíos que siguen para adelantar su análisis.
Palabras clave: fotografíafotografía,AmazoníaAmazonía,noroeste amazóniconoroeste amazónico,indígenasindígenas,Alto río NegroAlto río Negro,VaupésVaupés.
Abstract: Despite the marginality of the region on the border of the Upper Negro River (Vaupes) between Colombia and Brazil, the photograph on the region is numerous. This text offers a preliminary inventory and context of those who took photographs between 1865 and 1965 illustrating the themes they show and pointing out the challenges that follow to advance their analysis.
Keywords: Photography, Amazonía, Northwest Amazon, Indigenous, Alto Rio Negro, Vaupés.
Resumo: Mesmo a marginalidade da região de fronteira do Alto Rio Negro (Vaupés) entre a Colômbia e o Brasil, a fotografia sobre o território é numerosa. Neste artigo se oferece um inventário preliminar e contexto de quem fizeram fotografias entre 1865 e 1965 apresentando as temáticas que apresentam e assinalam os desafios que continuam para aprofundar sua análise.
Palavras-chave: Fotografia, Amazônia, Nordeste amazónico, indígenas, Alto Rio negro (Vaupés).
Résumé: Malgré la marginalité de la région frontalière d'Alto Rio Negro (Vaupés) entre la Colombie et le Brésil la photographie sur la zone est nombreuse. Dans cet article, on fait un inventaire préliminaire et un contexte de ceux qui ont fait des photographies entre 1865 et 1965 en illustrant les thèmes qu’ils montrent et en soulignant les défis qui continuent pour son analyse.
Mots-clés : photographie, Amazonie, nord-ouest amazonique, indigènes, Alto Río Negro (Vaupés).
Investigación
Un siglo de fotografías del Alto río Negro, Vaupés, Colombia, 1865-1965*
A Century of Photographs of the Upper Negro River (Vaupes), 1865-1965
Um século de fotografias do Alto Rio Negro (Vaupés) 1865-1965
Un siècle de photographies d'Alto Rio Negro (Vaupés), 1865-1965
Recepción: 14 Febrero 2017
Aprobación: 05 Septiembre 2017
Los manuscritos, libros, edificios, mobiliarios, paisajes y diferentes tipos de imágenes (pinturas, estatuas, grabados, fotografías, etc.) están, según el historiador holandés Renier, al mismo nivel, y tienen la misma capacidad de servir de fuentes para describir, entender y explicar el pasado (Pérez, 2012: 22). Las fuentes escritas deben ser entendidas entonces no sólo como los documentos de archivo, sino como un espectro amplio de impresos (diarios, memorias, necrologías, almanaques, diccionarios bio-bibliográficos o histórico-geográficos, novelas, folletos, revistas, anuarios, bitácoras, etc.) diferenciados de las fuentes visuales, que incluirían la acuarela, la fotografía, el cine, la pintura, los grabados, el dibujo, la caricatura, los afiches, los planos y los mapas.
Las imágenes se han empleado con fines ilustrativos y no como documentos para la interpretación y el análisis del pasado (Aguayo y Roca, 2005: 10). Es usual, por tanto, “considerar las fotografías como documentos secundarios si se comparan con fuentes primarias como los testimonios escritos o los archivos. Por el contrario, los historiadores fotográficos consideran que las imágenes son objetos principales, en ocasiones complementados por archivos” (Kozloff, 2009: 7). En una fotografía se pueden ver el tiempo, el espacio, las personas y los medios (Silva, 2016: 14). Igualmente, de ellas se pueden extraer pruebas de condiciones materiales de otras culturas y épocas.
Félix del Valle propone analizar la relación que se establece entre la fotografía y la realidad a través de tres modos: simbólico con lo que representan por ejemplo en el ámbito religioso o político entre otros; estético como generador de sensaciones entre los espectadores y epistémico como transmisor de información de carácter visual que busca fijar sentidos en la memoria y que varía según sean fotografías documentales, de prensa o científica (Valle, 2005: 220). Por su parte, Kossoy (2014) propone analizar dos realidades de la fotografía: la exterior, vista a través de la iconografía que involucra aspectos como el asunto, el fotógrafo y la tecnología; y la interior, abordada a través de la iconología, que busca indagar la representación fotográfica, “su cara oculta, su significado, su primera realidad más allá de la iconográfica” (pp. 179-180).
Sería pretencioso desarrollar en este texto corto todos los aspectos que sugiere Kossoy. El propósito de este artículo es, entonces, mostrar en orden cronológico un apretado panorama del acervo fotográfico que existe sobre la región del Alto río Negro-Vaupés entre 1865 y 1965, incluyendo una breve contextualización y trazando algunos derroteros investigativos. Esta es un área compartida por Brasil y Colombia, en la que el grueso de la población hace parte de una treintena de pueblos indígenas de filiaciones lingüísticas tukano oriental, arawak y makú (nadahup y kakua-nukak), como se aprecia en la figura 1. Los pueblos mencionados conforman un complejo cultural en el que comparten la asociación mítica y ritual del Yuruparí, pero a su vez se diferencian en su nombre, lengua, ascendencia ancestral, propiedad de elementos rituales, historia mítica, desplazamiento primordial y territorialidad (Correa, 1996: 12). El conocimiento de esta región se inicia con la expedición científica de Alexandre Rodrigues Ferreira en el siglo xviii, a la que siguieron la breve actuación de misioneros capuchinos y franciscanos y otros viajeros en los siglos xix y xx (Cabrera, 2002). En particular, el siglo xx es el período que cuenta con amplios registros fotográficos.
Dejando de lado la fotografía de misiones que ya fue objeto de análisis en otro texto (Cabrera, en prensa), a través de algunos ejemplos se muestra cómo la fotografía es una fuente de importancia para el conocimiento del pasado. Para efectos de la presentación, solamente tomo en consideración las imágenes generadas por actores que hicieron tránsito por la región; sin embargo, hay una limitación, pues si bien se tomaron las imágenes publicadas y sus pie de fotos, no se revisaron los originales de las fotografías que, como se ha mencionado para otras regiones, pueden tener anotaciones en su respaldo que son relevantes para su interpretación (Palma, 2014: 140).
La fecha inicial de 1865 atiende al momento de las primeras imágenes que se conocen sobre la región. La fecha de cierre de 1965 responde, en el caso de Colombia, a la disolución de la estructura político-jurídica del Vaupés creada como Comisaría Especial del Vaupés en 1910 y que estuvo conformada por los actuales departamentos de Guainía, Guaviare y Vaupés, y permaneció sin modificaciones hasta 1965, cuando se segregó Guainía; en 1977 se vio segregada otra parte: Guaviare. En Brasil, entre tanto, el Vaupés ha hecho parte durante el siglo xx del hoy municipio de São Gabriel da Cachoeira.
La fotografía ha sido objeto de intervención con distintos propósitos (Gubern, 2004: 55-56 y 249-326; Aguayo y Roca, 2005: 15). Las modificaciones pueden corresponder a reducción, ampliación, recorte, retoque, manipulación o intercambio (Sontag, 2013: 14). Incluso el recorte afecta formatos como las placas de negativos en vidrio, que en algunas ocasiones fueron cortadas para manejar formatos de tamaño estandarizados (Kraus, 2015: 19). Todas estas alteraciones pueden ser realizadas por el fotógrafo, el laboratorista, el paginador y los editores, “quienes deciden en última instancia lo que va a ser publicado” (Miguel, 1993: 129; Kossoy, 2014: 177). Igualmente, el almacenamiento o la exhibición son elementos que también tienen efectos sobre la materialidad de las fotografías (Triana, 2008: 49-55). Todas estas circunstancias agregan elementos sobre los que es necesario prestar atención al estudiar la imagen fotográfica.
Según Walter Benjamin, las primeras imágenes o daguerrotipos
eran placas de plata yodadas y expuestas a la luz en la cámara oscura; había que someterlas a un vaivén hasta dar con la inclinación que, con la iluminación adecuada, permitiera ver una imagen de un gris claro. Eran placas únicas, y en el año 1839 costaba cada una unos 25 francos-oro. Se solían conservar como si de joyas se tratara. Pero para no pocos pintores se convirtieron en una técnica auxiliar (Benjamin, 2011: 12).
Empero, algunos autores coinciden en señalar que fue Hércules Florence (1804-1879), un francés residente en Brasil, quien hizo los primeros experimentos conocidos de la fotografía (Billeter, 2003: 15; Borges, 2003: 21). En Brasil, Marc Ferrez (1843-1923) es reconocido hoy como el principal fotógrafo del siglo xix en el país y quien llevó por primera vez los indígenas al estudio fotográfico (Billeter, 2003: 388; Borges, 2003: 45-46).
El estudio pionero sobre la presencia de imágenes y su reproducción en Colombia escrito por Pilar Moreno de Ángel desarrolla una breve presentación de la historia de la fotografía y se centra en la llegada de esta técnica al país y tres personajes que la desarrollaron. El primero de ellos fue el barón francés Jean-Baptiste Louis Gros, pintor, encargado de negocios que llegó al puerto de Cartagena en 1839, desplazándose a Bogotá, donde permaneció hasta 1843. Fue el importador del primer daguerrotipo con el que se hicieron las dos primeras imágenes que se conocen sobre Colombia, fechadas en 1842: la Vue de la Cathédrale de Bogotá, en la que se aprecia el costado oriental de la entonces llamada Plaza de la Constitución, y la Calle del observatorio, que tiene en su respaldo la anotación de que el tiempo de exposición fue de 47 segundos (Moreno, 2000: 63-66). La segunda figura fue el pintor, paisajista, miniaturista, calígrafo, coleccionista y fotógrafo colombiano Luis García Hevia (1816-1887), que procedía de una familia acomodada de la capital e hizo un primer daguerrotipo de doña Amalia Mantilla de Mutis en la región de Santander, trasladándose luego a Antioquia donde ofreció sus servicios como artista y daguerrotipista para regresar luego a Santander y continuar su labor (Moreno, 2000: 89-93 y 99). Una tercera figura fue el estadounidense John Armstrong Bennet, que llegó y fundó en 1848 un almacén de artículos importados y la primera galería de daguerrotipia, y fue nombrado cónsul de los Estados Unidos ante la Nueva Granada en 1851, cargo que desempeñó hasta 1856, cuando dejó el país (Moreno, 2000: 172 y 180).
Otro estudio colombiano se ocupa de la fotografía en Antioquia entre 1848 y 1950. En él se abordan los trabajos de daguerrotipistas pioneros en la región como Fermín Isaza, el alemán Emilio Herbruger y su discípulo Rafael Sanín (Londoño, 2009: 23-34). Sobre tres almacenes fotográficos instalados en Medellín entre 1880 y 1890, de Gonzalo Gaviria, Emiliano Mejía y Enrique Latorre, así como de otros pioneros de la fotografía en Antioquia, hay otros textos: Mejía (1988: 447-454) y Santofimio (1996: 674-677). Dos trabajos más se ocupan de figuras del fotorreportaje sobre Carlos Rodríguez (Aricapa, 1999) y sobre Sady González (González y Carrillo, 2014). Otra publicación se ocupa del retrato de estudio y su desarrollo, que en el contexto colombiano señala que en nuestro país el retrato no transmite a plenitud la diferencia social, como sí lo hizo en Europa (Goyeneche, 2009: 22; cfr. Kuehl y Hähnel, 2011: 7). Sobre la fotografía en Colombia en el período posterior al que cubre este texto, puede consultarse a Rueda (2014) y, sobre la fotografía en la ciudad de Tunja, a Ávila (2004).
Cabe anotar que ninguno de estos trabajos menciona para Colombia la existencia de daguerrotipos de indígenas. El alto costo del daguerrotipo limitó su empleo por el público general, pues algunos datos revelan que una imagen costaba cuatro o cinco veces más que algunos productos de consumo popular en el último cuarto del siglo xix (Moreno, 2000: 109). Esta circunstancia contrasta con lo señalado por otra investigadora, quien anota que el retrato-daguerrotipista llegó a ser un artículo de masas (Billeter, 2003). El desarrollo del proceso de negativo y positivo de Fox Talbot que este patentó en 1841 terminó sustituyendo al daguerrotipo y tan sólo una década después un fotógrafo alemán inventó la manera de retocar el negativo (Sontag, 2013: 90). Otros avances tecnológicos, como la introducción de las cámaras miniaturas en la segunda década del siglo xx, la película de color para transparencias inventada en 1936 y la película negativa de color en 1940 contribuyeron a la popularización de la fotografía (González, 2007: 11).
Bajo el título Historia de la fotografía en Colombia, el investigador Eduardo Serrano se ocupa de rastrear la fotografía entre los años 1950 y 2000. El texto aborda los vínculos de la fotografía con el arte a través de once tipologías fotográficas o temáticas. Serrano recuerda que en sus inicios el retrato tomaba elementos propios de la pintura, como poses, encuadres y puntos de vista, y que algunos fotógrafos hicieron lo mismo incorporando en sus imágenes escenografías románticas, ámbitos misteriosos y superposiciones. En 1917 el Salón de Artistas incluyó fotografías, pero sólo hasta 1974, en el xxiv Salón, hubo de nuevo fotografías, y en el de 1980 una foto ganó un premio.
#1Las primeras fotografías de indígenas en Colombia y Brasil
Eduardo Serrano señala que es en la segunda mitad del siglo xx cuando la realidad ocupa un lugar entre los temas de la fotografía. Es en este período que figuras como Gerardo Reichel-Dolmatoff (1912-1994), uno de los pioneros de las investigaciones etnográficas en Colombia, hizo un uso intenso de la fotografía de indígenas. Sus imágenes se describen así: “de una evidente calidad artística, precisas, nítidas, bien compuestas y, sobre todo, portadoras de una gran cantidad de información acerca del entorno, las costumbres, las labores, las viviendas, las vestimentas, los adornos, las ceremonias, los festejos, los instrumentos musicales, y, en general, los más diversos aspectos de la vida cotidiana de los pueblos con los cuales trabajó” (Serrano, 2006: 62). El archivo fotográfico de Reichel-Dolmatoff reposa hoy en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá, reúne numeroso material y cuenta con un catálogo descriptivo.
De acuerdo con Serrano, otros fotógrafos que registran aspectos de la vida indígena en Colombia son Guillermo Cabo, Paul Beer, Diego Samper, María Victoria Uribe y Fernando Urbina. El último, filósofo y docente retirado de la Universidad Nacional de Colombia, ha realizado 19 exposiciones fotográficas y publicado más de 3.000 fotografías en diversos medios. Se ha ocupado no sólo de los pueblos indígenas de la Amazonía, sino también de inventariar los petroglifos del país (Serrano, 2006: 62; Rueda, 2014: 326-328). Otro fotógrafo es Diego Samper, quien hizo estudios de química, antropología y biología viajando a la Amazonía en 1973, a donde regresó en 1977. Tras terminar sus estudios vivió un tiempo en el Bajo Apaporis, cerca de La Pedrera, donde intentó establecer con su esposa una granja autosuficiente, pero el conflicto armado lo obligó a abandonar su proyecto. Samper ha realizado reportajes para diversas entidades y ha publicado en más de 30 libros sus fotografías (Rueda, 2014: 319-320). Específicamente, sobre la fotografía de indígenas en Colombia puede verse el trabajo de los pioneros Botero y Perry (1994), y sobre la fotografía de indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta hechas por K. Theodor Preuss, el trabajo reciente de Palacio (2015).
En cuanto a la fotografía de indígenas brasileños, varios autores coinciden en señalar que las primeras imágenes de ellos son los daguerrotipos de los botocudos hechos por el francés E. Thiesson hacia mediados de la década de 1840 (Borges, 2003: 5; Tacca, 2011: 192). Sin embargo, las primeras fotografías sobre la Amazonía brasileña se deben al alemán Christoph Albert Frisch, quien tras su paso por Argentina y Paraguay se encontraba en Río de Janeiro en 1865. Frisch hizo un recorrido descendiendo por el río Amazonas entre Tabatinga y Manaos en una embarcación con dos remadores.
Un trabajo reciente señala que Albert Frisch nació en 1840 y que en verdad era un fotógrafo comercial que inicialmente envió fotografías para un estudio de George Leuzinger en Río de Janeiro y más tarde trabajó para él. Igualmente, anota que tal vez por precaución Frisch hizo pares de imágenes previendo las dificultades de su conservación y que sus imágenes incluyen a los pueblos ticuna, miraña, kaixana y umaua (Kohl, 2015: 174-178). Sus imágenes fueron expuestas por primera vez en 1867 durante la Exposición Internacional de Fotografía de París (Billeter, 2003: 18; Kossoy, 2014: 203). Tras su regreso a Alemania en 1872, él mismo comenzó la distribución de sus imágenes, labor que intensificó cuando fue a Berlín en 1875 con el Berliner Gesellschaft für Anthropologie, Ethnologie and Urgeschichte (BGAEU), luego de unirse a la asociación en 1876 (Kohl, 2015: 186). Las fotografías de Frisch cubren un espectro amplio de la naturaleza tropical y los diferentes tipos de residentes, como también los modos de transporte en áreas remotas (Kohl, 2015: 188). Además, revelan una preocupación por identificar el parentesco de los retratados, su estatus y su relación con los colonizadores (Andrade, 2013). Incluyo dos ejemplos a continuación (figuras 2 y 3).
Otro fotógrafo que es necesario mencionar por las imágenes que tomó en la zona del río Negro y Manaos fue George Huebner (Dresden, 1862-Manaos, 1935). En 1899 abrió su propio estudio fotográfico en Manaos, la Photographia Alemã, convertida prontamente en el mejor local del ramo en la Amazonía, expandiendo luego su negocio a Belén (1906) y a Río de Janeiro (1910). En 1920, después del boom del caucho, quebró, sobrevivió con la recolección y el envío de plantas a Europa (en particular orquídeas), labor por la que algunos géneros de esta especie llevan su nombre (Valentin, 2015: 202-203). Sus imágenes documentan la economía extractiva del caucho. Huebner también hizo trece fotografías del viajero alemán Theodor Koch-Grünberg en sus tres pasos por Manaos, aunque sólo se han ubicado siete de ellas (Schoepf, 2005; Valentin, 2012) (figuras 4 y 5).
Exploradores como el italiano Ermanno Stradelli (1852-1926) y el alemán Theodor Koch-Grünberg (1872-1924) dejaron registros de dibujos y petroglifos de la región (Stradelli, 1890: 4; Koch-Grünberg, 2009, 2010); las interpretaciones sobre ellos ya han sido publicadas (Faulhaber, 1997; Cabalzar, 2010). Del primer viajero sobreviven 83 fotografías tomadas entre 1887 y 1889 que se conservan en la Sociedad Geográfica Italiana, aunque se sabe que también hizo fotografías del Vaupés, pero estas se perdieron o fueron destruidas (Fontana, 2006; Costa, 2016: 103). Fontana incluye en su trabajo 67 de estas imágenes (figuras 6 y 7).
Una valoración sobre las imágenes de Stradelli puntualiza:
Las fotos con indígenas o igual las realizadas con otros grupos de personas parecen denunciar la familiaridad del Conde con sus fotografiados. No obstante posadas, ellas expresan una voluntad con la cámara, y esta no explota la desnudez o las situaciones de inconformidad con la fotografía antropométrica, frente y perfil. En este formato, apenas una foto fue encontrada, la del intérprete Pedro (Costa, 2016:123).
Las fotografías de Koch-Grünberg son miles y algunas de ellas están en sus publicaciones, en museos y la mayor parte de ellas, junto con sus diarios, fueron donadas por su nieta al Departamento de Antropología de la Universidad de Marburgo. Infelizmente, otros materiales como filmaciones y grabaciones sonoras tuvieron bajos niveles de recuperación y existen aún algunos mapas inéditos.
Un análisis reciente de las fotografías de Koch-Grünberg señala que no hay duda de que “ilustrar paisajes o el nativo en su contexto natural no era el interés principal de este etnógrafo como fotógrafo, pues la amplia mayoría de sus fotografías muestra objetos etnográficos o algún individuo nativo y descontextualizado”. Agrega además que las personas fotografiadas de frente o perfil posan, no suelen mostrar elementos del contacto y en raros casos los títulos de las fotografías “indican los nombres de las personas retratadas; sin embargo, en la mayoría de los casos, las personas retratadas son identificadas solamente por el nombre de su grupo étnico” (Frank, 2010: 158 y 160) (figuras 8 y 9).
Otros dos viajeros que recorrieron la región del Alto río Negro fueron los alemanes Hermann Schmidt y Louis Weiss. Juntos hicieron una primera travesía en 1903 que los llevó hasta Santa Isabel y tres meses más tarde al alto Vaupés, donde, tras un naufragio, Schmidt permaneció ocho meses solitario y aprovechó para ver la vida indígena y recolectar objetos que, en una cifra de 500, pertenecientes a los tukano, desana y barasana, fueron vendidos al Museo de Historia Natural de América en 1907. Con esta entidad se acordó un segundo viaje con propósitos similares, que los viajeros adelantaron el mismo año, aunque el museo supeditó la compra de la colección a la calidad de los objetos y como apoyo les suministró las placas fotográficas. La nueva expedición los llevó entre 1908 y 1909 a las cabeceras de los ríos Isana, Aiary y Vaupés (Herrera, 2014: 21 y 30) (figuras 10 y 11).
Un examen de sus registros fotográficos evidencia que la cauchería ya hacía parte de la vida indígena: “Las imágenes muestran a los exploradores posando junto a patrones caucheros con sus familias en sus barricadas, fotos de “las casas de los indios sirvientes” (como lo anota Schmidt) y fotografías de hombres y mujeres indígenas vistiendo el uniforme para la recolección del caucho. Sobre una imagen de una mujer cubeo con sus hijos, Schmidt afirma que “los hombres recolectan el caucho y las mujeres son usadas como sirvientas en la casa del patrón, solamente cuando los recolectores o siringueros tienen sus casas en cercanía a la de su patrón” (Archivo inédito, 1907-1908, Special Collections Library, AMNH, citado en Herrera, 2014: 32).
El médico norteamericano Hamilton Rice llevó a cabo dos expediciones hacia la región central del Noroeste Amazónico; salió de Bogotá en 1907 y en 1912-1913. Un tercer viaje tuvo lugar en 1917 por el río Negro, entre San Felipe y Santa Isabel. Rice utilizó la fotografía y en los textos que recogen estos viajes (Rice, 1910, 1914; Rice y Swanson, 1918) se incluye un total de 21 fotografías, aunque sólo 19 son del Vaupés. Únicamente dos de ellas muestran a los indígenas, en tanto las restantes muestran aspectos de la geografía regional y los obstáculos naturales de su expedición (figuras 12 y 13).
Un viajero llamado Gordon MacCreagh, cuya travesía probablemente tuvo lugar en 1923, dejó también algunas fotografías en su texto. Sus imágenes detallan aspectos del viaje y algunos elementos de la vida indígena (figuras 14 a 17).
En 1925 el inglés William Montgomery McGovern (1897-1964) viajó siguiendo el curso del río Amazonas y ascendió por el río Negro hasta la región del Vaupés. Las imágenes que dejó muestran su travesía, a los indígenas con quienes interactuó y algunos aspectos de sus vidas. Una imagen muestra al líder tariana Nicolao con uniforme o ropas a la usanza occidental, en tanto que las mujeres tienen su tronco desnudo, mientras que sólo uno de los niños lleva ropa. En las otras imágenes se ven momentos del viaje, el encuentro con el viajero y la elaboración de cestería y cerámica por parte de los indígenas (figuras 18 a 21).
Otro viajero que recorrió la región fue Curt Nimuendajú (1883-1945). La travesía de Nimuendajú en 1927 lo llevó por los ríos Isana, Aiari y Vaupés. Existe una primera aproximación a las fotografías que incluyen sus grandes monografías (Mendonça, 2009). Recientemente, el antropólogo Renato Athias hizo una revisión de la Coleção Etnográfica Carlos Estevão que reposa en el Museu do Estado de Pernambuco; sus pesquisas lo conducen a afirmar que hay un conjunto de 33 fotografías del río Negro que, después de ser verificados los lugares retratados, es posible afirmar que fueron hechas por Nimuendajú. Las fotografías “retratan situaciones, personas, lugares y monumentos importantes en la mitología de los indígenas del río Negro” (Athias, 2015: 150-151). Abajo reproducimos cuatro de estas imágenes (figuras 22 y 23). Athias contrasta también estos materiales con otras fotografías del acervo del Museu do Índio, en Río de Janeiro, que contienen retratos del mismo período del fotógrafo Philip von Luetzelburg. El ejercicio le permite aseverar que este fotógrafo transitó la zona probablemente con el mismo apoyo logístico que Germano Garrrido, en San Felipe, dio a Koch-Grünberg y más tarde a Nimuendajú, sólo que Luetzelburg permanecería por un tiempo mayor al último, lo que explicaría la existencia de dos fotos de la maloca de Pari-Cachoeira de la zona del río Papurí, lugares que Nimuendajú no menciona en su viaje (Athias, 2015: 151-152).
En verdad, aunque Athias señala que Philipp von Luetzelburg (1880-1948) era fotógrafo, su profesión verdadera era la de botánico y se vinculó, al igual que el fotógrafo José Louro Fernandes, a la expedición de la inspección de fronteras en 1928, cuando una expedición alcanzó las áreas límites entre Colombia y Venezuela comandada por el mayor Boanerges Lopes de Souza (1881-1961). Su duración fue de cuatro meses (Souza, 1959: 12 y 178). En 1930, finalizado su vínculo con la comisión, Luetzelburg organizó una expedición al río Negro y la Guyana venezolana, para lo cual obtuvo el patrocinio de la Guyana inglesa (figura 24).
En cuanto a José Louro, este comenzó como fotógrafo de la comisión Rondon en 1915. En 1922 recibió la instrucción del Serviço de Proteção aos Índios de fotografiar varios aspectos de los pueblos indígenas. Hacia 1927, como auxiliar en la Inspección de fronteras, filmó en el río Isana, recorrió los ríos Negro y Orinoco. Finalmente, en 1935 fue contratado como cinematografista por la Inspección de fronteras. Louro hizo fotografías de los pueblos wanana y makú (Lasmar, 2008).
Los textos publicados de Souza (1955 y 1959) se acompañan de 48 fotografías en total, de las cuales 32 son de la región del Alto río Negro e incluyen localidades o establecimientos de la misión salesiana e indígenas. Una imagen de Yavareté sobre el río Vaupés muestra al líder tariano Nicolao con ropas y acompañado de algunas mujeres que cubren sus cuerpos con faldas y otros dos hombres, uno con ropas y otro con su tapapene. Otra imagen muestra a las mujeres convidadas a una fiesta (figuras 25 y 26).
El teniente coronel brasileño Frederico Rondon incluye en su texto algunas fotografías sobre la región en su obra Uaupés. Rondon llegó a ser director del Serviço de Proteção aos Índios en 1936. Su recorrido por la región tuvo lugar en 1932 e incluyó parte de los ríos Vaupés, Papurí y Querarí. Dos ejemplos de sus registros fotográficos muestran a las religiosas en labores de cultivo con las jóvenes indígenas y en clases de costura. Las clases hacían parte de la formación específica de las alumnas en los internados de Brasil y Colombia. Las de cultivo, que a su vez hacían parte del soporte económico de las misiones, eran para ambos sexos. Finalmente, a los hombres en Brasil se les impartía formación técnica en carpintería u otros oficios (Cabrera, 2002, 2015). Rondon incluye media docena de imágenes de la región en las que se aprecia la tarea misional de las religiosas salesianas y aspectos de la región (figuras 27 y 28).
En 1933, el explorador italiano Battista Venturello adelantó viajes por Colombia que lo llevaron hacia las regiones de Santander, Meta, Guaviare, Amazonas y Vaupés. De esta última región, ocupada por los indios wananos, isanas y tucanos, precisó: “estudié sus costumbres, tomé más fotografías de los indios aumentando mi colección de negativos, la cual asciende a la cifra de tres mil fotos desde que estoy empeñado en estas excursiones” (El Tiempo,1933: 14).
El total de fotos publicadas en dos artículos de prensa y dos académicos llega a 25 (Venturello, 1947, 1948). De estas sólo son del Vaupés seis imágenes que muestran a indígenas wananos y cubeos haciendo una embarcación, rallando yuca o regresando de pesca (figuras 29 y 30). La última imagen es llamativa, pues muestra al explorador inculcando a los indígenas valores patrios, al enseñarles el saludo a la bandera. En la actualidad los manuscritos y las fotografías de este explorador están siendo catalogados por la Biblioteca Luis Ángel Arango.
Otro explorador de origen belga que dejó algunas fotos que acompañan su texto fue el Marqués de Wavrin. Sus fotografías son de la Sierra Nevada de Santa Marta, de la Motilonia, y de los ríos Caquetá y Guaviare. De 22 fotos, 13 son de indígenas colombianos, pero sólo una de ellas es de la zona del río Guaviare. Con certeza, deben existir más fotos de este autor, pues según los documentos sobre lenguas indígenas del archivo de Paul Rivet, Wavrin hizo contacto y recogió datos sobre las lenguas de los bora, carijona y carapana (estos últimos del Vaupés). Sus datos fueron colectados con una informante de 45 años (Landaburu, 1996: 148).
En 1935, el ingeniero agrónomo Félix M. Díaz Galindo produjo su texto Monografía de la Comisaría del Vaupés, que incluye 22 fotografías. Estas son las primeras imágenes realizadas por un nacional colombiano en la región y muestran aspectos de la vida de los colonos y su encuentro con los indígenas. De gran interés es aquella que registra la muestra de la primera piedra de la nueva capital y las imágenes de indígenas (figuras 31 y 32).
Otro explorador y fotógrafo que visitó el Vaupés fue el alemán Paul Beer (¿?-1979). Su arribo al país se produjo en 1928, aunque poco se sabe de él hasta 1938. Beer dejó cerca de 9.000 negativos, de los cuales 2.000 son de sus viajes a la Orinoquía y Amazonía. Un norteamericano llamado Félix V. DiGiovani fue quien organizó la expedición a la Orinoquía que dio oportunidad a Beer de conocer la región entre 1938 y 1939. Su viaje a la Amazonía fue entre 1940 y 1942 (Fajardo, 2009: ix). Las fotos de Beer incluyen a los pueblos baniwa, wanano, piapoco y guahibo. Sus imágenes se describen como “series completas hechas a partir de un seguimiento detallado de las actividades de la vida diaria de los indígenas” (figuras 33 y 34). Hay registros sobre la construcción de una maloca, la preparación de la yuca brava, escenas de caza y pesca, elaboración de vasijas, pintura facial, ceremonias indígenas, etc. También podemos encontrar una serie de retratos muy naturales de los indígenas en su entorno natural y documentación del registro del viaje, como fueron las dificultades del terreno, una canoa atascada en unos rápidos de uno de los ríos y retratos de los viajeros con su equipo” (Early Latin American Photography, 2017).
En 1944 el médico y parasitólogo italiano Ettore Biocca realizó dos expediciones en la zona fronteriza de Colombia y Brasil. La primera partió de la localidad de Uaupés (São Gabriel da Cachoeira) sobre el río Negro, entrando en el río Vaupés, siguiendo por el río Papurí y pasando luego por tierra a la parte alta del río Tiquié, para descender por este al río Vaupés y finalmente al río Negro. Otro viaje lo llevó desde Tapuruquara (Santa Isabel) sobre el río Negro, siguiendo su curso hasta el brazo del Caciquiare y pasando al río Orinoco. En una primera publicación se incluyen 5 fotografías (Biocca y Willems, 1947), una de las cuales se repite en la principal obra del autor, pero cortando la imagen.
En Viaggi tra gli indi. Alto río Negro - Alto Orinoco (Biocca, 1965) se incluye un total de 151 imágenes. De ellas, 50 son fotos de Biocca, 8 son del sacerdote salesiano José Domitrovich, 7 son fotogramas de las películas de Thomas Reis, 4 son del antropólogo italiano Gerardo Bamonte, 3 son del etnólogo alemán Koch-Grünberg y el resto son imágenes de objetos de otro fotógrafo tomadas en un museo.
Biocca tomó fotos a los indígenas tuyuca, desana, tariana, cubeo, tukano, wanano y makú, así como a varias de sus actividades y objetos. Específicamente, hizo un seguimiento antropométrico de más de un centenar de individuos, circunstancia que refleja en buena medida las fotografías de los indígenas tukano y makú que son vistas de frente, de cuerpo completo, para que se aprecie su contextura física, y en las que los brazos están al lado del cuerpo como lo dictaban los cánones de la antropología física (Palma, 2014). Otras imágenes incluyen algunos elementos de la vida cotidiana indígena, como la fabricación del veneno de cacería o curare y la vida en las malocas (figuras 35 y 36).
En la segunda mitad de la década del cincuenta fue J. G. Eberhard quien recorrió el río Pirá-Paraná. Sus textos transcritos y comentados recientemente relacionan un total de 30 fotografías que aún no se han ubicado (Cabrera, 2016). En 1961, los británicos Brian Moser y Donald Tyler visitaron este mismo río para hacer una filmación (Cabrera, 2010: 98-106); el relato de su viaje está acompañado de 10 fotografías, de las cuales 4 muestran detalles sobre los ríos y la navegación en la región y las otras 6 sobre detalles de la vida indígena. Otro texto de estos autores incluye otras imágenes (Moser y Tayler, 1965). En la Biblioteca Luis Ángel Arango reposan dos archivos digitales con sus fotografías en Colombia, que incluyen imágenes en color (figuras 37 y 38).
En los años sesenta fueron el holandés Peter van Emst y los primos suizos Mario y Michel Terribilini quienes pasaron por la región. En el libro de Mario Terribilini se incluyen 36 fotografías, de las cuales 33 son de indígenas y 3 de los exploradores. Sobre sus trabajos, una descripción y un análisis se encuentran en el texto de Cabrera (2014). Reproducimos dos imágenes aquí (figuras 39 y 40).
En 1962, el antropólogo italiano Gerardo Bamonte adelantó un primer viaje a la región en compañía de su coterráneo Alain Ettore Cortasa y tres indígenas tukano que le sirvieron como guías. En 1965 regresó con un nuevo compañero de viaje: Franco Russo, e hizo un viaje más en 1995. En estos viajes, Bamonte visitó los tukano y especialmente makú del río Tiquié o hupda y los Dow cerca de São Gabriel da Cachoeira. Estos y otros viajes a la zona del Orinoco dejaron cerca de 350 objetos, 1.200 imágenes, 50 fragmentos arqueológicos y 10 registros sonoros que reposan hoy en el Museu Nazionale Preistorico Etnografico Luigi Pigorini en Roma (Bamonte, 2004: 35). Las figuras 41 y 42 son una muestra. Ambas fueron reproducidas en la obra de Biocca.
En los años sesenta también el periodista José J. Jaramillo Gómez, nacido en Angelópolis (Antioquia) en 1917 y conocido con el seudónimo de José Kent, viajó por el Vaupés y consignó sus impresiones en un texto del que se conocen tres ediciones y que acompañó de una docena de imágenes, algunas de escasa calidad. Las fotografías muestran escenas de la vida de los colonos e indígenas civilizados en Mitú (figuras 43 y 44).
Fue con las actividades de la Comisión Rondon y la designación del teniente Luis Thomas Reis que se harían registros sistemáticos fotográficos y cinematográficos de los indígenas brasileños (Tacca, 2011: 206; Camargo, 2013: 53-54). En total, el acervo fotográfico de la Comisión Rondon que se encuentra en el Museu do Índio en Río de Janeiro tiene 68.217 imágenes, incluyendo las realizadas por más de 20 fotógrafos que participaron en la Comisión (Athias, 2009: 362-363).
En cuanto a la fotografía hecha por el SPI, las directrices de qué debía seguirse eran claras. Se pedían imágenes de:
las instalaciones de la sede de cada puesto, de las plantaciones, de los rebaños y crías, de las viviendas de los indios, de grupos de indios, de las escuelas, de las casas de máquinas, de las aldeas de su jurisdicción, de las vías, de las embarcaciones y de aspectos interesantes de los ríos navegados por los empleados de la Inspectoría (SPI citado en Camargo, 2013: 55).
Parte de las imágenes están recogidas en una obra en tres volúmenes: Indios do Brasil, publicada en 1943, 1953 y 1956 (Tacca, 2011: 207).
El volumen publicado en 1953 contiene las imágenes sobre el río Negro y Vaupés, algunas de las cuales son fotogramas o cuadros de imágenes de cine. Unas 170 fotografías fueron hechas por Charlotte Sophie Rosembaum. Nacida en Alemania en 1900, Rosembaum fue admitida en la Comisión Rondon en 1930 y se naturalizó brasileña en 1934. En 1935 fungía como auxiliar del Serviço do cine-fotográfico en la Inspetoria Especial de Fronteiras y en 1938 fue auxiliar de Thomas Reis en sus filmaciones; en los años siguientes estuvo vinculada como empleada en el Ministerio de Guerra hasta 1950 (Lasmar, 2008). Al menos dos fotografías que le son atribuidas a Charlotte Rosembaum aparecen publicadas en obras diferentes atribuidas a José Louro, el fotógrafo antes mencionado (Lasmar, 2008: 157). Se incluyen ejemplos de dos fotografías (figuras 45 y 46).
Para el año 2003, un balance sobre los acervos fotográficos del SPI menciona lo siguiente:
el Museo del Indio posee, actualmente, apenas un pequeño acervo fotográfico referente al SPI y la Comisión Rondon, pues existen algunas imágenes duplicadas y otras que no son fotografías, más reproducciones de otras publicaciones afines. En relación a (sic) la Comisión Rondon, el Museo posee 1.439 placas de vidrio, 292 negativos en acetato y 408 fotografías en álbumes. El SPI, a su vez, posee 17.563 negativos 35 mm, 2.238 negativos 6×6 e 2.612 fotografías en álbumes. Existen también imágenes en microfilms que todavía no han sido catalogadas (Borges, 2003: 10-11).
A la fecha, la catalogación de los materiales del SPI ha avanzado y contamos con varios instrumentos de consulta (Monteiro, 1994; Rondinelli, 1995; Lima, 2009, citados en Carvalho, Zelesco y Mello, 2011: 444). En particular, el número de documentos del SPI es de 226.227 y entre estos los de la Inspetoria Regional No. 1 (Amazonas, Acre y Roraima) son 2.496 documentos y un total de 6.839 páginas, cifra que es menor respecto a otras inspectorías como Sul (7), con 69.325 documentos; Pará (2), con 59.205; Mato Grosso do Sul (5), con 31.683; Nordeste (4), con 20.454, y Mato Grosso (6), con 15.301, que concentran el 86,6% de los documentos y el 84,5% de la páginas (Carvalho, Zelesco y Mello, 2011: 448). En cuanto a las fotografías según el material relacionado en la tabla 1, son 915 imágenes de la Inspetoria Regional No. 1.
En la década de 1940 el SPI creó su dependencia de servicio etnográfico, cuyo propósito inicial fue la realización de trabajos etnográficos, la documentación fotográfica y el cine. En la dirección fue nombrado Harald Schultz (1909-1966), y con el paso del tiempo se sumaron otros prestigiosos antropólogos como Darcy Ribeiro, que trabajó entre 1947 y 1957; Roberto Cardoso de Oliveira, desde 1954, que trabajó en la zona Terena, en el sur del Mato Grosso; Eduardo Galvão, que investigaba en los ríos Isana y Vaupés en el Amazonas; y Mário Ferreira Simões, que trabajaba en la región de Carajá de la Isla del Bananal. Igualmente, participaron otros especialistas como Helza Cameu en etnomusicología, Joaquim Martins Ferreira en organización de programas médico-asistenciales y Walter Schuppisser en lingüística indígena (Casas, 2005: 163; Lima, 2010: 56).
Harald Schultz nació en Porto Alegre, era de ascendencia alemano-danesa, hablaba alemán, portugués, danés, y conocía el inglés. Realizó sus estudios básicos en Alemania entre 1915 y 1924. Había sido técnico del Departamento de Prensa y Propaganda responsable de la publicidad y propaganda de la administración de Getúlio Vargas, quien lo convidó para ser parte del SPI (Camargo, 2013: 63). En 1946 Schultz tomó los cursos de etnología brasileña impartidos por Herbert Baldus en São Paulo y colaboró con este como su asistente de campo, labor que sostuvo hasta que fue nombrado asistente de etnología del Museu Paulista en enero de 1947, vínculo que mantuvo hasta su muerte en São Paulo. Dos textos de Schultz incluyen una decena de imágenes de los nadëb en Brasil, pueblo que visitó en 1958 (Schultz, 1959, 1963). La segunda obra ofrece fotografías en color. En conjunto, las imágenes de Schultz muestran aspectos de la vida cotidiana y la elaboración de algunos objetos (figuras 47 y 48).
La producción visual que cubre la región del Alto río Negro-Vaupés no es nada despreciable. Comienza con las acuarelas de las exploraciones del siglo xviii (Cabrera, 2015), a las que se suman los dibujos o petroglifos (Faulhaber, 1997; Cabalzar, 2010). Las fotos de los viajeros y exploradores en los siglos xix y xx son numerosas. Colectar, ordenar, analizar e interpretar estos acervos es un gran desafío, al que se suma en buena medida que gran parte del material fue producido por extranjeros, reflejo del interés que en otras latitudes marcó el final del siglo xx por la urgencia de registrar los pueblos que podían desaparecer; esto ocasiona que una parte de los archivos no repose ni en Colombia ni en Brasil.
Como dice Kossoy, “las imágenes fotográficas, entretanto, no se agotan en sí mismas; por el contrario, ellas son apenas el punto de partida, la pista para intentar develar el pasado. Ellas nos muestran un fragmento seleccionado de la apariencia de las cosas, de las personas, de los hechos, tal como fueron estéticamente congelados en un momento dado de su existencia/ocurrencia” (1993:14). Las fotografías, como recuerdan otras autoras,
no sólo nos dicen acerca de la hora en que fueron tomadas, y lo que un lugar o una persona parecía. Al leer las innumerables fotos, se pueden percibir las emociones que se experimentaron en el momento en que la imagen fue tomada, son un redespertar: cuán opresivo, seco y polvoriento era un camino, cómo entretiene el perfume de un bailarín o cómo es el sabor dulce del chocolate caliente (Kuehl y Hähnel, 2011: 13).
Preliminarmente podemos indicar, sobre las imágenes del Alto río Negro-Vaupés, que los temas que muestran son los tipos indígenas, los indígenas laboriosos, los paisajes, las construcciones y los objetos indígenas.
Como recuerda un investigador, “una buena historia de la fotografía será aquella que no hable sólo de fotos y fotógrafos, sino también de los usos sociales de las imágenes; una historia de los fotógrafos, los intermediarios y el público, de las relaciones entre ellos” (Navarrete, 2004, citado en Rueda, 2014: 24). Seguir estos derroteros excede los límites de este artículo. La fotografía, como todas las imágenes, tiene un lugar, un momento de producción, un contexto. No podemos limitarnos a la comprensión de las imágenes sólo sólo desde ellas mismas. Esta es la razón por la cual en esta presentación hice un intento por contextualizar a sus autores y momentos, y no sólo por reunir las fotografías; en otras palabras, como lo define un autor, todas ellas son “una declaración de la sensibilidad de un tiempo” (Carmelo citado en Rueda, 2014: 29). Un esfuerzo concreto de la producción, reproducción y recepción fotográfica relacionado con un pueblo indígena se ha hecho ya en otro lugar (Cabrera, en prensa).
En sentido amplio, aunque con las particularidades de su ejecución (algunas que intenté ilustrar), considero que todas las imágenes en algún grado atestiguan una experiencia, pero su descripción y análisis son un desafío. Susan Sontag recuerda que “el lenguaje con el cual suelen evaluarse las fotografías es en extremo exiguo. A veces se alimenta como un parásito del vocabulario de la pintura: composición, luz, etcétera. Con más frecuencia consiste en los juicios más vagos, como cuando se elogian fotografías por ser sutiles, o interesantes, o vigorosas, o complejas, o simples, o -una expresión predilecta- engañosamente simples” (2013: 137). Pero sus apreciaciones van más allá. La evaluación estética de la pintura cuestiona su autenticidad y artesanía; en la fotografía, estos criterios son “más o menos permisivos o simplemente no existen”. Adicionalmente y recordando lo dicho por Benjamin, a la fotografía se tiene acceso por la reproducción, que el paso del tiempo ha multiplicado. Realidad y veracidad es otra tensión que hace parte de la interpretación de las imágenes que todavía no puedo discutir; los textos que las acompañan producidos con respecto a la imagen identificación, complemento o su inexistencia y los medios que las reproducen son temas por trabajar. Lo mismo ocurre con el seguimiento a series o secuencias fotográficas que tienen un alcance particular, pues permiten analizar permanencias, transformaciones e incluso hacer reconstrucciones (Saldarriaga, 2006: 84). Por ahora sólo puedo señalar algunos desafíos o tareas por adelantar:
1. Completar el inventario de imágenes. Esta tarea requiere seguir indagando en archivos públicos y privados, en publicaciones y con habitantes locales que tengan imágenes de interés, pues es obvio que hay una dispersión de las imágenes.
2. Ser riguroso en el registro, diligenciando campos básicos de información como soporte, tamaño, fecha, lugar, autor, notas a pie o en el respaldo de la imagen, publicación, poseedor y sus datos, etc.
3. Alentar dinámicas que regresen o alienten procesos de reconstrucción de la memoria entre pobladores locales.
4. Profundizar en el cruce de las imágenes con otras fuentes que contengan informaciones que permitan avanzar en el análisis y la interpretación de las imágenes o en series temáticas.
5. Realizar estudios comparados sobre el tema en áreas de presencia indígena y fronteriza