Espacio Abierto
Descentrar para (re)mediar: las Marchas del Orgullo en las no metrópolis argentinas
Decentralize to compose: Pride mobilizations at non-metropolitan argentinian cities
Descentrar para (re)mediar: las Marchas del Orgullo en las no metrópolis argentinas
QUID 16. Revista del Área de Estudios Urbanos, núm. 15, pp. 158-178, 2021
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 14 Diciembre 2020
Aprobación: 04 Mayo 2021
Resumen: El presente estudio se encarga de describir el devenir del colectivo LGBTIQ+ en su faz más reivindicativa, es decir, desde las movilizaciones encauzadas en ciudades intermedias y pequeñas. Para alcanzar dicho objetivo y sistematizar las marchas del orgullo se ha recopilado información procedente de redes sociales, portales de noticias de medios locales y algunos suplementos de gran resonancia en medios nacionales. Como parte de los resultados, se establecen cortes sustentados en el contexto espacio-temporal de desarrollo de las marchas y se analizan brevemente los modus operandi en general y determinados rasgos distintivos alusivos al marco regional, la localidad, los componentes y la denominación de las marchas, para enriquecer una discusión con poca densidad dentro de la geografía humana y fuera de las metrópolis.
Palabras clave: Orgullo(s), metropocentrismo, ciudades intermedias y pequeñas, geografía de las sexualidades..
Abstract: The study describes the evolution of the LGBTIQ+ collective in its political face, that is, from the movements at intermediate and small cities. To achieve this objective and systematize the pride mobilizations, information has been collected from social networks, local media news websites and some national supplements. As part of the results, periods cuts are established based on the spatial-temporal context of pride’s development. This strategy allows the modus operandi in general and distinctive features according to the regional framework, the city indeed, the components and the mobilizations name analysis, in order to enrich a discussion with little density within human geography and outside the metropolis too.
Keywords: pride prouds, metronormativity, intermediate and small cities, geography of sexualities..
Introducción
La visibilidad de la disidencia sexual ha estado históricamente vinculada con lo urbano (…), los disidentes sexuales han encontrado en la ciudad un contexto idóneo. Las ciudades modernas, multiculturales, anónimas son contexto de uso, producción y manifestación de las identidades sexuales... (Enguix, 2009: 1)
Siguiendo el planteamiento que hace la antropóloga española Begonya Enguix en la cita inicial (en un artículo donde se dedica a analizar el Orgullo en Madrid), se puede pensar que en la Argentina hay pocas ciudades “modernas” que cumplen con esas cualidades de multiculturales, anónimas, o coquetean con ser cosmopolitas. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) podría marcar claramente la centralidad de esas premisas, pero lo cierto es que estas dinámicas urbanas vienen acompañadas de un peso demográfico que, en el territorio argentino, podrían encauzarse en las principales metrópolis, a las que además de CABA se sumarían Rosario (provincia de Santa Fé), Córdoba y Mendoza (capitales ambas de sus provincias homónimas), lo que representa sólo una pequeña parte en términos espaciales..
Entonces, ¿qué ocurre con las disidencias. en el resto del país, es decir, por fuera de esas grandes ciudades? Creemos que un dossier dedicado a lo metropolitano es un buen lugar para preguntarse también por los márgenes, partes constitutivas de un presunto centro hegemónico. Partiendo de esa pregunta va a rondar el presente esfuerzo. Sin embargo, es preciso reconocer que esta dialéctica centro-periferia desde el espacio ha sido una constante en términos sociosexuales, y las respuestas frecuentes brindadas han sido a costa del desplazamiento de gran parte del colectivo LGBTIQ+. a alguna de esas ciudades millonarias argentinas, nombradas en el párrafo anterior.
Algunos autores denominan sexilio. al cambio de rumbo donde gravitan imaginarios, posibilidades laborales, vínculos preexistentes y nuevos aires donde lo sexual confabula ampliamente. Dentro de un artículo que analiza estas posibilidades en dos ciudades medianas que rodean a Barcelona, como son Girona y Sabadell en España, los autores concluyen al respecto:
(...) es necesario destacar que, a pesar de la relevancia del sexilio en los procesos de construcción de la identidad colectiva, así como en la construcción de las narrativas LGTB, no todas las personas LGTB ven en la migración a la gran ciudad la vía más adecuada para mejorar su bienestar o encontrar espacios de socialización. La migración hacia las grandes ciudades no es un proyecto vital necesario para las personas LGTB, ya que muchas de ellas no proyectan sus existencias en los grandes entornos urbanos. Por tanto, aunque se trate de un fenómeno conocido y significativo para muchas personas LGTB, no es una realidad extendida al conjunto de la población LGTB.” (Adiego, Grau y Jubany, 2019: 480)
Se buscará entonces esbozar otras respuestas pensando en aquellos que se quedan en sus ciudades de origen, en la representación que el colectivo LGBTIQ+ posee acerca de “sus” ciudades y el papel de los activismos locales a partir del dispositivo de las Marchas del Orgullo, que ha sido la principal táctica. histórica por parte de este conjunto para apropiarse del espacio público, de la calle, y hacerse visible. Por lo tanto, el presente estudio se encarga de describir el devenir del colectivo en su faz más reivindicativa, es decir, desde las movilizaciones encauzadas en ciudades intermedias y pequeñas. El enfoque que se privilegia es el de la geografía cultural. y su aterrizaje en los espacios no metropolitanos para ampliar la visión en torno a marchas de este tipo que han sido menos relevadas, menos mediatizadas y, por lo tanto, menos conocidas a lo largo y ancho del país en los últimos años. Esta mirada pregona un análisis geográfico en el que la pregunta obligada por el dónde sea un medio y no sólo un fin. Es decir que, a partir de la localización de determinados hechos, se pueda profundizar sobre la dimensión territorial de los mismos que surge mediante interrogantes sobre el cómo y el porqué, siendo conscientes que estos tendrán respuestas intrincadas e incompletas.
La visibilidad de la disidencia sexual ha estado históricamente vinculada con lo urbano (…), los disidentes sexuales han encontrado en la ciudad un contexto idóneo. Las ciudades modernas, multiculturales, anónimas son contexto de uso, producción y manifestación de las identidades sexuales... (Enguix, 2009: 1)
Las otras sexualidades y el encuadre geográfico
En los últimos años, la Geografía de las Sexualidades se ha convertido en un campo fructífero para la disciplina no sólo por la emergencia de temas novedosos y necesarios de alumbrar sino por la convergencia (generalmente difícil de garantizar para quienes hacemos geografía) con las demás ciencias sociales y humanidades, que requieren la aproximación y el análisis de estos tópicos. En este sentido, se debe señalar la demora de la disciplina en su preocupación sobre estos grupos, en comparación con la antropología y la sociología, aunque desde sus inicios la dimensión espacial ha sido estructurante para estas sexualidades. De hecho, la ira de Stonewall (que dio origen a la primera Marcha del Orgullo en los Estados Unidos, allá por 1969) se amplifica ante la amenaza sobre lo que la comunidad LGBT de Greenwich Village consideraba su lugar, su hogar, su refugio.
Desde el punto de vista científico, la obra de David Bell y Gill Valentine Mapping Desire (1995) es reconocida como el hito fundacional de esta línea de investigación. Sin embargo, la combinación de una impronta geográfica androcéntrica (Rose, 1993) y la inexistencia de traducciones disponibles para contribuciones en esta sintonía, repercute en réplicas recientes y desequilibradas en nuestras latitudes donde destaca la geografía brasileña. Creemos que este punto no es menor a la hora de pensar en la producción de una geografía humana contemporánea en el Cono Sur que lejos está de descartar estos antecedentes pioneros, más allá de que sea necesario contraponer sus particularidades regionales en la problematización. Otra obra importante es la de Browne, Lim y Brown (2007), quienes definen a la geografía de las sexualidades como “la exploración de la relación entre sexualidades, espacio y lugar: preguntas sobre las formas en que las sexualidades son geográficas o la cuestión de cómo se sexualizan los espacios y lugares” (2007: 1, trad. propia).
A su vez, es propicio desmenuzar el espectro de las sexualidades que acompaña a esta línea en tanto detrás de éstas se confunden deseos, prácticas, expresiones y manifestaciones múltiples, próximas a la idea de plasticidad que postula Giddens (1998). Es así como dentro de estas geografía. se pueden analizar gays, lesbianas, trans, queers e inclusive heterosexuales distantes de la heteronorma (Browne et al., 2007). En Argentina, los estudios sobre estos grupos han atravesado distintos momentos de reflexión de acuerdo con el contexto (dictaduras, reapertura democrática, globalización) ejerciendo una interpelación cardinal no sólo desde parámetros temporales sino espaciales, aunque estos últimos hayan sido menos explícitos. En otras palabras, la espacialidad se ha analizado simplemente como un recorte de estudio, contenedor de procesos, escenografía más que como espacio productor de lo social (territorio). Por otro lado, la mayoría de estos estudios se ha volcado hacia las lógicas gays y menos hacia las restantes identificaciones como ilustran los casos de Meccia (2016) y Sívori (2005), por citar sólo algunos.
De los escritos, resulta importante destacar que los anclajes metropolitanos como CABA, Rosario y Córdoba han sido entradas sustanciales para advertir una conformación más estable de una “comunidad” que iba trazando y consolidando determinados circuitos de la movida LGBT.. Estas referencias consolidan la idea de gran ciudad y la de su mentalidad como bien instaló Simmel (1988), y en la actualidad, el discurso del turismo urbano. termina por atar de manera inseparable los significados de la diversidad sexogenérica en estos domicilios (Adiego et al., 2019). Asimismo, la gesta de las conquistas de los derechos de las minorías sexuales se ha emprendido desde alguno de estos puntos, como parte de cierta inercia sociocultural que da volumen a la mística de estas ciudades. La dinámica social y su gran heterogeneidad parece exigirles a las metrópolis la empresa de las revoluciones alineadas a la consigna de las minorías sexuales.
Más allá de que la obra honre la figura de Carlos Jáuregui en su tarea de gestión política, Mabel Bellucci (2020) se inmiscuye en su biografía personal, que vuelve sobre lo que se apuntó: Jáuregui era un platense que, tras atestiguar experiencias de disputa política homosexual en París, decide instalar la causa de la igualdad al mismo tiempo que se muda a la capital argentina (más tarde convocaría, por medio de la Comunidad Homosexual Argentina, a la primera Marcha del Orgullo en Buenos Aires en 1992). Para muchos activistas preocupados por los grupos vulnerados en general (sexuales, étnicos, de clase, rurales), las demandas que no pueden plasmarse en las grandes urbes, no reciben la atención necesaria para ser admitidas como trascendentes y ser tratadas seriamente. Por eso, a pesar de las distancias y las pérdidas de diversa índole que implica este peregrinaje, toda preocupación social debe, en algún plazo, ocuparse por arribar a la metrópolis si la intención es que surta efectos, materializada esta última referencia como el despacho de algún representante del gobierno de turno, alguna avenida reconocida nacionalmente o ruta de acceso a la gran ciudad, o el frente de algún edificio emblemático donde confluyen miradas, cámaras y simbolismos.
Las movilizaciones de la diversidad sexual permiten subrayar estos aspectos a pesar de que el desbordamiento de la causa, sucedido una vez que fue presentado el proyecto del Matrimonio Igualitario, inició una ruptura en los esquemas que ponían a las metrópolis como únicos reflejos. Con la mayor cobertura mediática y en sintonía con el alcance pretendido de la ley empezó a surgir, en el susurro de las ciudades medianas y el silencio de las pequeñas, la entidad del tema, aunque el espejismo metropolitano nunca dejó de ser necesariamente efectivo en términos existenciales. De alguna manera, con este ejercicio nos proponemos erosionar las fuertes vinculaciones (por no decir monolíticas) de estas dinámicas con las metrópolis o, dicho de otra manera, desmontar el metropocentrismo en el contexto en curso para, en algún sentido, equilibrar el mapa de las disidencias.
El metropocentrismo puede entenderse en dos sentidos: teórico y práctico. En relación con el primero, es necesario reparar en la noción de metronormatividad acuñada por Halberstam (2005), en su reflexión sobre las narrativas migratorias del colectivo desde los espacios rurales a los territorios urbanos en Estados Unidos en el marco de la Gran Migración Gay (Weston, 1995), y expandirla. Si bien es útil como disparador, la metronormatividad recrea una dicotomización a partir de los extremos rural-urbano y sus derivados: atraso-progreso, comunidad-sociedad, prisión-meca, que buscamos sortear con la expresión de espacios no metropolitanos donde cobran relevancia ciudades medianas y/o pequeñas en Argentina tomando como mínimo lo que exige la localidad (2000 hab.) y como máximo lo que corresponde a la ciudad mediana o intermedia (999.999 hab.) (Di Nucci y Linares, 2016). En esta dirección, la metronormatividad ha sido aplicada como un atributo más en la perspectiva interseccional cuyas desventajas de clase, etnia y género confluyen en la ecléctica operatoria metropolitana. edificando un poco más la homonormatividad. En los trabajos de Abelson (2016) y Podmore (2016) se pueden apreciar estos enlaces ajustados a distintos sujetos sexuales y en distintas regiones.
El otro sentido del metropocentrismo versa sobre la dependencia teórica que se produce desde las metrópolis en lo que compete a procesos sociosexuales y se apoya fundamentalmente en los antecedentes recabados. La dimensión espacial de las sexualidades no heterocentradas en general responde a procesos de sociabilidad, políticos y eróticos que se recrean en las grandes ciudades, como ha sido históricamente en otras partes del hemisferio norte (como se mencionó) pero esto no debe significar su exclusividad. En el caso de las movilizaciones de la diversidad sexual se puede evidenciar este rasgo de metropocentrismo, sin negar que nuestras reflexiones, en algún punto, se harán eco de estas experiencias como fuentes del trabajo.
Dentro de estas plataformas de despegue se pueden mencionar la labor de Figari et. al. (2005)Sociabilidad, política, violencia y derechos. La Marcha del Orgullo GLTTB de Buenos Aires 2004: primera encuesta y la de Jones et al. (2006)Sexualidades, política y violencia. La Marcha del Orgullo GLTTBI Buenos Aires 2005: segunda encuesta, que enfatizan las singularidades que han tenido estos movimientos sociales de un año al otro a partir de un valioso trabajo con encuestas y observación participante. Por otro lado, se encuentra el aporte llevado a cabo por Moreno (2008), nuevamente sobre la marcha en CABA. Este análisis recurre a comprender las tensiones, opresiones y posicionamientos a lo largo del tiempo desde las voces de los activistas encolumnados en alguna de las organizaciones y espacios militantes convocantes. Iosa y Rabbia (2010) elaboran otro trabajo fuera de la capital nacional (pero igualmente en las metrópolis) sobre los distintos usos del espacio y otras variables como consecuencia del recambio generacional durante la Marcha del Orgullo en Córdoba de 2009.
En el caso de las marchas en espacios no metropolitanos, se pueden mencionar antecedentes recientes en trabajos finales de grado y posgrado, ponencias y artículos científicos. Entre estos, Gaona y Ficoseco (2015) se interesan por un análisis interseccional de la Marcha del Orgullo de San Salvador de Jujuy; el interés de Costantino (2017) sobre su homóloga en La Plata radica en conocer el rol del Estado frente a esta demanda, mientras que Gimeno (2018) analiza los efectos de sentido producidos por la intervención de la organización La Glorieta en la marcha sanjuanina. El acercamiento de Bernieri Ponce (2019) a tres casos de estudios diferenciados entre sí, en términos organizativos y espaciales en las marchas de San Salvador de Jujuy, San Juan capital y El Bolsón, y el texto de Larreche (2020) que profundiza sobre la marcha en Bahía Blanca en 2017, son aportes en clave cultural sobre dichos movimientos sociales.
Los orgullos del Orgullo
Relevar la totalidad de Marchas del Orgullo en la Argentina, no ha sido una tarea fácil. Un país extenso y tan diverso, requiere de una mayor federalización de los conocimientos y de una mayor circulación de los acontecimientos que suceden en otras ciudades argentinas, que no sea lo emitido por Buenos Aires10. De alguna forma, las redes sociales suplen esa falta de acceso a la información de otras regiones y localidades, siendo una de las fuentes secundarias consultadas para conocer la naturaleza de los eventos y activismos LGBTIQ+ que se inician, difundidos a través de esos canales. En cuanto a lo metodológico, la otra gran fuente de información secundaria han sido los diarios locales a través de sus portales de internet, que se han hecho eco de cada una de las marchas realizadas en sus localidades (por más pequeñas que estas hayan sido en cuanto asistentes), como así también de lugares aledaños. En muchos de los casos, dada la escasa información que se presenta de los acontecimientos, se ha consultado en las propias organizaciones. Además, con la particularidad de que muy pocos medios nacionales han hecho mención de estos sucesos en las provincias11.
Se han contabilizado un total de 77 marchas del Orgullo hasta el 2019 inclusive, fuera de las ciudades millonarias mencionadas al inicio12. Estas tuvieron lugar en distintas fechas, desde el 28 de junio que se conmemora internacionalmente el Día del Orgullo, hasta diciembre y enero inclusive (meses de orgullo nacional y con mejores condiciones climáticas además de posibles sinergias con el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA) y contaron con la celebración de, al menos, una marcha en cada provincia, principalmente en sus capitales. Con algunas pequeñas excepciones, las mismas se han celebrado en la misma ciudad una vez por año, sin interrupciones luego de la edición inaugural.
El análisis de las marchas del orgullo no metropolitanas, puede estructurarse en tres momentos que responden a coyunturas distintas de la cuestión sociosexual nacional con impactos y decantaciones diferenciales en la escala subnacional. El primer cuadro (ver tabla 1) hace referencia a aquellas marchas del orgullo pioneras en el “interior” del país, que siguieron varios años después a la de CABA (1992), y fueron un primer paso en la descentralización de las disidencias. El segundo cuadro (ver tabla 2), refleja un segundo momento histórico en el país, con un crecimiento de las marchas en ciudades argentinas luego de la sanción de las leyes de Matrimonio Igualitario (2010) y de Identidad de Género (2012), que como se verá, no sólo permitieron (sobre todo la primera ley) el debate acalorado de dichos temas en todo el país, sino que también han potenciado la visibilización de estas problemáticas en el espacio político y en la escena social de estos reductos.
Los dos últimos cuadros (ver tablas 3 y 4), representan un momento más actual, como es el auge de las Marchas del Orgullo a partir de otro punto bisagra para el país, como ha sido el debate en el Congreso Nacional por la legalización del aborto, proyecto que obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados, pero luego fue rechazado por la Cámara de Senadores13. Este hecho movilizó a todo el movimiento feminista argentino, que ya venía organizándose fuertemente y tomando las calles con el reconocido Ni una menos, frente al estallido de la violencia de género y la gran cantidad de femicidios en los últimos años sumado al calor de los Encuentros Nacionales de Mujeres que se realizan en el país desde 198614. Con algunos intentos fallidos en sus resultados, aunque firmes desde la convicción de Jáuregui, la alianza entre el feminismo y el movimiento LGBTIQ+ parece haberse encontrado ante esta discusión. La lucha compartida contra un sistema patriarcal y heteronormativo (aunque esto no siempre suponga las mismas tácticas) ha sido un estímulo para muchos activistas de la cuestión sexual extendida.
Los Orgullos pioneros
Se encontraron siete marchas luego de los bautismos mencionados y antes de la inflexión del matrimonio igualitario que, en algunos casos, pueden ser nodos llamativos debido a los territorios provinciales en los que se afincan, pero también porque adoptan otro tipo de organizaciones en vinculación con el paisaje como los festivales. Mar del Plata, una de las ciudades más importantes y destino turístico por excelencia de la costa atlántica bonaerense, la ciudad de Neuquén, una de las principales de la región patagónica, y la pequeña localidad de El Bolsón (provincia de Río Negro) son estas primeras expresiones fuera de las metrópolis. Este último constituye un caso original, ya que, junto a la marcha, se organiza un campamento y un festival de varios días, a principio de cada año, organizado de manera independiente por activistas autoconvocados (el último año se ha denominado Festival Diversx, Disidente y Autogestivo). Esto, en alguna medida, es una instancia superadora de la convivencia dicotómica de la “festimarcha”15 con la que suelen ser asociadas estas movilizaciones ya que la propuesta se ve resignificada por la atmósfera comunitaria de la comarca patagónica y su paisaje cultural16.
Sacando el caso de El Bolsón, la mayoría de las marchas se realizan por las arterias principales de la ciudad, con actividades durante todo el día, sobre todo con recitales de música o performances artísticas incluidas en escenarios dispuestos en alguna plaza o espacio recreativo de jerarquía para la ciudad. Además, en los recorridos elegidos se busca pasar frente a los edificios históricos y de mayor importancia política para sus provincias: Municipalidad, Legislatura, Tribunales e Iglesias; lugares donde se concentra el poder provincial, el mismo que muchas veces los invisibiliza o desde donde emana un imaginario hegemónico. Incluso, como se destaca en una de las coberturas de la última Marcha en San Miguel de Tucumán, los itinerarios pueden variar dependiendo los reclamos: “En el camino la marcha hizo un desvío para pasar por el Sistema Provincial de Salud (Siprosa)” se menciona en el diario provincial El Litoral, ante demandas puntuales del colectivo local (falta de hormonas para las personas trans, problemática que se vive en todo el país igualmente), como así también por el reclamo por el aborto seguro, legal y gratuito.

La primavera del Orgullo en Argentina
El segundo momento mencionado, hace alusión al fulgor de las leyes igualitarias sancionadas en el país a partir del 2010. Desde ese mismo año, se contabilizaron 28 ciudades con Marcha del Orgullo, impulsadas en su mayoría por activismos locales, algunos de los cuales nacieron durante el debate por el Matrimonio Igualitario. Otros, como los activistas de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) se animaron a crear su propia organización provincial o trabajan en conjunto con dicho organismo para consolidar esa mirada federal. Una de las primeras marchas dentro de este grupo, fue organizada por el colectivo La Glorieta- Espacio LGBT, en donde puede verse un análisis en profundidad en el ya mencionado trabajo de Gimeno (2018).
La politóloga argentina Renata Hiller en su trabajo Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina (2010), además de hacer un claro análisis del activismo y la organización por parte del colectivo previo a la sanción de la ley, hace mención en el apartado “Tercera etapa: espacios en disputa (mayo- julio 2010)”17 a un raid de la comisión del Senado encargada del debate, por nueve provincias argentinas, escapando a un centralismo porteño “que ‘ocultaba’ la Argentina profunda a la que era necesario ponerle oído’ (2010: 123), realizando audiencias en Resistencia, Corrientes, Salta, San Fernando del Valle de Catamarca, San Miguel de Tucumán, Córdoba, San Juan, San Salvador de Jujuy y Mendoza. Como señala la autora en una nota al pie, ninguna tuvo lugar en la región patagónica, pese a plantearse una en Neuquén que no llegó a realizarse. No es menor aquí el dato que, exceptuando Córdoba, Salta y San Miguel de Tucumán (que ya contaban con Marcha del Orgullo), el resto de las ciudades mencionadas iniciaron la preparación de sus marchas el mismo año que se sancionó la ley o al año siguiente. Esto demuestra la importancia de que dichos debates tomarán alcance nacional masivo, y se federalizaran en cada provincia argentina, regionalismos mediante. Allí tuvieron presencia (y voz) ciudadanos de las provincias y activistas locales que, hasta ese momento, viajaban a vivir la experiencia de la marcha porteña como una especie de bautismo y evento obligado a concurrir. Hiller menciona esta dicotomía entre la ciudad de Buenos Aires y el resto de las provincias, en la construcción de un imaginario al respecto:
Dicho imaginario sostiene una dicotomía entre la Ciudad de Buenos Aires y el resto del país, en donde ésta se caracterizaría por ser “progresista”, entendiendo por ello el pluralismo de estilos de vida, el respeto a los derechos individuales (civiles y políticos, antes que sociales) y una actitud menos prejuiciosa hacia lo diferente. (...) Por contraposición, el interior es definido por su anclaje en los valores tradicionales, ligados al mayor peso de la Iglesia Católica, con fuerte control de la “tiranía social” sostenida [a] través del rumor y otras estrategias de control social frecuentes en comunidades pequeñas o medianas (Hiller, 2009: 58-59 en Hiller, 2010: 123)
Volviendo a las Marchas del Orgullo de este período, conviene resaltar aspectos que se destacan en algunas de ellas, como es el caso de San Salvador de Jujuy. Las autoras Gaona y Ficoseco (2015), han analizado dicha marcha, en el año 2013 en que fue organizada por la Secretaría de Diversidad de la agrupación indígena local Tupac Amaru (considerada por las propias autoras como la más masiva en una ciudad mediana). Allí las investigadoras hablan de “colectivos subalternizados” que se superponen, generando nuevos agrupamientos a partir de la Marcha, y de una yuxtaposición de opresiones compartidas por los dos colectivos. Amplían al respecto las autoras, teniendo en cuenta las particularidades de una ciudad (y una provincia) atravesada por su ethos:
se incorporan a espacios de la ciudad que no les correspondían (sea por su condición de clase, por su condición de género, por características étnico-raciales no occidentalizantes)- la plaza principal, la vereda de la Casa de Gobierno, los puentes que conectan al caso céntrico con el resto de la ciudad- (…) (Gaona y Ficoseco, 2015: 216)
Otras particularidades, se encuentran en la Marcha del Orgullo de Necochea (provincia de Buenos Aires), en donde este año se realizó durante todo el mes de enero (coincidiendo con el boom turístico de la costa argentina) el “Mes del Orgusho” (imprimiendo un sonido más cercano al castellano bonaerense que el de la doble “ll”), diferentes actividades, charlas y muestras de arte y cine LGBTIQ+, finalizando con Marcha del Orgullo por la avenida que rodea al mar. Otra de las ciudades que se destaca es la de Rafaela (Santa Fe), que se presenta como un Encuentro Disidente o Irreverente como ha ido variando de nombre, de varios días con diversas actividades (uno de los años han incluido charlas en las escuelas por ejemplo, mostrando un compromiso social con la comunidad también), organizado por activistas locales que enarbolan la bandera de un Orgullo Disidente, que se contrapone a lógicas mercantilistas o capitalistas que priman en las Marchas del Orgullo a nivel global. Otro hecho que se destaca en algunas de las ciudades, como por ejemplo en la de Chivilcoy (provincia de Buenos Aires), es que durante la Marcha del 2018 se inauguró la plaza de la diversidad Daniela Charo Latessa, con pintadas multicolores de las sendas peatonales alrededor de la plaza, itinerario utilizado también para la marcha. Estos actos demuestran una apropiación del espacio también simbólica (territorialización) y exponen que la cara de la moneda más presente post matrimonio igualitario ha sido la reivindicativa en estas localidades.
Otra ciudad, al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, es Bahía Blanca, que celebra su orgullo desde 2010 con una retórica similar en cuanto al recorrido de las pioneras aunque ampliándose cada vez más luego de la vuelta a la plaza principal, y penetrando en sectores más asociados al imaginario conservador o acomodado de la ciudad como es la Avenida Alem y con cada vez mayor grado de discusión en asambleas previas en torno a la organización del evento y sus consignas18.
Las ciudades de La Plata y Quilmes, han sido pioneras de las Marchas del Orgullo en el Gran Buenos Aires (el auge de las marchas allí se dará en el tercer momento mencionado), siendo el lema el último año de la Marcha de Quilmes un indicador de esta heterogeneidad del Orgullo: “El sur diverso también existe”. Algo que se destaca en estas marchas, es la importancia de la presencia del movimiento trans en lo que concierne al colectivo LGBTIQ+, ya sea con la participación de sus propias organizaciones localizadas en dichas ciudades (una de las más citadas es la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina, ATTTA), así como también con gran presencia entre las demandas principales de las marchas.

Fuente: elaboración propia.
Una alianza orgullosa con el aborto como trasfondo
Por último, el tercer momento y aluvión de marchas corresponde a los últimos dos años, con gran alcance sobre todo en la provincia de Buenos Aires, y particularmente en el Gran Buenos Aires. Sólo en dicha provincia se han contabilizado en los dos últimos años marchas del orgullo en 24 ciudades. Si se tiene en cuenta el resto de las provincias argentinas suman un total de 42 ciudades con marcha. Hemos pensado dos hipótesis de este auge, vinculadas a la importancia que han recobrado los movimientos feministas en la Argentina tanto a partir de la creación del Ni una menos; así como también el debate que se hizo masivo durante el 2018, por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, aspecto que llevó a un debate tanto a nivel nacional como provincial, reflejado también en la visibilización de las marchas tanto a favor como en contra en todas las ciudades del país. Este debate y el de Matrimonio Igualitario son fenómenos que dialogan19 y se parecen en torno a la injerencia de los actores regionales (discursos de algunos senadores y diputados que dicen representar el pensamiento de sus provincias) en dichas demandas.
Cuando los temas latentes se exhortan, se produce una transformación de los espacios geográficos en territorios de poder, llevando, en estos casos, a las disidencias y feministas a salir a las calles y emprender vigilias y presiones por el canal del que se disponga. A partir de los reclamos por la autonomía del cuerpo y la responsabilidad del sistema de salud pública en esa exigencia, los movimientos feministas ocuparon reiterada y masivamente las calles, primero, de la Ciudad de Buenos Aires, pero muy prontamente por las ciudades de todo el país, en una alianza que se tornó transfeminista y puso en escena, en alguna medida, al movimiento LGBTIQ+. No en todos los casos han sido bienvenidos varones cis entre sus filas lo que también significó la exclusión de un conjunto de gays. Esto alimenta otras discusiones que no van a ser saldadas aquí, como el “mujerismo” de los movimientos feministas, el papel del lesbofeminismo en los mismos, las tensiones entre las políticas de la identidad y las políticas queer y los ecos de los feminismos en torno a otras cuestiones de coalición como el VIH, que no creemos superadas.
Otro hecho que sigue afirmándose desde sus inicios, es la masificación de los Encuentros Nacionales de Mujeres anteriormente mencionados, que se realizan en distintas ciudades del país, paralizando por completo las mismas durante los días que se realiza20. Hitos que marcan a las comunidades locales en donde se realizan dichos encuentros o marchas, y que parafraseando a Judith Butler (2017) hablan de cuerpos aliados y lucha colectiva. Ejemplo de esto son estas primeras marchas en los últimos años en ciudades como se ve en los cuadros 3 y 4, en donde también participan en su organización activistas de movimientos feministas, del Ni Una Menos en sus respectivas provincias, como así también activistas de las Socorristas en Red que funcionan en todo el país, o en los talleres dedicados a las disidencias sexuales y sus problemáticas específicas dentro de los Encuentros Nacionales de Mujeres.
Otro aspecto a destacar es la gran cantidad de Secretarías de Género y Diversidad Sexual creadas en muchos municipios del país quienes, en la mayoría de los casos, además de impulsar la realización de las Marchas del Orgullo, forman parte de la organización de las mismas, dando espacio para la formación de las Comisiones o Mesas encargadas de la organización, lo que demuestra también en algunos casos un trabajo en conjunto con los niveles provinciales y/o municipales. Esto presenta algunas rupturas al interior de los movimientos LGBTIQ+ provinciales, que no desean tener vínculo alguno con el Estado local, mismo actor social al que denuncian y reclaman por diversas situaciones de violencia y/o discriminación bajo la bandera de la disidencia. En otros casos, no dejan de expresar sus diferencias pese al apoyo sobre todo logístico y simbólico que les brindan los gobiernos.
Destacan algunos lemas y acciones que representan un poco de lo que se viene analizando. Entre los lemas más representativos se encuentran: "Nuestro orgullo no se reglamenta, no se vende ni se reprime” (Marcha del Orgullo de La Matanza, en el Gran Buenos Aires); "Zona libre de discriminación" (Marcha del Orgullo de Florencio Varela, también en el Gran Buenos Aires); “¡Por un Baradero feminista, disidente, igualitario y libre de discriminación!” (Marcha del Orgullo de Baradero, provincia de Buenos Aires); “Salí del clóset, Quebrada” (Marcha del Orgullo en la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy); así como también la expresión de sus asistentes “hoy Merlo salió del closet” (durante la Marcha del Orgullo en Merlo, provincia de San Luis). Una acción que se destaca también, se da en la ciudad de Tres Arroyos (provincia de Buenos Aires), en donde la marcha se realiza el mismo día que la Fiesta Provincial de Trigo, (fiesta anual que reúne a todo el pueblo). Luego de ingresar como columna al predio donde se realiza el evento, se brinda allí el discurso final después de haber marchado por el centro de la ciudad, lo que representa una disrupción en una ciudad tan conservadora, como aseguran algunos activistas en el diario local La voz del pueblo.


Fuente: elaboración propia.
Palabras finales: el efecto de descentralizar
A lo largo de estas páginas se quiso recuperar un breve panorama de las movilizaciones de las disidencias desmarcadas de las metrópolis, desde una perspectiva geográfica. Aprovechando que se trata de un movimiento socioterritorial territorializado (Fernandes, 2005), se pusieron en práctica algunas herramientas distintivas de la disciplina geográfica en clave cultural y contextual sin olvidar, como dicen Gaona y Ficoseco, que “tampoco resultaría acertado pensar la disputa por la visibilidad y el espacio público sin tener en cuenta los marcos de inteligibilidad política” (2015: 217), algo de lo que hace referencia la periodización elegida.
En los reparos de cada marcha se pueden establecer tres momentos en la gradual descentralización de las movilizaciones a escala regional (luego de su gestación en CABA) y dos tipos de diferenciaciones en cuanto al hecho en la escala local. En relación al primer punto, hemos pautado un momento iniciático repartido en pocas marchas de la región Patagónica y del Norte. La segunda etapa que podemos asociar con un “boom” en los despliegues de este formato, se produce luego de la sanción del Matrimonio Igualitario en julio de 2010. En esta fase, se evidencian que numerosas localidades impulsan dinámicas de organización desde abajo e inspiradas en la proeza que significó la aprobación de una ley conducente a consolidar la ciudadanía sexual que sólo parecía oxigenar los espacios metropolitanos. Encontramos que se agregan las otras regiones del país, como Cuyo y el Centro y nuevas localidades que se inspiran de las pioneras de su región.
Cabe destacar que el 2010 parece ser un momento de descanso para las metrópolis al ver la conquista que faltaba consumada y de despertar para las no metrópolis que ven en este suceso la oportunidad de salir a la calle como acontecimiento que deriva en otros repertorios espaciales, antes herméticamente vividos. Si bien es arduo, con estas instancias se “modifica el sentido de un espacio y lo convierte en espacio de sentido" (Sztulwark, 2009: 13) o dicho de otra forma el espacio se transforma en territorialidad en curso (para el que marcha) y territorio en construcción (para quien lo habita). Los costos de estos derechos a aparecer (Butler, 2017) o de estas corporizaciones en ciudades intermedias y pequeñas son distintos ya que no se puede desactivar tan fácilmente a la comunidad como panóptico. En este sentido surgen las diferenciaciones en torno a la escala local del orgullo.
En general, los recorridos se generan en un espacio público principal que actúa como nucleador de los flujos habituales, pero también en el condensador de las principales instituciones (no son sólo edificios) a quien contraponerse. En este sentido, el Orgullo en la mayoría de los casos es vivido con un fuerte énfasis político y de manifestación contenida, que luego sólo en casos excepcionales adquiere un rumbo más ecléctico como en el caso de los festivales. Dentro de las marchas post Matrimonio Igualitario se puede destacar una operatoria de escenario (Lindón, 2008) más que de escena. El primer caso alude a momentos de efervescencia en la hora y media o dos horas de movilización, mientras que el segundo se extiende en la continuidad de los días enmarcadas en encuentros de varios días (Rafaela), toda una semana (San Pedro y Villegas), e inclusive, el mes del orgullo (Necochea). Por otro lado, los rasgos de politicidad se miden diferencialmente ya que no en todas las marchas se enarbola una disidencia político partidaria, siendo sus concurrentes autoconvocados por la cuestión LGBTIQ+ en gran porcentaje, construyendo una identificación individual y colectiva que, en algunos casos, se intenta inmortalizar con mojones como Chivilcoy y Rojas (ambos inaugurando plazoleta o murales conmemorativos). Esto también se expresa en los contrastes de denominaciones presentes: desde el genérico orgullo hasta las maniobras más intencionales como disidentes o disidencias.
Por último, las iniciativas LGBTIQ+ se refuerzan ante el reclamo por el aborto legal de los últimos años, porque en éste se reflotan muchos lineamientos provenientes de la moral. Esta demanda será acompañada por el colectivo y, especialmente, por las mujeres trans que fomentará una solidaridad (con tensiones, por supuesto) poco antes vista entre estas minorías simbólicas. Así, se potencian las primeras marchas en numerosos lugares impensados para el imaginario sociosexual, como por ejemplo el caso de Río Turbio o Tilcara (las dos localidades más pequeñas del país con Marcha del Orgullo), y se revitaliza la heterogeneidad del Conurbano en materia sociosexual con fuerte injerencia del componente generacional y la perspectiva interseccional. Se puede advertir también que post matrimonio igualitario y ley de identidad de género, se produce un reajuste en la preponderancia de lo LGBTIQ+. Antes, la fórmula que pesaba era LGBT.
Lo que se ha buscado reflejar con los cuadros de las Marchas del Orgullo a nivel nacional, es la gran presencia a través de esas marchas de las disidencias invisibilizadas en esos mismos espacios provinciales (en ese espacio público predilecto como son las calles de sus ciudades), invisibilizados en sus vivencias cotidianas, invisibilizados en las discriminaciones y violencias sufridas en sus propias ciudades de las que no siempre quieren irse; como así también de los imaginarios sociales construidos de lo “gay” como una subcultura urbana, que no encontraría lugar en esos pequeños ámbitos, asociados a otros imaginarios sociales más tradicionales. Con esto intentamos responder por qué la sexualidad es inherentemente espacial; y quizás sean las Marchas del Orgullo un primer paso en la construcción territorial a partir de la visibilización en el espacio público. En definitiva, se trata de transgredir la norma del espacio público y exorcizar la comodidad (o incomodidad) del espacio privado: “se empieza visibilizando desde una Marcha del Orgullo, silenciosa quizás al principio, pequeña en cuanto asistentes, pero un hito fundamental para luego seguir ocupando y desafiando espacios heteronormativos” (Bernieri Ponce, 2019: 20).
Descentralizar para remediar el olvido de los espacios no metropolitanos y mediar, a través del dispositivo de la Marcha del Orgullo, para obtener una resonancia federal ha sido la misión de este escrito. La marcha nos ha servido como una fuente de articulaciones de escalas regionales, discusiones culturales y tácticas en juego, pero sobre todo como un faro de esperanza para con el lugar donde tocó nacer y crecer. La reapropiación de los lugares de origen por parte del colectivo LGBTIQ+ es nuestra mayor certeza.
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Notas