Resumen: El objetivo del presente trabajo es (re)construir la historia de vida e identidad social de una mujer adulta que habitó el noroeste de la región pampeana durante el Holoceno tardío, hace 1911 años a. p., desde la perspectiva de la bioarqueología social. Mediante la integración de diversa información etnohistórica, etnográfica, arqueológica y bioantropológica (sexo, edad, estatura, lateralidad, patologías dentales y poscraneales, datos isotópicos y ADN mitocondrial), y a través de un enfoque osteobiográfico, se pretende recuperar el cuerpo biológico, social y político de este individuo, y relacionarlo con distintos procesos ocurridos en el área a inicios del Holoceno tardío.
Palabras clave: bioarqueología socialbioarqueología social,enfoque osteobiográficoenfoque osteobiográfico,paleopatologíapaleopatología,isótopos establesisótopos estables,aDNAaDNA,Holoceno tardíoHoloceno tardío,laguna Mar Chiquitalaguna Mar Chiquita,CórdobaCórdoba,ArgentinaArgentina.
Abstract: The objective of the present work is to (re)construct the life history and social identity of an adult woman who inhabited the northwest of the Pampas region during the late Holocene (1911± 59 years BP) from the perspective of Social Bioarchaeology. By integrating diverse ethnohistorical, ethnographical, archaeological and bioanthropological information (sex, age, height, laterality, dental and postcranial pathologies, isotopic data, mitochondrial DNA), and through an osteobiographical approach, it is intended to recover the biological, social and political body of this individual, and relate it to different processes that occurred in the area at early late Holocene.
Keywords: social bioarchaeology, osteobiographical approach, paleopathology, stable isotopes, aDNA, late Holocene, Laguna Mar Chiquita, Córdoba, Argentina.
Resumo: O objetivo do trabalho é construir de novo a história de vida e de identidade social de uma mulher adulta que morou no noroeste da região pampeana durante o Holoceno tardio, faz 1911 anos a.p., desde a perspectiva da Bioarqueologia Social. Através da integração da diversa informação etnohistórica, etnográfica, arqueológica e bioantropológica (sexo, idade, altura, lateralidade, patologias de dentes e poscraniais, dados isotrópicos e ADN mitocondrial), e através de uma abordagem osteobiográfica, se planeja recuperar o corpo biológico, social e político deste indivíduo, e fazer a relação com diferentes processos acontecidos na área ao princípio do Holoceno tardio.
Palavras-chave: bioarqueologia social, abordagem osteobiográfica, palopatologia, isótopos estáveis, ADN, Holoceno tardio, Laguna Mar Chiquita, Córdoba, Argentina.
Résumé: L›objectif du présent travail est de (re)construire l›histoire de la vie et l›identité sociale d›une femme adulte qui a habité la région nord-ouest de la Pampa pendant l›Holocène tardif, 1911 ans avant J.-C., dans la perspective de la bioarchéologie sociale. Par l›intégration de diverses informations ethno-historiques, ethnographiques, archéologiques et bioanthropologiques (sexe, âge, taille, latéralité, pathologies dentaires et post-crâniennes, données isotopiques et ADN mitochondrial), et par une approche ostéobiographique, nous entendons récupérer le corps biologique, social et politique de cet individu, et le relier aux différents processus qui se sont produits dans la région au début de l›Holocène tardif.
Mots clés: bioarchéologie sociale, approche ostéobiographique, paléopathologie, isotopes stables, ADN, Holocène tardif, Laguna Mar Chiquita, Córdoba, Argentine.
Investigación
La viajera: aproximaciones osteobiográficas a la historia de vida de una mujer que habitó la costa sur de la Laguna Mar Chiquita (noroeste de la región pampeana, Córdoba, Argentina)*
Osteobiographic Approaches to the Life History of a Woman Who Lived in the South Coast of Mar Chiquita Lake (Northeast of the Pampean Region, Córdoba, Argentina)
“A viajante”: aproximações osteobiográficas à história de vida de uma mulher que morou no litoral sul da lagoa Mar Chiquita (noroeste da região pampeana, Córdoba, Argentina).
«Le voyageur» : approches ostéobiographiques de l›histoire de la vie d›une femme qui a habité la côte sud de la lagune Mar Chiquita (nord-ouest de la région de la Pampa, Córdoba, Argentine)
Recepción: 11 Octubre 2019
Aprobación: 14 Diciembre 2019
Los restos óseos constituyen un valioso registro de la historia de vida de una persona. Por ser un sistema dinámico, el tejido óseo se forma y remodela a lo largo de la vida, los dientes se desarrollan y desgastan, y este crecimiento y desarrollo continúan incluso después que el esqueleto y la dentición alcanzan la adultez (Buikstra y Beck, 2006). Además, estos procesos están influenciados por estresores ambientales y socioculturales que modifican la morfología original del tejido (Katzenberg y Saunders, 2008). La bioarqueología permite integrar la información biológica con otros aspectos del ambiente y la cultura en los cuales la persona se desarrolló (Martin, Harrod y Pérez, 2013). Desde una perspectiva biocultural, se focaliza en la reconstrucción de las historias de vida, orientada más a la resolución de problemas antropológicos que a la recolección de datos meramente descriptivos (Buikstra y Beck, 2006).
Si se considera que la información poblacional provee el contexto para interpretar la morfología esqueletal y los modos de vida en conjunto con la información arqueológica, se puede pensar el estudio de los individuos como un dominio complementario al marco poblacional de la bioarqueología (Stodder y Palckovich, 2012). Si bien la población es la que evoluciona, es la variación generada a nivel individual la que se necesita para poner en movimiento dicho proceso (Zvelebil y Weber, 2013). Es por esta razón que el enfoque osteobiográfico, o de historia de vida individual, ha cobrado mayor relevancia en los últimos años (Stodder y Palckovich, 2012).
En la provincia de Córdoba, los estudios bioarqueológicos han permitido realizar importantes aportes al conocimiento del estilo de vida de las poblaciones que habitaron la región en el pasado (Fabra et al., 2009; Fabra y Demarchi, 2009; Fabra y González, 2015; Fabra, Salega y González, 2009; Salega y Fabra, 2013;). Sin embargo, hasta el momento, no se han llevado adelante reconstrucciones osteobiográficas de individuos particulares que se alejen de una perspectiva poblacional.
Atendiendo a esta problemática, nos propusimos en este trabajo reconstruir la historia de vida e identidad social de una persona que habitó el noroeste de la región pampeana (costa sur de la Laguna Mar Chiquita, Córdoba) durante el Holoceno tardío, desde la perspectiva de la bioarqueología social. Más específicamente, se eligió como caso de estudio a un sujeto singular en un contexto social y temporal determinado, poniendo en valor su curso de vida, a partir de la generación de información osteobiográfica básica, la identificación de bioindicadores de dieta, estrés nutricional, funcional y metabólico, lesiones traumáticas y degenerativas, información isotópica, genética, así como el relevamiento de otras fuentes documentales, para relacionar su historia de vida con la información poblacional y arqueológica sobre esa área a inicios del Holoceno tardío.
El vínculo entre procesos demográficos, biológicos y culturales, dentro de un marco ecológico, es esencial para abordar los tipos de interrogantes que actualmente interesan a arqueólogos y antropólogos biólogos (Martin, Harrod y Pérez, 2013). El modelo biocultural se basa en la premisa de que el cuerpo nunca es simplemente el producto de los genes y la biología, sino que las influencias sociales y culturales dan forma a la expresión de las características físicas (Goodman y Armelagos, 1989; Knüsel, 2010; Larsen, 2002; Knüsel, 2010). En este sentido, la reconstrucción de la identidad biocultural de los individuos involucra el análisis de la mayor cantidad posible de indicadores esqueletales, focalizando en su contextualización; esto es, a través del enfoque biocultural se agrega una dimensión histórica y contextual al estudio de restos óseos humanos, la cual tiene el potencial de ligar los procesos pasados de la experiencia humana con el estado actual de los esqueletos (Goodman y Armelagos, 1989; Knüsel, 2010; Larsen, 2002 ).
El uso de la teoría social sobre los cuerpos y los indicadores esqueletales puede ser integrado para producir una comprensión más realista de los sistemas sociales y el comportamiento humano (Martin, Harrod y Pérez, 2013). Desde esta perspectiva, es posible afirmar que la biología de los cuerpos tiene influencia sobre las relaciones sociales de los sujetos y que estas, a su vez, pueden afectar e impactar el cuerpo (Martin, Harrod y Pérez, 2013 ). En esta misma línea, Scheper - Hughes y Lock (1987) sugieren que los cuerpos están conformados por tres aspectos superpuestos pero distintivos. El cuerpo biológico o body-self es considerado el aspecto de la identidad que más se acerca al perfil biológico, ya que comprende el sexo, la edad biológica al momento de la muerte, la lateralidad, la estatura, las lesiones patológicas, la ancestría, y las relaciones biológicas, entre otros indicadores. Estos bioindicadores develan realidades biológicas influidas por ideas y costumbres sociales específicas (Martin, Harrod y Pérez, 2013). El cuerpo social hace referencia a que el contexto, culturalmente construido, puede tener un efecto sobre la calidad de vida de las personas en una sociedad y momento determinados. Dependiendo de su lugar en esa trama, la calidad de vida de los sujetos variará (Scheper-Hughes y Lock, 1987). La información para interpretar este cuerpo es extraída tanto del contexto mortuorio como de los cambios esqueletales relacionados con la nutrición, tales como estatura, indicadores de salud bucal, hiperostosis porótica, criba orbitalia o lesiones por enfermedades infecciosas (Martin, Harrod y Pérez, 2013; Ortner, 2003 ). Finalmente, el cuerpo político se refiere a aquel que es influido por la estructura social, lo que supone que las instituciones sociales pueden forzar a las personas a vivir de una manera particular teniendo que desempeñar determinadas funciones dentro de la sociedad, las cuales pueden dejar rastros en los restos óseos (Scheper-Hughes y Lock, 1987). A través del análisis del contexto mortuorio, de los cambios relacionados con la actividad física (uso habitual del sistema musculoesqueletal) y conde los traumas (signos de violencia), es posible interpretar cómo el estatus social y el conflicto en las sociedades pasadas impactaron físicamente en las personas (Martin, Harrod y Pérez, 2013).
Por otra parte, en la actualidad hay numerosos estudios bioarqueológicos que buscan teorizar acerca de la identidad social y política, y las maneras en que el cuerpo puede convertirse en un vehículo tanto real como simbólico de dichas identidades sociales (Agarwal y Glencross, 2011). Si se piensa en la identidad, hay que tener presente que esta es elegida por los sujetos conscientemente y, por lo tanto, nunca es estática sino que cambia a lo largo de la vida de un individuo. Díaz-Andreu y Lucy (2005) manifiestan que, dada la naturaleza compleja, abstracta y fluida de la identidad, es difícil reconstruir este tipo de auto-identificaciones a partir de restos óseos humanos. Sin embargo, no es una tarea imposible ya que las personas “viven” sus identidades y como tal hay fuerzas sociales y culturales que afectan al cuerpo, dejando huellas susceptibles de ser interpretadas (Martin, Harrod y Pérez, 2013).
La Laguna Mar Chiquita constituye el mayor cuerpo de agua de la República Argentina y uno de los grandes lagos salados de América del Sur. Se sitúa al noreste de la provincia de Córdoba, en el noroeste de la región pampeana. Este cuerpo de agua salina, poco profundo, es el receptáculo final de una vasta cuenca endorreica de la llanura pampeana, siendo los ríos Primero o Suquía, Segundo o Xanaes, y Dulce los cursos más importantes que aportan sus caudales a la laguna. Desde el punto de vista fitogeográfico, esta área se encuentra incluida en la provincia Chaqueña (Cabrera, 1976), formada por llanuras con ligeras depresiones o cauces de ríos y, en su parte occidental, serranías de poca elevación. La vegetación está compuesta por bosques de quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco) y quebracho colorado santiagueño (Schinopsis lorentzii), algarrobo (Prosopis sp.), espinillo (Acacia caven), chañar (Geoffroea decorticans) y mistol (Zizyphus mistol), así como especies hal ófitas, tales como jumes (Allenrolfea spp.), tusca (Acacia aroma) y carne gorda (Maytenus vitis-idaea).
Los restos humanos analizados en este trabajo fueron recuperados del sitio arqueológico “El Diquecito”, ubicado a 15 km hacia el norte de la localidad de La Para (dpto. Río Primero), sobre el margen suroeste de la costa de la Laguna Mar Chiquita (30° 53’ Sur, 62° 50’ Oeste) (véase Figura 1). Se trata de un sitio al aire libre, definido a partir de la aparición en superficie de fragmentos de cerámica, material lítico, estructuras circulares de barro cocido y restos óseos humanos, dispersos en un área de 500 metros lineales a lo largo de la costa actual de la laguna (Fabra et al., 2008). Se recuperó un total de 12 individuos, de los cuales 11 fueron fechados por AMS entre 2562 ± 47 y 537 ± 57 C 14 años a. p. El individuo que será presentado en este trabajo fue recuperado en la cuadrícula G. Se trataba de una inhumación primaria simple, sin delimitación de fosa. Como material asociado, se recuperó una valva de molusco. El fechado radiocarbónico realizado sobre los restos de este individuo ubica temporalmente el episodio de inhumación en 1911 ± 59 C 14 años a. p. (MTC-14023).
Se realizó el inventario de los restos óseos, determinación de sexo (Buikstra y Ubelaker, 1994), estimación de edad (Loth e Isçan, 1989), lateralidad (Krogman e Isç an, 1986), y estatura (Trotter y Gleser, 1977). Se relevaron bioindicadores dentales y óseos, tales como caries, lesiones periapicales, pérdidas dentales antemortem (PDAM) y cálculos, siguiendo la metodología de registro propuesta por Dias y Tayles (1997), Hillson (2001), Lanfranco y Eggers (2010) y Lukacs (1989); así como hipoplasia del esmalte dental, siguiendo la metodología sugerida por Barrientos (1999). Para Sobre el desgaste dental se tomaron en cuenta las propuestas de Hinton (1981), Molnar (1971) y Smith (1984), Molnar (1971) y Hinton (1981), registrando los grados de desgaste, la forma (plano, oblicuo, cóncavo o redondeado) y la dirección (hacia bucal, lingual, distal o mesial). Para estimar la lateralidad, se siguieron los criterios sugeridos por Steward (1979), considerando la longitud de ambos húmeros y el tamaño y morfología de las fosas glenoideas.
Asimismo, se registraron condiciones anormales en el esqueleto pos craneal, por medio de la observación macroscópica y una descripción detallada de las lesiones observadas teniendo en cuenta su localización y distribución en el esqueleto (Lovell, 2008). Dicho relevamiento se realizó utilizando la terminología para lesiones patológicas recomendada por Buikstra y Ubelaker (1994), adaptada por Lovell (2008), ya que una descripción y documentación apropiadas de la lesión aumenta la precisión del diagnóstico diferencial (Lovell, 2008; Ortner, 2003).
Para el relevamiento de los cambios degenerativos se consideraron la osteofitosis, la porosidad, la eburnación y los nódulos de Schmorl, registrando su presencia, grado y extensión (Buikstra y Ubelaker, 1994). En cuanto a los cambios entesiales, se utilizó el nuevo Mmétodo Coimbra (Henderson et al., 2016; Henderson y Alves, 2013). Los datos de isótopos de δ13C y δ15N fueron obtenidos junto con el fechado radiocarbónico, realizado en la Escuela de Graduados en Ciencias de Frontera de la Universidad de Tokio. El análisis de δ18O sobre los restos humanos se llevó a cabo en el Laboratorio de Isótopos Estables en Ciencias Ambientales (LIECA), del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA/ CONICET). Las muestras de agua fueron procesadas en el Laboratorio de Ecología Evolutiva Humana (LEEH, CONICET/UNCPBA) y analizadas en Stable Isotope Ratio Facility for Environmental Research (SIRFER), de la University of Utah.
Los análisis genéticos fueron llevados adelante en el laboratorio de genética del Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, siguiendo las recomendaciones metodológicas presentadas por Pääbo et al., (2004) y descritas por Nores y Demarchi (2011).
Se presentarán y discutirán los análisis bioarqueológicos siguiendo la propuesta de los tres cuerpos de Scheper - Hughes y Lock (1987) que fue reseñada en el marco teórico.
Este cuerpo es el aspecto de la identidad que más se asemeja al perfil biológico que se deduce a partir de restos óseos. Según la morfología del cráneo y de la pelvis, el sexo de este adulto fue determinado como femenino. Su edad biológica fue estimada en 50± 5 años al momento de su muerte, en función de la morfología del extremo esternal de la cuarta costilla, según Loth e Isçcan (1985-1989), y de la superficie auricular del ilion, según Lovejoy y colaboradores et al. (1985). En cuanto a la lateralidad, se infirió un mayor uso de su miembro superior derecho para la realización de actividades cotidianas, a partir de la mayor longitud del húmero derecho y el mayor desgaste de la fosa glenoidea del omóplato de la misma lateralidad (las longitudes de cúbito y radio izquierdos no pudieron registrarse).
Con una estatura de 1,62 ± 0,06 m, esta mujer se encontraba dentro del promedio para individuos femeninos de inicios del Holoceno tardío (Loupias y Fabra, 2019). Si bien la talla tiene una base genética, el fenotipo final está significativamente influenciado por factores externos (Giannecchini y Moggi-Cecchi, 2008), tales como climáticos y socio-económicos. En consecuencia, los datos de altura se utilizan, a menudo, como aproximaciones útiles al entorno social y ambiental en estudios de poblaciones (Steckel, 2009).
Con respecto al conocimiento de la ancestría y las relaciones biológicas, estas contribuyen a revelar realidades biológicas que aportaron a la construcción de la identidad de esta persona. A partir del análisis de ADN antiguo, Nores et al. (2017) obtuvieron un linaje mitocondrial de tipo C1, un haplogrupo que corresponde a una variante nodal de amplia distribución en toda América y que coincide con los linajes mitocondriales identificados en la región de la Laguna Mar Chiquita (haplogrupos A, C y D) (Nores et al., 2017). Desde un punto de vista poblacional, los linajes mitocondriales de origen continental americano encontrados en las llanuras cordobesas revelan afinidades genéticas con los grupos de Patagonia y Tierra del Fuego, sugiriendo un flujo génico o aporte migratorio desde el sur argentino (Nores et al., 2017). Estos resultados coinciden con los obtenidos a partir del análisis morfométrico, aplicado al estudio de los patrones espaciales y temporales de variación morfológica craneofacial en poblaciones del centro de Argentina (Fabra y Demarchi, 2009), los cuales sugieren que las poblaciones de la llanura manifiestan similitudes anatómicas con grupos procedentes del noreste de la Patagonia.
En cuanto a sus condiciones de salud oral, se registraron tres pérdidas dentales antemortem (PDAM): el primer incisivo derecho y el segundo izquierdo, ambos superiores, y el primer molar derecho inferior. El resto de las piezas dentales que se encuentran presentes dan una buena idea de su salud oral, siendo el desgaste y los procesos infecciosos las lesiones predominantes.
Todas las piezas tanto del maxilar como la mandíbula presentan desgaste moderado a severo de las superficies oclusales (véase Figura 2a-d). La mayoría tienen expuesta la dentina, a la vez que exhiben una pérdida casi total de la corona y una retracción de las encías para compensar el grave desgaste. El primer molar derecho presenta dos procesos infecciosos, uno hacia el vestibular y otro hacia lingual (véase Figura 2a,b); el primero de 4 x 9 mm y el segundo de aproximadamente 1 cm de diámetro, ambos de forma redondeada, poca o nula reabsorción del ápice radicular y sin evidencia de hipervascularización, correspondiéndose, según sus características, a un quiste. El primer premolar derecho exhibe un proceso infeccioso de aproximadamente 8 mm de diámetro, de contorno irregular y filoso, con signos de hipervascularización en la parte superior de la lesión y con el ápice de la raíz levemente reabsorbido e hipercementado (véase Figura 2b); estas características indican que se trataría de un granuloma.
En la mandíbula se registró un único proceso infeccioso de aproximadamente 1,2 cm de diámetro, de contorno irregular con aspecto de cáscara de huevo y bordes finos y filosos, sin hipervascularización evidente y poca o nula reabsorción del ápice radicular, que podría corresponder a un quiste (véase Figura 2d). El primer premolar izquierdo está representado únicamente por un resto radicular y su altura es notablemente diferente a la del derecho y el resto de los elementos, por lo que se puede inferir que esta pieza dental podría haber estado involucrada en alguna actividad realizada con la boca (véase Figura 2d).
Esta mujer no habría sufrido dolores severos producto de los procesos infecciosos observados que le hayan impedido alimentarse de forma normal, aunque sí es probable que haya sentido algún tipo de molestia. Según Días y Tayles (1997) la mayoría de los granulomas y los quistes son asintomáticos, incluso cuando se presentan síntomas, como un ligero dolor al morder alimentos sólidos, estos son bastante leves. Mientras la cavidad ósea esté ocupada por un granuloma o quiste no habrá efectos sistémicos, tales como fiebre o malestar general (Días y Tayles, 1997; Hillson, 2001).
El desgaste dental observado en su arcada bucal puede pensarse como resultado del consumo tanto de alimentos duros y/o fibrosos, como carne y, eventualmente, huesos de animales pequeños (Molnar, 2011). La presencia de morteros y conanas en el registro arqueológico local supone prácticas de molienda que habrían posibilitado la introducción de partículas abrasivas, las cuales habrían contribuido, junto con prácticas paramasticatorias y de procesamiento de alimentos (secado, salado), al desgaste de sus piezas dentales (González y Fabra, 2018). El mismo desgaste podría haber expuesto la cavidad pulpar, provocando los procesos infecciosos registrados (Días y Tayles, 1997).
Entre los principales factores que condicionan la patología oral, se encuentra la dieta de los individuos. Si bien algunos autores consideran que la paulatina incorporación de prácticas hortícolas en la provincia de Córdoba comenzó alrededor de los 1000 o 1500 años a. p. (Medina, Pastor y Berberián, 2014), otros extendieron su antigüedad hasta 2000 años a. p. (Laguens y Bonnin, 2009). En este sentido, la datación obtenida sobre los restos óseos de esta persona (1911 ± 59 C14 años a. p.), la sitúa al principio de la transición hacia una estrategia de subsistencia mixta, en la cual la caza y la recolección continuaron cubriendo una parte muy importante de la dieta, y las prácticas hortícolas fueron estacionalmente interrumpidas, según la disponibilidad de recursos silvestres y las condiciones variables del entorno social (Medina, Pastor y Berberián, 2014; Pastor y López, 2010). Los resultados obtenidos a partir del análisis de isótopos estables de carbono y nitrógeno sobre colágeno (-15,4‰ VPDB y 9,4‰ AIR, respectivamente), indican un consumo predominante de especies vegetales C3 y animales consumidores de vegetales C3 (Coltrain y Leavitt, 2007; Gil et al., 2014), con una menor incorporación de especies C4 o consumidores de dichas especies, por lo que se puede inferir que su dieta habría estado basada en frutos silvestres, tales como chañar (Geoffrea decorticans), algarrobo (Prosopis spp.) y palma Caranday (Tritrinax campestris), tal comode acuerdo con lo lo sugiereido en los estudios arqueobotánicos de Tavarone, Colobig y colaboradoras Fabra (2019) en el sitio El Diquecito. En cuanto a la fauna, esta mujer podría haber consumido guanacos, ciervos y otras especies de menor porte como armadillos, vizcachas, aves y peces (Pastor y López, 2010), los cuales han sido recuperados frecuentemente en sitios arqueológicos de la región serrana, con cronologías contemporáneas a la de este individuo.
Además, las condiciones de salud de esta mujer implicaron cambios degenerativos tanto en sus miembros superiores e inferiores como en su columna vertebral. En la epífisis distal del cúbito derecho se registraron osteofitos y espículas óseas (osteofitosis de tercer grado), afectando entre uno y dos tercios de la superficie articular (extensión 2) (véase Figura 3a); en la epífisis distal del radio derecho se observó osteofitosis (grado 2), también afectando entre uno y dos tercios de la superficie articular (extensión 2); en la epífisis proximal del húmero izquierdo y de la tibia derecha, y en ambas epífisis de la tibia izquierda se registraron osteofitos apenas discernibles (grado 1) y con una extensión mínima (extensión 1).
En la epífisis distal del primer metatarso derecho, la carilla articular está extendida y se observaron osteofitos (grado 2) afectando entre uno y dos tercios de la superficie articular (extensión 2), eburnación en un grado leve (grado 1) y coalescencia (porosidad de tercer grado), ambas con una extensión mínima (extensión 1) (véase Figura 3b); la epífisis distal del tercer metatarso izquierdo también presentó osteofitosis, pero en una extensión mínima (extensión 1). Sus vértebras están muy dañadas, producto de procesos pos depositacionales (véase Figura 3c), con una importante pérdida de tejido óseo sobre todo de los cuerpos vertebrales; sin embargo, en las vértebras lumbares se registraron osteofitos tanto en el cuerpo como en el arco neural (grado 2 y extensión 2), mientras que en las vértebras cervicales los osteofitos son apenas discernibles (grado 1) y con una extensión reducida (extensión 1). Posiblemente estos cambios degenerativos estén asociados a la edad de esta mujer ya que, tal como explican Weiss y Jurmain (2007), los osteofitos se desarrollan principalmente como un correlato del envejecimiento biológico y, por lo tanto, no se pueden considerar un indicador confiable del desarrollo y gravedad de la osteoartrosis (OA). La eburnación, por otro lado, sí puede considerarse patognomónica de esta condición (Waldron, 2009). En este sentido, la presencia de eburnación en la epífisis distal del primer metatarso derecho sugiere un contacto hueso a hueso de larga data (Jurmain, 1999; Weiss y Jurmain, 2007) y sería indicativa de OA. Dado que solo se registró eburnación y no otras lesiones compatibles con hallux valgus, tales como la desviación lateral de la articulación del primer metatarso y falange proximal del pie, el desplazamiento lateral del complejo sesamoideo y la formación de un juanete sobre el aspecto medial de la articulación (Mays, 2005), consideramos que esta patología pudo haber sido el resultado de la postura adoptada durante sus actividades cotidianas. Esta cuestión se retomará más adelante al analizar el cuerpo social.
Por otra parte, se observaron algunos cambios en las entesis fibrocartilaginosas de ambos húmeros y pelvis. Se registró formación ósea (FO) en la ‘zona 1’ del subescapular izquierdo en grado 1 y erosión y FO en su ‘zona 2’, ambas en grado 2. En el extensor común derecho, se registró FO en la ‘zona 1’ en grado 2 y en la ‘zona 2’ en grado 1; en el izquierdo, FO tanto en la ‘zona 1’ como en la ‘zona 2’, ambas en grado 1. Se observó FO tanto en la ‘zona 1’ (grado 2) como en la ‘zona 2’ (grado 1) del semimembranoso en ambos coxales. Si bien estos cambios se pueden generar como consecuencia de la actividad, la edad o una combinación de ambas, en este caso se infiere que - dado que se trata de una mujer adulta mayor- pueden estar asociados con la edad. Según Jurmain et al. (2012), es frecuente observar una correlación positiva entre la presencia de cambios entesiales y la edad, como consecuencia del estrés de las actividades que se acumula a lo largo de la vida de una persona.
Se tuvieron en cuenta aquí tanto las modificaciones culturales como las patologías producto de actividades condicionadas --tanto histórica como contextualmente-- por su modo de vida, por ejemplo, ocupaciones o actividades físicas cotidianas, y el contexto mortuorio. Se retoman además algunos aspectos expuestos en el cuerpo biológico, ya que algunos indicadores no son exclusivos de una sola esfera de la vida. En cuanto a las modificaciones culturales del cuerpo, esta mujer presenta deformación craneana de tipo tabular erecto (Cocilovo y Varela, 2010), la cual predominó a lo largo del territorio argentino durante el Holoceno tardío (véase figura 3 d y e). Esta práctica de modificación se origina en la compresión artificial del cráneo de los niños durante los primeros meses o años de vida, momento en que aún los huesos son plásticos (Dembo e Imbelloni, 1938). Posteriormente, la estructura ósea se fusiona y este modelado se convierte en permanente (Torres Rouff, 2002). La alteración se produce por lo general mediante masajes, aparatos de compresión, envolturas, vendajes y gorros (Tiesler, 2014). La deformación tabular erecta pudo haberse realizado intencionalmente por medio de la aplicación de presión sobre toda la región lambdoidea (parietales y occipital), con la ayuda de una superficie plana ligada a la frente del niño y atada lateralmente a otra colocada en la zona de la nuca (Dembo e Imbelloni, 1938). Sin embargo, Wiggenhauser (2017) sostiene (para el caso de Neuquén, Argentina) que este tipo de deformación sería de carácter no intencional y se relacionaría con el uso de una banda para sujetar a los niños a cunas en grupos cazadores-recolectores con alta movilidad. Representaría, en consecuencia, una situación que en la práctica no es intencional, pero su resultado es una forma del cráneo que podría ser utilizada con una significación social.
Si consideramos la antigüedad de esta mujer, 1911 ± 59 C14 años a. p., la deformación que posee sería contemporánea con la del tipo tabular erecto en las regiones pampeana y patagónica de Argentina (Berón y Baffi, 2003; Gordo n, 2007). Dicha cronología coincide con la información genética y craneofacial previamente mencionada, la cual sugiere un aporte inmigratorio de grupos del noreste patagónico a las poblaciones que habitaron las llanuras cordobesas, contacto que se habría intensificado en momentos tardíos del Holoceno. Como consecuencia de estas migraciones, la práctica de la deformación craneana habría sido compartida resultando en una variabilidad morfológica intra e intergrupal que habría respondido a una práctica no estandarizada y a la existencia de “formas locales de hacer” (Serna et al., 2018). En este contexto de expresiones compartidas a escala macrorregional, la modificación del cráneo - funcionando como un código visual - podría haber transmitido mensajes amplios e ideas legitimadas a través de una superficie diferente, el cuerpo humano (Serna et al., 2018).
El propósito de la deformación craneana posiblemente haya variado en tiempo y espacio. Sin embargo, la naturaleza irreversible y permanente de esta práctica corporal, junto a su calidad transgeneracional y sus múltiples resultados morfológicos, hacen que la identificación siga apareciendo como la función más probable. Esto, a su vez, destaca su importancia cultural por encima de las modas corporales más transitorias (Tiesler, 2014).
La construcción de la identidad social de esta mujer estuvo circunscrita a una dinámica grupal que propuso esta práctica de modificación corporal como un poderoso símbolo de identidad y pertenencia (Berón y Baffi, 2003; Tiesler, 2014; Torres-Rouff, 2002), el cual fue desempeñado en el ámbito individual, pero con influencia en la transformación de las estructuras sociales. De acuerdo con esto, la creación de roles habría comenzado a muy temprana edad; al menos durante sus dos primeros años de vida, esta persona tuvo que haber recibido una especial atención y cuidado de otros miembros de la comunidad que tuvieran los conocimientos necesarios para llevar adelante las prácticas de compresión de su cráneo.
Con relación a las patologías que permiten una aproximación a las actividades físicas cotidianas, se detectó una lesión compatible con osteocondritis disecante (OD) en la epífisis proximal del radio derecho (véase Figura 4). Dicha lesión se habría producido como resultado de microtraumas localizados y repetitivos en la superficie de la articulación (Aufderheide y Rodriguez-Martin, 1998). Si se asocia esta patología con actividades físicas, se podría pensar --a partir de información arqueológica y etnohistórica-- en aquellas que involucraran el uso de su brazo hábil o lado dominante, tales como recolección y procesamiento de frutos silvestres, tejido de cestas o hilado, raspado o perforación de superficies blandas - cuero- o duras -hueso- para la confección de vestimenta y artefactos, así como talla o retoque de hueso y astas. Es posible que al realizar cualquiera de estas actividades haya sentido molestias en la articulación afectada, ya que la OD no tratada puede producir dolor e, incluso, deterioro funcional (Twyman, Desai y Aichroth, 1991). Si bien las articulaciones no presentan signos que indiquen deterioro funcional o pérdida de movilidad, no se descarta que esta persona haya necesitado asistencia
para llevar a cabo determinadas tareas.
Otra actividad que pudo haber realizado esta mujer es la caza mediante el uso de armas arrojadizas, ya sea de lanzas arrojadas a mano o mediante propulsores (Pautassi, 2011). Referencias etnográficas para la región del Chaco argentino señalan que las mujeres mocovíes participaban activamente en la cacería y relatan que “[...] cuando ellas están de caza en las selvas y para que puedan correr más ligeras estiran por entre los pies el delantal hacia arriba atrás de ellas y corren en pos del animal silvestre” (Paucke, 1943: 152). Si bien esto no se puede extrapolar directamente a las llanuras cordobesas durante el Holoceno tardío, sirve para romper estereotipos acerca de las tareas realizadas por ambos sexos.
Siguiendo con las patologías que se pueden asociar con la actividad física, se retoma la lesión del primer metatarso derecho compatible con OA, mencionada al presentar el cuerpo biológico. Teniendo en cuenta su unilateralidad, dicha alteración pudo haberse producido por estrés, como consecuencia de una extrema y frecuente hiperdorsiflexión de la articulación metatarso-falángica, cuando una persona adoptade forma habitual una posición de rodillas, recayendo el peso del cuerpo sobre ese nivel (Molleson, 1994). Entre las tareas cotidianas que puedan haber involucrado una posición de rodillas, se podrían incluir el procesamiento de alimentos y labores de hilado (Molleson, 1994). Además, se tiene en cuenta que esta es una postura habitual de descanso, pudiendo producir también esta reacción articular. Según Molleson (1994), casos como este en los que el primer metatarso derecho está mucho más afectado que el izquierdo pueden deberse a la costumbre de reposar un pie sobre el otro para aliviar el cansancio mientras se realizaba una actividad en cuclillas. La OA implica cambios inflamatorios en las articulaciones afectadas y, según Waldron (2012), la presencia de esta patología en la base del primer metatarso suele ser dolorosa. Por lo tanto, es posible que esta persona haya sentido dolor en la zona, sin que la movilidad de la misma se viera necesariamente afectada.
Otro de los indicadores que aportan información para reconstruir tanto el cuerpo biológico como el social es la estatura. La talla final puede enmascarar una variedad de eventos durante el periodo de infancia que tienen implicancia en el fenotipo adulto (Gowland, 2015). En este sentido, la estatura promedio estaría indicando que, durante sus primeros años de su vida, esta persona no se habría visto afectada por importantes estresores socioambientales - como reducción de la oferta de recursos naturales o acceso diferencial a los mismos- o, bien, que la exposición a estos fue breve, lo cual se apoya en la ausencia de lesiones a nivel óseo que indiquen que su crecimiento y desarrollo se hayan visto perturbados.
La manera en la que fue inhumada también permite acercarnos al cuerpo social. Los contextos funerarios son considerados como espacios altamente simbólicos, en los cuales la identidad social del fallecido, tal como la percibieron sus contrapartes vivas, a menudo puede deducirse del tratamiento mortuorio (Binford, 1972). De acuerdo con esto, Tarlow (2000) propuso que dicho tratamiento puede reflejar respuestas emocionales que promovieron la solidaridad grupal o expresaban sentimientos de ira y miedo.
Esta mujer fue inhumada en un entierro de tipo primario simple, directamente sobre la tierra y sin ninguna estructura funeraria ni demarcación de fosa. Su esqueleto estaba ubicado en posición de cúbito ventral; su cráneo estaba orientado hacia el Este, sus pies al Oeste y sus órbitas al Sur. Sus miembros superiores se encontraban extendidos al costado del cuerpo, mientras que los inferiores, hiperflexionados hacia dorsal con las rodillas elevadas (véase Figura 5a). De la parte posterior de su pelvis, se recuperó una valva de molusco (véase Figura 5b).
La forma en que esta mujer fue enterrada es inusual en varios sentidos. Por un lado, la posición y la orientación de su cráneo y pies no coinciden con las registradas regularmente en las llanuras cordobesas --en decúbito dorsal, con los miembros inferiores flexionados hacia la derecha o la izquierda; con el cráneo orientado al Oeste y los pies hacia el Este-, mientras que la orientación de sus órbitas tampoco sigue la tendencia observada en individuos femeninos registrados en la provincia de Córdoba --al Oeste-- (Fabra , Salega y González, 2009). Por otro lado, la posición de sus miembros sugiere que esta persona fue atada o enfardada con algún material perecedero. Posiblemente una cuerda u otro elemento similar haya sido utilizado para enlazar sus manos y pies, lo cual explicaría que se haya conservado la posición hiperflexionada hacia dorsal de sus miembros inferiores. Por todo esto, el hallazgo de este entierro es único en la región ya que hasta el momento no se han registrado otros individuos inhumados en de cúbito ventral. Esta forma de inhumación recuerda a los “entierros desviados” o deviant burials (Tsaliki, 2008), en los que las personas son enterradas de una manera diferente en relación con la tendencia observada en el periodo, región o población estudiada. Estas diferencias se pueden advertir en la posición o tratamiento del cuerpo, en la ubicación o construcción de la tumba, o en el tipo de ajuar (Aspöck, 2008; Tsaliki, 2008).
Por lo general, se consideran deviant burials los entierros en los que se realizaron algunas prácticas extrañas en o con el cuerpo del difunto (Gardela, 2011). Pueden relacionarse con prácticas intencionales que sugieren necrofobia o miedo a los muertos. Los posibles indicadores de necrofobia en contextos funerarios fueron recogidos por Tsaliki (2008) e incluyen esqueletos con evidencias de restricciones físicas y simbólicas del cuerpo (miembros atados, presencia de clavos y estacas, rocas y otros pesos sobre el difunto) para asegurar los enterramientos, conteniendo el posible retorno físico y espiritual de los muertos o sus influencias negativas (Quercia y Cazzulo, 2016), o esqueletos inhumados en posición ventral, entre otros. Los deviant burials son frecuentemente asociados con individuos que ostentaron un estatus especial, ya sea durante su vida (chamanes, brujas, curanderos, criminales y asesinos) o en las circunstancias de su muerte (víctimas de suicidio, mujeres muertas durante el parto), y que luego fueron rechazados por el grupo.
Otro caso de un potencial deviant burial más cercano al sujeto de estudio, no solo geográficamente sino también por la forma en que el cuerpo fue manipulado, es el de una inhumación reportada en el sur de Perú, en la que la persona fue enterrada con sus tobillos atados con un material de lana pesada, interpretándose esta práctica como un modo de limitar su movilidad en el más allá (Lozada et al., 2012). Si bien esta forma de inhumación coincide al menos con dos de los criterios propuestos por Tsaliki (2008) para considerar un entierro como deviant burial, no es posible asegurar que esta persona haya sido temida o rechazada por su comunidad (Quercia y Cazzulo, 2016). En la misma línea, otros autores como Aspöck (2008), enfatizan la excepcionalidad de estos entierros considerando inapropiada esta connotación negativa y, por lo tanto, utilizan términos más neutrales, como “diferencial”, “atípico” o “no normativo”, ya que las motivaciones detrás de estas prácticas mortuorias diferentes pudieron ser variadas.
De acuerdo con lo anterior, el cuidado particular que se habría tenido al inhumar a esta mujer reflejado, por ejemplo, en la colocación de una valva de molusco en la parte posterior de su pelvis, podría arrojar más luz sobre la naturaleza de su muerte. Por lo tanto, otra opción sería pensar que no fue socialmente marginada, sino que era un miembro plenamente aceptado por el grupo o una persona excepcional que sufrió una muerte anómala o repentina (Quercia y Cazzulo, 2016). Esto habría hecho que su regreso al mundo viviente fuera indeseable o peligroso, siendo por eso su cuerpo retenido dentro de la tumba (Quercia y Cazzulo, 2016).
Otra interpretación respecto a la forma en la que fue enterrada podría ser que la posición ventral habría impedido que el alma dejara el cuerpo (según la creencia en que las almas lo abandonan a través de la boca); de esta manera, permanece en el lugar para proteger a los vivos de los muertos (Aspöck, 2008) y conserva su estatus de persona excepcional más allá de su muerte.
La valva de molusco hallada pertenece a la especie Anodontites trapesialis (Lamarck, 1819). Se trata de una especie de estirpe amazónica, de amplio rango de distribución en Sudamérica. Se encuentra dentro del Sistema Parano-Platense y sus afluentes, y tiene una amplia distribución en el noreste argentino, encontrándose también en Brasil, Uruguay y Paraguay (Fabra , Gordillo y Piovano, 2012). En Argentina, esta especie se halló en el sitio arqueológico Chenque i, en La Pampa, con evidencias de haber sido usada para la confección de adornos (Cimino, 2007). Este tipo de almejas posee un interior nacarado y lustroso, por lo cual resultan adecuadas para manufacturar pendientes, como contenedores de pigmentos, para cucharas o como herramientas para raspar (Fabra, Gordillo y Piovano, 2012).
Este ejemplar de Anodontites trapesialis (Lamarck, 1819 ), datado en 2077 ± 38 C 14 años a. p., es el primero que se reporta en contextos arqueológicos de la provincia de Córdoba y, dado que vive en ríos y lagos de agua dulce, podría proceder de cursos de agua afluentes o de áreas vecinas de la región pampeana. Se descartó que su uso haya sido alimenticio por la ausencia de grandes acumulaciones de conchas y valvas, o para confeccionar adornos corporales, por no presentar modificaciones; tampoco mostró signos de uso utilitario, como microastillamiento o estrías de desgaste (Fabra, Gordillo y Piovano, 2012). Por lo tanto, su hallazgo en un contexto funerario hace suponer que esta almeja habría formado parte del ritual realizado al momento de la inhumación de esta persona como un elemento simbólico, incluso asociado con lo femenino (Fabra, Gordillo y Piovano, 2012). Prates y Bonomo (2017) en su trabajo sobre los ambientes acuáticos y las sociedades cazadoras recolectoras sudamericanas, recuperan descripciones etnográficas presentadas por Claassen (1998) y Dods (2003) en donde dan cuenta de la frecuente asociación de plantas y animales vinculados a estos ambientes y lo femenino. Si bien los hallazgos son escasos como para suponer un patrón, Fabra, Gordillo y Piovano y colaboradores (2012) y Gordillo y Fabra (2018) han propuesto, a modo de hipótesis, un significado asociado a este género, basadas en la relación entre moluscos e individuos de sexo femenino en contextos mortuorios de cazadores recolectores en Córdoba.
Para la reconstrucción de este cuerpo se retoman algunos aspectos del contexto funerario. Según Pastor, Gordillo y Tissera (2017), a través de la portación de ornamentación personal, entre otros ítems, las personas y grupos del pasado pudieron negociar sus roles en la sociedad, el vínculo con otros grupos y la posición con respecto al mundo espiritual. De esto se desprende que a partir de la presencia de la valva de Anodontites, se puedan comenzar a decodificar las posiciones y funciones sociales que esta mujer pudo haber ejercido dentro de su comunidad y con otros grupos. Esta información proviene de las respuestas sensoriales estimuladas por ciertos elementos, en este caso una almeja nacarífera (Kolotourou, 2007).
El material malacológico posee características sensoriales, entre otras, que fueron apreciadas por las sociedades del pasado (Ortiz y Vargas Rodríguez, 2015; Pastor, Gordillo y Tissera, 2017). En este sentido, se puede interpretar que, a partir de características sensoriales, las personas hayan podido configurar una parafernalia visual y sonora para la producción de ambientes rituales (Kolotourou, 2007; Pastor, Gordillo y Tissera, 2017). Sin embargo, el carácter infrecuente de este tipo de contexto sugiere un uso restringido a pocas personas -como el caso de chamanes ritualistas-, y a eventos especiales, en los que no solo se creaba una particular ambientación sino, también, nuevos roles reconocidos socialmente y asumidos por individuos específicos (Pastor, Gordillo y Tissera, 2017).
Las condiciones ambientales que caracterizaron el periodo durante el cual esta mujer habitó la costa sur de la Laguna Mar Chiquita pueden haber influido o condicionado la forma en que el ser social representado por su figura fue percibido por los miembros de su grupo o comunidad. Ella vivió en un momento caracterizado por un déficit hídrico, la línea de costa mínima fue registrada hace 1721 años a.p. (Piovano et al., 2009), propiciando un entorno ambiental desfavorable, con una disminución de los recursos disponibles y, posiblemente, una tensión social que pudo haber derivado en episodios de conflicto y violencia interpersonal (Fabra, González y Robin, 2015).
En este contexto se podrían haber dado dos situaciones en relación con su rol vinculado a un poder simbólico. Por un lado, si esta persona era un miembro plenamente aceptado en su comunidad, es posible que su grupo haya demandado sus actos rituales para restaurar las condiciones favorables. En contraste, si era socialmente rechazada, en medio de una trama de tensión, conflictos y violencia, la marginación de su ser social se podría haber exacerbado. En cualquier caso, retomando a Lozada et al. (2012), si realmente ejerció una función excepcional dentro de su grupo, su aceptación social habría dependido del éxito de sus poderes. En este sentido, su estatus dentro de la comunidad habría sido variable y extremadamente fluido, reflejándose la percepción que los miembros de su grupo tenían de dicho estatus en el tratamiento que recibió al morir.
Por otra parte, dado que Anodontites trapesialis habita cuerpos de agua dulce, su hallazgo en el sitio se atribuye a razones antrópicas (Fabra, Gordillo y Piovano, 2012) que podrían vincularse con la existencia de redes de interacción de mediana y larga distancia entre grupos cazadores-recolectores (Laguens y Bonnin, 2009). Además, es posible pensar que estas redes de interacción hayan incluido no solo el intercambio de objetos, sino también el traslado de personas. Si consideramos el valor obtenido de1 80 para esta mujer (-11,41‰ VPDB) y lo comparamos con los valores de cursos de agua cercanos al sitio arqueológico que desembocan en la Laguna Mar Chiquita (muestras 1A: -2,9‰; 2A: 0,9‰; 3A: 1,2‰; todas estas mediciones en escala VSMOW), se podría pensar que durante los últimos años de su vida esta persona no consumió agua local; es decir, habría sido enterrada allí, pero no habría vivido en esa región varios años antes de su muerte. Utilizando el modelo propuesto por Daux et al. (2008), se predicen valores de agua consumida de aproximadamente -17 ,9 ‰ (VSMOW), lo que representa valores muy alejados de los medidos en aguas cercanas al sitio (rango -2,9 a 1,2 ‰). El valor predicho es muy bajo y correspondería a zonas más frías. Sin embargo, no podemos descartar que existan otras fuentes de agua en la región que aún no hayan sido isotópicamente evaluadas.
La presencia de objetos aislados a los cuales se les ha conferido un valor simbólico debido a las particularidades de su hallazgo, estaría asociada a movimientos especiales y muy esporádicos, traspasando los rangos de acción habituales o implicando redes de intercambio y, probablemente, vinculados con actividades sociales y religiosas, como se documenta en distintos estudios etnoarqueológicos (Silveira, López y Pastorino, 2010). Según Laguens et al. (2006), la incorporación de bienes exóticos involucra otras esferas diferentes a la económica, como la social, individual e ideológica, ya sea en planos simultáneos o independientes. Estudios etnográficos de curanderos en Perú, por ejemplo, indican que estos eran expertos conocedores del medio ambiente y que, a menudo, viajaban para conseguir hierbas y artículos especiales de diversas áreas como selva, tierras altas o costas (Millones, 1987), los cuales habrían sido componentes fundamentales de la parafernalia que acompañaba sus acciones.
Teniendo en cuenta esta referencia etnográfica, así como la información isotópica y arqueomalacológica, es posible sugerir a modo de hipótesis que - dadas las condiciones sociales y ambientales que imperaban en ese tiempo- esta persona haya incrementado sus desplazamientos para abastecer a su grupo de aquellos recursos que su entorno natural no les ofrecía. Al mismo tiempo, pensando en los posibles mecanismos sociales de obtención de la almeja en conjunto con la interpretación que supone que esta persona pudo haber desempeñado un papel con poder simbólico dentro de su grupo, es posible especular que fue ella misma quien incorporó la valva a sus objetos personales para promover la construcción de sentidos en torno a su identidad social.
En este sentido, el origen exótico de la almeja hallada en su tumba y la posibilidad de que esta persona haya poseído gran conocimiento del paisaje desplazándose por amplios espacios o que haya tenido contacto con grupos establecidos en territorios distantes para proveerse de bienes mediante intercambios, fueron configurando una denominación para esta mujer: La viajera.
Pensando el contexto funerario en que se halló a La viajera, es posible interpretar que esta persona ejerció una función vinculada a prácticas simbólicas, la cual pudo ser invocada en acciones rituales o de curanderismo; un rol que pudo haber despertado tanto la exaltación como el temor y rechazo de los miembros de su comunidad.
Consideramos que este trabajo puede destacarse por su intento de recuperar las peculiaridades de un individuo particular, que se habrían perdido en una investigación bioarqueológica de perspectiva poblacional. El acompañamiento mortuorio y la forma inusual en la que fue inhumada La viajera, permitieron comenzar a decodificar posiciones sociales, ya que fueron revelando información sobre el papel que pudo haber desempeñado dentro de su grupo y cómo era percibida por los miembros de su comunidad. En cuanto al aspecto teórico-metodológico, creemos que la aplicación de un enfoque interpretativo alternativo permitió transmitir una visión sustantiva sobre cómo los procesos tanto ambientales y climáticos como sociales fueron moldeando los modos de vida de estas personas singulares, que es tan legítima como las formas tradicionales de interpretación.
Finalmente, la teorización de los indicadores esqueletales no es una tarea sencilla y, por lo tanto, no deja de ser un desafío. La reconstrucción de esta historia de vida a partir del modelo de los tres cuerpos de Scheper-Hughes y Lock (1987), puso en evidencia que la división entre cuerpo biológico, social y político es difusa, pues varios indicadores pueden contribuir a la interpretación de más de un cuerpo. En este sentido, se cree que no existe una demarcación entre estos cuerpos tan clara como la exponen las autoras que proponen este modelo teórico, lo cual implicó una reflexión sobre qué evidencia osteológica utilizar en la reconstrucción de cada cuerpo.
Este trabajo hace parte de la tesis de licenciatura de la primera autora y se enmarca en los siguientes proyectos: PROTRI 2015 (MINCyT, Gobierno de la Provincia de Córdoba, Dirección: Mariana Fabra), SECyT 2016-2017 (UNC, Dirección: Mariana Fabra), PICT 2015-3155 (FONCyT, ANPCyT, Dirección: Mariana Fabra) y PICT 2016-0814 (FONCyT, ANPCyT, Dirección: Luciano Valenzuela). Se agradece a Adolfo Gil por la realización de los estudios de isótopos de oxígeno sobre el material óseo y los comentarios que ayudaron a la interpretación de dichos resultados, y a Mai Takigami por la realización del fechado radiocarbónico. Asimismo, se agradece a los dos revisores anónimos y a los editores de la revista por los valiosos comentarios sobre la versión preliminar de este trabajo.