Reseña

Antropologías del cristianismo. Perspectivas situadas desde el Sur, de Esteban Rozo y César Ceriani Cernadas (editores académicos)1

Marisol Grisales Hernández*
Universidad de los Andes, Colombia

Antropologías del cristianismo. Perspectivas situadas desde el Sur, de Esteban Rozo y César Ceriani Cernadas (editores académicos)1

Boletín de Antropología, vol. 38, núm. 66, pp. 137-141, 2023

Universidad de Antioquia

Empecemos por lo evidente. El libro tiene una hermosa cubierta y la elección de la imagen no pudo ser más acertada. De autoría de J. M. Gutiérrez de Alba (1884), ella representa la Fiesta del Angelito a finales del siglo XIX; se trata de un grupo de indios que conducen el cadáver de un niño al cementerio después de muchos días de baile. Esta ilustración da cuenta de una de las tantas formas en que se escenifica y experimenta la muerte en las sociedades nativas. Su persistencia, para finales del siglo XIX, da cuenta de la coexistencia de formas de religiosidad indígena que cohabitan con otras formas de religiosidad cristiana, pese a la larga presencia de las misiones evangelizadores en América.

El estudio de las religiones ha sido un tema central en la antropología desde sus inicios disciplinares. Podríamos decir que algunos de sus aspectos centrales de análisis son: el ritual, el mito, los procesos de conversión, el parentesco e incluso la política y la economía, los cuales han sido analizados como campos intrínsicamente articulados a la religión en las sociedades nativas. De ello dan cuenta los trabajos, ya clásicos, de Bronislaw Malinowsky, Max Gluckmann y Víctor Turner, entre otros. Por su centralidad, hay toda una especificidad de estudios concentrados en lo que es una sub-disciplina en sí misma: la antropología de las religiones. Con esto en mente, es importante preguntarnos, entonces, ¿cuál es la novedad del libro Antropologías del cristianismo?

El libro, como lo plantean sus editores, es un primer intento entre algunos investigadores de Colombia y Argentina, y en menor medida de Chile y Brasil, por pluralizar el campo de estudios antropológicos y de otras ciencias afines sobre los cristianismos latinoamericanos; de esta apuesta por la pluralidad se desprende, precisamente, el tema y la crítica principal del libro. Los autores se distancian del etnocentrismo que ha atravesado los estudios del programa de investigación “antropología del cristianismo”, liderado por Joel Robbins, que surgió en la academia anglosajona durante los últimos 20 años y se ha autoproclamado como fundador de una “nueva” perspectiva que estudia el cristianismo en sí mismo: no como parte de la religiosidad, sino como una cultura.

Ahora bien, el objetivo de sus autores es dar cuenta de la diversa producción intelectual que ya existía y se sigue produciendo por fuera de Norteamérica. No olvidemos que en Latinoamérica ya hay una larga trayectoria de estudiosos en historia, sociología, antropología y otras ciencias sociales que han venido indagando por el papel del cristianismo, sea este católico o protestante, en diversas sociedades. Por ejemplo, la historiografía sobre las misiones religiosas que tuvieron lugar en Suramérica entre los siglos XIX y XX es bastante extensa. Esta se empieza a dar desde lecturas apologéticas realizadas por integrantes de las instituciones religiosas desde principios del siglo XX; luego, en los años sesenta, aparecen estudios hechos por antropólogos e indigenistas desde una perspectiva de denuncia, dados los impactos negativos de las misiones sobre los indígenas; y desde la década de los años noventa, se ha evidenciado la relación entre las misiones y la construcción del Estado, así como la agencia de los múltiples sujetos que intervienen en estos espacios, sus formas de resistencia y negociación, además de los múltiples conocimientos que emergieron de esta experiencia de evangelización2.

En esa medida, la experiencia latinoamericana evidencia la heterogeneidad de aspectos y definiciones culturales que pueden comprender los cristianismos, así, en plural, porque existen distintos tipos como experiencias religiosas. Aun así, como critican varios autores en el libro, la “antropología del cristianismo” anglosajona desconoce la producción académica latinoamericana que poco se lee por fuera del sur. En resumen, el libro es una crítica poscolonial.

Pasemos a hablar sobre su estructura. Esta se compone de tres partes: la primera, titulada “Cristianismos, culturas y modernidades”, es una aproximación teórica e historiográfica en la que Alejandro Martín López, Gustavo Ludueña y Agustina Altman discuten acerca de los alcances y las limitaciones del programa de investigación anglosajón “antropología del cristianismo”, en contraste con los abordajes y enfoques situados y hechos desde Latinoamérica. La “antropología del cristianismo”, esa que el libro critica por hegemónica, ha insistido en la importancia del abordaje de carácter etnográfico y comparativo de las experiencias cristianas; tal empresa no puede ponerse en duda, pero en este propósito, los autores evidencian los vacíos o los temas olvidados que ya habían sido tratados desde las periferias, especialmente en Suramérica. Uno de los principales problemas ha sido el sesgo en la perspectiva norteamericana, pues desde allí se analiza al cristianismo desde el modelo protestante, razón por la cual las investigaciones se concentran en las misiones de este tipo de cristianismo, dejando de lado otras experiencias religiosas como el catolicismo. Ello da cuenta de la profunda incidencia de la mentalidad protestante en la cultura y en la academia norteamericanas y del desconocimiento, frente al caso latinoamericano, de la profunda influencia del catolicismo en todos los ámbitos de la sociedad.

La segunda parte, “Misiones indígenas y poscolonialidad”, es un compilado de cuatro trabajos interdisciplinarios de carácter etnográfico e histórico. Los investigadores se sitúan en diversas experiencias enmarcadas en los procesos de misionalización católica y evangélica en sociedades indígenas presentes en las tierras bajas de la Amazonía y el Gran Chaco entre los siglos XVIII y XX. La traducción del artículo de Paula Montero que abre ese apartado es una crítica a la dupla dominación /resistencia desde la que han sido leídas las misiones. En este aspecto profundizan los trabajos de Esteban Rozo, César Ceriani y Camilo Mongua, quienes analizan las intermediaciones, influencias y formas de producción de la otredad entre indígenas y misioneros; se puede decir que sus trabajos son una reconceptualización de las nociones de creencia y conversión. Al traer a colación la apuesta poscolonial, el libro “busca ir más allá de entender los proyectos de evangelización cristiana como un simple instrumento de dominación colonial” (p. 9). Esto, por cuanto los cristianismos coexisten con otras formas culturales nativas. Por ello, los estudios sobre el cristianismo deben partir de una mirada más global que conecte los centros con las periferias. Entre los estudios de esta segunda parte, me gustaría profundizar en el ensayo etnográfico del profesor Esteban Rozo: el autor analiza las relaciones e interconexiones entre las narrativas indígenas y misioneras sobre la conversión al cristianismo y la manera como se influenciaron mutuamente en el contexto de la evangelización de la Misión Nuevas Tribus en la Amazonía colombiana en la segunda mitad del siglo XX; aun así, son pocos los trabajos en la historiografía de las misiones en Colombia que han profundizado en esta perspectiva.

La tercera y última parte, “Presencias y materialidades católicas”, analiza las prácticas devocionales y las configuraciones religiosas del catolicismo en contextos urbanos y rurales. Allí el lector podrá encontrar dos aportes: uno, de Hugo Cárdenas, sobre la Fraternidad Sacerdotal Pío X en Bogotá, y otro, de Bernardo Jiménez, sobre religiosidad popular y marianismo en el Norte Grande de Chile; ambos estudios analizan estas prácticas en el tiempo presente. Es de destacar el trabajo de Hugo Cárdenas en su estudio sobre las misas de católicos tradicionales en que se pregunta por cómo la presencia real de Cristo se hace presente en la misa a través de las formas materiales, corporales y sensitivas de los creyentes. Este estudio de las materialidades enfatiza en la manera que los creyentes se relacionan con lo sagrado en el marco de lo humano y lo no-humano. Es de resaltar que en el texto de Cárdenas se parte de la experiencia cotidiana de los creyentes para comprender lo que significa ser católico, y es que esto tiene diferentes significados incluso al interior de la Iglesia católica; como lo menciona Agustina Altman en el libro, no se trata simplemente de una adscripción religiosa, sino “de una forma de actuar, pensar, ver el mundo y construir la experiencia cotidiana del habitar” (p. 146).

La diversidad de estudios teóricos, históricos y etnográficos que contiene el libro son un aporte que sigue enriqueciendo la historiografía sobre los cristianismos y los procesos de misionalización desde enfoques renovados. Aun así, un gran ausente en el libro, como en muchos de los trabajos que se han hecho sobre misiones en el país, es la producción académica hecha directamente por miembros de las comunidades indígenas evangelizadas. Sin embargo, ¿cómo dialogar con las perspectivas indígenas más allá de la dupla dominación/resistencia?, especialmente reconociendo la importancia de la denuncia de los procesos de evangelización en la recuperación de la memoria histórica de estas comunidades.

Finalmente, cabe preguntarnos, más allá de este primer intento, ¿cómo seguir reflexionando sobre el profundo vínculo del cristianismo en la conformación de la antropología? En la academia colombiana ha existido cierto sesgo intelectual por parte de algunos antropólogos en estudiar las misiones católicas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX3; esta tarea se les ha relegado a los historiadores, tal vez por no ser experiencias susceptibles de etnografiar en el presente; incluso, las obras de Juan Friede (1963) y Víctor Daniel Bonilla (1968) tienen mucho reconocimiento en el análisis de las misiones como un instrumento de dominación al servicio del Estado colombiano para la explotación de las sociedades indígenas. Esto ha invisibilizado el conocimiento que se produjo desde los misioneros católicos. En contraste, desde mediados del siglo XX, con la profesionalización de la antropología en el país, siempre se ha reconocido el trabajo de los misioneros protestantes, por ejemplo, del Instituto Lingüístico de Verano, y sus aportes a la antropología, especialmente, en el campo de la lingüística.

Bibliografía

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Grisales Hernández, Marisol (2022). Gobierno delegativo: tutelaje y concesión en la incorporación de los motilones a la nación colombiana (1863-1983). Tesis de doctorado en historia, Departamento de Historia, Universidad de Los Andes. Colombia.En línea: https://repositorio.uniandes.edu.co/handle/1992/55585

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Notas

1 Publicado por la Universidad del Rosario en el 2022.
2 Ver: Bidegain (1996: 12), García (2001: 18), Grisales Hernández (2022: 15) y Kuan (2022: 231).
3 Algunas excepciones serían los trabajos de Augusto Gómez (2010), Bastien Bosa (2015), Gabriel Cabrera (2015), Marisol Grisales Hernández (2019), Aura Reyes (2021) y Esteban Rozo (2018).
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