Espacio Abierto
Recepción: 03 Abril 2020
Aprobación: 20 Agosto 2020
Resumen:
El estudio se orienta a pesquisar desigualdades persistentes relevantes del Área Metropolitana de Buenos Aires. En ese marco, interesó anudar el análisis de la desigualdad de clase al de la desigualdad territorial y aportar elementos sobre la relación entre configuración socio-territorial y reproducción de procesos de marginalidad. Convergen aquí líneas de análisis con desarrollo frondoso pero relativamente paralelos: el análisis de clase, y las discusiones sobre la persistencia en las formaciones periféricas de segmentos de la fuerza de trabajo excluidos de larga data, y el abordaje de la desigualdad en clave socio-territorial.
En primer lugar, el artículo caracteriza las comunas y municipios del AMBA considerando su unidad político-administrativa y sus respectivas estructuras sociales. En segundo lugar, avanza en una exploración de la heterogeneidad social interna de tales unidades y propone una regionalización actualizada del AMBA. En tercer lugar, se aporta evidencia respecto de la influencia articulada de la posición de clase y el lugar de residencia en el bienestar de los hogares y de la concentración diferencial de aquellos que expresan el núcleo duro del proceso de reproducción de la marginalidad en el centro y la periferia del aglomerado. El estudio se basa en fuentes secundarias (CNPV 2010 a nivel de departamento y fracción y ENES-PISAC).
Palabras clave: Desigualdad socio-territorial, Clases sociales, Marginalidad, Área Metropolitana de Buenos Aires.
Abstract:
The goal of the study is to approach to the relevant socio-territorial inequalities that persist in the Buenos Aires Metropolitan Area. In this framework, it links the class analysis with the research on the territorial inequality and provides elements to understand the reproduction of marginality process.
First, the article characterizes the communes and municipalities of the AMBA considering their social structures. Secondly, it explores the internal social heterogeneity of such political units and proposes a regionalization of the AMBA. Third, it provides evidence on the joint influence of class position and place of residence on the well-being of households and the intergenerational reproduction of marginality process. The study is based on secondary sources (CNPV 2010 and ENES-PISAC).
Keywords: Socio-territorial inequality, Social classes, Marginality, Buenos Aires Metropolitan Area.
Presentación.
Las preguntas generales de este estudio estuvieron orientadas a pesquisarlas profundas desigualdades relevantes que persisten en el Área Metropolitana de Buenos Aires aún tras la década 2003-2015 signada por el crecimiento del empleo y la orientación progresista de la intervención estatal (Danani y Hintze, 2010; Maceira, 2016). En ese marco, interesó anudar el análisis de la desigualdad de clase al de la desigualdad socio-territorial y aportar elementos que permitan reflexionar sobre la relación entre configuración socio-territorial y reproducción de la marginalidad.
Convergen aquí dos líneas de análisis de desarrollo frondoso pero relativamente paralelo. Por un lado, el abordaje de la desigualdad social desde la perspectiva del análisis de clases (Wright, 1989; 2015), y las discusiones sobre la persistencia en las formaciones periféricas de segmentos de la fuerza de trabajo excluidos de larga data (Nunet. al, 1968; Maceira, 2010; Salvia, 2011). Por otro, el abordaje de la desigualdad desde las condiciones que le impone la apropiación y división social del territorio (Prevot Shapira, 2000;Katzman, 2001, PNUD, 2009). Aún cuando sus preocupaciones y fenómenos de referencia puedan ser coincidentes, la articulación de estas líneas de indagación ha sido relativamente menos transitada (v.g. Di Virgilio, 2014; Salvia et al, 2016; Boniolo, 2017; Boniolo y Leston, 2018).
Este artículo aborda la cuestión, particularmente para el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Respecto de esta última, si bien el análisis social y los actores de la Región reconocen la heterogeneidad socio-territorial como una de las claves para la comprensión del principal aglomerado urbano del país, la posibilidad de disponer de información regular que permita dar cuenta de tal diferenciación interna es relativamente escasa. El estudio asume este primer tópico, elaborando una imagen socio-territorial relativamente actualizada de la Región como base para explorar la medida en la que tal configuración involucra, a su vez, condicionantes para la reproducción de la desigualdad social.
En estudios anteriores (Maceira, 2010, 2018), centrados en el análisis de la estructura social a escala nacional y a escala metropolitana, debatimos la tesis de una fractura sustantiva (en términos de clase) al interior de los sectores populares entre una clase trabajadora formal y las capas más desaventajadas de la estructura social. Sin desmedro de ello, también en análisis propios así como en el conjunto de las investigaciones sobre la región(Maceira, 2016; Vera y Salvia, 2011; Poy, 2015), se advierte la persistencia de procesos relevantes de marginalización de la fuerza de trabajo. Aquí, interesa detenernos en aquellas capas que se reproducen en tal posición, indagando el condicionamiento que significa al respecto la configuración socio-territorial del AMBA.
El artículo se organiza de la siguiente manera. En el primer apartado, se presenta una breve referencia a los anclajes que se articulan en nuestras preguntas. En el segundo, proponemos un análisis territorializado de la desigualdad social en el AMBA en dos aproximaciones sucesivas. La primera aproximación, toma como unidad las comunas y partidos para producir una clasificación de los mismos que considere la diversidad de sus respectivas estructuras sociales. La segunda aproximación, avanza incorporando la heterogeneidad interna de estas unidades político-administrativas en una regionalización sintética. Este punto cierra contrastando las estructuras sociales de las subregiones así discriminadas. En el tercer apartado, se establece la dispar presencia en estas subregiones, de hogares que se reproducen inter-generacionalmente en condiciones de desventaja social y se analizan las diferencias en el bienestar de los hogares ligadas de manera articulada a la pertenencia de clase y al lugar de residencia. Como último aporte sustantivo, se explora la expresión de estas relaciones imbricadas al nivel de la constitución subjetiva de las clases y capas que residen en el AMBA.
El estudio se basa en fuentes secundarias. Para el análisis socio-territorial se trabajó el Censo Nacional de Población y Vivienda 2010 (CNPV) a nivel comuna/partido y fracción. Para los análisis ulteriores ya mencionados, se utilizó la Encuesta Nacional de Estructura Social- Programa de Investigación sobre la Argentina Contemporánea (ENES-PISAC)..
1.Articulando anclajes
La relación entre desigualdad de clase y configuración socio-territorial tiene una historia conceptual propia en América Latina. La misma se remonta al debate sobre marginalidad de fines de los ‘60, momento de despliegue de las ciencias sociales, tanto en términos de la expansión del campo de estudios sobre la desigualdad social en clave de análisis de clase como en el campo de los estudios urbanos. En ese contexto, fue justamente debatida la problemática de la marginalidad en el subcontinente, introducida inicialmente en referencia a los problemas derivados de la rápida urbanización y el crecimiento de los asentamientos populares en nuestros países, remitiendo en su conceptualización, en un primer momento, a grupos poblacionales que se consideraban segregados y diferenciados.. Sin embargo, como recordamos, el debate sobre la marginalidad experimentó un vuelco sustantivo a partir de la crítica a esta noción desde la perspectiva fundada en Marx. No era la participación o no participación de la ciudad la que definía la marginalidad sino el carácter excedentario de una porción de la fuerza de trabajo, que podía por otro lado localizarse espacialmente tanto en los márgenes como en el centro de las ciudades. Este debate cerraba vinculando entonces la llamada marginalidad con la teoría de la desigualdad desde una perspectiva del análisis de clases, desplazando la centralidad de la clave territorial en la definición de la marginalidad y leyendo la segregación urbana desde el prisma de la problemática de superpoblación relativa y el ejército industrial de reserva en las formaciones capitalistas (Nun et. al, 1968).
Con un desarrollo ajeno a aquel frondoso antecedente latinoamericano, la imagen de los márgenes cobró posteriormente fuerza particularmente en E.E.U.U., generando una bibliografía polémica que trascendió las fronteras norteamericanas. En efecto, los estudios sobre el surgimiento de una llamada “underclass” (Peterson, 1991) a partir de la condensación de condiciones de segregación territorial y étnica en el contexto norteamericano de los años 80, revalorizaron la postulación de una dimensión espacial relevante para el análisis social. Esta sugerencia es retomada entre otros por la perspectiva de análisis de una “geografía de oportunidades” (Galster, y Killen, S. 1995), por la formulación de un marco de análisis integrado de “activos y estructura de oportunidades” por parte de la CEPAL (Kaztman y Filgueira, 1999) o desde el estudio de la reproducción de posiciones desventajosas a través del llamado “efecto barrio” (Katzman, 2001). A nivel local, al menos dos procesos han confluido en otorgar progresiva relevancia a esta dimensión, promoviendo la recepción de estos desarrollos. El primero, la acentuación de una territorialidad diferencial con efectos de segregación que el proceso de desigualdad creciente y heterogeneización social de la década de los noventa trajo aparejada en los principales centros urbanos de nuestro país. El segundo, la creciente conflictividad social ligada a la exclusión habitacional, fundamentalmente en los aglomerados de relevancia regional o nacional.
Siguiendo estas perspectivas, un conjunto de artículos locales mensuraron entre otras cuestiones, tanto las expresiones polares de este proceso de segregación como los efectos que la segregación territorial tiene en el acceso a oportunidades tanto laborales como educativas (Groisman, 2008; Suarez y Groisman, 2010; Perelman, 2011). La cuestión de la segregación territorial siguió siendo abordada, profundizando en distintos tópicos y desde nuevas preguntas y marcos conceptuales afines y críticos a sus primeras formulaciones (v.g. Cravino, 2007; Palma Arce y Soldano, 2010; Segura, 2012, entre otros) constituyendo un campo nutrido de investigación.
Sin desmedro de esta riqueza, el avance contemporáneo de los estudios sobre segregación en la comunidad académica local, se desplegó desembarazado de la perspectiva del análisis de clase como clave para interpretar la desigualdad social. Diríamos más bien incluso, que en la década de los noventa, la dimensión territorial fue más frecuentemente articulada en una red conceptual que suponía una pérdida de la saliencia explicativa de las clases. En esa dirección, más allá de su asidua citación, fue definitivamente escasa la recuperación del antecedente del debate latinoamericano sobre marginalidad y su perspectiva crítica (Maceira,2010; Salvia, 2011) así como es comparativamente más reciente la re-pregunta por la articulación entre estas aproximaciones analíticas (v.g. Di Virgilio y Heredia, 2012) y los avances de investigación locales en esa confluencia (v.g. Di Virgilio, 2014; Salvia et al, 2016; Boniolo, 2017; Boniolo y Leston, 2018).
2. Contexto: modelos de desarrollo y configuración socio territorial del AMBA
La investigación socio-histórica observó que la construcción del territorio metropolitano estuvo íntimamente ligada a los ritmos y formas que asumió la acumulación del capital en la Argentina y la intervención social del Estado (Torres, 2006: 43). Así, el modelo de crecimiento económico basado en la sustitución de importaciones que se desplegó en distintos países de América Latina y adquirió en Argentina significativo impulso a través de la política redistributiva del primer gobierno peronista supuso en términos territoriales, una marcada expansión de la periferia urbana habitada por los trabajadores, producto de las migraciones internas, las mencionadas políticas de distribución del ingreso en general, la oferta de loteos económicos suburbanos y las bajas tarifas del transporte sostenidas en políticas públicas de subsidios. Junto con ello, se verificó una densificación de la zona urbana central de Buenos Aires, expresión a su vez del acceso a la vivienda de sectores medios beneficiados por políticas crediticias. El crecimiento demográfico urbano desplazó la instalación de industrias hacia fuera de los límites de la Ciudad, configurándose el llamado “cinturón industrial”, siguiendo primero, los ejes ferroviarios y luego, la vecindad de las rutas. Durante la variante concentracionista de este modelo disminuyó el crecimiento metropolitano y el peso relativo de las migraciones a la Región y las políticas urbanas se reorientaron hacia un acceso más selectivo a la vivienda (Torres, 2006). El predominio posterior de la valorización financiera con contracción del empleo, degradación de los institutos de protección del trabajo y la heterogeneización social de los trabajadores (Maceira, 2011) se expresó en la acentuación de una territorialidad diferencial, con aumentos de los índices de aislamiento (Pnud, 2009), polarización residencial y efectos de segregación (Prevot Schapira, 2000; Cravino, 2008; Pnud, op. cit). La tardía suburbanización de parte de las elites involucró un cambio importante en la relación centro-periferia que había caracterizado hasta entonces la ciudad (Torre, 2001). Los gobiernos kirchneristas supusieron un quiebre del modelo de valorización financiera que se desplegara desde la última dictadura militar y una reorientación progresista de la intervención social del Estado. En conjunto esto trajo aparejado una expansión del empleo, la recomposición de la capa formal de la clase trabajadora, un fortalecimiento de las posiciones intermedias de la estructura social y la disminución relativa de los amplios niveles de desigualdad social característicos de los años noventa (Maceira, 2016). Se ha observado sin embargo que, aún cuando en el período hubo un cambio en la iniciativa y el rol del Estado (con intervenciones públicas en el territorio a través de políticas sociales y habitacionales de diferente tipo), la lógica de la producción del espacio urbano en el RMBA no logró modificarse de manera sustantiva durante la postconvertibilidad, cuando el excedente generado a nivel internacional y el auge de la industria de la construcción fortalecieron la construcción conurbana y periurbana de barrios cerrados, favorecidos por los municipios por su impacto económico local (Guevara,2014).
3. Estructura social y heterogeneidad socio-territorial del AMBA: dos acercamientos sucesivos
La regionalización y representación del espacio socio-territorial del AMBA tiene al menos dos referencias significativas en nuestra comunidad académico-profesional, que parcialmente inspiran este ejercicio. Nos referimos en primer término a los “mapas sociales” construidos por Torre (1978) , para los años 1943, 1947 y 1960, en los que el autor delimita un conjunto de áreas sociales internamente homogéneas con base a clusters que aglutinan un conjunto de dimensiones (socio-ocupacionales, educativas y de vivienda, fundamentalmente), y más recientemente la influyente subdivisión del Conurbano diseñada por el equipo temático de la Encuesta Permanente de Hogares-INDEC en los tempranos 90 (Messere y Hoszowski, 1994 y Morano y Lorenzetti, 1997), que discriminó a los partidos tomados como unidad,considerando la asociación entre un conjunto de indicadores, fundamentalmente referidos a las condiciones de vida de la población..
Desplazándonos de este último antecedente, y en sintonía con los anclajes teóricos que nos orientan, el punto de partida para el abordaje de la caracterización socio-territorial del AMBA no serán aquí, sin embargo, las dimensiones de las condiciones de vida de su población sino particularmente la dispar presencia relativa de hogares de las distintas clases y capas sociales a lo largo de su territorio.
En esa dirección, se presentan en este capítulo dos aproximaciones sucesivas. La primera de ellas toma como unidad las comunas y partidos del AMBA mientras que la segunda avanza incorporando la heterogeneidad interna de dichas unidades. La descripción de la metodología para tales regionalizaciones se incluye en el anexo correspondiente.
En términos teóricos, para la delimitación de las clases y capas que componen tal estructura, partimos aquí de una perspectiva fundada en Marx, actualizada en los debates posteriores sobre el análisis de clases en las formaciones centrales a partir del desarrollo de la fase monopolista del capital . y que incorpora a su vez los aportes propios del análisis desde los países periféricos (Maceira, 2016). En este enfoque, las clases son conjuntos de relaciones (Wright, 2005)que definen posiciones antagónicas: relaciones de explotación de la fuerza de trabajo y relaciones de control, en tanto función delegada por el capital. Asumimos en este esquema la consideración de otras relaciones que si bien no discriminan para nosotros distintas posiciones de clase (esto es, con intereses contradictorios -Wright, 2015-), sí resultan en un primer nivel de heterogeneidad de las personificaciones del trabajo: las relaciones de supervisión directa de los procesos y la fuerza de trabajo, las relaciones de conocimiento que se despliegan en dichos procesos y, finalmente, la llamada división técnica del trabajo dentro de la unidad productiva. Respecto de los aportes surgidos del estudio de las condiciones específicas de las formaciones periféricas, nos referimos en particular al ya mencionado “debate sobre marginalidad” (Nun, et al. 1968; Nun, 1969), que sugería problematizar la presencia de una reserva de fuerza de trabajo (Marx, 1975) excesiva para los requerimientos de la acumulación capitalista en estos territorios y, en ese sentido, la posibilidad de una segmentación radical de los mercados de trabajo latinoamericanos. Estas preocupaciones serían retomadas luego bajo el tópico de la “informalidad” (Prealc, 1978) y en una dirección recorrida por Portes y Hoffman (2003), se traducen en nuestro abordaje en la discriminación de dos capas de la clase trabajadora, formal e informal, y en la atención a la diferenciación que se abre entre ambas.
En términos operativos, este conjunto de dimensiones se han incorporado al análisis en la medida en que las mismas encuentran apoyatura en las fuentes disponibles. En ese sentido, dadas las limitaciones de la información del Censo Nacional de Población 2010 que constituye la base empírica de nuestra aproximación,6en la primera regionalización esta matriz se traduce en un esquema sintético de discriminación de trazos gruesos. Como se señalará más adelante, la segunda aproximación si bien se basa en una metodología indirecta, se beneficiará de la explotación de la ENES-PISAC que alojó en su diseño dimensiones claves para tal análisis. En todos los casos, se considera aquí al hogar (y no al individuo) como unidad de reproducción de las clases sociales. Dados los condicionantes de la fuente censal, tomamos al jefe del hogar como miembro caracterizador del mismo.
Localizamos cinco perfiles de comunas y partidos que permiten una primera regionalización del AMBA. El primer perfil se observa exclusivamente en la CABA, caracterizando las comunas 2, 13, 14 y 6, esto es, los barrios de Recoleta, Belgrano, Palermo y, menos pronunciadamente, Caballito. Se trata de los lugares de residencia de hogares de la burguesía, y de los hogares con jefes profesionales y técnicos (prácticamente los jefes de hogar de estas comunas) y muy escasa presencia del proletariado informal (no alcanza el 8% de los hogares).
El segundo perfil es el que comparten, aún con su heterogeneidad, la gran mayoría de los barrios centrales de la ciudad (con excepción entonces de los ya mencionados y la zona sur) y también los partidos de Vicente López y San Isidro. En estas comunas y municipios se despliega con intensidad menor lo ya observado en la zona norte de la ciudad pero la nota característica aquí es la importante presencia del asalariado registrado de calificaciones medias y bajas, fundamentalmente de cuello blanco, esto es, de la administración y los servicios.
Siempre tomando los partidos y comunas como unidad, el tercer perfil, es el que expresa los valores promedio del Conurbano y se despliega fundamental, aunque no exclusivamente, en los municipios de la región oeste y norte. Aquí la presencia de medianos y grandes empleadores así como de cuadros técnicos y profesionales, que caracterizara el grueso de la CABA, es relativamente secundaria, y se destaca la presencia del asalariado formal de calificaciones medias y bajas, tanto de la producción como de los servicios, acompañado en menor medida por el proletariado informal. Habitan en municipios de este perfil los hogares de General San Martín; Hurlingham; Ituzaingó; Lanús; Lomas de Zamora; Morón; Quilmes; San Fernando; San Miguel; Tigre, más las comunas 4 y 9 de la Ciudad.
El cuarto perfil, es el de la subregión industrial sur, con una alta presencia relativa de los hogares de la clase trabajadora formal (65%) y la proporción más baja de hogares del proletariado informal del Conurbano. Este perfil lo encontramos centralmente en los partidos de Almirante Brown; Avellaneda; Berazategui; Esteban Echeverría; Ezeiza y, aún en Florencio Varela.
El último perfil discriminado a escala comuna/partido es el de los municipios más desaventajados, que se caracterizan fundamentalmente por la alta presencia del proletariado informal y en contraposición, una presencia muy baja de hogares de la burguesía y de los sectores intermedios de la estructura, involucra a los municipios de José C. Paz; La Matanza; Malvinas Argentinas; Merlo; Moreno, pero también la Comuna 8 de la CABA, es decir, Lugano.
Se grafican los marcados contrastes que resultan de estas variaciones de la estructura.

Perfil 1: Comuna 6; Comuna 2; Comuna 13; Comuna 14
Perfil 2; Comuna 1; Comuna 3;Comuna 5;Comuna 7;Comuna 10;Comuna 11;Comuna 12;Comuna 15: San Isidro; Vicente Lopez
Perfil 3:General San Martín; Hurlingham; Ituzaingó; Lanús; Lomas de Zamora; Morón; Quilmes; San Fernando; San Miguel; Tigre; Tres de Febrero; Comuna 4;Comuna 9
Perfil 4: Almirante Brown; Avellaneda; Berazategui;E steban Echeverría; Ezeiza; Florencio Varela
Perfil 5:José C. Paz; La Matanza; Malvinas Argentinas; Merlo; Moreno; Comuna 8
Notas: * tomando al jefe de hogar como miembro caracterizador del mismo.
(1) La información sobre calificación de la ocupación no está disponible en la base usuario del CNPV 2010. Por lo tanto, se realizó un cálculo estimativo basado en el nivel educativo del individuo. Se incluyen asalariados y autónomos. (2) Dada la falta de información sobre calificación de la ocupación, se estima en base a asalariados con estudios hasta nivel medio completo (3) Se incluye: asalariados no registrados, cuentapropias con nivel educativo hasta secundario incompleto, desocupados con nivel educativo hasta secundario incompleto. Se excluye a los autónomos de nivel educativo medio completo. Los valores expresan promedios de la presencia relativa de los grupos en los partidos y comunas de cada perfil.
Finalmente, en el mapa 1 observamos esta primera regionalización que resulta del despliegue territorial de los mencionados perfiles.

Esta regionalización del AMBA según el perfil de la estructura social de sus comunas y partidos no debe sin embargo llevar a desplazar la heterogeneidad social interna del área, reconocida tanto por los analistas como por quienes gestionan y habitan estos territorios. Mencionemos como ejemplo al respecto dos partidos/municipios donde tal heterogeneidad asume, a la vez, configuraciones socio-territoriales distintas. Uno, el de mayor población conurbana, La Matanza, que comprende localidades con fuerte presencia relativa de la pequeña burguesía acomodada y cuadros profesionales (como Ramos Mejía), y otras muchas, con dominancia del proletariado informal. Esta diferenciación social (que fuera la única subdivisión interna a los partidos incluida en la regionalización en cuatro conurbanos propuesta por el INDEC en los ‘90) sigue a su vez un patrón territorial centro-periferia respecto de la ciudad capital, en sintonía con lo que había sido la configuración socio-territorial de la desigualdad social en la región hasta la década de los noventa. Otro caso, el partido de Tigre, experimentó fuertes transformaciones relativamente recientes vinculadas al mencionado proceso de suburbanización de hogares de la burguesía, la pequeña burguesía acomodada y los cuadros técnicos y profesionales, y su emplazamiento (en este caso) en lo que es la extensión del corredor norte de la propia CABA. Los niveles de desigualdad social internos de este partido son de los más importantes de la Región y se expresan territorialmente no a partir de su cercanía con la CABA sino como áreas socialmente discontinuas, constituidas por barrios cerrados lindantes, a su vez, a barrios populares donde residen hogares encabezados por trabajadores no calificados y precarios.
Para avanzar en el estudio de los condicionamientos que la configuración socio-territorial del AMBA impone a la reproducción social, interesa entonces proponer una regionalización del aglomerado que pueda incorporar esta heterogeneidad. Construimos esta segunda regionalización en base a la información sobre nivel educativo del jefe del hogar a nivel de fracción censal, atendiendo además a lograr una discriminación de subregiones sintética que permita ser productiva a la hora del tratamiento de información obtenida vía encuesta por el PISAC.
En base a esta metodología, la primer subregión está formada por las comunas del centro y norte de la CABA y se prolonga en una amplia franja noreste de los partidos de Vicente López, San Isidro, en menor extensión San Fernando y Tigre (este último, de acuerdo a la peculiar configuración socio-territorial, ya comentada). El segundo espacio, es el que involucra las zonas centrales de los partidos de la primera corona al noroeste, oeste y sur del Conurbano así como las comunas 4 y 9 hacia el sur de la CABA. La periferia de aquellos partidos así como los municipios del segundo cordón, más alejados de la CABA, y la comuna 8, en el extremo sur de la misma, forman la tercera subregión. Esta regionalización del AMBA se mostró a su vez consistente con los diferenciales en indicadores sustantivos de las condiciones de vida de los hogares, provenientes de la misma fuente, particularmente características de la vivienda (v.g. materiales de pisos y revestimiento exterior de techos) y provisión de servicios básicos (especialmente, cobertura del de agua de red por cañería dentro de la vivienda o el desagüe a red pública cobertura).

Ratificando estudios realizados para períodos anteriores (Lorenzetti, 1995), los indicadores relacionados al entorno barrial disponibles en base a ENES-PISAC (Cuadro 1) son elocuentes en cuanto a la persistencia de contrastes centro/periferia: los barrios de gran parte de la CABA y el corredor conurbano norte presentan casi en su totalidad, veredas, calles pavimentadas o empedradas, con desagües pluviales, alumbrado público y servicio de recolección de basura en la cuadra. Algunas de estas características se vuelven escasas en la periferia, donde alrededor del 40% de los hogares reside en entornos con cuadras sin veredas, sin pavimento o empedrado, ni desagües pluviales. Por su parte, se encuentran diferencias sustantivas en cuanto a la presencia de factores contaminantes (ya sea fábricas, cursos de aguas, basurales o quema de basura o pastizales, que en la zona más periférica del aglomerado llegan a afectar al 16,6%; 26,2%, 28, 7% y 29,5% de los hogares respectivamente, mientras que en la CABA y el corredor norte del Conurbano no llegan a involucrar al 5%) y otros condicionamientos centrales como inundación de cuadras o terrenos que en el año anterior al relevamiento había afectado al 45% de los hogares de la periferia. Asimismo, en relación a los tópicos que interesan especialmente a esta presentación y en sintonía con estudios anteriores abordados desde la perspectiva de la geografía de oportunidades (Groisman, 2008; Pnud, 2009) se observan dimensiones, como el acceso diferencial a establecimientos educativos, que dan cuenta del condicionamiento que la configuración socio-territorial, significa para la reproducción social de los hogares periféricos en condiciones de desventaja social

En la medida en que la ENES-PISAC alojó en su diseño dimensiones claves para tal análisis, es posible avanzar en uno de los objetivos sustantivos de este estudio: describir los contrastes centro/periferia en la estructura social del AMBA e incorporar a su vez la heterogeneidad interna de los partidos.
A partir de este abordaje, observamos que la estructura de la primera subregión (centro y norte de CABA y corredor norte del Conurbano), se distingue por la presencia relativa de hogares de la burguesía, con PSH (Principal Sostén del Hogar). propietarios del capital y cuadros gerenciales, de la pequeña burguesía (sobre todo pequeños empresarios y autónomos profesionales), y de asalariados altamente calificados y que ejercen tareas de control.. Al interior de esta configuración, el corredor norte del Conurbano presenta rasgos específicos, por su concentración relativa de cuadros profesionales y técnicos tanto autónomos como dependientes.
Como en espejo invertido, estas clases y capas tienen una presencia reducida en la región más periférica, que comprende el extremo sur de la CABA, la periferia del primer cordón y los partidos del segundo cordón conurbano. Esta subregión muestra una estructura con alta presencia de todas las capas de la clase trabajadora en general (con una significación total de 61,8% en esta periferia frente al 41,5% a la Ciudad de Buenos Aires), pero sobre todo de los hogares encabezados por trabajadores informales (asalariados no registrados, cuentapropistas de supervivencia, y trabajadores abiertamente excedentes) (26,2 contra 12%), así como de los estratos más desaventajados de la pequeña burguesía (los autónomos con medios propios, pero de bajas calificaciones, que generalmente tienen también un carácter informal considerando tanto sus niveles de productividad cuanto su relación con el marco regulatorio vigente: 19,6% en la tercer región contra 8,8% en el centro del aglomerado).
Por su parte, la estructura de la segunda subregión, que involucra las áreas centrales de los partidos del primer cordón del Conurbano, se caracteriza por la presencia relativa de hogares encabezados por cuadros profesionales y técnicos y asalariados con cargo de jefatura y fundamentalmente por la alta presencia de hogares encabezados por asalariados formales de cuello blanco de calificaciones bajas y medias.

4.Diferenciación socio-territorial y reproducción de la desigualdad
Las clases son relaciones productoras de desigualdad permanente y sustantiva y por tanto se expresan también en determinadas condiciones de existencia. En este artículo, consideramos una dimensión sintética de tales condiciones desiguales, los ingresos monetarios corrientes, en tanto medida privilegiada de la capacidad de acceso a bienes y servicios. Tomando al AMBA en su conjunto y como se verificó ya en estudios previos, la discriminación de los hogares por clases y estratos permite verificar una estructura polarizada de ingresos entre la clase trabajadora y la burguesía: las brechas de ingreso per cápita familiar en el AMBA son de 2,2 entre los hogares de los grandes empresarios y directores y los asalariados formales manuales –que tomaremos de base–. Asimismo, la heterogeneidad interna de la pequeña burguesía tiene su correlato en los ingresos de los hogares: mientras los hogares de los pequeños productores y los de los cuadros profesionales y técnicos (asalariados y autónomos, tomados aquí conjuntamente) tienen ingresos per cápita familiar que son aproximadamente 1,7 veces los de los hogares de la clase obrera manual formal, aquellos de los cuentapropistas con medios propios u oficio son similares a estos últimos. Finalmente, al interior de la fuerza de trabajo asalariada, y en particular de la clase trabajadora, los niveles de desigualdad en los ingresos per cápita familiar se verifican entre las capas formales e informales de la clase trabajadora, mostrando a su vez la productividad analítica que resulta de la discriminación conceptual entre tales capas, propuesta para este estudio10. Enfatizamos también aquellas categorías para las cuales la relación propuesta no se muestra significativa, particularmente la llamada pequeña burguesía pobre (esto es, los autónomos con baja calificación y medios propios) y los asalariados formales no manuales, de cuello blanco. No se verifican en los ingresos per cápita familiares de tales categorías diferencias que resulten estadísticamente atendibles en relación a los ingresos de los hogares de los asalariados formales manuales -o de cuello azul-, que son nuestra referencia en este modelo. Si bien las distinciones entre clases y capas se fundan desde nuestra perspectiva en cuestiones de orden conceptual, en este último punto el ejercicio empírico aporta entonces elementos para dos discusiones relevantes desde el análisis de clase: por un lado, respecto de la caracterización de los autónomos con medios propios y su diferenciación (o no) de posiciones del proletariado informal; por otro, respecto del carácter de la diferenciación entre los trabajadores manuales y no manuales (Maceira, 2018).
Sin desmedro de la desigualdad sustantiva entre las distintas posiciones en la estructura social que se expresa en los diferenciales de sus ingresos familiares, interesa aquí agregar que la conformación socio-territorial del AMBA supone efectos de desigualdad relativa aún al interior de las mismas clases y estratos. En esa dirección, verificamos brechas de ingreso per cápita familiar al interior de cada capa considerada, entre quienes residen en la CABA y el eje norte respecto de quienes lo hacen en el primer cordón del Conurbano, que a su vez se profundiza entre la CABA y el cordón más periférico. En efecto, los hogares de una misma clase y capa social perciben ingresos per cápita familiar con brechas promedio de 0,83 entre la subregión 1 y la 2 aquí delimitadas y de 1,56 entre la segunda subregión y la tercera. Las brechas entre la primera y la tercera subregión son especialmente relevantes para los pequeños productores, los asalariados formales no manuales y el proletariado informal.
No se trata aquí de postular diferencias puntuales en ingresos individuales entre residentes de uno y otro cordón con una misma inserción ocupacional sino de establecer, que aún las mismas posiciones de clase experimentan niveles de bienestar relativo distinto según su residencia en el centro y la periferia del aglomerado.

Sometiendo la inquietud a técnicas de regresión lineal múltiple (Tabla 1, Anexo) constatamos la significación de las relaciones propuestas11, con marcadas correspondencias entre los ingresos per cápita familiar y las posiciones de clase del PSH así como respecto del lugar de residencia. Asimismo se verifica la mayor capacidad explicativa de los ingresos de los hogares al incorporar articuladamente ambos factores considerados (con R2 que pasa de 0,198 a 0,275).
Ahora bien, interesa profundizar en estas relaciones incorporando el análisis socio-territorial a la problematización sobre los procesos de diferenciación social interna de la clase trabajadora. Al respecto, señalemos que, en investigaciones anteriores, abonamos la hipótesis de que la diferenciación social entre trabajadores formales, informales y abiertamente excedentes del AMBA no podría ser considerada en términos de una fractura social sustantiva al interior de la clase trabajadora. En esa dirección y particularmente respecto de los trabajadores abiertamente excedentes (y beneficiarios de planes de empleo), señalamos (Maceira, 2011) que la presencia decisiva entre de trabajadores “no jefes de hogar” (particularmente cónyuges), trabajadores próximos al retiro y desocupados con nutrida trayectoria anterior, eran rasgos que cuestionaban la posibilidad de caracterizarlos (en conjunto) como formando parte de un grupo social diferente y separado de las capas activas de trabajadores. En confluencia con esta interpretación, constatamos también las vinculaciones que los mismos establecían con trabajadores activos al interior de unidades familiares.
Con una orientación similar pero referida en este caso al proletariado informal (asalariados no registrados y autónomos de subsistencia), exploramos la cuestión a escala nacional (Maceira 2018) atendiendo para ello a las condiciones de su reproducción intergeneracional y también a las relaciones que establecen en la formación de los hogares con otras capas de trabajadores, retomando entonces en este punto factores que Giddens (1979) encuadraría dentro de la estructuración mediata de las clases. Al respecto, verificamos un intercambio intergeneracional relativamente fluido entre posiciones del proletariado formal e informal (intercambio que representa el 37,4% en el caso de los PSH informales y el 36,1% en el de los asalariados formales de cuello azul) y una alta vinculación entre trabajadores formales e informales en la constitución de parejas, patrón este último que involucra al 21% de las uniones de la clase trabajadora12.
Ciertamente, tales observaciones no desplazan la relevancia de estas posiciones en el AMBA: a través de estudios propios y de otros autores (Maceira, 2011 y 2016; Vera y Salvia, 2011; Poy, 2015), se verifica la persistencia y reproducción de hogares en condiciones de marginalidad, en el sentido de excedencia relativa, que se expresa de manera abierta o bien a través de autoempleo y otras inserciones de muy baja productividad y/o al margen de la regulación vigente. Al respecto, si bien en el último largo período de crecimiento económico e intervención progresista del Estado (2003-2014), se observó en el AMBA una disminución relativa de la presencia del proletariado informal y abiertamente excedente13,aquellas transiciones indicativas de procesos de reproducción en el proletariado informal o en situaciones de abierta excedencia involucraban en conjunto al 15,2% de los trayectos de los jefes de hogar del área entre 2003-2006 y al 9,2% entre 2009 y 2012 (Maceira, 2016)14.
Estos últimos guarismos refieren a procesos intra-generacionales de corto plazo. En este artículo interesa particularmente detenernos en este núcleo duro de los procesos de marginalidad incorporando la dinámica de su reproducción en términos intergeneracionales, y explorar asimismo la relación entre este tópico y la configuración socio-territorial del AMBA, que venimos enfocando.

Al respecto, observamos que en este aglomerado, del total de hogares con PSH informal o abiertamente excedente (que representan el 20,1% de hogares con PSH activo del AMBA), un 40,8% son reclutados a su vez de hogares del mismo proletariado informal, personificando la persistencia de los procesos de marginalización social en el mediano plazo al que nos referíamos.
La fuente con la que contamos no nos permite indagar y postular una incidencia del lugar de residencia en la reproducción de la marginalidad (dado que no incluyó la historia intergeneracional de movilidad residencial del PSH-v.g. Di Virgilio , 2014; Boniolo y Estevez Leston , 2016, 2018-)pero sí podemos establecer la medida diferencial en que los espacios del aglomerado son poblados por este proceso de reproducción. Al respecto, observamos que el 63% del total de hogares de trabajadores informales y abiertamente excedentes del AMBA residen en la tercera subregión aquí delimitada, y que esta concentra, a su vez, el 76% de los hogares con PSH informal o abiertamente excedente de segunda generación.

Estos guarismos se replican al analizar anexamente a quienes consideramos la pequeña burguesía pobre, esto es, particularmente aquellos trabajadores autónomos que a pesar de ejercer tareas de calificaciones medias (operativas) y presentar cierto nivel de capitalización, no logran sostener ingresos mensuales individuales al nivel del asalariado formal de igual calificación. Su bajo nivel de ingreso individual puede ser considerado como indicador de que la productividad de su pequeño capital es muy reducida y que, aún cuando no están separados de sus medios productivos, se encuentran trabajando también en situación de relativa excedencia, y por tanto al borde del proletariado informal. Considerando el conjunto del AMBA, encontramos en tal situación al 13% de los PSH, de los cuales poco menos de la cuarta parte proviene a su vez de hogares del proletariado informal. En sintonía con lo ya observado para el proletariado informal, tales hogares se concentran también diferencialmente en la tercera subregión del aglomerado: el 64,2 % residen en la tercera subregión y entre quienes fueron reclutados en hogares del proletariado informal, esta subregión representa a su vez, el 79,8%.
En este sentido, comprobamos un elemento que entendemos relevante para caracterizar los niveles de diferenciación de la clase trabajadora: el núcleo duro que, a su interior, expresa los procesos de marginalización de mediano plazo se concentra mayormente en el área socialmente periférica del aglomerado.
Vimos hasta aquí que el lugar de residencia involucra diferencias en las condiciones de estructuración de las clases y capas en el centro y en la periferia del aglomerado, que refieren tanto a la concentración diferencial de las capas más desaventajadas, la intensidad de la reproducción intergeneracional en tales condiciones de quienes habitan en los distintos espacios y el acceso al bienestar. Veremos ahora que tales condiciones suponen también experiencias de clase que contribuyen a representaciones distintas de la propia pertenencia social.
Al respecto y volviendo por un momento al AMBA en su conjunto, observemos que la estratificación a escala metropolitana se traslapa de modo tendencial con la percepción sobre la propia pertenencia de clase15.Mientras los propietarios de pequeñas empresas y los cuadros altamente calificados se autoperciben en su mayoría como clase media (59,5% y 52,2% respectivamente), los autónomos con medios propios tienen una autopercepción de clase similar a la de las distintas posiciones más desaventajadas de la clase trabajadora, asumiendo un carácter popular a través de referencias diversas (como clase baja, clase media baja o clase obrera), con frecuencia mayor –71 %– que la pequeña burguesía acomodada. La mayoría de quienes componen la clase trabajadora en su heterogeneidad tienden a autoidentificarse como parte de las clases populares, si sumamos las distintas apelaciones propuestas por la ENES-Pisac (clase baja, clase obrera, clase media baja).La intensidad de este enclasamiento subjetivo acompaña la estratificación de los trabajadores(siendo asumida por el 68,4% del proletariado informal, el 49,5% de los asalariados formales de cuello azul de bajas calificaciones y el 48% de los asalariados formales no manuales)
Ahora bien, sin desmedro de lo dicho, y en relación a los tópicos que enfocamos en ese artículo, el habitar el centro o la periferia de la gran ciudad involucra un conjunto de relaciones materiales y simbólicas específicas que tienden a articular distintas percepciones de la propia identidad social. Si bien la cuestión amerita un abordaje en profundidad con base a otro tipo de metodologías, la aproximación disponible 16 a través de la fuente secundaria que estamos analizando puede ser considerada como evidencia relevante para hipótesis de estudios futuros.
En la primera subregión (mayor parte de la CABA y el eje Conurbano norte), el entorno residencial empuja hacia una autopercepción “clasemediera” (que en el caso de la burguesía capitalina alcanza el 40% entre quienes se definen como pertenecientes a la clase alta, media alta y media) mientras que el Conurbano (incluyendo aquí, según nuestra regionalización el sur de la CABA) lo hace hacia una inscripción en el mundo popular. Este último tipo de autopercepción, a través de las distintas apelaciones propuestas por la ENES-PISAC -clase baja, clase obrera, clase media baja- es el dominante en el Conurbano en todas las clases y capas, alcanzando al 75% de los PSH del proletariado informal y al 90% de la pequeña burguesía pobre.

Tales tendencias se confirman al someter la inquietud a técnicas de regresión logística(Anexo, Tabla 2): en primer lugar, todas las posiciones de clase tienen significativamente más chances de autopercibirse como clase media que el proletariado informal (tomado como base de referencia para este ejercicio), siendo mayores las chances de percibirse como clase media o alta cuanto más aventajada sea la posición del PSH (Modelo 1). Por ejemplo, empresarios y directores tiene cinco veces más chances de considerarse como clase media o clase alta que el proletariado informal. Asimismo, cuando anudamos a la pertenencia de clase el lugar de residencia como factor explicativo (Modelo 2), la posibilidad de predecir el auto-enclasamiento mejora (el Pseudo R2 pasa de 0,91 a 0,239) y se observa con claridad la incidencia del lugar de residencia en la autopercepción. Los PSH residentes en el AMBA 1-2 tienen siete veces más chances de considerarse como clase media y alta que los PSH de la periferia17.
5. Principales contribuciones
Remarcamos aquí un conjunto de resultados que, ya sea por la articulación de anclajes que se propuso o por su elaboración empírica, pueden significar actualizaciones y contribuciones parciales para el campo de estudios.
Respecto de las ya mencionadas regionalizaciones del AMBA precedentes con las que operamos (Morano y Lorenzetti, op cit), el ejercicio realizado supuso una actualización relativa de acuerdo a la morfología social más reciente del aglomerado. Implicó, a su vez, una atención a la cuestión de la diferenciación socio-territorial interna tanto de la CABA como de los partidos del Conurbano y a las continuidades sociales entre ambos distritos, rasgos en parte profundizados por las transformaciones de su configuración socio-territorial de las últimas décadas, a las que hicimos referencia en la contextualización del artículo.
En relación a la convergencia entre las líneas de análisis planteadas como anclaje de este estudio, la perspectiva teórico-metodológica adoptada permitió incorporar la estructura de clases como dimensión del análisis socio-territorial del AMBA, discriminando perfiles de unidades político administrativas y también subregiones de acuerdo a la presencia de hogares de distintas clases y capas en cada territorio. Particularmente, su diseño a partir de una matriz que atiende a la referida especificidad de la estructura de clases en las formaciones periféricas (Nun, op. cit; Portes, op. cit), visibiliza la presencia socio-territorial del proletariado informal como rasgo característico de las subregiones periféricas del aglomerado.
Estudios antecedentes, anclados en los efectos de la segregación residencial en la reproducción de la pobreza y la desigualdad social ya citados (v.g. Katzman, op. cit; Pnud, op. cit.) han argumentado ya en relación a sus condicionantes respecto de la restricción en el acceso a oportunidades y la reproducción de situaciones de pobreza. En dirección similar, pero en articulación con el análisis de clases, se constata aquí, por un lado, la relación entre marginalidad urbana e inserciones marginales respecto de los procesos de acumulación del capital y por otro, la diferente intensidad con que se reproducen en términos inter-generacionales las capas más desaventajadas de la estructura social en el centro y en la periferia del AMBA. En ese sentido, respecto de la caracterización de los procesos de diferenciación interna de la clase trabajadora que nos ocuparon en investigaciones anteriores (Maceira, 2016 y 2018), enfatizamos el sesgo de territorialidad que asume el núcleo duro de los procesos de marginalización social, al estar concentrado en la periferia del aglomerado. Al respecto, tal periferia se constituye no solo con una alta densidad residencial del proletariado informal sino especialmente, de acuerdo a lo que pudimos constatar, con la concentración del proletariado informal reclutado inter-generacionalmente de hogares de esa misma posición.
Como cierre sintético para el estudio de la imbricación entre las relaciones enfocadas, mensuramos las diferencias en el bienestar de los hogares, ligadas de manera articulada a la pertenencia de clase y al lugar de residencia.
Finalmente, con base al registro secundario, aportamos elementos que permiten formular como hipótesis a profundizar en estudios futuros, que las diferencias en las condiciones de estructuración de las clases que la configuración socio-territorial impone a los hogares se expresan asimismo en inscripciones subjetivas y prácticas de enclasamiento también diferentes entre quienes habitan el centro y la periferia urbana.
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Anexo metodológico: regionalizaciones
Se concretaron dos regionalizaciones sucesivas que tienen como fuente el Censo Nacional de Población y Vivienda, 2010 y al jefe de hogar como miembro caracterizador del mismo.
Regionalización del AMBA I: toma como unidad geoestadística la comuna y/o partido. Se discriminaron al interior de cada comuna y/o partido, los grupos de la estructura socio-ocupacional según las decisiones metodológicas operativas indicadas en el cuerpo del texto, calculándose luego la distribución de las composiciones respectivas. Se analizaron las estructuras resultantes y se sometieron a un análisis de cluster, identificando patrones en los perfiles emergentes de este tratamiento (que en el trabajo se consignan como Perfiles 1 al 5).
Regionalización del AMBA II: el objetivo de esta regionalización fue incorporar la diferenciación social interna de los partidos del Conurbano. En la medida en que la información socio-ocupacional del CNPV 2010 ha sido relevada solamente por muestra, no se encuentra disponible por fracción censal, por lo que recurrimos a una metodología indirecta. En primer lugar, como proxi tomamos el nivel educativo del jefe de hogar, que de los pocos indicadores del CNVP 2010 disponibles para áreas reducidas, es el que tiene mayor sintonía y asociación con aquellos que remiten a la composición de los hogares por clases y capas sociales. Se intervaló la variable nivel educativo y se estableció la distribución de esta variable en cada fracción censal. Acudiendo nuevamente a un análisis de clusters, se discriminaron las fracciones en tres agrupamientos, según la presencia relativa de jefes de hogar de bajos niveles educativos (hasta secundario incompleto) y de altos niveles educativos (terciario/universitario completo). Estos agrupamientos sirvieron de base para un mapeo del conurbano, construyendo una representación cartográfica que vinculó, a través del análisis georeferenciado, fracciones contiguas relativamente homogéneas en términos de la dimensión estudiada. Se consideró que una diferenciación en tres espacios era adecuada para nuestro objetivo específico, en la medida en que interesaba utilizar esta estimación indirecta para explotar la información de la ENES-PISAC, cuya muestra desaconseja una discriminación mayor del aglomerado. Estos espacios se consignaron en el trabajo como AMBA 1 al 3. La discriminación de las unidades geoestadísticas resultante se aplicó a la ENES-PISAC para el análisis ulterior respecto de la estructura y la reproducción social.
Notas