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Presentación del dossier. Retos, dilemas y tensiones de la intermediación y la investigación social posicionada
Boletín de Antropología, vol. 39, no. 67, pp. 11-17, 2024
Universidad de Antioquia

El dossier “Retos, dilemas y tensiones de la intermediación y la investigación social posicionada” surgió del interés por publicar y ampliar la circulación de trabajos y reflexiones compartidas en el espacio del seminario “Reflexiones metodológicas y posicionamiento de investigadoras e investigadores en la investigación”, llevado a cabo durante 2022 y 2023. Este seminario formaba parte del eje de trabajo 3 “Circulación de saberes, construcción de regímenes de legitimidad y dinámicas de poder” del Laboratorio Mixto Internacional LMI-MESO “Gobernanza, Movilidades y Recursos en la Cuenca Centroamericana”, organizado por el IRD (Francia), el CIESAS (México), la Universidad Nacional de Costa Rica y FLACSO (Costa Rica)1.

Este semanario reunió a investigadoras e investigadores que reflexionaron sobre las tensiones, dilemas y el tipo de conocimiento y ciencia que se produce a partir de las intermediaciones (legales, políticas, sociales, lingüísticas, emocionales, feministas, antirracistas, etc.) que tienen lugar en diversos escenarios y contextos en Latinoamérica. Durante las sesiones del seminario, coordinado por Claudine Chamoreau, Natalia De Marinis y Carlos Correa Angulo, los entrecruzamientos entre el posicionamiento y la intermediación/mediación fueron cobrando especial relevancia tras las presentaciones de las y los colegas.

Partimos de la idea de que las preguntas sobre las acciones compartidas y la investigación co-labor, que han estado en el eje de muchas reflexiones acerca del papel de las ciencias sociales en contextos de violencias, racismos y desigualdades (Leyva Solano et al., 2011), se pueden ver enriquecidas desde el análisis de la intermediación, con poca o escasa atención en el desarrollo de las metodologías reflexivas (Vidal, 2015), en contraste con los trabajos sobre los mediadores/intermediarios como figuras clave en muchos de los fenómenos que investigamos.

Tras las sesiones de este seminario llegamos a la conclusión de que la investigación en ciencias sociales cada vez más enfrenta desafíos que llevan al límite sus fronteras disciplinares y epistemológicas. Sumado a ello, la demanda por el posicionamiento de investigadores e investigadoras frente a los problemas que investigan se ha vuelto no solamente necesario sino fundamental, sobre todo si se busca adquirir una comprensión más profunda y empática de los procesos bajo escrutinio, que involucran a personas, organizaciones y grupos con los que se trabaja. Ya no se trata únicamente de desafíos metodológicos que ponían a prueba nuestra pericia para abordar problemáticas complejísimas que usualmente requerían de enfoques transdisciplinarios. En este momento, la investigación social implica involucramientos a niveles colaborativos más comprometidos que vuelven borrosos los límites entre investigación y activismo, trabajo colaborativo e incidencias.

Esto no quiere decir que el trabajo de investigación en ciencias sociales se haya vuelto mucho más llevadero o amigable -por no decir fácil-; por el contrario, investigadores e investigadoras tienen que enfrentar altos costos personales, sortear tensiones y pulir capacidades comunicativas de mediación que antes eran acciones “alternativas” en la investigación. Además de esto, el incremento de la violencia y el avance de las políticas de promoción de la muerte, no solo de personas y comunidades sino de territorios y recursos naturales difícilmente recuperables, ha obligado a hombres y mujeres a encarar y combatir desigualdades y violencias que no están en un espacio abstracto, sino que afectan la reproducción material y cultural de sus vidas y las de sus comunidades. Las investigadoras e investigadores en las ciencias sociales han estado a la saga de estos cambios, algunas veces resistiéndose como mejor pueden a la demanda del mercado académico que ve en estos temas una mina de oro para la producción de conocimiento. En contraste, desde la investigación social hemos buscado alinearnos colaborativamente con la demanda por justicia social, reconocimiento y reparaciones que demandan organizaciones sociales, grupos y comunidades con los que trabajamos. Sin embargo, la investigación comprometida y colaborativa no siempre es una opción o una escogencia, a veces resulta un involucramiento inevitable dadas las condiciones y circunstancias del trabajo de campo.

Por otra parte, hay que decir que los trabajos sobre intermediación han privilegiado una visión estructurante. Estos han sido desarrollados fundamentalmente en el campo de la política, las finanzas, la micro economía y en el contexto de las transformaciones agrícolas del campo. Estos enfoques sobre la intermediación han empleado una visión vertical de las formas de intermediación/mediación deteniéndose en las figuras de los intermediarios, llamados en la antropología cultural brokers, importantes en los contextos de transiciones y cambios socio-culturales tanto a nivel local como global; sin embargo, estos trabajos han dejado de lado el papel de las intermediaciones mismas, que en un sentido más amplio también pueden ser vistas como las distintas modalidades de enfoques, posicionamientos y herramientas de investigación, como lo ilustra en este dossier el uso de la etnografía en contextos de violencias y racializaciones de la diferencia social entre ciertos grupos vulnerabilizados.

En este dossier, las reflexiones sobre intermediación/mediación giran en torno a dos ejes. El primero tiene que ver con abordar enfoques teóricos y metodologías participativas como nuevos terrenos y modalidades de intermediación/mediación en la investigación social; la intermediación/mediación aquí es vista como una toma de posicionamiento explícita y decolonial, con perspectiva de género, que se esfuerza por acortar la distancia entre investigadores/ as y organizaciones o grupos con quienes trabajan. Esto no significa que se hayan reducido o eliminado las relaciones de poder; no obstante estas, así como los privilegios, las diferencias de estatus social y los capitales simbólicos son objeto de escrutinio y reflexión durante el trabajo de campo y se hacen explícitas desde el inicio de las colaboraciones. Entre las metodologías participativas asumidas como modalidades de intermediación/mediación en este dossier están, entre otras, las cartografías emocionales, el dibujo de representación de prácticas lingüísticas, el video, la práctica artística, la etnografía multisituada de la racialización, los peritajes antropológicos, las traducciones interculturales y el enfoque colaborativo de la antropología feminista.

El segundo eje que se destaca sobre la intermediación/mediación en este Dossier tiene que ver con la relación entre cuerpo, subjetividad y afectividad en la investigación social. Varios trabajos se apoyan en el denominado “giro afectivo” de las ciencias sociales para destacar el papel de las emociones como “movilizadoras de procesos de transformación social” y como experiencias intersubjetivas definidas cultural y espacialmente. La formación de “comunidades afectivas” en la investigación colaborativa y el acompañamiento a mujeres indígenas en casos de violencia, así como la presencia del miedo a transitar por espacios barriales violentos, o la indignación, rabia y el malestar físico provocados por experimentar el racismo, son indicadores del papel de las emociones como experiencia cognoscitivas que permiten un acercamiento intersubjetivo al estudio de las violencias, los racismos y las desigualdades. Las emociones son, además, un eje de conocimiento empírico y corporal que sirve para movilizar acciones y estrategias organizativas o de cuidado propio.

Del mismo modo, el cuerpo está presente como unidad de análisis en las etnografías que sustentan las investigaciones en estos artículos y es tomado como una modalidad de intermediación. El cuerpo como espacio social y lugar de inscripción de las violencias y el racismo es también instrumento de irrupción y contestación a los ordenamientos racializados en los que se desenvuelven las personas con las que trabajamos. Los dolores corporales, el cansancio y el malestar en el trabajo de la agro industria, por ejemplo, así como la inconformidad que causan los estereotipos raciales y la violencia racializada contra jóvenes negros de sectores populares ponen de manifiesto que el cuerpo -como construcción socio-biológica y política sujeta a control social- posee, sin embargo, un potencial subversivo del orden social que se refleja, por ejemplo, en la lucha antirracista o en los peritajes antropológicos para la justicia a las mujeres víctimas de violencia. La etnografía misma es presentada como una práctica encarnada que implica la materialidad de encuentros corporeizados entre investigadoras/res y personas con quienes trabajan, de modo que el quehacer etnográfico se enfrenta con los rigores, tensiones y violencias en el trabajo de campo y fuera de él. En ese sentido, la etnografía es una práctica de conocimiento reflexivo y encarnado que sitúa el sentido de experimentar las violencias y el racismo en los cuerpos, al tiempo que ubica en el cuerpo formas de resistencias cotidianas y sistemáticas frente a esas violencias. El cuerpo se convierte, así, en un espacio de inscripción y de contestación de la violencia de forma simultánea.

En el artículo de Marcela Fernández Camacho, “Comunidad emocional: un caso de acompañamiento a familiares víctimas indirectas de feminicidio en Chiapas”, se analiza el rol de intermediación de una organización comunitaria en el acompañamiento a una familia tsotsil víctima indirecta de feminicidio. El trabajo se apoya en el concepto “comunidad emocional” (Jimeno y Arias, 2011) que vincula afectividad, política y sentido de reparación y justicia legal; allí la autora se enfoca en las emociones como actos de comunicación. En ese sentido, durante el trabajo de acompañamiento a la familia víctima de violencia se fueron construyendo condiciones de audibilidad para la procuración de justicia: emociones como rabia, dolor e indignación se convirtieron en acciones que unieron el trabajo de organizaciones feministas y activistas con la visión de mujeres funcionarias del Estado y la familia de las víctimas para crear condiciones de audibilidad fundamentales para la reparación y la justicia.

Por su parte, el artículo “Cuerpos, emociones y política en la investigación antropológica. Experiencias a dos voces con mujeres defensoras de derechos en Veracruz, México”, de Natalia De Marinis y Carolina Díaz Iñigo, parte desde la perspectiva de la antropología de las emociones y la antropología feminista para analizar reflexivamente cómo los marcadores de privilegios -en el caso de las investigadoras y peritas- así como las modalidades de opresión adquieren una dimensión corporal visible que sirve para establecer alianzas y acciones concretas en el contexto de la lucha contra la impunidad en casos de violencia contra mujeres en la Sierra Zongolica en Veracruz. En este trabajo, por un lado, la etnografía como práctica corporeizada en el contexto de los litigios sobre violencia contra las mujeres es tomada como modalidad de intermediación/mediación; por otro lado, el cuerpo mismo puesto en el centro de la reflexión etnográfica y en los peritajes genera estrategias político-afectivas que producen conocimiento situado y transformador y permiten reflexionar sobre la construcción de lo común en la búsqueda de justicia para mujeres indígenas. En ese contexto, sin embargo, resulta necesario cuestionar las jerarquías de género, étnico y racializadas que ubican a defensoras y activistas en posiciones de privilegio y a las mujeres indígenas en posición de víctimas u oprimidas.

Siguiendo con el enfoque del cuerpo como intermediación/mediación, el artículo “El racismo a través de los cuerpos: procesos de racialización y trabajo agrícola”, de María Elena Herrera Amaya, se enfoca en mostrar de manera detallada, a través de una etnografía, los efectos duraderos y deteriorantes en el cuerpo y la salud entre los trabajadores indígenas (na savi y nahua) del sector de la agro industrial de hortalizas y jitomate en México. Este trabajo muestra dos modalidades de intermediación: la primera tiene que ver con indagar cómo el cuerpo se vuelve un espacio de inscripción de la violencia y la explotación laboral racializada cuando es concebido solo como “objeto para trabajar”; la segunda se enfoca en la etnografía como herramienta para identificar las prácticas ligadas a la racialización de la mano de obra indígena y la conformación de un racismo estructurante, estructurador y sistemático. La etnografía permite allí observar la manera en que la racialización se vuelve un proceso complejo de atribución de sentidos racializados a la diferencia étnica para dar paso a la manifestación del racismo.

Asimismo, las modalidades de intermediación/ mediación sobre las emociones, el cuerpo y el espacio se ven enriquecidas con dos artículos más. El artículo de Laura Serrano Santos, de México, y el artículo de Carlos Correa Angulo, de Colombia. En el artículo “Espacializar las emociones. Cartografías emocionales participativas de mujeres jóvenes que habitan espacios de violencia en la Ciudad de México”, Serrano Santos aborda la experiencia de co-generar una metodología participativa basada en la cartografía participativa y la etnografía con perspectiva de género a partir del trabajo con mujeres jóvenes que viven en barrios con altos índices de violencia en la ciudad de México. Basándose en el giro afectivo, la autora se enfoca en la relación entre emociones, violencia y espacio; su interés en cartografiar las emociones presentes en la vida de mujeres jóvenes que habitan espacios barriales de violencia en Ciudad de México dio paso a la creación de una metodología participativa que permitió identificar las emociones, ubicarlas en el espacio y representarlas gráficamente. La cartografía emocional tiene aquí como objetivo abordar analíticamente la relación entre espacio habitado, violencia y emociones.

Por su parte, el artículo de Correa Angulo, “ʽLa enunciación antirracistaʼ en las prácticas artísticas en Colombia: diálogos e in-comprensiones en la investigación colaborativa” propone el concepto de “campo de enunciación antirracista” en las prácticas artísticas y la movilización afro en Colombia. Este trabajo se centra en la mediación del cuerpo y la afectividad para explorar tres sentidos antirracistas que se desprenden de las prácticas artísticas: el antirracismo como posibilidad de alivio y sanación, el antirracismo como posibilidad de re-existencia y el antirracismo como práctica de afirmación de identidades afro-religiosas. La centralidad del cuerpo y de las emociones, como una dualidad inseparable al momento de la creación artística colectiva y comunitaria, da paso a proyectos artísticos que son transformadores de las experiencias iniciales de racismo cotidiano que marcaron la vida de personas y comunidades. El artículo muestra cómo la práctica artística es una forma de intervención antirracista en los imaginarios colectivos de las audiencias sobre la gente negra en Colombia.

Finalmente, los artículos de Stéphanie Brunot y Ana Ceclia Arteaga Bohrt abordan de manera central el tema de la investigación colaborativa y la creación de herramientas y metodologías como modalidades de intermediación en la investigación social. El primero, “Metodologías creativas con enfoque participativo: (auto)grabaciones y dibujos de las migraciones circulares de las representaciones lingüísticas de los jóvenes garífunas hondureños” hace una descripción de la creación, entre investigadores y sus interlocutores, de una metodología participativa mediante dos mediaciones artísticas: la primera, el uso del dibujo para crear retratos lingüísticos sobre las trayectorias migratorias de jóvenes garífunas, y la segunda, el uso del video participativo autobiográfico sobre historias de vida migrantes. En este trabajo las expresiones artísticas y el video son formas de intermediación que buscan acortar las asimetrías de poder en la investigación social.

El segundo, “La praxis de la investigación co-labor: caminos, obstáculos y estrategias en el trabajo con mujeres indígenas activistas contra la violencia de género” muestra través del estudio de 5 casos, entre México y Bolivia, cuáles son las implicaciones de la investigación co-labor con organizaciones de mujeres indígenas que trabajan para la prevención de la violencia de género. El artículo analiza la manera en que la condición de género de la investigadora permea el tipo de acercamientos e intercambios y la forma de las relaciones de poder entre mujeres y entre varones; también discurre respecto de las decisiones sobre el rol de la investigadora, sus grados de involucramiento y responsabilidad en el trabajo con las organizaciones y las tensiones y malentendidos que pueden surgir durante las colaboraciones.

En resumen, los artículos que conforman este dossier proponen ampliar los enfoques de intermediación/mediación en el contexto de la investigación social posicionada y participativa. Ellos recogen las experiencias de investigar en distintas geografías racializadas en México, Honduras, Colombia y Bolivia. Cada una de estas contribuciones muestra los desafíos de la posicionalidad en la investigación y los esfuerzos por construir nuevas formas de producción de conocimiento y ciencia social comprometida, expandiendo analíticamente las posibilidades y los usos de la intermediación/ mediación.

Bibliografía

Jimeno, Myriam y Arias, David (2011). “La enseñanza de antropólogos en Colombia: una antropología ciudadana”. En: Alteridades, vol. 21, n.° 41, pp. 27-44. https://www.redalyc.org/pdf/747/74721474004.pdf

Leyva Solano, Xochitl; Alonso, Jorge; Hernández, R. Aída et al. (2011). Prácticas otras de conocimiento(s). Entre crisis, entre guerras, tomo 1. Cooperativa Editorial RETOS / Taller Editorial La Casa del Mago / CLACSO, México.

Vidal, Laurent (Ed.) (2015). Les savoirs des sciences sociales. Débats, controverses, partages. IRD Editions, Marseille. https://books.openedition.org/irdeditions/10806

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