Misceláneo
Recepción: 10 Noviembre 2020
Aprobación: 14 Febrero 2021
DOI: https://doi.org/10.17533/udea.boan.v36n62a07
Resumen: En este artículo se analizan y discuten los contextos ontológicos de significación relacionados con la representación de la figura del murciélago (Chiroptera) en la iconografía del estilo prehispánico Candelaria del noroeste de Argentina (NOA). El mismo se realiza desde un enfoque interdisciplinario biológico-arqueológico, que permite discutir las interacciones entre humanos y ambiente en las sociedades prehispánicas del NOA.
Palabras clave: murciélago, iconografía, estilo Candelaria, zoología, noroeste argentino.
Abstract: The ontological contexts of significance related to the representation of the figure of the bat (Chiroptera) in the iconography of the pre-Hispanic Candelaria style of Northwest Argentina (NOA) are analyzed and discussed. It is carried out from an interdisciplinary biological-archaeological that allows discussing the interactions between humans and environment in the pre-Hispanic societies of the NOA.
Keywords: bat, iconography, Candelaria style, zoology, northwest Argentina.
Résumé: L’article analyse et discute les contextes ontologiques au signification reliés la représentation de la figure du chauve-souris (Chiroptera) en l’iconographie du style préhispanique Candelaria del Noroeste du Argentine (NOA). Le même article est fait selon une perspective interdisciplinaire biologique - archéologique ensemble au schéma et l’élaboration d’une base des données numérique pour l’intégration de l’information qui permette discuter les interactions entre humains et l’environnement des sociétés préhispaniques du NOA.
Mots-clés: chauve-souris, Iconographie, Candelaria, Zoologie, Tierras Bajas.
Resumo: Analisam-se e discutem os contextos ontológicos de significação relacionados com a representação da figura do morcego (Chiroptera) na iconografia do estilo pré-hispânico Candelária do Norte da Argentina (NOA). A análise se realiza desde uma abordagem interdisciplinar biológico-arqueológica junto ao desenho e elaboração de uma base de dados digital para a integração da informação que permitem discutir as interações entre humanos-ambiente das sociedades pré-hispânicas do NOA.
Palavras-chave: morcego, iconografia, Candelária, zoologia, terras baixas.
Introducción
Se presentan los resultados del análisis iconográfico de piezas arqueológicas provenientes de 16 colecciones arqueológicas del noroeste argentino (NOA). El material analizado pertenece mayoritariamente a cerámica de estilo Candelaria, adscritos en la literatura arqueológica a ocupaciones de grupos humanos durante el primer milenio d. C. en la región meridional del piedemonte oriental subandino del NOA (Caria, 2004).
El objetivo del trabajo estuvo centrado en la búsqueda e identificación de la figura del murciélago en la cerámica Candelaria, la cual solo ha sido mencionada esporádicamente en las investigaciones realizadas hasta el momento (Aráoz y Herrera, 1999; Berberián, Azcarate y Caillou, 1977; Krapovickas, 1968), a pesar de la amplia distribución geográfica y ambiental de este animal en nuestra zona de estudio. Por ello, también analizamos con qué otros elementos iconográficos o simbólicos se articula dicha figura y cuáles son los contextos de significación asociados a esta.
Para el análisis iconográfico se desarrolló una metodología propia, que contempló el reconocimiento de claves de identificación morfológicas y anatómicas de las especies y la distribución biogeográfica pasada y actual de diversos taxones animales. Junto al análisis de la figura del murciélago, se introduce, también, para el presente análisis y posterior discusión a otros seres humanos y no humanos.
Tomando como punto de partida la figura del murciélago, se elaboró una guía de identificación y reconocimiento de la fauna representada y una propuesta de categorización para ella y para los elementos que se estructuran en otros seres de carácter fantástico-imaginario. El trabajo metodológico de identificación de rasgos morfológicos y anatómicos permitió reconocer la presencia de variados taxones animales (motivos zoomorfos), seres humanos (motivos antropomorfos), figuras híbridas (motivos híbridos), flora (motivos fitomorfos), y motivos que no pudieron ser adscritos a ninguna de las categorías anteriores (otros motivos).
A partir de la revisión de antecedentes biológicos, arqueológicos y etnográficos, y de los resultados propios obtenidos por nuestras investigaciones, se discuten similitudes y diferencias en torno a la representación de la figura del murciélago con respecto al resto del continente y a otros seres representados, al mismo tiempo que se plantea una aproximación multidimensional sobre sus posibles significaciones entre los grupos prehispánicos del noroeste argentino.
Área de trabajo
Nuestra área de estudio se localiza primariamente en el ámbito de las tierras bajas de la provincia de Tucumán y sus espacios adyacentes, como el valle Calchaquí y el de Santa María o Yocavil, en los que la distribución del estilo Candelaria se encuentra presente (véase Figura 1).
Dentro de esta área encontramos tres ecorregiones principales que determinan la flora y fauna que habita en las mismas: Chaco seco, selva de las yungas y monte de sierras y bolsones (Burkart et al., 1999). Por otra parte, debemos tener en cuenta que la distribución de Chiroptera (murciélagos) en Argentina es amplia, habitando en todas sus provincias y ambientes a excepción de las regiones polares (Barquez, Mares y Braun, 1999).
Antecedentes
Antecedentes arqueológicos sobre Candelaria
El estilo Candelaria, con larga persistencia en la zona de estudio, se caracteriza principalmente por rasgos que se mantienen casi inalterables durante todo el primer milenio d. C. Sus grandes urnas funerarias para adultos y párvulos; la presencia de pipas para el consumo de sustancias psicoactivas; sus técnicas decorativas por incisión, grabado, pintado, alisado y pulido; sus formas globulares; la presencia de mamelones o aditamentos bulbosos y la aplicación en sus representaciones de ojos con granos de café, hacen del mismo un estilo particular y distintivo, fácilmente reconocible.
En sus representaciones es recurrente la aparición de seres antropomorfos, zoomorfos, fauna desconocida y figuras híbridas que parecen combinar rasgos humanos y animales o rasgos de diferentes especies animales entre sí (Aráoz y Herrera, 1999; González, 1980; Heredia, 1970; Scattolin, 2006a). Entre las especies animales mencionadas en la literatura arqueológica se encuentran aves (principalmente patos), sapos, ranas, zorros, pecaríes, quirquinchos y llamas (Scattolin, 2006b) (véase Figura 2).
En trabajos previos se propuso la equivalencia ontológica entre seres humanos y vasijas del estilo Candelaria. Esta estaría presente en la práctica de fabricación de cuerpos de carne y cerámica, mediante la ejecución de tatuajes, perforaciones y uso de adornos corporales, los cuales se encuentran presentes en restos humanos y cerámicos del mencionado estilo (Alberti, 2014; Alberti y Marshall, 2009).
Consideramos que más allá de estas cuestiones y del rico bagaje cultural presente en dicha tradición estilística, actualmente existen exiguos antecedentes sobre la misma. En particular, subsiste el problema de la identificación de los seres no humanos representados en sus cerámicas. Nuestro trabajo pretende, por lo tanto, analizar la materialidad arqueológica asignada al primer milenio d. C., buscando contribuir a la discusión sobre otras maneras de construir realidades y negociarlas con el paisaje. Desde nuestra perspectiva, esto se constituye como un primer paso para realizar una aproximación a otras ontologías en los términos de los grupos productores de dichas materialidades y otros aspectos asociados con relación a su entorno (Moreno, 2019).
Antecedentes sobre las características generales del murciélago
Los murciélagos son un grupo importante de mamíferos, con gran diversidad de especies y abundancia en diferentes ecosistemas (Barquez y Díaz, 2009; Barquez, Mares y Braun, 1999; Herrera et al., 2015). En todo el mundo se conocen más de 1.100 especies, agrupadas en el orden Chiroptera (Herrera et al., 2015). Este orden está compuesto por dos subórdenes: Megachiroptera y Microchiroptera, este último presente únicamente en América. En la actualidad se reconocen para Sudamérica 9 familias, 74 géneros y aproximadamente 250 especies (Barquez y Díaz, 2009). La fauna argentina de murciélagos está compuesta por 60 especies distribuidas en cuatro familias: Noctilionidae, con 1 género y 2 especies; Phyllostomidae con 14 géneros y 18 especies; Vespertilionidae, con 5 géneros y 22 especies; y Mollossidae, con 7 géneros y 18 especies (Barquez, Diaz y Ojeda, 2006; Barquez, Mares y Braun, 1999).
Los murciélagos poseen hábitos nocturnos y están generalmente asociados con fuentes de agua. Además, son los únicos mamíferos con capacidad de vuelo. Su pulgar es robusto y externo al ala, y siempre está provisto de uña; mientras que el resto de metacarpianos y falanges proximales están especialmente alargados para sostener el patagio. Viven mucho tiempo, con bajas tasas de reproducción y ciclos poblacionales. Estas características los hacen especialmente vulnerables en hábitats modificados (Barquez y Díaz, 2009).
Los murciélagos desempeñan un papel fundamental en la recuperación de bosques, por su capacidad dispersora de semillas de plantas pioneras en áreas alteradas y su importancia como polinizadores de plantas. Las especies insectívoras ejercen una importante actividad reguladora de insectos perjudiciales para la agricultura y la vida humana, evitando que algunas especies se conviertan en plagas de cultivos o vectores de enfermedades humanas (malaria, fiebre amarilla), a manera de “control biológico”. Por todo ello, se constituyen como pilares fundamentales para la economía humana. Poseen, también, un gran potencial como indicadores de perturbación del hábitat y ofrecen una buena visión del estado de conservación de un ecosistema, debido a que explotan diferentes recursos tróficos (Barquez y Díaz, 2009).
Antecedentes arqueológicos de la iconografía del murciélago en América
En la mitología indígena de toda América, el murciélago es una de las deidades más notables. Su simbolismo es dual, pues al ser un animal crepuscular se relaciona con lo oscuro, con la muerte y, a la vez, con la personificación de la vida. Se le ubicó en el inframundo o mundo subterráneo, un lugar donde no solo habitan fuerzas y espíritus malignos, sino también donde surge la vida (Cruz, 2007; Herrera et al., 2015).
En México los murciélagos ocupan un lugar preponderante en el pensamiento religioso; han sido considerados símbolos de fertilidad y de vida, pero también de desolación y muerte (Cruz, 2007; Herrera et al., 2015). Se sabe que el culto a Camazotz empezó alrededor del 100 a. C. entre los zapotecas de Oaxaca, quienes veneraban a un monstruo antropozoomorfo, con cuerpo de hombre y cabeza de murciélago. Entre mixtecos y zapotecos, el murciélago también fue símbolo de fertilidad de la tierra, ya que era la conexión entre el suelo en donde se siembra el maíz y el agua que lo fertiliza y le permite crecer. En esta región cultural se le encuentra representado en dinteles, vasos, silbatos, braseros y urnas (Retana Guiascón y Navarijo Ornelas, 2007).
Para los mayas, Zotz simboliza al murciélago, el cual se vincula con la muerte, la fertilidad y la sexualidad (Herrera et al., 2015; Retana Guiascón y Navarijo Ornelas, 2007). Existen representaciones del mismo en estelas, incensarios, vasijas y esculturas; incluso formó parte de su calendario de 20 meses, siendo su glifo el patrono del cuarto mes maya. Los mexicas lo consideraron un ser del inframundo y lo asociaron a la decapitación, ideología que trascendió y se incorporó al pensamiento religioso entre los pueblos nahuas. En la actualidad, varios pueblos de México llevan el nombre que en las lenguas aborígenes se le daba a los murciélagos; por ejemplo, Zinacantepec, que significa “cerro de los murciélagos”, y Zinacantán, que significa “donde viven los tzotziles” o la “gente del murciélago” (Cruz, 2007). Por otra parte, entre los indígenas del estado de Guerrero persiste el uso de máscaras con diseños estilizados de murciélago (Retana Guiascón y Navarijo Ornelas, 2007).
A lo largo de Centroamérica frecuentemente se le encuentra representado como un dios en estelas, códices, pinturas, esculturas y vasijas (Cruz, 2007; Retana Guiascón y Navarijo Ornelas, 2007). Según la cosmovisión de los Bribri (grupo étnico de Costa Rica), los murciélagos se relacionan con la historia de la creación del mundo. En dicho mito el murciélago fue quien dispersó semillas de plantas sobre la tierra a través de sus excrementos y por eso “muchos árboles cuando se les raspa tienen resina roja, que es en realidad sangre de la Danta” (víctima del rey murciélago o Dkur) (Herrera et al., 2015: 4). Este caso y los anteriores, dan cuenta del conocimiento de las distintas especies y sus hábitos, como el murciélago vampiro que se alimenta de sangre, murciélagos nectarívoros que polinizan flores y murciélagos frugívoros que contribuyen a la regeneración del bosque (Herrera et al., 2015).
En la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia) Acevedo Coy (2016) exploró la diversidad en la representación del murciélago dentro del material arqueológico del área cultural Tairona. Su análisis aborda, desde una perspectiva simbólica, la cosmología amerindia, tomando la analogía etnográfica como herramienta y realizando a partir de un estudio comparativo el reconocimiento, a través de caracteres morfológicos, de las especies de quiróptero que habitan la zona. Esta autora establece significados ligados a la cosmología de los pueblos indígenas del Tairona con las regiones de Mesoamérica y el Caribe insular, vinculadas todas ellas por el culto al murciélago, desde el 1.000 a. C. hasta comienzos de nuestra era (véase Figura 3).
En las excavaciones realizadas en el valle de Carache (Venezuela) se recuperaron pendientes estilizados en forma de “ala de murciélago” a los cuales se atribuyeron diversos usos: instrumentos musicales, moneda, pectorales, insignias de caciques, tótem sagrado de los Andes o dios murciélago (Wagner, 1965). En la costa norte de Perú, las vasijas Moche (200 d. C. - 800 d. C.) poseen representaciones de sacerdotes/oficiantes, que “reciben la copa en el transcurso del sacrificio; lanzan jabalinas en el rito de ‘lanzamiento de flores’; vierten y transportan el líquido ceremonial en el rito de libación; extraen sangre de las bocas de los murciélagos vampiros y preparan líquidos ceremoniales en un conjunto de vasijas predestinadas para este fin” (Régulo, 2016: 19).
En la huaca de Dos Cabezas (valle de Jequetepeque) se encontraron tres tumbas asignadas a personajes oficiantes, que tienen como atributo la presencia de tocados o coronas metálicas decoradas, narigueras y finas piezas de cerámica con formas de murciélago, felinos, cóndores, reptiles, lobo marino, águila y loro (Donnan, 2003). Según D’Altroy (2002), durante el incario, las cuentas y brazaletes hechos de caparazones de Spondylus, oro y plata eran entretejidos en la tela de finos textiles llamados Cumbi. Los más extravagantes eran hechos de piel de vizcacha y pelo de murciélago.
La iconografía del murciélago en el repertorio arqueológico de Argentina
La presencia de murciélagos es recurrente en la iconografía del estilo Aguada (González, 1998; Laguens y Gastaldi, 2008). Según Llamazares (2006: 69), gran parte de la iconografía del periodo puede considerarse como arte chamánico o visionario, el arte de Aguada “es profuso en imágenes de personajes antropomorfos, felinos, serpientes, aves, saurios, vampiros y una multiplicidad de figuras geométricas”. González (1998) reporta la presencia de un murciélago sobre el tocado cefálico de un personaje modelado en un vaso del estilo Ambato negro grabado proveniente de Villa del Portezuelo (Catamarca). Por otra parte, en González (2007) se observan dos ejemplares modelados sobre el cuerpo de una vasija santamariana proveniente de Pueblo del Molino, Corral Quemado (Catamarca). En el modelado de sus figuras, estas fueron pintadas con formas circulares, las cuales podrían ser interpretadas como las manchas del pelaje de un felino (véase Figura 4).
En los materiales cerámicos del montículo de Casas Viejas en el valle de Tafí (Tucumán), Nasif y Gómez Cardozo (1999) realizaron un trabajo de identificación basado en el reconocimiento de caracteres externos. Entre los mamíferos identificados se reconoció un murciélago (familia Molossidae). Un detalle técnico extraordinario sobre esta pieza es la incrustación de mica (moscovita) en las cavidades oculares del animal (Dlugosz y Piñero, 2005). Igareta, Giambelluca y López (2017) realizaron identificaciones de motivos zoomorfos sobre piezas arqueológicas del NOA, en los que mencionan un murciélago (familia Noctilionidae), señalando su poca frecuencia en la región.
El murciélago en la cerámica Candelaria fue identificado por Krapovickas (1968), entre los materiales recuperados de la zona de Medina (Tucumán). El autor reconoce su representación en el borde de una vasija de color negro. Su modelado presenta cabeza plana y rectangular, ojos con forma de puntos y la boca es representada como un trazo; además, se observa la presencia de dos orejas grandes, planas y circulares, modeladas transversalmente a la cara. Por otro lado, en los sitios arqueológicos de El Cadillal (Tucumán), Berberián, Azcarate y Caillou (1977) recuperaron una escudilla proveniente de un contexto funerario con materiales del estilo Candelaria. Los autores identifican la figuración esquemática de un murciélago sobre el borde de la misma. Contamos también con la mención en Aráoz y Herrera (1999) de la posible figuración de un murciélago en un aerófono (silbato) proveniente de La Candelaria (Salta). Finalmente, Spano (2011) reconoce una posible figuración de murciélago en el borde de una vasija recuperada de un contexto cerámico afín al estilo Candelaria (valle de Yocavil, Catamarca).
Como síntesis, podemos entender la importancia que revistió la iconografía del murciélago, evidenciada desde sus primeras apariciones en el arte prehispánico. Sus connotaciones simbólicas y artísticas estuvieron presentes a lo largo del tiempo en prácticamente toda América. Resulta llamativo entonces que, si bien la temática de identificación faunística con criterios morfológicos se encuentra relativamente bien desarrollada dentro de la disciplina arqueológica (Berenguer, 1996; Cornero, 2019, 2020; Igareta, Giambelluca y López, 2017; Ottalagano, 2008), la identificación de la iconografía del murciélago para Candelaria no ha recibido la misma atención por parte de los investigadores (Moreno, 2017 y 2019). Entre los motivos que explican esta situación podemos mencionar: a) la escasez o discontinuidad de los trabajos realizados sobre el estilo Candelaria en general, y su repertorio iconográfico en particular, que obedecerían a la aplicación, por parte de los investigadores, de esquemas mentales y categorías que priorizaron lo “civilizado” sobre lo “salvaje”; b) las dificultades y desafíos logísticos que presentan los trabajos arqueológicos en el área boscosa pedemontana, donde la presencia de Candelaria es abundante (Gómez Augier, 2017; Miguez y Caria, 2015); y c) el escaso interés generado por la figura del murciélago, posiblemente condicionado por sus connotaciones negativas en el imaginario occidental, en el que se lo ha asociado a lo esotérico y paranormal, o su poco conocimiento popular en virtud de su etología de hábitos nocturnos o crepusculares (Cruz, 2007; Herrera et al., 2015; Roldán, 2013, Segovia Esteban, 2016).
Marco conceptual
Entendemos el estilo como una forma de hacer y una propiedad relacional que incluye las actividades de pensar, sentir y ser (Hodder, 1990). En ese sentido, el estilo Candelaria se constituye en una expresión de las actividades de los grupos prehispánicos que lo emplearon como medio de negociación con lo que, desde nuestra perspectiva, entendemos por naturaleza. Es decir, el estilo Candelaria manifiesta una perspectiva del mundo; sus materiales son utilizados para diferenciarse de otros grupos (humanos y no humanos), para dialogar con ellos, crear y transformar relaciones y, sobre todo, negociar su existencia mutuamente constituyente. Esto es posible ya que en sociedades no occidentales la tecnología es utilizada como medio de negociación y no de dominación de la naturaleza (Ingold, 1990).
En este trabajo, la unidad de análisis estará dada por el motivo, debido a que el mismo constituye una unidad de expresión que manifiesta una visión particular del mundo (Aschero, 1988). Los rasgos, en tanto, son aquellos atributos formales que ayudan a definir un motivo: cuanta mayor cantidad de rasgos de un animal, humano o planta se observen en un motivo, mayor será el grado de certeza con el que se podrá determinar la naturaleza del mismo.
Con base en la utilización de estos conceptos, se aplicará una metodología de reconocimiento biológico para la identificación de motivos arqueológicos, usando criterios morfológicos, anatómicos y biogeográficos combinados (Moreno, 2019; Moreno, Mollerach y Caria, 2019a, 2019b), que nos permitan problematizar la relación entre realidad y representación.
Por otra parte, nuestras interpretaciones se sustentan en las aproximaciones teóricas propuestas por Descola (2004, 2012), Tola (2008, 2012) y Viveiros de Castro (2002, 2004, 2013) para explicar los desarrollos socioculturales de grupos indígenas actuales de las tierras bajas sudamericanas. En ese sentido, partimos de una idea de simetría entre seres humanos y no humanos, los cuales son considerados agentes sociales, ya que poseen una interioridad común que los emparenta y permite el establecimiento de diferentes modos de relación. Es entonces sobre este imaginario social que intentamos explicar nuestro análisis.
Para contextualizar los materiales de Candelaria en una dinámica sociocultural tendremos en cuenta los siguientes aspectos presentes en algunas sociedades etnográficas de las tierras bajas de Sudamérica: 1) la dicotomía entre interioridades y fisicalidades universal, en lugar de la dicotomía naturaleza-cultura propia del pensamiento occidental (Descola, 2004, 2012; Tola, 2012); 2) pensar la humanidad como una condición, no como una especie (Descola, 1986); 3) la definición de un cuerpo humano no reducido a sus límites físicos, “un cuerpo poroso, múltiple, extenso, de fronteras borrosas” (Tola, 2012: 33); 4) la capacidad de transformación corporal/ontológica experimentada en el transcurso de la vida y durante la muerte de los seres humanos (Descola, 2012; Viveiros de Castro, 2004, 2013); 5) la capacidad de contagio de habilidades no humanas (Tola, 2008, 2012) mediante diversos mecanismos, como el contacto directo, que sería la utilización de partes de animales ya sea como vestimenta, amuleto o su consumo, o el contacto indirecto, como por ejemplo, los encuentros en sueños o en otros planos con diversos seres (Moreno, 2019), siendo el contagio o influencia un “término que alude al proceso de transmisión de las características formales o de comportamiento entre los nqui’i (almas) de entidades humanas y no humanas en momentos específicos del ciclo vital” (Tola, 2008: 9); y 6) finalmente, los complejos mecanismos que utilizaron dichas sociedades para la construcción/destrucción de cuerpos/sujetos/objetos (Descola, 2012; Viveiros de Castro, 2002, 2004, 2013).
Metodología
La metodología de trabajo estuvo dividida en cuatro partes: 1) análisis de fuentes bibliográficas, 2) análisis de colecciones arqueológicas, 3) análisis de caracteres morfológicos y anatómicos, y 4) integración de la información obtenida (Moreno, 2019; Moreno, Mollerach y Caria, 2019a, 2019b).
Análisis de fuentes bibliográficas y de colecciones arqueológicas
El estudio arqueológico implicó el análisis crítico de fuentes y antecedentes referentes a la problemática del periodo Formativo y del estilo Candelaria, focalizando el interés en los aspectos iconográficos, así como también en las características de la biota para el área de trabajo. La caracterización de cada ítem se efectuó teniendo en cuenta los conceptos postulados en la Primera Convención Nacional de Antropología (Convención Nacional de Antropología, 1966). Algunos parámetros fueron modificados para adaptarlos a necesidades específicas de nuestro trabajo y se agregaron nuevos ítems para un mejor registro de la información.
Con la información obtenida a partir de este análisis, se elaboraron fichas de registro del material cerámico, en las cuales se contemplaron aspectos tales como: número de pieza, forma (silbato, sonajero, figurina, pipa, puco, vasija, otro), medidas (alto y largo máximos), pasta (cocción, textura), cuerpo (base, asa, cuello), superficie (adherido, modelado, pintado, inciso, grabado), tratamiento (engobe, alisado, pulido, bruñido), número de la base de datos personalizada, número de registro de la colección, procedencia, motivos y observaciones. Estos datos fueron considerados con el fin de contextualizar el soporte sobre el cual se realizaron las representaciones.
Para el trabajo con las colecciones, se elaboró una nomenclatura específica con siglas para cada una de ellas, con el fin de facilitar el procesamiento de datos posterior.
Las 16 colecciones de nuestro estudio corresponden a instituciones de carácter público (museos, centros de interpretación) y privado (colecciones particulares) de las provincias de Tucumán, Salta y Catamarca (véase Tabla 1). En cada una de las colecciones se llevó a cabo un registro de las piezas cerámicas que se encontraban en exhibición y en el área de reserva. En todos los casos, luego del estudio de las colecciones, se procedió a la digitalización de los datos obtenidos (véase Tabla 2).
El registro se llevó a cabo mediante la selección previa de las piezas a analizar, es decir, aquellas que presentaban rasgos zoomorfos y especialmente con rasgos zoomorfos similares al murciélago. El registro fotográfico se realizó con cámara digital desde diferentes ángulos, para facilitar el trabajo de identificación en la etapa posterior. Las fotografías se procesaron con el programa Adobe Photoshop para mejorar su calidad y contraste. Estas fotografías se organizaron en archivos dentro de carpetas digitales en un ordenador. Por otro lado, se utilizaron también fichas personalizadas y libretas de campo, donde se anotaron aspectos de interés e información relevante de las piezas, como estado de conservación, procedencia, etc. Esta información fue complementada con dibujos en los siguientes casos: 1) cuando no fue permitida la toma de fotografías por parte del encargado de la colección, constituyéndose así en la única vía gráfica de registro; 2) para ilustrar rasgos iconográficos poco distinguibles en las fotografías; y 3) como registro adicional a las fotografías. Posteriormente, los dibujos fueron pasados a escala en formato digital. Finalmente, se llevó a cabo una consulta en la base de datos de los museos trabajados, a fin de obtener detalles sobre procedencia, contexto de hallazgo y número de registro de las piezas analizadas.
Análisis de caracteres morfológicos
Para el análisis iconográfico se definieron una serie de criterios y claves morfológico-anatómicas para la identificación de murciélagos (Moreno, 2019): a) cráneo con fosas orbitaria y temporal unidas; b) la región timpánica es sencilla, con el hueso timpánico de anillo; c) la postura de la cabeza es dorsal; d) los ojos son pequeños y poco desarrollados con ornamentaciones faciales; e) algunos han desarrollado extensiones carnosas alrededor y por encima de las fosas nasales (hojas nasales); f) hocico y orejas de tamaño y forma variable según la familia de murciélagos; g) las especies de vampiros poseen colmillos prominentes; h) el cuerpo posee generalmente cola y uropatagio; i) los miembros anteriores están modificados para volar; j) el pulgar es robusto y externo al ala (tiene una uña), el resto de metacarpios y falanges están especialmente alargadas para sostener el patagio (extensa y fina membrana de piel que permite el sustento en el aire).
Posteriormente, estos se extendieron a otros motivos identificados. A partir de ello, se obtuvo una guía para la identificación de zoomorfos (fauna), antropomorfos (humanos), híbridos (combinaciones entre rasgos de diferentes categorías), fitomorfos (vegetales) y otros motivos (no identificables). La misma es resultado de la información obtenida a partir de observaciones relativas a la comparación de rasgos morfológicos y anatómicos de las especies animales con respecto a los motivos zoomorfos identificados en las piezas cerámicas y las claves morfológicoanatómicas mencionadas en la bibliografía especializada sobre el tema (Barquez y Díaz, 2009; Barquez, Díaz y Ojeda, 2006; Barquez, Mares y Braun, 1999; Cabrera, Stazzonelli y Scrocchi, 2017; Narosky e Yzurieta, 2003).
Integración de la información
Para la integración y manejo ordenado de los datos obtenidos a partir del análisis arqueológico de colecciones, se elaboró una base de datos digitalizada. Esta incluye los campos mencionados anteriormente. Luego de la identificación de los motivos, se reorganizaron en una nueva base de datos fotográfica, esta vez agrupada según la identificación de motivos en cinco grandes categorías: antropomorfos, zoomorfos, híbridos, fitomorfos y otros. Finalmente, se elaboraron mapas de distribución teniendo en cuenta las áreas de procedencia de las piezas arqueológicas trabajadas.
Resultados
1) Análisis arqueológico de las colecciones
Dieciséis colecciones públicas y privadas fueron examinadas en búsqueda de piezas con representaciones zoomorfas, con énfasis en la figura del murciélago; once de ellas en la provincia de Tucumán, cuatro en la provincia de Salta y una en la provincia de Catamarca.
Se incluyeron un total de 176 piezas del estilo Candelaria del primer milenio d. C. La distribución cuantitativa de las piezas por forma/función es la siguiente: 90 vasijas (51,13%), 65 fragmentos cerámicos (36,93%), 7 pipas (3,97%), 6 pucos (3,40%), 5 silbatos (2,86%), 2 figurinas (1,14%) y 1 sonajero (0,57%).
2) Análisis de caracteres morfológicos
Luego de delimitar el área para el estilo Candelaria, se llevó a cabo una búsqueda intensiva del hábitat geográfico de cada una de las especies de murciélagos (Barquez y Díaz, 2009; Barquez, Mares y Braun, 1999). Con esto se logró acotar el número de especies a solo 28, las cuales poseen su hábitat en el área de estudio. Su distribución actual y cantidad se detalla en la Tabla 3.
Como resultado del análisis de las 176 piezas se pudieron identificar 202 motivos distribuidos de la siguiente manera: 133 motivos zoomorfos (65,86%); 27 motivos híbridos (13,36%); 26 motivos antropomorfos (12,87%); 11 motivos fitomorfos (5,44%) y 5 otros motivos (2,47%). Los taxones identificados dentro de los motivos zoomorfos se detallan a continuación (véase Tabla 4). En el caso particular del total de los motivos híbridos, se identificaron las siguientes combinaciones: antropomorfo/zoomorfo indeterminado (29%); antropomorfo-ornitomorfo (29%); mayuato-ornitomorfo (11%); antropomorfo-camélido (7%); antropomorfo/zoomorfo indeterminado/ornitomorfo (4%); antropomorfo-mayuato (4%); antropomorfotortuga (4%); antropomorfo-strigiformes (4%); zoomorfo-indeterminado/zoomorfoindeterminado (4%) y tapir-ornitomorfo (4%).
La figura del murciélago fue reconocida en dos instrumentos musicales del estilo Candelaria, ambos provenientes del sector oriental boscoso del área de trabajo. El primero es un silbato proveniente de La Candelaria (Salta), identificado con la sigla CYB-2, y el segundo es un sonajero proveniente de Tafí Viejo (Tucumán), identificado con la sigla MAC-10. Ambos instrumentos provienen de contextos funerarios (véase Figura 5).
3) Integración de la información
La base de datos resultante permitió entrecruzar la información arqueológica correspondiente a las piezas estudiadas: contextos, procedencias y otros aspectos de interés.
Discusión
La identificación del murciélago en Candelaria
Como ya se mencionó en el apartado de antecedentes, la figura del murciélago fue identificada en piezas cerámicas procedentes de nuestra zona de estudio por Dlugosz y Piñero (1999); Igareta, Giambelluca y López (2017) y Nasif y Gómez Cardozo (1999). Específicamente para piezas de estilo Candelaria las referencias corresponden a las mencionadas por Aráoz y Herrera (1999); Berberián, Azcarate y Caillou (1977) y Krapovickas (1968).
Debemos señalar que en lo referente a la imagen del murciélago descrito por Krapovickas (1968) no contamos con registros de ninguna clase, por lo que su asignación mediante criterios arqueológicos a un taxón determinado, como los señalados por el referido autor, podría resultar errada o diferente a la utilizada en este trabajo de acuerdo a los criterios de identificación propuestos. Por otro lado, la mención de un “murciélago esquemático” (Berberián, Azcarate y Caillou, 1977: 47) en materiales provenientes de un contexto funerario de El Cadillal plantea interrogantes sobre los criterios utilizados para su identificación y adscripción. Creemos que estas, y otras identificaciones faunísticas, deben ser revisadas a la luz de criterios de identificación claros y explícitos, con la participación de especialistas. Más allá de estas consideraciones, reconocemos el valor de estos trabajos ya que constituyen antecedentes directos sobre la representación de Chiroptera (murciélagos) en piezas cerámicas de estilo Candelaria.
En nuestro estudio, luego de cruzar información ambiental, etnográfica e histórica, y dada la amplia distribución de Chiroptera en esta zona, el resultado no fue el esperado en términos cuantitativos, ya que de la muestra total de 202 motivos, solo dos se corresponden con murciélagos.
El resultado obtenido obliga a replantearnos las hipótesis respecto a que la baja representatividad del murciélago en Candelaria se debía a la falta de planteamientos teórico-metodológicos en torno a la figura del murciélago, ya que, a pesar de haber llevado adelante una investigación específica sobre el tema en una muestra de 176 piezas, solo se identificaron dos murciélagos figurados sobre dos instrumentos musicales del estilo Candelaria.
Podemos decir entonces que la baja representatividad de la figura del murciélago en trabajos previos podría estar dada por una notable escasez o ausencia de los mismos en el registro arqueológico. Esto abre la puerta a nuevos interrogantes que deberán ser tratados en futuras aproximaciones.
Si bien la frecuencia de representación de estos animales es baja en comparación con otros taxones, resulta interesante que en ambos casos sus representaciones fueron modeladas sobre objetos musicales, correspondientes a un silbato (CYB-2) y un sonajero (MAC-10).
Con anterioridad, Aráoz y Herrera (1999: 158) mencionaron que el silbato analizado por nosotros (CYB-2) posee representado “un murciélago o un quirquincho”. Sobre la base de nuestra identificación, consideramos que el ejemplar modelado es un murciélago. En esta pieza se observa un animal que no presenta miembros anteriores, pues solo se observan los miembros posteriores. En el dorso y el frente se observan marcas cuadriculadas y regiones sin marcar, estas regiones sin marcas en los laterales y hacia la región dorsal las interpretamos como la presencia de alas plegadas. En la región de la cabeza se observa una nariz levantada y aplanada, con ojos cerrados, pero con párpados marcados; sus orejas son levemente superiores a la región del cráneo y se encuentran bien definidas, presentando un aspecto redondeado. En su rostro se observa bien definida la nariz, con un borde muy marcado en la región dorsal de la misma, sobre las fosas, como si fuese un pliegue. Si bien esta figura zoomorfa podría confundirse con la forma de un coatí, por la apariencia de su rostro, o bien con un pecarí, la falta de extremidades anteriores y los dibujos en forma de alas en la región posterior lateral nos permiten sugerir que podría tratarse de un murciélago. Aunque se trata de una interpretación, se puede decir que los únicos murciélagos que se encuentran en la región que presentan ese pliegue en la nariz corresponden a la familia Phyllostomidae (Barquez y Díaz, 2009).
Por otra parte, el sonajero (MAC-10) presenta una serie de caracteres morfológicos que permitieron realizar una identificación más precisa del mismo. Dicha aproximación se sustenta en rasgos característicos del rostro y en la forma y ubicación de las orejas. Las narinas representadas están dirigidas hacia la región anterior, coincidiendo con uno de los caracteres asignados a la familia Phillostomidae (Barquez y Díaz, 2009). Sus colmillos, correspondientes a dientes incisivos, podrían estar representando una característica sobresaliente de murciélagos hematófagos (vampiros). Por lo anterior, es posible proponer que la representación plasmada en la pieza correspondería a un ejemplar de la subfamilia Desmodontinae, la cual posee solo tres especies: Desmodus rotundus, Diaemus youngi y Diphylla ecaudata. Esta última especie no se encuentra en esta región, mientras que la segunda es muy escasa; por consiguiente, si nuestra interpretación es correcta, el ejemplar analizado debería corresponder a una representación de Desmodus rotundus.
La importancia del murciélago en Candelaria
La escasa representación del murciélago en la muestra analizada contrasta con otras regiones del continente como México, Centroamérica o el norte de Sudamérica, donde es comúnmente representado y es considerado un animal sagrado o una deidad (Acevedo Coy, 2016; Cruz, 2007; Herrera et al., 2015; Retana Guiascón y Navarijo Ornelas, 2007; Wagner, 1965). Por otro lado, lo observado en Candelaria es coherente con materiales procedentes del área Tairona (Venezuela), donde gran parte del material correspondía a vampiros y humanos-vampiros, muchos de los cuales se encontraban representados en instrumentos musicales como silbatos, ocarinas y flautas (Acevedo Coy, 2016).
Luego de haber realizado un estudio minucioso sobre la figura del murciélago, consideramos que la escasez de sus representaciones podría encontrarse en la dificultad para avistarlos fácilmente durante horas diurnas, con excepción de situaciones especiales. Por otra parte, el murciélago podría considerarse un animal de importancia para determinado grupo social o para algunas ocasiones ceremoniales. En este caso habría tenido una relevancia especial, por ejemplo, en el contexto de la actividad chamánica. Esta interpretación se ve reforzada por el hecho de que las dos únicas piezas con representaciones de murciélagos se realizaron sobre instrumentos musicales. Los objetos musicales son considerados como poderosos instrumentos del trabajo chamánico (en conjunto con pipas o tabletas para consumo de sustancias enteógenas) que les permiten acceder a estados alterados de consciencia. Estos elementos funcionan como herramientas que colaboran en la transformación del chamán para realizar curaciones, viajes, ataques espirituales o el diálogo con entidades no humanas, entre otras actividades propias de su papel en la comunidad (Descola, 2012; Viveiros de Castro, 2013).
En consonancia con lo anterior, debemos tener en cuenta la capacidad de vuelo de los murciélagos. Esta característica es compartida con las aves, consideradas los animales por excelencia del vuelo chamánico (Miguez et al., 2013). Podríamos argumentar que los murciélagos habrían ocupado, junto a ellas, un lugar similar en esta actividad mágico-religiosa según la visión de estos pueblos, tal como sucede en otras partes del mundo. Otro ejemplo de la importancia ritual de estos animales la encontramos en las sesiones de sacerdotes-oficiantes de Perú, en las cuales se utiliza sangre de murciélago para prácticas curativas (Régulo, 2016). En el noroeste argentino, el estilo cerámico de Aguada, también correspondiente al primer milenio d. C., es considerado por algunos autores como la manifestación de un arte chamánico o visionario (Llamazares, 2006). Entre sus representaciones recurrentes se menciona la figura del vampiro (González, 1998; Laguens y Gastaldi, 2008). Un ejemplo claro de lo anterior lo observamos en la representación del antropomorfo con tocado cefálico de murciélago, el cual podría estar representando un atributo chamánico (González, 1998; Nastri, 2008). Es importante destacar que las representaciones de murciélagos encontraron su continuidad en cerámicas tardías del estilo santamariano (González, 2007), en asociación con las manchas del pelaje típicas del felino.
La representación del murciélago hematófago en el sonajero MAC-10 nos da la idea de la importancia otorgada a la especie Desmodus rotundus y a sus hábitos alimenticios en torno al consumo de sangre. Según algunos grupos indígenas, este fluido preserva la energía vital y el espíritu de los seres vivos. De las 1.100 especies de murciélagos en el mundo, solo tres poseen hábitos hematófagos; sin embargo, en el contexto arqueológico estas suelen ser proporcionalmente mucho más representadas que el resto de especies del orden Chiroptera (Acevedo Coy, 2016). En este sentido, depredar su espíritu podría dotarles de diversas facultades corporales y temperamentales propias de los seres de los cuales se alimenta (mamíferos, aves, animales domésticos e incluso sangre humana). Esta característica biológica podría llevar a considerar al vampiro como un depredador por excelencia, facultad muy importante y tenida en cuenta para venerar a una especie como animal de culto en sociedades de las tierras bajas sudamericanas, como en el caso de los felinos. Por otra parte, una característica llamativa de Desmodus rotundus es que puede desplazarse caminando hacia sus presas (a cuatro patas), e incluso puede caminar erguido durante breves periodos de tiempo, un rasgo que podríamos considerar como antropomórfico (Altenbach, 1979). Esta predación y apropiación de otras subjetividades podría ser un factor tenido en cuenta por chamanes, quienes realizan esta misma actividad por medio del uso de fluidos o partes corporales de animales para adoptar sus perspectivas y entablar el diálogo con seres no humanos.
Por otra parte, los murciélagos son animales cuyo hábitat y comportamiento permiten vincularlos claramente con fuentes de agua, donde su observación sería más fácil de realizar. Esto encuentra relación con el repertorio faunístico, humano y no humano presente en Candelaria (motivos cruciformes, antropomorfos cargando cántaros, etc.). En este sentido, el taxón faunístico con mayor representación fue el Mayuato (Procyon cancrivorus), un animal fuertemente asociado con entornos ribereños (Moreno, 2019).
Si consideramos las piezas cerámicas de Candelaria como ontológicamente equivalentes a entidades biológicas (humanos o animales, por ejemplo), y entendemos las corporalidades de los seres, sus hábitos y efectos como paquetes de afectos (Alberti, 2014; Alberti y Marshall, 2009), podemos suponer que el vampiro del sonajero MAC-10 se alimentaría tanto del espíritu de seres animados de carne (sangre) como de otros cuerpos cerámicos (agua). A partir de la predación y consecuente apropiación de cuerpos y afectos, y la asimilación de su energía vital, quienes se contactan con partes corporales de un murciélago (biológico o cerámico) pueden asumir múltiples perspectivas como una manera de desarrollar una hípersubjetivación con respecto a los seres del entorno habitado. Como sabemos, los especialistas en el arte del esquematismo corporal son los chamanes/machis. Estos sujetos son también mediadores entre diferentes culturas humanas (grupos indígenas) y no-humanas (vasijas animadas, plantas, animales, fenómenos “naturales”, etc.); en ese sentido, podríamos entender su función en este mundo antropomorfizado como la de passeur culturel (Ares y Gruzinski, 1997). Por otra parte, a diferencia del murciélago, para incorporar otra perspectiva, capacidades y hábitos, el chamán/machi se viste con el ropaje de otros seres no humanos (Viveiros de Castro, 2004); sin embargo, existe también la posibilidad de incorporar capacidades de animales por contacto directo (Moreno, 2019). Un ejemplo de ello sería el contagio de capacidades mediante el consumo de ciertas especies animales, las cuales poseen una relación directa con sus hábitos en la visión de algunos pueblos indígenas, como es el caso de los tobas (qom) y otros grupos del vecino territorio del Chaco argentino (Tola, 2008, 2012).
Si entendemos estos instrumentos musicales como herramientas del trabajo chamánico que posibilitarían la transformación corporal (para la realización de determinados propósitos) y tenemos en cuenta que las dos representaciones de murciélago se materializaron sobre objetos de esta naturaleza (los cuales son escasos en Candelaria), creemos que su papel en ceremonias tendría una importancia vital. Entonces, otras maneras de adoptar sus capacidades podrían ser entrar en contacto con piezas-murciélago y ejecutar sonidos agudos durante estos rituales (como en el caso del silbato CYB-2), los cuales nuevamente tienen una relación con este grupo de mamíferos, ya que estos emiten sonidos de alta frecuencia. En ese sentido, resulta importante remarcar que en ambas piezas se diferenciaron claramente los rasgos del rostro, mientras que el resto del cuerpo estaba ausente (en el caso de MAC-10), o existía una escasa preocupación por representarlo en detalle (en el silbato CYB-2); esto también podría estar marcando los atributos de mayor importancia a la hora de un posible uso de los mismos que, como dijimos anteriormente, creemos que tienen una función ritual para ser utilizada por miembros con experiencia en el arte del esquematismo corporal.
Conclusión
En América la figura del murciélago parece responder a una lógica dual: diferentes sociedades no occidentales lo asociaron con el inframundo, la oscuridad, la noche, la muerte y lo esotérico, y al mismo tiempo fue también reconocido por su papel en la regeneración de los bosques, como polinizador, vinculándolo a la sexualidad, la fertilidad y el resurgimiento de la vida. Por otra parte, en el imaginario occidental, el conocimiento parcial de sus hábitos y su naturaleza llevó a considerarlos como animales peligrosos y negativos.
Consideramos, en ese sentido, que la metodología desarrollada fue adecuada para alcanzar los objetivos propuestos en este trabajo. Mediante su aplicación se identificaron, en clave biológica, representaciones faunísticas que dan cuenta de una diversidad que había pasado hasta ahora desapercibida, incluyendo especies conocidas y taxones que representan una novedad en el estilo Candelaria. Junto a este trabajo de reidentificación y reclasificación de animales, los cuales resultan proporcionalmente mayoritarios respecto al total de piezas consideradas (66%), se avanzó en el análisis de otros elementos iconográficos, frecuentemente asociados, correspondientes a figuras humanas de estilo naturalista, seres híbridos humanoanimal, animal-animal y fitomorfos.
Esta nueva situación de complejidad en torno a la iconografía candelaria se constituye como una oportunidad para aproximarnos a los caracteres biológicos de las especies representadas y de esa forma nutrir el cuerpo de investigaciones en las ciencias sociales mediante aproximaciones interdisciplinarias que permitan conocer de manera más certera la naturaleza de las relaciones sociales entre seres humanos, animales y vegetales.
A partir de la información y los datos presentados en este trabajo, y de los antecedentes etnográficos y arqueológicos analizados, postulamos que la iconografía del murciélago en el estilo Candelaria estaría vinculada a cuestiones mágicas como parte de las herramientas de trabajo del chamán, en su papel de intermediario cultural entre diferentes culturas (o naturalezas) humanas y no humanas. De esta forma, estas representaciones posiblemente sirvieron para desarrollar relaciones de predación, protección y reciprocidad entre seres humanos y no humanos, que corresponden con lo observado en otras partes de América. Esta explicación encuentra sustento en los siguientes aspectos:
Moreno (2019) propuso la existencia de un campo social extendido de relaciones entre humanos y no humanos basado en diferentes modos de relación entre sujetos sociales. Dentro de este campo, las diferentes especies están íntimamente relacionadas en una gran cadena trófica que va desde los seres más ínfimos hasta los espíritus caníbales. Las fronteras de dicho campo social no están limitadas al entendimiento de la humanidad como especie, sino a la humanidad como una condición. Consideramos válida la dicotomía entre interioridades-exterioridades en lugar de la dicotomía naturaleza-cultura, dominante solo en el pensamiento occidental (Descola, 2012). Ello abre la posibilidad de considerar a los animales y otros seres no humanos como potenciales agentes sociales dotados de subjetividad y conciencia, motivo por el cual los grupos prehispánicos de Sudamérica establecieron una comunicación y relaciones de protección, seducción, hostilidad, alianza o intercambio de servicios con estos seres (Descola, 2012). En contextos sociales no occidentales, la tecnología es utilizada para negociar con las fuerzas de la naturaleza, la cual es continuamente “antropomorfizada” por las cosmologías indígenas de las tierras bajas de América del Sur (Descola, 2004, 2012; Viveiros de Castro, 2002, 2004, 2013).
Consideramos que la articulación de variables provenientes de análisis sociales y biológicos en esta problemática posibilita el planteamiento de la discusión desde una perspectiva complementaria, y contribuye a una mejor comprensión de los modos de vida e interacción humano-ambiente de las sociedades prehispánicas del NOA. Los resultados obtenidos y las interpretaciones realizadas desde diversos enfoques y puntos de vista sobre la figura del murciélago y el repertorio iconográfico asociado, habilitan una serie de preguntas y el abordaje de múltiples líneas de aproximación que deberán ser desarrolladas en futuras investigaciones.
Agradecimientos
Este trabajo se enmarca en el proyecto PIUNT 26/G610 y contó con el financiamiento de la Secretaría de Ciencia, Arte e Innovación Tecnológica de la UNT, en el marco de una beca CIUNT 2016. Agradecemos a la Colección Mamíferos Lillo de la Facultad de Ciencias Naturales e IML de la UNT, por permitirnos la utilización de los ejemplares como material de referencia.
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