Resumen: El presente dossier emerge como un bricolage -al decir de Julieta Kirkwood (1985: 9)-, donde los fenómenos urbanos y/o ambientales son vistos desde perspectivas diversas y plurales que privilegian las cuestiones de género y/o sexo-genéricas, y viceversa. En las próximas líneas seguiremos las huellas que este bricolage deja a su paso, para así sumergirnos en las contribuciones originales que problematizan la manera en que las disputas espaciales y ambientales se encuentran atravesadas por las relaciones de género, así como estas últimas contribuyen a la producción social del espacio.
Presentación
Presentación del Dossier #15 Género, espacio y ambiente en las metrópolis latinoamericanas: Un bricolage de experiencias y enfoques

El saber feminista se parece a un bricolage
porque no existe un modelo alternativo y eternamente
válido para cuestionar el paradigma del saber patriarcal
con que se nos ha vestido y engalanado.
En los últimos años, los estudios urbanos y ambientales han mostrado un creciente interés por los temas de género. En este contexto, distintas investigaciones pusieron de relieve los modos en que la organización del espacio y las condiciones ambientales profundizan las desigualdades sociales y de género en el capitalismo. La experiencia cotidiana del territorio y los modos de habitar, tienden a diferenciarse en torno a posiciones de clase, diferencias étnicas, estilos de vida, los roles productivos y reproductivos, los grados de exposición a los riesgos ambientales y las características de la movilidad.
Asimismo, las grandes urbes latinoamericanas se convirtieron en los epicentros de los movimientos feministas y LGTBIQ+. Las calles de las ciudades se transformaron en escenarios privilegiados de múltiples acontecimientos inéditos: las movilizaciones en torno a las leyes de matrimonio igualitario, de identidad de género y cupo laboral trans; el surgimiento del movimiento “Ni una menos”; las campañas por el aborto legal, seguro y gratuito; las protestas de los feminismos campesinos, indígenas y afrodescendientes; así como los encuentros de mujeres, lesbianas, trans, travestis, bisexuales y no binaries. Plazas, calles, monumentos y edificios públicos se constituyeron en espacio de recreaciones, exposiciones y presentaciones performáticas en torno a denuncias y reivindicaciones. Este creciente interés en el tema y ampliación en el debate se expresó también en la organización de seminarios, talleres y jornadas específicas.
A su vez, el desarrollo que están experimentando las epistemologías feministas y ecofeministas al interior de campos de conocimiento como la sociología y la antropología urbana, la geografía crítica, el urbanismo, la economía feminista y la ecología política, permite avanzar y enriquecer nuestra comprensión de las diversas formas en que los distintos géneros producen, usan y se apropian del territorio.
El presente dossier emerge como un bricolage -al decir de Julieta Kirkwood (1985: 9)-, donde los fenómenos urbanos y/o ambientales son vistos desde perspectivas diversas y plurales que privilegian las cuestiones de género y/o sexo-genéricas, y viceversa. En las próximas líneas seguiremos las huellas que este bricolage deja a su paso, para así sumergirnos en las contribuciones originales que problematizan la manera en que las disputas espaciales y ambientales se encuentran atravesadas por las relaciones de género, así como estas últimas contribuyen a la producción social del espacio.
En los últimos cincuenta años, el campo de los estudios urbanos y ambientales ha evidenciado una preocupación creciente en las diferencias que asume la experiencia del habitar cotidiano entre los distintos géneros y cómo, en ese contexto, se profundizan y actualizan las desigualdades socio-espaciales y ambientales en la ciudad capitalista. El hábitat urbano, entendido como una construcción social, política, económica y cultural, histórica y geográficamente específica (Harvey, 2007), revela la influencia mutua entre las relaciones de género y la configuración espacial (Falú, 2009). Las ideologías patriarcales juegan un papel central en estos procesos a partir de la generalización de pares dicotómicos jerarquizados como público-privado, formal-informal, entre otros, que afectan el ordenamiento urbano y la estructura espacial (Soto Villagrán, 2016), al tiempo que producen moralidades sobre los modos de habitar la ciudad. Se trata de sistemas de clasificación que construyen sentidos sobre el lugar de los diferentes géneros, que se proyectan tanto en el plano simbólico como material.
Como evidencian los estudios feministas, la organización del tiempo y del espacio se ha constituido en uno de los principales mecanismos de control (Soto Villagrán, 2011), definiendo fronteras y movilidades que expresan relaciones de poder y dominación entre los géneros. El predominio histórico de las ideologías heteropatriarcales en el campo de la planificación y la gestión urbana, tuvo como correlato la naturalización y reproducción de geografías masculinizadas. Por un lado, los aportes realizados por otros géneros fueron desacreditados, desplazados e invisibilizados (Muxi Martínez, 2005). Por el otro, aunque en los últimos años se observa una creciente incidencia de los feminismos, la enseñanza y profesionalización de las distintas disciplinas involucradas en el ámbito de la planificación estuvieron tradicionalmente centradas en los intereses, necesidades y prioridades del patriarcado. Presentadas como “objetivas”, estas epistemes tendieron a descalificar subjetividades subalternizadas y negar otras formas -situadas (Haraway, 1991)- de construir conocimiento y ciudad.
Los estudios feministas han puesto de relieve que las geografías de desigualdad se sostienen, yuxtaponen y refuerzan las desigualdades de género. Como sostiene Federici (2010[2004]), la división sexual del trabajo producida en el proceso de acumulación originaria, implicó el despojo y confinamiento de las mujeres a las tareas de cuidado y reproductivas. Estas actividades, que son esenciales para garantizar la supervivencia y la reproducción de la fuerza de trabajo, constituyen una esfera no contabilizada por la economía tradicional (Carrasco Bengoa y Díaz Corral, 2018). A su vez, la invisibilización de las tareas de cuidado como trabajo y de las mujeres y diversidades en el ámbito del trabajo asalariado, supuso una disociación entre los espacios de trabajo y de residencia produciendo una espacialidad que afecta sus desplazamientos y uso del tiempo (Massolo, 2005 en Soto Villagrán, 2011).
En este contexto, en América Latina, surgieron una diversidad de estudios que ponen el foco en la feminización de los flujos migratorios y la distribución espacial de las movilidades en las principales ciudades, tanto para dar cuenta de las experiencias cotidianas de las mujeres y las diversidades en el espacio público y privado, como del modo en que las relaciones de género reproducen distintas prácticas de movilidad (Jirón y Zunino Singh, 2017). En tanto, como se señaló, las trayectorias y movilidades por el espacio urbano son profundamente desiguales y heterogéneas, se ha desarrollado la perspectiva de la interseccionalidad (Valentine, 2007 en Zaragocín, 2016). Frente a un espacio urbano diseñado para un sujeto masculino, heterosexual y blanco, esta perspectiva permite problematizar el diseño de las ciudades y considerar una diversidad de elementos que complejizan la experiencia urbana.
Sobre este punto, el urbanismo feminista realiza su correspondiente aporte al poner en evidencia y cuestionar que la planificación y la construcción de las ciudades se lleva a cabo desde una mirada androcéntrica (Valdivia, 2018). En efecto, el urbanismo heteropatriarcal hegemónico restringe el derecho de las mujeres y del colectivo LGBTIQ+ a gozar plenamente de todas las ventajas que ofrece la ciudad, por medio del ejercicio de múltiples violencias sobre los cuerpos y territorios subalternos, que se configuran a tono con la división sexual del espacio urbano bajo el patriarcado. En este escenario, las disputas en relación al habitar de los distintos géneros y las disidencias son pensadas desde perspectivas que recuperan la sociología de los conflictos urbanos (Melé, 2003), así como por enfoques interaccionistas que focalizan en el trato diferenciado que las personas trans y disidentes experimentan en el tránsito por la vida urbana.
Asimismo, el vínculo entre desigualdades de género y el hábitat popular ha constituido una línea de particular relevancia en la región, inscripta en una larga y vasta tradición de estudios que analizan los procesos de producción social y autoproducción del hábitat. En el contexto de una creciente feminización de la pobreza, la investigación urbana ha documentado el papel protagónico de las mujeres en los procesos de autoproducción del hábitat (Massolo, 1995), pero también la posición vulnerable (Rodríguez et al., 2018) que ocupan en la urbanización autoproducida. Diversas investigaciones muestran que estas desigualdades son reforzadas mediante las políticas habitacionales, que han tendido a acentuar identidades de género y organización de actividades (Czytajlo, 2011), a reproducir y reforzar la división entre la vida pública y la privada en diferentes escalas (casa, barrio y entorno urbano) (Raneiro y Rodigou, 2003) y a incentivar “salidas” individualizadas a situaciones de pobreza estructural (Zibecchi, 2008). Más recientemente, se puso de relieve el papel extractivista que juegan las políticas de reurbanización en la vida de las mujeres, a partir de su irrupción en las economías domésticas en base a procesos de endeudamiento (Cavallero, 2020).
En el campo de los estudios sobre el hábitat popular, diversas investigaciones focalizaron la atención en la participación de las mujeres en movimientos socioterritoriales de base urbana (Rodríguez, 2018; Gil y de Anso y Ramos, 2011; Massolo, 1995; Feijoó y Herzer, 1991, entre otras). En este contexto, se ha señalado que las restricciones impuestas por el medio urbano incentivaron la emergencia de procesos de resistencia y lucha protagonizados por mujeres (Massolo, 1995) que, bajo expresiones y manifestaciones diversas, apuntan a la transformación social del hábitat (Feijoó y Herzer, 1991). A partir del estudio de procesos de autogestión del hábitat, Rodríguez y Arqueros (2020) evidenciaron cómo las prácticas centradas en el fortalecimiento de una dimensión colectiva y organizada que estructura espacios significativos de la vida, favorecen el despliegue de procesos de resignificación cultural que habilitan un distanciamiento de roles y prácticas naturalizadas de género. Configuran, en este sentido, una estrategia racional y creativa (Massolo, 1995) que implica una proyección de las mujeres -y disidencias- hacia la esfera pública, en donde se movilizan demandas y protestas que apuntan a los poderes y políticas urbanas (Rodríguez y Arqueros, 2020).
Estos procesos se insertan en una pluralidad de luchas que involucran situaciones de subalternización que incluyen a campesinos, indígenas y afrodescendientes, así como a sectores urbanos precarizados y/o racializados (Korol, 2016). La creciente conflictividad territorial vinculada a las profundas transformaciones productivas, ambientales, socioculturales y económicas que atravesó América Latina en las últimas décadas, dio lugar a controversias sobre los modos de uso, apropiación y distribución del ambiente que aportaron nuevos saberes prácticos y comunitarios vinculados a las demandas por una mayor calidad de vida y niveles de reconocimiento. En este contexto, la ecología política feminista latinoamericana, los feminismos comunitarios y territoriales de Abya Yala y el ecofeminismo crítico, pusieron de relieve el protagonismo que asumen las mujeres y las identidades feminizadas frente a escenarios extractivistas y de desigualdad socio-ambiental (Svampa, 2015; Bolados y Sánchez, 2017; Arriagada y Zambra, 2019; Cabnal, 2010; Paredes, 2008; Ulloa, 2016; Herrero, 2013, Puleo, 2008, entre otras).
A medida que se agudizó la crisis socio-ecológica en la región, aumentó la sobrecarga sobre las mujeres, quienes históricamente han asumido los cuidados de la salud. Esto quiere decir que las llamadas “externalidades negativas” (los costos ambientales no contemplados en el cálculo costo-beneficio de las actividades extractivas, destructoras de los bienes comunes de la naturaleza) recaen mayormente sobre aquellas y las identidades feminizadas (Fernández Bouzo, 2020). En esta línea, los estudios sobre trabajo femenino en la metrópolis de Buenos Aires señalan que las mujeres se concentran en ocupaciones vinculadas al sector de servicios como el empleo doméstico, la salud y la educación -es decir, un sector dedicado eminentemente a los cuidados colectivos-, como consecuencia de un proceso histórico de reproducción de la división sexual del trabajo en el mercado laboral (Faur y Zamberlin, 2008). Este fenómeno sin duda constituye otro de los determinantes de relieve para analizar la cuestión de género en relación a la dimensión espacial y los impactos ambientales, dado que son las mujeres de los sectores populares y las trabajadoras de las áreas de servicios (empleadas domésticas, enfermeras, terapeutas, trabajadoras sociales, docentes, auxiliares, etc.), quienes asumen, en su praxis cotidiana, la responsabilidad por las tareas de cuidado que garantizan el agua, la alimentación y un ambiente relativamente saludable en las zonas relegadas de las metrópolis (Fernández Bouzo; 2018, Fernández Bouzo y Tobías, 2020).
Es preciso aclarar que si bien puede pensarse este papel desde las perspectivas que analizan los ecofeminismos de la supervivencia (Mies y Shiva, 2016 [1997]) -también llamados ecofeminismos populares y/o de base territorial- (Papuccio y Ramognini, 2018; Svampa, 2015; Korol, 2016), no necesariamente es por la identificación de las mujeres con los enfoques teórico-políticos de tales perspectivas, sino en la medida en que se sustentan en intereses prácticos de género (Molyneux, 1985) que nos hablan de la necesidad concreta de llevar adelante tareas de cuidado extra para preservar la vida. En definitiva, son trabajos reproductivos que configuran diversas geometrías espaciales y que tienen como fin contrarrestar los efectos de las sucesivas crisis socio-económicas, ecológica-ambiental -a las que suma la actual crisis sanitaria.
En línea con estos abordajes teórico-conceptuales, invitamos a la lectura de los artículos que componen el presente dossier. Débora Gerbaudo Suárez en su trabajo titulado “Migración paraguaya, género y hábitat en el Área Reconquista” analiza, a través de un abordaje etnográfico, las dimensiones espaciales y ambientales de la migración de mujeres de origen rural paraguayo como resultado de los impactos negativos del extractivismo agrícola. En este marco, la autora aborda las diversas desigualdades que atraviesan las mujeres como consecuencia de un doble extractivismo -por un lado, el rural, en el campo paraguayo y por otro, el urbano, cuando llegan a Buenos Aires- así como también las estrategias de adaptación que desarrollan en la autoproducción del hábitat. Su trabajo de campo etnográfico se centra en el Área Metropolitana de Buenos Aires, más específicamente en el partido de San Martín, donde se concentra la mayor cantidad de migrantes paraguayas mujeres, área en que ha derivado la conformación de urbanizaciones informales (villas y asentamientos) en torno a la cuenca contaminada del río Reconquista y en las cercanías al basural a cielo abierto más grande del país. Área en la que se conjugan la segregación urbana, el déficit habitacional y la degradación ambiental. Para enfrentar las dificultades y desigualdades que esto configura, estas mujeres han creado densas redes desde los feminismos populares y desde los vínculos comunitarios resolviendo las situaciones habitacionales cotidianas. En su trabajo, Gerbaudo Suárez recupera los abordajes teóricos de la ecología política, de los estudios urbanos y migratorios sobre el extractivismo y su impacto en las ciudades, con una clara mirada en las implicancias que asumen estos procesos para las mujeres y migrantes de los sectores populares.
En “Las jefas de hogar del barrio popular Luz de Vida: un estudio sobre las estrategias de supervivencia en contexto”, Gabriela Agustina Aguilar aborda las estrategias de supervivencia que presentan las mujeres jefas de hogar tomando en cuenta las estrategias reproductivas y de cuidado en un contexto marcado por la pobreza estructural, violencia de género e intrafamiliar y la gran cantidad de mujeres a cargo de sus hijos con ausencia paterna. La autora desarrolla su investigación dentro de la teoría de la economía feminista, entendiéndola como un programa teórico, académico y político, una propuesta emancipadora que busca superar las injusticias y las desigualdades sociales y económicas vinculadas a la división sexual del trabajo. Aguilar se adentra en las nociones de cuidado, aduciendo la complejidad del término. Aunque se han construido conceptualizaciones y denominaciones diferentes, señala la prevalencia de entender estas tareas como una actividad femenina no remunerada, sin reconocimiento ni valoración social. Allí también resalta la importancia de hacer hincapié en la dimensión colectiva de los cuidados, así como en los abordajes teóricos referidos a las estrategias de supervivencia. En el desarrollo y contextualización de estas conceptualizaciones, la autora reflexiona sobre los cuidados que las mujeres jefas de hogar del barrio popular Luz de Vida llevan a cabo para sus hijos/as, para sí mismas, y para las personas que tienen a su cargo. En este marco, la clave socio-habitacional tiene un gran peso en su análisis, pues observa cómo las problemáticas del barrio popular condicionan las acciones tendientes a satisfacer las necesidades de vivienda, alimentación, vestimenta, salud, educación, recreación, etc. Como demuestra Aguilar, la precariedad de las viviendas y la carencia del servicio formal implican un sobreesfuerzo y mayor tiempo de dedicación de las mujeres a las tareas domésticas y de cuidado, de modo que las estrategias de supervivencia reproductivas se encuentran condicionadas y limitadas por el contexto de pobreza estructural.
En sintonía con la cuestión del hábitat popular, María Julia Gabosi analiza en “Las mujeres en el proceso de reurbanización de Villa 20: los obstáculos que atravesaron para participar”, las percepciones de las mujeres sobre su participación en la reurbanización del barrio y los factores que la han limitado. El abordaje cualitativo y exploratorio de la autora se centra en el proceso impulsado por el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) en la villa 20 del barrio de Lugano de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), tomando en cuenta las tensiones que surgen entre la participación de las mujeres y el rol reproductivo que social e históricamente se les ha asignado. Gabosi plantea la hipótesis de que el proceso de reurbanización de Villa 20 provoca efectos diferenciales entre los géneros, por lo cual, la participación de mujeres en los espacios de toma de decisiones dificulta su cotidianidad y pone en tensión las responsabilidades adquiridas con sus tareas reproductivas y productivas. Desde este punto de partida, la autora desarrolla la perspectiva de género, entendida como herramienta analítica y política que permite problematizar y conceptualizar las desigualdades entre hombres y mujeres. En este marco, muestra cómo la división sexual del trabajo conlleva usos y necesidades de las ciudades diferentes entre hombres y mujeres, dando cuenta que la organización del territorio y el acceso al hábitat adecuado no tienen un impacto neutral ni homogéneo entre los géneros. En este sentido, Gabosi destaca el potencial del urbanismo feminista, en tanto cuestiona la planificación de las ciudades desde una mirada hegemónica patriarcal y propone un urbanismo revalorizador de las actividades reproductivas y de cuidado (fuertemente invisibilizadas frente a las productivas), reconociendo la diversidad y la multiplicidad de usos que tienen las ciudades. Entre los hallazgos, la autora señala que si bien en las instancias de Mesa Técnica, de MGP y de talleres por manzana, hubo una gran presencia femenina, no significó que tuvieran mayor peso en la toma de decisiones. En los lugares más estratégicos de visibilidad y articulación con funcionarios del IVC, fueron los hombres del barrio quienes tuvieron la voz e incidencia en las cuestiones más relevantes. En este marco, Julia Gabosi construye una serie de elementos para comprender los dilemas, tensiones y estrategias que debieron afrontar las mujeres en el proceso de participación por la reurbanización del barrio, entre las cuales cabe señalar: las tensiones entre la participación y las tareas de cuidado, la necesidad de generar más cualidades masculinas para generar “respetabilidad”, el desigual acceso a las fuentes de empleo en la reurbanización, la violencia de género traducida también en el uso del espacio público, la falta de acceso a un hábitat adecuado, la ausencia de reconocimiento como interlocutoras válidas frente a los varones del barrio y funcionarios públicos, y la reproducción de estereotipos de géneros por el propio gobierno local.
Desde la mirada de los conflictos urbanos el artículo de Martín Boy, “El sexo en la puerta de nuestras casas. Una historia de conflictos y reciprocidades. Montevideo, 2017”, nos propone mirar y analizar el espacio público urbano y los conflictos en torno al uso, sentido, pertenencia entre grupos que ocupan posiciones distanciadas en lo social pero próximas en lo geográfico. Específicamente, el autor analiza los problemas de convivencia y las reciprocidades barriales entre vecinas/os y trans que ofertan sexo en el espacio público. El estudio se sitúa en un barrio de Montevideo, Uruguay, país donde la legislación respecto al trabajo sexual está enmarcada en el regulacionismo, lo que posibilita observar otras interacciones sociales. Desde una metodología de investigación flexible, con una perspectiva cualitativa que trianguló diferentes técnicas de recolección de información, Boy analiza los testimonios de vecinas/os mostrando tanto las controversias, temores, punto de inflexión en las tolerancias barriales, como las reciprocidades y sentidos del cuidado. El autor parte de considerar que la perspectiva del conflicto urbano posibilita evidenciar procesos que implican alianzas y alejamientos de grupos sociales, así como la complejidad de los entramados en la interacción con un Otro situado diferencialmente en el espacio urbano. Finalmente da cuenta de cómo vecinos/as experimentan la convivencia con trans que ofertan sexo en las puertas de su casa, el tejido de reciprocidades y los peligros de su desvanecimiento.
En continuidad con el análisis respecto a trans y oferta de sexo, el artículo de Ramiro Pérez Ripossio “Las disputas espaciales de las travestis/trans sudamericanas: ejercicio de la prostitución/trabajo sexual en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires” nos transporta a los barrios porteños de Palermo y Constitución, espacialidades urbanas en las que irrumpen públicamente las travestis/trans con el ejercicio de la prostitución/trabajo sexual en décadas pasadas. El autor señala que esto provocó un conflicto urbano que ocasionó una escisión espacial entre las travestis/trans nativas y las migrantes sudamericanas. El artículo se centra en la descripción de representaciones sobre y de las travestis/trans migrantes sudamericanas definidas en torno a tres aspectos: las normas, la diferencia asociada con la identidad nacional y lo sensible vinculado con la corporalidad. Representaciones que operan como reguladoras del espacio y del mercado sexual, que impactan en las maneras de ejercer la prostitución/trabajo sexual entre las migrantes y generan dicha escisión espacial y desigualdades en la apropiación de recursos económicos.
Desde una perspectiva feminista materialista y foucaultiana del espacio urbano y los mecanismos de instauración de la dominación masculina, en el artículo “Cartografía del centro y la periferia del poder en las instituciones masculinizadas, el caso del Taekwondo olímpico”, Ana Giselle Torres Lira nos sitúa en este espacio deportivo que funciona como “esquema piloto de la realidad social” en el cual se producen-reproducen los mecanismos específicos de la dominación masculina, cuyos efectos son la distribución simbólica espacial y por tanto la instauración de desigualdades en el acceso de recursos y la participación en competencias mundiales en el cual las mujeres y disidencias quedan ubicadas en las periferias. Para dar cuenta de ello, la autora parte de conceptualizar un centro y periferia del poder dentro de las instituciones deportivas mexicanas. Analiza el caso de estudio de tres mujeres: una atleta, una entrenadora y una árbitro. A partir de analizar sus discursos y establecer categorías, Torres Lira da cuenta de dichas desigualdades en las que las mujeres y disidencias quedan ubicadas en las periferias del poder. Asimismo, la autora describe no sólo los pactos heterosexuales que mantienen la estructura de poder centralizada, sino también los que se producen entre las disidencias subalternizadas que habilitan la capacidad de agencia y estrategias de permanencia en el deporte.
En consonancia con la interrogación respecto a la configuración de las centralidades y periferias, se encuentra el artículo de Emanuel Bernieri Ponce y José Ignacio Larreche “Descentrar para (re)mediar: las Marchas del Orgullo en las no metrópolis argentinas”. Bajo la pregunta sobre ¿Qué ocurre con las disidencias por fuera de las grandes ciudades?, los autores describen los devenires del colectivo LGBTIQ+ enfocando las movilizaciones encauzadas para visibilizarlo, tales como las marchas del orgullo, por el matrimonio igualitario y la confluencia en las marchas por el aborto. A partir del enfoque de la geografía cultural, analizan estas movilizaciones en tanto táctica histórica del colectivo para hacerse visibles, apropiarse del espacio público y manifestar diferentes reivindicaciones en las ciudades intermedias y pequeñas. Para ello construyen descripciones acompañadas de datos cuantitativos (respecto a la cantidad de movilizaciones, por ejemplo) a lo largo de todo el país, determinando momentos de intensificación de acuerdo al contexto sociopolítico, así como singularidades locales-regionales. Finalmente, este artículo posibilita descentralizar el análisis respecto a las movilizaciones de las disidencias para visibilizar sus potencialidades y la resignificación del espacio público que conlleva.
El último artículo que compone el dossier nos propone un abordaje metodológico muy interesante como es la autoetnografía. Angie Natalia León Roncancio y Natalia Reinoso nos invitan al artículo: ¿Palo del Ahorcado o Árbol de la Vida? Una autoetnografía sobre la Masculinidad Tóxica y las Nuevas Masculinidades en un Barrio de Ciudad Bolívar”. Desde un relato en primera persona apuesta por otro modo de escritura, investigación que contribuya a visibilizar otras miradas e interpretaciones del territorio, así como la transformación interpersonal y social de este. La estructura del trabajo se organiza con la metáfora del testigo de un árbol de eucalipto denominado Palo del Ahorcado o Árbol de la vida, esas dos denominaciones dejan leer la reproducción de la violencia estructural en el territorio o bien las apuestas de transformación que emergen de este. La Ciudad Bolívar de Colombia es definida mediática y académicamente como un territorio periférico, marginalizado, pobre y violento, resultado de condiciones de desplazamiento ligadas a la migración rural y urbana, que conlleva altos niveles de violencia social. Estas condiciones estructurales de violencia, son articuladas por las autoras con la violencia de género que construyen modelos de masculinidad tóxica y paternidad violentas, de modo que las violencias se reproducen en las vidas cotidianas de las personas y mantienen la desigualdad en el territorio. A lo largo del artículo, argumentan que la masculinidad tóxica es un factor que destruye el tejido social comunitario, para luego dar cuenta de las apuestas cotidianas que se recrean desde el territorio y que buscan transformar los modelos de masculinidad hacia otro saludable. Esto permite reconstruir el tejido social comunitario, generar otras dinámicas de género y sociales, además de proponer otra mirada desde el propio territorio.
A modo de cierre, este dossier “bricolage” busca ser un aporte a los estudios que problematizan la dimensión espacial y ambiental en relación a la cuestión de género y los estudios feministas, desde una perspectiva amplia y plural. Invitamos a leer los trabajos que lo componen, ya que recogen experiencias tan diversas como enriquecedoras: las estrategias de adaptación para la autoproducción del hábitat, los desafíos y complejidades de pensar colectivamente las tareas de cuidado, la producción de centros y periferias del poder en relación con la práctica de un deporte habitualmente considerado masculino, la participación diferencial en un proyecto de reurbanización en función del género, los desiguales usos del espacio urbano, y los prejuicios y desigualdades que operan en el encuentro con otros simbólicamente distantes, la reproducción de la violencia estructural en modelos de género y las alternativas que surgen desde los territorios periféricos. Así, las investigaciones presentadas dialogan desde una diversidad de miradas y coralidad de voces, que de manera crítica se aventuran a establecer puentes entre experiencias y campos de conocimiento aparentemente inconexos.
Si bien en los últimos años la perspectiva feminista ha cobrado peso en los estudios urbanos y ambientales y ha teñido el lente desde el cual abordar diversas investigaciones -una influencia que claramente surgió de las luchas y conquistas feministas-, consideramos que es necesario desarrollar aún más los puentes entre los distintos enfoques y experiencias, aportando a la producción de nuevas epistemes que nutran las miradas y generen bases sólidas para intervenir en el debate público y político. Alentamos a leer este dossier y a contribuir con sus propias reflexiones y producciones en este campo de estudios sobre el género, el espacio y el ambiente en las ciudades latinoamericanas.