Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Buscar
Fuente


Yoni dip también tiene hambre o el silencio de las tripas
ESCENA. Revista de las artes, vol. 83, núm. 1, pp. 286-348, 2023
Universidad de Costa Rica

Obras artísticas


Recepción: 21 Diciembre 2022

Aprobación: 24 Marzo 2023

DOI: https://doi.org/10.15517/es.v83i1.53547

CUADRO I. PERRO QUE LADRA NO MUERDE

Calle céntrica, en abandono.

— Tiemblo.

— Tiemblo y me duele más.

— Dolor.

— Sensación de ardor.

— Silencio.

— Me arde.

— Deje de expresarse así.

— No soporto más.

— Que se calle.

— Es que… es que…

— No me abra esos ojos que no le voy a echar gotas.

— Me voy a caer.

— Ayudémoslo.

— No hay nada que hacer.

— No soporto más.

— Hagamos algo.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Acábalo.

— Es inhumano.

— ¿No es esto ya muy inhumano?

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Callar siempre es mejor.

— Una sensación de estas no se calla.

— Nos estás haciendo doler a todos.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— No quiero que me recuerdes su ausencia.

— Es involuntario.

— Ante todo se puede controlar.

— Nosotros no lo manejamos.

— Este sufrimiento es por nuestra culpa.

— Seguro no nos esforzamos.

— ¿Si lo hiciéramos esto no pasaría?

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Quítenme este dolor.

— ¿Eso duele?

— No se me quitan los temblores.

— Ya cállese, su dolor no es nuestra culpa.

— ¿Entonces de quién?

— Del Estado.

— ¿Y eso qué es?

— Una organización.

— Una entidad.

— Una empresa.

— El Estado es todo, pero no es una empresa.

— ¿Entonces por qué hace lo mismo que las empresas?

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Es insoportable.

— Esto es insoportable.

— No escupa.

— Ya no hay saliva.

— No tosa.

— Ya no hay aire.

— No vomite.

— Se comprime.

— Nadie se preocupó por mí.

— No diga eso.

— Nadie recordó que existíamos.

— Entró en la etapa negativa.

— La culpa no es de nosotros.

— Si no trabajamos tiempo completo, sí es nuestra culpa.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Si sigue haciendo ese sonidito, lo ahorco.

— No puedo manejarlo.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Pónganle un trapo en la boca.

— Ahóguenlo.

— Aunque sea, deme alguna moneda.

— Es que…

— No lo diga.

— Es que…

— No lo diga.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Tengo hambre.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Mis tripas.

— Aunque sea una fruta.

— Una fruta es un lujo.

— Una migaja.

— Ya no queda nada para los enfermos.

— No quise enfermarme.

— Y nosotros no queríamos que tuviera úlceras, pero así es el mundo.

— No había medicina.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Comida, por favor.

— La comida se reparte entre los pocos que quedamos sanos.

— Si la damos a todos, no alcanzaría.

— Hay más fruta en el shampoo de un rico que en la comida de un pobre.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Se nos fue.

— ¿Qué hacemos?

— El muerto al hoyo y el vivo al baile.

—¿Y quién lo entierra?

— Déjenlo ahí. Cualquier morgue se lo lleva.

— ¿No sería denigrante?

— ¿No fue más denigrante morir de hambre?

— El hambre no mata.

— El hambre no es lo que mata, lo que mata es que a nadie le importe que otro tenga hambre.

CUADRO II. PERRO VIEJO LADRA ECHAO

Señora atendiendo en oficina lujosa.

— ¿A usted nunca le han dicho que es bien bonita?

— Nunca, mi jefe.

— Tráigame unos tintos.

— Sí señor, ya le llamo a la señora.

— Tráigalos usted que están cerca.

— Por favor, no me pegue así.

— Es de confianza.

— Pero no es muy decoroso.

— ¿Y así?

— Señor, con todo respeto, esto es incómodo.

— ¡Ah!, pero mi padre no le incomodaba.

— No tuve nada con él.

— ¿Y cómo lleva tantos años trabajando acá sin preparación alguna?

— Crecí en la empresa, señor.

— ¿Y no le parece extraño?

— Llevo ya once años. Empecé como aseadora.

— Y ahora secretaria.

— ¿Qué insinúa?

— ¿No es raro que haya escalado así sin estudios?

— He sido trabajadora. Comencé desde cero, pero el que quiere puede, señor.

— ¿Le gusta su trabajo?

— Con todo el ánimo, así he sacado a mi niña adelante y tenemos un perrito.

— Le ha ido bien en la empresa.

— Sí señor, su padre siempre confió en que yo era muy buena trabajadora.

— Mi padre así era: él contrataba más por instinto que por práctica, la estimaba, usted le ayudó con el negocio desde que no tenía mucho.

— Dios lo tenga en su gloria.

— Sí, lastimosamente ahora que ya no está con nosotros hay que renovar.

— ¿Renovar?

— Planta, labores.

— Acá trabaja mucha gente decente con sus buenas familias.

— Sí, pero vamos a transformar la empresa.

— Esperemos que todo sea para bien.

— Claro que sí y comenzamos por acá.

— Claro, mande.

— Estamos haciendo entrevistas a cada trabajador.

— Trabajo es lo que necesitamos. ¡Señor, que no me coja así, por favor!

— Seré directo: ¿usted quiere seguir laborando acá?

— Claro que sí, señor, tantos años.

— ¿Y cómo está dispuesta a demostrarlo?

— ¿Cómo así?

— Todos necesitan un empleo, todos necesitan comer.

— ¿Qué me está queriendo decir? Y ya suelte esa mano.

— ¿Con mi padre sí y a mí no?

— ¡Que no me vuelva a tocar el culo!

— No haga bulla.

— Seré su empleada, pero no su moza.

— Acá todos los culos de la empresa son míos, porque les doy de comer.

— Ni un poquito se parece a su padre que era un hombre decente.

— Acá no va a seguir.

— Y usted tampoco porque lo voy a denunciar, por mañoso.

— ¡Cállese! ¿Cuánto quiere por su silencio?

— La plata no compra la dignidad.

— Se va, se va de acá por grosera. Atrevida… ¡Se va! Vieja ladrona, ¡ladrona!

CUADRO III. QUIEN DA PAN A PERRO AJENO, PIERDE PAN Y PIERDE PERRO

Pobreza extrema, calle oscura, luces fallan. Semáforo.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Cualquier colaboración.

— Dejen de pedir, trabajen.

— Usted está peor que nosotros.

— Pero por lo menos no pido limosnas, trabajo honradamente.

— Vender lapiceros es igual a vender limosna.

— Colabóreme.

— Una ayudita.

— Por el amor de Dios

— Tengo ham...

— No lo diga que nos la pega.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Lapicero, lapicero.

— Chicle, chicle, chicle.

— Monedita, colabóreme con la monedita.

— Por favor, llegamos primero.

— La calle es de quien la habita.

— Pero llegamos primero.

— La calle no se privatiza.

— Pedir limosna no es trabajar.

— Claro que sí. Usamos la voz, las tripas y sobre todo la cara.

— Ustedes no venden nada, nosotros vendemos lapiceros.

— Yo vendo placer, el placer de ayudar.

— Vendo esta carita de ternura.

— Vendo un pedacito de cielo.

— Porque el reino de los pobres es el reino de Dios.

— O eso dijeron en el refugio.

— Eso se lo inventaron para que uno no progrese y acepte su realidad.

— ¿Qué es el progreso?

— Calles grandes, autopistas.

— La ciudad bonita.

— Nosotros la hacemos fea.

— El que nació así, así se quedó.

— El que trabaja crece, el trabajo siempre da una vida mejor.

— ¿Y usted cree que nosotros no trabajamos?

— Lapicero, lapicero, tres por mil, tres, tres…

— Por el amor de Dios, una monedita, ayúdeme tengo…

— No lo diga.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Acá vale más el que trabaja. El trabajo es la comida de mañana.

— Se queda de mañana en mañana porque hoy ni desayuno hemos visto.

— Se quedarán así. Por eso el pobre es pobre porque quiere.

— ¿Y usted ha crecido mucho laboralmente?

— Algo.

— ¿Cuánto lleva vendiendo lapiceros?

— Unos días.

— Yo lo he visto a usted hace como tres años.

— No se meta que usted pone a asomar a su niño en el parabrisas. Mándelo a estudiar.

— Se las pone de picao, pa ver que es igual de melindroso.

— Pero no pido.

— Sabiendo que hay otros que tienen y les sobra, que en el bolsillo siempre guardan una moneda que hasta las botan, que se le pierde un billetico en la lavadora que nos puede servir, trabajar de la miseria misma para vivir miserablemente, pero ocupando el tiempo. Pedir es un alivio para quien ya agotó todas las posibilidades, pedir no es la solución, pero es una caricia cuando las tripas chillan y el trabajo se esconde. No estamos orgullosos, pero si a usted le sobra, reparta que…

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Aquí tiene.

— No es justo.

— ¡Uy! Lo que nos dejaron fue un billetote.

— Nos fue bien hoy.

— Si necesitan trabajo, allá se necesita personal para repartir volantes.

— ¿Trabajo? Ni bobo que fuera.

— Señor, yo sí, yo.

— Ustedes sí no, ni cuando les ofrecen.

— Gano más pidiendo que yendo allá.

— Allá nos denigran.

— Nos tratan feo.

— Nos humillan.

— Nos hacen sentir que hay un patrón.

— ¡Cuánto no anhelaría yo un trabajo con un techo!

— Acá somos dueños de la calle, vivimos libres.

— Pero pidiendo.

— Pedimos, pero con dignidad.

— Yo trabajo por mis hijos. ¿Ustedes no tienen hijos?

— ¡Ay, sí!

— ¿Todos vivos?

— No, hay uno bobo que trabaja.

— Vender lapiceros es un trabajo digno.

— Ganarle nada a cada lapicero es pedir limosna por los laditos.

— ¿Usted realmente cree que la gente no tiene lapiceros?

— La gente me quiere ayudar.

— Por su cara de pobre.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuu

CUADRO IV. A PERRO QUE NO CONOZCAS, NO LE ESPANTES LAS MOSCAS

Apartamento en zona común de la ciudad.

— ¡Abra la puerta le digo, señora!

— Tranquila mi niña, nada va a pasar, nada.

— ¡Señora, que abra, por favor, le digo! Ya van dos meses atrasada.

— Yo le voy a pagar.

— Acá el que no paga se va y calle a ese perro, ola, o me lo va a echar.

— Es mansito, mi don. No grite y verás que no ladra.

— Acá yo hago lo que quiera. Pague o se va. ¡Salga ya!

— Tengo una niña, don Orlando, una niña pequeña.

— Ese no es problema mío. Ya me dijeron que la echaron del trabajo.

— Pero injustamente y estoy demandando.

— Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

— Tengo para abonarle una parte.

— Partes no recibo, se recibe completo o se me va.

— Tengo que darle comida a la niña.

— ¿Casa o calle señora? Casa o calle.

— Negociemos, por favor, yo siempre he sido cumplida.

— En el nombre de Dios, ábrame, ábrame la puerta le digo.

— Por favor, la niña está llorando.

— Y el perro ladrando, que lo calle, señora, salga de ahí.

— Usted que es bien religioso, piense que nos está ayudando.

— Acá no ayudamos al que no se ayuda, así que pague o se va.

— Usted sabe que estoy sola, señor, que el papá nunca respondió.

— No es mi problema.

— Pero no tenemos donde ir.

— No es mi problema, siempre que pasa algo así estoy en paz porque a la larga no es mi problema.

— Usted sabe que soy trabajadora.

— No es mi problema.

— Sabe que vengo de un pueblo, que mi madre murió, que no tengo a nadie.

— No es mi problema.

— Yo nunca me he atrasado. Hace más de ocho años que vivo aquí, la niña nació aquí. Usted mismo la ha visto crecer, ha visto que juega en la tarde, que reza siempre y ante todos. Es de buen corazón. Yo misma he acompañado a su esposa al médico sin ninguna pretensión y hasta le he colaborado con su madre, con la silla de ruedas de la señora. Nunca he faltado al arriendo y no faltaré más. Recíbame el abono y en dos semanas le pago lo que le debo.

— Con mentiras a mí no. Cree que con moverme los recuerdos voy a ceder.

— No señor, ni más faltaba.

— Oportunista es que es. Salga ya, me hace el favor o tumbo la puerta que igual es mía.

— Por favor, vea que mi niña como es de ajuiciada va a ir a la universidad.

— Y así de favor en favor se van quedando cómodas acá sin hacer nada, sin pagar un peso, diciendo que están mal y que su niña va a hacer algo que usted no hizo. A todos nos llegan las vacas flacas y ahora le tocó a usted, entonces me hace el favor y me desocupa.

— Yo me voy a esforzar, nunca he quedado mal.

— Me deja el televisor y la lavadora.

— Pero señor, la lavadora no.

— Eso apenas cubre los dos meses.

— Cuando llegamos acá, le dimos un depósito de un mes de arriendo.

— Depósito a mí no me dieron.

— Claro que sí, señor, se acuerda.

— ¿Dónde está el recibo?

— Ya van más de ocho años, señor.

— Lo que no tiene pruebas, mentira es.

— Le dejo la nevera en vez de la lavadora.

— Salió remilgada pa lavar la doña.

— ¿Trato hecho?

— Sí, pero como es viejita, deja la cama.

— ¡Señor!

— Bueno, se me va, se me va.

— Déjeme aunque sea sacar la ropa.

— Hágale pues, empaque bien lo que le queda del mercado que lo va a necesitar.

— ¿Mamá, qué hacemos con el perrito?

— Cárguelo, mija.

— Saliendo pues, les doy cinco minutos.

— ¿Adónde vamos, mamá?

— Ya no pregunte más y calma a Dip, Dip, Yoni Dip, venga acá, súbase pues.

— Empaque.

— Mamá, mamá.

— ¿Qué?

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

CUADRO V. PERRO LADRADOR, POCO MORDEDOR

Una multitud enardecida pasa alrededor de un auto lujoso.

— Pero que los quiten de ahí.

— No tienen el derecho.

— El derecho es de todos.

— El derecho es de quien se lo gana.

— Están buscando ganárselo.

— ¡Quítense de ahí!

— ¡Que los muevan! ¡Que los muevan!

— Nos van a escuchar, papi.

— Que nos oigan.

— No es nuestra culpa.

— No grite así.

— La hambruna no es culpa de nosotros.

— Que protesten, pero a las once donde uno está trabajando.

— Es que a plenas siete de la mañana.

— ¡Dejen avanzar, ola!

— Es el colmo tapar las vías de esta forma.

— Que protesten, pero allá en la presidencia sin interrumpir a los que sí nos ocupamos.

— Por nuestros derechos.

—¿Y los de nosotros qué?

— En vez de estar protestando deben estar trabajando.

— ¿Y cómo cree usted que tiene derecho al trabajo?

— Desde que uno nace trabaja. Eso no es ningún derecho.

— Queremos educación.

— Pues estudien.

— Queremos salud.

— Pues páguenla.

— Ya pagamos impuestos.

— Yo también y no ando mendigando.

— Los impuestos son para que se retribuya en algo.

— Quítense a ver o le echo el carro encima.

— Papá, que no se te salga el barrio.

— No me recuerde el barrio, que yo ya lo olvidé cuando crecí.

— ¡Parar para avanzar, parar para avanzar!

— Avanzamos haciendo, no parando.

— Yo trabajé duro todos los días para tener esto.

— Yo dejé de comer varios años.

— Trabajé y estudié para ganarme lo mío.

— Yo venía de un estrato bajo y logré salir como cualquiera.

— Yo heredé todo, pero lo he cuidado más que a nada.

— Nos lo ganamos con el sudor de la frente.

— ¿Y todos debemos pasar por eso?

— Así les tocó a mis abuelos, así fue conmigo y será contigo.

— Papi, ¿y si yo no quisiera que fuera tan duro?

— Me salió vividor el niño.

— ¡Eh! Que no me limpie los vidrios.

— No, señor, que no.

— Deja uno el carro quieto un minuto y ya lo están limpiando.

— Están buscando el trabajo.

— Pero conmigo sí no.

— Cualquier moneda me sirve.

— No le pedí el favor.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Yo no pedí esta gorobeta, pero la tengo.

— Tengo derecho a elegir.

— A mí nadie me preguntó por nacer.

— ¿Usted está en la manifestación?

— No, yo no protesto, yo produzco limpiando vidrios.

— Entonces tome la monedita.

— Ayúdeme con una sombrilla.

— Pero voy en carro.

— ¿Quiere un chicle?

— ¿Me ayuda con la niña?

— Soy desplazada.

— Estoy inválido.

— Si ve, ayuda a uno y tiene que ayudar a diez.

— Lo que deberían es controlarles la natalidad. Lo único que quieren es que les den subsidio por cada hijo que tienen.

— Cada pobre tiene diez hijos.

— A otro perro con ese hueso.

— Quítense, ola, que los muevan.

— ¿Es que nos les importan los otros?

— Nadie se vuelve pobre porque sí.

— Uno cae en la desgracia porque no hizo nada para salir de ella.

— Las cosas se consiguen con el trabajo duro.

— Yo tuve que usar mis contactos.

— Debo muchísimos favores.

— Conseguí algunos votos.

— Me dieron una maleta llena por ayudar al prójimo.

— Es que hay que ponerle buena cara a la mala situación y dedicarse a trabajar.Yo sin favores he salido favorecido.

— ¡Que se vayan!

— Estas protestas no dejan pasar.

— Papi, huele maluco.

— ¡Ehhh! Casi que no.

— Llegaron los héroes.

— Los que nos cuidan.

— Los bendecidos.

— Ya era hora que los susodichos vinieran a cuidarnos.

— Cierre las puertas.

— No los mire.

— ¡Cuidado!

— Me arden los ojos.

— Tengo tos.

— Náuseas.

— No puedo respirar.

— Son muchos gases, parece humo.

— Papi, a la gente parece que le duele.

— ¿No les estarán pegando duro, amor?

— Ellos ya se acostumbraron, tranquilos.

— No puedo respirar.

— Me arde la garganta.

— La gente corre.

— Me arden los ojos.

— Respiro.

— Me arden.

— Huele a gas.

— Me arden los ojos, pa.

— Saque el dedo y hágales señal de bien.

— Nos ahogamos.

— ¿Y si nos dan bolillo a nosotros también?

— A nosotros no, el carro demuestra que malos no somos.

— Papi, ¿te paso el arma para que salgas a ayudar?

— Tan bello mijo, pero las armas solo las usamos cuando no nos vean.

— Me estoy ahogando, me estoy ahogando.

— Tengo náuseas con ese olor.

— Estas protestas sí no respetan ni a la gente de bien.

— ¿Prendo el aire acondicionado?

— No, ante todo hay que ahorrar gasolina.

CUADRO VI. DONDE MANDA EL PERRO, SE ATA EL AMO

Amplia casa con piscina y fuente ornamental.

— ¿Les sirvo la comidita?

— Es que no me gustan las lentejas.

— A mí tampoco.

— Pruébenlas que están bien ricas.

— ¿No tiene pollito?

— Si, pero demoraría hacer.

— Nosotros pedimos.

— Pero están ricas, tienen chorizo.

— No, ¿y a usted quién le dijo que comprara chorizo?

— Acá se come ranchera.

— Es que la vi muy cara.

— Para eso se le dio el dinero.

— Lo hice rendir bastante, señor. Le tengo las facturas.

— Tan organizada.

— Fui secretaria.

— Pero, ¿para qué compró tanto grano?

— Estaba barato y sale rendidor.

— La próxima gaste en carne. A los niños no les gusta el grano.

— Es que no traje tanta porque ha subido bastante por lo del paro.

— Gente sin oficio.

— Están pidiendo por trabajos dignos, salud y educación.

— Lo que, bueno, es que ya tenemos.

— Usted también me dijo que la niña es vegetariana.

— Sí, pero hay que hacerle a ella su comida aparte.

— Yo le hice una ensaladita hoy.

— Otra cosita, con todo el respeto, no, es que puedes hacerme falafel o de pronto cuscús.

— ¿Qué niña?

— Pida comida.

— Árabe.

— Rumana.

— India.

— Eso india, india, ¡india!

— Pida comida hindú y ya.

— ¿Y las lentejas?

— Déselas al perrito. ¿Cómo es que se llama?

— Dip, Yoni Dip.

— Pero son muchas, señora. ¿En serio no se las van a comer?

— Yo sé que la lenteja es proteínica y todo, pero yo no me voy a casar con una sola comida. Yo también me canso.

— ¡Señora!

— ¿Entonces querer comer lo que uno quiere es ser injustos o derrochadores?

— ¿Tiene algún número para que llame a pedir?

— Mamá, mire a la niña.

— ¡Ay no, mija, no!

— Mamá, es que estaba jugando.

— No, mija, cómo va a volver eso así… No.

— Disculpe, señora, disculpe.

— No hay que ponerse en esas.

— Pídale perdón a la señora.

— Disculpe, seño.

— Qué pena contigo, pero esa lámpara era un regalo.

— Me los pueden descontar del sueldo.

— Dejemos así.

— Señora, tranquila, cóbremelos. Las cosas tienen consecuencias.

— Con todo el respeto, pero vale más de dos sueldos suyos.

— A cuotas será. Apenas estoy empezando.

— Con todo el respeto pero…. para mañana lo mejor es que le consiga a la niña un sitio para estar en la tarde.

— Con todo respeto, pero no puede cuidarla y cuidar la casa.

— Yo me acostumbro, señora, con unos días.

— El perrito no hay problema, pero la niña es muy dañina.

— Como mande.

— Discúlpenos, no es para hacerla sentir mal.

— Usted sabe que la recibimos porque la estimamos.

— La conocemos y todos la recomiendan muy bien.

— Se lo pagaré.

— Que su recomendación valga la pena, ¿cierto?

— Sí, señora.

— Y con todo el respeto, lo mejor es que la niña no almuerce hoy como castigo.

— ¡Ay, señora!

— Mija, acá hemos criado ya cuatro hijos sin ningún resabio. Es que con la comida se controla a cualquiera.

— Pero es mi hija, señora, y yo le tengo sus propios castigos, la crío a mi forma.

— Pida pues.

— Traiga la olla de las lentejas.

— Sí, señora.

— Acá a nadie le gusta eso. Dejémosela a los perritos y traiga al suyo pa que coma.

— Señora, con todo respeto, pero darle esa comida a los animales sería un desperdicio.

— Y es que hay gente que piensa que los animales no deben comer sino pepitas secas, comidita preparada y no comer de vez en cuando su plato de comida. Acá los animales comen de nuestra comida, pero sin sal, porque la sal es dañina, porque para nosotros son parte de la familia: celebramos sus cumpleaños y tienen su propia habitación.

— Señora, yo le hago al trabajo que haya y soy agradecida.

— ¿Sí?

— Le aseguro que de secretaria soy mucho más eficiente, como allá en la empresa.

— Con todo el respeto, sin los títulos y ya con su edad no podría ayudar así.

— Usted me conoció en la empresa, sabe que trabajo.

— Sí, pero ahora se necesitan profesionales.

— ¿Pero un título universitario para ser secretaria?

— Cada vez hay más universitarios, más competencia.

— Quedé sin nada señora, me tocó vender todo para sobrevivir estos meses. La niña no está acostumbrada, le duele el estómago.

— Con todo respeto, pero una no puede querer tener la vida de otros que han luchado toda la vida por su título y sus triunfos.

— Yo también he luchado.

— La he visto y porque nos conmueve le dimos el trabajo.

— Gracias.

— ¿Por qué está desempleada? ¿Por qué me pidió este trabajo?

— Porque me acosaron, señora. Me acosó el jefe, me tocó sin permiso…

— No me diga más, lo que no he escuchado no ha existido.

— Pero…

— Es mejor no meterse con esa gente tan dura de roer.

— Fue una injusticia.

— Son intocables, ignórelo y siga su vida.

— Ya le pido la comida hindú.

— Lo mejor es que se vaya

— ¿Por contarle lo que pasó?

— Porque no nos gustan las cocineras respondonas.

CUADRO VII. EL PERRO QUE MÁS CORRE NO ES EL QUE MÁS CAZA

Esquina con panadería popular. A lo lejos se escucha una protesta.

— Mamá, ¿dónde nos vamos a bañar?

— No se ponga de remilgada que ya se juagó.

— Pero en un lavamanos, eso no es bañarse. Usted ya huele maluco.

— Si no tenemos para pagar ni un cuarto. ¿Qué quiere, una piscina?

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Y cómase la salchipapa.

— Eso está viejo y feo y ya huele maluco también.

— Pues no ves que es regalada.

— No me hables tan feo.

— Te hablo como quiera.

— Antes no eras así.

— Porque no tenía una malcriada.

— Es que no me gusta.

— Te lo comés.

— Mamá, ya hizo ladrar a Dip.

— ¡Cállelo!

— No le hemos dado nada.

— ¡Cállelo, pues!

— Me duele el estómago.

— Deje de quejarse que estoy viendo qué hago.

— Huele a podrido.

— Nada más vas a comer hoy.

— Ni el perro lo quiere.

— Regalado hasta un puño y te lo comés.

— ¿Dónde vamos a lavar la ropa?

— Que ya no tenemos lavadora, ¿o qué crees, que de qué hemos estado viviendo estos días?

— No me grite.

— Calle al perro y cállese.

— Usted fue la que me quiso tener.

— Usted me hizo perder el trabajo quebrando la lámpara esa.

— Usted es mi mamá.

— Perdón, mija, perdón, no sé qué me pasa. Mija, no llore, disculpe, estoy muy alterada. Cualquiera se altera, mija, estoy en serio buscando algo, algo.

— Doña, le llaman. Ahí está el teléfono.

— Espéreme, mija, que de pronto es alguien.

— Buen día, ¡claro que sí, señora! Ya mismo voy para allá. Ando con la niña y el perro. ¿Algún problema? Con gusto. Son tranquilitos, ya la apunté. Sí, acá tengo la dirección, ya mismo voy

— Aunque sea cómpreme algo por prestarle el teléfono.

— Solo me quedan doscientos pesos porque lo demás es del cuarto.

— Ya no se vende nada de ese precio.

— ¡Ay, señor!

— No sea tan irresponsable andando con esa niña por la calle. No le doy plata porque se la gasta en vicio. Tome mejor, coja esta galleta, pero dele a la niña.

— Ese señor de la panadería tan bueno.

— Hay que agradecer que nos dio el número.

— Mamá, ¿por qué vendiste el celular? Había juegos buenos ahí.

— ¡Ay, mi niña! Con eso reuní para abonar la lámpara esa. Es mejor uno no deber nada. El que nada debe, nada teme. Camine que vamos pal norte.

— ¡Sííí! Mamá, por allá va pasando la protesta. Vamos, vamos.

— Mija, ojalá pudiera, pero ahora tenemos que llegar donde la señora que me citó pa un trabajo.

— Que ojalá cambien algo para que haya trabajo para ti y así comemos una arepitas bien ricas.

— Ojalá, mija, ojalá.

— De ahí para la oficina del trabajo, que a ese señor lo tienen que poner a pagar. Hay jefes muy hijueputas.

— ¡Mamá! No diga groserías

— Señor, señor, vamos pal norte. De pronto usted nos ayuda por la puerta de atrás.

— Por atrás le doy.

— Viejo cacorro.

— ¡Mamá!

— Es que cómo no decir. Uno tiene que sacarse la rabia.

— El otro nos lleva de pronto.

— ¡Buenas, buenas!

— ¡Oiga, oiga!

— Suélteme, oigan, mi maletín mi maleta, se llevaron la maleta.

— ¡Devuélvamela! ¡Devuélvala, oiga!

— ¡Ay, señora, cálmense!

— Me robaron, me robaron.

— No grite a ver, no llore.

— Mamá, Dip se fue detrás.

— Corra a ver corra que lo alcanza.

— Acá está Dip.

— Jueputa la plata, mija, la plata, lo que quedaba pa la pieza mija.

— Pero por lo menos encontramos al perro.

— Pero el perro no nos va a dar de comer.

CUADRO VIII. AL PERRO ÉCHALE UN HUESO Y SE AMANSARÁ CON ESO

Oficina estatal. Gran mapa de Colombia al fondo.

— Fueron once años trabajando para que me echen tocándome la nalga.

— Y se va a ganar el caso.

— No tengo miedo. No me dieron ni siquiera la liquidación, ni siquiera habían pagado la pensión y cesantías.

— Es que han obrado mal. Ese señor tiene dinero y esa gente es dura. Además, él dijo que usted robaba.

— Eso es cuento, fue lo que me dijo al echarme para tener una excusa.

— En su casillero encontraron cosas.

— Es claro que las metió allí para inculparme.

— Sí, ellos van a hacer todo para evitar un escándalo. Imagínese una empresa tan grande con una denuncia de acoso.

— Trabajemos duro.

— Acá hay un olor maluco.

— ¿Quién sabe, señor?

— Es que mi mamá no se ha bañado.

— Cállese, afuera, mija. Afuera me espera. Coja al perro.

— Acá en la oficina del trabajo vamos a hacer lo posible

— ¿Dónde está viviendo?

— ¡Ay, señor! Nos ha tocado duro. Estamos en un paga diario.

— ¿No tiene familiares que le tiendan la mano?

— A toditos los mataron cuando vivíamos en el pueblo y llegaron los que le querían quitar la tierra a mi mamita que en paz descanse. Me vine yo para acá con el papá de la niña y, vea, ahora no se ve por ningún lado.

— Lo siento mucho.

— Pero todo se ha dado hasta ahora y se dará. Vamos para adelante.

— ¿Trabajo tiene?

— No, no me dan. Que estoy vieja y pues precisamente me echaron, pero estoy haciéndole a lo que salga. Lavo, trapeo, pero no me dejan estar con la niña y el perro.

— Sí, señora, pero es que igual necesita tenerse bien usted. Es importante que se vea bien para que no haya ningún desliz en el juicio, si es que llegamos.

— ¿Cómo que si es que llegamos?

— ¿Tiene testigos?

— Allá hay cámaras.

— Ya fui y parece que están borradas las grabaciones.

— Esa gente sí… Está mi amiga, Miriam. Trabajó conmigo siempre. Es la otra secretaria, escuchó todo.

— Si consigue que hable, la indemnizan y de pronto hasta le devuelven el empleo. Necesitamos a la señora.

— Yo la busco.

— En este caso, el testigo es importante, sobre todo con la gente de plata. Parece sencillo, pero se cubren fácil.

— ¡Ay, señora! Si usted no tiene a la niña en buenas condiciones, no podemos ir al juzgado porque por ahí se le meten y luego se la lleva el bienestar familiar.

— Eso no va a pasar. Allá terminan para acabar a los niños y nadie los cuida mejor que la mamá.

— Porque usted se ve que sí la quiso tener.

— Fue un regalo cuando nació.

— La espero con las noticias nuevas.

— Aquí es donde la sororidad gana.

CUADRO IX. A OTRO PERRO CON ESE HUESO

Casa sencilla en barrio popular.

— Tanto tiempo sin verte. Esta tu casa.

— No quería incomodarte.

— Siga, tranquila.

— No te preocupes.

— ¡Cómo no! Mírese como están.

— Bien, estamos bien.

— Mija, niña, como está de grande. Mírese esa carita toda sucia y Dip cómo está de pulgoso.

— Y ha ladrado como nunca.

— ¿Ya almorzaron?

— Venía de pasada, solo a hablar.

— No, tranquilas, que almuerzo siempre hay. Se le echa más agua a la olla y sale.

— Gracias, Miriam, gracias.

— Coma, mija sin pena, coman. ¡Ay! Pero no devore así que se atranca.

— No sabe lo importante que es esta comida en estos momentos.

— ¿Dónde han estado?

— De aquí y allá. Tú sabes que no tenemos a nadie.

— ¿Y el papá de la niña?

— Ni siquiera aparece, como si se lo hubiera tragado la tierra. Hace años no lo veo.

— Pero me quiere, ¿cierto?

— Sí, mija, él te adora, pero debe estar trabajando.

— Ustedes saben que son como mi familia, acá se pueden quedar. ¿Dónde se está quedando?

— No es importante.

— ¿Dónde?

— En un paga diario. Vale cinco mil la noche, pero hay de todo. Eso sí, nos toca sacar las cosas por la mañana.

— Usted es que es boba. Acá arriba se puede quedar. Mi hijo ya no vive acá, pero nunca nos molestaría. Allá se puede quedar el tiempo que quiera.

— A mí la verdad me da pena.

— ¿Y no te da pena aguantar hambre?

— Nadie ha aguantado hambre.

— No almorzamos desde antier y Yoni Dip tampoco.

— Le he dicho que no hable cuando los mayores hablan.

— Viste, viste, dejá el orgullo que acá tenemos la pieza. Quedate lo que querás.

— No es orgullo, es que no quería molestar a nadie. Me da pena, nunca he pasado por estas.

— ¡Quédense acá!

— No, no sé hasta cuando sería. No puedo ayudarle con los servicios, el mercado y una sin trabajo.

— Algo sale, mija, algo sale. Hay que ponerse a buscar, seguro no has buscado bien.

— Llevo más de tres meses buscando. He llevado hojas de vida adonde sea. Me tocó empeñar todo por unas monedas, me han robado, me han gritado, me ha tocado que me regalen comida podrida.

— Pero tenés una niña con vos. Allí no hay dignidad que valga, hasta de puta una se pone con tal que coma.

— Eso sí que no. No le voy a dar ese ejemplo nunca. Imagínese en ese ambiente. Prefiero aguantar.

— Es jodiendo, quedate acá y buscá trabajo. Ese perrito siempre ladra todo bonito.

— Y el perro me tiene harta, Miriam. Yo lo quiero, pero no hace sino llorar por la noche. No sabemos qué darle y darle un pedazo de pan es quitarnos un bocado de nuestra boca.

— Ya, mija, ya que no es conmigo. Ahora se dan una ducha.

— Por fin, mamá, por fin, shampoo.

— ¿Tienen ropa?

— Nos la robaron en el paradero.

— Les ha tocado duro, pero Dios cuida del pobre.

— Hasta ahora no he visto a Dios ayudándome.

— Hay que orar.

— Oro a diario y la niña reza su ángel de mi guarda y siempre pide por el perro. ¿Sabe qué es eso? Que la niña pida que el perro coma, pero no pide por mí.

— Usted sabe cómo son los niños. Relájese, me hubiera dicho.

— No me gusta pedir.

— Una ayuda no es pedir, se le da a cualquiera.

— Precisamente por eso vine, Miriam, yo vine porque necesito su ayuda, necesito que usted vaya a dar testimonio de todo lo que ha pasado desde que ese señor está allá.

— ¿Qué ha pasado de qué?

— De lo que le conté y usted escuchó.

— ¿Cómo así?

— Miriam, usted también me contó que el jefe nuevo, el hijo de don Laureano, le dijo cosas incómodas, que le tocó las piernas, como yo le dije.

— No, mija, a mí no me meta en sus problemas que yo no sé nada.

— ¿Cómo no va a saber?

— Terminen de comer y allá les puse las toallas

— ¿Cuánto le dieron?

— Nada, mija, tranquila.

— No puedo creer que me vaya a dejar así, que, cuando uno necesita la amistad, me abandone.

— No la estoy abandonando, le estoy ofreciendo mi casa y mi comida.

— ¿Pero a cambio de qué? ¿De mi dignidad? ¿De la mentira? ¿De mi silencio?

— A veces es mejor callar y avanzar. Se evita uno todo.

— Hay que hacerse respetar, ¿o no has pensado que ese mañoso puede estar ahora tocando a una niña? Yo lo hago porque tengo una hija ante todo y no quiero que le pase a alguien más. ¿Qué ejemplo le daría si no doy la lucha?

— Quédese, mija, pero ya no me hable de eso.

— Tú que hablabas del apoyo entre mujeres. ¿Cuánto te dieron? ¿Cuánto vale tu amistad?

— Nada.

— ¿Cuánto vale tu dignidad?

— La casa, mija, me pagaron la casa.

— ¿Vendiste tu dignidad por una casa?

— Por un techo cualquiera vende su dignidad.

— Yo no necesito nada de usted porque tengo la consciencia limpia.

— Usted es una mala pobre porque el que nace sin nada aprende a callar. Cuando algo le ofrecen, hay que saber aprovechar las oportunidades porque el pobre recibe, pero no habla: agradece siempre que le dan sin revirar, no pregunta el origen y come, no muerde la mano de quien le da de comer. Toca acostumbrarse a la vida que nos tocó.

— ¡Vámonos!

— Espere, mamá, que le di un pedacito de carne a Diiiip y no le gusta que se le arrimen cuando come.

CUADRO X. A PERRO TRAICIONERO NO SE LE HUELE EL TRASERO

Entre pasillos de largas literas, bulla, restaurante con dos comedores largos.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Acá suena así día y noche.

— Pero es que quieren jartar todo el día.

— Se les da desayuno, almuerzo y comida.

— Hoy hay papa guisada, arroz, sopa e hígado.

— ¡Iuuuuuu!

— Callen, que la comida es bendita.

— Pero a estos niños no les gusta el hígado.

— ¡Iuuuuuu!

— Hay que aprender a aceptar nuestra condición, agradecer la comida que se nos da, porque el gobierno hace muchos esfuerzos por estas instituciones y esta carne es un lujo acá.

— El niño de allá nunca toma nada.

— ¿No te gusta la comida?

— Es que me cae mal la aguapanela.

— Es como alérgico.

— Usted sí es muy de malas en la vida. Estar en estas condiciones, ser pobre y alérgico a la aguapanela.

— ¿Ya lo llevaron al servicio médico?

— Acá no viene el médico hace años y mejor que no porque encontrará más enfermos que alentados.

— Ya le servimos.

— ¿A mí?

— ¿No vino pues por las fotos?

— Las mejores fotos son comiendo.

— Muestra amplitud.

— Agrado.

— Se come con la familia.

— Con el amigo.

— Comer juntos expresa amor.

— Es un acto desinteresado.

— Solo nos interesa que al otro le guste.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Tómeme la foto con la niña.

— Foto.

— Con la cuchara en la sopa.

— Esto está insípido.

— No se les puede poner sal.

— Sonría.

— Más risa niño, más risa.

— Tráigame a esa que se ve más triste.

— Las fotos que conmueven venden más.

— Foto.

— Con este.

— No se le acerque a ese que ese roba.

— La semana pasada mataron a una por ponerse de picada.

— Sonrían.

— Foto.

— Hagamos una grupal.

— Es mejor no unirlos a todos.

— Acá hay niños de la calle.

— Desamparados.

— Sin familias.

— Como hay unos tranquilos, hay otros muy duros.

— Les ha tocado aprender a vivir a las malas.

— En la calle a veces sobrevive el más fuerte.

— ¿Cuántos niños hay acá?

— Ciento veintitrés.

— ¿Y por qué hay tan poquitos almorzando?

— Es que no alcanza para todos y solo almuerzan los que se portan bien.

— Acá ya tienen recursos.

— Pero no para tantos niños y niñas. De pronto usted que es tan caritativo podría ayudarnos para el aumento del presupuesto del bienestar.

— En estos hogares tan olvidados, el problema es que uno da la mano y le cogen el codo. Creen que el Estado tiene plata de sobra, que toda necesidad es nuestra obligación, que hay que velar por los niños y niñas, pero no se preguntan qué clase de niños son. Acá no hay sino ladrones, gente de la calle, ampones chupasangre del gobierno que quieren desmenuzarnos como un pollo y despilfarrar los recursos públicos dándole al que no tiene y no hace nada por tener.

— Pero esa plata del presupuesto sale de los impuestos, señor.

— Y los que nunca pagan impuestos quieren que les den las sobras.

— Mire, mire, mire, hagamos algo. Ustedes traen al niño, le toman la foto con la comida, la suben al informe, usted callada, yo callado, el presupuesto aumenta, aparece como si se le diera comida a todos, pero no se da. ¿Me entiende?

— Acá queremos a los niños.

— Y no lo dudo.

— Pero entre nos, ya están perdidos.

— Algunos tienen futuro.

— Durmiendo tres en una cama, adoptando a uno de cien. ¿Qué les espera? Dígame, ¿cuántos salen de acá a ser productivos?

— Pocos.

— Invertir en este lugar es como echarle loción a un bollo.

— Es que acá una manzana podrida daña a las demás.

— ¿Cuántos votan en su casa?

— Somos cinco.

— En la mía cuatro.

— Pongamos la pancarta afuera.

— ¿Y si nos negamos?

— ¿Les gusta su trabajo?

— Sí.

— Entonces reciba, disfrute y sonría.

— Foto.

— Buenas, ¿acá reciben a cualquier persona?

— Solo hasta los diecisiete.

— ¿Tiene cama y comida?

— No es un hotel, mamita, pero algo hacemos.

— No acerque tanto ese perro que nos muerde.

— Es mansito, doña, venga, Yoni, venga.

— Por favor, si no necesita más, retírese y cierren la puerta que después se vuelan los niños.

— ¡Uy no! pero fumiguen ese olor a berrinche.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Para que la gente los acepte, lo mejor es guardar silencio con las tripas porque, entre más demoremos la salida de estos niños y niñas a la sociedad, más desocupados estarán los semáforos de nuestra ciudad.

— Foto.

CUADRO XI. EL PERRO HAMBRIENTO NO TEME AL LEÓN

Cantina 10 am, luces rojas y azules.

— Este no es lugar para niñas.

— Los colegios están cerrados por el paro.

— Las escuelas no son guarderías.

— Pero, cuando una está sola, brindan un cuido para trabajar.

— Mándela atrás que acá hay mucho viejo mañoso.

— Vaya, mija, haga los dibujos y la tabla del ocho.

— Ahí le dejo el turno.

— Hay que limpiar el baño tres que lo dejaron todo enmelotado.

— Y el dos tiene unas chorriadas.

— Sí, señor, ya voy.

— Lleve media de guaro a la mesa de los dones de allá y tres cervezas a la de atrás.

— Vea, ese perro nos está gruñendo.

— No me pateen el perrito.

— Dip, Dip, Yoni, Yoni, éntrese, mija, también pa allá y no le responda a los adultos.

— ¿Y esa niña tan linda? Tan preciosa.

— ¿Cuánto el rato con la nueva?

— Respeten, ola, que no soy ninguna fufa.

— Le está hablando de la niña

— ¿Cómo así que la niña?

— Deje la inocencia, que los señores preguntan que si les deja jugar con la niña, que le sueltan la plata.

— Ustedes son unos viejos cochinos, verdes.

— Solo era una pregunta.

— A las propuestas se les dice sí o no, quisquillosa.

— Eso es abuso, ¿oyó? Con una menor, viejos malparidos, los voy a denunciar.

— ¿Y usted cree que le van a parar bolas?

— Todo este sector está comprado.

— Si trabaja acá, ya debería saber.

— Camine, mija, salga, páseme a Dip. Págueme lo de la semana y acá no me vuelve a ver, que porque uno no tiene entonces está dispuesto a todo. Con mi niña nadie se mete.

— Si deja el turno tirado, no le pago nada.

— Deme mi plata, señor.

— Váyase de acá remilgada y calle a ese perro.

— Págueme o le doy con esto.

— Suelte ese cuchillo, vieja loca.

— Me pagan o les voy dando.

— ¡Mamá, mamá!

— Págueme mi plata, viejo asqueroso, o me lo llevo y la niña no me la toca.

— ¡Mamá, no grite más!

— Vio que se solucionó todo.

— Espere y verás que dos perras en la calle no duran.

— Mamá, ¿por qué hiciste eso?

— Usted no ha aprendido nada, ole, acá toca defenderse o se la montan, al caído caerle y acá nos caen puros caídos. Tome, traiga dos papas rellenas, yo me quedo viendo si nos siguieron.

— ¿Y Dip?

— Bueno, pida una presa de pollo pal perro.

— Por fin, por fin, por fin.

— Traela de vuelta, ¿oyó?

— Tranquila, mamita, que ya aprendí a restar.

— A veces los perros son más humanos que las personas. Qué bueno ser como tú, Dip, que en los peores momentos sigues moviendo la cola.

CUADRO XII. PERRO QUE COME CALLADO, COME DOS VECES

Calle larga, niños jugando.

— Señor, muchas gracias por el desayuno. No sabe hace cuánto no me comía un huevito.

— Tranquila, aquí todo lo hacemos con amor.

— ¿Tiene de pronto otra cosita? Galleticas…

— A los niños se les da cuando vayan al taller. ¿Sabe escribir?

— Sí, señor. Manejo Office, Word, por si tiene algo.

— Qué bueno saberlo. Podría llenar este formulario de inscripción.

— Acá donde dice población, ¿qué colocó?

— Allí, coloca vulnerable.

— ¿Cuándo vuelven ustedes? Qué bueno que se estén acordando de gente como nosotras.

— Este es un programa de la alcaldía que busca llegar a todos lados.

— Qué bueno, pero acá en la inscripción no dice nada de refrigerio…

— Eso se les da en la clase.

— ¡Ah! Si tiene otro, se lo recibo…

— Si usted va al taller de teatro, le dan refrigerio, pero es más para los niños de acá y el programa beneficia a muchos artistas de la ciudad, lo que termina generando empleo.

— Y a nosotras también.

— Claro, muchísimo más a usted.

— Me permite una foto, pero venga la peino.

— No, acá eso ya es lo que menos importa.

— Regáleme otro platico.

— Fírmeme aquí.

— Ojalá vengan el otro año.

— Yo voy a enseñarles teatro. Si usted pide, armamos un grupo de adultos.

— Qué bueno, para pasar el rato.

— Y para que actúe.

— A ver si actuamos de ricos y decimos lo que pensamos.

— Nos vemos en el taller la otra semana.

— Claro que sí. Acá estaré. Lo que más importan son las personas.

— Señora, se me quedó el formulario de inscripción. Pásemelo, por favor.

— Aquí está.

— Yoni Dip se llama su hijo.

— Sí, señora, así es. Yoni Dip. A veces es bien cansón...

— Ya quedó inscrito en el taller de teatro.

— Alla estará.

— Me deja un refrigerio.

— Mamá, ¿que quería la señora?

— Que le pagaran por darnos clase.

— ¿Nos va a ayudar en algo?

— A entretenernos porque de fondo lo único que traen por acá son firmas y una distracción para estas tripas... Coma, mami, y échele algo a Yoni.

CUADRO XIII. COMO A PERRO EN MISA

Grandes rejas grises, ambulancias entran.

— Acá me aparece que está desafiliada y ahí sí no la podemos atender.

— ¡Ay, señor! Es solo una niña.

— Me arde, mami, me duele.

— Tranquila, tranquila, mija, abrace al perro.

— Señora, dé permiso.

— Esto es un hospital, me tienen que atender.

— ¿Tiene convenio con Sisbén?

— No tengo, pero tiene que ayudarme. Está malita, vomitó sangre.

— Pero sigue parada, eso no es una urgencia vital.

— ¿Cuál es la misión de un médico? ¿No es salvar una vida?

— Es la misión del público. Acá en el privado también, pero al que paga.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Señor, escúchele esas tripas. Por favor, mi niña.

— Señora, ya me va a tocar llamar a seguridad porque me está incomodando a la gente.

— Déjela entrar, déjela entrar.

— Se ponen a tener hijos sin servicio médico y vea.

— Llévensela que está armando escándalo.

— Pa la calle, galembera, a la calle y calle a ese perro.

— Con el perro no se meta.

CUADRO XIV. ERRAR ES DE HUMANOS, PERDONAR ES DE PERROS

Bancas de la plaza principal.

— Mamá, mamá, mira lo que trajo Dip.

— ¿Qué es eso?

— Tiene esa cara toda llena de harinas.

— ¡Ay no! Ese Dip es la cagada.

— Mamá, que no digas palabrotas.

— Es que, ¿qué es esa bolsa?

— Mamá, mamá, es una bolsa de panes

— ¿Y de dónde va a sacar panes Dip?

— ¿Será que se la robó?

— ¡Ay no! Mija, calle esos ojos.

— Qué perro más lindo, más precioso.

— Lleno de harinita parece un peluchito.

— Acaríciele la pancita a Yoni, mami, vea como mueve esa patica.

— Es tan mimado ese perrito.

— Perro lindo, perro lindo, que nos trajo comidita.

— Tome su pancito.

— Mami, ¿en serio es pan robado?

— Mija, con ese acto los perritos también van al cielo.

— Comamos, dele varios que se los merece.

— No puedo creer con las que sale el perro. Ni yo he podido conseguir tantos pancitos.

— Qué risa, mami, siempre ha sido muy vivo.

— Por eso fue que le puse Yoni Dip cuando vimos “Los Piratas del Caribe”.

— ¡Ay sí, mami! Cuando teníamos el televisor y nos sentábamos con el perro a ver películas. Somos tres en esta familia, siempre junticos.

— Mija, tengo algo que decirle de su papá.

— Mamita, yo sé que él no va a volver. Somos tres porque estamos con nuestro perrito y él nos cuida siempre.

— Sí, mija, hoy la comida corre por cuenta del perro.

CUADRO XV. HACE UN DÍA DE PERROS

Semáforo en avenida concurrida.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Banana, banana, menta, banana.

— Lapicero, lapicero, lapicero.

— Mija, quédese allí que Dip la cuida.

— Banana, banana, banana.

— Quiero ir al colegio.

— Mija, allá en la escuela hay paro porque están protestando por la educación gratuita.

— ¿Pa qué, mamá?

— Para que usted vaya a la universidad gratis. ¿Se imagina?

— Banana, banana.

— ¿Esa es su niña?

— Sí.

— Deme dos bananas.

— Póngala a pedir, doña.

— La niña no es limosnera.

— Así gana más plata.

— El pesar mueve más que el trabajo.

— Yo soy la mamá y soy la que trabajo.

— Yo sé por qué se lo digo.

— Que no.

— Banana, banana, menta.

— Mínimo vende esas bananas pa meter vicio.

— Nadie sabe lo de nadie, señor.

— Si quiere le inventamos a una buena historia.

— Don Isaías es rebueno.

— Le pone un cuento donde la niña necesita de medicamentos y le hace la fórmula y todo.

— Mi niña sí necesita de medicamentos. Tiene úlceras.

— Por el hambre.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Dígale que no hable, que nos recuerda esta condena.

— Mamá, un señor me dio este billete.

— Ay, mija, no reciba.

— Pidan, que con las bananas no se hace nada.

— Mamita, sin miedo, venga, yo voy.

— No, mi amor.

— Una ayudita para esta niña, nos echaron a la calle.

— Que cargue el perro, que así le dan más.

— Ayuda, ayuda, quedamos desamparadas.

— No está bien.

— En la desgracia, las hijas también pueden ayudar.

— No la está explotando, se colaboran.

— Nadie me compra bananas.

— Tome, niña.

— Tome, mijita.

— Ahí le dejo este billetico, guárdelo.

— Tome, mi niña, y dígale a su mamá que trabaje.

— Hay que hacerle creer a la gente que está ayudando.

— A la gente le gusta el dolor.

— El sufrimiento.

— Que rueguen.

— Que muestren necesidad.

— Porque la gente cree que uno necesita cuando ven dolor, porque la educación enseña que el buen cristiano da al necesitado, porque si no pides, no necesitas. Hay que pedir, pero no solo pida, por el amor de Dios, que ahí si le dan porque les haces creer que los está viendo. Por eso decimos.

— Por el amor de Dios una monedita.

— Ayuda por Dios.

— Mamá, ya llevo nueve mil.

— Ay, mija, yo apenas mil doscientos.

— Con eso ya está lo de la pieza y pa comer alguna cosita.

— Uy, ¿ya tienen la colaboración para los del semáforo?

— La calle es pública.

— Nosotros la cuidamos a usted, así que pague. ¿O quiere que la roben otros o la coja la policía?

— Uno puede trabajar donde sea.

— Pero en la calle no y a la policía hay que mantenerla untada o nos saca de acá.

— El único trabajo serio es el que es fuera de la calle.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Colabore, pues.

— Tome, coja, coja la plata.

— Preste todo y lo de la niña también que acá se lo administramos.

— La mitad por cuidar, el 10 % por el marketing y, por la asesoría, otro 20 %.

— Ay, pero cómo saben de cuentas.

— Fuimos al colegio.

— ¡Suélteme!

— ¡Cállese!

— ¡Suelte a la niña!

— Si van a seguir trabajando en este semáforo, la cuota es de diez mil y el regalito. ¿Oyeron?

— Preste las bananas.

— No, las bananas no. ¿Con qué voy a trabajar?

— Jueputa, me mordió el chandoso.

— Cogé a ese perro, cogelo.

— Cargue al perro mija. Corra, corra.

CUADRO XVI. HACE MÁS EL LOBO CALLANDO QUE EL PERRO LADRANDO

Oficina elegante.

— Que no se vuelva a hablar del tema.

— Y si la señora viene, se le dice que no había pruebas.

— ¿Las grabaciones?

— Estas son.

— ¿No hay copia?

— Nada.

— ¿Dónde está viviendo la señora?

— Hace más de seis meses que no se ve.

— ¿Y qué hizo con el subsidio?

— El subsidio de desempleo se le da a quien le termina el contrato, no al despido por robo y como usted dijo que era por robo.

— ¿Se le va a salir la moral después de recibir la plata?

— Pero usted que ganaba diciendo eso. ¿Humillarla más?

— Hay gente que no aprende cómo funciona el mundo. Quieren que las cosas cambien y hay que enseñarles que las cosas tienen un orden y ese orden no se puede alterar. Así ha sido desde hace siglos y lo seguirá siendo mientras nosotros estemos aquí.

CUADRO XVII. A CARNE DURA, DIENTE DE PERRO

Calle larga, personas duermen en el suelo y bajo los techos.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Me duele.

— Hoy no tengo pa la milanta, estoy buscando.

— El perrito no quiere caminar más.

— ¿No podemos sentarnos aquí?

— No mire a nadie.

— ¿Por qué no dormimos en un lugar más bonito?

— Porque los barrios bonitos tienen vigilante o la policía no deja, así la calle sea pública. Hasta para dormir nos mandan a estos sitios, acá sí no llegan nunca.

— ¡Quiubo, reinas! ¿Pa la cabeza o qué?

— Yo no meto de eso.

— Pero no me mire así.

— Tengo un cuchillo. ¿Oyó?

— Como si eso lo salvara a uno.

— Acá lo único que se salva uno es de la comida y ni usted ni yo tenemos de eso.

— Mamá, vámonos. Está oscuro.

— Acuéstense aquí, las abrazamos.

— Estamos sanas.

— Uy, ese perrito se ve sabroso.

— Deje a la señora tranquila que es mi amiga. Señora, señora. ¿Qué hace acá a esta hora?

— No conseguí lo del inquilinato.

— ¿Es su primera noche afuera?

— Sí, señor.

— Tranquila, seré ciego, pero no bobo.

— Usted no es de por acá.

— Las apariencias engañan.

— Acá solo hay viciosos, mamá.

— Muchos no es porque quieran. A veces es la única forma de aguantar.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Tengo esto.

— Está verde.

— Para mí es mejor no ver. Disfruta más la comida.

— Yo sí me lo como. Hace rato no pruebo bocado.

— Gracias, señor, gracias.

— Si quiere, coja este techo, pero le toca mantenerse despierta, al menos para que duerma la niña.

— No importa, yo le hago.

— El perrito se mantiene.

— Usted sabe que ellos comen de todo.

— ¿Cómo se llama el perro?

— Dip, Yoni Dip.

— ¿Como el actor?

— Sí.

— ¿Por qué ese nombre?

— Porque Yoni Dip empezó desde abajo vendiendo de todo y ahora es una estrella. Salió de pobre, como nosotras lo haremos.

— Aunque como ese actor, como que le pegaba a su esposa.

— Este Yoni Dip sí nos cuida, la que nos golpea es la vida.

— Bonita metáfora.

— Qué palabra tan elaborada.

— Yo era abogado.

— ¿Usted?

— Sí, pero me metí con quien no debía.

— Como yo.

— Había un corrupto del bienestar familiar. Se robaba lo del almuerzo de los niños, habiendo tanta plata y lo de los niños. ¿Ah? Yo sí lo llevé al juzgado. Me amenazaron, era toda una olla podrida, un grupo de gente que sacaba millones de allí. Yo seguí firme. Uno puede estar en peligro, pero pone sus principios ante todo. Cuando llegué ese día del juzgado, mi señora estaba allí con el niño, tirada en el piso, con su sangre, con su carita de nada, con sus gestos de nada y acá estoy yo, en la calle, con mis decisiones de nada.

— Lo hizo por dar ejemplo a su hijo.

— El ejemplo no sirve cuando la gente no hace nada. La desigualdad y la corrupción no están allá en las cosas grandes, sino acá en las pequeñas: cuando ignoramos lo malo, cuando sabemos que el marido le pega a la señora y no hacemos nada, cuando recibimos una platica de más por cambiar un papel, cuando aceptamos la rosca que nos beneficia, al quedarnos callados ante un robo, cuando sabemos de un crimen y no denunciamos, cuando uno se pasa el semáforo en rojo creyendo que llega más rápido, cuando le damos plata al del tránsito para que no nos multe, cuando no me importan los otros, en esos actos comienza la maldad, cuando pensamos más en nosotros mismos que en los demás.

— Usted no debería estar aquí.

— Ni ustedes y acá estamos.

— Pero no ha visto que ya hay protestas. La gente está despertando y dándose cuenta de las injusticias.

— Eso no va a cambiar hasta que los de arriba cambien, hasta que se den cuenta de nosotros, los nadie, los nadie que nadie se acuerda, los que ya no existimos.

— No sea tan pesimista, de esta vamos a salir.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Huela.

— ¿Y eso qué le hace?

— En el colegio me dijeron que era malo.

— Eso marea.

— Da náuseas.

— Hace irse.

— Viajar.

— Estar unas horas fuera del mundo.

— Me duele, mamá, me duele.

— Quita dolores. El pegante ayuda.

— A la niña no.

— Que huela el perrito.

— ¡Ay! No te pongás cansón.

— Uno mete pa calmarse.

— Por vicioso.

— Porque oler pegante es lo único que hace que a uno se le olvide, que no se sienta.

— ¿Qué?

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— El hambre.

— ¿Cuántas horas?

— Hasta mañana el tolueno del sacol lo deja a uno calmado. Quita la ansiedad, el gruuu incesante que no para y te da un poco de sueño.

— Deme.

— ¿Segura?

— Mamá, no quiero sentir esto más.

— ¿La niña puede oler?

— Dele poquito para que la calme, pero que no lo coja de vicio.

— Mija, huela.

— ¿No me va a doler más?

— No, mi niña, seguro que no.

— Mamita, ya casi no me duele.

— A mí tampoco, mija. A mí tampoco.

— Dip, venga, duerma acá.

CUADRO XVIII. EL PERRO Y EL NIÑO VAN DONDE LE DAN CARIÑO

Parque con plaza pública, algunos niños y personas alrededor.

— Este helado está tan rico.

— Lo sé, lo sé.

— No le des al perro, que les hace daño el chocolate.

— Si él se la pasa comiendo pura porquería y no le hace daño... Mira, mira cómo mueve esa colita.

— No más, que es muy tragón.

— Te untaste helado en la cara.

— No, Yoni, no… ¡Mamá, me está lamiendo! Ese aliento me va a dejar mareada.

— Y las cosquillas también.

— ¡No, cosquillas no!

— Sacaste la sonrisa de tu mamá.

— Claro, somos bonitas.

— Mira, mamá, cómo bailo.

— Ese baile tan chistoso.

— Este parque es el mejor lugar donde hemos dormido. Siempre hay palomas y gatos y vienen perritos. Yoni Dip está feliz y hay juegos, aunque esos niños no quieren jugar conmigo.

— ¿Por qué?

— Dicen que estoy sucia, que soy una indigente. ¿Qué tal? Les voy dando en la cara.

— Eso no se hace.

— Es que para mí, tú eres mi heroína. Nunca te la dejas montar y yo quiero ser como tú, así tan fuerte y como Dip, que siempre nos defiende.

— Tú serás lo que tú quieras ser, no como yo, sino mejor, una universitaria.

— Mamá, ¿por qué me dicen así siempre? ¿Qué es un indigente?

— No les pare bolas. Cuando le digan así a usted, les dice que usted es una persona, una niña como cualquiera.

— ¿Pero qué es un indigente?

— Son las personas que no tienen lo de los demás, pero son personas, los que no tienen casa, a veces ni siquiera agua o un plato de comida o un inodoro donde hacer una hijueputa cagada.

— ¡Mamá, las groserías!

— Son los que no tienen casa, mija, ni de arriendo, ni de arrimados.

— Pero yo tengo casa, ¿cierto?

— La tendrás, tú la tendrás.

— Se te está derritiendo el helado.

— Y ahora se te derritió en la cara.

— ¡Ay no! No me ponga eso en la cara. Me untó la nariz.

— Te muerdo la nariz, mamá.

— No, Dip.

— Nos tumbó.

— Te amo, mamá.

— Yo a ti, mija.

— Diga que ama a Dip.

— También lo amo, amo a Yoni Dip, lindo, lindo.

— No huelas más eso, mamá. Mamá, ¿de dónde sacaste helado?

— Es que es tu cumpleaños. ¡Feliz cumpleaños!

— Sííí. Estoy creciendo.

Baile en medio del parque.

CUADRO XIX. EL QUE SE ACUESTA CON PERRO, SE LEVANTA CON PULGAS

Semáforo en autopista, costal de trajes.

— Coja ese muñeco.

— ¿El de caballo o la bailarina?

— El caballo. ¿Sabe cumbia?

— La que le enseñan a uno en el colegio.

— Esa sirve. Lo importante es la actitud.

— En la próxima arrancamos.

— Póngase esa falda.

— Mija, hágase allá a leer el libro. Ese que le dieron.

— Póngase el caballo pues.

— ¿Cuál es el trabajo?

— Solo baila en el semáforo y se gana lo suyo.

— Déjeme a Yoni Dip que él baila también.

— El ayuwoky en el semáforo de la droguería, pataecumbia en el estanco, pataecumbia despierte; malabares al lado, yo debajo del puente.

— Lo que termina uno haciendo por culpa de otros.

— ¿Qué le pasó?

— Un tipo me manoseó y perdí el trabajo.

— Picado a loco.

— Trabajo no hay o, bueno, bien habido no.

— Acá nosotros la cuidamos.

— A esas gonorreas hay que quebrarlas, un profesor del colegio de la niña mía estaba en las mismas. Yo sí no lo pensé y tenga ahí lo dejé mascando lombrices. Si usted quiere, le hago ese trabajito y usted me tira cincuenta lucas o me las paga a cuotas. A esos tipos hay que matarlos.

— ¡Ay no! Asesina no soy.

— ¿Cómo me dijo?

— Que muchas gracias, no es necesario. La justicia llega, a veces demora, pero llega.

— Listos, ya les aviso.

— Corran, salgan, cuarenta segundos dura el semáforo. Cabezas abajo.

— Cumbia. ¡Ayyyyy! Vamos, Yoni.

Cumbia de la mujer a caballo y Yoni Dip. El ayuwoky danza al lado, malabares, acrobacias.

— Ahí va pasando la camioneta. Bailemos, báilelo.

— Ayuwoky, pégueselo que ahí va.

— Al suelo, al suelo, disparan.

— Ayuda, ayuda.

— No sea boba, corra usted también que la cogen.

— ¿Por qué dispararon? ¡Ayy no! Mija, venga corra.

— Doña, llega a la cuadra que allá le repartimos de la comida.

— Piérdase, piérdase.

— En el semáforo hay cámaras. Piérdase que la buscan.

— Mija, mija, corra, no vaya a llorar.

— A mí no me asusta la pólvora, pero Yoni si está asustadito.

— Corra, corra.

— Mamá, bailaste muy lindo.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Ojalá más tarde sí nos den la comida que nos prometieron y su plato para Dip.

CUADRO XX. LA NECESIDAD TIENE CARA DE PERRO

Calle larga, desechos en el suelo, paredes sucias, abandono.

— Señor, colabóreme para esta Navidad.

— ¿Usted cree que es mi obligación darle?

— Usted tiene más que yo.

— Porque trabajé.

— Yo también y acá estoy.

— No le pida a él que él es el dueño de esto. Es de los duros.

— ¿Quién va a ser dueño de la calle?

— Cinco bolsas.

— Las dividen en paquetes pequeños.

— Entregue la plata.

— ¿Quiere divertirse, señora?

— Solo pido, no me regalo.

— A mí nadie se me puede negar.

— Como usted, muchos piensan que el dinero todo lo puede, que con plata y plomo se compra una persona, que trabajando y amasando fortuna pueden pasar por encima de todos y pisotearlos. Piensan que el dinero compra personas y esclaviza silencios.

— Quítenla de acá que está dañando el negocio.

— No le hable así a ese señor, ¿o quiere que la maten?

— Muerta ya estoy.

— ¿Y su hija?

— Quítese, loca.

— Conmigo no, prefiero comer mierda.

— Ya la come.

— ¿Por qué se llevaron al mocho en el carro?

— Prácticas raras.

— Desaparecen a uno de vez.

— Igual, acá nadie tiene papeles.

— Yo todavía guardo mi cédula.

— Le dan buena plata por ella, para votar.

— Puedo estar en la mala, pero nunca vendería mi voto.

— Nos vemos la próxima semana muchachos. Ojalá vendan más.

— Ese Yoni es bravísimo.

— Dip le ladra a quien le cae mal.

— Ya prendieron la fogata navideña.

— Toda la calle lo sabe.

— Présteme esa tapa y ese palito de bombom.

— Feliz navidad, mija.

— Feliz día.

— Sáquenlo, pues, para celebrar.

— Huélalo pues, huélalo.

— Se engalochó, mija.

— ¿Qué está haciendo?

— Una pipa. Pruebe.

— ¿Y eso qué?

— Un susto.

Al inhalar de la pipa, el bazuco pasa por todo su cuerpo, las imágenes vuelan, el placer llega, euforia. En medio de la música decembrina, los habitantes de la calle bailan con sus costales. Ella, entre todos, se mueve en un vaivén con su perro Yoni Dip. Totalmente ida, en un trance.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Ese perrito está lindo.

— Llegó el niño Dios.

— ¡Suéltelo!

— Está gruesito.

— Llegó la cena.

— Gruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

— Madre, ¿nos lo presta?

Ella, en su baile, suelta al perrito en manos de los otros habitantes de la calle. Estos lo cogen, ella danza. Gruñidos, ladridos, aullidos, un último suspiro, una gran hoguera. El perro desaparece entre las muelas y el hambre de los habitantes de la calle.

— La niña está mal miga, está maluca, le duele, le duele, no soporta, está haciendo sangre.

— ¿Dónde está? ¿Dónde está?

— Acostada. Le duele la dulcera esa. Hay que llevarla a un médico, pero no pasa de hoy.

— Mi niña, mija. ¿Cómo está? ¿Cómo sigue, mamita?

— Me duele, me duele.

— ¿Ya comió algo?

— Un pan rancio que había.

— Vea, doña, que aquí le mandan el plato navideño con sus buenas presas.

— ¡Ay, mamita, deme!

— Es que, mija…

— Mamita, tengo hambre.

— No, mijita, no se vaya a comer eso.

— No seas así, mami, tengo hambre.

— Es que es mejor no comérselo.

— ¿Por qué llora, mamita?

— Nada, mija, nada. He sido descuidada. No le puedo dar de esto.

— ¿Puedo dejarle un poquito al perro? Es que Yoni Dip también tiene hambre.

— ¡Ay, mija!

— Pero, ¿por qué lloras, mamita?

— Mija, mi niña, el perrito no aparece, como que se voló.

— De pronto vio comida en algún lado, ahora vuelve. Usted sabe cómo es.

— Sí, mija, sí.

— Coma, mami, que usted hace rato no prueba bocado y me da alguito.

— Mi amorcito, tengo un regalo para ti. ¿Se acuerda que usted tenía una cama y también tenía ropita, mi amor? En esta dirección le van a dar su regalo, mija. Coja el papel, se va a ir para allá pero rapidito, coja fuercita y se levanta de acá y se va, pero me promete que no mira atrás, mi niña. Llega allá, dice que su mamá la mandó, les cuenta la historia. Es un hogar de niños, familiar, allá me la reciben, no va a ser todo bueno, pero camita y comidita va a haber. Cuente, mija, lo que le pasó, cuénteles de mí y de sus dolores, que allá la reciben.

— ¿Y usted va mañana?

— Claro, mami, mañana nos vemos.

— Corra, mija, levántese pues. ¡Coja este cuchillo!

— Pero, mamá.

— Lo lleva en la mano, cogiéndolo duro. No le para a nadie, mamita, a nadie. Salga que desde acá yo le echo ojo. Corra, pues, corra.

— No llore, mami, el perrito va a aparecer.

— Vaya, mija, allá hay niñas que van a jugar con usted.

— ¿No me dirán indigente?

— Nunca más, mi niña, nunca más.

— Mamita, acuérdese de llevar al perro mañana, a Yoni.

— Corra, pues.

La pequeña sale de la larga calle con un pequeño atisbo de sonrisa. Atrás, las caras tristes miran su larga marcha.

— Tomé muy malas decisiones, ¿no?

— Usted tomó las decisiones correctas, los demás no fueron correctos como usted.

— Y así caemos de un hueco en otro. Ladramos sin ser escuchados, sintiendo este ardor inmenso que no cesa. Estas tripas que no callan, mordiendo a quien nos lastima, reclamando justicia que no llega, devorándonos entre nosotros mismos, en esta hambruna que vivimos, como perros ruñendo huesos que otros ya se han comido.

Oscuro.

Notas de autor

1 Actor, director y dramaturgo en el Teatro la Farola, Colombia. Licenciado en Arte Teatral por el Instituto de Bellas Artes y Máster en Estudios Avanzados del Teatro por la Universidad Internacional de la Rioja.


Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS por