Reflexiones
Cordillera, meseta y costa: trazas de pies y aguas1
Range, Plateau and Coast: Foot and Water Traces
Cordillera, meseta y costa: trazas de pies y aguas1
ESCENA. Revista de las artes, vol. 83, núm. 1, pp. 202-234, 2023
Universidad de Costa Rica
Recepción: 30 Mayo 2022
Aprobación: 19 Octubre 2022
¿Cuál es el modo en que el suelo, la corteza, las rocas y el mundo geológico sienten?
Ay de nosotros ahora que los ríos nos están mirando para ver cómo los traducimos en palabras!
(Liliana Ancalao, 2018, p. 60)
Introducción
Esta escritura trabaja en torno a dos prácticas artísticas situadas en diferentes momentos de intensa conflictividad social en la provincia de Chubut (Argentina) frente a la amenaza, una vez más, de permitir la zonificación minera. Esta práctica –que, como procedimiento, quedó apenas nombrado en el artículo 2 de la Ley 50013– consiste, de hecho, en dividir la provincia y asignar, en esa división, permisos para desarrollar la actividad en ciertas zonas, llamadas “zonas de sacrificio” y “suspender” (ya no prohibir) la actividad en otras, llamadas “zonas libres de sacrificio” (Marín, 2018, pp. 166-169). Desde la sanción de la ley prohibitiva, Ley 5001 (año 2003), la zonificación, como macroestrategia de intervención territorial (Marín, 2018), desplegada por las empresas y los gobiernos, ha intentado horadar la ley y convertir su carácter prohibitivo en una mera suspensión temporal y espacial. Por ello, las asambleas de la provincia vienen avanzando en otro proyecto de ley, una que sea superadora de la 5001. Al momento de escritura de este ensayo, están trabajando en la Tercera Iniciativa Popular.
Nuestra propuesta se inscribe en esta experiencia de lucha y resistencia que viene sosteniéndose desde hace casi 20 años, con el cuerpo en la calle, en asambleas, marchas y caminatas; desde estos pies luciérnaga4 que percuten en el suelo gritando “no a la mina”. A partir de consignas tales como “un pueblo, un río”, “que se llenen las calles de pueblo, marcharemos como un río” surgidas en el marco del “#ChubutAGUAzo” (2020) (Figura 1; Figura 2; Figura 3), en el contexto de una nueva embestida contra la prohibición provincial de la actividad minera, nuestra escritura propone un tejido hecho de ritmos heterogéneos entre pies y aguas, entre la música de los poemas y la música del río, desde dos prácticas artísticas situadas en el territorio y en diferentes momentos de la conflictividad social que, como lo hace el río, recorren cordillera, meseta y costa. Consideramos que estas prácticas artísticas disputan otro “reparto de lo sensible” (Rancière, 2014, p. 19), ya que proponen tramas abigarradas de resistencias diciendo no allí donde el extractivismo megaminero inventa “zonas socialmente vaciables” (Svampa, 2009, p. 45) y expone mapas de zonas o partes donde puede liberarse la actividad en la provincia.
El texto repone, en un primer momento, ciertas líneas del conflicto donde inscribir y situar, cartográfica y parcialmente, estas prácticas artísticas. Luego, se detiene en cada una ellas. El nombre de cada apartado recopila el nombre de cada práctica artística. La sección “Decimos no” trabaja en torno a un recorte de cuatro poemas de esta serie (en total, se publicaron 7 poemas) que acompañaron, en el año 2012, la Marcha de los Poetas y Artistas. El apartado “Esto no es un mapa sonoro del río Chubut” considera, singularmente, el registro del sonido de este río realizado por el Colectivo Esporas, en el año 2020. Como ya dijimos anteriormente, consideramos que estas intervenciones artísticas situadas disputan otro “reparto de lo sensible” (Rancière, 2014, p. 19) que vuelve a enlazar, a entramar, aquello que el patrón sacrificial extractivo pretende dividir al zonificar.
Partimos de postular trazas (Vinciguerra, 2020) de pies y agua, de palabra y tierra, que atraviesan, como lo hace el río Chubut –río torcido, tortuoso, con muchas vueltas, según la etimología del vocablo chupat–, cordillera, meseta y costa en defensa de la vida, contra el terricidio. Nuestra escritura intenta remontar grafías que enlazan montaña, meseta y costa.
Postulamos, también, una condición disyuntiva y audiovisual (Deleuze, 2015) de narraciones simpoiéticas y supervivientes en las cuales aparecen palabras, imágenes, sonidos que se activan entre andares singulares, en un abrazar y cuidar “la vida que viene” (Fleisner, 2016, p. 183), la vida cualesquiera que cuenta, mientras caminamos. Como sostiene Rivera Cusicanqui (2015), “caminar, conocer, crear” (p. 8) son verbos que nos hablan de un método en movimiento, una “[sim]poiesis del mundo, que se realiza en la caminata” (Rivera Cusicanqui, 2010, p. 33), desde nuestra memoria de la trashumancia como memoria ancestral (que polemiza con el concepto moderno de “migrante”) que amasa y abraza los pies y la tierra (Millán, 2020, como se citó en Marín, 2020). Se trata de un “caminar la palabra”, como sostiene Hooker (2018, p. 24). Intentamos, entonces, tejer grafías entre diferentes experiencias considerando que pies y aguas, palabras y tierras mueven, también, sedimentos de otras luchas.
Trama abigarrada que viene tejiéndose entre cordillera, meseta y costa: Geo-grafías en repartos asimétricos
Proponemos acercar grafías, marcas, memorias entre sedimentos de agua, tierra, luchas que resuenan en sonidos y caminares; trazos y trazas simpoiéticas5 que vienen hilando cordillera, meseta y costa. Líneas que, si las seguimos con un dedo en el mapa, se acercan, se alejan, exceden el mapa, grafías que abren otro reparto geopoético de lo sensible frente a la zonificación que postula el diseño extractivo (Figura 4; Figura 5); “bio y geopolítica de la producción cultural, donde geo se refiere también en términos concretos al suelo y a lo subterráneo” (Parikka, 2021, p. 154).
Esta es una posibilidad … la posibilidad de una historia medial alternativa de la materia, que amplía el interés histórico por los alquimistas en dirección a las prácticas de la minería contemporánea, los minerales y las correspondientes materialidades. ¿Podríamos encarar una aproximación de este tipo a partir de la materialidad que yace por debajo del nivel del suelo, expandiéndola entre una economía política de los recursos y las prácticas artísticas? (Parikka, 2021, pp. 104-105)
Nuestra escritura especula a partir de capas de memorias del río Chubut (Figura 4), considerado como “grafía salvaje” (Catrileo, 2020, p. 25). Entre sus capas de memorias conserva, entre otras, trazas indígenas supervivientes en la escritura de su nombre; trazas de un cuerpo desaparecido y encontrado en este río: el de Santiago Maldonado6 (Robles, 2017); trazas de zonificación y extractivismo megaminero. Remontamos trazas supervivientes, tramas abigarradas que se tejen, como el río y la caminata, entre cordillera, meseta y costa.
Luego de la aprobación de la Ley 50017, que surge como efecto de la resistencia popular en el 2003 y que logra prohibir la minería a cielo abierto y con el uso de cianuro y otras sustancias tóxicas en la provincia, en el 2013, las asambleas chubutenses decidieron impulsar una primera iniciativa popular que ampliase la protección ambiental establecida en esa primera ley del 2003. El proyecto de ley, con más de trece mil firmas recolectadas, se presentó en la legislatura en mayo del 2014. El tratamiento de esta iniciativa fue postergado hasta el 25 de noviembre del 2014, sesión en la cual los legisladores actuaron en beneficio de los empresarios mineros y cometieron un ‘fraude legislativo’ al transformar una voluntad popular de rechazo a la megaminería, en la provincia, en ley minera. Dicha ley fue derogada un año después (Aranda, 2014).
En junio del 2020, en contexto del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio y Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO/DISPO), quienes participaron de la Unión de Asambleas de Comunidades Chubutenses (UACCH) presentaron una segunda Iniciativa Popular (IP).
Les vecines de la UACCH nunca nos detuvimos y desde entonces seguimos reclamando que aún nos deben una ley: una ley basada en los principios ambientales preventivo, precautorio, de sustentabilidad y de equidad intergeneracional, principios que deben garantizar el presente y el futuro, que deben impedir el colapso de la naturaleza, que deben modificar el sentido antropocéntrico de las actividades humanas y así poder ubicarnos en un equilibrio con todos los otros seres que habitan todo el planeta.
La estupidez humana que nos llevó a la pandemia que nos atraviesa, producida por la inagotable ambición de les dueñes del poder, en lugar de originar una reflexión de sus conductas los lleva aceleradamente al más voraz extractivismo: Argentina paralizó todas las actividades en nombre de la prevención, pero dio rienda suelta a la deforestación, al fracking y a la minería a gran escala. (Iniciativa Popular Chubut, 2020, párr. 5-6)
Entre junio y octubre del 2020, se recolectaron firmas provenientes de toda la provincia. Esta vez el requisito del 3 % del padrón electoral resultó más que duplicado (casi cuarenta mil firmas). Los pueblos de la meseta firmaron con amplia participación en esta iniciativa. En el mes de noviembre, cuando el Tribunal Superior de Justicia de Rawson, luego de la verificación correspondiente de las firmas, enviaba a la legislatura la Segunda Iniciativa Popular, proyecto de ley 129/20, el gobernador Mariano Arcioni presentaba, ese mismo día, su proyecto de zonificación minera, proyecto de ley 128/20, con la firma de todos sus ministros y disponía dar tratamiento legislativo (sin garantizar consultas previas) al proyecto que habilita la zonificación minera en la provincia8. Se propuso tratar el proyecto de ley 128/20 de zonificación minera el viernes 5 de febrero de 2021, sesión que luego resultó suspendida.
Llamamos … a apoyar el proyecto de la segunda Iniciativa Popular que acompañado por la firma de casi cuarenta mil habitantes de la provincia (casi el 10% de la población), pretende ampliar los alcances de la Ley 5001, incorporando la prohibición de otros químicos, la minería de uranio y todos los pasos previos a la explotación minera, desde las etapas prospección y exploración. Este proyecto ingresó a dos comisiones en la legislatura provincial en el mes de diciembre y tendrían seis meses para expedirse. Una medida cautelar interpuesta ante la justicia para que no se trate el proyecto y la suspensión de la sesión de la Cámara de Diputados del 5 de febrero, por falta de acuerdo en la comisión de recursos naturales y ambiente, que decidió suspender también la sesión, no aplacan el conflicto. Tan solo pospone su resolución y fortalece las resistencias y el pedido para que este proyecto e iniciativas similares se archiven de manera definitiva. Así como sucedió en diciembre de 2019 en Mendoza, cuando su población defendió la Ley 7722, ley guardiana del agua, en el caso en que se llegara a tratar el proyecto de zonificación y sea aprobado, estaremos apoyando las nuevas acciones legales y las movilizaciones para evitar su sanción. (Grupos de trabajo CLACSO, 2021, párr. 5)
En mayo del 2021, el gobernador Mariano Arcioni consigue que la legislatura chubutense rechace el proyecto de la Segunda Iniciativa Popular9 y no retira el proyecto de zonificación de la legislatura. El 15 de diciembre del 2021, incorpora a último momento el proyecto de zonificación en el orden del día de la sesión y, con fuerza policial y represión, aprueba la zonificación minera10 que, días más tarde, el 20 de diciembre del 2021, fue vetada y derogada ante el reclamo de asambleas de vecinos que otra vez gritaron No fue no (Ulacia, 2022). Desde el 21 de enero de 2022, las asambleas de Chubut están trabajando en la tercera campaña a favor de la Iniciativa Popular11.
Situada en este contexto, nuestra propuesta considera, singularmente, trazas de tramas acústicas entre pies y agua, a partir de fragmentos de la serie de poemas Decimos no de Luciana Mellado (2012), para acompañar la Marcha de los Poetas y Artistas en 2012, y fragmentos de “Esto no es un mapa sonoro del río Chubut” realizado durante el 2020, en el marco del #chubutAGUAzo, realizado por el Colectivo Esporas. Estos andares simpoiéticos que atraviesan cordillera, meseta y costa abren la posibilidad de “armar un tejido intercultural” y de arropar formas comunales de existencias desde el “carácter comunal de la tierra12” (Tzul Tzul, 2019, pp. 3-4). Es un trama abigarrada, ch’ixi, que viene hilando tierras, tejiendo resistencias. Tierra minúscula que teje, desteje, excede los mapas (Rivera Cusicanqui, 2018, como se citó en Cacopardo, 2018).
Decimos no
“La vida en el suelo encarna la cotidianidad –con los pies en la tierra– del vivir interdependiente entre especies”
(Puig de la Bellacasa, s. f., párr. 14)
Remontamos cuatro poemas de la serie Decimos no de Luciana Mellado (2012) realizados para acompañar la Marcha de Poetas y Artistas. Esta caminata recorrió de este a oeste la provincia de Chubut, duró una semana, comenzó en Trelew, y, luego de recorrer, por la ruta Nº 25, pueblos y localidades afectados por el avance de la megaminería extractiva, finalizó en Esquel. Allí, quienes caminaron fueron recibidos por integrantes de la asamblea No a la Mina de Esquel, emblemática contra la megaminería en Chubut y en otros territorios afectados, a nivel nacional y regional (Figura 5).
El recibimiento de la marcha y la entrada en Esquel hicieron vibrar el aire y los ánimos, los manifestantes de las dos puntas de Chubut se unieron en abrazos emotivos y gritaron juntos “¡no pasarán!”, y el cansancio de los que venían marchando se volvió un poco menos importante. (Bendersky, 2012, párr. 4)
La idea de esta caminata surgió entre poetas como respuesta y rechazo a un anuncio: un ministro del Estado argentino había declarado en Estados Unidos que el proyecto minero Navidad, ubicado en la meseta centro-norte de Chubut, comenzaría en junio del 2012, por lo que la Ley 5001 sería derogada antes: “La noticia despertó en los poetas el deseo de generar una acción como respuesta, que fuera grande, desmedida, una acción poética como es natural. Unir Trelew y Esquel a pie, por ejemplo. Y lo hicieron” (Bendersky, 2012, párr. 6)
Recuperamos aportes de Bardet (2012), quien sostiene que caminar –en tanto un hacer y un sentir– es un modo común y singular de entrar en contacto con distintas superficies, distintos relieves: “La planta de los pies es a menudo el lugar de contacto con la Tierra” (p. 63). En este modo de establecer contacto con el suelo, algo de él queda en los pies, algo de los pies queda en el suelo: se entremezclan tierra, ampollas, cansancio; “cambios que penetran por el caminar, por los pies que se posan sobre el suelo” (Bardet, 2012, p. 63). Caminar hiende una traza “que abre un terreno compartido, es el movimiento común, banal, común, a compartir, común, de a varios” (Bardet, 2012, p. 65).
Decimos no I (4/3/12)
El cuerpo sabe hablar
y habla.
Dice camino
y dice no
a la muerte.
Dice camino
y dice no
al saqueo.
El cuerpo sabe hablar
y habla.
Dice marchemo
por la ruta
paso a paso
juntémonos las partes
los nosotros,
este cuerpo de agua
espesa
cosida con mil hilos
de memoria.
Esas lenguas de oro
que hoy brillan
su abundancia
son la sequía
de nuestra propia
sed.
Las espigas soñadas
no son nuestro
alimento
ni nuestro sueño.
El cuerpo sabe hablar
y habla.
Camina
con los ojos abiertos.
Esta “[sim]poiesis del mundo, que se realiza en la caminata”, para decirlo a partir de Rivera Cusicanqui (2010, p. 33) y de Haraway (2019), expone una “experiencia sensible heterogénea que se comparte” (Bardet, 2012, p. 66). Es un acto –una “acción poética”, como dicen poetas y artistas– en la que se juegan un hacer y un sentir singular y que, sin embargo, hace de la caminata y de quienes caminan un “andar colectivo” (Bardet, 2012, p. 73). Como modo de andar en común, que genera con y se enreda entre los pies y el suelo en “colaboraciones y combinaciones inesperadas, en pilas de compost caliente” (Haraway, 2019, p. 24), abre otra práctica de configuración de mundos. En medio de estas configuraciones, aparece una semiótica material, mundana y situada en ese compost afectivo sensible suelo-pie que disputa y resiste la invención de una semiótica extractiva que hace (des)aparecer signos y sentidos (sentido sensible y sentido inteligible), como parte del “poder semiótico del capital” (Lazzarato, 2006, como se citó en Antonelli, 2009, p. 52).
Como ya hemos mencionado en otros lugares (Marín, 2018), acontece un desplazamiento que hace de un ‘se camina’ un ‘caminamos’. Esta práctica anónima y cotidiana –este saber disponible, para decirlo en términos de Sousa Santos y Rivera Cusicanqui (2013)– ingresa en otro “reparto de lo sensible” que vuelve posibles otros modos polémicos del estar en común, crea otro territorio entre quienes caminamos. Este “territorio compartido” (Bardet, 2012, p. 65) agencia otro ensamblaje afectivo y material, orgánico e inorgánico, compostando suelo y pie (Bennett, 2022).
Decimos no I (4/3/12)
El cuerpo sabe hablar
y habla.
Dice camino
y dice no
a la muerte.
Dice camino
y dice no
al saqueo.
El cuerpo sabe hablar
y habla.
Dice marchemos
por la ruta
paso a paso
juntémonos las partes
los nosotros,
este cuerpo de agua
espesa
cosida con mil hilos
de memoria.
Esas lenguas de oro
que hoy brillan
su abundancia
son la sequía
de nuestra propia
sed.
Las espigas soñadas
no son nuestro
alimento
ni nuestro sueño.
El cuerpo sabe hablar
y habla.
Camina
con los ojos abiertos.
Esta “[sim]poiesis del mundo, que se realiza en la caminata”, para decirlo a partir de Rivera Cusicanqui (2010, p. 33) y de Haraway (2019), expone una “experiencia sensible heterogénea que se comparte” (Bardet, 2012, p. 66). Es un acto –una “acción poética”, como dicen poetas y artistas– en la que se juegan un hacer y un sentir singular y que, sin embargo, hace de la caminata y de quienes caminan un “andar colectivo” (Bardet, 2012, p. 73). Como modo de andar en común, que genera con y se enreda entre los pies y el suelo en “colaboraciones y combinaciones inesperadas, en pilas de compost caliente” (Haraway, 2019, p. 24), abre otra práctica de configuración de mundos. En medio de estas configuraciones, aparece una semiótica material, mundana y situada en ese compost afectivo sensible suelo-pie que disputa y resiste la invención de una semiótica extractiva que hace (des)aparecer signos y sentidos (sentido sensible y sentido inteligible), como parte del “poder semiótico del capital” (Lazzarato, 2006, como se citó en Antonelli, 2009, p. 52).
Como ya hemos mencionado en otros lugares (Marín, 2018), acontece un desplazamiento que hace de un ‘se camina’ un ‘caminamos’. Esta práctica anónima y cotidiana –este saber disponible, para decirlo en términos de Sousa Santos y Rivera Cusicanqui (2013)– ingresa en otro “reparto de lo sensible” que vuelve posibles otros modos polémicos del estar en común, crea otro territorio entre quienes caminamos. Este “territorio compartido” (Bardet, 2012, p. 65) agencia otro ensamblaje afectivo y material, orgánico e inorgánico, compostando suelo y pie (Bennett, 2022).
Decimos no II (5/3/12)
El viento es la bandera.
Las sombras que resisten
bajo el sol
rodado
en la meseta
flamean entre alas
abiertas.
El cielo con sus lonas
guarda el vuelo
necesario.
Nos ampara.
El viento es la bandera.
¿Escuchás como
lleva nuestra voz?
No pasarán
por aquí
no pasarán.
El caminar retumba
en la meseta,
esa madre infinita
que improvisa la humedad
y el verdor
en lo reseco.
El viento es la bandera.
¿Escuchás como
lleva nuestra voz?
No pasarán.
Como sostiene el documento que expone los motivos que llevaron a las resistencias a decidir esta intervención, la marcha busca atravesar cordillera, meseta y costa “en defensa de la Ley 5001, y por la aplicación plena de su artículo 1º en todo el territorio provincial” (No a la Mina, 2012, párr. 6). La marcha se inicia en Trelew, en la costa provincial, atraviesa la meseta y finaliza en Esquel, en la zona cordillerana, junto a la asamblea de vecinos autoconvocados, referente de luchas socioambientales para otros colectivos en resistencia en la provincia, en el país y en la región. En este atravesar la meseta, la marcha propone encontrarse con los pueblos que están en el camino “con la poesía, el arte y la música como únicas armas y nuestra verdad como bandera” (No a la a la Mina, 2012, párrs. 7 y 17).
¿Por qué marchamos?
El Gobierno nacional, confundiendo el 54 % de los votos con el permiso para dinamitar montañas y contaminar acuíferos, está impulsando un proceso para revertir la legislación obtenida a través de la lucha popular.
En Río Negro ya lo hicieron al derogar la ley que prohibía la utilización de cianuro en los procesos mineros.
El gobierno saliente de Das Neves dejó lista una zonificación que podría utilizarse para derogar o modificar la ley.
En esa zonificación, más del 80 % de la provincia se convierte en zona de sacrificio minero para satisfacer la voracidad de las corporaciones transnacionales.
Esta “zona de sacrificio” pone en riesgo no solo el medio ambiente, sino que atenta directamente contra la cosmovisión, el hábitat, la economía y la seguridad de los habitantes originarios de la meseta. La meseta NO es un desierto.
El rechazo masivo a la megaminería hidrotóxica en toda la comarca noroeste, en localidades de la meseta y ciudades de la costa provincial parece no importarle a los funcionarios de Gobierno.
El Proyecto Navidad (meseta centro norte) pretende volar 100 mil toneladas de roca diaria y tratar unas 15 mil toneladas en la planta de procesamiento de plata y plomo, utilizando millones de litros de agua, toneladas de explosivos y químicos tóxicos diariamente, decretando la condena a muerte del acuífero de la cuenca Sacanana.
Los proyectos uraníferos (cuenca del río Chubut) amenazan nuestro río y comprometen seriamente el futuro de Chubut. De todas las minerías, la del uranio es la más peligrosa: el 70 % de la radioactividad original queda en las colas mineras, las partículas del gas radón (radioactivo) pueden viajar hasta 1 000 km antes que decaiga su radioactividad original. Estas partículas son cancerígenas. ¡La propia Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) reconoce los peligros de la minería del uranio!
No permitamos que suceda en Chubut! ¡Famatina nos marca el camino! (No a la Mina, 2012, párr. 8-16)
Entre los motivos por los cuales se decide esta marcha, se insiste en el rechazo a la derogación de leyes provinciales prohibitivas a la megaminería, el rechazo a la zonificación de la provincia y al sacrificio extractivo. El documento hace memoria de la experiencia de Famatina, La Rioja (Argentina), que, en el año 2012 mantuvo sostenida la resistencia y el bloqueo de camiones en los ingresos al yacimiento (Svampa y Antonelli, 2009; Marín y Gómez, 2012).
Decimos no III (6/3/12)
Un amasijo que empuja al mundo
con su aliento
rueda en la voz que dice
no se toca.
Crece como un follaje de agua
urgente
en los bordes de la sombra
hermana
Marcha.
Y en las chispas de luz
salta la forma
humana.
Pero el abrazo y la lengua
no tienen nunca
un solo cuerpo.
Vamos.
Cuerpos que caminan –ensamblaje simpoiético y multiespecie que acontece entre el suelo y el pie– con otros cuerpos, caminares y desplazamientos menores. Como ya hemos mencionado en otros espacios, ¿arropamos nuestros pies al caminar? Caminar calzados, caminar descalzos, caminar con calzado cómodo para hacer grandes distancias, hacer grandes distancias sin calzado o ¿cómo desnudarnos y desanudarnos de ropajes asignados para caminar?; caminar en compañía, necesitar de alguien o algo –con– para poder caminar, superficie de sentido en contacto con el suelo que trazamos cada vez que pisamos, donde hacemos y perdemos pie, la corteza que habitamos (Antonelli, 2010; Marín, 2018).
En este contacto que se abre entre “la tierra y el pie” (Horne, 2022, pp. 259-261), retumba una voz que dice “no a la mina”, “no al saqueo y a la contaminación”. Multiplicidad de caminares se sostienen en la alternancia entre quienes caminan; variaciones de ritmos se entraman mientras caminamos. “Así una de las partidas esenciales de su presupuesto era la de sus zapatos: [la emancipada es una persona] que camina sin cesar, circula y conversa, hace circular el sentido y comunica el movimiento de la emancipación” (Rancière, 1998, como se citó en Bardet, 2012, p. 76).
Como ya hemos mencionado más arriba, este caminar cotidiano que se vuelve acción poética, simpoiética, ensamblaje multiespecie en resistencia nos habla de un acto que no es un “puro cálculo topológico”, sino que esta acción, este trazado “toma la medida de la desviación [écart], del com-partir transversal, donde se juega a la vez un hacer y un sentir” (Bardet, 2012, p. 72). Expone un “com-partir de lo sensible” (Bardet, 2012, p. 72) en un andar comunal desde esos ‘pies sensibles’ que huellan (Le Bretón, 2014); marca superviviente de desplazamientos cualesquiera (no solo humanos), memoria(s) del (sub)suelo que tocamos –antes de ser sentida y sentido– desde y con los pies: “el grupo se mueve como el agua, todas las moléculas plásticamente juntas, pero cada una a su tiempo. Tal vez sea la manera más sabia de avanzar: la del agua. Otra cosa que se aprende caminando” (Prensa Libre Pueblos Originarios Mapuche 2012, párr. 5).
Caminar “como todo el mundo” no en una identificación, ni una imitación como “en lugar del caminante medio”, sino caminar, como cada uno camina, en el sentido de que cada uno puede estar en el lugar del caminante. El cómo no es imitativo (encontrar el caminar que se asemeja, idéntico, al cliché del caminar), ni representativo (caminar para los otros, en lugar de los otros, caminar normal que representa el caminar de todos), es el cómo de la distribución de los lugares, como cada uno o cada una podría caminar, un “cualquiera” al mismo tiempo singular y común. (Bardet, 2012, p. 77)
Siguiendo a Rancière (1998), Bardet sostiene que caminar es una práctica común y singular, igualitaria y heterogénea y que puede desclasificar ciertos órdenes establecidos. Este caminar se abre entre la diferencia rítmica y la repetición (re)productiva. Entre quienes caminan se trama un “continuum heterogéneo” (Bardet, 2012, p. 81), “cuerpo de agua espesa cosida con mil hilos de memoria” (Mellado, 2012; Decimos no I). ¿Cómo se habita este gesto de caminar? Una escucha y una duración, “una temporalidad singular” (Bardet, 2012, p. 81), un caminar a la escucha del suelo, de la tierra, de los conflictos (Bardet, 2012, p. 81); caminar hace cuerpo y con-tacto (Marín, 2018).
Caminar para devenir imperceptible, caminar como todo el mundo, o caminar, como todo el mundo camina, sin la pericia de un bailarín, pero tampoco sin imitación, en una repartición común, una lucha permanente. No inaugurar un caminar excepcional, sino entrar en él por el medio. Estar en el medio, jamás ser un centro, tal sería el andar: ... Esplendor del se camina. He aquí que el caminar retorna conjugado a lo impersonal, devenir imperceptible, devenir como todo el mundo, es decir singularmente, por el caminar. (Bardet, 2012, p. 85)
Así como la meseta es el espacio que se abre por el medio, entre la cordillera y la costa de Chubut, este andar puede ser una forma de estar en el medio.
Caminar por la meseta chubutense es una experiencia que todos deberían hacer al menos una vez en la vida. El paisaje, que al principio parece monótono, empieza a develar sus tesoros a los ojos que se van haciendo al camino: el parche verde de una jarilla, el paso rápido de una lagartija, un cañadoncito húmedo donde se amontonan las plantitas más tiernas, una piedra que parece una joya entre el polvo, el silencio que viene envuelto en el viento que nunca deja de soplar. (Prensa Libre Pueblos Originarios Mapuche, 2012, párr. 9)
Como señala Rivera Cusicanqui, “caminar, conocer, crear” forman parte de un “pensar en movimiento”, de generar “un ritmo y una respiración colectiva”: “Se trata de conocer con el chuyma, que incluye pulmón, corazón e hígado. Conocer es respirar y latir. Y supone un metabolismo y un ritmo con el cosmos” (Rivera Cusicanqui, 2015, como se citó en Gago, 2015, párr. 30), aire, viento, bandera que lleva, esparce y se escucha, hace espacio y lleva la voz.
Decimos no IV (8/3/12)
La tierra nos late en cada paso.
Desde el pulso empujamos
nuestra marcha.
Vemos flores simples en la planicie,
abrojos que se quedan
en la mirada.
vida,
la meseta es llena
de gracia.
Benditos nosotros,
los frutos de tu vientre.
Benditos nosotros que
sabemos tu nombre.
Lo decimos callados
desde el cuerpo.
La tierra nos late en cada paso.
Decimos no
cuando el silencio
es gusano
que pudre la cosecha.
En marzo del 2013, en el marco de la celebración de los diez años de la histórica consulta popular llevada a cabo en Esquel (Chubut), un periodista y referente de la asamblea de vecinos autoconvocados ‘No a la Mina’ de esta localidad, Pablo Quintana13, hace memoria de esta ‘comunidad en pie’ que hace ver y oír en las calles. Esta viene diciendo y seguirá diciendo en cada marcha, en cada bandera, cartel, pancarta, pitada, mural, “No es no”, “No a la Mina”. Esta “comunidad en pie” (Quintana, 2013, citado en Aranda, 2013) ha posibilitado que otras asambleas empezaran a caminar, en Chubut y en otros ‘territorios en resistencia’ (Zibechi, 2008) en Argentina, a partir de ese otro mundo posible que abrió e hizo nacer este grito de lucha: “La tierra nos late en cada paso” (Marín, 2018, p. 299).
Desde estos “cuerpos en la calle” (Butler y Athanasiou, 2017, pp. 236-237) que aún caminan, como forma de exposición con la cual han decidido aparecer y resistir, se despliegan matrices comunales que ensamblan suelo y pie. Tales caminares singulares y colectivos se emparentan con la memoria transhumante, al decir de Rolnik (2018, como se citó en Bardet, 2018), de otros caminares. Mencionamos, singularmente, las rondas de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, las más de 600 caminatas alrededor de la plaza en Andalgalá (Catamarca, Argentina), las marchas de las Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, las marchas que acompañan el paro internacional feminista, entre otros caminares, que permiten “producir acuerpamiento desde las luchas” (Gago, 2019, p. 104), “hacer una pila de compost mucho más caliente para pasados, presentes y futuros aún posibles” (Haraway, 2019, p. 98).
Esta “vida que ampara y nutre vida”, como aparece, anteriormente, en un fragmento del poema IV de Mellado, nos permite trazar otra línea vinculada a “procesos vitales que van más allá de la forma humana” (Butler, 2017, p. 111). Butler postula una ‘ética de la cohabitación’ como condición de existencia, preindividual, no contactual, plural, abierta, expuesta a otras formas de vida (no solo humanas) que sostenemos y nos sostienen. Esta ética abre un pacto que ya no es solo antropocéntrico sino ecológico: “la sostenibilidad de la Tierra” (Butler, 2017, p. 116). Implica pensar(nos) desde la vulnerabilidad y precariedad de los cuerpos (no solo humanos) y conlleva a verificar la igualdad en las “condiciones sustentadoras e interdependientes de la vida” (Butler, 2017, p. 122) heterogénea y plural. Nuestra “exposición a la precaridad” (Butler, 2017, p. 124) nos enfrenta a luchar “en, desde y contra la precariedad” (Butler, 2017, p. 124).
Verónica Gago (2019) sostiene que el cuerpo no se limita a los bordes de la ‘propiedad’ individual –antropológica–, sino que se abre como “materia ampliada, superficie extensa” (p. 92) y se presenta como una ‘composición’ de afectos, trayectorias, memorias, recursos, posibilidades “que se singularizan porque pasan por el cuerpo de cada quien en la medida que cada cuerpo nunca es solo “uno”, sino siempre con otrxs, y con otras fuerzas también no-humanas” (Gago, 2019, pp. 91-92). De allí que su propuesta consista en ensamblar, compactar y compostar, al decir de Haraway (2019), ‘cuerpo-territorio’ como “una continuidad política, productiva y epistémica en tanto territorio” (Gago, 2019, p. 91). Tal reensamblaje permite pensar “de otro modo los procesos de desposesión” puesto que “no hay nadie que “carezca14” ni de cuerpo ni de territorio” (Gago, 2019, p. 91).
Precisamente porque el cuerpo, pensado como cuerpo-territorio, es una imagen-concepto surgida desde las luchas, es que logra poner de relieve unos saberes del cuerpo (sobre cuidado, autodefensa, ecología y riqueza) y a la vez desplegar la indeterminación de su capacidad; es decir, la necesidad de la alianza como potencia específica e ineludible. La alianza no es una opción racional del individuo ni un cálculo estrecho. Es un cálculo, sí, pero en el sentido de cálculo como momento de un conatus; es decir, una forma de perseverancia en la existencia que siempre es colectiva e individuada. Se trata de un despliegue defensivo que se plasma en los nombres de las coordinaciones e iniciativas de lucha (en defensa de la tierra, el agua, la vida, etcétera) y que es a la vez inventivo: da lugar a nuevos modos de organización, de sociabilidad, a nuevas tácticas de intercambio, a la creación de territorios existenciales, de puntos de vista. Son prácticas que defienden e inventan, conservan y crean, resguardan y actualizan y, en ese movimiento, producen valor en sentido amplio.
Por eso, la expansión y el derrame del cuerpo como cuerpo-territorio es el lugar concreto desde donde hoy se confronta el extractivismo ampliado, es decir, todas las formas de desposesión, despojo y explotación (del extractivismo literal de materias primas al extractivismo digital y financiero) que articulan la máquina de valorización capitalista. Que el cuerpo-territorio sea la situación que habilita el desacato, la confrontación y la invención de otros modos de vida implica que en estas luchas se pongan en juego saberes del cuerpo justamente en su devenir territorio y, al mismo tiempo, lo indeterminan porque no sabemos lo que un cuerpo, en tanto cuerpo-territorio, puede hacer. Cuerpo-territorio, por esta razón, es una idea-fuerza que surge de ciertas luchas, pero que tiene la potencia de migrar, resonar y componer otros territorios y otras luchas. (Gago, 2019)
“Esto no es un mapa sonoro del río Chubut”
“En mi granja sabemos que la tierra se ha deshelado en primavera y que está lista para la labranza cuando desde la cama, por la noche, podemos oír a los animales abriéndose camino bajo la superficie”.
Recuerden que no solo lo viviente tiene historias para contar. Aprenderemos, con ellas [con las arañas], a cultivar los acúfenos, a recibirlos y honorarlos; “we will be connected to the earth by our ears through the spiders” [estaremos conectados con la tierra por nuestros oídos a través de las arañas]. Y podremos sentir, entonces, los cantos de la tierra y del cosmos, de las ramas y de las plantas que responden a las vibraciones de las cigarras. El aire será nuestra escena y el viento nuestro maestro de orquesta. Aprenderemos finalmente la poesía de un silencio tembloroso y apenas murmurado.
Esta cartografía sonora del río Chubut fue realizada en marzo del 2020, en el marco del #chubutAGUAzo, por el Colectivo Esporas. La experiencia de este mapa sonoro ha estado atravesada, en algún momento de su realización, por el contexto de ASPO/DISPO. La escucha de este río, que recorre de oeste a este la provincia, considera la severa afectación que conllevan los proyectos megamineros en la meseta y en la provincia, ya que, como señalan asambleas y colectivos en resistencia, el río “queda en el centro de la zonificación” (No a la Mina, 2020, párr. 11).
El Gobernador [de Chubut] volvió a repetir que el Río Chubut no se toca, pero si uno ve el mapa de zonificación, el Río Chubut se toca, en ningún artículo del proyecto de ley dice taxativamente que no se toca el río. (Pablo Palicio Lada, asambleísta Unión de Asambleas de Comunidades Trelew, citado en Radio 3, 2020, párr. 5)
Tal como lo menciona el informe Zonificación minera en Chubut: una mirada interdisciplinaria, elaborado por la Mesa de Coordinación Técnica sobre Zonificación Minera del CCT-CONICET-CENPAT (2021) con respecto al proyecto de zonificación provincial, el río Chubut es fuente de abastecimiento del 50 % de agua requerida por la población chubutense. Las principales cuencas de aguas subterráneas –acuíferos de Gastre y Sacanana– se encuentran en departamentos donde se quiere habilitar la explotación megaminera metalífera.
La megaminería representa un escenario de amenaza, frente a un sistema ambiental vulnerable que cobra especial relevancia cuando se trata a de una provincia donde los recursos hídricos superficiales son escasos. Las reservas hídricas, como los acuíferos de las cuencas de Gastre y Sacanana, son recursos cuya calidad no se debería poner en riesgo, ya que representan alternativas de uso para las generaciones futuras (Mesa de Coordinación Técnica sobre Zonificación Minera del CCT CONICET–CENPAT, 2021, p. 13).
El proyecto consiste en el desarrollo de una plataforma digital que sirve de soporte audiovisual de “Esto no es un mapa sonoro del río Chubut” (disponible en http://www.estonoes.com.ar/un-mapa-sonoro/del-rio-chubut/). Comienza su recorrido en Esquel (Chubut), en marzo del 2020, previo a las primeras medidas sanitarias sancionadas a nivel nacional. Por la ruta 25, el Colectivo Esporas recorrió El Maitén, Cholila, Cushamen, Gualjaina, Piedra Parada, Paso del Sapo, Los Altares, Las Plumas, Dique Florentino Ameghino, 28 de Julio, Dolavon, Gaiman, Trelew, Rawson y Playa Unión, a la escucha del río Chubut, en la heterogeneidad y mutación que despliega en su extensión.
Durante toda la experiencia del viaje vimos y escuchamos guanacos, avestruces, zorrinos, liebres y una amplia diversidad de pájaros, entre otros animales. Conversamos con gente de las distintas localidades. Registramos infinidad de árboles y plantas, las distintas variantes cromáticas del río, de la tierra y piedras, los cielos estrellados, la meseta, el valle, siempre abordados por las mismas preguntas: ¿Qué pasará con todos estos paisajes si ingresa a Chubut la megaminería? ¿Qué les depara a las personas que viven en las zonas más hostiles y rurales de la provincia? ¿Qué tan relevante puede ser una iniciativa que no cuenta con la aprobación social de la mayoría de la provincia? Muchas organizaciones a escala provincial, incluso a nivel nacional e internacional, están manifestándose contra distintos proyectos extractivistas y en este territorio en particular, contra la megaminería (Meconi y Paniagua, 2021, párr. 4).
Propone un ‘dispositivo colaborativo’ a la escucha de diferentes fragmentos, un en-tender hacia sentidos, sensible y sensato, y una resonancia que entremezcla uno en otro; ensambla materialidades sonoras y visuales (en su singular disyunción) entre capas. Cada una de estas capas despliega diferentes materiales y articula la experiencia en territorio y el trabajo con diferentes medios y soportes visuales y sonoros, analógicos y digitales, que también singularizan materiales y materialidades trabajadas (Parikka, 2012). Además, despliega y singulariza las siguientes capas, estratos, esporas:
[Primera capa:] “Río Chubut”, que es el mapa sonoro más concreto, donde se escuchan los paisajes sonoros de toda la extensión del río. Son aproximadamente 60 grabaciones, con una duración total superior a las 3 horas. Cada grabación es acompañada con una fotografía que hace de referencia del lugar donde se realizó la grabación de campo.
[Primera capa:] “Río Chubut”, que es el mapa sonoro más concreto, donde se escuchan los paisajes sonoros de toda la extensión del río. Son aproximadamente 60 grabaciones, con una duración total superior a las 3 horas. Cada grabación es acompañada con una fotografía que hace de referencia del lugar donde se realizó la grabación de campo.
[Segunda capa:] “No es no”, que contiene un registro fotográfico de manifestaciones gráficas dentro de las distintas comunidades de la provincia donde dan cuenta de su negativa frente al avance minero. Murales, carteles, grafitis y otras formas de decir ‘No es no’. Esta capa del trabajo no estaba planificada; durante el viaje nos dimos cuenta de toda esta cartelería dentro de las ciudades, pueblos e incluso en las rutas más inhóspitas de nuestro recorrido, es así como decidimos darle un lugar en nuestro trabajo y realizar una suerte de archivo de estos carteles que nos fuimos encontrando de manera espontánea.
[Tercera capa:] “Testimonios”. En esta instancia convocamos a especialistas en el tema para que nos compartan sus testimonios y nos cuenten cuales son las consecuencias que trae la megaminería a las comunidades y a los paisajes de Chubut. En esta capa, también participan algunas asambleas que colaboraron en el proyecto, contándonos cómo fue su experiencia en las marchas y en las distintas metodologías que eligieron para sostener su postura frente a la presión permanente de las empresas mineras y parte del Estado. (Meconi y Paniagua, 2021, párr. 6-8)
Puesto que la propuesta se presenta colaborativa, este mapa sonoro ha ensayado diferentes espacios donde vecinas y vecinos pudieran intervenir, enviando sus audios. En una primera instancia, esa intervención fue considerada para una cuarta capa en la cual se almacenarían esos registros sonoros. Sin embargo, esta intervención muta y se composta entre las otras capas, en parte, también, porque las personas vecinas no solo envían registros sonoros.
Este dispositivo despliega una escucha especulativa a partir de trazas, fragmentos que recoge y capta el oído, el ojo, la cámara, el grabador –un cuerpo, humano, no humano– que pueden entramarse y conjeturar con ellos (Domínguez Ruiz, 2019). Es una memoria sonora que activa una escucha evocativa y permite remontar escenas y afectos. Son memorias de una escucha registrada, almacenada, archivada en un grabador y en una superficie digital audiovisual, en una plataforma similar a la que ofrece Google Maps. Esta escucha y esta sonoridad se abren a otras temporalidades: tiempos del río y sus flujos, tiempos de un cuerpo tendido hacia él; tiempos de un dispositivo usado para capturar ese sonido, entre otros. Sonoridad/escucha expuesta a tiempos de posibles/otras colaboraciones.
Postulamos el río como un espaciamiento sonoro que ‘arrebata la forma’ y excede la distribución asignada en un mapa15. Es una caverna sonora, invaginada, ahuecada, caja o tubo de eco que acomuna y com-parte en sus con-tactos sonoros. Es una hendidura retumbante, un cuerpo resonante, una materia vibrátil que traduce pensamientos. Es una voz, un murmullo, una música que viene contando historias para las que prestamos oídos. Lo que resuena también resulta de ese juego entre cuerpos, agua, piedras, hierbas, deshecho; lo que se mezcla, arrastra, erosiona, sedimenta en el ritmo singular de su traza –escansión y cadencia– (Nancy, 2015).
Los oídos, como el suelo, como los pies, vienen recuperando la memoria de una piel. Una ótica y una háptica se despliegan en escuchas transhumantes, en transhumancias a la escucha de flujos de vibraciones en sintonía que viene mutando de una escucha sintónica que apela a un nosotros (Domínguez Ruiz, 2019) a una escucha sinchtónica (Haraway, 2019) con las plantas de los pies, con los oídos, antenas, caracolas tentaculares tendidas con y al ras del suelo (Schafer, 1976; Haraway, 2019).
“Una trenza florece” de Luciana Mellado: A modo de cierre
En el marco del conflicto situado ante la amenaza de la megaminería en la provincia de Chubut (Argentina), singularmente, frente a la macrointervención biopolítica de zonificación del territorio (Foucault, 2006; Marín, 2018), hemos trabajado en torno a dos prácticas estéticas heterogéneas, series de poemas y mapas sonoros, desde la potencia afectiva que se abre en el ensamblaje entre pies y aguas, de contactos que resuenan en medio de cordillera, mesta y costa: “Los humanos dejan su marca, y la tierra la lleva en sí como un archivo” (Parikka, 2021, p. 22).
Propusimos, a partir de estas series, un posible (re)montaje anacrónico y rítmico entre pies y agua, palabra y tierra; trazas de andares simpoiéticos entre lo que siente, hace, pierde, (des)compone sentido en/desde el suelo, bajo tierra y en superficie, que entraman hilos de vida en común y disputan ciertas divisiones estratégicas que, en función de ciertos patrones extractivos de acumulación, establece la zonificación. Ritmos de andar como el río, ritmos de caminares singulares que desunen la linealidad de la temporalidad cronológica, la linealidad de la arquitectónica sintáctica y suspenden la distribución territorial de los cuerpos (Gutiérrez Aguilar, 2011).
Consideramos que estos pies, poemas, sonoridades pueden formar parte de múltiples, precarias –vitales– ‘cosmotécnicas’ que, en el marco de una apertura hacia una ‘tecnodiversidad’, desafían el universal antropológico, colonial, moderno y global que ha impuesto la sincronización tecnológica occidental a nivel geopolítico. Frente al agotamiento de bienes comunes y la degradación de la vida en la Tierra, efecto de una ‘cultura monotecnológica’, múltiples cosmotécnicas singulares, situadas, fragmentan la linealidad cronológica impuesta y proponen otros agenciamientos o ensamblajes entre humano-no humano (Hui, 2020).
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Notas de autor