
Recepción: 31 Julio 2019
Revisado: 03 Agosto 2019
Aprobación: 07 Agosto 2019
Publicación: 24 Agosto 2019
DOI: https://doi.org/10.33448/rsd-v8i11.1465
Resumen: La investigación tuvo como objetivo determinar la relación entre el clima social familiar y la agresividad en los niños de tercer grado de la Escuela José Joaquín de Olmedo de Guayaquil - Ecuador. Es de tipo descriptiva correlacional, no experimental, de corte transversal. El grupo de estudio estuvo conformado por los 70 estudiantes, matriculados en el año lectivo 2018. El muestreo fue no probabilístico por conveniencia. La técnica de recolección de información fue la encuesta. Para la medición del clima social familiar se empleó la Escala FES y el cuestionario AQ para la agresividad. Se determinó que existe una relación inversa significativa entre el Clima Social Familiar y la Agresividad en los niños (r de Pearson= -0,426; p: 0,044). Las relaciones entre las subescalas de la dimensión relaciones familiares resaltan el rol de la cohesión familiar como elemento limitante de la agresividad.
Palabras clave: Clima Social Familiar, Agresividad, Relaciones, Conflictividad, Cohesión familiar.
Resumo: A pesquisa teve como objetivo determinar a relação entre o clima social familiar e agressividade em crianças do terceiro ano da Escola José Joaquín de Olmedo de Guayaquil - Equador. É descritivo, correlacional, não experimental, do tipo transversal O grupo de estudo foi composto por 70 alunos matriculados no ano letivo de 2018. A amostragem não foi probabilística por conveniência. A técnica de coleta de informações foi a pesquisa. A escala FES e o questionário AQ para agressividade foram utilizados para medir o clima social da família. Foi determinado que existe uma relação inversa significativa entre o Clima Social Familiar e a Agressão em crianças (r = -0,426; p: 0,044) de Pearson. As relações entre as subescalas da dimensão relações familiares evidenciam o papel da coesão familiar como elemento limitante da agressão.
Palavras-chave: Clima Social Familiar, Agressividade, Relacionamentos, Conflito, Coesão familiar.
Abstract: The objective of the research was to determine the relationship between family social climate and aggression in third grade children of the José Joaquín de Olmedo School in Guayaquil - Ecuador. It is descriptive correlational type, not experimental, cross-sectional. The study group was made up of 70 students, enrolled in the 2018 school year. Sampling was non-probabilistic for convenience. The technique of gathering information was the survey. The FES Scale and the AQ questionnaire for aggressiveness were used to measure the family social climate. It was determined that there is a significant inverse relationship between Family Social Climate and Aggressiveness in children (Pearson's r = -0.426, p: 0.044). The relationships between the subscales of the family relations dimension highlight the role of family cohesion as a limiting element of aggression.
Keywords: Family Social Climate, Aggressiveness, Relationship, Unrest, Family Cohesion.
1. Introducción
El tema de la familia y el de la agresividad se abordan de manera cotidiana en Latinoamérica. Una exploración de la prensa en el contexto suramericano evidencia a diario el conjunto de situaciones violentas y de agresividad en las distintas esferas sociales. Moratto y otros (2017), consideran a la familia como pieza primordial en el desarrollo de la socialización, protección y bienestar personal.
El clima social es un concepto que procura describir las características psicosociales e institucionales de un grupo social en un ambiente (Moos, 1974, Matalinares y otros, 2010). Moos (1974) elaboró escalas de medición del clima social considerando tipos de ambiente como el familiar, laboral, institucional y penitenciario, siendo de interés para este trabajo la escala de Clima Social en la Familia (FES).
El concepto de clima social familiar ha surgido como un constructo que hace referencia al estado de bienestar entre los miembros de la familia, e incluye el grado de comunicación y el control que se ejerce entre ellos, aspectos estos de importancia dentro del desarrollo del sujeto, tal como señala Zavala (2001). Moos y otros (1995) destacan el efecto del clima familiar sobre el bienestar general. El clima social familiar está conformado por las dimensiones de relaciones, desarrollo y la estabilidad expresadas mediante actitudes y comportamientos de los miembros del grupo familiar como resultado de la interacción entre ellos. La dimensión relaciones familiares se relaciona con el grado de comunicación y expresión libre dentro del hogar; de igual forma, está vinculada con la interacción conflictiva.
A la par del estudio del clima familiar, también se ha dado importancia a la agresividad en distintos escenarios.
El concepto de agresión fue incorporado al campo investigativo por Buss (1961), y desde entonces ha ido redefiniéndose progresivamente. Inicialmente se asumió como conducta agresiva a la respuesta que se traduce en estímulos dañinos a otro organismo (Buss, 1961). Posteriormente se añadieron al efecto nocivo de la agresión, aspectos como la intención de la conducta y la participación de juicios y prácticas sociales, elementos estos que pueden legitimar la actitud o condenarla según la situación (Bandura, 1976).
La teoría del aprendizaje social (Bandura, 1977), establece que las circunstancias sociales pueden promover o inhibir la presencia de conductas agresivas dentro de contextos sociales particulares. Para Bandura la agresión se define como aquella acción mediante la cual una persona busca ocasionar daño o dolor físico sobre otro sujeto que debe procurar evitarlo. Matalinares y otros (2010) consideran que la agresión o conducta agresiva es una acción externa, abierta, objetiva y observable, y establecen que el estado agresivo surge como una conjunción de aspectos y estímulos cognitivos y emocionales que determinan un comportamiento o respuesta agresiva, aunque dicha respuesta puede estar influida por factores.
Para Buss (2013) la agresividad se puede expresar de forma emocional mediante el enfado, furia, hostilidad o ira. Para la Organización Mundial de la Salud (2002), también puede existir el uso amenazante e intencional del poder y la fuerza ya sea hacia el mismo sujeto o hacia su prójimo o grupo, y que esto genere o conduzca a un daño físico, afectación mental o trastornos del desarrollo.
El Cuestionario de Agresión surge como un instrumento de medición de esta variable a partir de los trabajos de Buss y Perry (1992), quienes determinaron la construcción del denominado Aggression Questionnaire (AQ), del cual existe una adaptación psicométrica al español realizada por Andreu, Peña y Graña (2002), y distintas otras modificaciones propuestas por Matalinares y otros (2010) para amoldar a los contextos de interés. Buss y Perry (1992) consideraron como dimensiones del cuestionario a la agresión verbal, agresividad física, hostilidad e ira.
La agresión verbal se expresa mediante el ejercicio negativo del tipo y contenido de las palabras, la cual generalmente antecede a la agresión física, considerada esta como la acción corporal de la agresión, realizada con el propósito de lastimar al o a los sujetos. La ira comprende el conjunto de componentes emocionales o afectivos que activan psicológicamente al sujeto y lo disponen para la agresión. Buss y Perry (1992) señalan que la hostilidad parte del desconocimiento de las ideas y motivaciones del otro, reconociéndolo solo como fuente de conflicto y de oposición.
Las relaciones entre las variables clima social familiar y agresividad han sido exploradas a nivel mundial. Algunos trabajos realizados en Iberoamérica se presentan a continuación. En España, Torregrosa y García (2011) analizaron el comportamiento agresivo como factor de pronóstico del auto concepto en estudiantes españoles de educación secundaria. Zurita y otros (2014), relacionaron las conductas agresivas y el bullying, y detectaron altos niveles de agresividad manifiesta y relacional en varones residentes fuera del contexto familiar, exhibiendo también mayores índices de agresividad y victimización, mientras las mujeres sufrían más el bullying, a la vez que percibían menos situaciones sobre el mismo. Valdez y Martínez (2014) encontraron al noreste de México que la variable clima familiar explica una parte importante de la violencia entre estudiantes, y de manera significativa con el bullying.
Moratto y otros (2017), analizaron el clima escolar y la funcionalidad familiar como aspectos relacionados a la intimidación escolar en Antioquia, Colombia, y señalan la vinculación entre un clima escolar inadecuado y la intimidación escolar, resaltando el papel de la funcionalidad familiar en la resolución de las dificultades familiares. En Argentina, Vargas (2009), evaluó la incidencia del clima social familiar sobre las actitudes ante situaciones de agravio en otros ámbitos, y sus hallazgos sugieren que las relaciones familiares promueven un aprendizaje de valores y habilidades sociales básicas para la interacción entre los sujetos.
En Perú, Martínez y Moncada (2012), reportan que las situaciones de violencia son más frecuentes con niños que provienen de familias disfuncionales y hogares conflictivos, donde hay presencia de miembros dedicados al delito y la violencia, o donde se han tenido problemas legales. Sáenz (2016) observó en alumnos de secundaria una relación significativa entre las relaciones y el desarrollo social y la disminución de la agresividad, y que la estabilidad de clima social familiar inhibe la agresividad. Salazar (2016), encontró una relación de clima social familiar y la agresividad en los estudiantes de primaria de Trujillo y concluye que hay una relación inversa entre ambas variables.
Dada la importancia del tema, en el Ecuador se ha procurado desarrollar trabajos en el área. Cruz (2013) analizó a estudiantes de los niveles de primer a cuarto de educación básica de Guayaquil, donde relacionó el clima social familiar con la madurez social del niño de 6 a 9 años. Encontró que el clima social familiar afectó de forma directa la madurez social de los niños y que la conflictividad perjudica el coeficiente social, mientras que las relaciones saludables en el clima social familiar favorecen el incremento de la edad social y coeficiente social. Dueñas y Betancourt (2017), diseñaron y ejecutaron un programa psicopedagógico para reducir la conducta violenta de los/as niños/as entre 7 y 12 años, de los sectores suburbanos y rurales de la Provincia de Los Ríos. Zambrano y Almeida (2017), estudiaron la influencia del clima familiar en la conducta violenta de escolares en Guayas, a partir del uso de la Escala de Clima Familiar (FES) de Moos y Moos y reportan que las conductas violentas dependen del grado de integración social familiar.
A pesar de la fortaleza teórica y metodológica existente sobre las variables clima social familiar y agresividad, poco se exploran las mismas en el Ecuador en términos sistemáticos. En Guayaquil las entidades educativas no están exentas de esta problemática. En el caso de la Escuela José Joaquín de Olmedo, los registros presentes en el Proyecto Educativo Institucional indican que existen casos de estudiantes que muestran comportamientos agresivos, en los cuales se reportado violencia física o violencia verbal, situación que genera preocupación en los padres, maestros y psicólogos de la institución. Ante tal situación resulta necesario abordar el tema para obtener indicadores que orienten las acciones de gestión y apoyo al respecto.
En función de esto el objetivo de este artículo es determinar la relación entre el clima social familiar y la agresividad en los niños de tercer grado de la Escuela José Joaquín de Olmedo, Ecuador.
2. Metodología
Esta investigación se desarrolló bajo un enfoque cuantitativo. Es de tipo descriptivo correlacional, no experimental, de corte transversal. El grupo de estudio estuvo conformado por los 70 estudiantes del tercer grado de la Escuela José Joaquín de Olmedo, localizada en Guayaquil, Ecuador, matriculados en el año lectivo 2018. Para su elección se hizo uso del muestreo no probabilístico por conveniencia, debido a ser uno de los grupos con mayores incidentes de agresividad.
La técnica de recolección de información fue la encuesta. Se utilizó como instrumento el cuestionario. Para la medición del clima social familiar, se empleó la Escala FES, propuesta por Moos, Moos y Trickett (1995), de la cual solo se consideró para este artículo la dimensión Relaciones (Cohesión, Expresividad y Conflicto).
Para la variable Agresividad se utilizó el cuestionario: Aggression Questionnaire (AQ) de Buss y Perry (1992); evaluado por Matalinares (2012). El instrumento está conformado por 29 items que son medidos con una escala tipo Likert con 5 opciones de respuesta (1 a 5), cuyos puntajes tienen un rango de 29 y 145 puntos. Se divide en cuatro dimensiones o subescalas que miden agresión física, agresión verbal, ira y hostilidad. Los cuestionarios se aplicaron en forma colectiva durante 45 minutos y en un solo momento a todos los sujetos considerados en la muestra (35 estudiantes). Ambos instrumentos han sido ampliamente utilizados internacionalmente y tienen carácter de test estandarizado. La escala FES ha sido validada por Cerezo y otros (2015); mientras el AQ de Buss y Perry (1992) ha sido validada a nivel de consistencia interna por Matalinares (2010) y por relevancia de constructo mediante el trabajo de Gallagher y Ashford (2016).
Los datos recolectados con los cuestionarios fueron tabulados y posteriormente procesados con el programa informático IBM SPSS. Las pruebas inferenciales de relación entre las variables fueron de tipo no paramétrico, específicamente la prueba de correlación de Pearson, con un nivel de confianza del 0,05.
3. Resultados y Discusión
Clima Social Familiar - Dimensión Relaciones
Subescala Cohesión (Gráfico 1).

Los resultados (ver gráfico 1) evidenciaron que el 71% de los miembros de las familias se apoyan mutuamente, planifican con cuidado sus actividades (75%), pasan en casa la mayor parte del tiempo libre (65%), pelean poco entre sí (39%) y se manifiestan independientes al guardarse sentimientos para sí mismos (60%), y decidir por su cuenta (68%). La exploración de los indicadores señalados permite identificar a la cohesión como un elemento importante para los grupos familiares de los niños encuestados. Vargas (2009), señala que las relaciones familiares promueven la interacción entre los sujetos.
La cohesión pareciera estar asociada en este caso a hogares estructurados con presencia de ambos padres, donde existen suficientes normas que rigen la convivencia y controles al accionar individual, planificándose con cuidado las actividades grupales. Bajo ese contexto surge el apoyo entre los miembros de las familias, el estímulo a las actividades que emprenden y la valoración del hogar como lugar preferido para el tiempo libre. Esta conjunción de factores facilita el entendimiento y previene las peleas entre sí, a pesar del cuidado que existe por mantener cierto grado de independencia. Se evidencia que los temas sociopolíticos (55%) se abordan en un poco más de la mitad de los hogares (55%), lo cual ayuda a evitar discusiones que atenten contra las buenas relaciones. Los temas religiosos se abordan con poca frecuencia (17%) y no tienen carácter de obligatoriedad, situación que contribuye a sostener las relaciones familiares.
Se coincide con Moos y otros (1995) y Zavala (2001) en que el grado de comunicación y el control que se desprende de estos resultados parecieran apuntalar un estado de bienestar entre los miembros de la familia, lo que se manifiesta en la intención de procurar ser los mejores en cualquier actividad que emprendan (73%).
Subescala Expresividad (Gráfico 2).

El gráfico 2 muestra los resultados de la expresividad familiar. Los miembros de la familia procuran mantener la independencia de cada uno (55%). Esto indica una atmósfera de ciertas libertades para tomar decisiones, lo cual es acorde al estado de bienestar anteriormente reportado con la subescala cohesión familiar.
El 40% de los miembros de las familias considera que las reuniones obligatorias muy pocas veces son convocadas, tampoco existe obligación de asistir juntos a reuniones culturales (91%.) y el rezar juntos no es actividad frecuente en el grupo familiar (12%). Tales porcentajes indican la existencia de espacios personales donde es posible dedicarse a las tareas particulares de cada quien. El hecho de que se reciben pocas visitas en casa (21%) sugiere pensar en familiar poco dadas a socializar ya sea en casa o en ambientes externos vinculados a la cultura, la política o la religión.
En casi la mitad de los hogares hay reservas a la hora de decir lo que les parece (42%) y expresar sus enojos (43%). Los indicadores observados apuntan a la existencia de controles que limitan la manifestación de las inquietudes y opiniones personales de los niños, lo cual es un elemento a considerar en su madurez social. Moos y otros (1995) señala que la dimensión relaciones familiares se sustenta en el grado de comunicación y expresión libre dentro del hogar, por lo que la sana expresividad de las inquietudes de los encuestados niños es necesaria para canalizar inquietudes e inconformidades.
Consideran los niños que la mayoría de las veces solo pasan el tiempo en casa (64%), dejando entrever aburrimiento y desacuerdo con este hecho, situación que puede verse influida por los patrones laborales de los progenitores y adultos significativos. Esto también indica la poca atención que reciben en el hogar, aspecto que pudiese ser canalizado con actividades extracurriculares o asignación de tareas.
Cruz (2013) destaca el papel del clima social en la familia y su influencia en la madurez social del niño de 6 a 9 años. A su vez concede importancia a las relaciones saludables como expresión de un adecuado clima social familiar, pues favorecen el incremento de la edad y coeficiente social. Llama la atención que a pesar de estas tensiones familiares los niños dan importancia al triunfar en la vida (62%), lo cual debe obedecer a patrones y exigencias familiares orientadas a construir un mejor futuro.
Zambrano y Almeida (2017), han señalado que las conductas violentas dependen del grado de integración social familiar, por lo que la expresividad es un activo que debe ser consolidado como un recurso que permite canalizar las inquietudes e inconformidades, de manera que reste carga emocional al sistema. Una bajo nivel de expresividad puede transformarla en fuente de disturbios en el grupo familiar.
Subescala Conflictividad (Gráfico 3)

En el gráfico 3 se observan los resultados de la Subescala Conflictividad Familiar. Como se observa, el orden y limpieza es prioritario en los hogares (79%), y existen muchas normas que cumplir (91%). Lo anterior indica que los niños hacen vida en hogares donde el mando y el control están claramente establecidos, y donde ellos tienen tareas cotidianas que reafirman su rol de ente que ayuda a sostener el mantenimiento material del hogar. Las normas orientan el trabajo y la ayuda, y fijan los límites de actuación previendo posibles desencuentros entre los miembros por presencia de injusticias.
A partir de pautas claras los miembros se esfuerzan en realizar bien las actividades del hogar (62%), existiendo así una controlaría colectiva sobre los deberes. En el plano valorativo dan importancia al dinero que obtiene cada uno (64%), siendo esto evidencia del valor al esfuerzo y su recompensa. En sí, los conflictos tienden a minimizarse entre los miembros de las familias a partir del establecimiento de normas, la exigencia y valoración del esfuerzo en el cumplimiento de las actividades del hogar y la poca disposición a realizar cosas distintas a las que siempre se han realizado.
El mando y el control tradicionalmente procuran crear ambientes y atmósferas de estabilidad, donde lo objetivo e inmutable es bien visto. Como consecuencia de este parecer, el aprendizaje de cosas novedosas no goza de preferencia en el grupo familiar (40%). Cualquier aspecto que rompa los patrones normativos y culturales establecidos puede ser fuente de conflictividad.
Esto configura una atmósfera de estabilidad, sin embargo, la misma puede verse permeada a lo interno de los niños cuando emocionalmente consideran difícil desahogarse sin afectar al grupo (55%). El espacio de cada quien establece también límites comunicativos donde muchas quejas ajenas no son aceptadas. Es posible la presencia de patrones de toma de decisiones verticales donde las figuras de autoridad toman las decisiones sin consultar a los niños y eso genera malestar. Ante tal circunstancia las molestias se traducen o canalizan mediante el golpear o romper cosas (43%), lo cual es indicador de inconformidad con los procesos relacionales a lo interno de la familia. Ante esta sensación de soledad cada quien procura decidir sus propias cosas (42%) cuando es posible.
Cruz (2013) señala que la conflictividad perjudica el coeficiente social, disminuyendo así la interacción entre los sujetos. Este elemento de reconocimiento conjunto y de empatía pareciera requerir atención en el trato diario y hogareño con los niños.
Agresividad (Tabla 1)

Los resultados estadísticos de la variable agresividad se presentan en la tabla 1. Los valores calculados indican la presencia de esta variable en los niños encuestados. Es importante señalar esto porque la agresividad es un precedente de la violencia y por tanto resulta necesario diagnosticar su presencia antes de que escale a otros niveles.
La subescala Ira presentó el más alto promedio y valoración (15,4 ± 1,9; rango: 26). Las manifestaciones más frecuentes de la ira son golpear o romper objetos. Las mismas constituyen expresiones emocionales de desahogo de los niños generalmente en privado. En público y frente a adultos ellos tienden a inhibirse al momento de comunicarlas para no molestar al grupo, por lo que prefieren respetar los espacios de los demás.
La ira constituye una manifestación de agresividad que puede expresarse de distintas maneras, pudiendo hacerlo a través de la hostilidad. Esta última subescala registró el segundo mayor promedio con 12,6 ± 1,62 (rango: 22). En la escuela se han reportado casos donde se menciona que la hostilidad se presenta mediante el bullying y mediante agravios por parte de niños que desconocen e irrespetan las ideas y motivaciones de otros estudiantes generalmente menores a los practicantes del hecho hostil.
Las diferencias en cuanto a puntos de vista o desavenencias propias del juego o de actividades académicas se convierten en fuente de conflicto y de oposición, y son propicias para exteriorizar la hostilidad hacia los compañeros, situación que ha sido mencionada por Buss y Perry (1992).
Valdez y Martínez (2014) encontraron en México que la agresividad entre estudiantes se manifiesta también de manera significativa con el bullying, por lo que pareciera ser una práctica frecuente. Zurita y otros (2014), encontraron conductas agresivas y bullying en Granada - España, como expresiones de altos niveles de agresividad en varones residentes fuera del contexto familiar.
Sin embargo, con respecto a este contexto difieren los encuestados de este trabajo porque los hogares de los niños se caracterizan por ser bastante estructurados alrededor de la presencia de padre y madre, y donde el mando, el control y la normatividad están presentes. Sin embargo existe un bajo porcentaje de niños que están al cuido de familiares cercanos por motivo del trabajo de sus progenitores o por separaciones de los padres. Sin embargo esa carga factorial no ha sido considerada en este trabajo.
Las subescala agresividad verbal obtuvo un promedio de 12,2 ± 1,14 (rango: 18). Este elemento pareciera ser una expresión de agresividad que acompaña a la hostilidad, compartiendo ambos el aspecto de intimidación. Existen precedentes de gritos e insultos que muchas veces difieren del uso del buen lenguaje, necesitándose la presencia del personal docente para interrumpir los actos de agresión.
Moratto y otros (2017), han relacionado este tipo de agresividad en Antioquia, Colombia con el clima escolar inadecuado y la funcionalidad familiar, destacando el rol de esta en la resolución de las dificultades de los niños.
El ejercicio de la hostilidad y la agresión verbal se enmarcan en el uso amenazador e intencional del poder y la fuerza la cual se ha observado que en la institución no se ejerce solamente en términos individuales sino también grupal, ya sea hacia el prójimo o grupo ajeno a los puntos de vista del agresor, como ya ha reportado la Organización Mundial de la Salud (2002).
Menciona esta misma fuente que ante el aumento de la amenaza y la agresión se puede llegar a niveles de agresividad física. Esta subescala obtuvo una media de 10,3 ± 1,71 (rango: 24), presentándose como el tipo de agresividad menos frecuente.
Aunque tiene menor prevalencia, la misma está presente y evidencia estadios de agresividad superior que además de daño físico, puede conducir a la afectación mental o trastornos del desarrollo (Organización Mundial de la Salud, 2002).
Los problemas de agresividad han sido reportados generalmente en hogares disfuncionales (Martínez y otros, 2019), pero este trabajo reporta hallazgos en hogares bastante estructurados a pesar de pertenecer a estratos económicos bajos. La mirada hacia los hogares debe incorporar el análisis del funcionamiento familiar y de los estilos parentales de crianza y convivencia para prevenir dificultades de comportamiento agresivo.
Martínez y otros (2019), en su análisis caracterizaron la agresividad y la emocionalidad negativa, en el marco del comportamiento no adecuado y el quebranto de las normas implantadas. Encontraron que las mismas están asociadas al ejercicio y forma en que se ejercen la disciplina y a los estilos de crianza.
Los hogares de los niños estudiados dan bastante importancia a las normas y a la disciplina, sin embargo hay porcentajes que revelan que no todos los hogares cumplen con estas condiciones.
Esto abre la posibilidad de incorporar esta variable en el estudio de la agresividad y el clima familiar y explorar su influencia, así como examinar el autoconcepto que se genera a partir del comportamiento agresivo (Torregrosa y García, 2011).
Resultados de las Pruebas de Correlación (Tabla 2).

Se exploraron las correlaciones entre las subescalas de la dimensión relaciones del Clima Familiar Social y las subescalas de la variable Agresividad (ver tabla 2) en los niños de tercer grado de la escuela José Joaquín de Olmedo, Ecuador 2017. Los resultados permiten identificar siete (7) correlaciones significativas entre las escalas (p ≤ 0.05), del total de 21 exploraciones intraescalas. La subescala cohesión familiar resalta con cuatro (4) correlaciones negativas significativas: Conflicto (p: 0,043), agresividad física (p: 0,039), agresividad verbal (p: 0,041) y hostilidad (p: 0,031). Los resultados de este trabajo resaltan dentro de las relaciones el factor cohesión. Al igual que Vargas (2009) se encontró que al aumentar la cohesión disminuyen significativamente la conflictividad, la agresión tanto física como verbal y la hostilidad.
Cuando la cohesión se ve erosionada se incrementan la conflictividad, la agresión (tanto física como verbal), y la hostilidad. Los hogares con poca cohesión generalmente tienden a reproducir la agresividad y conflictividad. Como se señaló, la hostilidad está relacionada significativamente con la cohesión familiar. Esta relación plantea que al incrementarse esta última disminuye la hostilidad. Hogares poco cohesionados pueden favorecer el desconocimiento de las ideas y motivaciones del otro, transformándose esto en una fuente de conflicto y de oposición (Buss y Perry, 1992).
Martínez y Moncada (2012), corroboran los hallazgos al señalar que la violencia infantil es más frecuente en hogares disfuncionales y conflictivos, donde existen contraejemplos basados en la promoción del delito, la violencia y faltas a la ley. Se ha reportado que la dimensión relaciones familiares se relacionan con la interacción conflictiva (Moss y otros, 1995).
La presencia de la ira registró una correlación positiva significativa con conflictos (p: 0,022), al igual que con agresión verbal (p: 0,036). Esta última está correlacionada significativamente con agresión física (0,05). Los puntajes totales de la dimensión Relaciones del Clima Social Familiar se correlaciona de forma negativa con la variable agresividad (p: 0,044), lo cual indica que a medida que se incrementan las relaciones en la organización familiar, disminuyen los niveles de agresividad.
De las relaciones estadísticas señaladas se puede configurar una triada de factores que se relacionan: conflictos – ira – agresividad verbal. Estos elementos se ven potenciados por la existencia de la relación significativa entre agresividad verbal y agresividad física. Cerezo (2006) asoció los comportamientos violentos de los agresores con el haber experimentado experiencias de maltrato, aspecto que necesariamente debe ser abordado y diagnosticado también en la institución ya sea como derecho o como atributo cultural.
La expresividad familiar resultó no estar relacionada significativamente con la cohesión ni con otras subescalas, y aunque no se encontraron relaciones significativas la expresividad debe ser un elemento objeto de atención en los núcleos familiares por ser considerada una fuente potencial de conflictividad.
Los resultados de este trabajo resaltan el papel de las relaciones familiares y la manera en que sus subescalas se comportan conjuntamente con la agresividad y sus dimensiones. La relación integral de las puntuaciones de ambas variables se expresa de manera negativa y significativa.
Sáenz (2016) identificó una relación significativa similar entre las relaciones y la disminución de la agresividad, situación también reportada por Salazar (2016), en los estudiantes de primaria de Trujillo, Perú. Moratto y otros (2017) ya había destacado el rol de la funcionalidad familiar en la resolución de las dificultades familiares. Isaza y Henao (2012) han establecido la influencia que tienen la interacción familiar y el clima social familiar sobre las habilidades sociales de los infantes. Señalan que las acciones equilibradas y el clima de participación familiar favorecen el desempeño social, mientras que el empleo del autoritarismo promueve la carencia de desarrollo social asertivo.
De este trabajo se desprende que la agresividad es un fenómeno no prevaleciente en los niños, pero que es real y está presente en los hogares y en la escuela. El problema de la agresividad pareciera estar influido por las características del grupo familiar y la cohesión del mismo. La ira infantil constituye un elemento a trabajar por los padres, maestros y profesionales pertinentes, de manera de mitigar las expresiones de agresividad física, verbal y la hostilidad. Matalinares y otros (2010) consideran que la agresión o conducta agresiva surge como una conjunción de aspectos y estímulos cognitivos y emocionales que determinan un comportamiento o respuesta agresiva, aunque dicha respuesta puede estar influida por diversos factores. Según la teoría de Bandura (1977), sobre aprendizaje social hay que considerar la influencia de las circunstancias sociales y familiares en la promoción o inhibición de conductas agresivas dentro de contextos sociales desposeídos como es este caso.
4. Consideraciones finales
En términos de dar respuesta al objetivo de la investigación se determinó que existe una relación significativa entre el Clima Social Familiar y la agresividad en los niños de tercer grado de la Escuela José Joaquín de Olmedo Guayaquil, Ecuador. El r de Pearson fue de -0,426 (p: 0,044), lo que indica que la correlación es inversa y significativa, por lo que un buen Clima Social Familiar limita el desarrollo de la agresividad.
La subescala cohesión dentro de la dimensión relaciones del Clima Social Familiar presentó relaciones significativas inversas con la conflictividad, la agresividad tanto física como verbal y la hostilidad. La cohesión se ve favorecida en hogares con presencia de figuras de autoridad que establecen suficientes normas que rigen la convivencia y controles al accionar individual. La expresividad familiar no está relacionada significativamente con ninguna otra subescala, pero se evidencian límites a la manifestación de las inquietudes y opiniones personales de los niños, lo cual es un elemento que puede perturbar su madurez social, por lo que la expresividad debe ser un elemento objeto de atención en las familias y escuelas.
Se identificaron tres subescalas que presentan relaciones significativas : conflictos – ira – agresividad verbal, registrándose una relación directa significativa entre esta última y la agresividad física.
Se concluye diciendo que la agresividad es un fenómeno real y que requiere atención en el seno de las familias y la escuela. Se recomienda emprender acciones para mitigar la agresividad y sus distintas manifestaciones en los niños. El trabajo invita a seguir profundizando en el Clima Familiar Social y su influencia en la agresividad, a partir del examen de las subescalas conflictos – ira – agresividad verbal y hostilidad.
Se invita a la institución escolar a replicar esta experiencia en los demás grados y secciones de manera de poder realizar un diagnóstico más amplio sobre el tema. Con este trabajo se ha validado una metodología de investigación que puede ser utilizada sistemáticamente en el monitoreo del fenómeno estudiado. De igual forma estos hallazgos deben ser compartidos con los padres, representantes y adultos significativos de manera que se incorporen nuevos actores en las acciones de prevención de la agresividad. Por último, el tema de trabajo contribuye también a la construcción de ciudadanía, por tanto podría ser incorporado como línea estratégica dentro de los planes estratégicos y operativos institucionales.
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Porcentaje de contribución de cada autor en el manuscrito
Víctor Manuel Reyes - 25%
Teresita del Rosario Merino Salazar - 22%
Lilette del Carmen Villavicencio Palacios - 19%
Cecilia Eugenia Mendoza Alva - 19%
Adriana Gabriela Sequera Morales - 15%