Investigación

Taxonomías y cadenas de asociaciones: recorrido por temas etnolingüísticos en tikuna (yurí-tikuna) de la Amazonia colombiana*

Taxonomies and association chains. Overview of ethnolinguistic subjects in Tikuna (Yurí-Tikuna) of the Colombian Amazon

Taxonomias e cadeias de associações. Percurso por temáticas etnolinguísticas em tikuna (Yurí-Tikuna) da Amazônia colombiana

Taxonomies et chaînes d'associations. Parcour par des sujets ethno-linguistiques en tikuna (Yuri-Tikuna) de l'Amazonie colombienne

María Emilia Montes Rodríguez
Universidad Nacional de Colombia, Colombia

Taxonomías y cadenas de asociaciones: recorrido por temas etnolingüísticos en tikuna (yurí-tikuna) de la Amazonia colombiana*

Boletín de Antropología, vol. 33, núm. 55, pp. 191-216, 2018

Universidad de Antioquia

Recepción: 11 Marzo 2017

Aprobación: 07 Octubre 2017

Resumen: Indicios del carácter metafórico y taxonómico de la categorización se revelan en el estudio léxico y gramatical del tikuna. Las denominaciones clánicas indican una conceptualización del cuerpo común a los seres humanos, animales y vegetales. Los nombres clasificadores se caracterizan por la presencia masiva de términos inalienables, morfológicamente dependientes. Las relaciones entre seres vivos son señaladas constantemente a través de las denominaciones motivadas y están explícitas en los discursos y las prácticas. El recorrido hecho muestra diferentes enfoques y problemas del campo etnolingüístico, desde la búsqueda de campos semánticos estructurados como taxonomías hasta el hallazgo de una serie de procesos transversales metafóricos y metonímicos.

Palabras clave: tikuna, taxonomía, metáfora, Amazonia, etnolingüística, alienabilidad.

Abstract: Indications of the metaphorical and taxonomic nature of categorization are revealed in the lexical and grammatical study of Tikuna. Classical denominations indicate a conceptualization of the body common to humans, animals, and plants. The classifying names are characterized by the massive presence of morphologically dependent inalienable terms. Relationships between living beings are constantly signaled through motivated denominations and are explicit in discourses and practices. This overview shows different approaches and problems of the ethnolinguistic field, from the search of structured semantic fields as taxonomies, to the finding of a series of metaphoric and metonymic transversal processes.

Keywords: Tikuna, taxonomy, metaphor, Amazonia, ethnolinguistic, alienability.

Resumo: Sinais de tipo metafórico e taxonômico da categorização se manifestam no estudo léxico e gramatical do Tikuna. As denominações dos clãs indicam uma conceptualização do corpo comum aos seres humanos, animais e vegetais. Os nomes classificadores se caracterizam pela presença massiva de termos inalienáveis, morfologicamente dependentes. As relações entre seres vivos são assinaladas constantemente através das denominações motivadas e estão explicitadas nos discursos e práticas. O percurso feito exibe diferentes perspectivas e problemas do campo etnolinguístico, desde a busca de campos semânticos estruturados como taxonomias até o encontro de uma série de processos transversais metafóricos e metonímicos.

Palavras-chave: Tikuna, taxonomia, metáfora, Amazônia, etnolinguísticas, alienabilidade.

Résumé: Des indices du caractère métaphorique et taxinomique de la categorisation sont révélés dans l'étude grammaticale du tikuna. Les dénominations claniques indiquent une conceptualisation du corps commun pour les humains, les animaux et les plantes. Les noms de classificateurs sont caractérisés par la présence massive des termes inaliénables, morphologiquement dépendents. Les relations entre les êtres vivants sont constamment identifiés par des désignations motivées et sont explicites dans les discours et les pratiques. Le parcour fait montre des différentes approches et des problèmes du champ ethnolinguistique, dès la recherche des champs sémantiques structurés comme des taxonomies jusqu'à la découverte d'une série de processus transversaux métaphoriques et métonymiques.

Mots-clés : Tikuna, taxonomie, métaphore, Amazonie, ethnolinguistique, inaliénabilité.

Introducción

La gente tikuna, tecúna o tucuna aparece poco (al menos con esa denominación) en crónicas tempranas de la conquista del Amazonas. Enemigos ocasionales de los omagua (tupí) de las islas y las orillas del gran río parecen haber compartido tradiciones junto con otros grupos yurí y arawak (uainumá, yumaná, mariaté y passé), entre otros, de la gran región interfluvial del medio Amazonas-Putumayo-Caquetá. Su lengua está relacionada con al menos la de los yurí, según el planteamiento de Carvalho (2009) a partir del examen del vocabulario publicado por Martius (1867). El etnólogo alemán Kurt Nimuendaju (1952) es autor del estudio antropológico clásico sobre este grupo. Los trabajos básicos de lingüística descriptiva (fonología, morfología y sintaxis) se han hecho en Perú (Anderson, 1959, 1966), Brasil (Soares-Facó, 1986, 1990, 2000) y Colombia (Montes, 2004). Los tikuna actuales, alrededor de 50.000 hablantes, habitan principalmente en la ribera amazónica y algunos afluentes, en territorios de Perú, Colombia y Brasil. La lengua está muy dialectalizada y es relativamente vital, aunque el incremento progresivo del bilingüismo detrimental (con el español y el portugués) ha conducido a algunas situaciones particulares -no necesariamente generalizadas en todo el territorio- en las cuales ya no se transmite a las nuevas generaciones.

Lingüistas, antropólogos y biólogos de campo buscamos convergencias entre nuestras respectivas disciplinas, bien sea para describir y explicar el contenido de las palabras y la estructura del vocabulario, o bien para explicitar las categorías de la cultura y la conceptualización y clasificación de los seres naturales. El lingüista no puede limitarse al léxico: también aborda ciertos usos particulares de la gramática; por ejemplo, por qué se agrupan ciertos seres en ciertas clases nominales y/o clasificadores, o a qué remite cultural o cognitivamente la (in)alienabilidad de los sustantivos.

Tareas aparentemente simples que debemos cumplir en estadios iniciales, como la recolección de vocabularios relativos a la experiencia cotidiana, exigen reflexionar sobre la cultura y la lengua como ordenadoras de la visión del mundo. A pesar de conocer la larga discusión del relativismo lingüístico y las sucesivas revisiones que se han hecho a las tesis iniciales de estos postulados, las encuestas léxicas1 pueden diseñarse de manera aún ingenua en apartados como “mundo natural”, “mundo humano”, “animales” y “vegetales”. La búsqueda de “campos semánticos” organizados de manera taxonómica ha sido una constante en diversos estudios etnolingüísticos. Palmer (2000: 118-121), al retomar la discusión sobre la clasificación taxonómica folk, afirma que es posible encontrar similitudes entre las taxonomías de las ciencias biológicas y las categorías indígenas relativas a campos como la botánica, la zoología y otros, pues en esas taxonomías jerarquizadas la relación que prima es la de “x es un tipo de y”. Sin embargo, los enfoques de la lingüística cognitiva piden que también se dé su lugar a lo metafórico en el pensamiento humano. La metáfora no es ya un accidente, una figura retórica ocasional. La metáfora “es el proceso por el cual un concepto (modelo o esquema) de un dominio conceptual se proyecta sobre un concepto de otro dominio” (Palmer, 2000: 134). En la medida en que lo abstracto se funda en lo concreto, resultará que gran parte del pensamiento y del lenguaje son metafóricos, según afirma Palmer, a partir del examen de diversos autores y temas. Esto implica que “la forma normal en que los seres humanos categorizan y nombran entidades es juzgando su semejanza con los miembros más prototípicos o con los prototipos conceptuales. La idea básica no es x es un tipo de y, sino x es como y” (Palmer, 2000: 121). Para los etnolingüistas, esta idea es especialmente fructífera, sobre todo cuando consideramos que entre los tikuna los clanes que rigen las alianzas entre los humanos se construyen a partir de la idea de separación entre seres alados y seres sin alas y que los nombres propios clánicos se asignan a partir de las características de esos seres. Las asociaciones matafóricas y metonímicas entre seres humanos, animales y plantas, en un ecosistema, son las que finalmente explican cómo se construye ese campo semántico no taxonómico en el que todo está interconectado por semejanzas. Dos entidades diferenciadas pueden tener -motivadamente- el mismo nombre, un conjunto de animales puede tener nombres derivados de un vegetal. Esta es la forma en que la lengua señala una impronta en la que priman las relaciones de hábitat, comportamiento, color, sabor y olor entre los diversos seres vivos (incluidos los “sobrenaturales”) de un ecosistema o ámbito.

La lexicografía y la dialectología, por su parte, se han interesado en estos temas en términos de “motivación” y creatividad léxica, ricamente ejemplificadas en la lengua popular. Algunos estudiosos del ámbito románico europeo encuentran la explicación a una denominación dialectal en prácticas culturales a veces ya olvidadas. En el caso de los nombres de los insectos, cuando la motivación va más allá de la simple descripción de rasgos morfológicos o comportamentales, se requiere una lectura cultural, a veces diacrónica (Goudi, 2008: 88). En el español popular y rural de Colombia, las motivaciones de las denominaciones de plantas y animales cruzan con frecuencia los ámbitos de los vegetales y de los animales. Denominaciones para variedades o especies, como “ají pajarito” o culebra “rabo de ají” (Montes Giraldo, 1983: 15), son ejemplos de procedimientos que encontramos sistemáticamente en tikuna para denominar variedades de yuca, plátano, piña, bejucos y platanillos (Montes, 2001a).

Con la anterior perspectiva nos proponemos reexaminar y ampliar la discusión previa sobre algunos hechos relativos a la categorización cultural y lingüística del mundo ecológico, natural, social, perceptivo y de los artefactos entre los tikuna (no es fácil separar estos dominios tajantemente). Acudimos a los análisis antropológicos de Goulard, pero nuestro punto de partida es la estructura de las palabras y las observaciones sobre características léxicas o gramaticales.

El punto de partida: la lógica metafórica del sistema clánico y los códigos sensibles

El mito de origen de los clanes entre los tikuna instaura una necesaria asociación entre sobor/olor y asignación de clan. El héroe cultural Yoí prepara un caldo de un reptil (tipo de caimán, camaleón, lagartija o “calango” rojo en algunas versiones; iguana2 en otras). En la versión de la que disponemos (Laulate, 1989), el nombre del animal con el que se prepara el caldo es ngírí. Las personas que lo prueban experimentan diferentes sabores. Uno de ellos dice:

- na-dàù-âkà: “¡Sabe a maduro!” (literalmente, sabor a rojo).

- 3-rojo-sabor.

Yoí entonces dice:

- ngóǜ-küã̀ kù-iĩ́: “Eres clan de guacamaya roja”.3

- guacamaya-clan 2-ser.

El mito de origen de los clanes contiene así una metonimia (sabor-olor, alimento preferido) que funda la sociedad tikuna. Seleccionamos de trabajos previos, como Montes (2001b: 121-123), Ahué et al. (2002: 20-21) y Goulard (2013: 79 y 81), algunas de las asociaciones entre sabor y animal-emblema del clan. Los términos para “sabor” y “clan” son radicales nominales inalienables (tabla 1):

Tabla 1
Ejemplos de sabores y animal clánico asociado
Ejemplos de sabores y animal clánico asociado

Goulard sostiene que el sistema clánico está construido sobre una lógica metafórica:

El sistema clánico tikuna, de tipo categorial, reposa sobre saberes ligados a la percepción de los seres vivos; así, los indígenas recurren a herramientas de tipo nemotécnico. Un cierto número de objetos naturales de uso social y simbólico está ligado, según un código de percepciones relacionadas con los sentidos y con las maneras de ser. Estas percepciones están contenidas en el nombre umbilical: antes de cortarlo, las mujeres que asisten a la parturienta le dan un nombre simple o doble en relación con la especie totémica del padre del recién nacido. El sistema clánico tikuna se funda entonces sobre una lógica metafórica, ayudado por códigos construidos sobre analogías y metonimias o sobre series de estas (2013: 73).

Nuestro estudio sobre la terminología de los olores y los sabores (Montes, 2001b) apuntaba sobre todo a determinar la cantidad de términos básicos4 para sabor y olor, y a detectar los mecanismos de los derivados o motivados. Olor y sabor se asocian. El color también es un sabor (rojo para sabor maduro, verde para sabor no maduro o “biche”,5 negro para el sabor particular del huito o genipa).

De esta manera, dominios que parecían separados se conectan al intentarse una explicación más completa del sistema clánico: los códigos sensibles, los nombres propios y la división de las especies (animales/vegetales) en alados y no alados o terrestres. Los nombres propios umblicales refieren de manera metonímica a un rasgo del emblema clánico y este emblema es animal o vegetal, pues animales y vegetales están asociados por contigüidad (hábitat, alimento preferido y aspecto físico). Goulard (2009: 113, 114; 2013: 74) explica las analogías clánicas relativas al jaguar (Pantera onça) y a la ardilla (Sciurus igniventris), dos de los emblemas clánicos. En el mismo sentido, autores brasileros (Gruber, 1997: 21) indican que tanto el jaguar como el puma (dos “tigres”) están asociados respectivamente a árboles: “A nação de onça-pintada também pode se chamar tchi’wa, seringarana [siringa]. A nação de onca-vermelha nge’ma, está relacionada com uma árvore do mesmo nome”. La siringa (Hevea brasiliensis) tiene pintas similares a las de la piel del jaguar. Según estos mismos autores, el puma o tigre rojo (Felis concolor), nge’ma, se asocia con un árbol no identificado cuya corteza es de un color similar al del puma, que se designa con el mismo nombre.

La mitad clánica de alados (o de aire) se designa con el término ã́-chií, literalmente “con plumas”, conformado del atributivo y el nombre dependiente “pluma”. Damos a continuación ejemplos de nombres clánicos de esta mitad, del clan de grulla (tabla 2):

Tabla 2
Nombres propios masculinos
Nombres propios masculinos

Ahora, algunos ejemplos de nombres propios de la mitad clánica ngè-chií, “sin alas” (privativo + pluma), de tierra, femeninos (tabla 3):

Tabla 3
Nombres clánicos femeninos
Nombres clánicos femeninos

Varios ejemplos de Goulard (2009: 92) indican que se puede portar más de un atributo clánico como nombre umblical, como es el caso del nombre para el clan de paucara o mochilero (Psaracollins augustifrons):

- mê-étǘ-kü rü daù-ẽcha-kü: “vigilante y buen ojo”.

- bonito-ojo-nmlz.m y mirar-hab-nmlz.m (glosa yuxtalineal nuestra).

Los nombres clánicos masculinos se forman a partir de verbos (algunos de contenido atributivo) seguidos de un nombre ligado (parte del cuerpo) y del nominalizador {-kü}; refieren a rasgos del animal. Los nombres femeninos adicionan el nominalizador {-na}, que hace referencia a las características del vegetal asociado.

Los sabores, olores y las temperaturas están también metafóricamente asociados entre sí en tikuna, como en muchas otras lenguas. El término que arriba aparece como “sabor ácido” (na-ngù) se aplica a las bebidas excesivamente fermentadas, designa también el calor bochornoso del “ojo del tiempo”, y es uno de los atributos de la peligrosa sangre menstrual de la mujer púber:

- na-ngù-étǘ-ànè: Lit. “Está ácido el ojo del tiempo”, “hace mucho calor”.

- 3-ser ácido-ojo-tiempo.

- El ají tiene un sabor “caliente”.

- na-náì-âkà: “Está picante”.

- 3-caliente-sabor.

El término para “olor-humo” es {-émá}, otro nombre dependiente o inalienable; puede combinarse con los términos para “caliente” y aplicarse a contextos particulares:

- na-náì-émá-ànè: “Huele a olor cálido” (por ejemplo, de una multitud).

- 3-caliente-olor-ámbito.

Por el contrario, el olor del monte donde no hay rastro de olor humano se describe con el término para “fresco” o “helado”:

- na-gaù-émá-ànè: “Huele a fresco”.

- 3-helado-olor-ámbito.

Los anteriores ejemplos son tomados de Montes (2001b: 127).

El cuerpo (humano, animal, vegetal, de artefactos) y la clasificación

Nuestra indagación léxica sobre la terminología del cuerpo humano6 se cruzó repetidamente con la terminología que describe las partes de las plantas y algunos elementos del espacio geográfico. No se trata de hechos sorprendentes ni exclusivos de las lenguas indígenas, pues en español, como en muchas otras lenguas, hablamos cotidianamente del “tronco” de los árboles o de los seres humanos, de las “bocas” de los ríos, del “pie” del monte, del “ojo” del agua, etc. Sin embargo, parece ser más consistente en tikuna la idea de una relación entre varios dominios, sin que quede muy claro a primera vista cuál es la fuente primaria (el cuerpo humano/animal7 visto como fuente de las denominaciones para la naturaleza y los artefactos, o el cuerpo vegetal visto como el cuerpo-prototipo) y cuáles son los dominios a los que se extiende la metáfora, si la hay.

El análisis antropológico coincide parcialmente con estos hechos y señala efectivamente una mirada común entre los “cuerpos” de los “vivientes”. Los tikunas tienen “una visión de las plantas que se apoya en una percepción antropomórfica” en la que “el ser humano proporciona los elementos estructurales para definir metafóricamente a los vegetales, mientras que el desarrollo de la planta, su biología, ofrece un modelo para entender el crecimiento humano” (Goulard, 2009: 254). Esta metáfora no se limita a la anatomía, pues las sustancias y los procesos de plantas y animales, la energía vital de los seres vivos, también se referencian mutuamente. Se trata de una “fisiología ecológica compartida que no cambia de una especie a otra, cualquiera sea su apariencia”. Seres humanos, animales y plantas tienen porá, aẽ́ y na-má:ü̃ (“fuerza”, “alma” y “vida”), y se agrupan más por la fuerza de sus principios vitales -y por la peligrosidad derivada de esa fuerza- que por cualquier otra característica. Esta agrupación es también un principio de ordenamiento (Goulard, 2009: 256).

Para el lingüista, el cuerpo (vegetal, animal, humano, de artefactos) es además la fuente de un importante recurso gramatical: la clasificación nominal. Algunos términos corporales adquieren -además de la capacidad de designar una parte- el carácter de marcadores obligatorios, necesarios para la concordancia y para la retoma anafórica en el discurso. Este proceso de gramaticalización desde el léxico es visible en tikuna, donde coexiste la referencia a la parte corporal y la función clasificatoria mucho más abstracta. Ilustramos nuestra afirmación con algunos elementos léxicos que remiten a la “partología” y que se aplican tanto a elementos del cuerpo humano/animal y vegetal como a artefactos, un procedimiento que es común a buena parte de los términos partológicos (tabla 4):

Tabla 4
Partología corporal, extensión semántica
Partología corporal, extensión semántica

Puede considerarse que el término para “cuerpo”, na-ǘné, designa lo compuesto de partes solidarias indisociables, una forma o configuración en general. Esta forma o configuración general distingue tres posiciones posibles:

- na-tà: “Cuerpo o configuración de entidades y seres en posición horizontal, lomo”.

- na-máü̃: “Cuerpo o configuración de entidades y seres en posición colgante”.

- na-chánè: “Cuerpo o configuración de entidades y seres en posición vertical”.

Estos términos son un subconjunto de nombres-clasificadores que conforman un verdadero paradigma. El primero, aún un nombre léxico pleno, designa el lomo de los cuadrúpedos. Los otros dos, colgante y vertical, tienen referentes más abstractos de mera postura. La obligatoria incorporación en referencia al tamaño es la prueba de que este subconjunto de nombres está en vías de convertirse en un elemento gramatical:

- na-má-chánè: “Es alto y vertical” (referido a un árbol, un hombre o una garza).

- 3-largo-vertical.

Debe aclararse que estos términos de partología son todos nombres dependientes o inalienables, que se usan siempre con un prefijo posesivo o -para algunos- con el prefijo absolutizador que permite su referencia aislada de la posesión, pertenencia o relación con otra entidad. En elicitación, siempre aparecerán con alguno de los prefijos, usualmente el de tercera persona, forma no marcada de la posesión o relación:

- na-párá: “Pierna de él, pierna de alguien”.

- chaù-párá: “Mi pierna”.

- a͂́-párá: “Con pierna(s)”. Compárese con ngè-párá (“sin pierna(s)”).

- 3-: (In)alienabilidad y realce perceptivo de las partes de un todo.

La (in)alienabilidad de los sustantivos es un asunto que se manifiesta en la gramática (morfología), por el carácter dependiente de una parte de los radicales nominales para los cuales es imposible aparecer aisladamente. En la sintaxis se distinguen por la posibilidad de ser incorporados en la misma palabra del verbo, entre otros comportamientos gramaticales. Al mismo tiempo, establecer las áreas semánticas que remiten a esta distinción es también un asunto cognitivo y cultural de mucho interés.

Ejemplos típicos de nombres alienables o independientes son las especies vegetales y animales (independientes, “poseíbles”); objetos manufacturados, preparaciones, nombres de materias o sustancias, la maloca y algunos nombres geográficos:

- témá: “Canangucho”, palmera.

- waírá: “Assaí”, palmera.

- poí: “Plátano”, término genérico.

- ái: “Tigre, predador”.

- wokà: “Vaca” (préstamo del español).

- pěchì: “Canasto de chagra”.

- cháü͂: “Masato o chicha”.

- i͂: “Vivienda”.

- bûré: “Canasto de guardar ropa, con tapa”.

- yuémá: “Hacha” (posible préstamo del uitoto).

- ngué: “Bote, canoa”.

- ngaté: “Hondonada entre lomas”.

- okekǘ: “Arena fina de quebrada”.

- ota: “Arcilla blanca”.

La partología se designa con nombres dependientes. Esto incluye el cuerpo (humano/animal, vegetal, de artefactos), los términos de parentesco, una parte de los términos geográficos y del paisaje. En cada uno de estos dominios hay excepciones que interpretamos en términos de destaque o realce cognitivo. Se trata de elementos que, si bien forman parte de algo, serían percibidos quizá como más fáciles de individualizar o de separar del todo. También puede haber motivaciones culturales o mitológicas no conocidas. O, finalmente, simples irregularidades en el comportamiento morfológico de algunos nombres.

Estas son algunas excepciones (escasas) en las denominaciones de partología vegetal al carácter de inalienable o morfológicamente dependiente:

- ó, órì: “Fruto individualizado” (no se aplica a frutos extraídos de racimos).

- putǘrá: “Flor” (cfr. con na-páü͂: “Floración, brote” y con na-châkà: “Cogollo de palmas”).

Algunas excepciones en las denominaciones corporales al carácter de inalienable o morfológicamente dependiente son:

- òtà: “Tuétano y seso”.

- kuainá: “Colmillo”.

- áǘ: “Muela” (cfr. na-pǘtá: “Diente, granos del maíz, otros granos”).

- kónǘ: “Lengua”.

- támaráka: “Campanilla”.

- púchíà: “Bofe, bazo”.

- tǜè: “Bolsa del estómago” (cfr. con el nombre dependiente na-ngü͂́tá: “Tripas, intestinos”).

- dǔnárú: “Nuez de Adán”.

La excepción más importante es el término para corazón, mǎ-ǘné, formado a partir del radical verbal “vivir”. La singularidad y la importancia de la conceptualización sobre la noción de mǎ-ü͂, el “principio corporal” y su órgano asociado, hace parte de las ideas centrales de Goulard sobre los principios constitutivos de los seres vivientes (Goulard, 2009: 129-130). El corazón es la sede de la vida, del pensamiento. Esta excepcionalidad se ve reflejada en su morfología diferente (nombre alienable, derivado de un verbo y luego nominalizado).

Entre los términos de parentesco, otro dominio privilegiado de los nombres inalienables, las pocas excepciones al carácter morfológicamente dependiente son aquellas que remiten a la generación de los padres de los padres y al hermano de la madre, un cónyuge potencial, ya que la descendencia es patrilineal y por ello los parientes de la madre no pertenecen al mismo clan. Los términos para noé y son términos esencialmente vocativos que se usan no solo para dirigirse a los parientes consanguíneos, sino también a cualquier persona mayor (tabla 5).

Tabla 5
Comparación entre las formas posesivas de primera persona usadas para términos de parentesco alienables e inalienables
Comparación entre las formas posesivas de primera persona usadas para términos de parentesco alienables e inalienables

Los nombres alienables pueden expresar posesión, pero esta debe hacerse con un pronombre largo, chorü, en los ejemplos anteriores, no con la forma corta prefijada de los inalienables. Esta codificación formal diferenciada es la prueba de su diferencia semántica y cultural. La inalienabillidad corresponde, pues, a un comportamiento morfosintáctico muy claro, la dependencia de los radicales nominales que requieren ser puestos en relación con algo. Es interesante constatar que este rasgo gramatical es congruente con determinaciones culturales.

El ecosistema, los espacios naturales,naa-ànè

Cuando nos referimos al “cuerpo” de la naturaleza, aparecerá el prefijo absolutizador, que es {naa-}, elemento que permite a algunos elementos de la partología expresarse como no poseíbles, pero sí como elementos de un todo. El término naa-ànè designa el cielo, la tierra, el espacio, y el tiempo cronológico y atmosférico. Cambiando el prefijo, obtenemos na-ànè, donde está la forma de tercera persona singular masculino, lo que traduciría el referente más concreto, “su chagra de él, su tierra”. Los dos grandes ámbitos que diferencian hoy los tikuna y que son pertinentes en primera instancia para clasificar plantas y animales como pertenecientes a cada uno de estos espacios, se construyen sobre el radical {-ànè}. Retomamos algunos resultados de la primera indagación sobre el “mundo vegetal” a partir del cuestionario léxico del ccela (Montes, 2001a):

- daù-chi-tà-ànè: “Tierra de altura o tierra firme, interfluvio, cabeceras de los ríos”.

- arriba-int-col-tierra.

- tâ-tǘ-ànè: “Tierra baja o tierra del río Amazonas, cercana a la várzea”.

- grande-agua-tierra.

El primer término es una metáfora orientacional y el segundo una metáfora por rasgo parcial, de proximidad. Estos dos nombres, de gran poder clasificatorio, remiten también a prácticas humanas posibles. Adicionalmente, otros rótulos clasificatorios centrales remiten a un continuum entre el carácter cultivado (lo de la chagra), silvestre (lo del monte) o antiguamente cultivado (rastrojo), tema que se enunció también en Montes (2001):

- naa-nétǘ: “Lo sembrado, perteneciente a la chagra”.

- naa-chíkǘ: “Lo que pertenece al rastrojo, antiguas zonas cultivadas”.8

- naa-nékǘ: “Lo silvestre, que crece en ‘manchales’ o ‘colectividades’ como las agrupaciones de palmas o como los árboles de la selva”.

Encontramos una oposición central entre los dos nombres inalienables {-nétǘ} y {-nékǘ}, que son los polos de lo domesticado y lo no domesticado, respectivamente. Ambos términos implican colectividad vegetal.9

Esta división del “mundo vegetal” en términos de tres espacios coincide con la que postulan Balée y Moore (1991) 10 en su trabajo comparativo sobre la familia tupí en términos de especies no domesticadas, semidomesticadas y domesticadas. Estos autores, a su vez, citan una división tripartita similar planteada por Berlin y sus colegas en lenguas de la familia maya.

En la denominación de las colectividades vegetales que caracterizan lo selvático, reencontramos la noción de colectividad silvestre, expresada por {-nékǘ}, cuya ocurrencia más característica es la de las agrupaciones de palmeras; este nombre-clasificador es altamente especializado:

- nai-nékǘ: “Selva, colectivo de árboles” (nai es el genérico para árbol).

- témá-nékǘ: “Aguajal, agrupación de palmas de canangucho (mauritia)”.

- waírá-nékǘ: “Asaizal, agrupación de palmas de asaí (Eutherpe)”.

Otras maneras motivadas de referirse a la selva son nominalizaciones de verbos que describen características o compuestos que involucran el nombre {-ànè}:

- ǘà-ü̃: “Selva, lo cerrado”.

- cerrar-nmlz.

- nai-chápà-ànè: “Ámbito de cúpula de copas de árboles, bosque cerrado”.

- árbol-copa-tierra.

Con radicales verbales11 se construyen denominaciones para otros espacios con una configuración particular (vegetación baja), que además son lugares “encantados” y sagrados. Se hacen asociaciones metonímicas. El tamaño bajo de la vegetación se compara con el crecimiento humano:

- bû-nékǘ: “Varillal, zona arenosa de vegetación baja”.

- niño-col.

Alternativamente, estos espacios se designan con la nominalización del verbo doó (“estar débil”) y el nombre clasificador {-ne} (“tronco”).

- doó-ne-ü̃: “Cualquier zona de vegetación baja (tierna)”.

- débil-tronco-nmlz.

El término para las “malezas” que crecen en la chagra es un término genérico, colectivo, que se construye a partir del radical {-ànè}: naa-tü-áné (“Maleza que crece en espacio cultivado”).

Las palmas son un caso particular. Pertenecerían al espacio de lo silvestre, de lo que crece en manchales, pero es sabido que la intervención humana pudo haber causado la dispersión y diversificación actual de las palmas más productivas, extendidas después del 9000 AP (Morcote y Bernal, citando diversos autores, 2001: 310), y que aún hoy son muy valoradas, cuidadas y usadas por los habitantes amazónicos debido al potencial alimenticio y al hecho de que proporcionan aceites, fibra, materiales de construcción de techos, de pisos y de artefactos centrales en la cultura y en la vida cotidiana. En tikuna es posible distinguir aquellas palmas que se han sembrado y que crecen en espacios intervenidos, esto a través de una determinación: waírá i naa-nétǘ (“Asaí de la chagra, cultivado”).

Como era de esperarse, las palmas de mayor uso tienen nombres literales. También las plantas cultivadas (el término genérico de la especie) tienen nombres literales (ver Montes, 2001a: 543-544):

- waírá: ‘Asaí” (Euterpe precatoria).

- témá: “Canangucho, aguaje” (Mauritia flexuosa).

- i͂tǘ: “Chontaduro, pijuayo” (Bactris).

- nai͂̀: “Chambira”, palma de la que se extrae fibra (Astrocaryum chambira).

- ngǒpè: “Pona barrigona”(Iriartea deltoidea).

- kòtù: “Caraná”, palma para techar (Lepidocaryum tenue).

- bòrúà: “Milpeso” (Oenocarpus bataba).

- étá: “Ponilla” (Socratea exhorriza).

- kuruà: “Chapaja” (Attalea plowmanii).12

En lo relativo a las palmas, cada especie reconocida tiene un nombre simple inanalizable, lo que es congruente con la gran importancia alimenticia y utilitaria de estas. Los nombres clasificadores que diferencian la morfología de la palma, como el tipo de hoja (seccionada o no) y el tipo de racimo de los frutos, son muy detallados. A diferencia de otras lenguas amazónicas, no hay clasificador para “estípite” o tronco hueco. Se usa el mismo nombre-clasificador para el tronco del chontaduro o de cualquier árbol:

- ĩtǘ-ne: “Tronco de chontaduro o pupuña”.

- naĩ-ne: “Tronco de árbol”.

Sin embargo, el nombre-clasificador que señala de manera restrictiva solo colectividades vegetales {-nékǘ} tiene como ámbito de designación prototípica las agrupaciones de palmeras, y este carácter de lo agrupado en “manchales” (término del español regional) es el que se toma como modelo para construir el término nai-nékǘ, la designación más usual de “selva’ o “monte”, opuesto a “chagra”. Goulard (2009: 277-281) desarrolla el tema del “cuerpo del monte” y afirma que para los tikuna el monte está “ordenado”. En el texto de este autor hay listados detallados de nombres de espacios y topografía. Aquí nos interesa apenas señalar algunas de esas denominaciones del espacio geográfico, que parecen ser más primarias y que son en buena medida nombres dependientes o inalienables, algunos relacionados con nombres que también remiten a parte, forma o sustancia:

- naa-tü: “Río, curso de agua”.

- naa-pǘǜ: “Cerro, redondeado, fruto”.

- naa-táà: “Lago”.

- naa-tüü͂̀: “Caño”.13

- naa-tǘǜ: “Salado”.14

- naa-rémǘ: “Colina, pecho”.

- naa-támǘ: “Restinga”.

- naa-chirǘǜ: “Gapó o tahuampa”.15

- naa-mǜ: “Masa, semen, barro”.

En algunos términos relativos al río hay excepciones al carácter dependiente de los nombres. ¿Se trata de individuación, destaque o realce, o se debe a una reciente incorporación de la navegación por el Amazonas?:

- kápàu͂̀: “Isla”.

- poegù: “Vuelta del río”.

- chowáà: “Resaca o recodo”.16

- puchu: “Lago cerrado” (< pozo, préstamo del español).

- paraná: “Recodo que tiene salida al río” (< parana, préstamo del geral).

Motivación en las denominaciones botánicas y zoológicas. Nombres genéricos, nombres literales y nombres metafóricos

El tema del análisis de la motivación en el léxico ha sido ampliamente desarrollado por lexicógrafos y dialectólogos que analizan los nombres de las cosas en diversos ámbitos de la experiencia humana. En lo que nos interesa más puntualmente, sobre la motivación de los campos semánticos del “mundo natural” en una lengua indígena, el estudio de Balée y Moore (1991) (que retoma y discute planteamientos e hipótesis de Berlin y otros) usa la distinción entre nombres literales y nombres metafóricos y determina tendencias en cuanto al uso de estos dos tipos de nombres en las denominaciones de especies botánicas en un grupo de lenguas tupí.

Además de los diferentes términos analizados anteriormente para colectividades vegetales, compuestos en su mayoría y parcialmente motivados, no hay un término equivalente a “planta” o a “vegetal”. En Montes (2001a: 544-545) identificamos, sin pretensión de exhaustividad, algunos términos genéricos: para los árboles, nai; para los bejucos, óü͂; para los platanillos, poí-chíkǘ, y para las hierbas, pastos y “piri-piris”, mǎè (algunos de estos son medicinales). Excepto los platanillos, los demás genéricos se designan con términos inanalizables y literales.

Tampoco hay un término para “animal”. Se señala y se denomina lo que interesa. No parece haber correspondencias precisas para nuestros términos genéricos como “pez”, “ave”, “insecto” o “reptil”, entre otros. Identificamos -igualmente sin pretensión de exhaustividad- algunos términos genéricos o hiperónimos, reconocibles en la vida cotidiana; algunos son términos inanalizables y literales:

- áí: “Predadores, no exactamente felinos” (cfr. áírú, “perro”, y áí-tü, “nutria”).

- chòní: “Buena parte de los peces comestibles y de escama”.17

- ãtápé: “Serpientes” (excepto la boa).

- werí: “Pájaros canores y que vuelan alto”.

- dùúrí: “Mariposas” (excepto la morfo).

Otros involucran nombres inalienables:

- na-éü̃: “Animales de presa” (aves, mamíferos, peces no predadores).

- naĩyüǘ: “Hormigas” (posible compuesto fosilizado a partir de “árbol”).

- nai-tánü: “Parientes de palo” (insectos que dependen de una determinada especie vegetal, un árbol en general, por tener allí su hábitat).

Procedimientos como el que describe Goulard (2013: 74) para la asociación entre la ardilla, la semilla del bejuco de abuai (Thevetia) y dos tipos de serpientes (Bothrops) y (Lachesis muta) están en todos los ámbitos y señalan entidades designadas transversalmente con el mismo término. Retomamos un ejemplo ilustrativo (Montes, 2001a: 246): tǘrabǘne (“Árbol de ‘matamata’ de cáscara rugosa, Eschweilera, y también tortuga matamata, cuyo caparazón es rugoso, Testudo chelis fimbiriata)”.

Incluso algunas similitudes fónicas se consideran como indicio de las relaciones de contigüidad entre individuos: tǜü̃ (“Bejuco del yaré,18 ¿Heteropsis oblongifolia?, una planta de la familia de las aráceas, utilizada para cestería”) y túü̃ (“Tipo de araña no identificada”). Se dice que la araña origina el bejuco al morir, pues de su cuerpo sale la planta que sigue la forma de la araña (Comunicación personal de Azulay Vásquez Manduca, de Amacayacu, 1989).

En el ámbito de lo cultivado, como en el de las plantas, el término genérico designa -sin motivaciones- la especie. Los nombres inalienables tǘè y měè, respectivamente “yuca dulce” y “ají”, son nombres literales, como lo son otros nombres de las especies cultivadas (plátano, piña, ñame, etc.). Las variedades normalmente se designan por medio de alguna asociación metafórica, global o metonímica. Retomamos algunos ejemplos de Montes, (2001b: 543-545):

- tǘè: “Yuca dulce propia (macaxeira), genérico (manihot esculenta, Euforbiácea)”.

- orawáná < Tupí (¿geral?): “Yuca negra por fuera y amarilla por dentro como el pez orawáná (osteoglossideo)”.

- měè: “Ají genérico (capsicum)”.

- mùnǜ-erú: “Ají cabeza-de-grillo, tipo de ají designado así por su forma y color”.

Lo inverso también ocurre; un pez es comparado por su color, con el fruto del chontaduro y se hace una construcción en que el segundo elemento, nombre de un vegetal, determina al primero, nombre genérico de las pirañas. La comparación aquí es explícita, pues se conserva el nombre “piraña”: no hay sustitución del nombre, como ocurría en otros ejemplos:

- uchúmá ya ĩtǘ: “Piraña chontaduro (serrasalmus sp.)”.

- piraña m chontaduro.

Entre las especies silvestres o de rastrojo se destacan aquellas que se usan para fabricación de objetos o medicinas. La utilidad de los bejucos silvestres es múltiple. Hay un término genérico literal e inanalizable. Llama la atención que el bejuco del curare tenga un nombre inanalizable.19 Los tikuna eran conocidos en las crónicas coloniales por la excelente calidad de su curare y esta importante tradición es ahora algo restringido a las zonas alejadas de tierra firme:

- óü̃: “Bejuco (cipó), genérico”.

- gúré: “Curare (¿Menispermácea?)”.20

- ngobǘ-tà-arü tòóné: “Bejuco escalera-de-morrocoy”.

Los platanillos y los helechos tienen el nombre-clasificador {-chikü}, que indica, ya que una planta es de rastrojo, no cultivada, o bien que su forma es parecida21 a la de otra planta, como es el caso del término genérico para helechos, comparados con una palma:

- poí-chíkǘ: “Platanillos (Heliconiáceas), genérico”.22

- tautá: “Platanillo del bajo”.23

- témá-chíkǘ: “Helechos, genérico”.

Los nombres genéricos de los platanillos y de los helechos se perciben como similares en su morfología al plátano y al canangucho, respectivamente, sin que se pretenda que hay una relación de inclusión entre el plátano y los platanillos ni entre los cananguchos y los helechos.

Las especies botánicas individualizadas pueden señalarse a partir de su lugar privilegiado en el ecosistema al que pertenecen y que a su vez caracterizan. El “amasiso” es un árbol de la orilla que soporta muy bien la inundación (Erythrina fusca). Se identifica una metáfora por rasgo parcial, de hábitat típico. Literalmente es el “tronco del agua grande”, o sea, “el árbol del río Amazonas”:

- tâ-tǘ-ne: “Amasiso”.

- grande-río-tronco.

Con respecto a estas designaciones, unas motivadas y otras no, Balée y Moore (1991: 258-259) concluyen -a partir de un detallado análisis cuantitativo estadístico- que las palabras metafóricas que designan una especie tienden a diferir más entre las lenguas de una misma familia que las no metafóricas, y que esas palabras metafóricas se encuentran en mayor proporción en la categoría de lo no domesticado. La domesticación, entonces, tiende a influir sobre el léxico incidiendo en una mayor proporción de palabras literales, las cuales tienden a ser similares entre sí y por ello mismo serían términos más antiguos (mayor índice de retención). Los autores analizan los términos para especies, no las designaciones individuales o particulares de variedades. Algunos datos del tikuna apuntarían en la misma dirección, pero se requeriría un estudio específico y exhaustivo de las denominaciones botánicas.

#1Destaque perceptivo en las denominaciones de los insectos, batracios y otros animales

Los insectos son otro dominio privilegiado en la categorización cultural. En tikuna detectamos varios nombres motivados en insectos24 que tienen importancia cultural o que afectan la vida humana; por ejemplo, paì-é-kü: “Insecto que camina sobre el agua haciendo un dibujo X que a su vez se compara con la acción de chuzar-sembrar; denominación construida sobre el verbo paì”. También es el nombre de uno de los dibujos de los trajes rituales.

Otros insectos -y el murciélago- tienen denominaciones relativas al momento o período de su aparición o tiempo de su actividad, sus hábitos alimenticios y su hábitat:

- chǘǜ-rí: “Murciélago”. Construido a partir de la raíz “anochecer”, chǘǜ.

- nãĩ̀-tù: “Especie de chinche que quema y suelta un olor de pedo, a partir del verbo nãĩ̀”.

- poí-wànè: “Avispa que come plátano maduro”, a partir de poí, “plátano”.

Sobre el coleóptero Coccinella septempunctata y sobre la mariposa, un lepidóptero, en el ámbito románico se afirma que la mayoría de los nombres revelan motivaciones relativamente transparentes, que se relacionan con procedimientos usuales en otros dominios lingüísticos, pero también con imbricaciones en sistemas de pensamiento arcaico, de tipo mágico-religioso: “La coccinelle peut être une ‘petite volante’ (vulella), une ‘jeune fille’ (signurella), une ‘poule de Dieu’ (gallina di u Signore); tandis que le papillon peut être une ‘cigale’ (cicala), une (bête) qui vole sur les fleurs’ (fiurabattula), une ‘bête qui tamise la farine’ (stacciaferina)” (Medori, 2008: 19-20).

Los grillos gigantes (a diferencia del común) y la mantis parecen ser objeto de antropomorfización, por el sufijo de nombre propio femenino, algo que está en consonancia con algunos hallazgos señalados por las lexicógrafas que trabajaron sobre el tema en el espacio románico:

- yau-ré-rú-na: “Grillo verde gigante”.

- ser verde-ate-?-nomz. f.

- mǜpá-rú-na: “Mantis(?), adivinadora que hace señas”.

- yákürá-na: “Chicharra, machaca, insecto ponzoñoso cuya picadura se cura teniendo relaciones sexuales”.

Las avispas se designan con el genérico máẽ̀ y en este término se diferencian, con nombres literales o metafóricos,25 diferentes clases según tamaño, nidos y hábitos alimenticios:

- ĩ́kǜ: “Avispa armada, brava; su nido tiene forma de casco de armadillo”.

- máré: “Avispa grande y pintada”.

- ngé:ã̀: “Avispa hembra”.

- poí-wànè: “Avispa que come plátano maduro”.26

Una especie particularmente importante es la que se identifica como la que aparece en el mito: la mujer que bajo la forma de avispa picó a su esposo en las rodillas. Se trataría de un transfert por antropomorfización. Se designa como ngěã̀, el mismo término para “hembra”. En la avispa “armada” detectamos el mismo procedimiento de homonimia motivada, ya descrito para la tortuga matamatá y el árbol del mismo nombre; el término es el mismo del armadillo. Las larvas de árbol o de palma se designan con el genérico nai-chináwè para todas las larvas que crecen dentro de troncos y que empolillan los “palos” o “árboles”, nai:

- témá-chináwè: “Mojojoy, larva de coleóptero que crece dentro del tronco del canangucho y que es un alimento muy apreciado”.

- tú-chináwè: “Alacrán ponzoñoso” (¿construido sobre el verbo “picar”?).

El mojojoy, larva de un coleóptero que crece en ciertos árboles, se designa también con la raíz verbal bòó, “lo redondo”.

En el mismo sentido, las hormigas cuyo genérico es naiyüǘ (¿fosilizado a partir de nai, “árbol”?) y otros insectos asociados a árboles, se designan con términos referentes a asociaciones de hábitat y el nombre inalienable {-tánǘ}, “familia o pariente”:

- naĩ-tánǘ: “Término genérico que designa a los ‘parientes de palo’, insectos que viven asociados a determinados árboles”.

- konǘwá-tánǘ: “Hormiga ‘tangarana’ (Mirmica triplarina), lit. ‘familiares del árbol tangarana, konǘwá’ (Triplaris carcasana)”.

La libélula primigenia gigante yùchi (Odonata) es un personaje mítico que da origen a los cananguchales; no se detecta por ahora en su nombre ningún elemento de motivación y tampoco es posible analizarlo. Por ahora, sería un nombre literal.

En el nombre del tigre, pero también en el de la mariposa azul morfo, hay tabú (evasión de la designación directa). Se aconsejaba tradicionalmente usar términos de parentesco. La mariposa morfo běrú no está incluida en el grupo de las demás mariposas, dúùrí. La gran mariposa morfo es la “madre del monte”, es la pareja del jaguar (abuelo) y es pariente (abuela): esta pareja desencadena el uso de metáforas antinómicas (hay que llamarlas “piedra”, “escoba”, “ceniza”, “abuelo”, “caracol”), pues nombrarlas puede atraerlas (Goulard, 2009: 287 y 304).

Las onomatopeyas como fuente de las denominaciones

Estas son también una importante fuente de denominaciones motivadas de aves, batracios y otros. Como es de esperarse, son varios los seres del mundo animal que se nombran con este mecanismo. En los aspectos segmentales, la fonología acude a trisílabos en los cuales hay al menos una reduplicación. La secuencia tonal reproduce de manera icónica las melodías de los cantos animales. En la onomatopeya de los sapos que cantan con voz grave está presente el tono extra-bajo (eB), laringalizado. La de la guangana o puerco de monte es particular por su estructura silábica, su longitud y sus tonos bajos monótonos. No hemos encontrado otros ejemplos similares a este:

- mutúkú: “Paloma silvestre”, imitación de su canto (realizado con tono extra bajo-medio medio).

- tò-pátá-wá: “Panguana, tipo de ave”, imitación de su canto que además parece decir: “a nuestra casa”.

- bòkúrú: “Sapo”, imitación de su canto (eB M M).

- pànáné: “Sapo”, imitación de su canto (eB M M).

- kururú: “Rana”, imitación de su canto (M A eA).

- ngũ̀ü̃: “Huangana o puerco de monte (tayassu)”, imitación del ruido que emite por la nariz (eB eB).

Adicionalmente, hay un grupo de verbos cuya onomatopeya es el mismo término del radical, un tema en estudio, muy característico de las narraciones míticas.

Comentarios y perspectivas de trabajo: el género gramatical

Esta indagación incompleta y fragmentaria sobre un tema multidimensional pretende ser también una sugerencia para el trabajo conjunto. Para los lingüistas, la indagación más fina de los procesos semánticos que están tras las palabras y la manera como se usan cotidiana o ritualmente implica el difícil reto de acercarse a un universo ambiental que requiere los saberes del biólogo. El biólogo a su vez puede encontrar en el acercamiento lingüístico indicios de rasgos sobresalientes de las plantas o de los animales y del sistema nativo que las organiza. La búsqueda común de conceptualizaciones culturales, algunas mediadas por el léxico y por la gramática, interesa a lingüistas y antropólogos. En general, el lingüista ha tenido como punto de partida el análisis formal de palabras, morfemas y estructuras en las que detecta composición o derivación, recurrencia de morfemas, estructuras no esperadas. Su respuesta a comportamientos atípicos de alguna construcción puede estar en el trabajo antropológico que indague por las elaboraciones explícitas e implícitas de la cultura.

En este tipo de trabajos esperamos no caer en el error ingenuo que señala Lakoff (1987: 308-309) de limitarse a listar la gran cantidad de términos que tiene un grupo humano para designar aquello en lo que ha tenido que especializarse. Es obvio que no es un hecho cognitivamente sorprendente que los amazónicos, hablantes de cualquier lengua, diferencien una gran variedad de árboles, animales silvestres, tipos de yuca que sirven a diferentes propósitos, tipos o variedades de ají que pican de modo distinto; así como los habitantes urbanos diferenciarán gran número de vehículos de transporte. De todas formas, la tarea de encontrar taxonomías y estrategias de diferenciación de variedades (si lo son efectivamente en términos botánicos) al interior de una especie, sigue siendo pertinente y necesaria.

Lo que en realidad interesaría, según este autor, no es saber cómo una “misma” realidad es nombrada y recortada de manera distinta (punto de vista del objetivismo), sino cómo es la capacidad imaginativa humana, esto es, cómo acercarse a los modelos cognitivos que involucran metáfora, metonimia, categorías radiales y conceptos no universales construidos socialmente. Los sistemas conceptuales que puedan diferir entre culturas son interesantes, según Lakoff, porque involucran diferentes usos de nuestra capacidad imaginativa para crear la realidad social.

Este mismo autor nos recuerda luego que los lingüistas nos interesamos por las gramáticas de las lenguas del mundo y esas gramáticas incorporan elementos significativos que son parte de los sistemas conceptuales (Lakkoff, 1987: 319), como ocurre en tikuna con el contenido de la diferencia morfosintáctica entre nombres alienables e inalienables, una diferenciación central en la gramática de la lengua, pero también en la conceptualización de las entidades y los fenómenos del mundo. El contenido de los nombres clasificatorios y de marcadores gramaticales como el que refiere a la variedad “propia” o prototípica frente a la “no propia” o considerada “ordinaria” es otro ejemplo privilegiado de contenidos vehiculados gramaticalmente; quizá su pregnancia es tanta que se trasladan al español regional con facilidad, lengua de la que se apropian de manera progresiva los indígenas amazónicos (o, mejor, lengua que progresivamente se apropia de ellos y de su universo simbólico).

Para futuras indagaciones, se postula el interés de abordar el género gramatical (masculino vs. femenino), una categoría de los sustantivos del tikuna en la que hay muchos comportamientos análogos a los del español y de otras lenguas indoeuropeas que tienen género gramaticalizado con concordancia obligatoria. No nos referimos a los más extensos y detallados sistemas de clasificadores nominales descritos para las lenguas amazónicas (alargado, redondeado, compacto, hueco, filiforme, laminar, etc…) o a los sistemas de clase nominal, en los cuales la posibilidad de asignación motivada es más clara, sino a los sistemas más reducidos como el que existe en la gramática del tikuna y de otras lenguas amerindias que exhiben género. La explicación usual que damos al género en lenguas romances es que la categoría -al menos en español- está inicialmente motivada por factores biológicos (sexo de los animados que lo exhiben de manera clara) y que luego se extiende, arbitraria e inmotivadamente, a otros sustantivos inanimados (mesa, puerta, casa, edificio, zapato, vaso…) y a sus determinantes, como parte de un recurso en el que lo que importa es la función de concordancia y retoma anafórica que garantiza este recurso. En algunas lenguas amazónicas podría haber otra mirada sobre el género de los animados y de los inanimados, así como de las razones por las cuales un artefacto, un elemento de la naturaleza o una especie vegetal recibe un marcador de género femenino o masculino. Al respecto, remitimos por ahora al estudio comparativo de Regúnaga (2012) y al sugerente estudio de Cabral et al. (2015).

Convenciones y abreviaturas

Abreviaturas para la glosa yuxtalineal:

1 Primera persona

2 Segunda persona

3 Tercera persona

atr Atributivo

col Colectivo

f Femenino

hab Habitual

m Masculino

nmlz Nominalizador

p Plural

priv Privativo

Cuando en la glosa hay dos abreviaturas con punto, por ejemplo, nmlz.f, esto significa que el morfema tiene los dos rasgos de manera fusionada: nominalizador femenino. Las palabras están separadas por espacio y los morfemas por guiones, por ejemplo, na-má-chánè es una palabra con tres morfemas.

Los morfemas se citan entre corchetes, por ejemplo, {-küà}. El guion indica el carácter ligado del morfema que requiere un elemento previo o posterior {naa-}. Las palabras del tikuna, en el texto en español, se indican con bastardilla.

La escritura es ortográfica, basada en una propuesta en uso en la ribera colombiana. El tikuna es una lengua tonal compleja y los diacríticos sobre las vocales indican diferencias prosódicas con valor fonológico. Ejemplos: á (tono alto A), à (tono bajo B), a (tono medio M), â (tono descendente, núcleo vocálico alargado), ǎ (tono ascendente, núcleo vocálico alargado). Hay 6 vocales orales y 6 vocales nasales, todas portadoras de tono: a, e, i, o, u, ü (posterior, deslabializada, cerrada); a͂, e͂, i͂, o͂, u͂, ü͂ (contraparte nasal de los timbres orales). El sistema consonántico es relativamente reducido y las grafías usadas para representar estas unidades corresponden en buena parte a los valores fónicos del español: p, t, ch, k, b, d, y, g, m, n, ñ, ng (nasal velar), w, r. Hay al menos cuatro propuestas ortográficas en las publicaciones de los tres países en los que habitan los tikuna

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Notas

27 Montes Rodríguez, María Emilia (2018). “Taxonomías y cadenas de asociaciones: recorrido por temas etnolingüísticos en tikuna (yurí-tikuna) de la Amazonia colombiana”. En: Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia, Medellín, vol. 33, N.º 55, pp. 191-216.
1 En la década de los noventa, un extenso y valioso trabajo se realizó en el Centro Colombiano de Estudios de Lenguas Aborígenes, de la Universidad de los Andes. Para el proyecto “Base de Datos Lingüísticos y Cartografiables” (ver Rojas, 1998) se diseñó y aplicó una encuesta léxica de alrededor cinco mil ítems, que fue completada por varios investigadores. Nos referimos aquí a lo ocurrido con los temas del mundo natural.
2 Es posible que importe aquí la propiedad de camuflarse del reptil.
3 Las variaciones entre las versiones de este mito pueden ser considerables en cuanto al sabor que se asocia a cada clan y en cuanto al número y tipo de clanes que se listen.
4 En español, términos básicos para sabor son: “ácido”, “dulce”, “amargo” y “acre”; “salado” es un derivado de “sal”. Términos como “picante” se consideran metafóricamente derivados del verbo “picar”. Un olor también puede ser “acre”.
5 “Viche” o “biche”, aplicado al sabor de los frutos no maduros, es un colombianismo, según Haensch y Werner (1993). Otro término usual en español amazónico (¿peruano?) es “pático”, que describe los sabores astringentes o “amarrosos” de frutos como el caimo o el mamoncillo.
6 Un tema en el que los lingüistas esperamos encontrar un léxico “no cultural”, como el que pretendía la lista de Swadesh.
7 En español, por ejemplo, es necesario diferenciar “hocico”, “jeta”, “trompa”, “cuero” (para animales) de “boca” o “nariz” y “piel” (para humanos); asimismo, “pata” se diferencia de “pierna” y “pie”. Usar la palabra para referirse a humanos le da un sentido peyorativo o jocoso. No toda la partología corporal tiene esas marcas: gran parte de los términos como “cabeza”, “ojo”, “oreja”, etc. son comunes a humanos y animales.
8 También es un marcador despectivo que califica lo “no propio”, falso, pseudo. Ejemplo: korí-chíkǘ: “falso blanco, mestizo o indígena que se pretende blanco”.
9 ¿Podrían a su vez ser compuestos fosilizados a partir del nombre-clasificador {-né} que encontramos en “tronco” o “soporte vertical”? No hay, sincrónicamente, evidencia para esta segmentación por ahora.
10 No pretenden estos autores reflejar taxonomías indígenas, pero este criterio les es útil para el análisis comparativo de la retención mayor o menor de las designaciones literales frente a designaciones motivadas en un conjunto de cinco lenguas tupí ubicadas en entornos ecológicos diferenciados.
11 Los estadios de la vida como “ser niño”, “ser viejo” y “ser adolescente” son primariamente radicales verbales intransitivos que requieren nominalizarse para designar entidades o propiedades.
12 Tomamos todas las identificaciones botánicas del diccionario de Bernal et al. (2012) a partir del nombre común y de la descripción de la región y los usos. Esto no supone una identificación botánica certera, pues algunos nombres comunes como “ponilla” refieren a especies botánicas diferentes.
13 “Corrientes de agua que salen de los lagos y desembocan en otros lagos, quebradas o ríos” (Ahué et al., 2002: 80).
14 “Masa de tierra lodosa de sabor salado donde los animales beben y se bañan”. Afloramientos naturales de sal. Sitios sagrados y de cacería (Ahué et al., 2002: 76).
15 Parte inundable cercana a la orilla de los ríos por donde se puede andar en canoa temporalmente, zona en la que crecen plantas que comen los peces (Ahué et al., 2002: 77).
16 Entrada del agua hacia las orillas de los ríos, quedan como pozos cuando merma el río (Ahué et al., 2002: 78).
17 Debe aún verificarse qué “peces” están incluidos en este grupo, pues es posible que los peces carnívoros, predadores o de cuero (pirañas, bagres), no estén en él. Peces gigantes y de escama como el pirarucú o paiche (Arapaima gigas) no pertenecen al grupo.
18 Según el Diccionario de los nombres comunes de las plantas de Colombia, plantas con el nombre de “yaré” (que incluye al menos siete especies) se conocen también como “bejuco de costilla de chimbe”, “piquigua”, “pitigua”, “pamitano”, “quibru negro”, “nanio” y “yaucasi”.
19 Es una especie que tiene “padre”, su preparación es peligrosa y requiere una serie de cuidados mágicos y chamánicos.
20 De acuerdo con Bernal et al. (2012), el nombre común “curare” se aplica en Amazonas a cuatro especies diferentes, tres de la familia de las menispermáceas y una de las bignoniáceas.
21 Este parecido se interpreta como un menor grado de la cualidad, pues a través de sufijos es posible hablar de la variedad prototípica, con un intensivo, o de la variedad “ordinaria”, que es la que designa este nombre clasificador. El español regional usa respectivamente “propio” y “no propio, ordinario” para esta distinción.
22 Se aplica en Amazonas a 16 especies, la mayoría de ellas de la familia de las helyconiáceas, según Bernal et al. (2012).
23 En español regional es muy frecuente diferenciar variedades (?) indicando si son “del bajo” (várzea), normalmente menos apreciadas, “ordinarias”.
24 Datos tomados del cuestionario léxico del ccela sobre este tema. Biriato Fernández Fonseca, del km 6, fue el informante principal.
25 Metafórico no quiere decir analizable o segmentable. Hay nombres metafóricos inanalizables, como el de la avispa armada, cuyo nombre es el mismo del armadillo con el que se compara.
26 Este nombre es analizable o segmentable y además metafórico, pues se construye por metonimia de rasgo parcial; el alimento preferido es la fuente de la denominación.
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