Urbanidades
Reseña “Términos clave para los estudios de Movilidad en América Latina”. Dhan Zunino Singh. Guillermo Giucci y Paola Jirón (editores)
Review of “Key words for Mobility studies in Latin America”. Dhan Zunino Singh, Guillermo Giucci y Paola Jirón (editores). 2018

![]() | Zunino Singh Dhan, Giucci Guillermo, Jirón Paola. Términos clave para los estudios de Movilidad en América Latina. 2018. Biblos. Términos clave para los estudios de Movilidad en América Latina. 432pp.. 978-987-691-647-9 |
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Recepción: 21 Septiembre 2018
Aprobación: 30 Enero 2019
Términos clave para los estudios de Movilidad en América Latina (2018) inicia con un prefacio a cargo de Noel Salazar quien indaga en el origen del término “palabra clave”. Salazar advierte que el significado de una palabra clave nunca se resuelve hasta que su uso común o su paradigma académico entran en declive. Este último es el caso de la mayoría de los conceptos que estructuran el libro. No se trata de términos que quedaron en el cajón de los recuerdos sino de unos cuya significación ha entrado en crisis a causa de la emergencia de un nuevo paradigma. Incipiente aún, pero que ya se encuentra tensionando fuertemente un conjunto de representaciones e ideas frecuentemente utilizadas en los estudios de movilidad.
Los términos que conforman el diccionario se encuentran, tal vez, más en boga que nunca. Y es este uso recurrente y expandido en vastos campos de conocimiento, el que potencia la construcción de un terreno propicio para la disputa. Disputa por el significado de los términos, que es la vez una disputa por cómo se explica, o se comprende un campo de la realidad, con todas las implicancias que esto tiene para la acción.
Sabemos, a partir de los desarrollos de la sociología del conocimiento, que las estructuras representativas y explicativas de lo real se configuran en el marco de interrelaciones cooperativas y confrontativas de los agrupamientos sociales. Y que la resultante de este proceso es la instalación de un conjunto diverso de culturas operantes en el plano de las ideas -y también de las normas y los valores-, con posibilidad de predominio de unas sobre otras. Es en este proceso de disputa por la atribución de significaciones, que se desenvuelven también las luchas por la transformación de diversos campos de la realidad. En otras palabras, la emergencia de un nuevo paradigma no expresa solamente disputas en el plano epistémico sino a la vez en el plano de la acción.
Los términos incluidos en este libro constituyen el territorio en disputa de viejos y nuevos paradigmas. Se trata de paradigmas y no de meras interpretaciones a secas. Recordando la acepción de paradigma propuesta por Khun, él los definía como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica. Interesa resaltar de esta definición el concepto de comunidad científica, pues es este terreno el que le permitió a Khun articular conocimientos epistemológicos y sociales. La comunidad científica estaba definida por quienes compartían un paradigma. Una explicación que ponía en estrecha relación el paradigma y la comunidad científica, como categorías mutuamente implicadas. En esta dirección el autor sostenía que no era el paradigma el que gobernaba un tema de estudio, sino más bien un grupo de practicantes.
En concordancia con este marco interpretativo, el llamado giro de la movilidad, evidente fuente de inspiración del texto que fundamenta esta reseña, remite automáticamente a sus padres fundadores: Mimi Sheller y John Urry, quienes a pesar de rechazar el carácter de paradigma al mobility turn y concebirlo como una “constelación de teorías y abordajes”, han despertado el interés de decenas de investigadores que bajo el influjo de una nueva lente, han revolucionado las tres dimensiones constitutivas del conocimiento en general y del campo de los estudios de las movilidades en particular: el plano ontológico, el epistemológico y el metodológico.
Las movilidades concebidas como movimientos de objetos, sujetos e información, son abordadas en este libro como elementos constituyentes de lo social y al mismo tiempo, conformadas por dimensiones tecnológicas, sociales, culturales, políticas, económicas y espaciales. Moverse es una forma de habitar, es decir, una práctica significativa. Léase, cargada de sentido. Esta comunidad científica entiende que moverse desborda la acepción tradicional de desplazarse de un punto “a” hacia un punto “b” considerando ese trayecto como tiempo muerto, que como tal, puede y debe ser reducido a través de la aceleración del movimiento. Bajo el nuevo paradigma, las movilidades son prácticas socio-espaciales que en tanto metáforas y procesos están en el corazón de la vida social, producen y reproducen la vida social y sus formas culturales (Urry, 2000: 4).
Por movilidades se entiende el movimiento físico (real o potencial) de personas y objetos organizado por regulaciones, normas y saberes, y realizado a través de medios, redes e infraestructuras. Esta última dimensión es de particular importancia, dado que pone un reparo al hecho de considerar a la movilidad como un flujo abstracto para entenderla como un movimiento espacializado a través de formas concretas, principalmente por complejas redes de infraestructuras (vías, túneles, calles, veredas, pasajes, puentes, autopistas, etc.) que han requerido planificación, inversión y trabajo. Este movimiento, además, es experimentado a través de prácticas y simbolizado a través de representaciones. Las movilidades, en tanto ensambles socio-técnicos, están atravesadas además por relaciones de poder.
Se trata, como se desprende de lo anterior, de una reorganización completa de la forma de comprender este campo de la realidad. Reorganización que arrastra una puesta en crisis de la significación de un conjunto de conceptos o términos relacionados.
El texto incluye 22 términos cuya organización desborda la acepción clásica de un diccionario, pues no busca dotar de un significado cerrado a los conceptos que despliega - propósito estático que iría en contra del espíritu de la propuesta- sino, como señalan sus editores, Dhan Zunino Singh, Guillermo Giucci y Paola Jirón, las entradas intentan trazar una genealogía de los términos contextualizándolos en las corrientes de debates y campos disciplinares. En este sentido, lo único que evoca un diccionario es la organización alfabética de los términos.
La elección de las nociones incluidas en el libro despliega el desafío de abordar la movilidad como lente y como objeto, y también como múltiples formas que puede asumir ese objeto. En esta dirección, la lectura de “Términos Clave” convoca otra posible reorganización. Nos encontramos con términos que pueden ser considerados elementos constituyentes de las movilidades, lo cual nos lleva a analizar la movilidad como objeto. Entre ellos:
Viaje y pasajeros. El primero desarrollado por Guillermo Giucci y el segundo por Tomás Errázuriz. Ambos desbordan la asociación espacial entre un origen y un destino e incluyen el aspecto vivencial y social implicado en el recorrido territorial. En esta concepción, el pasajero, deja de ser esa figura pasiva cuya movilidad estaría impulsada “desde afuera”, idea que a la vez se vincula fuertemente con la de transporte como demanda derivada, para convertirse en una figura donde el componente experiencial cobra cada vez mayor importancia. El viaje deja de ser concebido como tiempo muerto, para convertirse en el pasar como aquello que ocurre y acontece. El pasajero como experiencia fundamental del tránsito moderno.
Otro elemento constituyente de la movilidad: la accesibilidad, que junto al término movilidad cotidiana, es desarrollado por Pablo Mansilla desde distintas perspectivas. Una perspectiva integrada que enfatiza la potencialidad de un entorno para permitir la interacción entre un individuo y lo que quiere realizar. Otra perspectiva subjetivista que pone el foco en el modo en que los sujetos a través de sus prácticas de movilidad significan e interpretan las barreras que encuentran para acceder a la ciudad. Este es un término clave en la nueva comprensión de la movilidad y constituyente de su nueva conceptualización.
En el otro extremo aparece la noción de inmovilidad, desmenuzada por Daniela Miglerina y Victoria Pereya Iraola. Término profundamente relacional, que impone la necesidad de pensar en escalas y visibiliza la imposibilidad de razonar en absolutos. Por cierto, aún en la aparente total quietud de un cuerpo, en su interior se están produciendo cientos de flujos y procesos y desarrollándose la vida de miles de microorganismos. Observación que lleva a otro de los términos clave del libro, el de circulación, a cargo de Carlos López Galviz, quien pone el foco en la relación entre movilidades, ciudades y paisajes.
Utilizando el lente de la movilidad como objeto, también emerge con fuerza la noción de redes, a la que Jorge Blanco dedica una profusa reflexión. El autor enfatiza la relación que se promueve entre sujetos y lugares, la cual implica un espacio de posiciones relativas, ya que las posiciones que ocupan los sujetos y lugares están definidas y cobran sentido en relación con los demás sujetos y lugares y con el conjunto de posiciones que pueden ocupar. Redes y flujos van juntos, al igual que redes y circulación.
Pero las redes también tienen ritmos y aquí emerge la importancia de los términos ritmo y ritmo-análisis, desplegados por Dhan Zunino Singh, quien a partir de una sesuda lectura de Henri Lefebvre, muestra la potencia de esta herramienta metodológica, que nos alerta que donde hay lugar, tiempo y gasto de energía, hay ritmo. ¿Y qué es el ritmo en el marco de esta perspectiva? No solamente tiempos y frecuencias, sino densidades e intensidades, donde el olor, el sonido, la temperatura, pueden ser elementos de las experiencias espacio-temporales. Este enfoque tiene un enorme potencial para estudiar las experiencias de movilidad más allá de patrones de desplazamientos, motivos y uso del tiempo.
Otros conceptos también pueden ser ubicados o pensados como elementos constituyentes de las movilidades. El de performance, a cargo de Walter Imilan, quien lo presenta como prácticas a partir de las cuales los sujetos construyen identidades, sentidos y significados con los que habitan el mundo. Performatividad de las prácticas que aunque implican hacer algo de forma repetitiva, no necesariamente tienen por corolario una réplica idéntica del pasado que fue. Porque hay creatividad, experiencia y cuerpos y por ende hay agencia, hay también cambio social.
Otra de las nociones constituyentes de las movilidades es el la de lugarización en movimiento, ampliamente desarrollada por Paola Jirón. La puesta en crisis de la concepción de lugar como lo fijo y lo estático, posible a partir del lente que provee el enfoque de la movilidad, permite superar la propuesta de no lugares de Auge y comprender que moverse es habitar en movimiento.
Volviendo a la propuesta de organización que sugiere, para quien escribe, el análisis de los términos incluidos en el libro, emerge otra categorización anclada en la perspectiva de movilidad como lente. El uso de esta lupa visibiliza diferenciaciones que también se materializan en este campo y que son frecuentemente invisibilizadas, como las de género. A esta tarea también se aboca Paola Jirón, revelando implicancias de género que van más allá de la oposición entre espacio público y espacio privado.
Otra forma de clasificación de los términos reunidos en este libro, es la entrada por la puerta de las formas que puede asumir la movilidad. En esta se pueden incluir los conceptos de aeromovilidad, construido por Melina Piglia y el de automovilidad, por Karen Rober. Términos nacidos al calor del giro de la movilidad, pero que enfatizan aspectos (objetivos, subjetivos y sus interrelaciones) ligados principalmente a una infraestructura específica de movilidad. Lo rico de dar cuenta de estas especificidades es que la construcción de estos conceptos permite entrever un atributo central de la movilidad, el hecho de que la misma es un recurso social y cultural desigualmente distribuido, donde la velocidad opera como uno de los principales diferenciadores sociales de las sociedades contemporáneas produciendo, como señala Piglia, una jerarquía cinética.
Otras formas que puede asumir la movilidad son la movilidad residencial, entrada a cargo de María Mercedes Di Virgilio, la movilidad por turismo, a cargo de Thiago Allis y las migraciones, abordada por Eduardo Osterling. En estos casos, se trata de campos de estudio que ya se encontraban constituidos como tales antes de la emergencia del nuevo paradigma, pero que fueron fuertemente atravesados por la nueva perspectiva.
Por ejemplo, los estudios de movilidad residencial, además de avanzar en la identificación de los determinantes de la misma, se ven nutridos por el interés de dar cuenta de las diversas significaciones de las experiencias del habitar. Lo mismo sucede para el caso de la relación entre movilidad y turismo, campo de estudio incipiente que examina las prácticas de movilidad de turismo y su diferenciación respecto a otras prácticas motivadas por otros objetivos. Hay distintas obras que estudian las manifestaciones de las movilidades turísticas. Sheller y Urry proponen el concepto de movilidades turísticas, no solo lo obvio, a saber que el turismo es una forma de movilidad, sino para resaltar que las múltiples formas de movilidad forman el espacio donde el turismo es constituido.
Otra forma de movilidad: el caminar. Entrada que despliega ampliamente Guillermo Giucci a partir de una reflexión desde la historia cultural. Las evocaciones relativas a la libertad de caminar y también los condicionantes de esa libertad. Giucci apela al dicho “que para caminar solo son necesarias dos piernas” para desplegar una profunda reflexión sobre las limitaciones de esta apreciación ¿Están las ciudades pensadas, diagramadas para el despliegue de esta forma de movilidad? ¿De qué tipo de experiencia estamos en presencia, una romántica o una traumática? En esta línea podemos encontrar también condicionantes de género, por ejemplo, el uso de ciertos calzados.
Una mención especial requiere el modo como el enfoque de la movilidad irrumpe poniendo muy en crisis la concepción del transporte como asunto de los medios que hacen posible la movilidad, para entenderlo como una expresión de lo social. La entrada a cargo de Ralph Krüger, muestra cómo el transporte construye sociedad, superando la dicotomía transporte y medios por un lado y movilidad y personas por otro.
Y retomando las reflexiones que dan inicio a esta reseña, aquellas que subrayan el hecho de que toda forma de pensar el mundo, toda concepción o conceptualización de la realidad tiene su correlato en las acciones posibles de ser realizadas, el libro propone algunos términos que pueden ser interpretados como poderosas herramientas o armas para las luchas y demandas ciudadanas. En esta clave se encuentra la noción de derecho a la movilidad, que como desarrolla Maximiliano Velázquez se encuentra indisolublemente vinculada a un cuerpo normativo jurídico. Este derecho implica la posibilidad de realizar el deseo de desplazarse en el espacio, lo cual involucra a la vez la existencia de las infraestructuras necesarias y las condiciones de accesibilidad geográficas, además de la posibilidad de que esa experiencia sea placentera o al menos vivible.
La entrada sobre el “derecho a la movilidad”, así como la de “transporte sostenible” a cargo de Rodrigo Rodriguez Tornquist y Laura Camila Cruz, hacen emerger con mucha nitidez el rol del Estado y las relaciones de poder. Como señalan Tornquist y Cruz, el transporte sostenible es concebido como un desarrollo que permite satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las habilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades. Ambos términos, junto con el de “seguridad vial” a cargo de Carla del Cueto, constituyen potenciales herramientas para la acción y ponen al Estado como ineludible sujeto de interpelación como garante y potencial realizador del interés general.
Finalmente, los términos “moverse con objetos” y “movilidad de niños”, desarrollados por Alejandra Lazo Corvalán el primero y Susana Cortés Morales y Pia Christensen el segundo, proponen un enfoque de movilidad híbrida, relacional y ensamblada el primero e interdependiente el segundo, poniendo ambos en crisis el concepto de movilidad independiente.
El libro, a pesar de su formato diccionario, constituye una unidad en tanto enfoque que despliega la potencialidad que tiene esta nueva forma de entender la movilidad y su impacto en las tres dimensiones constitutivas de todo conocimiento: ontológica, epistemológica y metodológica. Nuevo paradigma o constelación de teorías o abordajes, el libro constituye una entrada ineludible para los que estudiamos hechos y procesos que acontecen en este campo. Y finalmente, afín al objeto que aborda, sus entradas son sumamente movilizadoras de nuevas ideas y disparadoras de renovadas reflexiones.