Resumen: El uso de la fuerza para conseguir un fin ha sido permanente a lo largo del desarrollo cultural del hombre. Sin embargo, esta actividad no ha sido comúnmente analizada en contextos arqueológicos, pues existe poca evidencia asociada. Esto es aún más evidente en sociedades como la Muisca, en la que parece haber predominado la convivencia pacífica. En esta línea, el hallazgo de la necrópolis de Usme proporcionó por primera vez muestras de violencia sobre este pueblo, la cual estuvo especialmente relacionada con la Conquista española. Este artículo pretende hacer un análisis comparativo de las evidencias de lesiones en individuos muiscas durante el Contacto y otros periodos anteriores.
Palabras clave: arqueologíaarqueología,MuiscaMuisca,conquistaconquista,violenciaviolencia.
Abstract: The use of force to achieve an end has been permanent throughout the cultural development of man. However, this activity has not always been analyzed from archeology because it has little associated evidence and more in those societies such as the Muisca in which peaceful coexistence seems to have predominated. The discovery of the Usme necropolis to show signs of violence against the Muisca people, especially related to the conquest allowed for the first time. This article aims to make a comparative analysis of the evidence of injuries in Muisca individuals during contact and other previous periods.
Keywords: archaeology, Muisca, conquest, violence.
Resumo: O uso da força para conseguir um fim tem sido um problema permanente ao longo desenvolvimento cultural do homem. No entanto, esta atividade não tem sido frequentemente analisada em contextos arqueológicos, pois existe pouca evidência associada. Isto é ainda mais evidente em sociedades como a Muisca, na que possivelmente predominou a convivência pacífica. Nesta linha, o encontro da necrópole de Usme disponibilizou pela primeira vez amostras de violência sobre este povo, a qual esteve especialmente relacionada com a Conquista espanhola. Este artigo planeja fazer uma análise comparativa das evidências das feridas em indivíduos muiscas durante o Contato e outros períodos anteriores.
Palavras-chave: arqueologia, Muisca, conquista, violência.
Résumé: L’utilisation de la force pour parvenir à une fin a été permanente tout au long du dével- oppement culturel de l’homme. Cependant, cette activité n’a pas été analysée couramment dans des contextes archéologiques, car il y a peu de preuves associées. Cela est encore plus évident dans des sociétés comme la Muisca, où la coexistence pacifique semble avoir prédominé. Dans ce sens, la découverte de la nécropole d’Usme a fourni, pour la première fois, des preuves de la violence sur cette ville, qui était surtout liée à la Conquête espagnole. Cet article vise à faire une analyse comparative des preuves de blessures chez les individus muiscas pendant la période de contact et d’autres périodes précédentes.
Mots-clés: archéologie, Muisca, conquête, violence.
Investigación
La violencia en la sociedad Muisca. Evidencia arqueológica en Usme*
The Violence in Muisca Society. Archaeological Evidence in Usme
A violência na sociedade Muisca. Evidencia arqueológica em Usme
La violence dans la société Muisca. Les preuves archéologiques à Usme
Recepción: 07 Diciembre 2017
Aprobación: 02 Diciembre 2019
Entre los aspectos culturales que se manifiestan en toda la humanidad desde épocas inmemoriales hasta nuestros días, la violencia ha sido un tema ampliamente abordado y tratado por quienes estudian la cultura y los fenómenos sociales. De esta forma, este tema ha sido de interés en sociología, psicología, antropología, etc., ya que se ha hecho necesario explicar sus causas y consecuencias, y a la vez buscar posibles soluciones. La arqueología no ha sido la excepción, pues en su pretensión de explicar aspectos y dinámicas culturales a partir de evidencias materiales, ha podido recuperar rastros de violencia del pasado.
En esta disciplina, las evidencias de agresión son identificables a través de los traumas de los individuos rescatados. Sin embargo, no todas las lesiones están vinculadas con acciones violentas, por lo que los arqueólogos deben analizar cuáles tienen correspondencia con accidentes, prácticas médicas o agresión. Cada una corresponde a circunstancias, tratamientos, eventos, épocas y lugares diferentes, manifestándose comúnmente en forma de fracturas y, en menor medida, en otras formas de lesiones (Comas, 1974).
Se han encontrado muy pocos datos sobre traumatismos asociados con violencia en los cuerpos de los grupos étnicos que habitaron Colombia y aún menos en los antiguos pobladores de la sabana de Bogotá. Por esta razón, se puede suponer que tuvieron una vida predominantemente pacífica, aunque algunas evidencias han sido interpretadas como muestras de agresión.
El hallazgo en el año 2007 de un sitio arqueológico al sur de Bogotá, muy cerca del municipio anexo de Usme, y su excavación al año siguiente a cargo de un equipo de profesores y estudiantes de antropología de la Universidad Nacional de Colombia, por primera vez dio lugar al descubrimiento de individuos muisca con lesiones producto de la violencia directamente relacionada con el Contacto.
El objetivo de este artículo es dar a conocer datos relevantes descubiertos en Usme y llevar a cabo un análisis comparativo de la muestra recogida en esta excavación con las obtenidas en otras excavaciones en el área muisca, cotejando el número de individuos con traumatismos y su temporalidad. Se recurre también a la revisión etnohistórica, ya que el testimonio escrito de algunos cronistas puede aportar conocimientos que complementen la evidencia arqueológica, para así tener una idea del papel del conflicto antes y durante la Conquista.
La muestra seleccionada para este análisis corresponde a 45 individuos encontrados en 53 tumbas de la temporada de excavación 2008 de la necrópolis de Usme, pertenecientes a los periodos Muisca Temprano y Muisca Tardío. Es necesario aclarar que dos de las tumbas mencionadas hacen referencia a estructuras funerarias, por lo cual estadísticamente se contarán 51 tumbas. Con este recurso se hace una comparación de traumas con algunas de las excavaciones arqueológicas más importantes del área muisca, para analizar el cambio de indicadores de violencia y cuáles están relacionados con la Conquista española.
Un debatible caso de inhumación apresurada de trece individuos en tumbas colectivas y sin ajuar, fue interpretado como restos de una batalla (Goez, 1936), convirtiéndose en la única muestra arqueológica de violencia en el altiplano Cundiboyacense, aunque este caso no mostraba traumatismos en los cuerpos. Por otro lado, Carl Langebaek analizó el patrón de asentamientos, sosteniendo que durante el periodo Muisca Temprano el aumento de población generó competencia, lucha por el control interno, desigualdad social y violencia:
En contraste al periodo Herrera los poblados del periodo Muisca, se encuentran ubicados en sitios que facilitan la defensa y no en terrenos aptos para el cultivo, modificando así el criterio más importante para la ubicación de los sitios. El incremento de las prácticas bélicas y festejo (como también el intercambio ampliamente documentado a través de las grandes distancias con otras regiones) en conjunto sugieren un aumento en la competencia que da como resultado la lucha por el control interno y el surgimiento por la desigualdad social (Langebaek, 1995: 90).
En 1935, el sueco Gustaf Bolinder excavó en la hacienda Altamira en Sopó, 42 tumbas colectivas e individuales, rectangulares, con abundante cerámica decorada en rojo y negro, collares en piedra pulida, hachas y una copa o sonajero. Una esmeralda y una pequeña figurina en oro hacían parte del ajuar. Además, en este contexto también se encontraron las mencionadas tumbas de inhumación apresurada (Broadbent, 1965).
Gerardo Reichel-Dolmatoff en la hacienda Panamá de Soacha excavó tres infantes y tres adultos. Mencionó nódulos de ocre en las proximidades, fragmentos óseos humanos y animales calcinados, y pequeños orificios de postes que parecían haber formado barbacoas para el secamiento de cadáveres (Reichel-Dolmatoff, 1943).
Las excavaciones de Silva Celis permitieron el rescate de 692 individuos en seis sitios cerca de Sogamoso, mostrando enormes riquezas tanto en estructura como en ajuar y, por primera vez, posibilitaron diferenciar los periodos Herrera y Muisca (Silva, 1945). En el barrio Candelaria La Nueva de Bogotá fueron excavadas 50 tumbas rectangulares y circulares. La mayoría de los cuerpos allí encontrados tenía orientación sureste, con solo dos excepciones inversas. Además, las inhumaciones contenían acompañamiento cerámico (Cifuentes y Moreno, 1987). En la urbanización Portalegre, en Soacha, Álvaro Botiva adelantó el rescate de 133 tumbas en su mayoría rectangulares y poco profundas, con cuerpos de cúbito dorsal extendido en diferentes orientaciones y acompañamiento cerámico (Botiva, 1988).
En una terraza aluvial del río Tunjuelito, en el sitio Nueva Fábrica, hay un registro de 19 tumbas, presentando tratamientos similares del cuerpo y arquitectura. Se encontró igualmente acompañamiento cerámico y huesos de animales, demostrando la importancia del medio en la vida cultural de los Muiscas (Enciso, 1989).
Los antecedentes aquí mencionados son algunas de las más importantes excavaciones arqueológicas realizadas en la zona muisca, las cuales permitieron adelantar una muestra estadística hasta 2008, año de inicio de la excavación en Usme. La sumatoria de estas excavaciones alcanza un universo de 942 individuos de los periodos Herrera, Muisca Temprano y Muisca Tardío. Los trece individuos encontrados en tumbas colectivas y sin ajuar que se interpretaron como restos de una batalla, son la única evidencia de hechos violentos relacionados con el área muisca. Aunque esta interpretación ha sido ampliamente debatida (Broadbent, 1965; Goez, 1936), se tienen en cuenta en esta muestra (véanse Tabla 1 y Figura 1). Los traumatismos descubiertos en Portalegre y Sogamoso están asociados a accidentes, no a agresiones (Rodríguez, 2006).
La llamada necrópolis de Usme fue inicialmente un hallazgo fortuito, encontrado en el año 2007 por una empresa constructora mientras removía tierras para un proyecto de vivienda de interés social de Metrovivienda, llamado “Ciudadela Nuevo Usme”. La aparición de vestigios arqueológicos motivó la suspensión de las obras para realizar una prospección arqueológica y salvamento, lo cual fue encargado a la Universidad Nacional de Colombia (contrato interadministrativo CST 123-07).
El sitio se encontraba en la antigua hacienda El Carmen, que cuenta con una superficie de 30 ha. El trabajo arqueológico consistió en delimitar las áreas con mayor densidad y excavar los sitios que por la intervención de la maquinaria requirieron salvamento inmediato. La prospección permitió determinar que se trataba de un sitio arqueológico de grandes proporciones, con múltiples inhumaciones de diferentes periodos, aunque mayoritariamente del Muisca Tardío. El área de mayor densidad arqueológica se encontró en la parte central de la hacienda, en una extensión de 8 ha. El proceso de prospección y salvamento se adelantó en dos temporadas de campo, a cargo de profesores y estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia. La primera se realizó entre los meses de enero y octubre de 2008, y la segunda entre junio de 2009 y diciembre de 2010. Los datos analizados en este artículo corresponden a la primera temporada de campo, ya que la información relacionada con el Contacto y con hechos de violencia se hizo evidente en esta.
En la prospección de 2008 se identificaron 63 tumbas y se procedió al salvamento de 53, ubicadas en el sitio que ya había sido intervenido por la empresa constructora. En estas tumbas se rescataron 45 esqueletos, además de huesos de animales, vasijas de cerámica, elementos como collares de materia prima foránea, cerámica fragmentada, líticos, etc. (Ramírez, 2009).
En las siguientes tablas se hace una descripción de esta excavación basada en estadísticas, a partir de las variantes tipo de enterramiento, arquitectura de las tumbas, forma de la tumba, ajuar, presencia de urnas funerarias, y otras definidas sobre el individuo, como sexo, edad, articulación, presencia de ajuar, tipo de ofrenda y también el reconocimiento de individuos con traumas en el tejido óseo (véanse Tablas 2 y 3 y Figuras 2 a 11).
En la excavación de Usme se usó mayoritariamente datación calibrada, basándose en la observación estilística de cerámica y la correspondencia estratigráfica de profundidad. Se aplicó datación por C14 a algunos individuos que sirvieron como referente estratigráfico; sin embargo, estos no corresponden al complejo funerario sobre el cual se adelanta este análisis.
La cronología relativa y absoluta de la muestra recolectada en Usme en 2008 permitió situar esta ocupación entre los siglos xiii y xvi, correspondiendo a los periodos Muisca Temprano, Muisca Tardío y Contacto. Aún quedan por definir aquellas inhumaciones que carecen de información relativa, porque no presentaron ajuar o no se adelantaron análisis de radiocarbono (Ramírez, 2009: 205). La falta de información cronológica en la mayoría de tumbas hace que se descarte su análisis comparativo para esta investigación y se enfatice exclusivamente en los individuos con traumas cuyo ajuar y estratigrafía permiten ubicarlos en el Contacto.
Durante la ampliación de perfiles, se identificaron tres estructuras funerarias consistentes en un amontonamiento circular de cerámica, huesos de animal, piedras y otros elementos culturales (véase Figura 12 ). Inicialmente fueron llamadas con el galicismo amas, pero este nombre fue reemplazado por el vocablo muisca asán, que significa “en su cima” o “en su parte de arriba”, y dicho dos veces significa “amontonamiento” (Becerra, 2010: 48-54).
El Asán N.° 1 tenía forma circular, con un diámetro de 80 cm, y presentaba varias capas de fragmentos de cerámica, líticos, huesos, concreciones de arcilla, cuentas de collar y otros utensilios (véase Figura 13). Se encontraba a 1,05 m del individuo 19 y a 0,5 m de los individuos 10 y 11 (Ramírez, 2009: 96).
El Asán N.° 2 tenía 75 cm de diámetro (véase Figura 14). Su distancia con el Asán N.° 1 era de 1,4 m y con el Asán N.° 3 de 2,7 m. El espesor de la concentración de fragmentos estaba entre 15 y 25 cm (Ramírez, 2009: 100).
El Asán N.° 3 tenía 50 cm de diámetro y una capa de materiales de 23 cm de grosor. Los niveles superiores presentaban mayor densidad de material que los inferiores, disminuyendo a medida que se iba acercando a la base de la tumba o al cuerpo del individuo (véase Figura 15). Algunos fragmentos se encontraron en contacto directo con los huesos y otros en el piso de la sepultura (Ramírez, 2009: 120-121).
El Asán N.° 4 se encontraba distante 80 m del Asán N.° 3, tenía forma irregular y en su costado occidental se encontraron los individuos 28, 29 y 30. Estos cuerpos eran infantiles y correspondían a una misma inhumación que, debido a la baja posibilidad de muerte simultánea, se presume hayan sido víctimas de epidemias, accidentes o sacrificios humanos (Ramírez, 2009: 212).
El número de inhumaciones asociadas a estructuras asán es de seis, sobre un universo de 51 tumbas, lo que corresponde al 11,76%, entendiéndose esta arquitectura como una práctica funeraria relativamente frecuente en el contexto de Usme (véase figura 16). Los individuos 17, 19, 20, 28, 29 y 30 se encontraban directamente asociados a las estructuras asán. Los tres primeros eran adultos y tenían traumas relacionados con hechos de violencia. Por otro lado, en el Asán N.° 4 se encontraba la tumba infantil múltiple que pudo ser causa de sacrificio, epidemia o accidente, pero no evidencia traumas, ni una correspondencia estratigráfica con el periodo de Contacto, por lo que se descarta su análisis en este artículo.
Antecedentes de estructuras similares aparecen en Soacha, donde se les denominó “nichos”, y no se les asoció con enterramientos (Botiva, 1988). En Candelaria La Nueva fueron descritas como “inhumaciones en basureros” (Cifuentes y Moreno, 1987), mientras que en Sopó se describieron como estructuras circulares de 50 a 100 cm de diámetro, sin presencia de individuos asociados (Goez, 1936). Estas estructuras fueron también mencionadas en Sibaté (Reyes, 1949) y en el cercado grande de los santuarios de Tunja, aunque allí se enfatizó que tenían mayor cantidad de tierra (Pradilla et al., 1991). En Usme se concluyó que se trataba de estructuras funerarias del Muisca Tardío (Ramírez, 2009: 216).
La función de estas estructuras pudo ser ceremonial, seguramente asociadas a un rito funerario especial, un homenaje a la víctima o un funeral distintivo para un individuo particular. La cantidad de material y su densidad supuso un carácter comunal del proceso de inhumación, que pudo prolongarse por horas o días (Ramírez, 2009: 215-216).
Aunque las crónicas cuentan con vacíos interpretativos, sesgos culturales e ideológicos, y además fueron redactadas años después de los hechos narrados, son los únicos documentos escritos sobre los que se reconstruye el pasado prehispánico de culturas ágrafas, como los Muiscas.
Entre las principales crónicas de la Conquista consultadas para este artículo, se puede mencionar Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, escrita hacia 1626. Este documento fue redactado por el monje franciscano Fray Pedro Simón, quien arribó al Nuevo Reino de Granada en 1604 y permaneció en él hasta su muerte.
La otra fuente citada es Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada, del obispo y gobernador de Panamá, Lucas Fernández de Piedrahita, quien nació en Santa Fe de Bogotá en 1624. Al igual que la anterior, su obra se encuentra basada en los manuscritos de Fray Pedro de Aguado, Juan de Castellanos y Gonzalo Jiménez de Quesada, quienes fueron testigos y protagonistas directos de la Conquista o vivieron pocos años después de esta. Lucas Fernández de Piedrahita menciona también fuentes primarias, como relatos de tradición oral de ancianos muisca (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 28), aunque se sabe poco con respecto a quiénes recurrieron los cronistas para hacer la narración de los hechos anteriores al Contacto.
La importancia de las crónicas como fuentes primarias radica en que aportan una descripción de época y una idea inicial de los hechos, que los arqueólogos pueden confirmar o refutar según sus investigaciones. En el caso particular de la Conquista y los hechos de armas que la acompañaron, se puede vincular la evidencia arqueológica con eventos descritos en fuentes etnohistóricas.
Referente al conflicto, quedó determinado por las fuentes etnohistóricas que en el territorio muisca las fronteras étnicas fueron las más afectadas, especialmente cacicazgos independientes como Simijaca, que tenía hostilidades permanentes con Panches y Muzos (Simón, 1626/1981: 195), o los puestos fronterizos de Tibacuy, Subia, Tena, Zipacón y Bojacá (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 215).
Para Fernández de Piedrahita, las hostilidades iniciaron con el ascenso del zipa Saguamanchica, quien conquistó primero los territorios de los Sutagaos y posteriormente intentó someter a los caciques de Ubaque y Guatavita. Con este último sostuvo un encuentro de armas en Sopó y una gran batalla en Chocontá, cuando Guatavita se alió con el zaque Michúa, en el transcurso de la cual murieron tanto el zipa como el zaque (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 21-23).
El sucesor del zipa, llamado Nemequene, reconquistó los Sutagaos, rechazó a los Panches y sometió una rebelión de Ebaté y Zipaquirá, en una batalla entre Cajicá y Chía. Venció a Guatavita, quien murió, y a Ubaque, con quien hizo la paz mediante una alianza matrimonial. Volvió a derrotar a Ebaté, Simijaca y Susa, y murió en la batalla del “arroyo de las Vueltas”, contra el zaque Quimuinchatecha (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 24-43).
Las descripciones de los cronistas parecen estar influenciadas por la visión europea de grandes imperios unificados que se imponen por el poder de las armas sobre los demás grupos, pero esta imagen puede tener objetivos políticos que exaltan la Conquista como una gran empresa militar, sobre pueblos en expansión.
Históricamente se reconoce la Conquista desde 1537 hasta 1600, pero en las crónicas se habla especialmente de los primeros años, con grandes encuentros militares. Es probable que, dados los antecedentes militaristas de España, el sometimiento del territorio muisca se efectuara con mucha violencia, particularmente porque el proyecto de expansión de la corona pretendía ampliar su reino e imponer por las armas la religión, tal y como ya ocurría en la península Ibérica.
El primer contacto entre Muiscas y españoles tuvo lugar en 1537, cuando la expedición dirigida por Gonzalo Jiménez de Quesada ingresó con una tropa disminuida a los dominios del zipa por Guachetá, después de haber partido desde Santa Marta el año anterior y pasar múltiples penalidades. Las crónicas mencionan un primer combate cerca de la fortaleza de Busongote o Cajicá. Los Muiscas fueron derrotados por el armamento superior, los caballos y la pólvora, e iniciaron intercambios que incluyeron cuentas de vidrio (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 95).
De acuerdo con el mismo cronista, la resistencia muisca se limitó a algunas acciones de guerrillas, aprovechando las chucuas que rodeaban Bacatá. Los españoles pronto se hicieron aliados de una parte de la población y auxiliaron las fortalezas limítrofes contra los Panches. Después marcharon a Tunja contra el zaque, al que retuvieron mientras sostenían enfrentamientos con sus soldados. Se dirigieron hacia las tierras de Suamox o Sugamuxi, sometieron la confederación de Iracá e incendiaron accidentalmente el templo del Sol. Se enfrentaron con otro cacique, el Tundama, tanto en el recorrido de ida en Paipa como de regreso en Bonza, sin poder derrotarlo (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 98-122).
Las crónicas mencionan también la muerte del zipa Tisquesusa a manos del ballestero Alonso Domínguez en el asalto a la fortaleza de Facatativá y la posterior alianza de Saquezazípa, sucesor de Tisquesusa, con los hombres de Jiménez de Quesada, contra sus tradicionales enemigos los Panches, a los que vencieron en la batalla de Tocarema (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 123-130).
Después del arribo de Sebastián de Belalcázar y Nicolás de Federmán, se dieron nuevas hostilidades contra el señor de Tundama, en un combate llamado el “Pantano de la Guerra”, donde, de acuerdo con la crónica, se fortificó con “veinte mil hombres”, en una isla pantanosa que anuló la caballería y la infantería. Por su parte, los españoles bajo el mando de Baltasar Maldonado, con “40 caballos, 60 infantes y 2000 Yanaconas” rodearon la fortaleza y la mantuvieron bajo asedio. Esta batalla costó la vida a “4000 hombres”, aunque Tundama escapó y continuó presentando hostilidades por lo menos en otras tres oportunidades. Finalmente aceptó la paz de Maldonado, quien lo mataría de un martillazo (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 187-193).
La violencia no terminó con la imposición militar sobre los caciques muiscas; al contrario, parece haber aumentado cuando los españoles obligaron al reasentamiento de miles de indígenas, hacia encomiendas y poblados diseñados para adoctrinarlos, provocando nuevas acciones de resistencia (Villamarín y Villamarín, 1979).
En la necrópolis de Usme cuatro individuos presentaron traumas óseos, resultado de fracturas, proyectiles e impactos contundentes y cortocontundentes (véase Figura 17).
Tumba oval de pozo simple ancho, con un escalón interno de 20 cm. Contenía como ajuar, dos vasijas cerámicas depositadas a los pies del cuerpo, una en forma de tinaja y otra con una quilla pronunciada. Se encontró un individuo masculino de 40-45 años. El cuerpo fue dispuesto en decúbito dorsal, con brazos semiflexionados y piernas extendidas, los codos estaban levemente flexionados y las manos se dirigían hacia el bajo vientre. Las primeras seis vértebras cervicales se encontraban articuladas, levantadas hacia adelante en curvatura, indicando que el cuello estuvo flexionado y la mandíbula dirigida hacia el pecho. Las clavículas mostraban recogimiento a nivel de los hombros. Esto y la posición de las rodillas sugieren que el individuo estuvo amortajado (véase figura 18). Las muestras de violencia se manifiestan en la cabeza, la cual se encontraba orientada hacia el suroccidente y “descolgada” hacia atrás. El maxilar superior derecho tiene una línea de contusión, de 1,5 mm de grosor x 1 mm de profundidad x 30 mm de longitud, resultado de un golpe con un elemento filoso, posiblemente perimortem, debido a que no muestra signos de cicatrización (Ramírez, 2009: 114).
Es una tumba oval de pozo simple, donde se encontraba un individuo femenino adulto, de 40-45 años, en posición decúbito dorsal con brazos semiflexionados y piernas flexionadas hacia la derecha. El codo izquierdo estaba levemente doblado y el brazo pasaba por debajo del fémur de ese lado. El brazo derecho estaba extendido y cruzaba por entre las dos piernas para unir las manos sobre el vientre bajo, con las palmas hacia el cuerpo.
Presenta un impacto sobre el parietal izquierdo de un elemento cortocontundente, con hundimiento de 7 mm de profundidad máxima, longitud de 50 mm y ancho de 20 mm (véase Figura 19 ). No presenta respuesta hematológica, ni muestras de cicatrización, por lo que se entiende que fue un trauma perimortem, “posiblemente la causa de la muerte” (Ramírez, 2009: 118-119).
Está constituida por un complejo arquitectónico de estructura y tumba que incluye el Asán N.° 3, alineado con los otros dos. La tumba es de pozo circular, tiene 1 m de diámetro y 40-70 cm de profundidad. El fondo es plano, ligeramente inclinado hacia el occidente. El asán incluye fragmentos de piedra, cantos rodados, piedras talladas, restos de lascas, piedras en bruto, piedras pulidas, volantes o fragmentos de volantes de huso, fragmentos de cerámica, adornos o utensilios en hueso, fragmentos o huesos completos de animales sin trabajar, concreciones de arcilla en bruto, arcilla semicocida, carbón vegetal, fragmentos de concha y cuentas de collar en concha y vidrio (Becerra, 2010: 34-35; Ramírez, 2009: 120-121).
Este último elemento permite una datación calibrada según la cual el individuo habría muerto después de 1537, durante el Contacto. Se trata de cinco cuentas de collar de vidrio, de origen europeo. La primera es del tipo Nuevo Cádiz, de origen veneciano, y las otras cuatro son de origen español (véase Figura 20). Estas piezas fueron exóticas para los indígenas y se mencionan en las crónicas como objetos de intercambio (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 118). Silva Celis había descrito ya el hallazgo de cuentas de vidrio en tumbas muiscas, en las cuevas de La Belleza en Santander (Broadbent, 1965), sugiriendo con esto que los enterramientos databan del poscontacto.
En esta tumba se encontró un individuo masculino adulto, de 40-45 años, que tuvo un tratamiento del cuerpo que incluyó un fuerte amortajamiento. Estaba decúbito dorsal con brazos extendidos y piernas flejadas contra el pecho. Presentaba varios traumatismos, incluyendo una fusión de las falanges proximal y distal en el primer metatarso del pie izquierdo, trauma antiguo y sanado; una perforación en el occipital de 1 mm de grueso, atravesando de exocráneo a endocráneo; y un hundimiento sobre el cráneo en el parietal izquierdo, similar al del individuo 19, pero que “a diferencia de este no se relaciona como la causa de la muerte” (Ramírez, 2009: 121), pues se trataba de una contusión cicatrizada. Adicionalmente, se observó un traumatismo en el fémur (véase Figura 21):
En el fémur izquierdo también presenta una perforación circular de 7 mm de diámetro que atraviesa la diáfisis en su tercio medio, los orificios de ambas paredes del fémur tienen la morfología típica de las perforaciones causadas por impacto de proyectil de arma de fuego. El orificio es completamente circular en la pared posterior del fémur y podría ser el resultado de la entrada del proyectil (Becerra y Groot, 2008: 70).
La parte anterior del fémur presenta astillas y un fragmento óseo levantado, en forma de orificio de salida. No había signos de cicatrización por lo cual se afirmó que el trauma fue perimortem. Tampoco se encontró el proyectil que pudo ocasionar este impacto.
El armamento muisca, basado en macanas de golpe contundente y tiraderas de proyectiles, era incapaz de atravesar un fémur; por lo tanto, la atención se centró en las armas europeas, realizándose así un análisis balístico de proyectiles del siglo xvi. El falconete, la bombarda, el cañón y la culebrina fueron piezas de artillería cuyos efectos no se equiparan con los de una lesión como la observada. El mosquete, el pedreñal y el arcabuz fueron descartados ya que sus proyectiles tenían un calibre de 15 a 20 mm (Museo Militar, 1856), muy superior al orificio de 7 mm de este caso. Por consiguiente, se recurrió a un experto en arqueología de campos de batalla, quien sugirió:
Una saeta de ballesta, cuyo calibre es variable de acuerdo con la punta de la flecha o su ingreso parcial en el tejido, pudo ser la causante de la lesión. El alcance medio de una ballesta es de 300 metros y el de un arcabuz de 50 metros, por lo que debió tener un mayor uso. Además, la pólvora era un bien preciado por los conquistadores, ya que la posibilidad de abastecerse era prácticamente nula y las municiones gastadas eran irrecuperables, mientras que el aprovechamiento de las saetas de ballesta era mucho mayor (Borrero, 2010).
La arqueología muestra muy pocas evidencias que sustenten el uso de la agresión entre los Muiscas, aunque estos hubieran sido descritos por los españoles como un pueblo pre-estatal en proceso de unificación (Fernández de Piedrahita, 1668/1881: 21-43). En las investigaciones arqueológicas anteriores que fueron citadas en este artículo la muestra de violencia se reduce al 1% (véase Figura 1), aunque este dato puede ser discutible pues esta única muestra tomada en Sopó en 1935 no evidenció traumatismos en los cuerpos (Broadbent, 1965). Con base en ello, se puede inferir que los Muiscas desarrollaban una vida pacífica, aunque no se puede descartar que existieran omisiones en las investigaciones anteriores ya que las huellas de agresión no siempre se encuentran en el tejido óseo.
De acuerdo con las crónicas, la llegada de los conquistadores europeos generó una serie de enfrentamientos continuos entre las confederaciones muiscas y las tropas castellanas, en las cuales prevalecieron las armas europeas por su mayor tecnología y el desconocimiento de los Muiscas de su naturaleza. Se narran muchas muertes entre los habitantes del altiplano, incluidas las de varios de sus caciques más sobresalientes, entendiéndose que el Contacto se caracterizó por el uso frecuente de violencia para someter a los indígenas.
Cuando se asumió la excavación en Usme, se tuvo en cuenta que la muestra abordada en la temporada de campo de 2008, de 51 tumbas, estaba condicionada a aquellas que fueron afectadas por los trabajos de la empresa constructora o a aquellas que, aún intactas, se localizaban a pocos metros de la intervención. En este conjunto de inhumaciones se registraron 45 individuos, de los cuales cuatro reportaron huellas de traumatismos, representando el 8,8% del total de la excavación, un porcentaje superior al registrado en anteriores investigaciones del área muisca. De estas cuatro inhumaciones, la correspondiente a la tumba 35 presentaba una fractura consolidada, pero en las tumbas 17, 19 y 20 se encontraron evidencias de lesiones perimortem.
Las estructuras asán representan el 7,8% de las inhumaciones y, por su cercanía y disposición, parecen corresponder a un contexto funerario amplio. Estas formaciones habían sido descritas en otras excavaciones y fueron posiblemente parte de los rituales de inhumación. En el caso de la tumba 20, se depositaron directamente sobre el individuo, mientras que el Asán N.° 1 se encontraba asociado al individuo 19 y a los individuos 10 y 11. El Asán N.° 2 estaba también asociado al individuo 19. Todo el conjunto estaba sobre el mismo nivel, sugiriendo contemporaneidad (Ramírez, 2009: 215). El Asán N.° 4 era irregular y se encontraba separado del complejo anterior. Aunque tenía unas tumbas asociadas, no fue excavado en la temporada de campo de 2008, por lo tanto, se excluyó su aplicación en esta investigación (Becerra, 2009).
En un área no mayor de 4 m2 se encontraron tres estructuras asán y tres individuos con traumas que fueron vinculados como causas mortis de origen violento, además de dos individuos femeninos con ajuar, sin traumatismos (Ramírez, 2009: 102-104). Se tuvo entonces un complejo funerario que relacionaba las tumbas 10, 11, 17, 19 y 20 y los asán (Ramírez, 2009: 102).
Los individuos con muestras de violencia -17, 19 y 20- se ubicaron en este complejo, en un mismo nivel estratigráfico, junto con las estructuras asán que se dataron cronológicamente en el Contacto, debido a la presencia de cuentas de collar de vidrio español y veneciano en el Asán N.°3 (Ramírez, 2009: 227).
El individuo 20, masculino adulto de 40-45 años, maduro pero aún robusto, con varias muestras de violencia, algunas de ellas ya cicatrizadas, parece haber tenido una actividad que provocó sus distintos traumatismos, por lo cual se sugiere que fuera un guerrero. La causa de la muerte pudo ser la lesión en el fémur con un proyectil de ballesta, si este llegó a perforar la arteria femoral y provocar desangre. Esta sería la evidencia arqueológica que ilustra el uso de violencia por parte de los conquistadores. Además, las cuentas de vidrio europeas encontradas en el asán no solo aportan temporalidad, situándolo en el siglo xvi, sino que indican que esta acumulación de materiales era simbólica y que se permitían bienes de intercambio exóticos que, como cualquiera de origen europeo, fueron muy escasos en la sabana (Therrien, 1996).
Los análisis de traumas en individuos muiscas tuvieron un aumento porcentual al momento del Contacto. Como ya se mencionó, las muestras de violencia son prácticamente nulas en las excavaciones anteriores. No obstante, en la excavación de Usme de 2008 del complejo funerario de los asán, descontando al individuo 35 cuyas lesiones parecen indicar un accidente, hay tres individuos con muestras de traumatismos originados por acciones violentas, tanto consolidadas como perimortem, mostrando un posible aumento de la violencia en la población muisca, proveniente de las imposiciones de los conquistadores españoles y la resistencia indígena en los años de Contacto. Aunque la muestra es baja para establecer datos al respecto, se espera poder ampliar la investigación en un futuro.