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Reseña del libro “Puerto Madero en movimiento. Un abordaje a partir de la circulación de la Corporación Antiguo Puerto Madero (1989-2017)” de Guillermo Jajamovich
Review of the book “Puerto Madero in motion. An approach based on the circulation of the corporation Antiguo Puerto Madero”, by Guillermo Jajamovich
QUID 16. Revista del Área de Estudios Urbanos, núm. 13, pp. 361-366, 2020
Universidad de Buenos Aires

Urbanidades


Jajamovich Guillermo. Puerto Madero en movimiento. Un abordaje a partir de la circulación de la Corporación Antiguo Puerto Madero (1989-2017). 2020. Buenos Aires. Teseo. 978-987-778-563-0

Recepción: 07 Mayo 2019

Aprobación: 20 Julio 2019

Resumen: Puerto Madero se ha convertido en uno de los desarrollos urbanos más emblemáticos y revisitados de los últimos años. Caracterizado como uno de los cuarenta y ocho barrios de Capital Federal, Puerto Madero es un segmento de ciudad cualitativamente distinto al resto. Su skyline denso y vertical imprime un sesgo global sobre lo que, hasta hace algunos años, fuera el principal puerto del país. En diálogo con la resemantización de los waterfronts, la espacialidad proyecta su silueta sobre los espejos de agua que le rodean -el riachuelo, las dársenas y el Río de la Plata-, y la tecnología de punta se bate entre la revalorización patrimonial y la innovación arquitectónica. Sus calles, como resabios de la holística del modernismo, son amplias, limpias y disciplinadas, sin embargo, cohabitan con los vestigios de la década del noventa, una transformación que ligó sus prácticas al consumo, los servicios y el hecho privado. Sus residentes, menos visibles que sus visitantes, se asocian a la fama y el poder, motivo por el cual Puerto Madero es escenario de múltiples escándalos y confabulaciones.

Puerto Madero se ha convertido en uno de los desarrollos urbanos más emblemáticos y revisitados de los últimos años. Caracterizado como uno de los cuarenta y ocho barrios de Capital Federal, Puerto Madero es un segmento de ciudad cualitativamente distinto al resto. Su skyline denso y vertical imprime un sesgo global sobre lo que, hasta hace algunos años, fuera el principal puerto del país. En diálogo con la resemantización de los waterfronts, la espacialidad proyecta su silueta sobre los espejos de agua que le rodean -el riachuelo, las dársenas y el Río de la Plata-, y la tecnología de punta se bate entre la revalorización patrimonial y la innovación arquitectónica. Sus calles, como resabios de la holística del modernismo, son amplias, limpias y disciplinadas, sin embargo, cohabitan con los vestigios de la década del noventa, una transformación que ligó sus prácticas al consumo, los servicios y el hecho privado. Sus residentes, menos visibles que sus visitantes, se asocian a la fama y el poder, motivo por el cual Puerto Madero es escenario de múltiples escándalos y confabulaciones.

Cuando hablamos de Puerto Madero evocamos una representación inmediatamente asociada a valores como el confort, la seguridad, el lujo, la exclusividad. Esta imagen acabada y esencialista es aquella que Guillermo Jajamovich se propone deconstruir con su último libro Puerto Madero en Movimiento editado por Teseo en 2018. Su título anticipa algunas nociones que recorren la investigación de forma vertebral. Puerto Madero no es una espacialidad catastral, afirma el autor, no es sólo un barrio, no está acabado, no tiene límites, no es algo inmutable. Puerto Madero es un entramado relacional, una forma de sociabilidad, una configuración que no puede reducirse únicamente a una jurisdicción administrativa, ni a un devenir unívoco. Movimiento, palabra que remite infinidad de sentidos, es la noción clave que amalgama los distintos fragmentos de los que se compone este libro.

En el campo de los estudios urbanos se hibridan un gran número de disciplinas: elementos de la arquitectura, el urbanismo, la historia, la sociología, el real state, entre otros, se mixturan en un metalenguaje que intenta hablar de . en la ciudad (Segura, 2015). Dentro de este campo, el paradigma de la movilidad adquirió considerable relevancia en la última década. Su fundamento se monta en franca réplica a los preceptos témporo-espaciales de la geometría euclidiana y la noción de sedentarismo. Según este postulado, el espacio no es un hecho fijo, sino el resultado de los entramados generados por el movimiento de personas, capitales, objetos, energía, signos, ideas, información, y un largo etcétera.

Dar cuenta de esta movilidad es el desafío que el autor se propone abordar, y lo hace dislocando a Puerto Madero de su imagen más familiar, es decir, más allá de sus 170 hectáreas de su superficie. Para ello pone el foco en el accionar de la Corporación Antiguo Puerto Madero S.A. (CAMPSA), una entidad comercial conformada en 1989 por funcionarios del estado nacional y de la ciudad de Buenos Aires a los fines de urbanizar el área. El libro rastrea el devenir de esta entidad por fuera de los límites de Puerto Madero -al interior del territorio nacional y latinoamericano-, creando una relación de ruptura con el binario adentro/afuera. En este sentido, la movilidad se vuelve al mismo tiempo metodología y objeto de estudio.

El libro codifica un relato que entrecruza la circulación de políticas y modelos urbanos, con las lógicas de los Grandes Proyectos Urbanos (GPU). Este cruce teje un ensamblaje entre las configuraciones estables y más tradicionales (estado nación, municipalidad, relaciones internacionales e institucionales, procesos económicos o políticos) con redes, flujos y fluidos, generados en el movimiento. El carácter relacional de los actores, las valencias y estructuras crean agenciamientos heterogéneos y novedosos.

Cada uno de los capítulos se estructura de tal manera que su lectura puede darse con independencia del resto. Las diferentes partes funcionan como unidades autónomas con introducción, estado del arte, desarrollo y conclusiones propias. Ésta puede ser una de las debilidades del libro, en tanto el ritmo de lectura y el contenido de cada parte tropieza con su estructura formal. Sin embargo, la atomización de la obra[1] logra suturarse desde su dimensión metodológica. El libro se cimenta sobre un importante bagaje teórico y una toma de decisión respecto de la producción de conocimiento situado. Perder el centro es una de las propuestas que recorren de forma subrepticia el libro y que Guillermo Jajamovich lleva a la práctica luxando categorías que suelen ser nodales de los estudios urbanos. Desarticular binarios como centro/periferia, global/local, público/privado, se convierte en una de las coordenadas que, trazadas en el primer capítulo, guían toda la obra. Perder el centro también responde a la necesidad de producir conocimiento situado. El autor alerta sobre la dificultad de teorizar con categorías forjadas en el hemisferio norte, producidas a partir del estudio de un limitado número de ciudades globales (Nueva York, Londres, Paris) y que suelen ser tomadas como ubicuas o universales, aplicables a cualquier espacio. Crear cartografías propias desde el espacio de la diferencia, sin forzar modelos preexistentes o de referencia, es la propuesta para superar dualidades.

Al mismo tiempo, el autor plantea que no es suficiente definir a los GPU como vector de la transnacionalización de la economía -categorización en la que recaen un gran número de trabajos-, sino que deben entenderse como un proceso al mismo tiempo local, global, territorial y relacional. Sostener que existen fuerzas axiomáticas exteriores que desmantelan la cultura local y se implantan en el espacio sin generar resistencias, ambigüedades o sincretismos, supone reproducir esencialismos culturales en teoría superados. El libro, en cambio, pone a circular la noción de que toda operación urbana, y con mayor vehemencia Puerto Madero, está constituida por movimientos simultáneos de des-re-territorialización (Guattari, Rolnik, 2006).

Sobre esta plataforma teórico metodológica, el ejercicio empírico se pone en juego a partir del capítulo dos, momento en el que el autor despunta el rol que jugaron los expertos catalanes y la producción del Plan Estratégico Antiguo Puerto Madero (PEAPM) en la urbanización de la zona. En la actualidad, la asesoría de arquitectos y urbanistas catalanes se ha entronado como factor inapelable en la resemantización de zonas portuarias. Sin embargo, el autor desanda algunos supuestos consagrados, como la directa transferencia de la experiencia catalana a Buenos Aires, la univocidad del proceso de urbanización del área, la inmediata correspondencia de lo global y lo local. Hablar de transferencia implicaría hablar de un movimiento unilateral, sin embargo, lo que aconteció en Puerto Madero fue más bien multidireccional, en tanto el PEAPM fue primero resistido por la Sociedad Central de Arquitectos y finalmente desestimado por la Municipalidad de Buenos Aires y, en tanto Puerto Madero -al igual que el Centro Cultural Parque de España en Rosario- se desarrolló años antes que las Olimpíadas de 1992 en Barcelona, acontecimiento catalogado como hito inaugural de una forma de hacer ciudad. La noción de perder el centro se despliega en estas afirmaciones cargadas de un sentido superlativo: puede que Barcelona no haya sido la referencia para resemantizar Buenos Aires, sino a la inversa.

El capítulo dimensiona el sujeto como agente significante, aunque no pierde de vista sus modulaciones con las estructuras más tradicionales. Esta es una cuestión nodal del libro. Si bien el autor profundiza en los sujetos y las tecnologías, en un gesto posestructuralista, no soslaya el rol del estado nación. Aunque las relaciones entre España y Argentina no determinaron los parámetros de circulación e intercambio entre expertos catalanes y argentinos, sí las motorizaron.

Con mayor énfasis en generar una ruptura entre el adentro y el afuera, el siguiente capítulo esboza cómo la CAMPSA muta en su propia ontología y trasciende los límites territoriales de Puerto Madero. En un esquema que complementa las explicaciones estructurales con una dimensión individual y subjetiva, el autor muestra que CAMPSA pasa, en una década, de ser un demandante de políticas y proyectos urbanos, a ser oferente. A su rol de constructora de principios de la década del noventa se le añade el de gerenciadora, desarrolladora, fiduciaria e inmobiliaria dependiendo el contexto en el que se inscribiera. El capítulo retrata cómo el know how germinado en Puerto Madero pudo circular por diferentes ciudades argentinas y latinoamericanas a medida que mutaba en su propia constitución. El cambio en las facultades de la Corporación y su movilidad muestran la plasticidad camaleónica de una entidad frecuentemente representada de manera monolítica.

El capítulo que le sucede se focaliza en un estudio de caso, el proyecto denominado “Mendoza-Madero” desarrollado en la ciudad de Mendoza. El cambio de escala es utilizado para retratar con detalle uno de los casos que funcionó como determinante en la reformulación de facultades de CAMPSA. Entre los años 2003 y 2007, esta ciudad se convirtió en escenario de un proyecto de urbanización promovido por CAMPSA destinado a reconvertir la antigua estación de ferrocarril en un nuevo nodo de servicios. El predio de 36 hectáreas seleccionado fue catalogado como vacante, sin embargo, se hallaba ocupado por un grupo de ferroviarios que continuaba con sus actividades luego del desmantelamiento del ferrocarril, un grupo artístico que realizaba actividades culturales y un taller de historia oral. La narrativa de las grandes operaciones urbanas suele catalogar como vacíos aquellos espacios cuyas prácticas no son funcionales a la lógica empresarial. Con la finalidad de estigmatizar o invisibilizar la ocupación del suelo se asocian determinados terrenos a zonas vacantes, degradadas o a potenciales focos de delincuencia. Frente a esta operación y el virtual desarrollo de un emprendimiento de magnitudes colosales, la cuidad de Mendoza ofreció un espacio de resistencia en el que se mancomunaron los ocupantes del predio con organizaciones sociales autoconvocadas, ambientalistas y el Colegio de Arquitectos de la ciudad. Sumado a ello, la intrincada situación jurisdiccional entre el Organismo Nacional de Administración de Bienes (ONABE), los desarrolladores privados y el gobierno municipal derivaron en una zigzagueante experiencia que resultó en el fracaso de la operación. La pérdida de regalías supuso un aprendizaje para la Corporación que, a partir de ese momento, estipuló sus utilidades por etapa y afianzó su rol como consultora más que como constructora. Este capítulo es esclarecedor con respecto a la equívoca noción -debido a su proyección presente- de que Puerto Madero ha carecido de un devenir con obstáculos, e incluso, con ciertos peligros de continuidad.

El último capítulo señala los avatares que atravesó y continúa atravesando Puerto Madero en el plano de lo simbólico. Frente a un imaginario de la espacialidad que se tiñe de corrupción, segregación, exclusivismo y escándalos, la búsqueda de consenso y la construcción de una imagen benévola se tornaron en imperativos para contrarrestar esas representaciones. Para ello, la Corporación debió aceitar los engranajes de disuasión, invistiendo el rol de promotor de actividades culturales y deportivas abiertas a todo público. En algunos casos, financió recitales, ciclos de arte, maratones y concursos, en otros, se erigió en sociedad benefactora otorgando aportes económicos, donaciones y auspicios a diferentes entidades. De esta manera, la espacialidad revistió de legitimidad su propia dinámica y logró matizar su imagen negativa. Sin embargo, las operaciones que la dotaron de cierta imaginería indulgente y filantrópica hacia afuera, generaron algunas resistencias hacia adentro. Los intereses de la Corporación no siempre coinciden con la de los residentes de Puerto Madero que, ante iniciativas que atraían personas de todos los barrios de la ciudad de Buenos Aires, veían amenazada su sentido de exclusivismo espacial.

Este capítulo pone al descubierto que Puerto Madero no puede desatender la representación que la sociedad tiene de él. Esto cobra sentido si tenemos en cuenta que en el capitalismo de plataformas lo significativo no es el producto, lo tangible, lo material, sino aquella configuración más flexible, su representación, la marca. De allí el énfasis puesto en la creación de mitologías que infundan determinado significado a las acciones corporativas. Es claro que Puerto Madero se ha convertido en una marca de prestigio, en garantía de una experiencia determinada o, incluso, en un dispositivo aspiracional, sin embargo, no es algo que le vino dado inherentemente sino una práctica que ha debido construir y que continúa construyendo. La ostentación de premios y distinciones de carácter internacional de la que hace gala CAMPSA funciona como dispositivo de prestigio social que colabora a esto.

Resulta interesante ver cómo a lo largo de los capítulos se bocetan los trazados personales e informales de los sujetos que formaron parte de este proceso. Técnicos, expertos, asesores internacionales, funcionarios locales y desarrolladores privados forman parte del elenco de una obra que los relaciona entre sí y con su entorno. Este enfoque pone de manifiesto que las entidades no deben percibirse como simples abstracciones institucionales sino, ante todo, como un conjunto de personas de carne y hueso, con nombres propios y vicisitudes individuales. Rastrear la genealogía de los actores individuales -sus cauces laborales y recorridos personales- permite mostrar determinados ensamblajes como más contingentes que predeterminados y deconstruir el aura de fijeza y axioma que irriga en determinados fenómenos. En el marco de una literatura que pone excesivamente el acento en los efectos -urbanos, sociales o económicos- de los GPU, Guillermo Jajamovich pone el ojo también en las causas -quienes, dónde, cómo-. Visibilizar la raíz de un proceso supone descubrir la exterioridad del accidente, removiendo aquello que parecía inmóvil, fragmentando lo que se percibía como unido (Foucault, 1992).

Analizar un proceso guiándonos por los resultados que arroja en el presente suele convertirse en un factor de imprecisiones históricas. Juzgar el devenir de una espacialidad a partir de la magnificencia que proyecta en la actualidad es dejar de lado los factores ambivalentes que le dieron forma. En un ejercicio de gran sensibilidad histórica, el trabajo evade las explicaciones lineales y unívocas para dar cuenta del proceso de urbanización, antes bien, escarba en las ambigüedades, disputas, contratiempos e incluso los fracasos que debió atravesar la CAMPSA dentro y fuera de los límites territoriales de Puerto Madero.

El libro se inserta como pieza de una composición amplia que el autor viene realizando desde hace varios años acerca de la zona en cuestión. Ello permite leerlo como obra independiente y acabada o como fragmento en diálogo con el resto de su producción. De cualquier manera -ya como parte o como todo-, Puerto Madero en movimiento supone un aporte incisivo para desafectar algunas operaciones de un aura estática que parece acompañarlas. En definitiva, la obra da cuenta de su título, poniendo en evidencia que Puerto Madero no es una espacialidad fija, ni en su materialidad, ni en sus límites, ni en sus representaciones, ni en sus intereses. Puerto Madero no está concluido y probablemente nunca lo esté, es una configuración plástica, en movimiento, de múltiples texturas y sólo igual a sí misma.

Bibliografía

FOUCAULT, Michel (1992) Microfísica del poder, Ediciones La piqueta: Madrid.

GUATTARI, Félix; ROLNIK, Suely (2006) Micropolítica. Cartografía del deseo, Traficante de sueños: Madrid.

SEGURA, Ramiro (2015) Vivir afuera. Antropología de la experiencia urbana, Unsam Edita: San Martín.

Notas

1 Es sugerente pensar la estructura fragmentaria del libro en analogía con el carácter inacabado de Puerto Madero.


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